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El método inductivo

Prof. María Natalia Zavadivker

El tema de este apunte es el método inductivo y su aplicación tanto en el contexto de


descubrimiento como en el de justificación. El contexto de descubrimiento se refiere al
modo en que se descubren y formulan las hipótesis y teorías científicas, y pertenecería al
dominio psicológico (ya que se refiere al ámbito privado de las experiencias perceptuales,
psicológicas, motivacionales, etc.. del científico en tanto sujeto particular de conocimiento)
El contexto de justificación alude al modo en que se ponen a prueba las teorías e hipótesis
una vez formuladas, es decir, a las razones que nos permiten justificar o no de manera
concluyente los enunciados científicos, este contexto pertenecería a la esfera lógica, es
decir, al dominio del sometimiento a prueba de las hipótesis científicas con el objeto de
corroborarlas o rechazarlas. Es decir que en esta clase examinaremos la cuestión de la
inducción entendida tanto como un mecanismo psicológico consistente en la operación de
establecer generalizaciones a partir de la experiencia, y como un mecanismo lógico desde el
cual se procura garantizar la validez de los enunciados universales legaliformes obtenidos
como consecuencia de la aplicación de inferencias inductivas.

Dentro del análisis lógico del método inductivo nos referiremos a los siguientes puntos:

- El mecanismo lógico que siguen los razonamientos inductivos, en contraposición a los


razonamientos deductivos

- La concepción inductivista ingenua

- El inductivismo sofisticado y su versión probabilística

- El principio o fundamento de la inducción como premisa adicional implícita en todo


razonamiento inductivo y los problemas para justificarlo

Dentro del análisis psicológico del método inductivo aludiremos a las siguientes
consideraciones:

- La inducción como mecanismo psíquico inherente a la condición humana y animal, tanto


desde el punto de vista teórico (afán de encontrar patrones regulares en el funcionamiento
de los fenómenos) como práctico (papel adaptativo fundamental en tanto proporciona una
guía para la acción práctica sobre la base de la memoria del pasado y la anticipación del
futuro)
- La imposibilidad de que esta se dé en forma pura

Para ilustrar este último punto apelaremos al análisis de las tablas de presencia
propuestas por Bacon como modelo para ejemplificar el modo que opera el método
inductivo en el descubrimiento de hipótesis científicas. A partir de allí inferiremos:

- La imposibilidad de aplicar el método de Bacon a la formulación de hipótesis explicativas


que incluyen términos teóricos.
- La carga teórica previa como criterio para la selección de circunstancias observacionales
relevantes.

- La carga teórica implícita en los propios mecanismos perceptuales.

Para los principales propulsores y defensores del método inductivo, como Bacon y J.
Stuart Mill, este debe ser el método por excelencia de las ciencias empíricas, y es aplicable
a ambos contextos, puesto que se trata de un conjunto de cánones o recetas mecánicas
cuya correcta aplicación debe conducir necesariamente tanto al descubrimiento de las
regularidades presentes en la naturaleza, es decir, a la formulación de leyes científicas,
como a su comprobación y justificación.
Este método se basa en dos supuestos fundamentales abrazados por la tradición
empirista: uno referido al contexto de descubrimiento, según el cual la ciencia comienza con
la observación, y el otro referido al contexto de justificación, que establece que la
observación proporciona una base segura a partir de la cual se puede derivar el
conocimiento.

