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TEMA 3: LA HISPANIA ROMANA

1. La conquista de Hispania
2. La romanización
3. La organización administrativa de Hispania
4. La red urbana y de comunicaciones
5. La economía de Hispania
6. La sociedad de la Hispania romana
7. La crisis del Bajo Imperio
8. El legado de Roma
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A lo largo del I milenio a. C. se ha produce la llegada de pueblos colonizadores del


Mediterráneo (fenicios, griegos y posteriormente cartagineses) y se configuran las culturas
celta e ibera (y con anterioridad, los poco conocidos tartessos). Los pueblos indígenas
presentan importantes diferencias en cuanto a su nivel de desarrollo que explican la mayor o
menor resistencia que opusieron a los invasores romanos en el siglo III a. C. y la
romanización posterior de cada zona una vez producida la conquista. La dominación romana
y la asimilación de su cultura provocará trascendentales transformaciones políticas,
económicas, sociales y culturales en Hispania, nombre que los romanos daban al conjunto
de la Península y del que deriva el de España
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1. LA CONQUISTA DE HISPANIA

La conquista romana es un proceso dilatado en el tiempo que se extiende entre el 218


y el 19 a. C. Sin un plan preestablecido, fue un proceso discontinuo en el que se alternaron
periodos de importantes avances territoriales con otros de relativa estabilidad. Para dominar a
los pueblos que habitaban la Península los romanos combinarán la actividad militar
conquistadora y la diplomacia intentando su asimilación pacífica. Sabrán aprovecharse en
beneficio propio de las rivalidades de estos pueblos y sus conflictos internos. Se pueden
distinguir varias etapas:
- Primer periodo (218-197 a. C.). En el contexto de la Segunda Guerra Púnica entre
romanos y cartagineses (218-201 a. C.) por la hegemonía en el Mediterráneo (desencadenada
por la cuestión de Sagunto, ciudad aliada de Roma, atacada por los cartagineses), en el 218 a.
C., Cneo Cornelio Escipion desembarca en Emporion para contraatacar a los cartagineses
que, con Anibal al frente, marchaban sobre Roma. Los romanos no solo derrotan a los
cartagineses, sino que deciden instalarse en Hispania para explotar sus riquezas. Ocupan toda
la costa mediterránea, el valle de Guadalquivir y parte del valle del Ebro (básicamente el área
ibérica), bien por la fuerza o bien estableciendo alianzas con los pueblos indígenas.
- Conquista del interior peninsular (197-29 a. C.). Los romanos encontraron una
gran resistencia y tuvieron que afrontar largas y costosas guerras: guerras celtibéricas (181-
133 a. C. donde Numancia resistió heroicamente el asedio romano) y guerras lusitanas (154-
137 a. C. en la que Viriato desarrolló una intensa guerra de guerrillas). Con sus victorias, los
romanos consiguen dominar casi toda la Península; tan solo resiste la parte occidental de la
cornisa cantábrica. Entre el 123 y el 121 a. C. se produce la conquista de las Islas Baleares.
Durante el siglo I a. C. Hispania se convierte en escenario de las guerras civiles que sacuden

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Roma (Guerras Sertorianas primero y la que enfrenta a César y Pompeyo posteriormente). La
inestabilidad política supone una paralización de la conquista.
- Sometimiento de los pueblos de la cornisa cantábrica (29-19 a. C.). Las guerras
contra los pueblos del norte serán también muy duras por la fuerte resistencia que presentan.
El emperador Octavio Augusto derrotó a cántabros, astures y galaicos, completando así la
ocupación. Toda la Península quedará integrada en el Imperio Romano y a él pertenecerá
hasta que en el siglo V se produzca su caída a manos de los pueblos germánicos.
La dominación romana supondrá que su cultura, sus costumbres, sus leyes y su
religión se impongan sobre los pueblos autóctonos. Hispania será un territorio más, y
perfectamente integrado, en el imperio romano.

