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Literatura argentina

La construcción del desierto en la literatura argentina:

una lectura de Facundo, La Cautiva y El Matadero

Alumna: Soledad Guidi

Prof. Maximiliano Linares

Fecha de entrega: 23/04/2018


La construcción del desierto en la literatura argentina:

una lectura de Facundo, La Cautiva y El Matadero

En la cultura escrita del Río de la Plata encontramos ciertas figuras de renombre

en el temprano siglo XIX asociadas a un movimiento que tendrá central importancia

para la literatura nacional. La llamada Generación del ‘37 sienta las bases para el

desarrollo de una escuela propia que cobrará enorme protagonismo a través de los años

tanto en la escena rioplatense como hispanoamericana.

Sus máximos referentes son poetas y pensadores románticos, hombres blancos y

de educación eurocéntrica, de los cuales tomaremos como ejemplo a Sarmiento y

Echeverría. Es importante detenerse en esta perspectiva étnico-cultural pues la

construcción del ideal literario en esta generación irá en consonancia con sus ideales

políticos para el desarrollo de la reciente República Argentina. Estos autores pertenecían

a una clase acomodada de la cual eran representantes. No solo fueron educados en

universidades europeas sino que también “miraban hacia la europa” como faro cultural

y ejemplo de sociedad moderna.

El viaje iniciático que todo joven civilizado “debía hacer” marca un símbolo de

época. No es un viaje orientado a cualquier sitio de Europa sino que en buscas de

rebelarse del dominio español y juzgando su tradición cultural pobre, ponen en la mira a

Francia. Todos los jóvenes de la Generación del ‘37 apuntarán a la Francia como centro

de la modernidad y modelo de futuro y realizarán su viaje a modo de “peregrinaje

patriótico” (Sarlo, 19), con la mira en lo que América deberá llegar a ser. Es un viaje al

futuro.
Hemos resaltado que se trata de hombres blancos citadinos, pues esto constituirá

el centro de la norma desde la cual la construcción literaria va a desplegar sujetos y

espacios alternos. Dentro del marco espacial encontramos las líneas que delimitan

fronteras ​ciudad-campaña-desierto ​que se corresponderán a su vez con las líneas entre

los actores ​hombre civilizado-gaucho-indio​. Vamos a analizarlo en detalle.

El Espacio

Oscar Terán resume en pocas palabras el quid de la cuestión: “¿Qué es la pampa

que Sarmiento (que nunca ha visto la pampa) describe? Es una llanura infinita donde la

mirada se pierde. La pampa es un inmenso vacío: vacío de habitantes pero también

vacío de sentido o, al menos, de civilización.” (Terán,77)

Para analizar detenidamente esta cita, vamos a comenzar presentando dos

oposiciones conocidas de sobra: son los pares civilización/barbarie, espacio

urbano/espacio rural. Estas etiquetas contienen ecos de resonancias múltiples que

acarrean sentidos construidos a lo largo de decenas o ya cientos de años. Son espacios

profundamente instalados en el imaginario social, para confirmar esto bastaría con

sondear representaciones que tienen las personas de Buenos Aires sobre las provincias o

viceversa. Aún hoy, en el imaginario, la ciudad es el espacio de lo civilizado, lo culto y

el campo es el sitio donde habitan las personas condenadas a trabajos manuales, sin

educación o refinamiento.

Entonces, la construcción de la idea de desierto como espacio vacío fue

sumamente eficaz en el ámbito culto de las ciudades, lo cual incluye los campos de la

literatura. La efectividad de esta noción acompañada por la búsqueda de un nuevo

campo estético propio de la joven República, derivó en algunos gestos repetidos a lo


largo de las obras: la comparación, los antagonismos, las tensiones entre el ideal del

hombre libre y el caudillo, y por supuesto, las tensiones entre la idealización romántica

de la naturaleza y el desierto como vacío.

Con respecto a las comparaciones, en una lectura sobre ​Facundo​, Piglia afirma:

“si se compara lo conocido con lo desconocido es porque lo desconocido ya ha sido

juzgado y definido por el pensamiento europeo” (Piglia, 17). Las teorías europeas del

progreso civilizatorio hacían mella en los pensadores del sur, Sarmiento clasifica la

realidad americana intentando hacerla parte de los parámetros eurocéntricos.

Pensando en las oposiciones señaladas más arriba, su mecanismo de construcción

a priori parecería de gran simpleza. Se delimitan dos espacios bien diferenciados y se

construyen a base de de oposiciones, lo cual deriva en leerlos como antagónicos. En

Facundo este mecanismo es evidente. Existe un espacio que reside en las ciudades y es

europeo, civilizado, moderno. El otro es el espacio rural, hogar del atraso cultural, la

desocupación y la barbarie.

