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La doctrina social de la Iglesia; la relación entre caridad y justicia; los deberes de garantizar y favorecer la paz.
La Doctrina Social de la Iglesia es la compilación de orientaciones y enseñanzas acerca de cómo vivir nuestra fe en
relación con los desafíos que plantea la vida en la político, económico y social.
En la historia del pensamiento social de la Iglesia ha estado presente la preocupación por la cuestión social, pero no se
habló estrictamente con estos términos. En 1891, el Papa León XIII comienza a hablar en estos términos; “principios
conforme a la verdad y a la justicia”. Más adelante, Pío XI habla de los “inmutables principios derivados de la recta razón y
de la nueva filosofía moral”. El Papa Pío XII es el que usa este término de manera frecuente. Años más tarde Juan XXIII lo
usa muy poco en la encíclica Mater et Magistra, porque con el término doctrina se estaba indicando algo estático.
El Vaticano II lo usa una sola vez la expresión (GS 16,5). El Papa Pablo VI nuca usa esta expresión, pero habla de
orientaciones en la encíclica OA y en la Populorum progressio una la frase: “exigencias del mensaje evangélico”. Años más
tarde, el Papa Juan Pablo II usa todos los vocablos que hasta entonces se había usado en sus documentos.
“La doctrina Social de la Iglesia se origina del encuentro entre el mensaje evangélico y de sus exigencia éticas con los
problemas que surgen en la vida de la sociedad. Las cuestiones que de este modo se ponen en evidencia llegan a ser materia
para la reflexión moral que madura en la Iglesia a través de la búsqueda científica e incluso a través de las experiencias de
la comunidad humana.”. 1
La Doctrina Social de la Iglesia se presenta, ante todo como una reflexión moral, que se ayuda tanto de las ciencias
como de la experiencia creyente al contacto con los problemas de hoy. Esta enseñanza tiene un carácter práctico:
“Esta doctrina se proyecta sobre los aspectos éticos de la vida, sin descuidar los aspectos técnicos de los problemas,
para juzgarlos con criterio moral. Basándose sobre principios siempre válidos lleva con sigo juicios contingentes, ya que se
desarrolla en función de las circunstancias cambiantes de la historia y se orienta esencialmente a la acción o praxis
cristiana”. 2
La Doctrina Social forma parte de la misión de la Iglesia, en la que todos los creyentes estamos comprometidos. En la
comprensión y formulación de la Doctrina Social de la Iglesia se tiene en cuenta algunos criterios, siguiendo un itinerario.
2. Fundamentos y principios
1. La caridad:
El término procede del latín carus (querido o amado). Su carácter esencial se pone de manifiesto en la relación con los
demás. La caridad cristiana tiene su origen en el amor de Dios (1Jn 4,7; 4), que se nos ha dado a través de Cristo (1Jn 4,9 ss)
y del Espíritu para que el cristiano pueda a su vez amar a Dios y al prójimo, se trata por tanto de un don y como tal va ligada
a la justificación (1 Jn. 4,11-19)
La caridad como don de la virtud teologal pone al cristiano en un camino de seguimiento que tiene como fin la
identificación con Cristo en un a superación continua (cf. Dicc Teológico enciclopédico, pp. 128).
La caridad, es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo
como a nosotros mismos por amor de Dios (C. 1C. 1822, ss). La caridad política, es la actitud básica del ethos social
cristiano, desde un punto de vista objetivo, es el contenido global del compromiso social cristiano.
"El eje de. la ética cristiana es la caridad, porque es el mismo Jesús que resumió el quehacer de sus seguidores en el
único precepto del amor a Dios y al prójimo (Mc 12, 28-34; Mi 22, 34- 40; Lc 10,25-28). El discípulo de Jesús busca hacer
del otro su prójimo. Amar a Dios en el otro y al otro en Dios". 4
La caridad se torna compasiva, es decir, se hace vulnerable frente al padecimiento y a las necesidades del otro. La
caridad es responsable porque tiene misericordia de las necesidades del otro y se solidariza con el otro(Jn 15,13-17). La
caridad busca las mediaciones sociales capaces de posibilitar y facilitar relaciones interpersonales de fraternidad. La caridad
por tanto, lo hace realidad histórica y encuentra su expresión privilegiada en la defensa de los derechos de los empobrecidos.
El origen y fuente de la justicia es la caridad, porque sólo la caridad asume los problemas y las necesidades del otro sin
ningún intento de utilización de cualquier signo.
Antiguo Testamento. El Sal 127 habla sobre la bendición del justo. Luego en otros textos encontramos cómo el Espíritu del
Señor que actúa en el mundo, para el bien del hombre (Sab 1,7).
En el Nuevo Testamento. "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen
lo que yo les mando" (Jn 15,13-14). En Rom 1,16-17: "Pues no me avergüenzo del evangelio, que es una fuerza de Dios para
la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego. Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe
en fe como dice la Escritura: el justo vivirá por la fe". En 1 Co 13, habla sobre la caridad en todas sus dimensiones y normas
morales para que el hombre cumpla y viva la vida cristiana.
