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Silverio Litschka, OFMCap.

Profesor de Liturgia del Seminario "San Fidel".


San José de Mariquina (Chile).

APUNTES PARA UNA TEOLOGIA DE LAS CELEBRACIONES


DOMINICALES SIN SACERDOTE *

L INTRODUCIR los "cultos dominicales" sin sacerdote en una comunidad

A cristiana,
esta nueva forma
uno puede tropezar

mos "buenos católicos".


de celebración

titud, se descubre que vienen de una mentalidad


los últimos siglos y que se puede resumir en los siguientes puntos:
con poco interés y hasta con rechazo de

Cuando se examinan
litúrgica, incluso de parte de los mis-
las razones para esta ac-
que se ha formado en

- acentuación exagerada del "sacramento" junto con un descuido de la "palabra";

- limitación -casi exclusiva- de las asambleas a asambleas eucarísticas (Santa


Misa, Bendición sacramental);

- cumplimiento del precepto dominical sólo por la Misa dominical.

La refexión teológica de los últimos años, impulsada también por nuevas for-
mas de celebración litúrgica, como son las celebraciones sagradas de la Palabra de
Dios y el "Culto dominical" (cfr. CSL, N9 35, 4), llegó a re-descubrir valores que,
desde tiempo atrás, no se habían apreciado debidamente en la Iglesia. Sacar a luz
estos valores con relación a las celebraciones dominicales es el fin de este trabajo.

o El siguiente artículo forma parte de un estudio más amplio hecho en alemán con el título "Die Wie-
derentdeckung des Wortgottesdienstes als Form der Sonntagsfeier ohne Pries!er" (El redescubrimiento de
la Celebración de la Palabra de Dios como forma de la Celebración Dominical en ausencia del sacer-
dote) .
APUNTES PARA UNA TEOLOGIA DE CELEBRACIONES DOMINICALES SIN SACERDOTE 285

1. LA TEOLOGIA DE LA PALABRA DE DIOS

1. 1. la presencia de Cristo en la palabra

Desde hace años se viene desarrollando en la Iglesia ¡unto al Movimiento


litúrgico un movimiento de renovación bíblica. Liturgia y Biblia forman una unidad
inseparable como lo han mostrado varios estudios de los últimos años (1). Por lo
tanto no es de extrañar que la misma Constitución sobre la Sagrada Liturgia (=CSL)
refleje esta realidad. Suscitó cierto asombro la afirmación del N9 7 que habla de
las diferentes maneras de la presencia de Cristo en la Liturgia: El señor " ...está
presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es
El quien habla". Con esta afirmación se incorporó un elemento nuevo al texto de
la "Mediator Dei", N9 20 (2), que se cita casi literalmente en este artículo de la
Constitución. Para comprender las diferentes maneras de la presencia de Cristo de-
bemos recordar que la primera y principal es su presencia en cuanto hombre resu-
citado, "sentado a la derecha del Padre". Esa presencia repercute y se expresa
de forma diferente en las otras maneras de presencia. Estas formas secundarias de
su existencia gloriosa son como "proyecciones" de su presencia primaria y principal
en nuestro mundo humano, y no tienen la misma densidad. La más densa es la que tiene
bajo las especies eucarísticas de pan y vino. En la Eucaristía su presencia es "sus-
tancial" ("substantialiter" o "secundum substantiam", como dice la escolástica); en
las demás formas es virtual, por su fuerza ("secundum virtutem"), en el Espíritu San-
to (3). Con su fuerza él acciona desde su gloria celestial sobre nuestra vida. Las
cinco maneras de la presencia de Cristo en la Liturgia, de las cuales habla la CSL,
N9 7 -en el celebrante, en las especies eucarísticas, en los sacramentos, en la pa-
labra y en la comunidad reunida- son presencias reales. Por tanto, Cristo está pre-
sente en su palabra también de manera real, activa y personal, porque ... "cuando
se lee en la Iglesia la sagrada Escritura, es él quien nos habla" (4).
Su presencia, pues, no es vaga e ineficaz, sino personal (= ¡como la de uno
que habla!) y activa. Esta presencia del Señor se realiza no solamente cuando se
proclaman sus propias palabras, como lo hace el diácono que representa a Cristo
el Viemes Santo en la lectura de la Pasión, sino siempre que se proclama la sagrada
Escritura. Según la palabra del mismo Señor (cfr. Le. 24, 27, 44) todas las Escrituras
no sólo hablan de él, sino que en ellas toma la palabra y nos habla. La persona
que lee, proclama, interpreta la Palabra de Dios aparece como "ministro" de la
Palabra. Cristo se vale de él para hacerse presente en medio de nosotros. Pero

(;) Cfr. A. MARTlMORT. Palabra de Dios y liturgia. (Congreso de Estrasburgo del C. P. L. París, 195B)
Salamanca, Ed. Sígueme, 1966 (Colee. Nueva Alianza, 6).
(2) Cfr. AAS 39 (1947) 528.
(3) Cfr. J. A. JUNGMANN, Neuenldeckles Gotteswort, en lebendige Seelsorge. 20 (1969), 49-52.
(4) Cfr. para lo siguiente. A. M. ROGUET, la Présence active du Chrisl dans la Parole de Dieu. lMD
N'! 82 (1965) 10 s. Cfr. CSL NQ 33; 35; 56.
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esta presencia suya depende de una condición: que su Palabra se proclame "in
Ecclesia" en la Asamblea. La lectura privada de la Biblia tiene gran valor pero no
el mismo valor "sacramental" que la proclamación de la Palabra de Dios en medio
de una comunidad cristiana reunida. J. A. Jungmann hace resaltar el valor de la
Palabra de Dios comparándola con una bendición sacramental. Dice: "Es Dios quien
nos habla, quien por su palabra nos muestra los caminos por esta vida terrenal.
Una celebración de la Palabra de Dios bien hecha y también un círculo bíblico
celebrado en un ambiente religioso que desemboca en meditación y oración, bien
puede equipararse, en su valor espiritual, a una Bendición sacramental tradicio-
nal" (5).
Esta convicción de la presencia de Cristo primero en la palabra proclamada
y -en segundo grado- en la Palabra escrita, es decir, en el libro de la Sagrada
Escritura, siempre se ha mantenido viva en la Liturgia de la Iglesia al celebrar cier-
tos ritos, especialmente en la proclamación del Evangelio, palabra de Cristo por ex-
celencia (6). Es notable la analogía de estos ritos con los que rodean la misma Eu·
caristía. Según la tradición, los ministros del Evangelio son el diácono, el presbítero
y el obispo, no porque otra persona, sin órdenes mayores, no pueda proclamar dig-
namente el Evangelio, sino para hacer resaltar por el rango del ministro la imoor-
tancia de esta lectura bíblica. Los ministros se preparan para la proclamación con
una oración personal y el diácono pide la bendición del celebrante. A la proclama-
ción precede un pequeño diálogo entre el ministro y la asamblea. El pueblo saluda
a Cristo con aclamaciones: "Aleluya", "Gloria a ti, Señor", "Te alabamos, Señor".
Los fieles se ponen de pie para expresar su respeto y su prontitud (la postura "de
rodillas" como expresión de la reverencia ante la Eucaristía es de origen tardío);
por la señal de la Cruz antes de comenzar la lectura auieren apropiarse y hacer
eficiente para la propia persona la gracia y bendición que viene de la Palabra
de Dios. Terminada la lectura se besa el libro como signo de cariño y veneración.
El ministro dice durante esta acción: "Por las palabra del Evangelio, Dios nos per-
done nuestros pecados". En esta pequeña frase se ha mantenido viva -casi desaper-
cibida- hasta nuestros días la convicción de la antigüedad cristiana sobre la fuerza
"sacramental" de la Palabra de Dios. Una mayor solemnidad rodea o rodeaba a la
proclamación del Evangelio en la celebración festiva de la Eucaristía. El uso de
incienso, los acólitos con cirios que acompañan el libro de las Lecturas bíblicas, la
pequeña procesión al lugar de la Palabra, son una expresión del profundo respeto
a Cristo, que se hace presente en la Palabra de Dios. Ritos anólogos existen también
en las otras familias litúrgicas (7). Hay que llamar la atención también sobre la cos-
tumbre antigua de entronizar solemnemente la Biblia al comienzo de cada sesión
de un Concilio ecuménico.

(5) J. A. JUNGMANN, l. C., 51.