El mecanismo lógico del razonamiento inductivo

La inducción es un tipo de razonamiento inválido desde el punto de vista lógico,


consistente en establecer la verdad de un enunciado universal sobre la base de la verdad
de un número significativo de enunciados particulares referidos a hechos observables. Estos
enunciados particulares constituirían las premisas del razonamiento, cuya conclusión sería
un enunciado de tipo universal que sostiene que la propiedad presente en cada uno de los
casos observados es extensible a todos los casos del mismo tipo, y por lo tanto a miembros
no examinados de la clase. (Por ej. Juan , Pedro y Pablo están compuestos de células, J.,
P.,y P. son hombres; por lo tanto, todos los hs. están compuestos de células).
Este procedimiento es inverso al procedimiento seguido por los razonamientos deductivos,
los cuales parten (en la mayoría de los casos) de premisas universales en las cuales se
atribuye una propiedad a todo un conjunto de individuos, y se infiere como conclusión la
atribución de esa propiedad a un miembro cualquiera del conjunto. Los razonamientos
deductivos son lógicamente válidos, puesto que, correctamente aplicados, garantizan la
conservación del valor de verdad de la conclusión sobre la base del valor de verdad de las
premisas (si las premisas son V, la conclusión será necesariamente V), pero lo son a costa
de no agregar ninguna información nueva más allá de la ya contenida en las premisas,
puesto que su única función es desplegar la información que ya estaba implícitamente
contenida en las premisas. Los razonamientos inductivos, en cambio, son “ampliatorios”, en
el sentido de que la conclusión agrega una nueva información que no estaba contenida en
las premisas, ya que afirma universalmente, es decir, para todos los miembros de un
conjunto infinito dado, una propiedad presente en una cierta cantidad de individuos
particulares. Pero esta ampliación del conocimiento se hace a costa de sacrificar la validez
lógica de la inferencia inductiva, puesto que no poseemos una garantía desde el punto de
vista lógico de que la conclusión conservará el valor de verdad de las premisas, ya que,
partiendo de premisas verdaderas podemos obtener una conclusión o bien falsa, o bien
meramente probable. De allí se desprende el llamado “problema de la inducción”, o
“problema de Hume” (quien fue el primer filósofo en advertirlo y formularlo): tanto el
conocimiento científico como el conocimiento de sentido común tienen por objetivo
trascender los casos particulares de la experiencia inmediata y postular enunciados
generales legaliformes que den cuenta de la regularidad presente en el mundo fenoménico,
a fín de que podamos desenvolvernos exitosamente en él y anticiparnos a los hechos
futuros. El objetivo de la ciencia no es elaborar teorías e hipótesis acerca de cada entidad o
suceso particular, sino trascender el ámbito heterogéneo y cambiante de los fenómenos
mediante la postulación de leyes universales capaces de subsumir la variedad fenoménica
bajo patrones regulares, universales e invariantes. En este sentido, no podemos prescindir
del recurso a la inducción, pues sólo esta nos garantiza la ampliación de nuestros
conocimientos tomando como base la experiencia, pero este recurso no nos permite de
ningún modo justificar la validez de las leyes universales en tanto conclusiones inductivas.
De entre los distintos sentidos en que se puede entender el término inducción, apelaremos
a una única distinción relevante para los propósitos de esta clase. Una inducción puede ser
de dos tipos:

- Sumativa por enumeración completa. Esta se puede dar en dos casos:

1) Cuando la clase de individuos bajo la cual recae la generalización es una clase finita, por
lo tanto se puede determinar de antemano el universo de individuos a los que vamos a
aplicar la generalización. Ej.:Todas las sillas de esta aula son de madera.

2) Cuando caracterizamos de antemano a un individuo como perteneciente a una


determinada clase en función del establecimiento de una conexión invariante entre el
individuo y la propiedad no obtenida empíricamente, sino racionalmente. Por ej. Para
justificar la V del enunciado “Todos los gatos son mamíferos” no es necesario apelar a la
experiencia y comprobar si efectivamente cada gato observado pertenece a la clase de los
mamíferos, puesto que en la denominación misma de gato está implícita la noción de
mamífero.

- Inducción incompleta problemática (o ampliativa): cuando a partir de la observación


de series de hechos singulares, se infiere un enunciado universal perteneciente a una
clase no restringida o no numerable previamente. Este tipo de inducción requiere
necesariamente de la apelación a la experiencia para el establecimiento de la
generalización, y como los miembros de la clase observada son potencialmente
infinitos (no podemos determinar de antemano su número), la generalización será
necesariamente imperfecta, puesto que será extensible a casos no observados, o su
comportamiento futuro, y el hecho de que haya algún caso particular que no
satisfaga la generalización no es lógicamente imposible.

