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Anthony GRAFTON

Robert Bon/ii, Gugiielnw Cavallo, Roger Chartin;


jean-Fnmrois Gilmant, Anthony Gmfton,
jacqueline ]-famessc, DOJniniqueJulia, lYlartyn Lyons,
Malcobn Padws, Armando Petrucci, Paul Saen,".er
je,\jJl!I Svenbro, Reinhard Wittmann " '

EL LECTOR HUMANISTA

HISTORIA
DE LA LECTURA Ello de diciembre de 1513 Nicolás Maquiavelo escribió una cu',
ta a su amigo Francesco Vettori. El afio anterior, cuando el gobier-
EN EL MUNDO no de Piero SodeIÍlll fue derrocado y los 1Vlédicis recuperaron el
control de Florencia, Maquiavelo había perdido todo lo que más
OC(;IDENTAL quería. Su intento de formar un ejército de ciudadanos había lf'r-
minado en fracaso. Después de alcanzar una posición de poder,
bajo la dirección de fue expulsado del gobierno, Sospechoso de conspiración, fue en-
Guglielma Cavallo)' Raga Chartier carcelado, torturado y fInalmente desterrado a 511 finca oe las afue-
ras de Florencia, donde suspiraba por la política, charlaba y discu-
tía con sus vecinos ... y leía. Maquiavelo describió su vida intelectttaJ
a Vettori con una viveza inolvidable:

Partitomi dal bosco, iD me ne VD a una fon1e; e di ql1ivi in un mio


uccellare. Ho un libro sotto, o Dante a Petrarca, o un di questi poeti
minori, come Tibullo, Ovvidio e simi1i: leggo quelle loro amorose
passioni, e quelli loro amori, licordomi de' mia: godoml un pezzo in
questo pensiero. Transfeliscomi poi in su11a strada nell' ostería: par-
lo con quelh che raSSaDO, domando delle nuove de' paesi loro, inten-
do varíe cose e notovarii gusti e diverse fantasie d'uominí [ ... ] Veuu-
ta la sera, mi ritorno in casa, et entro nel mio scrittoio; et in sull'
uscio me spoglio quella veste cotidiana, piena di fango e di loto, e mi
metto panni reali e curiali; e rivestito condeccnternente entro neUe
antique corti delli antiqui uornini; dove, da loro ricevuto amorevo-
lemente, mi paseo di qucl cibo che solum e mio, e che io nacqui per
lui. Dove io non mi vergogno parlar con loro, e domandarli dclla ra-
gione deBe loro ationi; e quelli per loro umaniti mi rispondono; e
non sento, per quattro ore di tempo, a1cuna noja, sdimentico ogni

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EL LECTOR HUMANISTA ANTI !O!'-"{ GR \i'TOi'>

affanno, non temo la poverti, non mi sbigottisce la IIlorte: tutto mi para Maquíave10 las principales fuentes y nl0delos de sabirlurÍa
trasferisco in Joro l. práctica para su propia época. Entre los autores en Cl1Cstión se en-
contraban filósofos como Cicerón y tal vez otros, pero la luayoria
eran historiadores: Plutarco, Tito Livio, Tácito. EvidentclTIf'nte, Ma-
LIBROS PARA LA PLAYA YPARA LA BATALLA quiavelo no leía sus textos en los cómodos libros de holsillo publi-
cados por Aldo sino en las ediciones en folio o en cuarto que llena-
Los historiadores citan con frecuencia esta carta porque en ella ban las estanterías de los estudios de los sabios renacentistas. Los
se describe el proceso de composición de la obra más famosa de abordaba -su alegoría 10 pone de manifiesto-- de manera COl1l-
Maquiavelo: El príncipe. Pero no suelen citarla corno documento pletalnente distinta a como leía la poesía mTIorosajunto alluanan-
de la historia de la lectura. Es una lástima, pues n1uestragráficamen- tial. En ellos no buscaba distracción sino instrucción. Planteaba
te la diversidad histórica y física de los libros que leían los humanis- preguntas concretas e intentaba obtener respuestas perspicaces. 1,;1
tas del Renacimiento y la diversidad emocional con que abordaban formalidad y lucidez de su planteamiento, el interés no por los ctú·
el acto de leer. reos sueños eróticos sino por la acción poHtica prácticCl, se refleja vi-
Maquiave!o dice leer dos tipos de libros. El primero lo describe vamente en su alegoría de la lectura corno foro de discnsión.
con tal precisión que no deja lugar a dudas respecto a sus ca- Dos conjnntos de textos ant.ignos, dos maneras de leer: una de
racterísticas fisicas o literarias. Se trata de las ediciones en octavo ellas parece reconocible al instante y la otra curiosamente reUlO-
de los clásicos - tanto en latín corno en valgare- que Aldo Manu- tao Nos resulta fácil imaginar la lectura como medio de aliviar las
zio babía comenzado a publicar durante la década anterior. Estos dificultades presentes y de estimular los sentimientos eróticos;
libros, impresos en caracteres itálicos que hacían posible la inclu- pero no tan fácil, probablelnente, imaginarla C01110 una serie de
sión de textos enteros en pocos cientos de páginas de pequeilo for- lecciones capaces de guiar a un gobierno en su crisis final o de ex-
mato, llenaron de entusiasmo a los clientes de Aldo y llevaron a la plicar e! fracaso de un ejército y de un Estado. Pero Maquiavelo
competencia, establecida en Lyón y en otras ciudades, a rendirle el practicaba ambos tipos de lectura sin aparente esfuerzo o dificul-
hOInenaje definitivo del plagio 2. Contenían textos con prólogos y tad, y era capaz de elegir el Inodo de interpretación con la Tnisrna
a veces algunas ilustraciones, pero carecían de notas. Yevidente- facilidad con que elegla el texto al que pensaba aplicarlo. Nuestra
mente, Maquiavelo los utilizaba de la manera más simple, tal como misión es fácil de exponer, aunque difícil de ejecutar. Hemos de
utilizaríamos boy los libros -menos clásicos pero igualmente situar la experiencia de Maquiavelo en un contexto más amplio.
prácticos- que nos llevamos a la playa en verano: COlTIO medio de ¿Qué otras posibilidades ofrecía el espectro de maneras de leer de
evasión de todo tipo de problemas. Servían de estímulo no para el los humanistas? ¿Cuáles eran las preferencias literarias y metodo-
pensamiento sino para la imaginación, como un entretenimiento lógicas de Maquiavelo?
que permitiese al lector despreocuparse por entero.
Maquiavelo describe alegóricamente el otro tipo de libros y de i
I
estilos de lectura. Representa a los autores (y a sus personajes) "EL TEXTO SIN INTERMEDIARIOS"
como grandes hombres que se dígnan hablar con él en su estudio, I
pero no entra en detalles tan insignificantes como pudieran ser Entre 1930 y 1970 los grandes investigadores europeos --en es-
sus nombres. Partiendo de! grueso de El príncif)ey de otros textos, pecial Envin Panofsky, llans Baron y Eugenio Garin- nos enseüa-
sin embargo, podemos identificar esos libros con las obras de esta- ron que los humanistas habían transfonnado la le-ctura de lnanera
distas y generales griegos y romanos, cuyas acciones constituían uniforme y vigorosa 3. Los sabios medievales --nos explicaban-

1 Maquiavelo, Opere, lI!: LeUere, ed. F. Gaet.a (TurÍl1, 1984), pp. 425-426.
!>E. Panofsky, Renaissrtncp IInd Rmwüsanrr,s in lVr'sÚ'm Art, Londres, 1970. E. GariH,
2 M. Lo'NI)', Tite Wodd oi Aldus Manlllius (Ithaca, Nueva York, 1979). L'nmanrsimo italiano (Floft'ncia, 1952) y Medioevo r: Rillasrimentn (Bari y Roma, 1980).
EL LECTOR J-IlIMANJSTA

habían leído un conjunto canónico de autoridades -Aristóteles y el estudio del derecho romano por considerar que sus Dlaestros
sus escoliasta';;; las autoridades legales, médicas y teológicas; la Vul- eran incapaces de ver o transmitir la "historia" del derecho [l. Él
gata; las Metamorfosis de Ovidio; la Conso14.ción de la filosofia de Boe- Yotros hUlllanlstas intentaron leer el original directamentel labi
CÍo- de manera unifonne. Pese a las numerosas diferencias de ori- tualmente decían desconocer los comentarios medievales salvo
gen y de contenido, los lectores medieval~s consideraban estos para hacer lnob ele sus errores. La necesidad de traspas<1r la corti-
textos como componentes de un sistelna único. Los intérpretes na que el orden antiguo interponía entre el lector y el texto siguió
oficiales hicieron de ellos la base del sistema de argumentación e siendo un lugar cOlnún de la controversi<1 hwuanístka hasta el sí·
instrucción conocido como escolastidsn1o. Lo lograron, sencilla- glo XVi. Mutianus Rufus ridiculizó el cornentario clásico sobre la
mente, considerando los textos no cOJno obras de personas que Consolación de Hoecio, atribuido entonces a santo TOlllás, por
habían vivido en una época y lugar detenninados, sino como con- pensar que Alcibíades había sido una lllqjer. Erasmo satirizó la~-i
juntos impersonales de proposiciones. Tras décadas de laborioso disparatadas coqjeturas que encontraba en los cOlnentarios me-
trabajo con el lllartillo y el cincel, dieron forma a un complejo con- dievales de la Biblia: "Convierten los árboles en animales de cua-
junto de muros y contrafuertes que precedieron, rodearon y sostu- tro patas y las alhajas en peces" 6.
vieron los textos: introducciones, comentarios, tratados anejos. Una vez superado el obstáculo de la interpretación -afirma-
Este orden logró da,r un enfoque medieval a los textos antiguos ban Peo'arca y sus discíptllos-~ el lector podía contentplar a los
más dispares. Desde el punto de vista de un hUlnanista, sin embar- antíguos tal COlno eran: no como a.nctorlt.ates ahistóricas e intem-
go, la estructura contenía y se apoyaba en un error sistemático. Lo porales adaptadas al siglo xv, sino como personas que hahían viyj-
que los comentaristas se habían propuesto no era explicar el texto do en un lugar y una época detenninados. En el texto genuino lo.';
en sí mismo, sino actualizar su contenido. Si el Corpus iUTis mencio- antiguos volvían a la vida con todos SllS atributos, vestidos a la 1na-
naba a sacerdotes y pontifices, por ejemplo, el comentarista Accursio nera antigua y situados en escenarios clásicos, cxac1..."lJuente igual
pensaba que hacía referencia a los presbíteros y obispos de la Iglesia que los héroes de un fresco de Mantegna. Durante mucho tlt'"tUpO
cristiana que él conocía, y hallaba en los textos antiguos el prece- los historiadores se tomaron toda esta retórica al pie ele la letra.
dente de las costumbres modernas 4. Los textos, en definitiva, si- Describían a los humanistas leyenoo a los clásicos "directamente",
guieron siendo populares no porque describiesen un Inundo anti- "tal como eran"; como innovadores que trataban. los Hbros 110
guo, sino porque se adaptaban a las necesidades de uno moderno. como los elementos a partir de los cuales podrían construir nIt
y el propio envoltorio que garantizaba su utilidad distorsionaba l11oderno sistC111a de ideas, sino como una venfana a trav#-s de la
talnbién su contenido. Un complejo entranlado de hipótesis e ins- cua.! podrían conversar con los venerados difuntos. PetT<1rCa, al fiJl
tituciones, que tomaba forma material en el sistema de glosas, los yal cabo, llegó a escribir cartas a los antiguos, expresando a Virgi-
aproximaba rnás al sistema escolástico de instrucción que a su épo- lio su respeto por la virtud casi cristiana del poeta latino y manifes-
ca y lugar históricos. tando a Cicerón su estupor por la participación del gran or;:¡dor I
\
Desde el principio, los humanistas se dispusieron a rescatar a en el griterío de la política. Y, que yo sepa, uno se cartea con las ¡,
los clásicos del fortificado horfus conclusus en el que habían sido en- personas no con los libros.
J

cerrados por los comentarios medievales. Los humanistas afirma- En realidad, sin embargo, tal como sugiere el caso de Maquia-
ban que los glosadores habían distorsionado sistemáticamente el velo, los humanistas leían los textos clásicos de muchas formas dis-
sentido original de los textos. Petrarca, por ejemplo, abandonó tintas. Quien desease tratar la poesía antigua como un pasatiempo
podía hacer lo miSlllO que Maquiavelo: llevarse un pcquei10 Oyidio
Algunas consideraóones sobre este corpus literdrio pueden encontrarse en A. Graf-
ton, Difenders afthe Text (Cambridge, MassachusetL<¡, 1991), cap. 1.
5Petrarca, "Posteritati", Opere, ed. G. Ponti (Mil~n, 1968), pp. 8R6-900.
'1 Budé atribuyó esta costumbre a la "ignorantia Accllrsii vel saeculi potius Accursiani,
quae hac aetate ridicula est"; vid. E. H. Kantoro\vicz, 171e King's Two Badies (Princeton, 6 Erasmo, Methadlls, ed. y tr;:¡d. G. B. WinkJer, Awgt'wlihltr WerlU', ed. W. \Vdóg, m
Nueva]ersey, 1957), p.126. (Dannstadt, 1967), p. 50.

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EL lECTOR llllMAN1STA ANTHONYGRAFroN

