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El apego

 CURSO: Psicología Médica

 DOCENTE: Ps. Isbi Clariza Vilela Quispe

 ALUMNO: Carlos Nicolas Aguilar Mejía

 FECHA: Lunes 19 de marzo del 2018


RESUMEN:

La Teoría del Apego ha proporcionado conceptos fundamentales


para explicar las relaciones humanas; no obstante, el uso que se
hace de esta teoría a menudo es muy simple y no respeta sus
ideas centrales. Para ilustrarlo, se analizan tres aspectos
teóricos a tener en cuenta: la clasificación de los tipos de apego,
la transmisión intergeneracional de los patrones de apego, y los
trastornos del apego. También se revisan tres importantes
cuestiones a clarificar en relación al apego: su correcta
definición, su uso en contextos aplicados (a nivel de evaluación y
tratamiento), y los límites del concepto. Finalmente, el apego es
situado en un contexto más amplio donde la intersubjetividad
ocupa una posición central para comprender la conducta
humana.

INTRODUCCION:

 El tema desarrollado es el apego, ello nos habla de las distintas relaciones


tempranas de los niños con quienes lo cuidan, también de las distintas
maneras de apego que se desenvuelve en la adolescencia y por ultimo la
adultez.
 El siguiente trabajo es desarrollado para brindar el conocimiento adecuado del
tema el apego, y así brindar una amplia y clara información de los estudios
realizados por diversos autores mencionados en la monografía.
 El presente trabajo se realiza gracias a la importancia de adquirir más
conocimiento del tema y brindarles una optima información a mis compañeros,
puesto que hay un amplio interés por saber los diferentes tipos de apego que
existen en los niños.
 El método que se empleo fue una rigurosa busqueda en distintas fuentes de
información con diversos autores que se especifican en el tema, todo la
información contenida en el siguiente trabajo es indispensable para obtener
una amplia e interesante monografía.

OBJETIVOS:

Objetivo General:

Brindar una óptima información del presente tema asociándolo con la medicina y la
importancia que radica en ella.

Objetivos Específicos:
 Brindarles un conocimiento más amplio del tema.
 Dar a conocer las diversas formas de apego que existen en las distintas
etapas del ser humano.

MARCO TEORICO:

EL APEGO EN LA INFANCIA

En el proceso de construcción de la personalidad intervienen muchas variables


estudiadas profundamente; la predisposición genética, el temperamento, la familia, la
educación, el proceso de socialización, el ambiente, los acontecimientos vitales y
otras. Todas ellas nos parecen entidades importantes, pero existe una, a nuestro
entender, que junto a la predisposición genética creemos que ha de ser destacada.
Son las primeras relaciones que se establecen con el cuidador principal (madre, padre
u otros).

Al nacer ninguno de nosotros somos capaces de regular nuestras propias emociones


(Botella, 2005; Schore, 2001; Fonagy, 1999). La relación más temprana que se
establece y nos permite aprender a regular nuestro sistema emocional es la
vinculación afectiva o apego1 con el cuidador más próximo, que se encargará de
responder a nuestras señales o reacciones emocionales (Fonagy, 2004). Esto
dependerá de la proximidad y seguridad alcanzada a través de la conducta de apego y
por supuesto de la disponibilidad del cuidador primario (Hervás, 2000; Main, 1996).

Estos lazos o vínculos afectivos que se establecen y perduran en el tiempo hacen


sentir al individuo los primeros sentimientos positivos (seguridad, afecto, confianza) y
negativos (inseguridad, abandono, miedo). Para Lafuente (2000), la relación afectiva
paterno-filial es el asiento fundamental de los sentimientos de seguridad o inseguridad
que presiden respectivamente las vinculaciones de buena y mala calidad.

Así, la respuesta de temor suscitada ante la inaccesibilidad de la madre, es una


reacción de adaptación básica que en el curso de la evolución se ha convertido en una
respuesta esencial para la contribución de la supervivencia de la especie (Bowlby,
1990).

Sobre la vinculación afectiva o apego y su posterior relevancia, Musitu y Cava (2001)


dicen que existen dos aspectos del ámbito familiar que se han relacionado
sistemáticamente con la autoestima en los hijos; una, la importancia del apego con el
cuidador principal y dos, los estilos de socialización parental. Esta necesidad humana
universal para formar vínculos afectivos estrechos está recogida en la Teoría del
Apego desarrollada por John Bowlby (1980, 1973, 1969). En el núcleo de esta teoría
se encuentra la necesidad recíproca de las relaciones tempranas, lo que para Hofer
(1995) es ya una precondición normal probablemente en todos los mamíferos,
incluyendo los humanos.

El primero en desarrollar una teoría de apego a partir de los conceptos que aportara la
psicología del desarrollo, con el objeto de describir y explicar porqué los niños se
convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros cuidadores, así
como los efectos emocionales que resultan de la separación, fue John Bowlby, quien
intentó mezclar los conceptos provenientes de la etología, del psicoanálisis y de la
teoría general de los sistemas (Fonagy, 2004; Oliva, 2004; Girón, Rodríguez y
Sánchez, 2003) para explicar el lazo emocional del hijo con la madre ( Aizpuru, 1994).

El modelo propuesto por Bowlby se basa en la existencia de cuatro sistemas de


conducta relacionados entre sí: el sistema de conductas de apego, el sistema de
exploración, el sistema de miedo a los extraños y el sistema afiliativo (Oliva, 2004;
Girón, Rodríguez y Sánchez, 2003).

Bowlby (1993, pp, 60) definió la conducta de apego como “cualquier forma de
comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con
respecto a otro individuo diferenciado y preferido. En tanto que la figura de apego
permanezca accesible y responda, la conducta puede consistir en una mera
verificación visual o auditiva del lugar en que se halla y en el intercambio ocasional de
miradas y saludos. Empero, en ciertas circunstancias se observan también
seguimiento o aferramiento a la figura de apego, así como tendencia a llamarla o a
llorar, conductas que en general mueven a esa figura a brindar sus cuidados”.

Teniendo en cuenta esta premisa y apoyándose en las investigaciones sobre


plasticidad cerebral, que han puesto en evidencia que durante los primeros años de
vida tiene lugar un proceso de desarrollo muy importante, Botella (2005) cita unos
principios básicos:

 Todos los animales, incluidos los de la especie humana, buscan la protección y


cuidado de sus padres cuando experimentan peligros y amenazas.
 Esta búsqueda de protección tiene un papel evolutivo de supervivencia
fundamental (Hofer, 1995).
 En general, la figura de apego es la madre y rápidamente se genera una clara
preferencia hacia ella (Fonagy, 2004; Del Barrio 2002; Belsky, 1999).
 En los bebés, el malestar que conduce a la búsqueda de apego también puede
ser provocado por el hambre, la sed y/o el dolor físico.
 El sistema conductual de apego no es único, sino que forma parte de un
conjunto en el que figuran también la exploración, el cuidado y el apareamiento
(Aizpuru, 1994).
 El sistema de apego tiene una función homeostática al contribuir a mantener el
equilibrio entre las conductas exploratorias y las de proximidad.

A esta contribución Girón, Rodríguez y Sánchez (2003) añaden lo siguiente: cuando se


desarrolla una relación de apego saludable, se satisfacen las necesidades físicas y
psíquicas del niño y éste desarrolla un sentimiento de seguridad. La experiencia de
que la figura de apego (el cuidador) es accesible y responderá si se le pide ayuda,
suministra un sentimiento de confianza que facilita la exploración tanto del mundo
físico como del social (Bowlby, 1990).

