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La organización

judicial

Derecho
Procesal I
(Teoría General
del Proceso)
1
Organización Judicial

En nuestro país, las provincias conservan todo el poder no delegado al


gobierno federal y, por consiguiente, administran justicia conformando la
denominada jurisdicción ordinaria, por oposición a la federal, conocida
como de excepción.

Toda organización judicial responde a las siguientes reglas:

a) Normatividad: Sólo es posible concebir una organización judicial


desde el punto de vista normativo. La organización del Poder Judicial se
halla instrumentada por reglas de naturaleza procesal que integran el
orden público.

b) Jerarquía: Existe una relación de subordinación manifestada en un


grado de dependencia del juez inferior al juez superior, en lo atinente al
aspecto funcional (control de legalidad y de legitimidad), que resulta
delimitado por las normas adjetivas.

c) Sedentariedad: El tribunal tiene su asiento en un determinado lugar


geográfico. Existen sedes en que funciona el poder judicial y cada una tiene
su ámbito espacial en que habrá de administrar justicia.
d) Permanente: Se estructura sobre la base del criterio funcional,
independientemente del sujeto que tiene a su cargo prestarla, lo cual
resulta contingente.

En la provincia de Córdoba, la organización judicial se estructura basándose


en el siguiente esquema: Tribunal Superior, Cámaras de Apelación,
Cámaras de juicio, Jueces de primera instancia, Jueces penales, de familia y
conciliación, Jueces de paz y otros funcionarios judiciales y auxiliares de la
justicia.

Tribunal Superior de Justicia: es la cabeza del Poder Judicial, está


estructurado en forma colegiada con siete miembros y tiene una
competencia limitada y acotada material y funcionalmente. Su
competencia ya fue explicitada en el punto 4.3. al cual me remito.

Además de ello, tiene funciones de control y vigilancia de los demás


miembros del Poder judicial, conocidas como funciones de
superintendencia y, por último, su presidente ejerce la representación del
Poder Judicial.

Cámaras de apelación: órganos colegiados que tienen competencia para


conocer de los recursos que se interpongan contra las resoluciones de los
jueces letrados de primera instancia por lo que constituye un tribunal de
segunda instancia. Además conoce de las recusaciones de sus propios
miembros, con exclusión del recusado, y entiende en la recusación con
causa de los jueces de primera instancia y de los funcionarios del Ministerio
Público. Por último, conoce de los recursos de retardada justicia contra los
jueces. Funcionan principalmente en casos de procedimientos escritos.

Cámaras de juicio: Son las Cámaras del crimen, de familia y del trabajo. Son
órganos colegiados que tienen por fin decidir sobre la pretensión esgrimida
y dictar sentencia.

Las Cámaras del crimen son aquellas ante las que se lleva a cabo el juicio
plenario que habrá de resolver sobre si existe certeza de que el acusado es
penalmente responsable del delito que se le atribuye y eventualmente
imponerle una pena. Pueden funcionar a través de salas unipersonales (art.
34 C.P.P.).
Las Cámaras de familia intervienen en el juicio oral de instancia única para
el denominado juicio común y actúa únicamente a través de un tribunal
colegiado.

La Cámara del trabajo constituye el órgano de sentencia que actúa luego


que el juez de conciliación concluye con la instrucción de la causa. Se
encuentra autorizada para actuar de manera unipersonal y también conoce
y resuelve las apelaciones deducidas en contra de las resoluciones dictadas
por los jueces de conciliación.

Jueces de primera instancia: son el primer escalón en la justicia, conocen el


objeto litigioso en toda su extensión, convocan a las partes, dirigen el
proceso, reciben las pruebas y deciden sobre las pretensiones hechas vales
en juicio por ellas.

Jueces penales, de familia y de conciliación: el juez de instrucción lleva


adelante la investigación penal preparatoria cuando el imputado goce de
privilegios constitucionales, juzga como tribunal de única instancia en los
casos del juicio abreviado previsto en el artículo 356 del C.P.P., ejerce
control jurisdiccional y resuelve las oposiciones planteadas por el imputado
o su defensa en contra de las resoluciones del Fiscal de Instrucción como
juez de garantías.

El juez de familia puede intervenir como juez instructor o como tribunal de


sentencia. En el primer caso lo hace en cuestiones que deben tramitarse
como juicio común, tales como divorcio, adopción o filiación. Como
tribunal de sentencia actúa en juicios especiales como medidas cautelares,
guarda, tenencia o cuota alimentaria.

Los jueces de conciliación actúan como jueces instructores en el caso de los


procesos de conocimientos y son jueces de sentencia para las cuestiones
incidentales. En el primer caso, conocen de las actuaciones que se
practiquen para entablar y contestar la demanda y operan la conciliación
previa propia del proceso laboral. Además, cuentan con atribuciones para
resolver las cuestiones incidentales, el despacho de las medidas
precautorias y en la ejecución de sentencia.

Jueces de paz: los jueces de paz son nombrados por el Poder Ejecutivo con
acuerdo del Poder Legislativo y durante el período de su ejercicio sólo
pueden ser removidos por el Tribunal Superior de Justicia si concurren las
causales del artículo 154 de la Constitución Provincial. El procedimiento
ante ellos es verbal, sumarísimo, gratuito y de características arbitrales.
Ostentan una escasa competencia y actúan como delegados del Estado
como amigable componedor.

Otros funcionarios judiciales y auxiliares de la justicia: Dentro de las


personas que colaboran de manera directa con el juez se encuentra el
secretario que es el jefe de oficina, prepara el despacho, vigila a los
empleados, lleva los libros reglamentarios, entrega bienes, expedientes y
documentos a las personas que la ley autorice, entre otras funciones.

El prosecretario, que colabora de manera directa con el secretario, cumple


las tareas que éste le indique y lo reemplaza en sus funciones. Firma
cédulas de notificación, citaciones, oficios, cargos de escritos y mantiene
actualizados los ficheros de jurisprudencia.

También integran la organización judicial los oficiales de justicia que


ejecutan mandamientos de embargo, secuestro o desalojo. Los
notificadotes y ujieres, que practican las notificaciones dentro y fuera del
radio respectivo y demás oficinas administrativas que colaboran con la
justicia, como la Dirección de Superintendencia, la Dirección de
Administración o la Dirección de Servicios Judiciales.

El juez o tribunal.
Definición
El juez o tribunal es uno de los sujetos esenciales en el proceso, sin el juez
no puede haber un proceso propiamente dicho. Cumple la función
jurisdiccional del Estado y se encuentra compuesto por un juez o un
conjunto impar de jueces.

El tribunal tiene a su cargo la administración de justicia y concurre con los


otros órganos del Estado al cumplimiento integral de la función judicial. Es
un presupuesto procesal esencial, que tiene la potestad de juzgar y cumple
la función realizadora del derecho.

Los poderes otorgados al juez son los de dirección formal y material del
proceso, disciplinarios y ordenatorios, de iniciativa probatoria y de
decisión. Su deber fundamental consiste en administrar justicia legalmente,
no pudiendo dejar de juzgar bajo pretexto de silencio, oscuridad o
insuficiencia de las leyes.

