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Sandler.

El paciente y el analista
2. La situación Analítica
En la primera fase del psicoanálisis, el encuadre empleado fue el habitual en esa época para la
inducción de la hipnosis en el consultorio del médico.

Más tarde, las técnicas utilizadas fueron sustituidas por la asociación libre del paciente. Sin embargo,
se mantuvo la indicación de acostarse sobre un diván, tras el cual se sienta el terapeuta, sin que el
paciente lo vea.

Durante la segunda fase (1923), se estableció el encuadre básico del tratamiento psicoanalítico y los
conceptos clínicos a él vinculados.

En la asociación libre, el paciente en su resistencia a reproducir lo reprimido se exteriorizará de dos


maneras:

- Mediante aquellas objeciones críticas a las que está dirigida la regla psicoanalítica
fundamental (asociación libre). Pero si obedeciendo a la regla él supera esas coerciones, la
resistencia halla otra expresión:
- Conseguirá que al analizado nunca se le ocurra lo reprimido mismo, sino sólo algo que se le
aproxima al modo de una alusión, y mientras mayor sea la resistencia, tanto más distanciada
de lo que uno busca estará la ocurrencia sustitutiva comunicada.

El analista puede emplear de acuerdo con dos posibilidades el material que el paciente saca a luz:

- Logra, en caso de que la resistencia sea pequeña, concluir lo reprimido mismo a partir de
las indicaciones.
- Si la resistencia es más intensa, puede discernir en las ocurrencias que parecen distanciarse
del tema las características de esa resistencia, y comunicarlas al paciente. El descubrimiento
de la resistencia es el primer paso para su superación.

El modelo básico del psicoanálisis puede describirse así: el paciente sólo conocerá unos pocos datos
personales acerca del psicoanalista.

El analista aplica, además, en la medida de lo posible, la regla de abstinencia: debe asegurarse de


que el paciente encuentre la menor cantidad posible de satisfacciones sustitutivas para sus
síntomas. El analista debe rehusarse, por principio, a satisfacer sus demandas y a cumplir los roles
que el paciente tiende a imponerle. En ciertos casos y en determinados momentos, la regla de
abstinencia puede formularse explícitamente en la forma de una advertencia acerca del
comportamiento repetitivo del paciente que obstaculiza la tarea de recordar y elaborar.

El analista suele limitarse a formular preguntas tendientes a elucidar el material que presenta el
paciente, y a hacer interpretaciones, confrontaciones y reconstrucciones que constituyen las
principales intervenciones terapéuticas. En el curso de sus asociaciones, el paciente comenzará a
eludir ciertos temas y mostrará signos de resistencia ante la manifestación de ciertos pensamientos
y ante el procedimiento analítico, aunque tal vez no se dé cuenta de ello. El psicoanalista supone
que, tarde o temprano, el material del paciente contendrá referencias explícitas o implícitas a ideas
y sentimientos sobre el psicoanalista, que se caracterizarán por una distorsión de la realidad, a la
que se denomina transferencia.
Se considera que esta relación de trabajo, llamada alianza terapéutica, incluye, como factor
esencial, la motivación del paciente a continuar en análisis pese a sus resistencias.

A veces el paciente no expresará verbalmente los sentimientos pasados y presentes que le van
surgiendo, sino más bien en la forma de conductas y actos que también puede manifestarse, por
desplazamiento, fuero del consultorio. A menudos se considera esto último como un aspecto del
acting out.

Si el paciente es capaz de lograr conservar una comprensión de los nexos existentes entre sus
tendencias conscientes e inconscientes, y entre el pasado y el presente, se dice que ha adquirido
cierto grado de comprensión intuitiva o insight.

Por más que las interpretaciones del analista parezcan aumentar dicha comprensión del paciente,
no siempre producen de inmediato un cambio significativo. Debe transcurrir un período de
elaboración, durante el cual se examinarán y ampliarán tanto las interpretaciones como el material
sobre el cual versan.

A veces cuando el paciente pareciera haber hecho un avance importante, le sobreviene una especie
de recaída paradójica, que puede ser manifestaciones de una reacción terapéutica negativa.
Inicialmente, esta fue atribuida a la acción de un sentimiento inconsciente de culpa vinculado a la
significación que tiene para el paciente esa mejoría que percibe.

Durante la cuarta fase del psicoanálisis han cobrado especial predominancia las adaptaciones de la
técnica (parámetros de la técnica) a fin de tornarla adecuada a determinadas clases de trastornos.

En el tratamiento analítico, una de las funciones de la situación analítica consiste en permitir o


favorecer la regresión dentro de ese encuadre.

A medida que surgen en el análisis los fenómenos transferenciales, tales tendencias regresivas se
aprecian con mayor claridad, evidenciadas en la reaparición de deseos, sentimientos, modalidades
de relación y fantasías infantiles, así como en la conducta que se tiene para con el analista. A veces
estas regresiones pueden presentar un aspecto obstructivo y perjudicial. Esto sucede cuando se
tornan muy intensas o prologadas en pacientes que de por sí tienen tendencia a la regresión, y que
por ende tal vez no puedan recobrar fácilmente la capacidad de autoobservación y de comprensión
que es parte indispensable de la alianza terapéutica.

Como consecuencia de la regresión analítica normal, es muy común que en alguna etapa del análisis
el paciente exija del analista cada vez más amor, afecto y muestras de estima, y aun que desarrolle
hacia él sentimientos hostiles. La forma como surgen dichos sentimientos y actitudes puede
constituir una fuente importante de comprensión de la relación temprana entre el paciente y su
madre. Esta información puede ser esencial para entender las dificultades y problemas actuales del
paciente, pero si las demandas o la hostilidad de éste pasan a ser el foco de sus comunicaciones,
y si el analista no puede revertir esta tendencia mediante interpretaciones u otras intervenciones
apropiadas, quizá se dificulte la labor analítica o se torne imposible.
No debe verse forzosamente en la regresión una “vuelta al pasado”, también puede ser una suerte
de fenómeno de “liberación”, por el cual tendencias inconscientes actuales se manifiestan, en
determinadas circunstancias, en la situación analítica. Entre estas se encuentran diversas formas de
“exteriorización” y de procesos u relaciones internos basados en la proyección y la identificación
proyectiva.

Es vital que el analista brinde un marco en el cual sea viable el proceso analítico y puedan volver a
establecerse conexiones con los aspectos escindidos del sí-mismo. Rycroft (1985), ha subrayado que
la capacidad del analista para brindar dicho marco depende no sólo de su destreza para formular
las interpretaciones “correctas” sino además del sostenido interés que sepa manifestar por sus
pacientes y de la relación que entable con ellos.

3. La Alianza Terapéutica.
La transferencia no es lo mismo que la alianza terapéutica. Otros vocablos que se han utilizado
además de alianza han sido:

- Transferencia racional (Fenichel, 1941).


