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EL FUNDADOR DE LA ESCUELA MODERNA: FRANCISCO FERRER

GUARDIA

“Si se quiere un porvenir de la fraternidad, paz y de dicha hay que dirigirnos a


nosotros mismos los que sufrimos el régimen actual y fundar escuelas con las que
podremos enseñar libremente todas las verdades conquistadas de nuestra realidad”
(Francisco Ferrer)
Abrimos este esbozo del fundador de la escuela moderna y propagador de la
enseñanza racionalista… Francisco Ferrer Guardia.
Este ensayo es de carácter epistemológico, es decir que analizaremos de manera
epistemológica la teoría pedagógica ferreriana a partir de tres preguntas eje: ¿Cuál
es la corriente epistemológica a la que pertenece esta teoría? ¿Qué posibilidad de
conocimiento ofrece? y la última ¿a qué tipo de teoría pertenece? Seguramente te
preguntaras ¿Y cómo le haremos para descubrir todo esto?... la respuesta es
sencilla.
El presente escrito está conformado en dos partes; en la primera se sintetizan las
corrientes epistemológicas que estudian la concepción de verdad, origen,
posibilidad y esencia en el proceso de conocimiento. Y en la segunda se resumirá
la teoría de Ferrer y bajo los fundamentos epistemológicos de la primera parte se
hará el análisis respectivo, respondiendo a las preguntas ejes que competen a este
ensayo.
El conocimiento es un proceso mediante el cual el hombre construye y reconstruye
en su interior la realidad donde se encuentre inmerso, lo que le permite la posibilidad
de comprenderla y transformarla y transformarse a sí mismo. Cuando ese hombre
se interesa por conocer de manera más profunda las cosas, él se transforma en un
sujeto cognoscente y el objeto de su interés es convertido en objeto de estudio,
concibiéndose entre ellos un enfrentamiento consciente; y cuando esto se da, se
dice que hay un verdadero conocimiento si y solo si hay concordancia entre el
contenido y el objeto.
Una de las preguntas esenciales en torno al problema del saber es ¿Cuál es la
fuente o el origen del conocimiento? Para esto es necesario analizar cómo se
plantea este proceso, es decir comprender la fuente del origen del conocimiento
pensando en el proceso mismo. Existen dos tendencias primordiales, mediante la
razón (racionalismo) o la experiencia (empirismo). Asimismo hay otras posturas que
combinan a la razón y la experiencia para dar una mejor explicación al problema
del origen del conocimiento: el intelectualismo y el apriorismo.
En este ensayo y para nuestra utilidad, desglosaremos brevemente dos posturas
que abordan el origen del conocimiento.
El racionalismo
Es la postura epistemológica que sostiene al pensamiento como fuente de la razón;
ésta se constituye en la fuente principal del conocimiento humano. Entonces, los
racionalistas exageran desmesuradamente el papel de las razones en el
conocimiento, la separan de la experiencia sensorial; pues se le considera no
completo, que no da un conocimiento verdadero. Uno de los primeros filósofos que
sostuvo a la razón como origen del conocimiento es Platón.
Dentro de la posición intermedia entre el racionalismo y el empirismo destaca el
intelectualismo.
Esta ideología es intermedia en relación al origen del conocimiento porque piensa
que el origen del saber radica tanto en la razón como en la experiencia; sostiene
con el racionalismos que hay juicios lógicamente necesarios y universalmente
válidos, y no solo sobre los objetos ideales –esto lo admiten también los empiristas-
sino también sobre los objetos reales. Sin embargo, no cree propiamente en los
juicios y conceptos como algo innato del hombre, sino por el contrario, plantea que
el conocimiento es una lectura que forma parte de su acción cognoscente de su
experiencia con la integración que tiene con la realidad concreta. Su fundador es
Aristóteles
Es importante decir que el intelectualismo acepta el mundo de las ideas, pero como
parte del mundo de la experiencia y en relación directa con ella.
Otra cuestión no menos importante es el problema de la posibilidad del
conocimiento, ya que éste plantea la relación sujeto-objeto, es decir que se
cuestiona si el sujeto puede aprehender al objeto realmente y todo esto se aborda,
desde diferentes perspectivas.
Detengámonos brevemente en una de estas perspectivas para detallarla un poco
más… el criticismo.
El fundador de esta propuesta es Kant, el criticismo concilia el dilema dogmatismo-
escepticismo, sintetizando, mediante la crítica, ambas corrientes filosóficas. El
criticismo comparte con el dogmatismo la confianza en la razón humana. Y está
convencido de que es posible el conocimiento, de que hay una verdad. Pero
mientras esta confianza induce al dogmatismo a aceptar despreocupadamente
todas, todas las afirmaciones de la razón humana y a no reconocer límites al poder
del conocimiento humano, el criticismo, próximo en esto al escepticismo, une a la
confianza con el conocimiento humano, en general, la desconfianza hacia todo
conocimiento determinado. El criticismo examina todas las afirmaciones de la razón
humana y no acepta nada despreocupadamente, donde quiera pregunta por los
motivos y su conducta es reflexiva y critica.
Toda por otro lado toda práctica educativa implica una teoría, pero ¿Qué es una
teoría? Según Kerlinger (1975) define la teoría como " Un conjunto de
construcciones hipotéticas (conceptos), definiciones y proposiciones relacionadas
entre sí, que ofrecen un punto de vista sistemático de los fenómenos, al especificar
las relaciones existentes entre variables, con objeto de explicar y predecir los
fenómenos"
La teoría de la educación es un conjunto de principios, consejos y recomendaciones
interconectados y orientados a influir en las actividades que se lleven a cabo dentro
del campo educativo. Es una prescripción sobre los medios para llegar a un fin.
Establece los principios, consejos y recomendaciones para influir en actividades de
aprendizaje y enseñanza. Las teorías educativas son prácticas, es decir, que solo
prescriben y no explican en efecto son un conjunto de principios coherentes, de
consejos y de recomendaciones a influir en la practica