“El ejemplo desaparece (en la llanura): la necesidad de manifestarse con dignidad

que se siente en las ciudades, no se hace sentir allí en el aislamiento y la soledad. Las

privaciones indispensables justifican la pereza natural, y la frugalidad en los goces trae

en seguida todas las exterioridades de la barbarie. La sociedad ha desaparecido

completamente: queda solo la familia feudal, aislada, reconcentrada; y no habiendo

sociedad reunida, toda clase de gobierno se hace imposible. “ (Facundo, 51)

Para fundar estos espacios antagónicos, Sarmiento se apoya en una teoría

difundida en la época por Montesquieu pero de antigua trayectoria en los pensadores

occidentales: la teoría del medio. Se basa en una determinación geográfica del carácter

de los hombres que habitan cada medio. Según el sanjuanino, en la pampa (esa eterna
llanura) no están dadas las condiciones para generar y sostener el lazo social, así los

gauchos serían un producto de su entorno: la ganadería no les genera el hábito del

trabajo duro, desde jóvenes merodean solos por enormes extensiones y se dedican a las

demostraciones de valor viril. Solo pueden encontrarse cada tanto en alguna pulpería y

los temas que allí se ponen en juego no responden a la preocupación por el bien común,

en otras palabras, en la pampa no hay ​res publica.

Sarmiento también llevará el vacío del desierto al núcleo mismo de la sociedad, en

un gesto que termina de soldar las duplas significantes civilización/barbarie y espacio

urbano/espacio rural de modo que sus significados sean civilización=espacio urbano,

barbarie=espacio rural. Ya en el comienzo de ​Facundo, ​afirma: “El mal que aqueja a la

República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes y se le insinúa

en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son, por lo

general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias” (Facundo​, 39). Poco

queda que aportar ante una aseveración tan prescriptiva como esta. El mal de la

República es el desierto y debe ser conquistado. En este contexto, el caudillismo existe

gracias a que el desierto lo genera y contiene y la lucha de la civilización debe vencer

ambos males.

Sus Habitantes

En los textos de la Generación del ‘37 es habitual la descripción del indio como

un animal, de brutalidad desconocida y rasgos grotescos. Un otro total, que no puede

emparentarse al blanco citadino que lo describe.


Un poco más cerca de esa frontera, tenemos al otro marginal. Habitante criollo

pero no ajustado a la norma, a medio camino en la escala desde la civilización a la total

animalización. Este será el federal, el gaucho, el caudillo.

En ​Facundo​, Sarmiento formula que “la ciudad y el campo parecen dos

sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro”. Llega a esta conclusión después

de plantear que el hombre de ciudad viste traje europeo y vive la vida civilizada “tal

como la conocemos en todas partes” (​Facundo​, 49). En cambio, el hombre de campo no

sólo es ajeno a esto sino que abiertamente rechaza a la ciudad y sus modales corteses.

Como indicamos al comienzo, la línea identitaria parece funcionar en referencia al

centro, la norma citadina europeizante. Sin embargo, Sarmiento no deja de recordarnos

las facciones internas que perviven desde las luchas independentistas. Hay un cruce de

líneas en la demarcación de la pertenencia identitaria. La primera frontera es evidente:

entre la ciudad y la campaña, el espacio moderno y culto por excelencia contra la vida

de normas laxas que Sarmiento atribuye a las actividades ganaderas y la dispersión

poblacional. Otra línea separa esa campaña del desierto real, el otro total como

señalábamos más arriba. Una frontera con el indio, la turba, las tolderías. Una frontera

étnica y religiosa tanto como política. Otra línea que complejiza la delimitación espacial

es la marginalidad representada por el rosista acechando el espacio urbano. El federal

dentro del juego político de la urbe. Una última línea que puede leerse es la presencia de

la mujer dentro de los marcos diferenciados de cada uno de estos sujetos. De este modo

el espacio que se configura tiene una complejidad singular.

Es interesante una lectura de estas construcciones en clave de la importancia de la

individualidad para el sujeto que enuncia. Como ha sido estudiado por Norbert Elías, la

categoría de individuo cobra sentido con la modernidad europea y luego las


revoluciones burguesas en aquel continente terminan de generar la equiparación

individuo=ciudadano. Teniendo presente este dato de la historia cultural, no deja de ser

muy interesante el hecho de que la literatura de la Generación del ‘37, producida desde

la norma del centro, describe al indio como un animal que pertenece al ámbito de la

grupalidad. En los pasajes que involucran al indio, son comunes las expresiones como

turba o malón: el salvajismo de este tipo de personaje no le permite llevar nombre

propio ni poseer espacios individuales, diferenciados, como se espera del blanco

civilizado. A modo de ejemplo, una cita de La Cautiva:

“Yace en el campo tendida

cual si estuviera sin vida

ebria, la salvaje turba,

y ningún ruido perturba

su sueño o sopor mortal.

