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TRADUCCIÓN REALIZADA AL LIBRO “HUGO CHÁVEZ O ESPECTRO”

A LAS PÁGINAS 117 AL 126 POR ERICK TRILLO

EL PUENTE AÉREO DE LA COCAÍNA

En 2016, una tragedia llevó al descubrimiento de nuevos nexos que reforzaron la


relación criminal entre los gobiernos de Venezuela y Bolivia. A las 23:15 del 28 de
noviembre, el jet de fabricación británica Avro RJ85 perteneciente a la compañía
boliviana LaMia cayó a unos kilómetros del aeropuerto de Medellín. La aeronave,
que transportaba al equipo de fútbol de Chapecoense, no consiguió llegar al destino
final debido a que hubo una falta de combustible. El avión había despegado de
Santa Cruz de la Sierra con la capacidad máxima de combustible, que le permitía
llegar al destino final, pero sin ningún margen de seguridad, como mandan las
normas internacionales de seguridad de vuelo. Se cree que para hacer economía o
para minimizar el atraso del viaje (el vuelo había partido dos horas después del
horario previsto), el piloto Miguel Quiroga Murakami decidió no hacer una parada
técnica.

La estrategia irresponsable de Quiroga, que también era administrador de la


empresa, resultó en la muerte de 71 personas. Debido a las condiciones extrañas que
llevaran a la caída del avión y al deceso de un equipo de fútbol que ha sido
prácticamente eliminado, en la víspera de disputar una final Latino Americana,
hubo un gran revuelo en todo el mundo.

El gobierno de Evo Morales comenzó un proceso de cacería de brujas como una


manera de eximirse de la responsabilidad de haber aprobado el plan de vuelo
inapropiado y han dado a conocer del despegue de una aeronave que no cumplía
con las normas de seguridad y los requisitos mínimos exigidos para esa operación.
Las autoridades aeronáuticas bolivianas inmediatamente indicaron que la
responsabilidad sería atribuida a Celia Castedo Monasterio, la funcionaria de la
Administración de Aeropuertos y Servicios Auxiliares a la Navegación Aérea
(AASANA), que procesó el plan de vuelo. En el momento en que se utilizó para
encubrir las fallas del sistema aéreo de su país, Celia Castedo huyó a Brasil, donde
presentó una solicitud de refugio. En una carta pública dijo que sus jefes en la
AASANA la presionaron para cambiar sus informes con el fin de omitir la
responsabilidad de la agencia estatal. La actitud del gobierno de Evo Morales hacia
la funcionaria sirvió de ejemplo para los demás involucrados.

El socio de Lamia, Marco Antonio Rocha, que estaba en Europa en el día en que el
avión se estrelló, se dio cuenta de que el gobierno de su país no lo apoyaría.
Después de acompañar las operaciones de rescate en Colombia, Rocha tomó la
decisión de exiliarse. Se ocultó en Paraguay por algunas semanas y de allí partió a
Estados Unidos, donde pidió refugio.

Él estaba convencido de que el gobierno boliviano usaría el accidente como pretexto


para hacer una "quema de archivo". El ex mayor de la Fuerza Aérea Boliviana,
Rocha creía que los conocimientos de las operaciones de narcotráfico realizadas con
amparo oficial de los gobiernos de su país, de Venezuela y de Cuba eran su "seguro
de vida". Pero con la caída del avión, supo que la información que poseía no servía
para su protección, pero podrían representar su sentencia de muerte, o mínimo ir a
prisión.

Una semana antes de la Navidad de 2016, Rocha desembarcó en Miami. Pocos días
después, consiguió que un familiar retirara de Bolivia las pruebas que darían soporte
a la denuncia que presentó a los fiscales federales estadounidenses. En el marco de
una serie de planes de vuelo y otros papeles oficiales, reveló que, al menos diez
veces, fue escalado para pilotar aviones como el BAE (idéntico al Avro que cayó en
Medellín) o el Boeing 727-200 entre Bolivia y Venezuela. Y por tres veces viajó a
Cuba, con escala en Venezuela.

Los aviones empleados en las operaciones, aunque se destinaran al transporte de


pasajeros y cargas, no tenían pasajes disponibles al público.

Los asientos estaban destinados sólo a los funcionarios bolivianos, venezolanos e


iraníes, que transportaban lo que podían en sus equipajes, que no pasaban por
ningún tipo de inspección.

Del total descontrol del contenido de las maletas personales, no había ningún tipo
de registro de la lista de pasajeros. Rocha afirmó que jamás fue entregada o
presentada a las autoridades aeroportuarias de su país o de los países de destino la
relación de quien se había embarcado en la aeronave.