2. LA ROMANIZACIÓN

Se denomina romanización al proceso por el cual los distintos pueblos indígenas


-celtas e iberos- que habitan la Península, a partir de la conquista romana iniciada a finales
del siglo III a. C. en el contexto de la Segunda Guerra Púnica contra los cartagineses, de
manera pacífica o bien por la fuerza, adoptan la lengua, la cultura, las formas de organización
y los modos de vida romanos. Se trata, por tanto, de un proceso de asimilación cultural o
aculturación que supondrá, fundamentalmente, el establecimiento de una sociedad clasista
fuertemente jerarquizada con la distinción entre hombres libres y esclavos por un lado y por
otro la dualidad ciudadano-no ciudadano entre los libres; la integración de Hispania en el
sistema económico del imperio romano con una economía monetaria de tipo colonial basada
en la utilización de mano de obra esclava; la implantación de la organización político-
administrativa romana con el uso del Derecho regulando las relaciones privadas y el
funcionamiento de las instituciones públicas; la generalización de la vida urbana; la difusión
del latín como lengua; la aceptación de las creencias religiosas romanas (el culto al
emperador y a la Triada Capitolina -Júpiter, Juno y Minerva- y posteriormente el
cristianismo) y el desarrollo de las formas artísticas clásicas.
El proceso de romanización se llevó a cabo a través de una serie de medios.
Fundamentalmente fueron:
- La presencia del ejército romano en la Península, que facilitó la expansión de las
formas de vida romanas. Junto a los militares de procedencia itálica, los romanos reclutaban
tropas auxiliares entre los indígenas, lo que contribuía a romanizarlos; estos soldados, al
terminar su servicio, recibían tierras y podían convertirse en ciudadanos. Por otra parte,
algunos campamentos de las legiones se convirtieron en municipios romanos (por ejemplo,
León).
- La extensión de la vida urbana. Las ciudades actuaron como focos de irradiación
de romanidad. Desde ellas se organiza política y económicamente el territorio. Los romanos
mantienen las ciudades indígenas ya existentes en el área ibérica (sur y levante)
confiriéndoles distintos estatus jurídicos (estipendiarias, federadas o aliadas) y crean otras
nuevas en el resto de la Península, según el modelo romano. Además, asentaron ciudadanos
romanos en colonias de nueva creación, generalmente entregando tierras a los soldados
veteranos.
Se construirá una importante red de calzadas con la finalidad de organizar el
territorio, asegurar su control militar y administrativo, unir las distintas ciudades y fomentar
el comercio.
- La progresiva concesión del derecho de ciudadanía a los indígenas, lo que
implicaba para los beneficiarios gozar de una serie de derechos y privilegios. Constituía un

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aliciente para aceptar la dominación romana y comenzó con las élites indígenas para lograr su
colaboración. Hasta el siglo I d. C. tan solo una minoría de la población tenía la condición de
ciudadano romano y por tanto plenos derechos políticos y civiles. A partir del Edicto de
Latinidad promulgado por Vespasiano (74 d. C.) la mayoría de las élites urbanas pudieron
convertirse en ciudadanos latinos de pleno derecho. A partir del Edicto de Caracalla del año
212 todos los habitantes de Hispania y de todo el Imperio obtienen la ciudadanía romana.
- La generalización del uso del latín, que se impuso y desplazó a las lenguas
prerromanas (solo subsistió el vascuence). Se estableció como lengua oficial y privada
contribuyendo de manera muy importante a la uniformización cultural y la difusión de los
modos de vida romanos.

Hispania se convertirá en un territorio perfectamente integrado en el imperio romano


y a él pertenecerá hasta que en el siglo V se produzca su caída y se asienten en ella pueblos
germánicos. No obstante, la romanización no fue un fenómeno uniforme. La zona que se
romanizó de manera más rápida y más intensa fue el área ibera (el sur y el levante),
conquistada desde un primer momento y con formas de organización anteriores no muy
diferentes a las romanas; en el centro y oeste peninsular la romanización fue más dificultosa
por su menor grado de urbanización y de desarrollo; en el norte, los romanos no consiguieron
imponer sus formas de vida totalmente y de manera profunda.

3. LA ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA DE HISPANIA

Ya desde antes de completar la conquista, los romanos aplicaron sus criterios de


organización política y administrativa dividiendo el territorio en provincias para su mejor
organización y control. Cada provincia se dividía en varios conventos jurídicos para la
administración de justicia.
En el 197 a. C. Hispania fue dividida en dos provincias: la Citerior (valle del Ebro y
franja mediterránea hasta Cartago Nova) y la Ulterior (el sur y valle del Guadalquivir) con
capitales respectivamente en Tarraco y Cartago Nova (después Corduba). Los límites
occidentales de ambas se fueron ensanchando a medida que avanzaba la conquista.
En el siglo I, en tiempos de Augusto, con toda la Península ya conquistada, queda
dividida en tres provincias: Tarraconense, Bética y Lusitania con capitales en Tarraco,
Corduba y Emérita Augusta. Las provincias podían ser senatoriales o imperiales por lo que su
gobernador era elegido o bien por el Senado o bien directamente por el emperador. Cada
provincia se dividía en varios conventos jurídicos para la administración de justicia.
En tiempos de Diocleciano (finales del siglo III) se dividió en seis provincias:
Gallaecia, Tarraconense, Bética, Lusitania, Cartaginense y Mauritania Tingitana (norte
de África). Por último, en el siglo IV, se añadió una nueva provincia, la Baleárica.

