Sei sulla pagina 1di 40

EL CONCEPTO

DEL HOMBRE EN EL JUDAISMO

¿Qué es el hombre?
¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?

Pues lo hiciste casi como un dios, lo rodeaste de honor y dignidad, le diste


autoridad sobre Tus obras, lo pusiste por encima de todo". (Salmo 8. 4-6.)
"Bienaventurado es el hombre que fue creado a imagen divina".
(Talmud).

La corona de la creación, el Hombre, es el ser que más se asemeja a Dios.


Ha sido dotado de inteligencia, y tiene libre albedrío para elegir entre el bien y
el mal. Su destino depende de su elección. Sin estar restringido por el pecado
original o por la predestinación, tiene tres atributos principales. El uno depende
del otro: la razón, que no es concebible sin la libertad, la libertad, cuya base es
la responsabilidad. Según la Tora, el hombre fue creado a imagen
y semejanza de Dios. No en su forma externa sino en la
posibilidad de imitar los atributos de Dios, y en esto consiste su tarea en la
Tierra: mejorar permanentemente sus calidades espirituales e intelectuales para
asemejarse cada vez más a Dios y así ser Su colaborador en la permanente
renovación de la creación.

Dios creó a un solo hombre y de él han descendido todos los seres


humanos, lo que nos enseña que todos somos iguales y debemos ser hermanos.
Nadie tiene el derecho a oprimir al otro. Todos tienen igual derecho de ser
libres, tienen el derecho a ser respetados como persona y en su dignidad y, por
ende, tienen la obligación de respetar a los demás.

El hombre es administrador de la naturaleza por mandato de Dios. Puede


gozar de sus bienes y no está obligado a privarse de las bellezas y goces de la
vida, siempre y cuando los compense con su trabajo y acepte que también los
demás, sus iguales, pueden disfrutar de los mismos beneficios.

La vida del hombre es sagrada y nadie tiene derecho de despreciarla o de


eliminar la suya o la de otra persona. Cada uno es responsable por todos los
demás hombres del mundo.
Una criatura tan ricamente dotada como el hombre, no puede ser
destruida del todo por la muerte, y su cuerpo regresa a la tierra de donde había
sido sacado, y su alma es inmortal.

Los maestros judíos de todas las épocas (rabinos, filósofos, exégetas),


sostuvieron que la imagen divina que existe en el hombre es su espíritu, su alma,
la fuente de su poder para razonar y obtener sabiduría, inspirado por el Supremo
Creador. El hombre, reducido a su mera materialidad, no habría podido formar
idea de lo abstracto, habría estado restringido siempre a una percepción
sensorial. El poder de abstracción es la más poderosa prueba de la existencia de
algo trascendental en el hombre, de su imagen y semejanza de Dios, y a partir
de esta premisa llegamos necesariamente a la comprensión de la idea del libre
albedrío del hombre, lo que lo hace distinto de los animales.

Maimónides escribe que el libre albedrío le fue dado por Dios a todos los
seres humanos. Si el hombre quiere inclinarse por el camino recto y ser justo,
o si quiere inclinarse por la senda mala y ser malo, es su decisión. Sin embargo,
debe saber que él mismo es responsable de su elección, pues es el único entre
todas las criaturas, que sabe lo que es bueno y lo que es malo. Nadie lo obliga
a seguir lo bueno, y nadie le impide preferir lo malo. El hombre es soberano de
sus actos. La omnisciencia de Dios no priva al hombre de su libre albedrío. La
idea de la predestinación divina no es parte de los conceptos filosóficos del
judaísmo.

«No te asombres, pues, tú, hombre,» - dice Heschel, el gran filósofo


contemporáneo - «si tu Creador ha concertado contigo un Pacto, si te ha
sobredotado a través de leyes y preceptos, pues a través de Su espíritu, alienta
tu vida y la hace valiosa. El te la ha insuflado; de Su propio poder te ha dado
poder y dominio sobre Su mundo, y te ha hecho Su colaborador, a cambio de
tu responsabilidad en la conservación, subsistencia y desarrollo del Universo.
Te ha creado libre, y con la libertad de hacer el bien o el mal. Tú, hombre, si
logras encontrar tu camino, puedes elevarte hacia la santidad, la pureza; y, si
quisieras ennoblecer tu espíritu, podrías llegar casi hasta las mismas cumbres
de la santidad divina. Este es el principio básico de la concepción de la Tora
(los Cinco Libros de Moisés), de los profetas y maestros sobre la posición y
lugar del hombre en el mundo terrenal».

Los maestros judíos de todas las épocas, han estado llenos de admiración
y asombro ante el misterio de la existencia del hombre y ante los maravillosos
mecanismos de su vida física y espiritual. Al observar e investigar su vida
diaria, llegaron a una conclusión única: por ser el hombre la cima de la creación,
creado a imagen y semejanza de Dios, se debe acercar a cada hombre con amor,
justicia y respeto, evitar causarle cualquier daño, por eso enseñan los maestros
del Talmud: «Aquel que salva a un hombre, es como si hubiera salvado el
universo entero».

Si alguien se profundiza aun más en el concepto del hombre según el


judaísmo, se acerca a un grupo amplio de los «mitzvot - preceptos», que
ordenan y reglamentan la relación entre el hombre y su prójimo, a partir de la
ética religiosa judía. Es entonces cuando el judaísmo ofrece y exige un
extraordinario y bello concepto, el así llamado «ahavat haberiyot - amor a los
seres humanos», la relación «yo y tú» y no «yo y él». Este tipo de amor es un
concepto judío original, que no tenía igual en ningún otro pueblo, religión o
idioma.

El amor al hombre significa un sentimiento humano fuerte y profundo,


una relación anímica especial entre el que ama con el que es amado.

Este sentimiento no puede ser captado racionalmente, ni definido; Sólo


puede ser probado en su existencia y en su realidad, al ser puesto a prueba ante
el desafío de la necesidad del sacrificio, incluso del autosacrificio por el
prójimo. El jasidismo, un movimiento espiritual y popular del
siglo XVII - XVIII, dio un nuevo y poderoso impulso al cumplimiento del
precepto del ahavat haberiyot. Lo convirtió en piedra fundamental de su
concepción acerca de la humanidad, cuyo contenido era regido por el principio,
que no hay hombre completamente malo. En todo hombre hay una chispa de la
Divinidad, y que todo depende de que se encuentre a aquél congénere que sepa
comprenderlo y convertir esta chispa en una verdadera llama. Según este
concepto, el amor al hombre no es simplemente la represión temporal del odio
en el corazón, sino la extirpación total del odio. Hay que fortalecer, por lo tanto,
el amor al prójimo y la disposición a sacrificarse por él.

Los maestros discuten si este precepto incluye también a los malvados, o


se debe restringirlo sólo a aquellos que son buenos. Prevaleció la opinión de
que la ley que obliga «amarás a tu prójimo como a ti mismo», no hace ni
diferencias ni excepciones y el principio fundamental del judaísmo es que todo
hombre fue creado a imagen divina, sin distinción. De ahí que todo hombre
merece el mismo trato y respeto. Es obligación dirigirse a todo ser humano con
justicia, amor y paciencia, comprensión y tolerancia; ésta es la senda hacia la
perfección del mundo.
Según el concepto talmúdico, el amor incluye al prójimo, aún cuando
éste sea un pecador. Esta es la opinión también de los jasidim, que dicen: Si
pudiéramos amar al más justo, en la forma como Dios ama al más malvado,
contribuiríamos al mejoramiento del mundo. De acuerdo a los jasidim, el
amor al hombre no puede restringirse a los buenos y rectos y excluir al pecador.
El jasidismo insiste en un amor universal.

Una de las muchas paradojas de nuestra era moderna pareciera ser, que
el hombre ha perdido su identidad. Al mismo tiempo, cuando el hombre
moderno está buscando su «ego», para identificarse y relacionar su
personalidad con el cosmos y con sus semejantes de una manera significativa,
parece que tropieza contra una pared. Hay muchas evidencias de eso en la
literatura científica y también en las novelas modernas. El antropólogo, ya
fallecido, Ralph Linton, escribió que los hombres «...son, realmente, simios
antropoides. Tratando de vivir como hormigas y, como cualquier observador
filosófico puede atestiguar, que no lo hacen muy bien». Un perceptivo crítico
literario contemporáneo comprobó esta preocupación por la presentación del
«pánico y del vacío», con la «desesperanza» del hombre de nuestra época, en
la novela moderna.

El problema fundamental es la soledad - no la soledad del hombre que


está sin compañero, sino su terror incomparable del autoalejamiento. El hombre
se encuentra reducido a sí mismo a «una unidad» de la historia o de la biología
- que «responde» a los «estímulos», comunicando, sin prestar atención a lo
comunicado». Se da cuenta que está manipulado para la ventaja política o
económica de alguien, que tiene poco o nada de control de su destino, que sus
sufrimientos carecen de propósito y de dignidad. Se considera cada vez más,
como «un montaje de funciones», para utilizar una frase de Gabriel Marcel.

Su situación puede ser atribuida a la naturaleza de nuestro mundo


moderno. No se puede pasar por alto el hecho que la civilización tecnológica
de nuestra época ha creado condiciones que empequeñecen al individuo y
fomentan un sentimiento de impotencia y de sin-importancia, cuyo similar no
ha sido experimentado desde la época antigua, cuando un «fracaso de nervios»
sumía al mundo y, como necesidad, apareció la religión bíblica en el escenario
del mundo, con su mensaje de esperanza y redención para toda la humanidad.

Entonces, la situación actual presenta un llamado serio a los dirigentes


espirituales de nuestra época. El líder no puede olvidar que él representa una
tradición que ha mantenido, durante siglos, la dignidad del individuo, la
santidad de todo ser humano como hijo de Dios, y cuyas enseñanzas han sido
expresadas muchas veces en un idioma difícil de entender para el hombre
contemporáneo, y que debía ser traducido a un programa de acción en la vida
cotidiana de todos. Dentro de este marco de referencia se ofrecen unas breves
observaciones sobre la naturaleza del hombre y cómo está considerado en las
fuentes judías.

La pregunta «¿Qué es el hombre?» es uno de los temas más intrigantes


de las especulaciones teológicas, filosóficas y sociológicas desde hace 2.500
años o más. La respuesta que damos a esta pregunta, determina nuestra actitud
hacia nosotros mismos, hacia nuestros semejantes, hacia la sociedad, e influye
nuestro criterio con respecto a la democracia, a la convivencia nacional e
internacional, y, por último, demuestra nuestra esperanza o desesperanza en el
futuro físico y ético de nuestra civilización.

Dos conceptos están en juego. El primero: el hombre es un animal, un


bruto insensible, una bestia de carne, de huesos y de fibras, una combinación
de átomos y de moléculas, un robot, una esponja que absorbe sólo aquello, que
lo rodea; que no tiene capacidad de crear sino sólo de imitar, y devuelve lo que
ya había absorbido. Según el segundo concepto, es un ser espiritual, dotado por
una potencialidad sagrada, capaz de elegir entre el bien y el mal, y aceptar la
responsabilidad por su elección, hijo no carnal de Dios, creado a Su imagen, y
como tal, con un enorme poder creador.