Algunas características de las conductas son:


 La conducta del apego se establece hasta el final del primer año de vida. Esta
se basa en la capacidad de su figura de apego de responder en forma sensible
y accesible a sus señales y necesidades (Bowlby, 1989).
 Una vez desarrollada tiende a persisitir a lo largo de la vida, demostrándose en
estudios longitudinales que las pautas de apego desarrolladas en la primera
infancia se mantiene hasta la edad adulta en cerca de un 80% de los casos
(Bowlby, 1989).
 El desarrollo del apego seguro le permite al niño utilizar a su cuidador como
una base segura, lo que permite explorar el mundo con la certeza de que
cuando se sienta angustiado o temeroso pueda acudir a su figura de apego
para reconfortarse.
 Transmisión transgeneracional: los estilos de apego continúan a lo largo del
ciclo vital y a través de las generaciones. La evaluación del apego en la madre
y en sus hijos tiene una concordancia del 75% aproximadamente (Fonagy,
1999).

Bowlby planteó el apego como un sistema conductual, cuyos elementos funcionan par
asegurar el fin último del sistema, es decir, el logro de la proximidad de la figura del
apego cuando el individuo se siente el peligro o experimenta malestar. Este sistema
conductual está constituido por tres elementos perfectamente diferenciados:

 Estilos de apego: aquellas conductas que el niño utiliza para conseguir el fin,
por ejemplo el llanto, la locomoción y la sonrisa.
 Los modelos de trabajo interno: imagen en que el niño desarrolla acerca de
si mismo y de los accesible y disponible que se encuentra su figura de apego y
la valoración que tiene el niño acerca de sí en su relación con esa figura.
 Sentimientos: grado de seguridad experimentado por el niño cuando se
encuentra próximo a la figura de apego y malestar relacionado con las
separación de ella.

ESTILOS O PARONES DE APEGO:

Estudios observacionales multiculturales identificaron tres estilos o patrones de apego,


los cuales están basados en laforma de interacción entre el niño y su figura de apego
cuando éste se encuentra angustiado, a partir de una situación de laboratorio de
separación y reencuentro llamada “Situación Extraña” (Ainswotrb, M., 1967, 1978).

Su distribución y característica de acuerdo a los estudiso corresponde a:

1. Inseguro - Evitativo (patrón A):


Corresponde al 20% de la población. Niños con experiencias predecibles, pero
predominantemente de rechazo en relaión con su figura de apego. Exhiben un
aparente desinterés ante la separación y reencuentro con su cuiddor durante
episodios de angustia y que tienen poca confianza en que serán ayudados
debido a que sienten un constante rechazo a partir de su figura de apego.
Evitan este rechazo concentrándose en el juego, en una forma aparentemente
despreocupada desd los afectos. Cuando la figura se aleja o vuelve no
muestran sufrimiento o necesidad de proximidad.
2. Apego seguro ( patrón B):
su frecuencia alcanza aproximadamente al 66% de la población. Estos son
niños con experiencias confiables de apego. Tienen figuras de apego sensibles
que responden asertiv y rápidamente antes sus necesidades. Poseen la
certeza de que cuando se sienten angustiados o temerosos su figura de apego
será accesible a ellos y podrá reconfortarlos. Frente a la separación pueden
demostrar su sufrimiento en forma abierto, pero al reencontrarse con su figura
de apego ésta es capaz de consolarlos fácilmente y posteriormente pueden
volver a jugar y explorar.
3. Inseguro – Ambivalente (patrón C):
Se da en el 12% de la población. Niños con experiencias que no han podido
prever en relación a sus figuras de apego, la cual muchas veces es
extremadamente sensible a sus necesidades y mientras que en otros
momentos es totalmente insensible. Responden a la separación con angustia
intensa y frente al reencuentro muestra expresión de prtesta, enojo y
resistencia. No tiene expectativa de confianza respecto al acceso y respuesta
de sus cuidadores.

4. Desorganizado – desorientado (patrón D):


Este patrón fue descrito posteriormente en 1995 por Mary Main. Corresponde a
un 15 – 35% de los niños, según el tipo de población. Alcanza un 80% en niños
que han sufrido abuso o maltrato, niños cuyos padres han tenido conductas de
negligencia o cuyos padres no han elaborado sus propios procesos de duelo.
Después de la separación estos niños no son capaces de desarrollar una
estrategia de afrontemiento organizada. En el reencuentro, muestran
comportamientos desintegrados tales como movimientos estereotipados,
rigidez, congelamiento y expresiones de miedo hai lal figura parenteral.

FACTORES QUE INFLUYEN EN EL DESARROLLO DE UN APEGO SEGURO:

Existen factores del cuidador, del niño y del ambiente.

 Factores del cuidador:


- La calidad del vínculo: se ve afectado por el grado de sensibilidad del
cuidador para captar las señales del niño. Los niños seguros tienen
cuidadores que les atienden rápidamente cuando se encuentran molestos,
que les proporcionan una estimulación apropiada, que mantiennen con
ellos una interacción sincrónica y ajustada y que se muestran calidos,
implicados y responsivos. Los niños evitativos tienen cuidadores poco
sensibles a sus necesidades, y las madres de niños ansiosos están
disponibles sólo en algunas ocasiones.
- Personalidad de la madre: madres de niños seguros son autónomas, no
agresivas, con buena disposición a la maternidad. (Maslin y Bates, 1983).
Se describen como autoconfiadas, independientes, optimistas y afectuosas.
Los hijos de mdres con elevadas puntiuaciones de ansiedad en etapa
prenatal, desarrollan con bastante probabilidad apegos inseguros a los
doce meses. (Del Carmen y col, 1993).
-Depresión materna: hijos de madres deprimidas tienen a mayor
probabilidad de desarrollar apegos inseguros, debido a la disminución de la
sensibilidad materna y de la interacción de ambos.
 Factores del niño:
- Temperamento: y por sobre todo, la emocionalidad, puede provocar en los
cuidadores pautas de crianza poco sensibles. Cuando el bebé es percibido
por los cuidadores desde los primeros meses como difícil, hiperactivo y con
tendencia al malestar, tiene menos probabilidad de recibir cuidados
sensibles.
- Presencia de una discapacidad: puede influir en la seguridad del apego,
observándose entre los distintos estudios, un menor porcentaje de apegos
seguros en este tipo de niño, aunque esta diferencia no es
estadísticamente significativa. Según estos estudios además se observa
que los padres que logran aceptar la condición de su hijo desarrollan con
mayor frecuencia apegos seguros (Van Ijzendoorn, 1992).
- Prematuridad: los estudios acerca del desarrollo del apego en recién
nacidos prematuros han demostrado que la prematurez como tal no
aumenta la probabilidad del desarrollo de apegos enseguros y que son los
factores maternos los que tienen mayor importancia en estos casos para el
desarrollo de patrones de apego seguros (Cox S, 2000).

IMPLICANCIAS SICOLOGICAS Y SOCIALES DEL APEGO:

Los estudios acerca de los estilos de apego han evidenciado la existencia de una
relación entre éstos y características sicológicas y sociales de los individuos, así como
además una relación entre los estilos de apego alterado y la presencia de maltrato
infantil.

