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INTRODUCCIÓN

Se entiende por “crecimiento y desarrollo” el conjunto de cambios fisiológicos

que comprenden varios procesos como son: la fecundación del óvulo, la

división y la diferenciación de las células pluripotenciales que formarán cada

una de las estructuras del organismo, participando en el desarrollo del feto, el

crecimiento del lactante, la infancia y adolescencia, hasta que el individuo

alcanza la edad adulta o madurez. En cuanto al “crecimiento físico”, se define

como el incremento de tamaño del individuo y habitualmente se evalúa

midiendo los cambios en altura, peso o ambos parámetros a la vez. El

crecimiento físico tiene lugar por el aumento del número (hiperplasia) y/o el

tamaño de las células (hipertrofia) del cuerpo, siendo la velocidad de síntesis

de proteínas mayor a la de la proteolisis en este proceso. El individuo seguirá

creciendo hasta que se igualan ambas velocidades, alcanzando entonces la

fase de madurez.

Durante la lactancia se produce un crecimiento muy rápido, en la niñez el

crecimiento es más lento y uniforme. Sin embargo, al inicio de la adolescencia

se produce una aceleración evidente del crecimiento, que va disminuyendo

progresivamente con la edad hasta que se alcanza la madurez. Durante los

primeros años de vida, el sistema nervioso se desarrolla muy rápidamente,

mientras que los genitales permanecen “inactivos” hasta la adolescencia. Otro

término a considerar es el “desarrollo o maduración”, pues se asocia al

aumento paulatino de la capacidad física y mental del individuo. Durante el

desarrollo cambia la composición del organismo y distintas funciones

bioquímicas, se produce una disminución del agua corporal y aumenta el


contenido de grasas y elementos como nitrógeno, calcio y fósforo, así como el

de diferentes enzimas; apareciendo además variaciones en el ciclo vigilia-

sueño. Además de estar condicionados por factores genéticos hereditarios, los

procesos de crecimiento y desarrollo dependerán también de factores

ambientales. Dentro de los factores ambientales, el tipo nutrición/alimentación

va a ser determinante en cada una de las etapas del individuo, cuyos

requerimientos nutricionales evolucionan para satisfacer las necesidades del

niño.
ALIMENTACIÓN EN LACTANTES (0 A 1 AÑO)

La etapa de lactante corresponde al primer año de vida del niño y en función de

sus necesidades nutricionales, se puede dividir en dos subetapas. La primera

va desde el momento del nacimiento hasta los 4 ó 5 meses de edad, en la cual

se alimenta al bebé exclusivamente con leche de origen materno (lactación

natural) o bien con una fórmula láctea (lactación artificial). La segunda abarca

desde los 4 ó 5 meses hasta el año de vida. Durante esta subetapa, al lactante

se le introducen progresivamente nuevos alimentos (alimentación

complementaria). El introducir la alimentación complementaria alrededor de los

4 ó 5 meses de vida del bebé, se debe a que las necesidades nutricionales y

de agua del lactante varían y los sistemas digestivo y renal, presentan un

mayor grado de madurez, aumentando así la capacidad de absorción intestinal

y de excreción por parte del riñón.


FISIOLOGÍA DEL LACTANTE

La inmadurez fisiológica del lactante lo hace vulnerable a distintos alimentos.

En neonatos esta inmadurez es especialmente relevante en los sistemas

relacionados con la absorción y metabolización de nutrientes. Recordemos que

durante el proceso digestivo se producen diferentes secreciones que son ricas

en enzimas para favorecer la digestión de los alimentos. En el caso del

lactante, la composición y cantidad de estas secreciones variará y evolucionará

durante los primeros meses de vida. A continuación se describen las

características funcionales del neonato:

1. Sistema digestivo

a) Secreción salival: Durante los primeros meses de vida, se produce poca

cantidad de saliva. En consecuencia, también será baja la concentración de

las enzimas que digieren el almidón –amilasa-, sin embargo, la lipasa que

encontramos en la saliva del lactante presenta una actividad enzimática

adecuada.

b) Secreción gástrica: Durante los primeros meses de vida se produce una

menor concentración de ácido clorhídrico y pepsina, enzima que está

implicada en la digestión de las proteínas en el estómago.


Figura 1. Características fisiológicas diferenciales del neonato. Fuente: Mataix,

2005.

c) Secreción pancreática: El lactante produce la suficiente cantidad de

proteasa para digerir las proteínas de la leche. Sin embargo, no se secreta

la suficiente cantidad de amilasa, por lo que no se produce la digestión del

almidón. Este último aspecto es muy importante y debe tenerse en cuenta a

la hora de diseñar una formula infantil, la cual no debe tener en su

composición almidones que no puedan ser digeridos por el neonato durante

los primeros 4-6 meses de vida. Por otra parte, la lipasa pancreática

tampoco presenta una gran actividad enzimática en la secreción

pancreática, hecho que podría comprometer la digestión de las grasas de la

leche, especialmente la que contienen algunas fórmulas infantiles.

d) Secreción biliar: El organismo del bebe no produce una cantidad

suficiente de sales biliares para llevar a cabo correctamente su función.


