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TEMA 1
INTRODUCCIÓN: DESARROLLO PSICOLÓGICO Y
CONTROL MOTOR
OBJETIVOS
CONTENIDOS
BIBLIOGRAFÍA
La continuidad implica que los cambios pueden acontecer con el paso de las horas, los días,
las semanas, los meses e incluso los años. Si bien pueden existir períodos o etapas de
consolidación de ciertas habilidades, el curso del desarrollo es progresivo. Por tanto, la
experiencia de la infancia no determina de un modo estricto el resto de experiencia vital.
La acumulación supone que los nuevos cambios tienen su origen sobre lo ya adquirido, por
tanto, las respuestas de niños y adultos así como su capacidad para aprender depende, en
cierta medida, de las experiencias previas vividas (p.e. para que el pequeño adquiera la marcha
en solitario es preciso que deambule de la mano del adulto en un momento previo y que se
abalance sobre sus pies y se agarre a cualquier objeto en un momento posterior).
La direccionalidad indica que el desarrollo avanza hacia una complejidad cada vez superior y
a una consiguiente diferenciación, si bien, en ocasiones se producen retrocesos a estados
iniciales: de conductas globales se pasa a conductas más específicas (p.e.: un bebé de 7 meses
agarra un objeto sin ninguna coordinación empleando toda la mano, sin embargo, a medida que
los músculos, nervios y huesos crecen, se observa una conducta más perfeccionada como se
demuestra hacia los 14 meses con la forma de agarre en pinza “oposición índice – pulgar”).
La globalidad o “carácter holístico” señala que los logros nunca son aislados. Por el contrario
en el proceso de adquisición de habilidades todos los sistemas se encuentran implicados y la
evolución en cualquiera de ellos implica el progreso en los otros. De un modo similar, la
detención en uno particular puede acarrear el retraso en el resto (p.e.: cuando el pequeño es
capaz de agarrar objetos, sus sistemas perceptivo y cognitivo se agudizan al tener la posibilidad
de explorarlos más y mejor; de igual forma, la adquisición del lenguaje requiere la maduración
física de los órganos implicados en la fonación, la comprensión de que las palabras representan
objetos que pueden estar o no presentes así como, la realización de un proceso interactivo
con otra o varias personas).
maduración biológica de los músculos, nervios y cerebro. Los bebés también vienen al mundo
preparados para establecer vínculos sociales, investigar a sus alrededores y adoptar el lenguaje.
Es importante recordar que la influencia de los genes en el comportamiento es
indirecta y que se ejerce a través de la interacción con el entorno. Lo que a primera vista
parece un efecto genético como la similitud en la personalidad o inteligencia entre hermanos
gemelos con frecuencia es parte de la crianza en ambientes parejos.
la naturaleza de las interacciones madre-hijo. Las madres americanas hablan y miran a sus hijos
con mayor frecuencia que las japonesas. Otros investigadores creen que también existen
influencias biológicas que hacen que las madres respondan a las diferencias genéticas de los
temperamentos de sus bebés.
La propia etimología del término psicología, derivada del vocablo griego Psyké, que
significa “alma”, denota que anteriormente a su configuración científica estuvo demasiado atada
a connotaciones filosóficas. Actualmente, se tiende a usar alternativamente al término
psicología, el de ciencias del comportamiento, haciendo referencia a su actual objeto de estudio,
con el objetivo de delimitarla mejor terminológicamente y de superar las citadas
connotaciones acientíficas. Parece, también, que se extiende el término comportamiento para
designar áreas específicas de aplicación de la psicología como ocurre con la del comportamiento
motor.
Watson (definió el comportamiento como aquello que un organismo hace o dice, lo cual
hoy en día resulta excesivamente simple, pero que continúa siendo, sin embargo, bastante
ilustrativo. Hull (1943) delimitó el concepto funcional de comportamiento como el producto
de la interacción entre un organismo y el medio donde habita:
C= f (O, M)
Bajo el ámbito del comportamiento motor se estudian tanto los procesos básicos que
controlan la conducta motora, como la percepción, atención o memoria, así como los
procesos de modificación mediante el aprendizaje de esa conducta motora. Existen, pues, dos
áreas constituyentes y complementarias entre sí: control motor y aprendizaje motor,
incluyéndose junto a esta segunda una más: la del desarrollo motor.
La deuda histórica que el área del control motor tiene con la neurofisiología, hace que
además del estudio de los citados procesos comportamentales, se consideren los supuestos
mecanismos biológicos subyacentes.
Así, pues, los tópicos utilizados por la psicología actual constituyen el marco conceptual
donde se desarrolla el área científica más básica del comportamiento motor. Estos tópicos
son: a) la sensación y la percepción, en los procesos relacionados con la recepción de la
información asociada al movimiento, b) la memoria, en los procesos de almacenamiento y
recuperación de la información motora, c) la atención, en los procesos de activación y selección
de la información relevante para todas las fases de control de la información implicadas en la
eficacia del gesto y d) programación motora y patrones neuromusculares implicados en los
procesos de organización de la información y ejecución de la respuesta motora.
desarrollo motor es, por tanto, lograr el control del propio cuerpo mediante un doble
proceso: externo (de acción) e interno (de representación del propio cuerpo y de las
posibilidades que le proporciona). Atendiendo al extremo más biológico, el desarrollo físico o
crecimiento es un proceso organizado que obedece a una “trayectoria” determinada de forma
genética que sigue un “calendario” de maduración que se encuentra regulado por mecanismos
endógenos (internos), pero, influenciado por factores externos (p.e.: la alimentación).
