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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LAS EDUCACIÓN

UNIVERSIDAD DE JAÉN
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Resiliencia. Revisión
Bibliográfica.

Alumno: Vanesa Sevilla Martín

Tutor: Prof. Dña Encarnación Ramírez Fernández


Prof. Dña Ana Raquel Ortega Martínez
Dpto: Psicología

Junio, 2014
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ÍNDICE

1. Introducción …………………………………………………………….. 3

2. Desarrollo histórico ……………………………………………………...4

3. Definición del concepto ………………………………………………… 7

3.1. Definión del concepto: del enfoque individual al enfoque grupal .... 10

4. Teorías de la resiliencia ………………………………………………… 12

5. Factores de la resiliencia y su papel en el bienestar subjetivo …………. 16

6. Conclusión …………………………………………………………….... 19

7. Bibliografía ……………………………………………………………… 21

8. Anexos ………………………………………………………………….. 31

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Resumen: El propósito del presente trabajo es realizar un recorrido sobre la evolución
en el estudio del concepto de resiliencia, en la cual se distinguen dos generaciones. La
resiliencia se refiere a la capacidad de los seres humanos para hacer frente y salir
enriquecidos de las adversidades. Además, se pretende revisar brevemente la variedad
de definiciones de resiliencia (debe estar siempre presente la noción de adversidad,
proceso y adaptación positiva), y los modelos y teorías planteados a lo largo de las tres
últimas décadas. Por último, se examinarán algunos de los factores que se han
propuestos asociados a ella (apoyo externo, autoestima, autoconcepto, autocontrol,
locus de control, estrategias de afrontamiento, optimismo y sentido del humor), y
reflejar la relación de este constructo emergente con el bienestar físico y mental.

Palabras clave: resiliencia, optimismo, bienestar subjetivo, factores, afrontamiento,


adaptación positiva.

1. INTRODUCCIÓN

A lo largo de la vida, los seres humanos se enfrentan a una variedad de retos y


dificultades que van desde problemas cotidianos a eventos vitales significativos, y
la forma en que reaccionan ante ellos es diferente. Mientras que algunas personas
pueden responder positivamente, para otras puede ser una experiencia abrumadora.

Es en este punto donde entra en juego el estudio de la resiliencia, que busca entender
por qué algunos individuos son capaces de resistir e incluso salir enriquecidos de las
adversidades.

Las investigaciones sobre este concepto supusieron un cambio de paradigma dentro de


la psicología, ya que desde la Psicología Tradicional el foco de atención se dirigía en
exclusiva a los efectos negativos que podían tener para las personas el enfrentarse a
experiencias traumáticas. Con el desarrollo de la Psicología Positiva el objetivo fue
identificar las fortalezas o factores protectores que permitían superar de forma positiva
dichas adversidades, enfatizar en las potencialidades y capacidades de las personas, y no
tanto, en sus deficiencias y limitaciones, sabiendo que los momentos de crisis son
inevitables y necesarios para el desarrollo y crecimiento humano.

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2. DESARROLLO HISTÓRICO

En la actualidad, el término resiliencia se utiliza en una amplia variedad de contextos,


incluyendo: el organizacional, el educativo, el comunitario, el deportivo, el militar y el
clínico. Pero fue el trabajo de Werner y Smith en 1942 el que sembró las semillas del
concepto en humanos, pues hasta entonces sólo se empleaba en el campo de la física
para definir las propiedades de objetos elásticos como un muelle o una pelota de goma
que absorben el impacto de una fuerza exterior o de un golpe, cambian de forma sin
romperse y cuando cesa la presión recuperan su forma original.

En el estudio de la resiliencia se pueden distinguir dos generaciones de investigadores.

Primera generación

Comienza a principios de los años setenta, con una serie de investigaciones realizadas
con población infantil que vivía en situaciones de riesgo derivadas sobre todo de
pobreza y enfermedad mental de los padres (Garmezy, 1974; Garmezy, Masten y
Tellegen, 1984; Rutter, 1979; Werner y Smith, 1982; 1992).

Un hito en esta primera generación es el estudio longitudinal de Werner y Smith (1982).


En dicho estudio se trataron de analizar las condiciones de nacimiento y las
circunstancias físicas, sociales y psicológicas en las que crecieron 698 niños en Hawái.
Su tesis original era comprobar que los niños en situaciones desfavorables, tenían más
posibilidades de sufrir trastornos del aprendizaje, padecer enfermedades físicas y
mentales, caer en la delincuencia y tener serios problemas de adaptación y de relaciones
afectivas en la edad adulta que aquellos niños que se desarrollaban en condiciones
seguras y saludables. Tal y como sospecharon, de los 201 niños que habían sido
expuestos a cuatro o más de los factores de riesgo propuestos por ellas, 129 ya
mostraban en la adolescencia claros síntomas de problemas serios. Lo que les
sorprendió fue descubrir que los 72 niños restantes se las habían arreglado para tratar de
manera eficaz las dificultades de su infancia. En la adolescencia esos niños mostraron
una excelente capacidad para regular sus emociones y para aprender, ninguno tenía
problemas académicos o de conducta, y en la adultez, se convirtieron en personas
maduras y con confianza en sí mismas, habiendo desarrollado vínculos estables de
afecto, sintiéndose competentes en sus trabajos y con ganas de aprovechar las

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oportunidades que les ofrecía la vida. Al principio se les consideró como seres
excepcionales e invulnerables, sin embargo, a medida que se identificaban sus rasgos
personales y sociales, se hizo evidente que su resiliencia se alimentaba de capacidades
ordinarias. Por ejemplo, todos los que superaron las condiciones adversas habían
establecido lazos seguros de afecto y apoyo con alguna persona durante su infancia, que
no era necesariamente alguno de sus padres.