Caracteres
a) Público: el tribunal es un órgano público creado para la
administración de justicia. Su representación física es un magistrado o
funcionario del Estado.
b) Permanente: en virtud del artículo 18 de la C.N. el tribunal reviste el
carácter de permanente, prohibiéndose la constitución de comisiones
especiales designadas para resolver jurisdiccionalmente un caso
determinado. Los jueces no son permanentes sino inamovibles en el cargo
salvo renuncia, fallecimiento, jubilación o remoción.

c) Sedentario: no existen los tribunales ambulantes. Cada uno


desempeña sus funciones en un ámbito territorial determinado establecido
como sede.

d) Letrado: el juez debe tener título de abogado, además de otros


requisitos que la Constitución establece. Los jueces de paz no necesitan ser
abogados.

e) Normativo: Solamente la ley puede crear, modificar o extinguir un


ordenamiento jurisdiccional. Fuera de la ley no puede haber organización
judicial.

Poderes y atribuciones
Los poderes y facultades que se otorgan a los jueces tienen íntima
vinculación con las facultades, deberes y cargas que se conceden a las
partes en el proceso civil o al imputado en el proceso penal.

El poder característico de la función judicial es el estrictamente


jurisdiccional. La exteriorización de ésta, por excelencia, es la decisoria que
se realiza por medio del dictado de decretos, autos interlocutorios y
sentencias. La sentencia es el acto jurisdiccional de mayor trascendencia y
condensa la potestad del juez de resolver en forma definitiva sobre las
pretensiones esgrimidas por las partes.

Además pueden corregir errores materiales, aclarar conceptos oscuros o


suplir cualquier omisión en que hubieren incurrido en su sentencia. Tienen
facultades ordenatorias que se ejercen a lo largo del juicio y que se
manifiestan por el proveimiento que efectúan los tribunales a las
peticiones de las partes o a las necesidades en el trámite o en casos
excepcionales, oficiosamente.

También tienen facultades instructorias con el fin de facilitar su tarea


tendiente a esclarecer la verdad y ella solo puede ejercerse en la medida
que no se quiebre la igualdad de las partes.

Por último, tienen facultades disciplinarias que pueden ejercer a lo largo


del trámite y que, generalmente, se manifiestan con la imposición de
multas u otras sanciones a los litigantes que violenten las reglas de la
lealtad y buena fe procesal.

Deberes y garantías:

Es deber fundamental y primario de los jueces, el de administrar justicia


cada vez que tal actividad les sea requerida en un caso concreto. Se trata
de un poder-deber propio de la jurisdicción que impone al juez
pronunciarse sobre las pretensiones hechas valer en juicio.

Por otra parte, entre los deberes formales, cabe destacar que los
magistrados y funcionarios judiciales tienen el deber de prestar juramento
antes de asumir sus funciones, están obligados a concurrir a sus despachos
en los horarios de atención al público y deben resolver las causas dentro de
los plazos fatales que las leyes procesales establezcan con fundamentación
lógica y legal.

En cuanto a las garantías funcionales, vale destacar la inamovilidad de sus


cargos mientras dure su buena conducta y la intangibilidad de sus
remuneraciones.

Sistemas de designación:

Estos sistemas son variados y responden a motivaciones políticas y


jurídicas, aunque todos en mayor o menor medida, pretenden hacer del
sistema elegido el más seguro para proveer al imperativo de imparcialidad
de la administración de justicia. Entre ellos su puede distinguir a los
siguientes:

a) Por elección popular: sólo podría funcionar en sociedades de


gran cultura cívica para evitar riesgos que afecten la garantía de
imparcialidad necesaria.

b) Por designación del máximo tribunal: conforme a un sistema


de promoción y concursos o designación efectuada por el tribunal
jerárquicamente superior.

c) Por designación efectuada por los poderes públicos:


utilizando métodos que tengan en cuenta la capacidad, idoneidad,
condiciones morales y antigüedad en la función judicial o en el
ejercicio profesional.

Modos de designación en la justicia nacional:


1. Miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación:
designados por el Presidente de la Nación con acuerdo del Senado por dos
tercios de sus miembros presentes, en sesión pública convocada al efecto
(art. 99, inc. 4, párr. 1, C.N.). Para ser miembro de este máximo tribunal se
requiere cumplimentar con los requisitos establecidos en el artículo 111 de
la Carta Magna.

2. Jueces de tribunales inferiores: son designados por el


Presidente de la Nación sobre la base de una propuesta en terna vinculante
emitida (previo concurso público) por el Consejo de la Magistratura,
mediante acuerdo del Senado. El Consejo de la Magistratura es un órgano
consagrado en la reforma constitucional como una entidad integrada de
modo de procurar equilibrio entre la representación de los órganos
políticos resultantes de la elección popular, de los jueces de todas las
instancias y de los abogados de matrícula nacional, como así también de
personas del ámbito académico y científico (art. 114, C.N.).

Modos de designación en la justicia provincial:

Por ley nº 8802 del año 1999 se crea el Consejo de la Magistratura que
asiste al Poder Ejecutivo en la tarea de selección de los jueces y
magistrados. La designación comienza con una convocatoria pública y
abierta para que los aspirantes se inscriban y así accedan a la evaluación
prevista consistente en oposición escrita, oral y de antecedentes.

Sobre la base del resultado, el Consejo confecciona un orden de mérito que


es remitido al Poder Ejecutivo y que este no puede alterar.

Remoción:

La remoción implica la separación del cargo. En el ámbito nacional los


jueces sólo pueden ser separados de sus cargos mediante el procedimiento
del juicio político (arts. 53, 110 y 115 C.N.) que puede iniciarse por mal
desempeño o delito en el ejercicio de la función o por crímenes comunes.

El juicio político contra un miembro de la Corte requiere de acusación de la


Cámara de diputados que debe declarar por mayoría de dos terceras partes
de sus miembros que hay lugar a la formación de causa. Efectuada la
acusación, el juicio es realizado por el Senado y se requiere para la
declaración de culpabilidad el voto de dos tercios de los miembros
presentes. Su fallo tiene el efecto de destituir al acusado, quien quedará
sujeto a acusación, juicio y castigo conforme a las leyes y ante los
tribunales ordinarios si fuere el caso.
Respecto de los jueces de los tribunales inferiores de la Nación, la facultad
de decidir la apertura del procedimiento y de ordenar, en su caso, la
suspensión, corresponde al Consejo de la Magistratura y el juicio se realiza
por un jurado integrado por legisladores, magistrados y abogados. Su fallo
es irrecurrible.

En el ámbito de la provincia de Córdoba, los miembros del Tribunal


Superior de Justicia sólo pueden ser separados de sus cargos mediante
juicio político, en tanto para los magistrados y funcionarios del Poder
Judicial y el Ministerio Público no removibles por juicio político, la ley 7956
ha regulado un procedimiento denominado “juri de enjuiciamiento” que
tiene como único efecto la destitución del acusado. Esta ley determina
como causales de destitución las siguientes:

a) Mal desempeño;

b) Negligencia grave;

c) Desconocimiento inexcusable del derecho;

d) Supuesta comisión de delito. En el caso de delitos culposos,


cuando tenga incidencia funcional;

e) Inhabilitación física o psíquica;

f) Morosidad. Salvo prueba en contrario, se presumirá configurada


esta causal en caso de omisión reiterada de pronunciamiento,
requerimiento, dictamen u opinión, según correspondiere, dentro
de los plazos fatales establecidos por las leyes. El Fiscal General
llevará un registro y promoverá automáticamente el
procedimiento cuando se verifique la tercera omisión o en caso de
inobservancia inexcusable del término establecido en el artículo 47
de la Constitución de la Provincia con arreglo a lo dispuesto por la
ley respectiva.