El inductivismo ingenuo o estrecho

Se han defendido distintas versiones del inductivismo. El inductivismo ingenuo o


estrecho, defendido por Bacon, sostiene que es posible verificar enunciados observacionales
de manera directa, puesto que es posible, e incluso deseable, partir de la observación pura
y desprejuiciada de los fenómenos y registrarlos históricamente por orden de aparición, sin
que este proceso se encuentre contaminado por carga teórica alguna. También es posible
verificar enunciados nomológicos mediante razonamientos inductivos cuyas premisas sean
esos enunciados observacionales verificados. De ahí que a esta variedad de inductivismo se
la llame también “verificacionismo”. La idea es que si hemos observado un número
suficientemente grande de cuervos y todos han resultado negros, la inducción nos garantiza
que todos los cuervos son negros. Dicho así, esto es claramente falso. Acabamos de
recordar, en efecto, que los razonamientos inductivos no conservan la verdad (si la
conservaran serían, por definición, deductivos) y, por lo tanto, no son capaces de garantizar
que todos los cuervos sean negros; es perfectamente posible que el próximo cuervo no sea
negro o que el próximo trozo de metal no se dilate al ser calentado.

El inductivismo sofisticado o probabilístico


En una versión más sofisticada, el inductivismo:

- No se ocupa del “contexto de descubrimiento”, es decir, se limita a tratar de resolver el


problema de cómo se justifica la aceptación de afirmaciones legaliformes, sin preguntarse
cómo se descubren (o se inventan) tales afirmaciones.
- Admite la no-existencia de una observación pura que permita la verificación directa de
enunciados observacionales; se conforma con que haya un conjunto de enunciados
observacionales aceptados (no importa si son puros o están contaminados de teoría ni si se
los ha verificado o sólo confirmado) capaces de servir como elementos de juicio en la
evaluación de hipótesis nomológicas.
- No pretende que se pueda probar la verdad de tales hipótesis sino que es posible
asignarles alguna probabilidad o algún grado de confirmación sobre la base de los
elementos de juicio disponibles. Por eso a esta variante del inductivismo se la llama también
“probabilismo” o “confirmacionismo”. El procedimiento probabilista consistiría en tomar una
muestra representativa y aleatoria e inferir que dicha propiedad pertenecerá a la totalidad
de la población con un cierto grado ‘q’ de probabilidad.
En principio, el inductivismo sofisticado enfrenta dificultades semejantes a las que ya hemos
examinado a propósito de su versión ingenua. Si el conjunto de los cuervos tiene un número
indefinido y potencialmente infinito de elementos, ninguna cantidad de cuervos
comprobadamente negros permitirá asignar una probabilidad distinta de cero a la hipótesis
“Todos los cuervos son negros”.

