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COMPETENCIA
El artículo 4 del Decreto Legislativo 757 dice expresamente: “Los únicos precios
que pueden fijarse administrativamente son las tarifas de los servicios públicos
conforme a lo que se disponga expresamente por ley del Congreso de la
República”. La regla no deja margen de duda. Si por diez años el Indecopi nunca
se atrevió a sancionar precios altos, es porque los funcionarios están prohibidos
de hacerlo y no porque hayamos tenido que esperar a un funcionario que “supiera”
leer la ley.
Afirmar que no se regula el precio porque solo se multa al infractor sin fijar cuál
debería ser el precio (que es lo que dice, a modo de trabalenguas, la resolución)
es como decir: “eres libre de fijar el precio que quieras pero si es más alto de lo
que yo considero adecuado, vas preso”. Eso, se mire por donde se mire es
control de precios.
En segundo lugar, está la falta de lógica económica. Los precios bajos o altos no
son malos en sí mismos. Los precios son solo señales para los consumidores y
productores. Cuando algo es caro, los precios nos indican que el producto es
escaso y crea la señal correcta para que lo consumamos menos y se produzca
más. Cuando algo es barato, el sistema nos indica que es abundante y crea la
señal correcta para que lo consumamos más y se produzca menos. Por ello, nada
en los precios es malo en sí mismo.
Y esto nos lleva a uno de los mayores absurdos de la resolución que comentamos.
Al leer la posición esgrimida en las páginas de este Diario, por uno de los vocales
que aprobó la decisión, uno pensaría que “sin que le tiemble la mano” el Tribunal
sancionó a las empresas que abusaron subiendo los precios. Pero eso no fue lo
que pasó. Para no sancionarlas, se dijo que los monopolios legales (es decir, los
que crea el Estado) no están sujetos a la legislación antimonopolios. Sin perjuicio
que no se entiende cuál es el monopolio legal en el mercado de AFPs, basta
haber llevado un curso básico de economía para saber que esos monopolios son
los peores. Pero el Tribunal del Indecopi ha decidido concederles una auténtica
“licencia para matar”.
¿Y por qué hizo algo tan raro? La sala quería establecer un nuevo criterio de
interpretación de la legislación que permitiera la sanción a los precios altos (con lo
que se ve satisfecho su deseo de controlar la economía). A la vez, quería quedar
libre del alboroto político que podrían haberse generado las AFPs, al enfrentar un
sistema de control de precios no previsto en la Ley. Y para ello, nada mejor que
sugerir que otras autoridades (léase Superintendencia de Banca y Seguros y
Congreso) regulen más la actividad de las AFP. Bajo esta fórmula, el denunciante,
en este caso el congresista Javier Diez Canseco, queda también contento porque
con la resolución adquiere respaldo para plantear regulaciones absurdas que se
vuelen el Sistema Privado de Pensiones (SPP). La solución política perfecta. Es
un terno hecho a la medida de todos los involucrados haciendo harapos el
discurso técnico.
Cuando uno lee esta resolución parecería estar leyendo uno de esos proyectos de
ley a los que nos tienen acostumbrados congresistas como Johnny Lescano o
Pedro Morales. No les gusta que el mercado funcione. Quieren que la Ley lo
sustituya. No quieren quedarse en el proceso. Quieren ir al resultado para ganar
votos.