(6) Cfr. J. A. JUNGMANN, El Sacrificio de la Misa. Madrid, BAC, 3, 1959, 490-503.
(7) Cfr. P. JOUNEL. La Biblia en l. Liturgi~, en: A. Marllmort, 1. C., 22-46.
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l. 2. Es una palabra eficaz

El Señor se hace presente en la Palabra para enseñarnos, para comunicarnos


su verdad, para decirnos en qué forma debemos vivir como discípulos suyos. Sa-
bemos que la Sagrada Escritura es para nosotros fuente primaria de enseñanza.
Pero la teología de los últimos años ha redescubierto la antigua verdad de que
Cristo se hace presente en su Palabra también y principalmente para comunicarnos
su vida y su salvación. Esto significa que la Palabra de Dios también es Palabra
eficaz y que tiene fuerza sacramental. El arto 21 de la Constitución sobre la Divina
Revelación del Vaticano 11 nos señala esta verdad: ..."Toda la predicación de la
Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada
Escritura. Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye
sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para sus hiios, alimento del alma,
fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se aplican a la Escritura de
modo especial aquellas palabras: "La Palabra de Dios es viva y enérgica (Heb 4,
12), puede edificar y dar la herencia a todos los consagrados (Hech. 20, 32; cfr.
1 Tes. 2, 13)". Detrás de esta convicción está el concepto oriental, semítico, hebreo
de la Palabra como acto de toda la persona. La palabra tiene tanto valor cuanto
valor tiene la persona y puede realizar tanto, cuanto puede la persona que la
pronuncia, porque es expresión de su voluntad y de su vida. "Decir" es igual a
"hacer" (cfr. bendeci¡' y maldecir en la Biblia) (8). Dios obra por medio de su Pa-
labra: él crea y da salvación por la "Palabra". La Palabra de Dios se convierte
en un acontecimiento ("Ereignis"), es acontecimiento salvífíco. Karl Rahner dice: "Es-
ta Palabra de Dios -como momento eterno de la acción salvífica de Dios al hombre
y así con ella y a causa de ella- es la palabra con virtud de salvación que aporta
en sí lo que dice, es ella misma acontecimiento de salvación que -en su momento
externo, histórico y social- muestra lo que en ella y ba¡o ella acaece y hace acaecer
lo que muestra. Es la puesta en presencia de la gracia de Dios" (9).
La proclamación de la Palabra de Dios es un momento en que Dios actualiza
la salvación porque lleva al hombre a una "krisis", a un "iuicio", entendiendo la
palabra "juicio" en el sentido bíblico como "situación decisiva en el orden de la
gracia" ("gnadenhafte Entscheidungssituation"). H. Volk lo expresa con las siguien-
tes palabras: "La Palabra de Dios es a la vez iuicio y gracia, porque descubre nues-
tra condición pecadora y, al mismo tiempo, nos ofrece la salvación en Cristo. La
"crisis" surge porque el hombre se ve obligado entonces a decidir si reconoce su
condición pecadora y acepta a Cristo como su propia salvación (Jn. 12, 31; Heb.
4, 12. 13). Y esta situación decisiva no puede originarse en los hombres por medio

(8) Cfr. T. Cabestrero, Aspectos Misioneros de la liturgia de la Palabra. Misiones Extranjeras, 13 (1966),
439-448.
(c,) K. RAHNER, Palabra y Eucaristia. Escritos de Teologia, IV, Madrid, Ed. Taurus, 1962, 331.
Cfr. H. Schlier, Rasgos fundamentales de una teologia de la Palabra de Dios en el Nuevo Testamento.
"Concilium", N'.' 33 (1966), 369.
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de cualesquiera palabras, sino sólo mediante la confrontación actual con Dios, la


cual se produce en la Palabra de Dios, Como la decisión en virtud de la Palabra
de Dios resulta necesaria, la Palabra de Dios es más que un hablar sobre algo, En la
Palabra de Dios se hace presente la gracia de Dios, y en ella -en cierto rnodo-
Dios mismo" (10). En este sentido debemos entender las palabras de la Sagrada
Escritura que hablan de la Palabra de Dios como de una espada de dos filos (Heb.
4, 12 s.; cfr. Apc. 1, 16) Y que no vuelve a Dios vacía, sino que cumple siempre
la voluntad de Dios (ls. 55, lOs,). Ella produce ante todo la gracia más grande, la
fe, que viene del oído (Rom. 10, 17 s.) y se convierte en "fuerza de Dios para la
salvación (cfr. Hech, 13, 26), es palabra de vida I.cfr. Flp. 2, 16; 1 P 1, 23), por-
que comunica al hombre "vida" y santifica al aue es tocado por ella (1 Tim. 4, SI.
A causa de esta eficacia salvífica de la Palabra de Dios , a semejanza de los sa-
cramentos, donde se reconoce una eficacia "ex opere opel'ato", se puede hablar de
una eficacia "ex verbo annuntiato" o "praedicato" en el anuncio de la esta Pala-
bra, como M. Seemann propone (11).

1. 3. La "Comunión" en la Palabra

En esta comunicación de la salvación por medio de la Palabra de Dios ven


los Padres de la Iglesia y los teólogos como una "Comunión en la Palabra", análoga
a la comunión eucarística. De este tema trata el artículo de F. Maier "Die zweifache
Kommunion mit Christus nach del' Lehre del' Kirchenvater" ("La doble comunión con
Cristo según la doctrina de los santos Padres") (12). Esta verdad antigua fue vuelta
a sacar del olvido por el Concilio Vaticano 1[. En la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia no se habla sólo de la "Mesa del Cuerpo del Señor" Icfr. N'? 48) sino tam-
bién de la "mesa de la Palabra de Dios" (N'? 511, que ha de prepararse con más
abundancia para los fieles. En la Constitución sobre la Divina Revelación, N'? 21, se
dice: "La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como ha hecho con el
Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la sagrada Liturgia nunca ha cesado de tomar
y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios
y del Cuerpo de Cristo" (cfr. también el N'? 17). Esta afirmación está dentro del marco
de la tradición eclesiástica desde San Jerónimo y Agustín hasta la "Imitación de
Cristo" de Tomás de Kempis (13).
Para los Padres de la Iglesia la Sagrada Escritura es Palabra de Dios viva
y siempre eficaz; en el fondo, una sola Palabra, la Palabra de Dios eterna, el "lagos",

(10) "Palabra (de Dios) ", en: H. FRIES, Concepto. fund.menl.le. de l. Teología, 111 Madrid, Ed. Cris-
tiandad, 1966-67, 3235. (Colección "Teología y Siglo XX", 8).
(11) Cfr. J. A. JUNGMANN, Neuentdeekte•..•, 1. c. 51. Cfr. también arto 17 de la Consto S. 1. Divina Re-
velación (Verbum Dei).
(12) F. MAIER, Díe zweifaehe Kommunion mit Christu. naeh der Lehre der Kirchenvaeter. Geist und Leben.
25 (1952), 364-375.
(13) Cfr. lib. IV, cap. 11.
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que ha tomado un cuerpo de carne de María y un "cuerpo-palabra" en la Biblia (14).


Cuando el hombre recibe con fe la Palabra de Dios nace Cristo en su corazón, ha-
bita en él, es su posesión. San Agustín dice: "Ved ya, hermanos, en esto un gran
misterio. El sonido de nuestras palabras hiere el oído, pero el Maestro está adentro"
(15). Se trata, pues, de una unión con Cristo, de una "comunión". Los Padres de
la Iglesia aplican a esta unión con Cristo palabras e imágenes bíblicas que hoy
casi exclusivamente se interpretan en el sentido eucarístico. San Ireneo compara la
Palabra de Dios con el Arbol de la Vida (16). Para Clemente de Ale¡andría la co-
mida y bebida del divino lagos es la comprensión de la verdad divina (17). Orígenes
compara la Palabra de Dios con el maná (18) y Agustín con el agua de la peña (19).
El interpreta los términos "pan y vino", "comida y bebida", e incluso "carne y san-
gre de Cristo", es decir, expresiones eucarísticas, en el sentido de la Palabra de
Dios (20). Ambrosio díce: "Bebe el cáliz de los dos Testamentos, del antiguo y del
nuevo, porque en ambos bebes a Cristo" (21). Orígenes llega hasta aplicar las pa-
labras de la institución de la Eucaristía a la Palabm, entendiendo quizás por '''Pa-
labra" a Cristo, el lagos (22).
Los Padres ole¡andrinos consideran la comunión con la Palabra de Dios, es-
cuchando y meditando el Evangelio, como una verdadera comunión. Pero no la equi-
paran simplemente a la comunión eucarística. Hay textos claros de los Padres, que
hablan de dos comuniones: de la comunión en la Palabra de la Escritura y de la
comunión eucarística. Leemos de San Jerónimo: "Danos hoy nuestro pan de cada
día ... Uno puede opinar que lo dice del pan celestial de los misterios. Esto está
bien, porque verdaderamente es carne y sangre de Cristo. Pera podemos decir tam-
bién: el pan de Cristo y su Cuerpo es la Palabra divina y su doctrina celestial" (23).
Al explicar la misma petición del Padre Nuestro, dice San Agustín: "O entendernos
con esto el pan de cada día que recibimos del altar, o la Palabra de Dios que se
anuncia todos los días, que es también un pan" (24). F. Muier, después de haber
visto todas las fuentes, llega a la conclusión: "Según la unánime tradíción existe
una doble comunión, una sacramental, la Eucaristía, y una comunión en la Palabra,
que consiste en recibir con fe y amor la Palabra de Dios y en penetrar profundo
y espiritualmente en ella" (25).

(14) Cfr. F. MAIER, l. c. 366.