Varones y hembras mezclados (...)”

(La Cautiva:​ Parte Tercera, El puñal)

Con referencia a la grupalidad caótica, también es interesante rastrear el uso de la

expresión “montonera” ya que apunta en un mismo sentido pero se adjudica a otro tipo

de personaje, que es blanco pero no deseado. Si bien el caudillo es un héroe individual,

lo que responde al ideal romántico, también es un personaje voraz, violento, impulsivo

(el Facundo de Sarmiento es incapaz de sostener un gobierno) y aparece como un líder

natural de sus montoneras, que no dejan de ser grupos salvajes que arrasan con todo a su

paso. En la clasificación sarmientina, el caudillo es un tipo de gaucho, el “gaucho

malo”, pero con poder reconcentrado que amenaza el orden de las ciudades. Esta es la

frontera entre el gaucho y el federal.


La Paradoja

Esto jóvenes literatos participaban de la vida pública y política de las ciudades de

la reciente nación. Pertenecían a una clase alta, su formación típicamente europea era el

marco de desarrollo de muchos de sus ideales y se consideraban herederos legítimos del

poder político en el Río de la Plata.

Entre sus objetivos podemos considerar la estructuración de la cultura nacional a

la par de buscar un lugar para la escena local en los movimientos de ideas internacional.

Buscaban medios de saldar la extendida violencia entre unitarios y federales aportando

una idea que pensaban superadora. Cuestionaban de los federales la barbarie y si bien

entendían a la ciudad como centro del acontecer político, creían que los unitarios habían

fallado en “tener ambos ojos mirando hacia la europa” cuando debían tener “un ojo en

las entrañas de la nación”. Creían que su proyecto de país debía encontrar cauce

necesariamente.

Entonces comienza la enorme tarea de construir un espacio habitable. Presentar la

realidad con sus conflictos y brindar una respuesta. He aquí el problema central que

enfrentaba esta generación de jóvenes románticos, escritores y pensadores políticos de

la reciente República. En palabras de Sarlo, el conflicto literario es el siguiente: “¿Cómo

expresar literariamente una cultura y una sociedad que se juzga necesario

fundar?”(Sarlo, 26) La paradoja consiste en que era necesario fundar el vacío para

habitarlo. Esta Generación requería un “arte nuevo que refleje las costumbres y

civilización argentinas” (Sarlo), pero a la vez consideraba necesario fundar dichas

costumbres y tradición estética, pues se juzgaba que no existía tal cosa en el escenario

nacional.
Sarmiento y Echeverría conocían la necesidad de un dominio simbólico del campo

cultural y entendían, como ha señalado Sarlo, que la tarea del escritor era indispensable

para la producción de opinión pública. Entonces, para la implementación de su plan

político, utilizaron una fórmula estética que podía generar un lienzo en blanco donde

trabajar. Nació así el desierto.

En la literatura de Echeverría: ​La Cautiva y el Matadero

Habiendo ya tomado ejemplos de ​Facundo con respecto a la delimitación

espacial, avanzaremos sobre los mecanismos de esta construcción apoyándonos en dos

obras fundamentales de la literatura de la época. Nos referimos a La Cautiva y El

Matadero.

Para Echeverría “la llanura es una necesidad estética” dirá Sarlo. Y es que el poeta

romántico construye un espacio que le permita desarrollar su ideal literario. De este

modo, la Generación del’37 se explaya sobre enormes espacios abiertos de los que se

infiere una riqueza “precultural”. Al afirmar el vacío se configura un desierto para

habitar.

Revisamos ya la paradoja romántica y su construcción de la espacialidad. El

problema estético que deriva de esta paradoja es la presentación de la naturaleza como

elemento idílico en el marco de alabar del dominio de la ciudad en lo político. En ​La

Cautiva​, la tensión se resuelve personificando el medio, lo vemos desde el comienzo:

“Era la tarde, y la hora

en que el sol la cresta dora

de los Andes. El Desierto

inconmensurable, abierto,
y misterioso a sus pies

se extiende; triste el semblante,

solitario y taciturno

como el mar, cuando un instante

al crepúsculo nocturno,

pone rienda a su altivez.”

(“La Cautiva”. Parte primera: ​El Desierto)

No sólo en esta estrofa el desierto se presenta como tema central desde el título,

sino que el yo elige la personificación como recurso expresivo para darle mayor entidad.

El desierto se convierte así casi en un agente espacial. Su fisionomía se construye

poéticamente.