El militar reveló a la DEA que el principal motivo de los vuelos, sin embargo, era el
transporte de maletas diplomáticas con destino a Caracas y La Habana. Él estima
que en cada uno de los viajes realizados se enviaron más de 500 kilos de carga por
parte de las embajadas de los dos países en La Paz. El cargamento siempre llegaba
pocos minutos antes de que el vuelo despegue. Militares cubanos y venezolanos
aparecían en un camión al lado del avión y ellos mismos realizaban el embarque de
la carga. A nosotros, bolivianos, no nos era permitido ni siquiera acompañar la
operación ", dijo Rocha.

El delator explicó que los vuelos, así como partieron de bases militares bolivianas,
también aterrizaban sólo en instalaciones militares en los países de destino. Por el
mayor tiempo en que trabajó haciendo transporte, las "bolsas diplomáticas" fueron
entregadas en la base militar El Libertador, ubicada a 120 kilómetros de Caracas.
Toda la coordinación de desembarque era comandada por tropas chavistas. "Los
militares venezolanos descargaban el material en camiones militares y lo
transportaban a un lugar desconocido. Mientras los subalternos hacían el trabajo
pesado, un oficial coordinaba el abastecimiento del vuelo y entregaba a cada uno de
nosotros 600 dólares, a título de jornal. Rocha dijo que además de los pagos
individuales, los venezolanos también entregaban un paquete de 30 mil dólares, que
debía entregarse a sus superiores, para cubrir los gastos del vuelo.

- Confieso que por un momento fue muy conveniente hacer ese servicio. Imagínese para
un militar que gana menos de 1.000 dólares de salario recibir lo que recibimos por
apenas unas horas de vuelo, dijo Rocha.

El piloto boliviano dijo que, además de él, varios otros militares también
comandaron aviones en operaciones idénticas. El afirmó que el ex capitán Miguel
Murakami, el comandante que murió en el accidente de la Chapecoense, también
fue designado por el gobierno boliviano en la misteriosa ruta. Los datos oficiales de
la Fuerza Aérea Brasileña indican que entre 2009 y 2014 Bolivia usó por 463 veces
el espacio aéreo brasileño para el tránsito de aeronaves militares. En total, los
aviones oficiales bolivianos volaron 91 veces para Venezuela y Cuba. En diciembre
de 2016, el ex senador boliviano Roger Pinto Molina confirmó la historia de Rocha.
Según el político, que estaba asilado en Brasil desde 2013, Murakami - que vendría
a ser su yerno - fue la persona que le había revelado las relaciones del gobierno
boliviano con el tráfico de cocaína.

- El Miki (como Roger Pinto se refería al yerno,)... muchas de las cosas que yo sabía del
gobierno, las sabía por su intermedio. En algún momento, él me llamó y dijo: "Suegro,
algo está pasando. "Ya han ocurrido más de treinta vuelos destinados a Bolivia con una
supuesta carga diplomática". Nadie podía revisar la carga, y él sospechaba. Por un
momento, logró averiguar la carga. Él constató que era cocaína. Eran paquetes de
cocaína que llegaban entre 500 kilos y 800 kilos. Y cuando volvían, algunas veces
traían armas y municiones. Creo que esas armas no fueron para las Fuerzas Armadas,
sino para el tráfico.

Miembro de la oposición boliviana, Roger Pinto Molina se convirtió en persona no


grata para Evo Morales en el momento en que él lo buscó para revelar que sabía de
las operaciones de tráfico de cocaína en aviones militares. Personas cercanas al ex
senador, que murió en un accidente aéreo en agosto de 2017, dicen que él pretendía
usar las informaciones sobre la implicación de Morales con el tráfico de drogas para
presionarlo políticamente. Evo Morales usó el aparato estatal contra el opositor, que
se convirtió en blanco de un proceso por corrupción. Para no ir a parar detrás de las
rejas, el 28 de mayo de 2012, el entonces senador Pinto Molina se refugió en la
embajada de Brasil en La Paz. Esperaba salir libre al día siguiente, pero acabó
viviendo en una de las dependencias de la embajada 453 días, hasta ser retirado en
una operación secreta que lo llevó a Brasil.