El jurado está compuesto por un vocal del Tribunal Superior de Justicia y


cuatro senadores, letrados si los hubiere, dos por la mayoría y dos por la
minoría. Contra la resolución no procederá recurso alguno, salvo el de
aclaratoria que podrá interponerse dentro de las cuarenta y ocho horas.

Inhibición y recusación
La recusación del juez es el medio por el que se exterioriza la voluntad de
parte legítima del proceso para que un juez determinado se separe de su
conocimiento por sospecharse, por algún motivo, de su imparcialidad. Es
una garantía de imparcialidad y un respaldo a la debida consideración de la
magistratura.

La inhibición es el medio que permite que el juez, al concurrir alguna de las


circunstancias anteriores, se aparte espontáneamente del conocimiento de
la causa.

La recusación puede realizarse con o sin causa, en este último caso, se


admite como garantía para el litigante, pues le permite ejercer ese derecho
cuando existiendo una causal legal, le resulta dificultosa o imposible la
prueba de los hechos, o se pueda afectar la dignidad de la magistratura.
Atento que este recurso ha sido utilizado de manera abusiva para
entorpecer los trámites, la jurisprudencia ha limitado el recurso de la
recusación sin causa a casos excepcionales y de interpretación restrictiva.

• Recusación sin causa: en el proceso civil, las partes podrán recusar


sin expresión de causa al juez, al entablar o contestar la demanda u
oponer excepciones dentro de los tres días de notificado el
llamamiento de autos para definitiva o el decreto de avocamiento.
A uno de los miembros de la Cámara y del Tribunal Superior de
Justicia, dentro de los tres días de llegados los autos ante el
superior, de notificado el decreto a estudio o el de integración del
tribunal.

Las partes podrán ejercer una sola vez este derecho y cuando sean
varios los actores o los demandados, únicamente uno de ellos
podrá hacer uso de este derecho. No procede en las cuestiones
incidentales ni en la ejecución de sentencia (art. 19 C.P.C.).
Tampoco procede en los procesos concursales (art. 18, inc. 1º), en
las diligencias preparatorias de los juicios, en las que tienen por
objeto asegurar el resultado del juicio, en la ejecución de diligencias
comisionadas, a menos que fuesen probatorias y en las diligencias
para la ejecución de la sentencia, a no ser por causas nacidas con
posterioridad a ella (art. 24 C.P.C.).

• Recusación con causa: el fundamento de este instituto se


encuentra en la extensión de la independencia del poder judicial a
la persona del juez. Por razones de economía y de seguridad
jurídica, se establecen límites temporales para deducir incidente de
recusación con causa. Cuando la causa de recusación fuese anterior
a la iniciación del pleito, deberá ser propuesta en el primer escrito
que se presente. Cuando fuese posterior o anterior no conocida, se
propondrá dentro de los tres días de haber llegado a conocimiento
de la parte (art. 22 C.P.C.).
El tribunal competente para entender en la recusación es el superior
inmediato al recusado: del juez de primera instancia y funcionarios del
Ministerio Público, la Cámara; de los vocales del Tribunal Superior y de la
Cámara, los restantes miembros.

Causales de recusación

Si bien la jurisprudencia analiza las causales de recusación en sentido


restrictivo para evitar el uso inadecuado del instituto, el análisis debería
realizarse en el sentido inverso y otorgar a las causas de recusación un
criterio amplio que atienda en principio al interés particular de contar con
un juez imparcial y que con posterioridad atienda al abuso en su utilización.
Por ello, los listados contenidos en los códigos adjetivos deberían
interpretarse con carácter enunciativo y no taxativo.

En general, las causales son similares en todas las ramas del ordenamiento
por lo que sólo consideraremos algunas de ellas y nos remitiremos al
estudio de las restantes. En el C.P.C. se encuentran previstas en el artículo
17; en el C.P.P. están reguladas en el artículo 60; en la ley procesal del
trabajo en el artículo 12

Son causales de recusación:

1. El parentesco hasta el cuarto grado de consanguinidad en línea


recta y colateral hasta el segundo grado.

2. Interés del juez en el pleito.

3. Sociedad, salvo el caso de sociedad por acciones o cooperativas.

4. Pleito pendiente.

5. Crédito o deuda.

6. Denuncia o querella. Haber sido el juez denunciante o acusador o


haber sido acusado o denunciado por la parte.

7. Prejuzgamiento. Haber anticipado el juez opinión sobre el litigio


en cualquier carácter.

8. Beneficio de importancia que haya recibido el juez o sus parientes


de alguno de los litigantes.

9. Amistad o enemistad manifiesta.

10. Haber producido en el procedimiento nulidad que haya sido


declarada judicialmente.
11. Haber dado lugar a la queja por retardada justicia.

El Ministerio Público Fiscal.


Definición
Es el órgano estatal encargado de hacer valer ante el órgano jurisdiccional
la representación y defensa de los intereses públicos y sociales del Estado.

En nuestro país, la Constitución de la Provincia de Córdoba (art. 171), el


Ministerio Público fue incluido como órgano perteneciente al Poder
Judicial; en el orden Nacional (Art. 120) el Ministerio Público es un órgano
EXTRAPODER.

Los funcionarios que integran el Ministerio Público carecen de facultades


de decisión, las que se reservan al órgano jurisdiccional. Los ordenamientos
procesales penales les acuerdan, en diverso grado, facultades de
instrucción.

En el proceso civil, los funcionarios del Ministerio Público aparecen en


ocasiones como representantes de parte y en otras desempeñando
funciones de vigilancia.

El Ministerio Público se divide en Ministerio Público Fiscal y Pupilar. Dentro


del primero de ellos se encuentra el que actúa ante los tribunales penales,
civiles y de familia. El pupilar se encarga de la defensa de los incapaces y de
los que se hallen en inferioridad de condiciones.

Su intervención en el proceso reviste un carácter formal, no sustancial, en


tanto se lo considera un representante de la ley, no de un particular ni de la
sociedad. Defiende el interés público y por ende, su actuación es imparcial.

Su organización se asienta en el principio de unidad orgánica y su


actuación; en los de legalidad, imparcialidad, unidad de actuación y
dependencia jerárquica.

a) Unidad orgánica: el Ministerio Público es único, a pesar de


que para el ejercicio de sus funciones se efectúen dentro de él una
división del trabajo.

b) Legalidad: como defensor de la legalidad, su actuación es


reglada y no se admite la discrecionalidad.
c) Imparcialidad: su actuación tiene carácter objetivo y formal.
Su función es hacer prevalecer con imparcialidad la ley. De allí que
puede pedir la absolución o la condena del imputado.

d) Unidad de actuación: el dictamen o resolución de un


miembro del ministerio público lo representa a todo.

e) Subordinación jerárquica: implica que un inferior debe


obedecer las órdenes de su inmediato superior. Esta subordinación
no existe en los oficios del Poder Judicial. En la provincia de Córdoba
se encuentra regulado en la ley orgánica del Ministerio Público nº
7826 que en sus artículos 11 a 13 establece las características de la
subordinación jerárquica.

En el orden penal, el Ministerio Público es el titular de la función requirente


y actúa bajo las reglas de la oficiosidad y del principio de legalidad. Cumple
la función de excitar y requerir a los jueces a fin de que se obtenga una
decisión adecuada a una pretensión jurídico-penal. Es el encargado del
ejercicio de la acción penal que constituye una función pública que forma
parte de la función judicial en sentido amplio.