El fundamento de la inducción

En ambas versiones del inductivismo nos enfrentamos con el problema de que no existe
una base que permita justificar de forma concluyente las operaciones inductivas. Si el
empirismo considera que el adjetivo ‘necesario’ sólo se aplica a las leyes de la lógica, y que
todo enunciado con contenido empírico es fácticamente contingente (es decir es de una
forma pero podría haber sido de otra sin que esto implique ninguna contradicción lógica)
entonces ninguna ley física tiene por qué cumplirse necesariamente, y no tenemos ningún
fundamento que nos garantice la estabilidad de dichas leyes en el futuro. El principio de la
inducción es un enunciado tal que, si se agrega como una premisa adicional tácita o
implícita a cualquier razonamiento inductivo, convierte a este en un razonamiento
deductivo. En otras palabras, cualquier razonamiento inductivo quedaría justificado si
colocamos como premisa mayor un principio referido a la uniformidad de la naturaleza o a la
causación uniforme. Dicho principio que postula la regularidad de los fenómenos es a su vez
una generalización obtenida a partir de un razonamiento inductivo, es decir que la inducción
misma se legitima mediante una prueba inductiva, con lo cual se incurre en una
circularidad, puesto que utilizamos como elemento de prueba el mismo instrumento que
necesita ser justificado.
La prueba inductiva sería la siguiente: Si en un número suficientemente grande de casos
observados el futuro se comportó igual que el pasado, o causas semejantes produjeron
efectos semejantes, o lo que se observó en un fenómeno x se observó en todos los casos
pertenecientes a la misma clase de fenómenos, entonces se concluye que en todos los casos
el futuro será similar al pasado. La conclusión del razonamiento es el llamado principio de la
inducción, que a su vez operará como premisa mayor implícita en cualquier razonamiento
inductivo acerca de hechos particulares.
De este modo, el problema de la justificación de las operaciones inductivas particulares no
hace más que trasladarse al problema de la justificación de este principio de la inducción
que las hace posibles. El filósofo post-kantiano Fries utiliza un razonamiento eliminatorio (el
llamado “trilema de Fries”) en el cual propone las tres únicas justificaciones posibles de
este principio, demostrando que ninguna de ellas es viable. Estas justificaciones pueden ser
de tres tipos: lógica, epistémica o empírica.
- O bien se trata de un principio lógico o analítico, con lo cual el razonamiento inductivo
garantizaría de forma correcta e infalible la conservación del valor de verdad de la
conclusión a partir del valor de verdad de las premisas. Si fuera un principio analítico,
entonces debería poder reducirse a una mera fórmula lógica carente de contenido
semántico. Sin embargo, el principio de la inducción posee un contenido informativo, al
afirmar que la naturaleza funciona regularmente. Por otra parte, las premisas de los
enunciados analíticos, al no agregar ningún contenido informativo, son eliminables sin que
el razonamiento pierda validez, y es claro que eliminando el principio que postula la
regularidad de la naturaleza los razonamientos inductivos pierden validez.

Si se trata entonces de un enunciado sintético, caben dos posibilidades: que sea sintético
a priori, es decir, que se trate de un principio autoevidente y aprehensible por intuición
directa, o que sea a posteriori, es decir, que surja como una generalización a partir de los
datos proporcionados por la experiencia. En el primer caso el principio actuaría como una
especie de condición a priori de nuestra posibilidad de razonar acerca de los hechos
mediante la aplicación de operaciones inductivas al ámbito de la experiencia. Sin embargo
estaríamos ante una petición de principio: dado que la única demostración posible del
principio de la inducción es a su vez una demostración inductiva, debemos contentarnos con
presuponer el mecanismo inductivo como una parte constitutiva de nuestro psiquismo,
tendiente a una aprehensión simplificada del entorno sobre la base del establecimiento de
operaciones generalizadoras. La tercera posibilidad es que se trate de un enunciado
sintético a posteriori que afirma que la inducción será exitosa en todos los casos puesto que
lo fue en un número significativo de casos observados. Pero, como vimos antes, se trata de
una justificación claramente circular en la que el principio de la inducción aparece como
conclusión de un enorme número de razonamientos inductivos para cuya elaboración hubo
que presuponer de antemano la inducción.

Actualmente, algunos epistemólogos proponen una aceptación del principio de inducción


no ya como un principio ontológico, es decir, efectivamente operante en la naturaleza, sino
como un principio epistémico de carácter pragmático según el cual “sería racional
presuponer la uniformidad de la naturaleza” puesto que esta presuposición viene arrojando
resultados exitosos en el terreno de las predicciones científicas, y es racional confiar en un
método que hasta ahora ha dado buenos resultados. Desde estas posiciones se sostiene
que, si bien no podemos justificar lógicamente el principio de la inducción, podemos
justificar racionalmente nuestra conveniencia de obrar y razonar como si diéramos por
supuesto ese principio.