Esto podría comprometer el proceso de emulsión y micelización de las

grasas de la leche, condicionado además por el hecho de que el bebé no

presenta una buena actividad lipasa en la secreción pancreática.

e) Digestión intestinal: Desde su nacimiento, el neonato produce las tres

enzimas (disacaridasas) más importantes -lactasa, sacarasa y maltasa-,

capaces de romper los disacáridos. Además, en el intestino también se

produce una cierta cantidad de glucoamilasa, enzima que realiza parte de la

digestión del almidón, ya que este carbohidrato se irá incorporando

paulatinamente a la dieta. Por otra parte, también se evidencia actividad

lipasa, enzima que junto a las mencionadas anteriormente, intervendrá en la

digestión de las grasas.

2. Funcionalismo hepático

El hecho de que el lactante presente una capacidad limitada para

biosíntetizar sales biliares y la circulación enterohepática, puede afectar

negativamente a la digestión de las grasas. Cabe resaltar que el lactante

presenta un:

a) Déficit de ciertas enzimas que pertenecen al ciclo de la urea, implicadas

en el metabolismo de las proteínas. Debido al déficit de estas enzimas en el

hígado, podría verse limitada la excreción de urea, con lo que un exceso de

ingesta de proteínas con respecto a sus requerimientos nutricionales,

provocaría un empeoramiento en la excreción de urea en el lactante.

b) Déficit de enzimas implicadas en el catabolismo de ciertos

aminoácidos. Por tanto, en dietas con exceso de proteínas podrían

incrementarse los niveles de aminoácidos en plasma y encéfalo,

acarreando efectos adversos.


c) Déficit en la actividad enzimática implicada en la síntesis de ácidos

grasos poliinsaturados de cadena larga omega 3 y omega 6. Se produciría

una síntesis limitada de ácido araquidónico y DHA (docosahexanoico), que

son esenciales en la funcionalidad y estructura del sistema nervioso.

d) Déficit en la biosíntesis de ciertos aminoácidos.

3. Funcionalismo renal

La inmadurez del riñón del bebé influye en la capacidad de excreción de

solutos, la concentración renal, la reabsorción tubular y la excreción de

protones. En consecuencia, el neonato debe controlarse el grado de

hidratación y el equilibrio ácido-base corporal.

4. Sistema nervioso y esquelético

Al nacer, el bebé presenta una clara inmadurez nerviosa, la cual irá

madurando de forma progresiva durante el primer año de vida. El encéfalo

del neonato crece hasta doblar su peso durante el primer año de vida.

Además, desde el nacimiento hasta su sexto año de vida, se produce la

mielinización del sistema nervioso, que se prolonga hasta alcanzar la

pubertad (ver Tabla 1).


Tabla1. Fuente: Fases del desarrollo neuromuscular en el lactante. Mataix,

2005. El sistema circadiano -formado por relojes biológicos-, controla los

distintos ritmos biológicos como son:

1) La concentración de diferentes hormonas (melatonina, cortisol e insulina,

entre otras).

2) La variación de la temperatura corporal,

3) El ciclo vigilia-sueño y, 4) la regulación de la ingesta, entre otras múltiples

variables fisiológicas. Diariamente, el reloj biológico del bebé debe “ponerse

en hora” y sincronizarlo con factores ambientales externos denominados

sincronizadores o zeitgeber. En humanos, el ciclo de luz y oscuridad es el

sincronizador más importante. En el recién nacido, el sistema circadiano

además de ser inmaduro, no está adaptado a los estímulos externos,

presentando un periodo aproximado de actividad de 3 horas en lugar de 24

horas. Los ritmos circadianos de las distintas variables fisiológicas (de 24

horas) van apareciendo a lo largo de los primeros 6 meses de vida. La

aparición paulatina de los ritmos biológicos en los niños menores de 6

meses puede utilizarse como un indicador para establecer su madurez

fisiológica. Para facilitar que madure el sistema circadiano del bebé, se

aconseja evitar en lo posible la exposición a la luz y ruidos durante la noche,

mientras que durante el día es conveniente mantener un ambiente luminoso

-sin bajar las persianas- y expuesto a los ruidos propios de la actividad

diurna. Además, conviene alargar el periodo entre las ingestas nocturnas.

Los hábitos y horarios de alimentación, actividad física, sueño y exposición a

la luz evitan las condiciones ambientales constantes durante la noche y día,


lo que permite al reloj biológico de bebé ajustarse o sincronizarse con los

factores ambientales externos.

