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7.

LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD


RAFAEL AGUILERA PORTALES

La noción de legitimidad vincula el poder con el mundo de las ideas


y los valores. Cualquier ejercicio del poder requiere distinta formas,
discursos y justificaciones, el poder no se ejerce sin legitimidad, por
la fuerza bruta o la imposición autoritaria. Un poder despótico, au-
toritario o arbitrario suele generar inmediatamente sublevaciones,
revoluciones y dura poco. Las decisiones, propuestas y discursos
políticos precisan de un grado de aceptación, justificación y legiti-
midad. El poder siempre expresa dos caras de una misma moneda,
por un lado, ofrece coacción y amenaza; pero por otro lado, aporta
legitimidad, es decir, argumentos, ideas, discursos que pretenden
persuadir y convencer a la población. MAQUIAVELO escribió que el
Príncipe (soberano), quien ejerce el poder político ha de dotarse de la
fuerza del león y de la astucia del zorro. En definitiva, fuerza, coac-
ción y poder por un lado, y por otro lado, procurar el consenti-
miento y la aceptación. Por tanto, legitimidad y fuerza son necesa-
rias para todo ejercicio del poder.
El concepto de legitimidad constituye un concepto más amplio
que el de legalidad. Pero ¿qué es legitimidad? Mientras la legalidad
cosiste en la adecuación a una ley vigente o a una decisión guberna-
mental, la legitimidad va más allá del ordenamiento jurídico vigente
señalando su correspondencia con un sistema de valores sociales,
valores superiores constitucionales o moralidad pública. Cuando la
legislación se corresponde con el conjunto de valores sociales domi-
nante en una determinada comunidad se suele darse una coinciden-
cia entre legalidad y legitimidad; pero por el contrario no ocurre
dicha correspondencia entonces se suele dar una situación de falta o
déficit de legitimidad en una decisión gubernamental, programa de
gobierno o legislación. “No hay normas neutras desde el punto de
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vista de los valores: todo sistema de legalidad es expresión de un


determinado sistema de legitimidad, de una determinada idea de la
misma condición humana.”1
La legitimación constituye un instrumento que sirve para ganar
personas a una causa y para descalificar a otras personas. En política
legitimar significa justificar; por tanto la legitimación constituye los
pilares y cimientos del edificio político. Cualquier forma de domi-
nio de poder precisa legitimarse así mismo. La legitimidad constituye
un concepto clave y fundamental que hace referencia a un conjunto
de valores, procedimiento, exigencias y principios que opera con
criterios de justificación de normas e instituciones. La legitimidad
equivale a la idea de justicia o justificación ética, con lo cual pode-
mos afirmar que un sistema jurídico-político es legítimo cuando es
justo. Un sistema jurídico-político tiene legitimidad o es legítimo
cuando sus normas están dotadas de cierta justificación ética y social
aceptable. “Usando la tradicional dicotomía entre cuestiones de he-
cho y cuestiones de valor, llamaremos a las cuestiones de hecho a
nuestro problema cuestiones de legitimación, y a las cuestiones de
valor las llamaremos cuestiones de legitimidad.”2
Incluso el poder expresado como imposición de la fuerza requie-
re de una forma de legitimación. El mismo ROUSSEAU planteaba: “el
más fuerte nunca lo es suficientemente como para ser siempre el amo si no
transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber.” En consecuen-
cia, cualquier poder precisa y necesita de fuentes de legitimación
que lo justifiquen, hasta los dictadores precisan de una fuente ideo-

1 Ibid., 1999, p. 252. Elías Díaz habla de tres niveles de legitimidad comprendidos
como legitimidad válida, eficaz y justa, pero en sentido estricto considero que debe
hablarse de legalidad, legitimación y legitimidad.
2 Cfr. LAPORTA, F., Entre el Derecho y la moral, Ed. Fontanera, México, 2000. p.74.

El concepto de “legitimación” proviene del gran pensador y sociólogo Max Weber,


con el se aludía sobre todo a unas normas o principios que son generalmente
cumplidos y aceptados por los destinatarios en función de creencias compartidas
por ellos, por tanto, podemos decir que un sistema jurídico o de una institución
tiene legitimación cuando son apoyados y aceptados socialmente. Vid. SCHMITT,
C., Legalidad y legitimidad, (trad. José Díaz García), Ed. Aguilar, Madrid, 1971.
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

lógica o creencias en los que apoyarse, aunque democráticamente


no sean justificables sus formas de gobierno.
La diferencia latina del Derecho Romano entre potencia y autori-
dad o (potestas y autoritas) es primordial y fundamental para en-
tender la diferencia entre legalidad y legitimidad. Esta distinción nos
ayuda a clarificar con rigor y exactitud la división entre legalidad y
legitimidad. En este sentido, autoritas (autoridad) como la capaci-
dad de un poder institucional o personal de tomar legítimamente
sus decisiones con aceptación, competencia y apoyo de la ciudada-
nía. Una persona tiene autoridad cuando se le reconoce un grado
legítimo de ejercicio del poder (por ejemplo: un catedrático cuando
ejerce su docencia o libertad de cátedra o un médico cuando ejerce
su actividad profesional médica…). Mientras que potestas o (potes-
tad) tiene que ver con la capacidad de actuar, apoderar o desapode-
rar a los que ejercen la autoridad. CICERÓN, filósofo y jurisconsulto
romano, diseñó una concepción del poder como capacidad de reali-
zación de un bien público desde el Estado o la ciudadanía (“potestas in
populo, autoritas in senatu”). El Senado tenía un nivel de autoridad
basado en la experiencia política, la formación meritocrática y lide-
razgo carismático, mientras el poder residía en el pueblo romano.
La legitimidad se ha definido como una cualidad, propiedad o ca-
racterística del poder político, compatible con las creencias y valo-
res constitucionales como la libertad, la igualdad, la justicia y el
pluralismo político de todos los ciudadanos. Legitimidad en este
sentido se convierte en sinónimo de justicia. Una autoridad es legí-
timo si es justo y ejerce su poder de forma justa. Un gobierno es
legítimo cuando su poder político emana democráticamente y en-
carna aspiraciones y deseos de justicia constitucional de la sociedad.
La legitimación democrática constituye la forma de legitimación que
utiliza el poder en un Estado más o menos democrático, es decir, la
no imposición de propuestas, sino la invitación o participación. No
se puede dar debida cuenta de que el poder político no solo se ejer-
ce de arriba abajo, jerárquicamente desde el Estado y sus procedi-
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mientos jurídicamente regulados, sino que surge asimismo como


resultado de la acción cooperativa de los ciudadanos como control,
influencia y autoproducción colectiva de preferencia e identidades.
Por tanto, precisamos de una Teoría Política normativa de la demo-
cracia capaz de poner a punto un concepto articulado y multidimen-
sional de poder que permita dar cuenta de este ámbito ontológico
(filosófico), en rigor constitutivo, y no meramente vicario de la
política como interacción conflictiva o agonística entre actores e
instituciones.
En este sentido, necesitamos pensar un gobierno legítimo me-
diante el ejercicio de poder 3 sin dominación y, a la vez, el poder
también como acción concertada de los ciudadanos. 1) ¿es el poder
un fenómeno causal o disposicional?; 2) ¿es reconductible el poder
para hacer algo al poder sobre alguien?; 3) ¿es el poder una propiedad
de los individuos o de las estructuras e instituciones?; 4) ¿establece
la distinción entre el poder y la dominación?; 5) ¿por qué medios el
poder construye su legitimidad democrática?, y 6) ¿son posibles
ámbitos de poder político más allá de la no dominación?

