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DIRECCIÓN
Helena
Usandizaga
Lleonart,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Beatriz
Ferrús
Antón,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Chiara
Bolognese,
Università
La
Sapienza.
Roma,
Italia
Fernanda
Bustamante,
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
Mauricio
Zabalgoitia
Herrera,
Ibero-‐Amerikanisches
Institut
(Alexander
von
Humboldt
Stiftung),
Alemania
COORDINACIÓN
(2015-‐2017)
Mauricio
Zabalgoitia
Herrera,
Ibero-‐Amerikanisches
Institut
(Alexander
von
Humboldt
Stiftung),
Alemania
©
Fotografía
de
la
cubierta:
“Coquero”
o
Universitat
Autònoma
de
Barcelona
“Vendedor
de
Cocos”,
Maurice
Sánchez.
Facultat
de
Filosofia
i
Lletres
www.theoldsystem.tumblr.com
Departamento
de
Filología
Española
@theoldsystem
Edificio
B,
Campus
Bellaterra,
08193
Coordinación
del
número:
María
Teresa
Vera-‐ www.revistes.uab.cat/mitologiashoy
Rojas
y
Fernanda
Bustamante
revista.mitologiashoy@uab.cat
Vol.
12,
invierno
2015
Esta
revista
está
vinculada
al
Grupo
de
Investigación
ISSN:
2014-‐1130
de
la
Generalitat
de
Catalunya
“Redes
transatlánticas:
relaciones
intelectuales
y
literarias”
(ref.
2014SGR
78-‐GRE).
MARÍA
TERESA
VERA-‐ROJAS
Y
FERNANDA
BUSTAMANTE
Introducción:
Sujetos
y
subjetividades
en
el
Caribe
hispano:
lecturas
y
escrituras
desde
el
siglo
XXI……………………........................................................7-‐11
DOSSIER
SUJETOS
Y
SUBJETIVIDADES
EN
EL
CARIBE
HISPANO
MAGDALENA
LÓPEZ
Failure:
A
Conceptual
Proposal
to
Rethink
the
Caribbean………………………………15-‐29
Fracaso:
una
propuesta
conceptual
para
repensar
lo
caribeño
ADRIANA
LÓPEZ-‐LABOURDETTE
El
sueño
de
la
Revolución
produce
monstruos.
Cuerpos
extra/ordinarios
y
aparato
biopolítico
en
La
sombra
del
caminante
(Ena
Lucía
Portela,
2001)…31-‐50
The
Dream
of
the
Revolution
Produces
Monsters.
Extra/ordinary
Bodies
and
the
Biopolitical
Apparatus
in
La
sombra
del
caminante
(Ena
Lucía
Portela,
2001)
MYRNA
RIVERA
MÉNDEZ
Y
JESÚS
DEL
VALLÉ
VELÉZ
Los
soles
truncos:
la
obra,
el
autor,
su
visión,
su
representación
y
su
travestismo..…………………………………………………………………………………………..51-‐69
Los
Soles
Truncos:
the
Play,
the
Author,
its
Vision,
its
Representation
and
its
Travestism
NANNE
TIMMER
Sujeto
y
comunidad;
voz,
isla
y
muerte
en
la
narrativa
cubana
del
siglo
XXI….71-‐82
Subject
and
Community;
Voice,
Island
and
Death
in
Cuban
Narrative
of
the
21st
Century
ARTURO
MATUTE
CASTRO
Dos
narrativas
de
Mariel:
muestrario
de
perdedores
y
suicidas………………..…83-‐100
Two
Narratives
from
Mariel:
Inventory
of
Losers
and
Suicides
LISA
BLACKMORE
Violencia
en
el
Jardín
de
(la)
Patria:
monumentalización
de
las
hermanas
Mirabal
y
el
sitio
de
trauma
en
la
posdictadura
dominicana…………………………………..101-‐117
Violence
in
the
Jardín
de
(la)
Patria:
The
Monumentalisation
of
the
Mirabal
Sisters
and
the
Trauma
Site
in
the
Dominican
Postdictatorship
SABRINA
SOLEDAD
GIL
Oscar
Muñoz
bajo
el
relámpago.
Temporalidad
latinoamericana
y
arte
colombiano
contemporáneo..……………………………………………………………………………………….119-‐135
Oscar
Muñoz
in
Lightning
Flashes.
Latin
American
Temporality
and
Colombian
Contemporary
Art
FELIPE
OLIVER
FUENTES
“a.
C
y
d.
C”,
de
Francisco
Font
Acevedo.
Un
negro
romance
nacional………137-‐146
“a.
C
y
d.
C”.
of
Francisco
Font
Acevedo.
A
Hardboiled
Romance
BETINA
SANDRA
CAMPUZANO
Revelaciones
y
silencios:
Autobiografía
de
un
esclavo,
de
Juan
Francisco
Manzano
y
Biografía
de
un
cimarrón,
de
Miguel
Barnet……………………………………………147-‐162
Revelations
and
Silences:
The
Autobiography
of
a
Slave
by
Juan
Francisco
Manzano
and
Biography
of
a
Runaway
Slave
by
Miguel
Barnet
ISSN: 2014-1130
vol. 12 | invierno 2015 | 3-5
Índice
ESTER
PINO
ESTIVILL
Cuando
Cuba
entró
en
París:
retombées
barthesianas
en
la
crítica
literaria
de
Severo
Sarduy…………………………………….…………………………………………………163-‐175
When
Cuba
Got
Into
Paris:
Retombées
of
Roland
Barthes
in
the
Literary
Critique
of
Severo
Sarduy
MARTINA
URIOSTE-‐BUSCHMANN
Exploraciones
espirituales
del
Atlántico
Negro:
Limbo
Imagination
en
la
novela
Las
negras
brujas
no
vuelan
de
Eliseo
Altunaga…………………………………………177-‐192
Spiritual
Explorations
of
the
Black
Atlantic:
Limbo
Imagination
in
the
Novel
Las
Negras
Brujas
no
Vuelan
by
Eliseo
Altunaga
MARÍA
TERESA
VERA-‐ROJAS
Perturbaciones
subversivas
o
sobre
los
márgenes
de
la
“buena
vida”
en
Mundo
cruel
de
Luis
Negrón..............................…………………………………………………….193-‐203
Subversive
Disruptions
or
About
the
Margins
of
the
“Good
Life”
in
Luis
Negrón’s
Mundo
cruel
ANA
CASADO
FERNÁNDEZ
Reinaldo
Arenas:
una
voz
desde
el
margen
y
la
resistencia………………………..205-‐221
Reinaldo
Arenas:
a
Voice
From
the
Margin
and
the
Resistance
CARLOS
GARRIDO
CASTELLANO
On
Truth
and
Opacity.
Symbolic
Translation
and
Legibility
in
Contemporary
Text-‐Based
Cuban
Art……………………………………………………………………………..…223-‐236
Sobre
verdad
y
opacidad.
Traducción
simbólica
y
legibilidad
en
el
arte
textual
cubano
contemporáneo
CREACIÓN
MARTA
APONTE
ALSINA
De
la
literatura
como
especie
lázaro……………….…………………………………………239-‐243
MABEL
CUESTA
Yerba
prendida
(cubanos
a
la
deriva/fronteras
que
no
se
besaron)…………..245-‐252
MIGUEL
D.
MENA
La
literatura
dominicana
en
el
contexto
caribeño:
¿cómo
seguir
pensando
los
inicios
de
las
vanguardias?.......................................................................253-‐255
VANESSA
VILCHES
Autorretrato
en
tinta……………….………………………………………………………………..257-‐260
JUAN
CARLOS
CHIRINOS
El
cuaderno
de
Taganga
(Fragmento
inconcluso
de
un
viaje
a
un
pueblo
del
Caribe
colombiano)……………………………………………………………………………..261-‐262
LENA
YAU
Camino
de
los
españoles……………….…………………………………………………………..263-‐265
ISSN: 2014-1130
vol.º 12 | invierno 2015 | 3-5
Índice
MONTAGUE
KOBBÉ
Fuego
en
la
capital……………….……………………………………………………………………267-‐273
YOLANDA
ARROYO
Golpe
de
gracia……………….…………………………………………………………..………………275-‐280
ENTREVISTA
FERNANDA
BUSTAMANTE
Somos
islas
hechas
de
infinidad
de
fronteras.
Entrevista
a
Rey
Andújar…….283-‐291
We
are
Islands
Made
Out
of
an
Infinity
of
Frontiers.
Interview
with
Rey
Andújar
MISCELÁNEA
YENNY
KAREN
ARIZ
CASTILLO
Ecología
y
literatura
en
la
poesía
chilena
contemporánea:
Semi
ya,
de
Cecilia
Vicuña,
y
“Cardosanto”,
de
Soledad
Fariña……………….……………………………….294-‐311
Ecology
and
Literature
in
Contemporany
Chilean
Poetry:
“Semi
Ya”,
of
Cecilia
Vicuña,
and
“Cardosanto”,
of
Soledad
Fariña
SARAH
MARTÍN
LÓPEZ
La
poesía
de
Olga
Orozco
o
la
contemporánea
conciencia
de
Job………………313-‐323
Olga
Orozco’s
Poetry
or
Job
Contemporary
Consciousness
INTRODUCCIÓN
SUJETOS
Y
SUBJETIVIDADES
EN
EL
CARIBE
HISPANO:
LECTURAS
Y
ESCRITURAS
DESDE
EL
SIGLO
XXI
Juan
Duchesne
Winter
en
su
ensayo
“Caliban
by
Lacan:
¡Posmodernos
del
Caribe,
separaos!”1
propone
pensar
el
Caribe
a
partir
de
la
negación,
la
condensación,
la
fractura
y
el
desplazamiento:
“El
Caribe
es
sujeto
constituido
en
la
propia
separación
que
lo
niega
como
unidad,
constituido
en
torno
al
ojo
de
huracán
de
su
no-‐identidad”
(52),
afirma
el
crítico
puertorriqueño,
para
líneas
después
señalar
que
se
habla
de
un
sujeto
“que
no
se
constituye
desde
ninguna
unidad
concreta
sino
desde
la
universalidad
de
su
desposesión
y
su
marginalidad
fundándose
en
la
ausencia
de
unidad
que
constituye
su
identidad
imposible”
(56).
Siguiendo
esta
lectura,
y
atendiendo
a
la
problematización
de
los
relatos
e
imágenes
que
fundaron
los
discursos
identitarios
hegemónicos
del
Caribe
hispano,
el
dossier
que
aquí
presentamos
⎯“Sujetos
y
subjetividades
en
el
Caribe
hispano”⎯
tiene
como
objetivo
pensar
el
Caribe
y
las
subjetividades
caribeñas
desde
sus
particularidades
y
fisuras.
¿Cómo
pensar
el
sujeto
desde
la
contemporaneidad
en
el
ámbito
del
Caribe
hispano?,
¿cómo
se
conciben
estas
nuevas
formas
de
subjetividad
en
el
marco
de
los
discursos
raciales,
sexuales,
de
clase
y
género?,
¿cuáles
son
las
formas
de
resistencia
y
subversión
frente
a
los
sujetos
de
poder/saber
que
regulan
las
representaciones
y
relatos
hegemónicos?
o
¿de
qué
manera
se
comunica
y
se
(re)inventa
discursivamente
los
nuevos
sujetos
en
el
imaginario
caribeño
y,
en
consecuencia,
las
comunidades
de
estas
subjetividades
que
han
sido
condenadas
a
la
otredad?
han
sido
algunos
de
los
interrogantes
que
han
orientado
las
reflexiones
que
dan
forma
a
este
número
monográfico
y
a
partir
de
las
cuales
se
indagan,
desde
una
perspectiva
crítica
posicionada
en
el
siglo
XXI,
otras
formas
de
subjetivación
y
comunidad
producto
de
los
procesos
de
revisión,
subversión,
resistencia
y
negociación
culturales
de
los
que
han
participado
la
literatura
y
las
artes
plásticas
del
Caribe
hispano
en
las
últimas
décadas.2
1
Duchesne
Winter,
Juan
(2001),
“Caliban
by
Lacan:
¡Posmodernos
del
Caribe,
separaos!”,
en
Ciudadano
insano.
Ensayos
bestiales
sobre
cultura
y
literatura.
San
Juan,
Ediciones
Callejón,
pp.
49-‐56.
2
El
germen
de
las
reflexiones
que
motivaron
la
convocatoria
para
este
volumen
se
encuentra
en
el
III
Congreso
Internacional
sobre
el
Caribe
organizado
por
la
asociación
ISSN : 2014-1130
vol.º 12 | invierno 2015 | 7-11
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.299
Introducción: Sujetos y subjetividades en el Caribe hispano: lecturas y escrituras desde el siglo XXI
La
primera
parte
del
número
corresponde
al
dossier,
el
cual
se
abre
con
cuatro
artículos
invitados:
MAGDALENA
LÓPEZ,
en
“Failure:
A
Conceptual
Proposal
To
Rethink
The
Caribbean”,
discute
la
importancia
del
fracaso
como
una
experiencia
constitutiva
de
lo
caribeño.
A
través
de
la
revisión
de
diez
narrativas
del
Caribe
hispano
publicadas
durante
el
siglo
XXI,
López
estudia
cómo
estos
textos
ofrecen
una
ruptura
con
los
relatos
heroicos
y
los
supuestos
épicos
en
función
de
los
cuales
han
sido
construidos
las
identidades
políticas
nacionales
y
sociales
en
el
Caribe,
para,
en
su
lugar,
hacer
del
desarraigo
una
fuerza
productiva
y
creativa
que
permite
formas
más
inclusivas
de
comunidad,
así
como
nuevas
maneras
de
negociación
y
relación
con
el
pasado
y
la
memoria.
Por
su
parte,
ADRIANA
LÓPEZ-‐LABOURDETTE,
en
“En
el
sueño
de
la
Revolución
produce
monstruos.
Cuerpos
extra/ordinarios
y
aparato
biopolítico
en
La
sombra
del
caminante
(Ena
Lucía
Portela,
2001)”,
se
sirve
del
cuerpo
extra/ordinario,
monstruoso,
del/la
protagonista
de
la
novela
de
Portela
para
ilustrar
el
fracaso
del
proyecto
revolucionario
del
Hombre
nuevo
y
desmantelar
los
principios
biopolíticos
de
la
Revolución
cubana.
En
“Los
soles
truncos:
la
obra,
el
autor,
su
visión,
su
representación
y
su
travestismo”,
MYRNA
RIVERA
MÉNDEZ
y
JESÚS
DEL
VALLÉ
VÉLEZ
articulan
un
texto
que
indaga
la
construcción
del
sujeto
femenino
en
la
obra
Los
soles
truncos
(1958)
del
dramaturgo
puertorriqueño
René
Marqués,
a
partir
de
dos
propuestas:
por
un
lado,
Rivera
Méndez
presenta
un
análisis
crítico
sobre
la
figura
del
sujeto
femenino
en
las
obras
del
autor;
por
el
otro,
Del
Vallé
propone
una
representación
alternativa
de
esta
pieza
teatral
en
la
que
estos
sujetos
se
presentan
en
clave
queer/travesti.
El
último
artículo
invitado
se
centra
también
en
la
narrativa
cubana.
En
“Sujeto
y
comunidad;
voz,
isla
y
muerte
en
la
narrativa
cubana
del
siglo
XXI”,
NANNE
TIMMER
analiza
las
novelas
Desde
los
blancos
manicomios
(2010),
de
Margarita
Mateo,
y
Días
de
entrenamiento
(2012),
de
Ahmel
Echevarría,
a
partir
de
las
ideas
de
sujeto
y
comunidad,
con
el
objetivo
de
explorar
de
qué
manera
estas
poéticas
resignifican
y
se
relacionan
con
las
alegorías
nacionales.
El
segundo
bloque
del
dossier
está
compuesto
por
artículos
que,
desde
distintas
posiciones
y
a
partir
de
diferentes
objetos
culturales,
se
preguntan
acerca
de
los
nuevos
sujetos
y
las
formas
de
subjetivación
que
definen
el
imaginario
caribeño
contemporáneo.
El
espectro
de
discusiones
que
proponen
estos
textos
comprende
desde
la
reflexión
en
torno
a
la
construcción
de
identidades
nacionales
y
sexualidades
y
subjetividades
disidentes,
hasta
la
revisión
de
ciertas
prácticas
artísticas
que
buscan
problematizar
los
discursos
del
pasado
colonial
y
hacer
un
ejercicio
de
memoria
histórica
y
de
desobediencia
hacia
las
lecturas
consensuadas
y
tradicionales
que
han
fijado
imágenes
y
representaciones
de
“lo
caribeño”
y
sobre
las
subjetividades
del
Caribe
hispano.
YoSoyelOtro,
llevado
a
cabo
los
días
26,
27
y
28
de
noviembre
del
2014,
en
la
Universidad
Carlos
III
de
Madrid.
Para
mayor
información
sobre
el
congreso
y
YoSoyelOtro,
véase:
http://congresocaribe2014.blogspot.com.es.
Cabe
señalar
también
que
este
volumen
dialoga
con
el
número
10
de
Mitologías
hoy,
publicado
en
diciembre
del
2014
y
dedicado
a
la
figura
de
Ena
Lucía
Portela
y
la
narrativa
cubana
del
siglo
XXI.
9
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 7-11
Introducción: Sujetos y subjetividades en el Caribe hispano: lecturas y escrituras desde el siglo XXI
3
La
fotografía
fue
publicada
originalmente
en
su
reciente
libro,
Flow
Tropical
(2015),
del
sello
dominicano
Ediciones
de
A
Poco,
pp.
102-‐103.
DOSSIER
SUJETOS
Y
SUBJETIVIDADES
EN
EL
CARIBE
HISPANO
FAILURE:
A
CONCEPTUAL
PROPOSAL
TO
RETHINK
THE
CARIBBEAN
Fracaso:
una
propuesta
conceptual
para
repensar
lo
caribeño
MAGDALENA
LÓPEZ
CENTRO
DE
ESTUDIOS
COMPARTISTAS,
UNIVERSIDAD
DE
LISBOA
magdalenalopez626@hotmail.com
Abstract:
I
offer
a
conceptualization
of
failure
as
a
constitutive
experience
of
Caribbeanness.
Failure
produces
the
need
to
reformulate
a
history
that
turned
out
differently
from
that
initially
intended,
encouraging
the
uprooting
of
interpretative
assumptions.
Rootlessness,
therefore,
refers
not
only
national
or
geographic
displacement,
but
also
to
the
loss
of
certainties
upon
which
our
vision
of
the
world
is
based.
This
rootlessness
impels
us
to
drift
away
from
the
epic
assumptions
on
which
social,
political
or
national
identities
have
been
established
to
seek
more
inclusive
forms
of
community.
I
show
both
the
potential
of
failure
and
the
dangers
of
denying
it
through
the
study
of
ten
Hispanic
Caribbean
narratives
written
in
the
21th
Century.
Keywords:
Failure,
Rootlessness,
Epic,
Caribbean
Literature
Resumen:
propongo
una
conceptualización
del
fracaso
como
experiencia
constitutiva
de
lo
caribeño.
El
fracaso
conlleva
a
la
necesidad
de
reformular
una
historia
distinta
a
la
que
inicialmente
se
creía,
incitando
un
desenraizamiento
constante
de
las
premisas
interpretativas.
Entiendo,
así,
el
desarraigo
ya
no
simplemente
como
una
dislocación
geográfica
o
nacional,
sino
como
la
pérdida
de
las
certidumbres
sobre
las
que
se
fundamenta
nuestra
visión
del
mundo.
El
desarraigo
obligaría
a
abandonar
las
premisas
épicas
sobre
las
que
se
han
asentado
las
identidades
sociales,
políticas
o
nacionales
para
apuntar
a
formas
más
inclusivas
de
comunidad.
A
través
del
estudio
de
diez
narrativas
del
Caribe
insular
hispano
del
siglo
XXI
expongo
los
recursos
productivos
del
fracaso
así
como
los
peligros
de
la
negación
de
esta
experiencia.
Palabras
clave:
fracaso,
desarraigo,
épica,
literatura
caribeña
ISSN: 2014-1130
Artículo invitado
vol. 12 | invierno 2015 | 15-29
Fecha de recepción:
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.284
31/07/2015
Magdalena López
an
opposite
assessment
when
he
says:
“Una
cosa
es
reconocer
la
derrota
y
otra
asumir
el
fracaso.
La
segunda
postura
implica
lucidez,
reflexión
ética
y
sobre
todo
una
rara
libertad
que
no
existe
frente
a
los
dictámenes
del
éxito”
(2010:
132).
Embracing
a
critical
ethic
is
a
much
more
complex
attitude
than
the
simple
recognition
of
an
antagonist´s
success.
Unfavorable
experiences
cast
doubts
about
the
assumptions
on
which
the
antagonism
is
built,
and
at
the
same
time
question
the
de-‐historization
of
divisive
categories
in
the
Caribbean
(Puri,
2004:
4).
I
propose
then,
to
abandon
differentiations
between
defeat
and
failure
in
order
to
discuss
a
common
experience
of
loss.
It
is
not
my
intention
to
cast
these
words
into
a
moral
dichotomy,
because
I
wish
to
emphasize
the
unpredictability,
historicity,
and
multiplicity
of
these
experiences.
When
I
talk
indistinctively
of
defeat
or
failure
I
am
alluding
to
a
collective
dimension
that
is
often
expressed
by
the
particularity
of
a
narrative
voice
or
character.
Failure
is
not
necessarily
a
straitjacket;
it
can
also
be
a
dynamic
existential
or
historical
experience.
In
Truth
and
Method,
Hans-‐George
Gadamer
sustains
the
existence
of
productive
prejudices
that
appear
when
we
are
confronted
with
certain
experiences.
For
this
philosopher,
the
true
experience
takes
place
when
facts
deny
our
preconceptions
(1989:
316-‐317).
This
unplanned
learning
does
not
necessarily involve
the
abdication
of
certain
principles,
but
it
does
imply
a
significant
transformation
of
the
way
in
which
they
were
conceived.1
The
latent
danger
in
Amar
Sanchez´s
proposal
is
that
the
immobility
of
a
particular
ethic
will
produce
unproductive
stagnation,
because
any
possibility
of
change
will
entail
a
betrayal.
That
is
why
defeat
is
conceived
by
her
perspective
in
heroic
terms,
and
re-‐territorialized
by
an
epic
complex
that
erases
its
negativity.
With
regard
to
the
defeated,
Amar
says:
“Paradójicamente,
su
actitud
antiheroica
lo
transforma
en
un
héroe
perfecto”
(2010:
40).
Faced
with
the
risk
of
ethic
relativism,
Amar
supports
the
heroic
immobility
of
those
who
do
not
surrender
their
banners
and
take
refuge
in
their
certainties.
There
seems
to
be
an
attitude
that
denies
defeat
the
possibility
of
a
true
experience.
On
the
contrary,
a
productive
opening
is
embraced
by
Reinhart
Koselleck
when
he
says:
“en
el
hecho
de
ser
un
vencido
reside
un
potencial
inagotable
de
conocimiento”
(2001:
92).
The
knowledge
inspired
by
defeat
is
the
basis
of
historical
changes
because
it
is
produced
out
of
the
need
to
reformulate
a
history
that
was
different
from
what
was
initially
intended.
For
Koselleck,
this
reformulation
is
derived
from
a
dialectic
relationship
between
two
categories
of
knowledge:
the
“space
of
experience”
and
the
“horizon
of
expectation”
(2004:
306-‐327).
The
relationship
between
both
produces
a
productive
tension
for
political
praxis.
A
proposal
that
understands
failure
as
a
space
of
experience
can
be
projected
into
a
1
In
this
sense,
the
“paradigm
of
desengaño”
that
John
Beverley
sees
in
certain
left-‐wing
intellectuals
who
reject
the
armed
struggle
should
not
necessarily
lead
us
to
conclude
that
there
has
been
a
shift
away
from
utopian
ideals
(2011:
99),
but
that
there
has
been
a
strategic
change
in
perspective
derived
from
revisiting
the
experience
of
defeat.
2
Glissant
provides
examples
from
the
Old
Testament,
the
Chanson
de
Roland,
the
Nibelungen,
the
Kalevala,
the
Sacred
Books
of
the
Hindus,
the
Icelandic
sagas,
the
Popol-‐
Vuh
and
the
Chilan
Balam
(2002:
37).
fertile
as
it
works
on
the
loss
to
open
a
space
to
the
unreal.
In
doing
so
it
swings
the
doors
open
for
imagination
and
creative
production
(2001:
54).
If
Agamben
sees
the
loss
as
the
condition
of
possibility
for
art,
Benjamin
perceives
it
as
the
condition
of
possibility
for
politics:
Para
Benjamin,
desde
luego,
la
desolación
melancólica
ante
la
miseria
pasada
no
sería,
como
en
Freud,
un
bloqueo
de
la
praxis,
sino
todo
lo
contrario:
condición
de
posibilidad
de
toda
praxis
genuina.
Sin
tal
impulso
melancólico
no
habría
praxis,
sino
pura
técnica,
pura
adaptación
conformista
a
la
“borrasca
que
llamamos
progreso”.
(Avelar,
2000:
172)
In
the
field
of
Latin-‐American
studies,
particularly
in
the
South
Cone,
there
has
been
much
discussion
about
melancholy
and
its
connection
to
memory
in
the
context
of
the
political
defeat
of
the
left,
the
horror
of
military
dictatorships,
and
the
subsequent
implementation
of
neoliberal
models.
Idelber
Avelar
speaks
of
an
unresolved
mourning,
an
experience
in
which
the
loss
cannot
be
replaced
by
a
metaphor
(2000:
283,
288).
Instead
of
being
referred
by
the
unity
of
the
symbol,
trauma
can
only
be
referred
by
allegory;
that
is,
by
the
trope
of
the
remaining
fragments
left
after
defeat.
This
defeat
expressed
itself
in
the
impossibility
of
an
all-‐encompassing
writing
such as
the
one
produced
during
the
Latin
American
Boom.
Christian
Gundermann
in
turn,
proposes
to
substitute
the
“work
of
mourning”
by
“melancholic
work”
(2007:
16).
His
proposal
loses
sight
of
the
ambiguities
and
even
of
the
continuities
between
the
moments
of
both
“works”.
Gunmermann´s
mourning
and
melancholy
have
a
Freudian
logic,
but
their
Freudian
worth
is
reversed.
For
him
melancholy
is
a
consistent
way
to
resist
the
status
quo,
in
opposition
to
mourning
which
implies
a
closing
of
the
political.
This
is
why
he
criticizes
Hugo
Vezzeti´s
view
on
how
to
deal
with
the
memory
of
loss,
which
is
more
ambiguous
about
the
value
of
mourning.
Vezzeti´s
concern
is
that
“the
rejection
of
mourning”
may
lead
to
a
petrified
denial
of
tragedy.
Petrification
of
memory
happens
either
by
denying
the
past
or
by
embracing
the
same
epic
of
the
past
(2002:
16).
In
line
with
the
perspectives
of
Gadamer
and
Koselleck,
Vezzeti
offers
a
dynamic
view
on
experience.
Defeat
is
continuously
re-‐written
in
its
historical
transience
because
there
is
no
“intransient
essential
truth”
(2002:
192).
Sharing
Vezzeti’s
concerns,
Nelly
Richard
warns
us
that
one
of
the
consequences
of
the
memory
of
loss
is
an
“intensificación
nostálgica
del
recuerdo
y
de
su
épica
del
metasignificado”
(2007:
140).
This
nostalgic
epic
entails
a
“mitologización
del
pasado
histórico
como
emblema
de
pureza
e
incontaminación
[…]
para
remediar
la
falta
de
ejemplaridad
histórica
del
presente”
(2007:
140).
The
experience
of
failure
carries
the
risk
of
an
epic
reterritorialization,
which
constitutes
a
compensatory
memory.
This
brings
into
the
fore
what
I
call
“quehaceres
of
memory”;
an
expression
which
refers
both
to
the
necessary
work
that
must
be
done
and
to
the
question
of
what
to
do
with
what
we
remember.
It
is
necessary
that
we
uproot
memory.
Both
Vezzetti
and
Richard
warn
us
about
the
dangers
of
the
immutability
of
remembrance.
To
avoid
this
risk,
Vezetti´s
advocates
a
certain
kind
of
forgetfulness
by
which
the
certainties
of
memory
are
suspended
and
the
past
can
be
redefined
(2002:
37).
Richard,
on
the
other
hand,
relativizes
the
rejection
of
melancholia
by
postcolonial
studies
in
order
to
recover
a
productive
negativity
of
memory:
“Habrá
[…]
que
cuidarse
de
no
borrar
la
negatividad
de
una
falla
histórica
cuya
perforación
debe
seguir
incomodando
las
retóricas
sustitutivas
y
falsamente
reparatorias
del
recuerdo-‐en-‐orden”
(2001:
107).
In
fact,
Vezzeti
sees
in
mourning
what
Richard
sees
in
melancholy
⎯losses
that
refuse
any
auto-‐
celebratory
capture.
Vezzeti’s
mourning
memory
or
Richard’s
melancholic
memory
serve
as
forms
of
resistance,
which
not
only
call
into
question
the
“monologic
totalizations”
of
official
history
(Richard,
2007:
124),
but
also
the
histories
of
the
defeated
and
the
marginalized.
As
Richard
asserts,
this
resistance
will
dismantle
“el
cierre
explicativo
de
las
totalidades
demasiado
seguras
de
sí
mismas”
(2007:
138).
In
this
way,
we
avoid
what
Svetlana
Boym
describes
as
“restorative
nostalgia”,
a
reconstruction
of
the
past
in
terms
of
absolute
truth
(2001:
xviii).
A
security
based
on
an
unmovable
and
“authentic”
memory
brings
us
back
to
the
compulsion
for
the
origins
and
to
the
embrace
of
epic
discourses.
Glissant
warns
us
that
“épica
es
[…]
el
grito
que,
tradicionalmente,
necesita
emitir
la
comunidad
para
contrarrestar
la
amenaza
de
inseguridad
que
pesa
sobre
su
identidad”
(2002:
38).
This
defensive
position
leads
to
a
constant
in
some
recent
novels:
a
normative
identity
that
denies
body
and
pleasure.
Epic
requires
what
Josefina
Ludmer
calls
“cronopolítica”
[chronopolitics]
designed
to
subject
individuals
to
a
teleological
reason
under
which
the
ludic
and
the
libido
are
illegitimate
or
postponed
for
a
utopian
future
that
never
arrives
(2010:
27).
Instead,
chronopolitics
requires
the
solemnity
of
martyrology;
a
paradox
if
we
recall
that
Herbert
Marcuse
thought
of
utopia
as
the
liberation
of
alienated
labor
and
the
achievement
of
a
collective
Eros
(Levitas,
1990:
140).
I
propose
to
abandon
the
teleological
imperative
and
to
reconfigure
memory
and
everyday
practices
in
such
ways
that
pleasure
does
not
have
to
be
the
subject
to
the
purpose
of
triumph.
Pleasure
should
emerge
from
a
constant
negotiation
between
the
individual
and
collective
emancipation.
In
the
uncertainty
generated
by
defeat,
we
may
conceive
a
spatial,
epistemic,
or
identity
rootlessness
that
is
pleasant.
Epic,
rootlessness
and
memory
are
fragments
of
the
various
Caribbean
shipwrecks
represented
in
several
narratives
from
Cuba,
the
Dominican
Republic,
and
Puerto
Rico
published
since
2000.
The
beginning
of
the
21st
century
seems
to
bring
a
change
of
sensibility
⎯which
is
not
chronologically
precise
since
we
can
find
important
precedents
in
the
twentieth
century5⎯
with
respect
to
heroism
in
official
discourses
and
5
To
examine
some
literary
works
related
to
the
theme
of
failure
written
by
authors
like
Borges,
Arlt,
Onetti
and
Aira,
see
the
volume
edited
by
Yvette
Sánchez
and
Roland
Spiller
(2009).
affective
ties
broken
by
the
ideological
imperatives,
while
they
also
wake
up
an
erotic
desire
that
seemed
subsumed
by
resentment
and
despair.
If
Padura’s
novel
focuses
on
the
experience
of
failure
to
recover
its
productive
role,
Arango’s,
on
the
other
hand,
focuses
on
the
revolutionary
epic
to
show
its
sterile
denial
of
such
failure.
Immersed
in
a
regime
that
rejects
the
space
of
experience
necessary
for
political
action
(Koselleck),
Arango’s
characters
are
suspended
in
the
amputated
history
of
a
dystopic
island.
The
novel
shows
the
drama
of
a
revolution
that
has
been
absorbed
by
the
restorative
reflux
of
an
official
history
that
hides
its
own
ruins,
not
as
a
result
of
liberal
progress
but
because
of
socialist
utopia.
Muerte
de
nadie
exposes
how
utopia
is
dumped
into
a
dystopia
characterized
by
the
erasure
of
desire
and
memory.
The
official
writing
denies
failure
and
imposes
a
restrictive
conception
of
history.
The
need
of
an
open
memory
is
addressed
in
the
testimony
of
a
failed
landing
by
Dominican
guerrillas
during
the
1970s.
Caamaño.
La
última
esperanza
armada
describes
the
tension
between
what
I
denominate
the
“first-‐person
protagonist
of
the
plot”
and
the
“first-‐person
critic-‐in-‐process”.
We
witness
the
configuration
of
a
subjectivity
that
lacked
autonomy
during
the
recalled
political
action
in
the
past
but
achieves
autonomy
through
interpretative
action
at
the
present.
This
first-‐person
critic-‐in-‐process
that
emerges
from
the
narration
of
defeat
is
different
from
the
epic
protagonist
of
the
testimonial
genre
(Beverley,
Duchesne).
At
the
same
time,
he
vindicates
the
utopian
impulse.
In
this
way,
the
critic-‐in-‐
process
seeks
to
fill
in
the
gaps
of
Dominican
official
history,
without
accepting
the
taboos
of
the
left
and
without
falling
to
the
defeatism
of
post-‐Trujillista
or
Balaguerista
hegemony.
In
Defense
of
Rootlessness
When
we
abandon
traditional
negative
visions
of
rootlessness
we
can
glimpse
into
its
potentiality.
My
goal
is
not
to
romanticize
this
phenomenon,
common
in
the
Caribbean´s
history,
but
to
try
to
reverse
its
effects.
Rootlessness
can
be
a
mobilizing
resource
that
frees
the
Caribbean
people
from
the
single-‐root
structures
that
Guilles
Deleuze,
Felix
Guattari,
and
Glissant
condemned.
The
contingent
dynamism
provoked
by
continuous
physical
and
psychic
displacements
boosts
regenerative
practices
of
marginalized
subjects.
Such
are
the
cases
of
Cuban
characters
in
Mylene
Fernández
Pintado´s
Otras
plegarias
atendidas
(2002)
and
Margarita
Mateo
Palmer´s
Desde
los
blancos
manicomios
(2008)
⎯these
characters
hardly
follow
patterns
of
official
revolutionary
discourse⎯
and
of
the
Dominican-‐york
protagonist
in
Junot
Diaz´s
novel
The
Brief
Wondrous
Life
of
Oscar
Wao
(2007).
Fernández
Pintado´s
Otras
plegarias
atendidas
advocates
the
renouncement
of
origin
and
belonging.
Its
main
character
develops
a
sensibility
that
dismisses
the
idea
of
a
totalitarian
root.
The
failure
of
socialist
teleology
allows
the
emergence
of
what
I
call
a
“condition
of
cultures
that
were
embedded
in
the
region
even
before
the
creation
of
the
nation
states.
The
emergence
of
the
epic
has
to
do
with
the
need
to
establish
cohesive
links
within
communities.
However,
any
community
based
on
epic-‐ness
is
condemned,
not
only
to
repeat
its
own
failure,
but
to
the
erasure
(symbolic
or
literal)
of
other
communities.
To
overcome
this
problem
we
must
listen
to
what
failure
has
to
tell
us.
A
community
of
heroes
is
not
desirable
because
it
will
always
demand
a
place
above
the
rest.
In
order
to
survive,
it
requires
inequality
in
its
constitution.
As
an
exemplary
figure,
the
hero
imposes
a
unique
vision
above
ideology,
class,
gender,
or
ethnicity.
The
hero
dilutes
us
in
a
homogeneous
and
monological
crucible
of
the
One.
On
the
contrary,
failure
returns
us
to
our
uniqueness
through
a
departure
from
the
norm,
from
the
standard.
The
Caribbean,
as
a
place
of
multiple
encounters
and
geographic,
imperial,
national,
ethnic
and
linguistic
intersections,
is
a
particularly
fertile
space
to
think
about
contingent,
unplanned
territorialities
departing
from
the
norm.
The
Caribbean
is
a
community
of
singularities
more
than
one
of
universals.
But,
without
this
conscience,
it
is
virtually
impossible
to
weave
a
network
of
strategic
relationships
that
relate
individual
emancipation
with
the
collective.
Failure
becomes
an
annihilating
experience
only
when
we
attempt
to
neutralize
it
through
the
reconstitution
of
an
indivisible
and
monolithic
origin.
“Restorative
nostalgia”
is
the
opposite
of
an
empowering
defeat.
Of
course,
such
empowerment
does
not
warrant
new
certainties.
Defeat
closes
the
possibility
of
going
back
to
the
past;
here
lies
its
dynamic
potentiality:
failure
impels
us
to
continue
sailing,
no
matter
how
battered
the
boat
is.
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LA
REVOLUCIÓN
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MONSTRUOS.
CUERPOS
ADRIANA
LÓPEZ-‐LABOURDETTE
UNIVERSITÄT
ST.
GALLEN
allabourdette@yahoo.com
Abstract: this
essay
reflects
on
the
recent
emergence
of
monstrous
figures
in
contemporary
Cuban
culture.
A
case
in
point
is
the
novel
La
sombra
del
caminante
(Ena
Lucía
Portela),
which
stages
a
monstrous
being,
a
direct
descendant
of
the
Hombre
nuevo,
the
model
that
the
socialist
revolution
wanted
to
forge.
This
extra/ordinary
body,
symptom
of
the
failure
of
a
large
project
in
school
education,
physic-‐sexual
correction
and
military
training,
impugns
some
of
the
regulatory
instances
(clinic,
didactics
and
sexuality)
of
the
socialist
project.
The
novel
is
also
representative
of
a
shift
in
Cuban
cultural
practices:
the
passage
of
political
to
biopolitical
narratives,
which
question
and
challenge
the
mechanisms
of
discipline
and
control
exerted
over
bodies
as
well
as
the
relations
between
them.
Keywords:
Cuban
Literature,
Biopolitics,
Extra/Ordinary
Bodies,
Teratology,
Hombre
Nuevo
ISSN: 2014-1130
Artículo invitado
vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Fecha de recepción:
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.283
31/07/2015
Adriana López-Labourdette
En
la
aurora
del
nuevo
milenio
y
en
medio
de
la
más
profunda
crisis
de
la
Revolución
cubana,
comienza
a
perfilarse
un
panorama
cultural
en
el
que
pululan
monstruos1
de
cuerpos
extra/ordinarios.
Una
revisión
del
acontecer
cultural
de
dichas
décadas
saca
a
la
luz
la
frecuencia,
casi
la
obsesión,
por
poner
en
juego
cuerpos
otros,
a/normales,
incómodos,
huidizos
y
desfigurados.
Es
el
caso
del
muy
discutido
largometraje
Juan
de
los
muertos
(Alejandro
Brugués,
2011),
o
de
la
producción
audiovisual
de
artistas
como
René
Francisco,
Tomás
Esson
o
Rocío
García.
Algo
similar
ocurre
también
con
los
cuerpos
disidentes
promulgados,
desde
la
música,
por
Krudas
cubensi,
o
con
los
cuerpos
esperpénticos
articulados
desde
las
tablas
por
las
escenificaciones
de
los
grupos
de
teatro
El
público
y
El
siervo
encantado.
Estos
seres
anómalos
encarnaban
la
caída
del
campo
socialista,
la
debacle
del
sueño
cubano
y
el
estado
ruinoso
de
sus
valores
y
sus
calles.
Pero,
sobre
todo,
esas
figuras
daban
cuerpo
el
fracaso
del
gran
proyecto
del
Hombre
Nuevo.
La
maquinaria
biopolítica,
de
corrección
y
normalización,
puesta
en
marcha
a
partir
de
los
años
setenta
daba
a
luz,
así,
a
un
nuevo
hombre.
Pero
éste
no
sólo
rechazaba
enfáticamente
las
mayúsculas
de
la
criatura
del
socialismo
cubano,
sino
que
también
rompía
definitivamente
con
aquellas
nociones
de
lo
humano
que
dicho
proyecto
estipulaba.
Éstas,
al
fin
y
al
cabo,
en
su
obsesión
por
generar
un
“hombre
mejorado”,
habían
desencadenado
una
violencia
y
una
intolerancia
en
abierta
contradicción
con
el
sueño
socialista
de
un
mundo
más
justo.
La
naciente
narrativa
teratológica,
que
inundaba
escenarios,
librerías
y
galerías
de
arte,
se
centraba
en
las
formas
a
través
de
las
cuales
un
Estado
que
había
justificado
su
propia
existencia
por
medio
de
políticas
radicales
de
lo
viviente
daba
nacimiento
a
otros
cuerpos,
a
nuevos
cuerpos
⎯degenerados,
abyectos,
perversos⎯.
Ellos
eran
el
resultado
de
una
retórica
constrictiva
y
al
mismo
tiempo,
su
cancelación.
Así,
a
través
de
propuestas
formales
que
explícitamente
rompían
con
los
modos
realistas
1
Utilizo
el
concepto
de
monstruo
en
tanto
ser
cuyo
cuerpo
presenta
un
excesivo
desvío
de
la
norma.
Al
dejar
de
lado
aquellas
desviaciones
correspondientes
a
la
moral
(monstruo
como
ser
desviado
éticamente),
el
concepto
de
monstruos
del
que
parto
coincide
con
el
concepto
de
cuerpo
extra/ordinario.
Ya
sea
por
exceso,
por
carencia
o
por
una
pronunciada
ruptura
de
las
proporciones,
dichos
cuerpos
rompen
lo
que
ha
sido
considerado
la
“integridad
física”
del
ser
humano.
Encarnan
lo
extremo,
el
“punto
máximo
de
la
infracción”
(Foucault,
2001)
y,
de
ahí,
una
violación
más
o
menos
explícita
de
los
límites
que
separan
a
lo
humano
de
lo
no
humano.
El
monstruo
es
una
figura
de
la
corporeidad
excesiva,
y
por
tanto
radicalmente
presente,
un
cuerpo
extra/ordinario
en
el
doble
sentido
de
la
palabra:
fuera
del
orden
y
fuera
de
lo
común.
33
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Adriana López-Labourdette
posición
frente
al
sistema
que
indirectamente
los
ha
promovido.
El
primer
asesinato
está
inscrito
en,
y
lleva
hasta
sus
últimas
consecuencias,
el
aparato
biopolítico
encargado
de
promover
cuerpos
como
concreción
de
un
modelo
normativo
del
hombre
revolucionario
y
de
eliminar
aquellos
que
se
resistan.
La
segunda
muerte,
por
su
parte,
significa
la
liberación
final
y
definitiva
de
ese
sistema,
da
forma
a
una
resistencia
y
cancela
el
proyecto
biopolítico
a
través
de
una
violencia
otra2.
En
“Crónica
de
la
inocencia
perdida”,
un
estudio
sobre
la
narrativa
cubana
de
los
noventa,3
Luis
Manuel
García
(1996)
apunta
el
retorno
de
lo
violento
en
la
literatura
cubana
de
fin
de
siglo,
después
de
que
por
casi
cuatro
décadas
una
censura
implícita
lo
había
desalojado
de
la
ficción
revolucionaria.
La
violencia
de
aquellas
primeras
narraciones
de
la
Revolución,
en
las
cuales
cristalizaban
los
modos
en
que
el
nuevo
sistema
había
roto
duramente
con
un
pasado,
había
desaparecido
del
mapa
literario
insular,
sumido
en
“el
romanticismo
épico
de
los
sesenta,
el
maniqueísmo
ideológico
de
los
setenta,
y
los
balbuceos
críticos
de
los
ochenta”
(Padura,
1999:
327).
Pero
ahora,
ya
entrada
la
década
de
los
noventa,
esa
violencia
retornaba
y
lo
hacía
de
la
mano
de
los
jóvenes
narradores,
de
aquellos
que
habían
nacido
y
se
habían
formado
en
plena
Revolución.
Baste
hojear
Los
últimos
serán
los
primeros
(1993),
la
canónica
antología
de
Salvador
Redonet
Cook,
para
cerciorarse
de
que,
en
efecto,
la
narrativa
de
la
generación
de
los
“novísimos”
⎯según
el
ya
clásico
término
del
editor
de
dicha
antología⎯
rezuma
atmósferas
virulentas
de
asesinatos,
violaciones
y
asaltos,
recurriendo
a
historias
cruentas
de
profanaciones
de
todo
tipo.
La
segunda
novela
de
Ena
Lucía
Portela,
joven
autora
de
dicha
generación,
es
sin
duda
un
relato
de
crimen
y
violencia4:
“[e]n
nuestra
época
una
historia
sin
violencia
no
es
una
historia”
(2001:
23),
afirma
el
narrador,
apenas
abierta
la
masacre
inicial.
Aquí,
un
grupo
de
estudiantes
universitarios
deben
demostrar
sus
habilidades
en
una
guerra,
siempre
presente
y
siempre
pospuesta,
disparando
seis
proyectiles
mortales
a
un
“monigote
inerme
y
blanco
fijo”,
“ojo
de
cartón
infeliz”,
“cebra
redonda
2
Así
lo
entiende
Ileana
Álvarez
al
sugerir
que
el
primer
asesinato
responde
a
la
lógica
inmunitaria
del
sistema,
mientras
que
el
segundo
es
un
acto
de
voluntad,
un
gesto
⎯quizá
el
único
y
a
la
vez
el
más
radical⎯
de
libertad
(Álvarez,
2013).
3
Para
un
panorama
más
detallado
de
la
narrativa
cubana
de
los
noventa,
remito
al
excelente
estudio
Brevísimas
demencias.
La
narrativa
joven
cubana
de
los
90
(2000)
y
al
ensayo
“La
narrativa
cubana
de
los
90”
(2003),
de
Amir
Valle.
4
Ya
violencia
y
crimen
habían
sido
motivos
centrales
en
la
novela
y
los
cuentos
anteriores
de
Portela.
En
Pájaro:
pincel
y
tinta
china
la
violencia
aparecía
en
íntima
relación
con
el
tedio
y
el
placer,
dinámicas
que
marcaban
la
relación
entre
los
personajes
principales:
Fabián,
Camila,
Bibiana
y
Emilio
U
(que
reaparecerá
en
La
sombra...).
Asimismo,
buena
parte
de
sus
cuentos
⎯“Huracán”,
“Una
extraña
entre
las
piedras”,
“Todas
las
palabras”,
“Últimas
conquistas
de
la
catapulta
fría”,
“La
urna
y
el
nombre
(un
cuento
jovial)”,
“Voces
de
muerte
sonaron“
o
“El
viejo,
el
asesino
y
yo”⎯
gira
alrededor
de
los
modos
de
violencia
generados
por
relaciones
de
poder.
Incluso
su
novela
Cien
botellas
en
una
pared,
catalogada
por
algunos
como
novela
policíaca
(López,
2010;
Moulin
Civil,
2007),
vuelve
al
asesinato
y
lo
ubica
en
el
centro
del
relato.
35
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Adriana López-Labourdette
5
En
una
entrevista
Ena
Lucía
Portela
anota
la
importancia
del
cine
en
su
segunda
novela:
“En
La
sombra…
el
cine
es
una
presencia
constante:
los
personajes
frecuentan
salas
de
proyección
y
allí
se
ocultan,
se
persiguen
unos
a
otros,
se
asustan,
se
ríen,
recuerdan
épocas
mejores
o
peores,
se
masturban,
conversan,
aúllan,
hacen
el
amor,
se
manifiestan
en
contra
del
gobierno
y
a
veces,
incluso,
ven
la
película.
Pese
a
sus
múltiples
actividades,
conocen
bastante
bien
el
ciclo
de
‘los
cien
mejores
filmes
de
todos
los
tiempos’
⎯para
sus
andanzas
prefieren
la
cinemateca⎯.
Ellos
‘piensan’
el
cine:
las
secuencias
que
los
han
impactado
al
extremo
de
convertirse
en
parte
de
su
experiencia
vital,
sus
muy
particulares
juicios
críticos,
las
extrañas
reacciones
del
público
sumergido
en
la
oscuridad...”
(Portela
en
Ruffinelli,
2008:
11).
37
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Adriana López-Labourdette
6
Para
Luis
Manuel
García
la
saturación
política
es
característica
de
la
realidad
cubana
de
esta
época
y
ha
provocado
“una
despolitización
de
la
narrativa”.
García
(1996)
propone,
sin
embargo,
que
dicha
saturación
lleva
a
la
literatura
no
a
una
especie
de
vacuidad,
sino
a
territorios
menos
atados
a
lo
cotidiano
y
por
ello
más
profundos.
7
Para
la
diferenciación
entre
la
política
y
lo
político,
me
baso
en
las
propuestas
de
Chantal
Mouffe,
quien,
siguiendo
las
propuestas
de
Canetti,
sugiere
distinguir
entre
“[...]
‘lo
político’,
ligado
a
la
dimensión
de
antagonismo
y
de
hostilidad
que
existe
en
las
relaciones
humanas,
antagonismo
que
se
manifiesta
como
la
diversidad
de
las
relaciones
sociales,
y
‘la
política’,
que
apunta
a
establecer
un
orden,
a
organizar
la
coexistencia
humana
en
condiciones
que
son
siempre
conflictivas,
pues
están
atravesadas
por
‘lo
político’”
(Mouffe,
1999:
14).
conformación
de
un
modelo
del
hombre
revolucionario,
un
paradigma
de
lo
humano
que
merecería
ser
apoyado,
fomentado,
conservado
y
“futurizado”,
en
contraposición
con
ciertas
formas
de
vida,
que
al
ser
convertidas
en
enemigo
(político),
debían
ser
abandonadas
e
incluso
corregidas
y
erradicadas.
Cuerpos
(bio)políticos
del
Hombre
Nuevo
La
potencia
y
el
empoderamiento
de
los
nuevos
cuerpos
extra/ordinarios
sólo
puede
apreciarse
a
través
del
trasfondo
sobre
el
que
ellos
se
recortan
y
cobran
fuerza:
el
proyecto
biopolítico
del
Hombre
Nuevo.
Dicho
proyecto,
como
se
sabe,
fue
esencial
para
impulsar
la
construcción
de
un
nuevo
modelo
de
sociedad.
Así
lo
estipulaba
Che
Guevara,
uno
de
sus
más
fervientes
artífices,
en
1965:
“Para
construir
el
comunismo,
simultáneamente
con
la
base
material
hay
que
hacer
al
hombre
nuevo”
(Guevara,
1979:
7).
El
Hombre
Nuevo
sería
el
producto
del
socialismo
y
a
la
vez
el
constructor
del
comunismo.
El
nuevo
ser
social,
despegado
del
estímulo
material,
habría
superado
finalmente
el
productivismo
material
del
capitalismo,
para
convertirse
en
pura
conciencia
social;
sería
“el
mejor,
el
más
cabal,
el
más
completo
de
los
seres
humanos”
(Guevara,
1979:
51).
La
utopía
comunista
del
gran
hombre
no
sería,
sin
embargo,
un
sueño
hecho
realidad
naturalmente,
sino
que
implicaría
la
puesta
en
función
de
un
enrevesado
aparato,
que
incluía,
dentro
de
la
amplia
red
de
formación
y
adoctrinamiento
ideológico,
una
bien
estructurada
madeja
de
instituciones
educativas,
de
control
sanitario,
de
disciplinamiento
sexual,
de
instrucción
alimenticia
y
corporal,
de
adiestramiento
militar,
etc.
Pedro
P.
Porbén
agrega
a
este
cúmulo
de
instancias
e
instituciones
biopolíticas
una
“pedagogía
afectiva”
constituida
a
partir
de
un
vasto
conjunto
de
imágenes
deseantes,
que
terminarían
por
generar
un
“deseo
de
desear”
la
Revolución,
un
“deseo
de
desear”
al
Hombre
Nuevo
(2014).
La
profecía
guevariana
⎯“Ya
vendrán
los
revolucionarios
que
entonan
el
canto
del
hombre
nuevo
con
la
auténtica
voz
del
pueblo”
(Guevara,
1979:
14)⎯
de
un
afinado
concierto
revolucionario
sólo
podía
realizarse
a
través
de
la
acción
de
un
aparato
de
control
y
sujeción
de
los
cuerpos,
de
sus
modos
de
reproducir(se)
y
socializar,
de
sus
modos
de
politizarse.
Esa
compleja
maquinaria
de
administración
de
todo
aquello
que
ocurría
⎯o
podría
ocurrir⎯
entre
los
cuerpos
produciría
una
suerte
de
ajenidad
corporal,
en
la
que
el
cuerpo
propio
es
diseñado
y
controlado
por
una
especie
de
Naturaleza-‐Estado.
Un
“conjunto
armónico
de
canales,
escalones,
represas,
aparatos
bien
aceitados”
serían
los
encargados
de
llevar
adelante
una
“selección
natural
de
los
destinados
a
caminar
en
la
vanguardia”
(Guevara,
1979:
82).
En
juego
estaban,
por
supuesto,
ciertas
nociones
de
lo
natural
y
de
la
naturaleza
humana
de
fondo
claramente
evolucionista,
en
las
que
de
forma
espontánea
tenía
lugar
una
escisión
entre
formas
de
vida
adelantadas
que
serían
valoradas
como
dignas
de
ser
cuidadas,
y
otras,
relegadas,
desechos
sociales,
residuos
heredados
del
capitalismo.
No
es
39
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Adriana López-Labourdette
8
Quizá
habría
que
diferenciar
aquí
entre
dos
grupos
de
monstruos
políticos:
aquellos
que
fueron
pensados
como
ideal
humano
y
aquellos
que
en
su
nacimiento
fungían
como
desvío
de
esos
designios
eugenésicos.
Así
el
buen
salvaje
de
Rousseau
⎯pero
también
de
Montaigne,
mucho
más
importante
para
el
Caribe⎯
o
el
superhombre
de
Nietzsche
corresponden
a
proyectos
utópicos
que
dan
cuerpo
a
ciertos
anhelos,
mientras
que
Frankenstein
y
Calibán,
en
tanto
figuras
de
la
excepción
e
indisciplina,
encarnan
ansiedades
y
temores.
Evidentemente,
tanto
a
la
noción
rousseauniana
de
un
hombre
El
Hombre
Nuevo
⎯o
el
deseo
de
éste⎯
puso
en
movimiento
todo
un
gran
aparato
biopolítico
del
que
derivará,
como
falta,
la
“excepcional
criatura
dúplex”
en
torno
a
la
cual
se
arma
el
relato
de
La
sombra
del
caminante.
Gabriela/Lorenzo
aparece
rodeado
de
una
multitud
de
“ciudadanos
prósperos,
felices
y
muy
patrióticos,
ejemplos
concluidos
y
concluyentes
de
ese
indescriptible
arquetipo
que
se
denomina
Hombre
Nuevo”
(Portela,
2001:
11),
pero
es,
en
realidad,
la
contracara
monstruosa
de
dicho
proyecto.
La
contracara
monstruosa
del
Hombre
Nuevo
Entre
ellos,
proyectos
de
ciudadanos
prósperos,
felices
y
muy
patrióticos,
futuros
hombres
nuevos
por
ahora
igualiticos
a
sus
congéneres
de
todas
las
épocas,
se
encuentra
Lorenzo
Lafita.
Y,
en
su
mismo
espacio,
también
se
encuentra
Gabriela
Mayo.
No
se
trata
de
dos
personas
distintas,
ni
de
una
sola
con
doble
personalidad,
ni
de
la
metamorfosis
de
Orlando,
ni
del
misterio
de
una
Trinidad
donde
el
Padre
y
el
Hijo
se
hubieran
confabulado
para
expulsar
a
patadas
al
Espíritu
Santo,
ni
de
ninguna
otra
cosa
que
hayas
visto
antes.
Sólo
están
ahí,
ambos.
A
veces
se
manifiesta
Lorenzo
y
a
veces
Gabriela,
nunca
los
dos
a
un
tiempo
y
ninguno
sabe
de
la
existencia
del
otro.
Por
uno
de
esos
caprichos
de
la
vida
que
nadie
consigue
explicarse,
la
distinción
no
procede.
Y
no
procederá,
como
verás,
a
todo
lo
largo
del
relato.
Así
que
no
te
rompas
la
cabeza
con
las
estalactitas
y
las
estalagmitas
de
esta
excepcional
criatura
dúplex,
nuestro
héroe,
quien
ahora
en
este
preciso
momento,
acaricia
ensimismado
las
aristas
de
una
caja
de
madera
con
llave.
(Portela,
2001:
13-‐14;
cursivas
mías)
Ya
desde
ésta,
la
primera
alusión
al
ser
bifronte
que
protagoniza
la
historia,
queda
claro
que
es
frente
al
trasfondo
del
Hombre
Nuevo
que
se
recortan
los
contornos
del
monstruo
Gabriela/Lorenzo.
Un
monstruo
cuya
anomalía
describirá
el
narrador,
primero
por
negación
⎯no
es
una
recreación
de
la
conocida
figura
de
Virginia
Woolf,
no
es
una
nueva
versión
de
Dr.
Jekyll
y
Mr.
Hyde,
tampoco
remite
a
la
santísima
trinidad
de
las
Sagradas
Escrituras⎯
hasta
llegar
a
recusar
cualquier
“otra
cosa
que
hayas
visto
antes”.
La
monstruosidad
de
esta
figura
radica
entonces
en
su
rechazo
a
lo
presupuesto,
en
la
imposibilidad
de
clasificación
que
hace
evidente
y
en
la
resistencia
a
la
categorización
que
encarna.
Gabriela
Mayo/Lorenzo
Lafita,
41
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Adriana López-Labourdette
con
esos
dos
nombres
y,
sobre
todo,
con
esos
dos
apellidos
que
remiten
a
una
genealogía
dispar,
no
se
deja
subsumir
en
ninguna
categoría,
ni
siquiera
a
través
de
la
comparación.
Lo
extra/ordinario
correspondiente
a
la
idea
de
lo
nunca
visto
y
de
lo
inclasificable
viene
a
ser
reforzado
por
la
única
cadena
de
significantes
que,
en
boca
del
narrador,
podría
explicar
la
naturaleza
del
personaje
protagónico:
a
saber,
una
“excepcional
criatura
dúplex”.
Primero
que
todo,
el
vocablo
criatura
pone
en
juego
la
duplicidad
del
verbo
latín
creare
(crear
y
criar),
del
que
se
deriva
criatura,
entrelazando
así
biología
y
pedagogía,
(re)producción
y
educación,
leyes
naturales
y
leyes
sociales.
Recuérdese
que
en
el
Medioevo
el
término
criatura
había
sido
usado
también
para
referirse
a
seres
monstruosos
y
figuras
de
lo
extra/ordinario,
dando
lugar
a
partir
del
siglo
XV
a
un
gran
número
de
bestiarios
y
tratados
teratológicos.
Por
otra
parte,
en
la
especificación
de
“excepcional”
se
vuelve
a
apelar
a
esa
idea
de
suspensión
de
la
ley
natural
pero
también
de
la
ley
jurídica,
que
puede
verse
en
otras
figuras
monstruosas
contemporáneas.
Monstruo,
entonces,
siguiendo
la
propuesta
de
Foucault
en
sus
conferencias
sobre
arqueologías
de
la
anomalía,
en
tanto
figura
que
combina
lo
imposible
y
lo
prohibido,
punto
de
derrumbe
de
la
ley
y
al
mismo
tiempo
excepción
que
sólo
se
encuentra
en
casos
extremos,
“fenómeno
a
la
vez
extremo
y
extremadamente
raro”
(Foucault,
2001:
57).
La
última
caracterización
de
la
figura
⎯“dúplex”⎯,
en
su
combinación
con
el
adjetivo
antepuesto
al
sustantivo
⎯“excepcional”⎯,
cobra
un
significado
particular:
supone
una
instancia
desde
la
cual,
a
través
de
la
alternancia
Gabriela-‐Lorenzo,
se
refiere
y
a
la
vez
rebate
toda
una
tradición
de
lo
bipolar
y
de
sus
correspondientes
simetrías
y
organizaciones.
Duplicidad
del
personaje
entonces
no
como
estado
“normal”,
anterior
a
una
resolución
final,
no
como
estado
previo
a
una
alianza
a
consumarse
en
aras
del
equilibrio
de
un
sistema,
sino
como
figura
de
inestabilidad
e
irresolución.
La
monstruosidad
que
el
narrador
anuncia
muy
al
principio
del
relato,
antes
incluso
de
que
se
desarrolle
el
primer
crimen
⎯ese
que
desencadenará
la
huida
y
de
ahí
toda
la
diégesis⎯
se
despliega
a
través
de
los
diez
capítulos
que
conforman
la
novela.
En
términos
generales,
la
naturaleza
teratológica
del
personaje
central
responde
a
tres
aspectos
principales:
primero,
relativo
a
un
cuerpo
doble
e
imposible
(correspondiente
a
una
violación
de
un
orden
natural);
segundo,
relativo
a
un
cuerpo
delincuente
(correspondiente
a
transgresiones
jurídicas);
y,
tercero,
correspondiente
a
sus
desvíos
sexuales
(correspondiente
a
violaciones
del
orden
genérico-‐sexuales).9
Dicha
figura
señala
e
impugna
así
tres
instancias
de
poder:
el
poder
biológico-‐médico
sobre
el
que
se
9
Valga
llamar
aquí
la
atención
sobre
el
hecho
de
que
estas
tres
formas
de
la
anomalía
coinciden
con
una
noción
plural
de
lo
monstruoso
que,
según
Foucault,
regirá
a
partir
de
finales
del
XVIII
y
principios
del
XIX.
Se
unen
en
esta
tríada
el
monstruo
propiamente
dicho
(en
tanto
cuerpo
imposible
y
extremadamente
raro),
el
incorregible
(en
tanto
figura
de
la
infracción
jurídica)
y
el
masturbador
(en
tanto
desviado
sexual)
(Foucault,
2001).
sustentan
la
caracterización
y
división
de
las
especies
⎯y
en
particular
los
límites
de
la
morfología
humana⎯,
el
poder
didáctico
y
disciplinario
que
controla
la
conducta
de
los
hombres,
y
el
poder
biológico-‐sexual
que
gestiona
el
contacto
entre
cuerpos,
distinguiendo
modos
de
deseo
aceptables
y/o
aberrantes.
La
infracción
del
orden
natural
aparece
condensada
en
la
inestabilidad
y
en
la
duplicidad
morfológica
de
la
figura,
en
esa
indistinguibilidad
del
apelativo
“nuestro
héroe”,
con
que
el
narrador
se
refiere
al
personaje.
Personaje
doble,
entonces,
cuyos
elementos
por
separado
son
normales
y
cuya
anomalía
visible
consiste
precisamente
en
los
modos
de
convivencia
o
comunidad
de
esas
dos
“normalidades”
en
un
mismo
e
idéntico
cuerpo.
La
infracción
del
pacto
social,
por
su
parte,
aparece
desde
el
primer
momento
del
relato,
cuyo
incidente
inicial
⎯el
asesinato
doble
en
el
campo
de
tiro⎯
supone
un
deslinde
de
uno
de
los
aspectos
básicos
de
todo
contrato
social:
aquel
que
prohíbe
matar
por
cuenta
propia
y
exige
delegar
en
el
Estado
el
poder
sobre
la
vida
y
la
muerte.
Justo
antes
de
que
“nuestro
héroe”
arremeta
a
balazos
contra
los
instructores
de
tiro,
el
narrador
da
rienda
suelta
a
una
de
sus
tiradas
sarcásticas
contra
los
pactos
sociales:
“Muy
lindo
eso
de
respetar
el
contrato
social,
eso
de
comportarse
como
si
uno
fuera
una
persona
pacífica
y
decente.
Muy
lindo,
cómo
no.
Precioso”
(Portela,
2001:
16).
