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Hablar de poesía 33

Año XVI, junio de 2016


Director:
Ricardo H. Herrera
Jefe de redacción: hablar de poesía
Bernardo Schiavetta
Editor: 33
Juan Carlos Maldonado
Bernardo Schiavetta
Colaboradores:
Juan Arabia
Carlos Battilana
Estela Barrenechea
Alejandro Bekes
Trinidad Blanco de García
Franco Bordino
Paz Busquet
Magdalena Cámpora
Walter Cassara
Juan Dardón
Javier Foguet
Julieta Marina Herrera
Martín Kohan
Valeria Melchiorre
Mariano Pérez Carrasco
Héctor A. Piccoli
Daniel Ponce
Bernardo Schiavetta
Mariano Shifman
Nelson Specchia
Ezequiel Zaidenwerg
Luciana Zoilo
Martín Zubiria
sumario

Editorial

Ricardo H. Herrera
Hablar de poesía 9

Figuras

Mario Luzi:
Leopardi: una necesaria refundación
en la poesía y en el pensamiento 17
Mariano Pérez Carrasco:
Consideraciones sobre Leopardi filósofo 29
René Char:
Para nosotros, Rimbaud... 37
Pierre Reverdy :
Reverdy por él mismo 45
Nelo Risi:
Pierre-Jean Jouve: conocimiento,
duda, revelación 65
Diagramación: Silvia O t e r o
Alejandro Bekes:
Lugones y su herencia 77
©Alción Editora, 2016 Franco Bordino:
Av. Colón 359 - Galería Cinerama - Local 15 La perfección de Borges 85
5000 - Córdoba - República Argentina
Tel./Fax: (0351) 423-3991
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www.alcioneditora.com.ar Temas
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Giacomo Leopardi:
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
I.S.S.N.: 1514-478X Memorias del primer amor 99
Leopardi: una necesaria refundación
en la poesía y en el pensamiento*

Mario Luzi

A un siglo y medio de la muerte de Giacomo Leopardi,


el conjunto de su obra -nada engorroso, lleno de vida y, al
mismo tiempo, monumental- se encuentra rodeado de una
ferviente actividad de estudios. Ciento cincuenta años no
avaros de fidelidad apasionada y de atentísima dedicación
a su voz poética y a la fuerza de su pensamiento, no menos
que a su legado o a su herencia cultural, fueron, podría
decirse, apenas suficientes para crear una perspectiva
acorde a las dimensiones de la mente leopardiana; por lo
tanto, hoy más que nunca, ésta atrae la atención de culto-
res de todas las disciplinas, y si bien una parte de seme-
I jante atracción se resuelve en incursiones audaces y aza-
rosas, el hecho en sí no puede ser subestimado. Y ese
hecho es el siguiente: que Leopardi, en su poesía y en su
filosofía, y más aun en la mutua interdependencia entre
ellas y en su extraordinaria manera de desarrollarse juntas,
se confirma cada vez más como un autor fundamental para
la época. En este caso, por "época" no se entiende una
simple división periódica en la sucesión del tiempo, sino
el advenir de una etapa humana que justamente él, no
tanto por divinización sino por fuerza de valiente análisis
del real presente, había visto definirse como modernidad,
entendiendo así, como más tarde lo haría Rimbaud, un
tiempo no sólo nuevo, sino inexorablemente diferente.

' En: Mario Luzi, Scritti, Arsenale Editrice, Venezia 1989.