(,5) In Epist. Joh ad Porthos, 111,13; PL 35, 2004 Cfr. Origen8s, In Lev hom. 12 1~9 7; PG ',2, 543 D
(16) Cfr. Contra haeres.>, V, 20, 2; PG 7, 1178 A.
(17) Cfr. STROMATA, V, 10; GCS 52, 366-370.
(18) Cfr. In Exod. hom. 7, 5; PG 12, 346A.
(19) Cfr. Ennar. in PS., Ps. 62, 7; CSEL 39, 798.
(20) TERTULIANO, De Resurrectlone Mortuorum C. 37, 3; CSEL 2, 369 '>. Cfr. ORIGENES, In Gen. hom
10, 3; Jerónimo, Como inc Eeel. 11, 24/26; CSEL 72, 272
(21) Ennar. in Ps., Ps. 1; PL 14, 940.
(22) Cfr. Commentariorum >erie> 85.
(23) Tractatus in Ps., De P•. 145; CSEL 78, 326. Cfr. De Ps. 147; CSEL 78, 337 s.
(24) Sermo 60,6; PL 38, 401. Cfr. también teólogos posteriore,= Cesario de Arlés, Sermo 300, 3; PL 39,
2319. Petrus Lombardus, Como in Ps., Ps. 134; PL 191, 1190.
(~5) L. c. 372 s.
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Según los Padres de la Iglesia, la finalidad de la doble comunión consiste


en la unión del hombre con Cristo. Como Cristo tomó un doble cuerpo, de María
y en la Biblia, puede haber una doble comunión. En ambos casos uno tiene que
progresar, por medio de la fe, del Cuerpo (pan) y de la Palabra al espiritu. Sólo
por la fe el hombre llega a la verdadera comunión con Cristo. Esta comunión en
la Palabra puede ser considerada como "comunión espiritual" en el sentido expli-
cado por Schnackenburg (26). Aquí cabe preguntarse: ¿Qué diferencia hay entre la
comunión en la Palabra y en la Eucaristía? ¿Qué novedad trae esta última? La co-
munión eucarística -supuesta la fe- lleva a la comunión en la Palabra (= Comu-
nión espiritual) a la última intensidad y concretización. Ella es comida en sentido
estricto y hace visible también la relación y la "comunión" con los hermanos en
Cristo. Ella da a la comunión con Cristo un carácter de publicidad y hace visible la
mediación de la Iglesia. Así se han de entender también las palabras de K. Rahner:
"En el sacramento la "encarnación" de la gracia y su concretización histórica llega
al punto culminante. Ella no se encarna sólo en el actuar personal y salvífica del
~ombre, sino también en el actuar de la Iglesia como tal, no sólo en el actuar de
un miembro del Pueblo de Dios, sino en el actuar esencial del Pueblo de Dios en
su constitución histórica, de la Iglesia en su propia 'publicidad' sociológica" (27).
Para completar esta reflexión sobre las dos comuniones conviene citar lo que J. Rat-
zinger escribe al comentar el N9 21 de la Constitución sobre la Divina Revelación:
"El texto vuelve a subrayar lo que se había aclarado en la CSL: que la Liturgia
de la Palabra no es una "antemisa" más o menos dispensable, sino fundamental-
mente de igual rango con la Liturgia sacramental en el sentido estricto; que la
Iglesia como comunidad en el Cuerpo de Cristo es también comunidad en el "lagos",
que toma su vida de la Palabra, y que la "Carne" y la "Palabra" son las dos ma-
neras como el "Cuerpo de Cristo", la Palabra hecha carne, llega a nosotros y es
nuestro "Pan" (281.

l. 4. Conclusiones prácticas

Es necesario profundizar aquí la teología de la Palabra, porque la Palabra


de Dios constituye el contenido principal y el centro de la celebración dominical
no-eucarística. Sobre el fondo de esta teología, las celebraciones dominicales no
se pueden tildar de "substituto" de la eucaristía. Tienen sus valores propios y deben
considerarse como acontecimiento salvífica, en el cual Cristo se hace presente, obra
su salvación entre nosotros, nos comunica su vida y se une con nosotros. De esta
verdad se deducen algunas conclusiones importantes. El "culto dominical" tiene su

(26) Cfr. "Geistliche Kommunion" und Neues Testament. Ge15t ul1d Leben 25 (1952) 407-411.
(27) Personliche und sakramentale Frommigkeit. Theologische Ueberlegungen Ober die "geistliche Kom-
munion" und Ahnliches. Geist und Leben 25 (1952) 424.
(28) Lexikon f. Theologie u. Kirche. Das 2. Vatikanische Kanzil. Konstitutiunen. Dekrete und Erklarungen.
11. Freiburgo, Ed. Herder, 1968, 572.
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fisonomía y su valor propios. Por eso no se trata de incorporarle todos los elementos
posibles de la Liturgia eucarística en el sentido estricto, especialmente de la Oración
Eucarística, hasta llegar a una "misa de leías", como se ha celebrado en el pusado
en muchos lugares. Tal celebración violenta psicológicamente a los fieles. En el "ofer-
torio" debían imaginar cómo en el templo parroquial eran llevadas las ofrendas al
altar. En la "consagración" tenían que ofrecer un sacrificio que sacramentalmente
no estaba presente en medio de ellos; en la "comunión", desear una unión que sa-
cramentalmente no era posible. En sí todos estos actos espirituales son realizables
personal y particularmente y están atestiguados en la historia de la piedad cris-
tiana (29). Pero en este tipo de celebración se encuentran acumuladas en forma exa-
gerada, exigiendo demasiado de los fieles. Además se descuida una ley fundamental
de la Liturgia, su carácter "sacramental" (expresado por signos) que se basa en
la unidad cuerpo-alma del hombre. Finalmente, en esta forma pseudo-eucarística
del culto dominical el centro y el objeto de la celebración ya no está en medio de
la comunidad reunida: es el sacrificio eucarístico que se celebra en este momento
en la iglesia parroquial o catedral, o en cualquier otro lugar del mundo. Siguiendo
esta línea se llega a la pregunta -no pocas veces formulada-: ¿Por qué reunirse
para el culto dominical si podemos escuchar la Misa por radio? Por tanto, hay que
respetar el valor propio que tiene el culto dominical en la forma de una cele-
bración de la Palabra de Dios Icfr. CSL N9 35, 4) que posee la eficacia de unirnos
realmente con Cristo (= "Comunión espiritual") y de comunicarnos la salvación Es-
to es también el secreto de la vitalidad de tantas Iglesia no-católicas, que desarro-
llan una asombrosa vida de fe y caridad, a pesar de que en algunos casos no cele-
bran la Eucaristía en el sentido nuestro desde hace siglos.

2. LA TEOLOGIA DE LA ASAMBLEA

Junto con la Palabra de Dios es necesario revalorizar teológicamente tam-


bién la Asamblea. Precisamente la nueva forma de reunión litúrgica sin asis-
tencia de un sacerdote, el culto dominical se caracterizará muchas veces por una
"cierta pobreza" cuantitativa y cualitativa (cfr. 1 Coro 1, 26-31.1. Por eso, conviene
verlo sobre el fondo de la teología de la Asamblea, tan rica, que es otro redescu-
brimiento de nuestros días. Los primeros y más numerosos aportes sobre este tema
en los últimos años aparecieron en los países de habla francesa (30), Para descubrir
todo el significado de la Asamblea es necesario contemplarla en relación con la
Historia de la Salvación.

(29) Cfr. B. BIERMANN, Der priesterlos Gemeindegottesdienst in der Mission. Neue Zeitschrift f. Mis-
sionswissen .chaf! 14 (1958) 59-61.
(30) Ver I~ literatura sobre la A>amblea en: C. Floristán, La Asamblea y sus implicaciones pastorales.
Concilium n. 12 (1966) 197-210.
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2. l. La Asamblea en la Historia de la Salvación

En la historia del pueblo de Israel existe un acontecimiento que constituye el


prototipo de la asamblea en el sentido bíblico: los acontecimientos en torno al mon-
te Sinaí, después de la salida de Egipto (cfr. Ex. 19-24; Deut. 4, 10 ss.). Según Th.
Maertens, sólo el Deuteronomista (siglo VII) llega a interpretar los acontecimientos
del Sinaí en este sentido y realza la importancia de la Palabra de Dios (31). Dios
saca a su pueblo de Egipto y lo reúne en el desierto ¡unto al monte. El está presente
!fuego y trueno como signos de su presencia; cfr. Ex. 19, 261 Y habla a su pueblo por
medio de Moisés. El pueblo asiente a sus palabras I.cfr. Ex. 19, 8). El Pacto es
ratificado con el sacrificio (cfr. Ex. 24, 1-8). Esta "reunión" en hebreo es llamada
"Qahal Yahvé", expresión que más tarde traducen los Setenta por "ekklesía kyríou".
Los dos términos, "Qahal" y "ekklesía", se usan también para reuniones profanas
de tipo oficial. Pero en el A. T. reciben un significado religioso: designan aquella
reunión, asamblea, que Dios mismo convoca, llamando a los hombres de en medio
de los demás y los reúne en torno a sí y a su palabra. En la historia se Israel se
celebraron varias asambleas grandes y solemnes (cfr. 1 Re. 8; 2 erón. 29-30; 2 Re.
23; Neh. 8-9). Después del Exilio comienzan a celebrarse asambleas locales en las
sinagogas. Las asambleas de Israel se caracterizan por los siguientes elementos (32):

- convocación por Dios mismo o por sus representantes: rey, profeta, sacer-
dote. Es independiente de categorías humanas y sociológicas.
- la proclamación de la Palabra de Dios tiene una importancia central en la
asamblea (cfr. Deut. 31, 10-12).
- la explicación de la Palabra de Dios debe llevar a los reunidos a una
comprensión más profunda (cfr. 1 Re. 8; Neh. 8, 7-8).
- respuesta del pueblo en forma de una aclamación, profesión de fe, etc.
(cfr. Núm. 5, 7-13; Deut. 27, 11-26; 24, 1-11. El sacrificio es la expresión
más intensa de la obediencia del pueblo. (1 Re. 8, 62-66).
- la oración del que preside la asamblea en forma de una bendición o ac-
ción de gracias (cfr. 1 Re. 8, 22-60).
- la despedida y el envío que corresponde a quien ha convocado y dirigido
la asamblea. Ella permite distinguir entre "pueblo como acontecimiento"
(= asamblea) y "pueblo como institución".

Estas asambleas eran casi exclusivamente reuniones del Pueblo de Israel: Más
tarde los profetas anunciarán una asamblea futura que reunirá a todos los pueblos.
Los profetas más antiguos la ven más bien como una asambleo para el iuicio (cfr.