En el ámbito civil y comercial, el Ministerio Público Fiscal interviene en


todos los procesos que rocen al orden público y su intervención cesa
cuando se encuentre desinteresado el orden social.

En los procesos de familia, su actuación responde al interés comunitario


que se proyecta desde el estado en la tutela de ciertas instituciones que
deben ser protegidas en su realización jurisdiccional.

El Ministerio Público Fiscal en la provincia de Córdoba

El Ministerio Público está compuesto por un fiscal general, dos fiscales


adjuntos y los fiscales de cámara, en lo correccional, de instrucción, en lo
civil y comercial, de familia, de menores y en lo electoral.

El fiscal general tiene a su cargo la misión de fijar las políticas de


persecución penal e instruir a los fiscales inferiores sobre el cumplimiento
de sus funciones.

Las funciones del Ministerio Público están explicitadas en el artículo 172 de


la Constitución Provincial y ellas son:
1. Preparar y promover la acción judicial en defensa del interés
público y los derechos de las personas.

2. Custodiar la jurisdicción y competencia de los tribunales


provinciales y la normal prestación del servicio de justicia y
procurar ante aquellos la satisfacción del interés social.

3. Promover y ejercitar la acción penal pública ante los tribunales


competentes, sin perjuicio de los derechos que las leyes acuerden
a los particulares.

4. Dirigir la Policía Judicial.

El artículo 10 de la ley orgánica del Ministerio Público Fiscal establece


cuáles son sus atribuciones, entre las que se puede destacar:

a) Interesarse en cualquier proceso judicial al sólo efecto de observar


la normal prestación del servicio, denunciando las irregularidades
que observare.

b) Concurrir a los lugares de detención cuando lo estime conveniente.

c) Requerir el auxilio de las autoridades provinciales y de la fuerza


pública.

d) Impartir órdenes e instrucciones generales y particulares a los


integrantes de la Policía Judicial.

e) Impartir instrucciones a los inferiores jerárquicos.

Por su parte, compete a los fiscales civiles y comerciales: 1) deducir toda


acción fiscal que interese al orden público, con excepción de los asuntos
encomendados a otros funcionarios; si el proceso ya se hubiese iniciado y
se encontrare comprometido el orden público, se corre vista al Fiscal a los
fines que se expida mediante dictamen. Así, cuando se solicita el beneficio
de litigar sin gastos, se corre vista al fiscal en protección de los intereses del
fisco y de otros organismos (caja de abogados) y 2) intervenir en los
conflictos de competencia, en los juicios concursales, en los procesos
sucesorios, actos de jurisdicción voluntaria, en lo relativo al estado civil de
las personas cuando no le corresponda intervenir al Fiscal de Familia.

En lo que corresponde al ministerio pupilar, el constituyente local ha hecho


caso omiso a su referencia por lo que ha sido la ley 7982, conocida como de
Asistencia Jurídica Gratuita, la que ha salvado el olvido del legislador. Así,
se instituyen Asesores Letrados en lo civil y comercial, penal, de familia, de
menores y de trabajo.
Los asesores letrados en lo penal defienden a los imputados que no hayan
designado abogado, representan y defienden los intereses de los
imputados no individualizados y también pueden intervenir como
querellante particular cuando la víctima careciere de recursos.

Los asesores letrados en lo civil y comercial, representan en juicio a los


incapaces en cuanto interese a su persona y sus bienes, ejerce la
representación y defensa en juicio de los que hubiesen sido declarados
rebeldes, en los casos que el código determine, defiende a los pobres o
carenciados en los términos de la ley de Asistencia Jurídica Gratuita, lo que
importa que brindará asesoramiento jurídico, dará consejos y esgrimirá la
defensa técnica que a su juicio requiera la causa. Presentará escritos,
ofrecerá prueba, etc. Cuenta con las mismas atribuciones y sujeciones que
las partes, con la salvedad de que al Ministerio Pupilar no se le impondrán
costas por las actuaciones que promueva o por los recursos que entable en
cumplimiento de sus funciones (art. 137 C.P.C.).

En el fuero de familia, pueden ejercer el patrocinio de la parte que por


razones de pobreza no puede contratar abogado, requiriéndose para ello
un trámite sumario de conocimiento. También cumple una función
específica y conciliadora de las partes en una etapa prejurisdiccional que en
algunos casos es obligatoria.

En el fuero del trabajo, también cumple funciones específicas como


“procurador del trabajo” y actúa en defensa o patrocinio de la parte
obrera.

Ministerio Público Nacional

El artículo 120 de la Constitución Nacional instituye: “el Ministerio Público


es un órgano independiente con autonomía funcional y autarquía
financiera, que tiene por función promover la actuación de la justicia en
defensa de la legalidad, de los intereses generales de la sociedad, en
coordinación con las demás autoridades de la República.

Está integrado por un procurador general de la Nación y un defensor


general de la Nación y los demás miembros que la ley establece. Sus
miembros gozan de inmunidades funcionales e intangibilidad de
remuneraciones”.

En el orden nacional, el Ministerio Público comprende tanto al fiscal como


al pupilar, no forma parte del Poder Judicial, ni se encuentra subordinado
al Ejecutivo. Se trata de un órgano extrapoder de característica bicéfalo
porque por una parte está el procurador general de la Nación y por otra el
defensor general de la Nación.
Funciones de los integrantes del Ministerio Público Fiscal:

a) Promueve la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de


los intereses generales de la sociedad.

b) Representa y defiende el interés público en todas las causas y


asuntos que conforme a la ley se requiera.

c) Promueve y ejerce la acción pública en las causas criminales y


correccionales, salvo cuando fuese necesario instancia o
requerimiento de parte.

d) Promueve la acción civil en los casos previstos por la ley.

e) Interviene en los procesos de nulidad de matrimonio y divorcio,


filiación, venias supletorias, declaraciones de pobreza.

f) Vela por la observancia de la Constitución Nacional, las leyes de la


República y por el efectivo cumplimiento del debido proceso legal.

g) Vela por la defensa de los derechos humanos en los


establecimientos carcelarios, judiciales, de policía y de internación
psiquiátrica.

Deberes y atribuciones del defensor general de la Nación:

Es la cabeza del Ministerio Público de la Defensa y tiene las siguientes


atribuciones:

a) Ejerce ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, las


facultades del Ministerio Público de la Defensa.

b) Delega sus funciones en los defensores oficiales ante la Corte


Suprema de Justicia de la Nación.

c) Imparte instrucciones generales o particulares a los integrantes del


Ministerio Público de la Defensa para la adopción de todas las
medidas necesarias y conducentes al ejercicio de las funciones y
atribuciones que las leyes le confieren.

d) Promueve y ejecuta políticas para facilitar el acceso a la justicia de


los sectores discriminados.

e) Asegura la debida asistencia de cada una de las partes con


intereses contrapuestos, designando diversos defensores cuando
así lo exija la naturaleza de las pretensiones de las partes.
Pueden distinguirse en la función, los defensores públicos de Menores e
Incapaces y los defensores públicos oficiales.

Los defensores públicos de Menores e Incapaces aseguran en las instancias


y fueros en que actúen la representación promiscua del artículo 59 C.C.,
103 del Código civil y comercial, por consiguiente, entablan en defensa de
los menores e incapaces las acciones y recursos pertinentes, ya sea en
forma autónoma o junto con sus representantes necesarios, v.gr. padres,
tutores o curadores.