Gracias a los resultados obtenidos en esta época, se desmontó la creencia, fuertemente


establecida, de que una infancia infeliz conducía necesariamente a que el niño
desarrollara y manifestara problemas psicopatológicos. El listado de factores resilientes
encontrados en estos trabajos se precisan a continuación, y también los aportados por
Wolin y Wolin (1993). Estos autores se citan, dado que aparecen frecuentemente en la
literatura, y hoy en día, se siguen encontrando evidencias de la relación entre la mayoría
de esos factores con la resiliencia.

Rutter (1979; 1985). Ser mujer, buen temperamento, clima escolar positivo,
autodominio, autoeficacia, habilidades de planificación, y una relación personal
cercana, cálida y estable con al menos un adulto.

Werner (1982); Werner y Smith (1992). Ser mujer, fuerte físicamente, socialmente
responsable, adaptable, tolerante, orientada hacia metas concretas, buena comunicadora
y con un buena autoestima, ambiente de apoyo y cuidados dentro y fuera de la familia.

Garmezy (1991); Garmezy, Masten y Tellegen (1984). Efectividad (en el trabajo, juego
y amor), expectativas altas, perspectivas positivas, autoestima, locus de control interno,
autodisciplina, habilidades de resolución de problemas, habilidades de pensamiento
crítico y sentido del humor.

Wolin y Wolin (1993). El humor (capacidad de encontrar lo cómico en la tragedia), la


capacidad de relacionarse o establecer lazos íntimos y satisfactorios con otros, la
moralidad (capacidad de comprometerse de acuerdo a valores sociales y de discernir
entre lo bueno y lo malo), la introspección (u observación de nuestros pensamientos,
emociones y actos), la independencia (capacidad de establecer límites entre uno mismo
y los ambientes adversos, y entre uno y las personas más cercanas, de mantener
distancia emocional y física, sin llegar a aislarse), la capacidad de exigirse y ponerse a
prueba en tareas progresivamente más demandantes, de responsabilizarse y controlar los

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problemas, iniciativa y creatividad (habilidad para crear orden, belleza y finalidad a
partir del caos y el desorden).

Segunda generación

Posteriormente, la segunda generación de investigadores, que comienza a publicar a


mediados de los noventa, seguía queriendo descubrir aquellos factores de riesgo y
protección favorecedores de la resiliencia, pero añadiendo el estudio de la dinámica
entre los mismos (Grotberg, 1999; Luthar y Cushing, 1999; Masten, 2001; Richardson,
Neiger, Jenson, y Kumpfer, 1990; Rutter, 1990)

Con esta segunda generación la resiliencia comienza a considerarse como un proceso


dinámico donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan en una relación
recíproca que permite a la persona adaptarse. Como un proceso, por tanto, que puede ser
desarrollado y estar presente a lo largo del ciclo vital, y no solamente reducido a la
niñez. Es decir, que todo el mundo, en cualquier momento y área de su vida, puede
encontrarse con una situación traumática, superarla y salir fortalecido. Grotberg (1999)
fue pionera en la noción dinámica de la resiliencia. Para ella, ésta requiere de la
interacción de factores resilientes provenientes de tres niveles diferentes: yo tengo
(apoyo externo o social), yo soy (fortaleza interna o recursos personales) y yo puedo
(habilidades y estrategias de afrontamiento). Se explican con más detalle en la tabla 1.

Tabla1. Factores resilientes de Grotberg (1999).

Yo tengo
Una o más personas dentro o fuera de mi entorno familiar en las que puedo confiar
plenamente, que me aman de forma incondicional y me proporcionan estabilidad.
Personas que me alientan a ser independiente, pongan límites a mi comportamiento, y
sean buenos modelos a imitar.
Acceso a la salud, a la educación y a servicios de seguridad y sociales que necesito.
Yo soy
Una persona que generalmente agrada a la mayoría de la gente, tranquila y bien
predispuesta.
Una persona que se respeta a sí misma y a los demás, siente empatía por los demás y se
preocupa por ellos.
Alguien que logra aquello que se propone y que planea para el futuro, responsable de

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mis propias acciones y acepto sus consecuencias, y segura de mí misma, optimista,
confiada y con esperanza.
Yo puedo
Generar nuevas ideas o nuevos caminos para hacer las cosas, y realizar una tarea hasta
finalizarla.
Resolver conflictos en diferentes ámbitos: académico, laboral, personal y social.
Encontrar el humor en la vida y utilizarlos para reducir tensiones.
Expresar mis pensamientos y sentimientos en mi comunicación con los demás,
controlar mi comportamiento y sentimientos, y pedir ayuda cuando la necesito.