NECESIDADES NUTRICIONALES DEL LACTANTE

Según las OMS, las ingestas recomendadas durante la primera subetapa de la

lactancia (hasta los 4 ó 5 meses), se basan en el nivel medio de energía y

nutrientes que contiene la leche materna, ya que será el único alimento que

cubra los requerimientos energéticos y nutricionales del neonato durante sus

primeros meses de vida. El lactante tiene unos requerimientos nutricionales

superiores, debido a que ha que cubrir -de forma muy rápida- mayores

necesidades fisiológicas -crecimiento, maduración y desarrollo del organismo-.

1. Energía como se ha comentado anteriormente, el lactante tiene una

demanda energética superior (100-115 kcal/kg/día) a la del adulto (30-35

kca/kg/día). Para cubrir estas necesidades energética, la leche materna le

aporta un alto contenido en grasa (38%), entre un 48% y 54% de

carbohidratos, y un 8% de proteínas. La lactancia artificial debe mantener las

mismas proporciones de nutrientes. Conforme el lactante va creciendo y

evolucionando, se van introduciendo nuevos alimentos que complementan

sus requerimientos nutricionales, siendo los requerimientos similares a los

(45-60% de carbohidratos, 20-35% de lípidos y entre el 10% y 15% de

proteínas.

2. Proteínas Las proteínas suponen entre el 10-12% de la ingesta de energía,

proporcionando al niño el nitrógeno necesario par renovar y sintetizar los

diferentes aminoácidos o proteínas de su organismo. Durante toda la etapa


de la lactancia, los requerimientos de proteínas se aproximan a 1,5 g/kg de

peso/día, teniendo en cuenta que la calidad de la proteína que se ingiere

durante la primera subetapa de lactancia materna es máxima y que durante

la segunda subetapas, se introducen proteínas de menor calidad

procedentes de la alimentación complementaria. Aunque las necesidades de

proteínas en el lactante son elevadas, si se sobrepasan los niveles

requeridos, el niño podría sufrir problemas metabólicos que afectarían al

funcionamiento hepático y renal. Este tipo de problemas no se presentan en

neonatos, ya que toman leche materna o de formula -siempre que esté bien

preparado el biberón-. Sin embargo en niños que ingieren leche de vaca u

otros animales, se podrían presentar las disfunciones mencionadas

anteriormente, ya que la leche de vaca contiene una proporción proteica

cuatro veces superior a la materna. Además, la leche de la vaca contiene un

80% de caseína, frente al 20% que presenta la materna. También se

observan diferencias en cuanto al perfil de otras proteínas como la

seroalbúmina, lactoferrina e inmunogobulina A, que alcanzan una

concentración del 95% en leche materna y solo un 20% en la de vaca. Por

esta razón, al preparar la leche de fórmula se reduce la cantidad y el tipo de

proteína, para que sea lo más similar posible a la leche materna.

3. Lípidos Hasta los 4-5 meses de vida, el lactante requiere que entre el 50-

55% del aporte energético sea de origen lipídico, descendiendo a partir de

entonces hasta el 40%. La leche materna y la de fórmula contienen entre el

48-54% de grasa. Como ya se ha comentado anteriormente, el lactante

presenta un déficit de lipasa pancreática y sales biliares, pero la lipasa

presente en la saliva, intestino y la que contiene la propia leche, permite que


el niño pueda hacer la digestión de la grasa de forma adecuada. Respecto al

perfil lipídico, la leche materna contiene menor cantidad de ácidos grasos

saturados y mayor de insaturados que la leche de vaca, sobre todo de ácido

oleico (entre el 35-40% del total). Además, proporciona ácidos grasos

esenciales -araquidónico, docosahexanoico y dihomogammalinolénico-, que

no pueden ser sintetizados por el neonato. Estos ácidos grasos intervienen

en la maduración del sistema nervioso y la retina. En este sentido, en las

formulas infantiles se intenta adecuar el perfil lipídico al que presenta la

leche materna.

4. Carbohidratos En los cuatro primeros meses de vida el aporte de

carbohidratos debe representar entre un 32-48% de la ingesta, aumentando

paulatinamente hasta llegar al 55-60%. La leche materna aporta alrededor

de un 38% de energía en forma de carbohidratos (mayoritariamente lactosa),

frente al 27% que contiene la de vaca. Recordemos que el lactante exhibe

un déficit de amilasa al nacer, teniendo en consecuencia una limitación para

digerir almidones. En ese sentido, las formulas infantiles no deberían

contener almidón, e incorporar lactosa como carbohidrato principal emulando

así la leche materna. También pueden contener otros azucares como

glucosa y dextromaltosa, que se digiere en el intestino.