La caridad es el alma de la santidad a la que todos están llamados: "dirige todos los medios de santificación, los informa
y los lleva a su fin"(LG 42). La caridad perfecta destruye el pecado(Dz 1031ss, 1070); aunque no excluye el temor ni la
esperanza (Dz 1327). Ha de amarse más a Dios que al prójimo (Dz 525). El hombre está obligado amar al prójimo, no sólo
con actos externos, sino también con actos internos(Dz 1160, 1161).
2. La justicia
Es aquel orden en que el hombre puede subsistir como persona; y esto debe ser posible, no sólo para el poderoso, el
feliz y el bien dotado, sino para todos los hombres por el hecho de ser hombres.
La justicia social, es la justicia en cuanto que tiende a asegurar el respeto y la promoción de los derechos para todos,
especialmente para los menos favorecidos, inscribiendo estos derechos en las estructuras y en el funcionamiento de la
sociedad. La justicia social se autocomprende a partir de la dignidad de la persona, de los derechos inviolables que deben ser
respetados y promovidos de forma dinámica y progresiva. La justicia social es necesaria para determinar la moralidad en el
ámbito intersubjetivo y social, pero esto no basta (cf Dicc. Teol.Encicl. pp. 545546).
“El séptimo mandamiento prohibe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar' de cualquier manera
al prójimo en sus bienes. Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de
los hombres Con miras al bien común exige el respeto del destino universal de los bienes y del derecho de propiedad
privada. La vida cristiana se esfuerza por ordenar a Dios y a la caridad fraterna los bienes de este mundo (C. L C. 2401)”.
4
MIFSUD, Tony, Moral Social, lectura solidaria del continente, Vol III, pp. 185.
3
Marciano Vidal en su libro III de moral social, define a la justicia como "la firme voluntad de dar a cada uno lo suyo"
(cf pp. 109).
Los elementos específicos exigidos por el objeto propio de la justicia son:
* Alteridad: las relaciones de justicia son siempre bilaterales; exigen la alteridad.
* Estricta exigibilidad: pertenece a la actitud ética de la justicia al referirse a algo debido a
otro, es decir, lo que hay que dar a otro por ser suyo.
* Igualdad: la justicia exige la igualdad entre la Demanda y la satisfacción, entre lo que se debe y lo que se recibe, entre la
deuda y el pago.
a). Justicia conmutativa. Es la que regula la proporción equitativa que debe haber entre iguales, en sus transacciones.
Los contratos están sometidos a la justicia conmutativa, que regula los intercambios entre las personas en el respeto
exacto de sus derechos La justicia conmutativa obliga estrictamente; exige la salvaguardia de los derechos de propiedad, el
pago de las deudas y el cumplimiento de obligaciones libremente contraídas Sin justicia conmutativa no es posible ninguna
otra forma de justicia (CLC. 2411,ss).
b). Justicia distributiva. Es la que establece lo que le corresponde a cada miembro de la sociedad, de forma que la autoridad
distribuya equitativamente recompensas y los cargos o penas entre los habitantes.
El ejercicio de la autoridad ha de manifestar una justa jerarquía de valores con el fin de facilitar el ejercicio de la
libertad y de la responsabilidad de todos. Los superiores deben ejercer la justicia distributiva con sabiduría, teniendo en
cuenta las necesidades y la contribución de cada uno y atendiendo ala concordia y la paz (C.LC. 2236, ss).
c). Justicia legal. Es la que demanda del individuo el cumplimiento de leyes justas y le exige que coopere al bien común de
la sociedad.
El poder político está obligado a respetar los derechos fundamentales de la persona humana. Y a administrar
humanamente justicia en el respeto al derecho de cada uno, especialmente el de las familias y de los desheredados
Los derechos políticos inherentes a la ciudadanía pueden y deben ser concedidos según las exigencias del bien común.
No pueden ser suspendidos por la autoridad sin motivo legítimo y proporcionado. El ejercicio de los derechos políticos está
destinado al bien común de la nación y de toda la comunidad humana (C.LC. 2237, ss).
d). Justicia social. Es la que exige que, en los diversos campos de la vida social, económica, política, sea entre el individuo
o las instituciones se cumplan las exigencias de la equidad.
“La sociedad asegura la justicia social cuando realiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a cada uno
conseguir lo que le es debido según su naturaleza y su vocación. La justicia social está ligada al bien común y al ejercicio de
la autoridad”. (CIC 1928, ss 2425, ss 2832).
Antiguo Testamento. En el pentateuco se habla de un pueblo justo si cumple los preceptos de Yahvé (Dt 5,25); el justo es
quien cumple la voluntad de Dios (Prov 21,7; Job 8,3-6; Is 1,26). Es en general el hombre bueno (Prov 10,28). Se denomina
justo al que practica la justicia humana y ejerce el derecho (Ez 18,5). Es importante recordar que Moisés establece los Jueces
(Ex 18,13-27), con la tarea de administrar justicia en la convivencia social.