al campo para leer cosas de amor. Pero quien quisiese tTatar la poe- disponían en dos columnas, etnpleando la tradicjonal y angulosa
sía antigua conlO la rama más elevada de la filosofía podía hacerlo letra gótica. Ocupaban un espacio relativamente pequci10 en el
igualrnen te, leyendo en su estudio un Virgilio en folio y conversan- centro de una página grande. Y estaban rodeados por un grueso
do, Dlentalmente, no sólo con el poeta, sino con diez u once co- cerco de COITlentarios oficiales escritos en letra aún más pequeña y
mentaristas históricos, morales y alegóricos, tanto antiguos COlTIO menos atractiva. Así era, evidentemente, el grueso de las glosas me-
modernos. Hieronymus Münzer se distraía leyendo -por extra- dievales que tanto desagradaban, por cuestión de plincipios, a los
ño que parezca- el Corpus henneticlun: "Lo leía una y otra vez", es- hun1anistas. Tales libros repugnaban naturalmente a los sahios
cribió en su manuscrito, "deleitándorne con la más agradable de renacentistas, para quienes representaban una distorsión tanto yi-
las lecturas". A Isaac Casaubon ese mismo texto le parecía exaspe- sual como intelectual de su propio contenido 8.
rante~ e1libro en cuestión no sólo no lo distraía, sino que suponía Desde el principio, los humanistas consideraron la letra gÓlica
para él una especie de agresión filológica. Analizaba su ejemplar como el signo externo y visible de la ignorancia gótica: fca, ridícu-
frase por frase para demostrar que no podía ser auténtico 7. En la, impenetrable. Petrarca odiaba "los caracteres dinlinlltos y apre-
cada caso el lector, al igual que Maquiavelo, elegiría una posturafí- tados" que el propio copista "sería incapaz de descifrar, mientras
sica y una actitud mental determinadas, así como un texto concreto que el lector tennina conlprando no sólo UD libro, sino lamhién la
al que aplicarlas. Cualquier descripción histórica de esta cornpleja ceguera que lo acornpaña" 9. Sus disdplllos y sucesores se prOPll-
y proteica empresa debe evitar las grandes tesis y las transicíones sieron reemplazar las formas tradicionales de escritura por olTas
rápidas, aceptando la posibilidad de que sUljan contradicciones y más apropiadas. A comienzos del siglo xv Coluccio Salutati y Pog-
paradojas. gio Bracciolini diseñaron una nueva luinúscula -elegante y re-
dondeada~ que les parecía más clásica que la gótica de aquella
época. Los sabios y los artistas -en especial Alberti y Malltegna-
EL CLASICISMO Y LOS CLÁSICOS: EL TEXTO Y SU MARCO aprendieron en las inscripciones romanas a trazar de rnanera con-
vincente letras I11ayúsculas de aspecto simétrico y grandioso, Otros
Maquiavelo, como hemos visto, menciona no sólo cómo inter- -especialmente el erudito Niccolo Niccoli y el copista Bartolomeo
pretaba los textos, sino también cómo usaba los libros: objetos físi- Sanvito- inventaron una elegante cursiva que podía u~ilizarse cm)
cos concretos que se ajustan a convenciones específicas de formato y fines 111enos formales, corno la compilación de notas, y permitía
tipografía y que él utilizaba en circunstancias determinadas. A partir colocar luás texto en menos espacio que la tradicional escritura
de 1960 los investigadores vienen prestando cada vez más atención a humanística. Estos nuevos tipos de letra fueron adoptados gra-
la evolución física y estética de los libros durante los plimeros años dualrnente por otros sabios )', no sin dificultad, por los copistas
de la Europa moderna. Han demostrado que los humanistas de- profesionales (que para Poggio constituían "la escoria rlellTIllndo ",
mandaban, producían y consumían nuevos tipos de libros, así como Jaex mundi) lO. Finalmente, adquirieron categoría canónica en los
un nuevo canon de textos. Pues los humanistas se oponían, desde el libros y su uso se generalizó en toda Europa.
punto de vista filológico, no sólo al contenido del libro académico
medieval, sino también, desde el punto de vista estético, a su forma. 8 Fid. en general La pmdw:tíon du Hun; unlrxnitoril' (/11 1/10)'01 iigc. E:xnlljJlay e{ pcr:ia, ('ct.
Las auctoritaf,esdel mundo académico medieval eran publicadas L.]. Bataillon el al. (París, 1988), esp. los artículos de H. V. Schooner ("La procluc-
por los diestros libreros de las ciudades universitarias. Estos libre- tion du li-vrc par la pecia", pp, 17~37, yR. H, ROllsey M.A. Rome, ("The Books Trade
at the University ofParis, ca. 125O-ca, 1350", pp. 41-114).
ros dividían las copias originales de los textos clásicos en peciae,
9Seniles, VI, 5, citado por A. Petrucci, "Libro r sCllttura in FnIllCí'SCo Pf'trarca", en
fragmentos que los copistas podían alquilar por separado para re- Libri, s('Iit/uro? l' !Jubblü;o nd Húwsrim¡;n/o, ed. A. PetT1lcci (fiad}' Roma, 1979), p. 5.
producirlos rápida y uniformemente. Los textos así elaborados se
10 B, 1,. 1Jllman, The Origin and Dr:vcl.oprnent ojfl11.m(lJlistir: Scrij¡t (Ron1<l, 19GO) :.1, War-
drop, 17te Script oJ flumanism (Oxford, 196~); M. Meiss, 'Towards a More Cnm-
7E. P. Goldschmidt, Hieronylnus Miinzer und sáne Bibliot}u:k (Londres, 1938), pp. 3.5-37. prehensive Renaissance Paleography", en The Paint.er:~ Cholee (Nueva Ymk, 1976),

?QQ J,
EL LECTOR HUMANISTA ANTHONyGRAFfON

Los libros humanísticos aspiraban a satisfacer todas las necesida- tura ocupaban en sus vidas. Alfonso de Aragón invitó a los huma-
des. Los resultados de los estudios filológicos eran presentados a los nistas a su corte para celebrar las are del libro: duelos literarios pú~
mecenas en enormes folios espléndidamente iluminados (a los me- bUcos en los que aquéllos competían para explicar y enmendar
cenas se los solía representar recibiendo el homenaje del autor o del los pasajes más difíciles de la obra de Tito Livio 13. A Federigo da
editor, así como un ejemplar de su libro, en la primera inicial ilumi- Montefeltro le agradaba que 10 retrataTan con un texto en la mano.
nada o en una página independiente con una orla decorativa). En un retrato, atribuido ajusto de Gante, aparece junto a su hijo
Otros libros más pequeños y menos formales, en los que el texto sosteniendo un espléndido inf01io. En otro -atribuido a fra' Car-
ocupaba toda la página, sin comentario alguno que se interpusiese nevale-, perteneciente a un espléndido manuscrito de las Di.\jJ'lJ.-
en tre el auctory el lector, se convirtieron en los elernen tos fundamen- tationes Camaldulenses de Landino, Federigo está mirando hacia
tales de las colecciones humanísticas. Algunas colecciones privadas un cortesano mientras sostiene un pequeño libro. En ambos casos
de manuscritos se llenaron de cientos de textos del nuevo estilo 11. la relación con la literatura caracteriza al personaje tanto COfilO su
Las bibliotecas públicas y privadas -desde el Studiolo de Federi- formidable y picudo perfil H. Federigo podía dejarse arrastrar por
go da Montefeltro en Urbino hasta la Biblioteca Vaticana, que adop- su interés por un nuevo libro. En una ocasión confesó a Donato
tó su aspecto original bajo Nicolás V y Sixto lV- cambiaron tan Acciaiuoli que había retenido a su enviado más de lo necesario a
drásticamente como los propios libros. Las salas arnplias y los peque- fin de poder leer de inmediato el nuevo comentario de AcciaiuoH
ños estuches clásicos, diseñados para faciJitar el estudio y la conver- sobre la Polítiw de Aristóteles 15. La elección de lecturas adecua-
sación, iluminados por ventanas, reemplazaron a las salas oscuras y das formaba parte del nuevo estilo de vida de la corte renaC(~n tista
los libros encadenados. Dos de los mayores y más coherentes proyec- y tenía tanta importancia COlno saber a qué arquitectos contratar
tos arquitectónicos del siglo XVI -la piazzetta de Serlio en Venecia y o qué ropa ponerse.
la reconstruida Biblioteca Vaticana de Sixto V- poseían coleccio- Por otra parte, a medida que los libros impresos iban reempla-
nes públicas de libros magníficamente expuestas 12. Igualmente zando gradualnlente a los manuscritos, los nuevos tipos de libros y
atractivo, aunque menos pennanente, fue el jardín florentino don- las nuevas experiencias de lectura impregnaban el mundo de la
de el círculo de Rucellai debatía sobre historia antigua y retórica, cultura europea. Los caracteres de los iInpresores instruirlos imi-
con sus bustos de escritores antíguos y su colección de flores men- taban la escritura de los amanuenses y artistas, en algunos casos
cionada en los textos clásicos. hasta en el más pequeño detalle. Los primeros textos clásicos edi~
A veces el encuentro entre los nuevos lectores y los nuevos tex- tados por Sweynheym y Pannartz en Subiaco y Roma y por IZober-
tos salía de los límites formales de la enseñanza tradicional. Los ger en Nurelnberg empleaban ya caracteres hUlnanÍstir:os 16. Las
humanistas leían en escenarios más inesperados aún que el ruanan- ediciones aldinas en octavo, cuando aparecieron por primera vez
tial de Maquiavelo. Petrarcanunca parecerá más moderno que en en 1501, reproducían la cursiva hUlllanística - a veces identifica-
la famosa carta de su ascensión al monte Ventoux, en la que cuenta da con la de Sanvito- rasgo por rasgo 17. Se daba por supuesto,
CÓmo llevaba consigo su ejemplar de bolsillo de las Confesiones de san como ha demostrado E. P. Goldschmidt, que los textos clásicos re-
Agustín para consultarlo en la cima. A los príncipes del siglo XV les querían una presentación clásica. E inclllso aquellos hnpresorcs e
gustaba poner de relieve el destacado lugar que los libros y la lec-
13M. Baxandall, GioUo and ¡he Om./ors (OXfOI'd, 1971).
pp. 151-175; Libri, scnttura e pubblico nel Rinasamento, ed. Petrucd. Con relación a
Poggio, vid. E. Walser, Poggius Florentinus (Lepizig, 1914), pp. 104-110. 14Para una reproducción, vid. Federigo da Montefeltro, LeUere di sta/o e r['arte (1470-
1480) (Roma. 1949), frontispicio.
JI Para un estudio clásico, vid. B. L. UlIman, The Humanism ofoluccio Salut.ati (Padua,
1963). Vid. también C. Bec, Les livres drsfiorentins (1413-1608) (Florencia, 1984). 15 ¡bid., pp. 115,116.
12Con relación al Vaticano vid.]. Bignami Odier y J. Ruysschaert, La bibliotheque 16K Ph. Goldschmidt, ThePrint"4 Book oflhe Rcnaissnn,¡; (Amstcrdam, 1974).
Vaticanede SíxleIV ti Pie XI (Ciudad del Vaticano, 1973); con relación a San Marco 17 A. Petrucci, "Al1e origini del libro moderno: libli da banco, libri da bisacda e lihrcu-¡
vid.]. Onians, BeareTS ofMeaning_(Princeton, 1988), cap. XX. da mano ", en Lilm·, scriUum epu-bhlico nelRinascimcnto, rit., ('d. Petrncci, pp. 139-156.

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ilustradores cuyos conocimientos no los capacitaban plenamente impresos más puraInente humanísticos no represen taban el resurgi-
para ofrecer letras e ilustraciones históricamente exactas hacían lo miento de algo antiguo, sino la invención de algo nuevo. Entre sus
que podían. Durero, por ejemplo, intentó representar un teatro lnateriales había elementos genuinamente clásicos utilizados con
romano para una edición estrateburgense de Terencio y cometió nuevas finalidades, como las mayúsculas epigráficas que caracteriza-
el error de hacer a los actores demasiado grandes y los asientos ban los títulos, encabezamientos e índices de materias. Pero los co-
dernasiado pequeños porque se basó en un boceto en el que no se pistas y escritores resucitaron tatnbién ciertos recursos medievales
reflejaba la escala del original 18, que habían caído en desuso. Su caligrafia no imitaba la escritura an-
Tal vez sea aún más importante el hecho de que el libro inlpreso tigua (pues no había minúscula clásica que imitrlr), ~ino la minúscu-
era capaz de evocar un abanico más amplio de situaciones y activi- la de los manuscritos carolingios, tan sobria por su forma C01110
dades que el manuscrit.o al que imitaba. Uno de los primeros clien- poco clásica por su origen. Las nuevas modas y estilos, como la cursi-
tes de Aldo Manucio, Sigismund Thurzo, escrihió desde Budapest va y las letras floreadas de rnuchas porL'ldillas, aumentaban el atracti-
en 1501 que los nuevos libros de bolsillo aldinos le habían hecho vo de los libros renacentistas. Indudablemente, los copistas e írnprf'-
cambiar la forma de entender, si no la vida, al menos la literatura: sores componían textos que parecfan clásicos a sus lectores. Pero,
como todos los clasicismos, el suyo incorporaba tanto valores estéti-
Pues como mis muchas actividades apenas me dejan tiempo que cos de su propia época COlll0 lnétodos y modeJos genuinamente an-
dedicar a los poetas y oradores en mi casa, tus libros -tan mam~jables tiguos. En su fonlla definitiva, el libro del humanista era el resultado
que puedo leerlos mientras camino e incluso me permiten galantear de complejas negociaciones en tre diversas pt:lrtcs. Los cmtola.i, los co-
cuando se presenta la ocasión- constituyen para mí un placer muy pistas, los artistas y los eruditos tenían cada lillO su pllnto de vista, y
especial J 9. los IllOdelos lnedievalcs que se siguieron usando parcialmente ejcr~
cían de manera sutil su propia atracción, llevando a los COpiSt3S y es-
El nuevo libro, austero y elegante, práctico y manejable, se ha- critores a e1uplear abreviaturas y siste1nas de puntuación que ho)' no
bía convertido en la norma. Y la variedad de contactos de Ma- nos parecen nada clásicos.
quiavelo, en escenarios formales e informales, con libros grandes En segundo lugar, los hum<lnistas siguieron utilizando muchos
y pequeños, parece típica de su círculo_ No había más que un libros que no tenían fisicanlente e1 nuevo fornlato. PetrarC(1 adora-
paso entre sus lecturas de poesía amorosa en el campo y las de los ba su copia de VIrgilio, que hoy se encuentra en la Biblioteca Alll-
jóvenes galanes descritos por las rameras en los Ragionarnenti de brosiana; a ella confió su tristeza por la muerte de Laura y la fecha
Aretino, apiñados en la calle bajo la ventana de una joven dama, de· su primer encuentro. Pero ese vasto tnanuscrit.o, como seilala
con sus ejemplares de Petrarca en la mano. En cierto modo, por Petrucci, era en realidad un manuscrito "'moderno" -es decir, me-
tan to, la historia del libro sugiere que los humanistas del Re- dieval- con anacrónicas ilustraciones realizadas por Simonc 1\1<1r--
nacimiento abordaron realmente los clásicos de una manera tini 20, Yesta segunda forma medieval de texto clásico -textos lite-
completmuente nueva y mucho más directa. rarios más que técnicos, redactados en letra gótica, a menudo
No obstante, los historiadores del libro han cuestionado h1.mbién provistos de ilustraciones en las que los personajes llevan ropas mo-
el optimismo de los historiadores del pensamiento en un aspecto dernas, y destinados más a los lectores cortesanos que a los erudi-
fundamental. Han demostrado que la forma en que los humanistas tos- ejerció una gran influencia en el Renadnüen t.o, incluso cuan--
trataban los libros clásicos -ya fueran grandes o pequeños, manus- do ya se había prescindido de las auctorilates en la universidad. Los
critos o impresos. de poesía anl0rosa o de historia romana- era humanistas florentinos 111ás puristas despreciaban las ilustraciones;
todo menos clásica_ En primer lugar, incluso los luanuscritos y libros
20 A. Petrucd, "L'antiche e le moderne carte: imitatio (' renov<Hlo nella riforma grafi.-
18F. Anzelewsky, Dii.nrr-Stl1dien (Berlín, 1983), pp. 182-185. ca lIm;.¡nistka", en Rrnni.íson(e- lInd Hummzfstenhondr;du"ijtm, ed.J. Autenreith el a!'
19 P. de Nolhac, Les wrrespondanfs d'Ald.e ManJlce (Roma, 1888), p. 26_ (Múnich, 1988), pp. 4-5.