5. Vitaminas y minerales Al igual que ocurre con otros nutrientes esenciales, el

lactante requiere mayor cantidad de vitaminas y minerales por kg/día que el

resto de su vida. La leche materna presenta diferencias importantes en

micronutrientes con respecto a la de vaca. Por ejemplo, la absorción de

hierro y calcio es del 75% y 70%, respectivamente cuando se ingiere leche

materna, descendiendo hasta el 30% y 20% cuando provienen de leche de


vaca. En este sentido, el lactante tendrá un mejor aporte de vitaminas y

minerales cuando se alimenta con leche materna. Así, leche de fórmula

contendrá mayores niveles de estos nutrientes en su composición.

6. Agua

Los requerimientos de agua en el neonato serán altos por diversas razones:

- El lactante presenta mayor superficie corporal que peso.

- La piel es mas fina y por tanto la pérdida de líquido por sudoración será

mayor.

- El bebé no tiene desarrollada la capacidad de concentrar la orina, por ello

necesita mayor cantidad de agua que una persona adulta para diluir las

sustancias que excreta. El agua que necesita el niño procede

mayoritariamente de la leche que ingiere. Circunstancialmente puede

necesitar un suplemento de agua para evitar una posible deshidratación a

consecuencia de estar expuesto a altas temperaturas, sufrir fiebre y/o

diarrea.
ALIMENTACIÓN DEL LACTANTE Y ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA

Durante los primeros meses de vida, el lactante se alimentará exclusivamente

con leche materna, empezando a introducir paulatinamente distintos tipos de

alimentos para completar su alimentación en función de la madurez fisiológica.

Si el niño no pudiera seguir la lactancia natural, se utilizaran entonces formulas

adaptadas que emulen la leche de la madre.

1. Lactancia natural Desde su nacimiento, el niño debe empezar a mamar para

inducir en la madre la producción de una primera secreción denominada

calostro. El nacimiento, es el primer contacto del lactante con un ambiente

contaminado con gérmenes. Los calostros suministran al niño las defensas

inmunitarias -distintos tipos de leucocitos, inmunoglobulinas y otras

moléculas-, que actúan como mecanismo de defensa frente a posibles

agresiones externas. Posteriormente, entre los cuatro y nueve días tras el

parto, la madre empieza a producir una leche de transición, que evolucionara

a la leche madura o definitiva. Composición de la leche Al comparar la

composición de los nutrientes presentes en leches de hembras de diferentes

especies, se constata que existen grandes diferencias entre ellas, debido a

que las crías de cada especie tienen distintos requerimientos nutricionales.

Así, a la leche de fórmula diseñada a partir de leche de vaca, se le debe

ajustar la composición para que se asemeje a la materna. Además de

proporcionar al niño los nutrientes necesarios, la leche humana es muy rica

en compuestos bioactivos, implicados en diferentes funciones que se

describen a continuación:
 - Contiene enzimas digestivas para facilitar la hidrólisis de ciertos

nutrientes presentes en la leche.

 - Incorpora compuestos antibacterianos (bacteriostáticos) como la

lisozima, capaz de romper ciertos componentes de la pared de las

bacterias. La concentración de lisozima en la leche materna es 5.000

veces superior a la descrita en leche de vaca. También contiene

lactoferrina, otro antimicrobiano capaz de quelar el hierro, impidiendo

de este modo el crecimiento de bacterias patógenas -el hierro no

estaría disponible para las bacterias por encontrarse unido a

lactoferrina-.

 - Los oligosacáridos presentes en la leche tienen un efecto

prebiótico, es decir, favorecen la proliferación en el intestino de la

microflora rica en bífidobacterias,

que son muy favorables para el desarrollo del lactante, ya que impiden el

desarrollo de microorganismos patógenos y favorecen la síntesis de algunas

vitaminas.

 - La leche de la madre es una de las fuentes más importantes de bacterias

para la colonización intestinal (prebióticos), observando grandes diferencias

entre la flora intestinal de niños amamantados y aquellos que han sido

alimentados con fórmulas infantiles. Además, en la leche materna se

encuentran diferentes bacterias que presentan actividad inmunomodulara y

antiinfecciosa.

 - Contiene Inmunoglobulinas procedentes de la madre, que actúan como

anticuerpos frente a patógenos presentes en el tracto digestivo y

respiratorio del lactante.


 - Además, aporta factores de crecimiento y desarrollo y ciertas citoquinas,

que tienen capacidad antiinflamatoria e inmunomoduladora.

VENTAJAS DE LA LACTANCIA MATERNA

La composición de la leche materna, está adaptada específicamente a la

fisiología, necesidades nutritivas y de crecimiento del lactante, por lo que se

considera un alimento óptimo, único e inigualable. Además de aportar

nutrientes y sustancias beneficiosas para la salud del niño, la lactancia materna

lleva asociada otras ventajas, relatando a continuación algunas de ellas:

- Psicológicas. La madre se involucra directamente en la crianza, confiriéndole

una sensación de reconocimiento y relación física afectiva con su niño.