3. DEFINIÓN DEL CONCEPTO

A lo largo de la historia del concepto de la resiliencia ha habido numerosas definiciones.


De todas ellas, la que mejor representa a la segunda generación de investigadores (y la
tendencia actual) es la adoptada por Luthar, Cicchetti y Becker (2000), quienes la
definen como un proceso dinámico que abarca la adaptación positiva dentro del
contexto de adversidad significativa. Con esta definición se distinguen tres componentes
esenciales que deben estar presentes en el concepto de resiliencia: la noción de
adversidad, la adaptación positiva y el proceso resiliente. De modo que, cuando el sujeto
se enfrente a una adversidad, la resiliencia le permitirá llevar a cabo una adaptación
positiva a pesar de la dificultad. Y ahora se especifican los tres componentes citados
anteriormente:

Adversidad

La adversidad se refiere a ‘’las circunstancias negativas de la vida que se sabe que están
estadísticamente asociadas con dificultades de ajuste’’ (Luthard y Ciccheti, 2000).
Aunque el término adversidad se vincula con circunstancias y consecuencias negativas
o factores de riesgo, se sugiere que los eventos vitales positivos (los cuales no están
aparentemente asociados a una alta probabilidad de resultados indeseables) pueden ser
también relevantes en la definición de resiliencia (Fletcher y Sarkar, 2013).
Consideraríamos la adversidad como el principal antecedente de la resiliencia. Los
antecedentes se refieren a lo que ocurre antes de la aparición del concepto, y en este

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caso, la experiencia de amenaza o adversidad es requisito imprescindible, pudiendo ser
de tipo biológico, psicológico, económico o social.

Adaptación positiva

Adaptación positiva alude a ‘’la competencia social manifestada conductualmente, o al


éxito en las tareas de desarrollo de una etapa destacada’’ (Luthard y Ciccheti, 2000) o
‘’síntomas relacionados con el bienestar interno’’ (Masten y Obradovic, 2006).
Pensamos en la adaptación positiva como el consecuente fundamental de la resiliencia.
Las consecuencias son el resultado final que se produce debido a los antecedentes y la
resiliencia, y éstas deberían reflejar que el individuo mantiene un funcionamiento
normal (salud física o mental) o mejor del esperado teniendo en cuenta la exposición a
la adversidad. Para afirmar si ha habido adaptación, se debe tener en cuenta que los
indicadores empleados se adecúan al marco sociocultural en el que se encuentra la
persona, con el objetivo de obtener un acercamiento más ecológico. Por ejemplo, en los
niños un indicador podría ser el logro académico, y en el personal militar la ausencia de
síntomas psiquiátricos.

Proceso resiliente

Como ya se ha visto, a raíz de la segunda generación de investigadores ha surgido un


creciente interés en describir la resiliencia como un proceso caracterizado por los
buenos resultados a pesar de la adversidad. Un proceso que tiene en cuenta la dinámica
entre múltiples factores de riesgo y factores resilientes, los cuales pueden ser familiares,
bioquímicos, fisiológicos, cognitivos, afectivos, biográficos, socioeconómicos, sociales
y/o culturales (Melillo y Suárez Ojeda, 2008). La noción de proceso descarta
definitivamente la concepción de resiliencia como atributo personal, ya que un atributo
personal sería inherente a algunos seres humanos y como consecuencia, quien no tiene
este atributo sería de alguna manera un fracaso (Luthar, Cicchetti y Becker, 2000).
Entenderla como proceso supone poner en duda que la resiliencia sea un atributo
personal o estado estático de la existencia, porque la persona puede ir construyéndola en
interacción con el ambiente.

A la hora de definir un concepto es importante cuidar la forma en la que lo hacemos,


pues refleja cómo lo entendemos, e influye en su evaluación y campo de aplicación. La

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resiliencia proviene del verbo latín “resilire” que significa volver atrás, volver de un
salto, resaltar, rebotar, ser repelido o resurgir. Cuando se emplea en relación con las
personas, numerosas definiciones han sido propuestas, todas ellas influenciadas por el
contexto social e histórico en el que tienen lugar las investigaciones. A continuación se
apuntan algunas de las más citadas en la tabla 2.

Tabla 2. Definiciones de resiliencia más citadas. Adaptada de (Fletcher y Sarkar, 2013).

‘’Factores protectores que modifican, mejoran o alteran la respuesta de una persona,


ante algún peligro ambiental que la predispone a un resultado de mal adaptación’’
(Rutter, 1987).

‘’El proceso de, la capacidad para o el resultado de adaptación exitosa, a pesar de los
retos o circunstancias amenazantes’’ (Masten, Best y Garmezy, 1990).

‘’Una clase de fenómeno caracterizado por buenos resultados, a pesar de las serias
amenazas a la adaptación o desarrollo’’ (Masten, 2001)

‘’La capacidad de los adultos de mantener niveles relativamente estables y saludables


de funcionamiento psicológico y físico, así como la capacidad de generar experiencias
y emociones positivas, que están expuestos a un hecho aislado y potencialmente muy
perjudicial, como la muerte de un familiar cercano o una situación peligrosa para la
vida’’ (Bonanno, 2004)

‘’Complejo repertorio de tendencias comportamentales’’ (Agaibi y Wilson, 2005).

