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Realidad Nacional

Clase N°4
Profesora: Mg. Q. F.GLORIA GORDILLO ROCHA
Alumna: Joselyn Mishel Arellano Quintanilla

1.- ¿Puede una democracia sobrevivir y tener éxito en derrotar a una corrupción
omnipresente?

El fenómeno de la corrupción es muy complejo y multidimensional. Tiene que ver con


valores, creencias, normas, reglas, instituciones, etcétera.
Cuando el ejecutivo de un país domina a los otros poderes del Estado; cuando las fiscalías,
contralorías, tribunales electorales y otros viven bajo el mando de uno de los poderes, por
ejemplo, del Ejecutivo; cuando la prensa no es independiente o está concentrada en manos
de unos pocos; cuando los políticos deben favores a grupos económicos poderosos que
financian sus campañas, cuando lo que aprenden los niños sobre ética y valores en la
escuela no se practica en casa y cuando la población es pasiva y solo participa de la vida
pública el día de las elecciones, hay un campo fértil para la corrupción. Por ello, debemos
reforzar las bases éticas y morales de la conducta humana.

¿Podrá la democracia del Perú desarrollar un sistema judicial lo suficientemente


fuerte e independiente como para enfrentar el problema? Y si no, uno podría
preguntarse: ¿por qué molestarse en celebrar elecciones que les dan a los políticos
licencia para defraudar a los electores?

Si creo, porque en los últimos veinticinco años el país ha progresado mucho. Perú acabó
con una sangrienta guerra interna contra el grupo terrorista Sendero Luminoso, resolvió
conflictos con sus vecinos, superó la hiperinflación, se convirtió en una democracia
relativamente estable y, a pesar de su situación actual, tuvo crecimiento económico
sostenido y logró reducir la pobreza.
Las recetas para un buen gobierno y las estrategias contra la corrupción se conocen desde
hace tiempo, pero su aplicación ha fallado estruendosamente.
Un tema clave es que la falta de control sobre el financiamiento ilegal de las elecciones
presidenciales, combinado con las estructuras extremadamente endebles de los partidos
políticos, ha convertido a las campañas electorales en una vía fácil para que algunos
aventureros recién llegados a la política se hagan millonarios incluso antes de conquistar
el poder. Los candidatos presidenciales en el Perú han sido financiados por Venezuela y
Brasil, y el financiamiento de este último llegó a través de la asignación de contratos de
infraestructura pública a empresas de construcción brasileñas seleccionadas previamente.
Con ese mecanismo puesto en marcha, no debe extrañarnos que los peruanos sigan
eligiendo a mercenarios como presidentes.
El combate contra la corrupción requiere de instituciones sólidas y un liderazgo fuerte, y
ninguno de los dos existe hoy en Perú. Muchos de los políticos con el poder e influencia
para reformar el sistema han sido acusados de malos manejos en el pasado. Pero una
estrategia centrada en cambiar las normas y los incentivos, con castigos suficientemente
severos para quienes cometan infracciones, será mucho más eficaz si va acompañada de
esfuerzos para reforzar las bases éticas y morales de la conducta humana.
Quizás la única ventaja que tiene Vizcarra es que, según las últimas encuestas, el Congreso
de Perú es la institución más desacreditada y corrupta. Si logra movilizar la opinión pública
para respaldar una campaña anticorrupción, podría obligar a los legisladores a apoyar
algunos cambios por temor a ser expuestos. Vizcarra es un presidente accidental. El hecho
de que nunca aspiró a ese cargo podría ser su arma política más poderosa.

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