Estilos de apego y Sicopatología

A través de numerosos estudios se ha observado una asociación entre los distintos


estilos de apego y la presencia de sicopatología dentro de la cual se encuentran los
trastornos de ansiedad, depreseión y el trastorno limítrofe de personalidad (Meyer,
Pilkonis, Proietti, Heape, y Egan, 2001; Bifulco;Moran, Ball. Y Bernazzani, 2002;
Gerlsma, y Luteijn, 2000 citados en Valdés N, 2002).

El estilo de apego ansioso se ha asocciado experiencias traumátics sin resolver,


trastornos afectivos o trastornos de personalidad obsesivo-compulsiva, histriónic,
limítrofe o esquizoide.

El estilo de apego evitativo tiene mayor riesgo de desarrollo de problemas de


conducta, abuso de sustancias, trastorno de personalidad narcisista o antisocial,y
rasgos paranoicos de la personalidad.

Estilos de apego y procesos cognitivos

Investigaciones que han dirigido su atención a la relación entre los distintos stilos de
apego y diferentes formas de buscar y procesar información, han evidenciado que los
individuos con estilo de apego seguro son capaces de relalizar una búsqueda activa
de información, se muestran abiertos a la nueva informción, poseen estructuras
cognitivas fexibls que le permiten adaptarse adecuadamente a los cambios del
ambiente, a plantearse objetivos realistas, a evitar los pensamientos irracionales, a
tener expectativas positivas acerca de las relaciones con los otros y a confiar más en
ellos (Gayó R, 1999; Valdés N, 2002). A su vez, los individuos con estilos de apego
evitativo y ansioso tienen estructuras cognitivas más rígidas, los primeros rechazan la
información que pudiese crearles confusión y los segundos aunque desean acceder a
la nueva información presentan intensos conflictos que los llevan a alejarse de ella
(Mikulincer M, 1997 citado en Gayó R, 1999).

Estilos de apego y Maltrato Infantil

Desde la teoría del apego, el maltrato infantil es conceptualizado como un fenómeno


que afecta, fundamentalmente, a las relciones que mantiene un menor maltratado con
sus cuidadores y que se caracteriza por una experiencia de cuidados poco adecuados
para el desarrollo normal de las personas (Ciccheti, 1998).

Desde esta teoría se supone pues, que la relación afectiva que en la infancia se
establece con los cuidadores, proporciona el prototipo de las relaciones afectivas en
etapas posteriores a través de las representaciones mentales que los niños van
formando y que incluyen tanto los recuerdos de la relación, el concepto de la figura de
apego y de sí mismo y las expectativas sobre la propioa relación.

Una historia infantil caracterizada por l rechazo, la desatención y la falta de apoyo


afectivo puede influir entonces, en la transmisión transgeneracional del maltrato
infantil, a través de la influencia que ejercen los modelos internos de apego.

EL APEGO EN LA ADOLESCENCIA

Nacida en los años 50 para explicar las relaciones que se establecen en la infancia
entre el niño y sus cuidadores durante la primera infancia, la teoría del apego ha ido
expandiéndose en las últimas décadas, tanto a la compresión de otro tipo de
relaciones (hermanos, amigos, pareja) como a etapas evolutivas posteriores. Una de
estas etapas es la adolescencia, momento de profundas transformaciones cognitivas,
emocionales y sociales que van a tener una repercusión directa sobre el significado y
expresión de los procesos de apego. Así, el surgimiento del pensamiento formal va a
poner a disposición del adolescente una potente herramienta cognitiva que le va a
permitir razonar con una mayor complejidad sobre sus relaciones con las figuras de
apego, ya sea para pensar en alternativas, compararlas con otras figuras o
desidealizarlas y contemplarlas de forma más realista (Allen, 2008). Es en este periodo
cuando el sistema de apego podrá ser considerado como una organización global,
única e integrada surgida a partir de la reflexión sobre las experiencias relacionales
previas, que mostrará estabilidad y que predecirá el comportamiento del adolescente
dentro y fuera de la familia.

Estos avances hacen posible acceder a los modelos representaciones de las


relaciones de apego mediante procedimientos de evaluación diferentes a los usados
en la infancia, que estaban centrados en la observación de la conducta del niño y su
cuidador principal en una situación experimental. A partir de la adolescencia los
métodos empleados tratan de capturar los modelos cognitivos de las relaciones y
consideran al apego como un constructo intrapsíquico característico del sujeto. El
Adult Attachment Interview (AAI) es el instrumento más utilizado, y consiste en una
entrevista, muy parecida a la usada con adultos, en la que se pregunta al sujeto por el
recuerdo de las experiencias de apego durante su infancia, así como su valoración de
estas experiencias. No se trata de evaluar las experiencias objetivas del sujeto sino la
interpretación y elaboración que hace de las mismas y la regulación del afecto
suscitado al rememorar recuerdos que pueden tener una importante carga emocional.
A través de este procedimiento se obtienen tres tipos distintos de modelos o estados
mentales en relación al apego: sujetos seguros o autónomos, sujetos preocupados,
que son los equivalentes a los inseguros ambivalentes, y sujetos autosuficientes o
evitativos (dismissing). Algunos estudios encuentran una cuarta categoría: sujetos no
resueltos, que serían el equivalente del apego inseguro desorganizado/desorientado.
Además del AAI, existen algunos cuestionarios que bien preguntan al adolescente por
el recuerdo del trato recibido de sus padres en la infancia, como sería el caso del
Parental Bonding Instrument (Parke, et all, 1979), o bien lo hacen sobre las relaciones
actuales con los iguales o, sobre todo, con la pareja (Brennan, et all, 1998; Hazan y
Shaver, 1987; Bartholomew y Horowitz, 1991), por considerar que las relaciones
románticas pueden ser interpretadas como genuinas relaciones de apego. Mientras
que el AAI se centra en aspectos menos conscientes de los modelos
representacionales de apego (estados de mente), estos cuestionarios evalúan
aspectos más conscientes, incluyendo actitudes, sentimientos y conductas referidos a
relaciones íntimas específicas (McElhaney, et all, 2009).

Distanciamiento de los padres y búsqueda de autonomía

Tal vez sea éste uno de los procesos evolutivos sobre los que existe mayor evidencia
empírica, pues disponemos de abundantes datos que indican una disminución durante
la adolescencia de la cercanía emocional, las expresiones de afecto (Collins y
Repinski, 2001), la cantidad de tiempo que padres e hijos pasan juntos (Larson, et all,
1996) y un aumento de la necesidad de privacidad (Steinberg y Silk, 2002). La
comunicación también suele experimentar un ligero deterioro en torno a la pubertad,
ya que en esta etapa chicos y chicas hablan menos espontáneamente de sus asuntos,
las interrupciones son más frecuentes y la comunicación se hace más difícil (Parra y
Oliva, 2007). Por otra parte, las discusiones y conflictos entre padres e hijos pasan a
formar parte de la vida cotidiana en familia, especialmente durante la adolescencia
temprana (Collins y Steinberg, 2006).