‘’La capacidad de los individuos para enfrentarse con éxito a un cambio significativo,
adversidad o riesgo’’ (Lee y Cranford, 2008).

‘’La estabilidad o rápida recuperación de un individuo (o incluso crecimiento) bajo


condiciones de adversidad significativa’’ (Leipold & Greve, 2009).

Una vez ya definida la resiliencia y establecido sus tres componentes esenciales


(adversidad, adaptación positiva y proceso), cabe destacar que a menudo se han
empleado indistintamente dos términos, recuperación y afrontamiento, para hablar de
resiliencia, pero que deberían ser concebidos como conceptualmente distintos de ésta.
En primer lugar, como indica Bonanno (2004) es importante distinguir resiliencia de
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recuperación, pues se ha producido el hecho paradójico de considerar que personas que
han superado sin problemas traumas importantes podían tener algún tipo de
psicopatología que les facilitara comportarse de ese modo no considerado «normal». Sin
embargo, lo que estaban haciendo era poner en práctica su resiliencia. De manera que,
recuperación se refiere a la restauración gradual de los niveles normales y saludables de
funcionamiento tras un periodo de psicopatología, mientras que resiliencia se refiere a la
capacidad de las personas para mantener los niveles normales de funcionamiento. Por
ejemplo, una persona en duelo con un patrón de recuperación podría mostrar síntomas
de depresión y dificultades en su funcionamiento diario, pero volver a sus niveles
previos en un periodo de uno o dos años. Por el contrario, alguien con resiliencia sería
capaz de avanzar con su vida sin ninguna o mínima dificultad en su funcionamiento
diario (Mancini y Bonanno, 2009). En segundo lugar, Richardson (2002) propuso que la
resiliencia era ‘’el proceso de afrontamiento ante estresores, adversidad, cambios u
oportunidades que da como resultado la identificación, el fortalecimiento y el
enriquecimiento de las cualidades resilientes o de los factores protectores’’. Sin
embargo, afrontamiento haría alusión a las estrategias empleadas como resultado de la
evaluación de un estresor, y la resiliencia a cómo se evalúa dicho estresor (Lazarus &
Folkman, 1984). Además, la resiliencia pronostica una respuesta positiva ante una
situación potencialmente estresante, mientras que, el afrontamiento puede ser positivo o
negativo (Skinner & Zimmer-Gembeck, 2007; Van Vliet, 2008).

3.1. Definición del concepto: del enfoque individual al colectivo

Como ya hemos visto, el término resiliencia ha sido empleado para describir la


capacidad de las personas de sobreponerse a las adversidades. Sin embargo, en la
actualidad, se ha dado un giro del enfoque, del individual se ha pasado al colectivo, es
decir, de la capacidad del individuo a la capacidad de los grupos. Dos campos
emergentes de la resiliencia de grupos son: la resiliencia comunitaria y la resiliencia
familiar.

La resiliencia comunitaria

Haría referencia al afrontamiento por parte de los colectivos o comunidades ante


adversidades, y en dicho afrontamiento influyen otros aspectos psicosociales además de
las respuestas individuales al estrés. Este concepto nace en Latinoamérica, donde

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empieza a considerarse que la resiliencia puede ser aplicada en el ámbito social y
comunitario. Se toma como prueba de ello, los esfuerzos colectivos de algunos pueblos
cuando encaran situaciones de emergencia (desastres naturales, pobreza y desigualdad).
Se ha observado que disponer de recursos personales y comunitarios está relacionado
con las diferentes reacciones al estrés (Braun-lewensohn y Sagy, 2014), y que las
comunidades tienen el potencial para funcionar de forma efectiva y adaptarse con éxito
a las consecuencias de los desastres, y de participar en su propia preparación a los
mismos (Chandra y cols. 2013; Pfefferbaum, Pfefferbaum, Norris, Stevens y Wyche
2008).

Algunas de las definiciones planteadas sobre este concepto, adaptadas de Pfefferbaum,


Pfefferbaum, Norris, Stevens y Wyche (2008), se recogen en la Tabla 3 .

Tabla 3. Definiciones de resiliencia comunitaria. Adaptada de Pfefferbaum y cols.


(2008).

‘’La capacidad de las comunidades para soportar los choques externos a su


infraestructura social’’ (Adger, 2000).

‘’Las capacidades, habilidades y conocimientos de una comunidad que le permite


participar plenamente en su recuperación a desastres’’ (Coles y Buckle, 2004).

‘’La capacidad de los miembros de la comunidad de tomar acciones colectivas,


deliberadas y significativas para remediar el impacto de un problema, incluyendo la
capacidad de interpretar el entorno, intervenir y seguir adelante’’ (Pfefferbaum,
Pfefferbaum, Reissman, Klomp y Gurwitch, 2005).