7.1. LEGITIMACIÓN DEL PODER POLÍTICO


El poder está íntimamente vinculado a los valores, ideas y creencias,
puesto que el poder precisa de legitimación. Esta vinculación permi-
te la estabilidad en el ejercicio del poder, sin necesidad de recurrir
al uso de la fuerza o la violencia. Los valores, ideas y creencias otor-
gan al poder una legitimidad, una funcionalidad y una operatividad.
Por tanto, autoridad sería el ejercicio institucionalizado del poder.
La legitimidad del ejercicio del poder conduce a la obediencia de los
ciudadanos hacia el poder, o sea, el poder se convierte en autoridad
cuando logra legitimarse la acción del poder. Ningún poder que no
tenga legitimidad logra ser duradero, las dictaduras o golpes de es-
tado, sean militares o civiles lograr perpetuarse si no poseen un gra-

3MÁIZ R., Poder, legitimidad y dominación, en Teoría política: poder, moral, democracia,
ARTETA A., GARCÍA GUITIÁN, E. y MÁIZ, R., (editores), Alianza, Madrid, 2003,
pp. 65-70.
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

do de legitimidad o fundamentos que lo legitimen. Por tanto, la


legitimad la otorgan las personas en función de sus creencias, ideas y
valores. En el antiguo Egipto, encontramos la figura del Rey-
divinidad o Rey-dios, figura de poder4 legitimada en la religión, el
fundamento último del poder procedía de su carácter divino o sa-
grado. Igualmente, el Cesar romano era Dios, igual, que el faraón
egipcio era deidad. En este ejercicio del poder y la autoridad vemos
una legitimación divina del mismo.
El gran politólogo, filósofo y sociólogo alemán Max WEBER no
concibe el Estado como una simple organización política depositaria
de fuerza y coacción. Los ciudadanos obedecen las órdenes y normas
del Estado no sólo por miedo al castigo o posibles sanciones jurídi-
cas o administrativas, sino porque lo consideran una autoridad legí-
tima. Todo sistema de autoridad se apoya en un nivel considerable
de obediencia voluntaria, por esta razón toda autoridad se reviste de
este apoyo o sustento de legitimidad. En este sentido, WEBER esta-
bleció la distinción de tres formas históricas de poder político y legi-
timidad del poder 5 , aunque en la realidad empírica se dan como
formas impuras y mezcladas de poder político. La primera consiste
en la legitimidad tradicional basada en la tradición, la costumbre, la
creencia en las instituciones y el reconocimiento de las personas que
la representan. El primer tipo de autoridad se fundamenta en un
tipo de poder legitimado por la continuación y prolongación de la
tradición. Una autoridad arbitraria y tiránica podría basar su legiti-
midad en este modo tradicional de poder político. Esta autoridad ha
sido ejercida por los patriarcas y príncipes patrimoniales de nuevo
cuño.
La segunda es de legitimidad carismática donde una persona indivi-
dual es reconocida como líder y jefe por sus cualidades ejemplares,
acciones, heroísmo (carisma). La autoridad carismática fue ejercida

4DEL ÁGUILA R., Manual de Ciencia Política, Madrid: Trotta, 1997, p. 28.
5Vid. WEBER, M., Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México,
1944.
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por los profetas en la larga historia del pueblo de Israel, pero tam-
bién los jefes guerreros elegidos o gobernantes plebiscitarios. En
este sentido, podemos considerar a Adolf HITLER como el prototipo
de líder carismático secular que apareció en la escena política de
1930 y llevó a Europa hacia el desastre de la Segunda Guerra Mun-
dial. Su liderazgo llevó a miles de personas hacia la muerte segura y
provocó un holocausto y genocidio inigualable en la historia. Este
prototipo de autoridad carismática no se encuentra limitado por la
tradición ni por las leyes. Su atractivo reside en el hecho mismo de
que puede estar por encima y romper las limitaciones impuestas por
las normas o costumbres establecidas con objeto de provocar un
cambio revolucionario. Ejemplos más cercanos a nuestro contexto
iberoamericano los podemos ver en figuras políticas como
PINOCHET, FRANCO, TRUJILLO, VIDELA, Fidel CASTRO, Hugo
CHÁVEZ, figuras que se proclaman salvadores de la patria, pero que
resultan ser un verdadero peligro para el Estado y la sociedad que
gobiernan.
La tercera forma es legitimidad legal-racional (democrática) basada
en un conjunto de leyes que configuran la legalidad establecida
(Constitución) y que dan poder y autoridad a los gobiernos nombra-
dos conforme a un procedimiento democrático. El tipo de autoridad
legal actúa normalmente dentro de los márgenes del imperio y mar-
co de la ley, que establece los límites del poder legítimo y los pro-
cedimientos admisibles de su ejercicio.

LEGITIMACIÓN DEL PODER POLÍTICO


Legitimidad tradicional Autoridad tradicional
Legitimidad carismática Autoridad carismática
Legitimidad legal-racional Estado democrático de Derecho
Fuente: elaboración propia

El objetivo de esta distinción o tipología del poder político con-


siste en analizar y delimitar las características de los tipos de autori-
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

dad carismático y legal, y mostrar que, mientras el papel de los dos


primeros de legitimidad carismática y tradicional en la historia humana
ha sido enormemente relevante e importante, suele ser un modelo
de poder político sumamente inestable y tiende a degenerar, mien-
tras que el segundo de legitimidad legal y racional tiende más a la es-
tabilidad institucional y política y se impone y extiende como un
modelo de organización política en Occidente.
Hoy, por el contrario, tendremos que decir que Estado es
aquella comunidad humana que, dentro de un determinado
territorio, reclama con éxito para sí el monopolio de la vio-
lencia legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a to-
das las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el
derecho a la violencia física en la medida en que el Estado le
permite. El Estado es la única fuente del “derecho” a la vio-
lencia.”6

El Estado supone la centralización de todas las funciones de “di-


rección, ordenación y regulación de las acciones sociales”. El Estado
representa el epicentro de toda actividad política. La violencia que
Estado establece, según WEBER, es una violencia legítima e institu-
cional con el objetivo de establecer un orden social y político esta-
blece y armónico basado en el principio de legalidad. TROTSKY
había afirmado que “Todo Estado está fundado en la violencia”. Max
WEBER subraya la afirmación, aunque matiza que la violencia no es
ni el medio normal ni único medio de que el Estado se vale, pero sí
es su medio específico, por lo que, la relación entre Estado y violen-
cia es una relación íntima. “El Estado es una relación de dominación de
hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima”.
La aportación innovadora que realizó WEBER consiste en subrayar
que las ideas de legitimidad y fundamentación interna del poder son
de suma importancia para la estructura de toda dominación.

6Cfr. WEBER, M., El político y el científico, Alianza, Madrid, 1989, pp. 83-85; Vid.
SCHMITT, C., Legalidad y legitimidad, Aguilar, Madrid, 1971.
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Históricamente, podemos encontrar dos posiciones teóricas de


justificación del poder político, por un lado, una posición de positi-
vismo y realismo jurídico7 que mantiene que la obligación de obe-
diencia a las leyes proviene de los mecanismos que fuerzan a obede-
cerlas independientemente del grado de legitimidad ética que po-
sean. La obligación política de obediencia a las leyes es incondicional
y absoluta. Mientras, para una postura legitimista democrática, la
obligación de obedecer las leyes proviene del consentimiento libre y
voluntario de los ciudadanos a través de los procedimientos forma-
les. La obligación política es, por tanto, relativa pues depende del
respecto al conjunto de valores constitucionales y derechos funda-
mentales de los ciudadanos. La obligación política, en este caso, es
condicional y relativa.
La forma legal de autoridad se convierte en la forma normal y le-
gítima en la que actúa el Estado en occidente. En este sentido, es
importante que la ley la administre un personal profesional que ten-
ga experiencia en la aplicación racional de medios para lograr fines.
La burocracia se convierte, según WEBER, en la forma concreta de
todo tipo de ideal racional-legal de autoridad legitimada que aparece
en Occidente.
En el horizonte weberiano, el fenómeno del poder político se
vinculará con la idea de la política como lucha por el poder, como
un intento de dominio y fuerza mediante la conquista del poder

