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Julián Castillo Salcedo

 Alan Knight, “El precio de la longevidad”, Nexos, 20151


 Paul Garner, “Política exterior y relaciónes internacionales” y “Pagando el
precio del progreso”, en Porfirio Díaz: entre el mito y la historia, Paidós, 2001,
pp. 201-277
En los textos que leímos encontramos diversos análisis de ciertos procesos por los que
pasó la nación mexicana durante el porfiriato, aunque al contextualizar dicho periodo
también se contemplan en algunos fragmentos los procesos que le anteceden en el siglo
XIX y la continuidad de algunos de ellos en el periodo post-revolucionario. De particular
importancia para ésta clase son las relaciones internacionales, tema del primer capítulo
de Paul Garner que leímos. El segundo trata de la política económica y los desarrollos en
esta esfera durante el régimen, que van de la mano pues como se entiende en las lecturas,
este periodo de la historia nacional está caracterizado por el desarrollo y las
transformaciones que trajo la progresiva integración a la economía mundial, la presencia
del capital extranjero, y en general el contexto mundial del imperialismo y de una
expansión global sin precedentes del capitalismo, la industria, y la tecnología, cuyas
consecuencias en el terreno de las relaciones entre potencias y países sub-desarrollados
ya han sido estudiadas en la lectura de Lenin que hicimos anteriormente.
En estos dos capítulos podemos observar que Garner tiene una postura
revisionista, y dado que la historiografía “tradicional” es de corte anti porfirista debido a
el enfoque post revolucionario que la ha definido, el revisionismo aquí significa el
matizar algunos de los mitos negativos sobre el porfiriato y tratar de revalorizar o en
algunos casos incluso “disculpar” distintos elementos del régimen. Además hay que
mencionar que son precisamente estos dos elementos, la política exterior y la económica,
los que más controversia causan respecto a su evaluación y aquellos en los que están
principalmente enfocadas las “leyendas negras” del periodo porfirista. Sin embargo no se
trata de una polarización o defensa ciega del régimen, se mencionan los estudios de
muchos autores de todo el siglo XX y se usan datos para mostrar la complejidad de la
política porfirista, aunque la interpretación final de esos hechos a veces pueda parecer un
tanto partidaria y de alguna manera aceptando sin reservas la “bondad” de ese progreso
liberal y capitalista.

