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RECUPERANDO EL SACERDOCIO

Publicado el 29 abril, 2014 por danielberrios12


Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”. Éxodo 19:6a

El privilegio de ser Sacerdotes:“Mas vosotros sois linaje escogido, real


sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” 1 Pedro
2:9.
Podemos entrar con libertad a la presencia de Dios directamente, gracias al
sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario; que nuestra oración y suplicas
sean escuchadas, no solamente a favor de nosotros sino también a favor de
otros; poder disfrutar de las bendiciones que El Señor a diario tiene preparadas
para nosotros; proveer en nuestra casa no solamente a nivel económico sino
también espiritual; llevar las buenas nuevas de salvación avisando los peligros
que asechan a la humanidad; que el poder, la unción y la autoridad de Dios sea
trasmitida a través de nosotros de una forma sobrenatural, para que muchos
conozcan de Dios y sean salvos; ser puestos en lugares de privilegio; tener el
respaldo del Espíritu Santo, recibiendo sus dones para ser mejores cada día.

Perdida del sacerdocio: “ Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el


diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;” 1
Pedro 5.8.
Sé que nuestro sueño es poder cumplir plenamente ese llamado, lo cual no
solo nos haría felices a nosotros sino también a nuestra familia, discípulos y
cada persona que ha creído en nosotros, pero el enemigo siempre está
buscando nuestra caída y algunas veces lo logra, haciéndonos sentir sucios y
llevándonos a renunciar a nuestro sacerdocio. También vienen momentos
difíciles y circunstancias adversas que nos hacen dudar que llegaremos a esa
gran meta, como por ejemplo cuando no alcanzamos los retos ministeriales,
problemas en nuestro hogar y trabajo, luchas económicas y emocionales. Esto
nos lleva a que nos refugiamos en nuestros miedos y temores, poniendo una
máscara, culpando a otros por lo que no hemos logrado alcanzar. Seguimos
siendo cristianos, nos congregamos, pero de una u otra forma renunciamos a
nuestro sacerdocio y a nuestro llamado.

Algo que también ha traído una atadura a los hombres son declaraciones que
se han proclamado como “los hombres no se comprometen ni se consagran
tanto como las mujeres”.

Como recuperar nuestro sacerdocio: “Recuerda, por tanto, de dónde has


caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti,
y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”. Apocalipsis
2:5.
Dios a través de estos 21 días de ayuno quiere que nosotros como hombres
restauremos nuestro sacerdocio. Tiene que haber un reconocimiento y un
arrepentimiento genuino de nuestro pecado y el haber tenido en poco el
llamado que el Señor ha hecho a nuestra vida. Pedirle a Dios que nos ayude a
ejercer el sacerdocio como a Él le agrada.

En nuestro hogar: Enseñar la doctrina no solo que la aprendan en la iglesia


sino también en el calor del hogar. Discernir el pecado que hay en nuestra
familia confrontarlo y erradicarlo con las armas espirituales que Dios nos ha
dado. Tener tiempos de oración con nuestra esposa e hijos. Ser hombres de
ejemplo que ayudan en la crianza de sus hijos de manera activa no dejando
que nuestras esposas sean las que lleven la carga total. Ayudar en los
quehaceres de nuestra casa no nos quita el sacerdocio sino todo lo contrario lo
dignifica aún más. Es nuestra obligación ser los proveedores, buscar siempre
dar lo mejor a los nuestros. No solo sentir el amor sino saberlo transmitir.
Enseñarles buenos modales a nuestros hijos y corregirlos cuando vemos que
se están comportando de una manera inadecuada.
En la iglesia y ministerio. Servir con ánimo pronto, creer en lo que Dios ha
dicho de nosotros, dejando atrás fracasos, sentimientos de culpabilidad.
Cumplir con nuestro llamado. Ser diligente con las cosas que nos delegan. Dar
fruto en abundancia. Mantener una actitud de humildad, sometimiento, respeto
y servicio, no permitiendo que el orgullo llegue a nuestra vida a causa de los
éxitos ministeriales que tengamos. No descargar mi responsabilidad
ministerial en mi cónyuge, sino todo lo contrario ser un ejemplo para ella.
Con los de afuera. Ser de buen testimonio, mostrarnos como amigos,
transmitir el gozo y la presencia de Dios en nuestra vida. Ser atalayas.
Evangelizar con sabiduría. Ser buenos consejeros. Evitar estar en
conversaciones que no edifican. No dejarme influenciar por ellos y aquellas
cosas que están mal delante de Dios. Orar para que sus corazones se
consagren a Dios. Sentir compasión.

“Mi sueño desde que conocí de Dios ha sido ser pastor de la Misión
Carismática Internacional, de hecho inicie mi primera célula recién llegado a
la iglesia, pero en el caminar debido a diferentes situaciones y no ver ese fruto
con el que soñaba, llego un momento en que renuncie a ese sueño, lo veía
lejos. Pero a finales del año pasado Dios hizo algo nuevo en mi vida y me
determine a creerle, en este tiempo he visto un nivel espiritual y ministerial
mayor, no solo en mi sino en nuestros discípulos y estoy seguro que Dios nos
está preparando para llegar a ese Pastorado con el corazón correcto.

Nosotros como hombres en las manos de Dios somos un gran tesoro El nos
ama y confía tanto en nosotros que nos dio una responsabilidad tan grande
como ser sus sacerdotes, pero a la vez también nos doto de los recursos
necesarios para poderlo ejercer. Tu y yo lo podemos lograr, creámosle a
Dios”.

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