Si fuera aceptada la primera opinión, significaría que el hombre es


controlado por su medio ambiente físico y social. Su desarrollo o progreso
dependería de aquellos que lo rodean, de la sociedad, la que dispone de él y
define, qué es lo que tiene que hacer, incluso matar a los «enemigos» de cierto
tipo de sociedad; se le indica qué es bueno, qué es correcto, qué es justo. No
necesita tomar decisiones, debe estar convencido de que si la sociedad o sus
autoridades tornan las decisiones, dictan normas de conducta, son las únicas
adecuadas. Recibe instrucciones: cómo tiene que vestirse, qué tipo de pasta
dental tiene que usar, que tipo de auto tiene que comprar, con qué tipo de mujer
tendrá que casarse, cuál debe ser su opinión con respecto a la moral, etc., y toda
esta orientación viene por los medios de comunicación masiva, dirigida y
mantenida por la «sociedad». Este hombre no tiene propósitos u objetivos
personales, ni control sobre su propio destino y tampoco tiene juicio moral. Es
un animal socializado.

Si el hombre está creado a la imagen y semejanza de Dios, o como el


Salmista dice: «es un poco menor que los ángeles», significa que está dotado
de fe y esperanza, del deseo de la perfección, de sensibilidad por lo bello y lo
ético. Es parte creadora de la naturaleza, es parte activa del propósito divino.
Es un ser participativo con libre albedrío; es un ser moral, capaz de mejorarse,
de establecer una relación espiritual con Dios y con sus semejantes. Puede
estudiar, aprender y discernir, es limitado en su existencia física pero ilimitado
en lo espiritual; mortal en su cuerpo, pero inmortal en su alma; creado a la
semejanza espiritual de Dios con un enorme potencial de ser justo y correcto,
es capaz de brindar y recibir amor.
Lamentablemente, muchos de los pensadores de nuestra época, quizás
los más populares, se inclinan hacia el primer criterio. Jean Paul Sartre dice que
«el hombre es el idiota inconmensurable del universo». Según Bertrand Russel,
«el hombre, con su capacidad de discernir entre el bien y el mal, no es más que
un átomo inútil». Mencken escribe que «el hombre es una mosca enferma, que
viaja haciendo gran ruido en un volante gigantesco».

Si el hombre es el idiota inconmensurable del universo, se le puede dejar


retorcido en su camisa de fuerza y dejarlo luchar contra su propia miseria. Eso
es lo que le corresponde.

Si el hombre, con su capacidad de discernir, no es más que un átomo


inútil, un huérfano cósmico en un universo hostil, tambalearía sin libertad de
actuar, de amar, de participar en la creación de una sociedad moral. Al fin, para
él no existe la ética, ni hay objetivos ni metas. El viento lo lleva, sin sentido del
tiempo.

Si el hombre es una mosca enferma, se le puede golpear, aplastar,


destrozar como se quiera, pues hay tantas moscas sanas en el universo.

Si el hombre es sólo un instrumento, ¿para qué necesita derechos? El


utensilio no necesita libertad. Se puede usarlo mientras sirva, y luego botarlo.
Si el hombre es una cosa, una máquina, un robot condicionado por el medio
ambiente, determinado por sus genes, formado por sus impulsos bestiales, o
compuesto por elementos químicos, o es sólo el conglomerado de moléculas,
¿por qué rechazamos instintivamente que se pueda eliminarlo con bombas
atómicas, o se pueda utilizar su cuerpo para preparar jabón, como lo hicieron
en la Alemania nazi?.

Si aceptáramos la opinión de estos pensadores modernos, y diéramos


crédito a sus ideas, seríamos, en el mejor de los casos, cínicos, y en el peor,
copartícipes del malestar de nuestro mundo.

El concepto del hombre en el judaísmo se basa en la creencia, de que el


hombre ha sido creado a la imagen espiritual de Dios.

Según la Biblia, hay tres nociones sobre la existencia humana: la noción


de que el hombre fue creado a la imagen espiritual de Dios; la noción de que él
no es más que polvo; y la noción que él es el objeto de preocupación divina.
En los primeros capítulos del Génesis hay dos descripciones sobre la creación
del hombre. El primero describe al hombre creado a «la imagen y a la
semejanza» de Dios. Estos versículos detallan la singularidad del hombre frente
a las otras criaturas de Dios.

La segunda narración sobre la creación del hombre no es tan sublime. Nos


cuenta que el hombre fue creado «del polvo de la tierra», y su función en el
Jardín del Edén era «trabajarlo y guardarlo».

Varios científicos han argumentado, con cierta plausibilidad, que las


dos descripciones acerca de la creación del hombre son independientes. Esta
teoría podría ser acertada. Sin embargo, no explica cómo tienen lugar ambas
descripciones en el mismo libro. La respuesta puede ser la dualidad deliberada
del mensaje bíblico con respecto al hombre: de un lado, él está creado realmente
a la imagen divina, pero, al mismo tiempo, no debe olvidar que no es más que
polvo.

Para entender mejor esta polaridad, se debe aclarar un poco el mismo


texto. Se sabe que la religión de Israel no permite representar a Dios en la forma
de una imagen. Esta prohibición tiene fuerza no sólo en el Segundo
Mandamiento, sino también en muchos versículos del Deuteronomio y en los
Escritos de los Profetas. Sin embargo, la Biblia nos dice que el HOMBRE -
TODOS LOS SERES HUMANOS - son la imagen de Dios en la tierra. Este
concepto no puede ser explicado en los términos del antropomorfismo bíblico.
Tampoco podemos sacar la conclusión de esta observación como si la Biblia no
estuviera consciente de la fragilidad del hombre y de su inclinación hacia el
pecado. Nadie podrá acusar jamás a la Biblia de este tipo de optimismo
extravagante.

Lo que la Biblia quiere decirnos es, que el punto de vista bíblico siempre
apoya la noción de que el hombre es la imagen de Dios en la tierra. De esta
manera, la reverencia hacia Dios se demuestra en nuestra reverencia también
hacia el hombre. Si se lo trata con arrogancia, es un acto de blasfemia hacia
Dios, como si lo asaltara físicamente en un acto de violación. Con las palabras
de los Proverbios: «Ofende a su Creador quien oprime al pobre, pero lo honra
quien le tiene compasión». (Proverbios 14:31.).

Al mismo tiempo, este pasaje indica en forma imperativa, que cada


individuo debe tratarse a sí mismo como un símbolo de Dios en el mundo, y
ayudar a entender el mandato extraordinario: «Santos seréis, pues Yo tu Dios,
soy santo». (Lev.19.2.).

Eso no se refiere únicamente al así llamado espíritu o alma, lo que hará


presuponer como una forma de dualismo, que no existe en las Escrituras. Toda
persona, en su totalidad, debe ser tratada con sumo respeto. De ahí la enseñanza
posterior del rabinismo, según la cual cualquiera que haya derramado sangre
humana, se considera como si «disminuyera o destruyera la Presencia de Dios
en la Tierra». De ahí la insistencia de los sabios antiguos, que ningún hombre
tiene derecho de disponer de su propia vida, pues ésta no le pertenece, sino a
Dios. (Maimónides). Esta es la base ética de la prohibición del suicidio.

Sin embargo, al mismo tiempo tenemos que tomar en consideración las


palabras de Dios a Adán: «pues de la tierra eres, en tierra te convertirás»
(Gen.3:19).

Para que el hombre no olvide su calidad de criatura, está la advertencia


desde los principios de su historia. Según los sabios, Dios le dijo así: «El desafío
que he puesto delante de ti es infinito, pues fuiste creado a Mi imagen. Para que
tú seas realmente humano, tendrás que trabajar y esforzarte durante toda tu vida.
En caso opuesto, perderás esta única distinción que tienes. Al mismo tiempo
tendrás que reconocer que tus posibilidades tienen sus límites y no puedes
desanimarte por tus inevitables fallas y errores».

Tratemos ahora algunas ideas de la filosofía del Rabino Abraham Joshua


Heschel con referencia al hombre. Heschel fue el fundador del pensamiento
filosófico judío contemporáneo.

El hombre, primeramente, debe ser discernido del reino animal, pese a su


condición biológica, para tener un punto de referencia que le permita saber, en
qué consiste la especificidad de la condición humana. El hombre tiene que
encontrar la razón de su existencia, tiene que darle un sentido a su vida.
Mientras encuentra este sentido (siempre en forma personal e individual), no
debe olvidar los valores morales, culturales, sentimentales, etc., y que éstos se
abren a su conciencia de tal manera que requiere de ésta continuamente un
pronunciamento. Esto, Heschel lo llama «lo humano en el hombre, es decir, su
condición de ser esencialmente espiritual».

En tal sentido, la espiritualidad no está planteada en oposición o en


contraposición a lo material del hombre. El hombre es al mismo tiempo imagen
y polvo. Imagen de Dios y polvo como sustancia material. Como imagen el
hombre estaría, sintiendo en su ser la presencia de Dios, el punto de referencia
para determinar qué sentido dar a su vida. El polvo es la alternativa dada que le
permite obrar según su decisión, utilizando la libertad que tiene. Si el hombre
opta por la materia, puede ser inferior que los animales, dado que los animales
son incapaces de superar las perversidades que el hombre puede cometer.

Pero el hombre tiene la opción del espíritu. Dios le ofrece esta


posibilidad, pero no lo obliga a aceptarla. El ofrecimiento se concreta en la
aceptación y en el cumplimiento de las obligaciones morales. La decisión viene
del hombre. Puede vivir con la libertad que recibió y demostrar su carácter libre,
el cual no está limitado por Dios. Dios espera que el hombre piense y actúe de
tal manera, que pueda transformarse en Su colaborador en la permanente
creación de un mundo mejor. Dios se impone una autolimitación de Su poder
absoluto a favor del hombre, para que el plan divino del mundo sea una posición
de privilegio y también una posición de riesgo. Dios coloca su destino en manos
del hombre. Depende de la decisión y de la conducta del hombre, si quiere o
puede ser colaborador de Dios. La acción del hombre es la respuesta, pero el
resultado no afecta a Dios. El destinatario es el "prójimo," el otro hombre. De
aquí viene que dentro del judaísmo no es primordial la fe, sino la acción, como
dice Heschel en otro contexto. Al morir, cada ser humano tiene que dar cuenta
de su vida terrenal frente al Juez Eterno, quien no le preguntará, qué creía, sino
qué ha hecho en la tierra durante su vida. El hombre tendrá que contar su vida,
sus actos en la comunidad, en la cotidianidad, sus relaciones con sus iguales en
la sociedad.

Al tomar la acción como criterio de referencia, la fe aparece aquí como


una fe activa y activizadora. No es la esperanza en la actuación de Dios, sino la
posibilidad infinita del hombre de acercar a Dios al mundo. La ausencia de Dios
del mundo no es responsabilidad divina, sino mucho más humana, y así es
también la presencia de Dios en el mundo. Cada ser humano puede trabajar para
promover la presencia de Dios en la tierra y la realización del Reino de Dios
entre los hombres. Mientras que en otras religiones monoteístas, la redención
depende sólo de la Gracia de Dios, en el judaísmo se insiste en que ésta depende
de los seres humanos; si ellos trabajaran en forma mancomunada por la
redención, Dios bendecirá sus esfuerzos.

El mérito de la religión judía - dice Heschel - consiste en haber


descubierto el interés que Dios tiene por el hombre. Por eso la Alianza, el Pacto,
es válido para siempre y no sólo para el pueblo judío, sino para la humanidad
toda. El deber de coincidir con el interés que Dios tiene por el hombre, de modo
que en la medida en que la humanidad coincida con los fines divinos, Dios está
presente en el mundo. Cuando el hombre usa su libertad en contra de estos
intereses, Dios puede estar ausente.

De modo que la vida está concebida como una asociación entre Dios y el
hombre, por eso la vida humana puede y debe adquirir un carácter sagrado. Dios
y el hombre son partícipes en una lucha sacra por la justicia, por la paz y la
moral, lo que es el desarrollo espiritual del hombre, que Dios se reveló a través
de una Alianza, cuya manifestación es la Biblia. La Biblia no es el libro de Dios,
sino el del hombre. Si él quiere, puede ser colaborador de Dios, y su acción es
la respuesta a la llamada, y la historia es la búsqueda mutua entre Dios y el
hombre.