Hay que recordar que una teoría práctica se preocupa por establecer una
recomendación sobre una acción y de cómo llevarla a cabo. Y una teoría general
es la que proporciona recomendaciones para producir un tipo de persona o un tipo
de sociedad. Hace referencia a lo que se debe de enseñar y a los fines de la
educación. Y que una teoría educativa requiere supuestos sobre: Los fines que se
persiguen como deseables, los medios a utilizar. La naturaleza de los sujetos que
deben ser educados, la forma en que se desarrollan los seres humanos, La
naturaleza del conocimiento y la forma en que aprenden las personas.

Para nuestro propósito fundamental y ya con la información previa podemos


integrarla y definir la concepción de una teoría educativa y analizar de forma
epistemológica la propuesta de francisco Ferrer Guardia.

Hablar de Ferrer Guardia es, primero, interrogarse sobre el reclamo recurrente del
movimiento de la Escuela Moderna en círculos educativos. Es también revisar un
modelo de intervención socioeducativa metodológicamente inseparable del
compromiso político y del cambio social. Y es, en tercer lugar, tener presente que el
análisis de la pedagogía herreriana nos conduce a redimensionar lo que suele
entenderse por educación anarquista.

La trayectoria intelectual de Francisco Ferrer Guardia refleja muy bien los problemas
y las aspiraciones de una generación de europeos cuya juventud ve desarrollarse,
Sobre las cenizas ensangrentadas del gran sueño socialista de 1870, la Tercera
República francesa de Thiers, construida sobre el terror blanco y la ejecución
sumaria de miles de activistas communards. Una generación que observa,
asombrada, la desenfrenada carrera imperialista de las potencias occidentales en
África, Asia y América central y del sur, y la intensificación de la lucha de clases que
enfrentan a las instituciones y grupos capitalistas, amparadas en el Estado, con una
clase obrera influenciada por socialdemócratas, sindicalistas revolucionarios y
anarquistas.
En agosto de 1901 inaugura en la calle Bailén, en pleno Ensanche barcelonés, la
primera Escuela Moderna con la fuerte idea de crear escuelas racionales y
científicas (racionalismo).
Simultáneamente, publica una revista pedagógica propia, el llamado Boletín de la
Escuela Moderna y, sobre todo, impulsa una impresionante labor estrechamente
vinculada a la vida escolar del centro.

