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Profesor

Evangelismo y
Reynaldo
Discipulado
López
Yuri
Tareas correspondientes a la lección 5 & 6 Navarrete
Brenes
Tarea – Lección 5

Traer su testimonio personal por escrito, conteniendo tres partes

1. Como era yo antes de [re]conocer a Cristo.


2. Como llegué al conocimiento de Cristo
3. Como soy desde que conozco a Cristo, mi salvador personal

Hay una inigualable cantidad de personas por ahí con historias poderosas [y
atractivas] sobre cómo Dios cambió sus vidas y enderezó sus caminos. Sin embargo
mi experiencia con DIOS no tiene el mismo estilo, aunque sí, siempre comienza con
una sensación de vacío y de falta de propósito.

Nací a mediados de los 80, aquí en Managua, Nicaragua. Mi madre era una mujer
trabajadora que mantenía el tradicionalismo católico (por lo que quería que
completara todos los rituales de la religión) y mi padre era un ateo militar (a quien
no le importaba mi bienestar espiritual), pero los dos, muy perfeccionistas y
exigentes, siempre decididos a obtener lo que han planeado, impulsados por la
disciplina y las recompensas de sus propios esfuerzos.

Siendo el primogénito de esa pareja, desarrollé un anhelo irracional de aprobación


y una necesidad ridícula de ganar el afecto de la gente siguiendo siempre las
reglas. Incluso extrapolé esa conducta a la forma en que me relacioné con DIOS:
seguramente Él me amaría más si hago esto. Él tendrá que amarme más si hago
aquello. Incluso iba a esos servicios de la iglesia a los que nadie más de mi familia
iba. Estaba profundamente inmerso en las demandas religiosas y haría cualquier
cosa para complacer a DIOS bajo mi propia comprensión limitada. Sin embargo, Su
voluntad tiene una manera de demostrar que estamos equivocados: sí, tenía ganas
de saber más acerca de Dios a fin de evitar el infierno. La iglesia me animaba a
hacer cosas buenas, a actuar como un joven piadoso y a vivir en paz con mi
prójimo (lo cual es muy bueno, por supuesto), pero sentía que faltaba algo más,
algo realmente importante. El moralismo que predicaban ya no era suficiente. Fui
atrapado por la tristeza mientras pretendía estar satisfecho con lo que estaba
escuchando. Incluso me dije a mí mismo: tal vez sea porque tu carne adolescente
ya no quiere someterse al Padre y ahora tu mente sufre desvaríos. Entonces, fui a la

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iglesia en oración (aunque ni siquiera sabía cómo orar, excepto por la oración de
penitencia que el sacerdote me enseñó), me senté, escuché cada palabra predicada
y me di cuenta por primera vez de que toda la misa no era más que una rutina
desalmada de rituales que incluso yo sabía de memoria.

Le di la espalda a las tradiciones ese día.

La sombra de la inseguridad y la vacilación comenzaron a arrastrarse. Un año


después volví a la misma iglesia, solo para confirmar que el mismo sermón que
había escuchado el año pasado, se estaba predicando una vez más. La misma
explicación, el mismo espíritu (o la falta del mismo), el mismo todo. Nunca volví.
Sin embargo, todavía estaba en mi búsqueda de DIOS, ignorando que era Él quien
me había estado buscando durante mucho tiempo.

Estaba estudiando en una escuela bautista en ese momento y mi profesor de Biblia


era inteligente y accesible, de forma tal que me animó mucho cuando me invitó a la
iglesia a la que asistía. Su pastor comenzó a predicar acerca de la destrucción y la
condenación (nada nuevo para mí), solo que esta vez había algo más: una
invitación a seguir a Jesucristo, el que había vencido la muerte y el pecado y se
había ofrecido por mis pecados al Padre. ¡Eso fue todo! ¡Lo encontré! Aunque no
fue un gran hallazgo, sino un sentido de darse cuenta: no en mí, no en mis
esfuerzos inútiles ni en mis actos de justicia al azar, sino en el amor eterno y la
salvación a través de Su sangre.

