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LA CADUCIDAD DE LA ACCIÓN EJECUTIVA FUNDADA


EN TÍTULOS PROCESALES O ASIMILADOS ()

ANDRÉS DOMÍNGUEZ LUELMO


Catedrático de Derecho Civil.
Universidad de Valladolid

SUMARIO: 1. Planteamiento general. 2. El plazo del art. 518 LEC ¿es de caducidad o de prescripción?
3. Títulos a los que se aplica la caducidad del art. 518 LEC. 3.1. Exclusión de las sentencias constitutivas y
meramente declarativas. 3.2. Exclusión del auto de cuantía máxima. 3.3. Especialidad de la condena en costas.
3.4. El art. 518 LEC no es aplicable a los títulos ejecutivos extraprocesales. 4. Naturaleza procesal del plazo de
caducidad del art. 518 LEC: diferencias con la preclusión y la caducidad de la instancia. 5. Cómputo del plazo
de cinco años. 5.1. El dies a quo del cómputo del plazo de caducidad. 5.2. El plazo de caducidad de las
sentencias que condenan a prestaciones periódicas.

1. PLANTEAMIENTO GENERAL
Hasta la publicación de la vigente LEC, tradicionalmente se había venido
considerando que, una vez reclamado un determinado derecho ante los tribunales, la sentencia
favorable constituía un nuevo título para cuya ejecución comenzaba un nuevo plazo de
prescripción. Así, según la STS 19 febrero 1982 (RJ 1982\746), «cualquiera que sea la
naturaleza de la acción deducida en juicio, la ejecutoria que en éste recae constituye un nuevo
y verdadero título, con efectos en derecho propios e inherentes a la misma, del que se deriva
una acción personal para el cumplimiento de la resolución judicial distinta de la primitiva en
que se basó la petición formulada en el pleito». Al no existir un plazo especial de prescripción
para este caso, se aplicaba el plazo general de quince años de las acciones personales previsto
en el art. 1964 CC. Al día inicial del cómputo de este plazo se refiere el art. 1971 CC: «El
tiempo de prescripción de las acciones para exigir el cumplimiento de obligaciones
declaradas por sentencia comienza desde que la sentencia quedó firme».
El art. 518 de la nueva LEC hace dudar de la utilidad del art. 1971 CC1, por cuanto
regula la cuestión en términos más amplios (al referirse a otros títulos ejecutivos, además de
la sentencia), establece un plazo específico de caducidad y no de prescripción (cinco años), y
determina el momento inicial del computo del plazo (en términos similares al art. 1971 CC).
El art. 518 LEC actualmente en vigor establece lo siguiente
«La acción ejecutiva fundada en sentencia, en resolución del tribunal o del secretario
judicial que apruebe una transacción judicial o un acuerdo alcanzado en el proceso, en
resolución arbitral o en acuerdo de mediación caducará si no se interpone la
correspondiente demanda ejecutiva dentro de los cinco años siguientes a la firmeza de la
sentencia o resolución»
El precepto ha experimentado algunas variaciones desde el texto original. No obstante
tales variaciones afectan sólo a los títulos ejecutivos incluidos, sin que se haya modificado su
contenido esencial referido a que la acción ejecutiva «caducará si no se interpone la


( ) El presente trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación DER2012-35484, financiado
por el Ministerio de Economía y Competitividad.
1
Vid. CAVANILLAS MÚGICA, S., Comentario al art. 1971 CC», en BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, R. (Dir.),
Comentarios al Código civil, IX, Tirant lo Blanch, Valencia, 2013, p. 13358.
2

correspondiente demanda ejecutiva dentro de los cinco años siguientes a la firmeza de la


sentencia o resolución»2.
En los textos armonizadores de carácter internacional y, de manera particular, en
aquellos que se refieren a la unificación del Derecho contractual europeo, se observa una
tendencia clara hacia la unificación y brevedad de los plazos de prescripción3. En el caso del
los PECL y el DCFR, frente a la regla general que fija el plazo en tres años, se prevé un plazo
especial de diez años aplicable a las acciones declaradas por sentencia, laudo arbitral, u otro
título similar en tanto en cuanto sea ejecutivo en los mismos términos que una sentencia (arts.
14:202 PECL y III-7:202 DCFR). En el más reciente de estos textos se regula la cuestión en
los siguientes términos
III.-7:202: Plazo en el caso de un derecho establecido mediante procedimientos legales
(1) El plazo de prescripción de un derecho establecido mediante sentencia es de diez años.
(2) El mismo plazo se aplica al derecho establecido mediante laudo arbitral u otro instrumento
que sea ejecutable como si se tratare de una sentencia.
Resulta curioso constatar que es éste el único caso en que se establece un plazo
especial de prescripción. La razón principal por la que se establece esta especialidad es la de
evitar cualquier tipo de debate doctrinal sobre el efecto que produce la sentencia sobre el
derecho original, es decir, si sigue existiendo, o si es sustituido por un nuevo derecho. Pero
además se entiende que en esos casos, el plazo de prescripción debe ser sustancialmente más
largo que el plazo general de tres años por los siguientes motivos: A) Una acción declarada
por sentencia queda establecida de manera firme y segura, por lo que existe menor
incertidumbre en cuanto al plazo. B) A través de su reclamación ante los Tribunales, el
acreedor manifiesta claramente, con conocimiento del deudor, que reclama el cumplimiento.
C) Y finalmente, el eventual conflicto entre las partes queda resuelto. Se considera que el dato
de que plazo sea más extenso que el general no provoca inseguridad, ni va en contra del
interés público, pues si los plazos fueran más breves se obligaría al acreedor a acudir a los
tribunales regularmente, aun conociendo la inutilidad de su pretensión por la situación
económica en que se encuentra el deudor. Un derecho establecido mediante sentencia confiere
seguridad al mismo por lo que no queda afectado por la incertidumbre en cuanto al paso del
tiempo que puede afectar a otros derechos. Y además, en estos casos, el acreedor ha dejado
muy claro que reclama el derecho, y el deudor conoce esta situación4. En definitiva, con esta

2
Cabe así destacar que la redacción original del art. 518 LEC se refería sólo a la caducidad de la acción
ejecutiva fundada en sentencia, en resolución judicial que apruebe una transacción judicial o un acuerdo
alcanzado en el proceso o en resolución arbitral. La Ley 13/2009, de 3 de noviembre, de reforma de la
legislación procesal para la implantación de la nueva Oficina judicial, hizo que el precepto pasara a referirse
también a las acciones ejecutivas fundadas en «resolución del Tribunal o del Secretario judicial». Se incluyen,
pues, entre las resoluciones que caducan, las de los Secretarios judiciales que adoptan la forma de decreto. La
redacción actual del art. 518 LEC procede del Real Decreto-Ley 5/2012, de 5 de marzo, de mediación en
asuntos civiles y mercantiles, posteriormente derogado por la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en
asuntos civiles y mercantiles, que en el caso de este concreto artículo reitera la misma redacción. La
modificación introducida se limita a añadir a la rúbrica del precepto la referencia al acuerdo de mediación,
pasando a ser ahora «Caducidad de la acción ejecutiva fundada en sentencia judicial, o resolución arbitral o
acuerdo de mediación».
3
Así, en el art. 4 de la Convención de Naciones Unidas de 14 de junio de 1974 sobre la prescripción en materia
de compraventa internacional de mercaderías, se establece en su art. 4 un plazo general de cuatro años. El art.
10.2 de los Principios UNIDROIT fija un plazo ordinario de prescripción de tres años. Y el plazo general
recogido en el art. 14:201 de los Principios Europeos de Derecho de los Contratos (PECL) y en el art. III-
7:201 del Draft Common Frame of Reference (DCFR) es de tres años.
4
Vid. VON BAR, C. – CLIVE, E. (ed.), Draft Common Frame of Reference, Full Edition, vol. 2 München, 2009,
pp. 1150-1151, sub comentario A al art. III.-7:202.
3

manera de enfocar las cosas se incide en la idea de que la prescripción lo que trata es de evitar
litigios, y no de provocarlos o fomentarlos.
En este caso, además, se recoge otra especialidad en cuanto al inicio del cómputo del
plazo en los arts. 14:203 PECL y III.-7:203 DCFR: el plazo de prescripción de diez años
comienza a computarse desde que la sentencia o el laudo arbitral adquieren efectos de cosa
juzgada, o desde que el título extrajudicial deviene ejecutivo, sin que ese momento pueda ser
anterior a aquél en que el deudor puede ser conminado a realizar la prestación. Las opciones
en este caso eran la fecha de la sentencia y la fecha en la que ésta adquiere firmeza5. Así,
frente a la solución adoptada por algunos ordenamientos de tomar como punto de referencia
la fecha de la sentencia misma (art. 3:324 BW), se prefiere atender a la fecha en que la
resolución adquiere firmeza. Este criterio coincide con el tradicionalmente recogido para el
Derecho español en el art. 1971 CC. A la firmeza de la sentencia o resolución se refiere
igualmente el art. 518 LEC.
El dato de que este supuesto se contemple de manera especial en los textos
armonizadores y el propio cambio legislativo introducido en nuestro Derecho por el art. 518
LEC, merecen algunas reflexiones, pues no son pocas las dudas y problemas que surgen, tanto
en la práctica como desde el punto de vista dogmático.

2. EL PLAZO DEL ART. 518 LEC ¿ES DE CADUCIDAD O DE PRESCRIPCIÓN?


El art. 518 LEC utiliza la expresión «caducará» referida a la acción ejecutiva. No
obstante, la doctrina se ha planteado si estamos propiamente ente un plazo de caducidad, o en
realidad debemos interpretar que se trata de un supuesto de prescripción (como se
contemplaba hasta ese momento en el art. 1971 CC). Los motivos de plantear la cuestión en
estos términos estriban en que el art. 526 del Anteproyecto de LEC contemplaba en este punto
una regulación procesal de la prescripción: «Sin perjuicio de lo dispuesto para las acciones
hipotecarias, la acción ejecutiva prescribe a los tres años, contados desde la firmeza de la
sentencia o resolución judicial o arbitral que sea título ejecutivo o desde que el título
extrajudicial pudo ejercitarse». Sin embargo ya el art. 520 del Proyecto de Ley, excluye de
esta regulación especial los títulos ejecutivos extrajudiciales y trata la cuestión como un
supuesto de caducidad, con un plazo de tres años, incluso en la propia rúbrica del precepto6.
Ello no cambió a lo largo del debate parlamentario, salvo para ampliar el plazo de caducidad
de tres a cinco años7.