(31) Cfr. TH. MAERTENS, La Asamblea cristiana. De la Teología bíblica a la Pastoral del siglo XX. Ma-
drid, Ed. Marova, 1964 (Colección "Christus Pastor", 8), 17 ss.
(32) Cfr. 1. c. 23 ss.
APUNTES PARA UNA TEOlOGIA DE CELEBRACIONES DOMINICALES SIN SACERDOTE 293

Joel 4, 2; Is. 43, 91; los ulteriores, especialmente el Trito-Isaías, como un aconteci-
miento de salvación para todos los pueblos (cfr. Zae. 14, 16 s.; 20 s.; Is. 60, 3-9;
66, 18-21). Esta esperanza se cumple en Jesucristo. El ha venido para convocar la
gran "asamblea" de todos los hombres (cfr. Mt. 23, 34-391, derecho que atribuyen
los profetas sólo a Yahvé. Como el Templo judío está destinado a la destrucción
(cfr. Mt. 24), ocupará su lugar el Señor resucitado, como nuevo templo Icfr. Jn. 2,
19-22; Mt. 26, 61-651, al que se dirigirán todos los hombres para reunirse en él (331.
Cristo invita a todos los que quieran venir, especialmente a aquellos que en el A. T.
no tenían la posibilidad de entrar en el Reino de Dios: los pobres, los enfermos,
los ciegos. La parábola del banquete de bodas debe considerarse como ley funda-
mental de la asamblea de Cristo (cfr. Mt. 22, 1-14; Le. 14, 16-23; Me. 2, 16 s.).
También los pecadores pueden venir. El Señor puede invitar a todos, porque tiene
el poder de sanar a los enfermos y de perdonar los pecados. Buenos y malos vivirán
juntos (cfr. parábola de la cizaña entre el trigo; Mt. 13, 24-30; de la red: Mt. 13,
47-51). Sólo transcurrido el tiempo en que se ofrece la salvación, en la "cosecha",
se hará la separación (cfr. Mt. 13, 30. 49-50; 22, 12 s.l.
La asamblea de Cristo tiene como centro al Señor resucitado. Es asombroso
que casi todas las apariciones del resucitado acontecen cuando los discípulos están
reunidos (cfr. Le. 24, 33; Jn. 20, 19. 26; Hech. 1, 6, 2, 1). Sin duda el Señor quería
poner en claro ante sus discípulos la verdad de que él siempre iba a estar presente
aunque invisible en medio de ellos, cuando se reunieran en su nombre (cfr. Mt. 18,
20; 28, 20. Además llama la atención cómo ahora se destaca el "primer dio de la
semana", el domingo, como día de la "asamblea" (cfr. Jn. 20, 19. 26; Hech. 2, 1).
La nueva comunidad recibe del Resucitado el poder de comunicar la salvación, pe.,
perdonando los pecados (cfr. Jn. 20, 23), de guiar a los hombres Icfr. Jn. 21,15-171,
de llevar a todo el mundo el mensa~e de salvación, es decir, la invitación al Reino
de Dios (cfr. Mc. 16, 15; Hech. 1, 81. Pero aquí se toca lo que J. Lecuyer llama:

2.2. El "Misterio" de la Asamblea cristiana (34).

El Y otros teólogos han comprobado que la asamblea litúrgica es algo carac-


terístico en la vida de los cristianos. Para la asamblea se adoptaron los términos
tan densos y ricos de "ekklesía", "ekklesía kyríou" y "ekklesía kyriaké" (= asam-
blea del Señor"), de los cuales se deriva el nombre de la "Iglesia" en casi todos
los idiomas más conocidos. Estudios especiales han probado que "durante los tres
primeros siglos la palabra "Ecclesia" nunca designa otra cosa que la asamblea li-
túrgica o, por extensión, a aquellos que tienen derecho a tomar parte en ella" :35.'1.

(~3) Cfr. Y. CONGAR, El Misterio del Templo. Barcelona, Ed. Estela, 1964. (Colece. "Ecclesia". 6).
(34) Cfr. J. LECUYER, La Asamblea litúrgica. Concilium n. 12 (1866) 179 55. Cfr. TH. MAERTENS, O. e.
63-122.
(35) J. LECUYER. l. e. 180. Cfr. P. TENA BARRIGA, La palabra "ekklesia". Estudio histórico-teológico.
Barcelona, E Casulleras, 1964
SILVERIO L1TSCHKA

La asamblea es una manifestación de la Iglesia. En ella se hace visible la Iglesia,


el Pueblo de Dios. Ella es Iglesia en acto, es decir, acontecimiento salvífica. Es el
Señor resucitado quien nos invitó y nos prometió su presencia salvadora cuando dijo:
"Donde dos o tres están reunidos en mí nombre, allí estoy yo en medio de ellos"
(Mt. 18, 201. Lo mismo afirma el Concilio Vaticano 1I en la CSL, N° 7: "Está pre-
sente (Cristal, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que
prometió: "Donde están dos...". En la comunidad reunida se manifiesta lo que Cristo
nos ha traído: la "koinonía", la comunidad (o comunión) en el Espíritu Santo, quien,
como el alma en el cuerpo, interior e intensamente une a todos los miembros del
Cuerpo místico de Cristo entre sí. Lo que por el pecado estaba destruido y sepa-
rado, el Señor lo quiere reunir en uno (cfr. Jn. 11, 52) Y unir por el único Espíritu
bajo una cabeza (cfr. Ef. 1, 10). La asamblea litúrgica es el lugar por excelencia,
donde nosotros podemos tomar "contacto" (por medio de signos con el Señor muerto
y resucitado (= Misterio pascual), para hacernos partícipes de su gracia y vida. Así
se robustece la unidad con Cristo y con las hermanos y se deifica el Cuerpo místico
de Crísta.
Por estas razones la Iglesia nunca ha cesado de llamar la atención de lo~ fie-
les sobre la importancia de la Asamblea (cfr. Heb. 10, 25; Ignacio de Ant. Ef. 5,
2-3; Magn. 7, 1-2), Y de obligarlos además a la participación en ella por un pre-
cepto formal. Cada reunión de una comunidad cristiana, por pequeña que sea, es
signo de la comunidad universal de aquellos que han sido "llamados de en medio
del mundo" por Cristo. Es una etapa, un hito en el camino hacia la gran asamblea
escatológica del Reino de Dios en toda su gloria, que encuentra en el "Banquete
nupcial del Cordero", su última perfección y su cumplimiento. (cfr. Mt. 22, 1-?4;
Le. 14, 15-24; Apc. 19, 1-9. CSL N° 8).

2. 3. Las características de la Asamblea cristiana

Si hay que ver la Asamblea litúrgica en relación con la Historia de la Selva-


ción y si ella constituye un momento muy significativo de esta historia, debe cumplir
ciertas condiciones y poseer determinadas cualidades.

2. 3. 1. La Asamblea es la reunión oficial de una Comunidad cristiana. Por


"comunidad cristiana" entendemos el grupo de cristianos-católicos que viven en un
cierto lugar, barrio o región. Generalmente coincidirán los conceptos "comunidad
cristiana" y "parroquia" o "comunidod parroquial". Pero cada vez más se da el ca-
so de que una parroquia está formada por varias "comunidades cristianas de base",
especialmente cuando se trata de grandes parroquias, urbanas o rurales, como en
Latinoamérica. Lo que une a los hombres en esta nueva comunidad no son sólo
vinculos de sangre y parentesco o de amistad, no sólo el hecho de que uno viva
en el mismo barrio o en la misma región rural, o pertenezca a la misma clase social
o tenga el mismo trabajo, sino la misma fe, el bautismo y el amor de Cristo (cfr.
APUNTES PARA UNA TEOLOGIA DE CELEBRACIONES DOMINICALES SIN SACERDOTE 295

Gál. 3, 28s; Col. 3, 11') (361. Sólo donde existe uno comunidad cristiana puede haber
una asamblea, una reunión de esta comunidad, aunque sea en número muy redu-
cido (el Señor hablo de "dos o tres", cfr, MI, 18, 20 1, Esto asamblea puede ser
convocado sólo por uno persono autorizado paro ello, Normalmente es el obispo
o el párroco (cfr. CSL N9 34, 4). De esto manero, lo comunidad reunido permanece
unido con lo Iglesia universal y no se convierte en uno "secta", Además, en el coso
de uno asamblea, no se debe trotar sólo de lo reunión piadoso de alguno cofradia
o de algún movimiento u organización eclesiástico. En principio cualquier persono
que tiene fe y está bautizado debe tener acceso o lo asamblea. Por eso, con gusto
se deben acoger también los cristianos que vienen o lo asamblea litúrgico, aunque
no pertenezcan o la comunidad nuclear. Ellos san como un vinculo de unión con lo
Iglesia local (parroquia, diócesis) o universal. El derecho y lo obligación de asistir
o lo asamblea se fundo en el sacerdocio común de los fieles que recibimos en el
bautismo (cfr. Consto s. lo Iglesia, N9 10) e incluye lo obligación de participar acti-
vamente en lo acción litúrgico (cfr. CSL N9 14; 28; 301.

2.3.2. Es representativa. Este aspecto lo destoco especialmente Mons. H.


Aufderbeck en sus "10 Tesis pastorales" (37). El cito uno palabro de J. Ratzinger (38):
"Poro poder ser salvación de todos, lo Iglesia no necesito comprender o todos ex-
ternamente, sino que su esencia consiste en representar, en lo imitación de Cristo,
el "Unico", 01 reboño de los "pocos", mediante los cuales quiere salvar a los "mu-
chos". Es verdad que su ministerio no es realizado por todos, pero sí es en
favor de todos". Esta verdad "es uno de los datos primitivos del testimonio
bíblico". Lo Asamblea represento o todos. Representa (hoce de nuevo presentes) ante
Dios en su acción de gracias y alabanza, en sus súplicas y en su sacrificio o todos
los que no pueden o no quieren venir, a todos los habitantes de lo ciudad, del
pueblo o de lo región. Esto encuentra desde muy antiguo su expresión en los sú-
plicas de lo "Oración Universal o de los Fieles". En ello sólo en porte se expresan
los necesidades de la comunidad reunido. Su primero y principal tarea es orar por
los grandes necesidades de lo Iglesia y de la humanidad y hacer presente por medio
de la oración a los ausentes, los enfermos, encarcelados o cautivos, los no-creyen-
tes, los difuntos ... Lo Asamblea puede representar a todos ante Dios porque se
sobe solidario con ellos, por ser humano y pecadora y porque Cristo lo ha in-
corporado a su ministerio de reconciliación.