4. LA RED URBANA Y DE COMUNICACIONES

La civilización romana fue esencialmente urbana. Las ciudades romanas eran centros
políticos, administrativos y económicos que además organizan el entorno rural. La expansión
de la vida urbana fue un factor determinante de romanización.
Los romanos mantienen las ciudades indígenas ya existentes confiriéndoles distintos
estatus jurídicos (estipendiarias, federadas o aliadas) y crearán otras nuevas (municipios y
colonias) como Itálica, Emerita Augusta, Caesaraugusta, Hispalis o Tarraco. Muchas de estas

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ciudades surgen sobre la base de los campamentos militares y presentan un plano ortogonal
con dos grandes ejes perpendiculares, el cardo y el decumano. Se rodeaban de murallas. Estas
ciudades cuentan con importantes construcciones al servicio de sus habitantes: templos,
termas, teatros, anfiteatros, foros, etc.
Los romanos crearon una excelente red viaria basada en las calzadas. Su finalidad era
organizar el territorio, asegurar su control militar y administrativo, unir las distintas ciudades
y fomentar el comercio.
Las más importantes fueron: Vía Augusta o Hercúlea, por la costa mediterránea,
uniendo el valle del Ebro y el del Guadalquivir, Vía de la Plata, de Astorga a Sevilla pasando
por Mérida, la Vía del Norte, que unía Tarraco con la Vía de la Plata, la Vía Meseteña, que
unía el norte con la vía Augusta, y la Vía Atlántica. Existían numerosas vías secundarias que
unían prácticamente todo el territorio.
Su distribución evidencia un predominio de la periferia sobre centro, menos poblado y
urbanizado.

5. LA ECONOMÍA DE HISPANIA

La economía de Hispania registró un importante desarrollo ya que la dominación


romana supuso la integración en los circuitos comerciales del Imperio. En un claro ejemplo
de economía colonial, Hispania exportaba fundamentalmente materias primas a Roma e
importaba productos manufacturados. Se trata de una economía de base esclavista.
La agricultura fue una de las principales actividades económicas. Las tierras
conquistadas pasaban a ser propiedad del Estado romano que procedía a su reparto entre
colonos, soldados e indígenas. La principal forma de explotación agropecuaria será la villa,
gran explotación latifundista dedicada a la exportación trabajada por mano de obra esclava.
La agricultura se basa en la trilogía mediterránea: trigo, vid y olivo. Las exportaciones de
vino y aceite serán muy importantes y muy apreciadas por su excelente calidad. Los romanos
introdujeron nuevas técnicas y utensilios como el barbecho de tres hojas, la utilización de
abonos, el arado romano o el trillo de ruedas. Desarrollaron los regadíos en el área levantina.
La producción ganadera más destacada será la ovina. La pesca también será muy
importante para la producción de salazones y la apreciada salsa garum.
La actividad minera será una de las más lucrativas por la abundancia de minerales en
la Península. Se centra en la plata y el plomo de Cartagena, el cobre de Andalucía y Asturias,
el mercurio de Almadén, el estaño de Galicia y el oro de Galicia y León (Las Médulas).
La economía del imperio está basada en los intercambios comerciales. Las urbes son
el centro comercial que articula el territorio y sirven de mercado. Para estos intercambios fue
necesario la creación de una red de comunicaciones terrestres y marítimas que comunicaban
las ciudades. Se construyó, como ya hemos visto, una importante red de calzadas. El
desarrollo comercial se basa en una economía monetaria. La unidad monetaria de todo el
imperio facilitó el comercio.