- Desarrollo correcto de los maxilares del bebé, debido a que al mamar el bebé

adopta una postura correcta, distinta a la derivada de la lactancia artificial.

- Mejor digestión y absorción de nutrientes, ya que la composición de la leche

de la madre está adaptada específicamente a la inmadurez fisiológica del

lactante.

- La composición de ácidos grasos de la leche facilita la digestión y absorción

de grasas, contribuyendo además al desarrollo de la retina y sistema nervioso

central.

- La osmolaridad de la leche está adaptada a las características del riñón del

bebé.

- Condiciones higiénicas y térmicas óptimas.

- Protege al niño de numerosas infecciones del sistema nervioso, aparato

respiratorio, tracto digestivo, orina, oídos, ocasionadas por bacterias y virus.


- Se reduce la incidencia de alergias, eccemas, cólicos del lactante y vómitos y

el desarrollo a largo plazo de otras enfermedades como diabetes mellitus,

enfermedad de Crohn, obesidad o cardiopatías.

En condiciones normales, la lactancia materna no presenta inconveniente

alguno. A pesar de ello, no debe realizarse en situaciones especiales como las

que se describen a continuación: 1) aparición de ictericias graves en el niño a

consecuencia de algunos compuestos presentes en la leche materna, 2)

enfermedades metabólicas del lactante, como por ejemplo una intolerancia a la

lactosa, 3) toxiinfecciones alimentarias y otras enfermedades de la madre, 4)

escasa producción de leche, 5) alteraciones orgánicas en la madre o en el

bebé. Además, también puede afectar negativamente a la lactancia natural (por

tanto a la óptima), la actividad laboral de la madre durante los primeros meses

de vida del lactante.

RECOMENDACIONES PARA LA LACTANCIA MATERNA

El estímulo más importante para inducir la producción de la leche en la madre

es la succión del niño. Es de gran importancia ofrecer el pecho y que el bebé

permanezca en contacto con la madre, si es posible antes de la primera media

hora tras el parto. Cuantas más veces se agarre el niño y se facilite el vaciado

de la leche de la mama, mas cantidad de leche se va a producir. Al principio se

debe evitar ofrecer al bebé biberón y chupete, puesto que la forma de chupar

estos objetos estimula una musculatura distinta a la que se desarrolla al

succionar del pecho. Esto puede ocasionar que si el niño no succiona la mama

como es debido, se produzcan grietas en el pezón, no se vacíe bien el pecho,


se originen mastitis y se tenga menor producción de leche. También se

desaconsejan las pezoneras, ya que se acorta el tiempo que pasa el bebé

succionando. En principio, el niño no necesita otros suplementos distintos a la

leche y si fuese necesario, se administraría siempre bajo la supervisión del

pediatra. El tiempo necesario para completar cada depende de la calidad de la

leche de la madre y la edad del bebé y varía de un bebé a otro. Lo ideal es que

la toma dure hasta que el niño se suelte de forma espontánea de la mama. En

un principio se le ofrecerá el pecho a demanda. En ocasiones, el niño sólo

obtiene la cantidad de leche necesaria de un solo pecho. Si el niño tomara de

los dos pechos, es probable que no vacíe de leche completamente el último

que se le ha ofrecido; por ello en la siguiente toma se le ofrecerá inicialmente

del ultimo pecho. Es importante tener claro que cada pecho debe quedarse

vacío alternativamente, para evitar así que se acumule leche en la mama y se

pueda desarrollar una mastitis. El vaciado del pecho también facilita que el

organismo de la madre, adapte la producción de su leche a las demandas

específicas de su bebé. Por tanto se recomienda que el niño vacíe un pecho

antes de ofrecerle el otro. La mayoría de los problemas derivados de la

lactancia natural se producen por adoptar una mala posición, o bien un mal

agarre del lactante, facilitando la aparición de grietas. Cuando se da el pecho,

la leche pasa desde la madre al bebé debido a

1) la expulsión activa o “subida de la leche” por la madre y,

2) la extracción de leche por succión del bebé, formando el lactante una

especie de tetina que incluye un tercio del pezón y dos tercios de tejido de la

mama. La madre y el bebé deben estar cómodos, manteniendo los cuerpos

juntos (ombligo con ombligo). Una vez que el niño está colocado, se le debe
estimular para que abra la boca -frotando los labios con el pezón- y colocarlo

para facilitar el agarre, dirigiendo para ello el pezón desde abajo hacia arriba. Si

la posición y succión son correctas, la madre no debería sentir dolor, ni siquiera