2,3 3, Tiene un orden para su desarrollo. Yo San Pablo ho dado normas


sobre lo Asamblea, porque todo tiene que hacerse CO!l orden, para que reine lo

(36) Cfr. A. M. Roguel, Gottesd;esntiiche Vers.8mmlung und "tatige Teilnahme Lirurgisches .lahrbuch 3
(1953) 193.
(37) Cfr. Die Gemeinde als Versammlung. Lit. Jahrbuch 19 (1969) 74 s.
(38) "Sustitución/Presentación" en: H. Fries, Conceptos l. c IV, 292-303.
296 SllVERIO lITSCHKA

paz (cfr. 1 Coro 14, 401. Este orden abarco el comenzar' y terminar o lo horo pre-
vista y fi¡ada, la asistencia a la Asamblea por parte de los cristianos con regula-
ridad y la realización de la celebración según el orden establecido por parte del
que lo preside de acuerdo con todos los participantes, excluyendo todo capricho.
Conviene recordar los elementos característicos de la asamblea en Israel. También
la Asamblea cristiana incluirá necesariamente lo Palabra de Dios en una lectura
bíblica. La comunidad de Jesús se reúne sobre todo en torno a su Palabra. No fal-
tará la oración. La Asamblea llega a su punto culminante en el sacramento, espe-
cialmente en la Celebración de la Eucaristía. Sin embargo, donde es posible, hay mu-
chas formas de asambleas litúrgicas. La Eucaristía es la forma más alta, pero no es
la única. También la celebración dominical sin sacerdote en la Misión y en lo Diás-
pora tiene su plena legitimidad y su valor propio.

2. 3. 4. Está ¡erárquicamente estructurada. En lo asamblea litúrgica todos los


cristianos son fundamenta Imente iguales; tienen los mismo derechos; no existen dife-
rencias de clases, razas o estados. La único distinción que legítimamente se admite es
la de los diferentes oficios y ministerios. Como en el cuerpo humano hay diferentes
miembros con distintos funciones, así se distinguen también en lo Iglesia y en la
asamblea las diversas funciones, ministerios y oficios (cfr. Rom. 12, 4 s; 1 Coro 12, 12 ss.1
La asamblea litúrgica, imagen y manifestación de la Iglesia, refleja esta unidad en la
diversidad. Cada uno hace en la asamblea todo y sólo aquello que le corresponde
o que le está encargado (cfr. CSL N9 28; 29). Así podemos distinguir también en los
"cultos dominicales" al lector, cantor, coro, al comentador y guía, a los ayudantes
o acólitos. Cada asamblea tiene un "presidente". Por eso se hablo de una estruc-
tura "jerárquica" de la asamblea, porque este ministerio implica autoridad sobre
otros y "subordinación". Algunos, por medio del orden sagrado, tienen el oficio es-
pecial de presidir y dirigir, como el obispo, el presbítero y el diácono. Según la
CSL N° 35, 4 Y la Instrucción "Inter Oecumenici", N° 37, también laicos pueden
desempeñar el oficio de presidir y dirigir el culto dominical; participan de la auto-
ridad de su obispo o párroco, qUli les han dado la autorización y cuyos delegados
son, en la comunidad cristiana de su lugar. Todas, con el aporte de su ministerio,
sirven a la comunidad cristiana reunida y colaboran a que se realice y sea fecundo
el "ministerio" de la asamblea (39).

2. 3. 5. Es "pascual". En primer lugar se quiere decír con esto que la


asamblea tiene una vinculación íntima con el Misterio pascual, con el misterio de
nuestra redención, que el Señor ha realiazda por su Pasión y gloriosa Resurrección.
Este Misterio pascual se celebra principalmente el domingo, el día en que resucitó
el Señor. Según la CSL N9 106 el domingo es la "fiesta primordial" y la asamblea

(39) Cfr. TH. MAERTENS, La A.ambleo ... , 1. C. 105-108, 128-136. P. Jounel, le5 ministre. dan5 l'A5sem'
blée. lMD n. 60 (1959) 35-67.
APUNTES PARA UNA TEOLOGIA DE CELeBRACIONES DOMINICALES SIN SACERDOTE 297

dominical, la más importante y más necesaria. En este día celebramos la Resurrec-


ción del Señor, que "nos ha regenerado a una vida de esperanza (1 Pe 1,3)". Por
esto la asamblea dominical está inundada de la gloria y de la alegría de la ma-
ñana de Resurrección. Su nota principal tiene que ser la alegría, que encuentra su
mejor expresión en el canto y en el himno.

2.3.6. Es "eucarística". Esto significa, ante todo, que en la asamblea do-


minical la Celebración eucaristica, la Santa Misa, ocupa el primer lugar y que aquí
tiene su puesto primordial en la vida de la Iglesia. Eucarística es la asamblea tam-
bién en otro sentido. La palabra griega "eucaristía" significa "acción de gracias" y
viene de la oración de alabanza y de acción de gracias que el Señor pronunció en
su última cena, según la costumbre de los judíos. El domingo, los cristianos se reú-
nen principalmente para dar gracias al Padre por todo lo que él ha obrado en la
creación y en la Redención por medio de su Hiio. Toda la liturgia es como un gran
diálogo entre Dios y la humanidad, en el cual Dios toma la iniciativa por sus pala-
bras y obras (40). Nuestras celebraciones, nuestro culto a Dios es respuesta en
forma de acción de gracias y de alabanza a todo lo que Dios ha hecho en favor
nuestro. En este sentido más amplio cada asamblea, también la Celebración do-
minical sin sacerdote, se puede llamar "eucaristía" (41).

2.3.7. Es misionera. La asamblea misma tiene carácter de testimonio. En


el orden y en la concordia con aue se desarrolla, debe manifestarse y sentirse algo
::Je la presencia de Cristo, que ha venido a ¡untar y reunir a los hombres. La ca-
ridad fraterna y la unidad realizada en la asamblea debe continuar y permanecer
eficaz también terminada ésta. Sólo así tiene verdadero valor de testimonio (cfr.
Hech. 4, 32 s). Pero en el mismo seno de la asamblea los cristianos experimentan
con tristeza que su número es pequeño, que faltan tantos a los que Cristo también
ha llamado e invitado (cfr. Mt. 22, 14). Esta experiencia dolorosa no los deia desalen-
tados sino los hace misioneros. También esta pequeña comunidad participa en la
tarea de la Iglesia. Lo que han escuchado en la asamblea, tiene que seguir reso-
nando por medio de ellos. La Palabra debe volverse acción; el llamado, compro-
miso. Su testimonio principal será el de la caridad y ayuda mutua, de la lealtad,
honradez y del compromiso social con la comunidad terrena en la cual viven (42).
Al final de una asamblea realmente vivida en fraternidad, los fieles sentirán pro-
fundamente el deber separarse, especialmente cuando el medio ambiente donde
viven tiene una actitud hostil frente a ellos, por la situación política o religiosa del

(40) Cfr. E. J. Lengeling. Liturgie. Dalog zwischen Goll und Mensch. en: Th. Fjlthaut, Umkehr und Erne-
uerung. Kirche nach dem Konzil. Maguncia, Ed. Matthias Grünewald, 1966, 92-135.
(41) Cfr. R. Gantoy, Reflexiones doctrinales. La Asamblea en la economía de la Salvación, en: N. Clarisse,
Asambleas del Señor, L Introducción. Madrid, Ed. Marova, 1963, 75 s.
(42) Cfr. P. Mas,i, II Segno dell'Assemblea. Rivist" Liturgica 52 (1965) 86-95: 1I Segno morale dell'
Assemblea.
298 SILVERIO L1TSCHKA

país. Ellos son esparcidos al mundo por el Señor como granos de semilla, para
que den fruto y crezca cada vez más el número de aquellos que se reúnan en
torno o Cristo en el Espíritu Santo, hasta el día en que el Señor volverá y reunirá
a los suyos en la asamblea escatológica y definitiva de su Reino eterno.

3. SOBRE EL GRADO DE OBLlGAClON DE ESTAS CELEBRACIONES

En los últimos años la teología ha destacado las dos realidades fundamenta-


'1
les, de las cuales lo celebración dominical sin sacerdote deriva su valor y su rozón
de ser: la Palabra de Dios y lo Asamblea de la comunidad cristiana. Aquí se pre-
senta naturalmente el problema de la obligatoriedad de estos cultos.

3. l. El Valor teológico y pastoral como Razón para la obligatoriedad


de las Celebraciones Dominicales (Resumen)

Al introducir estos cultos sin sacerdote es necesario hacer comprender su gran


valor para lo vida de la comunidad y de codo cristiano. Cuando los fieles estén con-
vencidos de la importancia de las celebraciones, participarán en ellos aunque no estén
obligados "gravemente". He aquí algunos puntos de importancia teológico y pastoral.

