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Que genera la violencia

La escalada del feminicidio en el mundo muestra que la violencia contra las


mujeres es social y generalizada. Además, es el resultado de las relaciones de
desigualdad de género, así como la permisibilidad de la sociedad a
esa violencia.
El feminicidio es uno de los crímenes más comunes en la sociedad actual. El
21 por ciento de las muertes de mujeres en el mundo se deben a la violencia
de género.

Sin importar su edad, color de piel, condición social, si son casadas o solteras,
miles de mujeres en todo el mundo son víctimas de la violencia de género, la
cual puede ser psicológica, física, verbal, económica, patrimonial y
feminicida; ésta última tiene el fatal desenlace de la muerte violenta de las
mujeres.

El feminicidio, es la expresión más brutal en la escalada de violencia en contra de la


mujer. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que el 70 por ciento
de las mujeres sufren de violencia al menos una vez en su vida. Esta realidad es
aún más grave si tomamos en cuenta que el 21 por ciento de las muertes de mujeres
en el mundo son por homicidio: 28 por ciento en Europa, 29 por ciento en Asia y 12
por ciento en América.

la violencia intrafamiliar en su indetenible avance arraiga una cultura de muerte


que rompe la armonía al interior de un número no precisado de hogares. Y hay
que hablar de desafíos. Muchos hombres violentos hacen resistencia a la ley,
que sanciona la violencia intrafamiliar. ¿Acaso no es un desafío el número cada
vez mayor de feminicidios íntimos? ¿Cómo calificar la acción de matar incluso
a sus propios hijos e hijas? ¿No es un desafío el hecho que el escenario esté
minado de dirigentes políticos, militares de rangos, funcionarios, religiosos,
profesionales que tienen esta mancha?
Cuando algunos hombres dicen que la Ley ha hecho daño a las mujeres,
añoran ese tiempo dorado cuando al hablar de esa violencia se decía que los
trapos sucios se lavan en casa. Ahora, muchos se ensañan y enfrentan a la
normativa como a quienes deben aplicarla. Es fundamental que las autoridades
actúen con apego a lo que se establece en las convenciones internacionales
sobre la violencia intrafamiliar y de género.
A la par de la aplicación de la ley, hay que reforzar la prevención en procura de
sensibilizar sobre las causas culturales e históricas de este delito, pues,
aunque toda ley promulgada se reputa de conocimiento general, y las
convenciones internacionales, el proceso de capacitación es necesario.
Obviamente, la aplicación de la normativa es innegociable.
Hay quienes asumen posiciones ignorando detalles importantes. Ignoran, por
ejemplo, que la mujer en situación de violencia doméstica puede estar presa de
temor. Casi siempre ella carga con la presión de los abogados y de los
familiares del agresor y en muchos casos de sus propios familiares. En el libro
SOS Mujeres Maltratadas María José Rodríguez introduce un conjunto de
señales físicas, psíquicas y actitudinales de una mujer víctima de ese tipo de
violencia. Entre las señales de actitud ella cita la tendencia a culpabilizarse y a
exculpar a su agresor.
Recientemente, al ser acusado de agresión física, un dirigente político dijo que
la culpa de todo esto la tienen las feministas y las lesbianas. Es otra
manifestación de resistencia a la normativa, de añoranza del tiempo en que la
violencia doméstica estaba entre los trapos sucios que deben lavarse en casa.
Definitivamente, no podemos volver a ese tiempo, porque, en nombre de un
mal entendido respeto a la vida privada, lo que se oculta, en realidad, es la
condición de víctima de una persona que, por una razón o por otra, guarda
silencio o dice lo que no es cierto.

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