6. LA SOCIEDAD DE LA HISPANIA ROMANA

El modelo social hispano-romano sigue las pautas de la rígida sociedad romana en la


que se plantea la distinción entre hombres libres y esclavos por un lado y por otro la
dualidad ciudadano-no ciudadano entre los libres, lo que confiere, o no, derechos
políticos. De esta manera, la sociedad se divide en ciudadanos pertenecientes a órdenes, los

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ciudadanos no pertenecientes a órdenes, hombres libres pero no ciudadanos, libertos y
esclavos.
Los ciudadanos pertenecientes a órdenes constituyen la minoría privilegiada y
dominante. Existen tres órdenes. En la cúspide del orden social están los ciudadanos romanos
pertenecientes al orden senatorial (Ordo senatorialis) dueños de grandes latifundios e
inmensamente ricos. A ellos, como descendientes de los primeros fundadores de Roma, está
reservada la participación en el Senado y el desempeño de los altos cargos de la
administración civil, militar y religiosa. Miembros de estas familias romanas se asentaron en
Hispania; algunas élites autóctonas recibieron como premio el acceso al orden senatorial. La
mayoría de estas familias están afincadas en la Bética y de ellas saldrán incluso emperadores
como Trajano y Adriano.
Por debajo del orden senatorial están las familias del orden ecuestre (Ordo equester),
los caballeros, procedentes en su mayoría de la aristocracia indígena, que tienen en sus manos
los cargos políticos, del Ejército y de la administración y el gobierno de sus ciudades. Sus
fortunas proceden de las actividades comerciales, manufactureras y sus propiedades agrarias.
El orden decurional (Ordo decurionalis) constituye el tercer nivel y a él pertenecen
familias menos importantes y adineradas. Sus miembros ocupan los puestos inferiores de la
administración o son medianos propietarios agrícolas, mercaderes y hombres de negocios.
Muchos son descendientes de soldados y colonos romanos; otros son indígenas que
consiguen prosperar.
Los ciudadanos romanos no pertenecientes a órdenes, al tener estatuto de
ciudadanos, poseen privilegios políticos y sociales. Existen, no obstante, grandes diferencias
de riqueza entre ellos. El grupo más bajo estaba constituido por la plebe. En él se incluye la
mayor parte de la población. Son pequeños propietarios agrícolas, artesanos y trabajadores
libres con diferentes situaciones económicas. Pueden intervenir en las asambleas municipales
de sus ciudades (comicios) para elegir algunos cargos públicos.
Los hombres libres pero no ciudadanos carecen de derechos políticos pero sí tienen
derechos civiles.
Hasta el siglo I d. C. tan sólo una minoría de la población tenía la condición de
ciudadano romano y por tanto plenos derechos políticos y civiles. A partir del Edicto de
Latinidad promulgado por Vespasiano (74 d. C.) la mayoría de las élites urbanas pudieron
convertirse en ciudadanos latinos de pleno derecho. A partir del Edicto de Caracalla del
año 212 todos los habitantes de Hispania y de todo el Imperio obtienen la ciudadanía romana.
Por debajo de todos, están los esclavos, que ni son libres ni tienen derechos. Son la
base del sistema económico y se utilizan para la agricultura, el trabajo en las minas, labores
artesanales, servicio doméstico, etc. Se convierten en esclavos los hijos de esclavos, los
prisioneros de guerra, los sublevados contra Roma o también se llega a la esclavitud por
deudas.
A medio camino entre los esclavos y los libres estaban los libertos, esclavos
manumitidos -liberados- que seguían manteniendo algunas obligaciones con su antiguo señor.

7. LA CRISIS DEL BAJO IMPERIO

A partir del siglo III se inició una grave crisis que marcará la decadencia del Imperio
Romano. La crisis está motivada por factores económicos, políticos y militares.

Causas económicas

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Al finalizar las guerras de conquista disminuye el número de esclavos con lo que la
economía se resiente al encarecerse la mano de obra. Los precios suben, decaen las
actividades agropecuarias, mineras y artesanales, el comercio se reduce. Disminuyen los
ingresos del Estado y para compensarlo se aumenta la presión fiscal. Las ciudades comienzan
a despoblarse perdiendo importancia: muchos de sus habitantes se van al campo en busca de
trabajo y sustento en un claro proceso de ruralización. De forma paralela van creciendo las
grandes villas de los propietarios latifundistas que se trasladan a vivir a ellas. Muchos
campesinos, ante la presión de los recaudadores de impuestos, prefieren entregar sus tierras a
esos grandes propietarios a cambio de su protección, convirtiéndose en colonos. El colonato
fue una institución del derecho romano en la que el colono tenía un status intermedio entre la
esclavitud y la libertad: es libre pero trabaja unas tierras que no le pertenecen y a las que esta
ligado sin poder abandonarlas. Se produce una creciente desigualdad social entre los más
ricos propietarios, los honestiores, y los llamados humiliores (campesinos, colonos,
jornaleros, etc.).
Las villas producen todo lo que necesitan. Cada vez se tiende más a la autosuficiencia.
La circulación monetaria se va reduciendo. Por otra parte, las incursiones de los pueblos
bárbaros que empiezan a producirse aumentan la inseguridad y entorpecen las relaciones
comerciales. Se producen también revueltas sociales de campesinos como la de los bagaudas.
Los señores de las villas mantienen sus propias fuerzas armadas.
El sistema económico que había sido la base del Imperio entró en crisis al tiempo que
se van configurando algunos de los elementos que caracterizarán la época feudal.