3. l. l. Son necesarias para la existencia de una comunidad cristiana. Una


comunidad sólo puede formarse, crecer y sobrevivir cuando se reúne con cierto regu-
laridad. Si esto vale poro cualquier comunidad, más importancia tiene todavía para
lo comunidad cristiano, que es la "Asamblea del Señor". Al reunirse en asamblea,
los cristianos experimentan de una manero vivo que son hermanos y hermanos en el
Señor, que forman uno comunidad en el Espíritu Santo expresado en la caridad. La
comunidad de los discípulos de Cristo sólo puede cumplir su tarea en el mundo y ser
eficiente hacia los demás, "cuando, como estructura social que está en contacto vivo
y humano, posee el poder del Señor, es decir (conforme a MI. 18, 20) cuando el
"Kyrios" vive en medio de ello y le da la apertura hacia el misterio absoluto del
amor" (43). Esto es de importancia decisiva para la misión y diáspora, y en todo
lugar donde la comunidad cristiana es pequeña y dispersa en un ambiente no cris-
tiano o indiferente. La fidelidad o Cristo y a la fe depende esencialmente de esto.

?l. \. '2. ~ro?ortionon \0 nete!>orio \ormoti6n re\igio!>o. r.n mucllas regiones


de la Iglesia el desempeño de su Magisterio y la enseñanza religiosa se limitan a ce-
lebraciones litúrgicas. Las publicaciones católicas alcanzan sólo a un reducido nú-
mero de cristianos y las reuniones parroquiales de carácter formativo logran juntar

(43) W. Thüsing. Eucharistiefeier und Sonntagspflicht im N. T. Gottesdienst 5 (1971) 11.


APUNTES PARA UNA TEOLOGIA DE CELEBRACIONES DOMINICALES SIN SACERDOTE 299

sólo un pequeño número de interesados en comparación con los que asisten a las Mi-
sas dominicales. Ademós, en muchos países la enseñanza de la religión en escuelas
públicas no está permitido o sólo en parte. Tomando en cuenta esta situación, el Con-
cilio Vaticano II realizó diferentes reformas para dar más eficacia a los elementos
didácticos y pastorales de la Liturgia. En los países de misión y en Latinoamérica la
formación religiosa de los adultos es rudimentaria y muchas veces descuidada. Aquí
se presenta el culto dominical sin sacerdote, en el cual los elementos didácticos y ca-
tequéticos están bien desarrollados, como instrumento pastoral excelente. Por esta ra-
zón no es insistir demasiado el encarecer a los pastores la preocupación por estas
celebraciones, a condición, naturalmente, de que especialmente la homilía o instruc-
ción religiosa contenga todos los elementos que el hombre de hoy necesita no sólo
para conservar la fe, sino para crecer y madurar en ella y convertirse a su vez en
apóstol.

3. 1. 3. Garantizan la santificación del domingo. En países de misión y en


América latina se puede una y otra vez observar lo siguiente: persol~as que vivía:) le-
jos de la parroquia y aue por eso sólo rara vez podían asistir a la Celebración eu-
carística del domingo, al trasladarse a un pueblo o una ciudad, no se sienten obli-
gados a asistir todos los domingos a Misa. Muchas veces descuidan también el des-
canso dominical. Como antes no estaban obligados -por la distancia- a asistir al
servicio religioso del domingo, tampoco se sentían obligados al descanso dominical.
Uno podría formular la siguiente objeción: si no pueden asdir a misa, que hagan por
lo menos oración o una especie de culto en la casa para santificar el domingo Al-
gunos, pocos sin duda, lo hacen. Pero por la gran ignorancia y quizás también por
otras razones, generalmente no hacen nada. La consecuencia de esto es que falta al
domingo lo más importante: la oración, el servicio religioso, la alabanza de Dios y la
acción de gracias por los dones de la creación y salvación. Volvemos a repetir que
también aquí el culto dominical sin sacerdote debe cumplir una tarea muy impor-
tante. Los fieles se e!ercitan y se acostumbran a reunirse con regularidad para el
culto de Dios; aprenden de qué manera deben glorificar al Señor; son preservados de
perderse en las cosas terrenas (afán de ganancias, diversiones), y aprenden a mirar
los días de trabajo de una manera nueva. Sólo así podrán ofrecer al Señor el "sacri-
ficio espiritual de su propia vida y de su trabajo (cfr. Rom. 12, 1).

3. 1.4. Son fuente de vida cristiana. Es una consecuencia de lo que ya se ha


dicho. Vida cristiana es sólo posible donde el hombre ve su vida a la luz de la fe,
donde realiza su fe en la oración y celebración litúrgica, donde imita el ejemplo de
Cristo especialmente por su amor y por el compromiso con el prójimo y la comunidad
terrena. Todo esto se aprende, se consolida y se lleva a la perfección sólo en un
servicio religioso celebrado con regularidad y en for mas adecuadas. Las experiencias
positivas en muchos países lo comprueban. Al contrario, qué impresión tan triste de-
ion tantos cristianos, que sólo tienen el nombre de tales, quienes en su vida religiosa
300 SILVERIO UTSCHKA

están a nivel de una religiosidad natural o se han perdido en el indiferentismo y en


la incredulidad. Los cultos dominicales constituyen un medio extraordinario para re-
parar los descuidos y omisiones de tiempos pasados.

3. l. 5. Son acontecimientos salvíficos. Si nos acordamos de la importan-


cia que tiene la Palabra de Dios en la celebración litúrgica y vemos la Asamblea
litúrgica en el con!unto de la historia de la salvación, no encontraremos exagerada
esta afirmación. También en la celebración dominical sin sacerdote, como en otras
celebraciones litúrgicas, se nos comunica la salvación y somos insertados por el Es-
píritu Santo cada vez más en el misterio salvador de Jesucristo. La asamblea cris-
tiana necesariamente está vinculada con el "acontecimiento primordial de nuestra
salvación", la Muerte y Resurrección de Cristo, que debe proclamar y hacer presente
en medio de los cristianos reunidos, para que ellos puedan hacerse partícipes de la
salvación de Cristo. Por eso, como W. Thüsing con razón observa (44), posee una
tendencia intrínseca de llegar a la forma más intensa de la "proclamación de la
Muerte del Señor" en la Celebración eucarística (cfr. 1 Coro 11, 26). Como ésta no
es posible, en el culto dominical se debería por lo menos incluir la distribución de
la Comunión donde se puede hacer. En la diáspora de Alemania oriental, desde 1965
se han hecho las mejores experiencias al respecto. En muchas comunidades partici-
pan ahora tantos cristianos en las celebraciones dominicales y reciben en ellas la
Comunión, como antes cuando un sacerdote celebraba la Misa. Se puede afirmar
que la distribución de la Comunión abrió plenamente el paso a esta nueva forma de
celebración litúrgica (45). Esta es la razón por la que encontramos en la Instrucción
"Eucharisticum Mysterium" de 1967 en el N9 33c, una referencia sobre la posibilidad
de distribución de la Comunión en los cultos dominicales sin sacerdote, previo per-
miso de la Sede Apostólica. Por la Instrucción "Fidei Custos" del 30 de abril de
1969, cuyas facultades más tarde fueron ampliadas (46), se permite y se regula
la distribución de la Comunión por laicos bajo ciertas condiciones. Justamente por
medio de la comunión eucarística, la eficacia de estas celebraciones puede ser en-
riquecida e intensificada.
Para terminar, algunos pensamientos de G. Duffrer nos pueden ayudar a
captar todo el valor salvífica de las Celebraciones dominicales (47). Al hablar del
Misterio pascual advierte que el Señor celebró su Pascua en la Ultima Cena dentro
del marco acostumbrado de los israelitas. Esto comportaba la reunión, la "asamblea"
de una o varias familias para completar el número prescrito y el anuncio de las
"maravillas de Dios" y la Cena pascual. Jesús se vale de todo esto: asamblea, pro-

(44) L. c. 12.
(45) Cfr. el librito muy interesante: Laien spenden Eucharistie im Wortgottesdiensl. Ein Erfahrungsbericht.
Bisch. Ordinariat Berlin, E. Morus, 1968, 24-28.
(46) Cfr. H. J. Graf, Priestless Sunday Service. Boletín eclesiástico de Filipinas 44 (1970) 696-698.
(47) Cfr. G. Duffrer, Argerlich einfach. Van der Schlichtheit der Stiftung Jesu. Gottesdienst 5 (1971)
75-77.
APUNTES PARA UNA TEOLOGIA DE CELEBRACIONES DOMINICALES SIN SACERDOTE 301

clamación y comida, para hacer de ello el marco, el "recipiente" que llena con la
presencia de su Muerte y de su Resurrección, con su Pascua. Dice textualmente Duf-
frer: " ...toda la asamblea, la Palabra proclamada y el banquete común ¡untos, for-
man el todo del signo para la Pascua. Asamblea, palabra y banquete, todo ¡unto, lie-
ga a ser el Misterio pascual". Si con estos datos analizamos el culto dominical con
celebración de la comunión eucarística, podemos comprobar que se encuentran los
elementos esenciales: la asamblea, la palabra de Dios y la Eucaristía (ésta, ciara,
no en su forma plena) para que en medio de la comunidad reunida esté presente el
misterio pascual. es decir, la salvación obrada por Cristo. Así los cristianos comprende-
rán, cada vez mejor, que el "sacrificio de su propia vida" y la caridad sólo se pueden
realizar en la fuerza de la entrega de vida de Jesús. Tomarán, además, conciencia
de que la forma plena y perfecta de la celebración cristiana del domingo consiste
en la liturgia de la palabra unida a la liturgia eucarística, en la cual no sólo anun-
ciamos el Misterio pascual del Señor, sino que él realiza sacramentalmente en medio
de la asamblea su "paso" salvador de la muerte a la resurrección (cfr. CSL N" 6)
Y por Cristo, en el Espíl'itu Santo damos gracias al Padre "porque es bueno y su
misericordia eterna" (Salmo 135, 1).