Algunos estudios que han analizado los procesos de apego durante la adolescencia
también 56 A. OLIVA DELGADO / ACCIÓN PSICOLÓGICA, julio 2011, vol. 8, n. o 2,
55-65. ISSN: 1578-908X han encontrado indicadores claros de este distanciamiento,
aumentando con la edad el número de adolescentes que expresan más sentimientos
de rechazo y menos manifestaciones de afecto positivo cuando hablan acerca de las
relaciones con sus padres en el AAI (Ammaniti, et all, 2000; Scharf, Mayseless, y
Kivenson-Baron, 2004). Todos estos procesos no son sino consecuencias de la
búsqueda de autonomía por parte del chico o la chica adolescente, y reflejan el
choque entre la necesidad de apoyo parental en un momento en el que tienen que
afrontar muchas tareas evolutivas, y la exigencia de exploración que requiere la
resolución de dichas tareas. El adolescente ha de alcanzar un equilibrio entre dichas
necesidades, que no son sino la continuación, en un nuevo escenario, de la pugna
entre los sistemas de apego y exploración. Al igual que ocurría con los niños pequeños
en la Situación del Extraño, los adolescentes mostrarán una mayor tendencia a la
exploración cuando sientan que sus padres están disponibles y les muestran su
apoyo. De hecho, y aunque chicos y chicas aumentan sus conductas exploratorias y
reducen las manifestaciones abiertas de apego en su tránsito a la adolescencia, la
mayoría disfrutan de relaciones cálidas y estrechas con sus padres, necesitan su
respeto y aprecio, y en condiciones de estrés tornan a sus padres, que continuarán
siendo importantes figuras de apego, incluso durante la adultez emergente (Delgado y
Oliva, 2011; Scharf y Mayselles, 2007). También es de esperar que aparezcan
diferencias individuales en la forma en que el adolescente resuelve la tarea de
distanciarse emocionalmente de sus padres, que puede resultar más complicada en el
caso de aquellos chicos y chicas con modelos de apego inseguro. De hecho, uno de
los hallazgos más consistentes de la literatura empírica es que los adolescentes con
modelos de apego seguro manejan los conflictos con sus padres implicándose en
discusiones en las que ambas partes tienen la oportunidad de expresar sus
pensamientos, y que tratan de encontrar soluciones a sus desacuerdos mediante
fórmulas que equilibren sus necesidades de mayor autonomía con esfuerzos por
preservar una buena relación con sus padres (Allen, 2008).

Es probable que en estas familias el proceso sea menos problemático porque estos
chicos y chicas tienen la confianza de que a pesar de los desacuerdos la relación con
sus padres se mantendrá intacta, ya que es más fácil y seguro discutir con los padres
cuando se sabe que se podrá seguir contando con ellos (Scharf y Mayselles, 2007).
Algunos estudios han encontrado que estos padres suelen mostrar una mayor
sensibilidad ante los estados emocionales de sus hijos, bien porque esta sensibilidad
parental sea un predictor de la seguridad en el apego, bien porque estos adolescentes
seguros comunican a sus padres sus estados emocionales de forma más frecuente y
precisa (Allen et al., 2003; Becker- Stoll, Delius, y Scheitenberger, 2001). En definitiva,
parece evidente que la seguridad en el modelo de apego favorece un distanciamiento
de los padres más saludable, por lo que no es extraño que estos adolescentes
muestren un mejor ajuste a la tarea evolutiva de abandonar el hogar para asistir al
college (Bernier, et all, 2005). Sin embargo, el distanciamiento emocional de los
padres puede resultar especialmente estresante en aquellas familias con adolescentes
inseguros. En estos casos la búsqueda de autonomía puede ser experimentada como
una amenaza para la autoridad paterna o materna y para la relación parento-filial, y
tanto los adolescentes como sus padres pueden verse abrumados por la fuerte carga
afectiva suscitada por sus conflictos y desacuerdos (McElhaney et al., 2009). Cuando
se trata de adolescentes evitativos o autosuficientes, será más frecuente que las
discusiones se resuelvan de forma poco productiva y que tiendan a evitar soluciones
negociadas, siendo la retirada del conflicto la estrategia más frecuente. Así, la menor
implicación afectiva con las figuras de apego que suelen mostrar estos sujetos será un
hándicap para la resolución de la tarea de renegociar las relaciones parento-filiales, y
más que reajustar la relación para atender sus nuevas necesidades de autonomía a la
vez que se mantiene un vínculo positivo, estos chicos y chicas tenderán a rechazar y
cortar la relación con sus padres (Allen y Land, 1999). En cuanto a los sujetos
preocupados, será más frecuente la implicación en discusiones muy intensas e
improductivas que terminan miA. OLIVA DELGADO / ACCIÓN PSICOLÓGICA, julio
2011, vol. 8, n. o 2, 55-65. ISSN: 1578-908X 57 nando la autonomía del adolescente.
Por otra parte, estos sujetos tienden a sobredimensionar los problemas en sus
relaciones familiares, al menos por encima de lo que suelen percibir sus propios
padres o los iguales. Estas dificultades suelen mantenerse a lo largo de toda la
adolescencia, lo que suele entorpecer la resolución de algunas tareas relacionadas
con la autonomía personal. En este caso, más que rechazar a sus cuidadores pueden
permanecer excesivamente atados a ellos, de ahí las dificultades que experimentarán
en el logro de la autonomía (Allen y Land, 1999). Evidentemente, no es fácil
determinar el sentido de la influencia entre los modelos de apego del adolescente y
sus relaciones familiares, ya que si bien es posible que estos modelos construidos a lo
largo de la infancia afecten a las relaciones familiares presentes y a la resolución de
tareas relativas al logro de autonomía, también es más que probable que las pautas de
interacción establecidas con sus padres durante la adolescencia predigan cambios en
los modelos de apego previamente establecidos.