oH")':)
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ANTHONY GRAVHlN

pero a los lectores cortesanos de Milán y otros Estados septentriona- Incluso los textos más humanísticos recuerdan menos k; cáno-
les les agradaba que sus antiguas y elocuentes historias latinas, aun- nes antiguos que los cánones renacentistas del bllen gu~!o y la
que los textos fuesen clásicos, estuvieran decoradas con las grandes elegancia. Muchos autores italianos cornbinaban dclihcractamente
iniciales iluminadas de los romances medievales. En el famoso ejem- las convenciones clásicas con las contemporáneas, las h1l111imÍsticas
plo de un PlutaTCo italiano que hoy se encuentra en la Biblioteca Bri- con las caballerescas. Yen muchos círculos no italianos, desde Dijon
tánica, Marco Antonio lleva la armadura de un caballero, Sertorio es hasta Cracovia --donde las tradiciones ll1edievales y renacentistas,
asesinado ante un tapiz en un banquete medieval y PilTO halla la vernáculas y latinas, convergían como corrientes de distinta tempe-
muerte entre las torres y murallas de una ciudad italiana 21. ratura en el océano--, se formaban todo tipo de remolinos. Nuevas
En el corazón miSI110 del clasicismo renacentista, por tanto, coexis- combínaciones de rasgos clásicos y modernos, cosmopolitas y ver-
tían las convenciones medievales y renacentistas, el deseo de actuali- náculos aparecían tanto en los márgenes como en la let.ra manus-
zar el mundo antiguo y el de reconstruirlo tal como era. En 1481, crita o impresa. Los mabTuíficos experimentos editoriales realizados
explica Petrucci, e1 estilo clásico y el contenido clásico coinciden en para Maxilniliano 1 por Durero y otros artistas -su jeroglífico Arco
una copia de Esopo realizada para la corte aragonesa por Cristoforo de t1iunfo, e1 ~Veissknnig, el 7heundanh y el inacabado Dcvoclonario--
Maiorana: "per lo principio," dice el libro de oro, "ha fatto con spiri- constituyen magníficos f'jemplos 25.
teUo, animalil et al tri lavuri antichi et in lalictera grande sta un horno Al igual que los intérpretes, en definitiva, los eruditos no experi-
anticho" -seguramente el propio Esopo, vestido all'antíc(l;-22. El mentaron o representaron el mundo antiguo tal como era real-
lector de este Esapa sabria desde el principio que se encontraba ante mente. Lo recrearon con imágenes que les paredan coherentes y
un escritor antiguo. Pero el lector del Esapo florentino de Gherardo agradables. Nadie diría que su labor fuera insignificante; consl"it1"!··
di Giovanni, del mismo periodo, que ahora se encuentra en la Spen- yó, de hecho, una revolución estética en el tratamiento y presenta-
cer Collection de la New York Public Library, habría llegado a la ción de textos literaríos 26. Pero tmnbién constituyó tanto una cons-
conclusión opuesta. Habria visto a Esopo retratado como un hombre trucción imaginaria de un paraíso perdido COlno una recreación
moderno (y bastante bien alimentado, por cierto). Yhabría visto a los histórica de una sociedad perdida. Ylas dos formas en que lVlaqllia-
personajes humanos y animales de Esopo representados con las ro- ve10 se acercaba a sus clásicos - poetas eróticos en octavo menor, y
pas yen los escenarios más actuales. Recoman lID paisaje toscano, ha- estadistas en grandes y austeros infolios; en ~l plácido sosiego del
bitaban edificios florentinos y cazaban extramuros de una ciudad do- campo los unos yen la exigente actividad intelectual del studiolo los
minada por un duomo. Incluso un jabalí afila sus colmillos en una otros- reflejan los aspectos econólnicos y estéticos de la actividad
moderna muela giratoria Sólo los dioses parecen antiguos: blancos, editorial en el Renacimiento.
desnudos y provistos de todos sus atributos. E inc111S0 se mezclan y ha- ¿Cómo pasamos entonces de la diversidad y volubilidad de la
blan con los hombres y mujeres toscanos. El resultado, tan estético experiencia individual a las condiciones normales de 1" lectura hu~
como anacrónico, es una evocación espectacularmente atractiva de manÍstica? ¿Cómo podemos identificar lo que reahnente camhló y
un mundo antiguo que se sitúa jw1to al presente y tiene bastante
poco de clásico 2'. No es de extrañar, por tanto, que los esquemas de- cripü in th,,¡'~fty Ymrs afta al(' hmenlirm ofPrinling, ed.J. B. Trapp (1 ,ondres, 1983),
corativos clásicos no reemplazasen siempre a los medievales en tradi- pp. 97-106.
ciones textuales específicas 24, 25 Con relación a MaximilimlO, ,}ú1.l~D. MüIler, Crr!rrhtrlllS (Múnich, 1982). Para
otros estudios comparativos, vid. M. B. Winn, "Antoine Vérard's Pr{'sentation 1\1a-
nuscripts and Printed Books", en Alannscrijlts in thr Pift} l'éars ajler ¡he Jnvcnfioll Ij·
21 e Mitchell, AFifteenth Gmtl1ry Italian Plulareh (Londres, 1961).
Printing, ed. Trapp, pp. 66-74; P. Spunar, "Del' hnmallistischc K0df'x in Rülllnt>!1
22 Petrucó, L'antiche e le moderne carlf', p. 1I. als Symbol del" antiken (fremden) Kultur", en Rr.naissanc.e- 1lnd l-lulnmústl'lthrwd-
23 The Medid Aesop, ed. E. Fahy (Nueva York, 1989). schriften, ed. Autenreith el al., pp. 99-104.
Con relación al caso de PUniD, vid. L. Armstrong, "The Illustrations of Pliny's
21 26E. H. Gombrich, "From the Reviv<'lj ofLetters lO the Refonn ofthf' Arts". en Es-
Historia naturalis in Venetian Manuscripts and Early Printed Books"', en Manlls- says in lhe Hisl(1)l alA11 PresfIll"d fo Ru.dolJWitrkowcr (LOll{ll"es, 19G7), PP< 71-R2.

?Q¿¡
EL LECTOR HUMAN1STA ANTHONVGRAFTON

lo que permaneció estable en el mundo del libro? Sólo una gran cerles 10 que pedían, corno -lo veremos más adelante-o en un
cantidad de investigaciones complementarias puede proporcio- sentido más profundo.
narnos la información que buscan10s. Debemos estudiar los gustos Los historiadores tienden a comparar la transformación del
e investigar las actividades de los intermediarios que elegían los mundo de los libros por medio de la imprenta con los últimos
textos y establecían las características fisicas de los libros hUlllanís- afias de la revolución industriaL El sistema de producción artesa..
ticos que se iban a hacer más populares 27. Debelnos entrar en el nal. en virtud del cual cada libro se confeccÍona para un solo
aula y escuchar ellTIOnótono canturreo del nlaestro y sus alumnos cliente, es reemplazado por un sistelna industria1. La venta al por
mientras repasan incansablemente los textos normativos. Sólo así mayor sustituye a la venta al por menor, la producción unifonne
seremos capaces de valorar el duro aprendizaje que llevaban a cabo en lnasa reemplaza a la técnica artesanal de los copistas. El libro se
los humanistas para poder abordar la lectura de cualquier libro convierte así en la prinlera de las muchas obras de (Irte que son
clásico O clasicista. Finalmente, debemos seguir a algunos hmna- alteradas fundamentaltnente por la reproducción lnecánica. El
nistas concretos hasta su estudio y observar cómo usan sus libros. lector ya no tiene ante sí un preciado o~jeto personal para el nIal
Sólo así, en definitiva, llegaremos a entender el formato que los ha elegido la letra, las ilustraciones y la encuadernación, sino un
humanistas daban a los textos Inás importantes, o las herramientas objeto impersonal cuyas características han sido establecidas de
intelectuales mediante la.<; cuales extraían el significado de éstos, antemano por otras personas. La carga enlocional que posee dH··
por no mencionar la interacción entre mnbas. Aunque debamos bro como objeto procede del lugar que ocupa en la experiencia
pagar un precio muy elevado para contemplar estas escenas de un personal de su propietario, de los recuerdos que evoca, lllás que
pasado perdido, la recompensa será muy gratifican te. Tal vez lle- de sus propias características físicas 28. Algunos contemporáneos,
guemos a valorar de otra lllanera las fuerzas que configuraban la como el cartolaio Vespasiano da Bisticci, deploraban estos cam-
lectura en el momento en que los intelectuales europeos con- bios. Vespasiano denunció los antiestético;;; y efímeros productos
sideraron por última vez los libros corno la principal fuente de da- de la imprenta, que le parecían indígnos de ocupar espacio en
tos e ideas. una gran biblioteca. Otros, como Erasmo, estaban entusiasmados
con ellos. Nadie, ni siquiera To]omeo Filadelfo -escrihió Eras-
mo-, había prestado tan gran servicio a la cultura corno Alelo Ma-
Los INTERMEDIARIOS: CARTOUlI, IMPRESORES Y LECTORES nucio. Si el gran rey había construido una única biblioteca que
fue finalmente destruida, Aldo estaba construyendo una "biblio-
Los libros no surgían por partenogénesis. Los empresarios y co- teca sin muros" que sería accesible a todos los lectores y sobrevivi-
merciantes contrataban y daban instrucciones a los copistas, cajis- ría a cualquier cataclismo. Ambas partes coincidían en que la im-
tas e iluminadores que los fabricaban. Y quienes dominaban la eco- prenta transformó los fundmnentos de la lectura; 0, al menos, eso
nomía editorial también tenían mucho que ver con el aspecto y la es lo que suelen decir los historiadores 29
forma de los libros que leían los humanistas. Estas circunstancias Esta opinión, largamente admitida, oInite lTIuchos datos vitales.
-aplicables evidentemente a la era de los libros imprcsos- tam- Los libreros o cartolai de la Italía renacen tista, como han deUlostra-
bién son válidas para la era de los manuscritos que la precedió. Por do recientemente R. H. Rousey 11. Rouse, cumplieron una función
otra parte, los clientes támbién influían en los libros que compra- de internlediarios entre los autores antiguos y los kctores moder-
ban, tanto en el sentido normal de que los libreros intentaban ofre- nos, y su aportación resultó tan importante como la ele los impreso-
res. Sus criterios lit.erarios fueron seguidos por la inmensa mayoría

27 Para analizar dos perspectivas sobre la importancia del intermediado, 'oid. R. C.


Darnton, The Kiss oi !-arnonrelle (Nueva York, 19!10), pp. 107-187; L. JIellinga, "Ma- 28W. Benjamín, "Unpacking my Libraly", en IlIumilll/lio1lS, trad. H. Zohn (Lon-
nus cripts in the hands ofprinters", en Manuscripts in the Fifty Years afie/' the bwrn~ dres, 1970), pp. 59-67.
tion oJPánting, ed. Trapp, pp. 3-11. 29 Vid. E. Eisenstein, T'he Printing Prcss as aH Agelll ofChnlif:!/ (C;)H\hridgc, 1970).

296 ')0'7
EL LECTOR l-ItlMANISTA ANT! ION\" GR-,\FfON

del público lector 30. Los cartolai dominaron la producción y venta vacía para la fútura inclusión de un clnblcma herálrlico" 3::: hecho
de libros manuscritos durante los primeros años del siglo xv; a par- de que las guirnaldas o roeJes estuviesen vacíos indíca (jl_c ~l orna--
tir de 1450 colaboraron frecuentelnente con los iInpresores, ejer- mentación se hacía tan en serie COll10 los textos a que P¡ ; 'dia, El
ciendo a veces como tales. Al igual que otros empresarios tardome- propietario individual podía insertar sus blasones en ese t'.zpacio al
dievales y renacentistas, ellos trabajaban a gran escala. Compraban comprar el libro. Pero la presentación general de los libros -y 1<1
grandes cant.idades de papel o vitela, que solía ser el elelnento más conveniencia de aplical~ a los textos clásicos la típica decoración
caro en la producción de libros. Contrat.aban a copistas e ilumina- renacentista all'antiea-------- era dict.ada por los empresarios que ponían
dores y seleccionaban los textos con que trabajaban los artesanos; y el dinero, no por los lectores. Evidentemente, pues, los impresores
producían habitualmente múltiples copias de obras individuales, que dejaban espacio para ese tipo de decoración en sus proch1Ctos
no porque se las solicitaran los clientes, sino para abastecer sus li- en serie -o imitaban a los cm10lai rkjando que el iluminador relle-
brerías con vistas a la venta al por menor. Ciertamente, los cartolai nase las iniciales en cada caso indivicIual- sünplernente hadan su-
no se anticiparon a las ferias del libro de la era de la imprenta. En yas las costumbres de los empresarios de la era de lOs lnannscritos:
otros aspectos, sin embargo, prepararon el camino que iban a seguir igual que contrataban para decorar los libros impresos a los nlismos
los impresores. Producían grandes cantidades de libros de manera copistas que habían iluminado los manuscritos 33.
especulativa. Anunciaban su mercancía sistemátican1ente y comba- Abundan los ejernplos en que los ranolai loman decisiones en
tían la competencia de los intrusos, tal como harían más tarde los cuestiones estéticas. Ningún otro texto describe lllcjor la actitlld oc
impresores 31. Ant.e todo, colaboraban con sus ernpleados y sus los libreros que las melnorias de Vespasiano, esa gráfica colección
clientes para crear un catálogo de los libros más meritorios y esta- de apuntes bibliográficos en la que se inspiró Burckhardt para es-
blecer unas pautas de formato. cribir La cultu.ra del-renarlnlÍento en [falia. Vespasiano -figura habit-l1al-
Los Rouse nos explican que los cartolai no sólo seleccionaban los mente en los textos sobre la historia del libro corno un reacclonario
textos, sino que también elegían las iluminaciones que les conferían tenaz, un entusiasta de los hermosos libros tradicionales y un cnc-
ese sello clásico. Los ejemplares lnás artísticos se realizaban por luigo acérrimo de la imprenta. Vespasiano recordaba con orgullo
encargo. Los magníficos frontispicios de los grandes manuscritos que la biblioteca de Federigo da Montefeltro estaba fonnada exc1u-
renacentistas de Urbino y otras ciudades -en los que, sobre un de- sivaJnente por lnanuscritos: "In quel1a libraria i libri tutti sono belH
corado clá.'\íco, los autores, eruditos y mecenas presentaban los tex- in superlativo grado, tutti iscritti a penna, e non v'e ignuno a st:-un-
tos- eran los lnás solicítados. Algunos de los pintores rnás creativos pa, che se ne sarebbe vergognato" 34_ Y aparece C01no empresario
de Italia, como Bottkelli, taInbién iluminaron manuscritos. Otras en un único y famoso caso: el de la biblioteca de Cosme de J\!lédjds,
formas de decoración, sin embargo, se realizaban a gran escala. Los que creó sin tener en cuenta los gastos en sólo veintidós mCSC0, con-
can.olai ofrecían muchos de sus productos con un "frontispicio pro- tratando a cuarenta y CÍnco copistas para que hicieran el trahajo.
ducido en serie, que parecía casi de cadena de montaje [ ... J- frontis- Parece un personaje nostálgico, obsesionado COTI10 un Chcstcnon
picios b-ianchi girari, que constan de un marco dividido en dos, tres o o un Belloc renacentistas con un pasado iUlaginario: una ciudad
cuatro partes yfonnado por sarluientos entrelazados, generahnente limpia donde el único ruido procedía de las canciones ¿le los Jelices
con dos amorcillos en la parte inferior que sostienen una gnirnalda artesanos que trabajaban para honrar a Dios.

30 M. A. Rouse y R. H. Rouse, Cartol.ai, llluminators and Printers in Fijü(mth-CcntU1)' 32 Rouse y Rouse, ojJ. cit., p. 58.
lialy (VeLA University Research Library, Department of Special Collections, Oc- 33 Para obtener más ejemplos de la proyección de estas costumbres, vid. Anns-
casional Papef.';, 1; ]988). trong, "The Illustntions ofPliny's Historia nctturalis",
31Con relación a la publicidad en la era de los manuscritos, "id. Der Deutsme Buch- 34 Vespasiano da Bisticd, V"itc de UOlnini i!lus/1i di!! sre% XII (Florencia, 1938),
hOl1deli11. Urk11.nden lmd Qu.eUen, ed, H. Widmann el a.l. (Hamburgo, 1965),1, pp. 15- pp. 108-109. Sobre Vespasi<mo, vid. G. M. Cagni, Frspasimw da Bis/irá f il SUD /1JÍslo-
16 YH, Widmann, Geschichlc des Buchhondelf vom AUertllm bis Zl1r Gegenwart (Wiesba- inn'o (Roma, 1969), yA. C. de la Mare, Frspasiano da Risricri, Historian mu! Bnol!sd/n
den, 1975).1. p. 37. (Lon dres, 1965).

