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Yucra Mamani Juan Carlos

BIOGRAFIA DE AUGUSTE DREYFUS


Auguste Dreyfus nació en la villa de Wissembourg, departamento del Bajo Rhin, en Francia.
Sus padres fueron Eduard Dreyfus y Sara Marx, ambos judíos. Sin embargo, Augusto, a los
17 años de edad, se convirtió al catolicismo.
Acompañado de su hermano León, quien era médico, llegó a Lima, la capital del Perú, en
1857 o 1858. Ambos se dedicaron a la venta de joyas y telas en un almacén ubicado en la
calle del Correo. El volumen de sus importaciones llegaba a los cien mil francos anuales.
Pronto se ganó un lugar en la alta sociedad limeña. El 18 de agosto de 1862 contrajo
matrimonio con Sofía Bergmann, hija de un próspero hombre de negocios de Lima.
Mientras tanto, en París, sus hermanos Jerónimo, Isidoro y Próspero Dreyfus, con un capital
exiguo, habían fundado en 1852 la Casa Dreyfus y Hermanos, con el propósito de exportar
telas y otros productos al Perú. En 1859 Augusto Dreyfus fue incorporado a esta sociedad,
tras convencer a sus parientes de las ventajas de ampliar el capital y diversificar las
operaciones. Comenzó como socio minoritario con 55.000 francos, mientras que Próspero
contribuyó con 360.000, Jerónimo con 120.000 e Isidoro con 65.000. Esta segunda
sociedad se disolvió a fines de 1863. Isidoro y Augusto quedaron como únicos dueños del
negocio. En 1864 ingresó a la sociedad León, el hermano médico, quien en 1866 reemplazó
a Isidoro. Esta tercera compañía terminó en 1869. A partir de ese momento, Augusto se
convirtió en la figura preponderante de la empresa, debido a su gran habilidad y
perseverancia para los negocios.
Se dice que por casualidad llegó sus manos los documentos de una casa consignataria
dedicada al comercio guanero, percatándose entonces de que podía obtener enormes
ganancias comerciando con el guano de islas, entonces de mucha demanda en el mercado
internacional por sus propiedades fertilizantes. Ante la prometedora perspectiva, Dreyfus
formó en París un sindicato financiero con un capital de 60 millones de francos, de los
cuales 22 millones y medio fueron aportados por la Sociedad General, entidad bancaria con
sede en la capital francesa. También hubo en esta empresa accionistas peruanos, como
Andrés Álvarez Calderón, que participó con 6 millones de francos.
Con dicha sociedad encabezada por Dreyfus, el gobierno peruano suscribió el 5 de julio de
1869 el célebre Contrato Dreyfus, cuyo artífice fue Nicolás de Piérola, el ministro de
Hacienda del presidente José Balta. Según este contrato, Dreyfus compraría dos millones
de toneladas de guano, valorados en 73 millones de soles, que debía abonar a razón de
700.000 soles mensuales; al mismo tiempo se comprometía a dar al estado peruano un
adelanto de dos millones de soles, comprometiéndose, además, a cubrir el servicio de la
deuda externa peruana que ascendía a cinco millones de soles anuales.
Gracias al contrato Dreyfus, el estado peruano pudo aliviar temporalmente su escasez de
fondos, y contando con este respaldo, concertó con la Casa Dreyfus millonarios préstamos
a cuenta de las futuras ganancias del guano. Ese dinero prestado se usó especialmente en
la construcción de ferrocarriles y en obras públicas. Pero esa situación de bonanza no duró
mucho, debido a la caída del precio del guano, que empezó a sufrir la competencia del
salitre. Para 1872, el Perú tenía una de las mayores deudas públicas del mundo.
El contrato Dreyfus, a la larga, resultó nefasto para la economía peruana. A partir de 1873,
Dreyfus dejó de enviar las remesas mensuales al Estado peruano, porque, según sus
Yucra Mamani Juan Carlos