- Transferencia Madura (Stone, 1961).
- Transferencia básica (Greenacre, 1968).
- Vínculo realista (Kohut, 1971).

Zetzel (1958), expresa: para que un análisis alcance éxito debe tener como núcleo una relación
permanente y estable que permita al paciente mantener una actitud esencialmente positiva
respecto de la tarea analítica cuando los conflictos revividos por la neurosis de transferencia saquen
a la superficie de la conciencia deseos y fantasías perturbadores.

El concepto ha sido empleado para aludir a ciertos aspectos de lo que muchos llaman el “contrato
terapéutico” ente el paciente y el terapeuta. Esto se vincula a lo que ha sido definido como un
“rapport racional y razonable, no neurótico, del paciente con su analista, que lleve al paciente a
trabajar de buen grado en la situación analítica”.

Según Freud, no habló directamente acerca de la alianza, pero en sus primeros trabajos dice que
convertimos al paciente en nuestro colaborador.

La presencia de sentimientos cariñosos o afectuosos (transferencia positiva) hacia el analista no


siempre indica que exista una alianza.
La evolución que tuvo en otros autores la idea de la alianza terapéutica puede apreciarse en dos
artículos de Sterba, según los cuales el psicoanalista debe procurar que se produzca en el paciente
una separación entre los elementos centrados en la realidad y los que no lo están. Designa esto
como la “división terapéutica del yo”. Los elementos del yo centrados en la realidad permiten al
paciente identificarse con los propósitos de la terapia, procesos que Sterba juzga como condición
esencial para que la labor psicoanalítica logre el éxito.

Fenichel aludió al aspecto “razonable” (autoobservación) del paciente y a lo que él denominó


“transferencia racional”.

Curtis ha hecho reparar en el peligro de que el foco se desplace de los conceptos analíticos
nucleares, como los de conflicto intrapsíquico inconsciente, asociación libre e interpretación de la
transferencia y de la resistencia. Este peligro radica sobre todo en la tendencia a ver en la alianza
terapéutica un fin en sí mismo en vez de considerarla un medio para alcanzar como fin el análisis
de la resistencia y la transferencia.

¡La alianza terapéutica tiene aspectos tanto conscientes como inconscientes!

Puede existir lo que Sodré denomina una alianza antiterapéutica de repetir una fantasía infantil o
de aferrarse a ella, no sólo por la gravedad de la psicopatología del paciente sino además porque
este desea un análisis idealizado interminable, y se genera entonces una alianza inconsciente entre
él y una parte del analista que se identifica con el terrible temor al cambio (del paciente) y por lo
tano evita enfrentarse a alguna faceta de la relación terapéutica.

Es cierto que si se otorga una importancia indebida al fomento de la alianza terapéutica se podría
generar una convivencia con el paciente destinada a impedir que surja la transferencia hostil.

Se debe distinguir la alianza terapéutica de otras facetas del vínculo entre el paciente y el médico,
que por si solas no bastan para sentar las bases de un buen tratamiento psicoanalítico:

- Revivencia de sentimientos de amor o sexuales originalmente dirigidos a una figura


importante del pasado del paciente, que en casos extremos se manifiestan en su
enamoramiento del terapeuta.
- Idealización del terapeuta, a quien se le considera perfecto, esto puede constituir una forma
defensiva de ocultar y negar sentimientos hostiles inconscientes.

Alianza Terapéutica → Se basa en el deseo consciente o inconsciente del paciente de cooperar y


en su disposición a aceptar la ayuda del terapeuta para superar sus dificultades internas. Esto no es
lo mismo que acudir al tratamiento simplemente para obtener placer o algún tipo de gratificación.
En la alianza terapéutica, el paciente acepta que tiene la necesidad de abordar sus problemas
internos y de llevar adelante el trabajo analítico a despecho de la resistencia interna o externa
(particularmente en el caso de los niños).

El deseo de mejorar por parte del paciente puede contribuir a gestar dicha alianza, también puede
llevar adheridas expectativas irreales y aun mágicas sobre el tratamiento, y no puede decirse que
éstas constituyan aliados confiables para la labor terapéutica. Algunos pacientes abandonan la
terapia tan pronto experimentan cierto alivio en sus síntomas, perdiendo todo interés en explorar
los factores que provocaron su enfermedad.
En cierto modo, son esenciales los elementos:

- Capacidad de observarse a sí mismo como se observa a los demás.


- Tolerar cierto monto de frustración
- Existencia de una confianza básica (Erikson)
- Adhesión a las finalidades que persigue el tratamiento.

Resulta fundamental determinar de entrada:

- Si el paciente es capaz de establecer una alianza terapéutica.


- Si podrá tener la motivación suficiente para crear durante el análisis esa alianza que le
permita sobrellevar las tensiones y los momentos difíciles que el tratamiento impone.

En ocasiones, los móviles irracionales de un individuo pueden contribuir al desarrollo de la alianza


de tratamiento. Como, por ejemplo, por rivalidad, para superar a algún colega que también se
analiza.

El tratamiento puede satisfacer deseos ocultos del paciente, como consecuencia de los cual tal vez
lo continúe durante muchos años sin mostrar inclinación alguna a abandonarlo, pero sin hacer
tampoco progresos significativos.

Si bien el tratamiento puede iniciarse, aunque no exista una alianza intensa, por lo común alguna
clase de “contrato” terapéutico es indispensable desde el principio. Gran parte de la labor del
analista consistirá en contribuir a la alianza, por ejemplo, instituyendo un encuadre constante y
regular para las comunicaciones del paciente. Además, deberá interpretar las resistencias de éste al
posible surgimiento de una alianza apropiada. Estas resistencias pueden ser por:

- Temor a un sometimiento pasivo.


- Paciente muy temeroso a la regresión.

Cuanto más transmita el analista, de un modo significativo desde el punto de vista emocional, su
tolerancia ante tales aspectos de los esfuerzos inconscientes del paciente contra los que éste se
defiende, y cuanto más respete estas actitudes defensivas, más propugnará una buena alianza
terapéutica. Como resultado de ello, el paciente internalizará la actitud tolerante del analista y a
su vez asumirá una mayor tolerancia respecto de aspectos de sí mismo que antes le resultaban
inaceptables.

Debe existir flexibilidad para acomodarse a las resistencias propias del carácter del paciente.

Manifestaciones regresivas intensas durante el tratamiento pueden interrumpir por completo dicha
alianza, que también se verá menguada o desaparecerá si surge una transferencia “erotizada”.

Hay pacientes que sienten vergüenza por su necesidad de pedir ayuda a otros. La forma en que
aborden esta vergüenza será un elemento decisivo en cuando a su disposición a aceptar o no una
relación dependiente con el analista.