cuando hay grietas en el pezón. Los pezones planos se convierten de forma

natural una “tetina” debido a la succión del bebe, por lo que no se recomienda

el uso de pezoneras. Por otra parte, no conviene que la madre pince el pecho

para no deformar el pezón, impidiendo que entre bien en la boca del niño. Si la

nariz del niño tocara la mama impidiéndole respirar, para separarlo se le puede

desplazar hacia el otro pecho. Respecto a la higiene de la mama, tan solo es

necesaria la ducha diaria de la madre. Después de de cada toma, debe

secarse el pecho y cambiar los discos absorbente las veces que haga falta

para mantener seca la zona de los pezones. Se recomienda no fumar durante

el periodo de lactancia. De no poder evitarlo, no hacerlo nunca en presencia del

niño, o antes de una toma. El tabaco contiene potentes alérgenos que pueden

producir complicaciones respiratorias de cierta gravedad en el lactante. Del

mismo modo, se recomienda que la madre que da el pecho no beba alcohol.

También es recomendable que la madre utilice un sacaleches para aliviar las

molestias derivadas del acumulo de leche, las mastitis y para utilizarla en un

momento determinado, ya que la leche materna se puede conservar unos 5

días en el frigorífico y de 3 a 6 meses en el congelador. En caso de cesárea, la

subida de la leche suele tardar más, por ello se recomienda ofrecer el pecho lo

antes posible tras el parto y tener paciencia hasta que se produzca “la subida

de la leche”. Si se hubiera producido un parto gemelar, se aconseja ofrecer

simultáneamente cada pecho a los bebés o hacerlo de forma alternativa.


2. Lactancia artificial Cuando no es posible llevar a cabo la lactancia natural, se

utilizarán las fórmulas artificiales. Gracias a los conocimientos sobre la

composición de la leche materna, las necesidades nutricionales del lactante y

el desarrollo tecnológico, podemos encontrar en el mercado una gran variedad

de fórmulas que se adaptan a diferentes circunstancias del niño. Dada la

importancia de una correcta alimentación en los albores de la vida, diferentes

comités relacionados con la nutrición -American Academy of Pediatrics (AAP),

European Society of Pediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition

(ESPHAN) y el Comité Científico de Alimentación de la Comisión Europea-, han

establecido una serie de recomendaciones sobre la composición y calidad de

las fórmulas lácteas, identificando dos tipos de formulas: i) la leche de inicio,

indicada en la primera subetapa de lactancia y ii) la leche de continuación,

adecuada en la segunda subetapa donde se alcanza una cierta madurez

fisiológica en el lactante. Fórmulas de inicio Las leches de inicio o adaptadas

tienen por objeto cubrir -por sí solas-, los requerimientos nutricionales del

lactante hasta los cuatro-seis meses de vida. Esta fórmula se elabora

modificando la composición de la leche de vaca para que se aproxime a la

humana. Para alcanzar el perfil de nutrientes de la leche de la madre, se

reduce la cantidad de proteínas y se ajusta el perfil de aminoácidos, grasa,

vitaminas y minerales, destacando la adición de acido docosahexanoico (DHA).

Además, se incrementa la concentración de hidratos de carbono -en especial

lactosa-, oligosacáridos y maltodrextrina. A las fórmulas de inicio también se les

adicionan ciertos compuestos nitrogenados como taurina, carnitina y

nucleótidos. Fórmulas de continuación A partir de los cuatro a seis meses de

vida, el niño puede continuar su alimentación con leche materna o bien,


sustituirla por leche de continuación, introduciendo paulatinamente nuevos

alimentos para que su alimentación sea complementa. La composición de la

leche de continuación es más flexible que la de inicio y se puede utilizar hasta

los tres años de edad, dado que el lactante ya ha alcanzado la madurez

fisiológica, permitiéndole evolucionar hacia una alimentación más compleja.

Para favorecen la colonización de la microbiota intestinal al igual que ocurre en

niños alimentados con leche materna, ciertas formulas de continuación

contienen probióticos y prebióticos. Fórmulas para prematuros Los niños

prematuros nacen con una inmadurez fisiológica mayor que los niños cuya

gestación ha llegado a término. Por ello, las fórmulas para prematuros han de

promover el crecimiento del niño, que ocurrirá siempre que la ingesta calórica

sea superior a la energía utilizada –incluyendo pérdida por heces y orina-, sin

que provoque estrés en las funciones digestivas, metabólicas y excretoras. Las

fórmulas para prematuros deben aportar unos 130 kcal/kg/día. Respecto a los

hidratos de carbono, estas fórmulas deben incluir dextrinomaltosa y lactosa.

