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Interpretaciones

El nacionalismo podría entenderse como un concepto de identidad experimentado


colectivamente por miembros de un gobierno, una nación, una sociedad o un territorio
en particular. Los nacionalistas se esfuerzan en crear o sustentar una nación basada en
varias nociones de legitimación política. Muchas ideologías nacionalistas derivan su
desarrollo de la teoría romántica de la "identidad cultural", mientras que otros se basan
en el argumento liberal de que la legitimidad política deriva del consenso de la
población de una región.

Los primeros precedentes del nacionalismo comienzan a aparecer en el siglo XVIII,


pues hasta ese momento, la idea de nación, tal y como se concibe en la actualidad, no se
había formulado. Hasta ese momento, las identidades colectivas basadas en la religión o
en ser súbditos de un mismo rey, prevalecían sobre las étnicas. En la Revolución
francesa se utilizará el término nación como sinónimo de ciudadano, es decir, la nación
ya no está personificada en la figura del monarca, pues la nobleza es un cuerpo ajeno a
la nación: la nación es el tercer Estado.

Ciertos teóricos, como Benedict Anderson, han afirmado que las condiciones necesarias
para el nacionalismo incluyen el desarrollo de la prensa y el capitalismo. Anderson
también afirma que los conceptos de nación y nacionalismo son fenómenos construidos
dentro de la sociedad, llamándolos comunidades imaginadas. Ernest Gellner añade al
concepto: "el nacionalismo no es el despertar de las naciones hacia su conciencia
propia: inventa naciones donde no las hay".7

Evolución del nacionalismo


En Europa del este, la idea de Estado Nación se afianzó especialmente con el tratado de
Westfalia (1648), que es considerado el origen del concepto de soberanía nacional. Tras
el Tratado, el nacionalismo continuó siendo un fenómeno elitista. Sin embargo, fue
durante el siglo XIX cuando se propagó ampliamente y ganó popularidad. Desde
entonces, el nacionalismo ha dominado las políticas europeas y mundiales. Muchas de
las políticas europeas del siglo XIX pueden ser vistas como luchas entre antiguos
regímenes.

En Asia, a finales del siglo XIX las ideas nacionalistas habían comenzado a expandirse.
En la India, el nacionalismo incentivó el fin del dominio británico. En China, el
nacionalismo justificó al Estado chino, que se encontraba enemistado con la idea de un
imperio universal. En Japón, el nacionalismo fue combinado con el excepcionalismo
japonés.

La I Guerra Mundial marcó la destrucción definitiva de varios Estados multinacionales


(el Imperio otomano, el Imperio austrohúngaro y, en cierta medida, el ruso). El tratado
de Versalles fue establecido como un intento por reconocer el principio de
nacionalismo, ya que gran parte de Europa fue dividida en naciones-Estado en un
intento por mantener la paz. Sin embargo, muchos Estados multinacionales e imperios
sobrevivieron. El siglo XX fue también marcado por la lenta adopción del nacionalismo
por todo el mundo con la destrucción de los imperios coloniales europeos, la Unión
Soviética y varios otros Estados multinacionales menores.8
Simultáneamente, particularmente en la segunda mitad del siglo, fuertes tendencias
antinacionalistas han tenido lugar, siendo en general destacables las manejadas por
élites. La actual Unión Europea está actualmente transfiriendo poder del nivel nacional
a entidades locales y continentales. Acuerdos de comercio, tales como NAFTA y
GATT, y la creciente internacionalización productiva debilitan también la soberanía del
Estado-nación.

Formas de nacionalismo
Nacionalismo centrípeto (o integrador)

Artículo principal: Nacionalismo de primera generación

Es el que pretende la unificación nacional de las poblaciones con características


comunes que habitan en distintos Estados, donde pueden ser minorías nacionales y por
tanto en esos Estados constituyen nacionalismos centrífugos (es el caso del
nacionalismo kurdo), o bien ser Estados nacionalmente homogéneos pero separados (es
el caso de las unificaciones de Italia y Alemania9 en el siglo XIX, aunque en ambos
casos el solapamiento con el Imperio austrohúngaro complica la definición). En
América Latina, se da el caso del nacionalismo iberoamericano, propuesto por
personajes históricos como Simón Bolívar, Francisco de Miranda, José de San Martín,
José Miguel Carrera, Joaquín Edwards Bello, Manuel Baldomero Ugarte y Jorge
Abelardo Ramos, que históricamente se opone a la desintegración de la Patria Grande y
aboga por su reunificación, entre otros puntos.

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