De modo similar a lo planteado por Wolin y Wolin (1993) en el plano individual,


Melillo y Suarez Ojeda (2008) han identificado una serie de factores de la resiliencia
comunitaria: Autoestima colectiva (actitud y sentimiento de orgullo por el lugar en el
que se vive), identidad cultural (surge de la interiorización por parte del grupo de las
costumbres, valores, etc), humor social (capacidad para expresar en palabras, gestos o
actitudes corporales los elementos cómicos de un evento estresante, consiguiendo un
efecto tranquilizador y placentero) y honestidad colectiva o estatal (se refiere a la
dirección de los asuntos públicos de forma traslúcida y ética).

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Resiliencia familiar

Haría referencia a la capacidad de perseverar, encontrar recursos, y prosperar que tienen


las familias cuando se enfrentan a la adversidad o estrés crónico. Esta corriente tiene sus
raíces en los pioneros de la línea sistémica, en especial los que provenían de la terapia
con niños, que empezaron a incluir a las madres en los tratamientos, ya que se dieron
cuenta de que actuar solo con el niño era insuficiente, y en cambio había notables
mejorías con la integración de la madre en la terapia.

Algunos de los puntos fuertes y recursos asociados con la adaptación positiva de las
familias son: la aceptación de la situación, los patrones positivos de la comunicación
familiar, el compromiso con la unidad familiar, una actitud positiva hacia las nuevas
experiencias y desafíos (Greeff y Nolting, 2013), actitudes demostrativas de apoyos
emocionales, experimentar en conjunto sensaciones de complicidad y pertenencia,
capacidad de aprovechar y generar recursos (Walsh, 1998), pasar tiempo en familia, las
habilidades para resolver problemas y la búsqueda de sentido (Ahlert y Greeff, 2012).

En conclusión, sería interesante plantear cómo aquellos factores definidos, en un


principio, como individuales, son luego observados en los grupos. La lista de
definiciones y de factores que favorecen la resiliencia es extensa, pero en el presente
trabajo se han desarrollado los que a la luz de la revisión realizada, parecen ser los más
significativos. Por último, señalar que la mención a estas dos corrientes de carácter
grupal es breve, dado que el propósito de este trabajo no es ahondar en ellos, sino
reflejarlos aquí porque conforman una parte importante del desarrollo de la resiliencia.

4. TEORÍAS DE LA RESILIENCIA

En los últimos treinta años han surgido numerosas teorías y modelos, en los que a pesar
de sus discrepancias, la mayoría de los investigadores han incorporado la idea de que la
resiliencia es un proceso dinámico que cambia con el paso del tiempo (Fletcher y
Sarkar, 2013), donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan de modo
recíproco permitiéndole a la persona adaptarse, a pesar de las dificultades. Siguiendo a
Suarez Ojeda y Melillo (2008) casi todos los autores podrían adherirse al modelo
ecológico-transaccional de resiliencia, el cual tiene sus bases en el modelo ecológico de
Bonfenbrenner (1981). La perspectiva que guía este modelo es que el individuo se halla
inmerso en una ecología determinada por diferentes niveles que interactúan entre sí,

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ejerciendo una influencia directa en el desarrollo humano. Las diferencias entre teorías
residen: En el énfasis puesto en los diferentes factores. Por ejemplo, Dunn, Iglewicz y
Moutier (2008) en su modelo destacan la personalidad y el temperamento como factores
fundamentales, mientras que Brennan (2008) señala el apoyo social y la acción
comunitaria (Fletcher y Sarkar, 2013). En referencia a los resultados positivos que
señalan los autores, aunque en general la resiliencia es el resultado más deseable en la
mayoría de las teorías, algunos autores señalan otros. Por ejemplo Agaibi y Wilson
(2005) apuntan al afrontamiento, Paton y cols. (2008) a la satisfacción laboral y Riolli y
Savicki (2003) a la productividad (Fletcher y Sarkar, 2013). También respecto a la
población específica en la que se centran. Por ejemplo, el modelo de resiliencia
adolescente de Haase (2004) o la teoría fundamentada de la resiliencia psicológica y el
rendimiento óptimo en el deporte de Fletcher y Sarkar (2012), o porque se puede aplicar
a una población de carácter más general como el de Richardson y cols. (1990) y
Richardson (2002).

A continuación se presenta un resumen de las teorías de la resiliencia, adaptado de


Fletcher y Sarkar (2013), Junto a cada autor y teoría aparece una breve descripción de la
misma.

Patterson (1988). Modelo de respuesta adaptativa y ajuste familiar. Describe el


proceso de las familias equilibrando demandas y capacidades, y como ellas interactúan
con significados familiares. El resultado es ajuste familiar o adaptación.

Richardson y cols. (1990); y Richardson (2002). El modelo de la resiliencia. Postula la


presencia de homeostasis biopsicoespiritual dentro del individuo, la cuál es influenciada
por la adversidad, los eventos vitales y factores protectores. Siguiendo al proceso de
disrupción de la homeostasis hay un proceso de reintegración con cuatro posibles
resultados: reintegración resiliente, reintegración y vuelta a la homeostasis,
reintegración con pérdida, o reintegración disfuncional.

Polk (1997). Modelo de enfermería de la resiliencia. La resiliencia es concebida como


resultado de la relación sinérgica entre cuatro patrones: disposicional, relacional,
situacional y filosófico.