Desde ese día, trato de vivir mi vida a Su gloria, compartiendo con quien esté
dispuesto a escuchar, que la salvación ya fue ganada por Él y no por méritos. La
manera poderosa en que mostró Su gracia y gloria ha dejado una increíble
impresión no solo en la forma en que lo veo a Él, ni en la forma en que me veo a mí
mismo, sino también en la forma en que veo a los demás. En el pasado, cuando
exigía la "perfección" de mí y de mi actuación, también se lo exigía a los demás,
descuidando la oportunidad de cuidar a los demás, pero ahora estoy siendo
animado a permanecer en Su amor y amar a los demás como Él me ha amado, a
pesar de todas las deficiencias.

Hoy en día, todavía anhelo complacer a DIOS, pero no para satisfacer un ego
pecaminoso, sino para agradecerle por su abrumadora gracia. Tal vez el camino no
sea particularmente fácil, pero aún confío en Él. Lo único que le he pedido es estar

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completamente preparado (lleno de Su amor, conocimiento y Espíritu) para
preparar a otros en su peregrinación.

Tarea – Lección 6

Traer una Ilustración escrita sobre una persona que sufre o muere por salvar o
ayudar a otra

ILUSTRACION BASADA EN LA FICCIÓN

El día terminó. De vuelta a casa, escuchas por las noticias que una terrible
epidemia empezó a desarrollarse en un pueblo de la India. No le das mucha
importancia, pero en pocos días lees en los periódicos que millones de personas
fallecieron y el mal ya comenzó a extenderse a países vecinos como Pakistán,
Afganistán e Irán.

Personal del Control de Enfermedades de los Estados Unidos viajaron de


inmediato a la India para investigar la epidemia que ya era conocida como la
"influencia misteriosa", y pronto, ante los resultados negativos de los expertos, los
países europeos deciden cerrar sus fronteras y cancelar todos los vuelos aéreos con
destino a Pakistán, India u otro país donde la enfermedad había brotado. Pero fue
demasiado tarde, pues las noticias anunciaron que una mujer falleció en un
hospital francés. A los pocos días, la incurable enfermedad arrasó casi toda Europa
y empezó a ocasionar severos estragos en Estados Unidos, país que de inmediato
cerró sus fronteras y canceló todos sus vuelos internacionales.

El mundo entró en pánico y la enfermedad rápidamente invadió casi todo el


planeta. En tu barrio, tus vecinos están alarmados por el temor que existe ante la
posibilidad de adquirir la enfermedad, que no distingue ni sexo, raza o religión.
Organizan cadenas de oración en la parroquia de tu barrio para que los científicos,
quienes están trabajando sin parar, encuentren el antídoto. Pero nada, todo el
esfuerzo es vano.

De pronto un grupo de científicos logra descifrar el código DNA del virus


pudiendo preparar la cura para la enfermedad. Para ello se requiere la sangre de
alguna persona que no ha sido infectado con el virus por lo que se pide a todos los

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ciudadanos que se dirijan a los hospitales para que se les practique un examen de
sangre.

Vas de voluntario con tu familia junto con otros vecinos, preguntándose lo que esta
pasando, y si esto será el fin del mundo. De repente, un médico sale del hospital
gritando un nombre que ha leído en su cuaderno. Dices "¿Qué?" y vuelve a gritar el
mismo nombre. El mas pequeño de tus hijos esta a tu lado, te agarra la chaqueta y
te dice: ¡Papá, ese es mi nombre!". Antes de que puedas reaccionar, los médicos
cogieron a tu hijo y te explican que la sangre de tu niño está limpia, es pura y
quieren asegurarse que no posee la enfermedad.

Tras cinco largos minutos, salen los doctores y enfermeras. Uno de ellos, el que
parece mayor, se acerca y te agradece porque la sangre de tu niño está limpia; es
perfecta para elaborar el antídoto y erradicar la "influencia misteriosa".