Causas político-militares
Los emperadores son cada vez menos poderosos y hay una gran inestabilidad política
por los conflictos internos. El Ejército se encuentra muy dividido por su implicación en la
política y cada vez dispone de menos recursos por la crisis económica. Se muestra incapaz de
defender las fronteras del Imperio. Los pueblos bárbaros (nombre que los romanos daban a
todos los pueblos situados fuera de sus fronteras) aprovecharán la situación para penetrar en
el imperio y tratar de apropiarse de sus riquezas. Los emperadores no pueden contenerlos: se
verán obligados a pactar con ellos ofreciéndoles tierras y dinero. En el 395, incapaz de
controlar todo el territorio, Teodosio divide el Imperio en dos: El Imperio Romano de
Occidente con capital en Roma y el Imperio Romano de Oriente con capital en
Constantinopla.
A comienzos del siglo V, los suevos, vándalos y alanos cruzan los Pirineos y se
asientan en Hispania. Para expulsarlos Roma utilizará a sus aliados visigodos, un pueblo
germano que en el siglo IV, por la presión de los hunos, se había visto obligado a penetrar en
las tierras del Imperio Romano asentándose en el sur de la Galia donde crearán el reino
visigodo de Tolosa. Únicamente permanecerán los suevos en el noroeste pero serán los
propios visigodos los que también se irán instalando paulatinamente en la Península.
En el año 476 desaparece formalmente el Imperio Romano de Occidente. En el 507
los visigodos, derrotados por los francos en la batalla de Vouillé, abandonarán completamente
la Galia y se instalarán en la Península: es el reino visigodo de Toledo.

8. EL LEGADO DE ROMA

Además de un importantísimo patrimonio histórico-artístico (podríamos citar como


magníficos ejemplos el acueducto de Segovia, los arcos de triunfo de Bará y Medinaceli, los
teatros de Mérida y Sagunto, el puente de Alcántara, las murallas de Lugo, etc.) a la cultura

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romana debemos aspectos como la lengua, el derecho y la religión. Nuestra cultura se asienta
sobre el legado de Roma.
El latín se impuso y desplazó a las lenguas prerromanas (solo subsistió el vascuence).
Se estableció como lengua oficial y privada. Es el sustrato de las lenguas romances:
castellano, gallego y catalán.
El derecho romano regulaba la convivencia en una sociedad mucho más compleja
que las indígenas. Es la base del derecho actual.
La religión: Los romanos respetaron los cultos indígenas pero era obligatorio el culto
al emperador y a la Triada Capitolina (Júpiter, Juno y Minerva) que simbolizaban la autoridad
de Roma. Se introdujeron en Hispania también los cultos mistéricos de origen oriental (culto
a Mitra, Cibeles-Attis o Isis-Osiris). Posteriormente se difundió el cristianismo. Aunque las
leyendas medievales hablan de los viajes de los apóstoles Santiago y Pablo a la Península, no
hay pruebas sólidas que lo demuestren. Lo cierto es que a partir del siglo III se difundió el
cristianismo en Hispania. Al negarse a adorar a los dioses romanos y a participar en el culto
imperial, los cristianos fueron declarados enemigos del Estado y perseguidos. A pesar de ello,
esta religión se extendió por todo el imperio, especialmente en las ciudades. Con Constantino
I, que se convirtió, pasó a ser tolerado (Edicto de Milán de 313) y con Teodosio I, con el
Edicto de Tesalónica (380), pasó a ser la religión oficial y se prohibieron los otros cultos.
En Hispania se desarrolló también a finales del siglo IV una herejía sostenida por
Prisciliano, obispo de Ávila, que pretendía un modo de vida más austero y alejado del mundo
frente al poder y las propiedades que comenzaba a acumular la Iglesia. Fue el primer
condenado a muerte y ejecutado por el poder secular en nombre de la Iglesia.

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