1
Tomado de http://www.nexos.com.mx/?p=25427
Dentro de ésta suerte de “apología”, las relaciones internacionales son redefinidas
como un proceso ambiguo, en el que lejos de ser una entrega abierta y cínica de la
soberanía a los intereses extranjeros, nos encontramos con un periodo dinámico lleno de
fluctuaciones y tensiones, y a un Porfirio preocupado constantemente por defender los
intereses mexicanos y poner límites a la injerencia extranjera, al mismo tiempo que
obligado por las exigencias del ideal de progreso y las realidades del periodo a mantener
contentos a los inversionistas extranjeros. De hecho, si seguimos a Garner y a los
estudios actualizaos en los que se basa, podemos decir que Díaz en realidad hizo un
muy buen trabajo “cabalgando” la ola de la expansión capitalista y de las
comunicaciones del periodo, sabiendo usarla ya los intereses extranjeros para hacer
marchar de manera muy acelerada y sin precedentes el proyecto liberal que había
quedado constantemente en suspendido u obstaculizado durante el periodo independiente
decimonónico que le antecedió, al mismo tiempo que manteniendo un juego ambiguo
con las grandes potencias, por ejemplo al balancear el capital norteamericano con
inversiones europeas, y al mantener un discurso público de cooperación y amistad pero
maniobrando políticamente para apoyar la soberanía no sólo de México sino de las
naciones latinoamericanas unidas como iguales, la respuesta a la doctrina Monroe
llamada por algunos “doctrina Díaz”.
Así mismo las relaciones diplomáticas con Estados Unidos son expuestas como
cambiantes, no homogéneas dentro del periodo, pasando de nulas en 1867 y del no
reconocimiento al régimen, a su mejor punto siendo México e primer país
latinoamericano con un embajador en USA, y volviendo a complicarse en la década de
los 90 con las abiertas intenciones imperialistas que la nación del Norte manifestó en el
Caribe y Centroamerica. De hecho se observa que el deterioro de las relaciones con USA
es razón importante para la rápida caída del régimen al comienzo de la insurrección. Este
es uno de varios puntos que hace Garner en estos textos mostrando que varias de las
causas para la revolución lejos de ser predominantes durante todo el porfiriato fueron de
hecho fenómenos de su fase final. Por ejemplo también se expone que en este periodo las
organizaciones obreras florecieron y sí tuvieron un relativo buen entendimiento con el
régimen, y fue sólo en la última década y sobre todo tras las crisis económicas de 1907
que Díaz tomo una política autoritaria contra los movimientos populares. Por otro lado
ciertos procesos que se han considerado negativos y particularmente porfiristas, como la
expansión de la hacienda y el proyecto de colonización por extranjeros, así como la
puesta en el mercado de tierras aún no explotadas, son revelados como meras
continuaciones o realizaciones del ideal de “progreso” ya presente en tiempos juristas y
aún antes, el ideal liberal que en ese tiempo no podía significar más que la expansión del
mercado y el favorecimiento los emprendedores individuales, por oposición a los
sistemas coloniales.
La política económica fue definida primero por la figura de Dublán, que puso la
pauta a seguir, y luego por Limantour, que en la última fase cambió un poco la línea
seguida anteriormente al tomar medidas intervencionistas sobre la economía y un poco
más nacionalistas, como la “mexicanización” de los ferrocarriles. Garner apunta cinco
áreas principales en las que se debe observar el “progreso” proyectado y realizado
progresivamente por el régimen porfirista: Primero, el crecimiento demográfico
continuo. Segundo, la expansión en los medios de transporte y la infraestructura,
particularmente en las vías ferroviarias, que como sabemos es un aspecto necesario y
clave para la gran inversión de capitales extranjeros y que está conectado al enorme
aumento de las exportaciones nacionales. Va por tanto unido estrechamente al tercer
aspecto, el de la expansión del comercio tanto interno como internacional, basado sobre
todo en una rápida recuperación de la minería, que los disturbios del siglo XIX no habían
permitido aprovechar pese a que esta área desde tiempos coloniales y luego en el periodo
independentista siempre fue considerada como la que tenía más potencial y riqueza para
la explotación. En cuarto lugar está la expansión de la industria gracias a la política
económica pero también gracias a nuevas tecnologías y fuentes de energía, y de la que se
puede señalar sobre todo a la industria textil como principal foco. En quinto lugar
estarían los cambios en la economía rural, muy controversiales por lo ya expuesto pero
que de acuerdo a Garner sólo siguieron el ideal de progreso que se tenía entonces,
incluyendo a la oposición, y se trató un proceso de renovación contra las viejas
estructuras coloniales estáticas necesario para la modernización, que aunque
inevitablemente tuvo que traer abusos y descontentos, según el autor no se realizó con
cinismo y depredación desmedida sin con toda la cautela y conciliación que fue posible
al régimen.
Por otro lado el artículo de Alan Knight es mucho más matizado y plantea una
“dialéctica historiográfica”, en la que el propio texto de Garner es mencionado como
parte de la “antítesis” que se generó a finales del siglo XX como reacción a la “tesis”
primera de la historiografía anti porfirista. De éste modo Knight se sitúa como parte de
una nueva fase de “síntesis” entre esas dos posturas, en la que se matizan ciertas
leyendas negras tal como hizo Garner pero tampoco se defiende tan unilateralmente al
régimen. Knight aquí se diferencia sobre todo en que pese a reconocer los logros del
régimen, no acepta ciegamente la noción de “progreso” que al parecer Garner toma sin
cuestionar o modificar del ideal decimonónico, y señala la miseria urbana por ejemplo, o
la pérdida de identidad y modos de vida que significó la transformación rural. También,
como refleja el título, para knight es finalmente la propia longevidad de Díaz y de su
forma de gobernar la que terminó por deteriorarlo. Hace énfasis en las enormes
diferencias que había entre el periodo de las intervenciones del cual surgió Díaz a
mediados del XIX, y aquel a comienzos del XX, con una nueva y cada vez más grande
clase media de valores más democráticos, y con peligros también nuevos traídos por la
propia realización del objetivo porfirista (integrar a México en la economía mundial)
como lo son las crisis económicas internacionales, destacando la de 1097.
Mientras que Garner atribuye la caída del régimen a fuerzas impersonales
imposibles de controlar, Knight es más crítico y señala que estas fuerzas pudieron
haberse enfrentado y el descontento social atendido si no fuera por la cerrazón del
régimen a adaptarse a nuevas condiciones, su aferramiento al viejo tipo de política
caciquista, informal y personalista, ya obsoleto para la sociedad mexicana de comienzos
del siglo XX; y el “efecto capullo” de los regímenes autocráticos, que aisló a Díaz de la
realidad del pueblo, dejándolo a merced de los intereses de su corte de aduladores y
oligarcas, finalmente derivándolo de toda capacidad de intervención y mediación en los
conflictos sociales.

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