Riolli y Savicki (2003). Modelo de la resiliencia organizacional en el campo de los


sistemas de información. Integra los niveles de respuesta individual y organizacional.

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Las fuentes de protección frente al estrés incluyen disposiciones y habilidades (nivel
individual), y estructuras y procesos organizacionales (nivel organizacional). Como
resultado de estos procesos están la resiliencia, la productividad, la conservación y el
burnout.

Haase (2004). Modelo de resiliencia adolescente. Basado en la interacción de conceptos


que son categorizados como uno de estos tres factores: protectores (por ejemplo
protección familiar o social), de riesgo (por ejemplo riesgo individual o relacionado con
enfermedades), y resultado (por ejemplo resiliencia o calidad de vida).

Agaibi y Wilson (2005). Modelo genérico de resiliencia en respuesta a trauma


psicológico. Un modelo integrativo persona-ambiente que enfatiza la interacción entre
cinco variables interrelacionadas: personalidad, modulación del afecto, defensa del ego,
estilo de afrontamiento, movilización y utilización de factores protectores.

Gillespie, Chaboyer, Wallis y Grimbeek (2005). Modelo revisado de resiliencia en


enfermeras de quirófano. Cinco variables que explican el 60% de la variación en
resiliencia son: esperanza, autoeficacia, control, afrontamiento y competencia.

Brennan (2008). Modelo conceptual sobre resiliencia en la comunidad y juventud. Las


comunidades y la juventud conllevan, a veces, una variedad de vulnerabilidades. Éstas
crean un ambiente que requiere apoyo social y acción comunitaria. La acción
comunitaria es la principal condición que incrementa la resiliencia y promueve el
bienestar.

Denz-Penhey y Murdoch (2008). Una teoría fundamentada de resiliencia personal. La


resiliencia personal como tema principal en las historias de personas que han
sobrevivido inesperadamente a serias enfermedades. La resiliencia está formada por
cinco dimensiones: conexión con el ambiente social, familiar y físico de uno mismo, la
sabiduría interior procedente de la experiencia y la fuerza psicológica propia.

Dunn, Iglewicz y Moutier (2008). ‘’El depósito de afrontamiento’’: un modelo


conceptual sobre el bienestar de los estudiantes de medicina. Una gama de inputs
positivos (‘’llenan el depósito’’) y negativos (‘’drenan el depósito’’), pueden llevar a
resultados positivos (por ejemplo resiliencia) o negativos (burnout por ejemplo).

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Galli y Vealey (2008). Modelo conceptual de resiliencia deportiva. Adversidad,
influencias socioculturales y recursos personales son factores discutidos por atletas
como en el centro del proceso de la resiliencia (agitación), la cual conlleva
consecuentemente a resultados positivos (por ejemplo aprendizaje y perspectiva).

Palmer (2008). Teoría del riesgo y la resiliencia en familias de militares. Los efectos de
los riesgos militares y de los factores de resiliencia, en los resultados de los niños, son
propuestos para seguir un camino indirecto que envuelve el estrés y la psicopatología en
los padres, con interacciones padres-niño consideradas vitales para los hijos de
militares.

Paton y cols. (2008). El modelo de escudo-estrés de la resiliencia. El modelo de


resiliencia del oficial de policía integra una gama de persona, equipo y factores
organizacionales que llevan al empowerment, el cual conduce sucesivamente a un
número de resultados (por ejemplo capacidad adaptativa, crecimiento, entendimiento y
satisfacción).

Van Vliet (2008). Teoría fundamentada en la vergüenza y resiliencia en la adultez. La


reconstrucción del yo como la categoría principal que significa el proceso de
recuperación de un evento vergonzoso. La reconstrucción del yo ocurre a través de
cinco procesos principales: conexión, reorientación, aceptación, entendimiento y
resistencia.

Leipold y Greve (2009). Un modelo integrativo de afrontamiento, resiliencia y


desarrollo. La resiliencia es propuesta como resultado de los procesos de afrontamiento
(por ejemplo asimilación y adaptación), los cuales son influidos por las condiciones
personales y situacionales. La resiliencia es considerada como una parte importante del
puente conceptual entre el afrontamiento y el desarrollo.

Mancini y Bonanno (2009). Modelo hipotetizado de resiliencia. Las diferencias


individuales (personalidad, creencias a priori, complejidad de identidad, emociones
positivas y consuelo de los recuerdos positivos) son propuestas para tener un efecto
directo e indirecto en el afrontamiento con pérdida. Los procesos de evaluación y apoyo
social juegan un papel crítico como mecanismos compartidos de resiliencia.

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Fletcher y Sarkar (2012). Teoría fundamentada de la resiliencia psicológica y el
rendimiento óptimo en el deporte. Numerosos factores psicológicos (relacionados con
una personalidad positiva, motivación, confianza, concentración y percepción de apoyo
social) protegen a los mejores atletas del mundo de los potenciales efectos negativos
procedentes de estresores, por influencia de sus valoraciones sobre los desafíos y las
metacogniciones. Estos procesos promueven respuestas facilitadoras que preceden a una
actuación deportiva óptima.