Centrándonos en la parcela relacional, la representación del cuerpo y sus posibilidades de
acción se asocian al desarrollo de los procesos simbólicos que tienen lugar a partir del segundo
año de vida y que suponen la culminación del estadio inicial de la evolución de la inteligencia
descrito por Piaget (período sensoriomotor, 0 – 2 años).
Asimismo, dentro del desarrollo motor se pueden diferenciar dos tipos de habilidades
bien delimitadas: habilidades filogenéticas (desarrollo típico de la edad): su adquisición
depende de la maduración y suceden en todos los niños normales en el curso de su desarrollo
con la misma secuencia y a una edad aproximada (p.e.: el brote de dientes, la marcha, la
menarquía...). El otro conjunto de habilidades recibe la denominación de habilidades
específicas (desarrollo idiosincrásico) dado que su dominio depende fundamentalmente del
aprendizaje, aunque, bien es cierto que se requiere de una maduración previa de los nervios,
músculos y articulaciones que intervienen en su ejecución (p.e.: aprender a escribir, golpear un
balón con el pie una serie de veces sin que golpee el suelo, dar una voltereta...).
En resumen, al hablar de desarrollo motor cabe destacar cinco características que dan
cuenta de dicho proceso:
c) El desarrollo motor obedece a dos leyes o principios básicos: la ley céfalo – caudal (desde
la cabeza hasta los pies) y la ley próximo – distal (desde el centro del eje corporal hasta la
periferia).
e) En el desarrollo motor hay diferencias individuales: Las normas sólo indican las edades
medias en las que aparece cada habilidad concreta, hecho que señala que hay niños que
adquieren estas habilidades por encima o por debajo de esa edad promedio. En el desarrollo,
los individuos se diferencian en tres aspectos: por el resultado final logrado, por el tiempo que
tardan en conseguirlo y, por la trayectoria o curva que han seguido.
Por una parte, la falta de práctica inhibe el desarrollo motor; por la otra, la investigación
transcultural indica que el proceso hasta puede acelerarse con varias experiencias
enriquecedoras. Y así sabemos que las prácticas de crianza influyen profundamente en la edad
en que los niños alcanzan los hitos motores. Así, por ejemplo, se ha visto que los kipsigis de
Kenia procuran fomentar las destrezas motoras. En la octava semana de edad los niños ya
practican su “marcha” mientras que los padres los toman por las axilas y los impulsan hacia
delante. En los primeros meses de vida los sientan en hoyos poco profundos, cavados de modo
que lados sirvan de soporte a la espalda y los conservan en posición erguida. No sorprende
pues, que gracias a esas experiencias los niños se sienten sin ayuda a las cinco semanas
aproximadamente y que caminen solos un mes antes que los niños occidentales.
Zelazo y sus colegas (1972, 1993) también descubrieron que los niños de 2 a 8 semanas
a quienes se sostenía regularmente en posición erguida y se les alentaba para que ejercitaran el
reflejo de marcha, mostraban un fortalecimiento de esta respuesta (que en general desaparece
pronto). También caminaban a una edad más temprana que los del grupo de control que no
recibían adiestramiento.
Teniendo en cuenta estos hallazgos se podría afirmar que parece ser que tanto la
maduración como la experiencia contribuyen decisivamente al desarrollo motor. La
maduración impone límites a la edad en que el niño logra sentarse, sostenerse de pie y
caminar. Por su parte, algunas experiencias como la postura erguida y diversas formas de
ejercitación influyen en la edad en que importantes capacidades se alcanzan y se traducen en
acción.
pasan bastante tiempo acostados y de ninguna manera se les considera “niños que empiezan a
caminar”. Pero con el tiempo los patrones motores recientes se modifican y se perfeccionan
hasta que todos los componentes se integran y transforman en acciones fluidas y bien
coordinadas como balancearse, gatear, caminar, correr y saltar.
Desde esta perspectiva se considera que los niños se esfuerzan por adquirir y
perfeccionar nuevas destrezas porque esperan que éstas les ayuden a llegar a objetos
interesantes que desean explorar o porque quieren alcanzar otras metas.
Goldfield (1989) comprobó que los niños de 7 a 8 meses empiezan a gatear sobre las
manos y las rodillas sólo después de que volteaban y elevaban regularmente la cabeza hacia
objetos y sonidos interesantes, habían aprendido una clara preferencia de mano/brazo al tratar
de alcanzar los estímulos y habían empezado a impulsarse (patear) con la pierna opuesta al
brazo estirado. Por lo visto, la orientación visual motiva a acercarse a estímulos interesantes
fuera del alcance, estirar las manos pone el cuerpo en la dirección correcta y patear con la
pierna contraria impulsa hacia delante. Por tanto, lejos de ser una habilidad preprogramada que
simplemente se desarrolla conforme a un plan de maduración, el gateo (y prácticamente el
resto de las destrezas motoras) representa una reorganización dinámica e intrincada de varias
capacidades existentes realizadas por un niño curioso y activo que tiene en mente una meta
particular.
Por lo tanto, desde la teoría de los sistemas dinámicos se propone que todos los niños
recorren la misma secuencia general de hitos locomotrices en parte, por su programa de
maduración y en parte porque las destrezas motoras sucesivas deben basarse necesariamente
en determinadas actividades componentes ya desarrolladas antes. ¿Dónde encaja entonces la
experiencia? Según, esta teoría, el mundo real de objetos y estímulos interesante proporciona
muchas razones para querer extender la mano, sentarse, gatear, caminar o correr, o sea,
ofrece al niño propósitos y motivos obtenibles con sólo reorganizar las habilidades actuales
convirtiéndolas en sistemas más complejos de acción. Por supuesto no hay dos niños que
tengan el mismo conjunto de experiencias (metas), lo cual explicaría por qué cada uno
coordina las actividades componentes de la incipiente destreza en una forma ligeramente
distinta.