Aunque sus fallas desmoralicen al hombre, debe estar seguro y consciente


de que es muy importante delante de Dios. El hombre no fue lanzado a la
merced de las olas y de los vientos. Al contrario, Dios está comprometido en el
éxito del hombre, pues la reputación de Dios - para decirlo así - depende del
hombre. Según las palabras de Abraham J. Heschel, «El hombre es hombre,
porque una apuesta divina está en su existencia. No es un espectador inocente
en el drama cósmico. Hay más parentesco en el hombre con lo divino de lo que
se cree. El alma de los hombres son las velas de Dios, que iluminan el camino
cósmico, más que las luces producidas por la combustión explosiva de la
naturaleza, o por los fuegos artificiales preparados por los hombres. Y, cada
llama, es indispensable para Dios. El hombre precisa a Dios y Dios precisa al
hombre como Su colaborador en la permanente renovación del mundo».

Dejemos seducirnos por la belleza del lenguaje de Heschel, o


supongamos que todo el concepto sea una metáfora. Sin embargo, se apura en
agregar que la tradición rabínica, dice muchas veces que el hombre es socio de
Dios en el perfeccionamiento del mundo que El creó. Esto ensancha la
dimensión de la vida humana, dándole sentido al contenido del Pacto, de la
Alianza, uno de los conceptos básicos del judaísmo clásico. Cuando el hombre
lucha por la justicia, por la integridad y por la paz, cumple con las condiciones
de la Alianza con Dios y hace sentir Su presencia en el mundo. Dios también
está comprometido con y por el hombre. De ahí la noción bíblica de la búsqueda
de la unión mística entre Dios y el hombre.

Y de ahí también, las muchas expresiones de la preocupación divina por


Sus criaturas - por Israel y por toda la humanidad. Como lo dijo Jacques
Maritain: «La historia de Israel - y la historia individual de cada ser humano -
consiste en el profundo análisis del diálogo entre la eterna personalidad divina
y nuestra persona creada; es un asunto de amor entre Dios y el hombre».
Heschel también ve eso como un mensaje central de los profetas bíblicos. Dios
está íntimamente ligado con la humanidad.

La última confrontación del hombre no es la con el mundo, sino con Dios


- «no sólo con Su sabiduría y Su poder, sino también con Su amor y Su cariño.
El Pastor Divino es una respuesta siempre presente en las acciones del hombre,
por causa de la necesidad que Dios siente por la ética humana. De ahí el valor
de todo acto moral, lo que es el valor supremo de toda la existencia humana -
quien es el único de todas las criaturas de Dios que tiene la capacidad de
responder a Su llamado: «hacer justicia, actuar con amor y obedecer
humildemente a Dios.» (Miqueas 6.8.).

Obviamente, no es ésta toda la historia. El hombre realmente ha sido


coronado por su Creador «con gloria y honor». Le han sido asignados los
poderes más altos de la creación y de la autorrealización. En consecuencia, el
hombre, consciente de si mismo como creador potencial, a veces olvida
considerar que es, al mismo tiempo, también criatura. Imprudentemente
rechaza reconocer que él aunque es «un poco menos que Dios», no es Dios, y
su insistencia en jugar el papel de Dios como un ser omnisciente y omnipotente,
lo ha llevado hacia la autodestrucción.

Es este el concepto bíblico del pecado - que es un acto de rebeldía contra


las limitaciones humanas. Un acto de auto-separación de la humanidad y de
todas sus vinculaciones.

Los cuentos bíblicos relacionados con la así llamada «caída del hombre»
han sido interpretados varias veces por la tradición judía, y por la cristiana, y
son demasiado conocidos para repetirlos. Será más interesante ver la
interpretación rabínica de la dinámica del desliz del ser humano en su relación
con Dios, y su autodestrucción. Al comentar el versículo tantas veces citado del
libro del Deuteronomio (Deut.6.5.): «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y con todas las fuerzas». Los rabinos del Talmud enfocan su
atención en la forma gramatical e insólita del término hebreo de «levavja - tu
corazón», que aparece así en este versículo, en lugar de la palabra «libeja -
corazón», que es el modo de escribir normal de la palabra, cuando la letra «bet
- es decir la letra b» figura dos veces. Dicen que ponerla dos veces fue
intencional, y significaría que el hombre debe amar a Dios con ambas partes de
su corazón, es decir, con su buena inclinación, pero también con la mala. Este
concepto, que el corazón humano contiene ambas inclinaciones, se encuentra
explícitamente en el Targum (interpretación aramea) del Salmo 103.14. El texto
dice así: «Pues El conoce nuestros instintos - está explicado: Pues El conoce
nuestro instinto malo lo que causa el pecado...»

La actuación de esta inclinación mala está sintetizada por un exégeta


anterior en esta forma: «Ella te hace descender y descarriar, te arruina y te excita
por su cólera, te destruye y te saca el alma.» (Baba Batra 16.a.). Un maestro
posterior lo identifica con el Satanás y con el Ángel de la Muerte.

Esta inclinación, pues, es parte del hombre y lo acompaña desde la


primera infancia hasta el momento de su muerte. Su lugar está en el corazón,
como también el de .la buena inclinación, ya que el corazón fue considerado en
aquella época como el órgano del razonamiento y de la emoción.

Otro maestro considera que sólo las emociones están radicadas en el


corazón, la capacidad de razonar habita en el cerebro. Ambos son órganos
vitales del cuerpo humano.
Ni el uno ni el otro debe ser considerado como malo, como causante de
la caída del alma pura implantada por el Creador. Más bien, la combinación de
ambos, es responsable del comportamiento pecaminoso, del alejamiento del
hombre de Dios, de sus congéneros e incluso, de sí mismo.

Es importante este análisis para la explicación judía de la naturaleza del


hombre. Se nota la similitud entre la idea de Freud y la enseñanza rabínica:
existe «jetzer tov - instinto bueno» - «jetzer hará - instinto malo». Por supuesto,
no quiero insinuar que los dos están conceptualmente relacionados. Sin
embargo, vale la pena comparar las similitudes: ambos comportamientos tienen
su origen en la primera infancia. Ambos son función del hombre íntegro, y no
tan sólo «impulsos animales» como los llama Freud. Ambos ofrecen mucha
energía síquica para el comportamiento humano; la falla en su control puede
causar la desintegración del hombre. Ambos, como lo veremos más adelante,
pueden ser canalizados hacia direcciones creativas y deben ser perfeccionados.

Entonces, la tarea del hombre es aprender a servir a Dios con todo su


corazón, - con ambas partes, con la mala y con la buena que han sido
implantadas en nosotros. ¿Cómo puede ser realizado eso? - preguntan nuestros
sabios y contestan: «Por estar involucrados en el estudio de la Ley y en sus
exigencias prácticas de justicia y beneficencia». (Avoda Zarah 5b.). Traducido
este concepto en una forma práctica, significa que por medio de la
sensibilización religiosa y ética, por la autodisciplina y por sentirse responsable
por la vida de los demás, por un espíritu de amor genuino por el prójimo. Esta
es la vida buena, según la proposición del judaísmo clásico. Sin embargo, los
maestros de antaño no ignoraron que hay competencia en el corazón humano.
Reconocen que ningún ser humano puede salir completamente victorioso y
conocer a fondo y dominar sus instintos y tensiones existentes en él. La plena
conquista depende de la gracia divina. De ahí tantas oraciones por la ayuda
divina. Pero el individuo no puede marginarse de la batalla, y es necesario que
él mismo dé el primer paso en la dirección correcta, como está dicho: «Yo puse
delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición.» (Deut. 30.19.).

Enseñan los sabios: «Considerando que el Santo, bendito sea El, colocó
delante de nosotros dos caminos, el de la vida y el de la muerte, podemos
caminar por aquel que nos guste. Pero no es así y por eso nos dice la Tora más
adelante» «Elige la vida, para que tú y tu descendencia puedan vivir.» (Sifre
86a.).
A pesar de todas las dificultades que tenga que afrontar, en el hombre siempre
permanecerá «la revelación especial de Dios», escribe Leo Baeck en su obra
«La esencia del judaísmo». Dice que «durante su vida, el hombre tiene la
capacidad de desarrollar lo divino que ha sido implantado en él. Eso se refiere
a todo ser humano, pues aunque haya mucha diferencia entre ellos - rico o
pobre, bueno o malo, blanco o negro, judío o gentil - su semejanza con Dios es
igual para todos, y esta semejanza los hace 'seres humanos' a todos». Y continúa
así: «Lo que es más importante para el ser humano, y que lo hará humano, está
dentro de todo hombre. La tarea y el campo de batalla están asignados a todos
y la nobleza humana existe en todos. Negarlo para uno significaría, negarlo para
todos».

La primera necesidad del hombre, como hombre es, desarrollar un


sentido de reverencia hacia su propia vida y su carácter. Tomarlos en serio, pues
ésta es la medida de su relación con Dios; delante del hombre hay una tarea
inacabable, la que no puede ni concluir ni rechazar. Tiene que aprender a vivir
con esta responsabilidad, y juzgarse a sí mismo, no según las normas del vecino
sino por las de Dios. Es cierto que muchas veces no puede alcanzar este nivel.
Un sentido de culpa y de desesperación seguirán sus pasos. Lo que importa
saber es, que siempre puede tomar la decisión y empezar de nuevo. Lo que ya
está hecho, muchas veces no puede ser considerado como no-hecho, sin
embargo, siempre existe la posibilidad de un recomienzo ético. Este es el
sentido de la «teshuvá - arrepentimiento» que, según la tradición judía, es el
«retorno» al camino correcto. El arrepentimiento no es sólo un problema de fe
o confianza en Dios, ni se puede apoyarse en el como algo natural. Aquí lo
importante es la decisión y la actuación del ser humano, que recrea .así la
continuidad ética en su relación con Dios. Es una demostración de la integridad
de su existencia.

La libertad del hombre de poder elegir el bien, y los hechos realizados en


pro de lo bueno son los factores básicos del arrepentimiento. Ambos son
esenciales para la satisfacción ética del hombre. ¿Cuáles son los anhelos del
hombre para alcanzar la felicidad? Es un mundo ideal, en el cual se puede
encontrar su autorrealización y paz interior y exterior; donde su vida alcance un
nivel alto de la moral y desarrolle sus facultades. Pero este mundo debe incluir
imprescindiblemente también a sus prójimos, pues para una buena vida es
imposible el aislamiento, se necesitan los demás.

¿Qué es lo qué está involucrado en el concepto de una buena vida? ¿No


es sólo nuestra propia actitud de ayudar y de ser amables con nuestros prójimos,
o responder a sus justas exigencias? Tiene la misma importancia la aceptación
del llamado para edificar un orden social justo, en el cual el individuo es libre
para poder realizar la imagen de Dios que reside en él. ¿Es éste el requisito
primordial para la formación de una sociedad en la cual las relaciones humanas
se basan en el sentido de brindar y recibir amor y actuar siempre con pureza
moral. Pues donde no hay justicia, no puede haber paz; la injusticia engendra
únicamente resentimiento y violencia.

La cúspide de la relación del hombre con el hombre es, sin embargo, su


habilidad de amarlo como a sí mismo. Este amor no es un mero
sentimentalismo, que tolera la debilidad de carácter y aún cierta maldad. Tal
emoción tan sólo confunde el discernimiento y muchas veces demuestra más
interés hacia el malhechor, que hacia su víctima. Este amor tampoco debe ser
una forma de compasión hacia la humanidad sufriente, la cual está sumida sin
esperanza en la red de la melancolía del Karma y así, está predestinada a la
ansiedad y a la frustración.

