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Carlos V

 El maestro veneciano nos presenta a un hombre joven, empezando un proyecto que se


convertiría en abrumador. No hay aquí ningún símbolo militar, ni de poder; sólo el perro,
que podemos entender como símbolo de la fidelidad de un pueblo, acariciado por su rey.
Vestido de cortesano, elegante como cualquier civil de la alta sociedad de la época, al cuello
eso sí, su inseparable Toisón de Oro.

 Este es un hombre que vive en plena etapa modernizadora, influenciado por el aperturismo
liberal del Renacimiento italiano y el reformismo de los Países Bajos. En el ámbito intelectual
le llegan los ecos de Boscán, Erasmo, Garcilaso y su mirada a Petrarca, tan presente en la
vocación humanista de recuperar para Italia la grandeza del imperio romano. Un camino ya
madurado por Tiziano, cuya presencia ante el emperador estuvo auspiciada por su hermana
María, gran mecenas y quizás la mente más valiosa de la familia.

 En este retrato, su figura se adelanta iluminada, saliendo de la oscuridad. La suave


combinación de los colores, propia de la maestría de Tiziano, mezcla el beige y el amarillo
cálido con el nácar, suavidad que envuelve con elegancia la figura y muestra una imagen del
rey abierta y cercana, cercanía a la que ayuda una esbozada sonrisa. Este es el primer retrato
de cuerpo entero realizado por el pintor veneciano.

El César a caballo

 El Rey y Emperador aparece como un soldado de Cristo en defensa de la cristiandad atacada


por los protestantes. Parece una composición sencilla, pero esconde una complejidad
simbólica importante. Vemos al Monarca en su doble condición; como caballero cristiano y
como heredero de la tradición imperial romana. Ejemplo de ello es la lanza que sostiene con
su mano derecha y que siendo el símbolo del poder de los césares, también hace referencia
al arma de San Jorge y a la lanza que portaba Longinos durante la Pasión de Cristo. La
armadura que luce se conserva, y se puede ver en la Armería Real del Palacio Real de
Madrid.

 Tiziano combina aquí una doble propaganda política: el ideal caballeresco, que se puso de
moda en el Otoño de la Edad Media, en los siglos XIV y XV, con la idea del César Imperial
romano, recogida en la estatua ecuestre del Marco Aurelio Capitolino.

 Incluso los efectos atmosféricos y el paisaje podrían tener un significado simbólico.


Fernando Checa, en su Carlos V, a caballo, en Mühlberg, de Tiziano, nos lleva a fijarnos en el
río que se insinúa entre los árboles, y lo compara con el Elba, en los límites del Imperio, que
Carlos tuvo cruzar durante la batalla para contener a las tropas rebeldes. Aquí las fuentes
clásicas cristianizadas ponen en paralelo a Carlos con Julio César. El nuevo César cruza el
Elba, como el antiguo César cruzó el Rubicón, y mientras el César pagano pronunció tras la
batalla la célebre frase: “Vine, vi, vencí”, Carlos dedica la victoria a Dios: “Vine y vi, y Dios
venció”

 El rostro, serio e impasible, nos traslada la imagen del poder; distante, invicto, señor de
medio mundo.

Carlos en Yuste
 Pero aquí vemos otro Carlos V, parece preparado para dejar el poder. Trasmite a la
perfección el fin de su época. Tiziano pintó el anterior retrato, símbolo del poder,
prácticamente al mismo tiempo que éste, que no puede ocultar la decadencia del mismo.

 Carlos V está sentado en un sillón, viejo, cansado; sus piernas están hinchadas por la gota.
Vuelve a vestir como un elegante civil, pero ha dejado la alegre vestimenta de cortesano.
Vestido de negro, con alzacuellos, abrigo y guantes, protegiéndose del frío del monasterio,
como se protege del frío emocional que le provocan las múltiples cargas imperiales.
Alineada con su pierna izquierda, vemos una especie de vara que dista mucho de ser una
espada; es un bastón que le ayuda a mover su cansado cuerpo.

Carlos V en Yuste

 En un rincón, apoyado junto a una esquina que deja a su espalda un pálido paisaje, rendido
ante la evidente derrota del sueño de construir un imperio cosmopolita y abierto al mundo.
Todo en este cuadro hace presagiar lo que siete años más tarde sucedió. El último
emperador coronado del Sacro Imperio Germánico abdicó, dejando el Imperio a su hermano
Fernando, y los reinos a su hijo Felipe II, “El Prudente”.

 Su retiro en Yuste propició visitas de muchos personajes de la corte, en busca de consejos e


influencias. Utilizaron unas modestas dependencias que habilitaron para recibir al ilustre
huésped.

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