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El socio de Lamia, Marco Antonio Rocha, que estaba en Europa en el día en que el
avión se estrelló, se dio cuenta de que el gobierno de su país no lo apoyaría.
Después de acompañar las operaciones de rescate en Colombia, Rocha tomó la
decisión de exiliarse. Se ocultó en Paraguay por algunas semanas y de allí partió a
Estados Unidos, donde pidió refugio.
Una semana antes de la Navidad de 2016, Rocha desembarcó en Miami. Pocos días
después, consiguió que un familiar retirara de Bolivia las pruebas que darían soporte
a la denuncia que presentó a los fiscales federales estadounidenses. En el marco de
una serie de planes de vuelo y otros papeles oficiales, reveló que, al menos diez
veces, fue escalado para pilotar aviones como el BAE (idéntico al Avro que cayó en
Medellín) o el Boeing 727-200 entre Bolivia y Venezuela. Y por tres veces viajó a
Cuba, con escala en Venezuela.
Del total descontrol del contenido de las maletas personales, no había ningún tipo
de registro de la lista de pasajeros. Rocha afirmó que jamás fue entregada o
presentada a las autoridades aeroportuarias de su país o de los países de destino la
relación de quien se había embarcado en la aeronave.
El militar reveló a la DEA que el principal motivo de los vuelos, sin embargo, era el
transporte de maletas diplomáticas con destino a Caracas y La Habana. Él estima
que en cada uno de los viajes realizados se enviaron más de 500 kilos de carga por
parte de las embajadas de los dos países en La Paz. El cargamento siempre llegaba
pocos minutos antes de que el vuelo despegue. Militares cubanos y venezolanos
aparecían en un camión al lado del avión y ellos mismos realizaban el embarque de
la carga. A nosotros, bolivianos, no nos era permitido ni siquiera acompañar la
operación ", dijo Rocha.
El delator explicó que los vuelos, así como partieron de bases militares bolivianas,
también aterrizaban sólo en instalaciones militares en los países de destino. Por el
mayor tiempo en que trabajó haciendo transporte, las "bolsas diplomáticas" fueron
entregadas en la base militar El Libertador, ubicada a 120 kilómetros de Caracas.
Toda la coordinación de desembarque era comandada por tropas chavistas. "Los
militares venezolanos descargaban el material en camiones militares y lo
transportaban a un lugar desconocido. Mientras los subalternos hacían el trabajo
pesado, un oficial coordinaba el abastecimiento del vuelo y entregaba a cada uno de
nosotros 600 dólares, a título de jornal. Rocha dijo que además de los pagos
individuales, los venezolanos también entregaban un paquete de 30 mil dólares, que
debía entregarse a sus superiores, para cubrir los gastos del vuelo.
- Confieso que por un momento fue muy conveniente hacer ese servicio. Imagínese para
un militar que gana menos de 1.000 dólares de salario recibir lo que recibimos por
apenas unas horas de vuelo, dijo Rocha.
El piloto boliviano dijo que, además de él, varios otros militares también
comandaron aviones en operaciones idénticas. El afirmó que el ex capitán Miguel
Murakami, el comandante que murió en el accidente de la Chapecoense, también
fue designado por el gobierno boliviano en la misteriosa ruta. Los datos oficiales de
la Fuerza Aérea Brasileña indican que entre 2009 y 2014 Bolivia usó por 463 veces
el espacio aéreo brasileño para el tránsito de aeronaves militares. En total, los
aviones oficiales bolivianos volaron 91 veces para Venezuela y Cuba. En diciembre
de 2016, el ex senador boliviano Roger Pinto Molina confirmó la historia de Rocha.
Según el político, que estaba asilado en Brasil desde 2013, Murakami - que vendría
a ser su yerno - fue la persona que le había revelado las relaciones del gobierno
boliviano con el tráfico de cocaína.