29R
EL LECTOR HUMANISTA ANTHONVeRAfTON

En realidad, sin embargo, estas versiones de Vespasiano se ba- de Vespasiano y otros humanistas convirtieron esta obra en el
san en una selección muy limitada de sus cOlnentarios acerca del principal libro de consulta del RenacÍlniento italiano, \(d como
mundo de los libros. Dibl~Ó un cuadro de contornos IDucho más demuestran los numerosos manuscritos de hüo -todos ellos in-
definidos, un retrato colectivo de personajes astutos que operaban servibles desde el punto de vista acarlélnico- que se conservan.
en un mercado literario competitivo y codicioso, donde los fre- Cuando el hijo de Federigo da Montefeltro -Guido-- se precia,-
cuentes infornles reflejaban la cotización de cada escritor en la Bol- ba de su dominio de la Geografía, denl0strando que era capaz de
sa de la fama. También se jactaba, de rnanera aún más significativa, localizar cualesquiera dos lugares en los mapas y sel1alar la distan-.
de que él (y otros cartolai) eran capaces de reconocer un best sella cia que los separaba, estaba siguiendo una rnoda cultural que se
potencial y de que su intervención resultaba vital para el fbtUfO del había iniciado en la tienda de un rartolaio 37 • No es de extrai1.ar
Ubro y del autor. De la nueva redacción de la Crónica de Eusebio y que los impresores siguieran pronto el ejemplo de Vespasiano,
Jerónimo por parte de Sozomeno de Pistoia dice, por ejemplo, que, publicando ediciones que imitaban la forma y el tam::nlo de los ma-
tras realizar un excelente trabajo, Sozomeno "non si curava darne nuscritos y que todavía empleaban ilustradores, (On10 en el caso
copia". Afortunadamente, Vespasiano intervino: "Sollecitato e con- famoso de las ediciones de Ulm de 1482 y 1486, para colorear cada
fortato da me, la dette; e fu di tanta riputazione, che la mandó per nlapa a mano 38.
tutta Italia, e in Catalogna, e in Spagna, in Francia, in Inghilterra, e Los internlediaros, por consiguiente, contribuyeron a modelar
in corte di Roma" 35. Incluso en el mercado de libros manuscritos la experiencia de la lectura de todos los intelectuales renacentis-
era necesaria la presencia de un intermediario de talento para cum- tas. Y los interlllecliarios habían Iuanifestado SllS preferencias. Les
plir la función característica del buen editor: identificar el libro gustaban los materiales ricos: asilo denl0s1Tó Vespasiano -con el
"apasionante" cuyo potencial el autor y el propio editor no habían buen ojo para las texturas característico de los florentinos-, delei-
sabido reconocer. tándose en los brocados de oro y los fOlTOS de tela escarlata de los
Publicar un libro de éxito, por otra parte, no consistía sola- libros de Federigo. Hablaba incluso con entusiasmo de las elegan-
mente en elegir un texto de calidad. Tanto entonces COlna ahora, tes lettera antim, (arta di C(l1)Tftto, ihnninadoncs y encuadernación
era necesaria una infraestructura adecuada para poder aprove- que Matteo Pahnieri emple.ó para la única copia de su herética
char todo el potencial del libro. Vespasiano menciona, por ejem- La ciudad de vida, que guardó bajo llave hasta su propia muerte:
plo, que el florentino Francesco di Lapadno intuyó el posible una obra que no se publicó -acertadaUlente, en opinión de Ves-
interés de un texto tan valioso como dificil: la Geografía de Tolo- pasiano-- en el Renacin1iento 39. Los editores e impresores imita-
meo, que fue traducida al latín a comienzos del siglo:xv pero lue- ban a los cartolai; sacaban ediciones limitadas en vitela para espe-
go cayó en el olvido porque "fu fatto il testo sanza la pittura". Los cialistas así como otras más grandes en papel para el n1crcado
lnanuscritos griegos, por el contrario, tenían un formato especta- ordinario, y contrataban a los iluminadores más hábiles para satis-
cular con una gran cantidad de espléndidos mapas. Francesco se facer las exigencias de determinados clientes especiales. Kobcrger
ocupó "di [are la pittura di sua mano", y de proporcionar los equi- debió de ser uno de los prÍlneros que <:ontó con 511 propio encua-
valentes latinos de los nombres de lugar griegos. Dio así al atlas de dernador, el cual forró las tapas de multitud de copias de la Crónica
Tolomeo su popularísima forma canónica: "da qual ordine sano de Nurembmgen "itela. A mediados del siglo xvu,Joan Blaeu produ-
usciti inifiniti voJumi che si SOllO di poi fattt, e ne sano andati infi- jo el "libro más caro del mundo", su Atlas m{úm~ con LÍ.lninas colo-
no in Turchia" 36 Vespasiano sabía, en definitiva, que el formato y readas o sin colorear, y en vitela tradiclonal con est-ampación en
esplendor de los mapas -más que la versión latina del texto-
era lo que confería personalidad al texto de Tolomeo. El estudio 371bid., p. 112.
38 Vid. Claudii Plolrmnm Cmgra/Jhiar f:odex Urhillns Grru'(lIs 82, ed.J. Fische-r, S.J 1'OIllU.\
35Vespasiano, Vite, p. 528. prodromus (Leiden, Leipzig y Tutin, 1932).
36 ¡&íd., p. 539. 39Vespasiano, Vite, pp. 108-109,524.

'lOO í\ .")
EL LECTOR HUMANISTA ANTHnN\'GR¡\H()~

oro U otro tipo de encuadernaciones especiales en terciopelo púr- gían para los buenos libros, y un Jector CllltO sabia que rCHía que
pura y otras telas de lujo 40. Los propietarios -entre los que se en- pagar por ellos. La encuadernación de huo se convirtió en ulla es-
contraban un pirata bereber, el almirante Michiel de Ruyter y el pecialidad -incluso en una obsesión- para los libreros :renacen-
sultán de Turquía- conocían perfectalnente el valor de este teso- tistas. Los grandes coleccionistas, desde Federigo da 1Vfontcfeltro a
ro bibliográfico, como se desprende de las espléndidas vitrinas en Renato d'Angió, de Grolier hasta De Thou, fomentaron el desa-
que algunos de ellos guardaban sus ejemplares. rrollo de nuevos estilos de decoración y nuevos 111étodos de cstam·.
Los intermediarios influían así en el tratamiento que sus clientes pación sobre piel o vitela. Empleaban a artistas famosos a fin de-
más importantes daban a los libros. Por una parte, dejaron cJaro que que diseñaran intrincados dib~jos para las tapas de piel qne pro-
el aspecto exterior de un libro decía algo sobre su contenido y sobre tegían sus libros. Los dibl~os de las monedas y medallas antiguas
el público a que iba dirigido. Del mismo modo que un intelectual de les daban habitualmente UIl aire clásico, y el nombre, las iniciales o
1991 no espera lo mismo de las sobrias portadas blancas de Galli- el lema del propietario, que solían figurar como parte de la orna..
mard que de las llamativas creaciones de Zone Books, así también las mentación, identificaban al ITleCenas cnyos gustos estaban siendo
expectativas de un intelectual de 1491 ó 1511 variaban según se trata- presentados. El libro que pertenecía a un gran hombre se d.istin-
se de, un libro eSCllto en letra humanística o en letra gótica, con o sin ~ía ciertamente por la cubierta. E incluso la gente normal consi-
nota.;;, en folio ° en octavo, rnagníficalnente ilulninado o sobriamen- deraba de mal gusto tener un libro con cubiertas de papeL "No
te ímpreso, publicado por Vespasiano o por Aldo. Los escritores sabí- puedo leer libros que no estén encuadernados", dijo José EscaHge-
an perfectamente que la forma del libro podía garantizar su venta y ro cuando hizo la rara excepción de leer una polémica dirigida
predisponer al lector. Erasmo escribió aAldo en 1507 manifestándo- contra él y un alnigo suyo por el jesuita Serarius. El catálogo de su
le su convencimiento de que una edición aldina de sus traducciones biblioteca, realizado para sn venta en subasta el 11 de marzo de
de Eurípides le daría la inmortalidad, "especialmente si están iInpre- 1609, confiúna esta afirmacióri. De los casi 250 libros que conte-
sas con tus pequei'ios caracteres, que son los más elegantes dellnun- nían sus notas marginales, ni uno solo figura en la sección de "lihri
do": "tuis excusae formulis [ ... ] maxilne lninutioribus illis omnium incompacti" 43. El libro era, por consiguiente, desde que entraba
nitidissimis" 41. Un siglo y medio después, Nicolaas Heinsius suplica- en una biblioteca pública o privada, tanto un objeto precioso
ba a sus impresores, los Elzevirios, que no embutiesen su edición de como una posesión personal: el punto de intersección entre la cul-
Ovidio en aquel formato tan pequeño e ilegible 42. Ambos coincidían tura y el estilo individual 41. .
en que el formato y la tipografía eran muy importantes. El lector culto, por otra parte, aprendía de los fabricantes de li-
Por otra parte, los cartolaiy los impresores que seguían su ejem- bros a adornar no sólo sus cuerpos sino tanlbién sus capar<1zoncs.
plo defendían también otra serie de prácticas; una de ellas nos re- Como hemos visto, tanto los cartolai cmno los ü11presorcs daban
sulta bastante más ~ena que las anteriores. Sugerían que el lector por hecho que los clientes ricos querían insertar su escudo de af-
culto no se limitaba a comprar un libro hecho en serie y a consu- TIlas en las portadas de los libros. También sabían que tales clientes
mirlo tal cual, sino que lo personalizaba. En primer lugar, el lector deseaban que las páginas iniciales del texto ilustrasen su cont.eni-
culto normalmente mandaba encuadernar sus propios libros. Con10 do de manera adecuada: con un marco de hojas de parra o ele-
hemos visto, los materiales lujosos o duraderos eran los que se ele- mentos clásicos, con personajes históricos, mitológicos o llloder-
nos que iluminaran su contenido. Los clientes más perspicaces no

40c. Koeman,joanBlacll- rmd /lis GrandA/las (Amsterdam, 1970).


41 Opus l!jJisiolammDes. ErasmiRoterodami, ed. P. S. Allen et al. (Oxford, 1908-1956), 43Vid. TheAucfinn Catalogl1Pojthe LibTal)l '!fII Scaligrr) ed. H.J. deJonge (Utn::cht,
l. p. 439. 1977).
42 C01TfspondanCR deJacql1cs DU.Pll)l et de Nicholas lIeinsius (1646-16.56), ed. H. Bots (La 41 Vid. E. DiehI, Roohbil1ding: iü Bachgmund and Tcdmiqw: (Nueva York, 19RO);
Haya, 1971). p. 78; F. F. Blok, Nicolaas Hcinsius in rliensf van Christi11a van Zwedn/ A. Hobson, Humanists anA Boolibinders (Cambridge, J990); y 1" resci1a deJ. B. Trapp
(Delft, 1949). pp. 92-99. sobre Hobson, TLS, 17 de mayo de 1991.

302 Mi
EL LECTOR HUMAN1STA ANTHONYGRAJ'TON

escatimaban recursos en lo que se refiere a la elaboración de un brevivió en la era de la imprenta, sino que floreció considerable-
marco visual adecuado para sus textos. Cuando el cardenal Fran- mente. La portada impresa, evidentemente, podía ofrecer un mar-
cesco Gonzaga encargó que reprodujerau para él en 1477 el texto co gráfico tan elaborado conlO la portada dibujada aBlano. I,as
griego y latino de la [liada, el copista adornó la primera página de marcas dibl~adas o impresas -Durero prodl~o algunas para su
la versión latina con un lllagnífico y enorme marco decorativo. La mnigo Pirckheimer- daban tanta personalidad al libro como un
franja superior de éste, dividida en tres partes, contenía tres esce- escudo de armas en la primera inicial. Yen ocasiones algunos lecto-
nas del poema separadas por pilastras, dando así al lector una idea res mandaban colocar un sello personal al comienzo de un libro
más clara de los placeres que lo aguardaban que la que pudiera antiguo. De este modo Willibald Pirckheinler encargó a Dnrcro
darle el resumen del Libro 1 que también precedía al texto 45. La que iluminase la pdlnera página de su Teórrito aldino con una es-
copia de la Historia animalium de Aristóteles -traducida al latin pectacular ilustración de la vida pastoral, annonizada detalle por
por Teodoro Gaza- que obraba en poder de Sixto IV, anunciaba detalle con el texto 48. El mecenas y el artista -al igual que el (mio-
su contenido de manera aún más espectacular. Aristóteles, vestido laioy el artesano- podían determinar, diseñando estas elaboradas
con una elegante toga y un sombrero alto, aparece al principio del ventanas, la inlpresión que causaría el texto.
texto. Está sentado escribiendo en una mesa, frente a una pared En ocasiones la colaboración entre el escritor, el lector y el ar-
flanqueada por columnas. Ante él aparecen los animales que des- tista era lnás sistemática y cornpleja. Un ejemplo fanl0so es la edi-
cribe en el texto, incluidos un hombre y una mujer desnudos y un ción de Virgilio realizada por Sebastián Brant, en la cual la se-
majestuoso unicornio 46. Incluso los manuscritos más viejos necesi- cuencia de ilustraciones constituyó un sorprendente comentario
taban estar iluminados para que pareciesen verdaderamente anti- del texto. Esto nos resulta bastante familiar; todavía prod-ucilnos y
guos. Cuando los canónigos del cabildo de San Pietro entregaron consumimos ediciones ilustradas de los cLísicos. Pero otros ~jcm­
a León X el único (y famoso) manuscrito Orsini (siglo IX) de Plau- plos tienen sabor a época. Holbein, por ejetnplo, adornó una edi-
to, decoraron el inicio del texto con elegantes adOITIOS clásicos, rea- ción comentada del Elogio de la locura de EraSBlO con una sf'rie de
lizados sobre tiras de pergamino que luego fueron pegadas a los ilustraciones cómicas que en unos casos estaban vinculadí¡S lite-
dos primeras hojas 47. ralmente al texto y en otros eran rnás imaginativas. l\Ifyconius se las
Evidentemente, los mecenas se aprendieron bien la lección. Y nlostró a Erasrno, y registró las respuestas del autor a las r-esplles--
la visión de la Antigüedad en la que les gustaba adentrarse -al tas que el artista había dado a su texto 49. El libro, COll10 ha señala-
igual que la de los cartoZai-- no tenía nada que ver con el sobtio do Sandra Hindluan, se convirtió así no en ellllodelo de una edi-
mundo de esculturas blancas y elegante sencillez que tanto admira- ción ilustrada, sino en el sedilnento de un singular esfuerzo por
rían los neoclasicistas de un siglo después, En 10 que se refería a la captl.lrar todas las irnplicacioncs -implícitas y explícitas, literales
Antigüedad, la abundancia de decoración no era suficiente. Los co- e involuntarias- de un texto scñaladanwntc polifónico. Otros es-
lores vivos y las texturas elaboradas caracterizaban las armoniosas fuerzos por combinar texto e imágenes, narrativa y comentario,
ciudades y los paisajes arcádicos que el resto del texto evocaba en su tanlbién parecen reflejar el intento de producir no un modelo
contenido. Este gusto por las complejas ilustraciones introducto- destinado a la venta de múltiples copias, sino un tesoro para COlll-
rias -asÍ como por las elegantes encuadernaciones- no sólo so- partir con un grupo selecto de arlligos 50.