7 El problema de la obediencia política y jurídica constituye un debate intelectual


con mucha literatura entre los libros que podemos recomendar están: DÍAZ, E., De
la maldad Estatal y la Soberanía Popular; Colección Universitaria, Editorial Debate,
Madrid, 1984. p. 79. Vid. PÉREZ LUÑO, A. E., “¿Qué moral? Sobre la justificación
moral de la obediencia al Derecho” en Revista Sistema, nº 102,1991, pp. 83-97;
GARCÍA COTARELO, R., Resistencia y desobediencia civil, Edición de la Univ. Complu-
tense de Madrid, Eudema, Madrid, 1987; MALEM SEÑA, J. F., Concepto y justificación
de la desobediencia civil, Ariel, Barcelona, 1988; GONZÁLEZ, VICÉN, F., “La obedien-
cia al Derecho” en Revista de Estudios de Filosofía del Derecho, Universidad de la Lagu-
na, Tenerife, 1979, p.388; Véase también el estudio de AGUILERA PORTALES, R.
E., “Las relaciones del Derecho, Moral y Política” en Teoría política y jurídica contem-
poránea (Problemas actuales), Porrúa, México, 2008, pp. 47-69.
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

legítimo, el poder político. Las organizaciones que luchan en torno


al poder son los partidos políticos que tratan de acceder a la repre-
sentación parlamentaria. Carl SCHMITT trata en su obra Teoría de la
Constitución trata de localiza en el concepto de Verfassung8 aquel en-
tramado de elementos sociales y políticos que caracterizan a los Es-
tados modernos. La radicalización del concepto de soberanía con su
afirmación de que “soberano es quien decide sobre el estado de excepción”
indica cómo el concepto de soberanía escapa a su comprensión for-
mal. La noción de poder político pierde claridad a través del con-
cepto moderno de soberanía, y llegará a ser cada vez menos ubicable
en un espacio determinado, el de los poderes del Estado.
La Teoría Política de Carl SCHMITT del decisionismo político po-
see un carácter absoluto e incondicional, sin límites constitucionales
o parlamentarios manifiesta una clara oposición al régimen parla-
mentario liberal (tradición democrática) y anula el Estado de dere-
cho (tradición constitucional). De facto, supone una defensa de la
dictadura en situaciones excepcionales, a partir de la idea de un po-
der real que detenta el soberano constituye la capacidad de decisión
en las situaciones excepcionales, independientemente de la atribución
jurídico-constitucional de los poderes. Finalmente, el Estado de
excepción resultante anula cualquier forma de separación de pode-
res en el Estado de derecho y origina un Estado totalitario.
En este sentido, Carl SCHMITT aboga por un Estado que descansa
sobre la decisión “política” subjetiva del soberano (poder del soberano
frente al poder del Derecho), entendido como aquél “que decide so-
bre el estado de excepción [Ernstfallen]”. El estado de excepción
constituye aquella situacione de conflicto intensa y grave que irrum-
pen a pesar de la legalidad objetiva9. El soberano es superior en este
sentido al Parlamento, el Führer no está sometido al corpus legal o
8 Vid. SCHMITT, C., Teoría de la Constitución, (trad. Cast. F. Ayala, del original alemán
Verfassungslehre, München/Leipzig, 1928), 1°ed., Alianza Universidad, 1982.
9 SCHMITT, C.,“Teología Política” [1922 y 1934], cit., p. 35, para quien soberano es

aquél que decide en la situación de excepción, es decir, en aquellas situaciones de


conflicto tan intensas que ya no pueden ser enmascaradas por la legalidad objetiva.
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derecho, ni a ninguna institución. El soberano (presidente o jefe de


Estado) puede decidir fuera del derecho el estado de excepción. El
poder político no estaría sometido a la constitución democrática. En
este sentido, su pensamiento político es claramente defensor del
totalitarismo político expresado por el nacional-socialismo.
7.2. IDEOLOGÍA, PODER Y POLÍTICA
La política heredó de la religión con la cultura moderna la función
de unificación del grupo social, la función de legitimación el poder y
al mismo tiempo la idea rectora de emancipación y liberación de la
humanidad de la banalidad del mal mediante la creación de un nue-
vo modelo de sociedad. La política vino a sustituir la función social
que antaño tenía la religión tradicional. Históricamente, la primera
justificación del poder fue teológica: el poder viene de Dios. En una
sociedad esencialmente religiosa el argumento y justificación más
fuerte viene de recibir la potestad y el dominio directamente de
Dios. La modernidad nos legó esta visión secularizada que posible-
mente en el Medievo tuvo la religión, instalar el reino de Dios en la
tierra, sin escapismos transcendentes o religiosos que nos alienen,
implantar un proyecto de sociedad justa y equitativa en el reino de
los mortales. En este sentido, con la modernidad el Estado adquiere
pleno poder absoluto incluso en materias eclesiásticas. El Estado,
basado en la autoritas del soberano, está completamente desvincula-
do de las convicciones, creencias y sentimientos de sus súbditos. La
confesión religiosa es un asunto privado no público y, por tanto,
carente de consecuencias para el Estado. El soberano, por tanto,
tiene facultades para establecer la paz social y religiosa.
Ciertamente, NIETZSCHE había decretado la muerte de todos los
dioses, pero tras la muerte de un dios 10 surge otro nuevo que los
sustituye. NIETZSCHE constató que el hombre es un animal religio-
so, un animal simbólico, un ser que necesita adorar y venerar algo

10AGUILERA PORTALES, R. E., “El horizonte político en el pensamiento de Nietzsche”,


CASTILLA, A., (coord.), Nietzsche y el espíritu de ligereza, Editorial Plaza y Valdés,
2006.
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que está más allá, no como huida cobarde de la realidad, sino como
afirmación de sus posibilidades. La política, por tanto, orienta la
acción colectiva hacia un proyecto de sociedad que nos libere del
mal, la injusticia, la desigualdad o la privación y censura de la liber-
tad. En esto reside la fuerza psicológica de las ideologías políticas.
Históricamente, se han manipulado y tergiversado las ideologías
hacia fines distintos, considerando éstas como instrumentos de con-
trol y dominación de las masas, no obstante, las ideologías 11 cum-
plen una función y papel de integración simbólica, cultural y políti-
co sumamente importante.

7.2.1. IDEOLOGÍA: UN CONCEPTO IMPUGNADO, MARGINADO


Y PERSEGUIDO
Etimológicamente la palabra “ideología” significa “ciencia de las
ideas”. La tarea para cumplir la mayor ambición del Iluminismo,
asesorar a los gobernantes en la legislación de un nuevo orden ra-
cional para la sociedad. La ilustración buscaba realizar una sociedad
perfecta e ideal bajo el domino de una racionalidad pública. Por
tanto, “Ideologia” constituye un concepto discursivo cuyo uso ha ido
variando en diferentes épocas; pero la noción de la ideología tam-
bién se refiere a ciertos aspectos cambiantes del mundo
La ideología fue destinada a ocupar la función del perro guardián
en el mundo de la ciencia. Se le asignó la tarea de vigilar, supervisar
y corregir los trabajos de todas las otras ramas del conocimiento
humano: investigar, regular y, en caso necesario, disciplinar todos
los esfuerzos cognitivos humanos. Friedrich ENGELS, cambió el sig-
nificado de la “ideología”12 en un sentido seminal: la “ideología” del
título aludía a lo que hacían los autoproclamados “ideólogos”. La
omnipotencia de las ideas es una de las muchas ilusiones que ese
mundo produce en escala masiva. Las ideas juegan un papel crucial

11 MONGARDINI, C., “Las condiciones políticas de la gobernabilidad en la Europa


occidental” en Buen gobierno y política social, Ariel, 1997, Barcelona, pp. 24-43, p. 35-
36.
12 BAUMAN, Z., En busca de la política, FCE, México, 2001.
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en nuestras vidas. No solo las ideas predominantes, sino también el


concepto de “ideología” como supuesto antídoto contra el error
eran, según MARX y ENGELS, el fruto de intereses de un mundo
incorrectamente construido.
El concepto de ideología se convirtió en uno de los conceptos
principales del discurso político y de las ciencias sociales, el término
había adquirido un significado un poco distinto (contrario a su senti-
do etimológico primario), en parte continuo y en parte discontinuo
con respecto al sentido de sus precedentes del siglo XIX. El concep-
to de “ideología”, postulada por MARX y ENGELS, como nombre de
una manera de pensar esencialmente errónea, aunque no tomaba en
cuenta los argumentos con los que MARX y ENGELS justificaban su
aserción.
Ideología emergió en el contexto del discurso filosófico postilu-
minista moderno, caracterizado por “verdad versus error”, “ciencia
versus ignorancia-perjuicio-superstición”, y su función era custodiar
la frontera que separaba el conocimiento correcto del incorrecto.
Así el término “ideología” fue desplazado del dominio del “conoci-
miento” al dominio inferior, de las “creencias”. En este sentido, fue
adquiriendo el significado de creencias falsas, mal orientadas y dañinas,
todavía no desarraigadas ni superadas, que se resistían con arrogan-
cia a la prueba del conocimiento; esas creencias que la ciencia había
jurado desenmascarar, debilitar y finalmente borrar de la conciencia
humana, en su camino hacia el reinado absoluto de la razón. La con-
cepción de “ideología” surgió en Europa como consecuencia de la
destrucción causada por la Gran Guerra, en un momento en el que
las divisiones políticas aparentemente infranqueables y una nube de
intolerancia y violencia política hacían tambalear la confianza de la
elite instruida. Se dudaba del progreso y del triunfo; en última ins-
tancia, de la razón científica, que era por definición no sectaria,
indivisible y universal. La ideología como visión de la realidad es-
conde intereses ocultos de dominio y dominación.
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Para NIETZSCHE somos ante todo y sobre todo, seres prácticos,