5
Este mismo planteamiento se ha reproducido en nuestra jurisprudencia. Algunas sentencias entienden que es el
momento de publicación de la sentencia el que marca el comienzo de producción de efectos entre las partes
[SSTS 19 noviembre 1941 (RJ 1941\1234), 13 octubre 1965 (RJ 1965\5685)]. Otras, con mejor criterio,
consideran que para exigir el cumplimiento de las obligaciones declaradas en sentencia, el plazo no puede
comenzar a computarse hasta la firmeza de la propia sentencia [SSTS 27 enero 1966 (RJ 1966\133), 17 enero
1970 (RJ 1970\170)].
6
Art. 520. Caducidad de la acción ejecutiva fundada en sentencia judicial o resolución arbitral: «La acción
ejecutiva fundada en sentencia judicial o resolución arbitral caducará si no se interpone la correspondiente
demanda ejecutiva dentro de los tres años siguientes a la firmeza de la sentencia o resolución». Cfr. BOCG,
Congreso de los Diputados, VI Legislatura, Serie A, núm. 147-1, de 1 noviembre 1998, p.109.
7
La ampliación del plazo de tres a cinco años se debe a la aceptación, por parte de la Comisión de Justicia del
Congreso de los Diputados, de la enmienda núm. 1263 del Grupo parlamentario catalán (CIU), aunque la
justificación resulta un tanto sorprendente: «El plazo de caducidad de tres años parece excesivamente corto y
debería extenderse a cinco años estableciendo un paralelismo con la vigencia de las anotaciones de embargo,
tan ligadas a la ejecución de sentencias». Cfr. el texto y justificación de la enmienda en BOCG, Congreso de
los Diputados, VI Legislatura, Serie A, núm. 147-9, de 26 marzo 1999, p. 540; y el Dictamen de la Comisión
en BOCG, Congreso de los Diputados, VI Legislatura, Serie A, núm. 147-13, de 7 septiembre 1999, p. 1068.
4

Este cambio de tratamiento –de prescripción a caducidad– ha producido en la doctrina,


tras la publicación de la LEC, no pocas objeciones. En este sentido se ha destacado que la
redacción del precepto es profundamente perturbadora, y que no se observa ninguna razón
determinante para cambiar el anterior criterio en el que se aplicaba a la ejecución de
sentencias el plazo general de quince años. Teniendo en cuanta que la ejecución puede
solicitarse también por razones de oportunidad, se ha considerado así que no existe motivo
para ese cambio, máxime por los problemas de derecho transitorio que podía plantear8. Desde
luego, aunque así se haya planteado9, lo que no puede sostenerse es que estemos ante un
lapsus del legislador, porque en sucesivas ocasiones, a lo largo del iter parlamentario, se
planteó modificar la naturaleza del plazo para que pasara de caducidad a prescripción10, y
dicha posibilidad fue rechazada expresamente durante el debate de las enmiendas por las
respectivas Comisiones11.

8
Cfr. LORCA NAVARRETE, A.M., «Comentario al art. 518 LEC», en LORCA NAVARRETE, A.M. (Dir.), GUILARTE
GUTIÉRREZ, V. (Coord.) Comentarios a la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, III, 2ª ed. Ed. Lex Nova,
Valladolid, 2000, p. 2487.
9
Cfr. ARROM LOSCOS, R., «Comentario al art. 518 LEC», en CORDÓN MORENO, F. – ARMENTA DEU, T. –
MUERZA ESPARZA, J.J. – TAPIA FERNÁNDEZ, I. (Coord.), Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil, II, 2ª
ed. Aranzdi – Thomson Reuters, Cizur Menor, 2011, p. 64.
10
Así, en el Congreso de los Diputados, las enmiendas núm. 467 del Grupo Socialista del Congreso, y núm.
1671 del Grupo Parlamentario Federal Izquierda Unida, proponían la supresión del precepto, con una
justificación idéntica en ambos casos: «No existe ninguna razón atendible para que se cambie el actual
régimen de 15 años de prescripción para la ejecución de las sentencias por 3 años de caducidad. La ejecución
puede solicitarse también por razones de oportunidad, y no hay motivo alguno para el cambio, máxime con los
problemas que pueden suscitarse de derecho transitorio». Cfr. BOCG, Congreso de los Diputados, VI
Legislatura, Serie A, núm. 147-9, de 26 marzo 1999, p. 327, y 663-664.
En el Senado se volvió a reiterar la cuestión en los mismos términos en la enmienda núm. 131 del
Grupo Parlamentario Socialista. Cfr. BOCG, Senado, VI Legislatura, Serie II, núm. 154 (d), de 27 octubre
1999, p. 285.
11
En el Congreso de los Diputados se encarga de defender la enmienda núm. 467 del Grupo Socialista el Sr.
ÍÑIGUEZ MOLINA, en los siguientes términos: «Este artículo establece un plazo de cinco años de caducidad
para un valor ejecutivo de las sentencias en los casos que establece. Creemos que no existe ningún motivo
para el plazo de quince años que establecía nuestro Código Civil para las acciones personales y que era
reconocido por la Ley de Enjuiciamiento Civil cuando habla de la caducidad de la instancia, que en el artículo
6l7 no la establecía para los supuestos de ejecución de sentencias firmes. Ahora, sin saber por qué ni cómo,
porque no se nos explica, se nos da un supuesto de caducidad de quince (sic) años que va a producir
tremendos trastornos sobre todo en las actuaciones de las sentencias que estén en ejecución provisional.
Creemos que no existe motivo para mantener este artículo y pedimos la supresión de esta caducidad, que no
sabemos cómo ha venido ni cuáles son los motivos por los cuales se ha establecido». Por el Grupo Popular,
responde el Sr. MORANO MASA: «Pasando ya a las enmiendas del Grupo Socialista, la 467, el establecimiento
de un prudente plazo de caducidad para la ejecución de sentencias y títulos asimilados es una innovación del
proyecto que favorece la seguridad jurídica. El plazo de tres años que establece el proyecto es suficiente para
permitir el juego de criterios de oportunidad en la solicitud de ejecución». Cfr. Diario de Sesiones del
Congreso de los Diputados, VI Legislatura, Comisiones, núm. 741 (Justicia e Interior), correspondiente a la
sesión núm. 77, de 28 julio 1999, pp. 21629 y 21636, respectivamente.
En el Senado, la intervención por el Grupo Socialista del Sr. VARELA FLORES se produjo en los
siguientes términos: «La primera enmienda que he de defender es la 131 al artículo 518 con la que se pretende
la supresión del mismo por establecer un plazo de caducidad de cinco años. Nos parece que pueden existir
razones de oportunidad que aconsejen demorar la ejecución, por lo que los 15 años de la prescripción general
que hoy rige en esta materia resuelven mejor el problema. De lo contrario, se encontrarían en peores
condiciones los que tienen una resolución judicial que aquellos que no han ejercido la acción». En la
contestación del Sr. ATENCIA ROBLEDO, por el Grupo Popular, puede leerse: «La enmienda número 131,
referida al artículo 518, será rechazada por entender que el establecimiento de un prudente plazo de caducidad
para la ejecución de sentencias de título o similares es una innovación de este proyecto que favorece la
seguridad jurídica. El plazo de tres años, que establece el proyecto y ahora el texto de la Ponencia, es
5

En realidad, el problema se plantea sobre todo al analizar el diferente fundamento y


funcionamiento de la prescripción y de la caducidad: la prescripción protege un interés
estrictamente individual del sujeto pasivo de las pretensiones, por lo que se puede
interrumpir, es renunciable y siempre debe ser alegada; mientras que la caducidad protege un
interés general, tratando de resolver situaciones inciertas, pendientes de una eventual
modificación, por lo que no se interrumpe, es irrenunciable y aplicable de oficio12. Partiendo
de estas premisas, algunos autores consideran que el plazo previsto en el art. 518 LEC es en
realidad de prescripción porque, transcurrido el plazo, el deudor continúa siéndolo y no puede
quedar favorecido de oficio; y además, porque puede realizar conductas que afirmen la
existencia del derecho del acreedor (como un pago parcial) que rompen el silencio de la
relación jurídica y que por tanto deben interrumpir el plazo fijado13. En general, los
argumentos aportados para considerar que el plazo es de prescripción son los siguientes:
a) No hay motivo para entender que el plazo de cinco años no puede ser interrumpido; y
menos aún cuando la sentencia recoja un derecho material sometido al régimen de
prescripción y no de caducidad. b) Legalmente en este caso el juez no puede apreciar de
oficio la caducidad, porque el art. 556.1 LEC, cuando se refiere a la oposición a la ejecución
de las resoluciones procesales o arbitrales, dispone que «también se podrá oponer la
caducidad de la acción ejecutiva, y los pactos y transacciones que se hubiesen convenido
para evitar la ejecución, siempre que dichos pactos y transacciones consten en documento
público». c) No se entiende que el derecho a una prestación reconocido por sentencia
desaparezca del mundo jurídico, que es el efecto típico de la caducidad, hasta el punto de que
si quien fue deudor cumple, proceda la repetición de lo pagado14.
Aunque el fundamento y la mecánica de la prescripción y de la caducidad puedan ser
dogmáticamente diferentes, lo cierto es que el legislador puede optar por uno u otro régimen,
pudiéndonos encontrar con supuestos similares que son sometidos unas veces a prescripción y
otras a caducidad15. Por otro lado, el dato de que la caducidad no pueda ser apreciada en este
caso de oficio, según el art. 556.1 LEC, no parece constituir un obstáculo para defender que el
plazo es de caducidad y no de prescripción. En la jurisprudencia se recoge como nota

suficiente para permitir el juego de criterios de oportunidad en la solicitud de ejecución». Cfr. Diario de
Sesiones del Senado, VI Legislatura, Comisión de Justicia, núm. 524, sesión de 23 noviembre 1999, pp. 37 y
39, respectivamente.
12
Cfr. DE CASTRO, F., «La caducidad», en Temas de Derecho Civil, Madrid, 1976, pp. 172 y ss.; GÓMEZ
CORRALIZA, La caducidad, cit., pp. 147 y ss.; CAÑIZARES LASO, A., La caducidad de los derechos y acciones,
Civitas, Madrid, 2001, pp. 33 y ss.
Según la STS 7 mayo 1981 (RJ 1981\1984), las notas distintivas de la caducidad frente a la
prescripción son: a) La prescripción descansa sobre la necesidad de poner término a la incertidumbre de los
derechos, y sobre una presunción de abandono por parte de su titular, mientras que la caducidad se funda
exclusivamente en la necesidad de dar seguridad al tráfico jurídico y opera por el mero transcurso del tiempo.
b) La prescripción sólo se puede estimar a instancia de parte, mientras que la caducidad puede ser apreciada de
oficio por los Tribunales. c) La prescripción es susceptible de interrupción, mientras que la caducidad no
admite ninguna interrupción, produciéndose inexorablemente por transcurso del tiempo
13
Cfr. SERRANO MASIP, M., «La oposición a la ejecución forzosa común», en FONT SERRA, E. (Coord.),
Comentarios sobre el Proyecto de Ley de Enjuiciamiento Civil: XIII Jornadas Jurídicas, Facultad de Derecho
y Economía, Universidad de Lleida, Marcial Pons, Barcelona, 1999, pp. 276 y ss.
14
Cfr. FERNÁNDEZ BALLESTEROS, M.A., «Comentario al art. 518 LEC», en FERNÁNDEZ-BALLESTEROS, M.A. –
RIFÁ SOLER, J.M. – VALLAS GOMBAU, J.F. (Coord.), Comentarios a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, II,
Iurgium, Barcelona, 2000, pp. 2489 y ss.
15
Así, la acción para reclamar daños y perjuicios se somete normalmente a un plazo de prescripción (art.
1968.2º CC, arts. 143.1 y 164 TRLGDCU), mientras que, por razones especiales, se somete a caducidad en el
art. 43 CC, o en el art. 9.5 de la Ley Orgánica 1/1982, de 5 mayo, de protección al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen.
6