- El Miki (como Roger Pinto se refería al yerno,)... muchas de las cosas que yo sabía del
gobierno, las sabía por su intermedio. En algún momento, él me llamó y dijo: "Suegro,
algo está pasando. "Ya han ocurrido más de treinta vuelos destinados a Bolivia con una
supuesta carga diplomática". Nadie podía revisar la carga, y él sospechaba. Por un
momento, logró averiguar la carga. Él constató que era cocaína. Eran paquetes de
cocaína que llegaban entre 500 kilos y 800 kilos. Y cuando volvían, algunas veces
traían armas y municiones. Creo que esas armas no fueron para las Fuerzas Armadas,
sino para el tráfico.
El piloto Marco Rocha relata que antes de que la Fuerza Aérea de Bolivia se
empleara en los vuelos de narcotráfico, los propios venezolanos se encargaban de la
ruta de drogas. En los cuatro primeros años del gobierno de Morales, los aviones de
la Fuerza Aérea Venezolana volaron por los cielos de su país sin ningún tipo de
restricción, control o intervención de las Fuerzas Armadas bolivianas. La total
alienación del comando aéreo se había convertido en un problema dentro del país,
que veía la situación como abuso y amenaza. Pero ningún oficial fue capaz de
impugnarla.
Por una casualidad, el día en que Evo Morales y el agregado militar venezolano se
reunieron para tratar de una alternativa para encubrir los vuelos de la cocaína,
Rocha estaba presente en la sala de reunión, designado para hacer la seguridad de
los presentes, ya que la conversación se dio en la base aérea cerca de La Paz.
Morales y un venezolano decidieron rediseñar la operación y en lugar de aeronaves
con matricula venezolana, solo aparatos de la fuerza aérea boliviana cubrirían la
ruta que se llamaría Ruta del ALBA, en referencia al bloque de inspiración chavista,
fundado en 2004, llamado Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América.
- Formalmente, los vuelos eran hechos por la Fuerza Aérea Boliviana, al final los
pilotos éramos efectivamente pilotos militares, y nuestras aeronaves eran propiedad del
Estado Boliviano, pero todos los costos operacionales e incluso la planificación de los
vuelos estaban fuera de nuestro control. El presidente Evo Morales daba su orden
autorizando el vuelo, más quienes daban las directrices eran los venezolanos.
Para sustentar su versión, Rocha detalló a los agentes de la DEA que el coronel
Costanzo se comportaba como superior de todos los militares bolivianos
involucrados en los preparativos de los vuelos. Él afirma que el venezolano era
quien determinaba, incluso, las fechas y las rutas de los vuelos. Una de las
instrucciones más insólitas emitidas por el venezolano era evitar a toda costa el
espacio aéreo colombiano. Para eso, Rocha y los demás pilotos estaban obligados a
saltar de una aeronave a otra cuando estaban sobre el espacio aéreo de Brasil.
Siempre que estaban en la región de San Gabriel de Cachoeira, en el extremo norte
brasilero, los pilotos comunicaban el cambio al control aéreo. Al desplazarse a la
aeronave de la derecha, evitaban sobrevuelos en el país gobernado por un presidente
hostil a los intereses de Caracas.
En los viajes de vuelta, revela el piloto, los aviones bolivianos venían rellenos de
material antimotín, como bombas de gas lacrimógeno, bombas de sonido, cascos,
escudos y balas de goma. También había turriles cerrados, que Rocha, militar
experimentado, sabía que se trata de municiones de armas, cuyo destino, sin
embargo, alega no saber.
El ex militar reveló que cuando tuvo el coraje de conversar con un oficial sobre su
temor de estar realizando algo ilegal fue reprendido.
- ¿No quieres llevarlo? incluso yo mismo puedo pilotar el avión y usted asume las
consecuencias de su insubordinación - le habría dicho un coronel.
Todo el secreto que rodeaba la operación llevó a Rocha a sospechar que él estaba
siendo usado para encubrir crímenes. A finales de 2010, consiguió la brecha
necesaria para averiguar lo que era transportado en las cajas diplomáticas. En La
Paz, Rocha había recibido la instrucción de llevar un cargamento de libros, que
estaban siendo enviados por el embajador cubano, Rafael Dausá Céspedes, a La
Habana. El peso y el volumen del material sugerían que Dausá estaba transfiriendo
una biblioteca entera a su país.