Ése
será
el
marco
dentro
del
que
Gabriela/Lorenzo
transgredirá
la
ley
jurídica
y
se
convertirá
en
delincuente.10
Delincuente
entonces
por
ese
estar
más
allá
y
en
contra
de
los
códigos
de
comportamiento
y
sociabilidad
propuestos
por
el
Estado,
pero
delincuente
también
⎯en
un
sentido
más
amplio,
el
que
le
otorgaba
Michel
de
Certeau11⎯
por
su
inestabilidad,
por
su
compulsión
al
movimiento,
por
la
traslación
continua
y
la
repetida
transgresión
de
fronteras.
También
aquí
se
crea
una
clara
contraposición
entre
la/el
protagonista
y
sus
congéneres,
que
el
texto
describe
como
apáticos,
sedentarios
y
sumidos
en
la
inercia.
El
relato
parece
proponer
que
allí
donde
la
sociedad
se
inmoviliza
e
inmoviliza
a
sus
habitantes
en
un
espacio
sin
salidas,
el
personaje
Gabriela/Lorenzo
se
desplaza,
vagabundea,
crea
líneas
de
fuga.
10
En
este
sentido
me
parece
poco
pertinente
afirmar
⎯como
lo
hacen
Araújo
(2006)
y
Fowler
(1999)⎯
que
la
marginalidad
de
Gabriela/Lorenzo
no
está
relacionada
con
la
delincuencia,
en
términos
jurídicos.
11
De
Certeau
proponía
entender
la
delincuencia
como
movimiento
y
en
tanto
tal
todo
relato
como
delincuencia:
“Si
el
delincuente
sólo
existe
al
desplazarse,
si
tiene
como
especificidad
vivir
no
al
margen
sino
en
los
intersticios
de
los
códigos
que
desbarata
y
desplaza,
si
se
caracteriza
por
el
privilegio
del
recorrido
sobre
el
Estado,
el
relato
es
delincuente.
La
delincuencia
social
consistiría
en
tomar
el
relato
al
pie
de
la
letra,
en
hacerlo
el
principio
de
la
existencia
física
allí
donde
una
sociedad
ya
no
ofrece
más
salidas
simbólicas
ni
expectativas
de
espacios
a
los
sujetos
o
a
los
grupos,
allí
donde
ya
no
hay
más
alternativa
que
el
orden
disciplinario
y
la
desviación
ilegal,
es
decir
una
u
otra
forma
de
prisión
o
de
vagabundeo
en
el
exterior”
(Certeau,
1996:
142).
43
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Adriana López-Labourdette
Caminar
y
caminar
hacia
ninguna
parte.
//
Ahora,
bajo
los
rayos
cada
vez
más
horizontales
y
oro
viejo
de
la
casi
noche
habanera,
no
hay
ruta
prefijada.
No
hay
camino
incorporado
a
los
pies,
aprendido
por
ellos
en
carne
y
sangre
hasta
hacerlos
independientes
de
la
cabeza
[...]
Ya
no
hay
rutina
ni
tampoco
una
voluntad
de
trayecto,
un
orden,
un
plan,
una
forma
de
razonar
pasos.
La
nueva
vida
de
nuestro
héroe
consiste
en
ir
dando
tumbos.
Escapar
sin
saber
muy
bien
adónde,
perseguir
sin
saber
muy
bien
qué.
(181)
Por
último,
las
infracciones
del
orden
sexual
son
varias.
En
primer
lugar,
la
duplicidad
mujer/hombre
de
“nuestro
héroe”
crea
una
suerte
de
postidentidad,
un
desorden
de
género
del
que
se
derivará
un
desorden
sexual.
Los
contactos
amorosos
de
Gabriela/Lorenzo
con
el
personaje
Hojo
Pinta
derivan
en
dos
tipos
de
sexualidad
paralelos:
heterosexual
entre
Gabriela
y
el
joven
crítico,
homosexual
entre
éste
y
Lorenzo.
Como
muestran
los
estudios
críticos
de
Nara
Araújo
(2006),
la
diversidad
sexual
y
genérica
es
una
de
las
constantes
de
la
narrativa
de
Portela,
y
lo
es
particularmente
en
La
sombra
del
caminante.
Aquí
el
final
apoteósico
de
una
experiencia
sexual
sin
frenos
une
a
la
heterosexual
Gabriela
con
Aimée,
negra,
prostituta
y
drogadicta,
“la
más
generosa
de
las
mujeres,
la
más
radiante”
(237),
y
a
ésta
con
Lorenzo,
el
misógino
homosexual.
Araújo
sostiene
⎯y
en
esto
es
apoyada
por
la
gran
mayoría
de
los
trabajos
hermenéuticos
sobre
la
obra
de
Portela⎯
que
tanto
en
esta
novela
como
en
El
pájaro:
pincel
y
tinta
china
y
en
Cien
botellas
en
una
pared
la
sexualidad
aparece
siempre
de
la
mano
de
la
violencia,
denotando
un
vínculo
entre
sexualidad
y
hegemonía,
y
convirtiendo
el
acto
sexual
⎯las
sexualidades
plurales⎯
en
un
modo
de
agenciamiento
contra
un
poder
que
los
constriñe.
Valga
aclarar
que
la
negativa
a
un
orden
sexual
como
estrategia
de
resistencia
al
aparato
biopolítico
general
es
una
de
las
constantes
en
la
narrativa
de
los
noventa,
que,
con
sus
excesos
eróticos,
se
separa
de
una
literatura
anterior,
románticamente
pudorosa.12
Podemos
agregar
que
de
este
modo
se
esboza
una
subjetividad
sexual
múltiple
e
inestable
que
al
estar
más
allá
del
modelo
normativamente
heterosexual
del
Hombre
Nuevo,
y
de
sus
rasgos
homófobos,13
lo
impugna
y
lo
subvierte.
12
Quizá
los
ejemplos
más
conocidos
de
este
eufórico
despertar
sexual
de
la
narrativa
cubana
sean
La
nada
cotidiana
(1995),
de
Zoe
Valdés,
y
la
Trilogía
sucia
de
la
Habana
(1999),
de
Pedro
Juan
Gutiérrez.
En
La
sombra...
encontraremos
una
narrativización
diferente
sobre
sujetos
y
subjetividades
eróticas.
No
sólo
por
el
verdadero
desorden
de
sexualidades,
distante
del
imaginario
heterosexual
del
que
se
alimentan
las
obras
de
Valdés
y
Gutiérrez,
sino
también
por
la
mezcla
de
pornografía
y
lirismo
que,
sobre
todo
en
las
últimas
páginas
de
La
sombra...,
en
la
narración
el
acto
carnal.
También
autores
como
Reinaldo
Arenas,
Carlos
Victoria
o
Severo
Sarduy
habían
puesto
en
escena
lo
sexual
como
centro
estructurados
de
sus
relatos.
En
ellos
ese
cuerpo
sexuado
apela
a
una
reivindicación
del
cuerpo
homosexual,
rechazado
precisamente
por
esa
retórica
del
Hombre
Nuevo,
que
se
convierte
en
dispositivo
de
disciplinamiento
y
que
sólo
encuentra
su
lugar
en
el
espacio
del
exilio.
13
Para
un
estudio
detallado
sobre
el
tema,
véase
Del
otro
lado
del
espejo.
La
sexualidad
en
la
construcción
de
la
nación
cubana
(2006),
de
Abel
Sierra
Madero.
Cuerpos
del
fracaso
Como
se
sabe,
la
monstruosidad
pone
en
solfa
las
bases
sobre
las
que
se
erige
un
sistema.
En
el
caso
del
monstruo
Gabriela/Lorenzo,
ese
monstruo
encarna
el
fracaso
de
tres
de
las
grandes
líneas
directivas
que
debían
derivar
en
el
nacimiento
del
Hombre
Nuevo:
la
educación,
la
corrección
del
cuerpo
y
la
preparación
político-‐militar.
La
educación,
base
del
proyecto
de
formación
del
Hombre
Nuevo14
⎯y
base,
recuérdese,
de
todo
proceso
modernizador⎯
y
aparato
de
control
y
disciplinamiento
preferido
por
unos
y
otros,
es
uno
de
los
pilares
más
atacados
en
el
texto.
La
crueldad
y
el
sinsentido
que
parecen
serle
connaturales
constituyen
sus
rasgos
más
cuestionados.
En
la
escuela
primaria,
los
niños
fuera
de
la
norma
son
sometidos
por
sus
congéneres
a
constantes
insultos
y
agravios.
Una
violencia
que
se
extiende
a
todos
los
niveles
de
educación:
escuelas
secundarias,
institutos
preuniversitarios
y
escuelas
superiores.
No
se
trata,
por
tanto,
de
la
consabida
crueldad
infantil,
sino
de
la
puesta
en
práctica
de
un
sistema
que
se
dice
inclusivo,
pero
que
funciona,
en
el
fondo,
a
través
del
rechazo
de
lo
otro.
Y
he
aquí
que
La
sombra...
apunta
a
esa
otra
cara,
velada,
disimulada,
de
una
maquinaria
política
socialista
en
la
que,
pese
al
emblema
de
la
igualdad
⎯o
quizá
precisamente
en
función
de
éste⎯
el
ser
diferente
es
sancionado
ferozmente
por
“las
cruzadas
de
los
iguales”
(Portela,
2001:
193).
Siguiendo
una
mezcla
de
comicidad
y
dramatismo
⎯“el
cetro
partido
de
la
tragedia
con
el
gorro
de
cascabeles
de
la
comedia”⎯
la
novela
va
deteniéndose
en
cada
uno
de
los
emblemas
del
proyecto
educativo
revolucionario,
pero
el
ataque
más
feroz
va
dirigido
a
la
universidad,
representada
como
el
lugar
en
el
que
se
reúnen
“sucesivas
hordas
de
torpes,
verracos,
ineptos
embriones
de
matemáticos,
físicos,
biólogos,
proyectos
de
ciudadanos
prósperos
felices
y
muy
patrióticos,
futuros
hombres
nuevos
y
por
el
momento
etéreos
fastidiosos
irresponsables
jovencitos
sin
problemas
en
la
vida”
(19;
cursivas
mías).
Lo
que
he
marcado
en
cursivas,
una
acumulación
de
vocablos,
referidos
todos
a
proyectos
utópicos
fracasados,
tiene
un
matiz
irónico,
que
deviene
mordaz
por
la
frecuencia
con
que
toda
la
frase
reaparece
en
diferentes
puntos
del
relato.
Resuenan
aquí
las
conocidas
palabras
del
Che,
referentes
a
la
juventud
como
materia
primera
de
ese
cuerpo
futuro,
de
ese
Gólem
14
Al
decir
del
Che
Guevara,
“En
nuestro
caso,
la
educación
directa
adquiere
una
importancia
mucho
mayor.
La
explicación
es
convincente
porque
es
verdadera;
no
precisa
de
subterfugios.
Se
ejerce
a
través
del
aparato
educativo
del
Estado
en
función
de
la
cultura
general,
técnica
e
ideológica,
por
medio
de
organismos
tales
como
el
Ministerio
de
Educación
y
el
aparto
de
divulgación
del
partido.
La
educación
prende
en
las
masas
y
la
nueva
actitud
preconizada
tiende
a
convertirse
en
hábito;
la
masa
la
va
haciendo
suya
y
presiona
a
quienes
no
se
han
educado
todavía.
Esta
es
la
forma
indirecta
de
educar
a
las
masas,
tan
poderosa
como
aquella
otra”
(Guevara,
1979:
22).
45
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
Adriana López-Labourdette
perfecto:
la
juventud
es
“la
arcilla
maleable
con
que
se
puede
construir
el
hombre
nuevo,
sin
ninguna
de
las
taras
anteriores”
(Guevara,
1979:
19).
Otra
de
las
líneas
directivas
del
plan
revolucionario,
que
la
novela
pone
en
solfa,
es
la
administración
de
la
salud.
Como
se
sabe,
el
sistema
de
salud
pública,
gratuito
y
por
tanto
asequible
para
todos,
ha
sido
⎯junto
con
la
educación⎯
uno
de
los
renglones
que
el
discurso
oficial
ha
enarbolado
⎯y
aún
enarbola⎯
como
parte
de
los
grandes
logros
de
la
Revolución.
En
La
sombra...,
sin
embargo,
el
servicio
de
salud
es
representado
como
aparato
disciplinario
destinado
a
corregir
el
cuerpo
y
devolverlo
corregido
a
la
sociedad.
En
esta
lógica
está,
por
ejemplo,
la
corrección
ortopédica
y
ortodóntica
a
la
que
es
sometida
Gabriela:
“aparatos
y
más
aparatos
para
enderezar
lo
que
la
madre
naturaleza
[...]
tendía
a
retorcer”
(36).
Algo
alegórico
hay
en
estos
aparatos
de
corrección;
en
ellos
se
cifra
una
amplia
maquinaria
política
de
transformación
de
lo
desviado,
que
se
extendía
desde
las
tristemente
conocidas
UMAP
(Unidades
Militares
de
Ayuda
a
la
Producción)
hasta
las
sesiones
de
autocrítica
en
el
seno
del
Partido.
Por
último,
la
novela
cuestiona
la
viabilidad
y
eficacia
de
la
amplia
formación
político-‐militar,
concentrada
en
el
programa
extensivo
de
preparación
militar.
El
relato
mismo
toma
como
punto
de
partida
el
empeño
estatal
en
hacer
de
cada
ciudadano
un
preciso
francotirador,
y
dicha
máxima
será
el
detonador
⎯en
el
sentido
literal
del
término⎯
de
toda
la
historia
y
constituirá
el
emblema
que
justifica
narrativamente
la
primera
peripecia.
De
este
modo
se
alude
a
un
proyecto
masivo
que
empezaba
en
las
casillas
dispersas
por
toda
la
ciudad,
en
las
que
la
juventud,
por
un
precio
irrisorio,
aprendía
a
disparar
con
balas
de
salva.
Un
proyecto
que
pasa
por
la
“preparación
militar”,
asignatura
obligatoria
en
todas
las
formaciones
hasta
el
nivel
superior,
y
termina
en
los
campos
de
tiro,
donde
regularmente
el
ciudadano-‐soldado
pone
a
prueba
⎯ahora
sí,
con
balas
mortales⎯
sus
aptitudes
de
defensor
del
cuerpo
social
revolucionario.
¿Accidente?
Pues
sí.
En
el
campo
mugriento
no
se
razona
en
términos
de
“asesinato”
y
mucho
menos
de
“masacre”.
Aquí,
el
tiroteo
es
un
deporte.
En
virtud
de
alguna
fórmula
civil,
de
pacto
racional
entre
seres
racionales,
no
se
concibe
a
un
estudiante
universitario,
a
un
proyecto
de
ciudadano
próspero,
feliz
y
muy
patriótico,
a
un
futuro
hombre
nuevo,
capaz
de
transformarse
de
repente
en
un
loco
arrebatado.
(15;
cursivas
mías)
Otra
vez
la
referencia
al
proyecto
fracasado
del
Hombre
Nuevo
que
ha
resultado
en
un
ser
desviado
en
todo
sentido.
Otra
vez
este
vínculo,
en
el
que
se
basa
toda
la
novela,
entre
un
proyecto
de
ingeniería
social
y
la
génesis
de
un
monstruo.
Asimismo,
el
relato
utiliza
el
cuerpo
extra/ordinario
como
llamada
de
atención
a
una
parte
de
la
maquinaria
biopolítica,
que
se
presenta
a
sí
misma
en
guerra
constante
y
que
está
dirigida
a
la
formación
de
un
ciudadano
capaz
de
defender
ese
Estado
belicoso.
La
narración
hace
visible
así
el
artefacto
inmunológico14
que
pretende
conservar
un
cuerpo
sano
embistiendo
y
destruyendo
todo
aquello
que
ponga
en
peligro
su
frágil
equilibrio.
Allí
donde
la
retórica
organicista
articula
el
cuerpo
social
de
la
Revolución
como
una
morfología
amenazada
que
reclama
terapias
⎯belicistas⎯
de
exención
y
de
protección,
y
termina
por
levantar
un
Estado
⎯un
estado⎯
inmunitario
y
no
comunitario,
la
novela
de
Portela
aboga
por
el
contagio
y
por
nuevas
formas
de
lo
común.
No
sólo
el
cuerpo
“común”
de
Gabriela/Lorenzo
constituye
una
propuesta
de
comunidad,
también
las
relaciones
con
los
personajes
Hojo
Pinta
y
Aimé
resignifican
las
clasificaciones
de
lo
ordinario/ordenado
y
lo
extraordinario,
y
reordenan
las
relaciones
entre
cuerpos.
Cuerpos
postsocialistas
En
un
detallado
estudio
de
novelas
cubanas
producidas
en
la
década
de
los
noventa,
Sonia
Behar
certifica
la
caída
del
ideal
del
Hombre
Nuevo
e
indaga
sobre
aquellas
figuras
que
habrían
venido
a
suplantarlo.
El
corpus
que
analiza
reúne
obras
de
autores
que
residen
dentro
y
fuera
de
Cuba,
y
que
nacieron
con
la
Revolución.
Su
propuesta
va
dirigida
a
dos
tipos
de
figuras
de
la
crisis:
el
nihilista,
propuesto
por
Nietzsche,
y
el
héroe
absurdo,
propuesto
por
Camus.
Behar
termina
matizando
la
pertinencia
de
estos
modelos
para
explicar
los
rasgos
de
ese
nuevo
hombre,
ser
postcrisis
y
ser
postsocialista,
afirmando:
Si
se
concluyese
que
el
ideal
del
Hombre
Nuevo
desaparece
para
sólo
dejar
en
su
lugar
la
nada,
se
estaría
cometiendo
el
error
de
obviar
otros
derroteros
igualmente
plausibles.
El
Hombre
Nuevo
ha
sido
remplazado
por
un
nuevo
hombre
que
es
una
y
varias
variantes
del
héroe
absurdo
de
Camus,
uno
que
busca,
sí,
pero
no
mirando
al
pasado,
sino
al
presente.
Ya
no
se
trata
simplemente
del
estoico
héroe
revolucionario,
ni
del
marginado
héroe
existencialista,
ni
del
último
hombre,
ni
del
superhombre.
Lo
que
ha
quedado
en
lugar
del
Hombre
Nuevo
es
un
héroe
posrevolucionario
que
contiene
todos
estos
matices.
A
fin
de
cuentas
es
que
ha
sabido
reconocer
el
carácter
absurdo
de
su
tiempo
y
espacio,
pero
que
de
vez
en
cuando
se
atreve
a
alzar
la
mirada
hacia
el
futuro
aunque
se
tropiece
con
la
desesperanza.
(Behar,
2009:
149)
En
términos
generales,
la
afirmación
de
Behar
cobraría
otros
matices
si
tenemos
en
cuenta
esa
generación
hija
directa
de
la
Revolución,
que
dentro
de
la
literatura
se
conoce
como
“los
novísimos”.
En
ella
el
nuevo
14
Roberto
Esposito
hace
de
la
formación
de
Estados
inmunitarios
uno
de
los
rasgos
de
la
contemporaneidad:
“Toda
sociedad
ha
manifestado
una
exigencia
de
autoprotección,
toda
colectividad
ha
puesto
en
marcha
una
pregunta
radical
sobre
la
conservación
de
la
vida.
Pero
mi
impresión
es
que
sólo
hoy,
en
el
fin
de
la
edad
moderna,
tal
exigencia
ha
devenido
la
bisagra
en
torno
a
la
cual
se
construye
tanto
la
práctica
efectiva
como
el
imaginario
de
una
entera
civilización”
(2009:
112).
47
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 31-50
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Y SU TRAVESTISMO
Los
Soles
Truncos:
the
Play,
the
Author,
its
Vision,
its
Representation
and
its
Travestism
MYRNA
RIVERA
MÉNDEZ
JESÚS
DEL
VALLÉ
VÉLEZ
PEDAGOGA
E
INVESTIGADORA
UNIVERSIDAD
CARLOS
III
mimirivera@telefonica.net
chuvalle@gmail.com
Resumen:
el
análisis
presentado
tiene
dos
vertientes
que
están
intrínsecamente
ligadas.
Por
un
lado,
se
ofrece
la
teoría
que
le
subyace
a
la
construcción
del
sujeto
femenino,
y
su
relación
con
el
patriarcado,
en
la
obra
Los
soles
truncos
del
dramaturgo
clásico
puertorriqueño
René
Marqués.
Y,
por
otro,
se
escenifica
en
una
lectura
teatralizada
la
construcción
de
sus
sujetos
femeninos
en
clave
queer/travesti:
ejercicio
de
experimentación
que
saca
a
flote
su
transfiguración
discursiva
deslizando
sus
márgenes
y
sus
fronteras.
La
segunda
parte
de
este
artículo
se
centra,
pues,
en
las
problemáticas
de
una
representación
alternativa
de
la
pieza.
Palabras
clave:
género,
patriarcado,
queer,
travestismo,
homosexualidad,
sujeto,
femenino,
mujeres,
masculinidad,
representación,
lectura
dramatizada,
performancia,
teatro
nacional,
Puerto
Rico
Abstract:
the
scope
of
this
article
has
two
intertwined
sides.
First
it
offers
the
underlying
theory
about
the
construction
of
a
feminine
subject
and
its
relation
to
patriarchy
in
the
play
Los
Soles
Truncos
from
the
Puerto
Rican
classic
writer
René
Marqués.
Secondly,
the
construction
of
the
female
subjects
is
staged
in
a
theatrical
reading
on
a
transvestite/queer
approach.
This
experimentation
process
brings
out
its
discursive
transfiguration,
disrupting
its
margins
and
borders.
The
second
part
of
this
article
focuses
on
the
problematics
of
an
alternative
representation
of
the
play.
Keywords:
Gender,
Patriarchy,
Queer,
Transvestite,
Homosexuality,
Subject,
Feminine,
Women,
Masculinity,
Representation,
Theatrical
Reading,
Performance,
National
Theater,
Puerto
Rico
La
representación
del
sujeto
femenino
en
el
discurso
de
René
Marqués1
El
dramaturgo
René
Marqués
(1919-‐1979)
está
considerado
uno
de
los
pater
de
la
cultura
puertorriqueña.2
Nos
atreveríamos
a
decir
que,
debido
a
ello,
durante
muchos
años
ha
sido
un
autor
intocable
ya
que
constituye
un
mito
en
nuestra
dramaturgia.
Y
posiblemente
su
mayor
exponente.3
La
mayoría
de
la
crítica
que
se
ha
hecho
de
las
obras
dramáticas
de
René
Marqués
se
ha
circunscrito
a
analizar
y/o
interpretar,
a
través
de
sus
textos,
la
situación
social,
económica
y
política
de
los
años
cincuenta
en
Puerto
Rico.
La
casa
de
los
soles
truncos,
donde
habitan
seres
truncados
por
la
envidia
y
el
rencor,
recrea
simbólicamente
a
Puerto
Rico.
Las
tres
hermanas
muestran
el
malestar
que
han
sentido
los
puertorriqueños
marginados
por
circunstancias
sociales,
económicas
y
políticas.
Desde
su
encierro,
Inés
Burkhart
y
sus
hermanas
defienden
con
entereza
un
pasado
ajeno
a
la
miseria
y
el
hambre.
Defienden
el
derecho
a
la
libertad.
(García
del
Toro,
1987:
71;
las
cursivas
son
nuestras)
No
existen,
que
conozcamos,
demasiados
estudios
que
analicen
la
visión
de
las
mujeres
que
ofrecía
Marqués
en
sus
obras
teatrales.
Existen
sí,
algunos
análisis
casi
de
soslayo,
que
miden
al
milímetro
cada
una
de
las
palabras
expuestas
por
una
suerte
de
temor
a
ser
expulsados
del
paraíso,
sobre
todo,
cuando
el
autor
aún
vivía.
En
Puerto
Rico
“...hay
una
voluntad
de
prohibir
la
imaginación
o,
lo
que
es
lo
mismo,
de
imponer
una
imaginación
controlada”
(Daroqui,
1990:
40).
Existe
una
especie
de
voluntad
general
de
ver
las
cosas
de
una
misma
manera,
una
suerte
de
visión
académica
“oficial”
perpetua
y
quien
ose
sacar
a
la
luz
otras
verdades
no-‐oficiales
se
convierte
en
reprobable
transgresor.
Afirmar,
pues,
que
la
representación
que
hizo
Marqués
de
los
personajes
femeninos
en
su
obra
es
misógina
supone
casi
una
perversión
cultural,
ya
que
nuestro
autor
está
considerado
uno
de
los
máximos
pater
de
nuestra
cultura
y,
como
tal,
su
obra
es/debe
ser
poco
menos
que
incuestionable.
Escritores
como
Efraín
Barradas
o
María
Solá
fueron
de
los
pocos
que
tímidamente,
en
los
años
setenta,
trataron
de
romper
con
esta
visión
“oficial”
sobre
el
sujeto
femenino
que
representaba
Marqués
en
sus
textos
1
Esta
sección
del
artículo
ha
sido
escrita
por
Myrna
Rivera
Méndez.
2
Marqués
se
distinguió
como
novelista,
cuentista,
ensayista
y
dramaturgo.
Su
extensa
e
importante
contribución
a
la
literatura
teatral
puertorriqueña
ocupa
varios
volúmenes
y
las
numerosas
reseñas
críticas
de
su
obra
aparecen
recogidas
en
revistas,
periódicos,
libros
y
tesis
doctorales.
3
Entre
su
obra
dramática
destacan:
El
hombre
y
sus
sueños
(1948),
Palm
Sunday
(1949),
El
sol
y
los
Mac
Donald
(1950),
La
carreta
(1952),
Juan
Bobo
y
la
dama
de
Occidente
(1956),
La
muerte
no
entrará
en
palacio
(1957),
Los
soles
truncos
(1958),
Un
niño
azul
para
esa
sombra
(1958),
La
casa
sin
reloj
(1961),
Carnaval
afuera,
carnaval
adentro
(1962),
El
apartamento
(1963),
Mariana
y
el
Alba
(1965),
Sacrificio
en
el
Monte
Moriah
(1968)
y
David
y
Jonatán,
Tito
y
Berenice
(1970).
4
Cuando
hablamos
de
“eterno
femenino”
nos
referimos
a
la
construcción
social
de
las
mujeres
a
través
de
la
institucionalización
de
la
familia,
la
escuela,
la
iglesia,
el
matrimonio,
la
relación
de
iguales,
el
ámbito
laboral,
el
Estado,
los
medios
de
comunicación
y
un
largo
etcétera,
que
las
reduce
socialmente
a
unos
determinados
roles
Los
soles
truncos,
representada
por
primera
vez
en
1958,
relata,
en
el
transcurso
de
un
solo
día,
la
historia
de
tres
hermanas
⎯Hortensia
(que
está
muerta
cuando
comienza
la
obra),
Inés
y
Emilia
Burkhart⎯
que
han
vivido
muchos
años
encerradas
en
una
antigua
casa
de
la
calle
del
Cristo
en
la
parte
antigua
de
San
Juan,
capital
de
Puerto
Rico.
A
través
de
las
continuas
retrospecciones
y
los
monólogos
interiores
conocemos
el
pasado
y
presente
de
los
tres
personajes.
Las
hermanas
Burkhart
habían
sido
hijas
de
terratenientes
y
de
ascendencia
alemana
por
parte
del
padre,
y
española
por
parte
de
la
madre.
Durante
su
niñez
y
juventud
habían
disfrutado
de
todos
los
parabienes
que
les
brindó
el
pertenecer
al
privilegiado
núcleo
de
hacendados
cultivadores
de
la
caña
de
azúcar
en
la
colonia
española:
estudios
en
Estrasburgo,
relaciones
con
la
clase
dirigente,
poder
adquisitivo,
acceso
a
una
cultura
y
educación
elitistas,
etc.
Hortensia,
la
menor
de
las
tres,
estaba
comprometida
con
un
alférez
español
(de
quien
sus
otras
dos
hermanas
también
estaban
enamoradas
en
secreto),
pero
decidió
no
contraer
matrimonio
al
enterarse
por
su
hermana
Inés
que
su
prometido
había
tenido
un
hijo
con
otra
mujer.
Una
mujer
de
posición
inferior
a
su
estirpe:
“La
yerbatera
de
la
calle
Imperial”
(Marqués,
1983:
23).
A
partir
de
ese
momento,
decidieron
encerrarse
a
cal
y
canto,
a
excepción
de
Inés
quien,
tras
la
muerte
de
sus
padres,
se
vio
obligada
a
salir
de
la
casa
para
intentar
vender
objetos
de
valor
de
la
familia
o
para
mendigar
y,
de
esta
manera,
sustentar
a
sus
hermanas.
La
representación
que
hace
Marqués
de
estos
(y
otros)
personajes
femeninos
en
su
discurso
teatral
es
prejuiciada
y
estereotipada
y
en
múltiples
ocasiones
raya
en
lo
misógino.
Las
mujeres
son
locas,
“¿Hablando
sola?
¿Yo,
hablando
sola?
Pues
no.
No
te
admito
semejante
calumnia”
(Marqués,
1983:
17);
son
rencorosas,
“Ya
cumpliste
con
tu
‘deber’,
Inés;
asesinaste
una
ilusión.
No
sé
cuál
será
tu
castigo.
Pero
estoy
segura
que
ha
de
ser
terrible”
(24);
las
joyas
son
su
mayor
referente,
“Pero
las
joyas...son
bellas.
Con
una
belleza
que
nada
puede
destruir.
Ni
siquiera
el
tiempo”
(36)
y
su
gestualidad
afectada
asemeja
a
una
parodia:
“Se
acerca
a
una
de
las
puertas
cerradas.
Apoya
la
frente
sobre
la
puerta,
luego
extiende
los
brazos
como
si
quisiera
abrazarse
a
la
puerta,
y
solloza
así,
como
crucificada
sobre
las
hojas
que
no
han
de
abrirse
jamás”
(47-‐48).
A
diferencia
de
los
personajes
masculinos,
representados
como
la
“norma”
universal,
los
femeninos
no
sólo
carecen
de
voz
propia,
sino
que
están
delineados
unilateralmente.
Sus
dimensiones
humanas,
por
lo
tanto,
quedan
reducidas
a
roles
tradicionales
como
hija,
madre
y
esposa.
Estos
tres
roles
socio-‐genéricos
(madre,
hija
y
esposa),
a
primera
vista,
pueden
dar
la
impresión
de
ser
productos
culturales
ligados
exclusivamente
a
ese
momento
histórico
en
Puerto
Rico.
Sin
embargo,
esos
mismos
roles
⎯madre,
hija
y
esposa⎯
pueden
ser
perfectamente
extrapolados
a
la
realidad
actual
de
las
mujeres,
no
sólo
en
Puerto
Rico,
sino
en
casi
todos
los
países
del
mundo,
a
pesar
de
que
han
pasado
más
de
respecto
a
los
hombres,
los
cuales,
por
oposición,
están
igualmente
construidos
en
un
“eterno
masculino”.
55
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 51-69
Myrna Rivera Méndez
Jesús del Vallé Vélez
cincuenta
años
de
la
publicación
de
estas
obras
y
de
los
avances
feministas
realizados
por
mujeres
y
hombres
para
erradicar
esta
discriminación
genérica.
Como
se
sabe,
“Una
relación
de
dominación
no
está
consolidada
hasta
que
la
entidad
dominada
no
adquiere
la
ideología
de
la
entidad
dominante”
(Reguant
i
Fosas,
1996:
51).
Las
mujeres,
en
un
inmenso
número
de
casos,
continúan
supeditadas
a
esos
mismos
roles,
como
si
se
tratara
de
algo
consustancial
a
la
“esencia
femenina”.
Esto
significa
que
estos
conceptos
supuestamente
“arcaicos”,
vinculados
al
género,
han
conseguido
trascender
las
coordenadas
espacio-‐
temporales
para
insertarse,
aún
hoy
día
y
según
la
voluntad
general
de
las
sociedades,
en
todos
los
ámbitos
de
convivencia.
Existe
como
una
suerte
de
voz
inconsciente
y
unívoca:
las
mujeres
son
lo
que
han
sido
y
seguirán
siendo,
y
los
hombres
son
lo
que
han
sido
y
seguirán
siendo.
Marqués,
en
sus
obras,
promulga
un
esquema
en
el
que
todas
las
mujeres,
de
una
u
otra
manera,
aparecen
subordinadas
al
yugo
del
pater,
del
varón,
ya
sea
en
el
entorno
social,
familiar,
laboral
o
económico.
El
territorio
que
han
de
ocupar
las
mujeres,
según
su
discurso,
está
pre-‐
asignado
fundacionalmente
por
una
ley
“natural”
e
irrevocable,
la
ley
del
pater.5
Esta
ley
del
pater
se
ve
plasmada
a
través
de
una
simbología
críptica
que
recorre
la
obra
de
Los
soles
truncos.
René
Marqués,desde
el
comienzo
de
su
obra
ya
nos
advierte
de
su
significado:
“La
forma
de
los
cristales
recuerda
el
varrillaje
de
un
abanico
o
los
rayos
de
un
sol
trunco”6
(Marqués,
1983:
7;
la
cursiva
es
nuestra).
Si
reflexionamos
sobre
los
significados,
cualidades
y
características
que
se
le
han
otorgado
al
sol,
tal
vez,
hagamos
“visible
lo
invisible”
(Kuhn,
1991:
87).
El
sol
ha
sido
considerado
como
“principio
activo”,
“ojo
del
dios
supremo”,
“lo
ve
todo,
lo
sabe
todo”,
“fuerza
masculina”,
“fuente
de
energía
y
vida”,
“revela
la
realidad
de
las
cosas”,
“fuerza
heroica”,
entre
otras
muchas
acepciones
que
aparecen
en
el
Diccionario
de
los
símbolos
(Chevalier
y
Greerbrant,
1993)
o
del
Diccionario
de
símbolos
(Cirlot,
1997).
Las
hermanas
Burkhart
son
“soles
truncos”:
fuerza
masculina
incompleta,
mutilada,
a
la
que
le
falta
ese
significante
que
supuestamente
la
colocaría
en
igualdad
con
el
varón.
Y,
por
consiguiente,
dejaría
de
ser
trunca.
¿Y
cómo,
entonces,
desde
lo
trunco,
lo
mutilado
e
incompleto
es
posible
defender
el
derecho
a
la
libertad
de
todo
un
pueblo,
cómo
es
5
El
concepto
“ley
del
padre”
lo
tomo
de
los
escritos
de
la
psicoanalista,
filósofa
y
lingüista
francesa
Luce
Irigaray.
6
El
término
“soles
truncos”
pertenece
a
la
jerga
de
la
arquitectura
colonial
(la
arquitectura
típica
del
Viejo
San
Juan,
lugar
donde
se
desarrolla
la
obra),
y
se
refiere
en
específico
a
la
estructura
que
en
forma
de
media
luna
o
semicírculo
corona
la
puerta
de
entrada
de
las
casas
y
que
suele
estar
dividida
o
“truncada”
en
tres
o
cuatro
partes
por
una
varilla
metálica
o
de
madera,
entre
medio
de
las
cuales
se
coloca
un
color
distinto,
y
asemeja
un
abanico.
Su
función
no
es
meramente
ornamental,
ya
que
además
permite
tamizar
la
entrada
de
la
luz
solar.
algo
en
ella
que
nos
resulta,
además
de
graciosa,
extraña.
La
construcción
del
personaje
es
tan
exagerada,
tanto
gestual
como
psicológicamente,
que
nos
puede
trasladar
casi
más
a
una
suerte
de
show
trasvesti
que
a
una
tragedia
clásica.
La
acotación
que
Marqués
hace
de
este
personaje
nos
parece
reveladora.
Por
medio
de
ella
descubrimos
dos
sensibilidades
diferentes
en
el
autor.
Por
un
lado,
como
hemos
visto,
es
un
pater
implacable
que
mueve
todos
los
hilos
de
sus
personajes
femeninos
desde
una
mirada
patriarcal
y
misógina
y,
por
otro,
la
representación
que
hace
de
esos
personajes
femeninos
la
podríamos
leer
o
interpretar
como
queer,
es
decir,
fronteriza.
Esta
especie
de
desliz
queer
permea
toda
la
obra
de
Los
soles
truncos.
Es
como
si
el
autor
se
saliera
de
su
propio
guión
conceptual
y
se
trans-‐vistiera.
De
un
lado,
tenemos
una
mujer
sin
identidad
propia
y,
de
otro,
una
visión
de
la
mujer
que
asemeja
al
de
un
travesti.
Es
por
esto
que
resulta
interesante
la
lectura
de
Los
soles
truncos
y
su
representación
en
clave
queer.
Esta
dicotomía
en
la
representación
del
sujeto
femenino
hace
que
su
lectura
adquiera
otra
dimensión,
un
nuevo
matiz.
Hoy
día
sabemos,
por
las
muchas
teorías
que
existen
al
respecto,
que
cada
una
de
nosotras
y
nosotros
tenemos
una
lentes
particulares
con
las
que
observamos
y
construimos
las
realidades.
Estas
lentes
están
ligadas
a
la
clase
social
a
la
que
pertenecemos,
a
nuestro
género
construido
socialmente,
al
sexo,
a
la
profesión
que
ejercemos,
a
nuestra
ideología,
a
si
somos
homosexuales,
heterosexuales,
transexuales,
lesbianas
o
intersexuales.
Este
cúmulo
de
circunstancias
que
crean
una
identidad
se
convierten
también
en
excelentes
categorías
de
análisis.
Y
así
entraríamos
en
el
gran
debate.
¿Me
puedo
yo,
como
autora
o
autor,
alejar
objetivamente
de
mi
producción,
o
mi
producción,
al
ser
cultural,
es
completamente
subjetiva
y
está
supeditada
a
estas
categorías
(de
género,
sexo,
clase
social,
etc.)
que
hemos
señalado
anteriormente?
El
crítico
literario
Ignacio
Echevarría
afirmaba
su
“...instintiva
tendencia
a
pensar
que
sí,
que
existe
una
escritura
característicamente
femenina...”
(2014:
23).
¿Se
podría
extrapolar
esta
afirmación
a
la
escritura
masculina
de
René
Marqués...?
Es
decir,
¿escribía
Marqués
desde
una
visión
masculina?
¿Podemos,
en
definitiva,
retrotraernos
de
lo
que
somos,
de
los
que
nos
configura
social,
política,
económica,
sexual,
genérica,
étnicamente,
etc...?
Nos
parece
poco
probable.
Se
hace
urgente
continuar
analizando,
desde
diversas
lentes,
la
visión
genérica
que
subyace
a
los
personajes
femeninos
en
las
obras
de
René
Marqués
y,
así,
desentrañar
la
visión
cognitiva
que
su
autor
plasma
en
ellas.
Es
necesario
un
cambio
de
actitud,
una
consciencia
reflexiva
y
crítica
acorde
con
los
tiempos,
con
las
variadas
interpretaciones,
con
las
nuevas
teorías
explicativas.
¡Hay,
en
fin,
que
desmitificar
a
los
dioses!
Sin
ello,
permaneceremos
“truncos”.
Los
unos
y
las
otras.
59
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 51-69
Myrna Rivera Méndez
Jesús del Vallé Vélez
8
Esta
sección
del
artículo
ha
sido
escrita
por
Jesús
del
Valle
y
responde,
como
todo
lo
referente
al
teatro,
a
un
interés
práctico.
La
ponencia
que
lo
origina
se
presentó
en
el
“III
Congreso
Internacional
sobre
el
Caribe:
nuevos
sujetos
y
subjetividades
en
el
Caribe
Hispano”
(26
al
28
de
noviembre
de
2014)
y
fue
completada
con
una
lectura
dramatizada
de
fragmentos
del
texto
en
la
cual
el
ponente
fue
también
actor.
Esta
segunda
parte
de
este
texto
es,
más
que
a
un
acercamiento
teórico,
que
ya
se
vio
en
la
primera
parte,
a
una
reflexión
en
primera
persona
ante
una
propuesta
travesti
de
la
obra
en
contraposición
a
las
lecturas
hegemónicas
de
la
pieza
y
el
lugar
del
autor
entre
el
canon
literario
puertorriqueño
y
la
llamada
“literatura
gay”.
9
En
una
entrada
de
su
blog,
el
director
y
dramaturgo
puertorriqueño
Pedro
Rodiz
hace
un
comentario
sobre
la
imposibilidad
de
ver
Los
soles
truncos
interpretada
por
hombres.
A
esto,
en
los
comentarios
de
la
publicación,
el
también
dramaturgo
Roberto
Ramos
Perea
argumenta
que
la
obra
fue
representada
por
hombres
en
México
en
1988
sin
autorización.
Véase:
http://adnrodiz.blogspot.com.es/2007/02/ms-‐por-‐pedro-‐rodiz-‐en-‐das-‐
recientes.html
(15/09/2015).
Por
otra
parte,
en
comunicación
personal
con
Larry
Lafountain,
nos
comentó
que
se
representaron
fragmentos
de
la
obra
en
clave
trans
en
una
actividad
en
Viejo
San
Juan
en
tiempos
previos
a
la
publicación
de
este
artículo.
No
hemos
encontrado
fuentes
documentales
de
ninguno
de
estos
acercamientos
escénicos.
10
Véase:
http://www.elnuevodia.com/entretenimiento/cultura/nota/caribecomoprotagonistaenm
adrid-‐1901977/
(15/09/2015).
11
En
aquella
oportunidad
tuve
el
privilegio
de
presenciar
un
espectáculo
del
performer
y
transformista
mexicano
Tito
Vasconcelos
(http://www.festivaldecabaret.com/de-‐soltera-‐
a-‐casada/).
Véase
aquí
su
ficha
en
el
Hemisferic
Institute:
http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/hidvl-‐additional-‐performances/tito-‐vasconcelos-‐
martita-‐primera-‐dama-‐and-‐others
(15/09/2015).
12
En
el
texto
publicado
Marqués
describe
la
obra
como
comedia
trágica.
La
selección
de
palabras
no
nos
parece
fortuita
ni
superflua.
Nótese
que
no
eligió
tragicomedia,
ni
tragedia
cómica.
El
autor
tiene
un
uso
cuidado
de
las
palabras,
de
los
símbolos
que
éstas
evocan.
Así,
quizá,
nos
ofrece
la
clave
para
la
interpretación
de
la
obra
a
largo
plazo.
El
tono
de
comedia
debería,
con
esta
nomenclatura,
primar
en
la
interpretación
de
la
pieza,
sin
embargo
siempre
se
ha
representado
como
un
drama
o
como
una
tragedia.
Hoy
en
día,
el
montaje
tradicional
de
la
pieza,
con
la
apoteosis
musical
de
las
Valquirias
de
Wagner,
nos
parecería
ciertamente
risible.
Pero
esto
nos
habla
más
de
la
cercana
obsolescencia
de
la
pieza,
más
que
de
una
interpretación
cómica
de
ella.
13
Por
invitación
de
la
profesora
caribeñista
Magdalena
López
de
la
U.
de
Lisboa
fuimos
encargados
de
realizar
un
diálogo
entre
Los
soles
truncos
y
La
casa
de
Bernarda
Alba
de
Federico
García
Lorca
que
se
representó,
bajo
la
dirección
de
Myrna
Rivera
Méndez
y
la
colaboración
actoral
de
Paco
Rodríguez
Orozco
y
Jesús
Del
Valle
Vélez
en
el
V
Congreso
de
la
Asociación
Beta
de
Jóvenes
Doctores
en
Hispanismo
en
junio
de
2015.
Nótese
asimismo
que
La
casa
de
Bernarda
Alba
ha
sido
representada
por
hombre
en
varios
montajes,
siendo
el
más
reconocido
el
hecho
en
México.
En
este
enlace
se
puede
ver
una
versión
mexicana
en
formato
de
musical:
https://www.youtube.com/watch?v=9TzbZp3ciN0
(15/09/15).
61
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 51-69
Myrna Rivera Méndez
Jesús del Vallé Vélez
El
teatro,
espacio
de
libertad,
es
aún
hoy
receptáculo
de
armarios,
de
prejuicios
no
hablados,
de
cuchicheo
tras
bastidores,
de
comentario
de
barra
tras
un
golpe
de
ron
por
el
gaznate
en
los
alrededores
de
San
Juan.
Y
lo
es
cuando
los
egos
están
a
flor
de
piel,
en
el
cuerpo,
no
como
en
la
república
de
las
letras
que
el
ego
se
manifiesta
principalmente
en
el
texto
escrito
y
tiene
algún
matiz
de
vuelos
de
seda
en
presentaciones
de
libros
(en
los
cuales
la
poesía
y
el
teatro
son
sólo
adornos),
en
tertulias
y
en
aulas.
En
un
mundo
donde
la
literatura
está
dividida
en
castas,
asumirse
como
autor
gay,
además
de
una
subversión
en
un
país
como
Puerto
Rico,
es
también
una
amenaza.
La
literatura
femenina,
la
novela
negra,
la
literatura
gay
son
vistas
como
manifestaciones
inferiores
del
gran
genio
de
la
escritura.
Parece
que
aún
hoy,
estas
categorías
son
estancos
de
los
cuales
algunos
autores
y
autoras
quieren
escapar.
La
forma
en
que
la
figura
de
René
Marqués
ha
sido
protegida
de
estas
categorías
durante
su
vida
y
tras
su
muerte
evidencia
una
fobia
estructural
ante
sexualidades
divergentes.
Una
fobia,
que
si
nos
atenemos
a
ciertas
interpretaciones
de
sus
textos,
él
también
sufrió.14
Desde
la
crítica
cultural
puertorriqueña
de
finales
de
siglo
XX,
se
asume
que
en
Puerto
Rico
hay
una
ausencia
de
literatura
gay
antes
de
1970
(Cruz
Malavé,
1995).
Con
una
puesta
travesti
de
Los
soles
truncos
me
atrevo
a
señalar
que
esa
línea
es
un
poco
más
difusa.
Ciertamente
los
temas
y
los
autores
abiertamente
homosexuales
tienen
su
eclosión
a
partir
de
esta
fecha,
en
parte
como
respuesta
liberadora
a
la
revolución
sexual
de
finales
de
los
sesenta.
Pero
si
nos
atenemos
a
la
categoría,
y
aceptada
la
homosexualidad
reprimida
del
autor
¿no
adelanta
René
Marqués
con
esta
obra,
en
su
mascarada
fundamental,
una
literatura
gay
marcada,
sobre
todo,
por
la
represión
sexual?
Después
de
Marqués
han
surgido
dramaturgos
abiertamente
homosexuales
como
Abniel
Marat,
Juan
González
Bonilla,
Luis
Rafael
Sanchez.
Éstos,
si
bien
no
han
hecho
publicidad
de
su
orientación
sexual,
han
elegido
temas
en
los
cuales
los
personajes
marginales
⎯travestis,
putas,
adictos,
actores
y
actrices⎯
son
los
que
llevan
la
carga
dramática.
Ellos
han
explorado
la
teatralidad
de
cuerpos
divergentes
y
son,
junto
a
actores
como
Antonio
Pantojas,
Víctor
Alicea
y
Johnny
Ray
(entre
otros)
quienes
desde
el
teatro
mejor
han
sintetizado
las
variantes
de
travestis
en
la
escena
puertorriqueña,
conectando
con
las
masas.
Esto
no
es
de
extrañar,
puesto
que
en
la
ciudad,
debido
quizá
a
haber
sido
burdel
de
las
élites
isleñas
y
los
militares
estadounidenses
una
vez
se
cerró
Cuba,
existía
una
cultura
de
bohemia
y
de
cabaret
en
la
cual
interaccionaban
tanto
los
escritores
y
músicos
nacionales
con
expresiones
artísticas
de
entretenimiento
erótico
más
soez.
Los
autores
antes
mencionados
dan
cuenta
en
sus
obras
de
todos
esos
personajes
al
margen.
Presentar
Los
soles
truncos
en
clave
travesti
permitiría
llevar
la
pieza
a
un
registro
de
cultura
popular
que
el
mismo
Marqués
criticaba
y
que
es
el
polo
opuesto
de
la
opulencia
trasnochada
de
14
En
La
mirada
(1975),
última
novela
del
escritor,
el
personaje
principal
sufre
un
periplo
homoerótico
castrante,
siempre
marcado
por
la
reprobación
y
el
miedo
a
la
muerte.
las
hermanas
Burkhart,
del
Puerto
Rico
de
salones
de
baile
y
Danza
de
una
élite
europeizada
inexistente.
Yo
ante
el
autor
desde
una
máscara
travestida15
El
mundo
en
el
que
yo
vivo
es
un
mundo
en
el
que
dos
hombres
se
pueden
querer
y
a
la
vez
acostarse
con
muchos
otros
cientos
de
hombres.
El
mundo
en
el
que
yo
vivo
es
un
mundo
donde
lesbianas
pueden
viajar
por
el
planeta
a
visitar
a
sus
amigas
en
otras
ciudades
y
países.
El
mundo
en
el
que
yo
vivo
es
un
mundo
en
el
que
una
mujer
puede
emborracharse
cuando
quiera
y
seguir
conservando
su
honor.
El
mundo
en
el
que
yo
vivo
es
uno
en
el
que
a
pesar
de
las
limitaciones
sociales
que
aún
existen,
se
fuma
tabaco,
marihuana;
puedes
acceder
a
mucho
paraíso
artificial,16
puedes
manejar
tu
mente
con
fármacos,
utilizar
todo
lo
que
ofrece
la
ciencia
(a
pesar
de
sus
fallos
y
traiciones)
para
abrirte
camino
hacia
el
futuro.
El
mundo
en
el
que
yo
vivo
un
maricón
se
puede
fugar
de
su
país
e
irse
a
otro
a
ser
tan
maricón
como
jamás
pensó
en
su
vida.
Vivo
en
un
mundo
en
el
que
se
pueden
pasar
días
contemplando
la
vida,
a
pesar
del
estrés
y
de
los
deseos
sin
cumplir.
Y
de
las
ansiedades
que
provocan
ese
otro
mundo
de
afuera,
ese
mundo
de
muerte,
de
violaciones,
de
absurdo,
de
locura.
Yo
quiero
la
posibilidad
de
la
libertad
para
todos.
De
entregarte
a
nada
más
que
a
ti
mismo.
Yo
quiero
eso
para
todos.
Por
eso
me
trasvisto.
Para
romper
barreras
y
viejas
formas.
No,
no
es
novedoso
travestirse,
sin
embargo
siempre
es
como
la
primera
vez
y
eso
en
sí
es
su
potencial
de
transgresión.
Siempre
nos
sorprende
mirar
a
un
hombre
que
asume
gestos
y
máscara
femenina.
Esa
máscara
de
mujer
se
convierte
en
algo
así
como
una
confesión
íntima
y
algo
en
nosotros,
algo
pequeño
que
no
podemos
explicar,
siente
vergüenza.
Y
luego
tras
el
choque
de
esa
imagen,
se
inicia
el
diálogo.
René
Marqués
no
vivió
en
mi
mundo.
A
pesar
de
su
machismo,
a
pesar
de
su
misoginia,
a
pesar
de
servir
al
patriarcado,
a
pesar
de
todo
eso,
a
pesar
de
vivir
con
otros
códigos,
de
alguna
forma
ha
servido
para
que
mi
mundo
exista.
Contra
él
se
rebelaron
generaciones;
generaciones
que
abrieron
sus
cuerpos,
que
lo
cuestionaron,
que
se
rieron
de
él
a
sus
espaldas
mientras
el
mundo
cambiaba
y
él
como
sus
mujeres
truncas
seguía
igual,
aferrado
al
alcohol
que
lo
devoró
cual
incendio.
Y
las
generaciones
posteriores
se
rieron
de
su
suerte,
de
sus
palabras
de
la
mejor
manera
posible:
lo
olvidaron.
Cosa
complicada
dada
la
institucionalidad
de
la
figura
de
Marqués.
En
las
escuelas
se
enseña.
Va
a
la
par
de
la
clase
de
Historia
y
Español.17
Así
pues,
los
artistas
posteriores
a
René
Marqués
lo
ignoraron
y
15
Véase esta lectura dramatizada en el siguiente enlace: https://youtu.be/SB3Z9XHUWSw.
16
No
olvidemos
que
el
tema
de
la
droga
en
Marqués
es
fundamental
en
su
última
novela
La
mirada.
17
Que
se
nos
olvida,
quizá,
que
la
clase
de
español,
en
el
sistema
educativo
puertorriqueño,
es
donde
verdaderamente
se
cultiva
la
identidad
puertorriqueña
tradicional.
Los
maestros
y
maestras
de
español
son
los
que
consiguen
eso
primordialmente.
La
clase
de
historia
está
ahí
como
estructura,
pero
la
emoción
por
ser
63
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 51-69
Myrna Rivera Méndez
Jesús del Vallé Vélez
La
cuestión
Drag
Fuera
del
debate
en
cuanto
a
la
identidad
u
orientación
sexual
del
autor,
podemos
igualmente
suscribirnos
a
los
arquetipos/estereotipos
femeninos
que
se
manifiestan,
a
través
de
la
pluma
de
Marqués,
en
la
obra,
y
que
a
mi
puertorriqueño,
sea
lo
que
eso
sea,
la
inculcan
los
maestros
de
español
con
su
amor
a
la
literatura
del
país.
18
Las
drags
puertorriqueñas
tienen
una
larga
tradición
con
artistas
que
han
alimentado
los
universos
de
muchos
escritores,
y
que
sin
embargo
se
mantienen
en
el
ámbito
de
lo
popular
y
del
teatro
comercial.
Nombro,
por
ejemplo,
a
Alex
Soto,
Rudys
Martínez
o
Dreuxilla
Divine…
quienes
saltaron
a
la
fama
a
través
de
la
televisión
y
que
sin
embargo
nunca
abandonaron
sus
números
musicales
en
antros
muy
variopintos.
Lo
drag,
quizá,
es
más
transgresor
que
lo
travesti.
Los
drags
⎯o
dragas
en
la
isla⎯
son
una
generación
de
transformistas
que,
no
sólo
en
Puerto
Rico,
se
conectan
con
una
visión
queer,
no
hay
una
representación
o
imitación
exacta
de
la
mujer
sino
con
elementos
masculinos.
Poseen
una
irreverencia
ante
los
usos
genéricos
tradicionales,
tienen
un
aire
de
resistencia,
de
burla
de
su
propia
condición
de
representación
distorsionada.
19
El
montaje
más
divergente
de
la
propuesta
original
del
que
tenemos
constancia
fue
dirigido
por
Gilberto
Valenzuela
en
2007.
Allí
presentó
a
los
personajes
como
espectros
fantasmales
que
noche
tras
noche
repiten
el
ritual
de
inmolación
en
un
viejo
San
Juan
en
ruinas.
Véase
la
reseña
de
Javier
Del
Valle,
disponible
en
http://teatropr.blogspot.com.es/2007/06/critica-‐teatral.html
(15/09/2015).
20
Se
me
adelantaron
en
esta
propuesta
travesti,
los
alumnos
universitarios
en
un
ejercicio
de
clase.
Aunque
el
siguiente
video
carece
de
cualquier
cualidad
estética,
nos
permite
atisbar
cómo
es
recibida
la
obra
por
un
público
desconocedor
de
los
códigos
teatrales.
Esto
nos
permite
subrayar
la
importancia
de
una
lectura
más
transgresora
de
la
obra
que
convierta
su
hilaridad
en
herramienta
política
actual:
véase
https://www.youtube.com/watch?v=CyXIxS8_JG4&feature=youtu.be
(15/09/2015).
65
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 51-69
Myrna Rivera Méndez
Jesús del Vallé Vélez
21
Recordemos
que
esta
lectura
dramatizada
o
cualquier
versión
completa
travestida
de
la
obra
no
se
ha
presentado
en
Puerto
Rico
y
por
lo
tanto
no
se
ha
sometido
a
la
crítica
local.
ignorando
a
los
antecesores,
sin
entrar
en
diálogo
directo
con
las
obras
aunque
sí
con
sus
ideas.
Sin
embargo,
estos
artefactos
casi
caducos
aún
pulsan
y
dirigen
parte
del
debate
de
la
identidad.
Mi
leitmotiv
con
esta
mascarada,
es
hacer
concreto
y
visible
que
un
montaje
Travesti/Drag,
permite
reapropiarse
desde
la
creación,
de
una
genealogía
de
autores,
que
si
bien
retratan
el
mundo
isleño
justo
antes
de
la
eclosión
posmoderna,
aún
hoy
pueden
servir
para
mostrar
la
complejidad
de
la
identidad
puertorriqueña.
Transgredir
Los
soles
truncos
con
esta
propuesta
es
trasponer
la
idea
unificadora
de
nación
puertorriqueña
y
permitir
que
asomen
la
diversidad
de
subjetividades
como
nuevo
canon.
Teatro,
lo
tuyo
es
puro
teatro
Continúo
con
el
asunto
éste
de
la
identidad
puertorriqueña
que
aún
arrastramos,
plasmada
en
mí,
en
lo
grotesco
de
un
hombre
gordo,
marica
con
barba,
guayabera
blanca
y
máscara
de
mujer
que
escribe
y
lee
estas
líneas.
Las
tres
mujeres
que
conforman
esta
historia
de
encerramiento
han
sido
vistas
como
defensoras,
como
guerreras
protectoras
de
un
alma
puertorriqueña.
Un
alma
que
ha
sido
trastocada
y
convertida
en
histérica,
en
esquizofrénica
melancólica
tras
la
invasión
estadounidense
de
1898.
Los
intelectuales
puertorriqueños
del
siglo
XX
en
su
mayoría
(especialmente
aquellos
más
cercanos
a
la
fecha
de
la
guerra)
han
aceptado
la
idea
del
“desastre”,
la
idea
de
una
herida
abierta
que
seguirá
supurando
mientras
los
norteamericanos
⎯los
bárbaros⎯
permanezcan
en
la
isla.
No
se
puede
sacar
al
autor
del
armario,
entre
otras
razones
porque
en
el
Puerto
Rico
de
mediados
de
siglo
XX
no
existía
tal
concepto.
Y
supongo,
desde
mi
historia,
desde
las
escuetas
notas
biográficas,
desde
las
anécdotas
contadas
por
actores
y
teatristas
de
varias
generaciones
que
su
vida
no
fue
fácil.
Y
se
nota
en
la
ética
de
sus
personajes,
en
el
sentido
de
responsabilidad
con
la
tradición
y
la
familia
que
permea
su
escritura;
en
la
tradición
y
la
familia
como
razón
y
como
trampa.
Escribir
sobre
la
homosexualidad
de
René
Marqués
aún
hoy
sigue
siendo
un
tema
tabú.
Hablar
no,
pues
todos
hablamos
de
ello
con
más
o
menos
ironía
en
tertulias
académicas,
en
los
descansos
entre
ensayos
de
sus
obras,
cuando
se
recuerda
el
sexo
libre
que
pulula
entre
actores
y
que
queremos
enmascarar
de
dignidad
en
el
momento
en
que
las
Letras
adquieren
su
valor
dogmático.
Me
explico.
El
problema
no
es
que
Marqués
haya
sido
homosexual,
bisexual,
pansexual…
Todo
eso
da
igual,
pues
él
vivió
la
vida
que
quiso
o
pudo.
Lo
que
importa
es
cómo
la
generación
que
recibió
su
obra
en
un
proyecto
de
encumbramiento
de
su
figura
a
escritor
nacional,
que
sin
duda
es,
ocultaron
activamente
su
vida
personal
como
si
el
hecho
de
su
vida
sexual
y
de
sus
amores
mancillara
una
obra
y
una
memoria.
Como
si
fuera
un
secreto
innombrable.
Y
si
miramos
detenidamente
Los
soles
truncos,
el
único
secreto
que
compartían
las
hermanas
no
es
el
amar
al
mismo
hombre,
sino
la
ruina.
Ruina
que
ya
es
inaplazable
con
la
muerte
de
la
bella
y
arrogante
Hortensia,
último
símbolo
de
otro
régimen.
67
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 51-69
Myrna Rivera Méndez
Jesús del Vallé Vélez
Los
soles
truncos
fue
de
los
primeros
encuentros
que
tuve
con
el
teatro
escrito.
Desde
entonces
una
sensibilidad,
una
manera
de
escribir
que
encontraba
cercana,
una
escritura
simbólica
se
ha
vuelto
referente
y
origen.
Ha
sido
un
origen
incuestionado,
de
la
misma
manera
que
la
vida
privada
de
Marqués
se
ha
mantenido,
al
menos
oficialmente,
al
margen
del
discurso
oficial.
Y
entonces
esta
estética
Drag
se
hace
tan
obsesiva
como
la
pasión
que
sienten
estas
mujeres
por
las
joyas.
La
mujer
convertida
en
máscara.
Interpretada
por
un
hombre
que
hace
de
sus
gestos
y
de
sus
motivaciones
íntimas
una
caricatura.
Una
caricatura
de
mujer
que
acentúa
el
deseo
por
el
hombre,
que
hace
del
sexo
un
reclamo
político
de
igualdad.
Porque
el
drag,
la
drag,
la
travesti,
el
travesti,
es
un
ser
híbrido
y
efímero
que
pone
su
dedo
en
la
llaga.
En
la
herida
de
la
identidad.
De
nuevo,
¡otra
vez!,
sin
duda,
imaginar
y
ver
bajar
a
esa
vieja
coja
interpretada
por
un
hombre
afectado,
afeminado
hasta
la
hipérbole
nos
lleva
a
cuestionar,
desde
ese
relato
de
origen,
cuál
es
el
lugar
la
puertorriqueñidad.
No
podré
negar
que
hay
algo
de
rancio
en
la
obra,
algo
de
historia
trasnochada
y
perdida
en
el
tiempo.
Pero
el
hecho
de
que
aún
hoy
estemos
hablando
de
este
texto,
es
un
ejemplo
de
que
esas
tres
mujeres
⎯u
hombres
travestidos⎯
aún
arden
en
la
calle
del
Cristo
del
San
Juan
eternamente
colonial.
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10,
n.º
3,
p.
34.
69
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 51-69
SUJETO
Y
COMUNIDAD;
VOZ,
ISLA
Y
MUERTE
EN
LA
NARRATIVA
CUBANA
Subject
and
Community;
Voice,
Island
and
Death
in
Cuban
Narrative
of
the
21st
Century
NANNE
TIMMER
LEIDEN
UNIVERSITY
n.timmer@hum.leidenuniv.nl
Resumen:
este
artículo
explora
cómo
dos
novelas
cubanas
de
2010
y
2012
tratan
el
tema
del
sujeto
y
de
la
comunidad.
En
Desde
los
blancos
manicomios,
de
Margarita
Mateo
y
en
Días
de
entrenamiento,
de
Ahmel
Echevarría
se
repiensa
la
comunidad
y
se
imagina
un
futuro
atravesando
los
temas
de
la
muerte,
el
yo,
y
la
isla.
La
tensión
entre
sujeto
y
símbolo
nacional
es
crucial
en
estas
narrativas,
y
a
través
de
ella
se
articula
la
búsqueda
de
voz,
vida
y
cuerpo
en
visiones
contemporáneas
sobre
la
singularidad.
Palabras
clave:
Cuba,
literatura,
comunidad,
postnacional,
Generación
Cero
Abstract:
this
article
explores
how
two
Cuban
novels
from
2010
and
2012
treat
the
topic
of
the
subject
and
its
community.
In
Desde
los
blancos
manicomios
by
Margarita
Mateo,
and
in
Días
de
entrenamiento,
by
Ahmel
Echevarría,
community
is
rethought
and
a
future
is
imagined
while
narration
is
going
through
themes
like
death,
the
self,
and
the
island.
Tension
between
the
subject
and
national
symbols
is
crucial
in
these
narratives
that
search
for
voice,
life
and
body
in
contemporary
visions
on
singularity.
Keywords:
Cuba,
Literature,
Community,
Postnational,
Generation
Zero
ISSN: 2014-1130
Artículo invitado
vol. 12 | invierno 2015 | 71-82
Fecha de recepción:
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.279
31/07/2015
Nanne Timmer
Introducción
Para
entender
el
tema
de
la
subjetividad
en
la
narrativa
cubana
de
las
últimas
décadas,
resulta
crucial
detenerse
en
el
diálogo
que
ésta
establece
con
los
discursos
identitarios
hegemónicos
de
la
isla,
en
los
que
evidentemente
la
Revolución,
la
isla
y
lo
colectivo
juegan
un
papel
importante.
En
este
artículo
quisiera
analizar
tanto
las
formas
de
subjetivación
como
de
comunidad
que
proponen
dos
novelas
recientes:
a
saber
Desde
los
Blancos
Manicomios
(2010),
de
Margarita
Mateo,
y
Días
de
Entrenamiento
(2012),
de
Ahmel
Echevarría.
