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La muerte según el budismo

Los budistas -nos recuerda Thay- hacemos hincapié en la importancia de conocer la


muerte y tener tiempo de prepararnos para nuestra propia desaparición.
¿Cómo nos preparamos para la muerte? Es muy simple, comportándote de una
manera responsable.
Esto conduce a la calma, la felicidad y una perspectiva que contribuye a una mente tranquila y
controlada en el momento de la muerte.
A través de esta actitud positiva y compasiva de la vida, ser siempre conscientes de la fugacidad de
la vida y tener una actitud amorosa hacia todos los seres vivientes en esta existencia transitoria
seremos libres de temor. Habiendo llevado una vida responsable y compasiva, cuando se aproxima
la muerte nos permite la entrega sin una lucha a lo inevitable y en un estado de gracia que aleja el
temor y el miedo. Cuando una persona budista va a morir puede solicitar el servicio de un monje o
monja en su tradición particular para ayudar en este proceso, haciendo de la experiencia de la
muerte una transición pacífica y libre de miedo.
En las tradiciones budistas las recitaciones en el lecho de muerte es considerado muy importante, al
ser lo último que oirá el moribundo. Los budistas creen que puede contribuir activamente y llevar
alivio a los miembros de la familia también mediante la asistencia a los moribundos a través de
este proceso.
La doctrina budista nos dice que el momento final de nuestra conciencia es de suma importancia,
es el momento más importante de todos. Si la persona enferma está en el hospital y sabemos que
no puede sobrevivir, la familia debe llamar al sacerdote budista para rezar por la persona amada en
el momento final.
Es importante que el cuerpo sea tratado con cuidado y con respeto y que el sacerdote puede ayudar
a la mente a que continúe su viaje con calma a los Estados Posteriores.
En el budismo Mahayana se aconseja orar por los muertos hasta cuarenta y nueve días después de
fallecer (Bardo), el periodo de transmigración puede durar tres días, veintiún días, cuarenta y nueve
días o cien días después de la muerte, y en algunos casos, incluso después de siete años, según el
budismo.

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