antes que teóricos y la noción de desinterés intelectual constituye
por sí misma una forma oculta de interés, una forma rencorosa de
malicia o instrumento de aquéllos que son cobardes para vivir. Por
tanto, todo pensamiento es “ideológico” y constituye una máscara de
lucha, violencia y dominio. NIETZSCHE está desenmascarando todo
el edificio intelectual de Occidente. Las concepciones teóricas no
son más que racionalizaciones engañosas de pasiones e intereses
ocultos13. En este sentido, afirma NIETZSCHE:
El hombre sólo quiere la verdad en análogo sentido limita-
do. Desea las consecuencias agradables de la verdad, aque-
llas que conservan la vida; es indiferente al conocimiento
puro y carente de consecuencias, y está hostilmente predis-
puesto contra las verdades que puedan ser perjudiciales y
destructivas.14

Una de las tareas fue la de enunciar los criterios que distinguirían


al verdadero conocimiento, científicamente autorizado, de todas las
otras opiniones los que los filósofos de la escuela del positivismo
lógico, por ejemplo, atribuían la perduración de las falsas creencias
al deterioro de los lenguajes naturales y creían que la única salvación
era que la verdad se atrincherara en un lenguaje científico exacto y
preciso.
13 La actitud de NIETZSCHE hacia el conocimiento y la verdad consiste en una
actitud de sospecha, es decir, desenmascaramiento del conocimiento como un
modo de engaño e ilusión. El conocimiento se fundamenta en el no saber, que
arraiga en los instintos, en el inconsciente, el deseo y las pasiones más poderosas,
porque el anhelo por el conocimiento arraiga en la creencia de una posible verdad,
donde la verdad no es más que una creencia convencional hegemonica y dominan-
te, la verdad constituye un constructo social inventado que esconde ciertas pasio-
nes. Vid., AGUILERA PORTALES, R. E., “El horizonte político en el pensamiento
de Nietzsche” en CASTILLA, A. (coord.), Nietzsche y el espíritu de ligereza, Madrid,
Ed. Plaza y Valdés, 2007.
14 NIETZSCHE, F.: Verdad y mentira en el sentido extramoral. Madrid, Alianza Editorial,

1987, p. 73. No queremos saber lo que no sabemos, no queremos saber de qué


vamos a vivir, o de qué modo vamos a morir, o cuál es el estado de nuestra salud,
cómo va la economía o la política, o si un meteorito va a acabar con la vida en el
planeta Tierra, o si el final del mundo es pasado mañana.
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Por tanto, no existe posibilidad de distinguir un conocimiento


verdadero (episteme) y un conocimiento aparente (doxa). Todo cono-
cimiento constituye un conocimiento de apariencias, un intento de
doblegarse y humillarse hacia algo no humano que se ha impuesto
históricamente a través de la moral de esclavos cristiana. En conse-
cuencia, debajo del pragmatismo rortyano subyace la concepción
nietzscheana sobre “cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose
en fábula.”15
Al desarrollar la noción de ideología como un recurso destinado
a cambiar el mundo, como una palanca para elevar las clases de una
sociedad de clase al rango de agentes históricos autoconscientes. La
clase ilustrada de la época moderna tardía o posmoderna solo asume
el rol intelectual orgánico para ser intelectuales orgánicos de sí
mismos, su reticencia a ver en el resto de la sociedad algo más que
un conjunto de individuos, junto con la tendencia a considerarlos
como agentes solitarios y no colectivos.

7.2.2. CONOCIMIENTO, IDEOLOGÍA E INTERÉS


El concepto “ideología” de MANNHEIM fue influido por la idea de la
“falsa conciencia” dentro de la tradición marxista por Georg LUKÁCS.
La ideología se alzaba frente a la verdad como su peor enemiga,
como la diferencia entre verdad y distorsión o falsedad corría para-
lelamente a la diferencia entre totalidad y parcialidad; lo no ideoló-
gico puede ser solamente un conocimiento aislado, no ligado a nin-
guno de los puntos de vista cognitivos socialmente diferenciados. El

15 La tarea de Nietzsche es eminentemente crítica, mostrar más que demostrar la


falsedad de lo que siempre se ha tenido por verdad absoluta e indiscutible. El
hombre aspira a un mundo en donde todo fuera permanente y seguro, busca fun-
damentos sólidos, seguros y firmes en el que apoyarse, y desprecia el devenir y la
contingencia de la vida. De aquí viene el cansancio de vivir, el desprecio al cambio.
El hombre busca otro mundo, inventa otro mundo (mundo verdadero celestial
sobre el mundo sensible aparente). Vid., NIETZSCHE, F., Ecce homo, Madrid, Edi-
ciones Busma, (trad. F. J. Carretero Moreno); KAUFMANN, W., Nietzsche. Philoso-
pher, Psychologist and Atichrist, Princeton and London, Princeton University Press,
1950; DELEUZE, G., Nietzsche y la filosofía, Barcelona, Anagrama, 1998,
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

verdadero conocimiento de la realidad social debe ser un conoci-


miento imparcial, objetivo e universal.
La sociología del conocimiento constituye el instrumento y área
de conocimiento que posibilitaría la sistemática exposición del
vínculo existente entre las ideologías y los grupos de interés, poder
y privilegio socialmente determinados. La versión de ideología de
MANNHEIM gira en torno al vínculo entre conocimiento y poder o,
precisamente, en torno a la prerrogativa reciente que ganó terreno
durante las últimas dos décadas.
Por tanto, el concepto de ideología presupone la distinción o di-
ferencia tradicional entre episteme y doxa, conocimiento auténtico y
conocimiento aparente y engañoso. Este concepto o noción no nos
sirve para nada en la construcción de una sociedad democrática16.
En este sentido, existe una vinculación e interrelación mutua entre
las relaciones de poder (usos disciplinarios) y los discursos de saber
(epistémicos), aunque no existe subsunción del poder por el saber
ni viceversa: ambos son autónomos y correlativos. Los discursos de
verdad (discursos epistémicos) en el campo institucional forman
parte del control social y constitución de los individuos (usos disci-
plinarios). El concepto de poder en FOUCAULT presta mucha aten-
ción a sus dimensiones productivas en la medida en que actúa a tra-
vés de acciones para visionarnos a nosotros mismos en los distintos
discursos de saber como la criminología, sexología, medicina, psico-
logía, sociología… El poder, por tanto, circula a través de las prác-
ticas institucionales y los discursos de la vida cotidiana. El poder
constituye una estrategia relacional, antes que un foco institucional.
El poder no encarna el mal, sino que constituye una fuerza genera-
dora, creadora y productiva. La ideología constituye la precondición

16 FOUCAULT, M., El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1975. Los distintos
discursos de saber se originan por las distintas prácticas de poder y del micropo-
der, tales como el saber sobre la criminalidad, la infancia, el crecimiento demográ-
fico, la frecuencia estadística... El objetivo de estos saberes no se orienta hacia el
establecimiento de verdades científicas, sino hacia la legitimación del ejercicio del
poder.
RAFAEL AGUILERA PORTALES

indispensable de todo conocimiento, incluido el reconocimiento


científico, se les ha dado el nombre de “ideología” a los marcos cog-
nitivos que permiten que diversas zonas de la experiencia humana
ocupen un lugar y cobren una forma dentro de una estructura reco-
nocible y significativa.
Incluso, HABERMAS desenmascaró en su libro Conocimiento e inte-
rés17, la visión positivista de las ciencias sociales y naturales cuando
afirmó que el conocimiento nunca es neutro, objetivo, ni puro, sino
que se halla regido invariablemente por algún tipo de interés que lo
condiciona socialmente. En este aspecto, HABERMAS disiente de la
posición epistemológica de NIETZSCHE cuando contempla cómo ha
psicologizado excesivamente la conexión de conocimiento e interés,
negando la fuerza de la reflexión desde los medios de la reflexión
misma.
La fuerza del término ideología reside en su capacidad para
discriminar entre aquellas luchas de poder que son de alguna
manera centrales a toda forma de vida social, y aquellas que
no lo son.”18