Escritas
en
la
isla
y
publicadas
en
la
última
década,
pero
de
autores
pertenecientes
a
diferentes
generaciones,
y
de
poéticas
muy
distintas,
ambas
novelas,
sin
embargo,
ahondan
en
la
experiencia
del
sujeto,
y
en
interrogantes
sobre
qué
lo
constituye.
Como
mucha
de
la
narrativa
de
las
últimas
décadas,
ambos
textos
dejan
atrás
la
pregunta
del
“quiénes
somos”
y
del
“ser-‐en-‐común”,1
para
concentrarse
más
en
el
individuo.
Ahora
bien,
muchos
críticos
han
encontrado
falsamente
en
ese
aspecto
un
desinterés
automático
por
las
formas
de
comunidad
que
puedan
pensarse
desde
allí.2
La
preocupación
no
es
tanto
encontrar
el
ser
del
individuo,
sino
el
lugar
que
ocupa
ese
individuo
en
la
comunidad.
Las
imágenes
de
carencia,
de
escombros
y
marginalidad;
de
ruinas,
de
vacíos
existenciales
y
nadas
cotidianas;
de
muerte
en
vida
y
de
apocalipsis,
abundan
en
la
narrativa
contemporánea
cubana.
Para
leer
estas
dos
novelas
quisiera
partir
desde
el
tema
de
la
muerte,
la
imagen
del
cementerio,
para
ver
cómo
esa
imagen
está
en
su
centro,
y
cómo,
precisamente,
se
busca
a
partir
de
allí
una
forma
de
vida,
atravesando
el
apocalipsis
o
la
muerte
para
repensar
el
yo
y
la
comunidad;
y
cómo,
a
su
vez,
en
este
sentido
ambas
novelas
construyen
un
imaginario
perteneciente
al
siglo
XXI.
¿En
qué
medida
estas
distintas
poéticas
se
relacionan
con
las
alegorías
nacionales
y
las
resignifican?
En
las
imágenes
apocalípticas,
y
en
las
nadas
cotidianas
anteriormente
mencionadas,
se
ve
frecuentemente
una
obsesión
por
la
nación
o,
como
constata
Walfrido
Dorta:
“La
literatura
escrita
por
cubanos
ha
girado
incesantemente
⎯como
una
noria
perpetua,
complacida
de
sí
misma⎯
alrededor
de
un
centro,
de
un
significante
apropiado
y
figurado
hasta
el
vértigo:
Cuba”
(2015:
s.p.).
Dorta
incluso
formula
cómo
habría
de
ser
la
literatura
cubana:
Se
trata
de
olvidar
Cuba.
De
ir
borrando
los
significados,
cualesquiera
que
éstos
sean,
asociados
a
ese
significante
de
cuerpo
presente,
o
fantasmático,
o
dictador.
Se
trata
de
que
la
literatura
escrita
por
cubanos
se
descentre.
Se
trata
de
una
desposesión.
(2015:
s.p.;
cursivas
del
original)
1
Con
“ser-‐en-‐común”
y
“estar-‐en-‐común”
me
refiero
a
nociones
de
Jean-‐Luc
Nancy
(2000)
que
ayudan
a
formular
la
transformación
de
la
idea
de
comunidad
inmanente
hacia
una
más
relacional.
2
La
ingravidez
y
el
sujeto
flotante
como
“utopía
posmoderna”,
tal
como
elabora
Casamayor
(2012),
tal
vez
podrían
ser
leídos
de
este
modo.
3
Tal
como
he
comentado
en
otros
lugares
analizando
narrativa
cubana
postnovísima:
“El
malestar
del
sujeto
[...]
es
la
omnipresencia
del
simulacro
de
la
nación”
(2013:
157).
También
otros
críticos,
como
Pérez
Cino,
se
han
referido
a
esa
“presencia
obsesiva
de
la
isla,
que
ejerce
el
poder
de
la
atracción
y
la
confluencia”
(2000:
14).
4
En
otro
artículo
elaboro
una
lectura
más
a
fondo
de
la
novela
Desde
los
blancos
manicomios
donde
parto
de
la
imagen
del
archipiélago
según
el
pensamiento
de
Glissant
que
muestra
la
tensión
entre
la
pérdida
de
sí
y
la
fuerza
liberadora
del
mar.
Algunas
de
las
ideas
en
este
texto
son
el
fruto
de
aquel
artículo.
Para
más
detalles,
véase
Timmer,
2014.
Poco
a
poco
vio
cómo
la
invasión
acuática
penetraba
por
las
calles
de
la
ciudad
de
los
muertos,
convirtiendo
cada
tumba
en
una
superficie
de
mármol
rodeada
de
agua
por
todas
partes,
el
mar
picando
a
sus
espaldas,
más
abajo,
más
abajo.
El
enorme
blanquísimo
archipiélago
en
que
se
hallaba
tan
blanco
como
las
paredes
de
los
altos
manicomios,
solo
ofrecía
a
sus
ojos
una
imagen
de
desolación.
Este
es
mi
paisaje,
pensó:
la
mar
violeta
ciñendo
el
mármol
blanco
de
las
tumbas.
Este
es
mi
paisaje,
repitió:
el
frío
espacio
de
la
muerte,
otorgado
a
mí
cuando
los
dioses
repartieron
el
mundo.
Aquí
debo
habitar
sobre
una
isla
dura
y
fría,
yo,
la
dueña
de
los
cementerios.
(Mateo,
2010:
50)
La
superposición
de
la
imagen
del
cementerio
invadido
por
el
agua
del
mar
con
la
del
archipiélago
es
visible
en
la
cita
anterior.
Desde
ese
mundo
fragmentado,
donde
reinan
la
soledad
y
la
muerte,
la
protagonista
delirante
va
en
busca
de
vida.
El
archipiélago
como
paisaje
de
fragmentos
desunidos
está
de
fondo
en
el
viaje
psíquico
que
emprende
Gelsomina
en
busca
de
sí.
La
línea
temporal
de
Días
de
Entrenamiento,
por
su
parte,
también
está
marcada
por
la
muerte.
Se
trata
aquí
de
la
muerte
de
Grethel,
que
había
sido
amante
del
protagonista
Ahmel.
El
13
de
noviembre
de
2006
Ahmel
recibe
unas
fotos
de
ella
y
⎯al
verlas⎯
se
dispara
el
tiempo
en
recuerdos
fragmentarios,
dando
un
salto
atrás
a
un
año
anterior
a
la
fecha
para
seguir
progresando
hasta
los
meses
posteriores
a
la
muerte
de
Grethel.
Toda
la
narración
está
atravesada
por
la
experiencia
de
la
muerte
y
de
la
pérdida
de
la
amante,
aunque
en
algún
momento
este
relato
parece
marginal
con
respecto
a
las
otras
historias
relatadas.
Al
ver
el
rostro
de
Grethel
en
la
foto,
Ahmel
reflexiona:
Simples
detalles
condensados
en
una
breve
cartulina
de
cuatro
por
seis
pulgadas,
pero
nuestro
universo
estaba
ahí.
Una
larga
cadena
de
recuerdos:
imágenes,
sonidos,
olores,
estados
de
ánimo.
Ese
era
nuestro
pequeño
universo.
Alcancé
a
verlo
y
lo
advertí
sin
disminución
de
tamaño.
Podría
decir,
y
ojalá
nadie
lo
tome
a
mal,
que
he
arribado
precisamente
al
inefable
centro
de
mi
relato,
porque
justo
aquí
comienza
mi
desesperación.
(Echevarría,
2012:
15)
La
muerte,
y
con
eso
“el
universo”
que
deja
de
ser,
está
en
el
centro
inefable
del
relato
por
el
que
discurre
la
narración.
La
frase
“Cambiará
el
universo
pero
yo
no”
⎯de
Borges,
y
que
Grethel
había
apuntado
en
el
cuaderno
de
Ahmel⎯,
es
una
de
las
que
viaja
a
lo
largo
de
toda
la
novela,
y
es
también
con
la
que
concluye
la
obra
en
forma
de
interrogante:
“El
universo
cambiará,
¿pero
qué
pasará
conmigo?”
(Echevarría,
2012:
235).
La
dislocación
del
yo
con
respecto
al
eje
referencial
que
era
la
amada
está
en
juego,
y
de
allí
el
descentramiento
y
la
despropiación.
Aunque
de
modo
frágil
y
efímero,
con
la
idea
de
pareja,
el
ser
humano
intenta
construir
“una
comunidad
al
menos
con
alguien
más”
que
ahora
se
ausenta,
se
echa
en
falta.
Es
éste
el
universo
que
desaparece,
y
que
por
“inefable
centro
de
su
relato”
indica
también
el
centro
de
lo
real
e
inefable
de
toda
comunidad.
En
los
dos
momentos
que
aparece
ante
Ahmel
La
caja
de
cristal,
un
objeto
mágico
anclado
en
el
muelle
del
puerto
de
La
Habana
y
que
da
respuesta
a
todas
las
preguntas,
surgen
dos
imágenes:
la
primera
vez
el
propio
rostro
de
Ahmel,
cabizbajo
y
los
ojos
entornados;
y
la
segunda
vez,
la
figura
de
Grethel.
La
búsqueda
del
yo
y
del
otro
en
un
universo
cambiante,
incierto
y
sin
centro,
en
la
dificultad
de
pensarse
uno
separado
de
otros,
es
la
que
está
de
fondo
en
toda
la
novela.
La
comunidad
se
constituye
a
través
de
límites
y
muertes,
ya
que
la
finitud
sólo
puede
co-‐aparecer,
la
muerte
sólo
existe
en
comunidad,
tal
como
señala
Jean-‐Luc
Nancy:
Una
comunidad
es
la
presentación
a
sus
miembros
de
su
verdad
mortal
(lo
que
equivale
a
decir
que
no
hay
comunidad
de
seres
inmortales;
se
puede
imaginar
una
sociedad,
o
una
comunión,
de
seres
inmortales,
pero
no
una
comunidad).
Es
la
presentación
de
la
finitud
y
del
exceso
irremediable
que
engendran
al
ser
finito:
su
muerte,
pero
también
su
nacimiento,
y
con
ella
la
imposibilidad
para
mí
de
volver
a
franquear
este
último,
y
también
de
franquear
mi
muerte).
(Nancy,
2000:
27)
El
sujeto
se
busca
entre
pertenencia
y
exclusión
como
un
yo
aislado
en
busca
de
lazos
y
conexiones.
Los
interrogantes
sobre
qué
es
la
muerte
y
dónde
se
ubica
uno
con
respecto
a
ella
en
comunidad
en
cuanto
a
la
propia
muerte
y
la
ajena,
son
los
que
organizan
el
relato:
“Dime
si
es
la
muerte
fatalidad.
O
si
es
liberación,
escape.
Dime,
por
favor,
si
alguien
hablará
de
nosotros
cuando
hayamos
muerto”
(Echevarría,
2012:
24).
En
las
conversaciones
entre
el
protagonista
y
Orlando
L.,
y
entre
él
y
su
kodama,
la
pregunta
de
si
la
muerte
es
el
silencio
es
otro
eje
alrededor
del
cual
gira
el
relato.
En
los
capítulos
titulados
“sonidos
de
la
muerte”
se
van
narrando
historias
al
margen
del
relato
principal,
a
través
de
las
cuales
se
llega
a
diferentes
respuestas
a
esa
pregunta.
Por
ejemplo:
“Creo
que
la
muerte
tiene
un
sonido:
el
suave
chasquido
del
mar
en
calma”
(Echevarría,
2012:
67),
“Creo
que
la
muerte
tiene
un
sonido:
es
apenas
audible”
(122),
“Creo
que
la
muerte
tiene
un
sonido:
el
crujido
de
la
madera
de
un
sillón”
(170).
En
el
último
capítulo
de
la
novela
Ahmel
escribe
que
está
en
el
Cementerio
de
Colón,
y
en
esa
experiencia
de
la
escritura
se
conectan
recuerdos
del
mismo
lugar
y
se
superponen
experiencias.
Ya
en
la
primera
mitad
de
la
novela
se
anuncia
ese
momento
en
futuro:
Finales
de
junio
de
2006
⎯martes
30,
Cementerio
de
Colón,
10.30
a.m.
⎯.
Habrá
decenas
de
tumbas
abiertas,
será
día
de
exhumación
de
restos
y
cada
familia
tendrá
ante
sí
una
caja
de
madera,
podrida,
abierta.
Estaré
viendo
cómo
rasgan
el
vestido
que
cubre
los
restos
de
mi
abuela,
sus
medias
y
los
pedazos
de
piel
seca.
Depositarán
los
huesos
en
una
pequeña
caja
gris,
lo
harán
con
cierto
cuidado
para
almacenarla
luego
en
una
bóveda
colectiva.
Una
ruta
me
llevó
a
otra...
(Echevarría,
2012:
89)
fijadas
discursivamente
en
ficciones
fundacionales
de
la
nación.
Más
bien,
todo
lo
contrario:
abre
y
hace
explotar
la
noción
de
isla
para
otras
visiones
nuevas
y
singulares
de
conexión,
de
subjetivación
y
de
comunidad.
Días
de
entrenamiento,
por
otro
lado,
es
una
novela
urbana
en
la
que
los
eventos
ocurren
en
la
calle,
en
un
bar
o
en
casa
ante
el
televisor,
y
el
lenguaje
presenta
mucha
intertextualidad
con
el
cine,
la
música
y
la
literatura.
También
aquí,
aparece
la
idea
de
un
mapa
que
se
va
trazando
aunque
éste
no
sólo
sea
espacial,
sino
también
temporal.
El
protagonista
pone
música
de
Habana
Abierta:
“nostálgicos
y
rabiosos,
han
trazado
como
pocos
el
mapa
de
mi
generación
⎯o
acaso
mi
mapa
personal”
(Echevarría,
2012:
90);
“Fui
a
la
sala.
Vanito
me
vio,
tras
una
señal
suya
se
le
unió
la
banda
y
comenzó
a
cantar,
sin
dudas
harían
un
nuevo
trazo
en
el
mapa.
Mi
mapa”
(95).
En
un
sueño
el
narrador
cuenta:
Una
mujer
que
estaba
en
la
popa
gritó:
“La
casa
se
está
moviendo”.
Otra
dijo:
“Estamos
perdiendo
los
árboles”.
Moonlight
volvió
adentro.
Me
llamó.
Pero
decidí
quedarme
en
la
ventana.
Todo
iba
quedando
atrás:
los
árboles,
los
caserones
entre
los
que
estuvo
anclado
nuestro
barco
(Echevarría,
2012:
97)...
Nuestra
casa
se
está
moviendo...
¿A
dónde
iremos?
Somos
un
par
de
náufragos,
mi
cielo,
dos
náufragos,
mi
amor.
[...]
Navegaríamos
despacio,
tras
un
sarcófago
y
entre
los
autos,
a
golpe
de
bocinazos
y
acelerones
los
automóviles
nos
esquivarían
para
dejarnos
atrás,
muy
atrás.
De
seguir
aquella
ruta
llegaríamos
al
mar.
(Echevarría,
2012:
102)
La
pareja,
como
la
consolidación
del
estar
en
común,
funciona
aquí
también
como
balsa,
tal
como
el
cuerpo-‐isla
en
Desde
los
blancos
manicomios.
Aquí,
sin
embargo,
se
trata
de
la
comunión
entre
dos
personas
mientras
que
en
Desde
los
blancos
manicomios
la
comunión
es
con
el
propio
cuerpo.
De
cierto
modo
la
pareja
también
muestra
una
forma
de
aislarse
y
separarse
del
resto
de
la
comunidad,
como
sugiere
Nancy:
Los
amantes
exponen
por
excelencia
la
inoperancia
de
la
comunidad.
La
inoperancia
es
la
faz
común
y
la
intimidad.
Pero
la
exponen
a
la
comunidad,
que
ya
reparte
la
intimidad
de
estos
seres.
Están
para
la
comunidad
sobre
su
límite,
están
afuera
y
adentro;
en
el
límite,
no
poseen
sentido
sin
la
comunidad
y
sin
la
comunicación
de
la
escritura:
allí
es
donde
adoptan
su
sentido
insensato.
(2000:
51)
En
ese
navegar
momentáneo
en
la
casa-‐barco
en
la
novela,
están
en
juego
los
lazos
entre
el
uno
y
el
otro,
y
entre
la
pareja
y
el
resto.
Pero
el
relato
siempre
vuelve
a
Ahmel
y
su
cuaderno
y
sus
experiencias
cotidianas.
Donde
Desde
los
blancos
manicomios
juega
con
cargar
el
símbolo
de
isla
al
extremo
y
hacerlo
explotar,
Días
de
entrenamiento
hace
lo
contrario.
Aparece
Cuba,
como
símbolo
y
como
referente,
pero
su
valor
se
reduce
frívolamente
a
los
márgenes
del
relato.
La
muerte
de
Grethel
no
es
la
única
que
aparece,
sino
que
en
la
línea
cronológica
que
va
del
2005
al
7
Es
allí
donde
existe
la
posibilidad
de
que
lo
singular
tiene
lugar,
como
explica
Agamben:
la
búsqueda
es
la
singularidad:
the
being
such
as
it
is.
“Singularity
is
thus
freed
from
the
false
dilemma
that
obliges
knowledge
to
choose
between
the
ineffability
of
the
individual
and
the
intelligibility
of
the
universal”
(Agamben,
1993:
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Theoretical
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in
Media
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DOI:
<http://dx.doi.org/10.13110/discourse.36.1.0054>
Resumen:
este
trabajo
aborda
la
función
de
la
derrota
en
dos
obras
de
autores
de
la
emigración
cubana
de
la
década
del
ochenta,
conocida
como
la
generación
del
Mariel.
Analizo
el
primer
texto
escrito
por
Reinaldo
Arenas
una
vez
que
llega
al
exilio,
“Final
de
un
cuento”
(1982),
y
publicado
en
el
número
inaugural
de
la
revista
Mariel
(1983-‐1985).
Comparo
al
héroe
perdedor
en
el
cuento
de
Arenas
con
el
protagonista
de
la
novela
de
Guillermo
Rosales
La
casa
de
los
náufragos
(Boarding
Home),
de
1987.
Considero
que
el
significar
la
derrota
como
acto
de
resistencia
frente
a
grupos
políticos
y
culturales
hegemónicos
inscribe
a
los
autores
del
Mariel
dentro
de
un
corpus
de
literatura
latinoamericana
migrante
del
cual
tradicionalmente
se
les
ha
excluido.
Palabras
clave:
Reinaldo
Arenas,
Guillermo
Rosales,
literatura
cubana
del
exilio,
diáspora
cubana,
literatura
migrante
ISSN: 2014-1130
Recibido: 20/08/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 83-100
Aprobado: 08/09/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.281
Arturo Matute Castro
…
los
cuerpos,
en
las
aguas,
como
carbones
apagados
derivan
hacia
el
mar.
Virgilio
Piñera,
“La
isla
en
peso”
En
su
ensayo,
“Olvidar
a
Cuba:
contra
el
‘lugar
común’”,
Walfrido
Dorta
describe
la
historia
de
la
literatura
cubana
a
partir
del
triunfo
revolucionario
como
una
producción
que
se
encuentra
limitada
desde
su
génesis
misma
por
el
hecho
de
tener
que
demostrar
algo,
una
cualidad
identitaria
inmanente,
frente
a
instancias
y
poderes
que
rebasan
el
ámbito
del
campo
literario.
A
su
juicio,
los
escritores
cubanos
han
producido
una
obra
enfocada
hacia
su
identificación
como
nacional.
Esta
categoría
quedaría
definida
ad
hoc
con
la
ubicación
de
la
nueva
obra
en
una
genealogía
estética
y
temática
cuyos
límites
están
fijados
a
partir
de
lo
escrito
por
los
autores
canónicos
de
la
isla.
Dorta
aboga
entonces,
como
cometido
de
una
literatura
cubana
a
tono
con
los
tiempos
vividos
dentro
y
fuera
de
la
isla,
por
una
fuga
voluntaria
de
la
obra
hasta
relocalizarse
lejos
de
los
cercos
estéticos
y
temáticos
machaconamente
asociados
con
lo
cubano:
“Se
trata
de
una
desposesión.
O
sea,
de
expropiarse,
riesgosa
y
autoconscientemente,
de
un
capital
de
‘lo
cubano’,
y
de
colocarse
en
la
‘intemperie’
de
los
espacios
plurales
del
mercado
simbólico
donde
circulan
discursos,
actores,
figuraciones,
no
vinculables
necesaria
y
únicamente
a
un
territorio”.
Similar
cuestionamiento
de
cómo
han
ocurrido
las
apropiaciones
culturales
⎯entre
ellas
las
del
ámbito
de
la
emigración⎯
de
la
literatura
insular,
lo
expresa
Rafael
Rojas
cuando
considera
que
“la
historiografía
literaria
cubana
aún
opera
con
visiones
construidas
a
mediados
del
siglo
XX,
en
La
Habana
de
fines
de
la
República
o
inicios
de
la
Revolución”
(2013:
203).
Según
este
crítico,
este
nacionalismo
predeterminado
ha
sido
“incapaz
de
asimilar
el
cambio
antropológico
de
las
literaturas
cubanas
en
el
último
medio
siglo”
(2013:
203;
énfasis
mío).
Como
ejemplifican
los
ensayos
de
Dorta
(2012)
y
Rojas
(2013),
es
pertinente
buscar
alternativas
de
territorialización
de
nuevos
márgenes
discursivos
que
efectúen
las
obras
de
autores
cubanos.
Estas
indicarían,
por
su
mera
existencia,
el
surgimiento
de
nuevas
formas
de
identificación
entre
sujetos
nacionales,
mediadas
por
derroteros
que
no
son
exclusivos
de
la
historia
ni
de
la
realidad
insular.
Este
llamado
a
la
literatura
cubana
actual
para
que
participe
en
la
constitución
de
una
comunidad
otra
fue
ya
en
la
década
del
ochenta,
no
obstante,
una
aspiración
de
la
literatura
generada
por
el
éxodo
del
Mariel.1
De
lo
que
se
trataba,
en
el
caso
de
los
1
Entre
los
miles
de
ciudadanos
que
abandonaron
Cuba
en
1980
a
través
del
puerto
del
Mariel,
se
encontraba
un
grupo
de
escritores
formado
dentro
del
sistema
educativo
revolucionario
y
con
una
obra
intelectual
ya
iniciada
en
la
isla.
Reinaldo
Arenas,
Roberto
Valero,
Carlos
Victoria,
René
Ariza,
Miguel
Correa,
Reinaldo
García
Ramos
y
Juan
Abreu,
entre
otros
intelectuales,
forman
parte
de
este
exilio.
Lo
que
singulariza
a
la
generación
del
Mariel
de
la
migración
literaria
precedente
es
su
conciencia
de
grupo,
la
voluntad
colectiva
de
fundir
las
distintas
tradiciones
discursivas
del
exilio
anterior,
repartidas
en
estéticas
que
priorizaban
lo
testimonial,
la
denuncia
política,
la
rememoración
nostálgica
del
paisaje
cubano,
o
la
memoria
de
las
costumbres
locales.
Les
ofrecía
a
estos
avatares
de
la
literatura
extrainsular
nuevos
contenidos,
experimentaciones
a
nivel
de
lenguaje
y
formas
narrativas,
y
una
especulación
ético–política
más
compleja.
Esto
último,
sobre
todo,
porque
incluía
un
severo
cuestionamiento
del
espacio
de
encuentro
diaspórico
(el
contexto
del
exilio
cubano
en
Miami
y
Nueva
York)
y
de
su
asimilación
a
la
lógica
cultural
dominante
en
el
nuevo
país
de
destino,
los
EE.UU.
2
A
lo
largo
de
este
artículo,
los
términos
“Mariel”,
“Mariel”,
“marielitos”
y
“marielistas”
aparecerán
con
distintos
significados.
En
el
caso
de
los
dos
primeros,
el
uso
de
itálicas
distinguirá
a
la
revista
literaria
(Mariel),
de
la
forma
en
que
se
denomina
a
la
generación
vinculada
con
el
éxodo
del
Puerto
del
Mariel.
Por
su
parte,
como
“marielitos”
se
identificó
en
los
Estados
Unidos
a
los
llegados
por
esta
vía.
Asumo,
entonces,
“marielista”
como
calificativo
para
distinguir
a
los
escritores
que
fundaron
y
fueron
parte
activa
en
la
mentada
publicación.
3
En
su
estudio
sobre
distintas
tradiciones
narrativas
de
la
isla,
Odette
Casamayor-‐Cisneros
ubica
la
literatura
de
Arenas
como
iniciadora
de
una
línea
distópica
en
la
que,
como
proyecto
ético,
se
inscribirá
posteriormente
la
obra
de
Pedro
Juan
Gutiérrez
(véase
Casamayor-‐Cisneros,
2013:
186-‐187).
pasado
cuyo
esplendor
nunca
llegó
a
consolidarse
en
el
ámbito
de
lo
social
y
que
ya
había
alcanzado
sus
cotas
máximas
en
los
escritos
de
los
padres
letrados
de
la
nación
(Martí,
Lezama
Lima,
entre
otros).
Este
pasado
estaba
asociado
espacialmente
tanto
con
lo
hecho
en
la
isla
como
con
el
repertorio
simbólico
de
la
nacionalidad
producido
por
el
exilio
(José
María
Heredia,
Cirilo
Villaverde,
Félix
Varela,
Martí…).
Por
otra,
el
hecho
de
no
poder
vivir
en
Cuba
y
realizar
allí
el
proyecto
de
comunidad
idealizada
⎯sobre
todo
desde
su
correlato
discursivo-‐literario⎯
provoca
en
los
escritores
de
Mariel
una
aceptación
traumática
de
su
pertenencia
a
un
grupo
confinado
en
una
extranjeridad
doble
frente
a
su
comunidad
de
origen
y
la
porción
emigrada
de
ésta
que
no
intenta
rehacer
el
statu
quo
de
lo
cubano
alentado
desde
la
literatura
prerrevolucionaria.
Los
escritores
de
Mariel
criticaron
duramente
los
prejuicios
de
clase,
raza,
género
e
identidad
sexual
de
aquellos
de
la
élite
del
exilio
que
los
primeros
consideraban
tenían
el
poder
de
mejorar
el
sistema
de
promoción
y
cuidado
de
la
cultura
cubana
generada
en
los
Estados
Unidos.4
La
presencia
de
lo
autobiográfico
también
es
notoria
en
las
obras
literarias
de
Mariel,
tanto
para
denunciar
la
marginación
del
artista
en
Cuba
y
los
Estados
Unidos
como
para
demostrar
las
relaciones
de
amistad
y
colaboración
intelectual
entre
los
miembros
del
grupo.
Así
ocurre
en
las
obras
de
los
dos
escritores
emblemáticos
de
Mariel
estudiadas
aquí:
“Final
de
un
cuento”
(1982),
de
Reinaldo
Arenas,
y
Boarding
Home
(1987),
de
Guillermo
Rosales.
Si
hubiera
una
manera
homogénea
de
configurar
a
los
protagonistas
de
las
novelas
y
los
relatos
producidos
por
los
narradores
de
Mariel,
tal
forma
quedaría
fijada
en
el
personaje
del
perdedor,
quien
llega
en
ocasiones
a
la
anulación
física
o
frente
a
la
comunidad
humana.
Esta
determinación
fatal
del
héroe
de
los
escritores
de
Mariel
no
es
un
rasgo
exclusivo
que
distinga
a
este
grupo
y
que
los
diferencie
radicalmente
de
otras
estéticas
y
literaturas;
lo
particular
en
sus
obras
descansa
en
la
construcción
de
una
fatalidad
directamente
vinculada
a
la
condición
del
exiliado
cubano
de
finales
de
los
años
setenta
y
comienzo
de
los
ochenta.
A
la
conformación
sicológica
de
este
personaje
se
le
supone
un
abandono
forzado
de
su
país
de
origen
debido
a
la
represión
política,
la
censura
y
confiscación
de
su
obra
literaria,
y/o
la
condena
de
sus
gustos
sexuales.
Pero
este
conjunto
álgido
que
condiciona
la
inadecuación
del
protagonista
de
los
de
Mariel,
dentro
de
la
sociedad
donde
ocurre
su
maduración
intelectual,
continúa
siendo
una
zona
de
realización
problemática
en
el
ámbito
del
exilio.
Quiere
esto
decir
que
no
cabe
suponer
una
actitud
menos
crítica
en
la
representación
del
personaje
en
tanto
emigrado.
Los
Estados
Unidos
no
implican
mayores
beneficios
a
la
4
El
célebre
documental
Conducta
impropia,
realizado
en
1984
por
Néstor
Almendros
y
Orlando
Jiménez
Leal,
es
un
magnífico
testimonio
del
desajuste
de
los
marielitos
respecto
a
su
inserción
en
los
Estados
Unidos.
Aunque
su
tema
central
es
la
represión
de
los
homosexuales
en
la
Cuba
revolucionaria,
se
aprecia
la
dislocación
en
la
sociedad
norteamericana
de
los
miembros
de
Mariel
que
aparecen
en
el
documental:
Reinaldo
Arenas,
René
Ariza
y
Reinaldo
García
Ramos.
6
Este
cuento
tiene
gran
relevancia
por
ser
el
primer
texto
que
Arenas
escribe
íntegramente
en
los
Estados
Unidos
y
el
que
privilegia
el
número
de
homenaje
al
escritor,
al
volver
a
publicarse
en
la
edición
especial
de
la
revista
Mariel,
en
2003.
7
El
cuento
se
publica
con
la
dedicatoria
a
dos
exiliados
del
período
del
Mariel,
Juan
Abreu
y
Carlos
Victoria.
Ya
desde
esta
dedicatoria
la
paradoja
de
concebirse
ganador
en
medio
de
la
derrota
aparece
presente
y
asociada
con
la
condición
del
intelectual
emigrado.
Así,
la
dedicatoria
a
ambos
escritores
se
justifica
por
su
condición
de
permanecer
“triunfales,
es
decir,
sobrevivientes”
(Arenas,
2001:
127).
9
Para
conocer
más
detalles
sobre
la
presencia
de
lo
autobiográfico
en
esta
novela,
véase
Rosales,
Guillermo
([1987]
2003),
La
casa
de
los
náufragos
(Boarding
Home).
Madrid,
Ediciones
Siruela,
pp.
37–89.
10
Para
Nicolás
Kanellos,
una
de
las
diferencias
entre
la
literatura
de
la
inmigración
hispana
a
los
EE.UU.
y
la
literatura
de
inmigrantes
de
habla
inglesa
es
cómo
valoran
el
concepto
de
sueño
americano
(véase
Chavarría
Alfaro).
se
le
dijo
o
esperaba.
2-‐
Este
ingenuo
inmigrante
es
víctima
de
toda
clase
de
abusos
por
parte
de
las
autoridades
civiles,
de
los
otros
ciudadanos
y
en
ocasiones
de
sus
mismos
paisanos
inmigrantes.
3–
La
trama
es
generalmente
un
pretexto
para
criticar
la
Metrópoli
como
el
espacio
de
la
perversión
y
la
corrupción
moral
[…]
y
los
anglosajones
son
vistos
como
quienes
explotan
y
pervierten
la
inocencia
latina.
[…]
4–
Prevalece
un
nacionalismo
cultural
y
la
patria
lejana
se
idealiza
a
través
de
la
nostalgia.
(en
Chavarría
Alfaro,
2010)
En
el
caso
del
héroe
marielista,
resulta
evidente
que
no
llega
a
los
Estados
Unidos
ignorando
que
puede
hallar
ahí
un
destino
poco
afín
con
sus
valores
o
un
espacio
propicio
para
el
cultivo
inmediato
de
una
felicidad
impoluta.
Lo
que
sorprende
y
más
afecta
a
este
personaje
es
el
nivel
de
extrañeza
que
siente
dentro
de
la
comunidad
cubana
exiliada,
cuánto
esta
se
ha
asimilado
al
patrón
norteamericano
de
vida
y
el
rechazo
que
en
consecuencia
le
devuelve
a
cambio
al
marielito,
a
quien
le
está
vedado
una
acogida
incondicional
dentro
de
los
asentamientos
cubanos
en
los
EE.UU.
Aún
así,
aunque
el
entorno
sea
adverso
para
los
emigrados
del
Mariel
y
sobrevivan
condenados
a
una
austeridad
extrema,
el
héroe
de
sus
narraciones
enfrenta
la
adversidad
sintiéndose
intelectualmente
superior.
Como
ejemplifica
a
la
perfección
la
novela
de
Rosales,
no
persigue
la
asimilación
del
entorno
sino
poder
controlar
el
inmenso
desprecio
que
éste
le
inspira
y
canalizarlo
de
manera
trascendente.
Es
de
este
desprecio
que
su
literatura
dice
proceder,
ser
una
reacción
al
nulo
estímulo
existencial
de
la
realidad
extranjera.
El
grupo
humano
que
primero
recibe
la
feroz
crítica
y
burla
de
los
escritores
de
Mariel
⎯Rosales
y
Arenas
como
casos
extremos
de
ello⎯
no
es
la
población
anglosajona
sino,
en
primera
instancia,
los
emigrados
cubanos
de
generaciones
previas
y
de
manera
más
amplia
los
hispanos
en
general
por
haberse
convertido
a
la
cultura
del
lucro.
Es
un
hecho
que
hay
un
nacionalismo
cultural
pero
éste
no
está
adscrito
a
ninguna
geografía
y
mucho
menos
al
presente
de
la
Cuba
revolucionaria.
Todo
lo
contrario,
para
los
marielistas
la
tradición
de
lo
cubano
muere
con
ellos,
emigró
de
Cuba
ante
la
asfixia
del
oficialismo
pero
degeneró
en
el
materialismo
y
falta
de
avidez
creativa
e
intelectual
que
centró
la
vida
de
la
comunidad
exiliada.
Rosales
hace
de
lo
abyecto
una
estética
y
una
manera
de
resistir
y
dejar
memoria
de
sí,
lo
cual,
insistimos,
es
a
juicio
de
los
marielistas
el
último
reducto
de
la
cubanidad.
Ésta
desaparecerá
con
ellos
o
el
día
en
que
decidan
renunciar
a
sus
convicciones.
En
su
conocido
libro
sobre
la
abyección,
Julia
Kristeva
argumenta
cómo
ésta
no
deja
de
ser
una
rebelión
del
ser
ante
una
amenaza
(1989:
7).
El
éxodo
forzado
de
los
escritores
del
Mariel
se
vive
como
una
afrenta
cotidiana
a
su
integridad
personal,
de
ahí
el
recurrir
a
un
refugio
en
lo
abyecto
como
espacio
donde
hallar
fuerzas
y,
de
hecho,
vencer
a
la
inevitable
imposición
de
la
banalidad
cotidiana.
Lo
que
el
héroe
de
Rosales
considera
vulgar
y
opresivo
por
su
ubicuidad
y
falta
de
significancia
⎯la
totalidad
de
lo
real,
con
la
excepción
del
arte,
la
literatura,
el
amor
y
el
culto
a
la
amistad⎯,
no
tiene
fuerzas
allí
donde
se
refugia
este
héroe:
el
lugar
de
lo
abyecto,
la
práctica
de
la
abyección.
En
el
hospicio
adonde
William
Figueras,
el
personaje
de
Rosales,
es
llevado
por
su
pariente,
acompaña
al
protagonista
una
tribu
de
seres
⎯en
su
mayoría
hispanos⎯
que
son
considerados
el
detritus
humano
de
la
ciudad
multidiaspórica
de
Miami.
Seres
todos
venidos
a
menos
tras
haber
demostrado
su
ineficacia
para
medrar
dentro
del
competitivo
sistema
de
libre
mercado.
La
narración
en
primera
persona
describe
la
llegada
de
William
a
este
moridero
humano:
La
casa
decía
por
fuera
“boarding
home”,
pero
ya
sabía
que
sería
mi
tumba.
Era
uno
de
esos
refugios
marginales
a
donde
va
la
gente
desahuciada
por
la
vida.
Locos
en
su
mayoría.
Aunque,
a
veces,
hay
también
viejos
dejados
por
sus
familias
para
que
mueran
de
soledad
y
no
jodan
la
vida
de
los
triunfadores.
⎯…un
negocio
como
otro
cualquiera
⎯me
va
explicando
mi
tía⎯.
Un
negocio
como
una
funeraria,
una
óptica,
una
tienda
de
ropa.
[…]
⎯Aquí
estarás
bien
⎯dice
mi
tía⎯.
Estarás
entre
latinos.
(Rosales,
2003:
12;
énfasis
mío)
Con
cruel
ironía,
la
tía
sugiere
al
protagonista
que
se
integre
a
una
microcomunidad
sentimental
⎯los
latinos⎯
dentro
de
un
espacio
dominado
semánticamente
por
la
derrota,
el
olvido,
la
decadencia
física
y
moral.
El
hospicio,
como
un
esquema
a
escala
de
la
sociedad,
tal
vez
atenúe
el
dolor
del
fracaso
si
el
protagonista
se
circunscribe
a
la
zona
de
confort
de
sus
códigos
culturales
y
sentimentales.
Sin
embargo,
como
asevera
Kristeva,
“la
abyección
se
construye
sobre
el
no
reconocimiento
de
sus
próximos:
nada
le
es
familiar
[…]”
(1989:
13).
Para
William,
la
población
latina
del
Boarding
Home
no
tiene
per
se
un
valor
añadido.
Ni
siquiera
la
desgracia
logra
hacer
simpatizar
al
héroe
del
Mariel
con
una
comunidad
cultural
que
ha
sido
estimulada
desde
los
discursos
formativos
de
las
repúblicas
latinoamericanas.
Tal
repugnancia
hacia
su
prójimo
sentimental
puede
atraer
el
rechazo
de
un
lector
potencial
que
efectivamente
se
siente
parte
de
la
comunidad
hispana
en
los
EE.UU.,
pero
para
el
héroe
marielista
no
hay
más
soporte
para
lo
trascendente
que
su
propia
subjetividad;
algo
que
coincide
con
la
asunción
de
lo
abyecto:
La
abyección
de
sí
sería
la
forma
culminante
de
esta
experiencia
del
sujeto
a
quien
ha
sido
develado
que
todos
los
objetos
sólo
se
basan
sobre
la
pérdida
inaugural
fundante
de
su
propio
ser.
Nada
mejor
que
la
abyección
de
sí
para
demostrar
que
toda
abyección
es
de
hecho
reconocimiento
de
la
falta
fundante
de
todo
ser,
sentido,
lenguaje,
deseo.
(Kristeva,
1989:
12;
énfasis
en
el
original)
Es
dentro
de
esta
experiencia
de
pérdida
y
falta
(el
país,
los
suyos,
la
carrera
de
escritor
abortada,
los
ideales
de
entusiasmo
revolucionario
deshechos,
la
traumática
experiencia
del
desamparo
en
que
lo
deja
la
11
De
hecho,
uno
de
los
factores
que
a
juicio
de
M.
Cristina
García
contribuye
al
sentimiento
de
alienación
de
los
marielitos
dentro
de
la
comunidad
de
Miami
radica
en
que
éstos
no
estaban
preparados
ni
se
supieron
adaptar
a
un
sistema
de
mercado
libre
(1996:
72-‐73).
Violence
in
the
Jardín
de
(la)
Patria:
The
Monumentalisation
of
the
Mirabal
Sisters
and
the
Trauma
Site
in
the
Dominican
Postdictatorship
LISA
BLACKMORE
UNIVERSITÄT
ZÜRICH
lmblackmore@gmail.com
Abstract:
In
the
Dominican
Republic
the
commemorative
thrust
of
In
the
Time
of
the
Butterflies
(1994)
and
the
Casa
Museo
has
transformed
the
Mirabal
Sisters
into
historical
subjects
of
monumental
proportions.
Against
conventional
commemorations
and
the
sisters’
heroic
and
“hagiographic”
representation,
I
attend
to
recent
debates
about
postdictatorship
and
memory
sites
to
argue
that
the
ruins
of
Patria
Mirabal’s
home
and
her
Memorial
Garden
constitute
a
“trauma
site”
(Violi)
whose
material
testimony
of
violence
has
critical
affordances
that
illuminate
broader
issues
related
to
Trujillismo,
such
as
the
contact
between
state
and
body
politic.
Keywords:
Ruin,
Monument,
Postdictatorship,
Trauma
Site,
Memory
1
Este
artículo
es
parte
del
proyecto
de
investigación
“Modernity
and
the
Landscape
in
Latin
America”
(Universidad
de
Zúrich/SNF).
Agradezco
a
Noris
González
Mirabal
y
Antony
de
la
Cruz
Ramos,
directora
y
jardinero
de
la
Fundación
Hermanas
Mirabal
que
nos
abrieron
las
puertas
al
Jardín
Memorial,
y
a
Luisa
de
Peña,
directora
del
Museo
Memorial
de
la
Resistencia.
Gracias
también
a
Jens
Andermann,
Dayron
Carrillo,
Emil
Rodríguez
Garabot,
y
Celeste
Olalquiaga,
cuyos
comentarios
sobre
versiones
iniciales
del
texto
enriquecieron
su
versión
actual.
ISSN: 2014-1130
Recibido: 07/08/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 101-117
Aprobado: 20/09/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.277
Violencia en el jardín de (la) patria: la monumentalización de las hermanas Mirabal
y el sitio de trauma en la posdictadura dominicana
Varios
años
después
del
paso
devastador
del
Ciclón
San
Zenón
de
1930,
en
pleno
Malecón
de
Santo
Domingo
se
erigió
un
monumento
diseñado
para
atribuirle
al
dictador
Rafael
Leónidas
Trujillo
(1930-‐1961)
la
responsabilidad
por
haber
reconstruido
la
ciudad.
Los
acólitos
del
mandatario
venían
clamando
que
la
capital
se
renombrara
Ciudad
Trujillo
para
exaltar
el
hombre
que
se
presentaba
como
“verdadero
Fundador
de
la
Patria
Nueva”
mientras
que
la
propaganda
estatal
proponía
esta
reconstrucción
urbana
como
evidencia
que
Trujillo
era
el
único
agente
de
la
“transfiguración
del
paisaje”
nacional
(García
Bonnelly,
1955a:
112;
1955b:
259).2
En
pocas
palabras,
los
cuarenta
metros
del
llamado
obelisco
“Macho”
instalaron
un
vínculo
metonímico
entre
el
cuerpo
del
Benefactor
y
el
del
territorio
nacional,
materializando
así
el
eje
central
de
la
mitología
oficial
de
la
Era
de
Trujillo:
la
noción
que
sólo
este
hombre
podía
garantizar
la
superación
de
la
República
Dominicana
(Derby,
2009:
69).
No
obstante
este
afán
de
monumentalizar
a
Trujillo,
hoy
la
silueta
fálica
del
obelisco
viste
de
otro
traje.
Desde
el
8
de
marzo
de
1997,
la
piedra
blanca
del
Obelisco
de
Santo
Domingo
se
ha
recubierto
de
murales
coloridos
que
representan
entre
flores
y
banderas
a
tres
figuras
femeninas:
Patria,
Minerva
y
María
Teresa
Mirabal
⎯las
tres
hermanas
involucradas
con
la
resistencia
contra
Trujillo
que
fueron
asesinadas
por
agentes
del
estado
el
25
de
noviembre
de
1960⎯.
Figura
1
Diseño
de
restauración
del
obelisco
“Macho”
con
pinturas
de
Dustín
Muñoz,
Ministerio
de
Cultura,
2011
Desde
el
ajusticiamiento
del
dictador
en
1961,
la
violencia
de
Estado
que
sostuvo
su
régimen
comenzó
a
ser
de
conocimiento
público
y
en
el
2
Esta
transfiguración
contempló
numerosas
transformaciones
físicas
y
simbólicas
del
espacio-‐tiempo
dominicano
como,
por
ejemplo,
nuevas
fiestas
patrias
en
sintonía
con
la
Era
de
Trujillo,
nomenclaturas
de
calles,
puentes,
y
parques,
que
rendían
homenaje
al
Benefactor
y
su
familia
y
el
bautizo
de
la
Pelona
Chica
⎯la
montaña
más
alta
de
la
nación⎯
como
el
Pico
Trujillo.
Véase
Turtis
(2003).
3
El
Museo
fue
creado
por
decreto
en
el
año
2010
para
“la
recopilación,
organización,
catalogación,
preservación,
investigación,
difusión
y
exposición
de
los
bienes
del
patrimonio
tangible
e
intangible
de
la
nación,
correspondiente
a
las
luchas
de
varias
generaciones
de
dominicanos
y
dominicanas
durante
la
dictadura
de
Rafael
L.
Trujillo,
sus
antecedentes
y
sus
consecuencias”
(Museo
Memorial
de
la
Resistencia
Dominicana,
2010).
4
La
bibliografía
sobre
este
tema
es
extensa,
pero
entre
las
lecturas
claves
figuran:
Nelly
Richard
(2004),
Cultural
Residues:
Chile
in
Transition,
Minnesota,
University
of
Minnesota
Press;
Susan
Draper
(2012),
Afterlives
of
Confinement:
Spatial
Transitions
in
Postdictatorship
Latin
America,
Pittsburgh,
University
of
Pittsburgh
Press.
Para
una
colección
heterogénea
de
ensayos
recientes,
véase
el
dossier
compilado
por
Cecilia
Sosa
y
Alejandra
Serpente
(2012),
“Contemporary
Landscapes
of
Latin
American
Cultural
Memory”,
Journal
of
Latin
American
Cultural
Studies,
vol.
21,
n.º
2,
pp.
159-‐163,
y
los
ensayos
sobre
el
tema
editados
por
Jens
Andermann
(2015),
“Place,
Memory
and
Mourning
in
Postdictatorship
Latin
America”,
Memory
Studies,
vol.
8,
n.º
1.
5
Evidentemente
existen
sustanciales
y
numerosas
diferencias
entre
los
contextos
dominicano
y
chileno.
No
obstante,
el
propósito
general
de
Richard
de
interrogar
el
potencial
crítico
de
discursos,
lugares
y
estéticas
de
la
posdictadura
es
pertinente
para
el
contexto
dominicano.
6
Hartlyn
define
el
modelo
“neopatrimonial”
como
“la
centralización
del
poder
en
manos
de
un
gobernante
que
reduce
la
autonomía
de
sus
seguidores
mediante
relaciones
de
lealtad
y
dependencia”.
Crea
vínculos
de
patrón-‐cliente
que
borran
los
límites
entre
los
intereses
públicos
y
privados
dentro
de
su
administración
(1998:
189).
En
las
elecciones
democráticas
después
del
asesinato
de
Trujillo
en
1961
el
intelectual
Juan
Bosch,
candidato
del
Partido
Revolucionario
Dominicano
(PRD),
resultó
ganador.
Su
corto
mandato
lo
interrumpió
un
golpe
militar
que
detonó
una
guerra
civil
que
motivó
una
(segunda)
ocupación
militar
norteamericana
en
1965.
Las
elecciones
de
1978
posibilitaron
Figura
2
Casa
Museo
Hermanas
Mirabal.
Foto
de
la
autora,
mayo
de
2015
Asimismo,
el
itinerario
por
el
lugar
refuerza
este
tiempo
suspendido
que
ubica
la
conmemoración
de
las
Mirabal
entre
el
duelo
y
la
ejemplaridad.
El
recorrido
se
organiza
con
estricto
rigor
para
que
los
grupos
realicen
su
visita
en
compañía
de
uno
de
los
jóvenes
guías
que
repite
un
relato
aprendido
de
memoria.
Se
comienza
en
la
sala
de
la
casa,
donde
la
mesa-‐
comedor
está
dispuesta
para
unos
comensales
que
nunca
llegarán,
y
donde
pinturas
y
objetos
que
las
hermanas
hacían
y
coleccionaban
se
exhiben
cerca
de
la
vitrina
de
objetos
recuperados
del
lugar
de
su
asesinato.
Esta
tensión
entre
la
vida
y
la
muerte
está
mediada
por
la
narrativa
primordialmente
biográfica
del
guía
que
interpola
las
idiosincrasias
de
las
hermanas
con
datos
sueltos
sobre
los
roces
entre
la
familia
y
el
régimen
de
Trujillo.
Una
vez
recorrida
la
casa,
los
visitantes
salen
al
jardín
para
ver
el
pequeño
mausoleo
de
las
tres
hermanas
y
Manolo
Tavaréz,
esposo
de
Minerva
y
líder
político,
donde
el
guía
explica
de
manera
didáctica
los
detalles
de
su
diseño
y
el
decreto
que
convirtió
la
casa
en
extensión
del
Panteón
Nacional.9
Luego
de
ver
el
mausoleo,
se
deja
a
los
grupos
acercarse
a
un
8
Al
hablar
de
melancolía,
Richard
se
remite
a
Julia
Kristeva
(1987:
13-‐78),
quien
plantea
que
el
duelo
cataliza
intentos
de
sustitución
donde
se
busca
reemplazar
aquello
perdido
con
la
representación
de
la
pérdida.
9
No
son
las
únicas
figuras
que
reciben
tal
reconocimiento;
el
mismo
decreto
presidencial
n.º
1211-‐00,
del
22
de
noviembre
2000
que
declaró
la
Casa
Museo
extensión
del
Panteón
Nacional
también
aplicó
esta
condición
al
Monumento-‐Panteón
a
los
Héroes
y
Mártires
de
Constanza,
Maimón
y
Estero
Hondo,
inaugurado
en
1972
y
ubicado
en
los
predios
de
la
antigua
Feria
de
la
Paz
y
la
Confraternidad
del
Mundo
Libre,
creado
para
celebrar
25
años
de
la
Era
de
Trujillo
en
1955
y
luego
renombrado
en
1962
como
el
Centro
de
los
Héroes
de
árbol
de
laurel
(sembrado
por
la
familia)
que
brinda
sombra
a
una
gran
piedra
que
sirve
de
pedestal
para
tres
esculturas
de
las
cabezas
de
las
hermanas
que,
como
afirma
una
inscripción
en
piedra
al
lado
de
la
casa,
están
“siempre
vivas
en
su
jardín”.
Aunque
el
Jardín
y
la
novela
apuestan
por
esta
temporalidad
universal
y
perenne,
al
reconocer
que
las
nuevas
generaciones
dominicanas
confrontan
este
relato
en
tiempos
de
“posmemoria”
cuando
la
Era
de
Trujillo
está
cada
vez
más
distante,
cobra
mayor
urgencia
la
siguiente
pregunta
(Hirsh,
1997).
Más
allá
de
este
discurso
conmemorativo
anclado
en
la
fuerza
conmovedora
de
muertes
violentas
y
sacrificios
épicos,
¿cuáles
otros
espacios
podrían
potenciar
encuentros
con
el
legado
Mirabal
que
no
pasen
por
la
monumentalidad
musealizada?
Y,
¿en
qué
consistiría
el
potencial
de
un
lugar
de
eludir
ese
impulso
monumentalista?
Más
allá
del
monumento:
posdictadura
y
“sitios
de
trauma”
Durante
las
últimas
dos
décadas,
el
crecimiento
global
de
políticas
de
memoria
diseñadas
para
dejar
constancia
de
abusos
de
derechos
humanos
y
marcar
transiciones
de
dictadura
a
democracia
ha
recibido
sostenida
atención
en
los
campos
académicos.
Abordando
la
categoría
de
sitios
de
memoria
⎯cuya
amplia
taxonomía
incluye
memoriales,
mausoleos,
museos
de
la
memoria,
y
parques
de
memoria,
como
apunta
Patrizia
Violi
(2012:
38)⎯,
las
investigaciones
enfocadas
en
América
Latina
han
evaluado
las
relaciones
entre
memoria,
paisaje,
y
lugar,
y
su
rendimiento
afectivo,
crítico
y
reflexivo.
Asimismo,
diversos
estudios
de
las
funciones
mnemónicas
de
los
sitios
de
memoria
y
trauma
han
auscultado
su
capacidad
⎯o
no⎯
de
hacer
palpables
“las
ausencias
afectivas
y
políticas
impuestas
por
la
dictadura”
y
de
estimular,
en
base
a
eso,
una
memoria
colectiva
(Andermann,
2015:
6).
Si
bien
las
discusiones
en
este
campo
se
han
enfocado
en
el
Cono
Sur,
resulta
pertinente
la
acepción
particular
que
se
ha
desarrollado
de
la
“posdictadura”
⎯entendida
como
disposición
crítica
en
vez
de
categoría
temporal⎯
a
la
hora
de
indagar
en
cómo
en
República
Dominicana
se
construyen
relatos
y
monumentos
que
conmemoran
el
fin
del
régimen
de
Trujillo.10
En
este
contexto,
el
giro
hacia
las
transformaciones
espaciales
no
sólo
permite
identificar
las
limitaciones
de
las
llamadas
“arquitecturas
de
la
Figura
3
Jardín
Memorial
Patria
Mirabal.
Foto
de
la
autora,
mayo
de
2015
Forma
parte
de
la
“Ruta
de
las
Mirabal”,
un
recorrido
de
“turismo
Hermanas
Mirabal”,
junto
a
la
Casa
Museo
y
los
memoriales
de
Ojo
de
Agua
(aldea
donde
residía
la
familia
antes
de
la
muerte
del
padre),
que
incluyen
murales,
la
Plaza
Hermanas
Mirabal
(un
monumento
abstracto
y
el
chasis
del
jeep
en
el
que
viajaban
las
hermanas
el
día
de
su
muerte
junto
a
Rufino
de
la
Cruz
Disla,
también
asesinado)
y
el
Ecoparque
de
la
Paz
(2010),
un
recorrido
que
entremezcla
paneles
didácticos,
esculturas
y
paisajismo
con
diversos
árboles
y
plantas
(Turismo,
s/f:
s/p).
11
Dado
del
desconocimiento
acerca
del
lugar,
sirva
el
siguiente
video
como
introducción:
José
Ángel
Aquino
García
(2013),
“Ruinas
Casa
Patria
Mirabal,
San
José
de
Conuco,
Hermanas
Mirabal”,
disponible
en:
https://www.youtube.com/watch?v=GX3lpvfATBo.
A
diferencia
de
los
otros
memoriales,
el
Jardín
Memorial
recibe
un
público
muy
escaso.
La
ubicación
periférica
hace
difícil
hallarlo
y
la
ausencia
total
de
señalización
e
información
implica
que
lo
único
que
lo
identifica
como
el
Jardín
Memorial
es
el
parecido
entre
su
paisajismo
y
el
de
la
Casa
Museo.
No
obstante,
lejos
de
suponer
a
priori
que
esta
condición
abstracta
y
aislada
represente
una
deficiencia,
propongo
que
es
en
estas
condiciones
⎯entre
otras⎯
que
radica
el
potencial
del
Jardín
Memorial
como
sitio
de
trauma
que
podría
catalizar
reflexiones
distintas
al
relato
convencional
identificado
arriba.
Su
condición
abstracta
y
aislada,
quiero
sugerir,
podría
permitir
que
el
significado
del
sitio
no
se
ciña
solamente
a
ser
el
Jardín
de
Patria,
sino
que
podría
leerse
alegóricamente
como
el
Jardín
de
(la)
Patria:
un
sitio
cuyos
testimonios
materiales
se
mueven
entre
lo
particular
y
lo
general
para
iluminar
los
interfaces
violentos
entre
espacio,
Estado
y
cuerpo
político
bajo
Trujillo.
Estudiar
con
mayor
detalle
las
circunstancias
de
la
destrucción
de
la
casa
ayudará
a
aclarar
esta
expansión
de
contexto.
Las
razones
de
cómo
y
por
qué
la
casa
llegó
a
ser
ruina
son
bien
conocidas:
el
9
de
enero
de
1960
acogió
una
reunión
de
activistas
que
días
después
asistieron
a
la
creación
formal
de
la
corriente
clandestina
Movimiento
14
de
Junio.12
Esta
reunión
preinaugural
del
Movimiento
generó
en
la
casa
un
osado
solapamiento
entre
espacio
privado-‐doméstico
y
entorno
político-‐nacional,
de
modo
tal
que
cuando
comenzaba
a
arreciar
la
represión
contra
los
disidentes
a
finales
de
enero,
Patria
y
Pedro
percibieron
un
peligro
real
y
decidieron
mudarse
con
sus
dos
hijos
a
la
casa
de
doña
Chea
(la
actual
Casa
Museo).
Sus
miedos
resultaron
ser
fundados,
ya
que
los
esbirros
de
Trujillo
no
tardaron
en
llegar
a
la
casa
de
Conuco
en
busca
de
armas
que
alegaban
que
los
catorcistas
almacenaban
allí.
Irrumpieron
en
la
casa
deshabitada,
“rompieron
armarios,
descerrajaron
y
destruyeron
todo
lo
que
había”
y
luego
de
despojarla
de
sus
maderas
valiosas,
la
dejaron
en
ruinas
(Mirabal,
2009:
159).
El
hecho
de
que
hoy
las
ruinas
de
la
casa
siguen
marcando
este
encuentro
violento
entre
espacio
doméstico,
escenario
político,
y
poder
estatal,
es
lo
que
le
confiere
la
calidad
de
sitio
de
trauma.
Además,
el
sitio
no
se
limita
a
la
historia
específica,
sino
que
evoca
“formas
cotidianas
de
dominación”
que
fueron
erosionando
la
autonomía
del
hogar
y
los
ciudadanos
bajo
Trujillo
(Derby,
2009:
7).
Como
sostiene
Lauren
Derby,
la
comprensión
del
poder
hegemónico
del
régimen
dictatorial
no
pasa
únicamente
por
el
análisis
de
sus
manifestaciones
evidentes
en
las
instituciones
estatales,
el
aparato
de
propaganda
y
la
tortura.
Se
infiltró
en
el
tejido
de
la
vida
cotidiana
mediante
creencias
populares,
paradigmas
de
12
También
conocido
como
Movimiento
1J4,
su
nombre
es
un
homenaje
a
la
intentona
insurgente
de
1959,
un
referente
clave
en
la
historia
del
declive
de
Trujillo.
Ese
día
miembros
del
exiliado
el
Movimiento
de
Liberación
Dominicana,
bajo
la
dirección
de
Enrique
Jiménez
Moya,
aterrizaron
en
el
pueblo
de
Constanza
y
seis
días
más
tarde,
llegaron
otras
tropas
por
mar
a
Maimón
y
Estero
Hondo.
La
expedición
encontró
una
fuerte
reacción
por
parte
de
los
militares
de
Trujillo
y
los
hechos
terminaron
en
la
muerte
de
casi
todos
los
insurgentes.
raza
y
género,
y
relaciones
sociales
que
volvieron
porosos
los
bordes
del
espacio
privado
y
lo
insertó
en
el
teatro
de
poder.13
Vista
en
diálogo
con
mecanismos
de
control
como
el
sistema
de
regalos
personales
con
los
que
Trujillo
insertó
“su
nombre
y
su
renombre
en
cada
hogar,
desde
los
salones
de
aristócratas
pudientes
que
odiaban
su
régimen
hasta
los
pobres
rurales
y
urbanos”,
las
ruinas
de
la
casa
de
Patria
Mirabal
comienzan
a
perder
su
aislamiento
físico
y
semiótico
para
atestiguar
las
diversas
formas
de
violencia
impuestas
por
el
régimen
(Derby,
2009:
261).
Para
explorar
más
las
zonas
de
contacto
entre
este
lugar
y
el
amplio
contexto
de
violencia
estatal,
la
metodología
del
montaje
documental
que
propone
Georges
Didi-‐Huberman
resulta
productiva,
ya
que
permite
confrontar
el
arruinamiento
poco
visible
del
Jardín
Memoria
con
un
arruinamiento
que
cobró
una
fuerte
presencia
en
el
imaginario
dominicano
del
siglo
XX
(2008:
30).
Al
mostrar
el
terreno
abandonado
de
Patria
y
Pedro,
la
figura
4
evidencia
cómo
el
tiempo
fue
pasando
y
la
casa
de
Patria
seguía
en
ruinas,
lejos
de
la
mirada
pública.
Figura
4
Ruinas
de
la
casa
de
Patria
Mirabal,
Archivo
General
de
la
Nación,
anónimo,
s/f,
posiblemente
circa
1960s-‐70
antes
de
su
recuperación.
En
cambio,
la
figura
5
presenta
tan
sólo
una
imagen
de
la
propaganda
estatal
de
la
época
donde
circulaban
frecuentemente
imágenes
de
los
escombros
dejados
por
Ciclón
San
Zenón
para
subrayar
la
celeridad
con
la
cual
Trujillo
respondió
a
estas
escenas
de
destrucción.
En
efecto,
en
un
discurso
apenas
dos
días
después
de
la
tormenta,
Trujillo
prometió
a
los
dominicanos
que
estaba
profundamente
afectado
por
el
“cuadro
devastador”
e
“identificado
con
el
pueblo
para
sufrir
con
él,
y
para
ayudarlo
decididamente
a
reedificar
sus
hogares
en
ruina”
(Lovaton,
1955:
3).
13
Para
un
análisis
a
fondo
del
control
de
la
comunicación
en
la
época
de
Trujillo,
véase:
Lauren
Derby
(2009),
“¡Compatriotas!
El
Jefe
Calls”,
The
Dictator’s
Seduction:
Politics
and
the
Popular
Imagination
in
the
Era
of
Trujillo,
Durham,
Duke
University
Press,
pp.
135-‐172.
Figura
5
Álbum
de
Oro
de
la
República
Dominicana
(1936),
La
Habana,
Sindicato
de
Artes
Gráficas
de
la
Habana.
Cortesía
Archivo
General
de
la
Nación
Evidentemente
esta
promesa
de
reconstrucción
era
un
gesto
paternalista
de
un
presidente
recién
investido
en
busca
de
apoyo
y
legitimidad.
Sin
embargo,
también
ilumina
el
interfaz
biopolítico
entre
dictadura
y
espacio
doméstico,
lo
cual
se
rigió
por
la
protección
del
poder
soberano
de
los
hogares
y
vidas
que
consideraba
dignas
y
la
vocación
de
destruir
o
violentar
aquéllos
⎯como
el
de
Patria
y
Pedro⎯
que
se
consideraban
disidentes.
Ariella
Azoulay
propone
que
la
coexistencia
de
protección
y
demolición
en
un
sólo
pliegue
es
un
hecho
común.
En
su
ensayo
“When
a
Demolished
House
Becomes
a
Public
Square”,
destaca
que
en
situaciones
de
conflicto
el
Estado
le
resta
al
hogar
su
calidad
de
refugio
del
mundo
exterior,
convirtiéndolo
en
un
sitio
susceptible
a
devenir
un
escenario
del
teatro
de
operaciones
donde
el
Estado
demarca
las
fronteras
del
cuerpo
político
mediante
un
régimen
de
valores
que
determina
cuál
casa
recibe
protección
y
cuál
está
“expuesta,
penetrable,
[y]
dada
a
la
violación
y
la
demolición”
(2014:
201).
Son
precisamente
las
huellas
de
este
proceso
de
“demolición
diferencial”
que
pueden
vislumbrarse
en
el
montaje
de
las
fotografías
del
Jardín,
las
imágenes
de
los
escombros
del
ciclón
y
las
declaraciones
de
Trujillo.
Más
allá
de
estas
interrelaciones
documentales,
a
la
hora
de
desenterrar
múltiples
sentidos
del
Jardín
de
(la)
Patria
en
tanto
sitio
de
trauma,
también
debemos
atender
a
su
testimonio
material
y
examinar
el
aspecto
fenomenológico
del
lugar
para
preguntar:
¿Cómo
es
el
recorrido?
y,
¿cómo
interactúa
el
visitante
con
su
materialidad?
Respecto
a
estas
preguntas,
es
importante
señalar
que
no
existe
visita
modelo.
Por
un
lado,
la
identidad
y
condición
del
sujeto
cambian
las
“mecánicas
de
respuesta”
(mechanics
of
response)
y
los
“subtextos
de
la
experiencias”
(subtexts
of
experiencia)
en
la
recepción
del
jardín
(Dixon
Hunt,
2004:
81).
Por
otro,
aunque
circula
alguna
información
publicada
en
folletos
impresos
y
sitios
web
sobre
el
Jardín,
éstos
se
limitan
a
vagas
indicaciones
sobre
su
ubicación
y
el
porqué
se
conmemoró.
Esta
falta
de
pautas
explícitas
crea
Figura
6
Escombros
de
la
casa
de
Patria
y
Pedro.
Foto
de
la
autora,
mayo
de
2015
En
síntesis,
estas
presencias
materiales
pueden
alterar
la
experiencia
del
jardín
como
paisaje
pintoresco
al
interrumpir
la
temporalidad
suspendida
de
la
escena
y
restituir
el
tiempo
real
del
cuerpo
que
entra
en
contacto
con
el
lugar
mientras
se
va
moviendo
de
punto
a
punto
sin
recorrido
fijo.
