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El tiempo es un conjunto de posibilidades y restricciones que se contraponen.

Somos
ese automóvil en el tráfico con la capacidad de acelerar a 200 km/h, la mente de
millones de arquitectos que no tienen recursos ni espacio para construir o la
necesidad de preservar y respetar que se contrapone a las ganas de producir cosas
nuevas.

En el contexto de una tradición teórica moderna, gobiernos, instituciones y personas


de distintos ámbitos, han desarrollado utopías urbanas con el objetivo de crear
mejores condiciones de vida, en donde la organización racional de las actividades
sociales en áreas específicas consolide a la idea de un futuro “mejor” para las
sociedades.

Una radicalización de esta utopías urbanas ha constituido, por un lado, una disciplina
encargada de la planeación racional de las ciudades, creando muchas definiciones de
la forma física de los espacios urbanos, ocasionando que las construcciones sociales
se hayan tenido que adaptar a espacios predeterminados; por otro lado, en nombre
de este ideal utópico, espejo de valores éticos y políticos, estas visiones son la
perfecta excusa para la segregación social y la discriminación.

En las últimas décadas, las utopías urbanas han confrontado nuevos retos en orden
de atender las dinámicas sociales, económicas, políticas y culturales, en donde la idea
de globalización enmarque la vida cotidiana.

El uso alternativo de lo rígidamente planeado es una muestra de que las


construcciones sociales no solo se han adaptado a entornos pre configurados, sino
que han tenido la capacidad de construir significado, de crear espacios representados,
cuestionados e invertidos en forma simultánea, conformando un comportamiento
heterotópico que nos permite localizar a las sociedades contemporáneas en entornos
altamente flexibles en términos de espacio y tiempo; sociedades que han optado por
una decisión ideológica en donde la definición de los espacios depende de las
especificas circunstancias del presente.

La arquitectura latinoamericana representa las dos caras del espejo en el que se


refleja el usuario y las contradicciones que lo habitan. Al buscar casos polémicos de
arquitectura en Chile, la lista se torna infinita, descubriendo casos como el polémico
regalo de Niemeyer que Valparaíso rechazó o los proyectos de Le Corbusier en Chile
que nunca se concretaron porque se disputaba una pelea entre prejuicios y hábitos
establecidos.

¿Cómo reflexionar o por lo menos hacer honor a lo perdido sin ahogarnos en nostalgia
y evitar los prejuicios que entorpecen el cambio?

La polémica parece inevitable: somos pocos quienes pensamos que reconocer y


construir estos íconos es necesario, los demás se aferran a imaginar que podría existir
una manera de trabajar en otros sitios y evitarlo.

No podemos aferrarnos al cambio, pero siempre podemos preguntarnos porqué ahí


y no al lado, porqué de esta manera y no de otra: ¿Por qué Valparaíso negó el
proyecto de Niemeyer y aceptó otro edificio?

Comienzo a pensar que el paradigma de la arquitectura latinoamericana se define por


el delicado equilibrio entre quienes quieren hacer algo y aquellos que buscan
impedirlo. Frente al dilema, me quedo con las palabras que Octavio Paz pronunciaba
en el Pachuco y otros extremos: “Incapaces de asimilar una civilización que, por lo
demás, los rechaza, los pachucos no han encontrado más respuesta a la hostilidad
ambiente que esta exasperada afirmación de su personalidad”; pasa lo mismo con los
nuevos objetos urbanos arquitectónicos latinoamericanos, afirmando su lugar en la
ciudad.

Bienvenido sea el cambio, bienvenidas las epifanías de torres y explanadas que


ofrecen un mundo sin contexto donde las fachadas penetran el suelo, las calles que
los dividen desconocen la escala humana, las ventanas no abren, la naturaleza es
sintética y los vacíos se desplantan sobre el desierto. Bienvenido a la arquitectura de
revista.

La arquitectura de revista es cara, al público parece gustarle, la necesidad debe


satisfacerse. Se desea, se comisiona, se diseña, se construye, se promueve, se
aplaude…

Nos enteramos como se financian estas obras, nos espantamos, sigue el ciclo, crece
el morbo, la belleza justifica lo que sea, nos olvidamos, deseamos, proyectamos…

¿Las obras similares cuentan historias parecidas? Difícil saberlo, la oferta responde a
la demanda. ¿Valdrá la pena imaginarlo?, ¿Juzgarlo? No lo sé.
¿Hubo engaño alguna vez? La revista gana, el público que pierde por un lado se
satisface por el otro, el show continúa, el flujo de recursos también. Las grandes
compañías se encargan de reducir absolutamente todo a un módulo repetitivo como
lo son los edificios residenciales actuales.

El resto, se irá degradándose con mayor intensidad en la medida en que la capacidad


de querer crear una identidad y calidad sea desplazada por la exigencia de ofrecer el
mínimo y vender al máximo, un claro ejemplo es toda la zona residencial alrededor
del próximo extinto Parque Almagro.

Jean Nouvel decretó que ser arquitecto en el siglo XX consistía en inventar lo real a
partir de la tabula rasa, mientras que, en el siglo XXI la práctica urbano arquitectónica
debería entregarse a manipular la realidad.

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