distintiva de la caducidad su apreciación de oficio sin ningún tipo de argumento16. Igualmente


para algunos autores, la caducidad debe poder ser apreciada de oficio en todo caso, incluso
cuando se refiera a materias disponibles y no de orden público, sin que ello choque
frontalmente con el principio de justicia rogada17. Sin embargo, se puede constatar que las
cosas pueden funcionar de manera diferente. Así, según el art. 2969 del CC italiano, la
caducidad no puede ser apreciada de oficio por el juez, salvo que, tratándose de materia
sustraída a la disponibilidad de las partes, el juez deba apreciar la causa en virtud de la cual
no puede prosperar la acción. Como destaca CAÑIZARES LASO, es posible admitir una
caducidad atenuada, y distinguir dos tipos de caducidad diferentes, de manera que cuando se
trate de materias indisponibles (acciones de filiación) debe ser apreciada de oficio, y cuando
estemos ante materias disponibles (acción redhibitoria) debe ser alegada por las partes18. Por
otro lado, en caso de allanamiento del demandado, resulta difícil mantener que, a pesar de
ello, el juez deba acoger de oficio la caducidad. Como ocurre con el art. 2966 CC italiano, el
reconocimiento del deudor puede impedir la extinción del derecho, cuando se trata de
derechos disponibles19.
En este sentido, entiendo que el art. 518 LEC recoge claramente un plazo de
caducidad de cinco años para la acción ejecutiva, que tiene la peculiaridad de que no puede
ser apreciada de oficio (art. 556.1 LEC). Parece que el legislador ha querido «dotar de mayor
seguridad jurídica a esta situación y desea que la acción ejecutiva, basada en sentencia, en
resolución del tribunal o del secretario que apruebe una transacción judicial o un acuerdo
alcanzado en resolución arbitral, en la medida que zanja un conflicto y declaran como
exigible y cierto un derecho subjetivo material, tenga un plazo cierto y relativamente breve (si
lo comparamos con los plazos de prescripción) en aras de una mayor seguridad jurídica»20.
Los problemas son las consecuencias de que la acción caduque y no prescriba. Si
partimos del amplio plazo general de quince años previsto para las acciones personales en el
art. 1964 CC, resulta que el acreedor que no ha reclamado su derecho judicialmente tiene
mayores ventajas (al menos desde el punto de vista temporal) que aquél que se ha dirigido a
los tribunales y ha obtenido una sentencia de condena. Pero si el plazo de prescripción es de
un año (art. 1968.2º CC), resulta que se produce una situación similar a la que se contempla
en los PECL y en el DCFR: el plazo para hacer efectivo el derecho se ve ampliado.
Si el acreedor deja transcurrir cinco años sin interponer la acción ejecutiva, pierde
toda posibilidad de hacer efectivo el derecho reconocido en virtud de sentencia o título
equivalente. El problema, reflejado en el comentario al DCFR, es que el acreedor conozca la
inutilidad de acudir a la vía ejecutiva por la situación económica en que se encuentra el
deudor. En mi opinión, si quiera evitar la caducidad de la acción ejecutiva, debe interponer en
todo caso la demanda dentro del plazo de cinco años. Así se destaca en el AAP Zaragoza 27

16
Vid. entre otras muchas, la STS 7 mayo 1981 (RJ 1981\1984).
17
Cfr. GÓMEZ CORRALIZA, La caducidad, cit., p. 345.
18
Cfr. CAÑIZARES LASO, La caducidad…, cit., pp. 130 y ss. En este mismo sentido se pronuncia DÍEZ-PICAZO,
L., La prescripción extintiva en el Código civil y en la jurisprudencia del Tribunal Supremo, 2ª ed., Thomson-
Civitas, Madrid, 2007, p. 83: «Se explica el acogimiento de oficio de la caducidad cuando haya existido una
razón de orden público o de interés público, pero no en aquellos otros casos en que, no obstante haber optado
el legislador por la caducidad, frente a la prescripción, no exista, en rigor, ningún interés público. Ello
significa a nuestro juicio, que habría que proceder a una interpretación correctora de la jurisprudencia,
limitando el acogimiento de oficio a este tipo de caducidades».
19
Cfr. CAÑIZARES LASO, La caducidad…, cit., p. 129; DÍEZ-PICAZO, La prescripción extintiva…, cit., pp. 83 y
ss.
20
Cfr. ARROM LOSCOS, «Comentario al art. 518 LEC», cit., p. 66.
7

enero 2003 (AC 2003\223): «cuando se insta la ejecución, ya no es operativo tal plazo de
caducidad procesal». Lo que no aclara el legislador es lo que ocurre una vez iniciada la
ejecución si esta resulta infructuosa pues, según el art. 570 LEC: «La ejecución forzosa sólo
terminará con la completa satisfacción del acreedor ejecutante». No creo que pueda
entenderse indefinidamente abierta en el tiempo la posibilidad de ejecución, sino que debe
entenderse sometida al plazo general de prescripción de quince años del art. 1964 CC. En este
sentido se expresa el AAP Madrid 23 mayo 2005:
«Estando el procedimiento en la fase de ejecución de sentencia (…) el instituto
denominado caducidad de la instancia no afectará a las actuaciones promovidas en esta fase
del litigio, lo que no puede ser entendido en el sentido de que el proceso pueda permanecer
indefinidamente abierto en el tiempo, puesto que en dicha fase ha de considerarse de plena
aplicación, cuando se den los requisitos legalmente exigidos para ello, la prescripción; de
tal manera que podrá tener lugar la conclusión del proceso por la inactividad de la parte
ejecutante cuando las actuaciones estén paralizadas el tiempo necesario para considerarlas
prescritas (…).La aplicación del instituto jurídico de la prescripción ha de venir impuesta
por el principio de seguridad jurídica consagrado en el artículo 9 de la Constitución
española, sin que exista base legal alguna que permita dejar a la exclusiva voluntad de la
parte favorecida el cumplimiento de lo decidido judicialmente de una manera indefinida en
el tiempo. Por tanto, siendo de aplicación en el trámite de ejecución de sentencias el
instituto de la prescripción (…), no pueden tener acogida las manifestaciones de la parte
ejecutante, y ahora apelada, en el sentido de que al haberse ejercitado en su día la acción
exigiendo el cumplimiento de la resolución judicial, no puede ser de aplicación la
prescripción sino la caducidad, que según se ha indicado no opera en trámite de ejecución
de sentencia firme.»
En definitiva, una vez firme la sentencia de condena, sólo cabe hablar de caducidad de
la acción ejecutiva; pero una vez promovida la ejecución forzosa ya sólo es posible la
prescripción21. No están claros los motivos que han llevado al legislador a someter la acción
ejecutiva de los títulos de naturaleza procesal a caducidad y no a prescripción. Pero parece
que se pretende evitar que tales títulos puedan permanecer sin ejecutar con carácter indefinido
en el tiempo, a base de interrumpir la prescripción con reclamaciones extrajudiciales. Como
destaca DE LA OLIVA, «lo que la ley pretende con este precepto es evitar que quien dispone de
ciertos títulos ejecutivos perfectos o completos (…) y no carece de interés legítimo, pueda
esperar indefinidamente a promover el proceso de ejecución con la pretensión de ver
satisfecha su acción ejecutiva (…). Lo que se persigue es no permitir prolongadas situaciones
de incertidumbre del deudor»22.

3. TÍTULOS A LOS QUE SE APLICA LA CADUCIDAD DEL ART. 518 LEC.


La enumeración que se realiza en el art. 518 LEC de los títulos en los que se puede
fundar la acción ejecutiva merece alguna explicación, sobre todo para deslindar cuáles de
estos títulos quedan al margen de su ámbito de aplicación y, por tanto, del régimen de
caducidad.
Por lo que se refiere a los laudos o resoluciones arbitrales, desde la Ley 60/2003, de 23
de diciembre, de Arbitraje, no se exige ya la firmeza del laudo para ser considerado auténtico
título de ejecución (art. 517.2.2º LEC). Ello significa que el laudo es ejecutable con

21
Cfr. TORIBIOS FUENTES, F., «Comentario al art. 239 LEC», en TORIBIOS FUENTES, F., (Dir.), Comentarios a la
Ley de Enjuiciamiento Civil, Lex Nova, Valladolid, 2012, p. 411.
22
Cfr. DE LA OLIVA SANTOS, A., «Comentario al art. 518 LEC», en DE LA OLIVA SANTOS, A. – DÍEZ-PICAZO
GIMÉNEZ, I. – VEGAS TORRES, J. – BANACLOCHE PALAO, J., Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil,
Civitas, Madrid, 2001, p. 897.
8

independencia de que se formule la acción de anulación del art. 45 de la Ley de Arbitraje23.


Lo que se va a ejecutar es en todo caso el laudo y no la sentencia, pues si prospera la acción
de anulación frente al laudo, no habrá ejecución; y si se desestima, lo único que puede
ejecutarse es el laudo.
En cuanto a los acuerdos de mediación, hay que estar a lo previsto en la Ley 5/2012,
de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles. Para su consideración como
títulos ejecutivos (art. 517.2.2º LEC) los acuerdos de mediación deben haber sido elevados a
escritura pública, de acuerdo con el art. 25 de la Ley 5/2012.
Las mayores dudas surgen en cuanto a la parte inicial del precepto, cuando se refiere a
la acción ejecutiva fundada «en sentencia, en resolución del tribunal o del secretario judicial
que apruebe una transacción judicial o un acuerdo alcanzado en el proceso». Entiendo que el
legislador se refiere aquí a todo tipo de resoluciones procesales, ya emanen del Juez o del
Secretario, en función de su contenido y no de la forma que adopten24. En este sentido, en el
art. 517 LEC se recogen como títulos ejecutivos: a) La sentencia de condena firme (art.
517.2.1º LEC). b) Las resoluciones judiciales que aprueben u homologuen transacciones
judiciales y acuerdos logrados en el proceso (art. 517.2.2º LEC). c) Las resoluciones
procesales y documentos que, por disposición de la LEC u otra ley, lleven aparejada
ejecución (art. 517.2.9º LEC). Es decir, con las salvedades a las que seguidamente haré
referencia, el art. 518 LEC resulta aplicable a la totalidad de las resoluciones procesales que
tengan aparejada ejecución, ya procedan del Juez o del Secretario judicial.
Dentro de la fórmula que utiliza el art. 517.2.9º LEC se incluyen otro tipo de
resoluciones procesales y documentos que no figuran expresamente en el catálogo del art.
517.2 LEC, sin que exista numerus clausus25. La Ley 37/2011 ha eliminado el calificativo de
«judiciales» aplicado a las resoluciones y lo ha sustituido por el de «procesales», ya que las
resoluciones pueden emanar tanto del juez como del secretario judicial. Dentro de las
resoluciones del Juez se puede incluir el auto que acoge un allanamiento parcial (art. 21.2
LEC). Dentro de las resoluciones del Secretario, cabe citar el decreto que determina la suma a
anticipar al procurador en concepto de provisión de fondos (art. 29.2 LEC), el decreto que
resuelve la oposición de la reclamación de la cuenta del procurador o del letrado (arts. 34.2 y
35.2 LEC), el decreto del Secretario cuantificando la indemnización a los testigos (art. 375.2