Con
estas
consideraciones,
se
puede
vislumbrar
un
potencial
en
el
Jardín
Memorial
como
estímulo
de
asociaciones
alternas
que
se
alejan
del
discurso
biográfico
y
el
impulso
museal
que
conmemora
a
las
Mirabal
como
sujetos
ejemplares
y
únicos.
Si
el
discurso
convencional
de
las
hermanas
se
centra
en
sus
pertenencias
y
sus
vivencias,
concebir
el
Jardín
de
Patria
como
el
Jardín
de
(la)
Patria
lo
abre
a
otras
lecturas.
Asimismo,
como
reveló
la
breve
interrelación
entre
los
escombros
de
Conuco
y
el
Ciclón,
utilizar
este
sitio
como
un
punto
de
partida
para
explorar
sus
interfaces
con
otros
lugares
e
historias
permite
trazar
terrenos
sociales
y
críticos
más
amplios
que
iluminan
problemáticas
compartidas
como
DERBY,
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OSCAR
MUÑOZ
BAJO
EL
RELÁMPAGO.
TEMPORALIDAD
LATINOAMERICANA
Y
1
ARTE
COLOMBIANO
CONTEMPORÁNEO
1
Este
artículo
se
desprende
de
un
trabajo
desarrollado
con
dirección
de
la
Lic.
Mariel
Ciafardo
y
codirección
de
la
Dra.
Mónica
Marinone,
en
el
marco
de
la
tesina
final
de
la
Especialización
en
Lenguajes
Artísticos
de
la
Universidad
Nacional
de
La
Plata,
Argentina.
ISSN: 2014-1130 Recibido: 29/07/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 119-135 Aprobado: 08/09/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.252
Oscar Muñoz bajo el relámpago. Temporalidad latinoamericana y arte colombiano contemporáneo
1.
¿Cómo
se
vuelve
evento
del
presente
un
acontecimiento
de
1985
en
Las
sillas
vacías
del
palacio
de
justicia
(2002)
de
Doris
Salcedo?
¿Qué
tipo
de
archivo
construyen
los
Muestrarios
de
sangre
(2011)
de
Andrés
Orjuela?
¿Cómo
se
transfiguran
mutuamente
las
fosas
comunes
y
las
lápidas
individualizadas
en
Auras
anónimas
(2009)
de
Beatriz
González?
¿Qué
pasados
organizan
las
cronologías
visuales
de
fotografías
que
Daniel
Santiago
Salguero
toma
a
diario
y
envía
por
celular
a
tres
galerías
para
formar
su
Diario
a
distancia
(2010)?
Las
obras
de
artistas
colombianos
de
diferentes
generaciones
producidas
en
estas
primeras
décadas
del
siglo
XXI
salen
“fuera
de
sí”
(Escobar,
2004).
¿Cómo
se
aproximan
a
terrenos
de
la
historiografía,
la
crónica,
la
documentación
y
al
vasto
campo
de
la
memoria?
O
bien,
a
la
inversa
¿las
contradicciones
sociales
rebasan
los
marcos
de
la
política,
la
ciudadanía,
la
racionalidad
estatal
y
se
filtran
en
el
arte,
que
no
hace
más
que
producir
formas
simbólicas
dinamizadas
por
esas
mismas
contradicciones?
La
recurrente
apelación
a
la
historia
en
producciones
artísticas
colombianas
contemporáneas
invita
a
reflexionar
en
torno
a
las
concepciones
sobre
el
tiempo
y
los
vínculos
entre
pasado
y
presente
que
subyacen
en
las
obras,
tarea
que
proponemos
en
este
artículo.
Interrogamos
las
relaciones
entre
contradicciones
sociales
del
siglo
XXI
latinoamericano
y
la
insubordinación
de
la
temporalidad
hegemónica
que
pareciera
configurarse
en
el
arte.
En
este
marco,
aspiramos
a
analizar
algunos
ejemplos
de
la
práctica
artística
de
la
región
en
una
tensión
entre
temporalidades,
donde
se
pondrían
en
crisis
las
nociones
dominantes
de
progreso
y
evolución.
El
escritor
mexicano
Carlos
Fuentes
provee
un
estimulante
piso
de
referencia
para
nuestra
indagación,
en
tanto
sugiere
pensar
el
arte
latinoamericano
desde
una
historicidad
anacrónica.
Concibe
el
pasado
como
memoria
y
el
futuro
como
deseo,
es
decir,
ambos
como
imaginación
en
el
presente.
Desde
allí,
observa
producciones
contemporáneas
de
la
región
que
fuerzan
a
mirar
más
allá
de
lo
visible
y
encuentra
en
ellas
una
revelación
del
arte
y
el
tiempo
precolombino.
Imagina
una
temporalidad
latinoamericana
de
la
simultaneidad
y
la
circularidad,
fundada
(como
toda
concepción
cíclica)
en
un
anhelo
de
abolir
la
historia
para
recrearla.
La
sospecha
que
nos
guía
es
que
en
la
práctica
de
artistas
latinoamericanos
contemporáneos
irrumpe
una
temporalidad
que
se
distancia
de
la
dominante,
para
situarse
en
otra,
alternativa,
de
simultaneidad
y
circularidad.
Estos
rasgos
la
ubicarían
en
relación
con
una
témporo-‐espacialiadad
propia
de
las
cosmogonías
originarias
latinoamericanas,
caracterizada
por
la
circularidad.
Si
bien,
esta
posición
Leer
una
temporalidad
que
caracterizamos
como
precolombina
en
el
arte
contemporáneo
es
una
manera
de
introducir
el
origen
en
el
presente,
en
el
sentido
que
propone
Benjamin.
La
suspensión
del
tiempo
lineal
y
la
recuperación
de
una
concepción
temporal
discontinua
y
circular,
produce
el
remolino
intempestivo
en
el
río
del
tiempo,
con
el
que
el
arte
puede
distanciarse
del
tiempo
hegemónico
con
el
que
pensamos
la
historia.
Así,
conjura
tiempos
heterogéneos
que
ubican
al
espectador
en
un
umbral
del
sentido,
en
el
que,
con
Benjamin,
puede
percibir
como
bajo
un
relámpago,
la
constelación
crítica
en
la
que
un
fragmento
del
pasado
se
encuentra
precisamente
con
tal
o
cual
presente
(1989:
91).
La
restauración
del
origen
como
una
revelación
del
presente,
“naciendo
en
el
devenir
y
en
la
declinación”
remite
a
propuestas
de
2
Para
mayor
información,
véanse
las
imágenes
de
la
muestra
en
el
sitio
web
de
la
artista:
http://www.gracielasacco.com/281121/3165991/works/sombras-‐del-‐sur-‐y-‐del-‐norte.
3
Para
mayor
información,
véanse
las
imágenes
de
la
muestra
en
el
siguiente
sitio
web:
http://www.banrepcultural.org/vik-‐muniz/galeria.php?dgal=11
a
cuya
desaparición
asistimos
a
través
de
un
video,
que
permite
que
vuelva
a
aparecer
y
el
ciclo
recomience
(Narciso,
2001;
Biografías,
2002).
O
bien,
de
espejos
que
gracias
a
la
respiración
del
espectador
dejan
ver
un
retrato
superpuesto
al
rostro
reflejado
(como
la
serie
de
serigrafía
Aliento,
1995),
entre
otras.
Nos
interesa
revisar
cómo
estas
obras
se
fundan
en
un
desplazamiento
simbólico
hacia
una
temporalidad
circular
y
un
intento
de
suspensión
del
tiempo
lineal.4
La
fragilidad
de
la
imagen
y
la
imposibilidad
de
que
permanezca
estable
acompañan
al
espectador
desde
el
acceso
mismo
a
la
muestra.
Quien
ingresa
a
ella,
lo
hace
desandando
caminos
a
medida
que
avanza:
la
primera
obra
que
encontramos,
Ambulatorio
(1994),
ocupa
el
suelo
que
pisa
el
espectador.
Consiste
en
un
gran
mapa
aerográfico
de
Cali
cubierto
por
un
vidrio
que
se
fragmenta
ante
cada
paso.
Lo
que
fuera
un
mapa
del
centro
geográfico
de
América
Latina
y
ciudad
de
residencia
del
artista,
se
convierte
en
un
mapa
de
recorridos
de
espectadores.
Aunque
su
información
cartográfica
sigue
presente,
ya
no
informa;
de
modo
que
está
sin
estar.
El
aquí
y
ahora
de
la
imagen
es
puesto
en
crisis
y,
en
consecuencia,
también
su
proyección
hacia
el
futuro
y
hacia
la
realidad
que
constata.
La
sustitución
de
una
temporalidad
lineal
por
otra
circular,
fundada
en
la
simultaneidad
se
puede
observar
en
el
conjunto
de
la
práctica
artística
de
Muñoz.
Tanto
en
los
dibujos,
en
los
que
la
tensión
entre
el
soporte
y
el
material
impide
la
concreción
de
la
imagen
y
la
desvanece,
como
en
las
“improntas”
(grabados,
impresiones,
reflejos)
en
las
que
los
retratos
solo
constatan
su
propia
irrealidad
o
en
el
uso
de
fotografías
en
las
que
el
referente
se
disuelve
y
la
imagen
fija
se
convierte
en
fluido
de
tiempo.
Nos
detendremos
primero
en
la
fotografía,
pues
generalmente,
se
la
asocia
a
una
concepción
lineal
del
vínculo
entre
pasado
y
presente.
Para
graficar
este
uso
común
de
la
temporalidad
en
la
fotografía,
veamos
el
siguiente
ejemplo:
el
cineasta
argentino
Andrés
Habegger
publicó
en
su
página
de
Facebook
una
foto
de
niño
con
su
padre,
acompañada
del
siguiente
texto:
31
de
agosto
de
1978.
Aeropuerto
de
México
DF.
Mi
padre
y
yo.
No
recuerdo
ese
momento,
ni
las
palabras
de
despedida,
ni
la
situación
de
la
foto,
ni
el
traje
de
mi
padre,
ni
su
cigarrillo
en
la
mano,
ni
mi
remera
rayada.
Subió
al
avión
y
nunca
más
lo
volví
a
ver.
El
vuelo
llego
a
Río
de
Janeiro
y
allí
lo
secuestraron
y
se
hizo
polvo.
Si
no
estuviera
esta
foto
no
podría
decir
que
ese
momento
existió.
Pero
por
suerte
existen
las
fotografías.
Y
esta
me
regala
un
recuerdo.
Esta
foto
es
mi
memoria
y
quizás
la
sustituye.
(Subrayado
nuestro)
4
Las
imágenes
de
la
muestra
están
disponibles
en:
http://www.banrepcultural.org/oscar-‐
munoz/protografias.html
foto.
En
Horizonte
se
altera
la
relación
entre
el
espacio
(paisaje)
y
la
larga
fila
de
guerrilleros
que
hacen
cola
para
entregar
las
armas
y
poco
a
poco
se
individualizan
personajes
mientras
se
pierde
el
conjunto.
En
las
tres
secuencias
de
Impresiones
débiles
se
recupera
el
tiempo
fluido
que
es
inmovilizado
en
un
instante
por
el
obturador
de
la
cámara.
La
derivación
de
la
secuencia
no
produce
la
sucesión
temporal,
como
los
caballos
corriendo
de
Muybridge,
sino
el
desvanecimiento
de
la
presencia
del
referente
de
la
imagen,
inicialmente
indisoluble
de
ésta.
A
la
inversa
que
en
la
fotografía
original,
la
conciencia
del
soy
yo
del
espectador
reemplaza
la
del
haber
estado
ahí
de
la
imagen
y
baña
de
irrealidad
el
pasado.
Éste,
como
memoria,
se
configura
en
el
ahora
del
espectador.
Por
tanto,
la
temporalidad
de
la
fotografía
de
la
que
habla
Barthes
se
altera,
al
invertirse
la
conjunción
entre
aquí
y
entonces.
Lo
irreal
ya
no
recae
en
el
aquí,
en
la
presencia,
sino
en
el
entonces,
en
el
pasado.
De
esta
manera,
la
concepción
temporal
propia
de
la
imagen
fotográfica
se
ve
reemplazada
por
la
simultaneidad
y
si
se
alcanza
una
unidad
temporal
sintética,
ésta
es
dialéctica,
una
mónada,
siguiendo
a
Benjamin.
En
este
sentido,
bien
podríamos
decir
que
las
imágenes
resultantes
se
configuran
como
el
torbellino
que
desmonta
el
tiempo
de
la
historia,
que
contiene
una
revelación
que
parece
a
punto
de
producirse
y
no
se
produce,
o
que
sólo
puede
retenerse
como
la
imagen
del
relámpago
(1989:
180).
En
el
final
de
“La
muralla
y
los
libros”
de
Jorge
Luis
Borges
encontramos
una
reflexión
que
puede
densificar
la
condición
de
revelación
en
el
umbral:
6
Para
más
información,
véase
“Bill
Viola
en
el
parque
de
la
memoria”
(en:
http://www.ramona.org.ar/node/48898).
contacto
con
la
obra.
Una
vez
más,
observamos
en
Muñoz
una
puesta
en
crisis
de
la
temporalidad
lineal
y
su
consecuente
ruptura
de
la
unidad
entre
pasado
y
presente,
en
la
que
éste
es
consecuencia
de
aquél,
al
que
accedemos
a
través
de
huellas.
La
acción
circular
de
dibujar
contra
el
tiempo
es
filmada
y
proyectada
en
loop,
en
un
video,
en
el
que
en
primer
plano
no
vemos
el
retrato
sino
la
mano
incansable
del
artista
que
trata
infinitamente
de
captar
la
imagen.
El
video
constituye
una
mediación
tan
clara
entre
el
espectador
y
el
retrato
interminable,
que
hace
imposible
obviar
las
mediaciones
entre
el
dibujo
y
su
referente,
de
hecho,
las
subraya.
Re/trato
parece
prometer
un
sentido,
pero
sólo
lo
desarrolla
como
una
posibilidad:
una
inminencia.
Como
en
otras
obras
del
autor,
el
material
artístico
no
está
cerrado,
se
presenta
en
forma
de
preguntas.
La
representación
no
se
constituye
como
una
afirmación,
sino
como
un
interrogante.
Empuja
la
mirada
hacia
los
lindes
de
la
representación,
en
palabras
de
Nelly
Richard
“hacia
bordes
de
no
certidumbre
y
ambigüedad
del
sentido”
(2007:
104).
Las
obras
de
Muñoz,
como
el
arte
de
las
culturas
originarias,
se
fundan
en
la
voluntad
de
mirar
más
allá
de
lo
visible,
por
tanto
incluyen
al
observador
en
una
forma
de
mirar
que
pone
en
crisis
la
relación
del
sujeto
(y
del
objeto)
con
la
realidad
aparente.
Las
obras
del
colombiano,
no
prometen
un
sistema
de
respuestas,
un
todo
homogéneo,
sino
un
conjunto
heterogéneo
de
preguntas
sobre
el
pasado
reciente
en
las
que
sumergen
al
espectador,
construyendo
formas
para
lo
que
la
historia
no
dejaría
ver,
pero
el
sujeto
puede
conjurar.
Abre
así,
un
trabajo
sobre
y
desde
el
campo
de
la
memoria,
que
requiere
una
mención
específica
dentro
del
análisis
de
la
temporalidad
en
su
obra.
Para
ello,
nos
detendremos
en
Biografías
(2002)
y
Aliento
(1995).
Biografías
consiste
en
una
serie
de
videos
proyectados
en
el
suelo,
en
los
que
se
observan
retratos
fotográficos
de
personas
fallecidas
en
episodios
violentos,
tomados
de
los
diarios.
Éstos
están
serigrafiados
en
polvo
de
carbón
sobre
agua
que
se
escurre
por
el
desagüe
de
una
pileta.
A
medida
que
el
agua
desciende,
los
retratos
se
deforman,
se
retuercen
sobre
sí
mismos
y
se
achican
hasta
desaparecer.
Pero
lejos
de
ser
éste
el
final,
el
tiempo
de
la
proyección
se
invierte
y,
cual
mancha
de
tinta,
los
rostros
reaparecen
en
torno
al
sumidero,
se
desparraman
y
vuelven
a
formarse.
Si
en
Re/trato
vemos
la
mano
del
artista
dando
una
batalla
perdida
antes
de
empezar,
por
perpetuar
la
imagen,
en
Biografía
nadie
lucha
por
retenerla,
por
fijarla
y
su
destino
depende
de
la
fuerza
inexorable
del
agua.
Esos
retratos,
como
la
imagen
de
la
historia
que
describe
Benjamin,
en
el
instante
mismo
en
que
se
dejan
reconocer
ya
hablan
al
vacío.
O
bien,
“en
cuanto
imagen
que
relampaguea,
para
nunca
más
ser
vista,
en
el
instante
de
su
cognoscibilidad”
(1989:
80).
Dos
elementos
completan
la
obra:
el
sonido
y
el
montaje.
Los
videos
son
acompañados
por
sonidos
de
cañerías
y
agua
corriendo,
lo
cual
ayuda
al
espectador
a
anticipar
de
la
acción.
Sin
importar
cuál
sea
el
momento
del
video
en
que
comience
a
verlo;
el
sonido
advierte
que
el
4.
Carlos
Fuentes
encuentra
claves
para
interpretar
la
obra
del
artista
mexicano
José
Luis
Cuevas
en
una
leyenda
japonesa,
sobre
una
muchacha
que
en
su
lecho
de
muerte
prometió
a
su
novio
que
regresaría,
sin
saber
cuándo
ni
en
qué
forma.
Muchos
años
después,
el
hombre
reconoció
a
su
novia
muerta
en
una
sirvienta
joven,
le
preguntó
quién
era,
y
ella
⎯como
en
un
trance⎯
afirmó
ser
su
prometida.
Luego,
se
desmayó
y
nunca
recordó
ni
la
confesión
de
identidad,
ni
su
vida
previa.
No
obstante,
se
casaron
y
vivieron
en
felicidad.
Como
la
novia
muerta,
dice
Fuentes
“el
arte
de
Cuevas
es,
a
la
vez,
una
memoria
indecible
y
una
promesa
que
habla
superficiales,
se
consagra
una
forma
del
olvido,
pues
la
imagen
circula
en
velocidad
sin
dejar
huellas.
La
memoria
se
diluye
en
el
torrente
de
la
información,
donde
pasa
y
se
pierde.
Entonces,
es
tarea
del
arte
crítico
interrumpir
ese
flujo,
dificultar
la
transparencia
comunicacional.
En
sus
palabras:
“debe
cambiar
la
velocidad
de
la
exposición
y
la
circulación
de
las
imágenes
para
que
la
dispersión
en
el
espacio
(tecno-‐mediática)
se
vuelva
concentración
en
el
tiempo
(crítico-‐reflexiva)”
(2007:
88).
Cuando
la
imagen
permite
corroborar
que
lo
que
se
ve
en
ella
es
lo
que
se
esperaba,
porque
ya
ha
sido
visto,
porque
sus
significados
ya
han
sido
procesados
en
incontables
otras
ocasiones,
el
efecto
es
tranquilizador.
El
espectador
puede
pasar
de
ella
a
otra
visión
como
en
un
continuum,
sin
necesidad
de
interrumpir
el
flujo
de
su
pensamiento
cotidiano.
Las
obras
de
Muñoz,
en
cambio,
proponen
al
espectador
mirar
de
otra
manera
lo
que
ya
ha
visto
mil
veces:
el
mapa
aerográfico
al
que
accedemos
en
Google
earth,
las
imágenes
fundantes
de
la
memoria
reciente,
el
propio
reflejo
en
el
espejo.
La
mirada
hacia
lo
desconocido
en
lo
conocido,
remueve
al
sujeto
de
la
recepción
pasiva
del
flujo
de
imágenes,
lejos
de
ser
un
bálsamo,
es
un
modo
doloroso
de
mirar,
porque
se
sitúa
en,
y
se
dirige
hacia,
la
incertidumbre
y
el
disenso.
No
hay
posibilidad
de
conciliación.
Ante
las
obras
de
este
artista,
el
encuentro
naturalizado
entre
un
sujeto
y
una
imagen
común
se
vuelve
una
experiencia
del
conflicto,
que
señala
la
imposibilidad
de
la
armonía
(reforzado
por
las
otras
incompatibilidades
que
traen
sus
obras:
entre
soporte
y
material,
entre
imagen
sensible
y
mental
y
otras).
Según
Richard:
retorno
al
pasado
“cepillando
a
contrapelo”
el
uso
hegemónico
del
tiempo,
para
saltar
al
futuro
liberados
de
la
opresión
del
continuum
histórico.
BIBLIOGRAFÍA
“A.
C
Y
D.
C”,
DE
FRANCISCO
FONT
ACEVEDO.
UN
NEGRO
ROMANCE
NACIONAL
Abstract:
“a.
C
y
d.
C”,
a
short
novel
present
in
the
volume
La
Belleza
Bruta
of
Puerto
Rican
writer
Francisco
Font
Acevedo,
combines
Hardboiled
novel
with
the
Romantic
nationalism
fiction.
The
purpose
of
this
particular
mixture
is
to
show
the
impossibility
of
building
a
homogeneous
and
unifying
National
project.
Using
the
essential
procedures
of
Pulp
Fiction,
such
as
marginal
characters
and
violent
images,
“a.
C
and
d.
C”
opposites
the
inclusive
sense
of
nineteenth-‐
century
Foundational
Fictions.
Keywords:
Francisco
Font
Acevedo,
“a.
C
y
d.
C”,
La
Belleza
Bruta,
Puerto
Rican
Literature
Si
existe
un
argumento
repetido
hasta
el
cansancio
por
los
defensores
de
la
novela
negra
es
su
valor
como
un
discurso
social
de
carácter
crítico.
No
se
trata
únicamente
de
ofrecer
una
denuncia
política
sobre
los
usos
y
abusos
del
poder,
sino
ante
todo
de
develar
la
corrupción
moral,
institucional,
cultural,
etc.,
de
una
sociedad
particular
explorando
en
paralelo
los
efectos
nocivos
que
genera
la
crisis
en
la
psique
de
los
individuos.
En
palabras
de
Amir
Valle,
“el
objetivo
de
la
novela
negra
es
mostrar,
reflexionar,
revelar
las
zonas
putrefactas,
oscuras,
los
grandes
traumas
humanos,
los
inmensos
desastres
sociológicos
que
ocurren
en
ese
mundo
donde
ocurrió
el
crimen,
el
delito,
en
donde
está
el
enigma
por
resolver”
(2010:
167).
De
ahí
que
en
ciertos
casos
la
novela
negra
pueda
incluso
prescindir
del
enigma
mas
no
del
crimen
(expresión
máxima
de
la
crisis),
pues
el
objetivo
en
una
última
instancia
consiste
mucho
más
en
la
reconstrucción
de
un
espacio
social
en
irreversible
descomposición
que
en
el
juego
intelectual
de
un
detective
sagas
capaz
de
desentrañar
la
historia
oculta
detrás
de
unas
pistas
visibles
mas
no
necesariamente
inteligibles
para
el
lector.
Tal
es
el
caso
de
“a.
C
y
d.
C”
(2008)
del
puertorriqueño
Francisco
Font
Acevedo,
nouvelle
que
narra
el
ascenso,
reinado
y
ulterior
caída
de
un
narcotraficante
de
los
bajos
fondos
de
San
Juan.
La
hegemonía
delictual
de
Tony/Cisco
y
su
posterior
caída
en
desgracia
transcurre
en
paralelo
a
su
relación
amorosa
con
Sharo,
una
prostituta
adolescente
de
“look
andrógino”
y
“cara
de
ojos
tristes”
(2010a:
89).
Acostumbrados
ambos
a
la
prostitución,
Cisco
como
cliente
y
Sharo
como
“profesionista”,
desde
el
primer
encuentro
el
coito
escapa
por
completo
a
la
“relación
comercial
de
antemano
codificada
hasta
en
los
más
mínimos
detalles”
(93),
y
descubren
por
primera
y
única
vez
el
amor.
En
lo
sucesivo,
el
hotel
con
el
pintoresco
nombre
del
Nido
del
amor
será
el
espacio
en
donde
ambos
practicarán
la
ternura,
único
refugio
incontaminado
en
donde
la
traumática
realidad
en
la
que
viven
inmersos
queda
en
suspenso
durante
algunas
horas.
Más
allá
de
los
guiños
al
género
negro
que
“a.
C
y
d.
C”
pone
en
movimiento,
la
nouvelle
de
Font
Acevedo
remite
por
igual
a
otro
sistema
de
ficciones.
Me
refiero
a
los
romances
nacionales
decimonónicos.
Historias
de
un
amor
frustrado
o
ampliamente
postergado,
este
género
narrativo
en
su
momento
tan
popular
en
Hispanoamérica
pone
en
escena
a
personajes
cuyo
único
fin
pareciera
ser
el
de
simples
depositarios
de
una
serie
de
valores
morales
y
nacionales
destinados
a
preparar
al
individuo
en
su
proceso
de
incorporación
comunitaria.
En
palabras
de
Doris
Sommer,
la
novela
del
romance
nacional,
“en
términos
ideales,
era
un
discurso
“hegemónico”
del
sector
más
“ilustrado”
de
determinado
país,
es
decir,
el
sector
que
prometía
responder
a
los
deseos
de
un
amplio
electorado
nacional”
(2010:
113).
Los
ejemplos
son
bien
conocidos:
Amalia
(1851)
del
argentino
José
Mármol,
María
(1867)
del
colombiano
Jorge
Isaacs,
Martín
Rivas
(1862)
del
chileno
Alberto
Blest
Gana,
La
peregrinación
de
Bayoán
(1863)
del
Puertorriqueño
Eugenio
María
de
Hostos,
Clemencia
(1869)
del
mexicano
Manuel
Altamirano,
o
ya
en
el
siglo
XX,
Doña
Bárbara
(1929)
del
venezolano
Rómulo
Gallegos,
por
mencionar
sólo
algunos
nombres.
Desde
apodada
a
veces
como
la
Cha-‐Cha,
una
puta
triste
más”
(2010a:
89).
Si
acaso
posee
un
rasgo
de
individualidad
más
allá
de
su
rostro
andrógino
es
su
negativa
absoluta
a
pasar
la
noche
con
los
clientes
para
proteger
su
último
reducto
de
intimidad:
“Trafico
mi
cuerpo,
no
mis
sueños”
(89),
según
explica
la
propia
Sharo.
Esta
orfandad
de
pasado
y
familia,
la
irreductibilidad
del
personaje
femenino
a
simple
arquetipo,
la
anulación
misma
de
su
nombre
real,
es
ya
un
acto
de
violencia
por
parte
del
texto.
Sin
embargo,
se
trata
de
un
rasgo
característico
de
los
romances
nacionales.
Así
lo
entiende
Julio
Ortega
cuando
señala
que
“el
estereotipo
femenino
hace
perder
de
vista
al
sujeto,
esquematizado
socialmente
por
el
autor
antes
de
intercambiarlo,
con
su
lector,
como
víctima”
(1998:
96).
El
sujeto
masculino
posee
entonces
matices
y
es
acreedor
de
un
periplo
detallado
que
explique
paso
a
paso
como
se
gestó
su
fracaso.
La
mujer
en
cambio
es
un
personaje
trágico
al
que
paradójicamente
le
ha
sido
negada
la
posibilidad
de
contar
su
propia
tragedia,
obligándola
a
subordinar
su
historia
al
relato
de
otro.
Ahora,
desde
sus
primeros
crímenes
en
la
adolescencia
hasta
su
consagración
como
capo
del
narcotráfico
en
Cuchillas,
Tony/Cisco
se
distingue
por
marcar
el
cuerpo
de
sus
víctimas.
Por
ejemplo,
con
el
filo
de
una
navaja
marca
a
sus
rivales
con
una
carita
feliz
en
el
cuello
antes
de
ejecutarlos,
o
bien
amputa
las
extremidades
de
los
tecatos
que
delinquen
en
el
barrio.
Por
su
parte,
Muñón,
el
capo
rival
que
finalmente
le
arrebatará
el
negocio
y
la
vida
al
protagonista,
arroja
al
mar
los
cuerpos
de
sus
víctimas
y
el
agua
los
devuelve
mutilados
por
los
tiburones.
El
mismo
sobrenombre
de
Muñón
es
ya
significativo
en
la
medida
en
que
esconde
una
historia
de
fracasos
sociales
y
amputaciones
corporales;
antes
de
incursionar
en
el
crimen
trabajó
como
carnicero
“hasta
que
una
rebanadora
de
carne
le
destazó
cuatro
dedos
de
su
mano
derecha”
(2010a:
98).
Posteriormente
intentó
una
incursión
en
el
boxeo
“pero
nadie
lo
tomó
en
serio,
a
pesar
de
su
buena
pegada.
Un
entrenador
le
dijo
que
el
boxeo
era
un
deporte
de
puños,
no
de
muñones;
de
ahí
el
apodo”
(98).
Al
igual
que
su
antagonista
Tony/Cisco,
Muñón
abraza
el
crimen
como
proyecto
de
vida
cuando
el
trabajo
y
el
deporte
le
han
dado
la
espalda.
Si
nos
asomamos
brevemente
a
algunos
de
los
cuentos
presentes
en
La
Belleza
Bruta,
el
resultado
a
penas
sí
varía:
en
“Guantes
de
Látex”
un
exitoso
ejecutivo
de
una
multinacional
secuestra
tecatos
para
posteriormente
torturarlos
y
desmembrarlos
con
la
colaboración
activa
de
su
familia,
incluyendo
los
pequeños.
En
“Crónica
del
violador
invisible”,
una
pandilla
de
escolares
violan
con
extrema
crueldad
y
medida
regularidad
a
sus
compañeras
de
curso;
el
relato
finaliza
con
una
imagen
difícil
de
digerir:
una
“muchacha
inconsciente
en
una
casa
de
playa
en
Isla
Verde:
se
dice
que
sendas
botellas
le
mutilaron
los
orificios
entre
sus
piernas”
(2010b:
135).
Por
dar
un
último
caso,
en
“Notas
sobre
el
Proyecto
Xerox”
una
pareja
homosexual
recibe
una
golpiza
de
parte
un
extraño
al
que
conocieron
en
la
celebración
de
un
funeral.
Al
recuperarse
de
los
golpes,
descubren
con
horror
que
el
extraño
agresor
tatuó
sus
rotos
“con
un
diseño
de
camuflaje
militar”
(2010c:
180).
Sirvan
estos
ejemplos
para
afirmar
la
obsesiva
recurrencia
de
Font
Acevedo
por
la
representación
de
cuerpos
desembreados,
heridos
y/o
marcados
con
las
señales
de
la
violencia.
Esta
característica
visible
en
“a.C.
y
d.C.”
es
un
motivo
recurrente
no
sólo
de
la
nouvelle
que
ahora
nos
convoca,
sino
de
un
porcentaje
importante
en
la
totalidad
de
los
relatos
que
componen
La
Belleza
Bruta.
Al
parecer
nos
enfrentamos
a
una
sugerente
metáfora
sobre
el
resquebrajamiento
definitivo
del
proyecto
nacional.
Conocida
es
la
metáfora
del
Estado
como
un
gran
cuerpo
social
configurado
por
la
suma
de
los
individuos
que
lo
componen.
Para
no
ir
más
lejos,
el
propio
Rousseau
definió
el
contrato
social
como
un
cuerpo
moral
en
el
cual
la
voluntad
del
individuo
se
funde
en
una
entidad
mayor.
Por
consiguiente,
el
cuerpo
del
individuo
es
un
texto
en
el
cual
la
sociedad
inscribe
sus
códigos
para
que
éste
a
su
vez
explote
sus
posibilidades.
Pero
el
práctica
sabemos
que
el
contrato
social
es
mucho
más
exclusivo
que
inclusivo.
No
todos
forman
parte
del
pacto,
por
lo
que
de
manera
inevitable
surge
la
alteridad.
Es
decir,
la
“confrontación
de
grupos
y
clases
sociales
dada
la
ausencia
de
un
proyecto
integrador
que
se
manifiesta
en
la
imposición
⎯ejercicio
del
privilegio⎯”
(Saínz,
1995:
59).
Llevando
estos
principios
a
la
obra
de
Font
Acevedo,
es
evidente
que
la
galería
de
cuerpos
desmembrados
y
lacerados
por
la
violencia
propone
una
imagen
de
San
Juan
como
un
cuerpo
mutilado,
incompleto
y
fallido.
Así
lo
entiende
Salvador
Mercado
Rodríguez
cuando
señala
que
las
narraciones
del
escritor
puertorriqueño
evidencian
la
presencia
persistente
de
sectores
que
no
tienen
cabida
en
el
imaginario
que
el
estado
quiere
imponer.
Cierta
gente
no
debería
de
existir.
Su
presencia
es
más
perturbadora
que
el
discurso
nacionalista
anticolonial.
Sus
cuerpos
en
el
espacio
público
son
por
sí
mismos
un
desafío
y
una
denuncia,
que
el
estado
procura
borrar.
El
acto
de
borrar
estas
expresiones
se
recibe
como
violencia
contra
el
cuerpo.
Y
la
respuesta
del
narrador
es
exhibir
el
propio
cuerpo
mutilado
como
evidencia
de
la
violencia
recibida.
(2010:
269)
La
frontera
entre
víctimas
y
victimarios
no
puede
ser
delimitada
de
forma
tajante.
Tony/Cisco
y
Muñón
son
detritos
urbanos
que
el
Estado
procura
borrar,
siendo
inevitable
entonces
que
reclamen
el
rol
de
víctimas.
Pero
al
mismo
tiempo
se
erigen
como
victimarios
que
igualmente
descargan
en
terceros
la
violencia
corporal
recibida.
El
río
de
sangre
con
el
que
abre
el
relato
recorre
toda
la
ciudad,
desarticulando
la
posibilidad
del
cuerpo
como
un
todo
homogéneo
y
armónico.
Incluso
los
personajes
privilegiados
socialmente
que
pueblan
algunos
de
los
relatos
presentes
en
La
Belleza
Bruta,
recurren
a
la
violencia
como
forma
de
placer
antes
que
como
imposición
disciplinaria
de
la
voluntad
común.
Como
el
monstruo
creado
por
Frankenstein,
Font
Acevedo
arma
un
cuerpo/texto
fragmentario,
hecho
de
jirones
e
injertos
que
demuestra
la
imposibilidad
de
la
Nación.
ORTEGA,
Julio
(1998),
“La
representación
del
sujeto
y
el
romance
nacional”,
en
El
principio
radical
de
lo
nuevo.
Postmodernidad,
identidad
y
novela
en
América
Latina.
México,
Fondo
de
la
Cultura
Económica,
pp.
95-‐113.
SAÍNZ,
Luis
Ignacio
(1995),
Los
apetitos
del
Leviatán
y
las
razones
del
Minotauro.
México,
Universidad
Juárez
Autónoma
de
Tabasco.
SOMMER,
Doris
(2010),
“Un
romance
irresistible.
Las
ficciones
fundacionales
en
América
Latina”,
en
Homi
Bhabha
(ed.),
Nación
y
Narración.
Entre
la
ilusión
de
una
identidad
y
las
diferencias
culturales.
Buenos
Aires,
Siglo
XXI
Editores,
pp.
99-‐135.
UNZUETA,
Fernando
(2006),
“Soledad
o
el
Romance
Nacional
como
Folletín.
Proyectos
Nacionales
y
Relaciones
Intertextuales”,
en
Revista
Iberoamericana,
vol.
LXXII,
n.º
24,
pp.
243-‐254.
DOI:
<http://dx.doi.org/10.5195/reviberoamer.2006.73>
VALLE,
Amir
(2010),
“La
novela
negra
latinoamericana”,
en
Crítica.
Revista
de
la
Universidad
Autónoma
de
Puebla,
n.º
137,
pp.
164-‐176.
1
Una
primera
y
más
breve
versión
de
estas
vinculaciones
se
presentó
como
ponencia
en
el
II
Congreso
Internacional
El
Caribe
en
sus
Literaturas
y
Culturas,
organizado
por
la
Universidad
Nacional
de
Córdoba,
el
CTCL
del
IdIHCS-‐CONICET
de
la
Universidad
Nacional
de
La
Plata
y
la
Red
Katatay,
en
la
ciudad
de
Córdoba,
los
días
8,
9
y
10
de
abril
de
2015.
2
The
book
was
also
published
with
the
title
Biography
of
a
runaway
slave.
Introducción
Dice
Juan
Francisco
Manzano
(1797-‐1854),
autor
mulato
conocido
por
sus
textos
poéticos
neoclásicos
y
por
Autobiografía
de
un
esclavo
(1835),
en
una
carta
que
destina
a
Domingo
del
Monte,
fechada
el
29
de
setiembre
de
1835:
“me
he
preparado
para
aseros
una
parte
de
la
istoria
de
mi
vida,
reservando
los
mas
interesantes
susesos
de
ella
para
si
algún
dia
me
alle
sentado
en
un
rincón
de
mi
patria,
tranquilo,
asegurada
mi
suerte
y
susistencia,
escribir
una
nobela
propiamente
cubana”.3
En
estas
palabras,
puede
leerse
con
claridad
el
interés
por
producir
“una
nobela
propiamente
cubana”.
Resulta,
pues,
llamativa
la
conciencia
de
este
paradigmático
poeta
decimonónico
sobre
lo
que
en
la
actualidad
conocemos
como
la
configuración
de
un
sistema
literario
nacional
y
el
lugar
fundacional
que
su
escritura
podría
ocupar
en
él.
Debemos
añadir
que
este
propósito
⎯el
de
3
Carta
citada
por
Rafael
Saumell
y
Martín
Lienhard
en
sus
respectivos
artículos,
consignados
ambos
en
la
bibliografía.
indica
que
esta
escritura
inaugura
la
narrativa
romántica
en
Cuba
y
que
se
trata
de
“un
texto
‘fuera
de
serie’,
insólito
en
su
lugar
y
en
su
tiempo
[…]
por
lo
que
conviene
estudiarlo
con
la
máxima
atención
hacia
sus
condiciones
de
producción”
(2008:
115).
De
otro
lado,
Rafael
Saumell
señala
que
no
sólo
inicia
la
narrativa
antiesclavista
sino
que
es
el
“primer
escrito
por
un
prisionero
en
la
literatura
cubana”
(2004:
1).
Para
Roberto
Friol,
Manzano
es
el
fundador
de
la
novela
cubana;
y
para
Salvador
Bueno,
Autobiografía
es
una
“verdadera
protonovela”
(en
Saumell,
2004).
No
obstante,
esta
narrativa
fundacional
emerge
en
un
sistema
que,
lejos
de
permanecer
vacío,
estaba
ocupado
por
un
canon
que
incluía
producciones
europeas.
Canon
que
Manzano
traduce
e
incorpora
desde
su
perspectiva
(Saumell,
2004:
11),
como
podemos
advertir
en
el
siguiente
fragmento
de
su
autobiografía:
Antes,
un
hombre
revolucionario
era
una
cosa
rara.
La
gente
era
demasiado
noble,
más
noble
de
la
cuenta.
Nadie
era
capaz
de
rebelarse
ante
un
capitán.
Primero
preferían
morir.
(1987:
108)
Uno
de
ellos
[un
cura]
quiso
atraerse
a
los
veteranos
con
palabras
de
Cristo
y
otras
boberías.
Llegó
a
decir
en
la
misma
misa
que
a
los
comunistas
había
que
exterminarlos
y
que
eran
hijos
del
demonio.
Me
enfurecí
porque
por
aquellos
años
yo
estaba
afiliado
al
Partido
Socialista
Popular,
por
las
formas
que
tenía
y
por
las
ideas.
Sobre
todo
por
las
ideas
que
eran
para
bienestar
de
los
obreros.
Más
nunca
volví
a
esa
iglesia.
Y
al
cura
no
lo
vide
tampoco
[…]
Yo
me
di
cuenta
que
era
el
mismo
truco
de
antes.
(1987:
131)
Creo
haber
demostrado,
eso
sí,
que
la
vida
de
los
hombres
de
la
llamada
cultura
de
la
pobreza
como
la
definiera
Oscar
Lewis,
no
siempre
carece
de
una
voluntad
de
ser,
de
una
conciencia
histórica.
Entiendo
la
vocación
literaria
en
su
función
comunicativa
sólidamente
identificada
con
las
raíces
de
una
cultura
concreta,
de
una
cultura
latinoamericana
en
mi
caso.
Soy
latinoamericano
en
tanto
que
soy
cubano.
Si
mi
obra
ha
adquirido
alguna
resonancia
ha
sido
debido
a
que
he
tratado
una
imagen
de
mi
país
en
toda
su
autenticidad
y
desprovista
de
localismos
folcloristas
[…]
La
novela
testimonio
[…]
ha
contribuido
al
conocimiento
y
adaptación
de
la
psiquis
colectiva,
a
la
idea
de
lo
cubano
y
de
lo
latinoamericano,
a
la
idea
de
lo
auténtico,
de
lo
verdadero,
de
lo
esencial.
(1987:
213-‐214)
En
el
caso
de
Manzano
y
Del
Monte,
el
cuestionamiento
se
esboza
en
torno
al
grado
de
influencia
que
pudiera
tener
el
intelectual
criollo
en
el
escritor
afrocubano.
Es
decir,
la
pregunta
consiste
en
si
se
trata
o
no
de
un
caso
de
heterología
o
de
ventriloquia,
atendiendo
a
la
conceptualización
que
realiza
Michael
de
Certeau.
Se
trata
de
“traducir”
la
alteridad
por
medio
de
la
escritura
de
la
voz,
esto
es,
todo
lo
audible
se
puede
transformar
en
escritura,
en
producto
de
Occidente.
A
propósito
del
carácter
heterólogo
de
la
escritura
testimonial,
dice
Sklodowska:
Si
en
el
testimonio
de
corte
etnográfico
los
procesos
de
traducción
devienen
en
discursos
heterólogos
y
en
procesos
sincréticos,
la
escritura
decimonónica
se
produce
en
un
marco
en
el
que
coexisten
diversas
posiciones
entre
los
intelectuales
nucleados
por
Del
Monte
en
relación
con
el
abolicionismo
y
el
modo
en
que
éstas
inciden
en
la
escritura
autobiográfica
del
esclavo.
¿Hasta
qué
punto
habla
el
escritor
afrocubano?
¿O,
más
bien,
en
esta
escritura
subyacen
los
postulados
e
intereses
de
los
criollos?
¿Podemos
hablar
de
procesos
de
traducción
entre
unos
y
otros
actores,
entre
los
canales
de
la
oralidad
y
la
escritura?
Recordemos
que
en
Cuba
el
sistema
de
encomiendas
establecido
con
la
conquista
fue
suplantado
en
la
colonia
por
la
plantación,
la
trata
y
el
trabajo
forzado
en
cañaverales,
cafetales
y
haciendas,
al
tiempo
que
se
ponía
en
duda
la
humanidad
de
los
esclavos.
Los
intereses
de
Domingo
Del
Monte
se
explican
a
partir
del
abolicionismo
que
responde
al
modelo
de
Tenemos
un
indicio
de
esto
en
la
manera
como
la
posesa
insinúa
su
silencio
en
el
sistema
al
que
“inquieta”,
y
que
sin
embargo
le
permite
hablar
[…]
Se
escapa
gracias
a
la
interpretación
que
otro
da
de
ella.
Ella
se
contenta
con
responder
a
la
expectación
de
otro,
pero
lo
engaña
al
dejar
que
hable
por
ella.
De
esta
manera
se
desarrolla
el
juego
que
compromete
al
discurso
que,
por
una
parte,
ya
nos
explica
la
distancia
silenciosa
que
ella
toma
respecto
a
él.
(1993:
255)
…lo
sentí
yo
en
mi
corazón
dar
un
grito
y
convertirme
de
manso
cordero
en
un
león.
(2009:
19)
Desde
mi
infansia
mis
directores
me
enseñaron
a
amar
y
temer
a
Dios
pues
llegaba
hasta
tal
punto
mi
confianza
qe..
pidiendo
al
cielo
suabisase
mis
trabajos.
(2009:
26)
…amarra
mis
manos
se
atan
como
las
de
Jesucristo
se
me
carga
y
meto
los
pies
en
las
dos
aberturas
qe.
tienen
también
mis
pies
se
atan
¡Oh
Dios!
Corramos
un
belo
pr..
el
resto
de
esta
exena
mi
sangre
se
ha
derramado
y
cuando
volví
en
mi
me
alle
en
la
puerta
del
oratorio
en
los
brasos
de
mi
madre
anegada
en
lagrimas…
(2009:
28)
4
Así
lo
sugieren
algunos
críticos.
Cf.
Saumell
(2004:
1-‐13).
El
poeta
cubano
tenía
en
claro
cuáles
eran
los
códigos
que
presidían
la
sociedad
colonial
y
conocía
perfectamente
a
su
público.
Las
revelaciones
y
omisiones,
y
el
uso
cautelar
de
otros
discursos
pueden
entenderse
como
las
estrategias
que
el
autor
emplea
para
acomodarse
en
la
dinámica
colonial
desde
su
circunstancia
de
manumiso,
reafirmando
así
su
condición
naciente.
Dice
al
respecto
Saumell:
“…el
relato
es
a
la
vez
defensa
de
la
persona
esclavizada
[…]
y
vehículo
de
la
preparación
para
la
vida
colonial
en
calidad
de
moreno
liberto
[…]
Se
comprende
por
qué
condiciona
su
proyecto
de
‘nobela
cubana’
a
las
garantías
de
seguridad
personal”
(2004:
13).
Quizá
sea
preciso
aproximarnos
a
dos
nociones
que
nos
permitan
relevar
de
qué
modo
en
la
escritura
autobiográfica
de
Manzano
se
manifiesta
un
sujeto
que
es
capaz
de
escribirse
a
sí
mismo.
Y,
en
ese
trazarse
narrativamente,
se
construye
una
identidad
móvil
que
es,
en
realidad,
la
coexistencia
de
múltiples
identidades.
Qué
entendemos
por
sujeto
y
qué
por
subalternidad
son
algunos
puntos
a
revisar
en
este
apartado.
Desde
los
estudios
latinoamericanos,
Mabel
Moraña
explica
que
en
la
tradición
de
Occidente
la
noción
de
sujeto
se
configura
como
una
imagen
monolítica,
un
espacio
sólido
y
coherente,
donde
la
subjetividad
se
asocia
a
un
espejismo
de
unidad
armónica
y
de
conciliación
de
clases,
razas
o
géneros.
Las
narrativas
propias
de
la
ilustración,
el
liberalismo
o
el
nacionalismo,
por
ejemplo,
se
han
ocupado
de
construir
un
sujeto
universal
y
todo
lo
que
no
pueda
ser
visto
desde
ese
ángulo,
las
variaciones
o
anomalías,
se
entiende
en
términos
de
subalternidad
(1999:
20-‐22).
Por
su
parte,
Gayatri
Spivak,
quien
pertenece
a
los
intelectuales
indios
del
periodo
posindependencia,
en
su
conocido
ensayo
¿Puede
hablar
el
subalterno?
(1988)
refiere
al
silencio
estructural
que
el
subalterno
⎯noción
propuesta
por
Gramsci
y
que,
desde
los
poscolonialistas,
refiere
a
todo
quien
esté
subordinado
en
términos
de
clase,
casta,
género
o
cualquier
otra
forma⎯
sufre
dentro
de
la
narrativa
histórica
capitalista.
Si
bien
el
subalterno
sí
habla
físicamente,
su
decir
no
adquiere
estatus
dialógico.
En
otras
palabras,
no
es
un
sujeto
que
ocupa
una
posición
discursiva
desde
la
que
pueda
hablar
o
responder.
Desde
uno
u
otro
posicionamiento,
lo
que
se
cuestiona
es
la
presencia
de
un
sujeto
compacto
y
armónico,
es
decir,
el
sujeto
absoluto
que
puede
identificarse
con
la
divinidad,
la
ley,
la
moral
o
el
Estado.
En
contraposición,
la
propuesta
⎯tal
como
lo
recupera
Moraña
a
partir
de
la
noción
de
sujeto
heterogéneo
del
crítico
peruano
Antonio
Cornejo
Polar⎯
es
la
de
pensar
el
sujeto
no
como
una
categoría
absoluta
sino
relacional,
en
la
que
se
despliegan
las
contradicciones
de
una
sociedad.
En
este
sentido,
la
crítica
latinoamericana
interroga
la
idea
misma
de
subalternidad,
pues
en
ella
subyace
un
rasgo
deficitario.
…y
en
una
palabra
mulato
y
entre
negros;
mi
padre
era
algo
altivo
y
nunca
permitió
no
solo
corrillos
en
su
casa
pero
ni
qe.
sus
hijos
jugasen
con
los
negritos
de
la
asienda;
mi
madre
vivía
con
él
y
sus
hijos
pr.
lo
qe.
no
eramos
muy
bien
queridos,
todo
esto
se
me
presentó
a
mi
alboratada
imaginasion
y
en
aquel
momento
determiné
mi
fuga…
(Manzano,
2009:
46)
5
Refiere
a
las
conductas
sexuales
menos
formalizadas
que,
en
realidad,
son
más
bien
propias
de
las
situaciones
de
hacinamiento
urbanas,
antes
que
exclusivas
de
la
población
afro.
6
Alude
a
la
madre
como
el
único
elemento
estable
en
la
estructura
familiar.
posee
una
función
liberadora
que
permite
apreciar
lo
que
el
sujeto
quiso
ser
y
lo
que
ha
sido.
Y,
en
ese
vaivén
entre
el
pasado
y
el
futuro,
elige
cómo
quiere
que
lo
recuerden:
Si
tratara
de
aser
un
escto
resumen
de
la
historia
de
mi
vida
seria
una
repetision
de
susesos
todos
semejantes
entre
si
pues
desde
mi
edad
de
trece
a
catorce
años
mi
vida
ha
sido
una
consecusion
de
penitencia
ensierro
azotes
y
aflisiones
asi
determino
describir
na
opinión
tan
terrible
como
nosiva.
(Manzano,
2009:
27)
BIBLIOGRAFÍA
When
Cuba
Got
Into
Paris:
Retombées
of
Roland
Barthes
in
the
Literary
Critique
of
Severo
Sarduy
Abstract:
this
article
explores
the
uses
of
Roland
Barthes
in
Severo
Sarduy's
literary
criticism.
First,
we
analyse
how
the
structuralist-‐telquelist
reading
operated
by
Sarduy
on
the
works
of
Luis
de
Góngora
and
José
Lezama
Lima
allowed
him
to
develop
the
concept
of
neo-‐baroque
as
an
identifying
feature
of
Cuban
culture.
Secondly,
we
explain
how
Sarduy
constructs
an
affirming
but
questioning
literary
critique
of
Cuba
through
the
practice
of
the
‘indirect
language’
of
Barthes.
Keywords:
Sarduy,
Barthes,
literary
criticism,
baroque,
Cuban
1
En
cuanto
a
la
posición
político-‐estética
de
Sarduy
en
Cuba,
tal
y
como
explica
Rafael
Rojas,
sus
experimentaciones
formalistas
fueron
vistas
como
sospechosas
por
la
crítica
cubana
acorde
con
el
régimen
político.
Desde
la
tendencia
ideológica
afín
con
la
Revolución
cubana,
el
hecho
de
que
Sarduy
fuera
“un
escritor
crítico
del
socialismo
cubano”
que
“construía
una
poética
literaria
desde
los
referentes
de
la
izquierda
y
la
vanguardia
francesas”
era
visto
como
elitista
y
aburguesado.
Síntoma
de
estas
reacciones
de
extrañeza
frente
a
la
posición
política
de
Sarduy
fue
la
frase
que
en
1971
Roberto
Fernández
Retamar
dedicó
en
tono
despectivo
a
su
compatriota
exiliado:
“mariposeo
neobarthesiano
de
Severo
Sarduy”
(en
Rojas,
2013).
Jacobo
Machover
destaca
también
como
“la
falta
de
elección
entre
un
mundo
y
otro”,
el
hispánico
y
el
francés,
acabó
por
perjudicar
al
escritor”
(Machover,
2001:
89).
El
mismo
Sarduy
reitera,
desde
París,
el
olvido
en
el
que
ha
caído
del
otro
lado
del
Atlántico:
“Como
el
universo,
el
exilio
está
en
expansión.
[...]
Somos
tantos,
que
ya
ni
siquiera
nos
reconocemos
[...].
Sólo
las
antologías,
redactadas
por
celosos
guardianes
del
patrimonio
literario
nacional,
dan
cuenta
insoslayable
de
esta
partida.
O
no
dan
ninguna.
Recientemente
me
llamó
un
amigo
para
comunicarme
la
infausta
noticia
de
que
yo
“no
existía”,
al
menos
en
los
anales
recientes
de
la
literatura
nacional.
Ese
olvido
prepóstumo
no
me
asombró.
El
exilio
es
también
eso:
borrar
la
marca
del
origen,
pasar
a
lo
oscuro
donde
se
vio
la
luz”
(Sarduy,
1992:
58).
Rafael
Rojas
incide,
sin
embargo,
en
que
“a
diferencia
de
Cabrera
Infante,
que
sí
alcanzó
a
ser
un
escritor
‘revolucionario’,
Sarduy
salió
muy
joven
de
Cuba
y
su
reconocimiento
en
América
Latina
provino,
fundamentalmente,
de
aquella
conexión
francesa”
(Rojas,
2013:
61).
En
relación
a
la
incidencia
del
exilio
en
la
obra
literaria
de
Sarduy,
véase
González
Echevarría,
Roberto,
La
ruta
de
Severo
Sarduy,
Hanover,
New
Hampshire,
Ediciones
del
Norte,
1986.
2
Varias
son
las
referencias
que
hace
Sucre
en
su
artículo
al
Barthes
de
“Qu’est-‐ce
que
la
critique”
(1963)
y
de
Critique
et
vérité
(1966),
destacando
en
todas
ellas
la
preponderancia
de
un
crítico
que,
en
tanto
que
creador,
abre
la
lectura
de
los
textos
literarios
a
múltiples
posibilidades:
“La
obra
no
es
sino
palabras,
y
no
hay
ninguna
objetividad
fuera
de
las
palabras,
sino
entre
ellas,
en
el
texto
mismo
que
configuran.
[...]
La
sinceridad
de
la
crítica
es
asumir
este
riesgo
del
lenguaje.
No
se
trata,
pues,
de
que
el
crítico
escriba
“bien”.
Lo
importante
es
que
realice
con
toda
lucidez
algo
que
también
ha
sido
subrayado
por
Barthes:
la
crítica
es
un
lenguaje
que
habla
plenamente
de
otro.
Plenamente,
con
todos
los
poderes
de
la
palabra,
con
su
ambigüedad,
su
energía
múltiple,
su
discurso
y
su
silencio,
con
su
fuerza
erótica
también.
La
crítica
es
una
erótica
en
tanto
se
funda
en
el
placer
del
lenguaje.
Este
placer
en
nada
disminuye
la
lucidez;
por
el
contrario,
introduce
una
relación
aún
más
estimulante
con
la
obra
y
el
mundo”
(Sucre,
1972:
265).
3
Durante
la
década
de
los
sesenta,
el
gran
objetivo
de
Barthes
fue
desbancar
la
crítica
de
raíz
positivista
y
determinista
asentada
entre
las
cátedras
universitarias.
Contra
la
crítica
picardiana
de
la
Sorbona
establecida
en
el
estudio
de
las
obras
a
partir
del
biografismo,
ante
la
supuesta
objetividad
de
la
crítica
centrada
en
el
contexto
histórico
de
la
obra,
Barthes
vino
a
liberar
la
crítica,
devolviéndole
a
los
textos
su
historicidad
formal
e
invitando
al
crítico
“non
à
découvrir
l’oeuvre
interrogée,
mais
au
contraire
à
la
couvrir
le
plus
complèment
possible
par
son
propre
langage”
(Barthes,
1966:
506).
El
nuevo
crítico
estructural
vendría
a
“reconstituer
les
règles
et
contraintes
d’élaboration”
de
cada
obra
literaria,
y
en
ese
gesto
entablaría
un
diálogo
entre
su
propia
subjetividad
y
la
subjetividad
del
autor,
capaz
de
hacer
inteligible
el
pasado
y
dar
respuestas
al
presente.
De
esta
reactualización
del
discurso
crítico-‐literario
dan
cuenta
los
artículos
“Qu’est-‐ce
que
la
critique?”,
“Les
deux
critiques”
y
“L’activité
structuraliste”,
los
tres
de
1963,
así
como
en
el
programa
manifiesto
Critique
et
vérité
(1966),
nacido
de
la
confrontación
contra
el
que
por
aquellos
años
era
catedrático
de
literatura
en
la
Sorbona,
Raymond
Picard.
4
Esta
definición
de
retombée
abre
el
ensayo
de
Sarduy
sobre
el
Barroco
(1974),
libro
que,
recordémoslo,
está
dedicado
a
su
amigo
Roland
Barthes.
la
del
escritor
bailarín⎯
y
en
contra
del
academicismo
⎯son
varias
las
críticas
irónicas
que
Sarduy
destina
dentro
de
su
obra
a
las
tesis
académicas
sobre
su
propia
escritura⎯,
colaboró
en
la
revista
nueve
veces,
desde
el
ensayo
y
desde
la
práctica
literaria,
publicando
algunos
fragmentos
novelísticos
traducidos
junto
con
Philippe
Sollers.7
Fue
esa
actitud
disidente8
la
que
le
abriría
camino
en
el
grupo
Tel
Quel.
En
efecto,
Tel
Quel
aspiraba
a
posicionarse
en
el
campo
intelectual
francés
como
un
grupo
de
irrupción
política
y
literaria
que,
tomando
como
referencia
las
vanguardias
de
la
modernidad
(Mallarmé
y
Lautréamont,
Sade
y
Bataille,
el
surrealismo)
y
bajo
la
estela
de
los
nombres
consagrados
de
Foucault,
Barthes
y
Derrida,
se
proponía
operar
desde
el
intersticio
entre
literatura
y
filosofía
contra
los
modelos
paternalistas
de
la
sociedad
francesa.
Frente
a
la
clausura
(del
libro,
de
la
razón,
de
la
unidad)
proponían
un
nuevo
concepto
de
escritura
abierto
a
la
infinitud
del
lenguaje.
Frente
a
la
voz
del
intelectual
sartreano,
arremetían
con
una
concepción
del
lenguaje
que
salía
de
las
leyes
de
representabilidad.
Y
en
el
caso
de
Barthes,
frente
a
la
crítica
de
raíz
positivista
asentada
en
las
cátedras
de
la
Sorbona,
éste
arriesgó
con
una
crítica
de
la
crítica
que,
haciendo
temblar
las
fronteras
del
discurso
de
autoridad
que
venía
a
amputar
el
sentido
diferido
de
las
obras
literarias,
pretendía
convertir
a
la
ciencia
en
literatura,
en
texto
en
diálogo
con
el
resto
de
textos.
Ya
en
1967
Barthes
intentó
sacar
al
estructuralismo
del
dilema
ciencia/literatura,
descartando
la
concepción
objetual
de
los
textos
literarios
para
pasar
a
entenderlos
como
homólogos
del
discurso
crítico.
Para
que
el
estructuralismo
no
acabara
siendo
una
ciencia
más,
advertía
Barthes,
era
necesario
“rejoindre
la
littérature
non
plus
comme
‘objet’
d’analyse,
mais
comme
activité
d’écriture,
d’abolir
la
distinction,
issue
de
la
logique,
qui
fait
de
l’oeuvre
un
langage-‐objet
et
de
la
science
un
métalangage”
(Barthes,
1967:
1267).
Partiendo
de
la
brecha
abierta
por
la
soberanía
del
lenguaje,
Sarduy
se
preguntaba
también
desde
dónde
escribir
su
crítica:
¿Cómo
transformar
el
texto
que
escribo
⎯como
se
transforma,
en
el
amor
sádico,
el
cuerpo
del
otro⎯
en
objeto?
¿Cómo
envolverlo
con
otro
texto
que
lo
juzgue,
lo
fije,
lo
objetive,
sin
que
este
nuevo
texto,
en
una
veloz
subordinada,
quede
a
su
vez
envuelto,
fijado?
Escribo.
Escribo
que
escribo...:
distanciación
del
acto
primero
⎯del
que
arbitrariamente
se
designa
como
primero⎯
por
otro
de
su
misma
difficile,
moins
accessible,
plus
français
peut-‐être,
que
ma
fréquentation
de
Tel
Quel,
des
structuralistes
français,
de
Lacan...
m’en
éloignait,
que
j’allais
me
retrouver
seul,
come
cela
s’est
passé”
(Macé,
1992:
27).
7
Los
textos
que
Sarduy
publicó
en
Tel
Quel
fueron
los
siguientes:
“Pages
dans
le
blanc”,
n.º
23,
1965,
pp.
83-‐88;
“Sur
Gongora”,
n.º
25,
1966,
pp.
91-‐93;
“Cubes”,
n.º
32,
1968,
pp.
86-‐87;
“Cobra”,
n.º
43,
1971,
pp.
37-‐46;
“Tanger”,
n.º
47,
1971,
pp.
86-‐88;
Maytreya,
nº
68,
1976;
“Dans
la
mort
du
maître”,
n.º
77,
1978,
pp.
78-‐83;
“Paradis/Syllabes-‐Germes”,
n.º
77,
1978,
pp.
21-‐24;
y
“Pour
un
ami
indien”,
n.º1
82,
1979,
pp.
57-‐63.
8
Tal
y
como
señala
Philippe
Forest,
“Latino-‐américain
parmi
les
Français,
Français
parmi
les
Latino-‐américains,
Sarduy
aime
à
se
penser
comme
un
romancier
partout
dissident.”
(Forest,
1995:
165).
cadena
ilimitada
de
significantes
que
abren
sus
metáforas
al
cuadrado
(“Si
el
agua
cristal,
el
cristal
agua”)
y
en
las
que
el
significado
supuestamente
original
que
se
nos
cubre
no
es
otra
cosa
que
este
cubrimiento:
“En
los
clásicos
la
distancia
entre
figura
y
sentido,
entre
significante
y
significado,
es
siempre
reducida;
el
barroco
agranda
esa
falla
entre
los
dos
polos
del
signo”
(Sarduy,
[1968]
1999:
1157).
Así,
mientras
que
Barthes
ancla
la
modernidad
en
la
ruptura
entre
significante
y
referente
que
se
inicia
en
Mallarmé
y
que
lee
culminada
en
Robbe-‐Grillet,
Sarduy
encuentra
esta
ruptura
en
la
literatura
barroca
de
Góngora
y
hace
de
Lezama
Lima
su
Robbe-‐Grillet.
Este
uso
de
la
crítica
barthesiana
le
permite
a
Sarduy
no
sólo
proponer
una
reactualización
del
barroco
hispánico,
sino
asignar
a
la
literatura
cubana
un
espacio
de
vanguardia
en
el
centro
de
la
revolución
teórica
francesa
que
se
lee
a
sí
misma
como
desbancadora
de
la
lógica
occidental.
Tras
la
publicación
en
francés
de
De
donde
son
los
cantantes
(bajo
el
título
Écrit
en
dansant),
Barthes
escribiría
una
reseña
en
La
Quinzaine
Littéraire
en
la
que
celebraba
la
inyección
de
barroquismo
que
Sarduy
había
operado
en
el
seno
de
la
lengua
francesa,
fracturando
su
claridad
comunicativa:
ce
texte
nous
dévoile
aussi
la
face
baroque
qui
est
dans
l’idiome
français,
nous
suggérant
ainsi
que
l’écriture
peut
tout
faire
d’une
langue,
et
en
premier
lieu
lui
rendre
sa
liberté.
(Barthes,
1967a:
1239)
De
hecho,
la
indagación
del
concepto
barthesiano
de
escritura
literaria,
desligada
de
su
carga
referencial,
la
opera
a
su
vez
Sarduy
en
su
ensayo
Escrito
sobre
un
cuerpo
(1968),
en
el
que
incluye
su
artículo
“Sobre
Góngora”
y
sus
primeras
indagaciones
sobre
Lezama
Lima,
junto
con
otros
textos
sobre
Sade
y
Bataille
(ambos
fueron
dos
de
los
grandes
modelos
de
Tel
Quel)
y
también,
hecho
significativo
en
la
reconstrucción
de
esta
nueva
crítica
latinoamericana
(sobre
todo
en
la
argentina),
junto
con
varios
análisis
de
tintes
estructurales
sobre
las
obras
de
Carlos
Fuentes,
José
Donoso
y
Julio
Cortázar.