45Vat. lat. 1626, foL 2 recto; Miniature del Rinauimento (Ciudad del Vaticano,
1950),lám.1. 4SLowry, World (!{ Aül1lS i\1rmulius, rilo
46Vat. lat. 2094, foL 8 recto; ibíd., lám. 1II. Otros dos ejemplos magníficos del Vati- 49 Reproducido en S. Hindman, PPl1 toPn"ní (Collcgc Par", 1977), lám. 79; pido ·¡Md.,
cano son un ejemplar de las Oratimws de Cicerón (Val. Iat. 1742) y un Virgilio pp. 190-192.
(Urb. laL 350). 50 Con relación al caso de Maximiliano I, vid. itríd .. pp. 181-1R9; L. Sj!vcl', "Pl'inters
47Vat. laL ~870; vid. G. Morello, RaJfaello e la Roma dá Fa/Ji. Catalogo delta Afostra fol' a Pl'ince~, en Nnu Pp-rsjJPrlivf,s mI the A"l of !?¡;¡wiss(lllu: Nurcmbrrg, cd. J. C. Smith:
(Ciudad del Vaticano, 19R6), p. 75. Múller, C'..et1echtnns.
EL LEcrOR HUMANfSTA ANTHONYGRi\FTON

Por últiIno, los cartolai y sus clientes desarrollaron lo que desde El Jibro que leían los humanistas, ya fuese manuscrito o impre-
entonces ha constituido la actitud predominante en el mercado so, nos resulta a la vez fatniliar y extraño. Habitualrnen ;-e se pro-
del libro raro, pero que ha sido olvidada por los vendedores de li- ducía en serie; pero luego sufría una ll1etamorfosis y tomaba for-
bros corrientes nuevos. Vendedores y cOlnpradores coincidieron ma individual, a medida que el propietario del libro fundía S11
en que la transmisión de libros era una actividad importantísima, propia visÍón con la del empresario que lo editaba. En la lihrería
una transacción trascendental, desde el punto de vista cultural y solía venderse por una modesta cantidad, y estaba colocado junto
desde el económico, para la cual hacía falta casi-tanto buen gusto a otros ejemplares de la misD"lél obra que eran casi idénticos en la
y erudición como para escribirlos 51. Ciertamente, los lectores re- forma yen el contenido 54. Pero en las lnanos de su propietario Ín-
nacentistas se tomaban muy en serio el hecho de comprar libros. cluso un libro ünpreso se hacía tan sing-u lar y va11oso como cual-o
A menudo anotaban en ellos el lugar, la fecha y las circunstancias quier manuscrito. El humanista se acercaba a su libro, la primf'r~;
de la compra. Y convertían estas notas originalmen te breves casi vez, C01no un quinceaúero californiano de los cincuenta a un co·
en diarios, escribiendo ellos mismos en los márgenes y guardas de che fabricado en Detroit. Compraba un prooucto con lma pre-
los libros que tan cuidadosamente habían elegido. Petrarca re- sentación específica y llamativa, un producto que los expertos h<1-'
dactó una lista de los libros que más significaban para él (libri mei bían disel'íado para que se an101dara a sus gustos y a sus deseos
jJeculiares); muchos de ellos los usó como partes 'de un diario en el Pero el humanista redisehaba el producto al utilizado, cambianoQ
que podía expresar no sólo su amor por Laura, sino también cues- su aspecto, ahadiéndole adornos únicos, personalizando el resul·
tiones más prosaicas, como por ejernplo la irritación que le pro- tado de la producción en serie. Lo habitual era que se diese algún
ducían ciertos campesinos 52. El erudito nurembergués Hierony- tipo de colaboración activa, induso artística, entre el consumidor
mus Münzer, por ponér un ejemplo menos famoso, señaló que yel fabricante. Esta relación entre el propietario y ellihro perdu·
había importado de Venecia en 1478 uno de sus volúmenes de raría durante siglos en los CÍrculos más elevados de la sociedad eu·
medicina, otro de Bolorna en 1490 y otro lo había comprado du- ropea. Duró más, ciertamente, que nuestra relación actual, qlle
rante su ltalienische Reise~ mientras estudiaba en Pavía en 1477. consiste en aceptar pasivamente los libros tal y como salen de la im-
También Miinzer pasaba del ámbito de la erudición al de la anéc- prenta. y fue creada por empresarios con un talento extravagante,
dota inconexa, como cuando anotó en un manuscrito que había cuyos nombres a menudo olvidamos, así comO por l?s coleccioni~­
tenido el inmenso placer de conocer, el 26 de abril de 1501, "des- tas cuyos volúmenes encuadernados en piel de becerro o ternero
pués de 32 años", al hombre que lo escribió por primera vez 53. F,] todavía llenan las estanterías de nuestras bibliotecas y nnlseos.
libro, comprado con tanta atención, encuadernado tan meticu-
losamente, se convirtió en mucho más que un simple texto. Pasó a
ser un registro personal, un índice de conexiones literarias y.un Los INTERMEDIARIOS: EL -MAESTRO YEL LECTOR
confidente de los propios sentimientos.
En 1435 Ambrogio Traversari visitó la escuela de Vittorino da
Feltre cerca de Mantua. Oyó recitar con tanta gracia al joven prín-
:,1 VId. el comentario de Vespasiano sobre Bcssarion: 'in tutto il tempo ch' egli era ista-
to neHa corte di Roma, sempre faceva iscrivere libri in ogni faculta, cosi in greco come cipe Gonzaga, de 15 a110S de edad, 200 versos latinos en honor de
in latino. E non solo iscnveva, ma comperava tutti i libri ch'egli non aveva; e grande la llegada del emperador a Mantlla, que "dudaba glle Virgilio hu-
pinte di quella che gli avanzava deHe :me rendite, ispendcva in libri a uno fine lauda-- biese pronunciado con más elegancia ante Augusto e1libro sexto
bile"; Vitc, pp. 159-160. En este caso el elobrio estaba plenamente justificado, teniendo
de la Eneida"55. Hacia la miSllla época, Guarino de Verona escri-
en C\lenta la cultura, el buco gusto y el empeño que demostró Bess;:uion como colec-
cionista. Vid. también Benjamin, !.oc. cil. bió una fanlosa carta a su discípulo Lionello d'Este: "Siempre que
52 P. de Nolhac, Pétw1'que el ,'h11.manisme (París, 1899); B. L. UlIman, Studús in the
ltalian Renaissance (Roma, 1955). 54 Vid. Benjamin, loc. cit., sobre cómo se creaban las colecciones de libros.
53 Goldschmidt, Hieml1)'1nUS Mt'inzn~ cit. 55 A. Traversari, ¡'''jJisfo{rw, 7, l.
I

I
EL LECTOR HUMAN1STA

leas algo", comienza la carta, "ten a mano un cuaderno [ ... ] en el papel o la vitela que cuando interpret<lba su significano. retrarca
que puedas anotar lo que quieras y enumerar los materiales que dio un paso importante cuando se quedó prendarlo del sonido del
hayas reunido. Luego, cuando decidas revisar los pasajes que más latín de Cicerón y Virgilio.
te hayan llamado la atención, no tendrás que hojear un montón Pero el significado del texto, evidentemente, era también fun-
de páginas, pues el cuaderno estará a tu disposición como un solí- dament.al para su interpretación. El estudiante la ahordaba por
cito sirviente para ofrecerte lo que necesitas [ ... ] Ahora bien, tal medio de ~jerddos graduaks. En primer lugar, el 111aestro para··
vez te resulte demasiado aburrido o incómodo anotarlo todo en fraseaba el dOCllnlento clásico en cuestión, línea por línea. T'anto
ese cuaderno. En tal caso, puedes encomendar esa tarea a algún la prosa como el verso, la historia como la filosofía, eran rcdnci
joven apto y bien educado, que no te será dificil encontrar" 56. Es- das a un latín escueto aunque correcto. Sólo entonces volvía a re--
tos dos textos desvelan algunas de las técnicas docentes del Re- correr elluaestro los mismos pas~es por segunda vez, luás rlcspa--
nacimiento: un conjunto de técnicas diversas y en ocasiones cu- cia. Durante este recorrido identificaba los hechos y personaje.s
riosas que dejaban una huella en todos los lectores cultos. históricos, explicaba los mitos y las doctrinas, y desvelaba la lógica
El joven príncipe de Vittorino recitaba su texto. El hUluanlsta de los tropos, utilizando los numerosos problemas f]uc surgían al
le había enseñado a considerar la literatura antigua sobre la pági- paso como pretexto para todo tipo de digresiones imagi.nables. Fl
na como el guión de una representación oral, para la que hacía estudiante aprendía así que cada texto era, además de un relato
falta buena memoria y dicción clara. A lo largo de los siglos xv concreto, un cOluplc;jo rompecabezas ('11)'3. lógica in terna el maes-
y XVI, la cualidad oral de los textos escritos seguiría siendo funda- tro tenía que ir sacando a la luz pacientenlente.
mental tanto para los estudiantes como para los adultos. Jóvenes Los textos clásicos que se iInprimieron para las universidades
conlO Piero de Médicis se preciaban de la gran cantidad de versos francesas y de otros países durante el siglo XVI rnucstran daraluentc
que habían menlorizado y eran capaces de recitar 57. Excepción este tipo de procesos. Los impresores colocaban una barra de metal
singular, la joven Alessandra Scala recibió cálidos elogios por su entre cada dos líneas de texto, dejando un blanco amplio entre las
habilidad para recitar los versos de la E/atra de Eurípides con lo líneas impresas donde el estudiante podía introdudr el resumen
que el público percibía corno auténtica sal ática 58. Y, a finales del en latín del profesor. Los impresores 1153 han ta.mbién márgenes (111"
siglo XVI, grandes eruditos corno Justo Lipsio y José Escalígero chos, en los cuales -especialmente en 1,a primera parte de sus tex-
causaron asombro por su capacidad de recitar textos clásicos de tos- los estudiantes anotaban los comentarios luás espeófi.cos y
memoria, impecablemen te pronunciados. Lipsio se ofreció a reci- técnicos; la nitidez de su caligrafía delTIuestra que realizaban copias
tar el texto íntegro de Tácito con un puñal al cuello, listo para que en limpio de anotaciones anteriores. Este tipo de rutina suhsistió
se lo clavasen si se equivocaba; Escalígero trarlt~o al griego, ente- durante mucho tiempo. Cuando P. D. Huet preparó su serie de teX~
ramente de memoria, míentrasyacía en la cama, un Jibro de Mar- tos latinos para el Delfín a partir de 1670, les añadió tanto una pará-
cial. La primera vez que leía un texto, el hUluanista ht;tscaba las ' dcta
. (ardo verImnt.m) cmuo unas notas rnas
frasls lld a , q
as".
cualidades formales que lo hacían fácil de recordar. La métrica, la Las técnicas codificadas por los impresores no tcníml nada de
aliteración y las combinaciones de sonidos especialmente l1amati- nuevo. Cmllo tampoco lo tenía lacreencia en la qllC se basaban: qnc
vas se convirtieron en las lllarcas de unos textos proyectados de había que dividir el texto para los ¡:¡lmunos en cicntos de problclnas
forma más oral que visuaL El humanista se sumergía lllás en el tex- menores, cada uno de los cuales debía ser analizado independiente-
to cuando pronunciaba sensualmente las palabras grabadas en el mente. Podelnos hallar tanto precerlentcs generales (OlllO fuentes
específicas para los métodos del comentarista hmuauístko en las cs~
56 Guanno, Epistolario, ed. R. Sabbadini (Venecia, 1915-1919), n, p. 270.
5fE. Fahy, introducción, en TheMediciAesop, cit. 59 P. D. Huet, üm¡¡¡¡rnlrn"ius de n;bu:¡ nd mm /W1tinfllribw; (AI11.~terd<nn, 1718), descrihe
Grafton y L.Jardine, From Humanisrn lo the Hwnanitil'J (Londres y Cambridge,
58 A. .curiosamente la prepara,ión (k una paráfr<l.<;is sohrc la marcha como una no\"(~ct"d
Massachusetts, 1986), pp_ 53-57. solicitada por Montausier (pp. 286-29~).

308 ,>no
EL LECTOR HUMANISTA Ar-.¡Tl-lONyGltwrON

enelas de los últimos años de la ROlna antigua, de Bizancio y del Re- frase tomada de las FilfjJic(fs de Cicerón q1.Je 110 hacía reffTc",;:"ia con-
nacirrliento latino del siglo XII 60. Las técnicas lnentales básicas que cretamente a la hoguera sino, de manera general, a la necc,·'~:irlad de
se aprendía a aplicar a un texto literario clásico siguieron siendo utilizar remedios drásticos, como la cirugía, para las en fermedades
fundamentalmente las mislllas durante un periodo que es casi de- graves 62. Lo que hacía novedosas estas pr;1c-ticas, rh¡ranle el Renací
masiado extenso como para denominarlo /il/JJngu,R dnrée. miento, no era su contenido sino el púhlico al que iban dirigidas,
Eljoven lector acumulaba una gran cantidad de conocimien- Los humanistas insistían en enseñar a los jóvenes seglares a que laR
. tos históricos, mitológicos y geográficos a medida que se abría aplicasen, y afinnaban que ese tipo de edncación era más adccllac10
camino a través de los textos obligatorios, a un ritmo de veinte lí- que la educación escolástica, incluso para los jóvenes edeslástiros.
neas al día. Lo verdaderamente importante era que desarrollaba Pero estos carnbios están más relacionados con la historia social de
una actitud y llegaba a dominar una serie de herramientas. Michael los lectores -y de la cducación~ que con la historia oc la lec1"Hnl
Baxandall ha señalado que, identificando las técnicas de per- como fonna culturaL Las técnicas formales concretas por medio de
cepción, que había que aprender con gran esfuerzo, podemos las cuales aprendía el alumno a diseccionar un texto, dEjando al d('s~
reconstruir la visión d~ una época: la forma en que la cultura en- cubierto 11lúsculos, nervíos y huesos, eran técnicas clásicas; y en ese
señaba a los individuos a considerar las obras de arte 61. De mane- sentido los mÉtodos humanísticos habÍ3n sido rescatados del rnlln~
ra shnilar, y más directa, podemos utilizar las costumbres de la es- do clásico, al igual que el catálogo de textos al que se aplicaban.
cuela hUlnanÍstica para recrear el estilo de lectura de aquella La principal innovación técnica que podemos observar se pro-
época. Cientos de comentarios convergen en determinados inte- dujo cuando el estudiante pasó de analizar e interpretar el texto (l
reses y técnicas básicos. El joven lector aprendía a interpretar las aplicarlo, es decir, a utilizarlo. El joven aristócrata de Guarino, al
palabras e imágenes empleadas por los escritores como ejemplos igual que los de la escuela de Vlttorino, leía a los clásicos. Pero
de las reglas de la retórica formal. Aprendía a buscar alusiones, a Guarino le pidió que no se liInitara a pronunciar las sHab,ls con
tratar cualquier texto importante como una cámara de resonan- claridad. Debía buscar a otro joven, 11no que fuese estudiante por
cia en la que las palabras alteraban los subtextos que el escritor necesidad y no por voluntad, para pedirle que digiriese y procesa-
habría esperado compartir con lectores de su mismo nivel cultu- < se el material clásico para su posterior relltilización. La 1ectllra se
raL Todos los escritores hUlnanísticos esperaban que sus lectores convirtió así en una actividad social en lugar de privada -U11 jue-
dominasen este arte de la descodificación. Cuando Dirck Volc- go parecido al críquet, que exige la participación de un r"hallero
kertszoon Coornhert atacó ajusto Lipsio por recomendar que los y un jugador-o A lnenudo los maestros -como el propio Guari-
gobiernos ejecutasen a los herejes contumaces, Lipsio se sintió no- prescindían de los intermediarios y aportaban sus introdllC~
enormemente ofendido. Ciertamente. él había exhortado a las ciones, previamente resumidas, de los clásicos, las cuales SE' con-
autoridades a qu.emar y cortar, ure et seca~ pero, señaló, esperaba virtieron en el núcleo de la pedagogía renacentista 63.
que sus lectores se habrían dado cuenta de que estaba us"mdo una El joven príncipe, noble o clérigo no se adentraba en solitario
en el mundo de los clásicos, sino que algún humanista experto se
los servía en bandeja, transformando unos textos cortantes, inma-
60 Wd., en general, Grafton y ]anline,From..H1Jm.anism to the Hwnanitic5; A Blair, l-{úlory
nejables y a veces peligrosos en fraglne)1tOS de infonnadón repro-
oJUnillersities (1990). Con relación al mundo clásico, 1.Iü1. ante todo R. Kaster, GuaT~
dians ojLan¡;uage (Chicagoy Londres, 1987). Varios articulos de P. O. Kristellerreuni- ducibles y uniformes. Esta forma de enseñanza sacaba pari'ido ele
dos en su Rcnaissancc Thought and its Soum:s, ed. M. Mooney (Nueva York, 1979), des-
tacan la continuidad de los estudios artisticos a 10 largo de los siglos. Los seis
volúmenes publicados hasta el momento del Catnlog¡LS trandation1l1/L et cmnmela nm1l1n 62G. Güldner, Das Tole"l'anz-Problnn in den Nirdrrlmuirn im i\wgallg des 16·1n/¡rll1!tl·
-fundado por Kristellery F. Cranz yahoraedit;¡c\o por Y Brown (Washington, D. c., derts (Lübeck y Hambnrgo, 196R), pp. 97~98, ]03. '110-111. Sobre su riyaJ r;onr-
1960)- reúnen y analizan una gran cantidad de ejemplos de primera mano. nhert, que había interpretado incorrectamente sus escritos, dijo Lipsio: "Miua1llr
61M. Baxandall, Painting andExperience in Fifteenth-C'A!nlmy Italy (Oxford, ] 972); The senex in scholas", esp. pp. 11-12 Yn. 30.
Limewood SculjJlOT5 ojRenais.~ance (;e-nnany (New Havcn )' Londres, 1980}. 63 Grafton y]ardine, Fmm HUlllnnúm fn ¡he HlI1nrwitús, rapo ].