No obstante, podemos considerar que el concepto marxista de


ideología sigue siendo útil para desenmascarar nuevas formas de
dominación actuales. MARX entendía el concepto como falsa con-
ciencia, invertida o deformada de la realidad que nos impide una
correcta interpretación de la misma. Indudablemente, hoy en día,
siguen existiendo nuevas formas más sofisticadas de dominación
social y política. Por ejemplo, la manipulación de los medios de
comunicación de masas condiciona notablemente nuestros estilos de
vida. Por tanto, desde este concepto podemos desenmascarar los
intereses de dominación que subyacen en la condición humana.
Los pensadores frankfortianos han defendido que el hombre mo-
derno se encuentra alienado en su propia alienación (reduplicación

17 HABERMAS, J., Conocimiento e interés, Madrid, Taurus, 1982.


18 EAGLETON, T., Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidós, 1997, p.27.
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

de la alienación)19, es decir, inmerso en la irracionalidad de una so-


ciedad patológica. Por tanto, vivimos en una sociedad enferma don-
de los valores consumistas, materialistas, hedonistas y nihilistas go-
biernan nuestros modos de vida. Y para salir de esta crisis social y
personal sólo poseemos la reflexión crítica como instrumento que
nos ayuda a poner de manifiesto esta alienación. En este sentido
necesitamos una crítica de la razón instrumental. El progreso cientí-
fico-técnico ha legitimado la explotación o dominación de la socie-
dad y la naturaleza. Esta dominación se ha convertido en una domi-
nación más sutil, anónima y racional. Hoy en día, la ciencia y la téc-
nica constituyen las nuevas fuentes ideológicas del capitalismo avan-
zado, las nuevas verdades incuestionables y dominantes 20. La ciencia
y la técnica en la actualidad avalan nuestros modelos de crecimiento
político y económico. Este modelo de racionalidad ha impregnado
modos de vida demasiado apáticos, acríticos y pasivos. En este sen-
tido, para HABERMAS es necesaria una crítica racional de la sociedad
actual y de las instituciones políticas existentes. Y abandonar esta
perspectiva política “universalista” crítica nos conduce a traicionar
las esperanzas sociales que son vitales en una sociedad democrática.
Sin embargo, RORTY está descartando todo intento de empren-
der una crítica de las formas de vida actuales y de la sociedad liberal
actual. En este sentido muestra una enorme irresponsabilidad moral

19 Como afirma el profesor Juan Carlos VELASCO ARROYO: “su teoría crítica ma-
nifiesta dos aspectos básicos de su teoría social: tanto a la hora de establecer un
adecuado diagnóstico de las patologías sociales de la modernidad como en el mo-
mento de ofrecer una terapia oportuna, mediante la propuesta democrática de un
ámbito de comunicación y discusión libre de coacciones.” Cfr. VELASCO ARROYO,
J. C., “Estudio preliminar” en HABERMAS, J., La inclusión del otro (Estudios de teoría
política), Paidos, Barcelona, 1999, p. 13. Véase también WUTHNOW, R., HUNTER, J.
D., BERGERSEN, A., KURZWEIL, E., Análisis cultural, (la obra de Peter L. Berger, Mary
Douglas, Michel Foucault y Jünger Habermas), Barcelona, Paidos, 1988.
20 HABERMAS, en su trabajo Ciencia y técnica como ideología publicado en 1968, y dedi-

cado a Marcuse revisa y examina las concepciones de MARCUSE, HORKHEIMER, y


ADORNO acerca de la ciencia y la técnica. El punto de partida de su reflexión es la
completa irracionalidad y alienación en la que se halla sumida la sociedad contem-
poránea, por un exceso racional tecnológico y económico. Vid. HABERMAS, J.,
Ciencia y técnica como ideología, Tecnos. Madrid. 1989
RAFAEL AGUILERA PORTALES

y política. La teoría política crítica de HABERMAS se propone, por el


contrario, construir un saber acerca de la sociedad que trate de
arrojar la luz a la racionalidad de los procesos sociales, desenmasca-
rando, a su vez, lo que existe de irracional en ellos. El papel herme-
néutico de la teoría crítica reconoce que una sociedad emancipada
será aquella en la cual los seres humanos controlen activamente sus
propios destinos, gracias a una amplia comprensión de las circuns-
tancias sociales y políticas.

7.2.3. CRIPTOIDEOLOGÍA: CRISIS POSTMODERNA O FIN DE


LAS IDEOLOGÍAS
La democracia contemporánea se caracteriza por tener componen-
tes tecnocráticos y humanos de desinterés, apatía y enfriamiento
ideológico irreversible. La aparente pérdida de las ideologías escon-
de formas nuevas más sofisticadas de ideología. El grado de impor-
tancia que la ciudadanía otorga a la política ha ido decreciendo pro-
gresivamente, a la gente le importa poco la política y las decisiones
que de ella surjan. Aunque ese desinterés político afecte directa-
mente a sus vidas laborales, su seguridad personal y familiar, poder
adquisitivo, bienestar, futuro, ect… el nihilismo creciente, la
desideologización y despolitización no son más que dos caras de una
falta de legitimidad del poder político y una alienación social gene-
ralizada en torno a la sociedad de consumo masivo.
Igualmente, el valor de la solidaridad social ha decrecido en
nuestra sociedad de masas. La sociedad postmoderna vive una cultu-
ra materialista, consumista y hedonista que impide el desarrollo y
despegue de la política. Las ideologías políticas han pedido la capa-
cidad de respuesta e interpretación social que antaño existía. La
sociedad de masas con un consumismo desenfrenado y las elites po-
líticas y económicas con una avidez de enriquecimiento fácil y rápi-
do han perdido la capacidad de juicio político, la cultura política y
democrática. Por tanto, vivimos en una sociedad de emulación
económica y social, no una sociedad de la cultura o las ideas. El em-
pobrecimiento ideológico y cultural es palpable. Las ideologías polí-
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

ticas o el papel de las ideas políticas constituyen una cuestión del


pasado. Los actuales partidos políticos con su visión electoralista, de
marketing político tampoco se han preocupado de estimular y po-
tenciar el debate político interno y externo. El nivel de argumenta-
ción y deliberación política es muy pobre. Todo se quiere reducir a
puro markenting electoral, económico y comercial, la política se
subordina al mercadeo de votos. La carencia y pobreza de ideas polí-
ticas y cultura ideológica constituye el reflejo de una sociedad po-
bre, desideologizada y despolitizada. Nos hemos empobrecido
enormemente, nuestra pobreza intelectual y cultural inunda nues-
tros modos de vida. Finalmente, todo el conocimiento es ideológi-
co, puesto que solo se pude confrontar una ideología desde la pers-
pectiva de otra ideología. No hay modo de establecer la superiori-
dad de una visión del mundo con respecto a otras, la única estrategia
posible es tomarlas tal como se presentan y seguir adelante admi-
tiendo de plano todo ese enorme e irreductible variedad. KUHN nos
habló de la inconmensurabilidad de paradigmas, es decir, del relati-
vismo epistemológico resultante en el conflicto de dos visiones teó-
ricas. Toda democracia se fundamenta en el pluralismo político e
ideológico. Ninguna crítica de la ideología, la tarea de reflexión
social termina con el señalamiento de que en todo hay ideología y de
que todo es ideológico.
La crítica a la ideología permite desenmascarar los intereses ocul-
tos que se encuentran en una ideología política. La política postmo-
derna proclama la era del fin de las ideologías, fin de los metarrela-
tos, fin de las narrativas políticas; el objetivo de todos los partidos
políticos se ha reducido y empobrecido a una mera gestión pública
en un ambiente ideológico pobre y estéril. La idea de un compromi-
so activo con la sociedad pierde su justificación, la praxis cívica y
política se diluye y comienza su crisis crónica e irreversible. La soli-
daridad social se diluye a favor de la sociedad de masas. La anomia
social, el individualismo, la deshumanización entran en escena.
RAFAEL AGUILERA PORTALES