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Podemos decir que aquella época, justamente porque los indicios, por más que se muestren funestos. Se podría
fue captada por Leopardi en los fundamentos sustanciales decir que el deseo funcionó en su doble acepción de año-
de su peculiaridad - m á s que en su superficial y pasajera ranza y de espera, si bien más explícita la primera y más
fenomenología- es todavía la nuestra, no obstante se latente la segunda. Es cierto, de cualquier manera, que
hayan producido cambios y procesos tan graves que con- Leopardi se hizo cargo antagónicamente del rol perdedor
siderarlos como fenómenos superficiales constituiría un de hombre, en vano consciente frente al peligro de la
ultraje a las desastrosas consecuencias sufridas. En efecto, devastación y el desierto. Existía todavía el héroe en el
la profundidad de la exploración fue tal que sus observa- interior del hombre leopardiano, ya que posee una heroica
ciones no se contradecían, sino se podría afirmar que susceptibilidad aquel hombre representado como humilla-
resultaban esclarecidas por los acontecimientos. Por esta do y derrotado por tener que reducirse a la árida verdad.
misma razón, Leopardi se ha ido convirtiendo gradual- En efecto, únicamente una clásica presunción de heroísmo
mente, con el transcurrir de las décadas, en el testigo podía sufrir la insuficiencia de grandeza en donde los nue-
auténtico, en el protagonista más acreditado de la trans- vos tiempos de la era científica lo obligaban a actuar: "la
formación en acto. ¿Dónde? En la historia humana, diría ciencia incrementa (enormemente) el saber, sin embargo
tout court alguien al que yo no logro comprender; por mi no agranda, al contrario, limita la medida de las ideas.
parte, prefiero decir: en la condición interna y externa que Conocer científicamente no significa crecer espiritual-
a esta transformación le da significado, le confiere y le mente". En consecuencia, los grandes emprendimientos se
quita valor, otorgándole una realidad que en sí misma no hacen inimaginables. Permanece todavía vivo el senti-
puede tener. Por otro lado, ya que la realidad no es un dato miento de lo sagrado en la insistencia de su discurso acer-
estable, sino el término actual de una investigación en la ca de la desacralización de la existencia y de la vida. Y se
que hay que perseverar continuamente, lo mismo sucede puede añadir el mito residual de la felicidad, convertido en
con el significado real de la historia. Sobre este tema, Leo- el tema de los temas de la meditación de Leopardi: el hom-
pardi se anticipa a todas las numerosas variantes de la filo- bre al que le es sustraída la felicidad por la corrupción de
sofía de su tiempo y del nuestro. la sociedad - o , según teorías más recientes, denegada por
la naturaleza misma- es un ser a quien se le adeudaba la
Con lo dicho, sin darle vueltas, llegamos a la plena sus-
felicidad, y que por lo tanto sufre una afrenta en cierta
tancia de la reflexión primaria y del correlativo sentimien-
medida ontológica al ser excluido de ella, lo cual confirma
to que abren el discurso y el canto de Leopardi. Estamos,
el heroísmo subyacente al humanismo de Leopardi, de
por lo tanto, en el contragolpe de aquella pérdida de uni-
cuya crisis, los efectos no amorfos, son tan altos e inten-
dad de las referencias y de la armonía entre imagen y sen-
sos.
tido determinada por el fin de la gran ilusión del humanis-
mo, como así también de las antiguas fábulas, bajo los rei- Bajo este aspecto, la humilitas que la poesía de nuestra
terados golpes de la ciencia y del análisis. En el ámbito de época ha reencontrado no puede sortear del todo la gran
esta amarga clarividencia es difícil decir si prevalece la déception leopardiana. Aquel desengaño es el camino por
nostalgia o el orgullo; orgullo, entendámonos, de la con- el cual Leopardi había llegado a adelantarse a ella. Es cier-
ciencia que vigila y se jacta de no cerrar los ojos frente a to, nuestra mente no tuvo como objeto, ni como remota