El piloto Marco Rocha relata que antes de que la Fuerza Aérea de Bolivia se
empleara en los vuelos de narcotráfico, los propios venezolanos se encargaban de la
ruta de drogas. En los cuatro primeros años del gobierno de Morales, los aviones de
la Fuerza Aérea Venezolana volaron por los cielos de su país sin ningún tipo de
restricción, control o intervención de las Fuerzas Armadas bolivianas. La total
alienación del comando aéreo se había convertido en un problema dentro del país,
que veía la situación como abuso y amenaza. Pero ningún oficial fue capaz de
impugnarla.

Lo que cambió el patrón de la operación de tráfico fue un incidente registrado en


2007. Un avión C-130 de la Fuerza Aérea Venezolana fue pillado en el momento en
que se preparaba para descargar en la ciudad de Riberalta, ubicada en un área de
selva amazónica, próxima a la frontera con Brasil. Una horda de manifestantes
contrarios al gobierno y la creciente injerencia venezolana en el país cercó la
aeronave y pasaron a atacarla con palos, piedras y hasta tiros. Temiendo las
consecuencias del ataque de masa, el piloto venezolano cerró las puertas de la
aeronave y despegó lo más rápido que pudo. Debido a la prisa, el C-130 levantó
vuelo sin que los paquetes vuelvan a ser asegurados, y el movimiento de la carga
causó daños a la máquina, lo que obligó a realizar un aterrizaje de emergencia en la
universidad Brasil. El caso ganó contornos de escándalo. Como gesto de la más
pura camaradería, el gobierno brasileño no inspeccionó el contenido de la aeronave,
pero el susto fue suficiente para que Evo Morales y Hugo Chávez repensaran la
realización de los vuelos.

Por una casualidad, el día en que Evo Morales y el agregado militar venezolano se
reunieron para tratar de una alternativa para encubrir los vuelos de la cocaína,
Rocha estaba presente en la sala de reunión, designado para hacer la seguridad de
los presentes, ya que la conversación se dio en la base aérea cerca de La Paz.
Morales y un venezolano decidieron rediseñar la operación y en lugar de aeronaves
con matricula venezolana, solo aparatos de la fuerza aérea boliviana cubrirían la
ruta que se llamaría Ruta del ALBA, en referencia al bloque de inspiración chavista,
fundado en 2004, llamado Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América.

En esa reunión, en la que se bautizó la ruta y se determinó su inicio inmediato, se


acordó que los costos serían íntegramente cubiertos por Caracas. Evo Morales
designó a su ministro Juan Ramón Quintana como coordinador de la operación.
Rocha afirma, sin embargo, que jamás oyó a Morales u otro miembro del gabinete
hablando explícitamente sobre remesas ilegales o drogas, pero que percibió, por el
grado de involucramiento de Morales en el vuelo, que se trataba de algo estratégico
tanto para Bolivia y para Venezuela.

- Formalmente, los vuelos eran hechos por la Fuerza Aérea Boliviana, al final los
pilotos éramos efectivamente pilotos militares, y nuestras aeronaves eran propiedad del
Estado Boliviano, pero todos los costos operacionales e incluso la planificación de los
vuelos estaban fuera de nuestro control. El presidente Evo Morales daba su orden
autorizando el vuelo, más quienes daban las directrices eran los venezolanos.

Para sustentar su versión, Rocha detalló a los agentes de la DEA que el coronel
Costanzo se comportaba como superior de todos los militares bolivianos
involucrados en los preparativos de los vuelos. Él afirma que el venezolano era
quien determinaba, incluso, las fechas y las rutas de los vuelos. Una de las
instrucciones más insólitas emitidas por el venezolano era evitar a toda costa el
espacio aéreo colombiano. Para eso, Rocha y los demás pilotos estaban obligados a
saltar de una aeronave a otra cuando estaban sobre el espacio aéreo de Brasil.
Siempre que estaban en la región de San Gabriel de Cachoeira, en el extremo norte
brasilero, los pilotos comunicaban el cambio al control aéreo. Al desplazarse a la
aeronave de la derecha, evitaban sobrevuelos en el país gobernado por un presidente
hostil a los intereses de Caracas.

En los viajes de vuelta, revela el piloto, los aviones bolivianos venían rellenos de
material antimotín, como bombas de gas lacrimógeno, bombas de sonido, cascos,
escudos y balas de goma. También había turriles cerrados, que Rocha, militar
experimentado, sabía que se trata de municiones de armas, cuyo destino, sin
embargo, alega no saber.

El ex militar reveló que cuando tuvo el coraje de conversar con un oficial sobre su
temor de estar realizando algo ilegal fue reprendido.
- ¿No quieres llevarlo? incluso yo mismo puedo pilotar el avión y usted asume las
consecuencias de su insubordinación - le habría dicho un coronel.