Más bien es el resultado del reconocimiento, que el prójimo tiene un alma


parecida a la mía, y también, al igual que yo, está buscando un sendero de
reconciliación por intermedio del arrepentimiento. Como nosotros, él también,
muchas veces, yerra el camino y debe ser reconducido a la senda correcta.
También necesita entablar una comunión de afecto y de diálogo con su
congénero, para que su vida adquiera significado y valor. Además, como
nosotros mismos, él también debe ayudar en la construcción del Reino de Dios,
si quiere realizar en sí mismo la imagen de Dios.

Son éstas algunas observaciones acerca del concepto clásico judío sobre
la naturaleza del hombre, traduciéndolas a un idioma moderno, y ofrecen un
acercamiento al problema del hombre solitario de nuestra época. Se afirma que
la vida de uno está entrelazada con la del prójimo. Que ni él ni su prójimo
pueden encontrar una paz duradera únicamente al satisfacer su naturaleza
animal. Se recuerda que el bienestar de la persona depende del cumplimiento
de lo profetice: «El Señor ya te ha dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno
y qué es lo que El espera de ti; que hagas justicia, practiques el amor y
obedezcas humildemente a tu Dios» (Miqueas 6.8.).

Resumen.

El hombre es la creación de Dios.

El hombre ha sido creado a la imagen espiritual de Dios.

Dios es fuerte y eterno, el hombre es frágil y perecedero.

El judaísmo no divide al hombre en cuerpo, alma y espíritu, es un TODO.

El hombre es intrínsecamente un ser capaz de cumplir su tarea definida


por Dios, y es inviolable por los demás.

Cada individuo es inviolable en sus derechos, y debe tener iguales


oportunidades de desarrollarse libremente en todo sentido.

Cada persona es única en su género y tiene derecho de mantener su


personalidad y ser diferente, vivir y demostrar esta diferencia.

Cada hombre es heredero y poseedor de los derechos otorgados por Dios


para vivir en justicia y libertad, derecho de trabajar y vivir bien del
resultado de su trabajo honesto.

Cada hombre es portador potencial de la bondad y del espíritu humanista.


Cada hombre es capaz de escoger entre el bien y el mal y asumir la
responsabilidad por su elección.

Cada hombre tiene la obligación de perfeccionarse y cumplir con su tarea


de participar en el perfeccionamiento del mundo y ser colaborador de
Dios en el construir de una sociedad mejor, sentir y vivir el optimismo
ético.

En la religión judía, el concepto de Dios está ligado a la enseñanza de la


creación del hombre y del aprecio del hombre. Según las enseñanzas del
judaísmo, el Eterno no creó a un judío, sino a un hombre. De este hombre se
originan todos los hombres, todos los pueblos, y así el monoteísmo judío
significa también el monoantropismo (monogenismo), es decir, que todos los
seres humanos tienen el mismo derecho, todos deben ser hermanos en la justicia
y en el amor, que es válido para siempre. El paganismo creó a sus dioses a la
imagen del hombre. Sus dioses fueron hombres grandes y fuertes. La religión
judía enseña que a Dios no se lo puede imaginar o representar en forma concreta
y definida. Sin embargo, el hombre ha sido creado a Su imagen y tiene que
tratar de tornarse semejante a El. ¿Es posible que un hombre se transforme en
semejante al Eterno? Evidentemente, no; sin embargo, la tarea del hombre es,
tratar de aproximarse a El. La vida moral del hombre, su tendencia hacia el
bien, y su voluntad de alturas éticas celestiales son el reflejo de la naturaleza
divina y ésta es la fuerza que le posibilita el progreso perpetuo para su
perfeccionamiento.

El hecho de que el hombre haya sido creado a la imagen del Eterno, nos
da una tarea obligatoria, válida eternamente. Es una osadía en su objetivo, pero
esta osadía es un orgullo santo, una altivez humilde de nuestra vida, el valor
más grande en nuestra existencia. La vida humana es una tarea eterna, una tarea
eterna de adaptación al Eterno. Así recibió el hombre el más alto nivel en la
creación. Nada hace esperar que tenga una vida fácil en la tierra; por el
contrario, lo hace consciente de que debe trabajar con el sudor de su rostro y
así puede tener la esperanza en un futuro feliz, para que se prepare a si mismo,
para merecerlo. El hombre tiene posibilidades para perfeccionarse y casi ser el
lugarteniente terrestre del Eterno, y tiene las posibilidades de ser inferior a los
animales. La naturaleza espiritual y moral hace al hombre similar a Dios. Pero
nunca debe olvidar que su lugar está en la tierra. Al hablar de la vida humana,
el judaísmo nunca distingue entre vida corporal y espiritual, pues el hombre
puede elevarse a una altura moral, sólo junto con su cuerpo y con su espíritu.
El hombre completo lleva la imagen divina; el hombre debe conseguir su lugar
en la creación y por eso, su obligación religiosa es, desarrollar las ciencias, la
cultura, las ideas éticas, las virtudes, la moral y también su cuerpo, porque sólo
así puede ocupar un lugar importante en el progreso entre los inmutables. Así
se creó en el judaísmo el concepto del hombre justo, progresivo y colaborador
de Dios.

Cuando David impuso clausuras para entrar en el Santuario, no exigió


pureza litúrgica o religiosa; exigió pureza ética y con eso colocó las bases de
las enseñanzas proféticas, las virtudes fundamentales: la justicia, el amor y la
fidelidad. La enseñanza más importante del judaísmo es que la justicia no puede
carecer de amor, y el amor de la justicia. Es preciso practicarlas conjuntamente
en las relaciones humanas. El hombre tiene como tarea practicarlas, y así crece
su valor como hombre.

Es verdad que según las palabras del Salmista, el hombre es tan sólo
polvo si lo compara con el Universo, pero ha sido creado sólo un poco menor
que Dios y al practicar la justicia y el amor, puede transformarse en el
concesionario de la naturaleza. Debe sentir la responsabilidad, no sólo consigo
mismo, sino para con todo el mundo, con todo el Universo.

Esta conciencia de que el hombre fue creado a la imagen del Eterno, esta
posibilidad con la cual se aproxima a las calidades del Eterno en la conducta
moral, significa la posibilidad de la evolución del hombre para aumentar sus
buenas calidades y para aminorar las malas. Este hombre siente, que él puede y
debe ayudar al Eterno en la renovación el mundo, para crear un nuevo orden,
nuevas formas de vida, en la que todos los seres humanos, y no sólo los judíos,
podrán vivir en confraternidad, tranquilidad y en paz.

Cuando la religión judía habla del hombre, sin hacer distinción de su


nacimiento, su color, su lengua, su religión, pero sí hace la distinción entre seres
humanos buenos y malos, es consecuencia del monoteísmo y se torna en la base
de la democracia para los siglos venideros.

Con la enseñanza que el hombre puede ayudar al Eterno en la permanente


renovación del mundo, expresa la religión judía su opinión con respecto al
problema de la evolución. No existe nada en la tierra que no sea mutable. No
existe un solo destino, ni para los hombres ni para las ideas, ni para la
naturaleza. Una gran tarea para los seres humanos es, que busquen las
posibilidades del cambio, para mejorar de esta manera la vida de la humanidad.
La religión judía enseñó al hombre a amar la vida. Creemos que la vida
es un don divino. No creemos que la vida sea un valle de lágrimas. Nos gustaría
participar en la realización del Reino de Dios aquí en la Tierra.

Tenemos fe en el hombre, pues él puede acercarse al bien, aprovechando


la ayuda de Dios quien le ayuda con Su benevolencia, y lo orienta a buscar, y a
encontrar, y si fuera necesario, cambiar el rumbo de su vida a lo que lo
conducirá hacia El y hacia sus prójimos. El judaísmo da una respuesta positiva,
un Sí a la vida, al mundo terrenal, sin negar que no existe un valor más elevado
en la vida, que la virtud.

Se mencionará ahora el tema de la estima del hombre y del trabajo y en


este contexto, el Shabat, el día del descanso obligatorio, es decir el hecho de
que todos los seres humanos, todos los que trabajan, tienen el derecho de
descansar una vez a la semana. Se sabe, que los pueblos de la Antigüedad no
estimaban el trabajo y consideraron, que sólo los siervos debían trabajar. El
judaísmo enseña que uno de los deberes humanos es el trabajo, porque el
mundo, la humanidad, espera nuestro trabajo y tenemos que construir con
nuestra labor, con nuestras actividades, un mejor futuro. Vivimos mucho mejor
en la sociedad humana, si todos trabajan en pro de la sociedad, aún aquellos
que tengan bastantes bienes. Todo trabajo, realizado con dignidad, ennoblece
al trabajador.

Es conocido que la religión judía insistió en la necesidad del trabajo. Los


mismos rabinos y los maestros también trabajaron y sentían que no sólo el
sacrificio, la oración o el estudio, sino también el trabajo, las actividades
sociales, sirven a la gloria del Eterno. El trabajo se transformó en bendición, en
consuelo, en liberación de las preocupaciones, dando al hombre una finalidad
en su vida.

Hubo quienes dijeron que el trabajo es un servicio religioso. El idioma


hebreo utiliza la misma expresión «avodá» para el trabajo y al servicio
religioso. De aquí surgió el concepto moderno que el trabajo, tanto físico como
intelectual, crea el fundamento y la riqueza de un país. Todas las formas de
gobiernos consideran que hay que apreciar el trabajo, como el judaísmo lo
estimaba ya treinta siglos atrás. En aquellos lugares, donde se valora el trabajo
y también el trabajador, es comprensible que consideran necesario un día de
descanso en la semana, para el deleite, para estudiar, para renovar la energía y
elevar los pensamientos hacia Dios. Al considerar cuántos siglos tuvieron que
pasar en lucha perpetua entre trabajador y empresario, para que los trabajadores
alcanzaran el derecho de tener un día de descanso semanal y todavía hay
quienes no pueden obtener este descanso, se puede valorar la contribución de
la Escritura Sagrada al desarrollo de la humanidad al declarar, que el descanso
del Shabat es válido para todos.

El propósito del Shabat no ha sido sólo recomponer las fuerzas físicas,


sino también refrescar el alma. Así que fuera de su importancia social, al Shabat
ha servido también para el desarrollo de la cultura, porque si el hombre no tiene
un día para el descanso, tampoco puede preocuparse por la cultura y el
desarrollo personal.

Lo que esencialmente caracteriza el concepto del hombre en el judaísmo


a la luz del enfoque humanista, es su búsqueda de Dios, pero esta búsqueda no
se cumple sólo como movimiento introspectivo, es decir, buscar a Dios en si
mismo. Es mucho más importante, intentar y encontrarlo en el prójimo, en los
demás seres humanos, y establecer relaciones con ellos. De acuerdo a esa
orientación, el hombre está aliado con el mundo. No para transformarlo, contra
la voluntad de Dios, sino entendiendo esta transformación como meta última
de la vida, a fin de ser cada vez más «hombre» mediante esta transformación, a
fin de poder ayudar al prójimo.

La interpretación humanista del judaísmo trae consigo y entiende, que la


exageración forzada de la bondad de la naturaleza humana, a costa de la
separación de la sociedad y vivir solo, lleva necesariamente al mal. La esencia
del hombre se ve falseada, cuando se excluyen los componentes negativos. Aún
las más grandes personalidades del Antiguo Testamento no fueron libres de
calidades negativas.

La misma Biblia recuerda al hombre sus limitaciones y que sólo mediante


ese reconocimiento podrá emprender con autenticidad la búsqueda de Dios y
podrá participar del bien.