Los defensores públicos oficiales tienen como función la de proveer lo


necesario para la defensa de la persona y los derechos de los justiciables en
las causas penales y en otros fueros cuando aquellos fueren pobres o
estuvieren ausentes.

Hipótesis Práctica.
A. Independencia del Poder Judicial, intangibilidad de remuneraciones.

El caso: la demanda interpuso recurso contra la decisión de la Cámara


Federal de Apelaciones de la Seguridad Social que hizo lugar a la acción de
amparo entablada por un magistrado de San Juan persiguiendo la no a
aplicación del impuesto a las ganancias en los haberes jubilatorios del
accionante. La CSJN, integrada por conjueces y por mayoría, confirmó la
sentencia recurrida. La decisión se fundó en el principio constitucional de la
intangibilidad de las remuneraciones de los jueces, en su vigencia en el
ámbito de la justicia provincial y su aplicación a los magistrados que se
encuentran en situación de retiro. Así, el Máximo Tribunal ratificó su
postura histórica de que las remuneraciones de los jueces federales no
pueden ser rebajadas por ningún concepto.

1. La vigencia del principio de intangibilidad no podría ser desconocida


en el ámbito provincial según lo estableció la Corte en Fallos: 311:460 y
316:2747. En concordancia con ello, la ley del impuesto a las ganancias
eximía de tal tributo tanto a los magistrados nacionales como a los de
provincia -así como los haberes jubilatorios y pensiones correspondientes a
dichas funciones- colocando a unos y otros jueces en un pie de igualdad
(Artículo 20, incs. p y r de la Ley Nº 20.628, t.o. en 1986 y sus
modificaciones). Del mismo modo, cuando la Ley Nº 24.631 - Artículo 1 inc.
a- derogó tales normas exentivas, lo hizo sin distinguir entre la situación de
la judicatura nacional y las provinciales. Establecida por la jurisprudencia
del Tribunal la invalidez de la referida derogación, por resultar ésta
incompatible con el principio instituido por el Artículo 110 de la
Constitución Nacional, y como tal principio no puede ser desconocido en
los ámbitos provinciales, debe afirmarse que esa derogación, inaplicable
respecto de los integrantes del Poder Judicial de la Nación, también lo es
con relación a las judicaturas de las provincias. En efecto, los jueces locales
son, como los nacionales y federales, jueces de la Constitución, motivo por
el cual cumplen, como los demás, idéntico ministerio y, por lo tanto, se
hallan sujetos a parejas responsabilidades y deberes, y han de contar, a tal
efecto, con similares garantías.

2. No se opone a lo concluido el Artículo 200 de la Constitución de San


Juan, en cuanto prescribe que las retribuciones de los magistrados y
representantes del Ministerio Público de la provincia “serán establecidas
por ley y no pueden ser disminuidas con descuentos que no sean los que
aquélla dispusiera con fines de previsión o de carácter general”, pues,
obviamente, de acuerdo con su texto literal, dicha norma sólo se refiere a
disminuciones que pudieran efectuar las propias leyes locales. Sin abrir
opinión sobre la validez que ello tendría, si ocurriese, cabe observar que la
parte recurrente no ha planteado a lo largo del pleito -ni en su recurso
extraordinario- la posibilidad de que tal limitación pudiera dar fundamento
a aplicar válidamente a los magistrados locales -ni a los jubilados como
tales- un impuesto establecido por una ley federal.

3. La independencia del Poder Judicial obliga a concluir que la


intangibilidad de los emolumentos de los magistrados es extensible al
haber de los jueces jubilados, desde que la posible disminución de los
derechos previsionales generaría intranquilidad en el ejercicio funcional o
presión para motivar el abandono de sus cargos de quienes, con ese grado
de incertidumbre, tuvieran que administrar justicia (Voto de los conjueces
Dres. Juan Carlos Poclava Lafuente y Jorge Ferro).

4. El monto del haber que le corresponde a un juez jubilado forma


parte de la expectativa de todo magistrado en actividad, quien ya sea por
un hecho fortuito (incapacidad sobreviniente) o por el transcurso del
tiempo (cumplimiento de la edad requerida para el retiro o jubilación),
cuenta con tal régimen y haber para el ejercicio independiente y sereno de
su función, que es precisamente lo que persigue la garantía constitucional
de incolumidad de las remuneraciones. Tal garantía no se vería
salvaguardada si los magistrados viesen frustrada su expectativa a obtener
en el futuro una jubilación que les permita mantener similar nivel de vida al
que tienen en actividad. (Voto de los conjueces Dres. Juan Carlos Poclava
Lafuente y Jorge Ferro).

5. La protección que el legislador ha dispensado al régimen de


jubilaciones de los magistrados no se sustenta en bases discriminatorias o
de privilegio, sino en principios que preservan las instituciones
republicanas, con la finalidad de asegurar la independencia funcional de los
jueces. Ello para evitar que los otros poderes del Estado –administrativo o
legislativo - dominen su voluntad con la amenaza de reducir su salario, de
hacerlos cesar en sus cargos o de jubilarlos, y que esa situación favorezca
un ámbito proclive a componendas contrarias a la independencia de
criterio necesaria para la función jurisdiccional (Voto del conjuez Dr. Don
Alberto Manuel García Lema).

6. La preservación de la intangibilidad de las remuneraciones como


garantía de funcionamiento del sistema judicial no debe encontrarse hoy
eludiendo el pago del Impuesto a las Ganancias sino: a) asegurando una
participación presupuestaria adecuada del Poder Judicial en el presupuesto
general; b) defendiendo la autarquía judicial; c) garantizando mecanismos
que permitan dar sustentabilidad en el tiempo al poder adquisitivo de las
remuneraciones de los magistrados a partir de criterios objetivos, ajenos a
la injerencia de otros poderes (éste y no otro es el sentido de la
reivindicación de la cláusula constitucional federal norteamericana que
prevé la movilidad de la retribución de los jueces según la autorizada
opinión de Alexander Hamilton en El Federalista, LXXIX); y, d) permitiendo
que, llegado el caso, por vía judicial se corrijan aquellas situaciones que
generen un “ostensible deterioro temporalmente dilatado” en las
remuneraciones de los magistrados (Del voto en disidencia del conjuez
Horacio Daniel Rosatti).

7. El Artículo 110 no puede ser interpretado como una norma especial


o de excepción con relación al principio del Artículo 16, estando los jueces
obligados a pagar todos aquellos impuestos que, por su carácter general,
no expresen un ánimo hostil o persecutorio contra su noble actividad (Del
voto en disidencia del conjuez Horacio Daniel Rosatti).

8. La independencia del Poder Judicial, inserta en las entrañas del


sistema republicano de gobierno, sin la cual éste no sobrevive, lo es frente
a los poderes políticos y en el esquema constitucional vigente requiere su
respeto en tres momentos trascendentes: en la designación de los
magistrados (independencia selectiva); en su desempeño y funcionamiento
(independencia de ejercicio o funcional) y en su remoción (independencia
sancionatoria), no se encuentra perjudicada, toda vez que, por lo antes
expuesto, con el pago de sus impuestos al igual que el resto de la población
no se afecta institucional ni individualmente a los jueces (Del voto en
disidencia del conjuez Héctor Oscar Méndez).