La noticia empieza a correr por todos lados, y todos están gritando, orando,
riéndose de felicidad. Sin embargo, el doctor se acerca nuevamente a ti y a tu
esposa y te pide tu firma para que autorices a que se utilice la sangre del niño. Al
leer el contrato, te das cuenta que no han llenado la cantidad de sangre que
necesitan tomar. Levantas los ojos y les preguntas cuánta sangre van a necesitar. La
sonrisa del doctor desaparece y contesta: "No pensábamos que iba a ser un niño.
No estábamos preparados, así que ¡la necesitamos toda!".

No lo puedes creer y tratas de contestar, " Pero... pero..." El doctor te sigue


insistiendo, "Usted no entiende. Estamos hablando de todo el mundo. Por favor
firme. La necesitamos toda". Preguntas si le pueden hacer una transfusión de
sangre pero ellos te contestan que no hay sangre limpia para hacerlo e insisten en
que firmes.

En silencio y sin poder sentir tus dedos que sostienen la pluma en la mano, lo
firmas. Te preguntan si deseas pasar un momento con tu niño antes de iniciar el
proceso. Caminas hacia la sala de emergencia donde tu hijo está sentado en la
cama y te pregunta que está pasando.

Tomas su mano y le dices que papa y mamá lo aman más que nunca y que jamás
dejarán que le pase algo. El doctor regresa y te pide que dejes al niño; es hora de
empezar ya que gente en todo el mundo está muriendo. Te alejas, dándole la

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espalda a tu hijo mientras él te dice: ¿Papa?... ¿Mama?... ¿Porque me han
abandonado?

A la semana siguiente, durante la ceremonia para honrar a tu hijo observas que


hay pocas personas; muchas de ellas prefirieron quedarse a dormir en casa; otros
no vienen porque prefieren ir de pesca o ver un partido de fútbol, y otros vienen
con una sonrisa falsa y fingen que les importa. Quisieras pararte y gritar: "Mi hijo
murió por ustedes ¿Qué no les importa?"

ILUSTRACIÓN BASADA EN UNA HISTORIA REAL

“He decidido seguir a Cristo” es un himno cristiano originado en la India. Sus


letras están basadas en las últimas palabras de un hombre en Assan (nordeste de la
India), quien junto a su familia –por la predicación de un misionero– llegaron a
Jesucristo con arrepentimiento y confianza en Él como Salvador y Señor (es decir,
nacieron de nuevo ante Dios).

Cuando el jefe de la aldea se enteró de la existencia de tal hombre, le llamó junto a


su familia, para que renunciara a su fe; de no hacerlo, él y su familia morirían. La
respuesta de aquel hombre creyente fue el inicio del canto: “He decidido seguir a
Cristo”.

Entonces el jefe de la aldea ordenó a sus arqueros que mataran a los dos hijos del
hombre creyente y después (el jefe de la aldea) amenazó con matar a la esposa de
aquel creyente. Aquel hombre creyente, aun después de haber perdido a sus dos
hijos y estando a punto de perder a su esposa, continuo cantando: “Aunque me
dejen, yo sigo a Cristo”.

Después de eso, los arqueros mataron también a la esposa de aquel creyente.


Finalmente, el jefe de la aldea le había dado una última oportunidad para que
aquel hombre creyente salvara su vida física al renunciar a su fe; pero éste no
renunció a su fe, sino que prosiguió cantando: “La cruz delante, el mundo atrás” –
y así fue ejecutado. La historia dice que después de un tiempo, el jefe de la aldea
dijo –considerando la fe del hombre creyente: “¡Yo también pertenezco a
Jesucristo!”. Así él y toda la aldea se convirtieron a Dios.

La historia de este famoso himno es un reflejo de lo que puede llegar a costar


seguir a Cristo. Nuestro Señor, en Lucas 14:25-33 nos exhorta a ser sabios y calcular

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el coste de lo que significa ser sus discípulos. ¿Realmente estamos dispuestos a
pagar el precio?

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