Ya en la época de la Biblia se hizo evidente, que al vivir en una sociedad


determinada, el individuo se amolda a las normas establecidas de aquel grupo
humano, a fin de posibilitar la convivencia. El concepto humanista de la Biblia
trae consigo no proponer la destrucción de esta sociedad, tampoco la abolición
de la conciencia social, pero sí exige que la persona, que cree en Dios, y como
tal, conoce sus posibilidades, trascienda del terreno societario convencional.
Para el humanismo bíblico, el hombre es un sistema abierto y sólo como tal,
puede aproximarse a Dios.
Cuando el hombre se aleja de Dios, cae en la idolatría. Se debe subrayar,
dando énfasis al problema, que los objetos de la idolatría no son siempre los
dioses, sino también normas culturales vigentes, como la fama, el poder, el
dinero, el Estado, etc.

Por su misma naturaleza la idolatría exige sumisión, la búsqueda de Dios


exige independencia. Para ello resulta imprescindible, no caer en idolatría, con
respecto a Dios: actitud que consiste en convertir a Dios en un SER con el cual
se relaciona mediante la sumisión. La humildad exigida por el profeta Miqueas
no es sumisión. Obedecer a Dios es obedecer como un ser libre, es una actitud
que expresa la decisión de negar y rechazar la sumisión del hombre al hombre.
Una cuestión íntimamente vinculada a la del bien y del mal es del pecado. Se
puede evitar el pecado, se necesita autocontrol y fuerza para vencerse a sí
mismo. La autopunición desde esta perspectiva es estéril. Recordamos aquí una
palabra fundamental del judaísmo tradicional: «teshuvá - retorno». Reconocer
el error, rechazar el pecado, repararlo a través de la acción correcta, buscar el
camino que lleva de vuelta a Dios, reencontrar la situación justa. En la vida
humana, nada es irreparable, mientras no se haya perdido la posibilidad de
elección, y no se haya renunciado a la autonomía, lograda mediante el
reconocimiento y la trascendencia de las limitaciones.

El judaísmo recomienda reconocer que el hombre, aunque no puede ser


Dios, puede ser casi como Dios mediante el pleno desarrollo de su potencialidad
creadora para el bien común.

Según el concepto de los maestros, Dios está ayudando al hombre por


medio de los recursos de la naturaleza. Además, le proporciona capacidad para
desarrollar su cuerpo y sus habilidades; destreza y flexibilidad, capacidad
mental, inteligencia; corazón que ama la vida; valentía y aspiraciones.

Ayuda al hombre por intermedio de los demás seres humanos por su


capacidad de colaboración, por la convivencia social y los conocimientos
alcanzados juntos; por el amor y la comprensión mutuos; por los sistemas
políticos y los derechos humanos, que protegen la vida y la libertad; por la
ciencia, las artes, las religiones y todos los valores culturales acumulados en el
curso de la historia de la humanidad y transmitidos de generación en
generación, como patrimonio de todos.
1. El budismo como una religión
centrada en el ser humano
La senda hacia una reforma social con el ser
humano como centro

Shakyamuni dejó su hogar para embarcarse en la búsqueda de una


respuesta a las preguntas de la existencia humana. Primero estudió
bajo la tutela de maestros brahmanes que habían alcanzado un
elevado nivel de conciencia, y luego se dedicó durante un largo
período a las prácticas austeras, antes de abandonar también ese
camino. Finalmente, mediante una intensa meditación, pudo percibir
la verdad última y lograr la iluminación. La verdad que descubrió se
puede definir como la Ley del no-yo y del origen dependiente.
Shakyamuni viajó por toda la India predicando la Ley, explicándoles
a las personas que al despertar a esa Ley dentro de la propia vida,
podían librarse de las cadenas del sufrimiento. En otros términos,
enseñó que la causa fundamental del sufrimiento en el mundo no
debía buscarse fuera de uno mismo, sino dentro del corazón. Este
enfoque, lejos de ser escapista, conduce naturalmente hacia una
reforma social tangible. En textos budistas tan antiguos como el
Sutta-nipata (El conjunto de discursos), el Buda insta repetidamente
tanto a monjes como a laicos a llevar a cabo acciones racionales,
controladas, pero misericordiosas. Basado en esa enseñanza, él
aprueba una ganancia económica moderada para los miembros de la
sociedad y recomienda que los gobernantes ejerzan su función con
misericordia, basados en la Ley. El Buda también se preocupa en
organizar a sus discípulos de manera de establecer la igualdad y
eliminar la discriminación entre los practicantes, lo que significa una
influencia positiva en la sociedad india, estrictamente dividida por el
sistema de castas.
Se ha explicado hasta aquí el modo en que el movimiento religioso
del buda Shakyamuni se propuso llevar a cabo una revolución moral
dentro de la sociedad, reformando el corazón y la mente de las
personas. Luego de su fallecimiento, sin embargo, la tendencia a la
erudición doctrinal y la deificación del Buda en el budismo Nikaya y
en el Mahayana sirvieron para restarle importancia a la función de
aquel como líder moral. En contraposición, Nichiren, sacerdote
budista japonés del siglo XIII, consideró a Shakyamuni un maestro
moral basado en las enseñanzas del Sutra del loto y afirmó al
respecto: “El corazón de todas las enseñanzas que el Buda expuso a
lo largo su vida es el Sutra del loto, y el corazón de la práctica de
este sutra se encuentra en el capítulo ‘El bodhisattva Jamás
Despreciar’. ¿Qué significa el profundo respeto que el bodhisattva
Jamás Despreciar sentía hacia todas las personas? El propósito con
el cual nació en este mundo el buda Shakyamuni, señor de las
enseñanzas, yace en su comportamiento como ser humano”. [2]
Hoy, los miembros de la Soka Gakkai Internacional, que siguen las
enseñanzas del budismo de Nichiren, creen que la revolución
humana, es decir, la profunda transformación interior de la vida de
cada individuo, conducirá al logro de la paz del mundo, de acuerdo
con las enseñanzas originales del Buda y con su deseo de cambiar
espiritualmente la sociedad a través de la reforma interior de los
individuos que la conforman.
Si observamos el enfoque de los modernos pensadores sociales de
Occidente, podemos comprobar que han seguido intentando
concretar la felicidad y la realización mediante el establecimiento de
sistemas supuestamente ideales. Como resultado, es innegable que
se ha logrado establecer algunos que, en comparación, garantizan
mucha mayor libertad e igualdad que en los tiempos feudales. Sin
embargo, aunque esa búsqueda de sistemas perfectos adjudica
mucha importancia a la subjetividad humana, no logra trascender el
elemento determinante del entorno, debido a la creencia de que la
felicidad humana depende de factores ambientales, concretamente,
de la sociedad. Por lo tanto, si buscamos concretar la reforma social
iniciada por quienes poseen una verdadera subjetividad, debemos
establecer una en que los seres humanos no estén controlados por
factores externos. En tal sentido, Shakyamuni anteponía la
transformación interior a cualquier otra cosa y buscaba cambiar el
entorno social a través de una reforma moral, con la aspiración de
lograr una sociedad ideal centrada en el ser humano. La reforma
promovida por Shakyamuni solo se extendió al plano de lo moral y
no culminó en una verdadera reforma dentro del sistema social. La
reforma moral, sin embargo, también puede, con el tiempo, conducir
a un cambio dentro del sistema social. De hecho, ese es el caso del
reinado del rey Ashoka, basado en la Ley, y del tratado de
Nagarjuna sobre política social, Ratnavali. Sostengo que partir de la
transformación espiritual hacia la reconstrucción de la moral
humana, y luego, de la reconstrucción moral hacia la reforma del
sistema social, es el camino que gradualmente inducirá un cambio
progresivo que culminará en una reforma social genuina y
perdurable, enfocada en el ser humano.
1.2. La Ley y la misericordia

SLa siguiente pregunta sería, entonces, cuál es la relación entre la


subjetividad humana y la Ley expuesta en el budismo. En primer
lugar, se puede interpretar la Ley de diferentes maneras, pero, en
general, se la explica de acuerdo con tres conceptos básicos: la
ausencia de identidad, el origen dependiente y la “no
sustancialidad”. Estos niegan la existencia de lo individual y
consideran el mundo en términos de las relaciones y de la
relatividad. Por lo tanto, la verdad de la existencia yace en un ámbito
de negación, y la verdadera naturaleza de todas las cosas está basada
en la nada. Consecuentemente, si se aspira al logro de un estado de
vida superior que no esté regido o influenciado por los fenómenos
eternamente cambiantes, no les queda a los seres humanos más
opción que librarse de todos los apegos hacia lo que está provisto de
sustancia. Tal es el razonamiento fundamental que imperó en el
budismo temprano, que tiene que ver mayormente con la
emancipación de las diversas fuentes de deseo que dan origen a la
ilusión. Además, en la primera época de budismo, el Buda predicó el
rechazo de la vida ilusoria, pero, al mismo tiempo, enseñó la
misericordia hacia todas las cosas vivas, a las que había que proteger
y ayudar a crecer, y estableció el respeto por la vida como una regla
fundamental de comportamiento. En consecuencia, la Ley, si bien es
un principio de negación, posee asimismo un aspecto de afirmación
de la vida.
El segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda, fue perseguido
y luego enviado a la cárcel por el gobierno militarista del Japón, en
el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Durante el tiempo que
pasó en prisión, leyó el capítulo “Prácticas virtuosas” del Sutra de
los infinitos significados, obra que se considera un preludio al Sutra
del loto. A medida que Toda avanzaba en su estudio, llegó a la
sección que a veces suele llamarse las “treinta y cuatro negaciones”,
que describen lo que es la vida del Buda mediante la enumeración de
lo que no es. Durante días, Toda reflexionó sobre el significado de
esa sección al tiempo que oraba y se entregaba a un profundo
análisis, hasta que de pronto pudo comprender que la única cosa que
puede permanecer en un mundo de no existencia absoluta es nada
menos que la vida en sí, y que esa es la realidad del Buda. Llegó a la
conclusión de que la vida es una realidad de negación en sí misma.
Toda dio un enorme paso adelante en la lógica al llegar a ese punto,
que no fue algo irracional, sino lógica intuitiva. En el budismo de los
primeros días, la Ley expuesta por Shakyamuni para la salvación del
hombre es tanto un principio de negación como una ley de respeto
por la vida. Toda manifestó que el Buda era “la vida”. Tal
afirmación no contradice el pensamiento budista de la primera época
en lo que a la Ley respecta, porque, aunque la vida es negada
sustancialmente, su existencia es una realidad innegable, lo que es,
en sí, una afirmación de la vida.
Así, la Soka Gakkai se refiere hoy a la Ley como a la vida del
universo o vida cósmica. La organización viene promoviendo un
nuevo movimiento budista basado en el humanismo y en la dignidad
de la vida. La creencia de que la Ley actúa instintivamente para
nutrir la vida es su axioma esencial, que Ikeda expresa, en un
diálogo que mantuvo con el historiador Arnold Toynbee, de la
siguiente manera: “Esta Ley [que es inherente al universo] es la
causa de todos los fenómenos y es la realidad que se convierte en el
principio básico que mantiene una estricta armonía entre todos los
fenómenos. Creo que el pulso del universo, que se basa en la Ley, es
la misericordia (‘jihi’, en la terminología del budismo japonés) o,
para emplear el término occidental, el ‘amor’, que se esfuerza en
crear y preservar la armonía entre todas las cosas”. [3] De acuerdo
con ese concepto, la Ley universal presenta dos aspectos: uno de
precisión fría y mecánica, como la ley que gobierna el
funcionamiento del cosmos, y otro de misericordia, a medida que
lucha para mantener el equilibrio y la armonía entre todas las
entidades, vivas o no, del universo. Esa misericordia no se origina a
partir de la voluntad de lo Absoluto, sino que se manifiesta como
una función de la Ley, que es una realidad impersonal. Siendo así,
desde el punto de vista de la filosofía Soka, en el budismo el ser
humano como individuo no está negado por lo Absoluto, sino
conectado con la Ley que gobierna el cosmos. A través de esa
conexión, el individuo puede lograr una subjetividad fundamental.
Por añadidura, puesto que un aspecto de la Ley es la misericordia,
los practicantes budistas llevan a cabo acciones misericordiosas por
iniciativa propia. Aunque la visión que la Soka Gakkai tiene de la
Ley no puede ser verificada mediante razonamiento lógico, sin duda
puede ser considerada una interpretación moderna y válida del
pensamiento budista temprano.
1.3. El poder propio del individuo (jiriki) y el
poder externo (tariki)