Además, aportarán 3,5 g/kg/día de proteínas y deben suplementarse con

nutrientes esenciales como taurina y carnitina, ácido araquidónico, DHA,

triglicéridos de cadena media, vitaminas y minerales. Fórmulas especiales: Se

aconseja el empleo de formulaciones artificiales en situaciones especiales

relacionadas con ciertas disfunciones metabólicas del lactante, como por

ejemplo una intolerancia a la lactosa.

- Fórmulas sin lactosa: Se utilizan cuando el lactante presenta una deficiencia

en la digestión de la lactosa por no disponer de suficiente cantidad de enzima –

lactasa-, para digerirla.


- Fórmulas de soja: Cuando el niño presenta una intolerancia a la proteína de la

leche, se le puede ofrecer como alternativa un preparado lácteo rico en

proteínas de soja.

- Hidrolizados proteicos: Son fórmulas cuyas proteínas se encuentran

hidrolizadas. Estas fórmulas se aconsejan cuando el lactante presenta alguna

alergia a la proteína de vaca y se considera oportuno prevenirla. Como

inconveniente, estos hidrolizados presentan mal sabor y una alta osmolaridad,

pudiendo dañar las células del intestino.

- Fórmulas elementales: Son fórmulas cuyos componentes se absorben

prácticamente sin digestión, no dejando residuos. Están indicadas en caso de

diarrea severa o mal funcionamiento intestinal. Son productos caros y de mal

sabor.

- Fórmulas antirregurgitación: A estas fórmulas se les añade un espesante para

anular los vómitos y las regurgitaciones del lactante.

- Leches de crecimiento: Son productos lácteos adaptados a las necesidades

de los niños de uno a tres años de edad y se pueden encontrar en el mercado

como Junior o leche 3.

3. Lactancia mixta Es aquella en la que el lactante recibe leche de la madre y

artificial. Se debe adoptar este tipo de alimentación cuando la madre no tiene

suficiente cantidad de leche (hipogalactia) o bien, cuando no dispone de tiempo

suficiente para la lactancia natural. En el caso de hipogalactia, la madre ofrece

primero el pecho y posteriormente la leche artificial, denominando a esta

técnica lactancia coincidente. En caso de no poder ofrecer la leche materna de

manera continua, se seguirá la técnica alternante, ofreciendo siempre que se

pueda la leche materna y la fórmula láctea cuando la madre no este disponible


y no se la haya extraído previamente con el sacaleches. Alimentación

complementaria La alimentación complementaria se denomina también beikost,

término alemán que significa “alimento adicional” y hace referencia a los

alimentos -diferentes a la leche humana y fórmulas de continuación-, que van a

ser incorporados paulatinamente a la alimentación del lactante. Dicha

alimentación se caracteriza por el aporte diario, regular y en cantidades

significativas de complementos líquidos, semilíquidos o sólidos y se debe a

que:

- Los requerimientos nutricionales a una determinada edad no pueden

cubrirse sólo con leche. Por ejemplo, la leche materna presenta

concentraciones de hierro y zinc inferiores a las necesarias en niños de 4 a 6

meses, por lo que deben suministrarse a través la ingesta de alimentos

complementarios.

- El niño debe aprender a masticar y desarrollar hábitos alimenticios mediante

la introducción de alimentos.

- En la mayoría de bebés, la lactancia materna va a proporcionar una nutrición

adecuada hasta los 6 meses de edad, mientras que otros bebés van a

necesitar -junto a la lactancia materna-, alimentos complementarios antes de

alcanzar los 6 meses) para apoyar el crecimiento y el desarrollo óptimo del

niño.

- La alimentación complementaria se introduce entre los 4-6 meses de edad,

época en la cual se establecen los mecanismos de regulación de la ingesta.

La evidencia disponible no aconseja que se introduzca antes de los 3 meses,

ya que podría aumentar el riesgo de morbilidad infecciosa.


Dado que existen factores sociales, culturales, familiares y económicos que

condicionan la elección de alimentos y su preparación culinaria, a continuación

se resumen algunas indicaciones que explican las razones por las cuales el

lactante debe seguir, después de los 4 meses y antes de los 6 meses, una

alimentación complementaria: El nuevo alimento debe introducirse en

pequeñas cantidades y de forma progresiva, de manera que los cambios no

sean bruscos y el organismo del lactante sea capaz de tolerarlo sin ningún

problema. La incorporación del nuevo alimento se realiza una vez que el niño

ha tolerado bien el anterior.

- Durante el primer año, la ingesta de leche materna, de fórmula o sus

equivalentes en derivados lácteos, no debe ser inferior a 500 mL/día. Se

aconseja introducir la leche de vaca tras el primer año de vida, debido a su

elevada carga de solutos y a sus efectos adversos sobre el estado nutricional

del hierro y el perfil lipídico.

- La elección de los alimentos responderá a hábitos familiares, socioculturales y

del entorno, ya que no existen evidencias científicas que especifiquen qué

alimentos y en que orden deben ser introducidos.

