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El concepto de Independencia

Por Matías Farías* y Fabio Wasserman**1


REVISTA “CANTO MAESTRO” Nº 27 – JUNIO 2016 –

http://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/el-concepto-de-independencia

CULTURA //// 08.07.2016

Solemos utilizar el concepto de independencia para referirnos a la no dominación de un sujeto o


de una comunidad política que, por eso mismo, puede existir y actuar en forma autónoma o
soberana. Pero esa definición es insuficiente si queremos entender cómo concibieron sus
protagonistas a la independencia americana. Esto se debe a que los usos y significados de los
conceptos políticos cambian a lo largo del tiempo y, además, a que estos tienen diversas
connotaciones y un carácter polémico pues en cada momento pueden expresar distintas visiones
y proyectos.

En la actualidad consideramos que la única comunidad política legítima es la nación concebida


como un pueblo que posee rasgos distintivos, una historia en común y un territorio. Pero esto no
era así durante las primeras décadas del siglo XIX ya que las comunidades políticas eran los
pueblos, es decir, las ciudades o provincias que habían reasumido su soberanía tras la
revolución. Y dado que eran entidades libres e independientes, podían acordar o no su
integración en una nación según su voluntad e interés. A esto debemos agregar que las actuales
identidades nacionales aún no existían y que los revolucionarios se consideraban americanos. Es
por eso que si queremos entender el sentido que tenía el concepto de independencia, tenemos
que dejar de lado los relatos históricos tradicionales que la suponen protagonizada por
nacionalidades ya constituidas.

En 1808 la monarquía española se sumió en una profunda crisis como consecuencia de las
Abdicaciones de Bayona y de la ocupación francesa. Los pueblos españoles crearon juntas y
comenzaron a luchar por su independencia, contando con la adhesión de los criollos que se
consideraban miembros de la nación española y se identificaban como españoles americanos.

1
* UBA-UNPaz ** Instituto Ravignani (UBA-Conicet).
Fuente: Revista Canto Maestro, nº 27, junio 2016, “Miradas sobre el Bicentenario de la Independencia"
Para leer la revista completa ingrese aquí:
http://www.ctera.org.ar/index.php/prensa/canto-maestro/item/2271-revista-canto-maestro-n-27-junio-2016-miradas-
sobre-el-bicentenario-de-la-independencia
Esto comenzó a cambiar a partir de 1810, cuando el triunfo francés precipitó la disolución de la
Junta Central que gobernaba en nombre del rey cautivo. En varias ciudades de América, como
Buenos Aires, se crearon juntas que asumieron la soberanía en nombre de los pueblos y del
monarca. Fue entonces que comenzó a plantearse la independencia de los pueblos americanos.
Sin embargo había divergencias en cuanto a sus alcances. Mientras que algunos grupos
aspiraban a lograr una mayor autonomía dentro del orden monárquico, como ya lo habían
intentado las juntas de Charcas y La Paz en 1809, otros pretendían asumir la soberanía plena
para emanciparse. Esta posición, impulsada inicialmente por Mariano Moreno, es la que se
impondría al calor de la revolución y de la guerra. Ahora bien, aún entre quienes propiciaban una
ruptura total había diferencias en relación a qué implicaba la independencia, enfrentándose los
que querían constituir un poder centralizado, y los que defendían la independencia y la soberanía
de los pueblos como el artiguismo. Esta aspiración no fue reconocida por el Congreso de
Tucumán, integrado por diputados de algunas ciudades que hoy forman parte de Argentina y de
Bolivia, y que el 9 de julio de 1816 declaró la Independencia de las Provincias Unidas en Sud
América, dejando así abierta la posibilidad de que se integraran otros pueblos.

Durante los últimos dos siglos, el concepto de independencia tuvo una rica trayectoria en la que
fue utilizado para expresar políticas de emancipación. Desde los románticos que querían construir
una lengua y una cultura nacional, pasando por los movimientos americanistas, criollistas e
indigenistas, las configuraciones políticas nacionales y populares, los proyectos revolucionarios y
anti imperialistas, hasta las formulaciones teóricas como la “teoría de la dependencia”; la
independencia, retraducida y reinterpretada en cada contexto histórico, encontró su lugar en el
horizonte utópico argentino y americano. Sin embargo, debemos tener presente que su potencia
pudo ser utilizada también para legitimar algunos proyectos antipopulares, incluso algunos de los
más nefastos: “Operativo Independencia” fue el nombre escogido para designar la represión
comandada por Bussi durante 1975 en Tucumán y que fue la prueba piloto de lo que acontecería
a partir de 1976.

Más allá de las precisiones históricas, este recorrido nos permite apreciar la complejidad del
concepto de independencia y su vinculación con las disputas por el poder y por la construcción de
una hegemonía -operación política por la cual un sector representa al conjunto de la comunidad
imponiéndole sus valores e intereses-. En ese sentido quisiéramos recuperar algunos problemas
vinculados con el concepto que remiten tanto al pasado revolucionario como a nuestro presente.
En primer lugar podemos advertir que la independencia tiene un carácter relacional y conflictivo,
ya que siempre se define frente a otro sujeto político. Pero esta definición también puede ser
motivo de disputa, tal como sucedió en la revolución americana cuyos protagonistas disentían en
cuanto a su alcance: ¿independencia absoluta o relativa?. A lo cual podemos sumar otro
problema que remite a proyectos ideológicos enfrentados: ¿en nombre de qué ideas y valores se
aspira a la independencia? En segundo lugar, y vinculado con lo anterior, el concepto implica una
definición de los sujetos que pueden proclamarla: ¿quiénes se declaran independientes? Esta
pregunta remite a una dimensión política y social de la soberanía. En el contexto de la
independencia, los pueblos o la nación, según los proyectos en pugna, aspiraban a constituirse
en los sujetos soberanos. Pero esto no resolvía a qué grupos se incluía entre los americanos que
se declaraban independientes. ¿Sólo lo hacían los criollos o también se incluía a los indígenas y a
las castas? ¿Y qué pasaba con los esclavos, quienes por definición no podían ser libres ni
independientes? ¿Y con las mujeres, que si bien eran libres, dependían de sus padres y
esposos?

En tercer lugar, el concepto de independencia se vincula con las disputas por las formas de
gobierno. El Congreso de Tucumán declaró la independencia pero no logró consagrar una forma
reconocida por quienes aspiraba a representar, ya que la Constitución de 1819 concitó fuertes
rechazos por su centralismo. En ese sentido debemos tener presente que independencia no
siempre es sinónimo de autogobierno pleno; de hecho, en esos años se barajaron formas
monárquicas o protectorados para garantizar la independencia.
En suma, proclamarse independiente supone considerar quién lo hace, frente a quiénes, con qué
alcance, en nombre de qué ideas, según qué fines y, además, qué forma de gobierno expresa
estas definiciones previas. Aún hoy puede calibrarse un proyecto independentista según cómo se
posicione respecto a estas cuestiones, lo cual implica una disputa por el sentido del concepto, por
sus usos, sus apropiaciones y sus significados, así como también una definición sobre la libertad
y la igualdad, y las relaciones de poder dentro de la sociedad.

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