La inducción en el contexto de descubrimiento

Lo que cabe analizar en este punto es:

1) Si existe una actitud psicológica tendiente a establecer generalizaciones partiendo de


casos particulares proporcionados por la experiencia y
2) Si efectivamente éste es el método que utiliza el científico para la formulación de
hipótesis y el descubrimiento de verdades nuevas.

Con respecto al primer punto, pareciera que la inducción es un mecanismo psíquico


inherente a nuestra condición humana (e incluso animal), puesto que tendemos a simplificar
el caudal de datos perceptuales provenientes de la experiencia mediante el establecimiento
de patrones regulares. Esta actitud es aplicable tanto a la búsqueda teórica del
conocimiento, ya que el acto de conocer se relaciona con el intento de hallar una lógica
inherente al funcionamiento de la naturaleza; como al desenvolvimiento práctico en nuestra
vida cotidiana, ya que la capacidad de captar regularidades presentes en la naturaleza
posee un valor adaptativo fundamental, en la medida en que nos permite actuar sobre el
entorno sobre la base de la memoria del pasado y la anticipación del futuro.

Con respecto al segundo punto podríamos afirmar que, si bien la inducción en tanto
mecanismo generalizador consistente en extender una propiedad a toda unas clase, o en
suponer que el futuro se comportará igual que el pasado, o que las mismas causas
producen los mismos efectos, etc. está presente en forma implícita en todo nuestro
conocimiento (ya que aun los conceptos linguísticos mismos, como vamos a ver más
adelante, son el producto de operaciones inductivas), las operaciones inductivas nunca se
dan en forma pura, ni están basadas en una observación neutral y desinteresada de los
fenómenos. Esto se debe a que:

- Nos dirigimos a la naturaleza desde nuestros propósitos y motivaciones previas, y es


desde ellos que la indagamos, es decir, la observación está siempre motivada por un
problema o pregunta que le dirigimos a la naturaleza.

- Toda observación se realiza sobre la base de teorías y prejuicios previos e implica de


antemano una cierta selección e interpretación de los datos.

Para referirme a este asunto aludiré brevemente a las tablas de presencia, ausencia y
grado propuestas por Bacon como método sistemático y mecánico para descubrir verdades
científicas y ponerlas a prueba. El objetivo de la tabla de presencia es hacer aparecer al
entendimiento una regularidad presente en la naturaleza mediante el registro ordenado de
datos provenientes de la observación pura: reemplazaré los términos hecho, naturaleza y
forma empleados por Bacon, por las nociones más modernas y esclarecedoras de hecho,
fenómeno y circunstancia.
Hacia la izquierda, bajo la denominación de ‘hechos’, se registran cada uno de los casos
o ejemplos a observar, los cuales se consignan numéricamente. En el medio de expresa cuál
es el fenómeno o naturaleza común presente en todos esos casos, y hacia la derecha se
enumeran, por orden de aparición histórica y sin ningún criterio previo (puesto que esto
implicaría apelar a nuestros prejuicios y no a los datos en bruto que proporciona la
naturaleza), todas las circunstancias que acompañan la aparición del fenómeno. Si hallamos
una circunstancia común que se repite en todos los casos, dicha circunstancia es la forma
buscada que se liga indisolublemente con la naturaleza del fenómeno. (Por ejemplo,
supongamos que se analizan varios casos de pacientes que sufren de cáncer de pulmón, y
se registran las diferentes actividades realizadas por los pacientes antes de contraer la
enfermedad. Si en todos los casos aparece como circunstancia el hecho de haber fumado,
se puede establecer una correlación invariante entre el acto de fumar y el padecer cáncer).