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hipótesis, al héroe, sino a un hombre que ya no lograba dad de tal estado), todo esto es tan preciso y tan convin-
existir como modelo definido, sino tan sólo como una cente que se constituye en código de la modernidad, irre-
pobre y desgastada presencia en busca de identidad y de versible en cuanto objeto de evoluciones e interpretacio-
justificación; y además (¡hay que reconocerlo!) en un nes diferentes, pero en ningún momento motivo de apos-
determinado momento dejó de considerarlo un detrito y lo tasía ni de denegación. La fuerza de estas argumentacio-
vio como una criatura que es necesario conciliar con la nes probadas por experiencia interior, hay que confesarlo,
creación a la cual pertenece, a través del doloroso y trági- nos había subyugado como lectores y escritores en virtud
co instrumento del progreso del conocimiento, y de aquel de la hipotiposis del poeta moderno que Leopardi había
otro no menos controvertido del autoconocimiento. Ya trazado, inaugurado y personalmente encarnado en el
Leopardi, al crecer y dilatarse el horizonte de su soledad comienzo de un capital traspaso de cultura y de civiliza-
de pensamiento hasta una dimensión cósmica, había visto ción; un traspaso que, atención, cobra realidad también a
al ser humano perder sus rasgos heroicos y asemejarse a partir de su propia conciencia, como para confirmar el dis-
todos los otros seres, perdido y miserable objeto de com- curso acerca de la realidad de la historia que se ha inten-
pasión. .. tado más arriba. Hoy toda esta convergencia de atención
hacia el mundo de Leopardi indica que existe en el pro-
Dejando de lado el fuerte y profundo resentimiento del
ducto de su pensamiento una cantidad objetiva no agotada
desengaño, es tal la entidad del análisis de Leopardi que
por la calidad de la interpretación existencial e ideal tal
no logra ser contenida por completo en su síntesis ultrafi-
como el poeta la había vivido. En conclusión, más allá de
losófica, sapiencial; permanece así abierta a otras funcio-
la plena encarnación que tuvo en el destino de un hombre
nes y a las experiencias que la necesidad determine en la
y en la "historia de un alma" aquel conjunto de ideas que
sucesión de los tiempos y de las circunstancias, merecien-
descienden del pensamiento de Leopardi y que remontan
do otras pruebas y procurando otros criterios y medidas
hacia él y lo constituyen como un organismo, como un sis-
para el pensamiento moderno. Es justamente éste el aspec-
tema (según la definición del Zibaldone), posee un valor
to del denominado legado de Leopardi que aparece en pri-
propio e íntegro también frente a los problemas y los fenó-
mer plano, de forma casi inesperada, en esta fase de su
menos actuales. El libro de Leopardi, en conclusión, está
vitalísima posteridad. El lúcido invento leopardiano de la
en condiciones de renovar y aplazar en la progresión de
agonía poética moderna, coherente con la soledad y la ari-
los tiempos los términos de su credibilidad, responde muy
dez del mundo dominado en todo sentido por leyes indife-
bien a toda prueba: más allá de ser un claro testimonio y
rentes al bien natural o inherente al hombre, hasta ahora
un gran almacén de cultura elaborada, es también una útil
había ocupado el espacio de todas las consideraciones. La
herramienta para el hombre moderno. No ha faltado quien
relación impiadosamente puesta al desnudo entre el hom-
en sectores particulares, como la filología y la lingüística
bre y el objeto del conocimiento, en la persistencia oscu-
o en la observación moral, creyó poder reconocer y dedu-
ra del deseo (y todas las conclusiones que Leopardi obte-
cir un método; no se trata de esta clase de positividad, sino
nía acerca de la condición humana y de las atribuciones
de un prolegómeno radical ofrecido al pensar-hacer poesía
que la poesía tenía que asumir en consecuencia, ya que no
de la época moderna. Esto desciende de una inversión en
podía fortalecerse de nada más que de la reconocida ver-