9. No ha de verse en la garantía de intangibilidad del Artículo 110 de la


Constitución Nacional una excepción o limitación a la de igualdad
consagrada por el Artículo 16, sino que por el contrario ambas
disposiciones deben ser interpretadas en forma armónica y de acuerdo al
contenido de las demás, cuidando que la inteligencia de sus cláusulas no
altere el equilibro del conjunto (Fallos: 296:432; 324:3219 cit.), ni su
finalidad. Bajo esas reglas de hermenéutica, no es prudente asignar -como
se lo hizo en las instancias inferiores- a la garantía que consagra la
intangibilidad de las remuneraciones de los magistrados, una extensión tal
que desconozca las facultades que los Artículos 4, 17 y 75 inc. 2 de la Ley
Fundamental confieren al Congreso de la Nación, para hacer imponer con
carácter general y no discriminatorio contribuciones equitativas y
proporcionales a la población (Del voto en disidencia del conjuez Héctor
Oscar Méndez).

Corte Suprema de Justicia de la Nación, Expte. G. 196. XXXV 11/04/2006


Trib. de origen: Cám. Fed. Seg. Social – Sala I “Gutiérrez, Oscar Eduardo c.
ANSeS”.

B. Remoción de jueces

El caso: contra la decisión del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados de


la Nación que rechazó el planteo de nulidad del dictamen de la Comisión de
Acusación y de la acusación formulada por el Consejo de la Magistratura al
juez de la Cámara Federal de Apelaciones de Salta, este magistrado dedujo
el recurso extraordinario cuya denegación dio origen a la queja pertinente.
Que para decidir del modo indicado, el Jurado de Enjuiciamiento consideró
que el alcance del término “renuncia” a la que se refiere el art. 5° del
“Reglamento Procesal” de dicho Cuerpo debe ser interpretado como
renuncia aceptada por el órgano competente. El juez recurrente centró sus
agravios en la consideración de que, a su juicio, la renuncia presentada
implica la conclusión de la atribución constitucional y legal del jurado de
Enjuiciamiento, pues dicho acto pone fin al interés público de examinar las
cuestiones que el Consejo de la Magistratura propuso al Jurado, en tanto la
necesidad de alejarlo de la función jurisdiccional ya se cumplió, único
efecto que produce una decisión condenatoria del Cuerpo cuya decisión
aquí se recurre. La CSJN admitió la queja y suspendió el procedimiento de
remoción.

1. La Convención Nacional Constituyente de 1994 modificó el


procedimiento de remoción de los magistrados judiciales prevista en el
texto constitucional de 1853/1860, en cuanto, el nuevo art. 115, dispone
que los jueces inferiores de la Nación serán removidos por las causales
expresadas en el art. 53, por un jurado de enjuiciamiento integrado por
legisladores, magistrados y abogados de la matrícula federal y
expresamente aclara que su fallo, que será irrecurrible, no tendrá más
efectos que destituir al acusado. Pero la parte condenada quedará no
obstante sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a las leyes ante los
tribunales ordinarios. (Del dictamen del Procurador General de la Nación).
2. Desde la última reforma constitucional existen dos procedimientos
para remover a los jueces, según se trate de los miembros de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación o de los tribunales inferiores, con algunas
características comunes y otras claramente diferentes. Entre las primeras,
las causales de remoción -previstas en el art. 53-, entre las segundas,
pueden mencionarse el procedimiento, el órgano encargado de llevarlo
adelante y los efectos de la decisión. Sobre este último aspecto, vale la
pena destacar que, mientras el fallo del Senado tiene por efectos destituir
al acusado y aun declararle incapaz de ocupar ningún empleo de honor, de
confianza o a sueldo de la Nación (art. 60), la única consecuencia de lo
decidido por el jurado de enjuiciamiento es separar al magistrado de su
cargo, tal como indica el art. 115 CN. (Del dictamen del Procurador General
de la Nación).

3. El proceso de remoción se trata de un juicio de responsabilidad


política con sujeción a las reglas del debido proceso legal, lo que equivale a
decir que en lo sustancial el juicio es político, pero en lo formal se trata de
un proceso orientado a administrar justicia, es decir, a dar a cada uno su
derecho, sea a la acusación en cuanto le asista el de obtener la remoción
del magistrado, sea a éste, en cuanto le asista el de permanecer en sus
funciones. (Del dictamen del Procurador General de la Nación).

4. En el régimen constitucional argentino, el propósito del juicio


político no es el castigo del funcionario, sino la mera separación del
magistrado para la protección de los intereses públicos contra el riesgo u
ofensa, derivados del abuso del poder oficial, descuido del deber o
conducta incompatible con la dignidad del cargo. De tal manera que se lo
denomina “juicio político” porque no es un juicio penal, sino de
responsabilidad, dirigido a aquellos ciudadanos investidos con la alta
misión del gobierno, en su más cabal expresión. (Del dictamen del
Procurador General de la Nación).

5. El art. 9 bis del Reglamento para la Justicia Nacional (texto agregado


por acordada del 29/12/62) establece que los magistrados presentarán la
renuncia a su cargo directamente ante el Poder Ejecutivo, debiendo dar
cuenta de dicha presentación -en su caso- a la Corte Suprema, por
intermedio de la cámara respectiva. Hasta tanto la renuncia no les sea
formalmente aceptada, estarán sujetos a las disposiciones legales y
reglamentarias concernientes a la función judicial y, en particular, a las que
se refieran a la incompatibilidad con toda actividad política y al desempeño
de cargos dependientes de uno de los poderes políticos, salvo los
autorizados expresamente por el reglamento. (Del dictamen del
Procurador General de la Nación).
6. Para que el procedimiento del juicio político se ponga en
movimiento es indispensable que él se refiera y aplique a uno de los
funcionarios enumerados por el art. 45 de la Constitución y que se
encuentre actualmente en el desempeño y posesión de la función pública.
Y se comprende esta última exigencia, porque si el efecto de la sentencia
del Senado es simplemente el de destituir al acusado, no se ve cómo ésta
podría realizarse respecto de un funcionario que ha dejado de serlo por
terminación de su mandato, por renuncia presentada antes de iniciado el
procedimiento del juicio político o por derrocamiento generado en una
revolución triunfante. (Del dictamen del Procurador General de la Nación).

7. No existiría utilidad práctica ni razón doctrinaria que justifique el


procedimiento de remoción respecto de quien no tiene el ejercicio de la
función, ni puede por consiguiente ser destituido de ella, circunstancia que,
por cierto, no impide que el magistrado quede sujeto a acusación, juicio y
castigo conforme a las leyes ante los tribunales ordinarios, tal como
expresamente dispone el tantas veces citado art. 115 de la Ley
Fundamental. La renuncia presentada por un juez produce que, en cierta
medida, el proceso de remoción carezca de sentido, pues con la voluntad
de aquél de alejarse de su cargo el propósito del instituto estaría cumplido
y no existirían obstáculos para una investigación judicial para determinar la
existencia de delitos. (Del dictamen del Procurador General de la Nación).