310 !le 311


EL LEGrOR 1-lt'JI,'lANISTA ANTHONY GRi\FrON

los textos antiguos; también proporcionaba aljoven lector un mo- tes en los clásicos, detenninando las ;:¡ltcracioncs que habían sufri-
delo que imitar en caso de que se propusiera realizar la lnisma la- do en el curso de la historia de la literatura grecorromana. Y los
bor de transformación en años posteriores, cuando leyese por su encerró en un marco tan elegante y eficaz corno los marcos pinta,..
cuenta. Tenía Iugaren las aulas de toda Europa; ya cOlnienzos del dos y dibujados del manuscrito humanístico: una exposición que
siglo XVI algunos de los maestros más innovadores proporciona- garantizaba su utilidad para los lectores cristianos modernos.
ban el mismo tipo de orientación en forma impresa, creando un Un ejemplo típico, que el propio Erasmo analizó con deteni-
aula imaginaria muchísimo 11lás amplia que cualquier aula real. miento, es festina lente) "apresúrate lentamente". Este adagio comen-
En este momento convergen la historia de las ideas, la historia del zaba --explicó-- con un oxímoron aplicado a una fr<lse de Los (aba
libro y la historia de la lectura. lleros de Aristófanes, Jpeude tacheos: "apresúrate rápidrlluente", o sca,
TOlnemos como ejemplo los Adagios de Eraslno, esa vasta colec- "date prísa". Esta frase, aunque sabiamente cOluprintida, contenía
ción de proverbios y comentarios que alcanzó su forma canónica, una gran riqueza de significado. Enseñaba algo que debían aprcu"
aunque no definitiva, en la edición aldina de 1508. Este libro pasó der especialmente los príncipes: que la prisa y la obstinación cr,m
de breve colección original de unos 800 proverbios latinos, impre- más noCÍvas que provechosas. Erasmo utilizó esta sin'1ple lección de
sos en París en el año 1500, a vasta antología de casi 4.000 ensayos ética hUlnanÍstica --generahnente estoica- como punto de '-"'poyo
~a1gunos de ellos 10 bastante largos como para imprimirse por se- de una amplísima ganla de materiales clásicos. Demos!Yó 511 aplica-
parado~ sobre aforismos griegos y latinos de la más diversa índole, bilidad a 1a interpretación estrictamente rnoral de nn texto poético
extraídos del amplio abanico de la literatura y la lexicografia grie- básico: el c0111ienzo del libro prilnero de la llíada. En él AgarnenórL
gas. Pese a su formidable tamaño, los Adagios fueron uno de los li- desposeído de su esclava Chryseis, toma en su lugar a Briseis, la es·
bros más vendidos en el norte de Europa durante el Renacimiento, clava de Aquiles:
como evidencian los registros de los editores y las listas bibliográfi- Honlero parece haber retratado a Agalnenón como un perso-
cas de los numerosos alumnos que estudiaron en Calnbridge .en el naje extrelnadamente perezoso e indolente -el bradeos ("lenta·
siglo XVI. SUS sumarias exposiciones morales daban a los jóvenes mente") del proverbio-, de fonn", que la única proeza o dClnostra
ilustrados sólidas lecciones sobre moralidad y latinidad, todas ellas ción de vigor que se cuenta de él es que se enfureció por la pérriidZl.
sabiamente compendiadas. El lector de los Adagios podía recomen- de Chryseis y robó a Briseis. AAquiles, por otro lado, le atribuye 1m--
dar a un amigo propenso a irritar a sus superiores ne ígnem gladio fa- pulsos desordenados, que corresponden al sjwrulr: (apresúrate) riel
d1:as, que no atizase el fuego con la espada; podía convencer a algún proverbio; a lnenos que se trate de un ejeulplo de ambos ("apresú-
amigo descontento con su suerte de que Spartam nactus es, hanc rate lentamente") cuando desenvaina su espada durante la asam,-
017W, a mal tiempo, buena cara; podía advertir a un amigo incapaz blea para caer sobre el rey, y Palas lo persuade a que linlite su indig~
de terminar una disertación de que todos los eruditos y artistas de- nación a los insultos 65.
bían aprender a retirar rnanum de taúula) la mano del cuadro; y po- Erasmo pasó, sin aparente esfuerzo, de]a moral en la literatura
día advertir a los jóvenes reyes beligerantes que dulce bellum incxpe¡c a la 11'1oral en la historia. Fabio Nláxin10 -seilalá- fue uno de los
tis, la guerra es emocionante para los que no la han sufrido 64. pocos héroes históricos que habían ganado fama innlortal apresu-
Todo esto es bien sabido. Lo que resulta menos conocido, sin rándose lentan'1ente. Y dos emperadores c:.jemplares, Augusto}
elubargo, es que los Adagios fueron concebidos no sólo como ayu- Vespasiano, habían hecho suyo este proverbio. Vespasiano había
da para la redacción de buena prosa latina sino también como un llegado incluso a estaInparIo, en forma de jeroglífico, en sus mone-
manual de técnicas de lectura y una colección de textos previa- das: éstas mostraban un ancla y un delfín enlazados, expresando la
rnente resumidos a los que aplicar esas técnicas. Erasmo no sólo misma combinación de veloddad y 1entitnd qnc 1<1, fi·ase original.
cOlnpiló proverbios lapidarios, sino que tanlbién localizó sus fuen-
65Erasmo, Adngiollllll rhiliad¿'i (B;lSile<-l, 1536), n, 1, 1, p. ;)55; he utilizi100 ti1mbiénl<1. Ya-
64 Vid., en general, J. Chomarat, Grarnmairr. pi dúffrniqul' chezEmsml' (París, 1981). liosa traducción y las nolas de M. M.,Phillips, FT(lS7nUS 01l his Time.) (Cambridge, l~Hi:l).

Al
EL LECTOR HUMANISTA ANTHONyGRAFfON

La distancia entre adagio y jeroglífico, entre la esencia verbal te, se tomó la molestia de identificar la fuente de PUnio, Aristó-
cristalizada de la moral y su encarnación fisica, nunca fue muy gran- teles) :
de durante el Renacimiento. Erasmo la recorrió en un instante, ha-
llando en este sencillo jeroglífico un buen pretexto para realizar Su extraordinaria velocidad puede valor<lrse por el hecho de que,
una larga digresión sobre la escritura pictórica de los egipcios. Reu- aunque su boca está colocada muy lt;jos del 11011co, c<lsi a la altura del
nió información sobre los jeroglíficos, tomándola de diversas fuen- estómago, y ello le dificulta enormemente 18 capt.ura de peces, pllCS10
tes, especialmente del entonces inédito texto griego de Horapolo. que para atraparlos debe doblarse lucia atrás, prácticauH'ntc no hay
Como buen humanjsta, se remontó a la fuente original de los tex- pez alguno capaz de escapar a su tremenda rapidez 6H.
tos: una obra perdida del estoico Chaeremon 66. Pero se interesó
más por la naturaleza de los jeroglíficos que por su historia. Am bos Erasmo transfornló así un solo axioma en el sólido aunql1e cs··
causaron respeto y admiración -explicó- por el uso que hicieron trecho pUar en el que basó una muy selectiva reconstrucción de la
de las cualidades reales de los objetos naturales para impartir lec- cultura antigua en su conjunto. Logró que la retórica y la éplca, la
ciones morales y físicas. Fueron un ejemplo de pedagogía: pese a historia y la filosofía natural, reflejasen núidalnente la m.isllla 1'no-
ser conciso Yfácil de recordar, eljeroglífico obligaba a los lectores a ral. Hizo que todos los intelect.uales griegos y rOlnanos, egipcios y
realizar un esfuerzo, aunque fuese pequeño, de interpretación: cristianos, emitiesen el rnisnlo luens;ue artístico y lit.erario. Impar-
tió lecciones ünplícitas y explícitas sobre CÓI110 detectar las alusio-
los adivinos y sacerdotes egipcios [ ... ) no eran partidarios, como 10 so- nes en los textos clásicos. Y utilizó la descodificación del jero-
mos nosotros, de mostrar al vulgo explícitamente los misterios de la sa- glífico, el descubrilniento del mensaje oculto b,~o la superfkie
biduría; pero expresaban por medio de diversos símbolos, objetos o aparentemente compleja, como metáfora principal para la lectu-
animales lo que consideraban que valía la pena difundir, de forma que ra de los clásicos, lectura que sielnpre buscaba significados acep-
no todo el mundo pudiera interpretarlo. Pero si alguien estudiaba a tablemente cristianos bajo la superficie de los escritos paganos.
fondo las cualidades de cada objeto, y la naturaleza y el poder especia- Un ensayo -un diminuto fragmento de un libro tan vasto ((JIno
les de cada criatura, a la larga llegaría a comprender, comparando e poderosamente influyen te- revela la forma de una enlpresa mn-
interpretando los símbolos, el significado del enigma 67. cho más grande.
La obra de Erasmo no fue en modo alguno idiosincrásica. A lo
Festina lente) con su perfecta in tegración visual de las propieda- largo del siglo XVI, en realidad, otros intelectuales del norte oe
des naturales del ancla y el delfln, era para Erasmo un fragmento Europa comenzaron a organizar y adaptar para los est.udiantes los
de "los misterios de la filosofia más antigua". elementos básicos de la herencia clásica 69. Algunos de esos textos
Para explicar un jeroglífico, por último, era necesario conocer eran bastante elelnentales, COIllO la Offlcina del maestro nivernés
las propiedades naturales 'de sus componentes, las criaturas cuyas Ravisius Textor. Este ofrecía al adolescente, para enlbellecer sus
imágenes constituían el vocabulario simbólico de los sabios egip- composiciones,justo lo que el título anunciaba: material de traba-
cios. Consiguientemente, Erasmo se explayó acerca de la rapidez jo. Textor reunió pasajes breves de la historia antigua y los regis-
del delfín, extrayendo datos de ese prodigioso batiburrillo de in- tró, no para infonnar aljoven acerca de la Antigüedad, sino para
formación errónea que es la [-IütorialVaturalde Plinio (nuevamen- presentar casos relevantes de conouctas morales e inmorales. El
lector no se encontraba ante la monta11os3 hjstoria romana de
Tito Livio, de dificil ascenso y en ocasiones aterradora contem-
6o Er<lsmo, Adagionun chiliade.I, p. 356: "Scripsit his de rehus Pllltarchlls in commcn-
tario de Osiride et Chacremon apud Graecos, testimonio Suidae, cuius ex libris
cxcerpta suspicor ea, quae nos nuper conspcximus huius genris monimenta". 681bíd., p. 357.
Vid. P. W. vCln der Horst, Chaeremon (Leiden, 1984). 69 Para las numerosas obras de F.íasmo de c<lr;lrlfT .<;imil;:¡r, vid. Cl1om;1I<11, Grmnmain:
67 Erasmo, Adagiomm. chilíades, pp. 355-356. el rh401i11/.1' rhm EnHn1r.

'114
EL LECTOR HUMANISTA ANTHONyGRMTON

plación, sino ante una sencilla y divertida galería de historias, or- usando símbolos marginales (CI~I para consilium hnncsturn; CTV para
ganizada de acuerdo con una serie de principios asociativos muy consiliu.m turpe utile) a fin de encajar cada historia acerca de un rli:o>-
fáciles de asimilar. Hombres que se suicidaban, hombres que mo- curso o de una batalla en un marco enteramente tradicional 71.
rían en las letrinas, hombres que eran desollados, horubres que Estos manuales y libros de texto tuvieron un impacto enorme,
morían asfixiados, mujeres que morían al dar a luz y hombres y, sí bien eran luenos excitantes qne las enseñanzas de c:nalqlI1Cr
que eran decapitados se sucedían unos a otros en un grand f:fl.ágnol maestro, alcanzaron muchísima luás difusión. Fueron lH1él conti-
pedagógico, unificado por las necesidades didácticas y retórÍCas del nuación, extendida a toda Europa) de lo que en el siglo xv habían
presente en lugar de por la continuidad histórica del pasado 70. representado las obras de determinados maestros como Guarino.
Las obras más majestuosas y dramáticas de la prosa la tina eran di- Los jóvenes del Renacimiento, en general, leían a los clásicos <11
seccionadas para facilitar el trabajo del alumno a la hora de fa- principio de una sola manera: no huscaban la sahiduría antiguZl t~1!
milíarizarse con el anecdotario clásico que toda persona instruida como fue -desnuda y desafiante-, sino que admiraban la sajJicl'l-
dehía conocer. Esta forma de contacto con el mundo clásico, do- tia antigua como si estuviera expuesta en una espedc oc mlIseo 11n-
mesticado en su propia presentación, resultó muy duradera; uno preso: dividida en salas, enularcada y etiquetada de un modo qllC
de los ejemplos mejor conocidos tuvo lugar en los colegios jesui- predeterminaba el significado de las reliquias exhibidas.
tas del Anclen Régilne, donde los estudiantes leían antologías en El proyecto general de modernización emprendido, entl'C nITOS,
lugar de textos íntegros y se enfrentaban a un Marcial castrado, o por Erasmo, no era una iniciativa nueva.]3J.nes Hankins ha st"Ilalad{)
al menos expurgado. recientemente que las tácticas análogas de Deccmbrio habían hecho
Otros esfuerzos por adaptar los textos antiguos al uso moderno posible que los inte1ectua1es milaneses del siglo """'V leyesen y venera-
fueron mucho más ambiciosos desde el punto de vista intelectual. A sen a Platón: precisamente porque no eran capaces de ver lo njf"nal}
medida que se mul tiplicaba el número de textos disponibles y que la que resultaban sus ide<ls y valores 72, Los antiguos neoplatónicos ha-
cuestión de cómo leerlos se hacía más urgente, los eruditos COll1cn- bían hecho lo mismo con Homero mucho tiempo antes) hac1f.-ndolo
zaTon a presentar elaborados y sistemáticos métodos de lectura. El accesible a los lectores modernos con una hl1ena base en filosofía 7:"1.
, 1\!fethodus ad facilem historiarum cognitionem de Jean Bodin, por ejem- Pero las estructuras mecánicatnente rf:producidas y universalmente
plo, ofrecía un método para la lectura de todos los textos históricos, visibles de los adagios erasmistas y otras obr~s senlf'jan tes, con su com-
tanto antiguos como modernos. En vez de proporcionar una antolo- pacta unión de interpretación y lnaterial interpretado, establecie-
gía, Bodin indicaba al alumno que crease la suya propia, explorando ron la naturaleza y la extensión de lo que sería el con. tacto del alum-
sistemáticamente los libros en busca de información sobre qué his- no con lo antiguo en su conjunto durante el siglo "\.'\"1. Y rlOlnr:sticaron
toriadores eran dignos de crédito y qué constituciones eran válidas --durante la mayor parte del tieIupo para la mayoría de los jóvenes
para qué pueblos. Su influencia lo impregnaba todo. Mon,taigne, en lectores--lo que ele otro modo podría haber supuesto el desafío de
sus Ensayos, responde a las cuestiones planteadas por Bodin y revela unahistorÍa yuna rnoralidad no cristianas. F,ran nnlchos más losjóvc-
que había redactado algunas notas breves sobre los historiadores del nes del siglo XVI que conocían la historia de "la caja de Pandora" a tra-
tipo que preceptuaba Bodin. Sin embargo, ni siquiera Bodin preten- vés del relato ll10ralizador de Erasmo que los que habían leído el rd8-
día descubrir la verdad acerca del pasado tal como fue realmen te, to original-y menos familiar- del ánfora rl~ Pan dora en Píndaro 74.
sino representarla como algo instmctivo. Sabía, por ejemplo, que la
historia era en realidad filosofia ilustrada por medio de ejemplos 71 Vid.]. H. Franklin,}ean Bodill and ¡he Sixlprnlh·í:mltw) Rr;7lo{ufioll in ti/.(' j'1.d]¡odo!ogy
concretos. Yenseñaha a sus alumnos a leerla b~o ese punto de vista, ofLaw a1/d Hislm)l (Nueva York r Londres, 19f);;).
72]. Hankins, Pla.to in li'ijlt'fIIth·Crntw)' lfa.r)' (Leirlen, -1990), I, parte !l. Vid. también
su apasionante tipología de las maneras de leer en el siglo xv, 1, pp. 18--26.
70 Vid. W. J. Ong, "Commonplace Rhapsody: Ravisius Textor, Z\vinger, and Shakcs-
peare", en Classiml Injluencr:s onE1lropEan Litera/me, A. D. 1500-1700, eel. R. R. Balgar 73 R. C. Lamberton, !-lomer lhr Tlu)o!ob,irm (Bcrkc1cy, 1D8G).
(Cambridge, 1976), pp. 9J-126. 74 D. Panofsky y E. Panofsky, Pal1dora '\ Ho,,,,', 2ª {"'(L (Nueva York, 1962).