- advertí que había un error, que aquellas cajas no podían ser retiradas de la bodega de
cargas. Pero los oficiales venezolanos me ignoraron y reprendieron con una ferocidad
que ni mis mismos superiores serían capaces de usar contra mí.
- Siempre he sospechado que había algo malo. Y siempre pensé que pudiera estar
transportando droga. Pero para mí era imposible que el alto mando de la Fuerza Aérea
de mi país e incluso el presidente Evo Morales pudiera estar involucrado en una trama
tan surrealista. Cuando vi la cocaína todos los eslabones de una cadena de sospechas
que tenía desde el principio se conectaron, y me di cuenta del tamaño del problema en el
que mis superiores me habían metido.
- El general me tomó del brazo y me dijo: "Ven conmigo". Y no podía imaginar lo que
quería de mí, y lo seguí.
El general Valenzuela se acercó al presidente Evo Morales, que asiste cada año al
evento en la instalación militar, y dijo:
- Señor Presidente, usted ya no puede seguir usando la Fuerza Aérea de Bolivia para
sus suciedades.
Rocha recuerda que llegó a sentir un frío que le congeló la espina; él jamás imaginó
que sería testigo de una escena como aquella. Él recuerda que el presidente Morales
se hizo al desentendido y preguntó qué estaba pasando. Ante la desfachatez del
interlocutor, el general Valenzuela no hizo más rodeos:
Nadie más sorprendido que el propio Valenzuela, el público inundó el ambiente con
un fuerte aplauso, y luego comenzaron las celebraciones rituales. Rocha se alejó
mientras veía al general ser realzado, incapaz de expresar cualquier tipo de
satisfacción.
Después de 22 horas de ese mismo día, Rocha recibió a una delegación de colegas
militares con noticias funestas. El General Valenzuela había sido encontrado
muerto en su casa. El informe preliminar era que el oficial había muerto por asfixia.
Por decisión del general Tito Gandarillas, entonces comandante de la Fuerza Aérea,
el cuerpo de Valenzuela no pasó por una autopsia. Y poco menos de tres horas
después ya estaba siendo velado. Todos los militares que fueron hasta el Museo de
Historia Militar en La Paz para rendir Homenaje a los militares se sorprendieron de
la desgracia.
Mientras los familiares y amigos rendían homenajes ante el cuerpo expuesto, Rocha
comentaba con los presentes sobre la tragedia. Quería recoger testimonios, entender
cómo su desgracia personal se había agravado aún más con aquella muerte.
Un relato, sin embargo, fue definitivo para que él sospeche que la muerte de
Valenzuela podría no haber ocurrido como fue relatado. Inconsolable, la viuda
Eglin Núñez se mostraba arrepentida de haber despreciado al marido frente a los
subalternos, que lo trajeron a casa inconsciente. A las lágrimas se contradecía por
no haber acogido al compañero cuando fue dejado en casa.
Eglin narró que estaba viendo un episodio de novela cuando dos personas
golpearon la puerta llevando al marido. Eran el conductor de Valenzuela y un
hombre que se presentó como asesor del vicepresidente Álvaro García Linera. La
pareja pidió permiso para llevar hasta el cuarto al militar inconsciente, que, según
ellos, había bebido al punto de caer, y que les correspondía la misión de llevarlo a
casa. Mientras entraban, Eglin no interrumpió lo que hacía, y aún maldice: "No
tolero borrachos".
Sólo después de terminado este episodio ella fue hasta la habitación para despertar
al marido. Cuando lo tocó, sintió la temperatura cadavérica, y pasó a golpear a
Valenzuela, sin obtener reacción. La viuda decía creer que, si hubiera acompañado
a su marido hasta el cuarto y cuidado de él, podría haber salvado su vida.
Alrededor, las amigas intentaban consolarla.
- Para mí, fue muerto como una forma de borrar pruebas. Su ejecución se dio por causa
de su indignación ante el presidente.