7.2.4. HEGEMONÍA IDEOLÓGICA, POSTPOLÍTICA Y


NEOLIBERALISMO CAPITALISTA
Hoy por hoy, la ideología neoliberal capitalista-materialista está
sustituyendo a las ideologías políticas de antaño (socialistas, social-
demócratas, demócrata-cristiano, revolucionarias, fascismo, comu-
nismo, anarquismo,…). La semejanza entre la perspectiva neolibe-
ral y una típica ideología “clásica” (liberalismo económico clásico)
consiste en que ambas sirven como marcos a priori de todos los futu-
ros discursos y prácticas políticas e ideológicas. Joaquín ESTEFANÍA
lo define como pensamiento único, una especie de fundamentalismo
económico que defiende el mercado libre sin alguna intervención o
planificación del Estado, un modelo político que ha hecho aumentar
la pobreza y la desigualdad social.
Pierre BOURDIEU, ANTHONY GIDDENS y Ervin GOFFMAN compa-
ró invencibilidad de la visión del mundo neoliberal con la del “dis-
curso fuerte”, “discurso aplastante” “discurso político triunfante”,
un discurso que tiene todas las fuerzas terrenas más poderosas e
indomables. En este sentido, la política se doblega y subordina a la
economía. La nueva ideología neoliberal aplasta el resto de ideolo-
gías o pensamientos políticos alternativos. El triunfo de esta ideolo-
gía se debe en gran parte a la crisis de otras ideologías políticas. El
neoliberalismo culmina como fin de las ideologías políticas, siendo
una nueva ideología política y económica en la sociedad postmoder-
na del fin de las narrativas modernas.

7.2.4.1. NUEVAS FORMAS DE IDEOLOGÍA NEOLIBERAL


CAPITALISTA
El neoliberalismo como ideología y práctica económica supone la
mercantilización de palabras, cosas, cuerpos, mentes, personas, de
la naturaleza y la cultura. Todo se compra y se vende, todo se con-
vierte en mercancía con la ley de la oferta y la demanda. El capita-
lismo se define por una apropiación indebida de los recursos natura-
les y públicos con un interés privado de maximizar beneficios y dis-
minuir costos. El resultado de esta nueva ideología global consiste
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

en un enorme saqueo de recursos naturales, destrucción del ecosis-


tema y el aumento de la desigualdad socio-económica a escala glo-
bal, crisis financiera y económica mundial. El sistema económico
capitalista ha tratado de fusionar desarrollo tecnocientífico con una
ideología de progreso, seguridad y bienestar, una ideología dema-
siado perniciosa y manipuladora. Max WEBER, el eminente sociólo-
go y politólogo alemán, fue quien introdujo el concepto de raciona-
lidad para definir la forma de la actividad económica capitalista,
como el tráfico social regido por el derecho burgués y la domina-
ción burocrática que caracteriza el Estado moderno.
En este aspecto, racionalización significa ampliación de los ámbi-
tos sociales que quedan sometidos a criterio de decisión racional
(industrialización del trabajo social, urbanización de la formas de
existencia, tecnificación del trafico social y de comunicación). La
racionalidad con respecto a fines se implanta con la irrupción de la
modernidad. Esta progresiva “racionalización” 21 de la sociedad tam-
bién es avalada por el progreso científico y técnico, en la medida
que va entrando. Esta racionalidad científica y técnica comienza a
sustituir las viejas y tradicionales cosmovisiones religiosas que, legi-
timaban el sistema socioeconómico burgués.

7.2.5. TECNOCIENCIA COMO IDEOLOGÍA DEL DESARROLLO


CAPITALISTA POSTINDUSTRIAL
HABERMAS, en su trabajo Ciencia y técnica como ideología y dedicado a
MARCUSE revisa y examina las concepciones de MARCUSE,
HORKHEIMER, y ADORNO sobre de la ciencia y la técnica contempo-
ráneas. El punto de partida de su reflexión es la completa irraciona-
lidad y alienación en la que se halla sumida la sociedad contemporá-
nea, por un exceso racional tecnológico y económico. MARCUSE nos
21 ADORNO y HORKHEIMER publican en colaboración su gran obra La Dialéctica de
la Ilustración, donde analizan el concepto de “razón ilustrada”. La tesis central de
esta obra expresa como la dinámica de la racionalidad moderna aboca irremisible-
mente hacia una autodestrucción como la que se expresó en AUSCHWITZ, una
“nueva suerte de barbarie” en ADORNO, T. W. Y HORKHEIMER, M., Dialéctica del
Iluminismo, Sur, Buenos Aires, 1947.
RAFAEL AGUILERA PORTALES

llamó la atención sobre fenómenos de que en las sociedades capita-


listas industriales avanzadas el dominio tienden a perder su carácter
explotador y opresor y a tornarse “racional”, sin que por ello des-
aparezca el dominio político. Las nuevas formas de dominación polí-
tica se tornan más sutiles e inteligentes, una dominación sutil como
coacción anónima. MARCUSE está uniendo, en su análisis de socie-
dad, técnica y dominio racional y opresión, ya que está inserta en su
mundo indeterminado y como unos intereses de clase. De ahí que
pretende pensar en una ciencia y en una nueva técnica diferente a las
de ahora. Como dijo MARCUSE:
Lo que quiero demostrar es que la ciencia en virtud de su
propio método y sus conceptos, han proyectado y fomenta-
do un universo en que la dominación de la naturaleza queda
incluida a la dominación de los hombres…la ciencia vuelve a
aparecer de nuevo en el aparato de la producción y de des-
trucción que mantiene la vida de los individuos, y la mejora,
y que los somete a la vez a los amos del aparato.”22

MARCUSE piensa en una actitud alternativa frente a la naturaleza;


pero de aquí no cabe deducir según HABERMAS la concepción de una
nueva técnica. En este sentido se refiere a la idea de que una nueva
ciencia y una nueva técnica traten a la naturaleza no como un objeto
a su libre disposición, sino como un interlocutor (sujeto) de una
posible interacción: “[…] en vez de naturaleza explotada cabe bus-
car a la naturaleza fraternal”.23 La ciencia y la técnica se constituyen
así en fuente de legitimación del sistema capitalista avanzado y en
una ideología por el progreso técnico, ante el cual los hombres sa-
crifican su libertad y su autonomía en aras de un aparato técnico.

22 Cfr. HABERMAS, J., Ciencia y técnica como ideología, Ed. Tecnos, Madrid, 1989, p. 62.
MARCUSE, REICH; E. Fromm, desde su posición freudmarxista, tratan de ver las
motivaciones psicológicas en las transformaciones sociales a tal efecto estudian las
relaciones de dominación política y represión sexual.
23 Ibidem., p. 62.
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

RELACIÓN HOMBRE-NATURALEZA
-Interlocutor- (sujeto)- acción co-
municativa
(Desarrollo sustentable)
Naturaleza
-Objeto- (medio)- acción instru-
mental o estratégica
(Destrucción medioambiental)

Fuente: Elaboración Propia

En este sentido, se institucionaliza el dominio de la técnica como


dominio político. De este modo, la política se transforma en tecno-
cracia, se politiza la esfera técnica y se tecnifica la esfera política. La
esfera técnico-económica desplaza la esfera política-moral. El desa-
rrollo técnico desintegra la esfera moral, se elimina la moral del
ámbito social, se privatiza todo, se despolitiza todo. “El método
científico, que conducía a una dominación cada vez más eficiente de
la naturaleza, proporcionó después también tanto los conceptos
puros como los instrumentos para la dominación cada vez efectiva
del hombre sobre el hombre a través de la dominación de la natura-
leza.”24
El hombre se somete al aparato técnico-económico y esta pérdida
de libertad no aparece como irracional, ni como perdida política,
sino como sometimiento lógico que hace la vida más cómoda y eleva
la productividad del trabajo. Con la Ilustración surge el entusiasmo
del pueblo ante los ideales de la Revolución Francesa de 1789: liber-
tad, igualdad y fraternidad, en este contexto político-cultural surge
la razón tecno-científica como método que garantiza la seguridad de
un progreso indefinido.
Hoy la dominación se perpetúa y amplia no solo por medio
de la tecnología, si no como tecnología y esta proporciona la