informes, todos los ingresos del guano solo alcanzaban para cubrir el pago de la deuda
externa. A la postre dejó también de pagar los servicios de esta deuda, y aún más, comenzó
a desprestigiar al Perú en la bolsa europea, lo que originó el descenso de la cotización de
los títulos peruanos; para diciembre de 1873, los bonos de la deuda externa se cotizaban
en el mercado europeo en un 49% de su valor nominal. En 1874, Dreyfus llegó a un acuerdo
con el Estado peruano, comprometiéndose a pagar los servicios de la deuda externa en
tres semestres (julio de 1874, enero de 1875 y julio de 1875). Finalizado el último pago, el
Estado reasumió sus obligaciones como pagador directo, y finalmente, en 1876, reasumió
su derecho a vender con su propia cuenta el guano de islas. Quedó así derogado el contrato
Dreyfus, aunque después se supo que la empresa del judío francés había vendido 360.000
toneladas de guano más de lo pactado.
Pese a los esfuerzos de revertir la situación que hicieron los sucesivos gobiernos de Manuel
Pardo y Lavalle y Mariano Ignacio Prado, la crisis económica arreció en el Perú, deviniendo
en bancarrota, justo en el momento en que este país necesitaba urgentemente armarse
para equilibrar el poderío bélico que iba ganando Chile, nación que por entonces llevaba
adelante su política expansionista en el litoral boliviano y amenazaba el sur peruano, todos
ellos territorios ricos en guano y salitre.
Bajo la dictadura de Nicolás de Piérola, en plena Guerra del Pacífico, el estado peruano
volvió a dar a Dreyfus el monopolio del comercio del guano peruano (1880). Pero el nuevo
contrato no se cumplió, pues ya por entonces los chilenos ocupaban los depósitos
guaneros.
Yucra Mamani Juan Carlos

SIGNIFICADO HISTORICO DEL GUANO


A partir de 1845, con la llegada de Ramón Castilla a la presidencia, el Perú inició un período
de relativa calma política debido a que ahora los gobiernos gozaron de un ingreso
económico inesperado: el guano de las islas. La exportación de este famoso fertilizante se
hizo posible a la gran demanda de Norteamérica y Europa por elevar su producción agrícola
debido al crecimiento demográfico.
Hasta el estallido de la Guerra con Chile (1879) el Perú exportó entre 11 y 12 millones de
toneladas de guano que generaron una ganancia de 750 millones de dólares. De ellos el
estado recibió como propietario del recurso el 60%, es decir, una suma considerable para
convertirse a través de inversiones productivas en el principal agente del desarrollo
nacional.
Si calculamos la importancia del guano en la economía de la época podríamos decir que,
cuando Castilla hizo el primer presupuesto para los años 1846-1847, la venta del fertilizante
representaba el 5% de los ingresos totales; años más tarde, entre 1869 y 1875, el guano
generaba el 80% del presupuesto nacional. Con esta inusual bonanza, luego de 20 años
de anarquía y estancamiento, se podía recuperar el tiempo perdido: atraer la inversión e
iniciar una vasta política de obras públicas para modernizar al país.
El resultado final no fue tan alentador. El dinero generado por el guano fue destinado a
rubros casi improductivos: crecimiento de la burocracia, campañas militares, abolición del
tributo indígena y de la esclavitud, pago de la deuda interna y saneamiento de la deuda
externa. Solo la construcción de los ferrocarriles y algunas inversiones en la agricultura
costeña (caña de azúcar y algodón para la exportación) escaparon a este desperdicio
financiero.
Hacia 1870 las reservas del guano se habían prácticamente agotado y el Perú no estaba
preparado para este colapso, cargado como estaba con la deuda externa más grande de
América Latina (37 millones de libras esterlinas). Fue entonces que el país pasó, como
tantas veces en su historia, de millonario a mendigo, sin nada que exhibir en términos de
un progreso económico. El Perú no había podido convertirse en un país moderno con
instituciones civiles sólidas.
La razón de este fracaso ha sido explicada por la falta de una clase dirigente. Tanto los
militares como los civiles surgidos bajo esta bonanza no pudieron elaborar un proyecto
nacional coherente. Dirigieron su mirada hacia el extranjero, apostaron por el libre comercio
y compraron todo lo que venía de Europa arruinando la escasa producción o “industria”
local. Con muy pocas excepciones se convirtieron en un grupo rentista sin vocación por la
industria.
En especial los civiles no habrían podido convertirse en una “burguesía” decidida,
progresista o dirigente. Aunque, como ya hemos mencionado, hubo al interior de esta élite
gente que, como Manuel Pardo, imaginaron un desarrollo alternativo para el país. Pardo
fundó el Partido Civil y en 1872 se convirtió en el primer presidente que no vestía uniforme
militar. Su programa insistía en la necesidad de institucionalizar el país, fomentar la
educación y construir obras públicas. Ya en el poder poco es lo que pudo hacer: el país se
encontraba ahogado en su crisis debido al derroche de los años anteriores.
Yucra Mamani Juan Carlos

Lima y la costa se beneficiaron de la bonanza guanera. El resto del país, esto es, los grupos
populares y las provincias del interior, vivieron al margen de esta “prosperidad falaz”
continuando en un mundo arcaico, especialmente la población andina. En 1879, quebrado
y dividido, el Perú tenía pocas posibilidades de salir airoso en la Guerra del Pacífico.

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