Apego y relaciones con los iguales

El distanciamiento con respecto a los padres suele ir emparejado a una mayor


vinculación con los iguales, ya que estas relaciones irán ganando en intimidad,
reciprocidad y apoyo emocional hasta convertirse de forma gradual en auténticas
relaciones de apego que cumplirán muchas de las funciones que anteriormente
asumían los padres (Collins y Laursen, 2000). Así, la evidencia empírica indica que
declina la percepción de los padres como principal fuente de apoyo mientras que
aumenta el apoyo recibido de los amigos (Collins y Steinberg, 2006). A partir de la
pubertad los iguales desempeñan un importante papel a la hora de proporcionar
sentimientos de seguridad y de ayudar a regular el estrés en situaciones de dificultad.
Algunas características propias de las relaciones de apego, como la búsqueda de
proximidad y de apoyo emocional, están presentes en las relaciones de amistad.
Además, chicas y chicos, se sentirán más seguros y confiados a la hora de afrontar
situaciones nuevas, como el inicio de las relaciones de pareja, cuando lo hacen en
compañía de un buen amigo (Scharf y Mayseless, 2007). En un estudio realizado por
Zeifman y Hazan (2008) sobre niños y adolescentes, se observó que de los cuatro
componentes del apego (búsqueda de proximidad, apoyo emocional, ansiedad ante la
separación y base segura), durante la adolescencia los iguales iban asumiendo un
papel fundamental en los dos primeros, mientras que padres y madres continuaban
aún siendo figuras importantes en los dos restantes. Este cambio supone una
transformación de la relación de apego jerárquica propia de la niñez, en la que el niño
recibe cuidados de sus padres, a una relación horizontal, en la que ambos dan y
reciben cuidados, y que estará marcada en sus inicios por una excesiva dependencia
emocional de los iguales (Hartup, 1993). Como han encontrado numerosos estudios,
los inicios de la adolescencia suelen estar caracterizados por un aumento de la
conformidad ante la presión del grupo, lo que en algunos casos puede resultar
disfuncional y llevar al adolescente a una mayor implicación en algunos
comportamientos de riesgo (Brown, et all, 1986) . Los esfuerzos que el niño realizaba
para conseguir la aprobación de sus padres serán sustituidos tras la pubertad por los
intentos de agradar a los iguales, ya que las necesidades de apoyo no cambian
demasiado pues sólo lo hacen las figuras que lo proporcionan. Como han señalado
Scharf y Mayseless (2007), este proceso normativo de acercamiento al grupo de
iguales cumple tres funciones diferentes. En primer lugar ayuda al adolescente a
relajar los lazos con los padres y a conseguir cierta autonomía emocional. En segundo
lugar, es una experiencia en relaciones igualitarias que le va a preparar el camino para
el comienzo de las relaciones de pareja. Y, en tercer lugar, va a suponer una
diversificación de la inversión emocional en distintas figuras de apego, lo que puede
resultar muy útil en situaciones de estrés en que algunas de estas figuras pudieran no
estar disponibles. Los modelos de apego construidos en la infancia también van a
guardar relación con los vínculos que el adolescente establezca con los compañeros.
Es importante la evidencia empírica que ha hallado relación entre la seguridad en el
apego y la competencia mostrada en las relaciones con los iguales. Así, algunos
estudios encuentran que los adolescentes con modelos seguros se muestran más
cómodos en las interacciones afectivas íntimas propias de las relaciones de amistad
(Allen et al., 2007; Sroufe, et all, 2005), probablemente porque estos sujetos suelen
manejar mejor sus reacciones emocionales en situaciones estresantes. Aunque
algunos investigadores han sugerido que la seguridad en el apego es más
determinante del funcionamiento en relaciones íntimas que en relaciones con iguales
menos cercanos afectivamente, existen datos que apoyan la influencia de seguridad
del adolescente con medidas globales de competencia social tales como la
popularidad y la aceptación social (Allen et al., 2007).

En cambio, los adolescentes con modelos inseguros evitativos suelen mostrar una
comunicación distorsionada y unas expectativas negativas con respecto a los demás
que les crean problemas en el funcionamiento social (Cassidy, et all, 1996). Además,
su malestar en las relaciones interpersonales les llevará a mantenerse alejados
emocionalmente de aquellos iguales que podrían llegar a ser amigos íntimos, por lo
que suelen ser evaluados como más hostiles y distantes (Larose y Bernier, 2001).
Cuando se trata de chicos o chicas ambivalentes o preocupados, los resultados son
menos contundentes. Por una parte, su interés por la intimidad y la búsqueda de
apoyo hará que presenten un mejor desempeño social que los autosuficientes. Pero,
por otra parte, les predispondrá a sentirse muy ansiosos acerca de cómo actuar en las
relaciones íntimas y sobre la disponibilidad y apoyo de los demás. Por ello, aunque
estos adolescentes muestran una orientación hacia los demás y mucho interés por las
relaciones sociales, su excesiva ansiedad les llevará a un pobre desempeño en ellas
(SeiffgeKrenke, 2006).

Relaciones de pareja

Aunque existen diferencias individuales, la mayoría de las chicas y chicos empiezan a


tener sus primeras citas en la adolescencia temprana. Como Ainsworth (1989) había
señalado, los cambios hormonales y cognitivos propios de la pubertad impulsan al
adolescente a la búsqueda de una relación con un igual, generalmente de su mismo
sexo y edad, en la que estarán implicados los sistemas reproductivos y de apego.
Estas primeras relaciones de pareja son muy importantes para la vida social y
emocional de chicos y chicas, pues en ellas aprenden a interactuar con personas de
distinto sexo, se divierten, obtienen satisfacción sexual y mejoran su prestigio ante el
grupo de iguales, sobre todo cuando son vistos con una pareja muy deseable. Por ello,
no es extraño que para sus primeras citas, chicos y chicas prefieran parejas que
tengan mucho prestigio y sean muy valoradas por sus compañeros. Furman y Wehner
(1994) argumentaron que las relaciones de pareja durante la adolescencia pueden
servir para satisfacer cuatro tipo de necesidades: sexuales, de afiliación, de apego y
de dar y recibir cuidados. Sin duda, las primeras relaciones que establecen los
adolescentes servirán para colmar fundamentalmente las necesidades sexuales y las
afiliativas (compañía y diversión), pero, en la medida en que vaya transcurriendo la
adolescencia estas relaciones serán más estables, y la pareja irá ascendiendo en la
jerarquía de figuras de apego. Así, durante la adolescencia tardía y la adultez
temprana las relaciones de pareja empezarán a satisfacer necesidades de apoyo y de
cuidados (Scharf y Mayseless, 2001). De acuerdo con algunos autores (Scharf y
Mayseless, 2007), la creación de un vínculo estable con una pareja sexual, que
reemplace definitivamente a los padres a la cabeza de la jerarquía de figuras de
apego, sería la meta final del curso evolutivo del sistema de apego. Es cierto que si
bien la formación de vínculos de apego con los cuidadores en la infancia resulta
fundamental para la supervivencia del individuo, su importancia parece disminuir en la
adolescencia y adultez. Existen datos abundantes que indican que las personas que
disfrutan de relaciones de pareja estables y satisfactorias viven más y muestran un
mayor bienestar, y que la función protectora de estas relaciones de apego se mantiene
tras la pubertad. Sin embargo, también resulta evidente que su importancia para la
supervivencia es menor que en la infancia (Diamonds y Hicks, 2004).

De forma similar a lo que ocurría con las amistades íntimas, estas relaciones
románticas van a verse influidas por el tipo de apego establecido con los padres.
Según esta línea de investigación, las diferencias individuales en el establecimiento de
relaciones de pareja estarán muy determinadas por el modelo representacional
construido a partir de las experiencias infantiles. En efecto, las relaciones de pareja
guardan mucha similitud con las relaciones entre madre e hijo, en el sentido de que se
trata de relaciones muy íntimas y con contactos físicos estrechos. No obstante, no hay
que olvidar que las relaciones de pareja muestran otras características como la
colaboración, la afiliación, o las interacciones simétricas, que no están presentes en
las relaciones del niño con sus padres. Así, aunque el modelo representacional de la
relación con los padres constituya la principal contribución al establecimiento de
relaciones íntimas, las relaciones de amistad también harán su aportación. Además, la
experiencia del chico o chica en estas relaciones románticas irán modificando
continuamente los modelos representacionales construidos. Por ejemplo, aunque un
chico tenga una relación de apego seguro con sus padres, si es rechazado
repetidamente en sus relaciones de pareja, difícilmente podrá seguir manteniendo la
seguridad en los vínculos. Lo contrario también será posible, una chica que haya
construido un modelo inseguro a partir de sus experiencias infantiles podrá evolucionar
hacia un modelo seguro si encuentra en sus relaciones de pareja el apoyo emocional y
la sensibilidad hacia sus necesidades que estuvieron ausentes en su relación con los
progenitores. Al igual que ocurría en las relaciones de amistad, serán los adolescentes
con modelos de apego seguro quienes tendrán más facilidad para el establecimiento
de relaciones románticas. Algunos estudios observacionales de parejas en interacción
indican que los sujetos seguros se implican en intercambios más positivos, ofrecen
más apoyo emocional, aceptan más el contacto físico, muestran más satisfacción y
compromiso y tienen menos conflictos. Además, tienden a emparejarse con otros
sujetos con apegos seguros (Simpson, 1999). Mientras que los sujetos inseguros
ambivalentes o preocupados mostrarán mucha ansiedad en las relaciones que les
llevará a manifestar mucha inseguridad y celos injustificados, los adolescentes
evitativos o autosuficientes tenderán a rehuir el compromiso emocional y a mostrarse
fríos y distantes en sus relaciones de pareja, mostrando también una iniciación sexual
más precoz y una mayor promiscuidad. Como algunos autores han sugerido, la
continuidad que se observa entre el apego en la infancia y estos comportamientos
sexuales puede obedecer a que esta autosuficiencia resulta más adaptativa en
contextos y situaciones difíciles, y habría una continuidad entre el establecimiento de
un apego inseguro evitativo, una pubertad e iniciación sexual precoces, y unas
estrategias reproductivas cuantitativas, caracterizadas por la promiscuidad (Belsky,
1999).