23
Cfr. AAP Cádiz 5 abril 2006 (JUR 2006\231253), en el que se afirma: «se viene a posibilitar la ejecución
forzosa del laudo aún cuando sea objeto de impugnación, atribuyéndole fuerza ejecutiva directa en todos los
casos, por lo que hay que concluir que no tiene sentido esperar la firmeza del laudo».
24
Cfr. SOLAZ SOLAZ, E., «Algunos problemas prácticos que suscita el proceso de ejecución forzosa», en
Práctica de Tribunales: Revista de Derecho Procesal Civil y Mercantil, núm. 9, 2004, p. 7.
25
Como se afirma en el AAP Madrid 8 octubre 2002 (JUR 2003\23343): «La parte apelante entiende que este
precepto contiene un "numerus clausus" de título ejecutivos, lo que es una afirmación errónea, porque el
apartado noveno lo es "apertus", en cuanto además de los títulos enumerados en los apartados anteriores
admite como ejecutivos cualquier otro al que la Ley procesal civil dote de ese efecto o cualquier otra norma.
Esto significa que debe completarse este precepto con el resto de artículos de la Ley, que son no solo el auto
de allanamiento parcial, el auto del proceso monitorio y la resolución del juicio cambiario sino cualquier otra
que esté así prevista en la Ley, sin que sea exigencia legal que para ser título ejecutivo tenga el precepto que
decir que esa resolución lo es, como parece entender la parte, eso si de forma contradictoria, ya que para el
auto que aquí se ejecutaba considera que es requisito formal que el precepto o norma legal diga que es "título
ejecutivo", y por el contrario no mantenga esa afirmación para las otras resoluciones como el auto de
allanamiento, etc, ya que ni en el art. 21.2 ni en el art. 816.1 ni en el 825 de la LEC se dice que esas
resoluciones son "título ejecutivos" o que son "autos ejecutivos", lo que afirman es que en base a ellos "se
despachará ejecución", y expresión similar es la que utiliza el art. 242.2 LEC, que dice que cuando hubiera
una condena en costas una vez firme "se procederá a la exacción de las mismas por el procedimiento de
apremio"».
9

LEC), el decreto del acto de conciliación con avenencia (arts. 471 y 476 LEC 1881), o el
decreto aprobatorio de las costas (art. 246 LEC).
3.1. Exclusión de las sentencias constitutivas y meramente declarativas.
La referencia a las sentencias sólo puede incluir aquellas que son título ejecutivo
conforme al art. 517.2.1º LEC, es decir, la sentencia de condena firme. No toda sentencia
merece la calificación de título ejecutivo, sino sólo aquella que estime una pretensión de
condena. Debe, pues, tratarse de una sentencia declarativa de condena. Sólo en este caso, ante
un incumplimiento del condenado, se hace necesaria la actividad ulterior de ejecución. No
será, por tanto, titulo ejecutivo la sentencia absolutoria del demandado, ya que no realiza
ninguna mutación jurídica que sea necesario cumplir, salvo el eventual pronunciamiento en
costas. Como destaca el AAP Cáceres 19 mayo 2003 (ROJ: AAP CC 91/2003), «una
sentencia absolutoria sólo es susceptible de ser ejecutada respecto al pronunciamiento relativo
a la imposición de costas que, en su caso, hubiera recaído». Pero en este caso, el título a
ejecutar será el decreto aprobatorio de las costas26.
Igualmente deben quedar al margen del art. 518 LEC, por no ser títulos ejecutivos, las
sentencias meramente declarativas y las constitutivas. El art. 521.1 LEC es muy claro: «No se
despachará ejecución de las sentencias meramente declarativas ni de las constitutivas». Las
meramente declarativas se limitan a declarar la existencia de una relación jurídica, quedando
satisfecha la pretensión con la mera declaración, por lo que no se necesita ninguna actividad
ejecutiva posterior. En las constitutivas es la propia sentencia la que produce la mutación
jurídica, sin que sea preciso ejecutar nada, pues la pretensión se agota y satisface con la
propia sentencia27. Según el art. 521.2 LEC las sentencias constitutivas firmes podrán permitir
inscripciones y modificaciones en Registros públicos, sin necesidad de que se despache
ejecución, mediante su certificación y, en su caso, el mandamiento judicial oportuno. Pero
estas actuaciones no son propiamente ejecución (se habla a veces de ejecución impropia) sino
meros actos formales que su contenido despliega. La inscripción en Registros públicos se
podrá practicar, pues, aunque haya transcurrido el plazo de cinco años
Finalmente, el plazo de caducidad de cinco años tampoco resulta aplicable a las
sentencias de condena que sean objeto de ejecución provisional, precisamente por no ser
firmes. Pueden ser objeto de ejecución provisional por ser sentencias definitivas, pero
mientras no sean firmen no son en sentido propio títulos ejecutivos. A tenor de lo que dispone
el art. 527.1 LEC, la ejecución provisional puede pedirse en cualquier momento aun cuando,
por haber sido objeto de recurso de apelación y posterior recurso de casación o extraordinario
por infracción procesal, hayan transcurrido más de cinco años desde que se dictaron en
primera instancia28.
3.2. Exclusión del auto de cuantía máxima.
Dentro de los títulos ejecutivos de carácter procesal plantea bastantes dudas que se
pueda aplicar el plazo de caducidad del art. 518 LEC al auto de cuantía máxima. Su
regulación se recoge en el art. 13 del Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 octubre, por el
que se aprueba el Texto refundido de la Ley sobre responsabilidad civil y seguro en la

26
Cfr. AAP Madrid 8 octubre 2002 (ROJ: AAP M 1778/2002) y SAP Granada 7 junio 2003 (ROJ: SAP GR
1455/2003).
27
Cfr. ACHÓN BRUÑÉN, M.J., «La caducidad de la acción ejecutiva», La Ley, núm. 7022, Sección Doctrina, 29
Sep. 2008, Ref. D-273 (LA LEY 39843/2008), p. 1; TORIBIOS FUENTES, «Comentario al art. 517 LEC», en
Comentarios a la LEC, Lex Nova, cit., p. 858; ARROM LOSCOS, «Comentario al art. 518 LEC», cit., p. 67.
28
Cfr. ACHÓN BRUÑÉN, «La caducidad…, cit., p. 1
10

circulación de vehículos a motor29. Que el auto de cuantía máxima tiene la consideración de


título ejecutivo es indudable, pues este carácter se le reconoce en el art. 517.2.8º LEC. Lo que
destaca la doctrina es que, aunque en puridad se trate de un documento de origen
jurisdiccional, estamos ante un título de ejecución sui generis, más cercano en su tratamiento
procesal a los títulos extraprocesales. Y ello porque se trata de una resolución que emana de
un tribunal penal y no civil, dictada en unas circunstancias donde la obligación civil que se
impone puede ser todavía controvertida, y para la que se contempla un régimen de oposición
diferente al de los demás títulos procesales, que además suspende la ejecución (art. 556.3
LEC)30.
En definitiva, en la conformación del auto de cuantía máxima no existe una actividad
declarativa previa, y no se le puede aplicar la regla del art. 518 LEC. Así lo entiende la
práctica generalidad de la doctrina31. En este sentido es especialmente claro el AAP
Barcelona 10 mayo 2006 (JUR 2006\260605):
«En el auto de cuantía máxima, el juez penal no ejercita una función jurisdiccional pues no
prejuzga la responsabilidad ni hace valoraciones sobre la culpa, limitándose a recoger los
hechos objetivos y sus resultados, y a reseñar la identidad de los implicados y de las
compañías aseguradoras, así como la cuantía correspondiente en atención al baremo
aplicable. Destacada la singular naturaleza del auto traído a ejecución, no resulta admisible
que se pretenda la aplicación al mismo del plazo de caducidad, a que se refiere el art. 518
LEC, y que está pensado para la ejecución de resoluciones judiciales, en el verdadero
sentido del término, haciendo mención expresa, el indicado precepto, a la acción ejecutiva
fundada en sentencia, en resolución judicial que apruebe una transacción judicial o un
acuerdo alcanzado en el proceso o en resolución arbitral, supuestos todos ellos que, o bien
presuponen una fase judicial cognitiva que se ha pronunciado y ha resuelto el fondo de la
litis, o son el resultado de un acuerdo entre las partes, traído al proceso y con el
consiguiente efecto de cosa juzgada. Y ya hemos visto que en el auto de cuantía máxima,

29
Según dicho precepto: «cuando en un proceso penal, incoado por hecho cubierto por el seguro de
responsabilidad civil de suscripción obligatoria en la circulación de vehículos de motor, se declare la rebeldía
del acusado, o recayera sentencia absolutoria u otra resolución que le ponga fin, provisional o definitivamente,
sin declaración de responsabilidad, si el perjudicado no hubiera renunciado a la acción civil ni la hubiera
reservado para ejercitarla separadamente, antes de acordar el archivo de la causa, el juez o tribunal que hubiera
conocido de ésta dictará auto, en el que se determinará la cantidad líquida máxima que puede reclamarse
como indemnización de los daños y perjuicios sufridos por cada perjudicado, amparados por dicho seguro de
suscripción obligatoria y según la valoración que corresponda con arreglo al sistema de valoración del anexo
de esta Ley».
30
Cfr. GARBERÍ LLOBREGAT, J., El proceso de ejecución forzosa en la Ley de Enjuiciamiento Civil, 5ª ed. Civitas
– Thomson Reuters, Cizur Menor, 2013, pp. 79 y ss.
31
Cfr. SOLAZ SOLAZ, E., «La ejecución del auto de cuantía máxima en la Ley de Enjuiciamiento Civil», en
SOLAZ SOLAZ, E. (Dir.), Ejecución judicial de títulos extrajudiciales. Juicio cambiario y monitorio. Estudios
de Derecho Judicial, núm. 69/2005, CGPJ, Madrid, 2005, p. 444; ABELLA LÓPEZ, J., «La ejecución del auto de
cuantía máxima», en Tráfico y Seguridad Vial, núm. 163, julio-agosto 2012 (LA LEY 8101/2012), p. 2;
ACHÓN BRUÑÉN, «La caducidad…, cit., p. 1; TORIBIOS FUENTES, «Comentario al art. 518 LEC», cit., p. 867.
Como destaca además REGLERO CAMPOS, L.F., Accidentes de circulación: responsabilidad civil y
seguro, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor, 2004, pp. 815 y ss., debe entenderse que la causa penal no finaliza
hasta que se haya dictado el auto ejecutivo. De esta manera, a efectos del cómputo del plazo de prescripción
para la acción declarativa que eventualmente pueda emprender el perjudicado, la formación del título se
desarrolla todavía dentro del proceso penal (entendido en sentido amplio), por lo que el plazo no empezará a
correr sino a partir del momento en que se haya formado dicho título o, con mayor corrección, a partir de la
notificación del mismo a los interesados. Así se entiende en las SSTS 22 febrero 2012 (RJ 2012\4050) y 2
abril 2014 (JUR 2014\108921).
11

no concurre ninguna de estas situaciones pues no media actuación jurisdiccional ni es el


resultado de un acuerdo transaccional porque se dicta inaudita parte»32.
3.3. Especialidad de la condena en costas.
La condena en costas plantea algunos problemas especiales. De entrada se hace
preciso deslindar lo que son propiamente costas, por un lado, y los honorarios, derechos,
gastos y desembolsos que hubiesen realizado Abogados y Procuradores en el desempeño de
sus funciones, por otro. A estos últimos se aplica al plazo de prescripción de tres años
previsto en el art. 1967.1ª CC, computados desde que dejaron de prestarse los respectivos
servicios33. Las costas, en cambio, constituyen un crédito a favor de la persona que vence en
un pleito y no de los profesionales que hayan intervenido en la defensa de sus intereses34. Las
costas nacen, pues, de la sentencia y no de una relación contractual con los citados
profesionales.