Ideas generales sobre educación


En el contexto de pensamiento libertario, republicano y progresista europeo del fin
de siglo es donde hay que ubicar las ideas pedagógicas de Francisco Ferrer
Guardia, que en principio no tienen nada de original. Sí, en cambio, es original y
creativa—hasta el punto de constituir un verdadero hito de la pedagogía progresista
radical—su forma de llevar a cabo tales ideas. Ferrer fue un pensador
librepensador y libertario de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Consideraba la educación popular como un problema político crucial, dado que las
clases dirigentes han ido comprendiendo progresivamente que la clave de su poder
hegemónico está en el control de la escuela. La educación no podrá basarse en los
prejuicios militaristas, ni en dogmas religiosos, sino que deberá tomar como guía los
desarrollos de la ciencia positiva. Ferrer apuesta por una enseñanza calificada de
Científica y racional (racionalismo).
La ciencia positiva, columna vertebral de una educación emancipadora, deberá
estar al servicio de las verdaderas necesidades del individuo y de la sociedad. Ferrer
opone la razón natural —la que se deduce de las verdaderas necesidades
humanas— a la razón artificial del capital y de la burguesía. La razón artificial
aplicada a la pedagogía propicia la alienación y la sumisión. Frente a la violencia
física y mental hay que reivindicar la ausencia de premios y castigos en la escuela,
así como la supresión de exámenes y concursos (intelectualismo, criticismo).

Contra esta burguesía que se contradice cuando dice defender una escuela para
todos (escuela obligatoria y universal) y una educación no supeditada a una
confesión religiosa de Estado (escuela laica), Ferrer apuesta por una educación en
régimen de coeducación de clases sociales, donde ricos y pobres, «puestos unos
con otros en contacto en la inocente igualdad de la infancia», alcanzarán el supremo
objetivo de una escuela «buena, necesaria y reparadora». La coeducación de clases
constituye la solución óptima, porque por la fuerza misma de las cosas la escuela
de pago enseñará «la conservación del privilegio y el aprovechamiento de sus
ventajas». En cambio, una escuela para niños pobres, planteada honestamente,
deberá enseñar forzosamente la rebeldía y el odio de clase. Es por ello que Ferrer
acaba presentando la solución de la coeducación de clases frente a la alternativa
escuela reproductora del privilegio-escuela del odio y de la lucha de clases: muy
conocida y harto reproducida ha sido su máxima: «aprendan los niños (por la razón
y la ciencia) a ser hombres, y cuando lo sean declárense en buena hora en
rebeldía»(intelectualismo y criticismo).

La pedagogía racional y científica concede asimismo un valor decisivo a la


coeducación de sexos, en el convencimiento de que la mujer y el hombre completan
el ser humano, y que el trabajo humano, proponiéndose la felicidad de la especie,
ha sido deficiente hasta ahora: debe de ser mixto en lo sucesivo; tiene que estar
encomendado al hombre y a la mujer, cada cual desde su punto de vista.
El plan racionalista de educación contribuiría a disolver las separaciones y prejuicios
Intelectuales y afectivos que separan clases sociales, grupos étnicos, sexos y
naciones. Internacionalismo, ideal de lengua única —esperanto— y superación de
lo que Ferrer considera el falso problema de las lenguas maternas o territoriales,
serían el corolario lógico de esta forma de ver (racionalismo y criticismo).

Ferrer avisa de modo singularmente eficaz de un peligro que acecha al pedagogo


en tanto que trabajador intelectual al servicio de la sociedad: el peligro de coadyuvar
desde una actividad aparentemente neutra a crear y consolidar un consenso social
idóneo para «la conservación de las instituciones de esta sociedad», haciendo del
educando, en suma, «un individuo estrictamente adaptado al mecanismo social».