Quisiera aquí explorar la perspectiva budista sobre la salvación, para


esclarecer algunas de las características de budismo como religión
centrada en el ser humano. Mientras el cristianismo y el islam
predican la salvación a través de la gracia de una deidad absoluta, en
el budismo esta se considera desde dos enfoques. Uno es la
salvación mediante la emancipación de los deseos mundanos,
lograda gracias al poder propio del individuo (jiriki), y el otro es la
salvación por medio del poder externo de un buda trascendente
(tariki). Si consideramos el budismo una religión enfocada en el ser
humano, el componente básico de la religión debería incluir el deseo
de emancipación exclusivamente gracias al poder propio del
individuo; pero, ya que la Ley en sí es misericordiosa, se hace
necesario proporcionar un componente de poder externo. Dicho de
otro modo, como religión centrada en el ser humano, el budismo
enseña a los practicantes a alcanzar su propia salvación, pero, a
medida que estos progresan en la práctica, su poder individual y el
poder externo se fusionan.
En su libro El buda viviente, Ikeda narra así el momento de
iluminación del Buda bajo el árbol bodhi: “En el caso de
Shakyamuni, a medida que las tinieblas de la noche comenzaban a
dar lugar a las primeras luces del alba, el estado de Budeidad
existente en el universo y el estado de Budeidad inherente a la
propia vida de Shakyamuni se fueron fundiendo en armoniosa
comunión y prosiguieron su florecimiento”. [4]
El término “comunión” empleado en la cita se refiere a la relación
entre la capacidad de las personas de comprender las enseñanzas y la
función de Buda de conducir a las personas para que comprendan la
enseñanza. Dicha relación se explica en la obra Hokke gengi
(Profundo significado del «Sutra del loto») como “el principio
místico de comunión receptiva”. Por lo tanto, el relato de Ikeda
sobre la iluminación de Shakyamuni puede entenderse también en
términos de una fusión entre el ser humano, que representa el poder
del individuo, y la vida cósmica, que implica el poder externo. Ese
concepto de fusionar los poderes interno y externo se origina en los
escritos de Nichiren que aluden a su visión de la práctica budista. Al
respecto, él escribe: “El poder que uno tiene no es realmente su
propio poder… El poder externo no es realmente poder externo”, [5]
con lo cual indica que el poder del individuo y el poder externo son
esencialmente uno. Nichiren considera el poder externo una función
que ayuda al poder del individuo. Además, él estaba sumamente
comprometido con la enseñanza esencial del Sutra del loto y con
Shakyamuni, el maestro de esa enseñanza; [6] en tal sentido, solía
afirmar: “Estoy seguro de que esto ha sucedido porque los
ideogramas del Sutra del loto se han valido de su cuerpo para
brindarnos ayuda”; [7] o sostenía: “Pienso que tal vez el buda
Shakyamuni se haya valido de su cuerpo para ayudarme”. [8]
Siempre considera el poder del Sutra del loto y del buda
Shakyamuni como el sostén de los esfuerzos de la persona para
lograr la salvación. De modo que el poder externo actúa para que el
poder personal del individuo se manifieste al máximo. Esa
perspectiva de la práctica es característica de una religión centrada
en el ser humano. En un discurso pronunciado en Harvard sobre el
budismo Mahayana, Ikeda se refiere a esa fusión de lo interno con lo
externo como a un ideal necesario para “la restauración y el
rejuvenecimiento de la humanidad”. [9]
1.4. El mentor y el discípulo

La práctica budista se realiza sobre la base de una relación entre


maestro y discípulo. ¿Es posible que esta relación jerárquica
interfiera con el propósito de lograr un enfoque humanístico de la
religión? Para contestar esa pregunta, es esencial que se analice por
qué es necesario un mentor y si existe alguna disparidad en cuanto a
la dignidad religiosa entre uno y otro. Estos dos puntos revisten vital
importancia.
Quisiera concentrarme en el hecho de que Shakyamuni instruyó a
sus discípulos, muy poco antes de fallecer, para que hicieran de la
Ley su maestro. Por lo general, la fe en una Ley impersonal, debido
justamente a esa misma característica, hace que a la gente le resulte
difícil experimentar un sentimiento de reverencia hacia ella, lo que
no pocas veces culmina en una pérdida de fervor religioso. Para
superar la dificultad de reverenciar la Ley como maestro, surge la
necesidad de un maestro que sea un ser humano, alguien que pueda
mostrarles la Ley a las personas a través de su enseñanza y de su
comportamiento. De ese modo, los demás pueden experimentar la
acción misericordiosa de la Ley como parte indivisible de la vida del
maestro. Así, el respeto por la Ley como maestro fundamental
comienza a florecer en el corazón de la gente. Bergson sostenía que
el budismo carecía de fervor, pero yo creo que los budistas que
perseveran en el camino del mentor y el discípulo, y viven una vida
misericordiosa basada en la Ley, pueden también manifestar una
gran pasión como discípulos, al igual que los creyentes de religiones
monoteístas. Además, puesto que la vida de esas personas está
basada activamente en la Ley esencial del cosmos, ellas no pierden
de vista la subjetividad fundamental. Al mantener una fe
inquebrantable en la Ley, los mentores y discípulos budistas
mantienen su ardor como creyentes y luchan por dedicarse a una
práctica basada en el ser humano.
A diferencia del amor cristiano, que deriva de un poder superior
externo, la misericordia budista existe en la vida de todos los seres
humanos por igual. Por ende, los mentores y discípulos que se basan
en la Ley comparten la misma capacidad esencial de manifestar
misericordia y de vivir fieles a un juramento realizado en común
para salvar a toda la humanidad. Existe, pues, una perfecta igualdad
en términos de dignidad religiosa entre el mentor y el discípulo
dentro del budismo.
La cristiandad ha promovido una clase de independencia individual
que trasciende la autoridad secular, a través de la devoción a Dios, y
ha establecido así la base filosófica para el ideal moderno del
individualismo adoptado en Occidente. En dicho modelo, sin
embargo, la subjetividad y la dignidad humanas no quedan
necesariamente garantizadas, a causa del factor restrictivo que
significa la ley de Dios. Por otra parte, se sostiene que las
enseñanzas panteístas, como el budismo Mahayana, reconocen la
subjetividad inherente al ser humano, pero, dado que las normas
morales de esa clase de pensamiento son tan difíciles de poner en
práctica, los creyentes se inclinan por atenerse pasivamente a los
valores seculares más prevalecientes. Las enseñanzas panteístas
tratan de encontrar lo trascendental en lo interior, pero hacerlo sin
conocer lo trascendental externo es a la larga un esfuerzo inútil. Lo
que se necesita es una religión humanística que exponga una
trascendencia que retorne hacia la inmanencia. La Soka Gakkai
abraza la fe en la Ley basándose en la relación de maestro y
discípulo. Dicha fe deposita su reverencia a la Ley que es la fuente
cósmica de la vida humana, es decir, la vida del universo. Desde ese
enfoque de filosofía religiosa, es posible establecer la dignidad
absoluta del ser humano y proporcionar así a la civilización moderna
un modelo posible para la solución de cuestiones éticas.

En los sinópticos se nos muestra con claridad la divinidad de Jesús:

—Es el Emmanuel-Dios con nosotros. Mt 1, 23: "...darás a luz un hijo, a quien llamarán
Emmanuel, que significa Dios con nosotros".

—Jesús tiene el poder divino de perdonar los pecados. Mt 9, 6: "Pues para que sepáis que el Hijo
del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados...".

—Es reconocido como Hijo de Dios por los discípulos. Cfr Mt 16, 16:"Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo". Mc 1, 1-24: "Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios...".

—Jesús afirma no sólo que es hijo de David, sino que es Señor y Dios: Lc 20, 41:"¿Cómo dicen
que el Cristo es Hijo de David", dice citando palabras del Salmo 110.

La divinidad de Jesucristo se manifiesta, con especial fuerza, en el evangelio de S. Juan:

—En el Prólogo se afirma que el Verbo es Dios y Unigénito de Dios, y que preexiste a la
encarnación. Cfr Jn 1, 1-18.

— Jesús afirma que, si le conociéramos a El, conoceríamos al Padre. Jn 8, 19: "Si me


conociérais a mí conoceríais también al Padre". Jesús es la manifestación visible del Dios
invisible, la revelación máxima y definitiva de Dios a los hombres. Cfr Jn 14, 9: "...el que me ha
visto a mí ha visto al Padre".

—Dios es Padre suyo de manera diferente a como es en los demás hombres: Jn 20, 17: "...pero
ve a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios".

—En la Humanidad del Señor se manifiesta la gloria del Padre: Jn 1, 14: "...y hemos visto su
gloria, gloria como de Unigénito del Padre".

—El que le ve a El ve también al Padre. Jn 14, 8-11: "El que me ha visto a mí ha visto al Padre".

EL TESTIMONIO DE LA RESURRECCIÓN.

La Resurrección de Nuestro Señor atestigua su victoria sobre el pecado y manifiesta el sello


definitivo y permanente con que Dios acredita la misión divina de Jesucristo.

Profecías de Jesús sobre su resurrección:

—Mt 12, 39: "De la misma manera que Jonás estuvo tres días en el vientre de la ballena, así
también el Hijo del Hombre estará tres dias y tres noches en el seno de la tierra".

—Jn 2, 19: "Destruid este Templo y en tres dias lo levantaré".

—Jn 2, 19-22: "Cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus discípulos que él había
dicho esto, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había pronunciado Jesús".

Hipótesis contra la resurrección del Señor:


—Teoría del fraude (H.S. Reimarus). Los relatos de la resurrección del Señor serían una
falsificación hecha conscientemente por los discípulos.

—Teoría de la desaparición del cadáver (Le Roy, Holtzmann). Los relatos de la resurrección no
son resultado de un fraude consciente de los discípulos, sino que alguien robó o trasladó de
lugar el cadáver, y los discípulos se sorprendieron de su desaparición.

—Teoría de la evolución de la fe (M. Buber). Los relatos de la resurrección sería el producto de la


fe y el entusiasmo de la primitiva comunidad.

—Teoría de la visión (D. F. Strauss). Los relatos de las apariciones se fundan en "visiones" de los
Apóstoles, que podrían calificarse como alucinaciones.

Relatos más importantes de la Resurrección del Señor:

—San Mateo habla de dos apariciones: a María Magdalena y a la otra María (Mt 28, 1-6) y a sus
discípulos (Mt 28, 16-20).

— San Marcos habla de tres apariciones: a María Magdalena (Mc 16, 9), a dos discípulos (Mc 16,
12) y a los Once discípulos (Mc 16, 14).

—San Lucas relata tres apariciones: a los discípulos de Emaús (Lc 24, 13), a Simón (Lc 24, 34),
a los Apóstoles (Lc 24, 36).