EL APEGO EN LOS ADULTOS

Se ha encontrado que la frecuencia de los tipos de apego es diferente en la edad


adulta, así en adultos nos encontramos con un patrón evasivo (o evitativo) en un 25%
de los casos, un apego seguro en un 53% y uno ansioso (o ambivalente) en un 18%.

Las teorías del apego parten de la propensión de los seres humanos a formar fuertes
lazos afectivos con personas determinadas. Para Bowlby, el apego es una conducta
instintiva, activada y modulada en la interacción con otros significativos a lo largo del
tiempo (Bowlby, 1969/1982, 1973, 1980). Por apego se entiende el lazo afectivo que
se forma entre el niño y su figura materna (Ainsworth, 1978). Este vínculo se infiere de
una tendencia estable a lo largo del tiempo de buscar proximidad y contacto con esa
figura específica.

Bowlby define el apego como un sistema de control, es decir, un mecanismo que


adapta la conducta a la consecución de fines determina-dos por las necesidades del
momento. Así, el deseo del niño de proximidad o contacto con la figura de apego no es
constante, sino que depende de factores tanto endógenos como exógenos (p. ej.,
miedo del niño, o situaciones potencialmente peligrosas). Si el niño se siente
amenazado, buscará la seguridad que le brinda la proximidad de su figura de apego; si
no, se dedicará a explorar el ambiente. A través de contactos sucesivos con el mundo
exterior y de la consecuente capacidad de respuesta o disponibilidad de las figuras de
apego, el niño construye modelos internos (conocidos como internal working modelso
modelos internos activos) del mundo y de las personas significativas dentro de él,
incluido él mismo, cada vez más complejos (Bowlby, 1969/1982, Bretherton, 1985,
Main, Kaplan, y Cassidy, 1985, Bretherton y Munholland, 1999). Los modelos internos,
una vez organizados, tienen tendencia a operar de forma automática, es decir, fuera
de la conciencia. Además, toda nueva información recibida es asimilada a estos
modelos preexistentes. Por estas dos razones, los modelos internos tienen tendencia
a la estabilidad, aunque pueden ser modificados en determinadas circunstancias (para
más información, ver Yárnoz y Páez, 1993, 1994). A lo largo de la infancia, existe una
organización piramidal de las figuras de apego, en la cúspide de las cuales está
normalmente la madre, si bien los niños se apegan también al padre (Yárnoz, 1993), a
los hermanos, o a otras figuras, tales como abuelos o cuidadores. A medida que el
niño va creciendo, van tomando importancia figuras externas al grupo familiar, tales
como amigos, pareja, hasta que en la edad madura se cierra el círculo, y son los
propios hijos los que pasan a ser figuras de apego para el sujeto (para una revisión de
la importancia de las distintas figuras de apego a lo largo del ciclo vital, ver López
1993). La conducta de apego se forma a lo largo del primer año de vida del individuo.
Durante la adolescencia y la vida de adulto, ocurren di-versos cambios en ella,
incluidas las personas a las que va dirigida, pero debemos decir que el apego es una
conducta que se mantiene activa a lo largo de todo el ciclo vital (Ainsworth, 1989,
Bowlby, 1988). Basándose en ello, a mediados de los años 80 diversos investigadores
comenzaron a aplicar las clasificaciones del tipo de apego utiliza-das en la infancia
seguro, ambivalente y evitativo al mundo de los adultos: Main y sus colaboradores
desarrollaron la Entrevista de Apego para Adultos (AAI, George, Kaplan y Main,
1985/1996), una entrevista semiestructurada que permite evaluar el estado mental de
los adultos con respecto al apego, y que permite predecir con una exactitud del 80%
(Van Ijzendoorn, 1995) el tipo de apego de los hijos medido con el procedimiento
habitual en la infancia, la Situación Extraña (Ainsworth, 1978). Hazan y Shaver (1987,
1990) aplicaron las teorías y métodos del apego al estudio del amor romántico en
adultos y a la evaluación de la seguridad sentida hacia la pareja como figura de apego.

En una reciente aportación, Bartholomew (1990) y Bartholomew y Horowitz (1991)


identificaron dos componentes dentro de los modelos internos activos antes descritos:
la imagen de los otros, relacionada con la evaluación de la figura de apego como
alguien disponible y en quien se puede confiar, y la imagen del self, o evaluación de
uno mismo como alguien que vale o no la pena y suscita, o no, el interés de los
demás. Desde este enfoque, el seguido por nosotros en el presente trabajo, se
distinguen cuatro tipos de apego: seguro, que aúna una idea positiva de sí mismo y
una idea positiva de los demás; evitativo-rechazante, con una idea positiva de sí
mismo y una idea negativa de los demás; preocupado, con una idea de sí negativa y
positiva de los demás; y evitativo-temeroso, con una idea tanto del self como de los
otros negativa (Figura 1)1. De esta disposición de los sujetos a lo largo de dos
dimensiones de intimidad y autonomía pueden deducirse diferentes estilos
relacionales que determinan la forma en que las personas percibirán a, e
interaccionarán con, personas significativas de su entorno. Una revisión de la literatura
existente sobre el tema apunta en el sentido de que las personas tienden a imitar los
patrones tanto cognitivos y emocionales como comportamentales de las fi-guras de
apego, lo cual es interpretado como una identificación con la figura de apego.
Teniendo en cuenta que durante la infancia y par-te de la adolescencia la primera
figura de apego suele ser generalmente la materna (Ainsworth, 1978), nuestra primera
hipótesis es que los su-jetos se identificarán más con las características de la figura
materna que con las de la paterna. A partir de la segunda parte de la adolescencia, las
figuras de apego cambian significativamente, adquiriendo los iguales una importancia
cada vez mayor, hasta suplantar a las figuras parentales (López, 1993). En este
sentido, creemos que los participantes en nuestra investigación se identificarán más
con sus iguales (pareja o amigos/as) que con sus padres. Asimismo, y teniendo en
cuenta la centralidad de la madre como figura de apego durante la infancia y el
momento actual de desarrollo evolutivo de los participantes en nuestra investigación
(transición de la adolescencia a la vida de adulto), esta identificación con los iguales se
realizará a un nivel similar al de la madre, aun-que posteriormente, y siguiendo la
teoría, sea superada por los iguales, y especialmente por la pareja, en su centralidad
como figura de apego. La autovaloración y la valoración de las personas del entorno,
es una característica distintiva de los cuatro tipos de apego (Bartholomew, 1990;
Bartholomew y Horowitz, 1991) Respecto a los padres Levy, Blatt, y Shaver (1998)
examinaron la relación entre los estilos de apego mencionados y las representaciones
de los padres, encontrando que los sujetos seguros tenían unas representaciones de
sus padres caracterizadas por la diferenciación, elaboración, benevolencia y no
punitividad. Las de los rechazantes estaban caracterizadas por un menor grado de
diferenciación y mayor punitividad y malevolencia, de forma relativamente similar a la
de los temerosos, mientras que los preocupados caracterizaban a sus padres como
punitivos y benevolentes a la vez. Nosotros hipotetizamos, siguiendo a Bartholomew y
Horowitz, que los sujetos con apego seguro se valorarán tanto a sí mismos como a las
personas cercanas (madre, padre, herma-no, hermana, pareja, amigo, amiga) de una
forma positiva, los sujetos con apego rechazan-te se valorarán a sí mismos de forma
positiva y a las personas cercanas de forma negativa, los sujetos con apego
preocupado se valorarán a sí mismos de forma negativa y a las personas cercanas de
forma positiva; y los sujetos con apego temeroso se valorarán tanto a sí mismos como
a las personas cercanas de forma negativa. Estas diferencias de valoración se verán
reflejadas en las distancias entre los elementos que representan al yo ideal y a los
otros ideales en la técnica de rejilla (Kelly, 1955).