8. La renuncia es un derecho ínsito previsto en el nombramiento,


como lógica consecuencia de la relación de empleo, pues si así no fuera, el
magistrado aparecería compelido a continuar en la función pública contra
su voluntad, lo que implicaría un agravio a su esfera de libertad, sin que el
ordenamiento positivo condicione o limite de algún modo el ejercicio de tal
derecho. El hecho que el art. 9° bis del Reglamento para la Justicia Nacional
establezca que mientras la renuncia no sea formalmente aceptada, el juez
estará sujeto a las disposiciones legales y reglamentarias a la función
judicial, dicha norma -y los efectos de la falta de aceptación de la renuncia
presentada- no se proyecta al proceso de enjuiciamiento de magistrados,
porque, además de que este instituto se rige por normas propias, ya estaría
cumplida su finalidad con la voluntad de dimitir expresada por aquél. (Del
dictamen del Procurador General de la Nación).

9. La renuncia implica no sólo una manifestación de voluntad, sino


también la petición de una decisión dirigida a quien deba decidir sobre la
suerte de la misma, mediante la forma expresa de su aceptación o rechazo.
El silencio en la resolución de la solicitud, bien puede dar pábulo a una
fundada crítica con base en que esa indiferencia al requirente afecta la
garantía constitucional que emana del art. 14 de la Constitución Nacional
de peticionar a las autoridades. El derecho de petición no se agota con el
hecho de que el ciudadano pueda pedir, sino que exige una respuesta.
Frente al derecho de petición se encuentra la obligación de responder.

10. La necesidad de una respuesta concreta y en tiempo prudente


respecto de la renuncia de un magistrado, encuentra su fundamento en un
criterio de certeza jurídica, pues sembrar la incertidumbre o alentar la
indefinición no es atributo que competa el ejercicio racional de facultades
o atribuciones de ninguno de los poderes del Estado.

11. La decisión del Poder Ejecutivo, se vislumbra como de absoluta e


impostergable trascendencia. Así, se aportaría claridad a la situación de un
magistrado sometido a juicio político, quien tiene derecho a saber su
posición frente a un proceso de tal significación y, en caso de admitirse la
renuncia, facilitaría ser sometido prontamente a los jueces naturales que
correspondan, para lograr el total y acabado esclarecimiento de los cargos
que se le imputan. Una dilación innecesaria, producto de la indefinición del
Poder Ejecutivo, no hace sino provocar un evidente dispendio económico
procesal, al propiciarse con el silencio la prosecución de un juicio (el que
promueve el Jurado de Enjuiciamiento), para llegar, en definitiva, al mismo
resultado, es decir, la separación en el cargo del juez de aceptarse la
renuncia.

12. Si se aceptara que el Poder Ejecutivo puede manejar los tiempos de


renuncia de un juez de la Nación a su albedrío, se aceptaría convertir una
facultad propia y no discrecional (como es la aceptación o no de la misma)
en una herramienta política de injerencia de un poder sobre el otro.

13. La renuncia para tener eficacia debe ser aceptada, pero también
considero que una decisión al respecto no puede ser demorada
injustificadamente. De ello queda claro que la renuncia no produce por su
sola manifestación, el cese en el cargo, antes bien habrá de
complementarse con la aceptación de parte del Poder Ejecutivo. No
pueden ser consideradas aisladas una de la otra, pues ambas hacen al
ejercicio de la magistratura.

14. El objetivo primario del Jurado de Enjuiciamiento consiste en


analizar la conducta del magistrado en su desempeño como tal, no le
corresponde, entonces, realizar otras actividades que, en definitiva, hacen
a la esfera de decisión del enjuiciado (renunciar a su cargo, emplazar la
decisión del Poder Ejecutivo sobre la aceptación o rechazo de la misma).

15. No puede soslayar los graves perjuicios que origina la falta de


aceptación por parte del Poder Ejecutivo Nacional de la renuncia de un
magistrado judicial, pues la falta de definición de su situación institucional,
su continuidad o vacancia entorpecen, sin lugar a dudas, el adecuado
funcionamiento del servicio de justicia, llegándose al extremo de que, si se
aceptara que el Poder Ejecutivo pudiera disponer, a su libre albedrío, de los
tiempos de renuncia de un juez de la Nación, se llegaría al extremo de
convertir una facultad que naturalmente le es propia en una herramienta
política de injerencia de un poder del Estado sobre otro. (Voto de los
Doctores Leal de Ibarra y Gallegos Fedriani)

16. El sometimiento a juicio a un juez de la Nación no constituye un


perjuicio de imposible reparación ulterior que posibilite hacer excepción a
la regla según la cual las resoluciones cuya consecuencia sea la obligación
de seguir bajo tal sometimiento no revisten, regularmente, la calidad de
sentencias definitivas a los fines del recurso extraordinario; máxime,
cuando no se observa circunstancia alguna que justifique hacer excepción
al principio enunciado, por lo que la invocación de estar en juego garantías
constitucionales no permite superar el óbice que significa la ausencia de
definitividad de la resolución impugnada. (Del voto del Doctor Boggiano)

17. La facultad del Poder Ejecutivo de aceptar o rechazar la renuncia de


un magistrado sometido al procedimiento del juicio político integra el
ámbito de cuestiones políticas no justiciables y, en tal sentido, la no
aceptación de aquélla importa un acto de apreciación institucional que
tiene relación directa con los fines constitucionales que motivaron la
inclusión del procedimiento de remoción. (Voto del Doctor Maqueda).

18. La decisión del Jurado de Enjuiciamiento de no aceptar la renuncia


solicitada por un juez, ha sido dictada en el marco de las facultades
atribuidas constitucionalmente a dicho órgano, con aplicación razonable de
distintas normas en vigencia y sin que se pueda apreciar la más mínima
violación de las garantías de defensa en juicio y del debido proceso. La
decisión del Poder Ejecutivo de no aceptar la renuncia es una cuestión
política ajena a la jurisdicción del Jurado de Enjuiciamiento y, que por otra
parte, no ha sido cuestionada en forma directa por el recurrente. (Voto del
Doctor Maqueda).

19. La decisión del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados de denegar


el recurso extraordinario interpuesto fue adoptada sin haber dado
cumplimiento, en forma previa, con el traslado que determina el art. 257,
segundo párrafo, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
omisión que obsta a un pronunciamiento del Tribunal en la medida en que
la adecuada notificación de las distintas etapas fundamentales del proceso
-máxime tratándose del recurso extraordinario federal- tiene por objeto
brindar a los litigantes la oportunidad de ejercer sus defensas con la
amplitud que exige el debido proceso y plantear las cuestiones que crean
conducentes para la correcta solución del litigio, lo que no ha ocurrido en
el sub examine y justifica suspender la tramitación de la queja y devolver la
causa al tribunal a quo a fin de que se sustancie el trámite omitido (Del
voto en disidencia del Doctor Vázquez).
Corte Suprema de Justicia de la Nación, 10/02/2004 “Lona, Ricardo s/
pedido de enjuiciamiento”.

C. Recusación con causa.

El caso: la Cámara en lo Criminal rechazó la recusación con causa


interpuesta por los defensores del imputado. Contra dicha resolución, la
defensa interpuso recurso de casación invocando el motivo formal (art.
468, CPPP) y planteó la inconstitucionalidad del art. 68 in fine. El Tribunal
resolvió hacer lugar al recurso de casación deducido.

1. A través de la recusación y excusación de magistrados y


funcionarios, la ley pone a resguardo la garantía del juez imparcial o de la
objetividad del integrante del Ministerio Público en el caso concreto. Para
que proceda el apartamiento del magistrado o funcionario, hemos negado
que haya de requerirse certeza sobre el trato inequitativo; basta la
sospecha del mismo, en función de la sí efectiva acreditación de la
circunstancia objetiva contemplada por el legislador.