—San Juan habla de cuatro apariciones: a María Magdalena (Jn 20, 14), a los discípulos, sin
incluir Tomás (Jn 20, 19), a los discípulos incluido Tomás (Jn 20, 27), a todos los discípulos (Jn
21, 1).

—En Hechos capítulos 1 y 2 se habla de las apariciones.

—1 Cor 15 habla de 6 apariciones: a Pedro, a los Doce, a más de 500 hermanos, a Santiago, a
todos los Apóstoles, a San Pablo.

En los relatos del Nuevo Testamento, referidos a la Resurrección del Señor, hay divergencias en
algunos detalles que son difíciles de coordinar. Así, por ejemplo, sobre el número de mujeres;
sobre el número de ángeles; sobre el lugar donde estaban sentados los ángeles; sobre la
conducta posterior de las mujeres; sobre la reacción de los Apóstoles. En cambio, hay una
notable unidad en cuanto al hecho sustancial. Los evangelistas ofrecen un resumen brevísimo de
lo que ocurrió aquella mañana; lo único que pretenden resaltar es que Jesús ha resucitado.

La resurrección del Señor constituye el centro de la predicación apostólica. Así se ve, por
ejemplo, en:

—El sermón de San Pedro el día de Pentecostés (Hech 2, 22-36).

—La Resurrección del Señor es también el núcleo central de la predicación de San Pablo. Cfr 1
Cor 15, 3-8; 2 Tm 2, 8; Ef 1, 20; Col 2, 12.

Los primeros cristianos consideraban la resurrección corporal de Nuestro Señor como un hecho
histórico, acaecido en un ambiente geográfico concreto, en un tiempo datable, y no como
expresión simbólica de su fe.

Todos los testigos de la Resurrección admiten que el cuerpo de Jesús, después de resucitado,
tiene un modo de ser distinto al que poseía antes de la Resurrección. Cfr p. e., Jn 20, 19-26, Lc
24, 31. No es un cuerpo incorpóreo, pero su cuerpo no está sometido a las leyes conocidas de
la materia.

1. Los Hechos de los Apóstoles.

Se subraya el misterio pascual: Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión, y el cumplimiento de


los planes divinos descubiertos en la profecías del Antiguo Testamento.

Títulos que se aplican a Jesús:

1.-Señor: Act 2,36:"Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros
crucificasteis"; es el discurso de S. Pedro en Jerusalén al pueblo.

2.-Salvador: Act 5,31:"A éste lo exaltó Dios a su derecha, como Príncipe y Salvador, para
otorgar a Israel la conversión de los pecados"; discurso de los Apóstoles ante el Sanedrín.

3.-Siervo de Yahwéh: Act 3,13-16:"El Dios de Abrahán, Isaac,...ha glorificado a su Hijo Jesús a
quien vosotros crucificasteis..."; es el discurso de S. Pedro en el templo. El Apóstol identifica a
Jesús con el siervo de Yahwéh citando implícitamente a Is 52,13-15.

4.-Justo: Act 7,52:"¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Asesinaron a los que de
antemano anunciaban la venida del Justo, del que ahora vosotros habéis sido traidores y
asesinos..."; es el discurso de Esteban ante el Sanedrín.

5.-Santo: Act 3,14:"Vosotros negasteis al Santo y al Justo"; es el discurso de Pedro en el


templo.

6.-Cristo: Act 2,31:"Y habló de la Resurrección de Cristo"; Act 2,36:"Sepa por tanto con
seguridad la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros
crucificasteis"; son dos discursos de S. Pedro.

7.-Hijo de Dios: Act 9,20:"...y enseguida empezó a predicar a Jesús en las sinagogas diciendo:
Este es el Hijo de Dios"; inicio de la actividad apostólica de Pablo.

2. Los evangelios sinópticos.

Los evangelios proclaman que Dios Padre ha enviado al mundo a su Hijo Unigénito para
salvarnos:

1.-En Jesucristo, Hijo de Dios, vemos al Padre: Mt 11,27:"Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni
nadie conoce al Padre sino el Hijo"; esta identidad de conocimiento implica la unidad de
naturaleza.

2.-La doctrina de Jesús no es sólo suya, sino del Padre que le ha enviado: Mt 10,19:"...porque
en aquel momento os será dado lo que habéis de decir".

3.-Jesucristo ha venido para llevar a término el mandato de su Padre: Mt 26,39:"...pero no sea


como Yo quiero, sino como quieras Tú"

4.-Jesús es el Salvador, el Cristo, el Señor, el Hijo de Dios: Mt 1,16; 3,3; 3,17:"Este es el Hijo
mío, el amado, en quien me he complacido"; "amado" precedido por el artículo y unido a la
expresión "el Hijo" normalmente se refiere a un hijo único (Gen 22,2, Ier 6,26, Am 8,10). El
doble uso del artículo y la solemnidad del pasaje hacen que este testimonio divino declare sobre
Jesús que es el Unigénito. Aquí se cumplen las profecías mesiánicas: Is 42,1.

2.1. Evangelio de S. Marcos.

Es el evangelio más antiguo de todos. El es el creador del género literario que denominamos
"evangelio de Jesucristo": Mc 1,1 ; en el doble sentido de "lo que predicó Jesucristo" y de "que
tiene por objeto al mismo Jesucristo".

Marcos muestra más interés por la persona y acción de Jesús que por su doctrina.

Pone de relieve que es el Hijo de Dios: Mc 1,1; 1,11; 9,17; 15,30.

Subraya:

1.-El estupor y temor de quienes le ven realizar milagros, como expresión de que hay en El un
poder divino: Mc 4,41:"Y se llenaron de un gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién es
éste, que hasta el mar y viento le obedecen?".

2.-La tremenda paradoja de su humillación y sufrimiento; se trata de un misterio que sólo


alcanzaron a entender los Apóstoles cuando contemplaron al Señor resucitado: Mc 4,13; 6,52;
8,17-21; 7,18:"¿Así que también vosotros sois incapaces de entender?".

3.-Slubraya el uso por Jesús del título de Hijo de Hombre y con ello quiere designar: a) Cristo
glorioso y Juez escatológico: Mc 8,38; 13,26; 14,62:"Yo Soy, y veréis al Hijo del Hombre
sentado a la diestra del Poder..."; b) Jesús que tiene poder y autoridad: Mc 2,10-18; c)
trayectoria de la pasión, muerte y resurrección: Mc 14.

2.2. Evangelio de S. Mateo.

Características:

1.-Jesús es el Mesías rechazado. Contiene enseñanzas y hechos que iluminan en profundidad y


dramatismo el misterio del rechazo de Jesús, el Mesías prometido a lo largo del Antiguo
Testamento, por parte de los dirigentes judíos que arrastraron tras de sí a buena parte del
pueblo: Mt 12,17; 13,35; 26,54; 27,9; 21,28; 23,9; 23,37:"¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a
los profetas y lapidas a los que te son enviados".

2.-Jesús aparece estrechamente ligado al Reino de Dios. Habla de él 51 veces; Mt 3,2:"Haced


penitencia porque está al llegar el Reino de los cielos", es la predicación del Bautista.

3.-Jesús es Dios. Se afirma en Mt 1,20 -concepción de que Jesús obra por el Espíritu Santo- Mt
28,29 -fórmula trinitaria de bautismo-. A la luz de esta verdad todos los demás títulos
mesiánicos con los que el Antiguo Testamento preanuncia a Jesús aparecen en una más plena
inteligencia: Hijo de David, Hijo del Hombre, Mesías, Señor.

2.3. Evangelio de Lucas. Jesús como Profeta y Salvador.

1.-A Jesús se le llama Profeta en Lc 9,19; 13,33; 24,19.

a) Jesucristo por ser Dios y Hombre verdadero es el Profeta por excelencia: nadie como El puede
hablar en nombre de Dios: Lc 4,18-23; 9,44:"...el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos
de los hombres". Cristo anuncia su pasión y muerte; y a semejanza de los profetas del Antiguo
Testamento es perseguido y muerto (Act 7,52).
b) Se subraya la unión profunda y misteriosa del Espíritu Santo con el ministerio profético de
Nuestro Señor: Lc 3,22: Bautismo de Jesús en el Jordán; Lc 4,14: vuelve a Galilea después de
las tentaciones por impulso del Espíritu Santo.

c) Jesús afirma de Sí mismo que en El se han cumplido las Escrituras: Lc 4,16-30: episodio de la
Sinagoga de Nazareth en que cita a Is 61,2:"Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de
oir."

2-.Jesús es el Salvador de los hombres.

Lucas considera la salvación como una realidad presente eternamente en el día de "hoy" y esto
se manifiesta en:

a) La curación de enfermedades: Lc 8,43-50: curación de la hemorroísa; Lc 18,35-42: del ciego


de Jericó;

b) la resurrección de muertos: Lc 8,50: resurrección de la hija de Jairo;

c) el perdón de los pecados a la mujer pecadora: Lc 7,50;

d) el anuncio de la salvación a Zaqueo: Lc 19,1-10.

Necesitados de esta salvación están antes que nada los pobres y pecadores. Pero esta salvación
exige fe en el poder de Jesucristo, y esta salvación se realizará de modo definitivo en la otra
vida. Salvarse es entrar en el Reino de Dios, liberados por Cristo de la esclavitud del pecado, del
demonio y de la muerte.

Se le ha llamado al evangelio de Lucas el evangelio de la pobreza y de la misericordia.

3. El evangelio de San Juan.

San Juan escribe en su evangelio: Jn 20,31:"...para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre"

Contesta al interrogante, ¿quién es Jesús.?, con expresiones como éstas:

1.-El Verbo de Dios, el Unigénito del Padre: Jn 1,1; 1,14; 1,18:"El Dios Unigénito, el que está en
el seno del Padre, El mismo lo dio a conocer".

2.-El Enviado del Padre: Jn 6,29; 7,28; 8,16; 11,42:"...para que crean que Tú me enviaste...".

Para cumplir la misión que le asignó el Padre vino Jesús al mundo; saliendo del Padre y una vez
cumplida, volverá de nuevo al Padre: Jn 16,28:"Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el
mundo y vuelvo al Padre".

3.-El Hijo del Hombre: Jesús se aplica este título :

a) Ante la muchedumbre: Jn 6,27:"...El que os dará el Hijo del Hombre, pues a éste lo confirmó
Dios con su sello divino"; es el discurso del Pan de Vida;

b) ante los judíos: Jn 5,27:"...ya que es el Hijo del Hombre"; es la defensa de Cristo, en la cual
Jesús proclama su divinidad ante los judíos;
c) en conversación privada con Nicodemo: Jn 3,13:"Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que
bajó del Cielo, el Hijo del Hombre";

d) en conversación con el ciego de nacimiento: Jn 9,35:"¿Crees tú en el Hijo del


Hombre?...Jesús le respondió: el que habla contigo, ése es";

e) en conversación con los discípulos: Jn 1,51:"...a los ángeles de Dios subir y bajar en torno al
Hijo del Hombre".

f) se identifica con el título de Mesías: Jn 12,34:"¿Quién es este Hijo del Hombre?"; la cuestión
que plantean a Jesús apunta al misterio del Mesías. Jesús no da una explicación directa, se limita
a insinuar que su presencia entre ellos es luz suficiente para ir entreviendo el misterio del
Mesías, que se entenderá plenamente con la venida del Espíritu.

4.-El Cristo: Se manifiesta abiertamente como Mesías, p. ej., en su conversación con la


samaritana: Jn 4,25-26:"La mujer le dijo: sé que el Mesías, el llamado Cristo, va a venir...Le
respondió Jesús: Yo soy...".