En
esta
sección
acude
a
la
crítica
francesa,
citando
repetidamente
a
Barthes,
Derrida
y
Kristeva.
En
el
texto
sobre
Cortázar,
Sarduy
se
apropia
incluso
unas
palabras
barthesianas:
Lo
único
que
la
burguesía
no
soporta,
lo
que
la
‘saca
de
quicio’
es
la
idea
de
que
el
pensamiento
pueda
pensar
sobre
el
pensamiento,
de
que
el
lenguaje
pueda
hablar
del
lenguaje,
de
que
un
autor
no
escriba
sobre
algo,
sino
escriba
algo
(como
proponía
Joyce).
(Sarduy,
[1968]
1999:
1129;
cursivas
del
original)9
9
En
Critique
et
vérité,
afirma
Barthes:
“Ce
qui
n’est
pas
toléré,
c’est
que
le
langage
puisse
parler
du
langage.
La
parole
dédoublée
fait
l’objet
d’une
vigilance
spéciale
de
la
part
des
institutions,
qui
la
maintiennent
ordinairement
sous
un
code
étroit:
dans
l’Était
littéraire,
la
critique
doit
être
aussi
‘tenue’
qu’un
police:
libérer
l’une
serait
aussi
‘dangereux’
que
de
populariser
l’autre:
ce
serait
mettre
en
cause
le
pouvoir
du
pouvoir,
le
langage
du
langage”
(Barthes,
1966:
761).
10
“Lo
que
suele
considerarse
un
extravagante
desacierto
en
el
poema
de
Balboa
⎯la
mezcla
de
elementos
mitológicos
grecolatinos,
con
la
flora,
fauna,
instrumentos
y
hasta
ropas
indígenas
(recuérdense
las
amadríades
‘en
naguas’)⎯
es
lo
que
a
nuestro
juicio
indica
su
punto
más
significativo
y
dinámico,
el
que
lo
vincula
realmente
con
la
historia
de
nuestra
poesía...
Pero
en
esa
misma
extrañeza
y
comicidad
que
provoca
el
desenfadado
aparejamiento
de
palabras
como
Sátiros,
Faunos,
Silvanos,
Centauros,
Napeas,
Amadríades
y
Náyades,
con
guanábanas,
caimitos,
mameyes,
aguacates,
siguapas,
pitajayas,
virijí,
jaguará,
viajacas,
guabinas,
hicoteas,
patos
y
jutías,
se
esconde
en
germen
(sin
intención
ni
conciencia
del
autor,
por
la
sola
fuerza
de
los
nombres)
un
rasgo
elemental
de
lo
cubano,
y
es
la
suave
risa
con
que
rompe
lo
aparatoso,
ilustre
y
trascendente
en
todas
sus
cerradas
formas”
(Cintio
Vitier,
en
Sarduy,
[1968]
1999:
1167).
EXPLORACIONES
ESPIRITUALES
DEL
ATLÁNTICO
NEGRO:
LIMBO
IMAGINATION
EN LA NOVELA LAS NEGRAS BRUJAS NO VUELAN DE ELISEO ALTUNAGA
Spiritual
Explorations
of
the
Black
Atlantic:
Limbo
Imagination
in
the
Novel
Las
Negras
Brujas
no
Vuelan
by
Eliseo
Altunaga
MARTINA
URIOSTE-‐BUSCHMANN
LEIBNIZ
UNIVERSITÄT
HANNOVER,
ROMANISCHES
SEMINAR
urioste-‐buschmann@romanistik.phil.uni-‐hannover.de
Cuando
se
habla
de
la
memoria
colectiva
de
la
esclavitud
en
el
Caribe
hay
que
tener
en
cuenta
que
la
perspectiva
de
los
esclavizados
frente
a
su
situación
ha
sido
transmitida
tan
sólo
por
escasos
relatos
testimoniales,1
entre
los
cuales
destacan
textos
prominentes
como
la
Biografía
de
un
cimarrón
(1966),
editado
por
Miguel
Barnet,
o
The
History
of
Mary
Prince
(1831).
El
escritor
y
crítico
martinicense
Édouard
Glissant
respecto
a
esa
problemática
en
su
obra
de
ensayos
Le
discours
antillais
habla
de
un
“choc
traumatique”
que
“fut
trop
souvent
raturée”
(1981:
133)
de
la
historiografía
de
los
colonizados.
Evaluar
las
raras
fuentes
existentes
que
dan
voz
a
los
oprimidos
permite
consolidar
fragmentos
importantes
de
esa
memoria
subalterna.
Sin
embargo,
un
análisis
historiográfico
tal
no
es
capaz
de
enfocar
por
sí
solo
el
impacto
y
el
procesamiento
colectivo
de
ese
trauma
en
las
sociedades
caribeñas
contemporáneas.
Más
allá
de
las
fuentes
testimoniales,
la
pervivencia
de
la
memoria
de
la
esclavitud
se
vuelve
perceptible
en
las
prácticas
culturales
contemporáneas
del
Caribe.
Ejemplos
como
la
medicina
tradicional
afrohaitiana
o
el
traje
del
zancudo
Moko
Jumbie
en
el
carnaval
de
Trinidad
demuestran
que
el
recuerdo
histórico
de
la
esclavitud
se
mantiene
vivo
en
las
costumbres
de
las
sociedades
caribeñas.
Tradiciones
profanas
como
esas
provienen
en
gran
parte
de
las
religiones
afrocaribeñas
que
se
cultivaban
clandestinamente
bajo
el
régimen
de
la
plantación
colonial
y
que
estructuraban
en
gran
parte
la
vida
social
de
los
esclavos
a
través
de
diversos
rituales.
La
profesión
de
esas
creencias
hoy
en
día
sigue
estrechamente
entrelazada
con
ese
trauma
histórico.
Eso
se
hace
evidente,
por
ejemplo,
en
el
panteón
del
vudú
haitiano
que
se
divide
entre
deidades
benévolas
africanas
y
deidades
haitianas
belicosas
que
se
alzaron
contra
la
esclavización
(Deren,
1970:
62).
En
este
sentido
las
religiones
afrocaribeñas
no
solamente
representan
el
legado
cultural
de
la
esclavitud,
sino
que
más
bien
reactivan
la
memoria
de
esa
experiencia
histórica
a
través
de
las
prácticas
rituales.
Estas
transportan
las
huellas
de
la
esclavitud
al
presente
incluyendo
el
acto
conmemorativo
de
ejercer
la
religión.
Mientras
tales
actos
performativos
visibilizan
la
memoria
de
la
esclavitud,
el
arte
ofrece
un
medio
a
través
del
cual
se
configura
un
trabajo
terapéutico
y
de
memoria
que
establece
nexos
entre
las
rupturas
y
los
espacios
en
blanco
de
la
historiografía
subalterna
de
la
esclavitud,
ilustrando
además
el
impacto
transgeneracional
de
esa
memoria
en
el
sujeto.
La
literatura
dispone
de
herramientas
artísticas
adecuadas
para
realizar
ese
trabajo
de
rememorar
que
incluye
por
ejemplo
las
técnicas
de
narrar
o
la
creación
de
mundos
ficticios
complejos.
Considerando
estas
diferentes
aproximaciones
a
la
memoria
de
la
esclavitud
⎯historiografía,
prácticas
culturales,
el
arte⎯
se
plantea
la
1
En
comparación
a
las
narrativas
testimoniales
de
esclavos
norteamericanos
existen
relativamente
pocas
de
esclavos
caribeños.
La
cantidad
de
esas
narrativas
conservadas
varía
además
en
cada
región
lingüística.
Para
la
región
del
Caribe
anglófono
véase
por
ejemplo
Nicole
N.
Aljoe
que
remarca
que
son
pocas
las
narrativas
testimoniales
de
esclavos
que
han
sido
transmitidas
a
la
posteridad
en
esa
región
(Aljoe,
2012:
5).
cuestión,
¿qué
aporte
supone
la
mezcla
de
esos
accesos
al
procesamiento
de
ese
trauma?
El
presente
ensayo
investiga
esa
cuestión,
explorando
cómo
la
literatura
de
ficción
antillana
se
apropia
de
las
prácticas
religiosas
afrocaribeñas
como
medio
para
facilitar
un
trabajo
de
memoria
que
desborda
los
principios
factuales.
Mi
estudio
se
concentra
en
el
ejemplo
de
la
novela
cubana
Las
negras
brujas
no
vuelan,
que
fue
publicada
en
2007
en
La
Habana
por
el
autor
Eliseo
Altunaga.
Para
el
análisis
de
la
novela,
recurro
a
determinados
discursos
y
conceptos
que
se
presentan
a
continuación.
En
un
primer
paso
discutiré
la
experiencia
histórica
de
la
esclavitud
como
trauma
colectivo
para
después
introducir
el
concepto
de
la
limbo
imagination
lanzado
por
el
novelista
y
ensayista
guayanés
Wilson
Harris.
Contextualizaré
ese
concepto
en
un
debate
cultural
sobre
el
manejo
artístico
de
este
trauma,
iniciado
por
diferentes
teóricos
caribeños
para
analizar
luego
la
novela
Las
negras
brujas
no
vuelan
y
demostrar
con
el
ejemplo
de
escenas
específicas
cómo
se
desarrolla
la
limbo
imagination
en
ese
texto
de
ficción.
La
experiencia
histórica
de
la
esclavitud:
un
trauma
colectivo
Varios
historiadores
han
estimado
que
entre
los
siglos
XVI
y
XIX,
aproximadamente
doce
millones
y
medio
de
africanos
fueron
trasladados
a
la
fuerza
a
través
del
Atlántico
hacia
las
Américas,
sobre
todo
a
la
región
caribeña
y
al
Brasil
(Schmieder,
Füllberg-‐Stolberg
y
Zeuske,
2011:
7).
La
Middle
Passage
y
la
esclavitud
se
reconocen
hoy
como
un
hecho
histórico
que
está
relacionado
de
forma
siniestra
con
el
comienzo
de
la
edad
moderna.
¿En
qué
sentido
se
puede
concebir
el
recuerdo
histórico
de
este
hecho
como
un
trauma
colectivo?
Y
ante
todo:
¿Qué
es
exactamente
un
trauma
colectivo?
El
concepto
psicoanalítico
del
trauma
se
refiere
a
una
herida
psíquica
infligida
a
un
individuo
por
factores
externos.
Por
lo
tanto,
un
trauma
no
consiste
en
el
acontecimiento
penoso
en
sí,
sino
en
el
recuerdo
de
ese
hecho
sufrido
y
la
incapacidad
de
superarlo
(Eyerman,
2004:
62).
Los
acontecimientos
de
violencia
y
destrucción
masiva
que
desbordan
las
estrategias
de
superación
y
que
lastiman
el
autoconcepto
subjetivo
y
la
formación
identitaria
pueden
ser
también
experimentados
por
un
colectivo,
no
solamente
por
un
individuo.
Además,
un
trauma
es
transmisible
de
una
generación
a
otra
independientemente
de
la
experiencia
individual
o
grupal.
El
recuerdo
de
un
acontecimiento
traumático
puede
comenzar
a
colectivizarse
por
la
dimensión
transgeneracional.
El
sociólogo
Neil
J.
Smelser
habla
del
“trauma
cultural”
para
referirse
a
recuerdos
fatídicos
colectivos
relacionados
a
experiencias
que
afectaban
a
un
grupo
que
no
corresponde
al
colectivo
nacional
sino
que
se
posiciona
más
allá
del
contexto
nacional
como
un
grupo
propio
que
dispone
de
una
propia
herencia
cultural
(Smelser,
2004:
36,
38,
43-‐
44).
Según
su
definición
un
tal
trauma
cultural
corresponde
a
los
siguientes
criterios:
2
El
término
de
la
transculturación
fue
introducido
por
el
antropólogo
Fernando
Ortiz
para
describir
procesos
de
contactos
culturales
conflictivos
en
que
diferentes
elementos
de
la
cultura
receptora
y
la
dominante
se
mezclan
mientras
otros
se
pierden
(desculturación),
creando
de
esa
forma
fenómenos
culturales
nuevos
(neoculturación)
(Ortiz,
1983:
90).
6
El
período
especial
⎯un
programa
de
duras
medidas
de
ahorro⎯
fue
decretado
a
principios
de
los
años
noventa
por
el
gobierno
cubano
como
reacción
a
la
crisis
económica
que
resultó
del
colapso
de
la
Unión
Soviética
(Staten,
2003:
6).
Yoandri,
que
trata
de
ganarse
la
vida
como
jinetera,7
se
enfrenta
a
una
crisis
artística
pues
hace
tiempo
no
encuentra
nuevas
ideas
creativas
para
sus
pinturas
al
óleo.
La
falta
de
inspiración
influye
en
su
precaria
condición
de
vida,
dado
que
la
oportunidad
de
recibir
invitaciones
a
ferias
y
congresos
de
arte
en
el
extranjero
solamente
se
presenta
con
la
condición
de
producir
nuevas
obras.
Así,
un
crítico
de
arte
argentino
le
promete
recomendarla
para
la
participación
en
un
congreso
internacional
de
artistas
femeninas
en
Tailandia
si
le
puede
mostrar
en
un
plazo
de
15
días
una
serie
de
pinturas
nuevas.
Yoandri
está
desesperada
cuando
se
topa
por
casualidad
con
el
afrocubano
Vitico
que
le
quiere
vender
langostas
en
la
puerta
de
su
casa.
Comentando
su
bloqueo
creativo,
Vitico
le
recomienda
hacer
una
consulta
espiritual
con
su
abuela
María,
que
practica
el
Palo
Monte,
para
encontrar
una
vía
de
superar
su
crisis.
Yoandri
le
confiesa
su
posición
ateísta
y
expresa
su
escepticismo
frente
a
esta
sugerencia,
pero
finalmente
decide
hablar
con
María.
Ésta
en
el
marco
de
la
consultación
espiritual
muy
intensa,
en
la
que
cae
en
trance
le
comunica
a
Yoandri
que
tiene
que
iniciarse
en
el
culto
de
Palo
Monte
para
que
pueda
revitalizar
un
ritual
antiguo
que
se
había
perdido
durante
siglos.
Yoandri
consiente
dejarse
iniciar
en
el
culto,
y
las
dos
mujeres
parten
unos
días
después
de
La
Habana
para
realizar
la
iniciación
en
un
lugar
secreto
en
la
provincia.
El
último
capítulo
de
la
novela
cuenta
el
procedimiento
complejo
de
la
iniciación,
que
se
realiza
durante
varios
días
en
un
bosque
de
palmeras.
La
trama
fragmentaria
oscila
entre
secuencias
narrativas
etnográficas
y
oníricas,
hasta
fantásticas, 8
describiendo
actos
litúrgicos
además
de
estados
de
sueño
y
de
trance
vividos
por
Yoandri
durante
la
ceremonia.
La
experiencia
del
trance
espiritual
se
transmite
como
viaje
astral
a
través
del
cual
Yoandri
revive
el
movimiento
del
comercio
transatlántico
de
esclavos.
Este
viaje
está
escenificado
en
secuencias
cortas
de
apariencia
enigmática
que
parecen
carecer
de
coherencia
narrativa.
En
la
mayoría
de
estas
escenas,
la
voz
narradora
toma
la
perspectiva
de
Yoandri
que
se
encuentra
en
diferentes
situaciones
relacionadas
con
la
ruta
del
Middle
Passage.
Al
final
de
la
novela,
las
fronteras
entre
la
experiencia
del
trance
de
Yoandri
y
su
vida
cotidiana
se
difuminan:
Yoandri
despierta
en
su
departamento
en
La
Habana
y
vuelve
a
pintar
después
de
haber
vencido
a
un
misterioso
toro
que
la
perseguía
en
su
trance.
El
último
párrafo
del
texto
describe
a
Yoandri
sentada
en
un
avión
al
lado
del
crítico
de
arte
argentino,
contemplando
la
isla
de
Cuba
desde
arriba.
Su
objetivo
principal,
salir
del
7
En
el
español
cubano
la
palabra
“jinetera”
se
refiere
a
una
persona
que
vende
su
cuerpo
a
turistas
extranjeros
a
cambio
de
dinero
o
regalos.
La
frontera
entre
el
coqueteo
y
la
prostitución
profesional
se
difuminan
con
el
jineterismo
(Hoffmann,
2009:
111).
8
El
carácter
fantástico
se
crea
por
la
incertidumbre
que
experimenta
el/la
protagonista,
pero
también
el
lector/la
lectora
sobre
si
ciertos
eventos
de
la
trama
pertenecen
todavía
a
la
esfera
real
o
si
ya
forman
parte
de
una
esfera
sobrenatural.
Según
el
filólogo
Tzvetan
Todorov,
el
género
fantástico
se
caracteriza
por
crear
una
incertidumbre
frente
a
fenómenos
narrados,
que
se
define
por
la
indecisión
de
cómo
tratar
acontecimientos
sobrenaturales
antes
las
leyes
de
la
realidad
(2005:
24).
en
serpiente
no
es
explícita,
más
bien
se
hace
evidente
por
la
descripción
del
movimiento
corporal
de
Yoandri.
El
simbolismo
de
los
animales
se
intercala
con
una
amplia
red
alegórica
que
recorre
la
novela
entera,
evocando
pistas
de
una
memoria
colectiva
del
Atlántico
Negro.
El
toro
en
este
contexto
simboliza
el
espíritu
español
colonial
y
misionero
a
comienzos
de
la
edad
moderna.
El
impacto
de
ese
espíritu
colonial
se
percibe
en
el
pasaje
citado
desde
la
perspectiva
transcendental
de
Yoandri.
La
escena
evoca
un
elemento
central
del
comercio
atlántico
triangular:
la
caza
de
esclavos
al
interior
del
continente,
pues
el
toro
representa
en
esta
secuencia
a
un
cazador
de
esclavos
que
persigue
a
la
protagonista
por
la
ribera
de
un
río
ubicado
en
África
central.
En
contraste
con
el
simbolismo
del
toro,
la
serpiente
en
la
novela
encarna
el
espíritu
rebelde
de
los
subalternos
que
tratan
de
evadirse
de
la
persecución
y
esclavización,
que
en
esta
escena
es
exitosa,
puesto
que
Yoandri
experimenta
la
metamorfosis
citada
para
poder
huir.
En
otra
escena,
igualmente
resaltada
por
un
cambio
tipográfico
en
forma
de
un
nuevo
apartado,
Yoandri
se
encuentra
de
nuevo
en
el
bosque
de
palmeras
en
el
que
se
realiza
su
iniciación
al
culto
de
Palo
Monte.
Ahí
cae
en
un
juego
erótico
con
Vitico,
que
de
pronto
parece
haber
surgido
de
la
nada:
La
muchacha
abrió
las
piernas
y
sujetándole
la
cabeza,
lo
hundió
entre
los
labios
carnosos
de
su
vulva.
El
vértigo
de
los
acontecimientos
eran
colores
en
un
torbellino,
una
columna
giratoria
de
sensaciones
y
niebla.
Esta
niebla
es,
sobre
todo,
agua
dulce
sobre
la
cubierta
del
barco.
Solo
es
corpóreo
el
olor
a
mierda,
los
lamentos.
La
costa
africana
es
un
recuerdo.
Miles
de
negros
encerrados
en
las
bodegas
de
los
barcos
la
acompañan.
Las
lágrimas,
el
látigo
y
el
cepo.
Era
el
amor
castrado
y
el
bocabajo.
Las
represiones.
El
dolor
en
suspenso,
el
horror
lo
sostiene
para
hacer,
con
las
dotes
que
le
dio
Centella,
un
vendaval,
una
tromba
de
agua,
con
nueve
columnas
giratorias
de
aire
y
niebla
con
nueve
tormentas
de
truenos,
con
vientos
racheados
de
frentes
fríos.
Nueve
torbellinos
de
fuego
y
humo
con
vórtices
grandes
y
violentos.
Escuchó
un
gemido
agónico.
(Altunaga,
2007:
140)
Mientras
se
desarrolla
el
acto
erótico
entre
los
dos,
Yoandri
experimenta
una
iconoclastia
que
evoca
impresiones
explícitas
del
horror
padecido
por
los
esclavos.
Las
imágenes
se
refieren
a
la
partida
de
los
barcos
negreros
desde
la
costa
africana
del
oeste.
El
discurso
que
las
crea
implica
isotopías
de
dolor
que
reflejan
métodos
de
castigo
aplicados
a
los
esclavos
en
el
Caribe
hispano. 9
Sin
embargo,
ese
flujo
de
asociaciones
no
solamente
evoca
una
memoria
colectiva
de
la
Middle
Passage.
La
cadena
de
imágenes
sugiere
además
la
idea
de
una
counternarrative
que
aspira
a
reescribir
la
historia
de
la
deportación
transatlántica.
Pues,
Yoandri
no
se
pierde
en
la
9
Véase
al
respecto
los
castigos
aplicados
a
los
esclavos
en
Puerto
Rico,
a
Díaz
Soler
(1981:
184)
y
en
Cuba,
a
Pichler
(2012:
147).
trama
de
efigies,
sino
que
influye
sobre
la
misma
y
la
controla,
actuando
en
ella.
La
protagonista
parece
flotar
encima
de
la
escena
usando
los
poderes
mágicos
de
Centella
para
poner
fin
a
la
tortura
en
los
barcos.
Es
importante
resaltar
aquí
la
referencia
a
Centella,
porque
remite
a
Centella
Ndoki,
una
diosa
del
culto
de
Palo
Monte
que
gobierna
los
cementerios,
los
muertos,
como
también
la
tempestad
y
que
se
asocia
a
la
característica
de
ser
revoltosa
(Madan,
2005:
22).
En
la
última
escena
de
ese
viaje
transcendental,
Yoandri
logra
superar
su
crisis
creativa
matando
al
toro
que
la
estaba
persiguiendo,
transfiriendo
ese
acto
a
su
pintura.
Esta
vez,
la
voz
narrativa
se
caracteriza
por
una
focalización
externa
que
no
proporciona
acceso
a
la
percepción
de
Yoandri,
sino
que
se
concentra
exclusivamente
en
las
acciones:
Tomó
la
lanza
[…].
Desde
el
suelo
el
ojo
desamparado
la
miró
con
horror
como
si
conociera
el
instante
que
precede
a
la
muerte.
Como
si
fuera
una
de
las
“Damas
Blancas”
de
Damaraland
en
Zimbabwe
durante
el
rito
del
nueve,
levantó
el
arma
larga
como
una
fina
serpiente.
La
lanza
dirigía
la
mano
y
entraba
por
el
ano
y
le
salía
por
la
boca
como
al
toro
del
Guernica
de
Picasso.
[…]
Pintó
la
cara
descompuesta,
agónica,
en
el
límite
con
la
muerte.
Miró
las
manchas,
solo
restaba
domeñar
el
negro
y
el
rojo,
la
sangre
y
la
piel.
Al
pintar
se
prolongaba
en
el
espacio
para
intentar
cerrar
el
abismo
que
la
revelación
del
sacrificio
le
otorgaba,
como
un
tumulto
que
se
organiza
en
la
sombra.
Vitico
saltó
de
la
cama
como
liberado
de
un
peso.
⎯Me
duele
el
culo
⎯le
dijo
y
ella
embadurnada
en
óleo
le
sonrió.
(Altunaga,
2007:
141)
Con
la
matanza
del
toro,
Yoandri
rompe
el
maleficio
dominador
del
espíritu
colonial
que
permanentemente
persiguió
tanto
a
ella
como
también
a
otras
figuras
de
la
novela
y
además
libera
sus
fuerzas
creativas
del
bloqueo.
La
relación
entre
imagen
y
texto
planteada
en
ese
pasaje
despliega
una
visión
dual
que
asocia
estéticas
iconográficas
del
África
prehistórica
a
la
pintura
europea
moderna
del
cubismo,
pues,
el
discurso
narrativo
alude,
por
un
lado,
al
lienzo
famoso
Guernica
de
Pablo
Picasso
y
por
el
otro
a
un
antiguo
grabado
rupestre
africano. 10
Tal
intermedialidad
remite
simbólicamente
y
desde
un
enfoque
del
proceso
de
la
producción
artística
al
desarrollo
transcultural
de
las
sociedades
afrocaribeñas
que
surgió
del
trauma
colonial
de
la
esclavitud,
reuniendo
imágenes
de
violencia
de
diferentes
épocas
y
de
dos
regiones
que
estaban
entrelazadas
por
el
comercio
de
esclavos
de
manera
prominente.
Al
final
de
la
escena,
los
espacios
de
lo
fantástico
y
lo
real
se
entremezclan:
de
pronto,
Yoandri
se
encuentra
en
un
cuarto
con
Vitico
que
se
despierta
en
la
cama
con
los
dolores
asociados
a
las
heridas
que
Yoandri
10
“La
Dama
Blanca”
es
un
grabado
rupestre
que
se
estima
tiene
entre
300
y
20.000
años.
Se
encuentra
por
la
montaña
Brandberg,
localizada
en
la
urbanización
de
los
Damara
en
Namibia
y
representa
la
figura
de
un
cazador
(Tonchi,
Lindeke
y
Grotpeter,
2012:
464).
11
La
crisis
económica
a
principios
de
los
años
noventa
llevó
a
un
cambio
de
actitud
por
parte
del
gobierno
cubano
frente
a
cuestiones
religiosas.
En
este
contexto,
las
religiones
afrocaribeñas
fueron
descubiertas
como
una
atracción
turística
(Rauhut,
2012:
101).
Anteriormente
era
imposible
ser
miembro
del
partido
comunista
y
adherirse
al
mismo
tiempo
a
una
religión,
pero
en
los
años
noventa
el
gobierno
renunció
a
su
ateísmo
oficial
(Pérez,
2015:
309).
Subversive
Disruptions
or
About
the
Margins
of
the
“Good
Life”
in
Luis
Negrón’s
Mundo
cruel
En
2015
se
cumplieron
seis
años
del
brutal
y
violento
asesinato
del
joven
puertorriqueño
Jorge
Steven
López
Mercado,
cuyo
cuerpo
fue
encontrado
decapitado,
calcinado
y
desmembrado
el
14
de
noviembre
de
2009
en
un
barrio
de
Cayey
en
Puerto
Rico.
Indisociable
del
contexto
de
morbo
amarillista
con
el
que
fue
relatado
por
los
medios,
la
conmoción
ante
este
suceso
se
debió
a
la
violencia
infringida
en
el
cuerpo
del
joven
Jorge,
pero
además
al
hecho
de
que
el
agravante
de
crimen
de
odio
no
procedió
como
parte
de
la
pena
que
condenó
este
delito,
muy
a
pesar
de
que
el
asesino
(Juan
“Casper”
Martínez
Matos)
confesó
haber
matado
a
Jorge
porque
la
víctima
era
una
transexual
y
no
una
mujer,
como
había
pensado
cuando
la
subió
a
su
carro.
A
este
trágico
asesinato
le
siguieron,
en
pocos
meses,
los
de
Ashley
Santiago,
Ángel
González
Oquendo,
Justo
Luis
“Michelle”
González,
Miguel
Orlando
“La
Flaca”
Soto,
por
mencionar
sólo
algunos
de
los
casos
que
por
su
repercusión
mediática
tuvieron
un
mayor
impacto
en
la
ciudadanía.1
Sin
embargo,
lo
que
los
medios
no
reseñan
y
las
estadísticas
no
contabilizan
son
las
múltiples
agresiones,
palizas,
insultos
y
maltratos
que
también
reciben
tanto
transexuales
como
las
diferentes
personas
identificadas
como
LGTBI
en
Puerto
Rico.
De
la
misma
forma
tampoco
registran
que
a
estos
maltratos
se
suman
los
chistes
y
expresiones
de
homofobia
con
los
que
el
sistema
heteronormativo
legitima
su
violencia.
De
hecho,
los
titulares
que
anunciaban
el
asesinato
de
Jorge
Steven
López
Mercado
en
los
medios
de
mayor
circulación
de
la
isla
⎯entre
éstos,
“Espeluznante
crimen
de
odio
contra
joven
homosexual”
(Primera
Hora,
16/11/2009),
“Confiesa
asesinato
de
joven
homosexual”
(El
Nuevo
Día,
17/11/2009)
o
“Exigen
castigar
a
asesino
de
homosexual”
(Univision.com,
18/11/2009)⎯
contribuían
con
esta
violencia
al
enfatizar,
de
una
manera
bastante
reiterativa,
la
homosexualidad
de
la
víctima
sin
detenerse
a
individualizarla
ni
a
otorgarle
la
condición
humana
que
confiere
el
nombre,
haciendo
del
asesinato
un
espectáculo
⎯y
de
los
espectadores
sus
jueces⎯,
pero
sobre
todo
reforzando
la
representación
del
homosexual
como
el
sujeto
“otro”
del
pensamiento
heterosexual
(Wittig,
2010),
esto
es,
como
el
exceso
de
la
norma
(Fuss,
1991).
He
querido
comenzar
haciendo
referencia
a
los
crímenes
de
odio
ocurridos
en
Puerto
Rico
en
los
últimos
años
⎯y
a
la
construcción
de
éstos
por
parte
de
los
medios⎯
porque
no
deja
de
ser
significativo
el
hecho
de
que,
salvo
contadas
excepciones,
en
los
veredictos
que
determinaban
las
1
De
acuerdo
con
el
reporte
de
la
NATIONAL
COALITION
OF
ANTI-‐VIOLENCE
PROGRAMS
(NCAVP),
del
año
2000
al
2012
hubo
en
Puerto
Rico
un
total
de
30
crímenes
de
odio.
Más
recientemente,
en
agosto
2015,
el
activista
puertorriqueño
de
derechos
humanos,
Pedro
Julio
Serrano,
advirtió
la
posibilidad
de
recrudecimiento
de
estos
crímenes
en
la
isla
luego
de
que
en
menos
de
un
mes
se
reportaran
tres
asesinatos
cuyos
móviles
pudieron
haber
sido
la
orientación
sexual
de
las
víctimas
―y
esto
muy
a
pesar
de
la
legalización
del
matrimonio
homosexual
en
Puerto
Rico
a
finales
de
junio
de
2015,
lo
cual
indica
que
el
reconocimiento
de
derechos
legales
no
transforma
del
todo
la
vulnerabilidad
de
las
personas
LGTBI.
Véase,
entre
otros:
2012
Hate
Violence
Report
-‐
The
Anti-‐Violence
Project
y
Hernández
Pérez
(2015).
En
medio
de
este
espacio
decadente
y
maloliente,
pleno
de
una
presencia
religiosa
tan
agobiante
como
el
calor,
en
el
que
igual
evangelizan
los
templos
que
las
barras
gays,
en
este
barrio
fronterizo
en
el
que
convergen
diferentes
nacionalidades
y
sexualidades,
el
narrador
y
protagonista
del
cuento
lo
conoce
a
“él”,
un
joven
de
Moca
que
trabajaba
en
un
Seven-‐
Eleven.
Con
una
ironía
que
reivindica
las
formas
de
sociabilidad
callejeras,
el
Seven-‐Eleven
deja
de
ser
sólo
un
colmado
americano
para
convertirse
en
un
punto
de
encuentro
y
congregación,
un
espacio
reapropiado
por
la
comunidad
que
pareciera
dar
una
tregua
a
la
confusión
y
el
caos
del
barrio.
Así,
luego
de
una
llamada
de
“él”
en
respuesta
al
aviso
del
protagonista,
el
joven
viene
a
vivir
alquilado
a
su
estudio:
Me
contó
que
vino
para
el
área
metro,
porque
no
conseguía
trabajo
en
Moca,
su
pueblo,
y
que
un
tipo
que
conoció
en
Isabela
le
ofreció
una
pala
para
un
trabajo.
El
tipo
se
lo
trajo
a
casa
pero
después
quería
tirarse
al
nene
y
él,
repito
textualmente,
respetaba
a
to
el
mundo
pero
no
estaba
con
esa
pendejada.
La
vergüenza
ajena
que
me
dio
me
puso
tan
rojo
que
me
dijo‒
acho
mano,
viste,
yo
sé
que
no
todos
ustedes
son
así.
⎯Tú
has
bregao
al
cien
conmigo
y
no
te
voy
a
quedar
mal⎯.
¡Qué
leída,
Papá
Dios!
Y
cómo
no
me
va
a
leer,
si
hasta
cortinas
le
puse
al
estudio.
(2013:
36)
Preocupado
por
su
ausencia
en
las
barras
gays,
la
Carlos,
amigo
del
protagonista,
se
aparece
en
su
casa
y
ve
al
chico
de
Moca,
de
quien
finalmente,
y
luego
de
muchos
porros,
pizzas
y
salidas,
se
hace
amigo
y
con
quien
termina
yéndose
a
la
cama:
“El
nene
y
Carlos
desnudos
en
la
cama
que
yo
había
comprado,
con
el
aire
que
yo
había
comprado
y
entre
las
sábanas
que
yo
había
comprado.
Y
ese
era
el
machito
tan
machito,
me
dije
encabronado
[…].
[L]a
Carlos
se
lo
estaba
clavando”
(2013:
40-‐41).
Lejos
de
rencillas
o
censuras,
el
cuento
propone
un
final
más
bien
autorreflexivo
en
el
que
el
narrador
se
ríe
de
sí
mismo
y
de
sus
desventuras,
pero
no
con
el
propósito
de
recapacitar
o
de
ofrecer
una
lección
de
moralidad,
sino
más
bien
con
el
objetivo
de
hacer
de
las
miserias
una
forma
de
transgresión
y
celebración,
una
manera
de
vivir
la
tragedia
pero
con
humor
y
solidaridad:
Me
senté
en
el
balcón
a
reírme
de
mí
mismo
y
de
Carlos
y
de
todos
nosotros
los
gays,
habitantes
eternos
de
Santurce,
que
hemos
pulido
esas
aceras
cangrejeras
una
y
otra
vez
buscando
machos,
velando
machos
o
simplemente
borrachos
tarde
en
la
madrugada,
echados
todos
del
brazo,
riéndonos
triunfales
de
los
carros
que
pasan
gritando:
¡maricones!
[…]
Y
me
digo:
⎯Cuando
salga
la
loca
de
Carlos
la
invito
a
Junior’s,
que
esta
noche
hay
strippers
y
cambié
veinte
pesos
en
billetes
de
a
uno.
Más
alante
vive
gente.
(2013:
41-‐42)
“Más
alante
vive
gente”,
nos
dice
el
narrador,
porque
hay
amores
mejores
que
esperan
por
llegar,
pero
también
porque
la
algarabía
que
producía
el
chico
de
Moca
era
tan
transitoria
como
el
revuelo
que
causó
la
leyenda
de
“La
edwin”
cuestiona
el
carácter
represivo
que
supone
la
imposición
de
paradigmas
institucionales
y
académicos,
que
han
hecho
de
la
identidad
homosexual
tanto
una
moda
como
una
forma
de
revolución
social
dirigida
por
“idearios
pequeño
burgueses
de
las
conveniencias
del
matrimonio,
la
procreación,
y
el
derecho
a
la
seguridad
y
a
la
protección
que
se
han
convertido
en
valores
universales
para
el
bienestar
social”
(Ríos
Ávila,
2014).
En
este
sentido,
continuamos
escuchando:
Sí
loqui,
ella
se
metió
con
un
fupista
de
esos
que
ponen
bombas
y
que
quieren
al
ROTC
fuera
de
la
universidad…
Sí
mija,
como
no
puede
liberar
la
patria
ahora
se
van
a
liberar
sexualmente.
La
cosa
es
que
el
“Che
Guevara”
este
le
bajó
fuerte
a
la
Edwin
y
ella
cayó…
Pues,
mucha
poesía,
muchas
marchas
juntos,
que
si
las
noches
de
galería,
pero
a
la
hora
de
la
verdad
El
machetero
no
podía
usar
el
machete
ni
en
nombre
de
la
Revolución
Cubana…
No,
loqui.
Ese
no
era
el
problema.
Es
que
el
tipo
era
y
que
estreit.
Tú
sabes,
esos
chamaquitos
que
ahora
se
creen
todos
bisexuales…
¡Niña,
sal
de
las
barras
y
entérate
del
mundo!
El
fupista
le
dijo
que
lo
amaba
pero
que
en
otra
dimensión,
que
no
era
algo
físico…
Eso,
de
forma
platónica…
¿Yo?
Pues
le
dije:
“nena,
el
tiempo
de
los
griegos
ya
pasó,
¿OK?”
(2013:
52-‐53)
En
“La
edwin”,
el
magistral
uso
de
la
oralidad
a
través
del
humor
le
permite
a
Negrón
dibujarnos
una
sonrisa
amarga
en
el
rostro.
En
este
cuento,
las
experiencias
de
violencia,
dolor
y
transgresión
de
la
homosexualidad
destacan
precisamente
ante
las
tendencias
normativas
y
hegemónicas
que
han
pretendido
apropiarse
y
transformar
la
homosexualidad
en
códigos,
estereotipos,
deseos
descifrables
y
reivindicaciones
que,
en
lugar
de
poner
en
cuestión
las
formas
de
inteligibilidad
cultural
de
lo
humano,
sólo
consiguen
ampliar
su
espectro
normativo.
Por
eso,
escuchamos
a
una
de
las
interlocutoras
y
narradora
del
cuento
desmontar
con
sarcasmo
las
etiquetas
que,
en
lugar
de
favorecer
la
“liberación”
en
la
que
se
fundaba
el
movimiento
gay
en
sus
orígenes,
han
contribuido
a
despolitizar
y
reducir
la
homosexualidad
a
registros
discursivos:
La
verdad
es
que
me
dio
pena
y
coraje
a
la
vez
y
le
dije:
“nena,
agúzate,
que
este
ambiente
es
así.
Todas
las
locas
son
iguales
y
ustedes
las
jovencitas
lo
quieren
cambiar
todo
de
la
noche
a
la
mañana.
Que
si
la
bisexualidad,
que
si
gay
es
una
identidad
política,
buchas
y
locas
juntas
todo
el
tiempo,
pero
⎯entérate
niña⎯
que
el
mundo
es
mundo
desde
hace
mucho
tiempo.
Y
este
mundo
de
nosotros
es
así”
[…]
Después
me
dijo
que
lo
más
que
le
jodía
era
la
pérdida
de
energía…
Tú
sabes
que
ella
habla
así.
Ya
ahí
yo
la
paré
y
le
dije
[…]:
“¿Pérdida?
¿Pérdida?
Niña,
tú
no
sabes
lo
que
es
pérdida.
Pero,
yo
te
lo
voy
a
decir.
1985.
Siete.
No
uno
ni
dos.
¡Siete
de
mis
mejores
amigos,
incluyendo
a
mi
amante
[…]
murieron!
¡Pum,
pum,
pum!
Uno
detrás
del
otro.
Eso,
mi
niña,
es
lo
que
se
llama
pérdida.
Así
que,
mi
amor,
déjate
de
experimentos
e
inventos
y
acepta
lo
que
tú
eres.
Un
PATO.
P-‐A-‐T-‐O.
Pato.
No
hay
más
na…
(2013:
53-‐54)
Esta
cita,
recogida
al
final
del
cuento
“La
edwin”
desmorona
ya
no
los
binarismos
que
definen
al
sujeto
cartesiano,
sino
las
formas
de
problematización
de
dicho
binarismo.
Por
una
parte,
a
partir
de
la
referencia
a
la
pérdida
como
una
expresión
de
la
violencia
que
ejerce
el
sida
en
los
cuerpos
enfermos
y
la
vulnerabilidad
que
afecta
la
cotidianidad
de
la
comunidad
LGTBI;2
por
otra
parte,
mediante
el
valiente
esfuerzo
por
resituar
el
margen
y
la
homosexualidad
en
la
periferia
de
la
sociedad,
la
vida
y
las
reivindicaciones
políticas,
el
narrador
de
“La
edwin”
llama
la
atención
acerca
de
los
peligros
que
conllevan
la
desfiguración
y
manipulación
de
los
sujetos
homosexuales
dentro
de
los
parámetros
heterosexuales
de
pensamiento,
pero
además
nos
ofrece
un
espacio
y
unas
formas
de
reconocimiento,
de
pertenencia
y
de
identificación
social
y
afectiva
que
invitan
a
vivir
o
más
bien
sobrevivir
la
homosexualidad
desde
la
valentía
y
la
plenitud
del
margen.
A
esta
problematización
responde
también
la
consciente
referencia
a
la
“loca”,
en
lugar
del
“gay”,
porque
la
loca
es
“seña
de
lo
indeseado,
del
quiebre,
del
fracaso,
de
lo
indecible”
(La
Fountain-‐Stokes,
2014:
132);
la
loca
es
el
otro,
es
la
afeminada,
la
que
no
esconde
su
homosexualidad,
es
“la
femenina,
la
rebelde,
la
que
se
ríe
mucho,
la
que
ama
sin
control.
La
que
celebramos,
la
que
odiamos,
la
que
reconocemos
o
ignoramos:
la
asesinada,
la
descuartizada,
la
degollada
y
quemada.
[…]
La
loca
temida.
La
loca
de
la
alteridad”
(133).
Es
hacia
el
“rescate”
de
la
loca
de
las
representaciones
normalizadoras
de
la
sexualidad,
así
como
hacia
la
dignificación
de
la
loca
como
insulto,
que
Negrón
apunta
su
diana,
no
sólo
en
cuentos
como
“La
edwin”,
sino
también
en
otros
como
“Mundo
cruel”.
En
“Mundo
cruel”,
cuento
que
da
nombre
al
libro,
asistimos
a
un
escenario
que
problematiza
justamente
las
condiciones
normativas
que
definen
y
excluyen
la
homosexualidad
y
las
identidades
no
normativas
de
lo
que
se
entiende
como
la
vida
vivible,
pero
no
para
cuestionar
la
opresión
que
ejerce
la
institución
heterosexual
sobre
los
sujetos
excluidos,
sino
más
bien
para
reclamar
el
estatus
de
diferencia
de
la
homosexualidad
y
reclamar
la
“lumpenización
de
la
cultura
gay”
ante
la
normatividad
de
las
2
Recupero,
en
este
sentido,
la
aproximación
a
la
“pérdida”,
tal
como
la
expone
Butler
en
Vidas
precarias:
“La
pérdida
nos
reúne
a
todos
en
un
tenue
‘nosotros’.
Y
si
hemos
perdido,
se
deduce
entonces
que
algo
tuvimos,
que
algo
amamos
y
deseamos,
que
luchamos
por
encontrar
las
condiciones
de
nuestro
deseo.
En
las
últimas
décadas,
todos
perdimos
algo
a
causa
del
sida,
pero
hay
otras
pérdidas
que
nos
afligen
a
causa
de
enfermedades
y
de
conflictos
mundiales,
además
del
hecho
de
que
las
mujeres
y
las
minorías,
incluidas
las
minorías
sexuales,
están,
como
comunidad,
sujetas
a
la
violencia,
expuestas
a
su
posibilidad
o
a
su
realización.
Esto
significa
que
en
parte
cada
uno
de
nosotros
se
constituye
políticamente
en
virtud
de
la
vulnerabilidad
social
de
nuestros
cuerpos
⎯como
lugar
de
deseo
y
de
vulnerabilidad
física,
como
lugar
público
de
afirmación
y
de
exposición⎯.
La
pérdida
y
la
vulnerabilidad
parecen
ser
la
consecuencia
de
nuestros
cuerpos
socialmente
constituidos,
sujetos
a
otros,
amenazados
por
la
pérdida,
expuestos
a
otros
y
susceptibles
de
violencia
a
causa
de
esta
exposición”
(Butler,
2006b:
46).
élites
blancas
de
la
isla,
esto
es,
para
redefinir,
no
sin
un
deje
irónico,
aquello
que
se
denomina
la
“buena
vida”.3
Como
interrogante
que
hilvana
las
diferentes
búsquedas
del
feminismo,
en
“La
cuestión
de
la
transformación
social”,
Judith
Butler
se
pregunta
por
los
elementos
que
intervienen
en
la
organización
y
preservación
de
la
vida:
“¿qué
es
la
buena
vida?
[...]
¿A
quién
pertenece
la
prerrogativa
de
vivir?
[...]
¿Y
hasta
qué
punto
el
género,
el
género
coherente,
garantiza
una
vida
habitable?
¿Qué
amenaza
de
muerte
se
lanza
sobre
aquellos
que
no
viven
el
género
de
acuerdo
con
las
normas
aceptadas?”
(2006a:
290).
Sus
planteamientos
se
orientan
hacia
la
necesidad
de
indagar
lo
que
significa
la
supervivencia
para
todos
aquellos
sujetos
excluidos
de
esta
conceptualización,
es
decir,
para
aquellos
excluidos
de
la
inteligibilidad
del
género
y
de
las
normas
que
garantizan
y
amenazan
a
la
vez
la
supervivencia
social.
A
través
de
sus
recorridos,
Butler
insiste
en
hurgar
y
desnaturalizar
el
doble
sentido
de
la
normatividad,
la
cual
se
refiere,
por
una
parte,
“a
los
propósitos
y
a
las
aspiraciones
que
nos
guían,
los
preceptos
por
los
cuales
estamos
obligados
a
actuar
o
hablar
el
uno
del
otro,
las
presuposiciones
que
se
manifiestan
habitualmente,
mediante
las
cuales
nos
orientamos
y
que
orientan
nuestras
acciones”
(2006a:
291).
Y,
por
otra,
al
“proceso
de
normalización,
a
la
forma
en
que
ciertas
normas,
ideas
e
ideales
dominan
la
vida
incorporada
(embodied)
y
proporcionan
los
criterios
coercitivos
que
definen
a
los
‘hombres’
y
a
las
‘mujeres’
normales”,
así
como
la
vida
“inteligible”,
de
los
hombres
y
las
mujeres
“reales”
(2006a:
291-‐292).
De
la
reflexión
de
Butler
se
desprende,
por
lo
tanto,
la
necesidad
de
preguntarnos
por
cómo
se
conciben
las
vidas
cuando
desafiamos
estas
normas,
porque
“[c]uando
se
pregunta
sobre
lo
que
constituye
una
vida
habitable,
nos
estamos
preguntando
acerca
de
qué
condiciones
normativas
deben
cumplirse
para
que
la
vida
se
convierta
en
vida”
(2006a:
319),
una
vida
que
no
sólo
se
define
a
partir
de
una
mínima
condición
biológica,
sino
que
también
y
sobre
todo
adquiere
sentido
a
partir
de
lo
humanamente
inteligible
y
de
sus
formas
de
producción,
repetición
y
continuidad
sociales,
espaciales
y
temporales.
En
este
marco,
el
cuestionamiento
va
dirigido
hacia
las
normas
que
nos
atan
y
que
nos
unen
como
humanos
en
la
medida
en
que,
para
reproducir
las
condiciones
de
habitabilidad
de
la
vida,
se
excluyen
a
otros
sujetos
y
otras
vidas
que
no
se
ajustan
a
sus
regulaciones
(2006a:
319).
La
loca
encarna,
precisamente,
la
dificultad
de
lo
no
inteligible
y
el
desafío
de
lo
que
se
concibe
como
una
vida
habitable.
La
loca
se
resiste
a
la
normatividad,
su
identidad
problematiza
la
legitimidad
de
los
criterios
que
definen
la
supervivencia
de
los
sujetos
excluidos
de
la
norma
de
lo
que
se
entiende
por
“humano”,
por
eso
también
produce
desconcierto
y
ansiedad,
de
allí
que
no
sean
sólo
“los
maricones
los
que
le
temen
o
se
distancian
de
la
locura;
[sino
que]
algunas
feministas
también
rechazan
3
Agradezco
a
Jesús
del
Valle
Vélez
sus
acertados
y
valiosos
comentarios
a
este
texto,
de
los
cuales
tomo
prestado
el
término
“lumpenización
de
la
cultura
gay”
como
contrapartida
de
la
normalización
de
la
homosexualidad
en
este
cuento
de
Negrón.
sacado
la
homosexualidad
del
clóset
⎯y
que
obligaba
a
todos
a
sacarla⎯
sino
que
además
había
trastocado
los
paradigmas
de
exclusión
a
partir
de
los
cuales
se
definen
tanto
la
homosexualidad
como
la
heterosexualidad.
En
ese
estado
de
confusión,
en
ese
mundo
cruel
que
venía
a
acabar
con
la
homofobia
y,
por
lo
tanto,
con
la
homosexualidad
tal
y
como
Pachi
y
José
A.
la
conocían
y
que
hacía
del
“gay”
una
identidad
normativa
más,
de
la
que
desparecía
cualquier
tipo
de
amenaza
y
diferencia,
José
A.
opta
por
el
exilio
como
una
vía
de
escape
y
libertad
de
la
opresión
que
suponía
esa
otra
forma
de
normalización
de
los
cuerpos,
de
las
sexualidades
y
de
la
nación:
José
A.
lloraba
de
rabia;
no
era
por
Pachi,
pues
de
sobra
sabía
de
qué
pata
cojeaba
su
amigo,
sino
porque
la
ropa
que
llevaba
puesta
le
había
costado
muchísimo
y
para
estar
callejeando
no
era.
Respingó
su
nariz,
se
paró
detrás
de
la
guagua
para
vomitar
el
olor
a
fritanga
y
se
montó
para
salir.
En
ese
momento
se
prometió
que
al
otro
día
vendería
todo
y
se
iría
a
Miami.
Pues
él,
José
Alfonso
Lapís,
de
los
Lapís
de
Ponce,
no
se
mezclaba
con
chusma
y
jamás
viviría
sin
decoro.
¡Jamás!
(2013:
102-‐103)
En
una
entrevista
de
las
muchas
realizadas
a
Negrón,
éste
declaraba
“A
mí
me
fascina
la
loquita
resistente,
la
loquita
que
se
atreve
a
vivir
en
el
mismo
barrio,
la
que
no
sale
huyendo,
sino
que
se
queda
a
vivir
ahí”
(Chaves
Espinach,
2013).
Las
palabras
de
Negrón
sintetizan
el
grito
de
indignación
del
personaje
José
Alfonso
Lapís
y
resignifican
el
exilio
de
algunas
figuras
paradigmáticas
del
imaginario
homoerótico
caribeño
(pienso
en
Arenas
y
Ramos
Otero,
por
mencionar
unos
pocos):
José
A.
decide
huir
a
Miami
porque
en
Santurce
ya
no
puede
ser
la
loca
que
quiere
ser,
porque
en
este
cuento
el
exilio
no
supone
negociación,
no
busca,
como
en
el
llamado
sexilio,
“transformar
el
imaginario
heterosexual
y
patriarcal
desde
dentro”
(Martínez-‐San
Miguel,
2011:
27),
ni
tampoco
hace
de
la
sexualidad
y
de
las
orientaciones
sexuales
disidentes
uno
de
los
factores
que
impulsaban
las
migraciones
y
una
parte
importante
de
las
experiencias
de
los
inmigrantes
caribeños
(La
Fountain-‐Stokes,
2009:
xix).
En
“Mundo
cruel”,
la
migración
del
personaje
José
A.
propone
redefinir
los
límites
del
margen
nacional
y
rescatar
el
derecho
a
la
mariconería
y
a
la
diferencia,
o,
siguiendo
a
Gloria
Anzaldúa
(1999),
el
espacio
de
la
jotería
en
el
que,
como
en
el
Santurce
de
Mundo
cruel,
habitan
los
sujetos
fronterizos
que
se
resisten
a
la
normatividad
de
la
“buena
vida”.
BIBLIOGRAFÍA
ANZALDÚA,
Gloria
(1999),
Borderlands/La
Frontera.
The
New
Mestiza.
2ª
ed.
San
Francisco,
Aunt
Lute
Books.
REINALDO
ARENAS:
UNA
VOZ
DESDE
EL
MARGEN
Y
LA
RESISTENCIA
Resumen:
este
artículo
analiza
el
contexto
social
y
cultural
de
la
Cuba
de
los
años
sesenta
y
setenta,
centrándose
en
el
libro
de
Reinaldo
Arenas
Voluntad
de
vivir
manifestándose,
específicamente
en
aquellos
poemas
compuestos
durante
esa
época.
Acusado
de
escándalo
público
y
de
contrarrevolucionario,
Arenas
construyó
su
particular
poética
desobediente
desde
una
perspectiva
marginal
y
siempre
liberadora.
La
escritura
se
convertiría
en
el
contexto
represivo
y
persecutorio
del
momento
en
el
único
espacio
posible
donde
“ser”,
resistir
o
pronunciarse,
donde
practicar
una
libertad
anhelada
y
refutar
verbalmente
el
encierro
corporal
concreto.
Palabras
clave:
marginalidad,
resistencia,
poesía,
Reinaldo
Arenas
Abstract:
this
article
analyses
the
social
and
cultural
context
in
Cuba
in
the
1960s
and
1970s,
focusing
on
Reinaldo
Arena’s
book
Voluntad
de
vivir
manifestándose,
specifically
on
those
poems
written
during
that
time.
Charged
of
public
scandal
and
counterrevolutionary,
Arenas
created
his
particular
poetics
of
disobedience
from
a
marginal
and
liberating
perspective.
In
the
context
of
repression
and
persecution,
writing
was
the
space
where
it
was
possible
to
“be”,
to
resist
and
enunciate
different
views,
and
where
Arenas
felt
free
and
was
able
to
verbally
refute
his
corporal
imprisonment.
Keywords:
Marginalization,
Resistance,
Poetry,
Reinaldo
Arenas
Recibido: 01/08/2015
ISSN: 2014-1130
Aprobado: 28/09/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 205-221
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.262
Reinaldo Arenas: una voz desde el margen y la resistencia
La
presencia
de
sujetos
y
corporalidades
subversivas
en
la
Cuba
de
los
años
sesenta
y
setenta
constituiría
una
fisura
para
la
conformación
del
nuevo
espacio
nacional
regido
por
el
modelo
hegemónico
del
“hombre
nuevo”
revolucionario.
La
ruptura
e
impugnación
del
molde
político-‐corporal
instaurado
a
partir
de
1959
sería
representada
en
su
conjunto
como
homosexual
y
como
antirrevolucionario
por
la
figura
de
Reinaldo
Arenas.
El
concepto
de
“hombre
nuevo”
fue
introducido
por
Ernesto
Che
Guevara
en
1965
y
se
convirtió,
en
palabras
de
Abel
Sierra
Madero,
en
“el
soporte
simbólico-‐discursivo
para
establecer
la
nueva
ciudadanía
revolucionaria”,
en
contraste
con
la
homosexualidad,
considerada
como
una
amenaza
moral
y
ética
en
la
construcción
del
nuevo
socialismo
(2006:
200).
Néstor
Almendros
y
Orlando
Jiménez
Leal
realizaron
en
1984
el
documental
Conducta
impropia,
donde
mostraron
el
trato
denigrante
que
sufrieron
los
homosexuales
como
“sujetos
impropios”
durante
los
años
posteriores
al
triunfo
de
la
revolución.1
Entre
otros
temas,
el
documental
saca
a
la
luz
el
controvertido
asunto
de
las
UMAP
(Unidades
Militares
en
Ayuda
a
la
Producción),
campos
de
trabajo
creados
en
1965
⎯hasta
su
desaparición
en
1968⎯
y
destinados
a
“rehabilitar”
o
“reeducar”
a
homosexuales,
religiosos
y
a
cualquier
sujeto
que
el
régimen
consideraba
contrarrevolucionario.2
Numerosos
intelectuales
que
no
amoldaron
sus
creaciones
a
la
línea
ideológica
que
imponía
el
nuevo
régimen
fueron
considerados
“elementos
antisociales”
que
practicaban
un
“diversionismo
ideológico”
que
entorpecía
la
construcción
de
ese
nuevo
espacio
nacional
y,
por
ello,
fueron
expulsados,
marginados
o
anulados
de
la
esfera
social
y
cultural
de
la
que
el
nuevo
gobierno
iba
apropiándose.
Desde
aquellas
reuniones
de
junio
de
1961
en
la
Biblioteca
Nacional
entre
miembros
del
gobierno
revolucionario
(el
presidente
de
la
República
Osvaldo
Dorticós,
el
primer
ministro,
Fidel
Castro
y
el
ministro
de
Educación,
Armando
Hart,
entre
otros)
e
intelectuales
se
estableció
la
posición
que
debían
adoptar
1
El
documental
está
constituido
por
una
serie
de
entrevistas
a
personalidades
de
la
diáspora
cubana
(entre
ellas,
los
escritores
José
Mario,
Heberto
Padilla,
Juan
Abreu,
Guillermo
Cabrera
Infante,
Armando
Valladares,
René
Ariza
y
Reinaldo
Arenas,
y
la
doctora
y
activista
Martha
Frayde)
y
a
otros
intelectuales
como
Juan
Goytisolo
o
Susan
Sontag:
“El
énfasis
puesto
en
el
tema
de
la
persecución
de
los
homosexuales
en
nuestra
película,
puede
servir,
por
lo
absurda
y
gratuita,
como
metáfora
de
la
supresión
general
de
las
libertadas
cívicas
de
Cuba”
(Almendros
y
Jiménez
Leal,
1984:
21).
2
Asimismo,
en
el
Congreso
Nacional
de
Educación
y
Cultura
celebrado
en
abril
de
1971,
se
mostró
la
línea
homófoba
del
nuevo
gobierno:
la
homosexualidad
era
considerada
una
“desviación”
o
una
“patología
social”
y
no
podía
permitirse
“que
por
medio
de
la
calidad
artística,
reconocidos
homosexuales
ganen
influencias
que
incidan
en
la
formación
de
nuestra
juventud”,
por
lo
cual
se
debía
“evitar
que
ostenten
una
representación
artística
de
nuestro
país
en
el
extranjero
personas
cuya
moral
no
responda
al
prestigio
de
nuestra
Revolución”
(Sierra
Madero,
2006:
198).
Además
del
ensayo
de
Abel
Sierra
Madero,
diversos
estudios
se
han
centrado
en
analizar
la
situación
de
los
homosexuales
en
Cuba
durante
el
período
revolucionario;
entre
ellos,
destacamos
Gays
under
the
Cuban
Revolution
(1981)
de
Allen
Young;
Sexual
Politics
in
Cuba
(1994)
de
Leiner
Marvin,
y
Machos,
Maricones
and
Gays.
Cuba
and
Homosexuality
(1996)
de
Ian
Lumsden.
éstos
con
respecto
al
nuevo
sistema
imperante.
Las
conocidas
“palabras
a
los
intelectuales”
que
Fidel
Castro
pronunció
entonces
reflejan
perfectamente
el
mecanismo
inclusivo/exclusivo
que
practicaría
el
régimen
durante
esos
años.
La
persecución,
amenaza
y
exclusión
de
la
figura
del
intelectual
no
comprometido
o
desviado
de
la
norma
establecida,
aquél
que
ejercía
lo
que
podríamos
llamar
una
disidencia
ideológica,
se
convirtió
en
una
constante
durante
el
llamado
“Quinquenio
Gris”
(1971-‐1976)
⎯término
acuñado
por
Ambrosio
Fornet⎯
o
“Pavonato”
⎯en
referencia
al
presidente
del
Consejo
Nacional
de
Cultura
Luis
Pavón
Tamayo⎯,
época
ominosa
y
nefasta
para
la
cultura
cubana
en
la
que
se
ejerció
un
proceso
de
“parametración”
contra
diversos
intelectuales,
entre
ellos,
Virgilio
Piñera,
Heberto
Padilla
y
el
propio
Reinaldo
Arenas.3
La
“parametración”
perpetrada
por
el
Estado
se
llevó
a
cabo
a
través
del
aislamiento
y
marginación
del
intelectual
“desviado”
⎯aquel
que
no
se
adaptaba
a
los
“parámetros”
sexuales,
sociales,
morales
e
ideológicos
que
dictaba
el
régimen⎯,
que
se
convertiría
en
un
ser
fantasmal
para
la
sociedad,
en
un
no-‐hombre.
En
el
artículo
“El
Quinquenio
Gris:
Revisitando
el
término”,
dentro
del
ciclo
de
conferencias
organizado
en
La
Habana
por
el
Centro
Teórico-‐Cultural
Criterios
en
2007,4
Ambrosio
Fornet
se
refiere
a
la
política
“anticultural”
llevada
a
cabo
en
la
primera
mitad
de
los
años
setenta
(Fornet,
2009:
380):
En
los
centros
dedicados
a
la
docencia
o
el
teatro,
los
trabajadores
que
no
respondieran
a
las
exigencias
o
‘parámetros’
que
los
calificaran
como
individuos
confiables
⎯es
decir,
revolucionarios
y
heterosexuales⎯
serían
reubicados
en
otros
centros
de
trabajo.
El
proceso
de
depuración
o
‘parametración’
se
haría
bajo
la
estricta
vigilancia
de
un
improvisado
comisario
conocido
desde
entonces
en
nuestro
medio
como
Torquesada.
(396-‐397)5
3
Georgina
Dopico
Black
expone
en
su
artículo
“The
Limits
of
Expression:
Intellectual
Freedom
in
Postrevolutionary
Cuba”
la
política
cultural
llevada
a
cabo
en
la
isla
tras
el
triunfo
revolucionario
a
través
de
tres
mecanismos
diferenciales:
la
promoción,
la
prohibición
o
la
tolerancia
marginal:
“The
regime’s
active
involvement
in
the
cultural
sphere
provides
a
solid
base
for
this
kind
of
analysis.
Three
possibilities
exist:
literature
may
be
promoted,
prohibited,
or
marginally
tolerated
by
the
official
apparatus,
depending
upon
how
well
it
conforms
to
the
Revolution’s
prevailing
social,
political,
and
artistic
parameters”
(Dopico
Black,
1989:
108).
Dentro
de
la
literatura
“prohibida”,
la
investigadora
incluye
los
casos
de
Virgilio
Piñera,
René
Ariza
y
Reinaldo
Arenas
además
de
otros
como
Norberto
Fuentes,
Antón
Arrufat,
César
López
o
Eduardo
Heras
León.
4
Tras
la
celebración
de
este
Ciclo
titulado
“La
política
cultural
del
periodo
revolucionario:
memoria
y
reflexión”
y
celebrado
entre
enero
y
julio
de
2007,
Criterios
publicó
el
libro
de
título
homónimo,
editado
por
Desiderio
Navarro
y
Eduardo
Heras
León.
5
Jorge
Olivares
en
el
ensayo
Becoming
Reinaldo
Arenas
(2013)
también
describe
los
métodos
empleados
contra
aquellos
sujetos
que
no
se
adaptaban
a
la
norma
revolucionaria:
“Homosexuals
in
particular,
especially
artists
and
educators,
were
dismissed
from
their
jobs
or
given
employment
in
places
where
their
‘contaminating’
presence
would
not
be
a
threat
to
society.
Writers
who
did
not
embrace
socialist
realism,
Otros
han
preferido
el
término
de
“Decenio
Negro”
o
“Trinquenio
Amargo”
para
englobar
también
dentro
de
ese
“parametraje”
los
años
finales
de
la
década
del
sesenta
y
toda
la
década
del
setenta
(400).6
Rafael
Rojas
señala,
en
su
revelador
ensayo
Tumbas
sin
sosiego.
Revolución,
disidencia
y
exilio
del
intelectual
cubano
(2006),
que
el
ensayista
puertorriqueño
Arcadio
Díaz
Quiñones
trasladó
la
“teoría
de
salida,
voz
y
lealtad”
de
Albert
O.
Hirschman
al
caso
cubano:
Según
Hirschman,
en
cualquier
estructura
social,
pero
especialmente
en
aquellas
regidas
por
un
orden
político
autoritario
o
cerrado,
los
sujetos
optan
por
tres
alternativas:
la
lealtad,
la
voz
y
la
salida,
o,
lo
que
es
lo
mismo,
la
obediencia,
la
oposición
y
el
éxodo.
(Rojas,
2006:
16-‐17)
Para
el
investigador
cubano,
la
alternativa
de
la
voz
en
Cuba
resulta
más
evidente
a
partir
del
final
de
la
década
del
sesenta
y
principios
de
los
setenta
“debido
a
su
clara
transgresión
de
los
límites
de
la
llamada
‘crítica
desde
dentro’”.
Rojas
encuadra
los
casos
de
Reinaldo
Arenas,
Heberto
Padilla,
María
Elena
Cruz
Valera,
Jesús
Díaz
y
Raúl
Rivero,
o
los
de
otros
poetas
presos,
dentro
de
lo
que
denomina
las
“prácticas
de
disidencia”,
“tan
genuinas
como
las
de
cualquier
escritor
occidental
bajo
un
orden
autoritario
o
totalitario
(2006:
23).