24 Cfr. HABERMAS, J., Ciencia y técnica como ideología, Ed. Tecnos, Madrid, 1989, p. 58.
RAFAEL AGUILERA PORTALES

gran legitimación de un poder político expansivo que engu-


lle todos los ámbitos de cultura.25

El hombre confía plenamente en la razón humana y en su señorío


frente al mundo (antropocentrismo). El desarrollo científico parece
estar supeditado y subordinado a desarrollo moral. El desarrollo
científico-técnico posibilita el desarrollo el desarrollo económico-
industrial, y el desarrollo tecnológico debe servir al desarrollo mo-
ral. No obstante, esto no ocurre así. El desarrollo industrial excesi-
vo comienza a entrar en contradicción con el desarrollo moral inte-
gral del hombre, un ejemplo evidente lo tenemos en la destrucción
y deterioro medioambiental que se produce en el planeta y la ex-
plotación del hombre por el hombre. 26
En este sentido, se produce una contradicción importante entre
el desarrollo tecnológico y el desarrollo moral. En principio, las
mejoras que introduce la técnica deben servir para una liberación
mayor del hombre, sin embargo no ocurre así. El desarrollo técnico
desplaza al desarrollo moral, lo cuestiona, lo imposibilita, al sumer-
gir al hombre al imperio de la razón científico-tecnológica. Bajo esta
racionalidad todo se cosifica, todo se mercantiliza, todo se convierte
en producto de consumo, todo tiene un precio. El individuo pierde
las riendas de su propia historia y su futuro depende las manos ex-
trañas. Nada tiene valor como fin en sí mismo, si no como medio
para el individuo.
De esta forma la sociedad entra en el conformismo acrítico
(adaptación a todo y relativismo del todo vale o me vale todo), el materia-
lismo vulgar y hedonista (primacía del tener sobre el ser, tanto tienes
tanto vales), y en el nihilismo cínico (nada tiene sentido y no tenemos
referentes). Desde la razón tecnológica-instrumental27 no cabe juicio
racional moral sobre nada, quedamos, por tanto, sumergidos en la

25 Ibidem., p. 58.
26 Cfr. CORTINA, A., Crítica y Utopía: la escuela de Frankfurt, Cincel, Madrid, 1996, p.
123.
27 Ibidem, p. 140.
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

irracionalidad de la sociedad. Nada podemos decir acerca de la


muerte, la violencia, la tortura, el hambre, los campos de concen-
tración, el genocidio o el sentido último de la vida.
7.2.6. NUEVAS FORMAS DE IDOLOLOGÍA EN LA SOCIEDAD
GLOBAL DE LA INFORMACIÓN
La “globalización” alude a la progresiva separación del poder y la
política. La política no ha logrado domesticar los poderes fácticos
económicos, todo lo contrario, la economía dicta sus reglas y la
política se subordina terriblemente a la economía global. La política
se doblega y subordina a la economía. La política pierde su poder,
mando y dirección a favor de las grandes empresas y corporaciones,
una nueva oligarquía económica gobierna el mundo. Como señala
Manuel CASTELLS en su reciente y monumental obra en tres volú-
menes, dedicada al estudio de la “sociedad de la información”, el capi-
tal, y particularmente el capital financiero. En la actualidad, el capi-
tal es global y extraterritorial, no respeta fronteras ni naciones, y ya
no está restringido por territorios ni por el costo prohibitivo de los
viajes, lo mismo ocurre con la información.
La globalización económica ha alcanzado antes al ciudadano que
la globalización jurídica de los derechos humanos o el proyecto hu-
manista universal de una ciudadanía cosmopolita. Las estructuras
que rigen el gobierno global y regional se encuentran en ubicadas en
la Unión Europea (EU), el Área de Libre Comercio de América del
Norte, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial
(BM), Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD),
la organización mundial de Comercio (OMC), G-8, Bank for Inter-
nacional Settlements (BIC) y el Acuerdo General de Aranceles y
Comercio (GATT), así como las empresas transnacionales y las
agencias multilaterales son los impulsores y garantes de un proceso
veloz y rápido de globalización económica y política. La lógica de
estos organismos internacionales28 se rige por criterios económicos
28 MCGREW, A., “Globalization and Territorial Democracy”, en MCGREW, A.
(comp.), The Transformation of Democracy? , Cambridge, 1997. CARRIÓN RODRÍGUEZ,
RAFAEL AGUILERA PORTALES

y de mercado, donde priman las contribuciones al comercio, la in-


versión, la eficiencia de la producción, donde se cuestionan la rele-
vancia de los Estados soberanos, especialmente en cuanto a sus acti-
vidades de protección social y local de ayuda a los más débiles y
desamparados. En realidad, con estas gobernanza global 29 ponemos
de manifiesto que la prioridad se concede a la expansión y repro-
ducción de los mercados globales. En esta línea, la gobernanza glo-
bal es una gobernanza esencialmente neoliberal económica en cuan-
to promueve y desarrolla el proyecto de mercados globales, el im-
perio internacional de la ley, la democracia liberal y los derechos
humanos universales como proyecto de civilización política.

La “ideología” que fracasa en la Undécima tesis sobre Feuerbach de


MARX (“hasta los ideólogos se han limitado a interpretar y especular sobre
el mundo; de lo que se trata es de transformarlo”) determina el desprecio
y marginación de las visiones teóricas e ideologías. Finalmente, no
necesitamos interpretar, analizar ni comprender la realidad política,
sino que se trata de transformarla. El desprecio hacia la compren-
sión e interpretación teórica viene dado por una visión pragmatista y
positivista de la realidad. La primacía de la praxis sobre la teoría
marca un punto de inflexión, sin entender realmente que la teoría
constituye el primer acercamiento transformador de la realidad.

A. J., “El derecho internacional a la hora de la globalización” en OLIET PALÁ


(comp.) Globalización, Estado y Democracia, Servicio Publicaciones Universidad de
Málaga, Málaga, 2003; STIGLITZ, J. E., El malestar en la globalización, Madrid: Taurus,
2002; CASTELLS, M., La era de la información, vol. II, El poder de la identidad, Madrid,
Alianza, 1998; BECK, U., ¿Qué es la globalización?, Barcelona: Paidós, 1998;
PRZEWORSKI, A., Sustainable Democracy, Cambridge: Cambridge University Press,
1995.
29 No eludo la dificultad que conlleva esta temática, pues aglutina esferas y ámbitos

distintos. Por un lado, no podemos negar ni ocultar que existe una cierta incon-
mensurabilidad o incomunicabilidad entre los estudios jurídicos y sociológicos en
materia de “ciudadanía” que, por un lado, empobrecen y marginan al Derecho de
la ricas y variadas aportaciones de los estudios filosóficos y sociológicos; esta vi-
sión normativista y formalista jurídica que enclaustra y reduce el derecho a mera
técnica logística y operativa de efectividad de los derechos sin ningún tipo de plan-
teamiento profundo sobre el mismo. Vid. PÉREZ LUÑO, A. E., ¿Ciberciudadanía o
ciudadanía.com?, Barcelona, Gedisa, 2004,
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

Cornelius CASTORIADIS, afirmó que el problema de nuestra civi-


lización es que ha dejado de cuestionarse a sí misma, es decir, que
no se revisa críticamente. Por tanto, vivimos en una sociedad tecno-
crática, acrítica, irreflexiva y simple. En esta línea, podemos afirmar
que la proclamación del fin de “las grandes narraciones” de
LYOTARD, o según Richard RORTY, la cancelación de la “política del
movimiento”. La “política de campaña” anuncia el descompromiso
de las clases ilustradas, una fragmentación de grupos separatistas, la
gran negación de la vocación intelectual moderna. Entonces, no hay
lugar para la crítica positiva, no existe espacio para la revisión, el
debate, la revisión y mejora, la tertulia, la vida intelectual.
Las técnicas de marketing y publicidad de alguna forma están sus-
tituyendo el papel que jugaban las ideologías políticas. La programa-
ción ideológica y televisiva manipula las masas de consumo. El pen-
samiento político alternativo se repliega hacia espacios reducidos. La
sobresaturación y exceso de información de los medios de comuni-
cación impide la ampliación y desarrollo de la libertad ideológica,
libertad de pensamiento, libertad de conciencia, análisis, interpreta-
ción y juicio político. La información no se traduce en conocimien-
to. La sobreestimulación, saturación y embotamiento informativo
desplaza al conocimiento y juicio político, al debate intelectual,
ideológico y científico. Las ideologías políticas se apoyan en valores
fundamentales y superiores de cualquier organización política (liber-
tad, igualdad, solidaridad, autonomía, democracia y participación).
Jean Francois REVEL definió la ideología como “una construcción
a priori, elaborada a pesar de los hechos y las leyes y con desprecio
hacia ellos; es simultáneamente contraria a la ciencia y la filosofía, a
la religión y la moral”. REVEL espera que la ciencia acabe por reem-
plazar la ideología. La visión positivista de la ciencia política espera
reemplazar las ideas políticas por los hechos duros. Cuando eso ocu-
rra, se cumplirá la predicción de CASTORIADIS; la sociedad dejará de
cuestionarse a sí misma.
RAFAEL AGUILERA PORTALES