En el Nuevo Testamento. Se usa el sustantivo diakaiosine asociado a la santidad(Mt 3,15; Lc 1, 75). Pablo habla de
justificación. También por justo entiende definir al hombre bueno que es fiel a Dios: Zacarías e Isabel (Lc 1,6); Simeón (Lc
2,25); Cornelio; San José, entre otros, pero el justo por excelencia es Jesucristo (Mt 27,19).
Existe también el concepto de justicia entendida como fidelidad a Dios (fidelidad y cumplimiento de la alianza) para
progresivamente convertirse en sinónimo de salvación. Dios es fiel y justo porque salva; y salva no porque da a cada uno lo
suyo (justicia distributiva), sino porque es profundamente misericordioso (Rom 3,25). Es con Jesús cuando se alcanza la
mejor expresión de la justicia, entendida como misericordia.
Es propio de la justicia social "exigir de cada uno todo lo que es necesario para el bien común" (Dz 2277), y por tanto
modera la debida atribución de los frutos del capital y del trabajo, y presta oportunidad de trabajar y de recibir un salario
justo para establecer un orden verdaderamente jurídico y social (Dz 2260, 2263, 2265, 2269).
Ambas virtudes en la práctica son complementarias y pueden integrarse. No hay caridad si no hay justicia. (justicia:
virtud cardinal y caridad: virtud teologal) La caridad como virtud teológica tiene carácter de fin, mientras que la justicia
actúa como medio. No hay justicia si falta el amor. la razón última de nuestro actuar debe ser el amor. es bueno y necesario
dar a cada uno lo suyo, pero acompañar con el respeto y la intención, que solo puede ser consecuencia y expresión del amor.
Interdependencia entre ambas. Ambas virtudes deben ir acompañadas. La presencia de la justicia favorecerá el
fortalecimiento de la caridad en las relaciones. La justicia entendida como derechos y deberes necesarios e indispensables
4
para la ejecución de los propósitos y el conseguimiento de metas. El riesgo es que nos inocule un sistema de vida que no es
nuestro sino que responda a un sistema político que nos lleva a un sometimiento.
Las aterradoras experiencias vividas en las dos últimas guerras mundiales ha hecho reflexionar a la iglesia y proponer
líneas de acción para favorecer y fomentar la paz, empezando desde el corazón humano hasta la paz entre los países.
La paz no es solo ausencia de guerra o violencia, es como la síntesis de todos los bienes necesarios y posibles.
La paz es a la vez un don de Dios y una tarea de la que es responsable el hombre. Como don de Dios solo poseeremos
en plenitud al final de la historia; como tarea humana, exige un esfuerzo constante, basado en una voluntad inquebrantable.
La paz es una realidad dinámica y progresiva que, en último término, no puede tener otra base que la verdadera justicia:
la paz es el fruto de la justicia.
Vimos en un mundo marcado por la violencia, donde, por tanto, la construcción de la paz tiene un precio. También esto
tiene que ver con el dato revelado. En concreto, Jesús, príncipe de la paz, no se contentó con vivir la paz como ausencia de
problemas; en su vida queda bien testificado cómo la verdeara paz no se alcanza si no es haciendo frente a la violencia hasta
llegar incluso a sucumbir ante ella. En este mundo cargado de violencia, surge una pregunta ¿cómo construir en esa realidad
la paz?
- Fomentar la reflexión colectiva dentro y fuera de la Iglesia sobre el valor de la paz en nuestros días.
- Promover una cultura de la paz, buscando soluciones a los problemas sociales a través del diálogo y el entendimiento.
- Fomentar la paz, empezando por la familia que es la célula fundamental de la sociedad y la cuna donde se crece en
valores.
- Fortalecer las instituciones y organismos internacionales que trabajan por la construcción de la paz garantizando la
soberanía de los países.
- Promover el dialogo entre las diversas religiones, evitando el fundamentalismo y la marginación por causa del credo o
estilo de vida religiosa.
- Promover los valores humanos de la libertad, verdad, justicia, solidaridad, amor, respeto.
- Luchar contra las estructuras injustas que traen como consecuencias la pobreza y la miseria provocando en la gente que
lo padece actitudes de violencia en las calles, reclamado su derechos.
- Promover el respeto a los derechos humanos, fortaleciendo los sistemas de justicia en los piases, evitando la impunidad
de los culpables.
- Disminuir los gastos militares en los países en conflicto para destinarlos a programas de acción social en favor de los
más necesitados.
- Respetar los tratados internacionales firmados por los países para garantizar la estabilidad y el respeto a sus intereses
nacionales.
- Fomentar organizaciones dedicadas a difundir mensajes de paz y solidaridad entre la gente, sobre todo en los niños y en
los jóvenes.
- En el campo educativo debe fomentarse los valores que favorezcan la convivencia pacífica entre la gente y sembrando
en los educandos una conciencia de que el terrorismo es injustificable.
- Evitar por todos los medios la guerra, porque no se puede justificar de ninguna manera los actos violentos y menos la
muerte de los inocentes en los campos de conflicto.