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Reseña del Texto:

Simmel, G.,“La metrópoli y la vida mental” en Sobre la individualidad y las formas sociales;
Escritos escogidos, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires,
2002 [1903],pp. 388-402.

“La metrópoli y la vida mental” es un texto de 1903 escrito por Georg Simmel, uno de los
fundadores de la sociología en Alemania. Simmel expresa gran interés en el estudio la vida urbana,
y su obra se ve influenciada por el psicoanálisis y la filosofia. El momento en el que se escribe este
articulo, Alemania (y Europa en general) se encuentra en el proceso de industralización. Es un
momento de cambios en las relaciones y funciones sociales. Simmel busca analizar y evidenciar
cómo la vida en las grandes ciudades afecta sobre la personalidad de sus habitantes, en constante
comparación con la vida en el campo o en pueblos pequeños.

El texto comienza estableciendo “la resistencia del individuo a ser nivelado y consumido en un
mecanismo técnico-social”(p. 388) como el origen de los principales problemas de la vida moderna.
En la ciudad, la individualidad del ciudadano se ve amenazada. Esta individualidad se trabajará
como una especie de tipo ideal, al que llama la vida metropolitana. Con la división técnica del
trabajo, crece la interdependencia y la necesidad del intercambio constante con otros individuos. El
hombre metropolitano cambia de ámbitos y temporalidades todo el día. La constante aparición de
estímulos breves y cambiantes en la metrópolis tiene como efecto el acrecentamiento de la vida
nerviosa. La ciudad exige una incesante adaptación estos estímulos, lo cual consume más
conciencia. Estos cambios generan lo que Simmel identifica como un carácter “intelectualista” que
tiene la vida urbana, el cual fuerza al hombre metropolitano a operar y relacionarse por medio de la
razón, del calculo. Este tipo de individuo se diferencia de aquel que lleva una vida rural en varios
factores. El individuo de campo o de ciudades pequeñas no tiene tanta dependencia en el otro, es
más autosuficiente. Por lo tanto, sus relaciones humanas no son tan frecuentes como en la
metrópoli, pero estas son con mucho mayor interés en el otro como persona, tiene “relaciones
conforme a la sensibilidad” (p.389).

Simmel afirma “nadie sabría decir si primeramente aquella constitución anímica intelectualista
exigió la economía monetaria o si ésta fue el factor determinante de aquella. Solo es seguro que la
forma de la vida metropolitana es el suelo mas abonado para esta interacción.”(p.391). Si bien el
individuo metropolitano depende del trabajo del otro, ese otro no le interesa como individuo, como
persona. El dinero es la herramienta esencial para la vida metropolitana, ya que establece
equivalencias en el valor del trabajo de cada uno, pero mantiene las relaciones completamente
impersonales. Si bien hay más contacto e interacción entre individuos en la metrópoli, también hay
mayor distancia espiritual. La vida metropolitana sería imposible si se tratara de establecer vínculos
emocionales con todas las personas que se interactúa. El urbanita se ve obligado a adoptar una
actitud de reserva ante los demás, a recurrir a la antipatía, y probablemente a causa de su inmersión
ciega en la economía monetaria no tenga interés en identificar las diferencias entre las cosas (ni
entre las personas). Es por esto que Simmel dice: “Quizá no haya ningún otro fenómeno anímico
que esté reservado tan incondicionalmente a la gran ciudad como la indolencia.” (p.392)

Simmel reconoce que estas condiciones del ciudadano le confieren de algún modo una libertad que
no posee el habitante de la pequeña ciudad, ya que “el habitante de la metrópoli es “libre” en
contraposición con las pequeñeces y prejuicios que comprimen al habitante de a pequeña
ciudad” (p.397). La metrópoli presenta una clara ambigüedad según expone Simmel, ya que si bien
en cierta manera privan al ciudadano de interacciones que traspasen lo superficial y funcional, el
individuo está ante una libertad inimaginable en cuanto a las posibilidades de vida. La pequeña
ciudad “ponia al individuo particular barreras al movimiento y relaciones hacia el exterior, a la
autonomía y a la diferenciación hacia el interior, bajo las cuales el hombre moderno no podría
respirar”(p.396), mientras que “La esencia mas significativa de la gran ciudad reside en este tamaño
funcional mas allá de sus fronteras físicas”. En la gran ciudad, en gran parte gracias a la división tan
grande del trabajo y la especialización, el individuo se puede distinguir puede marcar su
singularidad más que nunca.

Teniendo en cuenta los fenómenos mencionados, se puede identificar una fuerte ambigüedad en la
vida metropolitana. Por un lado, esta divide a los individuos como nunca, oprimiendo sus relaciones
espirituales al punto de volverse impersonales; y genera una gran interdependencia en los mismos.
Por otra parte, la metrópoli, gracias a la división y la interdependencia, otorga al individuo una
libertad de elección de vida que no tendría en ningúna otra sociedad, ademas de permitir la
singularidad del individuo. Si bien esta ambigüedad no es mencionada en el articulo, la frase
“Nuestra manera de interpretar los fenómenos de la vida nos hace sentir en cada punto de la
existencia una pluralidad de fuerzas” (Simmel, Filosofia de la Moda, p.360) afirma que el autor
reconoce el carácter dual de los fenómenos de la vida.

El texto es un interesante análisis de la vida metropolitana, y es llamativo que a pesar de tener más
de 100 años, sus ideas centrales se pueden identificar en la vida metropolitana actual (inclusode
manera mas visible que en 1903). Es notable también que a diferencia de Weber o Durkheim,
Simmel no busque una separación total de la Sociología respecto a otras disciplinas, sino que se
apropia de ellas para enriquecer el texto. Tiene por momentos lecturas filosóficas y psicológicas del
asunto. Además, el hecho de que identifique ciertas características positivas dentro de lo que
aparentemente critica de la vida metropolitana le da mayor legitimidad al texto en mi opinion, ya
que demuestra cierto criterio de imparcialidad, o al menos se puede identificar la “relacion a valor”
de la que habla Weber.

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