Será
dentro
de
estas
“prácticas
de
disidencia”
y,
también,
de
“resistencia”
⎯tomando
la
terminología
de
Barbara
Harlow
del
libro
Resistance
Literature
(1987)⎯
donde
englobaremos
la
obra
creadora
que
Reinaldo
Arenas
realizó
en
los
años
setenta,
en
medio
de
un
clima
hostil
y
amenazante,
y
que
se
vincula
estrechamente
con
sus
diversos
encarcelamientos
y
huidas.
Clandestinidad,
prisión
y
resistencia
Tras
formar
parte
de
las
guerrillas
de
Fidel
Castro
contra
Fulgencio
Batista
en
Sierra
Maestra,
Reinaldo
Arenas
llegó
a
La
Habana
para
realizar
un
curso
de
planificación
dirigido
a
contadores
agrícolas.
En
1963
consiguió
un
puesto
en
la
Biblioteca
Nacional,
donde
trabajaría
hasta
1968.
Durante
esos
años,
obtuvo
dos
menciones
de
honor
en
el
Premio
Nacional
de
Novela
Cirilo
Villaverde
patrocinado
por
la
UNEAC:
la
primera
en
1965,
con
su
novela
Celestino
antes
del
alba
(1967)
⎯el
único
libro
que
logró
publicar
en
la
isla⎯
y
la
segunda,
en
1966,
con
El
mundo
alucinante
⎯publicada
en
francés
en
Editions
du
Seuil
en
1968
y
cuya
versión
original
aparecería
en
México
en
1969⎯.
Arenas
también
trabajó
en
el
Instituto
Cubano
del
Libro
which
imposed
an
ideological
mold
on
cultural
production,
were
silenced”
(Olivares,
2013:
12-‐13).
6
Fornet
menciona
que
César
López
fue
el
primero
en
utilizar
el
término
de
“Decenio
Amargo”.
Por
su
parte,
Mario
Coyula
hará
referencia
al
término
“Trinquenio
Amargo”
en
el
artículo
“El
Trinquenio
Amargo
y
la
ciudad
distópica:
autopsia
de
una
utopía”
⎯conferencia
leída
dentro
del
ciclo
“La
política
cultural
de
la
Revolución:
memoria
y
reflexión”.
Parte
de
la
obra
de
Reinaldo
Arenas,
al
igual
que
ocurrió
con
la
literatura
carcelaria
de
Jorge
Valls,
Ángel
Cuadra
y
otros
presos
políticos,
formaría
parte
de
esa
escritura
subterránea
o
invisible
⎯que
llegaba
a
círculos
muy
restringidos⎯
que
fue
desarrollada
en
la
isla
de
manera
clandestina,
al
mismo
tiempo
que
se
difundía
ampliamente
toda
una
literatura
oficialista
en
apoyo
al
nuevo
orden
revolucionario.7
Warren
Hampton
alude,
en
su
artículo
sobre
Ángel
Cuadra
“Poesía
de
un
prisionero”,
a
la
“corriente
subterránea”
de
literatura
que
existió
en
Cuba
tras
el
triunfo
revolucionario
y
en
la
que
engloba
a
“una
poesía
anónima
de
resistencia
política,
circulada
clandestinamente,
tendiente
a
florecer
o
desaparecer
con
el
tiempo
según
los
azares
en
la
vida
de
los
escritores,
carentes
de
materiales
y
maquinaria
de
imprenta”.
Los
tres
caminos
posibles
para
los
intelectuales
“acosados
por
el
aparato
represivo
estatal”
fueron,
según
Hampton,
el
exilio,
la
cárcel
y
la
desistencia:
“Algunos
de
ellos
por
fin
emigran,
englosando
las
filas
de
la
resistencia
intelectual
en
el
exilio;
o
quedándose
en
Cuba,
son
encarcelados,
generalmente
por
otros
‘delitos’;
o
desisten
y,
si
tienen
suerte,
logran
‘desaparecer’
entre
la
población
(Hampton,
1995:
199).
7
Georgina
M.
Dopico
Black
reflexiona
sobre
esta
literatura
promovida
por
el
Estado
cubano
en
contraste
con
la
prohibida
y
la
tolerada
marginalmente.
Entre
los
autores
y
obras
de
la
vertiente
oficial,
la
investigadora
destaca
Maestra
voluntaria
(1962)
de
Daura
Olema
García,
Sacchario
(1970)
de
Miguel
Cossío
Woodward,
La
última
mujer
y
el
próximo
combate
(1971)
de
Manuel
Cofiño
López,
entre
otras.
Asimismo,
en
el
estudio
Prose
Fiction
of
the
Cuban
Revolution,
Seymor
Menton
expone
y
desarrolla
las
distintas
tendencias
narrativas
(novelas
y
cuentos)
que
se
cultivaron
en
Cuba
desde
1959
hasta
1971,
entre
las
que
incluye
la
narración
ideológica
(y
también
otras
como
la
existencial,
la
experimental
o
escapista
y
la
antirrevolucionaria).
Reinaldo
Arenas
fundaría
junto
a
los
tres
hermanos
Abreu
(Juan,
José
y
Nicolás)
y
Luis
de
la
Paz
un
círculo
literario
clandestino
que
se
reunía
cada
semana
en
distintos
lugares
de
La
Habana
y
que
logró
“publicar”
la
revista
clandestina,
Ah,
la
marea.9
Todos
sus
miembros
desarrollaron
numerosas
8
Este
poemario
de
Delfín
Prats
se
vincula
con
la
poesía
que
Arenas
cultivó
en
los
años
setenta
y
con
el
clima
asfixiante
que
muchos
de
sus
versos
muestran:
“dejamos
escapar
nuestros
discursos
/
nuestras
interminables
sentencias
que
no
repetirán
/
parapetados
tras
el
único
lenguaje
posible
por
ahora:
/
la
elocuencia
aprendida
de
los
gestos
/
la
frustración
a
simple
vista
de
sus
maneras
y
sus
posturas
importadas:
/
lenguaje
de
mudos
que
no
les
pertenece.
/
siempre
nosotros
tomando
el
ómnibus
atravesando
/
la
ciudad
y
el
miedo
/
atravesando
la
ciudad
y
el
miedo
nuestros
pulmones
llenos
/
de
nicotina
/
frotando
con
cera
nuestro
rostro
[…]
siempre
nosotros
apeándonos
en
la
misma
parada
de
siempre
/
volviendo
el
rostro
para
cerciorarnos
de
que
nadie
nos
sigue
/
⎯siempre
volviendo
el
rostro⎯
presas
del
temor
de
echar
a
andar”
(Prats,
1970:
15-‐16).
9
Juan
Abreu
señala
en
su
libro
A
la
sombra
del
mar
(1998)
que
la
Revista
Mariel
de
Arte
y
Literatura,
fundada
en
el
exilio,
tuvo
su
antecedente
en
esta
primera
revista
clandestina,
Ah,
la
marea,
cuyo
título
de
referencias
marítimas
se
vincula
con
la
tradición
acuática
cubana
anunciada
por
Rafael
Rojas
en
su
artículo
“El
mar
de
los
desterrados”:
“La
concebimos
[Mariel]
pensando
en
nuestra
Ah,
la
marea,
del
Parque
Lenin.
Sentados
junto
a
un
turbio
canal,
en
un
pequeño
parque
de
la
ciudad
de
Hialeah,
retomamos
el
sueño.
Le
pusimos
Mariel
porque
nos
pareció
un
nombre
hermoso,
redondo
y
sonoro,
y
porque
para
nosotros
simbolizaba
la
puerta
por
la
que
escapamos
a
la
libertad.
También
porque
La
literatura
clandestina
es
un
producto
genuino
de
los
sistemas
represivos,
ya
que
el
verdadero
artista,
si
quiere
permanecer
como
tal,
optará
siempre
por
el
anonimato
y
el
riesgo
en
lugar
de
la
autocensura
y
la
hipocresía.
Porque
entre
la
libertad
y
el
miedo
(aun
cuando
el
miedo
sea
justificadamente
ilimitado),
el
ser
humano
termina
siempre
escogiendo
la
libertad.
Y
si
se
es
escritor,
no
queda
otra
alternativa,
pues
toda
creación
propone
un
ritmo,
un
terror,
una
armonía
y
una
desmesura,
un
misterio
y
un
reto:
un
atrevimiento,
enemigo
natural
de
todo
agente
limitador.
(Abreu,
1985:
11-‐12)
Acusado
de
“desacato
y
escándalo
público”,
de
“extravagante”,
“contrarrevolucionario”,
“inmoral”,
“diversionista
ideológico”,
“corruptor
de
menores”,
y
también
de
publicar
sus
libros
en
el
extranjero
sin
permiso
oficial,
Reinaldo
Arenas
pasaría
desde
1974
hasta
1976
por
distintos
establecimientos
penitenciarios:
el
Castillo
del
Morro,
Villa
Marista,
el
Combinado
del
Este,
y
una
prisión
abierta
situada
en
el
barrio
Flores.
Considerado
un
sujeto
impropio
para
el
nuevo
espacio
nacional
revolucionario
y
excluido
del
campo
sociocultural
cubano
de
esos
años,
pasaría
desde
su
liberación
en
1976
hasta
1980,
cuando
finalmente
consiguió
salir
de
la
isla
en
el
“Éxodo
del
Mariel”
junto
a
miles
de
cubanos
que
se
asilaron
en
la
embajada
de
Perú,
por
un
proceso
de
anulación
identitaria
e
invisibilización
generalizada.
La
resistencia
de
Arenas
frente
al
nuevo
espacio
normalizado
de
la
revolución
se
desplegó
en
una
resistencia
física
⎯manifiesta
en
sus
continuas
huidas,
lo
que
podríamos
llamar
“el
arte
de
la
fuga”⎯
y
también,
y
más
específicamente,
en
una
resistencia
textual:
Creo
que
la
única
forma
de
burlar
la
persecución
es
a
través
de
la
resistencia
creadora.
Esa
resistencia
nos
provee
de
una
convicción
que,
aunque
injustificada,
nos
estimula
y
sostiene.
Se
resiste
porque,
tal
vez
absurda,
pero
vitalmente,
se
confía
siempre
en
lo
imprevisto.
Se
finge,
se
simula,
se
corre
de
un
sitio
para
otro,
se
duerme
bajo
un
puente
o
encima
de
un
árbol
porque
se
espera
no
se
sabe
de
quién
ni
por
qué
ni
cuándo
una
suerte
de
milagro…
También
se
posee
la
indocumentada
confianza
de
que
porque
tenemos
razón
no
podrán
aniquilarnos.
(Abreu,
1985:
9-‐11)
“Donde
no
hay
furia
y
desgarro,
no
hay
literatura”,
declaraba
el
autor
en
una
entrevista
que
le
realizó
Rita
Virginia
Molinero
para
la
revista
Quimera
(1982:
19).12
La
concepción
de
la
escritura
como
acto
de
rebeldía,
como
12
En
esta
entrevista
publicada
en
marzo
de
1982
Arenas
habla
de
la
condición
intrínseca
del
cubano
como
desterrado,
del
destierro
como
“fatalidad”
o
como
“tradición
casi
inevitable”
de
la
isla
(19-‐20).
grito
o
irreverencia,13
dentro
de
esa
práctica
de
resistencia
creadora
que
el
autor
proponía,
atravesará
las
producciones
poéticas
que
el
autor
compuso
dentro
de
la
isla.
Voluntad
de
vivir
manifestándose:
la
palabra
como
sobrevivencia
En
1989
Arenas
publicó
el
libro
Voluntad
de
vivir
manifestándose,
una
recopilación
de
poemas
más
o
menos
breves
de
los
que
él
mismo
afirmaba:
“son
inspiraciones
furiosamente
crometradas
de
alguien
que
ha
vivido
bajo
sucesivos
envilecimientos.
[…]
Estas
palabras
tercamente
ordenadas
son
el
fruto
de
la
venganza
cumplida”
(Arenas,
1989:
7).14
Ira
y
desgarro
subyacen
en
estas
declaraciones
de
Arenas,
estados
desde
los
que
el
escritor
partió
para
construir
gran
parte
de
sus
creaciones
literarias.
Al
final
del
primer
capítulo
de
su
autobiografía
Antes
que
anochezca
(1992),
el
escritor
afirmaba
que
su
obra
era
su
“venganza
contra
casi
todo
el
género
humano”
(Arenas,
2008:
16).
Asimismo,
en
la
entrevista
que
le
realizó
Rita
Virginia
Molinero,
la
“tradición
de
la
furia”
también
asoma
a
las
palabras
de
Arenas,
quien
argumenta
que
escritores
como
Martí,
Casal
y
el
mismo
Piñera
han
desarrollaron
su
obra
desde
la
furia.15
El
escritor
publicaría
en
la
revista
Mariel
un
artículo
titulado
“Elogio
de
las
furias”,
en
el
que
vuelve
a
incidir
sobre
el
carácter
necesariamente
“furioso”
de
algunas
de
las
obras
de
literatura
universal,
entre
las
que
menciona
la
Ilíada,
libro
que
le
marcaría
profundamente:16
13
En
una
entrevista
que
concedió
a
Armando
Álvarez
Bravo
para
El
Nuevo
Herald
afirmaba:
“Escribir
(crear)
es
un
acto
de
irreverencia,
tanto
en
lo
ético
como
en
lo
estilístico.
[…]
Esa
divina
posibilidad
de
decir
no
donde
el
jefe
dice
sí,
esa
magnífica,
sagrada,
posibilidad
de
cuestionar,
criticar,
disentir,
esa
duda
llena
de
audacia,
ese
NO,
es
y
será
siempre
lo
que
diferencie
al
hombre
del
rebaño,
al
ser
humano
de
la
bestia,
al
individuo
del
esclavo.
Y
ese
no
rotundo,
admitido
dentro
de
sus
propias
democracias,
contra
la
democracia,
radica
la
grandeza
de
occidente”
(1990b:
5D).
14
La
furia
de
Arenas
se
volvería
mucho
más
explícita
y
desgarrada
en
el
exilio
⎯“Yo
vine
aquí
a
gritar”
(Arenas,
2008:
309)⎯;
su
incapacidad
para
olvidar
los
ominosos
años
en
Cuba
y
el
“deber”
de
recordar
como
testigo
y
protagonista
marcarían
tanto
su
vida
como
su
obra
en
sus
últimos
diez
años:
“I
feel
like
one
of
those
Jews
who
were
branded
with
a
number
by
the
Nazis;
like
a
concentration
camp
survivor.
There
is
no
way
on
earth
I
can
forget
what
I
went
through.
It’s
my
duty
to
remember”
(Olivares,
2013:
32).
15
“Vemos
que
en
siglo
pasado
casi
todo
lo
mejor
de
Martí
está
tocado
por
una
furia,
incluso
por
una
cólera
que
no
tiene
que
ser
precisamente
odio.
El
mejor
poema
de
Casal
empieza
diciendo
‘Ansias
de
aniquilarme
solo
siento’,
o
sea,
de
hecho
era
una
furia
terrible
¿no?
Y
no
deja
de
ser
significativo
que
ese
poema
sea
precisamente
el
que
tome
Lezama
como
punto
central
para
uno
de
sus
grandes
poemas,
la
‘Oda
a
Julián
del
Casal’.
Ningún
escritor
cubano
es
ajeno
a
esas
furias
creadoras
y
el
caso
más
extraordinario
que
tenemos
de
convertir
esa
furia
en
literatura
es
el
caso
de
Virgilio
Piñera.
Furia
visible
es
gran
parte
de
su
teatro
y
de
su
narrativa,
hasta
tiene
un
poema
que
se
llama
‘Las
furias’.
Si
leemos
‘La
isla
en
peso’
de
Virgilio
vemos
que
es
un
poema
tocado
también
por
la
furia,
por
la
indignación,
por
la
‘maldita
circunstancia
del
agua
por
todas
partes’,
como
dice
él”
(Arenas,
1983:
20).
16
La
lectura
de
la
Ilíada
de
Homero
emerge
en
Antes
que
anochezca
como
un
hito
esencial
en
la
vida
del
escritor:
Juan
Abreu
le
llevó
el
libro
cuando
se
encontraba
escondido
en
el
parque
Lenin
y
días
más
tarde
fue
capturado
por
la
policía
en
el
mismo
momento
de
Decir
la
verdad
ha
sido
siempre
un
acto
de
violencia.
[…]
El
creador,
el
poseedor
de
la
verdad
trascendente,
ese
que
no
se
avergüenza
de
contar
su
vergüenza,
ha
sido
siempre
un
poseído
por
las
furias.
[…]
Recordemos
pues
la
lección
de
los
maestros
⎯tan
grandes
como
para
admitir
que
no
todos
pueden
serlo⎯:
Habiéndolo
perdido
casi
todo,
aún
un
dios
invulnerable
nos
inspira
y
sostiene,
el
dios
de
la
cólera.
Él
nos
ha
alentado
en
los
momentos
de
mayor
espanto.
Gracias
a
él
hemos
tenido
y
tendremos
fuerzas
para
decir
eso
que
no
permiten
decir
y
somos,
nuestro
íntimo
e
intransferible
desasosiego,
nuestro
inexpugnable
estupor…
(Arenas,
1983:
31)
Los
poemas
de
Voluntad
de
vivir
manifestándose
⎯encabezados
en
la
portada
por
un
detalle
de
El
Jardín
de
las
Delicias
de
El
Bosco17
y
dividido
en
secciones:
“Esa
sinfonía
que
milagrosamente
escuchas”,
“Sonetos
desde
el
infierno”,
“Mi
amante
el
mar”
y
“El
otoño
me
regala
una
hoja”⎯18
vienen
acompañados
por
cuatro
dibujos
de
Jorge
Camacho
⎯Primera
Luna,
Segunda
Luna,
Tercera
Luna
y
Cuarta
Luna⎯19
y
por
tres
fotografías
realizadas
por
Lázaro
Gómez
Carriles
tituladas
Voluntad
de
vivir
manifestándose,
Apocalipsis
en
la
pared
y
Desertores
del
paraíso.20
El
poemario
constituía
para
Arenas
su
testimonio
poético
sobre
“el
infierno,
terminar
su
lectura;
durante
su
encarcelamiento
en
el
Morro
le
robaron
el
ejemplar
pero
cuando
lo
trasladaron
a
la
prisión
abierta
Abreu
le
consiguió
otra
copia
para
que
pudiera
terminar
el
último
canto:
“Cuando
terminé
de
leerlo
lloré
como
no
lo
había
hecho
desde
que
estaba
en
la
prisión”
(Arenas,
2008:
243).
La
furia
de
Aquiles
⎯“Canta,
oh
Diosa,
la
cólera
de
Aquiles”,
leemos
en
el
primer
verso
de
la
Ilíada⎯
sería
entendida
por
Arenas
como
una
proyección
de
su
propia
furia.
Al
mismo
tiempo,
el
hecho
de
que
aquel
devuelva
a
Príamo
el
cuerpo
de
su
hijo
muerto
evocaría
en
Arenas,
según
Jorge
Olivares,
la
ausencia
de
su
propio
padre:
“[The
Iliad]
should
function
in
Antes
que
anochezca
as
a
textual
mirror,
one
in
wich
Arenas
would
see
his
own
life
reflected”
(Olivares,
2013:
76).
Curiosamente,
el
libro
de
la
Iliada
sería
encontrado
en
la
mesilla
de
noche
de
Arenas
el
día
en
que
se
suicidó.
17
Arenas
escogió
un
detalle
del
Panel
central
del
tríptico
de
El
Bosco
a
pesar
de
que
el
Panel
derecho
representa
el
Infierno,
con
el
que
estarían
más
directamente
relacionadas
sus
composiciones.
18
Excepto
la
última
sección,
compuesta
por
poemas
escritos
en
el
exilio
durante
la
década
de
los
años
ochenta,
todas
las
demás
composiciones
fueron
fechadas
en
La
Habana
desde
1969
hasta
1980.
19
Los
dibujos
de
Camacho
se
corresponden
con
distintos
poemas
de
la
sección
“Sonetos
desde
el
infierno”.
Arenas
menciona
la
inclusión
de
estas
ilustraciones
en
varias
de
las
cartas
que
envió
desde
Nueva
York
a
sus
“adorados
hermanos”
Jorge
y
Margarita
Camacho:
“Yo
ya
revisé
las
pruebas
de
galera
de
Voluntad
de
vivir
manifestándose,
saldrán
las
cuatro
lunas
de
Jorge
que
iluminarán
el
libro.
Les
envié
a
ellos
copias
fotostáticas
pues
no
quiero
desprenderme
de
los
originales,
pero
fueron
copias
hechas
en
un
estudio
profesional
y
saldrán
bien
y
en
su
lugar.
Los
dibujos
aparecerán
en
distintas
partes
del
libro
pues
así
se
destacarán
más
que
si
ponemos
las
cuatro
lunas
juntas.
La
primera
luna
aparecerá
en
las
primeras
páginas
del
libro
y
a
la
última
antes
del
índice
y
después
del
‘Autoepitafio’”
(Arenas,
2010:
268).
20
Esta
combinación
de
poesía
e
imagen
resulta
significativa
pues
se
establece
un
diálogo
directo
entre
el
elemento
visual
y
el
textual
que
enriquece
de
manera
significativa
la
interpretación
crítica
de
los
poemas.
Imagen
1
Apocalipsis
en
la
pared.
Foto
de
Lázaro
Gómez
Carriles
El
“infierno”
de
esos
años
de
acoso
y
represión
vividos
por
Arenas
continuaría
también
en
el
exilio,
donde
el
dinero
y
la
enfermedad
del
sida
“envilecieron”
nuevamente
su
existencia:
“El
envilecimiento
de
la
miseria
durante
la
tiranía
de
Batista,
el
envilecimiento
del
poder
bajo
el
castrismo,
y
el
envilecimiento
del
dólar
en
el
capitalismo
⎯y
como
si
esto
fuera
poco,
he
habitado
los
últimos
nueve
años
en
la
ciudad
más
populosa
del
mundo
que
ahora
sucumbe
a
la
plaga
más
descomunal
del
siglo
XX.
He
sido
testigo
de
todos
esos
espantos
y
ellos
han
propiciado
estos
poemas”
(Arenas,
1989:
7).
El
signo
fatal
que
caracteriza
la
vida
del
escritor
y
su
concepción
circular
de
la
historia23
quedan
palpables
en
estas
amargas
palabras
y
en
el
21
Asimismo,
su
poesía
sería
recopilada
póstumamente
por
Lumen
bajo
el
título
de
Inferno
(2001).
Según
la
información
bibliográfica
que
aportó
Roberto
Valero
sobre
Arenas
al
final
de
su
libro
El
desamparado
humor
de
Reinaldo
Arenas
(1991),
el
autor
no
estaba
seguro
si
la
trilogía
de
Leprosorio
se
llamaría
Inferno
o
Leprosorio
(Valero,
1991:
349).
Finalmente
Arenas
decidió
llamarla
Leprosorio
y
el
título
de
Inferno
se
reservaría
para
la
publicación
póstuma
de
su
poesía
completa.
22
La
furia,
elemento
articular
de
la
obra
de
Arenas,
también
se
presenta
en
muchos
de
los
versos
de
esta
segunda
sección:
el
primer
poema
⎯“Ese
es
el
propósito
temerario
/
(no
me
hablen
de
rosas,
amores
o
delfines)
/
que
inspiraron
estos
furiosos
versos”
(Arenas
,1989:
29)⎯
y
el
último
⎯“Solo
el
afán
de
un
náufrago
podría
/
remontar
este
infierno
que
aborrezco.
/
Crece
mi
furia
y
ante
mi
furia
crezco
/
y
solo
junto
al
mar
espero
el
día”
(67)⎯
materializan
la
furia
cíclica
e
incesante
de
la
poética
areniana.
23
También
en
su
obra
poética
encontraremos
esta
concepción
cíclica
y
trágica
de
la
historia
de
Cuba.
Para
Arenas,
este
carácter
cíclico
tenía
además
un
vínculo
esencial
con
el
exilio,
que,
al
igual
que
la
tiranía
o
la
violencia,
se
constituye
como
una
marca
congénita
de
Cuba
y
del
cubano:
“El
hombre
acosado,
‘entonando
su
propia
miseria’,
se
lanza
a
lo
oscuro.
¿Mar
o
selva?,
¿tambor
o
tiroteo?
Qué
importa:
tiene
que
salir
huyendo…
Esa
es
nuestra
historia.
La
misma
que
padeció
el
indio
cubano,
hasta
perecer,
en
los
tiempos
de
la
conquista
española;
la
del
negro
cubano
(esclavo
o
prófugo)
en
la
colonia
floreciente;
la
de
todos
los
cubanos,
blancos
o
negros,
ahora”
(Arenas,
2001:
32).
24
A
pesar
de
que
el
poema
esté
fechado
en
la
prisión
del
Morro
suponemos
que
Arenas
no
escribió
el
poema
propiamente
en
la
prisión
sino
que
debió
crearlo
mentalmente,
memorizarlo
y,
tras
su
liberación,
transcribirlo.
En
la
biblioteca
Firestone
de
la
Universidad
de
Princeton
se
conservan
cuatro
versiones
del
poemario:
la
primera
fechada
de
1970-‐
1980,
una
segunda
versión
sin
datar,
una
tercera
versión
fechada
de
1983-‐1984
y
la
versión
final
(Habana
1969-‐Nueva
York
1986).
25
Este
es
el
único
escrito
desde
la
cárcel
que
se
conserva
de
Reinaldo
Arenas.
No
tenemos
ninguna
otra
referencia
de
poemas
u
otras
obras
escritas
en
la
cárcel.
Arenas
tan
sólo
menciona
en
su
autobiografía
las
cartas
que
escribía
en
nombre
de
los
presidiarios
a
las
novias
o
a
los
familiares
a
cambio
de
unos
cigarros:
“Lo
cierto
es
que
me
monté
una
especie
de
escritorio
en
mi
galera
y
allí
acudían
todos
a
que
yo
les
redactara
sus
cartas”
(Arenas,
2008:
213).
Imagen
2
Voluntad
de
vivir
manifestándose.
Foto
de
Lázaro
Gómez
Carriles
El
poema
viene
acompañado
de
una
foto
en
la
que
vemos
a
Arenas
solo,
sentado
encima
de
una
de
las
numerosas
sillas
desplegadas,
sujetándose
los
brazos
entre
las
rodillas
y
con
una
actitud
segura
y
firme.
La
fotografía
contrasta
abiertamente
con
el
contenido
del
poema
y
la
presencia
del
autor
en
la
imagen
nos
impulsa
a
intensificar
el
vínculo
que
estableció
el
autor
entre
su
vida
y
su
obra.26
Javier
Guerrero
ha
analizado
algunas
fotografías
de
Arenas
que
fueron
tomadas
durante
su
exilio,
donde,
según
el
crítico,
el
escritor
“reafirma
e
inscribe
su
cuerpo
y,
si
se
quiere,
lo
historiza”
(Guerrero,
2015:
76).
Considero,
siguiendo
la
línea
de
Guerrero,
que
en
la
fotografía
de
“Voluntad
de
vivir
manifestándose”,
como
imagen
antitética
al
“yo”
presentado
en
el
poema,
se
manifiesta
y
“reafirma”
el
cuerpo
del
escritor,
negado
e
invisibilizado
en
su
país
de
origen.
En
la
composición
“Voluntad
de
vivir
manifestándose”,
una
corporalidad
disuelta,
aniquilada
de
forma
paulatina,
textualiza
el
dolor
de
la
vivencia
carcelaria
y
representa,
al
mismo
tiempo,
el
proceso
de
desindividualización
a
la
que
es
sometido
el
hombre
en
el
presidio:27
se
trata
de
una
muerte
psíquica,
una
muerte
identitaria.28
Esta
misma
26
Como
diversos
críticos
señalan,
gran
parte
de
la
experiencia
vital
del
autor
se
encuentra
transmutada
literariamente
en
su
obra.
De
hecho,
según
su
amigo
Juan
Abreu,
la
“vida
y
pasión
creadora”
en
el
escritor
“fueron
casi
lo
mismo”
(Abreu,
1998:
32).
27
La
destrucción
continuada
a
la
que
es
sometida
sujeto
poético
en
los
poemas
de
Arenas
podría
vincularse
con
algunas
de
las
obras
carcelarias
de
Jorge
Valls,
tales
como
el
poemario
Donde
estoy
no
hay
luz
y
está
enrejado
(1981)
y
la
obra
dramática
Los
perros
jíbaros
(1983).
En
una
línea
interpretativa
similar
podríamos
situar
el
poema
de
Heberto
Padilla
“En
tiempos
difíciles”,
el
primero
que
abre
el
libro
Fuera
de
juego
(1968),
donde
encontramos
una
ofrenda
de
partes
corporales
como
símbolo
de
la
despersonalización
a
la
que
se
ve
sometida
el
individuo,
no
dentro
del
espacio
carcelario,
sino
en
un
tiempo
concreto
de
la
Historia,
el
periodo
revolucionario:
“A
aquel
hombre
le
pidieron
su
tiempo
/
para
que
lo
juntara
al
tiempo
de
la
Historia.
/
Le
pidieron
las
manos,
/
porque
para
una
época
difícil
/
nada
hay
mejor
que
un
par
de
buenas
manos.
/
Le
pidieron
los
ojos
[…]
/
le
pidieron
sus
labios
[…]
/
le
pidieron
las
piernas
[…]
/
Le
pidieron
el
pecho,
el
corazón,
los
hombros.
/
Le
dijeron/
que
eso
era
estrictamente
necesario”
(Padilla,
1968:
23).
28
Muchos
intelectuales
cubanos
sufrirían
una
muerte
en
vida
⎯la
categorización
del
hombre
en
no-‐persona,
su
marginación
y
silenciamiento
social⎯.
Juan
Abreu
se
referiría
a
este
estado
de
muerte
en
su
poemario
Libro
de
las
exhortaciones
al
amor:
“Todos
aquellos
destrucción
del
ser
se
revela
en
los
dos
tercetos
del
soneto
“Primera
luna”
de
“Sonetos
desde
el
infierno”,
fechado
en
La
Habana
de
1979:
“Pero
qué
prueban
naves
y
sentencia
/
a
quien
en
el
páramo
apresado
/
ha
llorado
solo
en
tu
presencia
/
la
ira
de
saberse
aniquilado,
/
y
en
tu
cara
de
hastío
y
de
abstinencia
/
un
gesto
de
dolor
ha
contemplado”
(37).
Asimismo,
el
poema
“Mi
amante
el
mar”,
fechado
en
noviembre
de
1973
en
La
Habana,
incluido
en
la
tercera
parte
del
libro,
nos
sitúa
al
final
de
la
composición
ante
la
voz
de
un
muerto:
“Y
un
cúbrete,
cúbrete,
no
para
algún
día
/
descubrirte,
sino
para
morirte
tapado.
/
Yo
salgo.
/
Yo
abro
los
brazos.
/
Yo
grito
que
he
muerto.
/
Yo
estoy
muerto.
/
Yo
estoy
muerto”
(78).29
La
voz
del
sujeto
sepultado
⎯cancelada,
anulada
en
el
espacio
carcelario⎯,
emerge
en
el
poema
para
decir
su
“momento”,
posicionar
su
“ser”,
en
definitiva,
para
resistir
desde
el
verbo
⎯como
única
posibilidad⎯
la
obstinación
exterior
por
destruirlo.
De
la
misma
manera,
la
composición
“Última
luna”,
incluido
en
la
cuarta
sección
del
libro,
revela
que
lo
esencial
se
sitúa
en
el
“grito”,
en
ese
momento
en
el
que
es
posible
“decir”
y
rebelarse:
“Extraña
amante,
/
solo
me
queda
contemplar
tu
rostro
/
(que
es
el
mío)
/
porque
tú
y
yo
somos
un
río
/
que
recorre
un
páramo
incesante,
/
circular
e
infinito:
/
un
solo
grito”
(109).
El
poemario
de
Arenas
emerge
desde
ese
“cantar
en
la
sombra”
(Arenas,
1989:
20)
que
anuncia
la
composición
“Esas
espléndidas
diosas”:
Esas
espléndidas
diosas
que
esparcen
el
amor
o
la
cólera,
la
amenaza
de
una
discordia,
la
grandeza
de
una
batalla.
Esas
diosas
que
detienen
el
sol
por
deferencia
a
un
hombre
y
administran
la
gloria,
la
eternidad
y
los
sueños,
no
existieran,
a
no
dudarlo,
de
no
ser
por
aquél
que,
ciego
y
paciente,
se
dedicó
a
cantarlas.
Esos
milagros,
esas
mentiras,
esas
tribus
errantes,
esa
cruz,
esa
leyenda,
ese
amor,
esos
mitos
y
esas
verdades
que
nos
enaltecen
justifican
y
proyectan
no
existirían
años
de
adolescencia
y
juventud
transcurrieron
en
una
especie
de
muerte,
en
una
tensión,
una
inseguridad,
y
un
desasosiego
interminables
que
tienen
que
estar
relacionados
con
la
muerte,
con
un
genocidio
espiritual,
producto
de
un
sistema
refinadamente
esclavista,
que
es
incompatible
con
la
vida”
(Abreu,
1985:
14).
29
En
el
poema
“Morir
en
junio
y
con
la
lengua
fuera”,
segunda
composición
del
poemario
Leprosorio
(1990),
la
voz
poética,
a
través
de
un
discurso
cíclico
y
obsesivo,
forma
parte
de
un
“nosotros”
en
el
que
todos
están
muertos
dentro
de
ese
espacio
controlado
y
represivo
que
representa
la
ciudad:
“Estamos
muertos.
/
(Todos
estamos
muertos.)
/
Nuestros
huesos,
irrescatables
y
cloqueantes,
/
fluyen,
se
abren
paso
entre
los
huesos.
/
Estamos
muertos.
/
(Todos
estamos
muertos.)
/
Nuestros
huesos,
innumerables
y
brillantes,
/
avanzan
correctamente
pulidos,
casi
solemnes,
/
por
la
carretera
de
los
huesos.
/
Estamos
muertos.
/
(Todos
estamos
muertos.)
/
Y
nuestro
perenne
aullido
de
muerto
/
se
prolonga
sin
tiempo
por
la
carretera
/
de
los
muertos”
(Arenas,
1990a:
75-‐76).
ON
TRUTH
AND
OPACITY.
SYMBOLIC
TRANSLATION
AND
LEGIBILITY
IN
CONTEMPORARY
TEXT-‐BASED
CUBAN
ART
Recibido: 22/09/2015
ISSN: 2014-1130
Aprobado: 26/10/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 223-236
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.287
On Truth and Opacity. Symbolic Translation and Legibility in Contemporary Text-Based Cuban Art
Introduction1
For
language,
including
visual
language,
can
be
deployed
not
only
as
a
means
of
communication,
but
also
as
an
instrument
for
strategically
planned
discommunication
or
even
self-‐induced
ex-‐communication,
in
other
words,
for
deliberately
abstaining
for
the
communicating
community.
Boris
Groys,
“Back
from
the
Future”
La
realidad
absoluta
was
Luis
Gómez’s
contribution
to
the
Eighth
edition
of
the
Havana
Biennial
in
2003.
It
presented
a
plastic,
translucent,
polygonal
tent
which
the
public
was
invited
to
enter.
Behind
the
fabric
the
audience
could
glimpse
several
human
silhouettes
lit
up
by
reading
lamps.
Each
lamp
illuminated
a
lecturer
standing
for
a
religion
and
a
cultural
community.
The
role
of
the
seven
lecturers
was
clear:
they
should
read
each
one,
in
their
original
language,
the
sacred
text
of
the
culture
they
“belong
to”.
Immersed
in
that
scenario
and
deprived
of
sight,
visitors
could
approach
the
“essence”
of
divine
truth
in
its
original
version,
in
the
most
direct
possible
way.
However,
at
the
same
time,
their
perception
of
that
truth
was
foreclosed
by
the
fact
that
the
seven
lectures
came
to
them
at
the
same
time,
generating
a
Babel-‐like
confusion,
as
a
murmur
that
Gómez
aimed
to
make
equivalent
to
absolute
reality.
Ultimately,
as
we
will
see,
the
denial
of
perception
and
communication
present
in
La
realidad
absoluta,
which
aims
to
provoke
spectators’
self-‐awareness
through
the
negative
experience
they
face,
is
indissolubly
linked
to
translation
and
language.
It
is
that
negativity
which
confers
the
artwork
its
main
aesthetic
values.
One
could
say
that
the
project
deals
with
the
distance
between
ideal
and
practical
acts
of
communication
and
with
the
separation
between
written
language
and
performative
acts
of
speech,
pointing
out
how
everyday
acts
are
dissolved
from
an
unattainable
upper
dimension
of
perfection.
In
that
sense,
one
could
think
that
the
installation’s
main
objective
is
to
render
the
public
aware
of
the
difficulties
associated
with
intercultural
communication
and
translation,
as
well
as
to
point
out
the
distance
between
any
enunciation
with
pretensions
of
truth
and
its
critical
materialization.
This
interpretation
bears
key
implications
for
our
ends
in
this
text.
Herein
I
will
analyze
how
contemporary
Cuban
text-‐based
art
has
used
translation
in
symbolic
ways
in
order
to
examine
critically
the
shifting
predicament
of
Cuban
sociopolitical
reality
and
the
incardination
of
Cuban
1
Acknowledgements:
The
research
for
this
article
arises
from
several
fieldwork
stays
in
Cuba
and
the
United
States.
It
was
funded
by
a
FCT
Post-‐Doctoral
Scholarship,
being
part
of
the
project
“Artistic
Curatorship
and
Difference
in
the
Postcolonial
Lusophone
and
Hispanophone
Atlantic
Contexts”
(SFRH/BDP/92492/2013).
Special
thanks
to
the
Wilfredo
Lam
Center
in
Havana,
the
Bobst
Library
of
New
York
University
and
the
Lilly
Library
in
Duke
University.
artistic
within
a
transnational
sphere.2
Under
that
view,
I
assert
that
Cuban
artistic
practice
has
been
dominated
by
the
restrictive
communicational
framework
set
up
by
state
power
and
the
expectations
arising
from
the
incorporation
of
Cuban
artistic
practice
into
the
rhythms
of
art
market.
Whereas
the
critical
self-‐reflexiveness
pursued
by
contemporary
Cuban
artists
has
received
wide
attention
(Tonel,
2006;
Fusco,
2001;
Borràs
and
Zaya,
1996;
Santana,
2007),
as
has
the
use
of
strategies
such
as
irony
and
humor
in
the
elaboration
of
a
discourse
aware
of
the
artist’s
position
(Weiss,
2011)
the
relation
between
translation
and
speech
has
received
much
less
attention,
despite
the
relevance
of
text-‐based
artistic
production
in
the
configuration
of
Cuban
contemporary
artistic
practice
(Camnitzer,
2003).
That
relation
reveals
to
be
especially
eloquent
concerning
the
reframing
of
art
audiences
in
the
Cuban
context.
Within
the
last
decades,
many
initiatives
⎯art
exhibitions,
artistic
interventions,
open
symposia,
artist-‐managed
spaces,
not
to
mention
the
Havana
Biennial,
which
from
the
2000s
on
has
taken
place
increasingly
within
the
public
space
of
the
city⎯
have
privileged
the
active
implication
of
the
audiences.
At
the
same
time,
those
initiatives
have
sought
to
expand
the
influence
of
artistic
practice
outside
the
small
group
of
contemporary
art
connoisseurs,
intending
to
engage
with
broader
publics.
The
artistic
projects
I
analyze
here
form
part
of
that
logic.
Those
projects
are,
thus,
demanding
a
new
subjectivity
in
the
form
of
a
more
implicated
audience,
yet,
as
we
will
see,
this
will
not
always
be
achieved
in
the
same
ways
and
to
the
same
degree.
By
examining
artworks
using
translation
heterogeneously,
my
main
objective
will
be
to
assess
the
role
of
translation
in
visual
arts.
The
point,
then,
will
be
to
discern
whether
symbolic
translation
stands
as
a
powerful
tool
when
used
by
Cuban
visual
artists
in
order
to
subvert
the
restrictions
imposed
by
the
Cuban
communicational
framework
and
the
expectations
of
Mainstream
economic
fluxes;
or,
on
the
contrary,
if
it
has
been
used
solely
in
order
to
generate
a
sense
of
“criticality”,
an
idea
of
artistic
independence
and
critical
awareness.
In
that
sense,
I
sustain
that
translation
has
played
a
central
role
in
ensuring
a
degree
of
experimentation
and
“practicality”
that
will
serve
artists
to
reveal
the
limitations
of
art,
understood
as
a
privileged
communicational
sphere
within
Cuban
reality
since
the
eighties.
By
then,
art
critic
and
curator
Gerardo
Mosquera
introduced
the
idea
of
a
“substitutive
space”
referring
to
contemporary
Cuban
art.
According
to
Mosquera,
contemporary
art
allowed
for
a
more
intense
critique
in
comparison
to
literature,
and
because
of
that
it
substituted
the
political
realm
as
the
main
terrain
for
social
demands
and
new
articulations
of
political
criticism.
Being
politics
a
forbidden
territory,
art
provided
a
useful
way
to
address
political
issues
2
My
use
of
symbolic
translation
thorough
this
text
intends
to
allude
at
how
visual
artist
have
addressed
the
predicament
of
Cuban
transnational
public
sphere
by
analyzing
the
distance
between
different
linguistic
instances,
among
them
the
official
rhetoric
and
everyday
language,
and
capitalist
exchanges
and
Cuban
sociopolitical
reality.
rhetoric
and
reality;
that
is,
the
dissociation
between
the
“absolute
reality”
of
revolutionary
ideals
and
its
factical
materialization.
Gómez’s
installation,
thus,
appears
ambiguously
refractory
of
univocal
representation
and
interpretations,
forcing
us
to
rely
on
the
(imperfect)
experience
we
get
when
immersed
in
the
chaos
of
divine
voices
to
draw
any
conclusion.
The
artist’s
role
in
that
case
would
be
to
collapse
the
communicative
process
in
order
to
make
by
that
way
the
spectator
aware
of
how
ideologically-‐bounded
the
interpretative
and
communicative
universes
are.
In
Gómez’s
installation,
the
impurity,
and
ultimately
the
impossibility
of
translation
leads
us
to
perceive
the
non-‐existence
of
absolute
reality,
that
is,
how
any
approach
to
the
nucleus
of
reality
appears
as
contingent
and
doomed
to
failure.
Under
this
light,
then,
the
installation
operates
apparently
as
a
powerful
critical
tool,
one
which
used
in
the
right
way
and
by
the
right
person,
would
correct
and
improve
the
ideological
apparatus
under
which
Cuban
cultural
production
operates.
After
leaving
Gómez’s
tent,
the
spectator
would
have
perceived
how
“contaminated”
by
external
forces
his/her
“relational”
engagement
with
the
“absolute
reality”
of
language
is,
and
consequently
would
adopt
a
critical
position
of
alert
(Bourriaud,
2002).
In
that
sense,
even
when
the
content
of
the
installation
drives
the
spectator
towards
a
privative
experience,
to
a
negation
of
meaning,
ultimately
it
would
bear
a
transformative
potential
that
would
destabilize
the
symbolic
order
the
artwork
intends
to
undermine.3
This
approach
appears
to
be
especially
in
tune
with
Rancière’s
frequently
quoted
idea
of
the
distribution
of
the
sensible
(2004).
The
disruptive
effect
operated
by
La
realidad
absoluta
would
have
the
effect
of
transforming
the
parameters
of
the
sayable
and
the
thinkable
within
Cuban
reality,
by
operating
within
“the
aesthetic
regime”.
However,
if
we
consider
the
special
predicament
of
Cuban
public
sphere,
this
interpretation
will
reveal
itself
problematic,
giving
way
to
multiple
questions:
How
emancipative
are
a
set
of
“critical”
creative
practices
accepted
and
even
encouraged
by
the
revolutionary
regime
and
embraced
and
fostered
by
art
institutions
and
art
criticism?
Are
we
to
understand
La
realidad
absoluta
as
a
direct
attack
against
the
limiting
forces
of
revolutionary
censorship?
To
what
extent
does
the
installation
operate
the
“emancipative”
potential
it
carries?
A
quick
look
at
La
realidad
absoluta
will
reveal
the
limitations
of
that
view.
We
could
understand
Gómez’s
3
It
is
striking
how
the
celebration
of
some
projects
has
been
based
on
that
will
of
destabilizing
the
Cuban
communicational
spheres,
regardless
of
artistic
projects’
practical
functioning.
Tania
Bruguera’s
version
of
Los
susurros
the
Tatlin
displayed
in
2009
as
part
of
the
Havana
Biennial
provides
a
clear
example
of
that.
In
this
case,
Bruguera
disposed
a
podium
in
which
one
minute
of
“non
censored
speech”
was
granted
to
any
person
interested
in
using
this
prerogative.
After
that
minute,
two
military-‐dressed
performers
put
a
pigeon
on
the
speaking
person’s
shoulder,
emulating
the
inaugural
moment
of
the
Revolution
in
which
a
pigeon
was
told
to
get
down
and
to
pose
itself
on
Castro’s
shoulder.
Bruguera’s
performance
had
a
vast
repercussion
within
the
media
and
both
national
and
international
critical
debates;
however,
as
La
realidad
absoluta
shows,
its
ambitions
and
objectives
were
already
present
in
other
less
spectacular
Cuban
visual
art
projects,
which
ultimately
function
in
a
similar
way.
installation
just
as
an
exercise
of
“negative”
translation,
from
which
would
be
derived
an
emancipative
attitude
by
part
of
the
audience.
But
then,
we
would
be
overestimating
artistic
agency,
by
conceiving
its
functioning
as
independent
from
an
equally
politicized
and
“polluted”
cultural
sphere.
It
is
time,
then,
to
explore
the
second
interpretation
I
introduced
above.
It
is
important
to
note
that
all
the
possible
interpretations
of
La
realidad
absoluta
above
outlined
are
indissolubly
linked
to
experience.
Any
indirect
approach
to
the
documentation
generated
by
the
project
reveals
itself
to
be
incomplete.
Even
the
video
documenting
the
action,
which
shows
a
chaotic
multitude
wandering
inside
the
tent,
fails
to
capture
the
essence
of
the
project.
Instead,
the
project
only
achieves
its
function
when
we
are
inside
the
tent,
immersed
in
the
linguistic
chaos
that
Gómez
identifies
with
absolute
reality.
The
spectator
is
committed
to
developing
a
hermeneutical
role,
trying
to
obtain
a
common
understanding
out
of
the
overlapping
of
voices
and
experiences
and
to
overcoming
the
discursive
resistance
permeating
its
perception.
However,
this
experience
will
reveal
itself
futile
only
by
the
saturation
of
language
and
content.
Experience,
then,
operates
a
decisive
role,
but
it
does
so
in
a
negative
way:
the
unattainable
condition
of
absolute
reality,
of
absolute
truth,
is
equated
to
a
denial
of
participation
and
engagement.4
Yet,
at
the
same
time,
La
realidad
absoluta
challenges
the
agency
of
the
public,
of
the
performers-‐readers,
and
of
the
artist
himself.
The
installation
complex
does
not
conceive
its
audience
as
a
group
of
passive
subjects
waiting
to
be
“illustrated”
and
“awakened”
by
the
critical
clairvoyance
of
the
artist.
After
a
moment
of
astonishment
and
contemplation,
the
public
who
visited
the
installation
in
the
Havana
Biennial
started
talking,
confounding
thus
their
voices
with
the
sonic
performance,
and
therefore
adding
another
layer
to
the
chaotic
configuration
displayed
by
Gómez.
The
use
of
the
tent
as
a
space
for
interaction
and
reflection
partially
independent
of
the
artist’s
intention
revealed
to
be
fundamental,
since
it
triggered
a
more
participative
behavior
from
the
audience.
By
so
doing,
the
public
could
in
some
ways
appropriate
the
artwork,
polluting
the
“noise”
of
divine
truth,
and
therefore
the
authorial,
position
of
the
artist
and
of
the
art
institution,
simultaneously
compromising
the
“criticality”
of
the
installation
through
the
incorporation
of
non-‐expected
speech.
Translation
arises,
then,
not
as
a
project
condemned
to
failure,
but
as
a
nuanced
framework
in
which
experimentation
and
practice
can
take
place.
Reframing
the
Sayable
In
the
context
of
Cuban
art,
the
sayable
and
the
visible
reveal
themselves
not
as
a
complete
modification
of
the
terms
determining
the
political
and
the
common,
but
as
a
nuanced
set
of
maneuvers
defying,
channeling
and
4
This
distance
is
not
new
at
all.
On
the
contrary,
it
centers
to
a
great
extent
contemporary
artistic
practice.
A
critical
view
on
the
“aesthetics
of
disengagement”
in
Kester,
2011.
appropriating
at
the
same
time,
the
“official”
revolutionary
symbolic
order.
If,
according
to
Rancière,
“Politics,
before
all
else,
is
an
intervention
in
the
visible
and
the
sayable”
(2010:
37),
this
only
becomes
true
in
the
Cuban
case
after
an
exercise
in
which
meaning
is
defied
within
the
limits
that
the
permanence
of
forms
allow.
Rancière’s
words
acquire
another
light
when
confronted
with
what
would
be
the
motto,
and
the
primary
boundary,
of
Cuban
cultural
production,
the
one
defined
in
the
discourse
that
later
on
will
be
known
as
Palabras
de
los
Intelectuales:
“dentro
de
la
revolución,
todo;
fuera
de
la
revolución,
nada”.
On
one
hand,
this
motto
supposed
for
decades
a
burden
that
limited
the
activity
of
writers,
artists
and
other
cultural
producers,
and
ultimately
led
some
of
them
to
exile,
social
isolation,
imprisonment
or
even
suicide.
On
the
other,
it
enabled
a
broad
margin
in
which
“all”
was
allowed
as
long
as
it
was
inside
the
revolutionary
order,
that
is,
as
long
as
it
would
not
surpass
a
certain
threshold
of
permissibility.
How
and
for
whom
that
threshold
is
defined
is
another
question.
In
other
words,
the
acceptance
of
any
kind
of
criticism
would
not
only
be
rejected,
but
it
would
also
be
embraced
as
a
positive
element
fueling
revolutionary
energy.
Consequently,
under
this
predicament,
any
judgment
of
artistic
practice
as
a
challenge
against
the
national
political
system
will
be
missing
the
circumstances
under
which
that
challenge
arises
and
how
it
operates.
The
point
will
not
be,
thus,
how
intense
or
wasted
the
artistic
message
is,
how
subtle
or
sharp
the
criticism,
or
how
near
or
close
cultural
agents
and
creators
to
the
image
of
the
“organic
intellectual”
that
Che
Guevara
depicted
already
in
1965.
To
measure
Cuban
cultural
productions
by
the
extent
in
which
they
oppose
an
“official
culture”
and
define
an
“anti-‐institutional”
framework
without
fleeing
the
cultural
institutions
highly
controlled
by
Cuban
government,5
irrevocably
condemns
those
cultural
productions
to
an
univocal
understanding,
rendering
them
ultimately
to
a
false
oppositional
dichotomy.
That
dichotomy
between
anti-‐institutional
and
“institutionalized”
art
has
been
frequently
used
to
measure
the
distance
between
two
different
“generations”
of
artists
and
two
understandings
of
Cuban
art.
In
that
sense,
whereas
the
eighties
saw
a
different
groups
of
creators
supposedly
defying
the
art
institution
and
ultimately
the
whole
Cuban
cultural
system,
the
Cuban
art
of
the
nineties
became
internationalized
and
commoditized.
Weiss
puts
it
very
clearly
when
saying
that
⎯“art
was
again
art,
safely
contained
in
institutional
space”
(Weiss,
2011:
187)⎯.
More
radically,
Camnitzer
traces
a
dark
landscape
at
the
beginning
of
the
last
decade
of
the
twentieth
century:6
5
The
Havana
biennial
stands
for
a
perfect
example
of
a
cultural
project
whose
radicalism
has
increasingly
decreased
at
the
same
time
as
it
has
embraced
and
channeled
“alternative”
and
“participative”
means,
including
the
existing
museum
and
gallery
space,
engaging
with
“local
communities”
or
proposing
parallel
communicational
frameworks.
6
It
is
symptomatic
that
the
2003
edition
of
Camnitzer’s
ambitious
survey
of
Cuban
art
of
the
eighties
maintained
the
appreciative
tone
of
the
first
edition
of
1994.
Whereas
this
fact
somehow
limits
the
“utopian”
potential
of
the
artwork
and
its
aspirations
of
perfecting
the
social
domain
in
which
it
is
inserted,
at
the
same
time
that
experimental
condition
detaches
art
from
a
categorical
affirmation
or
rejection
of
communication.
The
implications
of
this
kind
of
practice,
which
cannot
be
limited
to
the
specific
context
of
the
eighties,
have
somehow
remained
present
within
Cuban
text-‐based
art
using
translation
symbolically.
However,
it
appears
to
be
burdened
by
several
limitations
downplaying
its
efficacy.
Consider,
for
instance,
Jorge
Wellesley’s
experiments
with
conceptualism.
As
Gómez,
Wellesley,
who
emerged
in
the
first
decade
of
the
twentieth
century,
is
interested
in
analyzing
how
the
“conditions
of
possibility”
of
any
truth
being
strongly
related
to
its
enunciation.
This
is
especially
evident
in
Wellesley’s
work.
All
his
projects
are
subsumed
under
the
common
name
of
“TRUTH”
plus
a
number.
By
trying
to
explain
that,
Wellesley
alludes
to
indexical
reasons,
but
also
to
the
problematic
predicament
that
English
language
symbolizes
in
Cuba:
I
created
a
sort
of
system
that
includes
a
chronology
of
the
artworks
I
have
been
doing.
I
make
a
list
of
works
in
which
all
have
the
word
TRUTH,
and
a
numeration
that,
in
a
great
irony,
classifies
and
accounts
the
truths
of
the
artists.
I
put
it
in
English
because
it
is
something
that
simply
accentuates
the
irony.
Truth
in
English
is
even
8
truer
[…]
Figure
1
There
is,
then,
a
critical,
ironic
tone
in
Wellesley’s
work,
one
that
is
used
to
deconstruct
the
power
relations
determining
Cuban
social
reality.
This
is
evident
in
some
of
his
“truths”:
TRUTH
0023
(Figure
1),
for
example,
dealt
with
the
link
between
reality
and
language,
and
was
composed
of
a
series
8
Personal
interview
with
the
artist.
Havana,
2012.
of
acrylic
canvases
in
which
two
words
(“verdad”
and
“mentira”;
“exit”
and
“éxito”)
overlapped.
Figure
2
“Truth
0014:
Profeta
en
su
tierra”
(Figure
2),
on
its
part,
implied
the
recording
of
Wellesley
drifting
around
the
streets
of
Havana
simulating
he
was
a
tourist.
During
this
time,
the
artist
lived
as
a
tourist,
communicating
in
English
and
asking
for
basic
information.
The
performance,
developed
during
the
exhibition
time
of
the
Havana
Biennial,
had
the
collaboration
of
some
students
in
the
documentation,
and
was
conceived
as
an
open
project
seeking
to
address
multiple
audiences.
Translation
operates
in
Wellesley’s
work
as
an
excess,
as
an
overload
of
meaning
that
confers
each
message
an
ironic
tone.
That
tone,
along
with
Wellesley’s
depurate
and
minimalist
facture,
close
to
design,
distances
him
from
Tonel’s
rough
sketches
and
would
render
his
production
an
evident
case
of
“criticality”.
What
renders
Wellesley’s
experiments
with
translation
interesting
is
that
each
“Truth”
is
materialized
as
a
practical
intervention,
an
exercise,
dealing
with
a
specific
materialization
of
those
power
relations.
Wellesley
teaches
at
the
Cuban
Instituto
Superior
de
Arte
(ISA),
the
country’s
leading
educational
institution
for
fine
arts,
and
commonly
transforms
his
artistic
production
into
class
material.
Wellesley’s
interest
in
using
English
responds
to
a
long
tradition
of
addressing
ironically
Cuban
artists’
competence
to
deal
with
economic
issues.
In
the
nineties
it
became
common
to
find
titles
of
artworks
and
exhibitions
of
Cuban
art
in
English,
even
inside
the
island.
This
presence
talked
about
the
importance
of
market
in
the
Cuban
artistic
scene,
while
it
was
confirming
that
any
internal
dynamic
would
have
to
live
with
the
constant
gaze
from
the
outside.
Furthermore,
in
some
cases
the
use
of
English
was
related
to
the
diasporic
condition
adopted
by
many
artists.
In
that
sense,
for
instance,
Consuelo
Castañeda,
part
of
the
Eighties
Generation
and
exiled
in
1991,
will
hold
an
exhibition
under
the
significant
title
of
“To
Be
Bilingual”.
It
was
a
series
of
painting-‐lessons
that
alluded
to
what
would
eventually
become
a
frequent
condition
for
many
artists
of
the
country
who
were
forced
to
migrate
at
the
beginning
of
the
so
called
“Periodo
Especial
en
Tiempos
de
Paz”
[Special
Period
in
Peace
Times].
That
moment
showed
how
translation
was
a
candent
issue
within
Cuban
civil
society.
The
consequences
of
the
political
isolation
of
the
island
will
derivate
in
several
restrictions
concerning
the
circulation
of
information
and
the
production
and
display
of
culture,
modifying
the
ways
in
which
innovation
and
circulation
operate.
The
dissemination
of
any
external
resource
will
be
for
a
long
time
associated
to
personal
experiences:
individual
travels
and
international
fellowships
will
provide
an
opportunity
to
import
books
and
art
journals
that
circulate
among
colleagues;
the
existence
of
photographs
will
ease
the
impossibility
of
knowing
the
collections
of
major
art
museums.
The
conditions
which
originate
that
tradition,
however,
were
largely
altered
when
Wellesley
started
working,
and
that
fact
diminishes
substantially
the
potential
of
his
experiments
with
English.
Ultimately,
Wellesley’s
work
evidences
the
limitations
of
visual
translation
based
on
appropriation
and
opacity
(Figure
3,
“Tribute
to
Emptiness”).
Figure
3
As
in
Gómez’s
La
realidad
absoluta,
his
“truths”
are
employed
as
a
curtain
that
confuses
and
destabilizes
the
viewer’s
perception.
They
are
no
longer
Tonel’s
sketches,
operating
ultimately
through
a
very
local,
and
localized,
context.
They
no
longer
work
as
private
jokes;
rather,
Wellesley’s
truths
point
to
a
more
universal
content,
losing
in
many
cases
the
frescura
of
previous
experiments.
The
ambivalence
of
the
Truth
series
is
thus
resolved,
equated
to
conscious
opacity,
and
only
the
conjugation
of
Wellesley’s
linguistic
interests
and
his
pedagogical
activity
remind
in
some
way
the
practical
option
sketched
by
Tonel.
Conclusions:
Experience
and
Non-‐Translation
In
2007,
four
years
after
La
realidad
absoluta,
Luis
Gómez
produced
a
video
under
the
title
of
Traducción.
The
video
is
a
textual
projection
of
a
personal
translation
of
the
poetry
of
George
and
Ira
Gershwin’s
They
Can’t
Take
that
Away
from
Me.
Against
a
dark
backdrop,
Gómez
presents
a
written
version
in
Spanish
of
the
song
popularized
by
Fred
Astaire.
What
singularizes
Gómez’s
translation
is
not
any
particular
translational
mistake,
but
the
way
some
words
repeat
themselves,
concatenated
by
a
logic
which
implies
that
the
artist
interprets
the
song.
So,
for
instance,
the
word
“No”
remains
longer
in
the
screen,
and
“poder”
and
“quitar”,
which
are
a
direct
translation
of
the
song’s
chorus,
are
always
framed
together
and
de-‐
contextualized.
As
La
realidad
absoluta,
Traducción
is
opened
to
two
possible
interpretations.
The
first
one
has
to
do
with
the
video’s
referential
character,
its
meaning.
This
would
be
equivalent
to
the
confusion
of
the
performers/readers
in
La
realidad
absoluta.
What
can
be
deduced
from
that
view
is
a
sense
of
ambivalence
and
ambiguity
that
allows
the
artist
to
deconstruct
a
message,
thus
conferring
it
political
and
cultural
connotations.
In
this
case,
those
are
related
to
the
ambivalence
of
criticism
and
its
self-‐reclusion
to
a
nostalgic,
delusional
position
towards
its
object.
In
Shall
We
Dance,
the
movie
where
Gershwin’s
song
was
featured
for
the
first
time,
Astaire
addresses
his
lover
Linda
Keene,
performed
by
Ginger
Rogers.
Knowing
that
Rogers
is
about
to
leave,
Astaire
enumerates
the
things
he
will
miss
from
her,
pointing
out
repeatedly
“no,
no,
they
can't
take
that
away
from
me."
As
in
Astaire’s
film,
translation
points
again
to
an
impossibility,
to
something
that
is
already
lost
or
that
has
always
been
unattainable.
The
visual
presence
of
the
“negative”
elements
of
the
lyric
(“no”
and
“quitar”)
points
in
that
direction.
Seen
from
that
perspective,
Traducción
is
not
far
from
La
realidad
absoluta,
despite
the
disparity
of
their
creative
media,
and
consequently
the
role
conferred
to
the
spectatorship
remains
more
or
less
the
same.
As
in
the
installation
that
opened
this
article,
another
possibility
arises
if
we
pay
attention
to
the
ways
in
which
Gómez
reconstructed
the
song’s
lyrics.
In
this
case
the
alternative
potential
of
the
video
is
biased,
but
at
the
same
time
made
possible,
by
the
ambiguity
of
the
message
and
the
negative
reiteration
of
the
“non-‐translation”
undertaken
by
Gómez.
How
seriously,
then,
shall
we
consider
the
intentions
of
those
artworks?
Are
they
“telling”
something
through
their
symbolic
use
of
translation,
or
are
them
just
illegible
or
without
content,
a
demonstration
of
the
vacuum
dominating
great
part
of
present
day
Cuban
cultural
politics?
The
limited
framework
of
possibility
in
which
Traducción
operates
is
symptomatic
of
the
limitations
present
in
Cuban
text-‐based
art.
We
have
seen
how
many
artworks
intend
to
distance
themselves
from
a
sense
of
“criticality”,
from
a
referential
relation
with
an
external
sphere.
The
interests
of
many
Cuban
artists
working
with
translation
will
revolve,
then,
around
the
use
of
translation
in
order
to
incorporate
the
freshness
of
practice,
of
speech,
into
the
rigid
oppositional
debates
on
discourse
and
its
role
in
the
definition
of
a
Cuban
public
sphere.
However,
this
task
will
not
be
easily
achievable.
Cuban
text-‐based
artwork
will
be
subjected
to
many
of
the
frequent
constraints
adjudicated
to
conceptual
art:
a
first
one
has
to
do
with
the
excessive
dependence
on
discourse
of
the
analyzed
artworks.
Even
though
they
leave
a
possibility
open
for
experimentation
and
non-‐
determined
interaction,
the
artworks
are
too
dependent
on
the
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DE LA LITERATURA COMO ESPECIE LÁZARO
ISSN: 2014-1130
vol. 12 | invierno 2015 | 239-243
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.294
De la literatura como especie lázaro
240
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 239-243
Marta Aponte Alsina
1
“Vanguardismo, neovanguardismo y narración: la nueva narrativa puertorriqueña”, en Las
vanguardias en Puerto Rico, Amarilis Carrero Peña y Carmen M. Rivera Villegas (eds.), Madrid,
Ediciones de la Discreta, 2009, pp. 407-439.
241
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 239-243
De la literatura como especie lázaro
Cuatro calas que no agotan la riqueza de una producción que llamará la atención de lectores
y lectoras deseosos de asomarse a los bordes de las identidades, o que deseen explorar
conexiones con otras literaturas, e incluso plantearse los deslindes de las literaturas nacionales
y su relación con la llamada literatura global; de lectoras y lectores seducidos por la vitalidad
de las literaturas de los países pequeños y su azarosa difusión en un mercado global dominado
por un puñado de empresas y de nombres; una literatura asombrosa, como ciertas especies
resistentes.