3. 2. El Precepto dominical y las Celebraciones: una cuestión jurídica

Según el Can. 1248 del C. 1.c., todo cristiano, cumplidos los 7 años de edad,
está obligado a asistir a una Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.
Esta obligación es grave. Según los moralistas excusa de la asistencia el encontrarse
a una distancia mayor a una hora y cuarto del lugar donde se celebra la Euca-
ristía (48). Este caso se da mucho en las tierras de misiones y en Latinoamérica. Por
eso se modificó en algunos partes este precepto dominical. En las misiones del Africa
tenía la siguiente modalidad: el que vive hasta 7 km distante de la Estación misional
debe acudir todos los domingos a Misa; el que vive hasta 15 km cada 15 días y quien
vive hasta 30 km debe asistir una vez al mes (49). Otra solución encontramos en
nuestras parroquias rura les: el sacerdote visita a las comunidades campesinas y ce-
lebra la Eucaristía cada 15 días, cada mes, mes por medio o algunas veces er, el
año. Los demás domingos los feligreses están exentos de la asistencia a Misa En
todos estos casos la participación en la celebración eucarística durante todo el año
se reduce a un número muy pequeño, generalmente no suficiente para mantener la
fe y vida cristiana y crecer en ella. Por eso se buscó en las misiones del Africa otra
solución.
El Vicario Apostólico de Kitega (Urundi/Burundi), Mons. Grauls, convencido
de que 10 indiferencia e ignorancia religiosa sólo se podía vencer por una asistencia

(48) Cfr. B. Haring. La ley de Cristo. Barcelona, Ed. Herder, 1965, 1, 860 ss.
(1,9) Cfr, J. Gehberger, Sunday Service for remo te christians (Conferencia de Mons. Grauls.), Mission
Bulletin 9 (1959) 443.
302 SILVERIO UTSCHKA

más frecuente a los servicios religiosos del domingo, promulgó en 1943 una ley ecle-
siástica particular que obligó bajo pecado grave a todos los católicos a asistir todos
los domingos o a una celebración eucarística o al culto dominical. Después de Ull

examen crítico de las primeras experiencias, todos estaban sorprendidos por los
buenos resultados obtenidos. Esto determinó a Mons. Grauls a exponer sus experien-
cias ante la 3'7 asamblea plenaria de los obispos misioneros del Congo Belga y de
Ruanda-Urundi en 1945, en Leopoldville. La Congregación de la Propaganda de la
Fe -a pesar de una decisión negativa sobre el mismo punto dada en el siglo
XVIII (50)- aprobó el 12 de diciembre de 1946 el modo de proceder de Mons.
Grauls, pero dejó la decisión al juicio de cada Ordinario. Hoy en día, donde se
pone en tela de juicio el mismo precepto dominical, será difícil introducir un pre-
cepto formal que obligue "gravemente" a la participación en el culto dominical.
El Derecho Canónico, en cuya reforma se está trabajando actualmente, debería traer
una nueva redacción de este precepto que no lo restringe a la participación en la
Misa dominical, como forma suprema de cumplimiento, sino que permita también
otras formas de cumplirlo, una de las cuales y la principal podria ser el culto do-
minical. En esta dirección va una decisión del obispo de Limburgo, Alemania, quien,
para aliviar a su clero en tiempo de vacaciones, donde un sacerdote reempluza a
otro, declaró suficiente para el cumplimiento del precepto dominical el asistir a una
celebración de la palabra de Dios con distribución de la comunión. Esta norma sus-
citó una viva discusión sobre el tema (51).
Sea como fuere el resultado de la reforma del Derecho, el valor intrín~eco
de las celebraciones dominicales en ausencia del sacerdote y la necesidad de una
gran parte del pueblo de Dios de nuestro país, nos exigen un esfuerzo serio para im-
plantar esta nueva forma de celebración litúrgica.

(~O) Cfr. la respuesla de la S. C. de Prop. Fide del 4 de enero 1798; Collcclio P. 1-., 1, 392 (Ne 642).
(51) Cfr. Urlaubsverlrelung auch mil Hilfe nichl-prieslerlicher Gottc,diensle. Gottesdiensl 4 ( 1970) 169
Wortgottesdienst am Sonntag. Zu einer dringend anslehenden Meinunsbildung. GD 5 (1971) 9 s.
Erklarung des Ordinariales Limburg. GD 5 (1971) 16.
Juan Bautista Castaño, Pbro.
Profesor de la Facultad de Teología, U. C.

SIMPLIFICACION DE LOS PROCESOS MATRIMONIALES

Por Letras Apostólicas dadas en forma de Motu Proprio, de fecha 28 de marzo


de 1971, S. S. Paulo VI se dignó dar algunas normas provisionales para simplificar,
en parte, los procesos matrimoniales, hasta que se publique el nuevo Código de De-
recho Canónico en el cual se está trabajando desde hace ya algunos años.
Las modificaciones que el Sumo Pontífice introduce por el Motu Proprio no son
muchas, ni tampoco todas las que propiciamos ya en otra ocasión (1), especialmente
si tenemos en cuenta las modificaciones más amplias concedidas el 28 de abril de
1970 a la Confel'8ncia de Obispos Norteamericanos (2) como experimento para tres
años. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que las modificaciones introducidas por
el Motu Proprio no son definitivas; han de durar solamente hasta la publicación del
nuevo Código. Esperamos que el nuevo Código de derecho canónico simplifique más
radicalmente estos procesos aue hoy día tienen una extensión y una trama compli-
cada, reñida con la rápida administración de la iusticia.
Las simplificaciones introducidas por el Motu Propio se reducen a cuatro ar-
tículos importantes:
1.- El Tribunal competente;
2.- La constitución del tribunal;
3.- Las apelaciones;
4.- Reglas para casos especiales. Casos exceptuados.

l. El Tribunal competente

El can. 1964 determina que "el juez competente para iuzgar las causas ma-
trimoniales -no exceptuadas- es el del lugar en donde se celebró el matrimonio o
donde la parte demandada tiene domicilio o cuasidomicilio".

(1) Teología y Vide, 1970, nn. 3-4.


(2) Normas aprobadas por la Secretaría de Estado, con fecha 28 de abríl de 1970 para tres anos.
Rescripto particular.
304 JUAN BAUTISTA CASTAÑO

"El domicilio, según el can. 92, se adquiere por la residencia efectiva en un


determinado lugar, prolongada por un decenio completo o por la residencia acom-
pañada de la voluntad de permanecer perpetuamente en aquel lugm. El cuasidomi-
cilio se adquiere por la residencia efectiva por la mayor pmte del año, o por la resi-
dencia acompañada de la voluntad de permanecer la mayor parte del año en un de-
terminado lugm".
El Motu Proprio no menciona ni el domicilio ni el cuasidomicilio. En su lugar
habla de una "residencia no precmia". Lo que indica una residencia más o menos
prolongada, ni tan larga como la residencia efectiva por un decenio completo, ni
tan corta como el domicilio intencional y el cuasidomicilio tanto efectivo como inten-
cional.
No determina el Motu Proprio la duración de esa "Ioesidencia no precaria";
por lo tanto queda a la prudencia del !uez su determinación en cada caso par-
ticulm.
Además de estas dos primeras fuentes de la competencia ¡udicial -lugar del
contrato y residencia no precaria- el Motu Proprio señala una tercera. Es compe-
tente también el juez del lugm donde deben obtenerse la mayor parte de las de-
claraciones y pruebas. En este caso se necesita el consentimiento del Ordinario del
lugar de la residencia habitual de la parte demandada y del Ordinario del lugar
y del juez del tribunal donde se quiere introducir la causa.
Se permite también el traslado del proceso de un tribunal a otro igualmente
competente, según las reglas dadas, con tal que se haga antes de la "conclusión en
la causa". Se puede hacer este traslado cuando las circunstanicas de las personas y
lugm cambian sustancialmente y siempre que se obtenga el consentimiento del Ordi-
nario del lugar "a quo" y del Ordinario del lugm "ad quem" se traslada el proceso.
El caso último no será muy frecuente, pero puede suceder con los emigrantes
y diplomáticos que cambian repentinamente de lugar y, cuando introducida ya la
causa ante un tribunal, se descubre que las pruebas y testigos se hallan en otra pm-
te donde es más fácil colegir las pruebas.
Las modificaciones hechas a este capítulo de la competencia [udicial no son
muy notables, pero es todo lo que se podía desem, dada la naturaleza del asunto,
ya que se trata de la jUloisdicción del [uez para juzgar una causa matrimonial. Di-
fícilmente se podría determinar de otro modo y pienso que el nuevo Códígo no mo-
dificará este estatuto más de lo que hace el Motu Proprio.