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rios y las fabulaciones teoréticas sufridas a través de los
el curso de la especulación que, me parece, es posible des-
siglos de la tradición. Poesía y filosofía, ¡a la obra, enton-
cribir de la siguiente manera: una vez agotada la autoridad
ces! Si es cierto en absoluto, resulta tanto más necesario
de los propósitos, indefendibles (si bien añorados) de la
ahora, en esta etapa que es la etapa de fundación de toda
gloriosa cultura; una vez corroída la fuerza de las filosofías
cultura posible. Con audacia y meticulosidad, Leopardi la
vigentes y perimidas, el lugar que quedó vacío no puede
enuncia en su Zibaldone: "Es tan admirable como cierto
ser ocupado por una doctrina ganadora contrapuesta, sino
que la poesía que busca la belleza por su natural propie-
por la readquisición de un primario y desnudo filosofar
dad, y la filosofía que por su esencia busca la verdad, o sea
que reconduzca toda pregunta a aquella fundamental, vale
lo opuesto a la belleza, son las facultades más afines entre
decir a la comparación del hombre con la naturaleza
ellas, al punto que el verdadero poeta está sumamente dis-
humana y con la naturaleza universal. Leopardi observa
puesto a ser un gran filósofo, y el verdadero filósofo a ser
con tristeza que el carácter de la filosofía moderna se fun-
un gran poeta, ya que ni el uno ni el otro puede ser ni per-
damenta en la observación, en la experiencia que "extirpa"
fecto ni grande en su género si no participa de manera más
errores pero no "fabrica" realidades positivas. Leopardi
que mediocre del otro género con respecto a la naturaleza
omite esta esterilidad retrocediendo de hecho a una filoso-
primitiva del ingenio, a la natural disposición, a la fuerza
fía natural: natural, justamente, porque la inamovible pre-
de la imaginación".
misa que la naturaleza constituía en el orden clasicista
vigente cede el lugar al cuestionamiento directo, y por lo En verdad la mente que, insatisfecha de las capas cul-
tanto la naturaleza, que vuelve a ser sin más mediaciones turales producidas con el paso de los siglos reconduce el
el objeto mismo de la filosofía, es el alfa y el omega de discurso y la elucubración a su punto de partida, o sea a la
toda consideración. Así, de forma desapercibida y, al con- naturaleza y a la razón que la enfrenta, no se entrega a la
trario, retraída e introvertida, Leopardi echa los funda- ilusión que sea posible llevar de nuevo la confrontación a
mentos y construye las bases de una nueva etapa de la filo- un estado de integridad primordial; sabe muy bien que la
sofía y de la poesía, que es necesario tratar en conjunto cultura en su maravillosa y desperdiciada riqueza busca la
porque también su unión es esencial para la respectiva naturaleza, casi como si un periplo muy largo se recono-
refundación de cada una. Porque de esto, en claras pala- ciera en vano (o casi) y apurara los tiempos del regreso al
bras, se trata: de una refundación. Leopardi advierte que punto de partida.
ha llegado el momento en donde la aplicación metódica de Leopardi asume plenamente el hábito y el peso de la
principios e instrumentos específicos no alcanza a captu- cultura, mientras ex novo emprende el diálogo con la natu-
rar el aspecto cambiante y ambiguo de la realidad; y que raleza; sin embargo, justamente en esta plenitud de cultu-
todo puede ser cuestionado a pesar de las parciales certe- ra que se entrena en la humilde y paciente investigación y
zas de la ciencia (lo es en el área de la religión, de la moral exploración, recupera milagrosamente la inocencia que
y de la estética) y que el acto de sentir, de presentir y de añoraba, perdida junto con los errores y las fábulas de los
decidir conceptualmente están convocados a la par en esta antiguos. De hecho, la sabiduría de un espíritu verdadera-
instancia crítica, en donde la naturaleza se representa ínte- mente moderno como Leopardi es inmersa en un tan gran-
gra en su enigma después de todos los encierros doctrina- de halo de falta de sabiduría que la recuperación de la ino-