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EL LEGrOR HlJ1>L\NISTA ANTHONY GR.J\FTQN

La envoltura con que los humanistas cubrían a las autoridades Los humanistas, por últiIno, realizaron otra innOV7Ic1ón funda-
antiguas, por último, modeló de otras dos maneras fundanlentales mental. Los nlaestros tradicionales habían insistido siernprf' en las
las expectativas de los lectores acerca de los textos más importantes. incomparables vinudes y excelencias de sus autores. En la Efbd
En primer lugar, a comienzos del siglo XVI los hUlllanistas habían Media y en el Renacimiento primitivo, las lecciones sohre un escri-
conseguido que se dejaran de distribuir bJTan parte de los comenta- tor antiguo comenzaban habitucl1111ente con un rlescripción exten-
rías medievales que no eran de su agrado. Pero no lo lograron sa, aunque estereotipada, de su vida. Esto situaba sus obras en un
suprimiendo por entero los comentarios, como sugieren algunas contexto histórico apasionante -y por lo general imaginario-,
fuentes modernas, sino reemplazando los comentarios anticuados haciendo hincapié en su noble linaje, sus buenas obras y su estl-e-
por otros modernos. Las glosas de los maestros humanistas, presen- eha relación con los grandes hombres ele su época. El humanista,
tadas habitualmente al principio como lecciones en las aulas y pos- por el contrario, tendía a dramatizar su propia vida y su entorno.
terionl1ente resclitas para la imprenta, rodeaban --como las hojas Erasrno, en los Adagios, celebró mend7lz y profllsamente todos los
de parra de los iluminadores---- los textos de poetas famosos como servicios que Alelo y sus colaboradores le prestaron nücntras traba-
Ovidio, Virgilio yJuvenal, los grandes textos en prosa como la Con- jaba en su ünprenta. Él y sus socios, como por <:.jemplo Vives., arra··
solación de Boecio y el De inventione de Cicerón, e incluso la propia vechaban sus ediciones críticas de textos individuales para contar
Biblia. Estos textos estaban escritos en letra humanística, no en le- todo tipo de apasionantes historias sobre sus descubrhnientos de
tra gótica. Abordaban problemas triviales y técnicos, problemas de manuscritos, su colaboración con grandes hombres del pasado., su
todo tipo, y a veces con tal prodigalidad que amenazaban con aho- virtud y su energía 75.
gar los textos originales. y, pese a los esfuerzos de críticos individua- El texto hmnanÍstico elogiaha a su editor y a sus benefactores
les, como Poliziano, por impedir su proliferación, dichos textos flo- tanto como a su autor. Ello llevaba al lector a buscar -con10 el lec-
recieron a lo largo del siglo XVI y siguieron siendo cultivados en las tor moderno en un estudio crítico de un escritor importante- dos
ediciones críticas del siglo siguiente. tipos de discurso en un solo libro. El texto comentado se centraba
El lector humanístico en la era de la imprenta, por consiguiente, naturalmente en una anécdota clásica -que podía ser poética,
no esperaba encontrar sobre su mesa un texto clásico a secas. Cuan- histórica o filosófica- narrada por un person~* antiguo. Parale-
to más importantes fuesen el autor y el tema, tanto más cargado de lamente, sin elnbargo, el editor desarrol1aha uní] dol?le narración
acotaciones estaría el original. Con el tiempo, editores y lectores moderna, que podía ser cumplidanH,:nte retórka o fllológica en
decidieron que los textos latinos literarios no clásicos también de- su contenido explícito, pero que con frecuencia resultaba seduc-
bían llevar glosas; era la única forma de hacer valer sus pretensiones toramente autobiográfica entre líneas. Los ejemplares anotados
literarias. Badius Ascensius comentó el libro XIII de la Eneida de Vir- de tales libros revelan la impaciencia con que los lectores ~espe­
gilio, glosado por el humanista Maffeo Vegio; Gerardus Listrius co- cialmente los que vivían en lugares remotos- los cscudriii:::tban
mentó extensamente el Elogio de la IonlTa de Erasmo, que en su for- en busca no sólo de datos sobre el mundo antiguo, sino talnbién
ma glosada es idéntico a un texto clásico, y a menudo se imprimía o sobre los círculos literarios modernos que habían honrado la Flo-
encuadernaba junto a obra') genuinamente antiguas. Paradójica- rencia de los Médicis o la LovaÍna de Eraslno. Lo que más fascina-
mente, pues, el texto humanístico había vuelto a ocupar la posición ba al joven Lucas Fruterius de la edición de Catulo realizada por
de la auctoritas medieval. Sus eruditas glosas eran menos opacas que Muret, por ejemplo, era la información que ofrecía sobre las
las medievales: el emparrado clásico sustituía a la muralla gótica. grandes disputas literarias de Poliziano y Marul1ns y la polémica
Pero los nuevos cOlnentarios acotaban y condicionaban el texto de
igual modo que los antiguos. Envuelto en la exégesis humanística, el
75 Erasmo. Adallio1'l1J1l r:hiliadf's, II, 1, 1, pp. 357-361 (\111a digresión ai'iadida al texto
texto parecía importante no sólo por sus propias cualidades sino
original). Víd. más en general el próximo libro de LJardin{' sobre Erasmo)' su ge-
también porque estaba Sl:ueto nuevamente a un sistema de enseñan- neración; tanto el manuscrito conlO las conversac¡01leS con su autor me han sido
za e interpretación. de inmensa utilidad.

318 319
EL LECTOR HUMANISTA ANTllONyCRAFr07\

surgida entre Muret y .Pier Vettori 76. El c01nentario humanístico de Donato Acciauoli. Convirtió su biblioteca en una col('cdón enci-
era una garantía de que el texto pertenecía a los círculos culturales .clopédica, que incluía gran cantidad de obras de teología y de otras
más elevados de la época y también vinculaba ese texto, con la mis- materias no humanísticas; e hizo que su hijo memorizase no sólo
ma firmeza que las glosas de Accursius, a un sistema pedagógico y un texto nuevo en una nueva forma, la Geogmfía de Tolomeo, sino
literario específico. también la lnás lnedieval de las auctoritatcs, una Biulia historiada 79,
Giannozzo 11anettileía laBihlia hebrea C01110 humanista., emplean-
do las mejores herraluientas de la filología para desentrañar el sen-
EN EL ESTUDI O tido original. Pero también podía leerla a la lTI:.lT1Cr8 cstri('tament.c
tradicional del predicador mendicante, como cuando encolltró ra-
La lectura, evidentemente, no supuso el fin de la enseñanza, zones en ella para predecir un terrible castigo para 11n comerciante
como demuestra el e-jempl0 de Maquiavelo. Los individuos madu- deshonesto: "Jo ho voltate fioIte carte della SCrlttura Santa a' mia
ros podían dar usos completaInente impredecibles a las técnicas que di," -advertla- "tieni questo per cerj·o, che tu hai a esscre punit.o,
habían aprendido a dominar en la escuela. El joven Johannes Se- tu e tua famiglia, d'una punizione che sara di natura, che sara f'SCnl-
cundus era capaz de leer a Catulo -y el Maquiavelo adulto de leer pIo a tutta questa citta" 80. Savonarola --cuyo uso público de la Bi-
a Cicerón- de una manera que habría sorprendido a cualquier blia para atacar a sus enemigos fascinaba a Maqlliavelo- habría ci-
maestro 77 El Basia de Secundus y el p'{najJCde Maquiavelo --como tado el texto de la misma manera 81.
muchas otras grandes obras literarias, desde la Utajlíade Moro hasta Estas cuestiones no se pueden abordar aquí más que de pasad;:=¡.
los Ensayos de Montaigne- es evidente que no se habrían escrito si En una obra de este tipo, por otra parte, es evidente que no pode-
sus autores no hubieran roto el armazón humanístico yanamblado rnos detenernos en otra serie fundamental de datos registrados en
con los antiguos, a quienes interpretaron con brillantez y libertad. los anales: los numerosos catálogos exist.entes de bibliotecas púhli-
Estas elaboradas, pero imp1ícitas, in terpretaciones de textos clásicos cas y privadas. Al igual que las numerosas variedades de lectura im-
son demasiado complejas, demasiado variadas y en ocasiones derna- plícitas en las obras literarias, el abundante material r¡ne abarrotaba
siado ajenas a la experiencia de la lectura como para describírlas lasestaIlterías de los humanistas requiere un tipo de estJHlio diferen-
aql1í con todo detalle. Pero cualquier historia completa de la lectura te y más exhaustivo 82. Pero podemos analizar detenninados d<ltos
en la Europa renacentista tendrá que confrontarlas e incorporarlas relativos a cuestiones más específicas: en qué circunstancias leían los
a otras clases de testimonios. humanistas maduros, cómo se preparaban para la lect.ura y cónlO
Hay un segundo aspecto de importancia vital. Los lectores rena- aunaban lo intelectual y lo estético en sus respuestas al texto.
centistas compraban y apreciaban una extensa gmna· de textos, A veces el hUlnanista leía como si nada, igual que nosotros aho-
algunos de los cuales no eran clásicos o humanísticos en sen tido al- ra. Pero, a menudo, como velnos en la carta de lYlaqlliavelo a Vctto-
guno. Coslne de Médícis se entretenía de dos maneras en su tiem- ri, la lectura en el Renacimiento se aselnejaba a la danza en aquella
po libre: cultivando sus olivos y leyendo el clásico medieval de san misma época: era una actividad regida por reglas complejas)' que
Gregario Magno, Moralia inJob 78.l"ederigo da Montefeltro adora- exigía una atención constante. En prüner lugar, el humanista leía
ba los comentarios adstotélicos -profundamente escolásticos- pluma en mano, escribiendo a medida que recorría el texto. En
ocasiones no tenía elección; pues, con frecuencia, la única manera

76 A. Grafton,]osh.pPh Scaligel~ 1 (Oxford, ] 983), pp. 97-98.


79 Ibíd., pp. 83-122.
77p. Godman, "Literary Clilssicism and Latin Erotic Poetry ofthe TweIfth Ce-ntury
and the Renaissance", en Latin Poelry and the Clas.,icnl Tradition, ed. P. Godman y 80 lbíd., p. 469.
O. Murray (Oxford, 1990), pp. 149-182;]. H. Hexter, The Vision ofPoli/in on theEve 81 Vid. también Hankins, ÜJ(. cit.
ofthe Refm·mation (Londres, 1973). 82Vid. ejemplos en Bec, [Ji) lirrres dr:sf!(!TI:nIi1ls; Ullman, Thr: H1I111rmism nfCahluifl So.·
78Vespasiano, Vile, p. 281. lntati; P. Kibre, TheLibrm)' ofPimddla Miml1dol-fl (Nnf'Y;¡ York, 1~n6).

320
EL LECTOR HUMAN!ST,\ ANT]-¡ONYGll..·\¡~rON

de hacerse con un libro era copiándolo. Desde que se iniciaron los nos poemas atribuidos aPetronio en el manusClito original. 1,3 lrans--
estudios renacentistas en el siglo XVIII, los enlditos saben que Poggio cripción ínt.egra, espléndidamente caligrafiada, constituía para él
y Niccoli copiaban los textos que tomaban prestados de las bibliote- una posesión personal, un texto úniro para su disfrute individual.
cas monásticas. No tenían otra manera de conseguir los nuevos tex- 'Je l'ayn1e mieux qu'un ilnprin1é," seI1aló, indicando a la vez 'f.J va,..
tos o de hacer que sus colaboradores tuvieran acceso a ellos. Pero lor que daba a la transcripción y su escaso inlerés en reprorlucirlCl o
hasta hace poco no se sabía que, al menos durante la segunda rnitad crear un texto basado en ella 85, Así COIno el alumno pocHa conoce!
del siglo xv, los humanistas y los carlolai copiaban los textos con la su texto palabra por palabra porque lo habia memorizado y reci1"a·
misma frecuencia con que los cOlllpraban. A menudo, para asom- do, así también el erudito solía conocer el suyo porque lo habÜl co-
bro de los editores Illodernos, no copiaban manuscritos sino textos piado línea por línea, y disfrutaba consultándolo de una 1113nf'r<l
impresos. De los dieciséis manuscritos existentes de la Consol.atio ad que no se podía compartir, sino que venía impuesta por su propia
Liviam, "diez con toda seguridad y dos probablemente proceden de caligrafia y su propia elección de lecturas.
ediciones impresas"; de treinta y un manuscritos de las Églogas de El erudito usaba talnbié.ll. la pluma con otros fines lnás ana11 ti"
Calpurnio, seis son copias de la edición realizada por Sweynheim y coso Desde Petrarca hasta Escalígero, los eruditos escribían en los
Pannartz en 1471 83. Ya lo largo del siglo XV110s humanistas copia- márgenes de textos que no habían copiado. Recopilaban infónna-
ron con frecuencia textos latinos y griegos completos. ción técnica; a veces registraban sistemáticamente las variantes qllt'
Casi todos los investigadores modernos consideran que tales encontraban en otras versiones del texto. Ange10 Poliziano, como
actividades tenían una finalidad académica, con vistas a la publica- es sabido, detestaba la inexactitud de las ediciones de ]05 ChíS1cOfi
ción, El hurnanista copiaba. en definitiva, 10 que se proponía publi- que salían a la luz en su época. Pero también las utilizaba meticulo-
car. Por 10 general, esta interpretación es perfectmnente correcta; samente como material de trab~io, acotrtndo sns márgenes con tes-
pero en ocasiones no procede de testimonios concretos sino de su- timonios text.uales y exegéticas extraídos con afán y precisión de las
posiciones anacrónicas. La escritura. al fin y al cabo, era en sí misma lllás diversas fuentes. Al final del volulllen emulaha a veces a Jos eru-
una forma de lectura, un homen~e letTa por letra al poder del ori- ditos romanos del siglo IV a.C.) anot.ando .breves subsr:rijJÜones qne
ginal. La perfección de la caligrafía --de la cual, como hemos visto, indicaban los lugares y las fechas en que había trahajado, lo, textos
todos los humanistas eran perfectamente conscientes- contribuía que había utilízado y los nombres de los jóvenes que le habían ayll~
a realzar la belleza del texto. Trithemius proclamaba que la única dado 86. Casaubon reunió en su copia del CorJ)US hernwticu11/ la irre-
manera de dOIninar enteramente un texto era copiándolo, y mu- cusable lista de coincidencias entre éste y]a Biblia y otros textos pa-
chos intelectuales bastante más n1orlernos compartieron esa opi- ganos que le perrnitió establecer su falta de autenticidacl 87 .
nión 84. José EscaHgero copió un valiosísimo códice de Petronio Los humanistas tamhíén respondían por escrito a las cualida-
que había pertenecido a su maestro de derecho romano, el juris- des literarias y filosóficas de sus textos. Los ejemplares de Virgilio,
consulto Jacques Cujas. Los estudiantes modernos del texto de Pe- san Agustín y l1Iuchos otros autores que poseía Petrarea se trans-
tronio hablan pestes de Escalígero por la ineptitud con la que copió formaban a medida que éste los leía y escribía en ellos elaborada,
y la indiferencia con la que adulteró su única fuente con lecturas ter notas, diálogos entre el t.exto y el IlIargen que en ocasiones impli-
madas de otras fuentes, incluidos los libros impresos. En realidad,
sin embargo, su intención era probablement.e editar tan sólo algu- 85 El MS de Escalígero es ahora el MS Sea!. 61 de la llnivc¡-sidad de I.ciclen; <!Íd. l<ls
edíciones de K MüUer del Satiricón de Pe-tronio (Múnich, 1961, 1965, 1978) }'
M. D. Reeve, "ManusCTipts ropicd froro printed books", en A-frmnsr:l"ijJls in ¡he Fin!
8:'\ M. D. Reeve, "'PetrQnius", en Texls and Tnmsmissioll, ccl. L. D. r~('"ynolds (Oxfonl,
i~tty Years afier lhe Invention nJPdnting, pp. 12-13; vid. C. F. Bühler, TheFlfteenth-Cen- 1983), pp. 295-300.
tUt), Book (Filadelfia, 1960). 861. Maier, Les manuso7f., d'!\np;e Poliricn (Ginf'bra, 1<)65); R. Rilmoli, l.a collozimll'
fJ.jJ. Tritheroius, In Praise oJScábes, ed. K. Arnold, trad. R. Behrendt (LawTcnce, Kan- f)olizianea del Codiu br.mbino d1: 1'eremio (Roma, P)81);J N. Grant, Sfwlifi.\ in ¡lit Tex·
sas, 1974), p. 60: "Fortius enim, que scribimus, menti imprimimlls, quia scnbentes tual Tmditi(1) ofTerena (Taranta, 1986).
el Iegentes ea cum manda tractamus". 87 A. Graflon, Drfendf'Ts oJaw Texf (Camhridgc, Massa,h11ScItS, PJ'Jl) cap. \'\.