A la vez, Echeverría demarca la zona de principio y fin de este espacio “vacío”. El

desierto tiene fronteras claras. Estarán delimitadas por un lado, como presenta el poema,

por los Andes (barrera insalvable, objetiva y geográfica); y al otro lado, como se verá

más avanzado el poema, por la civilización. El límite entre civilizaciones es igual de

objetivo y claro que las montañas. De este modo, La Cautiva presenta (dirá Sarlo) los

elementos básicos de una “iconografía del desierto”.

La construcción de espacialidad en ​El Matadero también responde a una lógica de

límites y fronteras. El narrador presenta en primera instancia un croquis que delimita el

escenario en el que sucederán los hechos, y a partir de allí asistimos a una historia de

desplazamientos. No sólo los espacios están claramente jerarquizados, sino que los

elementos presentes (agua, barro, sangre) dificultan el traslado de los personajes por el

territorio.
Los desplazamientos territoriales (episodio del toro, del inglés, del unitario)

replican el desplazamiento de los sentidos políticos en este juego de tensiones, como

dirá Kohan: “La sangre queda como cada elemento y cada episodio del relato, puesta

entre la movilidad y la detención, entre la contención y el desborde” (Kohan, 182).

Kohan también plantea que la función del croquis en el relato es conocer los

límites con el otro. Así, los espacios de la marginalidad geográfica (matadero) se

corresponden con cierto tipo de personaje marginal (las “negras rebusconas de achuras”,

pero también desde el punto de vista de Echeverría, los propios federales). El despliegue

de los hechos en este escenario viene a evidenciar la violencia suburbana como

elemento irracional y peligroso para la vida en sociedad agravado por la cercanía

geográfica con la ciudad.

Se evidencia en estas obras literarias que la tensión entre la clase ilustrada que

representa la Generación del ‘37 y los actores de otros sectores políticos es insalvable.

El Matadero nos presenta, como dirán Sarlo y Altamirano, “dos mundos sin fisuras que

los comuniquen”: no comparten siquiera el mismo registro lingüístico. Esta oposición

total no encuentra síntesis y por lo tanto la única posibilidad es la violencia.

Conclusión

La apuesta de fundar la República con nuevas bases culturales que respondieran a

un ideal de progreso más cercano al modernismo europeo que a la realidad criolla

imponía una definición estética de la nueva escuela letrada. El desierto vino a cumplir

este rol doble. Primero generar desde las clases altas de las ciudades una estética propia

que permitiera difundir su mensaje y sentar las bases de cultura escrita; y segundo,

proponer una forma de habitar ese desierto que habían manufacturado en las imprentas.
Sin el “desierto” no solo serían impensables movimientos estéticos posteriores

sino que al día de hoy esta noción está arraigada en nuestra idiosincrasia. Una enorme

porción de la cultura nacional se apoya en aquellas primeras construcciones de la

Generación del ‘37, tanto para afirmar como para denostar sus principios. Traemos a la

mesa dos hechos, por lo simbólico del ejemplo: hasta hace muy poco tiempo la moneda

de mayor valor en circulación tenía la imagen del General Roca y celebraba la llamada

“conquista del desierto”. Por otro lado, el ex ministro de educación Esteban Bullrich

recientemente utilizó la señalada expresión en un contexto en que significaba que la

cultura de las ciudades se imponía sobre los territorios más alejados del centro1. Es

decir, de un modo que iba en consonancia con las ideas de 1830. El desierto es una

frontera ya no física, pero sí cultural y simbólica. Tal fue su impacto, tal su pervivencia.

1
Ocurrió en Río Negro, durante la inauguración de un Hospital Escuela de Veterinaria.
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-309499-2016-09-16.html
Bibliografía

Elías, N.(2011): El proceso de la civilización, España, FCE.

Kohan, M.(2006): Las fronteras de la muerte en Laera, A. y Kohan, M., (comp.) (2006),

Las brújulas del extraviado: para una lectura integral de Esteban Echeverría​, Rosario,

Beatriz Viterbo Editora.

Piglia, R.. (1980): “Notas sobre Facundo” en​ Punto de Vista​, año 3, nro 8. (s/d).

Sarlo, B. y Altamirano, C.(1997): Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la vanguardia,

Buenos Aires, Ariel.

Terán, O. (2015): Lección 3, en ​Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones

iniciales, 1810-1980​, Buenos Aires, Siglo XXI.

Obras citadas

Echeverría E.(1870): La Cautiva . Edición digital a partir de ​Obras completas, Tomo

Primero​, Gutiérrez,J.M.(comp.) (1870), Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo,

pp. 35-138

-------------(1871): El Matadero. Edición digital a partir de ​Revista del Río de la Plata:

periódico mensual de Historia y Literatura de América,​ Buenos Aires, Imprenta y

Librería de Mayo.

Sarmiento, D.F.(1999): Facundo, Buenos Aires, Emecé Editores.

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