2. La constitución del tribunal

El tribunal competente para juzgar las causas matrimoniales, no exceptuadas,


debía estar constituido por tres jueces, todos sacerdotes, a tenor de los cann. 1576,
1573 y 1574. El Motu Proprio modifica este estatuto del modo siguiente:
"Cuando por especiales circunstancias, el tribunal regional o diocesano, no
puede constituirse por tres jueces clérigos, se faculta a la Conferencia episcopal res-
SiMPLlI-ICACION DE LOS PROCESOS MA1RIMONI.ALES 305
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pectiva a dar permiso para formar el tribunal con dos clérigos y un varón laico, tanto
en el tribunal de primera instancia corno en el de segunda instancia".
Esto constituye un cambio fundamental. Por primera vez en la historia de la
Iglesia se concede a los laicos el formar porte del tribunal eclesiástico en calidad
de iueces y por lo tanto con plena jurisdicción para decidir, por sentencia, una causa
matrimonial. Ni siquiera se encuentra esta facultad en las concesiones hechas a la
Conferencia Episcopal Norteamericana, si bien defendimos la posibilidad de esta
modificación 13'. En este mismo lugar habíamos propiciado, con cierta timidez, la
posibilidad de tribunales unipersonales. Con agrado vemos aue el Motu Proprio con-
cede también aue "cuando en el tribunal de primera instancia, ni siquiera por la
agregación de un juez laico, puede constituirse el colegio de tres jueces, se puede
pedir a la Conferencia Episcopal, en cada caso, la facultad de constituir el tribunal
con un clérigo, como juez único. Este !uez úllico puede acompañarse por un asesor
y un auditor, donde esto sea factible".
Esta facultad había sido ya concedida a la Conferencia Episcopal Norteame·
ricana, en el documento antes citado.
Los laicos, varones, pueden ser nombrados también como asesores, auditores
y notarios. Eéte último oficio puede ser desempeñado también por una mujer. Los
laicos a quienes se les confiere estos oficios deben ser católicos, de buenas costum-
bres y peritos en derecho canónico. Para el oficio de juez se prefiere al que ya tiene
experiencia del foro.
Esta participación posible de los laicos como auditores, instructores y notorios
ayudará en gran manera a descongestionar los tribunales eclesiásticos, atochados
no tanto por el número de causas cuando por escasez de personal.
Hacemos notar también algo que llama poderosamente la atención: el Motu
Proprio no habla de sacerdotes para el oficio de jueces. Habla de "clérigos", incluso
cuando trota del ¡uez único. Lo que indica un cambio muy especial. Quizá el Su-
mo Pontífice esté pensando ya en el diaconado permanente o en otros clérigos no
sacerdotes, dada la modalidad de hoy de permanecer en el diaconado o en órdenes
inferiores por tiempo indefinido, a voluntad de los ordenandos.
Sin embargo, el Motu Proprio no se muestm muy feminista, al excluir a las
mujeres del oficio de juez, auditor e instructor, aunque pueden desempeñarse como
notarios o actuarios del tribunal. Se ve que el ambiente no está maduro todavía para
el sexo débil.

3. las apelaciones

Según el derecho canónico, las causas de nulidad mairimonial necesitan siem-


pre dos sentellCias conformes para declarar la nulidad del matrimonio, siendo deber

(3) CL artículo citado en nota 1, p_ 253.


306 JUAN BAUTISTA CASTANO

del defensor del vínculo apelar 01 tribunal superior cuando el tribunal de primera
instancia ha declarado la nulidad de un matrimonio.
El Motu Proprio mantiene la obligación del defensor del vínculo de apelar al
tribunal superior, pero el proceso de este tribunal se ha simplificado notablemente.
El defensor del vínculo del tribunal de segunda instancia debe hacer algunas
Observaciones sobre el mérito de la primera sentencia, indicando si tiene algún re-
paro en su contra. Si el tribunal lo cree oportuno, puede comunicar estas Observa-
ciones del defensor del vínculo a las partes litigantes y a sus patrocinadores, pidién-
doles sus propias Observaciones. Vista la sentencia, y examinadas las Observaciones
del defensor del vinculo y de las partes, el tribunal decide por decreto si confirma
la primera sentencia o admite la causa a un segundo examen. Si confirma la pri-
mera sentencia, los esposos, pasados diez días, pueden contraer nuevas nupcias si
lo desean. Si decide admitir la causa a un segundo examen, éste debe hacerse si-
guiendo las normas del derecho canónico.
Contra el decreto confirmatorio de la primera sentencia, tanto el defensor del
vínculo como la parte aue se crea perjudicada tiene derecho a recurrir a un tribunal
superior 139 instancia), dentro de los diez días, con tal que tenga a mano nuevos y
graves argumentos que deben ser presentados al tribunal de tercera instancia dentro
del mes de hecha la apelación.
En el tribunal de tercera instancia, el defensor del vínculo puede desistirse
del recurso, en cuyo caso el tribunal da por concluida la causa. Si el recurso ha sido
interpuesto por una de las partes litigantes, el tribunal, después de bien pensados
los argumentos aducidos, rechaza el recurso por decreto o admite la causa a un
nuevo examen en el tribunal de tercera instancia.
Tanto el tribunal de segunda como el de tercera instancia quedan bastante
aliviados, ya que no necesitan un nuevo examen de la causa, ni una nueva sentencia.
Con un simple decreto puede decidir la controversia, salvo que, a su [uicio, crea con-
veniente un nuevo examen judicial. Sin embargo, las modificaciones del Motu Proprio
son inferiores también en este punto a las concesiones hechas a la Conferencia epis-
copal Norteamericana, la cual, en ciertos casos, "en que según el parecer del Defen-
sor del vínculo y su Ordinario, la apelación contra la sentencia es claramente su-
perflua ..., puede dispensar al defensor del vinculo de apelar, de tal modo que la
sentencia pueda ser ejecutada inmediatamente" (41. Hubiéramos deseado que esta
modificación se encontl'Ose en el Motu Proprio.

4. Reglas poro cosos especiales

Hay casos en los cuales pueden omitirse la mayor parte de las normas dadas
para el proceso matrimonial. El Código los llama "casos exceptuados", el Motu Pro-
prio los llama "casos especia les".

(4) Documento citado, N\' 23.


SIMPLlFICACION DE LOS PROCESOS MATRIMONIALES 307

Estos casos son aquellos en que "por un documento cierto que no admite con-
tradicción ni excepción de ninguna clase consta de la existencia de algún impedi-
mento dirimente yola vez se sabe con igual certeza que no se ha concedido dis-
pensa de ese impedimento. En estos casos el Ordinario, dejadas las solemnidades de
derecho, pero citando a las partes, puede declarar la nulidad del matrimonio con
la sola intervención del defensor de vínculo".
El can. 1990 especifica qué clase de impedimentos cae bajo esta determina-
ción, a saber: impedimento de disparidad de culto, orden, voto solemne de castidad,
ligamen, consanguinidad. afinidad o parentesco espiritual. El Motu Proprio no enumera
impedimento alguno en particular, sino que extiende esta norma a todos los impedi-
mentos dirimentes y aplica la misma disposición a los casos en aue el matrimonio es
acusado por defecto de forma canónica o por defecto del mandato procuratorio.
Por lo tanto la norma del Motu Propio amplía los "casos exceptuados" del Có-
digo, aplicóndola también a los impedimentos de edad, impotencia, rapto, crimen,
pública honestidad, que no estaban comprendidos en la norma del can. 1990, y tam-
bién a los casos en que el matrimonio ha sido acusado por defecto de forma canó-
nica o defecto de mandoto procuratorio. El Papa ha querido dar una norma más
amplia, incluyendo en una sola disposición todos los impedimentos dirimentes y la
falta de forma canónica. El ¡uez eclesiástico tiene ahora un horizonte más amplio
para tratar ciertos casos matrimoniales.

5. Normas provisorios

El Motu Proprio nos da también algunas normas provisionales para los casos
oendientes en el tribunal de apelación al tiempo de empezar a aplicarse las disposi-
ciones nuevas.
1. Cuando estas normas -del Motu Proprio- entren en vigor, se suspenden
todas las causas pendientes en el tribunal de apelación.
2. El defensor del vinculo del tribunal de segunda instancia debe presentar
al tribunal sus propias Observaciones sobre todo lo hecho, yo sea sobre el mérito
de la primera sentencia, ya sobre los autos realizado:" en ese tribullal hasta lo fecha.
Si parece oportuno, el tribunal puede pedir a las pOl'tes y sus patrocinadores sus
propias Observaciones.
3. Bien pensadas las Observaciones del defensor del vínculo y de las partes,
si se pidieron, y vista también la sentencia del primer grado, el tribunal decide por
un simple decreto: a) la confirmación de la pr'imera sentencia, o b) Si debe prose-
guirse el proceso ordinario en segunda instancia. En el caso a;: si nadie recurre,
los esposos, pasados diez días, pueden contraer nuevas nupcias: en el caso b) la
causa se prosigue a tenor del derecho en el mismo tribunal de segunda instancia.
4. Fecha en que estas normas entran en vigor: estas r.uevas normas del Motu
Proprio entran en vigor el primero de octubre de 1971 y habrá que atenerse a ellas
solamente hasta la publicación del Nuevo Código de Derecho Canónico.
308 JUAN BAUTISTA CASTAÑO

CONCLUSION

Con estas disposiciones del Motu Proprio el Santo Padre abre un poco la ma-
no, dando lugar a que los laicos tengan alguna intervención en el tribunal eclesiástico
en el examen de causas matrimoniales. Por otm parte el sacerdocio de[ó de ser re-
quisito esencial para desempeñar el oficio de juez, pudiendo cualquier clérigo ser
nombrado para este oficio. Lo que no deia de ser sorprendente. El que sale peor
parado es el tribunal de primera instancia, el cual, fuera de pequeñas modificaciones,
queda tan proli:o y tan difuso como estaba.
Se echa de menos también en el Motu Proprio alguna simplificación del pro-
ceso exigido para la dispensa del matrimonio no consumado que actualmente tiene
que viajar cuatro veces a Roma, dos de ida y dos de vuelta. Deja también intacto
el proceso para nombrar los jueces del tribunal regional. El simple nombramiento
de un juez debe ir de los Obispos de la región al Nuncio, del Nuncio a Roma, de
Roma al Nuncio y del Nuncio a los Obispos, con los consiguientes retrasos e incon-
venientes. Las mu!eres tendrán que lamentar su exclusión del tribunal eclesiástico, ya
que sólo se les permite el oficio de notario o actuario. Ojalá que el nuevo Código les
abra un camino más amplio.

Santiago, 12 de julio de 1971.

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