Todo el secreto que rodeaba la operación llevó a Rocha a sospechar que él estaba
siendo usado para encubrir crímenes. A finales de 2010, consiguió la brecha
necesaria para averiguar lo que era transportado en las cajas diplomáticas. En La
Paz, Rocha había recibido la instrucción de llevar un cargamento de libros, que
estaban siendo enviados por el embajador cubano, Rafael Dausá Céspedes, a La
Habana. El peso y el volumen del material sugerían que Dausá estaba transfiriendo
una biblioteca entera a su país.

Cuando hizo su primera escala en la base El Libertador, a más de 100 kilómetros de


Caracas, Rocha vio que los venezolanos estaban descargando la maleta diplomática
que debía llevar hasta Cuba.

- advertí que había un error, que aquellas cajas no podían ser retiradas de la bodega de
cargas. Pero los oficiales venezolanos me ignoraron y reprendieron con una ferocidad
que ni mis mismos superiores serían capaces de usar contra mí.

Sin salida, se vio obligado a callarse.

Como un resultado de la humillación y la revuelta, Rocha decidió desobedecer las


orientaciones de sus comandantes y su instinto de conservación. Después de
entregar el plan de vuelo en la torre de control de la base militar, vio que las cajas de
libros estaban abandonadas en el hangar. Sin nadie que las vigilase y creyendo que
no sería pillado en su transgresión, rompió el seguro de uno los compartimentos y
vio la carga por primera vez. En lugar de libros había tabletas de cocaína. El militar
afirma haber quedado sin aire. Con una fuerte presión en el pecho, se sentó en la
cabina de mando y necesitó recuperar las fuerzas antes de despegar hacia Cuba.

- Siempre he sospechado que había algo malo. Y siempre pensé que pudiera estar
transportando droga. Pero para mí era imposible que el alto mando de la Fuerza Aérea
de mi país e incluso el presidente Evo Morales pudiera estar involucrado en una trama
tan surrealista. Cuando vi la cocaína todos los eslabones de una cadena de sospechas
que tenía desde el principio se conectaron, y me di cuenta del tamaño del problema en el
que mis superiores me habían metido.

De regreso a Bolivia, Rocha decidió delatar el uso de la Fuerza Aérea de su país


para el tráfico de drogas. Él fue al gabinete del general Germán Valenzuela,
segundo al mando de la Aeronáutica boliviana y comandante del Estado Mayor de
la corporación. Rocha afirma haber contado en detalle lo que vio, así como todo el
histórico de los vuelos de la cocaína. El escogió hablar con Valenzuela por saber que
el comandante no formaba parte del asunto del que participaba un grupo de
generales que se turnaban al mando de la Fuerza. Rocha afirma que el militar oyó
callado y, al fin, prometió una solución.

Pasaron meses y ninguna providencia había sido hecha. El viernes 4 de marzo de


2011, el general Valenzuela sorprendió a Rocha. Los militares estaban reunidos
para una celebración previa de Carnaval. Conocida como Challa, la festividad
tradicional, que se celebra el martes de Carnaval, fue anticipada en la base aérea
próxima a La Paz.

- El general me tomó del brazo y me dijo: "Ven conmigo". Y no podía imaginar lo que
quería de mí, y lo seguí.

El general Valenzuela se acercó al presidente Evo Morales, que asiste cada año al
evento en la instalación militar, y dijo:

- Señor Presidente, usted ya no puede seguir usando la Fuerza Aérea de Bolivia para
sus suciedades.

Rocha recuerda que llegó a sentir un frío que le congeló la espina; él jamás imaginó
que sería testigo de una escena como aquella. Él recuerda que el presidente Morales
se hizo al desentendido y preguntó qué estaba pasando. Ante la desfachatez del
interlocutor, el general Valenzuela no hizo más rodeos:

- Usted tiene que dejar de transportar cocaína en nuestros aviones.

Morales endureció la cara y reprendió al militar.

- Este no es el momento ni el lugar para tratarlo. Conversaremos en otro día.

Y en un pase de magia, la expresión de Morales se derritió, y una sonrisa se


apoderó de su cara. En un contragolpe instantáneo, él tomó la mano del militar que
acababa de enfrentarlo por el mando del tráfico de drogas e hizo un anuncio.

- ¡Todos, atención! Aquí está el general Valenzuela. El próximo comandante de la


Fuerza Aérea de Bolivia!