Alianza terapéutica inconveniente (Langs, 1976) → Interacciones conscientes o inconscientes que


se dan dentro de la relación terapéutica cuya consecuencia es socavar los objetivos del análisis o la
psicoterapia, o bien alcanzar meramente la modificación de los síntomas en lugar de la comprensión
y un cambio interno constructivo.
La definición de alianza terapéutica puede abordarse como mínimo de dos maneras:

- Concebir la alianza como un concepto descriptivo muy amplio y abarcador, compuesto de


todos aquellos factores que contribuyen a que el paciente permanezca en tratamiento y le
permiten tolerarlo durante las etapas de resistencia y de transferencia hostil.
- Ver en la alianza un concepto más restringido, vinculado específicamente al percatamiento
que tiene el paciente de su enfermedad y a sus sentimientos conscientes o inconscientes de
que necesita hacer algo al respecto; lo cual se conecta con su capacidad para soportar el
esfuerzo y el pesar que provoca el enfrentamiento con los conflictos internos.

4. Transferencia
Freud (1895) comentó que una paciente se espantaba por transferir a la persona del médico las
representaciones penosas que afloran desde el contenido del análisis. A tales sentimientos los
denominó transferencia y dijo que se producían como el resultado de un falso enlace entre una
persona que había sido objeto de antiguos deseos (habitualmente sexuales) del paciente, y el
médico. Al surgir esos sentimientos conectados con deseos del pasado (desalojados de la
conciencia) se los vivenciaba en el presente como consecuencia de ese falso enlace.

Freud había considerado que la transferencia era un fenómeno clínico capaz de obstaculizar o de
presentar una “resistencia” a la labor analítica, pero luego en 1909 señaló que no siempre era un
obstáculo, sino que podría desempeñar “un papel decisivo en el convencimiento no sólo del
paciente, sino también del médico”. Fue esta la primera oportunidad en que se mencionó la acción
de la transferencia como agente terapéutico.

Freud distinguió entre el análisis de la transferencia como procedimiento técnico y la llamada cura
de transferencia, en la que el paciente parece abandonar todos sus síntomas como consecuencia
del amor que siente por el analista y de su afán de complacerlo.

Fuga en la salud → Si bien los síntomas desaparecen (al menos de forma temporaria), ello está al
servicio de la resistencia y lleva al paciente a declarar que el tratamiento se le ha vuelto innecesario
porque ya está curado.

Freud puntualizo que desde el comienzo del tratamiento está presente en el paciente una
transferencia que durante un tiempo es el móvil más poderoso de su avance.

Había dividido las transferencias positivas en que las colaboran con la labor terapéutica y las que
estorban.

El aspecto de la transferencia positiva presente desde el comienzo del tratamiento difiere en su


naturaleza de las transferencias eróticas que emergen durante el tratamiento. El primero puede
concebirse como un elemento componente de la alianza terapéutica.

Los atributos propios de la transferencia de cada paciente cobraron nuevo significado cuando se
introdujo el concepto de neurosis de transferencia, con el cual se subrayó que las relaciones
tempranas, componen primordiales de las neurosis, moldean asimismo los sentimientos que
predominan en el paciente respecto del analista. La neurosis anterior se sustituye por la neurosis de
transferencia.
Para Freud, la repetición del pasado en la forma de transferencias en el presenta era una
consecuencia de lo que llamó compulsión a la repetición. Las personas tienden a repetir una y otra
vez antiguas modalidades de conducta (por lo común infantiles).

Consideraba que la transferencia era un desplazamiento de la libido, que pasaba del recuerdo del
objeto original al analista, convertido en el nuevo objeto de los deseos sexuales del paciente.

La importancia cada vez mayor concedida al análisis de la transferencia, junto con los avances en
la psicología del yo, hicieron que se ampliase el significado de la transferencia.

Anna Freud propuso diferenciar los fenómenos transferenciales de acuerdo con su grado de
complejidad:

- Transferencia de impulsos libidinales → Los deseos instintivos adheridos a objetos


infantiles irrumpen y se dirigen hacia la persona del analista.
- Transferencia de la defensa → Se repiten antiguas medidas defensivas ejercidas contra las
pulsiones.

Anna Freud acuñó asimismo la expresión actuación transferencial, por la cual la transferencia se
intensificaba y difundía en la vida cotidiana del paciente. Desplaza a otras personas los sentimientos
y deseos que le habían surgido hacia su analista. Este concepto está próximo al de acting out.

Agregó también otra categoría, que consideraba una subespecie de transferencia, y a la vez, creía
que debía ser discriminada de la transferencia propiamente dicha: las exteriorizaciones. Se
exterioriza un impulso inconsciente y actual del paciente. Aunque esta distinción no fue adoptada
de manera sistemática por sus sucesores.

Tanto Alexander como Freud aludieron al hecho de que el analista asumía el papel de la conciencia
moral (o superyó) del sujeto, y vieron en ello una parte primordial del proceso terapéutico.

Una de las orientaciones que se manifestaron en la escuela inglesa fue la de Strachey, según él las
únicas interpretaciones eficaces en el tratamiento psicoanalítico eran las transferenciales.
Pensaba las transferencias eran necesarias relacionarlas con los procesos de proyección en el
analista de las “imagos introyectadas primitivas”. Los analistas influidos por esta visión, preferían
formular en la medida de lo posible sus interpretaciones en términos de la transferencia, con el fin
de aumentar así la eficacia de sus intervenciones. Si el paciente proyecta en el analista sus imagos
introyectadas primitivas, el analista pasa a ser una persona como cualquier otra de las que
encuentra en su vida diaria: un objeto de su fantasía.

La segunda fue Klein, llegó a considerar que todo comportamiento posterior era en gran medida
una repetición de las relaciones que, según ella, se daban en el primer año de vida.

La combinación de estas dos formulaciones dio como resultado la tendencia de algunos analistas a
considerar todas las comunicaciones del paciente como indicadoras de la transferencia de
relaciones infantiles tempranas, absteniéndose de todo comentario que no tuviera referencia
directa a la transferencia.
Greenson (1965) consideraba que para que una reacción sea considera transferencia debe presentar
dos características: ser una repetición del pasado y ser inapropiada para el presente.

Waelder y Loewenstein sugieren que el concepto transferencia debe limitarse a lo que ocurre
dentro de la situación analítica clásica. La mayoría no se adhiere a esta visión.

La transferencia tiene dos aspectos: como resistencia y como vehículo para el descubrimiento y la
cura.

La situación analítica clásica parece proporcionar condiciones que fomentan el desarrollo de


transferencias y dan lugar a que estos fenómenos puedan examinarse en formas relativamente
incontaminadas.

En el desarrollo de la transferencia influyen factores socioculturales.

Cooper distingue entre las concepciones histórica y modernista. La concepción modernista ve en la


transferencia una nueva experiencia más que la reedición de una antigua; la finalidad de la
interpretación de la transferencia es llevar a la conciencia todos los aspectos que integran esta
nueva experiencia, incluida la coloración con que tiñe el pasado.

