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4,* sknwe, x.” 2. BIBLIOTECA POPULAR: CLERO Y NOBLEZA POR MONSENOR SE3A2UR. PRECIO: 70 cénr.® pe NEAL. BARCELONA: Tirocnaria caTé.ica, calle del Pino, 3, bajos. 672. vs of AL LECTOR. Grande es él clamor que por todas las naciones:le~ vantan las socledades sccretas contra todo lo santo, grande y digno; siendo el clero y la nobleza Jos que lle- van la mayor parte de Jos ataques injustos y no pro- bados de los modernos novadores. Este hecho hacia de grande utilidad, si no necesaria, la publicacion de un optsculo destinado 4 patentizar clara y breve~ mente la falsedad de Jas injurias inferidas contra el clero y la nobleza catdlicos. Muchas obras se han publicado para combatir las falsas imputaciones de los impios; pero son aquellas muy costosas y no las mas Jefdas por los hijos del pueblo, que descan mas bien una relacion sencilla de los hechos apoyados en una argumentacion, séli- da si, pero fici) de comprender: e} puehlo no puede perder mucho tiempo estudiando, y por esto los optsculos son los que en mayor escala estén desti- nados a la propaganda entre Jos obreros. Por este motivo, pues, acabo de ofrecer a la Biblio- teca popular la traduccion de la obrita Clero y nobleza de Mons. de Segur, seguro de que con su lectura pue- den las clases proletarias instruirse en algunas ver- dades, que mucho han trabajado las sociedades se- cretas para dejarlas completamente ofuscadas 4 la poco cultivada inteligencia del pueblo. No dudo que la obrita citada puede aplicarse per- fectamente 4 Espaiia, aun cuando su autor Ja haya escrito expresamente para los franceses; por la razon de que, habiendo sido las scctas Jas que han fulni- nado el odio contra el clero y Ja nobleza, en todos los paises se han valido de idénticos argumentos. - Reciban, pues, los lectores este optsculo, y léanlo con atencion ; crean que todo lo que en él se dice del clero, de la nobleza y de los demagogos franceses, puede decirse, sin temor de faltar 4 Ja verdad, del clero, de la nobleza y de los agitadores y revolucio-~ narios espafioles. : Ex Taapucron. en TITER reid GBSSSSSSSSECSHOESSHSSHSSSSOSSSES CLERO Y NOBLEZA. Durante la terrible guerra que acaba de tener lugar, y en la cual odo e] mundo reconoce un gran castigo enviado por Dios, el clero y los que todavia se apellidan «nobles» han dado a la Francia i incom- parables pruebas de patriotismo. Nuestros curas, nuestros seminaristas, nuestros Hermanos sc encontrahan por todas partes. Sobre el campo de batalla, en el cual mas de uno perdié la vida;-en las ambulancias, en el cautiverio, in- (répidos en medio de los peligros, firmes é inque- brantables en las mas crueles privaciones. Las mas ilustres familias, los nombres mas in- signes de la Francia han tenido 4 alta honra el de- fender el suelo patrio 4 costa de su sangre; y aque- Ilos & quienes hasta cntonces se les acusaba de ociosidad y de molicie, les hemos visto alistarse en a CLENO Y NOBLEZA. —6— el] ejército como simples soldados, hacer prodigios de valor, sufriendo sin quejarse al lado de los hijos del pueblo. Muchisimos han sucumbido en cl cam- po de batalla, 6 4 lo menos han recibido glorio- sas heridas. Despues de tanta abnegacion no era de esperar que se suscilase, precisamente contra los nobles y los curas, esta guerra encarnizada ,. odiosa, que Voltaire y las sociedades secretas habian inau- gurado en los witimos y peores dias del pasado si- glo. El suelo francés esta todavia empapado con la sangre de aquellos, bafiado en sus sudores, y ya las sectas, enemigas implacables de la Iglesia, re- erudccen sus ataques furiosos y desleales. La mentira amenaza sériamente corromper 4 las clases obreras, especialmente en las campifias, y por eso creo necesario