Bibliografía
242
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 239-243
Marta Aponte Alsina
243
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 239-243
YERBA PRENDIDA
(CUBANOS A LA DERIVA/FRONTERAS QUE NO
SE BESARON)
MABEL CUESTA
UNIVERSITY OF HOUSTON
Tuvieron que pasar treinta y cinco años desde los días de Mariel hasta este noviembre de 2015
para que algunos pudiéramos regresar a aquella “Canción urgente para Nicaragua” de Silvio
Rodríguez; la misma que en la infancia tarareamos sin saber a derechas qué soga con cebo era
partida, cuáles las águilas dolidas, la yerba encendida, las fronteras besadas...1 Treinta y cinco años
para entender al fin la circularidad de los eventos y contar con los dedos y las tripas:
125.000/Mariel/1980; 35.000/Maleconazo/1994; 5.000 Panamá-Costa Rica-Nicaragua/2015…
Como si esa suma tuviera validez, como si pudiera cerrarse sin volver la vista atrás y seguir
rumiando: 5.109/Boca de Camarioca/1965; 14.000 (niños)/Operación Peter Pan/1960-1962…
Como si verdaderamente esos números revelaran la cantidad total no ubicada dentro
de éxodos masivos; esa que se estima debe alcanzar casi tres millones cuando se cuentan los
descendientes de primera generación. Gente que en Miami, Nueva Jersey o Los Ángeles aún
entiende que la única comida posible el día de “Acción de Gracias” es puerco asado con
yucas, moros y tostones… Gente que en Madrid, Caracas, Buenos Aires, México D.F.,
Toronto y hasta en Cairo (sí, Cairo) conforma esta suma infinita. Esta yerba prendida en la
que reporteros/amantes del selfie han decidido reparar antes de que acabara el 2015.
La “Canción urgente para Nicaragua” se ha reactivado en nuestro imaginario porque
el día 15 de noviembre la frontera norte de Costa Rica y sur de Nicaragua quedó cerrada para
los migrantes cubanos quienes no hacían más que seguir una tradición de más de siete años.
Aquellos han utilizado a Ecuador como puerto doble (destino e inicio) de una ruta que los
llevará por vía terrestre hacia los Estados Unidos. La razón para que Ecuador sea el país
“elegido” descansa en que es el único de los estados latinoamericanos que desde el 2008 no
exigía visa a los ciudadanos cubanos.2 De este modo ―y especialmente desde que en enero de
2013 se eliminara la restricción nacional isleña conocida como “permiso de salida”― algunos
miles de cubanos han vuelto al ruedo de la esperanza y han puesto a la venta sus propiedades
1
Favor de revisar el texto de la “Canción urgente para Nicaragua” del cantautor Silvio Rodríguez para
entender mejor las referencias del título y las citas indirectas de esta introducción.
2
A propósito y como resultado de la reciente crisis migratoria que es motivo central de este ensayo,
Ecuador ha comenzado desde el 1 de diciembre de 2015 a exigir visa a ciudadanos cubanos.
ISSN: 2014-1130
vol. 12 | invierno 2015 | 245-252
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.293
Yerba prendida
(cubanos a la deriva/fronteras que no se besaron)
(entiéndase aquí desde una casa hasta una radio) para, con esos recursos y deudas contraídas
de antemano con parientes en cualquier rincón del mundo, poder llegar a su destino.
246
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 245-252
Mabel Cuesta
hoy, dicho gobierno sigue sosteniendo a modo de conquista y motivo mayor al explicar su
resistencia al cambio.
Pero con todo y esas lógicas, la pregunta permanece y se complejiza: ¿por qué
orquestar este cierre al tránsito desde La Habana cuando son hartos conocidos los dividendos
casi inmediatos que las nuevas oleadas de migrantes cruzafronteras reportan a la economía de
la isla? ¿Si demuestran las estadísticas que casi inmediatamente estos huidizos por la puerta
ecuatoriana y casi por cualquier puerta que se haya abierto en los últimos veinte años; tienen
como prioridad absoluta el envío de remesas a la isla, el proporcionar el bienestar material de
quienes allí han quedado y en algunos casos iniciar pequeñas inversiones que les reporten un
patrimonio familiar a corto o largo plazo? ¿O es que estaría el gobierno de Nicaragua en su
afán de vendetta contra Costa Rica dispuesto a sacrificar los intereses de La Habana?
3
Véase la canción “Habáname”, del autor e intérprete Carlos Varela.
4
Véase el documento completo en <http://www.granma.cu/cuba/2015-11-17/declaracion-del-
ministerio-de-relaciones-exteriores-minrex-de-la-republica-de-cuba>
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Yerba prendida
(cubanos a la deriva/fronteras que no se besaron)
Primer silencio
Más allá de la responsabilidad de las políticas migratorias de Estados Unidos hacia Cuba,
habría que repensar el cómo se ha beneficiado el propio gobierno en la isla de este flujo
interminable de migrantes. Especialmente de aquellos que en los últimos veinte años suelen
dejar en el país de origen a esposas, padres, hijos y hermanos ―a diferencia de lo sucedido en
la primera década de la Revolución cuando casi siempre conseguían salir de allí con la mayor
parte de los miembros de su familia nuclear―. Esta fragmentación de la unidad básica de
toda sociedad, garantiza una casi inmediata inyección de capital con la que el gobierno
cubano (esencialmente monárquico) ha conseguido garantizar la estabilidad económica de su
propia familia y reciclar fondos más tarde destinados a campañas políticas nacionales e
internacionales.
Una revisión a vuelo de pájaro de la prensa que ha decidido especular (las sumas
reales son secreto de Estado) sobre las ganancias que generan las remesas y los viajes a Cuba
de los migrantes cubanos, habla de millones de dólares anuales que ingresan al país bajo esos
conceptos. Si entendemos además que sea cuál sea la circulación de la divisa el destinatario
final es el propio Estado, ya que controla los alimentos de la canasta básica y otros artículos
de primera necesidad como el aseo y el acceso a las comunicaciones (telefonía por tierra o
inalámbrica), entonces habría que volver a argumentar cuán inconvenientes realmente
resultan las leyes y políticas del gobierno de Estados Unidos hacia los cubanos.
Segundo silencio
La implementación tanto de la ley de ajuste como la de la política “pies secos pies mojados” si
bien, por una parte, responde en el primer caso a un caduco instrumento manipulador de la
Guerra Fría y en el segundo a un intento de frenar el masivo éxodo en balsas de 1994,
asimismo, sostiene unas segunda y tercera motivación de la cual el gobierno de La Habana
renuncia a hablar: la histórica perdida de propiedades y derechos de ciudadanía una vez que
se ha abandonado el país y se le adjudica al migrante la etiqueta de “desertor” ―con una
5
Tomado de documento citado en la nota 4.
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Mabel Cuesta
extensión y límites que cambiaron en 2013; pero aún vigentes― y la no aceptación por parte
del gobierno cubano de sujetos deportados desde los Estados Unidos.
Al ahondar en estos dos últimos elementos, hemos de referir a las leyes que hasta
2013 establecían que: todo ciudadano cubano que realizara un viaje con carácter no oficial al
exterior tenía un permiso de estancia en el extranjero no mayor a los once meses y un día. Si
pasado dicho límite el ciudadano no reingresaba al país, de inmediato sus propiedades eran
confiscadas y sus documentos de ciudadanía quedaban invalidados. Dicha ley estuvo vigente
hasta enero de 2013 cuando a fuerza de presión internacional6 y en amago desesperado de
ingresar más divisas al país por este concepto no expreso de “migrantes (jornaleros)
temporales”, el gobierno decidió prorrogar el límite de estadía en el extranjero de once a
veinticuatro meses.
Número de meses que sólo casualmente coinciden con el tiempo de espera que
necesita un nacional cubano para, según la cruel ley de ajuste, permanecer en los Estados
Unidos y pasados un año y un día solicitar su tarjeta de residente y meses después recibirla. El
periodo total de este proceso suele tomar entre dieciocho y veinticuatro meses. El límite de
tiempo para permanecer en el extranjero sin ser un desertor-despojado, repito, es desde el
2013 de veinticuatro meses. Haga usted su propio recuento de daños y ganancias.
En cuanto a la negativa de Cuba de recibir a nacionales deportados por delitos
cometidos en los Estados Unidos y quedar aquellos en un limbo migratorio al que el
gobierno americano no puede responder con la expulsión a un tercer país, cobra sentido
parcial que si los cubanos son interceptados en alta mar y aún no pueden acogerse a la ley de
ajuste cubano, sean devueltos a su país natal. Obviamente si, por un lado, parte del conflicto
se resolvería con la eliminación de dicha ley que los favorece una vez que han tocado suelo
norteamericano desapareciera; por otro, al ser los cubanos que ingresan ilegalmente a los
Estados Unidos sujetos imposibles de deportar porque su país no los recibe, la
implementación de la política de pies secos / pies mojados, sino se justifica, al menos
encuentra un vértice de complejidad más al ser leída. Todo lo anterior para no mencionar
nuevamente los significativos y ya históricos asentamientos de nacionales cubanos en España,
México, Perú, Chile o Canadá, en donde ninguna ley los favorece.
Tercer silencio
El investigador Soren Triff en un iluminado artículo publicado el mismo día que la
“Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) de la República de Cuba”;
es decir, el 17 de noviembre del 2015, intenta aclarar al menos tres aspectos no bien
enfocados por la prensa al abordar este éxodo al que él rebautiza como “migración forzosa”.
La tesis de la que Triff parte tiene, cómo no, aristas varias; pero un solo objetivo: desplazar
responsabilidades. Frente al monoteísta discurso (odiar a los Estados Unidos es la única
religión que los Castros han profesado sin cambiarse la casaca) que responsabiliza a los
vecinos imperialistas por este desafortunado momentum de los cubanos, Soren Triff introduce
varios niveles de complejidad para ese signo de apariencia no arbitraria. Dice: “En Cuba el
régimen está creando una migración forzosa, no un éxodo; es una expulsión de la capa social
6
Estúdiese el caso de Yoani Sánchez y la cantidad de veces que se le impidió viajar al extranjero antes
de que se aboliera el permiso de salida.
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Yerba prendida
(cubanos a la deriva/fronteras que no se besaron)
media, no una huida; y es una crisis humanitaria, no una migración de carácter político o
económico”.7
Para quienes puedan tener acceso a los documentos que recogen la memoria de la
llamada crisis de Mariel en 1980, será muy fácil entender que no es la primera vez que el
gobierno cubano recurre a este mecanismo cuando un grupo de sujetos le resulta incómodo
para conseguir sus fines de avasallamiento. Sólo que entonces nos financiaba la extinta URSS
y deshacerse de ciudadanos inconformes y no productivos en la economía política de la
Guerra Fría, era un desmán prepotente más; un clásico recurso dictatorial para cobrar
diezmos ideológicos tanto a los financiadores soviéticos como a los fieles de las izquierdas
latinoamericanas y europeas que entonces seguían sublimando sus frustraciones políticas a
través de la resistencia cubana. Ganancias había, inmediatas y a largo plazo; pero en todo caso
se podían permitir los demiurgos de La Habana hasta un margen de error, el pan negro y el
petróleo canjeado por azúcar no se harían faltar en sus mesas y arcas. Las únicas que bajo
ninguna circunstancia se habrían de vaciar.
Treintaicinco años después, y perdida toda esperanza de seguir chupando para las
próximas décadas del cuello con sabor a petróleo venezolano, esta expulsión se fabrica con
mayor tacto y se le reviste con cuello y corbata; así como cambió Raúl Castro el eterno traje
militar por el de un líder del mundo civilizado; ese que reemplaza pistolas por guantes
blancos.
Para Triff la trama es un reciclaje de viejos mecanismos de control y ganancia:
“Como en los genocidios, son migraciones creadas artificialmente por un líder que hace
cálculos racionales, sobre riesgos y beneficios, que resultan en la expulsión de grupos
humanos a otros países democráticos para obtener beneficios variados”8.
Deriva incesante
Han pasado al menos tres semanas desde que comencé a escribir este artículo ―casi a la par
de que Nicaragua cerrara sus fronteras― hasta este día en que debo intentar terminarlo.
Desde entonces hemos asistido (desde los reportes periodísticos) a una junta de la SICA9 en
El Salvador el 24 de noviembre10 y también a una declaración oficial del gobierno de
Guatemala en donde quedó establecida la intención de no dejarles pasar por sus fronteras y
días más tarde cambió el matiz de esa misma declaración exigiendo el cumplimiento de dos
condiciones: la emisión por parte de México de un documento escrito en donde oficialmente
garantizara que sí recibiría a los migrantes y que además alguien se haría cargo de la
transportación de aquellos hasta sus fronteras… Días después Belice asimismo dejaba claro su
no compromiso de acogerlos de manera transitoria.
Todo sucedía paralelamente.
7
Véase el artículo completo en <http://www.diariodecuba.com/cuba/1447792255_18201.html>
8
Véase la nota 2.
9
SICA son las siglas para el Sistema de Integración Centroamericana.
10
A esta reunión fueron invitados los cancilleres de Ecuador, Colombia y México. Allí Nicaragua
reiteró su negativa al paso de los cubanos por su territorio nacional y el resto de los países rehusaron
dar una respuesta definitiva que encontrara soluciones inmediatas a la crisis.
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Mabel Cuesta
A día de hoy los cubanos permanecen varados en Panamá y Costa Rica. Hay unas
decenas de detenidos en Colombia. Hay cientos paralizados en Ecuador de donde planeaban
salir en las próximas semanas o meses. Todos gritan ¡Libertad! Y es un grito que nunca antes
había resonado en sus gargantas.
Ecuador, como resultado del encuentro de cancilleres de la SICA, ha comenzado a
solicitar visas y peor aún, luego de feroces protestas en La Habana, las ha concedido para que
una vez que los viajeros lleguen a sus puertos aéreos no sean admitidos en el país y regresen
en menos de cuarentaiocho horas a esa ciudad de la que nunca debieron haber salido. A los
isleños les queda prohibido salir de ciertas zonas restringidas de los aeropuertos ecuatorianos.
Esa tierra de nadie que tan claramente nos fue narrada en aquella película La Terminal
(2004) cuando Viktor Navorski llega al John F. Kennedy, pero le es negado el acceso porque
en el trayecto de su vuelo a los EE.UU., se inició un golpe de estado en Krakozhia, su ficticio
país de origen.
Los cubanos ni siquiera tienen esa excusa: ningún golpe de estado les ha dejado sin
ciudadanía y sin embargo resulta tan significativa su desazón, tan similar a la de Viktor
Navorski mientras ningún gobierno les reconoce un derecho que debería pertenecer a todos
por igual: el de la libre circulación…
Y es que Cuba es una suerte de sueño silente, un país que alguien se inventó alguna
vez en forma de isla para irse a colorear la voz con el reclamo de derechos civiles (gritos de
libertad) siempre en otra parte: albergues en Costa Rica o aeropuertos de Ecuador o desfiles
interminables en la Calle 8 de Miami. O quizá es una balsa, un ciudadano atrapado sin
pasaporte legible contra la tapia de una frontera cerrada o una familia imaginando un país en
torno a un lechón asado mientras el concilio nacional, el paisaje que extrañado los acoge,
corta pavos y degusta boniatos demasiado naranjas para ser ciertos.
Toda definición parece inapresable. Lo cierto es que es 10 de diciembre de 2015 y en
Centroamérica miles de personas sin país al que volver (han vendido sus casas y sus radios)
duermen amontonados como cuerpos que alguien desechara con saña en la fosa común.
Están a punto de ser integrados al polvo. Son ya yerba quemada.
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Yerba prendida
(cubanos a la deriva/fronteras que no se besaron)
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LA LITERATURA DOMINICANA EN EL
CONTEX TO CARIBEÑO: ¿CÓMO SEGUIR
PENSANDO LOS INICIOS DE LAS
VANGUARDIAS?
MIGUEL D. MENA
1
Santo Domingo: Imprenta García Hnos., 1874.
2
Parnaso dominicano: compilación completa de los mejores poetas de la república de Santo Domingo,
Barcelona: Casa Editorial Maucci, 1915
3
También publicada por la Casa Editorial Maucci.
ISSN: 2014-1130
253
vol. 12 | invierno 2015 | 253-255
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias301
La literatura dominicana en el contexto caribeño:
¿cómo seguir pensando los inicios de las vanguardias?
la poesía de su madre, Salomé Ureña,4 pero sin incluir su nombre en la publicación. Y hasta aquí
llega prácticamente la publicación de obras dominicanas en España, que salvo muy raras
excepciones, llegará hasta los años sesenta.
Los fundamentos del canon literario dominicano se establecieron durante la Era de
Trujillo (1930-1961), a raíz de la celebración del Centenario de la República en 1944. Sus
creadores serían Pedro René Contín Aybar —con su Antología poética dominicana5— y Manuel
Arturo Peña Batlle —con sus dos volúmenes de Antología de la literatura dominicana.6
A partir de ahí se establecerían los vasos comunicantes que igualmente habrían de
compartir sus frecuentes revisores: en la variada producción de Joaquín Balaguer7 hasta llegar la
summa literaria de Manuel Rueda y José Alcántara Almánzar, su Antología mayor de la Literatura
Dominicana, siglos XIX-XX, en dos tomos.8
Para el canon dominante en el país dominicano lo fundamental ha sido el subrayar el
discurso literario referido a la noción de patria, país, nación. Aspectos como crisis, emociones, lo
referido a lo cotidiano del sujeto, se han minimizado y de paso, subyugado a la influencia del
modernismo dariano. Ante semejante saturación de lo público hacia lo privado, por otra parte, se
le ha respondido en este siglo XXI con la versión contraria: la borradura de lo histórico, la
supuesta escritura de un ser en abstracto, autorreferenciado.9
Conformar bloques y/o generaciones, asumiendo los posibles temas comunes de los
autores, como si la literatura fuese el simple discurso de lo epocal: estas han sido los soportes
preferidos a la hora de situar temas y autores en el país dominicano. Deviene así un canon que
pasa de mano en mano.
Finalmente, se conoce lo que se publica, se lee lo que aparece en el mercado. En este
contexto, sobreviven los que aparte del talento puedan representar a una familia dentro de Las
Familias dominicanas, los que tienen descendientes distinguidos por la sociedad, los que de
alguna manera se insertan dentro de las instituciones o los órdenes gobernantes.
Más que buscar un canon, nos planteamos la recuperación de textos, autores y
propuestas hasta ahora ocultas u olvidadas, pero con una gran eficacia del discurso literario. En
algunos casos, tales emergencias adquieren una dimensión caribeña. Veamos algunos autores de
este programa:
Amelia Francasci (1850-1941): en un mundo dominado por hombres, asombra una
novelista y ensayista hasta ahora sólo valorada por una obra menor, Meriño íntimo (1926). La
relectura de sus novelas Madre Culpable (1893) y Francisca Martinof (1901) posibilitaría nuevas
coordenadas para situar la situación de la mujer en una sociedad que trata de ser postcolonial. En
su libro de ensayos Recuerdos e Impresiones. Historia de una novela (1901) reflexiona en torno a su
4
Madrid: Tipográfica Europa, 1920
5
Ciudad Trujillo: Librería Dominicana, 1943.
6
Ciudad Trujillo: Colección Trujillo. Publicaciones del Centenario de la República, Editorial Del
Gobierno Dominicano, 1944.
7
Véanse sus libros: Letras Dominicanas (1944), Semblanzas Literarias (1948), Literatura Dominicana
(1950).
8
Santo Domingo: Editora Corripio, 1999.
9
Véase La poesía del Siglo XX en República Dominicana, editada por José Mármol y Basilio Belliard.
Madrid: Colección La Estafeta del Viento, Visor, 2011.
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Miguel D. Mena
proceso de escritura, brindándonos además un significativo ensayo sobre la sonrisa, en una línea
que bien pudiera leerse paralelamente al texto de Henri Bergson sobre la risa.
Tomás Hernández Franco (1904-1952): al mencionársele, aparece su obra cumbre, el
poema Yelidá (1942). Como narrador, sus cuentos de El hombre que había perdido su eje (1926)
tendrían que leerse dentro de las sensibilidades vanguardistas que se producían en aquel París de
los años veinte donde vivió y escribió.
Ricardo Pérez Alfonseca (1892-1950): al igual que Hernández Franco, este autor se
trasladó a temprana edad a la capital francesa, donde puso asistir a la emergencia de las
vanguardias y el suarrelismo. Sus “protonovela” Juan de Nueva York o El Antinarciso (1930) es
una obra del absurdo tropical, una crítica a la maquinización de la vida en las grandes ciudades del
capital. Sin embargo, la figura de Pérez Alfonseca sigue siendo considerada bajo el filtro del
mismo Rubén Darío, para quien el dominicano era el “Benjamín” de la nueva poesía. Si como
poeta el paragua del modernismo puede funcionar, como narrador rompe los esquemas de sus
contemporáneos más cercanos y dialoga con la obra de Pirandelli.
Manuel Zacarías Espinal (1901-1933): al mismo tiempo que el cubano Mariano Brull
escribía sus “jitanjáforas” como un pleno ejercicio intelectual, Espinal lo hacía como consecuencia
de su temprana adición al opio. Creador de un mundo propio, alejado de los modelos literarios de
su tiempo, su obra se publica casi treinta años después de su muerte, con la mala suerte de
publicarse justo en los días en que concluye la Era de Trujillo. Debido a lo revuelto de aquellos
días, el poemario recuperado por su sobrina, Ligia Espinal, quedaría prácticamente engavetado.
Y hasta aquí nuestra agenda de autores a recuperar dentro de las sensibilidades de la
vanguardia en caribeñas. Los estudios literarios siempre serán campos por cultivar, senderos por
abrir, paradigmas por resituar. Estamos, pues, ante cuatro autores que nos plantean un pequeño
mundo colonial que va del último decenio del siglo XIX hasta la tercera década del XX.
Si al principio era el Verbo, en nuestros principios podrían estar estos nombres.
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La literatura dominicana en el contexto caribeño:
¿cómo seguir pensando los inicios de las vanguardias?
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AUTORRETRATO EN TINTA
VANESSA VILCHES
La mano nunca alcanza la velocidad del pensamiento. Varios intentos y sufre su desproporción, la
de su rostro y la del papel. La pintura debe ser un medio más feliz, debe acercar a algo. La
escritura aleja, el papel se traga las palabras. Boberías. Todo se convierte en tinta.
No cede al impulso de levantarse y caminar, de inventarse un café o un cigarrillo que
lo ayude a escapar de sí y de su palabra, que es lo mismo. Describir un rostro, solo con letras,
es la precaria tarea que se ha impuesto de un tiempo para acá, pero depende demasiado de la
imagen, de las formas y los colores. La palabra le parece difusa e insuficiente para construir
un boceto en rostro, piensa que provoca una fascinación atroz. Da por sentada su belleza, esa
androginia que desde pequeño lo hizo vulnerable y, a la vez, poderoso ante todos. Los amigos
de sus padres lo adoraban. Tiene una cara irresistible: cuadrada, con marcados pómulos y
labios gruesos. Sus ojos algo rasgados son profundamente oscuros. El tono olivo de su cutis
complementa su belleza. Sin embargo, el mejor rasgo es la pequeña cicatriz que le dejó la
mordida de su perro. El animal lo sorprendió mientras jugaban como siempre. De pronto un
profuso chorro de sangre le manchó la camisa. Justo en el labio superior, las mandíbulas
caninas le abrieron la piel, cuyo frío aún conserva como recuerdo del vicio animal. Lo que a
los ochos años se avistaba como un labio tumefacto, se convirtió en la coronación de su
belleza. Ahora el rostro estaba perfecto. Ha sido siempre su mejor pasaporte. Lo supo desde
niño, cuando los halagos lo hastiaban. Leía y escribía como ningún otro chico de su edad.
Eso le otorgaba una cierta notoriedad entre los adultos de la cual se vanagloriaba aunque, en
su fuero interno, sabía que su poder estaba en su rostro. En la universidad fue admirado por
sus profesores, quienes veían en él, en ese ángel caído, su siguiente amante. Su magnífico
escudo aún le abre puertas, ventanas, caminos, cuerpos.
Hoy pensó describirse a partir del rostro. Era un ejercicio en el que había pensado
mucho. Nombrar sus rasgos no le entusiasmaba demasiado. Quizás las miradas de los otros,
que estaban grabadas, darían cuenta del descuadre entre ese rostro y su cuerpo, entre esa cara
y su interior. Haría lo que fuera por pintar cabezas, miles, deformes, horrendas y bellas a la
vez. Pensó en los cuadros de Henri Michaux. Hoy no se le daba bien la traducción de la
plástica al grafo. Le vinieron a la mente las palabras del artista: “…se está en una perpetua
fiebre de rostros”.
La primera vez que vio sus Alfabetos en una exposición en el MOMA pensó que
nadie podría comprenderlo mejor. Esos cuadros donde Michaux hacía de la caligrafía imagen
lo inquietaron. Vio las formas en tinta china como extensión de las sensaciones corporales.
Las figuras en el papel se parecían demasiado a las letras. Sintió que la mano del pintor
hablaba, pronunciaba en silencio un lenguaje imposible. El viaje a Nueva York fue cortesía de
su profesor de psicología, practicante de la psicoterapia con sustancias entactógenas.
ISSN: 2014-1130
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DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.296
Autorretrato en tinta
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Vanessa Vilches
acampado en el desierto de Real Catorce para encontrar las escasas manchas de peyote
escondidas al abrigo de plantas espinosas. Su madre, una jipi de Coyoacán con ínfulas de
antropóloga, había intentado sin éxito encontrar su paraíso perdido en los botones del
peyote, en las cocciones del cactus San Pedro y en la cimorra. Todos los veranos su madre la
llevaba, junto con unos amigos, a hacer la travesía por el desierto en busca de la estrella del
peyote o de las hojas del cactus San Pedro, guiados por un chamán. Veía cómo los adultos
masticaban uno a uno los amargos botones del peyote y se quedaba dormida esperando a que
les pasaran los efectos alucinógenos. De vuelta al DF, la madre preparaba un brebaje de la
corteza del cactus. Eliminaba la médula y ponía a hervir la corteza amarga con agua, cáscara
de china, canela y clavo por cinco horas para experimentar nuevamente, por vía de un vaso de
té, la divinidad.
Hicieron todo tal y como Adriana les indicó. Un estudiante mexicano los esperaba.
Les consiguió el cactus y les ayudó a traspasar la Huasteca Potosina. Ayunaron, cigarrillo
incluido, para evitar las náuseas y los vómitos, y esperaron el atardecer. Ceremoniosamente,
cada cual se comió siete gajos de peyote. Los botones no eran tan amargos como pensaba. Al
cabo de una hora se abrieron las puertas del cielo. Sintió por los poros el paso de la beatífica
presencia de una luz que compartía con Joaquín. Lo bendijo por amarlo y procurar ese
momento. Sintió la intensidad del verde, el azul y el ocre. Parecía que sus ojos se habían posado
en un caleidoscopio, que transformaba los objetos en figuras coloridas de indescriptible belleza.
Era cierto, el peyote contamina de ángel al hombre. Fueron zorros, cactus, águilas e insectos antes
de que la cresta del viaje pasara.
Pero ahora es el presente del autorretrato. Toma un nuevo papel. Recurre a la
escritura automática. Algo saldrá del experimento surrealista. Sin proponérselo, su mano traza
la palabra MONSTRUOS. Deja de escribir. Ja!, se divierte, es mi mejor descripción, así, en
plural. Más que un autorretrato es su autobiografía. Tantos me habitan, me deforman. Le
viene a la mente la cara grotesca que se le apareció en aquel callejón bajo los efectos de la
mezcalina la noche que abandonó a Joaquín. No debió usarla en esa ocasión, se acababa de
enterar de la enfermedad de su amante. Sabía que no podría acompañarlo. Que esa era la
última vez que lo vería. Detestaba los cuerpos enfermos, las lágrimas, la cursilería inevitable
de la muerte. Hay gente que sirve para acompañar muertos, yo no. Estoy hecho para el
presente, para el cuerpo vivo y lujurioso, pensó. Estará bien, estará mejor con alguien que lo
cuide. Aquella noche se apresuró a su apartamento y no se le ocurrió otra cosa que prepararse
el brebaje del autoconocimiento. Hacía tiempo que no lo probaba. Pensó en su profesor, en
sus apasionadas conversaciones, mientras se tomaba un jugo de china con mezcalina en
polvo. Reconoció el paso del tiempo y se sintió viejo. Los muebles comenzaron a incendiarse.
La luz brillante que experimentó la primera vez ahora era una llama amenazante. Sentía frío y
calor al mismo tiempo. Se asustó y decidió salir a caminar. Recordó que había hecho todo lo
contraindicado: estaba solo en la ciudad y deprimido. Mientras caminaba fue capaz de
escuchar el imperceptible sonido de las cucarachas. El olor a rata podrida y orines lo abofeteó.
El ruido de la gente se le hizo insoportable. Sintió náuseas. Pensó que lo perseguían y se
escondió en un callejón. Vomitó. Al incorporarse se dio cuenta de que era una cabeza
desproporcionada, gigantesca, aislada del cuerpo. Una figura en dos planos diferentes. Su
cabeza antecedía al cuerpo, como si lo abandonara. Se desfiguraba continuamente. Giraba, se
movía y su boca vomitaba otra cabeza parecida en su deformación. Los contornos de la nueva
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Autorretrato en tinta
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E L CUADERNO DE TAGANGA
(Fragmento inconcluso de un viaje a un pueblo del Caribe colombiano)
1 de enero de 2002
Llegamos a Taganga ayer al mediodía. En principio íbamos a quedarnos en otro hotel, en
Santa Marta; pero el taxista parlanchín que nos trajo del aeropuerto y la falta de aire
acondicionado nos convenció de venir al hotel de Taganga. El hotel que en la noche nos
guardaba una sorpresa: la luna asomándose con timidez detrás de la montaña. Quería decir
que ese 31 de diciembre habría de ser hermoso. Entusiasmados, nos fuimos. Teníamos
reservada una mesa en el hotel «Ballena Azul», lo que era señal evidente de películas en
blanco y negro y rumores de las olas nocturnas del mar. El 31 de diciembre es igual en todos
lados; la gente espera, no se sabe qué, pero espera. Da la sensación de que algo muy grande se
nos viene encima. Desde luego, nada ocurre, si no somos nosotros mismos los que lo
provocamos. Hasta el restaurante nos acompañó la luna, el mar cuya superficie cremosa se
veía blanca —culpa, otra vez, de la luna— y los botes de los pescadores que reposan por las
noches como una manada de mamíferos marinos o un cardumen que supiera respirar. Creo
que ninguno de los dos, en el fondo, podría dar crédito a lo que ocurría; el mundo —¿cómo
lo supo?— se acomodaba para algo que estaba a punto de ocurrir. Los mesoneros del «Ballena
Azul» son de una asombrosa amabilidad, sólo caminaban entre nosotros con el ansia de
hacernos sentir cómodos; pero, como si estuviéramos en otra isla griega o en el borde de una
ciudad portuaria de Asia Menor, casi no entendíamos lo que nos decían. Tal era su
amabilidad. Comimos un surtido de delicias que nosotros mismos nos servimos: mero a la
orly, pavo en salsa de maracuyá, lomito con champiñones, ensalada de vainita. Pero quizás el
plato que ablandó hasta el llanto mi paladar fue el arroz blanco, delicado y suelto que casi
nadie sabe hacer en el mundo.
No escribo con orden. Porque las imágenes de anoche están todas agolpadas en mi
cabeza y, como me acabo de levantar, se confunden con los vertiginosos sueños que siempre
tengo. Adoro soñar, es la posibilidad de ser otra persona y de oír mi nombre en otra
tonalidad, con otra longitud de frecuencia, más allá del ultravioleta, más allá del infrarrojo.
Por eso cuento el 31 de diciembre sin orden ni concierto.
En la tarde, después de un pargo rojo frito y arroz con coco, fuimos a una playa
espantosa, alborotada de lo fea: Playa Grande, el rincón más triste de este lugar. Lo único
sensato que se puede hacer allí lo hizo un indígena (¿cómo se llama la etnia de aquí?): se
detuvo frente a la orilla, acompañado por dos hijas pequeñas, y entregó al dios perezoso de
esa playa una meada larga y amarilla que de inmediato todos nosotros —turistas ávidos de
aventuras— nos apresuramos a beber, simulando que la simpleza, la palurdez de ese sitio
suplía con corrección las ciudades de donde venimos. Luego, con la misma tranquilidad con
que orinó al lado de los botes, casi encima de nosotros, recogió su enjuto sexo y se lo guardó.
Las niñas esperaban detrás de él, casi sin hacer caso de nadie salvo de los perros que por
decenas vienen a jugar, añorando tal vez su vida ictiomorfa. Para acabar de disgustarme, un
hombre nos advirtió:
—Báñense más allá, más allá —señalando al indio que, sin hacer daño a nadie,
orinaba sobre el mar.
En la noche me enamoré. Por primera vez en Colombia. La aparición tuvo lugar en
el restaurante cuando comíamos de tres tipos de carne y un arroz perfecto. Ella no debía de
tener más de veinte años, y no menos de quince: la cintura disminuida la mantenía firme en
los 17, en los 18. ¿Cómo puede la sola fuerza de nuestros ojos generar impulso estético y
deseo suficientes para hacernos temblar o estar estáticos? No lo sé, pero desde ese momento
yo fui un rey antiguo y ella la princesa «de un reino casi bárbaro». Una barbors. Por fortuna,
Mafe y yo habíamos comprado una botella de ron y cuatro vasitos —«nunca se sabe cuándo
aparece un amante», dijo ella— y junto a una fogata descubrimos la alegría de recibir el año
(¿o somos nosotros los que somos recibidos?) bailando con la luna. Los fuegos artificiales eran
rojos y flotaban. La alegría era tan grande que yo estaba más inerte, más conservador y Mafe
lloró como si fuera una playa de arena abandonada. Invocamos en silencio tiempos mejores
(¿puede haber un tiempo mejor que éste?) y terminamos la botella. El Caribe está frente a
nosotros y nos llama. Por eso me levantaré y me ofreceré esta mañana, seguro de que está
esperando los fluidos de mi cuerpo, y que yo agradeceré su fuerza y su sal.
Y el faro, ay, el faro que gira con su ojo, avisando. El faro de Santa Marta.
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Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 261-262
CAMINO DE LOS ESPAÑOLES
LENA YAU
¿Sabes? Yo tenía un arpón buenísimo que me traje de Caracas pero le di tanta rosca que llegó
roto y no quise comprar otro. Madrid no tiene mar pero no importa, chico, la M-30 es como
la Francisco Fajardo, imagina que el Guaire está soterrado y piensa que Madrid se divide en
dos, de la M-30 para allá y de la M-30 para acá. Igualito que Caracas: del río para allá y del
río para acá. No tiene Ávila, es cierto, pero puedes pensar que la sierra es como si fuera el
cerro. Y esa nieve no es nieve, son nubes. Y la plaza Santa Ana es La Candelaria, aunque
nadie entienda por qué pides aceite de oliva y Tío Pepe para bañar la paella. Madrid
trasmutada en Caracas para consolarme, para aliviar el despecho por el arpón perdido, el
guayabo por lo que dejé. Iba bien en mi proceso de adaptación hasta el día que cogí la M-30
buscando ir a Toledo. Mientras conducía olvidé quién era, qué hacía allí, a dónde iba. Sentía
las manos imantadas al volante. No lograba coordinar las piernas. Pensé en parar, pedir
ayuda, pero no sabía cómo. La policía me encontró aparcado a mitad de la autopista, sin
gasolina en el tanque y sin habla en la garganta. Me hicieron la prueba de alcoholemia, me
tomaron la tensión. Hablaron de un acv leve, de fatiga. Me regresaron a casa. El coche lo
recogí un mes después en un depósito. Repetí el viaje y sucedió lo mismo. Eso sí, tomé
precauciones. Le dije a un pana que me acompañara y que manejara él. Apenas pasamos el
cartel que da la bienvenida a Castilla La Mancha dejé de estar en mí. Juanjo estaba advertido.
Se detuvo en un bar. Me sentó en una mesa. Pidió un sol y sombra y me lo hizo beber. Yo
seguía ausente. Se tomó un café cargado, jugó un par de monedas en la tragaperras y subimos
al coche de vuelta a casa. Cuando llegamos a mi portal me bajé sin hacer preguntas. Sólo le
dije que me dolía la cabeza.
Esa noche recordé a mi padre. Papá aclimatado al trópico. Papá amando el mar
Caribe. Papá recitando por orden alfabético los peces de Venezuela. Papá riendo cuando los
amigos canarios lo llamaban godo. Un día le pregunté ¿por qué godo? y me respondió con un
libro. No lo leí en ese momento. Lo guardé y lo volví a ver cuando desempaqué mis cosas al
mudarme a Madrid. Cuaderno de Godo de Ignacio Aldecoa. Lo busqué en la balda que
comparte con los elepés de Frank Zappa y Rush y lo hojeé por pasar el rato, sin curiosidad,
hasta que en una frase se hizo la luz: Una isla es un paréntesis en la monotonía del mar, como
un lago es un paréntesis en la monotonía de la tierra. Esa era la explicación a mis brotes
catatónicos. Refugiado en una isla imaginaria pero con necesidad de agua. Al zarpar de la isla
que me había inventado no encontraba mar sino una meseta árida. Rehíce mentalmente la
ruta que había recorrido en la mañana. Salgo de Madrid y dejo atrás extensiones de adosados,
ISSN: 2014-1130
vol. 12 | invierno 2015 | 263-265
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grandes superficies, ciudades dormitorios, fincas con restaurantes temáticos para bodas,
bautizos y comuniones, outlets, importadoras chinas, iteuves, colegios bilingües y europeos,
universidades de nuevo cuño, polígonos industriales, puticlubs, circuitos de karts, viveros,
dehesas con ovejas y vacas, la tierra asoma ríspida, anfractuosa, una llanura color arcilla
salpicada de verdes puntuales. Cruzo la altiplanicie ondulante, ruedo hacia un puerto, siento
presión en los oídos, me aproximo al punto más alto, el cielo se va agrandando, mi cuello se
estira tenso buscando un horizonte azul que no existe, en su lugar encuentra una línea
terracota que se acerca según el coche avanza y se puebla de pinos, de la silueta del toro de
Osborne, de molinos de viento de última generación, de las ruinas de un castillo y rompo a
llorar al descubrir que esas subidas y bajadas también eran mi camino hacia el mar y lo que
queda de una torre destruida en alguna guerra antigua me lleva a aquel castillo feísimo que
colgaba de la montaña pasando Las Salinas, un horror arquitectónico que un alucinado
mandó a construir, un mamotreto del que nos burlábamos con saña y que convertimos en
referencia para los que se perdían en el camino, si ves el castillo vas bien, chamo, rueda largo,
calcula media hora y a mano izquierda vas a encontrar un arco en el que se lee Villa Croacia,
allí es, no te vayas a pasar que llegas a Chichiriviche de la costa… ¿recuerdas Carayaca?
Papá y Aldecoa eran pájaros de tierra en mar. Yo soy lo inverso. Los viajes de regreso
nos hacen vestir la ropa al revés. Me rodea la tierra, tengo que buscar el agua. Como hizo el
palmero alto amigo de mi padre. Ese hombre sabía de agua. Era el perfecto zahorí. Los
ingenieros decían que no, que allí es imposible hablar de ríos subterráneos. El palmero se reía,
daba dos pisotones y ordenaba: pongan la máquina aquí. No perdía tiempo en aforos. Aquí
es. Dos pisotones más. A treinta metros está. Bajaba la mecha y a los veinte ya se sabía que el
agua estaba. El palmero amaba el agua. Hizo de ella su modo de vida y ya no añoró regresar.
Así que compré un local pequeño, abrí la librería y la llamé Tucacas imaginando que el
nombre funcionaría como una horquilla de madera que señala el lugar exacto donde está
enterrado lo que fue.
En un paso más por recuperar intenté ir a la costa a ver el mar. Juanjo no podía
acompañarme, se echó una novia que pensaba que yo además de sudaca, era rarito. Mi
hermana accedió a llevarme a cambio de que hiciera de canguro una noche para ella poder
salir de marcha con su marido. Benidorm, dijo. Me negué. Quiero mar sin edificios. Pues
coge un avión y vete para Araya, contestó. Acordamos un punto medio: Xavea. Fue un fin de
semana estupendo. Paseamos por Alicante, Calpe, Moraira. Comimos pulpo seco y soparet.
Compartimos olas con aguamalas gigantes. Mi hermana conoció la vida nocturna de Benidorm,
se unió a una comparsa de enfermeras en minifalda y bailó en una discoteca de espuma. Eso me
contaron. Yo caí en estupor al cruzar la frontera de la Comunidad de Madrid. Mi cuñado me dijo
que no me lo tomara a mal, que cruzó los dedos para que me repitiera el yeyo porque no tenía
ningunas ganas de salir de juerga con mi hermana. Él se quedó conmigo, con los niños y con la
liga y Begoña salió por su cuenta.
De nuevo en casa volví a mi padre para guiarme. Tengo que listar los peces de
Madrid para achulaparme. Tengo que sumergirme en agua cercana. Tengo que pescar.
Investigando supe que dentro de la isla inventada había agua. No tendría que caer de nuevo
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en un precipicio que me pausaba: el agua que existía en la tierra que cruzaba mis límites tenía
las propiedades del Leteo. El pantano de San Juan es seguro. Pertenece a la comunidad de
Madrid. Barbo, blackbass, boga, carpa, lucio, percasol, me aprendí al caletre la posibilidad de la
pesca y rompí mi furruco para hacer un arpón. Total, ¿cómo voy a armar un conjunto de gaitas
aquí? ¿Qué hago con un furruco yo solo? Afilé el palo y lo dejé bien puyúo y con los cueros del
tambor hice unas tiras y le amarré un puñal que tenía para despegar lapas. Quedó letal mi arpón
casero. Me compré un traje de neopreno y me fui a la carretera de los pantanos. Llegué sin
ataques. Entré en el agua y atravesé un par de peces lodosos y sin nombre. Regresé a Madrid
sin salir de Madrid con mi memoria intacta. Desde entonces voy al pantano, hago inmersión
desde la orilla con los ojos cerrados y espero. Pesco lucios porque suelen ser grandes. ¿Los has
visto? Tienen la boca como un pato. Me ubico entre los árboles sumergidos. Cuando escucho
un sonido parecido al de los cauchos rodando sobre la calle después de la lluvia sé que el lucio
se acerca. Una vez que lo siento nadar sobre mi cabeza levanto con ganas el palo del furruco y
lo ensarto. Si son medianos quedan clavados a la primera. Si son grandes, cuesta un poco
más. Ella me trajo las fotos y la carta. Me sorprendió verla tantos años después. Me preguntó
por qué pescaba si no me comía los peces y le contesté mentalmente: por el subidón de
matar.
Porque lejos de mi mar siento que soy como el tiburón que pescaste una vez y que
disecado adornaba la pared de tu balcón en los Palos Grandes.
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FUEGO EN LA CAPITA L
MONTAGUE KOBBÉ
¡Don Alonso! ¡Don Alonso! El chillido de la voz del niño revoloteaba por las calles desiertas de
la ciudad, rebotando de muro en muro, llenando el vacío con su aguda urgencia. ¡Traición,
Don Alonso! ¡Traición!
Alonso Andrea de Ledesma se encontraba cabizbajo, taciturno, perdido en sus
pensamientos, sentado en el recibo de su hato, junto a la única ventana que le permitía espiar
el Camino de la Marina. Los gritos desaforados del infante apenas lograban penetrar su
recinto como un pálido eco, despojados por la distancia de su desespero original. Los cortos
pasos de las piernas de cobre de aquel niño atormentaban con su estampida las esquinas de la
Plaza Mayor. La carrera cuesta arriba lleva al mestizo, hijo de aquella guarena liberta, a las
puertas de la Hacienda de Baruta. La vuelta de la esquina dota de intensidad a las ondas que
perturban la solemnidad de la sala de Don Alonso, convirtiendo lo que había sido un rumor
en un verdadero barullo. Alarmado y de pie, escucha la noticia: Amyas Preston no ha vuelto a
Guaicamacuto a la salida de La Guaira, sino que ha conseguido comprar, con dos rollos de
seda y un barril de azúcar, la lealtad de un contrabandista arruinado, que lo viene guiando
hacia la ciudad por el antiguo camino de Caraballeda. Don Alonso queda atónito. Garci-
González de Silva ha reunido a todos los hombres útiles de la zona y ha acampado un poco
más allá de la cima de la Silla, desde donde puede a la vez intimidar con su presencia las
huestes del inglés y distinguir cada uno de los movimientos de los seis barcos que forman su
flotilla. De ser cierto el informe del pequeño mantuano, Garci-González estará esperando la
retirada de las galeras inglesas, mientras Preston —desapercibido— invade el valle de la
indefensa ciudad de Santiago. Mandar noticia de la situación no sería más que una inútil
formalidad: sólo quedan mujeres y niños en la ciudad; a él le tomaría la mayor parte de las
próximas dos horas llegar al campamento. Para entonces el cosaco ya se habría adentrado en
los confines de la capital. Inclusive si Garci-González emprendiese su retorno de inmediato,
sería difícil interceptar a los invasores antes de que iniciasen su descenso por la meseta de Los
Caracas.
La sorpresa en la expresión de Don Alonso es reemplazada progresivamente por
pesadumbre, primero; después desamparo; hasta cristalizarse finalmente en la mirada
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Fuego en la capital
impenetrable de la máscara del deber. Reúne a las mujeres y llévalas con sus hijos a la iglesia de
Santa Ana. La orden llevaba tono de sentencia. El pavor invadió el alma del pequeño,
llenándole los ojos de lágrimas que no se atrevía a desbocar. ¡Anda, deprisa! Don Alonso ya
había pasado al interior de su estancia, de manera que su grito llegó huérfano de todo
semblante al hijo de india, como si su voz perteneciera ya a un fantasma, o a un mito.
No hay tiempo que perder. Frente al parapeto que sostiene la antigua armadura, la
figura del hombre que otrora diera volumen a aquel amasijo de hojalata se vuelve altiva y
orgullosa. Uno a uno va recuperando de las redes del tiempo las mallas, las calzadas, los
escarpes, las grebas, la coraza, la celada, los guantes, con los que por los últimos cincuenta
años ha combatido en el nombre de Dios y de su majestad. La hendidura en el lado izquierdo
de la visera queda como testimonio inmemorial de su torpe caída de aquella ebria
embarcación que lo trajera a Coro desde Santo Domingo, junto con los demás hombres de
Juan Carvajal. Por fortuna, la delgada vaina de su espada se había incrustado entre su sien y
su casco (media talla demasiado ancho), arrancándole de un solo golpe la celada pero
dejándole intacta la cabeza y la vida.
La misma fortuna que quince años más tarde lo haría convertirse en héroe tardío
durante la captura de la fortaleza del rebelde Lope de Aguirre, quien, después de asesinar a su
hija cesó toda resistencia y abrió los portones de su enclave. Por error, las fuerzas reales se
habían asentado en la parte lateral de la fortaleza, mandando apenas un par de centinelas a
vigilar el resto del entorno de aquel edificio. Don Alonso y su hermano, Tomé, fueron los
más sorprendidos, cuando, al entrar por lo que ellos habían asumido era una puerta lateral, se
encontraron solos y de frente al revolucionario vasco. En recompensa por su valerosa
contribución en tan peligrosa misión, Don Alonso fue promovido al rango de capitán.
Ahora, los huesos oxidados del venerable anciano deben esconder su flaqueza tras el
disfraz de demonio que recubre su arrugada piel. Medio siglo de experiencia bélica en el
Nuevo Mundo deberá contrarrestar las canas de quien ha vivido ya más de lo estipulado.
Por primera vez en más de veinte años, calza su lanza en el ristre descolorido de su
peto. Nota el agujero en medio del golpe, a la altura de las costillas, en el costado izquierdo
de sus armas. Los años han teñido de corrosión los bordes de la herida, esculpiendo su cuerpo
adoptado con fisuras equivalentes a la queloide crecida sobre las cicatrices de su carne.
El vuelo de aquella flecha atrevida había privado a Diego de Losada del invaluable
servicio del Capitán Alonso Andrea de Ledesma, en su incansable tarea de asedio y captura
del cacique Guaicaipuro.
Por primera vez en más de veinte años, ciñe su adarga en el antebrazo izquierdo.
La ciudad de Santiago de León recién había sido fundada. Sus habitantes habían
exigido la presencia de una figura representativa en la nueva capital de la provincia. La herida
de Don Alonso había sido menor pero, a pesar de ello, la infatigable mano que empuñaba su
espada había enfrentado ya más de cuarenta inviernos y presenciado otros tantos otoños.
Por primera vez en más de veinte años, esa misma mano vuelve a empuñar aquella
vieja espada.
La ocasión era perfecta para que Diego de Losada reemplazara al capitán por sangre
de la nueva, que se presentaba tanto, si no más, firme que la vieja por su sed de gloria. Una
vez más, la fortuna le había sonreído a Don Alonso, quien, de capitán, había pasado a ser
hacendado respetado y exitoso.
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Camino al establo, donde lo espera incauto su cansado rocín, Don Alonso, por azar,
se tropieza con su propia imagen reflejada en el frutero de plata carente de frutas. Su rostro se
encoge, su mirada engulle el momento con rencor y sus labios apretados completan un gesto
tan cómico como intimidante que, sin embargo, permanece invisible, escondido entre su
nariz y su visera. Don Alonso se despide de su vida con una cálida mirada y emprende la que
sabe su última misión.
***
Cortando camino a medida que avanzan, los ingleses hacen machetes de sus espadas en pago
por su traición. Después de más de dos horas de esfuerzo, la empinada ruta no muestra más
esperanza que un verde mar de obstáculos y una miríada de insectos de todos los colores y
tamaños. Cuantos osaron penetrar la fortaleza natural con el pecho al aire llevan como
prueba de su descaro el rastro de sangre, por delante y por detrás, que les ha propinado el
azote vegetal. El espíritu desconfiado de los que se rigen por la perfidia comienza a ceder ante
la duda y Villalpando, el infame guía, recibe los primeros abusos, consecuencia de la
frustración. Falta poco. No desesperen. Dos colinas, tres curvas, media hora. La voz del judas se
quiebra; el temor lo abruma; la visión se le enturbia; las rodillas le tiemblan; cada paso se le
hace más pesado. Un golpe violento en la parte baja de la nuca lo desploma. El esfuerzo por
levantarse es monumental. La bota sucia de un corsario devuelve su cara al fango. La aislada
carcajada inicial se convierte en risa colectiva. Ni todo el azúcar del mundo, ni un barco lleno
de la mejor seda de oriente, valen esta tortura.
En lo alto, la vereda se ensancha un tanto. Gracias, Dios. El clamor emocionado de
los invasores ingleses es reemplazado inmediatamente por la sorpresa, al encontrar la figura
triste de un guardián solitario. Su aspecto, anticuado e indefenso, contrasta con su actitud
desafiante. La valentía —por demás estúpida— del guerrero le merece la vida. Take him alive.
Sólo seis de los diez piratas destinados a tal labor logran reincorporarse a las tropas de
Preston, tras fallar en su intento por apresar al enemigo. Si algo de coraje se esconde, canalla,
tras el emblema que muestra en tu barco lo que de tu despreciable ser quedará después del día de
hoy, entonces rétote a jugarte el paso a la ciudad en duelo a muerte conmigo. Villalpando
reconoce la voz del patriarca de Ledesma y, desarmado, cae al suelo entre llantos y lamentos
que pretenden, en un instante de lucidez, recuperar el favor de una gente sentenciada. El
horizonte ya no se refugia en la densa vegetación del monte, sino que dibuja la rica silueta de
la ciudad, en la que resaltan las torres de las dos ermitas y de la única iglesia. Después de
varias horas de obstinada determinación, la visión de aquel botín metropolitano es un
aliciente más para acabar de un balazo con tan insignificante demora. 'Sooth! I swear mine eyes
ne'er yet beheld such extraordinary combination of gentility and folly in one man alone. No man
shoot until I speak the word! Preston se acerca al jinete con ahínco. Don Alonso desmonta. En
medio de una enmarañada selva tropical, un marinero inglés de piel tostada y labios
carcomidos se reparte espadazos con un caballero de porte medieval y destino fatídico. La
adarga superó el desafío del tiempo, deteniendo sin ceder los ataques del adversario; el
esqueleto de metal también cumplió su función, protegiendo al abuelo de ciertos golpes
menores; en fin, parecía que el soldado español hubiese coleccionado algunas vidas a lo largo
de los años y las hubiese depositado todas en las ataduras de su armadura. Más de veinte
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minutos de batalla, bajo el sol inclemente de finales de mayo, hacían de la lucha una parodia
que perdía dinamismo a medida que se hacía menos dispareja. La triste faena llegó a su fin
con el seco trueno de la pistola de uno de los espectadores, quien, desesperado de la
vergüenza, optó por la desobediencia.
El impacto de la esfera de acero en la pechera de hierro del español resonó aún más
que el propio disparo. Don Alonso de Ledesma cae vencido, sin ningún decoro. Su cuerpo se
desmorona sobre el suelo de la montaña con un estruendoso crujido. Luego, todo es silencio.
La mirada furtiva de Preston alterna entre la figura informe de la víctima y la delatora mano
de humo del soldado culpable. El mundo permanece a la expectativa por algunos segundos;
pasados éstos, Preston recupera la compostura. Se acerca con pasos tímidos al cadáver de su
contrincante. Con un movimiento lento y delicado, hinca la rodilla y toma la celada de Don
Alonso con ambas manos, la pasa por encima de su cabeza inerte, le desnuda el rostro. Me
hace una injusticia al juzgarme de pirata, valeroso caballero. No es otra que mi reina y señora,
Doña Isabel, quien acumula gloria y fortuna por mis hazañas. Los ojos claros del viejo aún
muestran rastros de vida. Las barbas blancas del héroe caído hinchan el corazón del capitán
inglés. Ya lo ve, admirable guerrero, su gestión y la mía son, al fin y al cabo, fundamentalmente
iguales. La respuesta de Don Alonso vino en forma de un buche de sangre que quiso escupir
en el rostro del enemigo pero que no llegó a escapar de las comisuras de sus propios labios.
Espada en mano, Preston se dispone a buscar su honor perdido en el rincón más lejano de su
batallón. Thou art not worthy of his life. El brazo de Preston recupera su firmeza y separa,
limpiamente y de un solo golpe, el cráneo de Villalpando del resto de su cuerpo. En marcado
contraste con el colapso de Don Alonso, la caída del villano no disturbó el silencio reinante.
Preston reunió a sus secuaces e inició el libre descenso hacia Santiago de León de Caracas, sin
advertir que su paso seguía metro a metro el delicado trazo de sangre fresca que la cabeza de
Villalpando había rociado en su ininterrumpida rodada cuesta abajo.
La desolada ciudad sirvió de huésped para la iracunda ferocidad de los invasores
anglos. Desde los montes de Chacao hasta la Plaza Mayor, los maliciosos malhechores
arrasaron con todo a su paso. Las haciendas, los establos, las cosechas, todo lo que estuviese
en pie fue saqueado primero, quemado después. Con cada hora que transcurría, aumentaba la
frustración de Preston. Los alcaldes prácticamente no habían tenido tiempo de poner a salvo
los tesoros de la ciudad. Sin embargo, los treinta mil ducados que se habían exigido como
tributo el día anterior, en las puertas de La Guaira, comenzaban a tomar la forma de un lujo
inalcanzable. La esperanza de que el botín se hiciese mayor a medida que se acercasen al
centro de la ciudad parecía haber sido vana. Las ermitas de San Mauricio y San Sebastián
apenas sí tenían en su interior pertenencias de algún tipo de valor. La entrada de la Iglesia de
Santa Ana estaba sellada. Set fire to the impious temple of the Papists! En cuestión de minutos
las puertas se abrieron de par en par, dejando en libertad a una algarabía de niños y mujeres
de todos los colores que buscaban refugio desesperadamente, sin encontrar otra cosa que
hogueras descarriadas y mercenarios sin moral.
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escucharon durante todo el duelo; eran precisamente esos los aullidos que llenaban de estupor
la conciencia de los caraqueños.
Sin embargo, esta vez había una amenaza más urgente, un temor más palpable, que
llegaba a estos hombres a través del olor a piel quemada, a cabello chamuscado. El regreso a la
ciudad fue rápido y desbocado. El orden de las tropas se perdía a medida que la humareda se
hacía más densa, el perfume de muerte más intenso. Cuando en el horizonte, más allá de la
cortina de humo, se logró divisar el catálogo de destrucción, la caminata se convirtió en
carrera. Uno a uno, los hombres fueron reconociendo sus haciendas, sus barrios, sus calles,
sus hogares en llamas. Uno a uno, se fueron desprendiendo los miembros de la resistencia
criolla en socorro tardío y fútil de lo suyo y de los suyos. Cuando Garci-González y
Rebolledo llegaron al Ayuntamiento, venían ya solos y desarmados.
Allí encontraron instalado a Amyas Preston. La próxima vez que se le exija tributo,
Don González, apréstese a pagarlo sin demora. Lo que quedaba de la Plaza Mayor estaba
poblado por ingleses indulgentes y mujeres abusadas. En medio de tanta miseria Garci-
González ya ni escuchaba las palabras del tirano. En la cima de su montaña encontrará los
cadáveres de dos ciudadanos: el más valeroso anciano y la más cobarde escoria que jamás haya
conocido en mi vida. La respuesta de Garci-González fue un chasquido y un potente
escupitajo que aterrizó a dos metros de Preston. El inglés le perdonó el gesto y lo dejó con
vida.
La tarde caía en un espectacular carnaval de colores que parecía emular los diversos
rojos, azules, amarillos del majestuoso incendio. Mientras Preston reorganizaba a sus hombres
y cargaba con su modesto botín, Garci-González permanecía de pie, siguiendo con ojos
inclementes cada movimiento del inglés, mordiendo en silencio su labio inferior, cerrando
ambos puños con la furia impotente de un soldado derrotado. La retirada de Preston fue por
la amplia vía de La Guaira. Su voraz apetito no se había visto satisfecho con la toma de
Santiago, así que a medida que avanzaba hacia la costa dejaba tras de sí un rastro de fuego y
ceniza insaciable. Dos horas más tarde, desde lo más alto de la montaña, se podían divisar las
seis velas que, salidas del puerto de Guaicamacuto, apuntaban sus proas hacia occidente, en
busca de un nuevo saqueo. Nadie en Caracas las notó. Garci-González comandaba ya las
primeras labores de contabilidad de pérdidas, cuando un mensajero, venido de la Provincia
de Cumaná, le quiso advertir del peligro de invasión por parte de una flotilla de piratas
ingleses que había devastado la Península de Paria. El horror en los ojos del mensajero
contrastaba con la sonrisa irónica que dibujó una expresión desajustada en el semblante del
alcalde, a sabiendas de lo que sucedería en Coro algunos días más tarde.
AXA, 2004
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G OLPE DE GRACIA
YOLANDA ARROYO
El amor consiste
en que dos soledades se protejan,
se limiten y se reverencien, una a la otra.
La lucha ha sido dura e incesante. Y por demás entretenida. Aunque suene morboso, la pelea
ha acaparado la atención de transeúntes y gente de los alrededores. La verja de la escuela se ha
atiborrado de espectadores que se han acercado para ver lo que sucede sobre la acera. Los
estudiantes se menean afuera y agitan el metal gritando toda clase de improperios. Varios
vejetes se han quitado los espejuelos para ver mejor. Algunos hombres sonríen con la boca
dibujada de groserías. Una anciana, la más canalla, se ha incluido en el pleito —aunque
guardando distancias— tirándole refrescos, agua y hielo por encima a las gladiadoras. El sol
de Río Piedras se luce en todo su esplendor, enfocando sobre la tarima improvisada los dos
cuerpos aceitosos de sudor y lágrimas.
Las dos mujeres caen de sobre la acera, a la calle. Se raspan con el embreado y se
laceran los codos. Han copado todo los trucos de sucias luchadoras habidos y por haber.
Puños, picadas de ojos, jalones de pelo, llaves alemanas, arañazos. La de la pantalla en la nariz
sostuvo la cabeza de la rival entre sus brazos por un espacio de tiempo que a mí me pareció
infinito. Le apretó el cráneo con dureza. Luego perdió la pantalla en un arranque sin
misericordia de la otra mujer, mucho más voluminosa que ella. Ésta giró y agitó las manos
con pezuñas acrílicas. A ésa, la susodicha voluminosa, todo lo que tenía de grande, se le
concentraba en el vientre a punto de estallar.
Estabas a poco tiempo de entrar a mi vida y yo sin saberlo. Hoy me parece que ha pasado tan poco
tiempo y en realidad han pasado varias décadas. Para serte honesta, no sólo yo lo desconocía. En
realidad nadie sabía que vendrías a mí. Me enteré sin querer por una de esas histéricas vueltas que
da la vida.
Quise hacer algo razonable. Algo así como separar a las dos mujeres que daban tal
espectáculo, especialmente porque la voluminosa, la de la panza abultada, me parecía en un
estado delicado. Era peligrosa la proeza que realizaba. Intenté llegar hasta ella, pero la
muchedumbre en derredor me lo impidió. Además, alguien que se encontraba más cerca que
yo de la verja, cuyo letrero leía Zona Libre de Armas y Drogas, había intentando mi idea. Se
interpuso entre las gatas salvajes, sólo para recibir una buena porción de rebeldes puñetazos.
La nariz de la morena alta, ahora huérfana de arete, sangraba y estaba malditamente
rasgada y abierta por el medio. Mientras, las palmas de sus manos seguían profiriendo
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vol. 12 | invierno 2015 | 275-280
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Golpe de gracia
pescozás y galletas a la otra, respetando hasta cierto modo la zona limítrofe hacia el sur,
donde se gestaba otra vida. Pero la otra, la corpulenta preñá, no daba guerra sin cuartel.
Luego de varias patadas, desgarramientos de pechos, azote de rodillas y cabezazos incluidos,
dejó a la contrincante sin la camisa —entre vítores y aplausos de la muchedumbre—,
tatuándole en la teta izquierda un mordisco que prometía quedarse allí para siempre.
Fue cuando intervino la policía, que no hizo mucho, pero al menos desintegró el
espectáculo y las intenciones de motín que desde el interior del plantel se iban cuajando entre
la descendencia de ambas mujeres. Los muchachitos, hijos todos de una y de la otra,
amenazaban con vengarse entre ellos mismos. Los biombos azules se encendieron, esposaron
a las dos y nadie llamó al Departamento de la Familia porque alguna pala consanguínea tenía
la mulata, ahora desprovista de un orificio nasal. Al parecer no era la primera vez que
protagonizaba tales menesteres.
La campana de la escuela sonó y todos, incluyendo a los hijos de las dos mujeres, se
tiraron en manada escapista hasta sus respectivas casas.
Yo me di la vuelta y regresé junto a los demás consumidores hacia el interior de la
tiendita de efectos de oficina que se hallaba enfrente. Todos habíamos salido ante la alarma
de guerra inminente y como buenos averiguaos, realizamos nuestra gesta de observar y
comentar la batalla. Casi se forma un pleito también dentro de la tiendita, porque
obviamente la fila para sacar copias fotostáticas que en amable armonía llevábamos hasta
antes del toque de queda, se había desvanecido ahora, y como buenos boricuas, todos
intentamos hacernos pasar por el siguiente a ser atendido. Yo traté de enajenarme del asunto,
una vez comprobado que había gente de mucha más fuerza física antes que yo allí, y a decir
verdad, había sido la última en entrar a sacar las copias. Me hice la desentendida y me recosté
al final del counter, acomodándome los espejuelos sobre el tabique y abriendo por enésima
vez las páginas de Cartas a un Poeta. Leí otro poco de aquel libro mientras esperaba mi turno.
Me encantaba Rilke, el autor, y su sentido de la estética, y su ingenio para contestar
preguntas existenciales a los ojos de un escritor que empieza, pero mi cheque del mes no
había dejado sobrantes para lujos, mucho menos para lujos literarios. Así que tenía que
conformarme copiando algunas páginas del tomo prestado por la Biblioteca Municipal.