La controversia en torno de la neurosis de transferencia


La neurosis que sufría el paciente en el momento de la consulta era para Freud una reedición de la
denominada neurosis infantil, y por consiguiente la neurosis de transferencia podía entenderse
como una revivencia de la neurosis infantil en el análisis.

Blum señala que se vio que en la situación analítica la transferencia abarcaba las defensas, los
afectos, las fantasías integradas, así como las actitudes vinculadas a las relaciones objetales
infantiles.

Brenner (1982), dice que con desde el punto de vista dinámico, una manifestación transferencial es
indiscernible de un síntoma neurótico. Llamarla “neurótica”, o decir que la totalidad de la
transferencia es una neurosis, es añadir una nueva palabra que no agregada nada. Con el término
transferencia basta.

Importa advertir que la gama de manifestaciones transferenciales es muy grande, y varía desde la
llamada transferencia de carácter a una preocupación tan intensa con respecto al analista que los
pensamientos y sentimientos vinculados a este ocupan una porción sustancial de la vida anímica del
paciente.

La teoría Kleiniana de la transferencia


Afirmar que todas las comunicaciones son comunicaciones referentes a la fantasía del paciente así
como a su vida externa actual equivale a afirmar que todas las comunicaciones contienen algo
significativo para la situación transferencial. En la técnica Kleiniana, la interpretación de la
transferencia suele ocupar un lugar más central que en la técnica clásica.

En general, según la concepción Kleiniana, la transferencia es: la expresión, dentro de la situación


analítica, de las fuerzas y relaciones del mundo interno. Este mundo interno es en sí mismo
considerado el resultado de un proceso de desarrollo en curso, el producto de la permanente
interacción entre fantasía inconsciente, las defensas y las experiencias vinculadas a la realidad
externa, tanto del pasado como del presente. El hincapié que hace Klein en que todo está
impregnado por la transferencia deriva del empleo por Klein del concepto de fantasía inconsciente,
a la que concebía como algo subyacente a todo pensamiento, tanto racional como irracional.

Cada vez se insistió más en revivir las experiencias en la transferencia en vez de reflexionar y hablar
sobre ellas, se subrayó la presión inconsciente ejercida por el paciente para forzar al analista a
intervenir. También creció el interés por el papel del pasado tal como se presenta en la relación
paciente-analista actual. Comenzó a pensarse que las interpretaciones formuladas en términos del
contenido verbal y de conducta visto en una forma rígidamente simbólica, eran probablemente
perjudiciales para apreciar lo vividos momentos de contacto emocional entre paciente y analista.

Lo que ocurre en la transferencia no es la repetición del pasado, sino que, por el contrario, cabe
sostener que todo cuanto ocurre en el análisis es transferencia. Comenta Joseph que, si se trabaja
únicamente con lo verbalizado, no se toman en cuenta realmente las relaciones objetales actuadas
en la transferencia.

Un elemento fundamental de todo esto es la exteriorización de las relaciones de objeto internas a


través del mecanismo de la identificación proyectiva, de lo cual se infiere la gran importancia
técnica atribuible a la capacidad del analista para contener las proyecciones del paciente y
percatarse de ellas, para vivenciarlas en la contratransferencia y para devolvérselas al paciente en
la forma de interpretaciones apropiadas.

Con este enfoque técnico, el analista dirige su atención primordialmente a entablar con el paciente
un contacto emocional en el “aquí y ahora” de la sesión.

Sin embargo, la tentación de considerar que todo cuanto ocurre en el análisis es transferencia, y de
comprender ésta basándose en los sentimientos y fantasías contratransferenciales, puede dar
origen a una suerte de “análisis contratransferencial silvestre”, preocuparse en demasía por vigilar
sus propios sentimientos como clave de lo que acontece en la sesión, en detrimento de su contacto
directo con el material que brinda el paciente.

Suponer que todo el material del paciente es transferencia constituye una concepción equivocada
y harto simplista.

La personalidad del analista es determinante en cuanto a la naturaleza de la transferencia. Los que


sostienen que todo es transferencia suelen soslayar la función del analista como persona real que
participa en una tarea en colaboración con el paciente, y en lugar de ello insisten en las distorsiones
transferenciales introducidas por el paciente en su percepción y sus fantasías sobre el analista.

Transferencia y exteriorización
La elaboración de las ideas teóricas vinculadas a los objetos internos condujo a visualizar la
transferencia de modo tal que la proyección o la exteriorización de dichas relaciones objetales
internas desempeña en ella una función notoria.

Kernberg lo expresa así: El análisis de la transferencia consiste en el análisis de la reactivación en el


aquí y ahora de las relaciones objetales internalizadas del pasado. Al mismo tiempo, el análisis de
esas relaciones objetales internalizadas del pasado en la transferencia es el análisis de las
estructuras constitutivas del yo, el superyó y el ello, así como de sus conflictos intraestructurales e
interestructurales.

Las relaciones de objeto internalizadas no son un reflejo de las relaciones afectivas del pasado, sino
que más bien reflejan una combinación de internalizaciones realistas y fantaseadas de dichas
relaciones objetales del pasado y de las defensas levantadas contra ellas por efecto de la activación
y proyección de los retoños de las mociones pulsionales. Hay una tensión dinámica entre el aquí y
ahora, que es un reflejo de la estructura intrapsíquica, y los determinantes genéticos inconscientes
del “allí y entonces”, derivados del pasado “efectivo”, de la historia evolutiva del paciente.

La representación interna del objeto y del sí mismo se modifican mucho durante el desarrollo a raíz
de procesos defensivos como la proyección, la identificación y el desplazamiento, debe hablarse de
relaciones de objeto “internas” y no internalizadas.

El enfoque Kleiniano de la transferencia como exteriorización suele formularse en términos


concretos. Autores no Kleinianos tienden más bien a hablar de la exteriorización de una relación de
objeto interna que de la identificación proyectiva.

Para nuestra comprensión de la transferencia, puede ser importante considerar que los introyectos
son exteriorizados de continuo, en cierto sentido son actualizados de modo tal que el individuo
pueda relacionarse con ellos como objetos externos más que internos. Existen intentos del
paciente por presionar sobre el analista, manipularlo o seducirlo con el fin de que asuma el rol de
tal o cual introyecto. Cuando hablamos de transferencia, nos referimos también a esta
exteriorización, y por cierto es un grave error concebir la exteriorización de las relaciones objetales
internas simplemente como el cumplimiento directo o indirecto de deseos inconscientes, antes
adheridos a una figura del pasado y luego transferida al analista en el presente de modo disfrazado

Consideraciones evolutivas en relación con la transferencia


La transferencia no está tan íntegramente ligada a las experiencias y conflictos edípicos como se
supuso en el pasado. La atención se dirigió hacia los aspectos evolutivos de la transferencia. Se ha
subrayado cada vez más la importancia de las primeras relaciones objetales en cuanto a la forma
del yo en su desarrollo (normativo o deficiente) a partir de la temprana relación madre-hijo.