7.3. CRISIS POSTMODERNA, DESPOLITIZACIÓN Y FIN DE LAS


IDEOLOGÍAS
Los partidos políticos, debido a su pragmatismo político electoral en
su competencia por el voto, han perdido su ideología, o mejor aún,
su visión teórica política. Los partidos se han pragmatizado tanto
que se han desustancializado convirtiéndose en grupos de poder
banales, efímeros y pobres. Su indefinición política e ideológica
responde al nuevo contexto postmoderno de fin de las ideologías.
Su indefinición no genera un grado de distinción política por lo que
finalmente la gente lo visualiza como: “todos son iguales”. La pobre-
za cultural e ideológica de la política tiene que ver con una tecno-
cratización y pragmatización de la política. En la actualidad existe
una ideología postmoderna y tecnocrática que mantiene la idea de
que no existe una distinción entre partidos de izquierda y derecha.
Esta ideología de la desaparición de las ideologías modernas no deja
de ser una nueva ideología más que sin duda puede ser cuestionada.
Bajo una cierta visión tecnócrata y postmoderna de la política se ha
pretendido pronunciar el fin de las ideologías.
En este sentido, considero que el concepto marxista de ideología
sigue siendo útil para desenmascarar formas de dominación actuales.
MARX entendía el concepto como falsa conciencia, invertida o de-
formada de la realidad que nos impide una correcta interpretación
de la misma. Desde este concepto se puede desenmascarar los in-
tereses de dominación que subyacen en la condición humana. La
ciencia y la técnica en la actualidad actúan como ideologías del mo-
delo de producción capitalista, toda ideología en definitiva constitu-
ye un modo de acceso e interpretación de la realidad; pero también
toda ideología esconde intereses.
a) Las ideologías científicas son análisis explicativos cuyo ob-
jeto es hiperbólico, en relación a la norma de cientificidad
que le es aplicada en préstamo; b) siempre hay una ideología
científica antes de una ciencia, en el campo en que la ciencia
vendrá a instituirse, siempre hay una ciencia, antes de una
ideología, en el campo lateral que esta ideología enfoca obli-
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

cuamente; c) la ideología científica no debe ser confundida ni


con las ciencias falsas, ni con la magia, ni con la religión.
Como ellas, está movida por una necesidad inconsciente de
acceso directo a la totalidad, pero es una creencia sin trans-
parencia frente a una ciencia ya instituida, de la que recono-
ce el prestigio y cuyo estilo intenta imitar.30

El anuncio del “fin de las ideologías” constituye una declaración


de intención más que una descripción de las cosas como son: basta
de criticar la manera en que se hacen las cosas, basta de juzgar o
censurar al mundo confrontando su estado actual con la alternativa
de una sociedad mejor. Un realismo político desideologizado reco-
rre el mundo. La despolitización de la economía constituye un sín-
toma de la nueva ideología postmoderna del “fin de las ideologías”.
Una nueva hegemonía ideológica viene a colmar el vacío resultante
de los universales. Toda teoría y práctica política es fragmentada,
desregulada, autorreferente, singular y episódica como la vida pos-
moderna. La postmodernidad incurre en un relativismo difuminado
como pluralismo. La ideología del multiculturalismo esconde esta
visión política. Las grandes ideologías políticas y sociales de la mo-
dernidad, coincidían en un punto: que la lógica de las cosas como
son desafía y contradice los dictados de la razón. El socialismo, la
ilustración, el positivismo, el anarquismo, estos grandes metarelatos
han quedado en el pasado histórico.
Daniel BELL y Seymour MARTIN LIPSET en El fin de las ideologías
(1960) consideraban que la ideología ha perdido actualidad y capaci-
dad de persuadir, y que ha cedido su lugar a la tecnología social 31 o a
la ingeniería social. Incluso, una visión ideológica tecnocrática se
impone como la ideología pragmática capaz de resolver todos los
problemas de la política. En este mismo sentido, están estrechamen-
te emparentadas con las posteriores elaboraciones de El fin de la
historia, de Francis FUKUYAMA (1989), quien con bases hegelianas
30 CANGUILHEM, G., Idéologie et rationalite, Vrin, Paris, 1977.
31 DÍAZ, E., RUIZ MIGUEL, A., Filosofía política II (Teoría del Estado), Editorial Trot-
ta, 1996, pp.226-227.
RAFAEL AGUILERA PORTALES

apunta como error del marxismo atribuir causas materiales a fenó-


menos que son esencialmente ideales por naturaleza. El fin de la
historia, por cierto, arrastra el fin de las ideologías, luego de lo cual,
alega FUKUYAMA en forma paradójica e inconsecuente, seguirán
siglos de aburrimiento que harán que la historia comience otra vez.
Cornelius CASTORIADIS promovió otra corriente en la tradición
marxista y freudiana, que implica un desplazamiento de la teoría de
la ideología, al ocupar su lugar el concepto de imaginario social.
Filósofos y científicos sociales se apropiaron en buen número de
término y de la idea general, hecho que, junto con la crisis política
del marxismo atenuó el nivel de los estudios sobre la ideología en
vísperas de la nueva centuria. La concepción del imaginario social32
incluye las redes simbólicas en estructuras psíquicas profundas, que
CASTORIADIS desarrolla con estricto conocimiento de las categorías
del psicoanálisis.
La Teoría Política postmoderna que afirma el “fin de las ideologías”
33
y concibe las ideologías como algo sumamente irracional, o exce-
sivamente racional. En este sentido, soy un poco escéptico en que el
fin de las ideologías consiga aunarnos a todos en un acuerdo en
torno a nuestra conveniencia del modelo democrático. Esta ideolo-
gía postmoderna, en lo personal considero que esta ideología post-
moderna del “fin de las ideologías” nos conduce a una mayor apatía e
indiferencia política y una creciente despolitización de la sociedad.

7.4. SOCIEDAD DEL RIESGO, CIBERESPACIO Y SUS ENEMIGOS


El ciberespacio o revolución digital, sede de la práctica intelectual
posmoderna, se alimenta de la fragmentación y promueve fragmen-
tación, ya que es a la vez su producto y su principal causa eficiente. La
sociedad postmoderna se define por una sociedad plural y abierta;
pero a la vez sumamente fragmentada en la globalización creciente.

32Ibidem, p.229.
33Vid. EAGLETON, Terry: Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidós, 1997; Vid.
HABERMAS, J., Ciencia y técnica como ideología, Tecnos, Madrid, 1968; HABERMAS,
Conocimiento e interés, Ed. Taurus, Madrid, 1968.
LEGITIMIDAD, PODER Y LEGALIDAD

La visión de Ulrich BECK de “la sociedad del riesgo” es un atisbo de esa


vida: vivir de una crisis en otra, intentando enfrentar los problemas
más conocidos solo para provocar una cantidad desconocida.
El calentamiento global, hambrunas, la capa de ozono, enferme-
dad de las vacas locas, el deterioro de la calidad de vida, el peligro
de la energía nuclear, superpoblación, la polución, las consecuencias
impredecibles de la agricultura industrializada y química, transgéni-
cos, la contaminación, los nuevos virus y enfermedades, las crisis
económicas periódicas. El creciente recurso y abuso de la química
en nuestra alimentación y medicina puede traer consigo la extinción
del género humano. La proliferación de enfermedades constituye un
efecto rápido. Sin duda, nadie sabe cuán inminente es el riesgo, la
probabilidad de que se produzca la catástrofe. La catástrofe e incer-
tidumbre es más cercana que nunca. El fin de “las grandes narracio-
nes” es innecesario, y tal vez incluso poco ético, a la luz de la expe-
riencia moderna, lamentar que ya no existan. No obstante, el hom-
bre es un animal político que se mueve por ideas. La historia de las
ideas políticas ocupa un lugar especial y necesario en le Ciencia Polí-
tica contemporánea.
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