Este procedimiento inductivo sólo nos permitiría alcanzar hipótesis universales referidas a
enunciados empíricos básicos de primer nivel, es decir sólo nos permite obtener meras
generalizaciones de enunciados empíricos que describen regularidades fenoménicas
asequibles a través de la experiencia directa, pero no nos permitiría realizar un salto a
enunciados de segundo nivel, puesto que estos procuran explicar esas regularidades
fenoménicas constatadas empíricamente mediante el recurso a variables transempíricas, y a
partir de la mera observación de fenómenos que describimos mediante el uso de términos
empíricos no podemos inducir enunciados que contengan términos teóricos (por ejemplo, no
podemos inducir la relación entre masa y aceleración, ambas variables no observables, a
partir de la observación de cuerpos particulares que caen, o no podemos inducir los
principios de la genética mendeliana, que contienen términos tales como ‘factores’ y ‘alelos’,
a partir de premisas en las que sólo figuran términos que hacen referencia a la observación
de rasgos fenotípicos presentes en los seres vivos. Otro ejemplo: si yo tengo como
fenómeno la conducta agresiva observable en un niño, no puedo poner entre las
circunstancias su falta de autoestima, puesto que esta variable no puede ser observada sino
inferida, y para realizar esa inferencia debo contar con hipótesis y teorías previas no
obtenidas mediante observación directa.
Si las hipótesis se desprendieran de manera obvia de los hechos observables, cualquiera
podría realizar descubrimientos científicos con la sola aplicación mecánica de
generalizaciones a partir de los datos, y la empresa científica habría concluido muy
rápidamente.
De hecho el científico nunca considera en forma desprejuiciada e histórica todas las
circunstancias que acompañan la aparición de un fenómeno, sino que selecciona de entre
todas las circunstancias posibles aquellas que considera relevantes para el fenómeno a
investigar, es decir, aquellas que supone que guardan algún nexo causal intrínseco con el
fenómeno. Esta selección de las circunstancias relevantes sólo puede hacerse en función de
alguna hipótesis previa, que a su vez debe relacionarse con un cuerpo de conocimientos
previos (teoría) que le indica cuáles de entre todas las circunstancias posibles que
acompañan la aparición del fenómeno pueden estar ligadas causalmente con él.
Por otro lado las tablas propuestas por Bacon sólo nos permiten constatar una asociación
regular entre fenómenos, pero no proporcionan ningún criterio previo para discernir qué tipo
de asociación o conexión entre fenómenos es la que estamos buscando. Este criterio va a
estar dado por el problema que se plantee el científico, es decir, por el tipo de pregunta que
le haga a la naturaleza. Por ej. dado un fenómeno observable, el científico puede querer
averiguar las causas que lo produjeron, o las propiedades que posee, o las consecuencias
que acarrea, etc. En cada uno de estos casos las circunstancias que deberá apuntar serán
diferentes (por ej.: si tenemos como fenómeno una enfermedad determinada, como la
gripe, las circunstancias asociadas a esta no serán las mismas si el médico quiere
determinar las causas que la produjeron (fuentes de contagio, falta de abrigo, etc.), o los
síntomas que las acompañan (dolor corporal, fiebre, dolor de garganta,etc.), o las
consecuencias que trae al organismo (ciertas secuelas, etc.)
Por otra parte la aplicación de este método supone la aceptación tácita del principio de
causación uniforme, según el cual existe una relación unívoca entre causas y efectos. Por
ej., el hecho de que una circunstancia se repita de forma constante en todos los casos
observados de un fenómeno dado no nos garantiza que esa circunstancia tenga
efectivamente una vinculación causal con el fenómeno –por si en todas las ocasiones una
persona tomó diferentes bebidas alcohólicas en una copa determinada y se emborrachó, de
acuerdo al criterio de Bacon la persona debería haber inferido que la causa de su borrachera
era el uso de esa copa y no la ingesta de bebidas alcohólicas, puesto que, en sentido
estricto, el uso de esa copa era la única circunstancia común a todos los casos.
Este problema de los criterios aplicados a la selección de la información perceptual
relevante para la formulación de hipótesis, también se aplican a su contrastación empírica.
Los empiristas sostienen que no cualquier tipo de inducción es igualmente válida, y exigen