5. FACTORES DE LA RESILIENCIA Y SU PAPEL EN EL BINESTAR


SUBJETIVO

La resiliencia se relaciona con el bienestar psicológico, ya que las personas resilientes


suelen ser capaces de mantener su salud física y psicológica, y de recuperarse más
rápidamente de eventos estresantes (Carver, Scheier, y Segerstrom, 2010; Gutiérrez y
Romero, 2014; Ryff y Singer, 2003). El bienestar subjetivo incluye juicios cognitivos
tales como satisfacción con la vida, y respuestas emocionales ante los diferentes eventos
como sentimiento de emociones positivas (Pavot y Diener, 2008). A lo largo de las tres
últimas décadas, el bienestar subjetivo ha sido objeto de creciente interés entre los
teóricos de diferentes orientaciones, tanto sociológicas como psicológicas, considerando
la satisfacción con la vida como uno de sus elementos importantes (Diener, 2000;
Marques, Pais-Ribeiro y Lopez, 2007; Rodríguez y Goñi, 2011). La satisfacción con la
vida se define como la percepción subjetiva de la calidad de vida de una persona, y goza
de gran consideración porque está íntimamente relacionada con un amplio rango de
beneficios personales, conductuales, psicológicos y sociales (Henrich y Herschbach,
2000; Liu, Wang y Lü, 2013; Lyubomirsky, King y Diener, 2005). Dado que el
bienestar subjetivo ha sido consistentemente identificado como un importante factor
psicológico asociado al crecimiento positivo, la salud y el bienestar, es de gran
relevancia incrementar la comprensión de la satisfacción con la vida de modo que no es
de extrañar el interés por investigar los factores asociados a la resiliencia, con el
objetivo de promoverlos, y en definitiva contribuir a la calidad de vida.

Cuando se habla de los factores asociados a la resiliencia, son muchos los que se
proponen. Sin embargo, en este trabajo se acotan y adaptan los propuestos por Grotberg
(1999), pudiendo distinguir dos grandes conjuntos: los recursos ambientales que se
encuentran fuera del individuo y los recursos personales que residen dentro del sujeto.

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Recursos externos

Leiva, Pineda y Encina (2013) encontraron en su estudio que el apoyo social percibido
tanto a nivel familiar como de las amistades han mostrado ser significativos en su
relación con la resiliencia, lo que también es consistente con investigaciones previas que
han vinculado la calidad de las relaciones sociales con el ajuste positivo (Florenzano y
Valdés, 2005; Roustit, Campoy, Chaix y Chauvin, 2010; Salazar, Wingood,
DiClemente, Lang y Harrington, 2004; Tusaie, Puskar y Sereika, 2007). Más
concretamente, dentro de la familia se enmarcan: la crianza efectiva, la relación cercana
con un adulto que proporciona cuidado (Masten, 2007), familias que proporcionan
apoyo, calidez, estímulo y ayuda parental, cohesión y cuidado, creer en el niño, no
culparlo, apoyo marital, valoración de los talentos o pasatiempos del niño (Becoña,
2006), apego parental (Kenny, Gallagher, Alvarez-Salvat y Silsby, 2002), unión familiar
y menores niveles de discordia entre los padres (Tiet, Huizinga y Byrnes, 2010). Fuera
de la familia se destaca: la unión a los maestros, la participación en actividades
extracurriculares, estar menos involucrados con sus compañeros delincuentes (Tiet et
al., 2010) y mantener relaciones con compañeros con conductas prosociales (Masten,
2007). También se ha visto la importancia de contar con un vecindario de calidad, una
escuela que proporcione experiencias de apoyo, y el acceso a buenos servicios sociales
y de salud (Becoña, 2006; Masten y Powell, 2003).

Recursos personales

El autoconcepto se refiere a la percepción que tiene el individuo de sí mismo, basado en


sus experiencias con los demás y en las atribuciones de su propia conducta, que
involucra componentes emocionales, sociales, físicos y académicos (Musitu, García y
Gutiérrez, 1997). Se ha encontrado que el autoconcepto y también el autocontrol están
relacionados con resultados resilientes (Kim J, Cicchetti D (2004); Matalinares y cols.,
2011; Miller-Lewis, Searle, Sawyer, Baghurst y Hedley, 2013; Sandler, Wolchik, Davis,
Haine, Ayers, 2003).

En relación al constructo anterior, concretamente al componente emocional, la


autoestima es uno de los recursos personales más consistentes en estudios
longitudinales y transversales relacionados con la resiliencia (Leiva, Pineda y Encina,
2013). Esta asociación positiva es coherente con otros estudios (Afifi y MacMillan,

17
2011; Collishaw, et al., 2007; Demb, 2005; Melillo, 2007; Steinhardt y Dolbier, 2008;
Gutiérrez y Romero, 2014; Dang, 2014).