5.-El Hijo de Dios (Se usa esta expresión 11 veces).

a) Es denominado por el Bautista: Jn 1,34:"Y yo he visto y he dado testimonio de que éste es el


Hijo de Dios";

b) es denominado por Natanael: Jn 1,49:"Rabbí, tú eres el Hijo de Dios...";

c) es denominado por Juan, su discípulo: Jn 1,18; 20,31:"...para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios";

d) es denominado por Marta: Jn 11,27:"...yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios";

e) Jesús se denomina a Sí mismo Hijo de Dios, y de esto le acusan los judíos: Jn 5,18:
"...llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios".

4. El Apocalipsis.

La idea fundamental es el dominio absoluto de Dios y por eso Dios aparece siempre rodeado de
majestad y excelsitud.

Al comienzo del libro se evoca la figura de Cristo doliente aludiendo a aquellos que le
traspasaron (Apoc 1,7), y posteriormente se hablará de la Gran Ciudad donde el Señor fue
crucificado (Apoc 11,8).

Se designa a Cristo como:

1.-Hijo del Hombre:

Que tiene su origen en Dan 7,13 donde alude a alguien que se presenta como Juez escatológico:
Apoc 1,13:"...y en medio de los candelabros como Hijo de Hombre, vestido de túnica talar..."; la
túnica talar simboliza su sacerdocio, el ceñidor de oro su realeza, los cabellos blancos su
eternidad. En el evangelio de S. Juan el título de "Hijo de Hombre" lo había usado el Señor para
referirse a Sí mismo y viene a significar la condición divina trascendente de Cristo (Jn 1,51;
3,14).

2.-Mesías:
Apoc 12,5:"Y dió a luz a un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de
hierro". Es el Mesías considerado a la vez como persona individual y como cabeza o jefe del
Nuevo Israel.

3.-Redentor:

El que nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados por medio de su sangre: Ap 1,5b:"Al que
nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre..."; nos recuerda a Jn 15,13:"Nadie
tiene amor más grande que el de dar la vida por sus amigos".

4.-Primogénito:

Ap 1,5a:"...y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, primogénito de entre los muertos y príncipe
de los reyes de la tierra".

Se aplican a Jesucristo tres títulos mesiánicos tomados del Ps 89,28-38, pero con un sentido
nuevo a la luz de la fe cristiana:

5.-Testigo fiel del cumplimiento de las promesas hechas por Dios, en el Antiguo Testamento, de
un Salvador, Hijo de David.

6.-Primogénito de entre los muertos en cuanto que su resurrección ha sido la victoria de la que
participarán cuantos estén unidos a El;

7.-Príncipe de los reyes de la tierra, pues a El pertenece el dominio universal;

8.-El que reprende y castiga a los que aman: Ap 3,19;

9.-El Amén: Ap 3,14: destaca la condición estable y firme, leal e inmutable del Señor.

10.-El Cordero:

Ap 5,12-13:"Digno es el Cordero inmolado...Al que está sentado en el trono y al Cordero la


alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos". En el v.12 se enumeran siete
atributos que reflejan la plena posesión de la naturaleza divina por parte del Cordero: poder,
riqueza, sabiduría, fuerza, honor, alabanza, gloria. En el v.13 se pone a un mismo nivel a Dios y
al Cordero, cuya divinidad se proclama.

11.-El Primero y el Ultimo, El que Vive:

Ap 1,17: significa la presencia gloriosa de Cristo; Ap 2,8: aquel que siempre ha existido y que
nunca dejará de existir.

12.-El Alfa y el Omega: Ap 22,13.

13.-El principio de la creación:

14.-El que tiene un nombre sobre todo nombre:

Ap 19-12:"...lleva escrito un nombre que nadie conoce sino El"; significa su condición divina y
trascendente, siempre misteriosa e inalcanzable para el hombre.

15.-Rey de reyes, Señor de señores:


Ap 17,14: significa que su victoria sobre los poderes del mal está asegurada.

16.-Señor: Ap 11,8:"...donde su Señor fue crucificado".

La doctrina sobre Cristo en los himnos litúrgicos primitivos.

1.1. Colosenses 1,15-20: Canto a la primacía de Cristo sobre toda la creación.

Hay tres puntos esenciales:

1.-Cristo es la imagen del Padre, Primogénito de las criaturas, Autor, Conservador y Fin de todas
las cosas.

Como Imagen del Padre es el Hijo quien lo revela a los hombres: Jn 1,18; 14,6.

El Hijo de Dios es la imagen del Padre porque es su Verbo, el verbo por naturaleza es la
expresión de la inteligencia que lo produce.

Primogénito es un concepto relativo, ya que no existiría si no se hubiera creado nada. "Todo ha


sido creado por El (causa eficiente), en El (causa ejemplar), y para El (causa final)". Todas las
cosas subsisten en El.

El es el primogénito en virtud de su unión hipostática: es anterior a toda creación, pues procede


eternamente del Padre por generación.

2.-Cristo está muy por encima de todos los seres celestiales, ya sea como Creador de ellos, ya
sea como su Jefe. Todo ha sido creado por y para el Hijo (Jn 1,3).

3.-Cristo posee toda la Plenitud: Plenitud de divinidad y Plenitud de gracia.

1.2. Filipenses 2,5-11.

Se subraya:

1.-v.5: Cristo es nuestro modelo porque El nos da ejemplo: para la unidad fraterna, para la
humildad, para la abnegación generosa que nos hace poner por encima de nuestros propios
intereses el interés de los demás.

2.-Se revela la divinidad de Jesús. El himno se puede dividir en tres partes:

a) vv.6-7a: trata de la "humillación" de Cristo al hacerse hombre;

b) vv.7b-8: en su condición de hombre acepta por obediencia morir en la cruz: proclama hasta
qué punto llego su humildad;

c) vv.9-11: describe su exaltación.

1.3. Juan 1,1-18: Prólogo del evangelio.

Es un himno o salmo que oscila entre dos polos:


1.-El de la eterna vida intratrinitaria de Dios.

2.-El de la Encarnación con todas sus consecuencias.

Enseñanzas principales:

1.-la divinidad y eternidad del Verbo: vv.1-2-16-17-18;

2.-la intervención del Verbo en la creación y en la obra salvífica de la humanidad: vv.3-4-5-9-


10.

3.-Juan Bautista es testigo de la presencia del Verbo: vv.6-7-8-15;

4.-la Encarnación del Verbo y su manifestación como hombre: v.14;

5.-el comportamiento diverso de los hombres ante la venida del Salvador: vv.11-12-13.

2. El "Corpus Paulinum".

as dos naturalezas de Jesus


Jesús es Dios en carne humana. No es mitad Dios y mitad hombre. Es decir,
Jesús tiene dos naturalezas completamente distintas entre sí: una divina y otra
humana. Jesús es la Palabra que era Dios y estaba con Dios y se hizo carne (Juan
1:1, 14) Esto significa que en la sola persona de Jesús se encuentran ambas
naturalezas: la divina y la humana. La naturaleza divina nunca cambió. No fue
alterada. Jesús no es meramente un hombre que “tenía a Dios dentro de Si” ni
tampoco es un hombre que ”hizo evidente la naturaleza de Dios” . Jesús es Dios, la
segunda persona de la Trinidad. “El Hijo es el esplendor de la Gloria de Dios y la
representación exacta de su ser, quien sostiene todas las cosas con su palabra
poderosa· (Hebreos:1-13, NIV). Las dos naturalezas de Jesús no están “mezcladas”
ni están combinadas en una nueva naturaleza de Dios-hombre. Estas dos
naturalezas están separadas pero, funcionan como una unidad en la persona única,
singular, de Jesús. Esto es la llamada Unión Hipostática.
El siguiente diagrama le ayudará a ver las dos naturalezas de Jesús “en acción”

COMO DIOS COMO HOMBRE


Es adorado (Mateo 2:2, 11; 14:33) Adoró al Padre (Juan 17).
Fue llamado hombre (Marcos 15:39; Juan
Fue llamado Dios (Juan20:28; Hebreos 1:8)
19:5)
Fue llamado Hijo de Dios (Marcos 1:1) Fue llamado Hijo de hombre (Juan 9:35-37).
Oramos a El (Hechos 7:59) Oró al Padre (Juan 17).
Es libre de pecado (1 Pedro 2:22; Hebreos
Fue tentado (Mateo 4:1).
4:15).
Sabe todas las cosas (Juan 21:17). Creció en sabiduría (Lucas 2:52).
Da vida eterna (Juan 10:28). Murió (Rom 5:8).
La plenitud de la Deidad está contenida en Tiene un cuerpo de carne y hueso (Lucas
El (Col 2:9). 24:39).
La “communicatio idiomatum”

Esta es una doctrina relacionada con la Unión Hipostática ( del


Latín: “transferencia de propiedades”).

Es la teoría que afirma que los atributos de ambas naturalezas, la divina y la humana,
le son conferidos a la persona única, singular, de Jesús. Esto significa que Jesús, el
hombre, podia reclamar como suya la Gloria que El tenía con el Padre antes de la
creación del mundo (Juan 17:5), podía afirmar, por derecho propio, cómo El había
descendido del cielo (Juan 3:13) y, también, afirmar que era omnipresente (Mateo
28:20). Esta doctrina, pues, enseña que Jesús tenía derecho a reclamar como suyas
todas éstas cualidades divinas y que, por lo tanto, estas propiedades también se
encontraban en la persona humana de Jesús.

Errores que cometen los miembros de sectas

Uno de los errores más comunes que cometen las sectas es el de no entender las
dos naturalezas de Jesucristo. Por ejemplo, los Testigos de Jehová se concentran en la
humanidad de Jesús e ignoran su divinidad. Constantemente están citando versículos
de la Escritura que tienen que ver con la naturaleza humana de Jesús, con Jesús como
hombre, y tratan de presentarlos como antagónicos a versículos que muestran que
Jesús es también Divino. Por otro lado, los miembros de la Ciencia Cristiana hacen
todo lo contrario : Se concentran en versículos de la Escritura que demuestran la
divinidad de Jesucristo , hasta negar su verdadera Humanidad.

Para poder entender a Jesús correctamente y, por tanto, todas las otras doctrinas
que a El se refieren, sus dos naturalezas deben ser entendidas y definidas
perfectamente. Jesús es una persona con dos naturalezas. Es por ésto que pudo
crecer en sabiduría y estatura (Lucas 2:52) y, a la vez, conocer, saber, todas las cosas
(Juan 21:17). Jesús es la Palabra Divina que se hizo carne (Juan 1:1, 14).

Jesús es el tema de toda la Biblia. Toda la Biblia se trata de Jesús (Juan


5:39). Los profetas profetizaron sobre El (Hechos 10:43). El Padre dió testimonio de
El (Juan 5:37; 8:18). El Espíritu Santo dio testimonio de El (Juan 15:26). Las obras
de Jesús dieron testimonio de El (Juan 5:36; 10:25) Las multitudes dieron testimonio
de El (Juan 12:17). Y Jesús dio testimonio de Sí mismo (Juan 14:6; 18:6).
Otros versículos a considerar al entrar en el proceso de examinar Su deidad
son: Juan 10:30-33; 20:28; Col 2:9; Filipenses 2:5-8; Hebreos 1:6-8; y 2 Pedro
1:1.

1 Tim 2:5 dice: “porque hay un solo Dios y también un solo mediador entre
Dios y los hombres, Jesucristo el hombre” En este mismo momento hay un
hombre en el cielo, sentado sobre el Trono de Dios. El es nuestro Abogado ante
el Padre (1 Juan 2:1). Es nuestro Salvador (Tito 2:13). Es nuestro Señor (Rom
10:9-10). El es Jesús.

Potrebbero piacerti anche