32
Por su claridad, reproduzco parte del contenido del AAP Madrid 20 enero 2011 (JUR 2011\135924): «El art.
518 de la ley establece que la acción ejecutiva basada en sentencia, en resolución arbitral o en resolución
judicial que apruebe una transacción judicial o un acuerdo alcanzado dentro del proceso caducará si no se
interpone la correspondiente demanda ejecutiva dentro de los cinco años siguientes a la firmeza de la sentencia
o resolución, sin hacer mención alguna, como se ve a las acciones ejecutivas basadas en los autos de cuantía
máxima previstos en el núm. 8 del art. 517. El art. 556, por su parte establece en los motivos de oposición a la
demanda ejecutiva que si el título ejecutivo es una sentencia o una resolución judicial que apruebe una
transacción o un acuerdo logrados en el proceso, solo podrá oponerse el ejecutado alegando el pago o lo
ordenado por la sentencia o resolución, debiendo acreditarlo documentalmente, igualmente la caducidad de la
acción ejecutiva. El ap. 3 del art. 556 establece por su parte que si la ejecución se hubiera despachado en
virtud del auto al que se refiere el núm. 8 del art. 517, la oposición suspenderá la ejecución y podrá fundarse
en cualesquiera de las causas previstas en el artículo siguiente, entre las que se encuentran taxativamente la
prescripción 578.4 y además en las previstas en el propio ordinal tercero del art. 556. Desde luego es evidente
que la caducidad a la que se hace referencia en el art. 557.4º no es la misma causa a la que se hace referencia
en el art. 518, de cinco años relativa a las sentencias y resoluciones judiciales, pues de ser así no se habría
producido la remisión a dicho art. 557 que regula por cierto la oposición a ejecuciones despachadas en virtud
de títulos no judiciales y se habría hecho la remisión dentro del propio art. 556 , en cuanto se refiere a la
caducidad de la ejecución despachada en virtud de sentencia de condena o de resolución judicial aprobatorias
de transacciones o acuerdos logrados en el proceso. A ello se añade que la disposición regulatoria de la
ejecución de acciones dentro del ámbito del seguro obligatorio, actualmente contenida en el Real Decreto
Legislativo 8/2004, con las modificaciones introducidas por la Ley 21/2007 establece un plazo de prescripción
de un año para la interposición de la acción directa contra el asegurador, y si bien es cierto que la interposición
de las acciones civiles o penales interrumpen dicho plazo, no es menos cierto que producido el sobreseimiento
o la sentencia absolutoria y dictado el auto de cuantía máxima prevista en la legislación, artículos 11 y ss de
Texto Refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro, vuelve a iniciarse el inicio de un plazo para
el cómputo de la prescripción prevista en el art. 7 a partir de la fecha de notificación del referido auto de
cuantía máxima al perjudicado. Pero desde luego, lo que no cabe es decir que el plazo de caducidad es de
cinco años por ser un auto dictado en el ámbito de un procedimiento, pues aun siendo ello así, no es menos
cierto que dicho auto no resuelve de forma definitiva nada, es mas, se pueden ejercitar acciones para reclamar
la totalidad de los perjuicios incluso los no contenidos dentro del auto de cuantía máxima, y en fin es que de la
dicción del propio art. 556 dicho auto puede ser dejado sin efecto por mor de la oposición que se relaciona en
dicho auto en lo relativo al fondo del mismo por aplicación vgr. de la excepción de culpa exclusiva de la
víctima, lo que en ningún caso puede ocurrir en el caso de sentencia de condena o de aprobación de
transacciones o de acuerdos logrados en el curso del proceso en donde solo cabe o el pago o cumplimiento o la
caducidad o los pactos que se hubieren convenido para impedir la ejecución, lo que desde luego no es caso de
los autos de cuantía máxima dictados al amparo del Real Decreto legislativo 8/2004».
33
Vid. las posibles especialidades que plantea la prestación de servicios instantáneos y continuados en
ALBALADEJO GARCÍA, M., La prescripción extintiva, Centro de estudios registrales, Madrid, 2004, pp. 195 y
ss.; DOMÍNGUEZ LUELMO, A., «Comentario al art. 1967 CC», en DOMÍNGUEZ LUELMO, A. (Dir.), Comentarios
al Código civil, Lex Nova, Valladolid, 2010, pp. 2130 y ss.
34
Cfr. STS 27 marzo 2000 (RJ 2000\2491); SAP Gerona 8 noviembre 1999 (AC 1999\2245); SAP Alicante 31
marzo 2003 (JUR 2003\124188).
12

Con anterioridad a la vigente LEC se consideraba por la jurisprudencia que a la


tasación de costas le era aplicable el plazo general de quince años del art. 1964 CC35. Tras la
entrada en vigor de la LEC, el problema es entonces determinar si a la condena en costas le
sigue resultando aplicable el plazo de prescripción de quince años del art. 1964 CC, o el de
cinco años de caducidad del art. 518 LEC. La STS 18 febrero 2011 (RJ 2011\450) resume
perfectamente el criterio dispar ofrecido por las Audiencias Provinciales, donde se reflejan
dos posturas: a) Diferenciar el derecho a pedir la tasación de costas (quince años de
prescripción del art. 1964 CC) del derecho a reclamar su pago una vez efectuada la tasación
(cinco años del art. 518 LEC). b) Considerar la tasación de costas como parte de la ejecución
aplicando el plazo de caducidad de cinco años del art. 518 LEC.
En mi opinión, para solicitar la tasación de costas debería regir inicialmente el plazo
de prescripción de quince años de las acciones personales, pero una vez aprobada la tasación
por decreto del Secretario (art. 244.3 LEC), fijando la cantidad líquida exigible, debe
aplicarse el plazo de caducidad de cinco años previsto para las acciones ejecutivas en art. 518
LEC. Este es el criterio seguido por la STS 16 marzo 2009 (RJ 2009\1985)36.
No obstante, por diversas audiencias se mantiene el criterio contrario, básicamente por
entender que la solicitud de tasación de costas debe entenderse como un acto preparatorio de
la ejecución, por lo que dicha solicitud estará igualmente sometida al plazo de caducidad de
cinco años En casi todos estos pronunciamientos se cita la argumentación sustentada por la
SAP Barcelona 29 septiembre 2009 (JUR 2009\460511):
«1º No debe desconocerse que la condena en costas no deriva de la resolución que aprobó
las mismas, que sólo procede a su cuantificación, sino de la sentencia dictada en el proceso,
de modo que el pronunciamiento judicial de condena que se está ejecutando aparece
recogido en la sentencia y no en la resolución que aprueba la tasación de costas, que no es
sino un complemento de aquella.
2º No parece razonable sostener que el plazo para ejecutar la condena principal contenida
en una sentencia es de caducidad de 5 años, mientras que el correspondiente a la condena
accesoria de pago de las costas no sólo es de prescripción de 15 años, sino que, además, a
dicho plazo se le ha de añadir el de caducidad de 5 años para presentar la demanda
ejecutiva, lo que en definitiva supone que la condena accesoria podrá ser ejecutada en un
plazo de 20 años cuando la principal caducará a los 5 años.
3º La condena en costas no es sino una indemnización por los daños y perjuicios
ocasionadas a un litigante en juicio, y siendo ello así, nos encontramos ante un
pronunciamiento en sentencia pendiente de liquidación, lo que nos permite equipararle a
los supuestos de "liquidación de daños y perjuicios, frutos y rentas y la rendición de
cuentas" regulados en los arts. 712 y ss. de la LEC , y en estos casos no parece que exista
duda de que el plazo para el ejercicio de la acción ejecutiva es el de caducidad de 5 años
desde la firmeza de la sentencia previsto en el art. 518 LEC.
4º La Exposición de Motivos de la LEC 2000 advierte en su apartado XVII que "en cuanto
a la ejecución forzosa propiamente dicha, esta Ley, a diferencia de la de 1881, presenta una
regulación unitaria, clara y completa", lo que se compadece mal con la posibilidad de
diferenciar entre plazos de ejecución de los distintos pronunciamientos de una sentencia, y
menos aún, con conferir mayor plazo a un pronunciamiento accesorio frente al principal de
condena, cuando lo que ha pretendido el legislador es reducir el plazo de ejecución de
sentencias evitando el prolongado plazo de prescripción de 15 años que con anterioridad
venía siendo reconocido por la jurisprudencia.