ANTECEDENTES:

1. Observación del vínculo madre-hijo y su asociación con las


representaciones de los vínculos tempranos en madres adolescentes
primerizas.

Resumen: La hipótesis a contrastar en este estudio, propone la existencia de relación


entre las representaciones mentales inseguras de las madres acerca de sus vínculos
tempranos y el vínculo inseguro observado entre madre e hijo. La muestra utilizada
contempló 12 madres adolescentes entre 15 y 19 años de edad y sus respectivos hijos
cuyas edades fluctuaron entre los 3 y 6 meses

Resultados: Los resultados de la investigación corroboran la hipótesis de este estudio.


De esta manera, se encuentra asociación significativa entre la presencia de recuerdos
relacionados con la existencia de figuras cuidadoras que reaccionaban de manera
negativa en situaciones de dificultad en la infancia de las adolescentes, y la
observación de escasas vocalizaciones por parte de los hijos al momento de la
evaluación del vínculo madre-hijo. También se evidencia asociación entre las
reflexiones de las madres adolescentes, acerca de sus experiencias de vinculación
temprana y su actual rol de madre, y la presencia de evitación o excesos de miradas
de las madres hacia sus hijos. Una tercera asociación significativa involucra los
recuerdos de las adolescentes relativos a la evitación de la expresión emocional
durante la infancia, y la evitación o el excesivo contacto físico de las madres hacia sus
hijos durante el período de observación del vínculo madre-hijo.

Conclusión: En esta investigación se analizaron las variables Representaciones


Mentales de los vínculos tempranos y la variable vínculo Madre-hijo. Para esto, se
trabajó con entrevistas a madres adolescentes y observaciones del vínculo actual de
tales madres y sus hijos.
2. Vínculos de apego en niños víctimas de la violencia intrafamiliar.

Resumen: El objetivo de esta investigación fue describir los vínculos de apego que
establecen los niños víctimas de la violencia intrafamiliar activa y pasiva con las
personas de su ambiente más próximo. El estudio se realizó con una muestra de 27
niños, entre 9 y 12 años de edad, que viven en sectores socioeconómicamente en
desventaja de la ciudad de Barranquilla (Colombia). El método fue el de la Teoría
Fundada o Grounded Theory de Glasser & Strauss (1967), el cual contribuyó a
generar posturas a partir de la interpretación que los niños tenían de los vínculos de
apego que establecen con sus padres o cuidadores y otras personas de su entorno.
Se diseñó una entrevista semiestructurada, que contempló cuatro categorías de
análisis: Confianza, Comprensión de Sentimientos, Intimidad y Disponibilidad. Los
resultados permitieron determinar, en primer lugar, la presencia activa de diferentes
personas y contextos en la vida de estos niños trascendiendo el ámbito de la familia
nuclear. Estas figuras subsidiarias, abuelos, tíos, primos, hermanos (cumpliendo roles
parentales), amigos, vecinos y profesores, entre otros, son percibidos como personas
que contribuyen a la construcción de una imagen de sí mismos, les brindan afecto,
confianza y se preocupan por ellos, ayudando a mitigar así las carencias de base que
encuentran en una relación inadecuada con los padres. También se encontró que los
niños víctimas de la violencia activa perciben mayor inaceptación por parte de sus
cuidadores principales que los víctimas de la violencia intrafamiliar pasiva, hecho que
se relaciona con una marcada búsqueda de reafirmación de su valía en otras figuras,
sean estos sus amigos u otros adultos.

Resultados: El principal objetivo de esta investigación fue describir, desde la


perspectiva de la teoría del apego, las características de los vínculos que establecen
los niños víctimas de la violencia intrafamiliar activa y pasiva con las personas de su
ambiente más próximo, con miras a comprender mejor el problema y proponer
estrategias de prevención e intervención más precisas y eficaces en la familia y otros
espacios de socialización como son la escuela y la comunidad, para favorecer así el
establecimiento de vínculos de apego sanos y la transmisión de los mismos a futuras
generaciones.

Conclusiones: A partir de estos resultados, las estrategias de intervención directa con


los niños, en las familias, en las escuelas y en las comunidades deben estar
orientadas al fortalecimiento de los aspectos relevantes que se indican en cada una de
las categorías analizadas. De esta forma se propone:

- La conformación de grupos o redes de poyos de niños víctimas de la violencia


intrafamiliar activa y pasiva que participen de manera sistemática en programas
psisociales, que permitan el fortalecimiento de la autoestima, construcción del
concepto de sí mismo y, en particular, su aceptación como seres con fortalezas y
debilidades, dignos de ser amados. Temas como la expresión de sentimientos, la
regulación de las emociones y el manejo de conflictos deben ser incluidos en estos
programas de apoyo, para ofrecer así a los niños patrones de relación alternativos a
los que han vivenciado en su vida familiar.
- Activar en estas comunidades programas de Escuela de Padres que brinden
orientación y resocialización permanente a los principales cuidadores de estos niños
en su funciones de crianza. Impulsar la gestión socializadora de la escuela,
identificada como un entorno adecuado y generadora de confianza en los niños.

- Capitalizar las oportunidades de participación de los niños víctimas de la violencia


intrafamiliar en entidades y actividades que favorecen su autorrealización, como son
las instituciones deportivas, religiosas y ONG de orientación social.

3. El apego en padres divorciados:

Resumen: En un estudio realizado por Henry y Holmes (1998) (citado por Vargas, A;
Díaz, R y Sánchez, R., 2000) se evidencia la importancia del apego en las etapas
iniciales de la vida, pues parece que cuando niñas de padres divorciados vs. No
divorciados son evaluadas en términos de su apego, éstas se identifican más con un
estilo preocupado, miedoso, menos seguro y rechazante (en orden decreciente);
mientras que los niños se identificaron más con un estilo miedoso, preocupado, menos
seguro y rechazante, respectivamente. De igual forma, se ha evidenciado que en los
niños más pequeños, las circunstancias más dramáticas de los primeros momentos
pueden ser vividas con menos consciencia de drama y más normalidad si se
mantienen las rutinas de vida y la calidad de apego.(Trianes, 2000).