Nadie más sorprendido que el propio Valenzuela, el público inundó el ambiente con
un fuerte aplauso, y luego comenzaron las celebraciones rituales. Rocha se alejó
mientras veía al general ser realzado, incapaz de expresar cualquier tipo de
satisfacción.

- En ese momento vi cómo la inteligencia de Evo era privilegiada. Además, me di


cuenta de que podría haber muerto en ese momento. Si Valenzuela me entregaba al
gobierno, yo estaría desaparecido.

Mientras todos se embriagaban y adulaban al presidente, Rocha se turbó. Él había


testificado un gesto sin temor por parte del general al que había confiado su vida,
pero al mismo tiempo descubrió que la capacidad de reacción y neutralización de
amenazas por parte de Evo Morales era instantánea. Nacido por la tensión, el
militar no pudo acompañar la borrachera. Se aisló en el canto y se puso a
reflexionar sobre cuál sería su fin.

Después de 22 horas de ese mismo día, Rocha recibió a una delegación de colegas
militares con noticias funestas. El General Valenzuela había sido encontrado
muerto en su casa. El informe preliminar era que el oficial había muerto por asfixia.
Por decisión del general Tito Gandarillas, entonces comandante de la Fuerza Aérea,
el cuerpo de Valenzuela no pasó por una autopsia. Y poco menos de tres horas
después ya estaba siendo velado. Todos los militares que fueron hasta el Museo de
Historia Militar en La Paz para rendir Homenaje a los militares se sorprendieron de
la desgracia.

Mientras los familiares y amigos rendían homenajes ante el cuerpo expuesto, Rocha
comentaba con los presentes sobre la tragedia. Quería recoger testimonios, entender
cómo su desgracia personal se había agravado aún más con aquella muerte.

Un relato, sin embargo, fue definitivo para que él sospeche que la muerte de
Valenzuela podría no haber ocurrido como fue relatado. Inconsolable, la viuda
Eglin Núñez se mostraba arrepentida de haber despreciado al marido frente a los
subalternos, que lo trajeron a casa inconsciente. A las lágrimas se contradecía por
no haber acogido al compañero cuando fue dejado en casa.

Eglin narró que estaba viendo un episodio de novela cuando dos personas
golpearon la puerta llevando al marido. Eran el conductor de Valenzuela y un
hombre que se presentó como asesor del vicepresidente Álvaro García Linera. La
pareja pidió permiso para llevar hasta el cuarto al militar inconsciente, que, según
ellos, había bebido al punto de caer, y que les correspondía la misión de llevarlo a
casa. Mientras entraban, Eglin no interrumpió lo que hacía, y aún maldice: "No
tolero borrachos".

Sólo después de terminado este episodio ella fue hasta la habitación para despertar
al marido. Cuando lo tocó, sintió la temperatura cadavérica, y pasó a golpear a
Valenzuela, sin obtener reacción. La viuda decía creer que, si hubiera acompañado
a su marido hasta el cuarto y cuidado de él, podría haber salvado su vida.
Alrededor, las amigas intentaban consolarla.

Al escuchar el relato, Rocha pronto formateó un escenario siniestro. Valenzuela


había sido asesinado, y su cadáver, entregado en su casa para simular una muerte
accidental.

- Para mí, fue muerto como una forma de borrar pruebas. Su ejecución se dio por causa
de su indignación ante el presidente.

Todavía durante el velorio, el general gandarillas determinó que se prepare el


crematorio y que un helicóptero militar fuese puesto a disposición para esparcir las
cenizas del oficial por el valle de Cochabamba, como era la voluntad de Valenzuela.
En la revelación de la familia el cuerpo se convirtió en polvo antes del almuerzo de
ese sábado de carnaval, desapareció por el aire.

En enero de 2017, Rocha comenzó las negociaciones para convertirse en testigo


protegido de la DEA en una serie de investigaciones que la agencia conduce en
encuestas abiertas por procuradores federales. En una reunión preliminar en Miami,
el boliviano reafirmó a los agentes antidrogas lo que ya había revelado en una
entrevista anterior en suelo paraguayo: que Morales no solamente tenía
conocimiento de los vuelos de cocaína sino que daba la orden ejecutiva para estas
actividades.
En la segunda semana de febrero, Rocha fue convocado para una nueva ronda de
conversaciones con los investigadores, esta vez en Washington. El ex militar ratificó
el testimonio anterior y presentó una serie de nuevos elementos capaces de
comprometer aún más los gobiernos de Morales, Chávez, Maduro y de los
hermanos Castro con el tráfico de cocaína a los Estados Unidos

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