:el??
El. LEcrOR HUMANISTA ANTHONY GRMTON

caban la participación de varias voces 88. A lo largo de los siglos xv siempre se usaban con estos fines particulares. Los humanistas in-
y XVI, los humanistas anotaron sus impresiont's e interpretaciones dicaban a menudo en las cubiertas y portadas de sus l1bros que las.
en los márgenes y las páginas en blanco de sus textos, manifestan- notas no eran sólo personales sino que iban dirigidas tmnbién a sus
do por lo general una inquietud artística y literaria que ahora nos amigos. "Angeli Polítiani et amiconnn" -"Un libro que pertenece
parece admirable. a Angelo Poliziano y a sus amigos"-: alguna variante de est.a decla-
Montaigne consideró que sus breves comentarios sobre Plutarco ración de propiedad se da en docenas de casos a lo largo de los si-
y Guicciardini debían ser incluidos en los Ensayos. Escalígero utilizó glos xvy XVI, especialmente en la obra de Harvey.
la mayoría de sus libros a lil0do de herramientas, sólo para introducir Si examinamos el cuidado con que esos h01l1bres anotaban sus
información. Pero incluso él tachó el texto completo de lm libro que libros, tal vez l1egnerllos a interpretar estas fórmulas con rigor y sc-
le irritaba, escribiendo <¡tacas" una y otra vez en los márgenes, y se riedad. El hunlanista creaba en su libro un registro único de su
tomó la molestia de discutir en un latín culto y literario con otro hu- propio desarrollo intelectual y de los círculos literarios en quc se
manista que lo había provocado -Melchior Guilandinus-, anotan- moVÍa. Por otra parte, la belleza y perfección ele la caligrafla nos
do cuidadas respuestas en los nlárgenes. Gabriel Harvey, cuya vasta y hace pensar que el autor daba a aquel1as notas caráct.er definitivo.
ahora desperdigada biblioteca ha sido estudiada con detenimiento Tal vez algunos escrit.ores como Harvey reunían sistemátiGllnClllC
por G. C. Moore Smith, Virginia Stern y Walter Colman, llenó los colecciones enteras de notas, no con vistas a la publkación, sino
márgenes de sus libros de anotaciones escritas con una elaboradísi- como punto de referencia para los mielnbros de 511 circulo. Sabe-
nla letra cursiva que se hizo famosa en su época (especialmente entre mos que los coleccionistas, a finales del siglo XVI, competían por
sus enemigos, que se burlaban de ella). Esas notas reflejaban las reac- obtener libros inlpresos que llevasen las anotaciones de algím
ciones de Harvey ante los textos que leía, indicaban las fuentes de erudito. La biblioteca de la Universidad de Leiden, por ejemplo,
consulta y a menudo describían vivamente las ocasiones en que él decoraba minuciosamente los libros y manuscritos de la bibliotc··
mismo había discutido acerca de esos textos o había presenciado dis- ca de Escalígero con una tira impresa que identificaba su proce-
cusiones o representaciones públicas en torno a ellos f!9. dencia --con frecuencia de manera incorrecta, puesto que los bi-
La presencia de tantas anotaciones sistemáticas es muy signi- bliotecarios tendían a asignar a Escalígcro cualquier anotación
ficativa. A menudo, como es lógico, indicaba que el lector lúcido elegantemente caligrafiada-o Los coleccionistas conlO Hnet. ex-
se estaba preparando para publicar algo sobre el texto en cuestión. hibían con orgullo sus libri annotafi.
Las elaboradas notas de Escalígero acerca de Guilandinus no eran No era sencillo adornar docenas de libros con narraciones
lnás que el borrador de un ataque frontal; las notas de Huet en su autobiográficas, complejas referencias cruzadas y completos aná~
ejemplar del Afanilio de Escalígero constituyeron la fuente princi- lisis de los detalles del t.exto. El humanist.a debía tener sus libros
pal de su ataque a gran escala sobre éste 90. Pero las anotaciones no bien ordenados para poder conSllll:lr!os de inmediato; necesitaba
recuperar infonnaóón de un gran número de ftwntes. A finales
del siglo XVI se inventaron diversos artilugios que bcilitaball este
8Sp. de Nolhac, Pétm.n[ue el l'hwna.nisme; G. BiIlanovich, '1:letrarch and the textual tradi-
tipo de trabajo; concretalnente, el humanista podía uti11zar ya una
tion of Livy", en fmmwl of f}¡e Wmbwg and tAY!111.nuld lmtitntes, 14 (l 951); C. Qlli1len,
'The Humanist as Reader", Princeton, 1990. Para un estudio comparativo de un libro especie de giratorio -una gran rueda vertical, cuict.adosarnentc
personalizado, ui4. J. C. Margolin, "l..aski lecteur et annotateur du «Nouveau Testa- ajustada para que girase lentamente y se detuviera a volllntad-
ment" d'Erasme", en ScrinitnnEmwnianuln, ed.]. Coppens, 1 (Leiden, 1969), pp. 93-128. con estantes y divisiones para (olocar libros. El hl1manista qllf~ dlS··
89 Vid. C. G. Moore Smith, Galniel HaTIJey's Marginalia (Stratford-upon-Avon, 1913); pusiera de uno podía sentarse tranquilamente, como relata Ra-
V. Stem, Gabn'elHart.!0' (Oxford, 1979); W. Colman está preparando una extensa
melli en su descripción de tales dispositivos, mientras rcpé'lsaba
edición de las notas marginales de Harvey.
toda una biblioteca de textos. Estos cspJ€'ncHdos rnccanlsmos, al-
90A. Grafton, "Rhetonc, philology and Egyptomania in the 1570s:]..J. Scaliger's
Invective against M. Guilandinlls's PajJyrus", enJollnwl ofthe VVarlnng and Courtrlllld gunos de los cuales todavía se conservan, se cOlnplcmentaban, en
lnstitutes, 12 (1979); Hne1., Comm.entanus, pp. 291·292. las bibliotecas más modernas, COIl otros dispositivos. C1Uas, por

324 325
EL LECTOR HtJMAN!STA ANTHONyGRAFH}N

ejemplo, poseía, además de lUla rueda con la que hacer girar su vasta aislado; sus contelnporáneos creyeron ver en las lecciones de Hcnr)'
colección de libros, una silla de barbero que le permitía pasar rápida- Cuffe, que leía textos clásicos con Essex, el germen de su fallida rebe-
mente de una tarea a otra dentro de su estudio. Curiosamente, sin em- lión 93. El propio Hobbes cu1paría de la guerra civil a un gr11po de jó-
bargo, no utilizaba nint,TUno de esos dispositivos: "Il étudioit le ventre venes educados en el saber clásico que se habían tomado demasiado
contre terre, cOliché sm un tapis, ses livres autour de lui "91. Así pues, a pecho los puntos de vista republicanos de los historiadores rmna-
la lectura en el Renacimiento tenía algo del esnobismo que hoy tiene nos y griegos. Yese tipo de lectura, más pragm;ítko que estético, me-
la escritura. El lector más exquisito necesitaba una serie de complica- rece ocupar un lugar destacado en C11alqllier historia del Jibro duran-
das y caras herramientas y, lUla vez en posesión de ellas, experimenta- te el Renacimiento.
ba la misma superioridad --o sensación de superioridad- sobre los
demás lectores que hoy experimenta quien posee el último modelo
de ordenador e impresora. Al igual que quienes hoy disponen de un HUET: EL FIN DE UNA TRADJCIÓN
ordenador, los lectores renacentistas usaban estos mecanismos no
como instrUJnentos prácticos destinados a facilitar su trabajo, sino A mediados del siglo XVI1, los filósofos COlnenzaron a argmuentar
como caros fetiches que conferían encanto a su ocupación. que la lectura por sí sola no era capaz de proporcionar cleterulinados
La lectura, por último, ya fuese pública o ptivada, tenía con fre- conocinüentos sobre la historia natural o lmDlana. Descartes cornen,
cuencia fines muy concretos: fines tanto políticos COIliO intelectua- zó su DL'Icuno del método luanifestando su propio descontento con la
les. Comenzamos con Maquiavelo leyendo historia en privado, a fin educación humanística que había recibido de los jesuitas. Había
de comprender su destino. Posteriormente, como es natural, leería comprobado que las lecturas acerca del pasado podían aportar tan
historia en público, en el sentido puramente renacentista del térmi- sólo un modesto grado de sofisticación: el mismo que podía adquirir-
no: es decir, daría lecciones sobre Tito I jvio a un gnlpo de patricios se viajando. El lector atento, igual que el viajero atento, sabía que los
florentinos en los jardi.nes de Rucellai 92. En cada casó, el diálogo distintos pueblos se regían pOí distintos códigos lllorales y Sf' conside-
con el texto antiguo tenía la misma finalidad: acción -resultados raban bárharos ........¡:on la misma falta de eqllirlarl-lInos a otros. Sólo
prácticos, diríamos hoy-o A finales del siglo XVI, Gabtiel Harvey era el razonamiento riguroso basado en las matemáticas podía aproxi-
uno de los pocos intelectuales ingleses a los que se pagaba para que marse a la verdad. Los humanist.c"lS aceptaron de buen grado estas crí-
comentasen textos históricos con influyentes personajes políticos. ticas, o al menos admitieron que la lnayoría de los jóvenes instruidos
Harvey repasó junto a Thomas Smith la desctipción de Aníbal por las aceptaban. Los lectores cultos y los editores de textos clásicos
Tito Livio antes de que Smith acabase sus días en Irlanda, mientras como J. F. Gronovius y N. Heinsius ejercían su oficio con resignación,
intentaba consolidar el control inglés y proteger las inversiones de sabedores de que la era de la filología hahía terminado y estaba sien-
su familia. Repasó junto con sir Philip Sidney el relato de Tito Livio do reemplazada por la Ill1eva era ele las matemáticas ~l!.
sobre los origenes de Roma antes de que Sidney partiese para llevar Nadie presenció estos cambios con m_ás atención ni los lamentó
su embajada al sacro emperador romano, Rodolfo n. y probable- lllás profundamente que Huet. Al final de S11 vida se sentl<l conlO un
mente diseñó su propio ejemplar, profusamente anotado, de Tito aparecido, un testigo fantasnlal dclrnundo perdido de mljnventlld,
Livio, en el cual registró estas lecturas, en recuerdo de sus esfuerzos en el que la erudición había gozado de gran prestigio y atraído a
personaJes por poner la sabiduría al servicio del poder y también hombres de gran talento 95. Sin eUlbargo, continuó editando clási-
para servirse de ellas en años postetiores. No fue el de Harveyun caso cos para el Delfín. Siguió coleccionando y anotando lihros clásicos

91 Vid. L.Jardine y A. Grafton, "Reading for Action: How Gabriel Harvey Read his 93 Sobre todos estos aspectos, vid.Jardine and Grafton, "Reading tor Action".
Livy", en Past and Prescnt, 129 (1990), pp. 30-78; la descripción de eujas trabajando 94 Grafton, Defendcr:5 ofthe Tf'xt, pp. 1-3.
procede de Sca.ligerana, ed. P. des Maizeaux (Amsterdam, 1740),1, p. 75. 95 Hueriana (Amsterdam, 1723), p. 3: 'Je puis done dire quej'::¡i vú flemíret momir
92 F. Gilbert, Machiallclli and Guicciardini (Princeton, 1965). les Lettres, el que je 1eur ai survécu".

~2fi ~27
EL LECTOR HUMANISTA

en cuidado latín, utilizando una letra clara y pequeña. Y siguió con-


siderando los libros como una de 1as princip<i~es fuentes de conoci-
jean-Franr;ois GILMONT
miento tanto para las ciencias humanas COD:10 para las naturales. --------_..-_.~---~
Para terminar, nada ffi('jor que un retrato de su vida.
El texto vernáculO" de su época que lnás agradaba a Huet era el
Chirlando de Julie, la colección manuscrita de miniaturas de flores y
madrigales que el duque de Montausier ofreció aJulie d'Angennes
como regalo de Año Nuevo. Huet describió apasionadamente el ma-
nuscrito -«magníflcamente encuadernado y colocado dentro de
una pequeña cartera de fragante cuero español"- que Julie descu-
brió al despertar la mañana del 1 de enero de 1634. Y recordaba con
deleite que un día la duquesa de Uzez le había permitido leer elli-
bro. La duquesa hizo que la acompañase hasta su biblioteca, que, se- REFORMAS PROTESTANTES
gún Huet, no era ni grande ni pequeña pero estaba llena de libros y LECTURA
sabiamente seleccionados, "elegantemente encuadernados y decora-
dos, los típicos detalles que saben apreciar las rnltieres" 96, Y allí lo re-
tuvo durante cuatro de las horas más felices de su vida, desde el al-
muerzo hasta la puesta de soL Sintió, como más tarde recordada, que
al leer aquellos libros "estaba dialogando con los hombres de aquella
época que más destacaron por su ingenio y educación" 97. La impor-
tancia que daba Huet a la forma de los libros, su pasión por los ma-
nuscritos únicos, su afán por captar, a través del texto, el ambiente
del círculo social que lo había creado,., toda..<¡ estas emociones se de-
rivan sin lugar a dudas de los gustos y costumbres de los humanistas.
Igual que la estructura fisica y la organización de la biblioteca de la
duquesa. Aunque la erudición latina estuviera decliuando, el arte de
la imprenta y la encuadernación, así como los lliodos humanísticos
de lectura, podían transferirse a los nuevos clásicos nacionales. Natu-
ralmente, fueron sistemáticamente conservados en las escuelas la-
tinas del Sacro Romano Imperio, los Países Bajos y Escandinavia.
El planteamiento humanístico de la lectura forma parte de los últi-
mos días de la herencia clásica y se asocia acertadamente al Renaci-
miento. Pero tuvo también una vejez propia, tanto en ]a erudición
protestante del Refugio como en la cultura nacional del Ancien Régi-
me. Cualquier historia definitiva de la lectura entre los humanistas
habrá de incluir en su desenlace a Huet y Hardouin, a madame Da-
ciery mister Bentley, a Montausier yJulie d'Angennes.

96 Huet, Commentarius, p. 295.


97 ¡bid.; vid. H1fJlf.iana, pp. 104-105 p<lra otra vcn>ión.

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