35
Cfr. SSTS 4 noviembre 1991 (RJ 1991\8138), 9 febrero 1998 (RJ 1998\2895), 20 diciembre 2002 (RJ
2002\223), 5 febrero 2003 (RJ 2003\620), 14 enero 2005 (RJ 2005\991).
36
En el mismo sentido, la SAP Navarra 30 diciembre 2009 (JUR 2010\180514), AAP Ciudad Real 15 enero
2010 (JUR 2010\91563), AAP Cuenca 30 noviembre 2010 (JUR 2011\172445)
13

5º Resultaría contrario a la economía procesal permitir que se practicara la tasación de


costas causadas en un proceso si la solicitud se ha presentado transcurrido 5 años desde la
firmeza de la sentencia dado que se trataría de obtener una resolución judicial que procede
a liquidar una condena no susceptible de ejecución al ser de caducidad, y, por tanto,
apreciable de oficio, el plazo previsto en el art. 518 LEC».
Se puede considerar que este es el criterio actualmente mayoritario entre las
Audiencias Provinciales37. Y es, además, el que ha acogido el propio Tribunal Supremo. Así
en los AATS 23 febrero 2010 (JUR 2010\82142) y 1 junio 2010 (RJ 2010\5163) se contiene
la siguiente doctrina:
«(…) se entiende aplicable a la solicitud de tasación de costas el plazo de caducidad de
cinco años previsto en el art. 518 de la LEC para las acciones ejecutivas al considerarla
como acto preparatorio de la ejecución. En este sentido, el hecho de estar incluida la
condena a su pago en la resolución definitiva, la convierte en un aspecto más al que se
extiende la acción ejecutiva que dimana de aquella resolución, sujeta, en consecuencia, al
plazo establecido en dicho precepto. Y es que la petición de tasación de las costas implica,
en definitiva, la pretensión de cobro de una deuda establecida en una sentencia, cuyo titular
es la parte vencedora y no el abogado ni el procurador actuantes, por ello, tras la entrada en
vigor de la LEC1/2000, deberá aplicarse el plazo legal para el ejercicio de las acciones
ejecutivas de cinco años (art. 518 LEC). En consecuencia, no existen razonamientos de
peso para defender la inaplicabilidad de este precepto a la tasación de costas, todo ello sin
perjuicio de que, tras la resolución aprobatoria de la tasación de costas, se vuelva a iniciar
el cómputo del plazo para la ejecución de la correspondiente resolución».
A pesar de lo anterior, considero más correcta la postura contraria. En estas últimas
argumentaciones siempre se está pensando en una sentencia de condena, que incluye además
una condena en costas, pero sí pensamos en una sentencia absolutoria con condena en costas
al actor las cosas cambian. Aquí no hay nada que ejecutar en cuanto al fondo porque en la
sentencia se desestiman todas las pretensiones del actor. El demandado, pues, debería tener un
plazo de quince años para pedir la tasación de costas (aquí no sirve el argumento de que
estamos ante un acto preparatorio de la ejecución), y una vez tasadas, tendría un título
ejecutivo al que sí sería aplicable el plazo de caducidad de cinco años del art. 518 LEC.
3.4. El art. 518 LEC no es aplicable a los títulos ejecutivos extraprocesales.
El art. 526 del Anteproyecto de LEC regulaba conjuntamente la prescripción tanto de
los títulos judiciales como extrajudiciales. Pero en Proyecto de Ley y posterior LEC, la
caducidad en estudio se predica exclusivamente de los títulos ejecutivos procesales. Ante la
ausencia de una regulación específica del plazo durante el cual se pueden ejecutar los títulos
ejecutivos extraprocesales, se puede plantear si se aplica el plazo de caducidad de cinco años
del art. 518 LEC, o si por el contrario corresponde aplicar el plazo general de quince años,
previsto en el CC para las acciones personales que no tengan señalado plazo especial.
La doctrina coincide en excluir del régimen de caducidad del art. 518 LEC a los títulos
ejecutivos de origen extraprocesal o contractual, como las escrituras públicas o las pólizas
mercantiles, aplicando el régimen de la prescripción, lo que supone un plazo variable y la

37
Cfr. AAP Barcelona 2 noviembre 2010 (JUR 2011\81776), SAP Madrid 22 diciembre 2010 (JUR
2011\77590), SAP Málaga 3 marzo 2011 (JUR 2012\341015), AAP Madrid 18 julio 2012 (JUR
2012\295089), AAP Madrid 16 noviembre 2012 (JUR 2013\8955), SAP Málaga 18 julio 2013 (JUR
2013\302013).
En este mismo sentido, en la doctrina, ampliamente MARTÍN RUIZ, A., «Comentario al art. 242 LEC», ,
en TORIBIOS FUENTES, F., (Dir.), Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil, Lex Nova, Valladolid, 2012,
pp. 432 y ss.
14

posibilidad de su interrupción38. El concreto plazo de prescripción dependerá de la obligación


documentada en el título ejecutivo y, a falta de plazo concreto, se aplicará el de quince años
del art. 1964 CC. La razón de ser de esta diferencia de trato se encuentra en la diversa
naturaleza de estos títulos extrajudiciales y los que tienen un origen procesal o asimilado,
pues aquéllos se refieren a determinados documentos que, por razones de política legislativa,
gozan de fuerza ejecutiva, sin necesidad de que sean consecuencia de la resolución de una
controversia. El art. 557.1.4ª LEC se refiere expresamente, como causas de oposición a la
ejecución de estos títulos no judiciales ni arbitrales, a la «prescripción y caducidad».
Generalmente estaremos ante supuestos de prescripción, aunque podemos encontrarnos con
algunos de caducidad como ocurre en el caso de los títulos a que se refiere el art. 517.2.7º
LEC: los certificados no caducados expedidos por las entidades encargadas de los registros
contables respecto de los valores representados mediante anotaciones en cuenta a los que se
refiere la Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores. El RD 116/1992, de 14 de
febrero, que establece la representación de valores por medio de anotaciones en cuenta y la
compensación y liquidación de operaciones bursátiles, establece en su art. 21.5 que «los
certificados caducarán por el transcurso del plazo de vigencia en ellos establecido, que no
podrá exceder de seis meses, o en su ausencia, a los tres meses de su expedición».

4. NATURALEZA PROCESAL DEL PLAZO DE CADUCIDAD DEL ART. 518 LEC: DIFERENCIAS
CON LA PRECLUSIÓN Y LA CADUCIDAD DE LA INSTANCIA.

El plazo de cinco años previsto en el art. 518 LEC es un plazo de caducidad, pero
tiene una peculiaridad importante, ya señalada. Frente al criterio tradicional de considerar la
caducidad como una excepción respecto al fondo de la cuestión, que puede ser estimada de
oficio por el juez39, la caducidad de la acción ejecutiva no puede ser apreciada de oficio por el
tribunal. Lo impide el dato de que el art. 556.1 LEC incluya expresamente la caducidad como
causa de oposición en la ejecución de títulos procesales. Algunas dudas pudo plantear al
respecto el hecho de que la Ley 13/2009 suprimiera el ap. 2º del art. 556.1 LEC, que es el que
se refería a la posibilidad de oponer la caducidad de la acción ejecutiva y los pactos o
transacciones convenidos para evitar la ejecución. En ese momento pudo parecer que el
legislador eliminaba la caducidad entre las causa de oposición (y que, por tanto, la caducidad
de la acción ejecutiva pasaba a ser apreciable de oficio). Sin embargo, la Ley 37/2011 volvió
a incorporar el ap. 2º del art. 556.1 LEC tal y como figuraba en su redacción original, por lo
que parece que la supresión en 2009 fue fruto de un error del legislador40.
A favor de esta manera de plantear las cosas está el art. 551 LEC conforme al cual,
presentada la demanda ejecutiva, el tribunal despachará en todo caso la ejecución, siempre
que concurran los presupuestos y requisitos procesales, el título ejecutivo no adolezca de
ninguna irregularidad formal y los actos de ejecución que se solicitan sean conformes con la
naturaleza y contenido del título. Resulta así que ni la prescripción ni la caducidad son
requisitos formales, porque se refieren a la actualidad del derecho y a su exigibilidad, que son
cuestiones de fondo y deben resolverse en todo caso, previa alegación de la parte, mediante la
oportuna oposición a la ejecución. En este sentido se expresa el AAP Barcelona 4 julio 2007
(JUR 2007\276663), en el que se destaca que «en cuanto a la caducidad, si bien como regla

38
Cfr. FERNÁNDEZ BALLESTEROS, «Comentario al art. 518 LEC», cit., p. 2493; ARROM LOSCOS, «Comentario al
art. 518 LEC», cit., pp. 66 y ss.; ACHÓN BRUÑÉN, «La caducidad…, cit., p. 1; TORIBIOS FUENTES,
«Comentario al art. 518 LEC», cit., p. 867.
39
Cfr. SSTS 6 junio 1990 (RJ 1990\4739) y 10 noviembre 1994 (RJ 1994\8466).
40
Cfr. TORIBIOS FUENTES, F., Proceso Civil Practico, 2ª ed., Lex Nova – Thomson Reuters, Valladolid, 2013, p.
714.
15

general es apreciable de oficio, la LEC en su artículo 556.1 segundo párrafo, la incluye como
causa específica de oposición a la ejecución de resoluciones judiciales, y el art. 557.1.4º LEC,
respecto a títulos no judiciales, junto a la prescripción. Tal regulación legal impide que el
tribunal pueda denegar el despacho de ejecución ab initio, de oficio, por tales motivos».
El plazo de cinco años del art. 518 LEC es de caducidad y tiene naturaleza procesal, lo
que tiene su importancia respecto a su cómputo. No estamos, sin embargo, ante un plazo de
preclusión. Como figura diferente de la caducidad, la preclusión consiste en la «extinción en
un concreto proceso de los poderes jurídico-procesales no ejercitados por los sujetos que
intervienen o pueden intervenir en ese proceso»41. Es decir, por preclusión se entiende el
efecto que produce, respecto de los actos procesales, el transcurso de los plazos de carácter
perentorio o improrrogable consistente en hacer imposible la ulterior realización del acto
procesal de que se trate42. Como se afirma en la STS 29 enero 1994 (RJ 1994\348): «la
caducidad o decadencia de derechos presupone la temporalidad congénita de los mismos y su
sujeción a un plazo extintivo fijado por la ley o por la voluntad de los particulares, de modo
que, si no se ejercen dentro del mismo, pierden toda su virtualidad (...); la preclusión, que es,
en realidad, una variedad de la modalidad institucional anterior, implica la fijación de un
plazo breve perentorio para la realización de los sucesivos actos procedimentales, con la
consecuencia de que, vencido el plazo correspondiente, no puede ya practicarse el acto
respectivo, que se pierde o fenece». En definitiva, sólo precluyen los poderes procesales, es
decir, la posibilidad de obrar que el ordenamiento atribuye a un sujeto relativa al proceso que
se inicia tras la afirmación de una concreta acción (nunca es objeto de preclusión un derecho
de crédito entre particulares, porque su razón de ser no es un proceso concreto; en cambio sí
precluye el derecho que se otorga al demandado para contestar una demanda interpuesta
frente a él). La preclusión se produce siempre dentro de un proceso concreto ya iniciado. Por
este motivo, entendida como un fenómeno procesal, que consiste en una extinción en el
proceso, la preclusión es distinta de la caducidad, consistente en la extinción de un poder
jurídico por el transcurso del tiempo fuera del proceso43.
Por otro lado, la caducidad regulada en el art. 518 LEC debe ser diferenciada de la
figura de la caducidad de la instancia prevista en el art. 237 LEC44. Esta constituye una forma
de extinción del proceso motivada por la paralización de las actuaciones durante el tiempo
legalmente establecido, y su regulación legal cobra especial sentido cuando la tarea de
impulsar el curso de las actuaciones procesales se confiere a las partes. Puede decirse que la
caducidad de la instancia funciona como una sanción ante la inactividad y como cautela
impuesta por el lógico interés público en que los pleitos no duren eternamente45. En la
doctrina se destaca que la caducidad de la instancia es un modo anormal de extinción del
proceso que se caracteriza porque dicha extinción se produce, no por actos, sino por
omisiones, es decir, por inactividad de las partes, lo que provoca que el proceso concluya sin