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cencía es verdaderamente una adquisición no imposible. de nuestros remordimientos con respecto a la involución
Va a ser una inocencia ya no más ignara, va a ser al con- de Occidente. Volviendo ahora al pensamiento que
trario una inocencia sabia, ubicada más allá de toda sufi- encuentra su plena dignidad en la confrontación inmedia-
ciencia doctrinaria. Sobre el cargado bagaje de los conoci- ta y continua con la naturaleza, éste es provocado por el
mientos perseguidos y acumulados, el ánimo de Leopardi sentido y el prepotente impulso del ánimo a interrogar el
crece al mismo tiempo en agudeza y sencillez; y está, destino. La fuerza conjunta de esta interrogación resigni-
vuelvo a afirmarlo, más cerca del sabio que del erudito, fica tanto el pensamiento como la poesía. De esta equidad
que por cierto lleva en sí sin desfallecimientos y con Leopardi es bien consciente, así como pocas décadas antes
paciencia. De semejante calidad es el crisol donde madu- lo había sido Hólderlin; por esta razón concluye, fatal-
ran las formas de hacer poesía y del pensamiento que pre- mente, que una vez agotado o desaparecido el mítico y
paran nuestra mente moderna. Mientras se declaran infeli- coral abordaje del mundo, sólo mediante el pensamiento
ces y abandonados, mientras su mentor se siente el retoño es posible para el hombre moderno recuperar cualquier
de una irremediable orfandad, aquellas formas son fuentes forma de intensidad emocional: sólo repensar el mundo le
de una indiscutible energía transformadora. puede otorgar sentido al mundo. La cuestionada condición
moderna tenía también su alto y desolado privilegio. El
hombre nuevo podía reemplazar el espectáculo mítica y
La poesía después de Leopardi no es más la misma;
coralmente perdido con su creación interior. El rescate
podemos hoy tranquilamente establecer como axioma
muy amargo y pleno del espíritu moderno consiste en abo-
esta observación, bien diferente esta vez, que quede bien
car a su interioridad la realidad de las cosas. Los fuegos
en claro, de aquella obviedad sobre la incidencia de todo
para esta alquimia son la memoria, antes, y el pensamien-
verdadero poeta en la continuidad. Sin embargo no estaría
to, luego; pero queda claro que al respecto de esta alqui-
todo dicho si no agregáramos que el pensamiento tampo-
mia Leopardi no delira, quedando bien lejos de su exalta-
co es aquel que había sido, y que semejante mutación se
ción. La carga de amargura y desilusión heroica y filosó-
ha producido mediante la unión de la una con el otro; y lo
fica ha sido demasiado grande; después, la piedad por las
hicieron justamente mientras la obstinada recriminación
cosas y por los seres humanos templa y devuelve al equi-
de Leopardi acerca de los delitos de la razón contra la
librio en Leopardi el demonismo y el faustismo implícitos
naturaleza se iba complicando, por cierto, pero también
en la poiesis moderna. Por otro lado, alcanza muy pronto
integrando con muchas dudas y pensamientos. También
la altura donde el orgullo le cede el paso a la sabiduría; al
existe en efecto - y Leopardi sabía muy bien en qué
contrario, tiene sobre todo esto de prodigioso: que la sole-
esplendidos testimonios de la poesía y de la sabiduría
dad del pensamiento, único poder sobreviviente en un
poder ir a buscarla- una razón natural que toma en cuen-
mundo vaciado de estupor y hasta de sentido directo, es
ta el bien natural o inherente al hombre, y no se trata de la
acompañada por la amorosa preocupación por la suerte de
racionalidad reductiva y fríamente funcional y utilitaria
las criaturas, y ninguna parcialidad de lectura ideológica
frente a la que la incipiente civilización burguesa había
podrá negar que esto sea cierto.
plegado el régimen científico. A tal respecto, debemos
tener en claro que es enorme la anticipación de Leopardi Ya se ha dicho qué clase de pensamiento pueda tener