También se ha comprobado que el locus de control interno actúa como un factor


protector que ayuda al niño y al adolescente a desarrollar resiliencia (Kotliarenco,
Cáceres y Fontecilla, 1996; Steese, Dollette, Phillips y cols., 2006). González-Arratia,
Valdez, van Barneveld y González (2012) encontraron que los grupos con mayor
resiliencia puntuaban más alto tanto en locus de control interno como en estilo de
afrontamiento directo (de enfrentamiento a los problemas). El estilo de afrontamiento se
refiere al conjunto de técnicas cognitivas y comportamentales que un individuo emplea
para manejar las situaciones de estrés (Folkman & Moskowitz, 2004), habiendo dos
estilos en general: el afrontamiento centrado en el problema, cuyo objetivo es eliminar
la situación estresante, y el afrontamiento centrado en la emoción cuyo propósito es el
de eliminar el malestar emocional que se produce como consecuencia de la situación
estresante. En esta línea, se ha observado que las personas optimistas tienen más
estrategias de afrontamiento centradas en el problema que los pesimistas (Segerstrom y
Solberg, 2006), se sugiere que utilizar el optimismo puede ser un estilo de afrontamiento
eficaz que facilite un mejor manejo de los factores de estrés de la vida (Freche, 2013;
González-Arratia, Valdez, van Barneveld y González (2012). Además, el optimismo
refleja el grado en que las personas tienen expectativas favorables sobre su futuro. Las
personas cuya perspectiva es optimista confían en que las cosas les vayan a ir bien y se
predisponen para ello, mientras que los pesimistas esperan que les salgan mal, e
igualmente, se preparan para ello. Cuando se confronta dificultades, los optimistas
esperan buenos resultados, incluso cuando las cosas son difíciles. Esto produce una
mezcla relativamente positiva de los sentimientos. Los pesimistas esperan malos
resultados. Esto produce más sentimientos negativos-la ansiedad, la ira, la tristeza,
incluso la desesperación (Carver y Scheier, 1998). De manera que los individuos con
mayor optimismo son más propensos a tener expectativas positivas del futuro,
manifiestan que los hechos desagradables que les suceden, son fruto de causas
específicas y no de explicaciones generalizadas (Seligman, 2006), valoran de forma más
positiva las situaciones estresantes y a sí mismos (tienen más confianza en sí mismos) y
buscan apoyo social. Existiría una relación positiva entre resiliencia y optimismo
porque este refleja la actitud positiva de los individuos hacia las situaciones adversas, y
por lo tanto, se considera el optimismo como un aspecto importante de la resiliencia (Yu

18
y Zhang, 2007; Souri y Hasanirad, 2011). Lo mismo ocurre con el humor, que
considerado como un importante mecanismo de afrontamiento, guarda relación con la
resiliencia (Bonanno y Mancini, 2008; Hatala, 2011, citado en Hatala, Waldram y
Crossley, 2013; Tran, Glück y Lueger-Schuste, 2013). Pero la relación entre humor y las
conductas resilientes que implican una modificación real de las situaciones adversas no
es directa, sino que supone un cambio de perspectiva más que una capacidad operativa
(Melillo y Ojeda, 2008).

En definitiva, la resiliencia puede proporcionar recursos cognitivos y emocionales, de


afrontamiento y contextuales, que promueven una mejor salud mental. Podríamos
esperar que una persona que se enfrenta ante una dificultad, con una actitud o
disposición positiva y utilizando estrategias de afrontamiento más útiles además de con
una mayor confianza en sí misma y el apoyo de al menos una persona (es decir, un
individuo resiliente) disfrutará de mayores niveles de bienestar subjetivo.

6. CONCLUSIONES

En vista de los beneficios que supone la resiliencia para el bienestar físico y mental de
las personas, no nos sorprende el gran interés por el estudio de este concepto. A pesar de
que con la investigación, haya sido ingente la cantidad de factores resilientes
propuestos, numerosas las definiciones y modelos que tratan de explicar cómo se
produce el proceso resiliente, y de esclarecer los conceptos con los que ha sido
intercambiada en ocasiones, debemos ser conscientes que lo más importante de este
concepto es que supone una muestra del potencial humano, un cambio de mirada de los
aspectos negativos y limitaciones del individuo a sus capacidades y posibilidades

Los acontecimientos traumáticos, las adversidades y las amenazas son inherentes al


ciclo vital, de modo que, cobra especial relevancia el estudio de un constructo como la
resiliencia, que pone de manifiesto las cualidades y factores que poseen o tienen a su
alcance las personas. En otras palabras, la resiliencia es algo más que simplemente
recuperarse, supone extraer algo positivo y aprender de lo ocurrido, de avanzar con su
vida y sacar provecho de los acontecimientos negativos que son, en ocasiones,
inevitables. Por otro lado, en muchos casos, es más útil aumentar la resiliencia que
intentar disminuir o eliminar los riesgos. Consecuentemente, y sabiendo que todos los
elementos que participan en la resiliencia pueden ser promovidos ya que ésta es un

19
proceso, es decir, que cualquier persona con mayor o menor dificultad, sabiendo que a
lo largo de su vida tendrá que enfrentarse a dificultades, puede aprender a emplear
recursos y desarrollar cualidades que le permitan sobreponerse y salir enriquecido.

Porque el objetivo último de la psicología y de las personas en general, es que los


individuos sean felices, tenemos el compromiso de seguir profundizando en este
concepto.

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8. ANEXOS

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