Setttlage comenta: La interrupción o falla del proceso de desarrollo impone la permanente


necesidad de reinstaurarlo en la situación analítica. La interpretación transferencial libera el
proceso de desarrollo al diferenciar al objeto transferencia del pasado, vinculado a la patología, del
analista como nuevo objeto neutral y efectivo en el paciente.

También los procesos evolutivos post-edípicos, incluidos los de la vida adulta, son significativos para
la personalidad y la patología. Las cuestiones evolutivas fundamentales de la niñez siguen siendo
aspectos centrales de la vida adulta, pero modificadas en su forma.

La manera en que se presenta la neurosis adulta es el resultado de la predisposición infantil, de la


elaboración subsiguiente y de la experiencia evolutiva actual, todo ello condensado en el cuadro
sintomático que forja el aparato psíquico en el presente.

El analista brinda al paciente una oportunidad para la distorsión transferencial al no suministrarle


una retroalimentación sobre la realidad corrigiendo su falsa percepción, y al mismo tiempo se niega
a aceptar el rol que aquél le impone en la transferencia, con lo cual permite la exploración de los
factores irracionales que la han predeterminado.

Sanfler y otros insisten en que las especiales características de la situación analítica pueden
favorecer el surgimiento de ciertos aspectos de tales relaciones, sobre todo las del pasado, pero
también en que reviste máxima importancia teórica distinguir entre esos distintos elementos en vez
de suponer que todos los aspectos de la relación del paciente con el analista con repeticiones de
sus relaciones con figuras significativas.

Es esencial diferenciar entre la tendencia general de un individuo a repetir en el presente sus


relaciones del pasado y el proceso caracterizado por sentimientos y actitudes dirigidos
específicamente hacia otra persona, que resultan inapropiados en la situación presente.

La transferencia puede considerarse una ilusión específica respecto de la otra persona, de la que
el individuo no se percata y que representa, en algunos casos de sus rasgos, una repetición de la
relación que mantuvo con una figura importante de su pasado o una exteriorización de una
relación de objeto interna. El sujeto estima que estas creencias y sentimientos suyos son
perfectamente apropiados en la situación actual y ante la persona de que se trate.

Schafer comenta que se debe concebir los fenómenos transferenciales como dotados de un
significado múltiple, en lugar de ser meramente regresivos o repetitivos. Las transferencias crean el
pasado en el presente, en condiciones favorables y con un procedimiento analítico especial.
Constituyen un movimiento de avance y no de retroceso.

5. Otras Variedades De Transferencia


No debería limitarse la transferencia a la percepción ilusoria de otra persona, sino que ella abarca
asimismo los intentos inconscientes de manipular a los demás o de provocar situaciones que son la
repetición disfrazada de experiencias y relaciones anteriores, o bien la exteriorización de una
relación de objeto interna.

Transferencia Erotizada
Si la transferencia erótica ordinaria puede constituir un suceso normal y controlable en el análisis,
algunas pacientes la experimentan a tal punto que se rehúsan a llevar a cabo la tarea habitual del
tratamiento, rechazan las interpretaciones que relacionan sus sentimientos presentes con el pasado
y no se interesan por esclarecer el significado y la causa de los síntomas. Utilizan las sesiones para
expresar su amor, gratificándose con la presencia de su amado, y suplican al analista que
corresponda a su amor. Freud sugirió que a veces es necesario un cambio de analista.

En cuanto a la frase transferencia erótica, debe reservársela para las transferencias positivas
acompañadas por fantasías sexuales que el paciente sabe bien que son irreales.

Blitzsten fue el primero en haber ligado la actitud sumamente erótica en la transferencia con una
patología grave.

En la erotización de la transferencia, el analista es tratado en forma muy semejante al progenitor,


sin ese carácter de lo “como si” presente en otros pacientes.
Rappaport declara que los pacientes insisten inequívocamente desde el principio en que quieren
que el analista se conduzca hacia ellos como lo habría hecho el progenitor, y estos deseos no los
avergüenzas ni le provocan ninguna incomodidad.

Esta erotización de la transferencia se corresponde con una grave perturbación del sentido de
realidad y es un índice de la gravedad de la enfermedad. Estos pacientes no son neuróticos, sino
casos fronterizos o esquizofrénicos ambulatorios.

El paciente proclama a gritos su deseo de que su fantasía se convierta en realidad, en la suposición


de que puede encontrar en su analista al progenitor anhelado. Se pierde así su consideración del
analista como tal.

Nunberg postuló que todo intento de un paciente por transformar al analista en su progenitor no
constituye una transferencia.

Es posible que un paciente tenga una transferencia erotizada sin advertir que está repitiendo el
pasado.

Menninger sostuvo que la transferencia erotizada era una manifestación de la resistencia que se
singularizaba por exigencias de amor y de gratificación sexual dirigidas al analista y que el paciente
no juzgaba impropias ni ajenas.

Saul (1962) vincula la transferencia erotizada a una frustración real en las relaciones de la vida
temprana, sugiriendo que la hostilidad y la ira generadas por dicha frustración pueden repetirse
frente al terapeuta. Además, el amor extremo sería en parte un medio para proteger al médico de
los sentimientos agresivos.

Greenson dice que estos pacientes acuden a la sesión ansiosos, no por hallar esclarecimiento, sino
por disfrutar de la proximidad física.

Blum describe la transferencia erotizada como una preocupación erótica intenta, vívida, irracional
por el analista, que se caracteriza por francas demandas de amor y de satisfacción sexual en
apariencia acordes con el yo. Existen complicadas reacciones infantiles. Su transferencia erotizada
es apasionada, insistente y apremiante. Su temor consciente no es a la regresión o al castigo sino a
la decepción y la amarga angustia que conlleva el amor no correspondido.

Blum subraya el papel de los factores pregenitales y de las experiencias muy tempranas en la
génesis de la transferencia erotizada.

Estos pacientes con frecuencia participaron en juegos infantiles de seducción. Pueden considerar
al análisis como un agradable y peligroso juego de seducción. Hay en ellos un daño y fragilidad
narcisistas asociados a la falta de sensibilidad y de empatía de sus padres. La erotización suele
enmascarar el trauma provocado por la repetida seducción e hiperestimulación, con la
consecuente desconfianza y sadomasoquismo.

La transferencia erotizada se diría que es una forma distorsionada, una exageración, vehemente, de
la transferencia erótica previsible. Es la exigencia insistente, consciente y erótica en la transferencia
lo que caracteriza a la transferencia erotizada propiamente dicha.

Transferencia psicótica y Transferencia en estados fronterizos.


Como Rosenfeld mostró, un número creciente de psicoanalistas han puesto en tela de juicio la
afirmación original de Freud y han afirmado que existe transferencia en los psicóticos. Diversos
autores rechazaron la idea de que en los primerísimos estadios del desarrollo psíquico no existía
una investidura emocional en otras personas.