contestar breve y contun- dentemente 4 Ja caluninia. No es otro mi proposito en estas hreves paginas, dicladas unicamente. por la fe, por e} buen sentido y por cl amor 4 los po~ bres ohreros, casi siempre buenos y honrados, pero a quienes es muy facil seducir, Ruego 4 todos los honibres de bien que difundan lo mas posible este opusculo esencialmente pcpu- Jar, si le juzgan a propésilo para realizar cl jin principal que me he propuesto. Que Lios se digne hendecir 4 los lectores y que su lectura produzca buenos frutos. ~—~T— 1 Lo que predican los curas eva bueno en otros tiempos, pero en la actualidad es ya otra cosa. No debemos creerles ya. A lo menos asi se cree, sin embargo esto va mal. Si lo, que predican jos curas es la verdad, gpor qué no debe creérseles hoy lo mismo que en otro tiempo? Ademéas, los curas son entre los hombres los enviados de Dios; los depositarios de estas gran- des verdades que asi salvan 4 los pucblos como 4 los individuos; 4 ellos es 4 quienes dijo Jesucristo en'la persona de sus Apdstoles: «Como mi Padre ime envid, asi os envio Yo tambien A” vosotros. 14, pues, enseiiad 4 todos los pucblos; que aprendan 4 observar mis leyes. Predicadles la nueva de salud para todos; cl que crea sera salvo; el que no, sera condenado. Aquel que os escucha me escucha; aquel que os desprecia me desprecia. Yo estaré con yosotros hasta la consumacion de los siglos. » Ilé aqui con qué titwos, hé aqui con qué auto- ridad divina el cura catélico se presenta 4 los hom- bres. Su enseiianza es la ensefianza del mismo Je- sucristo; Ja enscianza saludable de Dios; Ja Verdad. iDesgraciado, pues, cl que no cscuche al cura! Segun la palabra misma del Hijo de Dios, «él ser’ condenado.» iDesgraciado el pueblo, desgraciado el pais que —~§— no escucha al cura! é] se pierde, no pucde dejar de perderse. Los que os dicen que no debeis creer las pala~ bras del cura son, 4 sabiendas 6 sin quererlo, vues- tros mas pérfidos enemigos; y los periddicos y re- volucionarios que en todos los tonos repiten esta blasfemia son unos malhechores publicos, cien ve- ces mas culpables que los miserables que puchlan nuestras circeles, ePor qué, pues, les escuchais? Hoy como siempre, y hoy mas todavia qué cn otro tiempo, abramos nuestros corazones 4 Ja ver- dad; porque ella unicamente puede darnos la paz y el bicnestar. En todos tiempos hay necesidad de seguir la verdad; pero al cabo de un siglo de erro- res y de revolucion, debe tenerse aquella mas pre- sente que nunca. ~ La Francia esta al horde del abismo; solo la Re- ligion puede salvarla, y Ja Religion aqué es sino lo que enseiia, lo que explica el cura y que ha recibi- do de Dios? Il. Los curas no deben ocuparse de elecciones, esto es, de politica. Error (grave, pues como 4 ciudadano el cura puede y debe, lo mismo que los demds, ocuparse de politica, y en consecuencia, de Jas elecciones. —g— gles rehusariais acaso el titulo y los derechos de ciudadano? Y ademas como 4 ‘cura tiene e! derecho, si no el dcher, de ocuparse de politica y de elecciones, Que ét no debe trabajar 4 la manera de los agentes electorales, os lo concedo de buen grado; esto se- ria exponerse 4 comprometer su ministerio. Mas bajo el punto de vista religioso, la cosa cambia de aspecto. En efecto; la politica se roza con los intereses religiosos bajo mil aspectos. Asi es que, bajo el punto de vista religioso, {qué mas importante para una didcesis que el nombramiento de un buen pre- fecto, de un prefecto honrado y cristiano? Para una parroquia, y por consiguiente para un cura, aqué mas importante, siempre hajo el criterio religioso, que la eleccion de un buen maire, de un Consejo municipal compuesto de personas cristianas? Con Ja benevolencia de las autoridades sera faci] hacer el bien; todas