Naturalmente, una nueva sociedad libre, solidaria y comunista sólo tiene sentido
con mujeres y hombres educados de acuerdo con las pautas y valores referidos.
Unos valores de libertad, de creatividad, de voluntad (criterio) libre y autónomo, de
ayuda mutua, etc. Una sociedad en la que la expresión creativa a través del juego
(de gran importancia en el proceso educativo) tendrá su continuación natural en el
trabajo, es decir, en la actividad manual e intelectual que culmina en la realización
de obras en las que el niño-hombre se reconoce (intelectualismo, criticismo).

Un trabajo así ha de ser un trabajo creativo, muchas veces artístico, no alienador:


el trabajo como lo concibiera la sociedad anarco-comunista. Para el fundador de la
Escuela Moderna, una pedagogía bien articulada debe partir del hermoso instinto
del cumplimiento del trabajo que se encuentra en los únicos hombres (y con más
razón en la infancia) cuyas voliciones no hayan sido falseadas, a quienes ha
quedado la razón normal del acto.
En última instancia, Ferrer Guardia y su movimiento de Escuelas Modernas
quisieron echar las bases de una enseñanza científica y racional que cada mujer y
de cada hombre un ser consciente, responsable y activo, capaz de determinar su
voluntad por su propio juicio, asesorado por su propio conocimiento, más allá de las
consignas y la propaganda de los medios de comunicación y educación en manos
de los modernos forjadores de programas políticos (racionalismo, criticismo).

La práctica pedagógica generada por el movimiento de la Escuela Moderna se


desarrolla, cuando menos, en tres planos interrelacionados:
Nivel didáctico y organizativo escolar propiamente dicho
Nivel de extensión universitaria (educación popular)
Nivel de investigación en ciencias de la educación.
Nivel didáctico y organizativo escolar

En cuanto a este primer nivel, se sabe que la actividad pedagógica de la Escuela


Moderna apunta a «emancipar positivamente» mediante la «solidaridad para lo por
venir, consistente en preparar la generación naciente para la enseñanza racional y
científica». Para ello se instaura en el medio escolar (no olvidemos que la
experiencia tiene lugar en una sociedad oficialmente católica en un Estado
monárquico como el español) un clima laicista, de despojamiento de todo
sentimiento religioso y de neta separación Iglesia-Estado. Pero el medio escolar no
es un medio cerrado sino absolutamente abierto a la vida y a sus requerimientos.
De ahí, por ejemplo, el buen ritmo de actividades extraescolares —visitas a fábricas,
museos, etc.— que caracteriza el régimen escolar de una escuela como la de
Ferrer, cuyo afán proselitista es evidente y que aspira a convertirse en modelo
pedagógico popular, y que para ello se pone en contacto con grupos promotores de
escuelas populares: no es casualidad que nueve escuelas de inspiración
republicana o anarquista y más de seiscientas personas, niños y adultos,
participaran en el acto de final de curso de la Escuela Moderna en junio de1905. Ni
es incongruente con este planteamiento el que Ferrer Guardia instituyera en su
centro un germen de Escuela Normal para preparar profesores «sostenedores de la
enseñanza racional», centro que no pudo llegar a cristalizar por las circunstancias.

La instauración de un clima escolar de confianza y sobre todo de amistad, de unas


relaciones maestro-alumno individualizadas y basadas en el afecto sincero,
constituye otra de las características de la metodología racionalista, que se acogía
sistemáticamente a recursos didácticos como la correspondencia e intercambio
escolares a fin de obtener información concreta y viva sobre la realidad social y
económica circundante y así enriquecer el proceso formativo (intelectualismo,
criticismo).
Los alumnos valoraban, de la Escuela Moderna, el clima de camaradería y de
confianza. Uno de ellos dijo, de mayor, que lo que temían eran las vacaciones, de
tan bien que lo pasaban en la escuela, y que la Escuela Moderna de la calle Bailén
era real mente eso, moderna para su época, ya que estaba perfectamente
acondicionada, con clases aireadas, mesas individuales, libros con gancho y
material para realizar experimentos.
Los juegos, paseos y excursiones, así como la ausencia de verdaderos exámenes,
substituidos por souvenirs d’amitié, ocasiones de amistad, formarían parte de esta
valoración positiva de la práctica cotidiana de un centro que experimentaba e
improvisaba sobre el contenido (intelectualismo)
El eugenismo y el higienismo, la educación de y para la salud, constituían una de las líneas de
trabajo del centro, para el desarrollo integrador del individuo.