Rosenfeld comenta “aquí estamos no ante una falta de transferencia sino ante al arduo problema
de reconocer e interpretar los fenómenos transferenciales de los esquizofrénicos”. Atribuía esta
dificultad al hecho de que tan pronto el esquizofrénico se aproxima a cualquier objeto con amor u
odio, parece confundirse con dicho objeto.

El indudable que ciertas conductas perturbadas surgen como reacción ante las percepciones que el
paciente tiene de las actitudes conscientes o inconscientes de los demás.

Searles apunta que su funcionamiento yoico es tan indiferenciados que su manera de obrar hacia el
terapeuta se funda en la premisa incuestionada de que el terapeuta es su madre o padre. Puede
necesitarse un largo período para que la transferencia se torne no sólo lo bastante diferenciada sino
también lo bastante integrada y coherente como para identificarla.

Searles (1963) enuncia cuatro variedades de psicosis de transferencia:

1. Situaciones transferenciales en las que el terapeuta se siente desvinculado con el paciente.


2. Situaciones en las que se ha establecido un vínculo definido entre el paciente y terapeuta,
y éste ya no se siente desvinculado de aquél, pero el vínculo es profundamente
ambivalente.
3. Casos en que la psicosis del paciente representa, en la transferencia, un esfuerzo por
complementar la personalidad del terapeuta o por coadyuvar a que el “terapeuta
progenitor” pueda afianzarse como persona separada e integra.
4. Situaciones en que el paciente crónico gravemente afectado intenta que el terapeuta
piense por él, pero al mismo tiempo procura escapar de esa relación íntima.

Subraya que las percepciones contratransferenciales del médico sirven como base para evaluar el
tipo de perturbación psicótica. Relaciona cada uno de los tipos de psicosis de transferencias con
pautas familiares efectivamente nocivas, aunque quizá mal percibidas o mal interpretadas por el
paciente.

Rosenfeld señala que lo que se reproduce durante el tratamiento no es una situación real entre el
progenitor y el hijo sino una versión de ella, deformada por la fantasía del niño.

Al entender de Sandler, no parece haber pruebas suficientes de que el contenido de la transferencia


psicótica sea propio o característico de la psicosis. Hay abundante evidencia de que el psicótico
pueda vincularse a la gente (aunque de manera psicótica), como también de que en el contenido de
la transferencia parecen aspectos de las relaciones infantiles, ya sean reales o fantaseados.

Lo que parecería distinguir a la transferencia de los pacientes psicóticos es su forma, una forma que
está estrechamente ligada al estado psíquico del psicótico.

Si el esquizofrénico conserva relativamente intactas ciertas partes de su personalidad, cabe suponer


que también se mantendrán intactos los aspectos de su conducta y de sus actitudes ligados a dichas
partes.
Pareciera válido suponer que el contacto diario estrecho con un terapeuta es capaz de provocar una
mejoría en un psicótico crónico.

En 1957, Reider publicó un trabajo sobre las “Psicosis de transferencia” en el que daba cuenta de la
aparición de rasgos psicóticos y delirantes en la transferencia de un paciente no psicótico. Los
síntomas que se mencionan con más frecuencia son la hipocondría delirante, las fantasías
delirantes y los estados delirantes paranoides.

Aquí puede resultar conveniente el concepto de una “postura” psíquica psicótica transitoria.
Entendiendo por postura la particular organización o constelación de funciones yoicas y de
mecanismos de defensa que adopta el paciente para hacer frente a una circunstancia que le resulta
extremadamente peligrosa o dolorosa. Por lo común será regresiva, o sea que habrá un retorno a
modalidades previas de funcionamiento de yo, y al desparecer el estado penoso o la amenaza, el
paciente será capaz de retomar una postura mental más adulta.

Frosch señala que en los casos en que se han empleado las expresiones psicosis de transferencia y
transferencia delirante para designar la aparición, durante el análisis, de fenómenos psicóticos o
cuasi psicóticos, tales fenómenos deben diferenciarse claramente de una transferencia psicótica, o
sea de las manifestaciones transferenciales en que el paciente simplemente extiende su sistema
psicótico para abarcar dentro de él al analista.

Kernberg estimaba que un problema central y característico de la personalidad fronteriza era la


difusión de identidad, siendo una deficiencia en la integración de los conceptos del sí-mismo y del
objeto. Las transferencias obran a modo de resistencias y a menudo van acompañadas por graves
acting out, pero Kernberg afirma que su elaboración es posible y transferencias neuróticas más
típicas pueden ocupar entonces su lugar.

También Adler y Buie han puesto el acento en una de sus obras en la exploración, análisis e
interpretación de la transferencia, que conduce a la mejoría a través de la internalización del
“introyecto de sostén”.

La transferencia en las patologías narcisistas


Recpecto del sí mismo, Kohut afirma que consta de tres constituyentes principales o polos: el polo
de las ambiciones, el de los ideales y una zona intermedia de talentos y habilidades. Subdivide las
transferencias del objeto/sí mismo en:

1. Aquellas en que el polo dañado de las ambiciones procura suscitar respuestas aprobatorias
o confirmatorias del objeto/si-mismo (transferencia especular).
2. Las que el polo dañado de las ideas busca un objeto/sí-mismo que acepte su idealización (T.
Idealizadora).
3. Las que la zona intermedia dañada anhela tener a su alcance a un objeto/sí-mismo que le
brinde la experiencia reconfortante de su semejanza esencial (T. gemelar o de “alter ego”).

Tanto las estructuras normales como las patológicas del sí mismo se relacionan con la internalización
de las interacciones entre el sí-mismo y los objetos/sí-mismo. El objeto/sí-mismo es la propia
experiencia subjetiva de otra persona que brinda al sí-mismo una función sustentadora dentro de
la relación, suscitando con su presencia o actividad la existencia del sí-mismo y de la mismidad.
Sobre la base de la comprensión empática, el estado del paciente puede explicarse en función de
sus necesidades narcisistas y sus decepciones evolutivas, particularmente en lo tocante a los estados
arcaicos del sí-mismo. En el análisis, el paciente toma conciencia de la separación que existe entre
el analista y él, gracias a que el analista lo ha enfrentado con frustraciones no traumáticas. Esto
conduce a lo que Kohut denomina internalización transmutadora del paciente (cambio estructural),
como consecuencia de la cual aumenta su capacidad de asumir y llevar a cabo por sí mismo
importantes funciones del objeto/sí-mismo.

Kernberg entiende que la patología narcisista es el resultado del desarrollo de ciertas estructuras
intrapsíquicas adaptativas psicopatológicas.

Características diferenciales de otras variedades de transferencia


Lo que distingue estos tipos de transferencia de las formas más habituales es la actitud del paciente
respecto de su propia conducta. Un mismo contenido transferencial puede surgir en el análisis de
un paciente neurótico y de un psicótico, pero el primero lo traerá por vía indirecta (por ejemplo,
relatando un sueño) y el segunda en forma más directa (tal vez como una creencia delirante).