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este desierto y no obstante humanísimo poder de compen- La religio del ser es en Leopardi par a la religio del
sación: se trata del pensamiento reintegrado en la natural estar y del existir; por lo tanto, la primera no elimina a la
necesidad, que tiene a la naturaleza como único argumen- segunda, tampoco cuando en su etapa suprema parece ser
to y no se aisla en una tesis o en su opuesto; de tal mane- ganadora y parece elevarse solitaria en su altura desierta.
ra que la relación entre naturaleza madre y madrastra no es A este punto, con igual perfecta sincronía también el pen-
una oscilación - y menos una conversión- sino un excur- samiento y el canto cesan su diálogo que había sido tan
sus; y la relación entre la razón fecunda y la razón des- convulsionado en la etapa heroica, y tan tenso y claro en
tructiva no es una indecisión, sino también un excursus\ la etapa idílica. El canto se eleva ahora a la altura del pen-
Leopardi nos devuelve estas ideas, desnudas y liberadas samiento que mientras tanto se convirtió en soberano a
de toda sobrefecundación, como términos fundamentales raíz de la experiencia cumplida; sin embargo, es un canto
de nuestro conocimiento y como elementos de compara- todavía, y más que nunca piadoso de nuestra fragilidad y
ción de nuestra prueba, de nuestro destino. debilidad, si lo escuchamos elevarse sobre la lava petrifi-
La naturaleza a la que el poeta de Primavera o de las cada donde la retama florece:
fábulas antiguas reprochaba de haber dejado de ser la gran
madre, sigue siendo de todos modos la madre, si bien inal- ...alpensier mió
canzable, contradictoria y controvertida. Todo, en definiti- che sembri, allora, o prole
va, se reduce a un juego con ella. Sin embargo, ella no es delluomo...
una categoría ni una idea. Se trata entonces de un juego
eterno, inagotable por la inagotable variedad y ambigüe- [...ante mi mente
dad del objeto y por la inagotable variedad y ambigüedad ¿qué resultas, entonces
de la observación y del análisis. Hasta cierto momento, prole humana?...]"
que podría coincidir con el Canto nocturno, los dos térmi-
nos de la confrontación y del conflicto, la naturaleza y la Estamos en un espacio muy enrarecido y traslúcido.
razón, desaparecen en la absoluta perentoria y unívoca Ahora se hace difícil establecer si existe contradicción o
necesidad que es el ser. En este punto nos damos cuenta de coherencia en el hecho, superiormente filosófico y poéti-
que Leopardi coloca antigüedad en la filosofía moderna y co, de que al infinito de los sentidos, y luego al infinito del
modernidad en la antigua. Él, quien tan dolorosamente pensamiento, le corresponde siempre en Leopardi la fini-
sintió la mutación y nos enseñó a observarla y verla como tud, si bien fragmentada, conmovida, consumida, de la
un criterio primero de inteligencia, tuvo también la gracia forma.
de la recomposición de los tiempos en una para nada visio- Resulta también ocioso preguntarse si Leopardi fue
naria, sino natural continuidad, justamente en una perfec- tentado como tantos grandes artistas en la culminación de
ta analogía, podría decirse, con el ser, que no puede dejar su arte por la seducción del no finito, o mejor dicho, de lo
de superar las modificaciones que lo atraviesan y exorbi-
tar en su misteriosa irrefutabilidad de las angustias del jui- " "La retama", w . 183-185, Cantos, Cátedra, Madrid 2009, p. 501.
cio pobre y limitado que al respecto emite el hombre. Traducción de María de las Nieves Muñiz Mufliz.

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no acabado, o mejor todavía, de lo no cerrado en la forma,
que madura como extrema y casi ulterior expresión, como
queriéndole devolver la palabra a la vida misma. Leopar-
di no tuvo que sentir como violada por la pureza de su
signo la delicadeza y la prodigiosa grandeza del ser vivo,
ni por lo tanto tuvo que maldecir como a un límite aquel
arte que lo había armado en aquella captación, en aquella
caza. La vida y su vibración se habían filtrado entre la red
sutil y fuerte de su frase sin padecer ultrajes ni presiones:
su pena, su fervor, su alegría no habían sido traicionados.
Así como a su coterráneo Rafael, a él tampoco le fue nece-
sario romper con la perfección, porque la perfección ya
había pactado el milagro con el infinito. Y ésta también es
una enseñanza extrema, abierta para nuestras posibilida-
des de interpretación.

Traducción de Luciana Zoilo

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