- La alimentación complementaria a los 6 meses de vida no debe suministrar al

niño más del 50% de la energía necesaria.

- Es aconsejable que se eduque el paladar del lactante con alimentos que no

contengan mucha sal ni azúcar, para evitar el desarrollo a medio-largo plazo de

hipertensión, caries, obesidad, etc.

- La ingesta de agua debe ser frecuente, condicionada por la actividad y el

ambiente.
En la Tabla 2 se muestran las etapas a las que se introducen los alimentos

durante el primer año de vida, según los protocolos de la Agencia Española de

Pediatría:Tabla 2. Fases de introducción de alimentos en el primer año de vida.

*La fruta en zumo o pieza pueden alternarse a partir del sexto mes. Fuente:

Lázaro y col. 2002

El primer alimento no lácteo que se introduce hacia el cuarto mes son los

cereales, que contienen mayormente hidratos de carbono y energía y en menor


proporción proteínas, ácidos grasos esenciales, minerales y vitaminas como la

tiamina.

Las papillas de cereales se pueden elaborar con leche materna, fórmulas de

inicio o continuación y en caso de que sean lacteadas, se elaborarán con agua.

Se aconseja que las harinas que se utilizan en la fabricación de papillas no

contengan gluten antes de los 6 meses de edad. Según el comité de nutrición

de ESPGHAN, debe empezar a introducirse el gluten en pequeñas cantidades

a partir de los 4 meses

Hacia el quinto mes y tras la alimentación complementaria con cereales, se

incorpora la papilla de frutas, que además de aportar fibra, ayuda al tránsito

intestinal y aporta un alto contenido en vitaminas. Tras la incorporación de la

papilla de frutas, se introduce el puré (6º mes), constituido por hortalizas y

verduras variadas. Las verduras foliáceas (acelgas, espinacas, col, etc.), se

introducen a partir de los 9-11 meses por su alto contenido en nitratos. A estos

purés de verduras se les puede añadir carne (empezando por las carnes

blancas como el pollo) y un poco de aceite de oliva virgen extra. De esta

manera, se consigue un puré muy completo desde el punto de vista nutricional,

aportando un alto nivel calórico y fibra, vitaminas, sales y minerales como el

hierro (muy importante debido a que si sólo se utiliza la leche el aporte de

hierro será escaso). En el noveno mes se pueden alternar carnes y pescados

blancos y al año de vida, se incorpora el huevo, la leche de vaca y el yogur,

aunque la yema se le puede dar al niño a partir de los 9-10 meses. Es muy

importante que el huevo este bien cocinado, para que la albúmina de la clara

sea más digestiva y evitar una posible toxiinfección por la


bacteria Salmonella. Importancia de la hidratación El lactante tiene mayor

susceptibilidad a sufrir deshidratación que un adulto, hecho que se agrava

porque el lactante no puede comunicar a sus progenitores cuando tiene

sensación de sed. En niños, la necesidad de agua se determina por las

perdidas de líquido que sufren, por el agua que necesitan para el crecimiento y

desarrollo y por la cantidad de solutos que ingieren en la dieta. En lactantes, las

pérdidas de líquido por evaporación pueden suponer más de un 60% de la

ingesta de agua. Por esta razón, el lactante necesita mayor cantidad de agua

por kg de peso que un adulto. También se producen mayores pérdidas de agua

cuando aumenta la temperatura ambiental o bien el niño está sometido a un

proceso febril.

Por otra parte, al contrario que ocurre en adultos aproximadamente el 50% del

agua se localiza en el compartimento extracelular. Además, los riñones del

lactante todavía son inmaduros por lo que serán más sensibles a posibles

desequilibrios en el balance hídrico. Habitualmente, las necesidades de agua

en lactantes se expresan en función de la masa corporal, ya que los niños

experimentan un crecimiento rápido y continuo.

Las necesidades mínimas de agua diaria dependerán de las condiciones

ambientales y la dieta, recomendando la OMS las concentraciones siguientes

en función de la edad:

- De 100 a 190 mL/kg/día en niños de hasta 6 meses de vida, aunque se

considera que las necesidades hídricas quedan cubiertas con la aportada por la

leche materna.

- De 800 a 1000 mL/día en niños de 6 a 12 meses de vida.


Importancia del sodio Es muy importante que los alimentos introducidos

durante la alimentación complementaria tengan un nivel de sal muy bajo,

aunque al adulto le parezca que el alimento está muy soso. Las

recomendaciones de ingesta de sal en niños de 0 a 6 meses, se basan en la

ingesta media calculada a partir de la composición de la leche materna. A partir

de los 6 meses, se tiene en cuenta la combinación de la leche materna y los

alimentos que se introducen en la alimentación complementaria.

¿Sabías qué?
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