Las declaraciones según las cuales el paciente que incurre en una u otra variante de transferencia
erotizada o psicótica ve y trata al analista como si fuese su progenitor real sólo serían correctas si
el paciente sostuviera la creencia delirante de que de hecho el analista es su progenitor.

Debe señalarse que sea cual fuere la forma de transferencia, su contenido no ha de entenderse
como una mera repetición del pasado. Un paciente que desarrolla una transferencia homosexual
con su analista puede reaccionar, si es neurótico, con angustia y resistencia; si es psicótico, con
delirios de persecución. En ambos casos, se estará defendiendo de los mismos impulsos y deseos
inaceptables.

Es un hecho notable que las variedades de contenido transferencial descritas por ciertos
psicoanalistas en relación con la esquizofrenia sean muy similares a las que se encuentran en
psicosis de indudable origen orgánico. Esto corrobora la opinión de que las producciones psicóticas
no son consecuencia de la necesidad de repetir estados psicóticos infantiles mal resueltos.

Es probable que las fallas específicas que dan origen a la psicosis y a las transferencias psicóticas
radiquen en ámbitos de la personalidad como los de las funciones de control, organización, síntesis,
análisis y percepción.

Hay suficientes pruebas clínicas como para sostener que la erotización de elementos
transferenciales puede darse fuera de la situación analítica, que los pacientes psicóticos pueden
presentar características psicóticas y delusorias en su relación con otras personas y que
determinas situaciones pueden producir o desencadenar reacciones psicóticas transitorias en
ciertos individuos.

6. Contratransferencia
Contratransferencia suele utilizarse en un sentido general, dentro y fuera del psicoanálisis, para
describir todos los sentimientos y actitudes del terapeuta hacia el paciente, y aun para indicar ciertas
facetas de relaciones que de ordinario no son terapéuticas.
Freud decía que el médico debe ser opaco para el paciente, y, como un espejo, no mostrarle nada
más que lo que le es mostrado a él.

Freud consideró permanentemente la contratransferencia como una obstrucción para la libertad


del analista en su empeño por comprender al paciente.

Debe subrayarse que para Freud el hecho de que el psicoanalista tuviera sentimientos hacia sus
pacientes o conflictos causados por ellos no constituía en sí mismo la contratransferencia.

La contratransferencia era considerada una especie de resistencia del psicoanalista hacia su


paciente, debida a conflictos inconscientes despertados en el analista por lo que el paciente decía o
hacía, o por lo que representaba para él. Mediante la autoobservación, el analista era capaz de darse
cuenta de tales reacciones contratransferenciales y conflictos en sí mismo, que a su vez eran un
indicador de que debía empeñarse en reconocer su naturaleza y eliminar sus consecuencias
adversas.

Freud recomendó que el analista se sometiera a un análisis (análisis didáctico) a fin de comprender
y superar las deficiencias psicológicas generadas por sus conflictos inconscientes.

Si bien es cierto que un paciente puede llegar a representar una figura del pasado del analista, la
contratransferencia puede surgir simplemente por la incapacidad del analista de abordar como
corresponde aquellos aspectos de las comunicaciones y comportamientos del paciente que lo
afectan en su propia problemática. En consecuencia, el prefijo “contra” pueda indicar tanto la
existencia en el analista de una reacción comparable a la transferencia del paciente, como la
reacción que ésta provoca en el analista.

Winnicott la describe como las características neuróticas del analista que malogran la actitud
profesional y perturban el curso del proceso analítico, tal como es determinado por el paciente.

Reich comenta que la contratransferencia abarca los efectos que tienen las necesidades y conflictos
inconscientes del analista obre su comprensión o su técnica. En tales casos el paciente representa
para él un objeto del pasado sobre el cual se proyectan antiguos sentimientos y deseos.

M. Balint utiliza el termino contratransferencia inequívocamente para describir la totalidad de las


actitudes y conductas del analista hacia su paciente. Para él, a diferencia de Freud, también incluía
la actitud profesional.

Se produjo un gran avance cuando se comenzó a ver la contratransferencia como un fenómeno


importante para que el analista comprendiese el significado oculto del material del paciente. La idea
esencial fue que, si el analista dispone de elementos para comprender y valorar los procesos que se
dan en el paciente y dichos elementos no son de inmediato conscientes, puede descubrirlos si
inspecciona sus propias asociaciones y sentimientos mientras lo escucha.

El analista, según Heinmann, debe conservar sentimientos que suscitan en él en lugar de


descargarlos, con el fin de subordinarlos a la tarea analítica, en la cual funciona como reflejo
especular del paciente.

La premisa fundamental de esta autora, es que el inconsciente del analista comprende al


inconsciente del paciente. Este rapport en el plano profundo sale a la superficie en forma de
sentimientos que el analista advierte en él como reacción ante el paciente, en su
contratransferencia. Afirma que el analista debe apelar a esta reacción emocional como clave para
la comprensión del paciente, su percatamiento respecto de sus propias reacciones ofrece un
camino adicional de intelección sobre los procesos psíquicos inconscientes del paciente.

Racker postula que la contratransferencia del analista es una respuesta frente a las identificaciones
proyectivas del paciente. Diferencio las identificaciones concordante y complementaria del
analista como resultado de estas proyecciones. La contratransferencia basada en una identificación
concordante se produce cuando el analista se identifica con la representación fantaseada que en
ese momento tiene el paciente sobre su propio sí mismo; la contratransferencia basada en una
identificación complementaria se produce cuando el analista se identifica con la representación del
objeto en la fantasía transferencial del paciente.

Spitz sostuvo que sin una contratransferencia inconsciente no habría ni empatía ni habría análisis.

Kernberg, indica que las relaciones objetales primitivas internalizadas por el paciente movilizan, por
váa de la identificación proyectiva, relaciones objetales primitivas semejantes en el analista, quien
vivencia de modo subjetivo los aspectos proyectados del sí mismo del paciente. La empatía del
paciente obedece al hecho de que en él también hay relaciones objetales primitivas que pueden ser
movilizadas por las proyecciones del paciente.

Grinberg llamó contraidentificación proyectiva a las reacciones del analista ante sus propias
respuestas contratransferenciales inconscientes.

Según Bion, el analista contiene las proyecciones del paciente en un estado de ensueño (labor de
evaluación y manejo correcto del problema) y responde con interpretaciones apropiadas.

Segal señala que esta función de contención puede verse afectada de diversas maneras. Hay toda
una zona de patología del paciente, que procura específicamente perturbar esta situación de
contención, ya sea invadiendo la mente del analista de un modo seductor o agresivo, creando
confusión y angustia o atacando los nexos que se establecen en la mente del analista.