Arnold y Carnahan (1990) (citado por Trianes, 2000) señala tres grupos de estresores
más comunes asociados al divorcio del padre: perdida del acceso a los padres o a uno
de ellos; cambios en el entorno y condiciones de vida; hostilidades entre los padres e
intrusión del sistema legal en la familia. La pérdida de acceso en los niños pequeños
puede ser vivida con ansiedad de separación, mostrada con protestas, lloros,
búsquedas, enfados, llamando a mamá y otras respuestas de activación fisiológica.

Resultados: los resultados brindados en este escenario seria el desequilibrio


emocional del menor, en un futuro podrían afectar en su estilo de vida.

Conclusiones: La ruptura de una pareja genera cambios personales, económicos


sociales y familiares que en los niños y adolescentes nacidos de la unión conyugal se
relacionan con una probabilidad mayor de presentar problemas psicológicos
(Rodríguez, 2002).

4. Estilos de Apego y Agresividad en Adolescentes:

Resumen: Esta investigación de tipo transeccional descriptiva, con un diseño no


experimental, explora y describe el apego y la agresividad en adolescentes con
edades entre los 12 y 14 años, pertenecientes a una institución educativa de Caracas
Venezuela, mediante los datos obtenidos a través del Test Pata Negra de L. Corman,
el Test Psicodiagnóstico de Rorschach y una Entrevista Clínica. Los resultados
señalan prevalencia en los estilos de apego de base insegura. Se registraron mayores
puntuaciones en agresividad de contenido y movimiento agresivo, evidenciando
elementos intrapsíquicos agresivos y una identificación con los objetos agresivos en
general. Se halló que la escala de Agresividad (AG) se asocia significativamente con
los estilos de apego predominantes en la muestra.
Resultados: La agresividad presente en la muestra seleccionada, podría estar
explicada en parte por esta base insegura donde la afectividad se encuentra inhibida,
pues experiencias pasadas donde la madre o el principal cuidador no fue sensible a
las necesidades del niño, generan modelos operativos internos, que establecen que
probablemente al vincularse nuevamente ese otro no se comportará como una figura
responsiva, por lo tanto el adolescente se comporta de forma inhibida, para protegerse
psíquicamente de lo que probablemente anticipa como ausente. Esto coincide con lo
hallado por Gacono y Meloy (1997 c.p. Fernández, y Méndez, 1999) en una
investigación con 100 adolescentes con trastorno de conducta disocial, donde se
evidencia menor capacidad de apego y un gran deterioro en las relaciones objetales.

Conclusión: Las respuestas obtenidas en la entrevista clínica revelan que en la


muestra los vínculos familiares no son cercanos, se trata de relaciones en su mayoría
problemáticas.

Los adolescentes estudiados presentan dificultades en las relaciones interpersonales


que interfieren en el manejo adecuado de las tensiones cotidianas y ocasionan la
sobrecarga ideativa y emocional del sujeto.

5. Apego y satisfacción afectivo-sexual en la pareja

Resumen: Esta investigación se propone analizar, por una parte, la capacidad


predictiva de la historia afectiva en la seguridad del apego en la etapa adulta, y , por
otra, las relaciones existentes entre los patrones de apego, la expresión emocional, la
satisfacción sexual y el ajuste diádico en las relaciones de pareja. En el presente
estudio han participado 206 parejas de edades comprendidas entre los 19 y los 62
años con una media de 36.6 años. Las medidas de todas las variables se obtuvieron a
través de cuestionarios, que cada sujeto contestaba de manera individual y anónima.
Los resultados corroboraron cierta capacidad predictiva de la historia afectiva con los
progenitores sobre el nivel de seguridad del apego en la vida adulta, así como
importantes relaciones entre seguridad del apego, ajuste marital y expresividad
emocional en la pareja. Otro resultado interesante se refiere a las estrechas relaciones
obtenidas entre las variables de pareja y el nivel de seguridad del apego percibido en
el compañero/a.

Resultado: Antes de entrar en el análisis de resultados de las hipótesis planteadas,


tenemos que indicar que aproximadamente el 60% dela muestra convivían con su
pareja actual durante más de 8 años, y que no se encontraron relaciones significativas
entre el tiempo de convivencia y el resto de las variables estudiadas.

Conclusiones: Considerados en su globalidad los resultados del presente trabajo


avalan la relevancia de la teoría del apego a la hora de analizar las relaciones socio
afectivas en la etapa adulta.
AÑO BASES DE DATOS REVISTAS TÍTULO
2003 Us.es Revista de psicología “Vínculos de apego
social. Vol. 18 con los padres y
jun.2003 relaciones con los
iguales durante la
adolescencia”
2008 SciELO Clínica y Salud vol.19 “Teoría del apego y
no.1 Madrid abr. psicoanálisis”
/may. 2008

2010 GOOGLE Rev. Asoc. Esp. “El apego. Más allá


ACADEMICO Neuropsiq. vol.30 de un concepto
no.4 Madrid oct./dic. inspirador”
2010

2014 SciELO Rev. chil. pediatr. “Apego y pérdida:


vol.85 no.3 Santiago redescubriendo a
jun. 2014 John Bowlby”

Discusión:

El apego como un estudio en la rama de la medicina es de vital importancia para


entender las distintas formas de apego ya sea psicológico o social que existe entre las
personas desde la infancia hasta la adultez, entender la psicología que hay en el
apego de cada una de las personas.

Recomendaciones:

Es recomendable acceder al presente trabajo para obtener mayor información del


tema el apego para que así obtengan mayor conocimiento y puedan desenvolverse
tanto en la sociedad como en lo académico

Conclusiones:

 Hubo un análisis completo del apego a través de sus distintos estilos o


patrones que existen.
 Se explicó detalladamente las distintas formas del pego que existen desde la
infancia hasta la adultez.
 Logramos una integra comprensión del tema gracias a las diversas fuentes de
información tomadas para una rigurosa búsqueda de las distintas formas del
apego que existen en cada una de las personas.
Agradecimiento:
Agradezco a mi madre por brindarme el apoyo incondicional, a la psicóloga por su
compresión y su enseñanza brindada en clase y por lo gentil que es, a los distintos
autores porque gracias a ellos se pudo llevar a cabo la presente investigación.

MONOGRAFÍA Y LINKOGRAFÍA:

 Antonio Galán Rodríguez. El apego. Más allá de un concepto inspirador. Rev. Asoc. Esp.
Neuropsiq. vol.30 no.4 Madrid oct./dic. 2010. Disponible en:
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352010000400003

 MARÍA EUGENIA MONETA C. Apego y pérdida: redescubriendo a John Bowlby. Rev.


chil. pediatr. vol.85 no.3 Santiago jun. 2014. Disponible en:
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?pid=S0370-
41062014000300001&script=sci_arttext&tlng=pt

 Peter Fonagy. Teoría del apego y psicoanálisis. Clínica y Salud vol.19 no.1 Madrid
abr./may. 2008. Disponible en:
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-52742008000100007

 Alfredo Olivia. Vínculos de apego con los padres y relaciones con los iguales durante la
adolescencia. Vol. 18, 2003 - Issue 1. Disponible en:
https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1174/02134740360521796

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