41
Cfr. VALLINES GARCÍA, E., La preclusión en el proceso civil, Thomson-Civitas, Madrid, 2004, p. 33.
42
Cfr. DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, I., Voz «Preclusión», en Enciclopedia Jurídica Básica, III; Cívitas, Madrid,
1995, p. 4992; DÍEZ-PICAZO, L., La prescripcion…, cit., pp. 91 y ss-
43
Cfr. VALLINES GARCÍA, La preclusión…, cit., pp. 48 y ss., y 170 y ss.
44
De acuerdo con el art. 237.1 LEC: «Se tendrán por abandonadas las instancias y recursos en toda clase de
pleitos si, pese al impulso de oficio de las actuaciones, no se produce actividad procesal alguna en el plazo de
dos años, cuando el pleito se hallare en primera instancia; y de uno, si estuviera en segunda instancia o
pendiente de recurso extraordinario por infracción procesal o de recurso de casación. Estos plazos se contarán
desde la última notificación a las partes».
45
Cfr. en este sentido, la SAP Zamora 28 mayo 1999 (AC 1999\6076), y SAP Santa Cruz de Tenerife 6 febrero
2006 (JUR 2006\134741)
16

llegar a su decisión final46. En la regulación actual de la LEC queda claro que con la
expresión «caducidad de la instancia» el legislador se está refiriendo al instituto de la
caducidad procesal, que no se confunde con la caducidad de la acción ejecutiva regulada en el
art. 518 LEC47.
Por lo que se refiere a la ejecución, el art. 239 LEC excluye expresamente la
caducidad de la instancia: «Las disposiciones de los artículos que preceden no serán
aplicables en las actuaciones para la ejecución forzosa. Estas actuaciones se podrán proseguir
hasta obtener el cumplimiento de lo juzgado, aunque hayan quedado sin curso durante los
plazos señalados en este Título». El motivo de esta exclusión se explica porque la ejecución
forzosa sólo termina con la completa satisfacción del acreedor ejecutante (art. 570 LEC). Por
ello la caducidad de la instancia no puede pues afectar a los procedimientos judiciales en los
que el Juez no está llamado a decidir una controversia. Es muy gráfico, aunque sea anterior a
la vigente LEC, el AAP Madrid 22 mayo 1998 (AC 1998\1798):
«La caducidad tiende, por tanto, a estimular a los litigantes para que realicen los actos
procesales conducentes a la definición de la litis, configurándose como una sanción a las
partes que, negligentemente o con intención, obstaculizan que se ponga fin a una
determinada controversia procesal. Con la caducidad se trata de impedir que la inercia o
pasividad de los litigantes determine una prolongación sine die del proceso, de impedir, por
consiguiente, que se mantenga indefinidamente una situación de incertidumbre, contraria al
principio de seguridad jurídica. Atendida la finalidad de la caducidad procesal, en los
términos que acaban de exponerse, el instituto pierde su sentido cuando el proceso no tiene
por objeto una petición (pretensión) para que el Juez resuelva y ponga fin a un determinado
litigio o conflicto, sino la solicitud de que, ante la resistencia del deudor, el Juez realice un
derecho del acreedor, cuya certeza no se discute, por cuanto resulta de un título de
ejecución. Tal es lo que sucede en el llamado proceso de ejecución, ejecución forzosa o vía
de apremio, en el que, por una parte, no se reclama del Juez un juicio jurisdiccional que,
decidiendo la controversia, elimine la incertidumbre jurídica, y, por otra, y como
consecuencia de lo anterior, el alcance del principio dispositivo se ha de circunscribir al
inicio del procedimiento, porque solamente el Juez (y no la parte ejecutante) puede y debe
llevar a cabo los actos procesales necesarios para suplir la falta de voluntad del ejecutado».
Por otro lado, hay que destacar que la exclusión de la caducidad de la instancia del art.
239 LEC, a diferencia del régimen del art. 518 LE, se refiere a todo tipo de títulos ejecutivos,
tanto judiciales como no judiciales. A ello se refiere el AAP Lugo 14 junio 2006 (JUR
2006\270486): «el art. 239 establece la exclusión de la caducidad de la instancia en las
actuaciones para la ejecución forzosa, sin que distinga a estos efectos entre ejecución de título
judicial y demás títulos ejecutivos respecto a los que la nueva ley efectúa un tratamiento
básicamente unitario, aún con las especiales peculiaridades que acompañan a algunos
supuestos».

5. CÓMPUTO DEL PLAZO DE CINCO AÑOS.


El art. 518 LEC utiliza la expresión «cinco años siguientes a la firmeza de la sentencia
o resolución». Si el dies a quo es el de la firmeza de la resolución de que se trate, el cómputo
debe efectuarse de fecha a fecha, pues el art. 133.3 LEC determina claramente que «los plazos
señalados por meses o por años se computarán de fecha a fecha». Y además, cuando en el mes
del vencimiento no hubiera día equivalente al inicial del cómputo, se entenderá que el plazo
expira el último del mes. Si el plazo concluye en sábado, domingo u otro día inhábil se
entenderán «prorrogado hasta el siguiente hábil» (art. 133.4.LEC). Debe tenerse presente que

46
Cfr. GÓMEZ CORRALIZA, B., La caducidad, Montecorvo, Madrid, 1990, p. 540.
47
Cfr. TORIBIOS FUENTES, F., «Comentario al art. 237 LEC», en Comentarios a la LEC, Lex Nova, cit., p. 406.
17

estamos ante un plazo procesal que, en cuanto tal, es improrrogable, como destaca el art.
134.1 LEC.
Mayores dudas plantea que pueda ser aplicable el supuesto previsto en al art. 134.2
LEC, que permite la interrupción de los plazos en caso de fuerza mayor que impida
cumplirlos, reanudándose su cómputo en el momento en que hubiera cesado la causa
determinante de la interrupción o demora. Algunos autores consideran que la fuerza mayor,
como causa de suspensión de los plazos, debe ser interpretada ampliamente y entienden que
es aplicable al plazo de caducidad de la acción ejecutiva, dado que supone una restricción de
derechos, y podrían apreciarse circunstancias fortuitas como un terremoto que hiciera
inoperante durante un tiempo el funcionamiento del Juzgado competente para despachar
ejecución o, en general, causas imputables a un tercero48. Aunque tales razones puedan ser
atendibles de lege ferenda, lo cierto es que esta parte del precepto parece solo aplicable a los
supuestos de preclusión, habida cuenta de que la concurrencia de fuerza mayor debe ser
apreciada por el Secretario judicial mediante decreto, y tal y como vienen configuradas este
tipo de resoluciones del Secretario en el art. 206.2.2ª LEC, sólo tienen sentido para los plazos
ex processum, y no para los plazos ex lege como el previsto para la caducidad de la acción
ejecutiva en el art. 518 LEC
Por similares motivos debe negarse la posibilidad de aplicar el plazo de gracia a que se
refiere el art. 135.1 LEC, es decir, la de presentar escritos hasta las quince horas del día hábil
siguiente al del vencimiento del plazo (en el servicio común procesal creado a tal efecto o, de
no existir éste, en la sede del órgano judicial). Entiendo que este plazo de gracia está
reservado para los plazos de preclusión y no de caducidad49, por lo que se deba negar la
posibilidad de aplicar este precepto al plazo previsto en el art. 518 LEC.
5.1. El dies a quo del cómputo del plazo de caducidad.
Respecto a esta cuestión surgieron inicialmente una serie de problemas de Derecho
transitorio sobre la aplicación o no del plazo de caducidad a la ejecución de resoluciones
judiciales dictadas antes de la entrada en vigor de la LEC. Al ser una cuestión que en la
actualidad ha perdido parte de su importancia, únicamente cabe destacar el discutible criterio
mayoritario acogido por la jurisprudencia50: aplicar el plazo de caducidad de cinco años a las
sentencias dictadas bajo la vigencia de la LEC 1881, aunque considerando que el dies a quo
debe contar, no desde la firmeza de dichas resoluciones, sino desde la fecha de entrada en
vigor de la nueva LEC51
Al margen de estas cuestiones de Derecho transitorio, el art. 518 LEC se refiere,
además de a los laudos y acuerdos de mediación, a todo tipo de resoluciones procesales, ya
emanen del Juez o del Secretario. Literalmente se recoge que el plazo de cinco años debe
computarse desde la firmeza de la sentencia o resolución. En el orden jurisdiccional civil la
ley no obliga a que produzca un expreso pronunciamiento declarando la firmeza de una

48
Cfr. BONET NAVARRO, J., «Comentario al art. 518 LEC», en GIMENO SENDRA, V. (Dir), Proceso Civil
Práctico, VII, La Ley, Madrid, 2005, pp. 1 y ss. En el mismo sentido, ACHÓN BRUÑÉN, «La caducidad…»,
cit., pp. 5-6, quien pone como ejemplo una huelga de funcionarios de justicia que impida al acreedor la
presentación de la demanda ejecutiva dentro del plazo.
49
Cfr. TORIBIOS FUENTES, «Comentario al art. 518 LEC», en Comentarios a la LEC, Lex Nova, cit., p. 866.
50
Vid. entre otros, el AAP Barcelona 4 julio 2007 (JUR 2007\276663), AAP Valencia 30 septiembre 2011 (JUR
2011\412962), AAP Soria 13 octubre 2011 (JUR 2011\420130).
51
Vid. el estado de la cuestión en GARBERÍ LLOBREGAT, El proceso…, cit., pp. 90 y ss.; ACHÓN BRUÑÉN, «La
caducidad…, cit., pp. 7 y ss.
18