como requisito para garantizar la justificación de una conclusión la realización de un “gran
número” de observaciones en una “amplia variedad” de circunstancias. Ahora bien, estos
conceptos, al ser tan vagos y equívocos, no proporcionan ninguna pauta objetiva para
establecer cuantas observaciones son necesarias para justificar una creencia inductiva, o en
cuántas circunstancias diferentes debo poner a prueba la hipótesis. En el primer caso el nº
de observaciones necesarias puede depender del contenido del enunciado universal inferido,
así como de circunstancias pragmáticas y contextuales. Por ejemplo, ningún individuo
colocaría cien veces la mano en el fuego para comprobar que éste quema, o bastaría con
observar una única vez las consecuencias de la bomba atómica para rechazar su uso. En
cambio, no estaríamos tan dispuestos a atribuir poderes sobrenaturales a un adivino
basándonos en una única predicción correcta. En cuanto a la exigencia de observar el
fenómeno en una amplia variedad de circunstancias ¿en base a qué decidimos, de entre un
cúmulo infinito de circunstancias, aquellas cuya variación podría incidir sobre los resultados?
¿Por qué un científico que quiere medir el punto de ebullición del agua puede considerar
relevantes para la medición la presión y la pureza del agua, no así el color y el material del
recipiente que usa para hervirla, o el día de la semana en que lo hace? Evidentemente los
criterios selectivos del científico dependerán del conocimiento teórico de la situación, pero
admitir esto implica admitir que la observación no es pura, sino que está previamente
guiada por una teoría.
Las limitaciones expuestas del mecanismo inductivo aplicables al contexto de
descubrimiento se referían en su mayoría a la formulación de teorías explicativas de un
cierto nivel de abstracción, que implican la introducción de términos teóricos. La prioridad
del mecanismo inductivo quedaría entonces reservada a la captación de meras
generalizaciones empíricas en las que quedan asociadas variables referidas a hechos
observables. El hecho de que las tablas de Bacon sólo nos permitan establecer asociaciones
entre fenómenos sin ningún criterio asociativo previo (de hecho, éstas permiten la
asociación de dos fenómenos que no guardan entre sí ningún vínculo causal, por el sólo
hecho de que por circunstancias fortuitas aparecieron juntos) es consecuente con la posición
empirista explicitada por Hume, según la cual sólo podemos contentarnos con la mera
constatación de una asociación espacio-temporal entre fenómenos, la cual permitiría a
nuestro sentido común manejarse en el medio mediante el establecimiento de predicciones
útiles acerca de sucesos futuros, y no debemos aspirar al conocimiento de las supuestas
‘causas ocultas’ de las regularidades empíricas. En otras palabras, el empirismo sólo puede
contentarse con describir cómo ocurren los fenómenos (cómo se ligan entre sí unos
acontecimientos observables con otros), sin aspirar a explicar por qué ocurren de ese modo.
Sin embargo, aun en estos casos no podemos hablar de inducción pura, por el simple hecho
de que el punto de partida de toda inducción es la observación, y cada vez cobran mayor
apoyatura las teorías que se refieren a la carga teórica implícita en toda observación. Por ej.
cuando un científico dice observar una célula en el microscopio, está realizando una
interpretación de la información sensible sobre la base de teorías previas (una persona
común diría que sólo ve unas manchas informes), lo que concretamente está viendo es un
conjunto de cualidades sensibles a las cuales le atribuye una categorización previa. Para
establecer dicha categorización apela al concepto de “célula” que es un constructo teórico
que alude a una determinada clase de fenómenos. Al decir “esto es una célula” lo que está
haciendo es aplicarle a esa entidad observada una categorización que ya existe previamente
en su mente, con lo cual la observación misma implica una operación inductiva ( al observar
una ‘célula’ simultáneamente estamos subsumiento ese objeto bajo un concepto que alude
a una clase general de individuos). Los conceptos linguísticos son el resultado de una
operación inductiva consistente en abstraer una nota particular de entre las múltiples
propiedades de un objeto y describirlo abreviadamente mediante esa propiedad. Así, por
ejemplo, se llama “serpiente” a todo lo que “serpentea”.

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