2. La CSJN expresó que “la garantía de imparcialidad del juez es uno de


los pilares en que se apoya nuestro sistema de enjuiciamiento... Puede ser
definida como la ausencia de prejuicios o intereses de éste frente al caso
que debe decidir, tanto en relación a las partes como a la materia...”.

3. El Alto Tribunal ha tomado razón de las directrices emanadas de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos, afirmando que “la
imparcialidad supone que el tribunal o juez no tiene opiniones
preconcebidas sobre el caso sub judice. De la misma manera, recordó que
“esta garantía ha sido interpretada por el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, señalándose que en materia de imparcialidad judicial lo decisivo
es establecer si, desde el punto de vista de las circunstancias externas
(objetivas), existen elementos que autoricen a abrigar dudas con relación a
la imparcialidad con que debe desempeñarse el juez, con prescindencia de
qué es lo que pensaba en su fuero interno”.

4. La suficiencia de la sospecha para hacer operativa la exclusión no


ofrece mayores dificultades cuando se trata de las causales expresamente
delineadas en la ley. Así, v.gr., ante la mera constatación del parentesco, de
la emisión de un pronunciamiento previo o de la existencia de un litigio
pendiente con alguna de las partes, procederá el apartamiento.

5. La cuestión adquiere complejidad, en cambio, si la hipótesis que se


examina es la contenida en el inc. 12 del art. 60 del Código Procesal Penal,
que impone la recusación o inhibición cuando -en defecto de las causales
anteriores- “mediaren otras circunstancias que, por su gravedad, afectaren
su imparcialidad”, fórmula que provee una significativa apertura al sistema
y así permite “superar las lagunas axiológicas que el propio ordenamiento
procesal contiene en su catálogo”.

6. En el ámbito de dicha causal genérica, a falta de una expresa


previsión de la situación objetiva que genere desconfianza, habrá de
efectuarse una cuidadosa ponderación a los efectos de establecer si dicha
circunstancia, objetivamente considerada, permite sostener una sospecha
razonable acerca del riesgo de parcialidad del juez o funcionario. Y será
entonces la valoración en abstracto de la situación y no su efectiva
incidencia en el devenir del proceso lo que impondrá la exclusión. Es que
aguardar una concreta y tangible afectación a raíz de la actuación
interesada resta eficacia a la garantía constitucional y por ello la sola
acreditación de extremos objetivos que den base a razonables conjeturas
sobre el proceder del magistrado resulta suficiente para relevarlo de
intervenir en dicha causa.

7. Pues bien, al examinar las constancias de la causa, advierto que si


bien la defensa invocó dos incisos del artículo 60 al formular la recusación,
lo hizo como cauce alternativo de un mismo contenido: el temor de
parcialidad en razón de ya haberse expedido los magistrados objetados con
relación a la existencia del abuso sexual que se atribuye al imputado.

8. En efecto, esta única razón fue objeto de un doble encuadre: de


manera principal, se la incluyó en el primer inciso del artículo 60, a título
de prejuzgamiento. A ello respondió la a quo, con acierto, indicando que
no se trataba de “el mismo proceso”, ni de otra situación contemplada en
dicha hipótesis.

9. Subsidiariamente, se invocó la causal del inciso 12°, como fórmula


abierta que permita encauzar situaciones no contenidas a otras hipótesis.
Sin embargo, al analizar su procedencia, el Tribunal mutó el motivo y en
lugar de expedirse acerca de la misma sospecha objetiva de parcialidad por
la intervención anterior en el proceso, en el ámbito más genérico del inciso
12°, le asignó un cariz de “violencia moral”.

10. Sin dudas, la violencia moral -de neto corte subjetivo- admite
holgada recepción en dicha previsión legal, pero en modo alguno agota su
alcance, toda vez que, como ya he referido, el inciso 12° constituye una
herramienta de importante amplitud que permite albergar toda situación
que merezca ser atendida a la luz de la garantía del juez imparcial y que no
tenga expresa cabida en el elenco provisto por los incisos anteriores.

11. Por ello, más allá de las consideraciones vertidas por la a quo acerca
de la improcedencia de la recusación por violencia moral, lo cierto es que
no fue tal el motivo alegado por los recusantes. Y la respuesta negativa, en
consecuencia, queda sólo fundada en la inadecuación del motivo esgrimido
respecto del inciso 1° del artículo 60 -lo que es correcto- pero deviene
indebidamente motivada en cuanto a su improcedencia en virtud de la
cláusula abierta del inciso 12°, la que ha sido infundadamente estrechada a
una causal subjetiva.

12. El defecto apuntado nulifica el decisorio, en cuanto omite dar


tratamiento a un extremo decisivo de la pretensión incoada (art. 413, inc.
4, CPP), y ello ameritaría el reenvío de los presentes para que se dicte un
nuevo pronunciamiento sobre el punto. Empero, estimo que razones de
economía procesal, entre las que computa el tiempo que ya ha insumido la
incidencia de marras, aconsejan que sea esta Sala la que dirima
definitivamente la cuestión.

13. El caso exhibe particulares aristas que ameritan ser consideradas.


Se juzga aquí la conducta del imputado, a quien se le atribuye la autoría de
un presunto abuso sexual en perjuicio de una mujer, fruto del cual ésta
habría quedado embarazada y dado a luz a una niña a la que habría dado
muerte apenas nacida, encontrándose al cometer el hecho en un estado
psíquico de inimputabilidad cuya génesis habría tenido -entre otras
variables- la victimización sexual a la que habría sido sometida a manos del
imputado; la que fue juzgada y absuelta, sentencia que en la actualidad se
encuentra impugnada en casación.

14. Dada esta estrecha vinculación entre uno y otro proceso, resulta
razonable suponer que los magistrados que intervinieron en el primero
tuvieron contacto con un importante caudal probatorio que versaba tanto
acerca de la existencia del abuso sexual, como de la autoría del mismo,
extremos éstos que requieren ser definidos -en el juicio ahora seguido en
contra del imputado- por jueces de los que no pueda siquiera sospecharse
que se hayan formado opinión alguna acerca de lo que deben decidir.

15. Este contacto previo con prueba íntimamente conexa a los aspectos
a debatir en el presente proceso, provoca la necesidad de apartar a los
magistrados intervinientes en el juzgamiento de la mujer, a los fines de
aventar toda sospecha relativa a una idea preconcebida sobre la
responsabilidad del imputado por el abuso sexual de aquélla.

16. En suma, estimo que un acabado respeto por la garantía de la


imparcialidad objetiva aconseja razonablemente renovar el Tribunal para
asegurar al imputado que su conducta será juzgada por magistrados
completamente ajenos a cualquier conjetura que pudiere formularse sobre
su parcialidad.

Tribunal Superior de Justicia, Sala Penal, Cba., Sent. nº 174 del 03/07/2008.
Trib. de origen: Cám. en lo Criminal Villa Dolores, “Benavidez, Arturo José
Luis p.s.a. Abuso sexual simple, etc. - Recurso de casación”.
Bibliografía de referencias
Ferreyra De De La Rua, A. y González De La Vega De OPL, C. (2003). Teoría
General del Proceso. Tomos I y II. Córdoba: Advocatus
Ferreyra De De La Rua, A. y González De La Vega De OPL, C. (2015). Teoría
General del proceso. Tomo 1 y 2. Córdoba: Advocatus.

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