resolución concreta52. Según el art. 207.2 LEC la firmeza es automática: «Son resoluciones
firmes aquellas contra las que no cabe recurso alguno bien por no preverlo la ley, bien porque,
estando previsto, ha transcurrido el plazo legalmente fijado sin que ninguna de las partes lo
haya presentado»53.
Así pues, cuando la sentencia sea recurrible, los cinco años se computarán desde el día
siguiente a aquel en que expiró el plazo para la interposición del recurso correspondiente. No
obstante una sentencia puede no ser recurrible por establecerlo así la ley (art. 441.4 LEC), o
porque se ha dictado en segunda instancia y no concurran los presupuestos establecidos en el
art. 477 LEC para el recurso de casación, o porque no se pueden alegar los motivos para
interponer recurso extraordinario por infracción procesal del art. 469 LEC. En estos casos, el
plazo de caducidad del art. 518 LEC se computa desde el día en que la sentencia se haya
dictado, independientemente del momento en que se notifique a las partes.
Cabe plantear el problema que surge cuando no se hayan admitido los recursos de
apelación, casación o extraordinario por infracción procesal contra una sentencia, y el auto
que los rechace sea recurrido en queja (arts. 457.4, 470.2 y 480.1 LEC). La duda es si el plazo
de caducidad debe computarse desde la inadmisión del recurso o desde la desestimación de la
queja. Coincido con ACHÓN BRUÑÉN en que esta última solución parece más adecuada,
habida cuenta que el auto resolviendo el recurso de queja es irrecurrible (art. 495.3 LEC), por
lo que será a partir de entonces cuando se computará el plazo de caducidad, sin que se pueda
retrotraer dicho momento al auto que tuvo por no preparado el recurso contra la
correspondiente sentencia, pues el carácter definitivo que la firmeza exige tan sólo se puede
predicar desde que la inadmisión del recurso es irrevocable54.
En cuanto al resto de supuestos contemplados en el art. 518 LEC habrá que estar a
cada caso particular.
Las resoluciones judiciales que aprueben u homologuen transacciones judiciales y
acuerdos logrados en el proceso se refieren al auto que homologa la transacción judicial o
aprueba los acuerdos obtenidos dentro del proceso (arts. 1816 CC y 19, 415.2 y 428.2 LEC).
Será la fecha de dicho auto la que determine el inicio del cómputo del plazo de caducidad, de
manera que, si alguna de las partes que han suscrito el acuerdo transaccional no cumple con
su obligación, se puede instar sin más la ejecución forzosa de la pretensión correspondiente
(art. 517.2.3º LEC).
En cuanto a los laudos o resoluciones arbitrales, he destacado anteriormente que desde
la Ley de Arbitraje de 2003 ya no se exige la firmeza del laudo para que éste sea considerado
como título ejecutivo, hasta el punto de que el laudo se puede ejecutar con independencia de
que se formule la acción de anulación prevista en el art. 45 de esta Ley. En este sentido será la
fecha del laudo la que determine el día inicial del plazo de caducidad. Como lo que se va a
ejecutar es en todo caso el laudo y no la sentencia, si prospera la acción de anulación frente al
laudo, no habrá ya ejecución; y si se desestima, lo único que podrá ejecutarse es el laudo.
Por lo que se refiere a los acuerdos de mediación, para su consideración como títulos
ejecutivos los arts. 517.2.2º LEC y 25 de la Ley 5/2012 exigen que sean elevados a escritura

52
Al contrario de lo que ocurre en la jurisdicción contencioso-administrativa (arts. 85.1, 89.4, 93.4, 97.2, 104.1
y 111 de la Ley 29/1998, de 13 de julio de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa), y en la jurisdicción
penal (arts. 787.6, 789.2 y 5, 801.2 y 975 LECrim).
53
En este sentido, el AAP Cáceres 7 junio 2001 (JUR 2001\227821).
54
Cfr. ACHÓN BRUÑÉN, «La caducidad…, cit., p. 2.
19

pública. Será por tanto la fecha de la escritura la que determine el día inicial del plazo de
caducidad.
Finalmente, según el art. 517.2.9º LEC, tienen igualmente aparejada ejecución otro
tipo de resoluciones procesales y documentos que no figuran expresamente en el catálogo del
art. 517.2 LEC. A efectos del cómputo del plazo de caducidad habrá que estar a cada caso
concreto, dependiendo de que se trate de resoluciones del Juez o del Secretario. En cada uno
de estos supuestos habrá que examinar cuándo se produce la firmeza de la resolución a
efectos de fijar el dies a quo del plazo de caducidad del art. 518 LEC. Así, por ejemplo, por lo
que se refiere a la aprobación de las costas, el plazo se computará desde la fecha del decreto
del Secretario judicial, si no se plantea recurso de revisión en el plazo de cinco días, o bien
desde la fecha del auto que resuelva el recurso de revisión, contra el que no cabe ya recurso
alguno (art. 246 LEC en relación con el art. 454 bis LEC).
En cualquiera de los casos anteriores el plazo de caducidad de cinco años ofrece una
particularidad relevante: empieza a computarse antes de que propiamente se pueda despachar
ejecución. El art. 548 LEC impide que se pueda interponer la demanda ejecutiva durante
veinte días: «No se despachará ejecución de resoluciones procesales o arbitrales o de
acuerdos de mediación, dentro de los veinte días posteriores a aquel en que la resolución de
condena sea firme, o la resolución de aprobación del convenio o de firma del acuerdo haya
sido notificada al ejecutado». Se trata con ello de que el deudor pueda cumplir con su deber
voluntariamente. Este plazo de veinte días sólo resulta aplicable a los títulos procesales o
asimilados, que son precisamente aquellos que se incluyen en el ámbito de aplicación del art.
518 LEC55, por lo que el plazo de caducidad comienza a computarse sin que se pueda evitar,
mediante la presentación de la demanda ejecutiva, que transcurran veinte días del mismo. El
citado plazo de espera tiene su razón de ser en la propia índole sustitutiva de la actividad
jurisdiccional ejecutiva. Si la actividad de ejecución es sustitución de la conducta que debiera
haber realizado el ejecutado de haber procedido a cumplir voluntariamente la prestación
contenida en el título ejecutivo, resulta de todo punto razonable concederle un plazo para
cumplir voluntariamente el contenido de la resolución firme y evitar el proceso de
ejecución56. Este plazo es diferente al que recogen, ya dentro de la ejecución, los arts. 699 y
705 LEC, para que el ejecutado cumpla en sus propios términos lo establecido en el título
ejecutivo. Sólo se puede considerar cumplimiento voluntario el realizado antes de que el
beneficiado por el título ejecutivo inste la ejecución. En este sentido es indiferente que se
cumpla dentro del plazo previsto en el art. 548 LEC, o una vez transcurrido el mismo, pero
antes del comienzo de la ejecución. En cambio, una vez presentada la demanda ejecutiva, la
realización de la prestación debida es ya ejecución forzosa en forma específica.
5.2. El plazo de caducidad de las sentencias que condenan a prestaciones periódicas
Pese a la regla general del art. 518 LEC del cómputo de los cinco años desde la
firmeza de la sentencia o resolución judicial o arbitral, tanto la doctrina como la
jurisprudencia ponen de relieve que existen supuestos en que el dies a quo debe ser
necesariamente diferente, en concreto en los supuestos de sentencias que condenan a
prestaciones periódicas o, en general, de tracto sucesivo, como ocurre con las de no hacer. En
tales casos, si el plazo de caducidad se computara desde la firmeza de la sentencia se llegaría

55
No se aplica por tanto a los títulos ejecutivos extraprocesales, recogidos en el art. 517.2 núm. 4º, 5º, 6º y 7º.
Vid. SAP Burgos 19 mayo 2006 (JUR 2006\219118).
56
En este sentido, MONTERO AROCA, J. – FLORS MATÍES, J., Tratado de proceso de ejecución civil, I, Tirant lo
Blanch, Valencia, 2004, pp. 611 y ss.
20

a situaciones paradójicas, pues el deudor quedaría liberado a los cinco años desde la firmeza.
Como se afirma en el AAP Barcelona 26 marzo 2008 (JUR 2008\142160):
«Tratándose de una condena de futuro sobre intereses o prestaciones periódicas, este plazo
quinquenal de caducidad de la acción ejecutiva surge a partir del momento del efectivo y
real devengo del derecho; es decir, a partir de su incumplimiento por el obligado a ello, de
manera que hasta que haya llegado tal momento, el derecho a la percepción de la prestación
periódica no puede entenderse como nacido; y, por tanto, no ha vencido ni es exigible con
anterioridad a dicho momento, que constituye para estos supuestos el verdadero término
inicial o "dies a quo" del plazo quinquenal de caducidad que se establece con carácter
general en el art. 518».
La mayor parte de los pronunciamientos jurisprudenciales recaídos sobre la materia se
refieren a supuestos de prestación periódica de alimentos o pensión compensatoria en
sentencias de separación o divorcio57. Por ello la doctrina considera que en estos casos la
acción ejecutiva no nace con la firmeza de la sentencia, sino que con ésta surge la obligación
del condenado a cumplir en cada período que se haya señalado, no siendo posible la
interposición de una demanda ejecutiva a prevención o preventiva por si el obligado dejare de
hacer frente a alguno de los plazos. En este sentido se debe entender que la acción ejecutiva
nace o tiene su origen en el momento mismo en que se deje de hacer frente a alguno de los
pagos periódicos. En definitiva, la eficacia ejecutiva, aun siendo inmediata desde la fecha de
la firmeza de la sentencia, no obtiene su virtualidad ejecutiva hasta que se produce el primer
impago de los plazos58. Como se afirma en el AAP Barcelona 29 marzo 2007 (JUR
2007\120382): «una interpretación literal del art. 518 LEC conllevaría la imposibilidad de
poder exigirse el cumplimiento por la vía ejecutiva, y, consecuentemente, la necesidad de
interponer un juicio de alimentos cada cinco años si el obligado a pagarlos viene pagando
durante dicho plazo y llegado el primer mes del año sexto deja de pagar sabedor de que no
puede instarse ejecución contra él y, por tanto, no pueden embargársele bienes».
Frente al silencio del art. 518 LEC, cabe destacar que esta regla especial sobre el
inicio del cómputo del plazo, aplicable a las obligaciones periódicas, sí se contempla en los
arts. 14:203 PECL y III-7:203 DCFR: cuando el deudor tiene una obligación continuada de
hacer o no hacer algo, el plazo de prescripción comienza a computarse cada vez que se
produzca un incumplimiento. Se considera que en tales casos la fecha de vencimiento no
puede ser el momento adecuado, porque el derecho del acreedor nace antes incluso de que el
deudor haya incumplido la obligación. Sin embargo, antes del incumplimiento, el acreedor no
tiene normalmente ninguna razón para demandar al deudor. De manera especial en los casos
de obligaciones continuas de no hacer algo lo adecuado es que el plazo de prescripción se
inicie, no de manera definitiva con el primer incumplimiento, sino con cada nuevo
incumplimiento59.

57
Cfr. AAP Madrid 11 enero 2007 (JUR 2007\160117), AAP Barcelona 29 marzo 2007 (JUR 2007\120382),
AAP Barcelona 4 julio 2007 (JUR 2007\276663), AAP La Rioja 11 septiembre 2008 (JUR 2008\\361452),
AAP Barcelona 9 junio 2009 (JUR 2009\408733), AAP Valencia 30 junio 2009 (JUR 2010\72813), AAP
Tarragona 20 diciembre 2011 (AC 2012\60), AAP Barcelona 8 octubre 2012 (JUR 2012\369044).
58
Cfr. Cfr. ACHÓN BRUÑÉN, «La caducidad…, cit., pp. 4 y ss.; TORIBIOS FUENTES, «Comentario al art. 518
LEC», cit., pp. 868 y ss.; ARROM LOSCOS, «Comentario al art. 518 LEC», cit., p. 67; GARBERÍ LLOBREGAT, El
proceso…, cit., pp. 91 y ss.
59
Vid. VON BAR – CLIVE (ed.), Draft Common Frame…, cit., vol. 2 pp. 1155-1155, sub comentario C al art. III.-
7:203.

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