En eso, dos urracas que esperaban frente a mí se fueron en catarsis, y luego de
lamentar el idílico suceso en los perímetros escolares, declarándose conocidas fijas de alguna
maestra íncuba de la escuela, decidieron enumerar las más recientes peripecias de las dos
contendientes. Que ambas eran flejes atiborradas de muchachos peleándose por el mismo
macho, cuándo no. Que la panzona iba ya por el sexto hijo de un sexto padre, al cual, al
parecer, le pertenecía la mitad del hijo anterior declarado “bastardo compartido” por alguna
corte de barrio salomónica. Que la de la rajada de nariz era hija de una trabajadora social que
siempre le tiraba la toalla, en especial cada vez que Servicios Sociales le quitaba los gemelos
por aparente venta y distribución de narcóticos. Que la de la bola en la barriga le había
parido el primer hijo a su propio padre, y el segundo se le había escurrido de la pinga a uno
de sus tíos. Que el mayor de esos nenes cursaba el tercer grado, en el mismo y propio salón
en que se encontraban los gemelos de la narizona moquiabierta. Que el bebé más chiquito
tenía diez meses, y que se lo había sostenido en brazos la conserje de la escuela para que
pudiera meterle las manos a la otra. Se sobreentendía entonces que se había dejado preñar en
la cuarentena, la muy cohete. Que estaba harta de criar muchachos, que se metía con
276
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 275-280
Yolanda Arroyo
hombres casados, que se había metido hasta con el director de la escuela en alguna ocasión y
se rumoraba que la quinta concepción, la penúltima, se disputaba entre él y un muchachito
de cuarto año que se graduaba en mayo, eje central del conflicto de faldas de hoy. En fin,
todo un poema. Saqué mis copias y me quedé con la intriga. Me picó demasiado la
curiosidad. Regresé al día siguiente.
Al otro día volví a ver a la panzona machucada y llena de moretones en los brazos,
golpes que estoy segura no se debían a la pelea de la tarde anterior. Me dio la impresión que
alguien adicional había influido en su estado de total desastre de hoy. Yo mascaba un chicle,
y me paseaba frente a la escuela en chancletas metedeos y medias deportivas. No es un
atuendo tradicional, pero soy así, media rara y muy introvertida para mis cosas. Apenas me
cepillo el poco cabello, lacio y muerto, y jamás camino sin mis espejuelos. Me gusta hacerme
dubis con hebillas metálicas largas y de colores, porque en ocasiones me las combino con el
atuendo.
Tan pronto vi a la gladiadora encinta me metí a la tienda de fotocopias para
disimular, y husmeando me di cuenta como aún con su enorme vientre, empujaba un
cochecito muy simple y sucio. Adentro del cochecito un nene de diez meses se desgalillaba a
moco tendido, y una nena como con veinte trencitas multicolores, que no pasaba los tres
años de edad, le jalaba la falda para pedirle un dulce. Al sonar el timbre se le unió el resto de
la tribu: otra nena con uniforme del kinder, y dos varones altos para su edad que parecían
integrar los grados primarios. Recogió al grupo, como gallina que recoge a sus pollitos, y alzó
el rostro de manera desafiante, en busca de la otra que no había hecho acto de presencia. Yo
me quedé pasmada, pensativa. Me compré una malta grande y una empanadilla de queso y
me fui.
Al día siguiente repetí la historia, pero esta vez me llevé una cámara desechable de
Walgreens. Le tomé fotos a todos y a cada uno de ellos, sin el flash, intentando que no se
dieran cuenta.
El cielo es azul porque la luz del sol, que es blanca, al llegar a la atmósfera se dispersa.
El sol es amarillo porque éste es el color resultante de quitarle a la luz blanca el componente
azul. Conozco en detalle los efectos físicos de los colores sobre los astros porque en una
ocasión en que me daba quimioterapia casi a diario, y no tenía mucho que hacer más que
esperar por los médicos, por las enfermeras y los técnicos de laboratorio, me llevaba conmigo
toda suerte de lecturas que me distrajeran, incluidas entre ellas claro, a Rilke. Durante esa
época también aprendí que el mar es azul porque refleja el color del cielo, y no porque sea
propiamente azul. Y si a veces el mar se presenta verdoso, es debido a diminutas algas que
componen el plancton, las cuales son verdes como todas las plantas que realizan la
fotosíntesis.
La fotosíntesis la estudié en noveno grado, cuando tenía apenas 15 años cumplidos.
De esa misma edad fui operada por primera vez un 5 de octubre de 1985 debido a un tumor
en el tallo mucoso del endometrio que resultó ser maligno. Aquella fue la primera de muchas
intervenciones a las que tuve que someterme en los tres años y medio siguientes, además de la
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Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 275-280
Golpe de gracia
quimio y la radioterapia. Muchas veces parecía que no iba a sobrevivir, pero siempre me
recuperaba por alguna extraña razón que me mantenía atada a este planeta. De verdad que
nunca me expliqué el porqué. Nunca hasta verte. Ahora sé que has sido tú la razón de que me
mantuviera yo con vida.
En cierta ocasión, camino del hospital para ser tratada, tuve convulsiones y dejé de
respirar. Me practicaron la resucitación cardiopulmonar, y volví a este mundo, un mundo
idiota y sin sentido. Me dieron de alta pasadas unas semanas, pero unos días después me
encontraba de nuevo en el hospital para someterme a otra operación que me extirparía la
matriz y los ovarios. Estuve vomitando sin parar por varios meses, sangrando coágulos
mayores a los tumores que alguna vez me habían arrancado. Luego, sin duda alguna y en espera
de conocerte, me estabilicé.
278
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 275-280
Yolanda Arroyo
niños que crecen sin que se les abrace y acaricie, a menudo poseen niveles excesivos de
hormonas del estrés”. Añadí que los investigadores creen que el hecho de verse desatendidos
durante la infancia “puede tener graves efectos de largo alcance en el aprendizaje y la
memoria”. Hasta hice así con los dedos, para dejarle saber que era una cita entre paréntesis.
Entonces quise saber qué opinaba.
Me esquivó la mirada de buenas a primeras. Luego me preguntó en un momento
dado si yo era aleluya. Le dije inmediatamente que no. Prontamente insistió en averiguar si
yo era de esos atalayas que visitaban a la gente en sus hogares por las mañanas. También lo
negué. Fue entonces cuando se relajó, intuyendo que mi aseveración era simplista y de lo más
casual, y comenzó una perorata interminable sobre el tema hasta que sonó el timbre del
plantel y salieron los muchachos de las caballerizas. Del modo más fortuito que pude, para
encubrir mis verdaderas razones, le pregunté que para cuándo daba a luz.
En una semana, me dijo.
279
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 275-280
Golpe de gracia
hubiera sido yo, jamás te hubiera permitido en otros brazos que no fueran los míos. Jamás
hubiera permitido que estuvieras, ni un solo segundo, lejos de mí. Nadie que no fuera yo
merecía tenerte, mi niña. Nadie, mi amor.
Entré a un transporte público que me llevó al aeropuerto. Una vez allí, en uno de los
baños me deshice de la boina, los espejuelos, te cambié la ropa, te afeité cuidadosamente la
cabecita y te vestí de varón. Saqué mi pasaje aéreo que leía Orlando, Florida y esperé por la
llamada de los altoparlantes. La azafata me dijo que eras un niño hermoso, igualito a mí.
Mientras el capitán anunciaba el despegue, metí la mano en mi bolsa y saqué a Rilke. En el
camino te lo leí.
280
Mitologías hoy | vol. 12 | invierno 2015 | 275-280
ENTREVISTA
SOMOS
ISLAS
HECHAS
DE
INFINIDAD
DE
FRONTERAS.
ENTREVISTA
A
REY
ANDÚJAR
We are Islands Made Out of an Infinity of Frontiers. Interview with Rey Andújar
Recibido: 8/10/15
ISSN: 2014-1130
Aprobado: 15/11/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 283-291
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.300
Somos islas hechas de infinidad de fronteras. Entrevista a Rey Andújar
FB:
Quizás
lo
más
adecuado
para
comenzar
esta
conversación
sea
partir
de
las
últimas
novedades.
En
febrero
de
este
año
fuiste
galardonado
con
el
primer
premio
del
VI
Concurso
Latinoamericano
y
Caribeño
de
Novela
ALBA
Narrativa
2015
con
tu
obra
Los
gestos
inútiles,
la
cual
será
presentada
en
febrero
próximo
en
la
Feria
del
Libro
de
La
Habana.
En
esa
ocasión,
el
jurado
señaló
que
se
te
concedía
el
premio
a
la
novela:
“Por
la
capacidad
narrativa
que
propicia
una
historia
verosímil,
de
estructura
sólida
y
lenguaje
adecuado,
la
claridad
en
la
intención
y
las
muy
bien
dosificadas
zonas
de
suspenso;
atendiendo,
además,
a
las
cualidades
inobjetables
de
los
diálogos
y
la
creación
de
personajes”.1
Cuéntame,
¿qué
te
llevó
a
postular
al
ALBA
Narrativa?,
¿cómo
ves
este
premio
en
relación
a
los
otros
que
has
recibido
a
lo
largo
de
tu
carrera?,
¿cómo
te
enteraste
de
que
lo
habías
ganado?
RA:
El
ALBA
es
un
certamen
por
el
que
opté
anteriormente
en
tres
o
dos
ocasiones,
mientras
vivía
en
Puerto
Rico
como
estudiante.
Una
de
las
veces
fue
con
una
novela
grande
y
desorganizada,
recuerdo
que
en
esa
ocasión
uno
de
los
miembros
del
jurado
fue
Alejandro
Carpio,
un
actor
y
escritor
puertorriqueño
Los
gestos
inútiles
es
una
novela
que
por
mucho
tiempo
pensé
llamar
Lubrini.
En
general
la
novela
es
una
manera
de
darle
cariño
y
cuidado
a
personajes
que
en
Candela
aparecen
un
poco
dispersos.
Digamos
que
son
gente
que
ha
estado
ahí
y
ahora
se
encuentra
en
otra
situación.
La
situación
cambia…
en
cierta
forma
el
delivery
también.
Como
va
en
esa
onda,
la
presenté
a
la
misma
editorial
que
publicó
Candela,
pero
el
proyecto
no
prosperó.
Aunque
debo
aclarar
que
ese
proceso
fue
muy
beneficioso
para
mí.
Trabajé
con
el
mismo
editor
de
Candela,
el
colombiano
Mario
Barrero
Fajardo.
Él
notó
unos
giros
en
esta
novela,
cosas
que
habíamos
discutido
o
que
él
me
recomendó
durante
el
trabajo
con
la
primera
novela.
Su
evaluación
fue
positiva
y
constructiva
y
eso
me
valió
más
que
la
publicación
en
sí.
Luego
la
envié
a
otras
editoriales
y
no
pasó
nada.
Durante
ese
tiempo
pasaron
cosas
en
mi
vida
que
también
influyeron
en
la
novela:
la
mudanza
definitiva
a
Chicago,
la
búsqueda
de
trabajo
en
la
ciudad,
ya
con
familia,
la
escritura
de
la
tesis…
Tenía
que
enfrentarme
a
ese
monstruo
de
la
tesis
y
si
no
le
metía
mano
a
la
novela
y
cerraba
ese
proceso
no
iba
a
poder
1
Los
resultados
del
VI
Premio
Latinoamericano
y
Caribeño
de
Novela
Alba
Narrativa
2015
fueron
dados
a
conocer
el
20
de
febrero
de
2015
en
La
Habana.
En
esa
ocasión,
el
jurado
estuvo
compuesto
por
Lourdes
González
(Cuba),
Mónica
Ojeda
(Ecuador),
y
Daniel
Ferreira
(Colombia).
hacerlo
luego
porque
me
iba
a
distraer
mucho
para
la
escritura
científica,
que
requiere
cierto
tipo
de
atención.
Entonces
me
metí
duro
con
la
novela,
a
resolverla
como
quien
dice.
Escribir,
o
reescribir
esa
novela
fue
un
gusto.
Ciertamente
lo
mejor
de
la
escritura
es
la
reescritura.
Para
mí
se
convirtió
en
un
juego
y
un
desafío
tan
intenso
que
recuerdo
con
mucha
alegría
las
músicas
y
las
lecturas
de
las
que
me
hice
para
terminarla.
Comencé,
creo,
en
otoño,
durante
la
celebración
de
acción
de
gracias,
con
una
novela
de
Philip
Roth
que
se
llama
Letting
Go.
Desde
ese
tiempo,
todos
los
noviembres
leo
esa
novela.
Me
acostaba
temprano
para
levantarme
en
el
silencio
de
la
madrugada
y
escribir.
Lo
primero
del
día,
escuchando
un
shuffle
de
Fernando
Villalona
y
The
Black
Keys.
Leí
mucho
a
Bolaño
durante
ese
tiempo,
el
Bolaño
de
Amberes,
de
cuentos
y
otras
cosas
breves.
En
el
texto
de
introducción
de
la
novela
dice
algo
sobre
los
gestos
inútiles.
Eso
me
resolvió
el
capítulo
final
de
la
novela
y
decidí
cambiarle
el
nombre.
La
envié
al
concurso
al
último
momento.
Aunque
en
verdad
no
quería
enviarla,
no
quería
estar
arrepentido
después
por
no
haberla
enviado,
sobre
todo
con
la
pobre
perspectiva
editorial
que
tenía.
No
pensé
que
saldría
airoso,
claro
está,
pero
me
lo
tomé
como
un
ejercicio
de
lectura.
Recuerdo
que
era
viernes
por
la
tarde,
estaba
echando
una
siesta
con
mi
hija
Maya.
Cuando
desperté
vi
que
tenía
como
veinte
llamadas
perdidas.
José
Acosta,
un
escritor
dominicano
que
estaba
de
visita
en
la
feria
me
dejó
un
mensaje
y
al
día
siguiente
Edel
Morales,
de
la
Feria,
me
lo
dijo
formalmente.
Me
sentí
contento.
Comprobé
que
uno
puede
proponerse
un
proyecto,
dedicarle
tiempo,
darle
forma…
concentrarse
en
algo
y
que
luego
el
texto
encuentre
sus
lectores
y
su
destino.
FB:
¿Has
pensado
ya
en
alguna
idea
para
la
presentación
de
la
novela?,
¿sabes
quién
te
la
presentará?
RA:
Debo
ir
a
Cuba
en
febrero
como
parte
del
jurado
del
próximo
certamen.
La
novela
se
presenta
durante
el
acto
de
premiación
y
la
clausura
de
la
feria.
De
seguro
ellos
organizarán
lecturas
y
talleres,
me
parece
que
es
parte
de
todo
el
protocolo.
En
el
mismo
febrero
voy
a
México,
a
la
Feria
del
Palacio
de
Minerías,
como
parte
de
la
delegación
de
la
revista
Contratiempo,
de
la
que
ahora
soy
director
editorial.2
Supongo
que
en
México
también
organizaré
algo,
ya
publiqué
un
libro
llamado
Ecuatur
con
la
editorial
Librosampleados.
Aquí
en
Chicago
en
marzo
la
estaré
presentando
en
la
Universidad
de
Chicago.
Eso
por
ahora
es
lo
que
hay.
Véase
http://contratiempo.net/.
2
inaprehensibilidad
de
su
cuerpo.
¿Ves
necesario
como
escritor
poner
en
tensión
“lo
dominicano”
desde
la
problematización
del
género
o
la
celebración
de
nuevas
identidades?
RA:
En
mi
escritura
el
cuerpo
funciona
como
sintaxis.
En
la
parte
práctica
el
cuerpo
me
permite
una
elaboración
narrativa.
Tengo
personajes
cojos,
ciegos,
bailarines
o
adictos,
por
ejemplo,
y
son
estas
cualidades
las
que
me
permiten
construir
una
personalidad
narrativa
para
ellos.
En
la
parte
metafísica
de
esta
sintaxis
radica
una
poética,
algo
relacionado
no
con
la
corporeidad
sino
con
los
sentidos.
En
cuanto
al
sensorio,
mi
escritura
se
basa
en
dos
sentidos:
el
gusto
y
el
oído.
Estoy
de
acuerdo
en
que
es
posible
encontrar
en
mi
trabajo
ciertas
fórmulas
que
remiten
de
inmediato
a
la
problemática
física
y
moral
en
las
cuestiones
de
género,
pero
debo
aclarar
que
esto
no
es
deliberado,
o
sea,
no
me
propongo
estas
situaciones
desde
el
principio
del
proyecto,
sino
que
son
cosas
que
se
van
elaborando
a
la
par
de
la
trama.
Hablo
desde
esas
realidades
porque
las
conozco,
crecí
con
ellas,
pero
no
me
interesa
llamar
la
atención
sobre
esos
puntos
en
específico.
Como
artista
la
crítica
o
el
comentario
a
la
realidad
es
inevitable.
FB:
Por
otra
parte,
en
tu
obra
es
posible
realizar
un
inventario
de
“cuerpos
irregulares”,
“cuerpos
anómalos”,
“cuerpos
enfermos”.
¿Por
qué?
¿Cuál
es
la
importancia
de
ellos
en
tu
discurso?
¿Ves
en
ellos
la
posibilidad
de
representar
a
subjetividades
vulnerables?
¿Crees
que
ellos
funcionan
para
poder
desestabilizar
los
discursos
identitarios
y
evidenciar
las
violencias
coloniales,
patriarcales…?
RA:
Es
una
cuestión
de
perspectiva.
Este
inventario
del
que
hablamos
es
para
mí
una
forma
de
crear
analogías
en
base
a
nuestras
carencias
sociales.
De
esta
manera,
una
deficiencia
física
en
un
personaje
me
permite
proponer
una
teoría
relacionada
con
la
aceptación
y
la
visión
de
la
sociedad.
La
sociedad
caribeña
es
vendida,
por
motivos
turísticos,
como
“All
Inclusive”,
“Todo
incluido”,
abierta
a
toda
demanda.
Pero
la
realidad
es
otra
y
lo
sabemos,
estas
sociedades
son
excluyentes
por
naturaleza.
Una
amiga
llamada
Megan
van
Nerissing
me
relató
una
vez
la
extraña
sensación
de
estar
en
un
resort,
rodeada
de
comodidad
y
belleza
y
al
mismo
tiempo,
hipnotizada
por
los
guardias
de
seguridad
que
protegían
la
playa
con
armas
largas,
manteniendo
no
sólo
los
posibles
atracadores,
sino
también
a
los
MISCELÁNEA
ECOLOGÍA
Y
LITERATURA
EN
LA
POESÍA
CHILENA
CONTEMPORÁNEA:
ISSN: 2014-1130
Recibido: 11/05/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 294-311
Aprobado: 31/08/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.232
Ecología y literatura en la poesía chilena contemporánea: Semi ya, de Cecilia Vicuña,
y “cardosanto”, de Soledad Fariña
Como
la
crítica
especializada
ha
observado,
la
poesía
chilena
manifiesta,
entre
otros
temas
recurrentes,
la
preocupación
por
la
defensa
de
la
naturaleza
(Ostria,
2010:
189),
lo
que
se
percibe
en
el
trabajo
de
Cecilia
Vicuña
(Santiago
de
Chile,
1948),
poeta,
cineasta,
artista
visual
y
de
performances,
entre
otras
artes,
cuyo
trabajo
en
la
actualidad
se
centra
en
la
recuperación
de
los
saberes
indígenas
latinoamericanos
a
través
de
sus
múltiples
dominios
artísticos.1
Me
enfocaré
en
el
análisis
de
un
proyecto
ecológico,
poético
y
visual
de
Vicuña
llamado
Semi
ya
(2000)
y
en
la
relación
de
esta
obra
con
un
poema
de
Soledad
Fariña2
(Antofagasta,
Chile,
1943),
reconocida
poeta
chilena
de
la
generación
de
1980
(Calderón,
Calderón
y
Harris,
1996:
231-‐238).
El
análisis
de
ambas
obras
me
permitirá
demostrar
que
el
texto
de
Fariña
constituye
un
homenaje
al
trabajo
multidisciplinario
de
Cecilia
Vicuña.
El
proyecto
Semi
ya
consistió
en
una
instalación
artística
a
partir
de:
semillas
de
plantas
autóctonas,
materiales
vinculados
con
los
pueblos
indígenas
como
la
lana,
el
alambre,
la
madera
⎯permanentes
en
las
expresiones
artísticas
de
Vicuña⎯,
y
los
quipus
andinos.
Con
todos
estos
elementos,
Vicuña
construyó
objetos
artísticos
que
conformaron
la
exposición,
desarrollada
durante
el
mes
de
marzo
del
año
2000,
en
la
Galería
Gabriela
Mistral
de
Santiago
de
Chile,
auspiciada
por
el
Departamento
de
Programas
Culturales
de
la
División
de
Cultura,
1
Como
poeta,
Vicuña
ha
publicado
las
siguientes
obras:
Sabor
a
mí
(Inglaterra,
Beau
Geste
Press,
1973,
reeditado
por
Universidad
Diego
Portales
el
año
2007),
Siete
poemas
(Colombia,
Ediciones
Colombianas,
1979),
Luxumei
o
el
traspié
de
la
doctrina
(México,
Oasis,
l983),
Precario/Precarious
(Estados
Unidos,
Tanam
Press,
1983),
Palabrarmas
(Argentina,
El
Imaginero,
1984,
reeditado
por
RIL
Editores
el
año
2005),
Samara
(Colombia,
Museo
Rayo,
1987),
La
Wik’uña
(Chile,
Francisco
Zegers
Editor,
1990),
Unravelling
Words
&
The
Weaving
of
Water
(Antología
bilingüe.
Estados
Unidos,
Graywolf
Press,
1992),
La
realidad
es
una
línea
(Bélgica,
Kanaal
Art
Foundation,
1994),
Palabra
e
Hilo/
Word
&
Thread
(Escocia,
Mornig
Star
Publications,
1996),
El
Templo
(Estados
Unidos,
Situations
Press,
2001),
Instan
(Estados
Unidos,
Kelsey
Street
Press,
2002),
I
tu
(Argentina,
Tsé-‐Tsé,
2004),
Chanccani
Quipu
(Estados
Unidos,
Granary
Books,
2011)
y
la
antología
Soy
Yos
1966-‐2006
(Chile,
Lom,
2011),
selección
de
poemas
realizada
por
la
autora
en
conjunto
con
el
estudioso
Naín
Nómez.
2
Sus
obras
publicadas
son:
El
primer
libro
(Santiago,
Amaranto,
1985,
reeditado
en
1991,
por
la
Editorial
Tierra
Firme,
Buenos
Aires),
Albricia
(tres
ediciones:
Santiago,
Archivo,
1988,
Valencia,
Derzet
y
Dagó,
1992,
edición
bilingüe
en
catalán
y
castellano,
y
Santiago,
Cuneta,
2010),
En
Amarillo
Oscuro
(Santiago,
Surada,
1994),
Se
dicen
palabras
al
oído
(Madrid,
Torremozas,
1997),
Otro
cuento
de
pájaros
(Santiago,
Las
dos
Fridas,
1999),
volumen
de
cuentos
que
constituye
una
creación
excepcional
en
una
continuidad
mayoritariamente
poética;
Narciso
y
los
árboles
(Santiago,
Cuarto
Propio,
2001),
y
Donde
comienza
el
aire
(Santiago,
Cuarto
Propio,
2006).
En
el
año
1999,
la
poeta
reúne
sus
tres
primeros
textos,
El
primer
libro,
Albricia
y
En
amarillo
oscuro,
en
un
volumen
denominado
La
vocal
de
la
tierra.
En
el
2012
reedita
En
amarillo
oscuro,
con
el
título
Pac
Pac
Pec
Pec
(México,
Literal),
versión
ampliada
y
modificada
de
la
primera
edición.
Sus
obras
han
sido
parcialmente
traducidas
al
inglés,
francés,
italiano,
catalán
y
se
han
incluido
en
diversas
antologías,
como
Women’s
Writing
in
Latin
America
(1991).
3
Agradezco
a
Cecilia
Vicuña
la
posibilidad
de
acceder
a
la
única
copia
que
ella
posee
del
catálogo
de
Semi
ya,
que
además
tuvo
la
gentileza
de
fotocopiar
para
mí.
4
Además
del
término
“semilla”,
en
el
catálogo
aparecen
los
neologismos
“semi
ya”
(nombre
de
la
exposición)
y
“Se
mi
ya”.
Según
el
comentario
de
Justo
Pastor
Mellado
en
las
páginas
finales
del
catálogo,
en
la
expresión
“Sé
mi
ya”,
que
él
transcribe
con
tilde,
“la
partición
de
la
palabra
indica
la
importancia
de
los
espacios
en
la
cadena
de
enunciación.
Es
así
como
en
un
quipu
el
enunciado
está
determinado
por
los
espacios”
(s.p.).
5
A
fin
de
ampliar
los
postulados
teóricos
que
sustentan
este
análisis,
remito
al
trabajo
de
Montserrat
López
Mujica
(2007),
quien
realiza
un
recorrido
por
el
origen
y
el
desarrollo
de
la
ecocrítica,
además
de
reseñar
los
aportes
de
Lawrence
Buell
y
Jonathan
Bate,
pensadores
fundamentales
de
esta
corriente.
Su
ensayo
aplica,
finalmente,
la
teoría
ecocrítica
a
textos
literarios
franceses.
López
Mujica
señala:
“A
través
de
los
estudios
literarios,
la
ecocrítica
pretende
acercarnos
a
la
tierra
y
enseñarnos
cómo
mejorar
nuestra
relación
con
el
medio
ambiente.
En
una
palabra,
nos
ayuda
a
restablecer
nuestro
vínculo
con
la
tierra
y
con
sus
habitantes,
y
a
tener
una
relación
más
estrecha
con
nuestro
planeta.
Ese
es
su
objetivo
más
importante”
(2007:
230).
Asimismo,
en
una
reciente
aportación
al
debate
sobre
los
alcances
de
la
ecocrítica,
Laura
Barbas-‐Rhoden
reflexiona
sobre
las
conexiones
posibles
entre
el
pensamiento
crítico
latinoamericano
y
los
principios
de
la
ecocrítica,
proponiendo
el
concepto
de
“ecocrítica
transnacional”,
que
se
entiende
como
un
“puente”,
“que
conecte
tradiciones
ecocríticas
provenientes
de
esferas
culturales
o
lingüísticas
diversas
o
aisladas”
(2014:
86).
Por
último,
las
revistas
especializadas
Anales
de
Literatura
Hispanoamericana
y
Nerter,
revista
dedicada
a
la
literatura,
el
arte
y
el
conocimiento,
han
dedicado
números
monográficos
a
la
ecocrítica
(2004
y
2010,
respectivamente).
6
Vocablos
quechuas
que
se
pueden
traducir
como
lo
alto
y
lo
bajo,
símbolo
de
dualidades
opuestas
pero
a
la
vez
complementarias
en
los
pueblos
indígenas
andinos,
que
produjeron
la
creación
y
la
estabilidad
del
mundo:
“Esta
dualidad
tiene
dos
referencias
básicas:
una
es
la
del
Cielo
o
las
partes
altas
de
la
Tierra
contrapuestas
a
sus
profundidades
y
partes
bajas
como
son
las
costas
y
valles,
y
la
otra
es
la
relación
de
oposición
y
complementariedad
entre
dos
partes
de
una
comunidad,
autoridad
o
pareja
(en
este
último
caso
la
complementariedad
suele
adoptar
otros
nombres)”
(Reyes,
2009:
171).
El
principio
Hanan-‐Hurin
es
un
pilar
de
las
cosmovisiones
indígenas
andinas.
7
La
entrevista
que
sostuve
con
Cecilia
Vicuña
el
2010
me
permite
afirmar
que
la
artista
concibe
al
poeta
como
dotado
de
una
percepción
aguda,
nada
común,
que
le
permite
captar
mejor
ciertos
fenómenos,
invisibles
o
irrelevantes
para
los
especialistas
en
distintos
temas
del
arte,
historia,
ciencia
y
otras
áreas
del
conocimiento.
Hablando
sobre
Ollantaytambo,
antiguo
centro
ceremonial
indígena
ubicado
en
Cusco,
Perú,
la
poeta
me
comentó
que
en
este:
“hay
un
lugar
en
que
están
todas
las
acequias
resplandecientes
gracias
a
la
luz.
Yo
nunca
he
estado
en
un
lugar
del
mundo
en
que
las
acequias
fueran
construidas
considerando
la
luz.
Nada
de
eso
es
casualidad
y
sin
embargo
es
completamente
invisible
para
los
historiadores
del
arte,
los
arqueólogos,
para
cualquier
persona
que
vaya
allí
excepto
para
un
poeta”
(Ariz,
2010:
s.p.).
El
tejido
es
el
órgano
de
un
sonido
La
semilla
genéticamente
alterada
rompe
el
ritmo
de
una
música
terrenal.
Violencia
que
la
tierra
devuelve
en
tempestad.
El
poeta
siente
la
Emergencia,
El
nacimiento
de
una
forma
de
actuar
en
relación,
el
deseo
de
llevar
juntos
la
especie
en
otra
dirección.
Un
momento
de
con
ciencia
Aflorando
al
te
X
er
el
ser
siendo
el
uno
y
el
todo
a
la
vez.
(s.p.)
Como
puede
apreciarse,
Vicuña
utiliza
juegos
lingüísticos
en
el
texto.
Separa
la
palabra
“consciencia”
para
convertirla
en
“con
ciencia”,
división
que
interpreto
como
la
forma
de
enfatizar
la
creación
de
una
ciencia
colectiva,
desarrollada
por
la
comunidad;
es
una
particular
acepción
a
la
que
se
podría
especificar
como
“ecológica”.
Además,
la
palabra
tejer
se
escribe
con
“x”,
“teXer”;
con
ello
se
quiere
destacar
la
transformación
que
solicita
el
poema.
La
x
se
entiende
como
signo
de
la
multiplicación,
que
comúnmente
se
traduce
al
lenguaje
como
“por”.
Cambiar
una
forma
“por”
otra.
Asimismo,
el
signo
“teXer”
remite
a
la
etimología
de
“tejer”,
de
tal
manera
que
se
juega
con
ambos
significados:
los
seres
humanos
deben
transformarse
y
entrelazarse.
El
poeta
se
destaca
como
aquel
que
“siente
la
emergencia”
ecológica
del
planeta
y
que,
por
lo
tanto,
está
llamado
a
impulsar
una
nueva
forma
de
relacionarnos,
como
seres
humanos,
y
con
la
naturaleza,
misión
que
Vicuña
representa
en
la
metáfora
del
tejido.
Tejer
en
el
poema
consiste
en
urdir
nuevas
relaciones
con
el
entorno,
donde
el
ser
humano
es
parte
de
un
colectivo
que
respeta
los
ritmos
naturales
de
la
vida
vegetal.
El
texto
subraya
que
el
ser
humano
ha
provocado
el
estado
de
menoscabo
en
que
se
encuentra
el
mundo;
los
procesos
artificiales
que
se
han
propiciado
en
la
agricultura
implican
agresividad
con
el
entorno,
que
la
tierra,
a
su
vez,
devuelve.
Por
ello
se
expresa
la
urgencia
de
destejer
lo
que
hasta
ahora
se
ha
construido
y
de
reiniciar
en
una
“nueva
dirección”.
Para
Vicuña,
el
poeta
tiene
la
misión
de
sanar
el
planeta,
no
sólo
en
el
espacio
creativo
del
lenguaje,
sino
que
debe
generar
acciones
específicas,
lo
que
implica
asumir
una
posición
política
y
de
resistencia
en
problemáticas
de
índole
ecológica
¿Por
qué
el
poeta?,
podríamos
preguntarnos.
El
texto
establece
una
analogía
entre
la
música
y
los
procesos
naturales
de
la
tierra,
ya
aludida
en
uno
de
los
primeros
textos
del
catálogo,
“un
sonido
es
la
semilla
del
universo”
(2000:
s.p.),
lo
que
nos
remite
a
que
el
nacimiento
del
mundo
y
de
todo
lo
que
existe,
estaría
asociado
al
ritmo,
¿o
quizás
a
la
palabra
en
tanto
sonido?
La
tierra
posee
ritmos,
“música
terrenal”,
que
regulan
el
germinar
de
los
vegetales,
lento
proceso
que
se
distancia
del
ritmo
comercial
impuesto
por
el
ser
humano,
quien
adelanta
el
tiempo
de
las
cosechas
o
crea
semillas
artificiales.
Al
vincular
estos
procesos
naturales
con
el
arte
musical,
Vicuña
plantea
la
concepción
de
la
propia
naturaleza
como
un
artista
que
lentamente
crea,
para
luego
exhibir
una
obra
maestra.
En
este
sentido,
el
poeta
comprende
estas
“artes
ancestrales”,
porque
también
es
un
creador
de
mundos,
postulado
que
sostuvo
hace
ya
varios
decenios
el
poeta
chileno
Vicente
Huidobro
(1893-‐1948),
para
fundamentar
su
poética
creacionista,
que
proclama
la
independencia
de
la
literatura
de
cualquier
referente,
en
especial
de
la
naturaleza.
A
diferencia
de
Huidobro,
que
pretendía
crear
sus
propios
mundos
a
partir
del
lenguaje
poético,
Cecilia
Vicuña
propone
celebrar
en
el
poema
los
ritmos
de
la
tierra,
acompañar
su
regeneración,
integrarse
como
uno
al
todo
⎯y
en
consecuencia,
mantener
una
colectividad,
dejando
atrás
el
individualismo
moderno⎯,
volver
a
la
concepción
indígena
de
la
tierra
como
el
soporte
del
ser
humano,
quien
pertenece
y
depende
de
ella,
teniendo
la
obligación
de
protegerla.
La
figura
del
poeta
es
un
tema
relevante
dentro
del
catálogo
Semi
ya.
En
una
de
sus
páginas
centrales
aparecen
dos
fotografías
del
escritorio
de
Vicuña
en
el
momento
de
preparar
su
exposición,
tituladas
“retrato
de
escritorio”.
En
la
fotografía
de
la
izquierda
se
ubican
sobre
la
mesa
hilos
y
encajes,
pequeños
lienzos,
piedras
y
semillas.
En
la
imagen
de
la
derecha
se
exhiben
objetos
de
dos
clases:
lienzos
angostos
y
hojas
de
árboles.
Estas
fotografías
se
acompañan
por
un
breve
poema,
que
se
refiere
a
la
concepción
del
poeta
en
la
obra
de
Vicuña.
Así
como
las
fotos
constituyen
el
retrato
de
la
mesa
de
trabajo
de
la
artista,
el
texto
es
un
retrato
del
poeta:
El
poeta
es
sólo
el
habla
la
dirección
del
llanto
que
vuelve
a
la
tierra
Semilla
del
desierto
(cacho
e’cabra
Skytanthus
acutus)
Jubaea
Chilensis
(s.p.)
“cirio”;
en
el
segundo
verso
se
le
atribuyen
cualidades
luminosas,
a
través
de
una
metáfora:
Encaje
de
palo,
quisca,
cirio
Cereus
lucero
y
antorcha
del
camino.
(s.p.)
Dentro
de
la
erudición
que
la
poeta
manifiesta
sobre
las
plantas,
se
incluye
el
discurso
de
los
conquistadores
que
“nombraron”
a
América,
y
sus
experiencias
con
el
“Nuevo
Mundo”,
en
este
caso,
con
una
planta
originaria
de
Chile:
Melosa,
Madia
sativa
le
puso
Molina,
y
dijo:
es
dueña
de
un
aceite
mejor
que
el
de
aceituna.
(s.p.)
La
poeta
fusiona
sus
apreciaciones
sobre
las
plantas
con
experiencias
personales,
de
tal
manera
que
el
lector
entiende
que
el
concepto
“botánica
del
poeta”
abarca
más
que
el
sólo
juego
lingüístico
con
los
nombres
de
los
vegetales.
Copihue
de
Con-‐cón.
Gonzalo
Millán
guardaba
todo
en
cajas
de
fósforos.
(s.p.)
El
texto
alude
tanto
al
copihue,
flor
nacional
de
Chile,
como
a
la
popular
marca
chilena
de
fósforos
“Copihue”,
que
ostenta
en
el
lado
superior
de
la
caja
dos
flores
de
esta
especie.
Esta
última
asociación
del
término
copihue
con
la
cultura
popular
chilena
surge
a
partir
de
un
dato
biográfico:
la
costumbre
de
coleccionar
diversos
objetos,
entre
ellos
cajas
de
fósforos,
del
poeta
Gonzalo
Millán
(1947-‐2006),
su
amigo
y
vecino
en
el
balneario
de
Concón,
Chile.
Otras
personas
aludidas
en
“la
botánica
del
poeta”
son
la
poeta
Elvira
Hernández
(1951),
nacida
en
Lebu,
Chile
(“Semillas
de
Tirúa
/
de
Elvira
Hernández”)
y
la
madre
de
Vicuña,
asociada
al
canelo,
en
tanto
árbol
sagrado
para
el
pueblo
mapuche
(“Canelo
foyé,
nadie
más
sagrado.
/
Mi
madre
lo
planta
y
recoge
[…]”).
De
esta
forma,
a
partir
de
las
especies
vegetales
chilenas
se
teje
la
experiencia
de
vida
de
la
poeta,
que
se
mezcla
tanto
con
la
cultura
popular
chilena,
como
con
los
conocimientos
científicos
sobre
las
plantas.
Estos
tres
aspectos
se
combinan
en
el
texto
poético.
Lo
anterior
nos
permite
deducir
que
la
“botánica
del
poeta”,
concepto
que
representa
la
escritura
poética
de
Vicuña
en
el
catálogo
en
particular,
se
refiere
a
los
juegos
lingüísticos
a
partir
de
expresiones
científicas,
cultas
y
populares,
así
como
también
incluye
experiencias
significativas
de
su
vida,
que
establecen
la
sintonía
de
Vicuña
con
el
mundo
vegetal.
De
acuerdo
a
esto,
el
oficio
poético
le
permite
a
la
artista
comprender
de
mejor
forma
la
Pastos
del
quipu
Cardosanto.
Abrojo.
Centaura.
Cizaña.
Cardo
penquero.
Cynara
cardunculus.
Paja
teatina.
Lechuguilla.
Dellimum,
cardo
mariano.
Aira
(s.p.)
En
la
enumeración
de
especies
vegetales
se
utilizan
nombres
vulgares
o
científicos
de
las
plantas,
sin
contemplar
un
orden
en
este
aspecto
y,
en
ocasiones,
se
reitera
una
especie,
como
“Cardo
penquero.
Cynara
cardunculus”,
nombre
vulgar
y
científico
de
la
misma
planta,
respectivamente.
Las
hierbas
nombradas
pertenecen
a
diversas
familias;
algunas
poseen
propiedades
medicinales
u
ornamentales,
otras
se
consideran
malezas.8
La
mayoría
de
las
plantas
enumeradas
comparte
la
forma
estilizada
y
las
espinas,
como
también
la
resistencia
del
tallo
y
de
las
hojas,
apropiada
para
la
elaboración
de
un
quipu.
Esta
especificación
de
los
vegetales
utilizados
en
los
quipus
de
la
muestra,
constituye
el
inicio
del
poema
de
Soledad
Fariña,
que
analizaré
a
continuación.
“cardosanto”,
el
poema
de
Soledad
Fariña
Uno
de
los
motivos
recurrentes
en
la
poesía
de
Fariña
es
la
dialéctica
del
sonido
y
del
silencio
en
el
trabajo
del
escritor,
y
la
recuperación
de
ésta
en
la
lectura.
Es
así
como
su
texto
Donde
comienza
el
aire
(2006),
constituye
un
diálogo
poético
con
otros
autores,
en
el
que
se
recrea
el
silencio
del
lector
que
aprehende
la
obra
del
autor.
La
poeta
se
transforma
en
una
lectora,
que
proyecta
en
sus
versos
el
texto
de
otro/a
autor/a.
En
entrevista
con
el
diario
chileno
La
Nación,
Fariña
señala:
“Este
gesto
que
hice
con
toda
la
poesía
y
estos
poetas
es
justamente
meterme
en
el
momento
en
que
cuaja
el
poema
y
se
desliga
del
autor”
(en
García,
2006:
s.p.).
Ante
una
pregunta
por
el
título
de
su
libro:
Yo
nombro
ese
momento
porque
es
el
inicio,
es
cuando
los
poetas
exhalamos
el
poema.
Entonces,
es
donde
comienza
el
poema
de
estos
autores
que
quise
introducirme.
Es
en
ese
lugar
donde
quise
8
“Cardo
santo”,
“cardo
mariano”
o
“cardo
blanco”
son
distintos
nombres
vulgares
para
la
especie
Silybum
marianum,
maleza
europea
que
ha
sido
aprovechada
medicinalmente
por
los
campesinos
chilenos.
“La
gente
del
campo
aprovecha
la
pulpa
de
los
tallos
nuevos
y
tiernos
como
refresco,
parte
de
los
voluminosos
capítulos
morados
para
cortar
leche
y
los
vilanos
como
vomitivos.
Las
manchas
blancas
de
las
hojas,
según
leyenda,
son
gotas
de
leche
que
la
Virgen
dejara
caer
sobre
ellas”
(Mösbach,
1992:
114).
“Abrojo”
es
el
nombre
vulgar
para
designar
a
cardo;
Cynara
cardunculus
es
el
nombre
científico
del
cardo
penquero,
maleza
con
propiedades
medicinales;
asimismo,
la
centaura
también
es
medicinal.
La
paja
teatina
es
una
fibra
vegetal
utilizada
para
la
elaboración
de
artesanías
en
Chile;
la
aira
es
una
planta
ornamental;
la
lechuguilla
es
considerada
maleza
(conocida
también
como
“diente
de
león”),
al
igual
que
la
cizaña.
Busqué
en
varias
fuentes
sobre
botánica
el
término
“Dellimum”,
sin
obtener
resultado;
quizás
es
una
etimología
creada
por
la
autora.
de
fuego
en
tu
boca
en
el
aire
cardosanto
abrojo
centaura.
(p.
30)
El
texto
combina
tipografía
itálica
y
normal,
quizás
emulando
la
forma
de
escritura
de
los
nombres
científicos
y
vulgares
de
las
plantas
en
el
catálogo
Se
mi
Ya.
El
título,
además
de
los
versos
1
y
2,
se
reitera
al
final
del
texto
(vv.
28-‐29),
lo
que
produce
el
efecto
de
un
movimiento
constante
o
cíclico.
Se
emplean
adjetivos
posesivos
(vv.
21-‐26)
que,
según
mi
lectura,
constituyen
una
apelación
a
la
escritora
homenajeada.
Llama
la
atención
el
aspecto
morfosintáctico
del
poema,
pues
la
mayoría
de
los
versos
remite
a
una
concatenación
de
oraciones
copulativas,
que
se
estructuran
con
el
sujeto
“poesía”,
la
forma
verbal
“está”,
que
se
encuentra
implícita,
y
atributos
predicativos
que
varían:
la
poesía
“está”
en
el
aire,
en
el
agua,
entre
otros.
El
poema
abunda
en
sustantivos
y
adjetivos,
que
se
conectan
mediante
preposiciones
y
artículos.
Sólo
aparece
un
verbo
activo
en
forma
explícita,
“escribir”
(v.
17),
acción
que
se
sitúa
en
la
naturaleza,
pero
asimismo
se
refiere
a
la
naturaleza.
Es
decir,
el
soporte
de
la
escritura
es
lo
natural,
“en
el
agua”,
y
la
materia
de
escritura
es
el
agua
(se
escribe
“del
[acerca
del]
agua”).
De
esta
manera,
se
califica
la
expresión
“poesía”
en
el
contexto
del
trabajo
en
general
de
Vicuña,
y
en
particular
dentro
de
la
exposición
Semi
ya.
La
mayoría
de
los
versos
se
puede
leer
como
un
intento
de
situar
la
escritura
poética
de
Vicuña
en
diversos
lugares
y
materiales
vinculados
a
la
naturaleza
y
al
cuerpo
humano.
Formularé
una
clasificación
de
los
sustantivos
que
conforman
los
atributos
predicativos,
a
fin
de
realizar
un
acercamiento
más
completo
al
texto.
La
enunciación
de
elementos
que
podríamos
catalogar
como
“urbanos”
es
escasa:
sólo
“extrema
pared”
(v.
8)
y
“yeso”
(v.
9).
La
poesía
está
“en
el
aire”
(vv.
6
y
27),
y,
en
la
misma
línea,
“en
el
silbo
del
viento”
(v.
22);
“en
el
agua”
(v.
7),
“en
el
llano”
(v.
10)
y
“en
la
gruta”
(v.
15).
En
el
contexto
de
los
cuatro
elementos,
“llano”
y
“gruta”
nos
remiten
a
la
tierra.
Para
completar
el
número
de
elementos,
el
fuego
aparece
dentro
de
un
complemento
del
nombre
(v.
25),
determinante
de
la
frase
“tu
pubis”
(v.
24).
De
esta
forma,
en
una
primera
instancia,
la
poesía
de
Vicuña
se
asocia
a
dos
aspectos:
por
un
lado,
a
la
naturaleza,
y
por
otro
lado,
a
su
propio
cuerpo.
Al
respecto
se
debe
aclarar
que
la
primera
etapa
de
la
poesía
de
Vicuña
(Sabor
a
mí,
1973;
Siete
poemas,
1979;
y
Luxumei
o
el
traspié
de
la
doctrina,
1983)
está
marcada
por
la
autorreferencialidad
y
el
erotismo,
en
una
época
en
que
no
era
frecuente
en
la
poesía
escrita
por
mujeres
en
Chile
la
explicitación
de
las
propias
experiencias
sexuales.
En
el
catálogo
de
la
exposición
de
Vicuña,
las
semillas
se
vinculan
al
cuerpo
femenino,
por
esto,
la
imagen
del
pubis
remite
también
a
la
semilla:
Vulva
geometrizada
toda
semilla
es
una
nave
espacial.
(s.p.)
Otras
partes
del
cuerpo
mencionadas
en
el
poema
de
Fariña
son
mano
(v.
21),
boca
(v.
26)
y
pelo
(v.
23),
a
los
que
también
se
les
atribuye
ser
el
sitio
de
la
poesía.
Estos
elementos
aparecen
intercalados
con
“aire”
y
“fuego”
(vv.
21-‐27).
La
disposición
de
los
sustantivos
sugiere
la
expresión
de
un
cuerpo
femenino
apasionado,
y
de
una
escritura
de
iguales
rasgos.
La
cercanía
de
“boca”
y
“aire”
(vv.
26
y
27)
refleja
la
idea
que
estructura
el
poemario
de
Fariña,
En
amarillo
oscuro
(1994),
iniciado
con
el
epígrafe
de
la
poeta
Blanca
Varela:
“Es
más
que
la
palabra,
es
el
aire
de
todas
las
palabras”,
y
el
trasfondo
del
título
de
Donde
comienza
el
aire,
frase
que
para
Fariña
recupera
el
momento
en
que
el
poeta
produce
el
poema.
A
decir
de
Fariña,
el
aire
es
silencio
y
palabra,
por
tanto,
estos
versos
de
“cardosanto”
se
asocian
al
concepto
de
sonido,
elemento
clave
de
la
muestra
Semi
ya.
Otro
interesante
grupo
de
sustantivos
vinculados
semánticamente
es:
“pajita”
(v.
5),
“pelitos
/
de
oro”
(vv.
11-‐12),
“hilo”
(v.
12),
“trenzas
/
de
lana”
(vv.
13-‐14),
“lienza”
(v.
17),
“hierba
amarilla”
(v.
19)
y
“pelo”
(v.
23).
Estos
sustantivos
y
el
determinante
“de
lana”
se
relacionan
por
su
condición
de
hebras,
posibles
de
ser
entrelazadas
y
tejidas.
Dos
de
estos
sustantivos
⎯“pajita”
y
“hierba
amarilla”⎯
son
vegetales;
“hilo”,
trenzas
de
lana”
y
“lienza”
pertenecen
al
ámbito
de
las
fibras
utilizadas
en
la
costura
y
el
tejido;
“pelitos
de
oro”
y
“pelo”
se
vinculan
al
cuerpo
humano;
no
obstante,
sólo
“pelo”
remite
al
cuerpo
femenino
aludido
en
el
texto,
determinado
por
el
adjetivo
posesivo
“tu”.
En
el
contexto
del
catálogo,
la
frase
“pelitos
de
oro”
remite
más
bien
a
los
quipus
de
la
exposición,
elaborados
con
fibras
vegetales
delgadas
y
amarillas.
A
partir
del
significado
de
hebra,
se
vinculan
el
cuerpo
femenino,
las
plantas,
los
materiales
de
costura
y
tejido,
junto
con
la
conformación
de
los
quipus;
este
grupo
da
cuenta
de
la
visión
que
Fariña
expresa
de
los
componentes
de
la
escritura
poética
de
Vicuña.
Las
hebras
del
poema
nos
llevan
a
su
inicio
y
también
a
sus
versos
finales,
la
enumeración
de
los
pastos
con
los
que
se
fabricaron
los
quipus.
Es
posible
que,
de
acuerdo
al
desarrollo
del
poema,
los
nombres
de
los
pastos
constituyan
alusiones
al
concepto
de
poesía,
de
escritura
e
incluso
de
memoria,
pensando
en
el
significado
del
“quipu
semi
yo”.
Ya
he
mencionado
la
relevancia
del
“hilo”
o
“hebra”
en
la
poética
de
Vicuña,
debido
a
su
asociación
con
la
palabra
poética.
Fariña
recalca
este
rasgo
al
enunciar
que
quien
ejecuta
la
acción
de
escribir
es
la
lienza
(v.
17).
La
poesía
está
en
la
lienza,
que
a
su
vez,
escribe;
este
aspecto
enfatiza
que
la
escritura
es
un
proceso
o
una
acción
cíclica,
que
siempre
vuelve
sobre
sí
misma.
Fariña
reconoce
en
la
poesía
de
Vicuña
un
carácter
metatextual
⎯la
escritura
sobre
la
escritura⎯
que
actualiza
la
memoria
ancestral:
la
naturaleza
sin
intervención,
los
elementos
puros
y
el
cuerpo
desnudo
femenino
conforman
el
texto
poético,
mientras
las
hebras
poetizadas
construyen
el
tejido
de
palabras
e
hilos
de
la
poesía
de
Vicuña
y
de
todo
su
quehacer
artístico.
Tal
es
la
lectura
que
Soledad
Fariña
realiza
de
Semi
ya.
Conclusiones
La
combinación
de
arte,
ecología
y
educación,
retrata
la
intencionalidad
de
la
instalación
Semi
ya
y
la
conciencia
ecológica
de
Cecilia
Vicuña,
quien
se
apropia
de
los
saberes
indígenas
para
generar
una
visión
de
mundo
que
entrega
respuestas
a
las
problemáticas
medioambientales
actuales.
Es
interesante,
además,
el
rol
trascendental
que
la
artista
le
asigna
a
la
figura
del
poeta,
en
tanto
lo
concibe
como
un
ser
privilegiado
capaz
de
comprender
a
la
naturaleza
y
de
ayudar
en
la
transformación
de
paradigmas
sociales,
culturales
y
políticos.
Asimismo,
el
análisis
del
poema
de
Fariña
nos
permite
asistir
a
la
apreciación
de
Semi
ya
por
parte
de
un
poeta,
es
decir,
por
uno
de
estos
seres
llamados
a
renovar
las
mentalidades
actuales.
Fariña
realiza
una
“exégesis
poética”
de
la
obra
de
Vicuña
en
“cardosanto”,
pues
el
poema
nos
remite
a
la
fusión
entre
naturaleza
y
literatura
del
trabajo
de
Vicuña,
así
como
también
a
la
sencillez
de
sus
materiales.
De
esta
forma,
“cardosanto”
recrea
la
superposición
de
los
signos
cuerpo,
naturaleza
y
literatura,
pilares
de
la
búsqueda
poética
vicuñiana,
y
aprehende
la
propuesta
ecológica
de
Semi
ya.
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revista
dedicada
a
la
literatura,
el
arte
y
el
conocimiento,
n°
15-‐16.
LA
POESÍA
DE
OLGA
OROZCO
O
LA
CONTEMPORÁNEA
CONCIENCIA
DE
JOB
Olga
Orozco’s
Poetry
or
Job
Contemporary
Consciousness
SARAH
MARTÍN
LÓPEZ
UNIVERSIDAD
EUROPEA
DE
MADRID
(UEM)
srhmartin@yahoo.es
Resumen:
el
presente
artículo
propone
una
lectura
de
la
obra
poética
de
una
importante
autora
hispanoamericana
contemporánea
y,
más
concretamente,
argentina:
Olga
Orozco.
Desde
una
perspectiva
novedosa,
que
imbrica
poesía
y
conocimiento
a
través
del
relato
de
Job
⎯es
decir,
desde
los
quicios
de
Dios
y
el
Mal
radical,
y
el
controvertido
dilema
de
la
justicia⎯,
se
plantea
una
lectura
de
la
poética
orozquiana
considerando
su
raíz
surrealista,
su
utópica
pugna
con
el
lenguaje
o
el
establecimiento
de
esa
conciencia
de
caída
que
se
halla
en
la
médula
de
su
obra
poética.
Por
medio
de
distintos
poemas
donde
se
realiza
un
continuo
balance
y
un
imposible
equilibrio,
se
muestra
cómo
la
poesía
de
Orozco
está
tan
atravesada
por
el
afán
de
la
analogía
como
por
el
peso
de
la
existencia,
el
paso
del
tiempo
o
la
conciencia
de
muerte.
Palabras
clave:
Orozco,
poesía
hispanoamericana
contemporánea,
lenguaje,
sujeto,
mal
Abstract:
this
article
proposes
a
reading
of
the
poetry
of
an
important
contemporary
Latin
American
author
and,
more
specifically,
an
Argentine
author:
Olga
Orozco.
From
a
new
perspective,
which
interweaves
poetry
and
knowledge
through
the
story
of
Job
⎯that
is,
from
the
threshold
of
God
and
radical
Evil,
and
the
controversial
dilemma
of
justice⎯
a
reading
of
Orozco’s
poetry
arises
by
considering
its
surreal
roots,
its
utopian
struggle
with
language
or
establishing
that
awareness
of
a
fall
which
is
in
the
marrow
of
her
poetic
works.
Through
various
poems
where
a
continuous
balance
and
an
impossible
equilibrium
are
achieved,
it
demonstrates
how
Orozco’s
poetry
is
so
penetrated
by
its
thirst
for
analogy,
by
the
weight
of
existence,
the
passage
of
time
or
the
awareness
of
death.
Keywords:
Orozco,
Latinoamerican
Contemporary
Poetry,
Language,
Subject,
Evil
ISSN: 2014-1130
Recibido: 17/05/2015
vol. 12 | invierno 2015 | 313-323
Aprobado: 31/08/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.239
La poesía de Olga Orozco o la contemporánea conciencia de Job
1
La
“generación
del
cuarenta”
resulta
más
que
problemática,
engañosa:
de
un
lado,
por
la
disparidad
de
influencias,
de
propuestas
y
hasta
de
edades;
de
otro
lado,
porque
muchos
de
los
poetas
comúnmente
asociados
a
este
grupo
no
reafirman
o
configuran
sus
poéticas
hasta
fines
de
los
cincuenta
o
ya
entrada
la
década
del
sesenta.
La
“generación
del
40”
significa
así
el
germen
de
importantes
poetas
contemporáneos
como
Ortiz
o
Pellegrini,
que
siguen
la
estela
de
Matronardi
o
Moliniari,
desde
luego
también
de
Enrique
Molina,
Girri,
pero
también
Vicente
Barbieri,
Wilcock,
Madariaga,
David
Martínez
o
Juan
Carlos
Latorre,
más
que
la
defensa
de
una
concepción
poética
común
por
un
grupo
unido
generacionalmente.
La
propia
Olga
Orozco
lo
explica
como
sigue:
“La
del
40
era
una
generación
que
se
agrupó
con
un
propósito
determinado,
pero
las
ideas
eran
muy
distintas.
Sin
embargo
se
conformó
un
grupo
homogéneo,
pese
a
que
unos
seguían
una
tendencia
neorromántica,
otros
intimista,
y
de
acuerdo
con
esas
mismas
tendencias,
y
con
sus
transformaciones,
entre
los
que
siguieron
puede
verse
no
mucha
semejanza.
El
asunto
de
llamarla
‘generación
del
40’
fue
algo
forzado;
ellos
proclamaban
una
identidad
a
través
de
lo
histórico,
lo
geográfico
y
lo
ideológico;
yo,
en
cambio,
no
tenía
ningún
propósito.
Si
se
daban
coincidencias
eran
por
añadidura,
pero
no
estaba
en
mi
intención.
Si
se
veía
algún
paisaje
de
La
Pampa
en
mi
poesía
era
casual;
se
veía
más
la
infancia,
pero
sin
propósitos
paisajistas
ni
geográficos”
(en
Aliberti,
1985:
3).
En
definitiva,
como
sugiere
Olga
Orozco
y
recoge
Cristina
Piña,
la
generación
del
cuarenta
es
“un
agrupamiento
determinado
por
la
crítica
en
función
de
la
aparición
de
ciertas
revistas
⎯sobre
todo
Canto,
Huella
y
Verde
Memoria
en
el
ámbito
porteño
y
La
Carpa
en
el
Noroeste⎯
pero
en
el
que
sus
miembros
se
resisten
a
reconocerse”
(en
Piña,
1996:
16).
determinada
actitud
con
respecto
tanto
al
lenguaje
⎯y
la
poesía⎯
como
al
conocimiento
⎯y
el
mundo⎯.
A
la
carencia
de
Job,
Dios
responde
con
el
exceso;
al
exceso
de
Dios,
Orozco
responde
con
la
carencia.
Así
se
reanuda
infinitamente
ese
nudo
orozquiano
⎯o
es
más
bien
una
red
que
deja
(entre)ver
sus
agujeros⎯;
así,
reponiendo
hasta
la
extenuación
la
falta,
se
desata
esta
poética
de
la
desaparición,
horadada
también
por
una
romántica
visión
del
fragmento
a
la
vez
que
por
la
surrealista
imaginería
del
sueño;
y,
así,
por
último,
con
la
(re)escritura
⎯con
la
“oración”,
con
su
retorno
perpetuo⎯
parece
ponerse
en
marcha
el
pensamiento,
su
búsqueda
o
su
engranaje,
su
juego
o
su
lapso,
hasta
ponerlo
en
peligro,
o
hasta
extasiarlo
en
sus
bordes:
allí
donde
(re)surgen
las
variantes,
las
alteraciones
y
las
alternativas
de
la
“razón”,
el
esoterismo,
la
magia
y,
sobre
todo,
la
analogía.
La
proyección
tanto
estética
como
personal
de
Olga
Orozco,
poeta
argentina
que
sintoniza
con
la
poética
hispanoamericana
de
los
años
40,
se
reconoce
deliberadamente
unitaria
conforme
al
principio
aglutinador
de
la
analogía.
Como
los
poetas
de
los
40,
la
estética
de
Olga
Orozco
parece
recuperar
en
sus
poemas
la
confianza
en
el
valor
de
representación
del
lenguaje
que
se
había
perdido
durante
las
vanguardias.
Esta
recuperación
se
pretende
mediante
la
función
analógica
de
la
palabra
poética
en
su
capacidad
emuladora
del
principio
creador,
del
“Verbo”,
en
la
tradición
judeocristiana
[…]
Sin
embargo,
la
perspectiva
a
menudo
existencialista
y
trascendente
propia
de
los
escritores
que
publican
en
los
40,
hereda
de
la
vanguardia
el
sentimiento
del
fracaso
del
valor
comunicativo
del
signo
lingüístico.
(Escaja,
1998:
33-‐34)
Como
indica
Tina
Escaja,
la
poesía
de
Olga
Orozco
se
presenta
como
una
bisagra
entre
numerosos
polos
⎯no
obligatoria
y
exactamente
opuestos⎯:
entre
la
tradición
y
la
ruptura
temática
y
formal,
sólo
en
parte
fundada
entre
la
confianza
y
el
descrédito
lingüísticos,
o
entre
el
conocimiento
intuitivo
y
el
no
saber,
igual
que
se
alimenta
y
deja
influir
tanto
por
el
primer
romanticismo
como
por
los
albores
del
surrealismo,
etc.
De
ahí
que
la
propia
Escaja
concluya
algunas
líneas
después
de
lo
citado
que:
“La
‘especie’
a
que
pertenece
Olga
Orozco
parece
escapar
a
cualquier
intento
de
clasificación”
(Escaja,
1998:
35),
subrayando
por
otra
parte
el
⎯ya
indicado⎯
carácter
inclasificable
de
muchas
de
las
poéticas
argentinas
que
parten
de
la
generación
del
40
y
evolucionan
congregándose
en
torno
a
revistas
como
Poesía
Buenos
Aires
en
los
fructíferos
años
sesenta.
También
en
ese
sentido
el
crítico
Julio
Ortega
pone
de
relieve
el
recurso
recurrente
a
la
magia
y
el
rito
como
compensación
a
un
lenguaje
y
una
existencia
sitiados
por
la
ausencia
y
la
ininteligibilidad
⎯asediados
por
tanto
por
la
muerte⎯,
para
terminar
escribiendo
que
“La
rara
Orozco
es
una
surrealista
melancólica”:
abdicar
de
la
esperanza
del
logos
⎯de
hallar
la
puerta
de
lo
real
a
través
del
lenguaje,
como
gozar
del
alquímico
verbo
transformado
en
carne⎯,
por
supuesto
reforzarlo;
y
termina,
en
el
falso
final
⎯que
es
el
verdadero
comienzo⎯
de
la
escritura,
con
idéntica
interrogación
irresoluble
que
deja
tensada
la
paradoja
de,
y
no
solo
entre,
lenguaje
y
mundo:
es
(im)posible
nombrar
y
sin
embargo…,
reunir
a
un
mismo
tiempo
multiplicidad
y
unidad,
inteligible
y
sensible,
y
sin
embargo…
sucede,
termina
sucediendo
(como
en
El
libro
de
Job,
en
el
secreto
perpetuado,
en
el
misterio
definitivo).
Tal
paradoja
o
enigma
constitutivo,
tan
reiterados
al
fin
que
terminan
engarzándose
hasta
resultar
infinitos
⎯asegurando
al
menos
su
eco,
es
decir,
otra
copia,
nueva-‐vieja
analogía⎯,
bascula
en
otro
contrapeso
imposible
y
otra
vez,
sin
embargo,
real:
aquel
que,
apoyado
en
el
verso
“Hemos
ganado.
Hemos
perdido”,
invalida
la
lógica
binaria,
paradójica,
exclusiva,
la
única
cuyo
poder
radica
en
mostrarse
aparentemente
capaz
de
cerrar
definitivamente
la
escritura,
la
reflexión,
el
sentido
para,
en
cambio,
poner
en
circulación
un
sistema
de
balanzas
mucho
más
precario,
provisional,
inestable,
que
de
circunstancial,
dinámico
e
incierto
descentra
permanentemente
tanto
el
discurso
como
la
existencia,
y
por
supuesto
sus
significados.
Este
es
otro
de
los
parámetros
que,
en
estas
balanzas
orozquianas,
se
pone
sistemáticamente
en
juego:
detrás
de
la
problemática
lingüístico-‐
poética
siempre
se
encuentra
el
conflicto
metafísico-‐existencial
(“Nuestro
largo
combate
fue
también
un
combate
a
muerte
con
la
muerte,
poesía”),
si
bien
tras
la
palabra
no
pueda
hallarse
el
mundo
(“…
y
ni
un
solo
temblor
que
haga
sobresaltar
las
mudas
piedras”).
Tal
enfrentamiento
con
los
límites
del
lenguaje
en
el
umbral
del
conocimiento
no
constituye
un
mero
experimento
estético
⎯en
realidad,
no
hay
manifestación
artística
que
pueda
serlo⎯,
es
un
lance
peligroso
y
real.
Orozco
afirma
literalmente
que
le
ha
ido
la
vida
en
ello:
como
en
Job,
el
conocimiento
está
ligado
al
dolor
y
a
la
vida,
y
la
actitud
ante
ello
conlleva
por
supuesto
implicaciones
éticas.
La
poética
orozquiana
se
erige
entonces
entre
un
cúmulo
de
(im)posibilidades,
movimiento
indeterminado
y
hasta
indeterminable
del
que
apenas
conservamos
o
entrevemos
algunas
huellas:
de
origen
y
destino
forzosamente
desconocidos,
misteriosas,
endebles,
fluctuantes.
La
poesía
de
Olga
Orozco
va
a
realizarse
también
en
esa
sombra
típicamente
lingüística
⎯“sombra
de
sombra
en
que
se
alejan
las
palabras”⎯,
tópicamente
romántica
⎯“humaredas
errantes
exhaladas
por
la
boca
del
viento”
(Orozco,
1998b:
113)⎯.
De
infinito
a
infinito,
poco
a
poco
liberará
el
reclamo,
la
creencia
o
la
utopía
jobiana
que,
paciente
pero
obstinada,
interroga
el
rumbo
y
se
opone
tanto
a
la
injusticia
como
al
sinsentido,
guiada
por
la
distancia,
la
interrupción,
la
lejanía,
de
las
correspondencias
y
de
las
palabras.
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