Nivel de investigación en ciencias de la educación


El movimiento racionalista concede una gran importancia a la investigación en
ciencias de la educación, pero una investigación absolutamente articulada en la
práctica pedagógica y subsidiaria de ella en cierto modo. Se quiere una educación
basada en las ciencias naturales y experimentales que no atrofie el «órgano de la
idealidad», o sea, el aspecto libre, creador y voluntarista de la acción humana
Ferrer vivió el gran impulso hacia adelante de la experimentación científica en
educación ocurrido en el cambio de siglo. Conoció los efectos de la aplicación de
las ciencias sociales y experimentales de su época a la educación (vía positivista
aplicada a la pedagogía) y las perspectivas de renovación escolar que de dicha
aplicación se derivaban, al comprobarse la irracionalidad de la organización
presente de la enseñanza. Precisamente para recomponer esta realidad irracional
de la enseñanza, la vía positivista proponía la adopción de medidas progresivas.
Unas medidas de tipo reformista de las que Ferrer desconfiaba, por lo que
recomendaba a fundación directa de escuelas que siguieran los principios
racionales, científicos y humanitarios. Esta práctica formativa apuntaba a la
producción de una cultura eminentemente positivista, racionalista, anticlerical y
decididamente internacionalista, crítica, con elementos materialistas, exaltadora de
la solidaridad social y con tendencia a valorar por encima de todo las soluciones de
tipo comunista y antiautoritario a los problemas colectivos de la sociedad
(criticismo e intelectualismo).

En conclusión podemos decir que esta teoría ferreriana su origen del conocimiento
radica en el intelectualismo y el racionalismo, al ofrecer en la mayoría de sus
argumentos, posturas de estas perspectivas, ya que Francisco Ferrer Guardia
piensa que la fuente del saber radica en la razón en primera instancia seguida en
algunos casos de la experiencia (intelectualismo).

Esta teoría nos postula al criticismo como la posibilidad del conocimiento, ya que
el individuo debe de preguntarse por la validez de lo que aprende, a criticar y
reflexionar sobre los contenidos que se les enseña, a que los conocimientos que se
enseñan en la escuela sean iguales para ambos sexos y a utilizar lo que aprenden
para mejorar la calidad de vida integral de su sociedad homogénea.
Por último la pedagogía ferreriana es una teoría practica porque se preocupa por
establecer una recomendación sobre una acción y de cómo llevarla a cabo, en este
caso nos da una serie de recomendaciones del cómo debe ser la enseñanza
racionalista para principios del siglo XX, asimismo es una teoría general de la
educación ya que nos proporciona recomendaciones para producir un tipo de
persona critica, reflexiva y pensante de una sociedad moderna y actual que haga
juicios sobre el conocimiento que recibe.
La importancia de Francisco Ferrer Guardia radica en que a través de la Escuela
Moderna materializó sus críticas contra la desigualad social y la educación
autoritaria, transformándose en un interesante antecedente teórico y práctico de
educación anarquista; este autor fue, desgraciadamente fusilado en Barcelona por
sus ideas libertadoras, por enseñar a la gente a pensar por ella misma, a no dejarse
llevar por los otros, a ser crítica y consciente de su realidad y por luchar por una
educación donde hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades de aprender
Referencias
*Lecturas proporcionadas en el curso de epistemología en la universidad
pedagógica nacional 153
* BEL CARRASCO, "Fundador de la Escuela Moderna: Ferrer Guardia. Maldito
Histórico", Tiempo de Historia, número, 36 (1977), págs. 28-37:
http://www.tiempodehistoriadigital.com/mostradorn.php?año=III&num=36&imagen
=28&fecha=1977-11-01
* Ferrer Guardia, F (2002): La Escuela Moderna. Póstuma explicación y alcance
de la enseñanza racionalista. Barcelona. Tusquets.

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