Langs utiliza el concepto de campo bipersonal y concibe la contratransferencia como un producto


de la interacción. Define el campo bipersonal como el campo físico-temporal dentro del cual tiene
lugar la interacción analítica. Abarca mecanismos interactivos e intrapsíquicos, y cualquier suceso
que en él se produzca recibe vectores provenientes de ambos partícipes. A su vez, este campo es
definido por un encuadre que no sólo delimitan, sino que además contribuyen a conferirle sus
propiedades comunicativas, así como al sostén que el analista pueda brindar al paciente y la
contención que dé a sus identificaciones proyectivas.

Sandler comenta que el paciente tenderá a manipular al analista en la transferencia mediante


rápidas señales inconscientes. Esta presión del paciente para provocar o suscitar una determinada
respuesta en el analista puede dar lugar a experiencias contratransferenciales o incluso a una puesta
en acto contratransferencial de analista.

La conciencia que tenga el analista de estas respuestas suyas ante los distintos roles puede ser vital
para entender el conflicto transferencial prevaleciente y las fantasías transferenciales asociadas al
paciente. En este sentido, Sandler introduce el concepto de capacidad de respuesta flotante del
analista.

Moeller ha subrayado que el analista necesita captar ambas facetas de la relación de rol, la del
sujeto y la de objeto; o sea, tiene que aprehender intrapsíquicamente la relación en su conjunto
antes de estar en condiciones de comprender cuál es la situación del paciente.

Chediak dice que la contratransferencia es sólo una de varias contrareacciones. Postula que estas
contrarreacciones provienen de distintas fuentes dentro de la relación entre ambos, y siguiere la
utilidad clínica de diferenciarlas. Divide las reacciones del analista del siguiente modo (la primera no
es considerada como contrarreacción):

1. La comprensión intelectual, basada en la información que proporciona el paciente y en los


conocimientos intelectuales que posee el analista.
2. La respuesta general ante el paciente como persona, que es la contrapartida de lo que
destaca Strupp al referirse a la reacción del paciente ante la personalidad del analista.
3. La transferencia del analista sobre el paciente, o sea, su revivencia de tempranas relaciones
de objeto parciales, tal como es provocada por determinadas características del paciente.
4. La contratransferencia del analista, que es su reacción ante el rol que le es asignado por la
transferencia del paciente.
5. La identificación empática con el paciente.

Jacobs vincula la contratransferencia del analista a su actitud acerca de los objetos de la vida
pasada y presente del paciente. Estas respuestas son el producto de interacciones complejas entre
los impulsos, afectos, fantasías y defensas que suscitan en el terapeuta las representaciones
psíquicas que se ha forjado de tales objetos.

Los acontecimientos de la vida del analista pueden afectar profundamente la contratransferencia.

Tyson llama la atención sobre la influencia que tiene el sexo del analista en la transferencia y
contratransferencia del análisis de niños. Además, señala la tendencia de los analistas que trabajan
con pacientes mucho mayores que ellos a equipararlos con sus propios padres, manifestación
contratransferencial que no es puesta en el analista por el paciente.

Las ideas, fantasias y sentimientos de pacientes que sufrieron traumas en una precoz etapa
preverbal pueden discernirse en primer lugar en la contratransferencia. Este discurso encubridor,
impregnado de mensajes que nunca fueron elaborados verbalmente, solo se capta merced a la
activación de un afecto contratransferencial.

Vale la pena destacar que la empatía, parte tan esencial de la técnica psicoanalítica, no es
equivalente a la contratransferencia. Se diría que entre la empatía y la contratransferencia existe
una relación dual, que trasunta el doble aspecto de la contratransferencia como vehículo para
conocer los procesos inconscientes del paciente, por un lado, y como impedimento para la
comprensión empática, por el otro.

Jacobs comenta que son precisamente las sutiles reacciones contratransferenciales, a menudo
apenas visibles, tan racionalizadas como parte de los procedimientos operativos corrientes y tan
fácilmente pasadas por alto, las que en definitiva pueden tener mayor repercusión en el trabajo
analítico. No obstante, la conciencia que adquiere el analista de sus propias reacciones corporales
puede darle un indicio sobre su contratransferencia.

Kohut había examinado la estimulación en el analista de sentimientos primitivos grandiosos en la


contratransferencia a raíz de la transferencia idealizadora del paciente. Aquellos analistas cuyo
propio desarrollo se caracterizó por una grandiosidad arcaica pueden sentir ira y rechazo como
consecuencia de la activación de sus deseos grandiosos. Análogamente, el paciente puede
reaccionar con rabia, o con retraimiento, frente a un analista que no funciona adecuadamente para
él en la transferencia especular.

En el uso actual de la transferencia cabe discernir los siguientes elementos o significados principales:

1. Las resistencias del analista a raíz de la activación en él de conflicto internos, que perturban
su comprensión y su manera de conducir el análisis, generando “escotomas”.
2. Las transferencias del analista sobre su paciente, en las que éste se convierte en un
sustituto actual de una figura importante de la niñez del analista; también deberían
incluirse aquí las proyecciones del analista sobre el paciente.
3. Como consecuencia de la exteriorización o de la identificación proyectiva del paciente, la
reacción del analista en la que éste pasa a ser el vehículo de un aspecto del sí-mismo.
4. La reacción del analista a las transferencias del paciente y a sus propias respuestas
contratransferenciales.
5. La contratransferencia como producto interactivo del campo comunicativo en que
participan tanto el analista como el paciente.
6. La dependencia del analista respecto de la convalidación del paciente.
7. La perturbación de la comunicación entre analista y paciente a raíz de la angustia que le
provoca al primero la relación entre ambos.
8. Características de la personalidad del analista o sucesos de su vida que se reflejan en su
tarea y que pueden provocar o no dificultades para la terapia.
9. La totalidad de las actitudes, conscientes e inconsciente, del analista hacia los pacientes.
10. Limitaciones especificas en el analista provocadas por determinados pacientes.
11. La reacción emocional normal o apropiada del analista frente al paciente, que puede
constituir una importante herramienta terapéutica y servir de base a la empatía y a la
comprensión.

Una concepción útil de la contratransferencia consistiría en referir el término a las respuestas


específicas, de origen emocional, provocadas por el analista por las particulares características del
paciente. Así se excluirán rasgos generales de la personalidad del analista y de su estructura
psíquica, que colorearan o afectaran su labor con todos los pacientes, con la consecuencia
siguientes:

- Existen respuestas contratransferenciales en el analista a lo largo de todo el tratamiento.


- La contratransferencia puede causar dificultades en el análisis o conducir a un manejo
inapropiado de este, si el analista no se percata de ciertos aspectos de sus reacciones
contratransferenciales, o no logra superarlos.
- El examen permanente por el analista de las variaciones que presentan sus sentimientos y
actitudes hacia el paciente, puede llevarlo a adquirir una mejor comprensión de los procesos
que se dan en éste.

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