las obras catélicas, entre otras la institucion de los Hermanos y las Hermanas seran fayorecidas, y la buena armonia reinara en la par- roquia y en la didcesis. Asi un obispo, un cura, no solamente pueden, sino que dehen, en conciencia, ocuparse de tales nombramientos. En apariencia usa de la politica ; en realidad Itena su ministerio espiritual, el cual consiste en procurar la salud de las almas. Esta cuestion asi cxaminada es tan grave, que cl cura no pucde ni debe permanecer indiferente 4 las elecciones, — 16 — El cura ante todo no debe perder de vista los in- tereses de la Religion. Todo aquello que de léjos 6 de cerca interese 4 la Religion, todo lo que contri- buya 4 perder 6 4 salvar 4 las almas, es de su in- cumbencia, y tiene obligacion de ocuparse de ello. Querer separar la Religion de la politica y distin- guir el cura del ciudadano, es querer separar lo que Dios ha unido, y matar de un golpe 4 la Iglesia y a la sociedad. La Religion es como el alma de Ja so- ciedad civil, la cual debe conformarse siempre en sus leyes, en sus instituciones y en sus actos con la voluntad de Dios; y esta voluntad la Iglesia y el cura, por encargo del mismo Dios, deben darla 4 conocer 4 los hombres. Yotar bien 6 votar mal es cvidentemente un car- go de conciencia, y desde este momento entra en el dominio del cura. En materia de elecciones, como en todas las de- mas, el cura tiene cl derecho y el deber de decir 4 sls parroquianos: «No teneis permiso para volar 4 un enemigo de la Religion, 4 un revolucionario, -antes muy al contrario, es vuestro deber, y deber de conciencia, votar bien y nombrar personas idd- neas y buenas.» Convenimos en que cl cura dche obrar cn este caso con tanta prudencia como firmeza; pero pre- tender que no puede ni debe hacer nada en este punto, es error insostenible. : No lo dudeis: las sociedades secretas ponen en ‘eirculacion todas esas falsas ideas, para prepacar insensiblemente el reinado de Tos comunistas. Hace ~u— treinta 6 cuarenta aiios que trabajan, sobre todo en nucstras campiiias, porque estas se han conserva- do hasta ahora mejores que las ciudades. Se pro- cura desacreditar & los curas, levantar contra ellos falsas suposiciones y minar ‘su saludable inlluen- cia; dicen que deben permanecer en las sacris- lias; que la Iglesia debe separarse del Estado, etc., todo lo cual no tiende 4 otra cosa que 4 explotar el sufragio universal en provecho de los revolucio- narios. : Si durante las elecciones nuestra pobre Francia escuchase un poco mas 4 sus obispos y 4 sus curas, y un poco menos 4 Jos intrigantes y 4 los sectarios que explotan su incredulidad, no iriamos de revolucion en revolucion, como esta sucediendo de medio si- glo aca, y en cambio tendriamos hombres de bien al frente de los negocios piblicos. lM. : No escucheis & los curas, pues son enemigos del pueblo. aEnemigos de! paeblo? ;Impudente mentira! Los curas, léjos de ser enemigos del pueblo, son sus Mejores amigos, sus Unicos verdaderos amigos. £Los curas enemigos del pucblo? gEn qué? gQué mal hacen ellos al pucblo? Observémoslo de cerca. Trasladémonos 4 una escuela de primera enseianza; de cien nifos, 4 Jo menos oghenta pertenccen a la clase obrera. Lic- — 12 — ga el cura. ;Qué les ensefia? A ser buenos, sdbios, obedientes, 4 respetar y amar 4 sus padres, 4 no cometer ningun mal, 4 prepararse para ser un dia hombres de hien y amigos de su deher. Sin el cu- ra, muchos de Jos nifios del pueblo no recibirian educacion alguna moral! Sus padres, absorbidos por el trabajo, pueden solo ocuparse de la vida ma- terial de la familia. En el catecismo, en el con- fesonario, en la primera comunion, cl cura y solo el cura se ocupa de la conciencia, de) corazon del hijo del pueblo. gEs esta la causa por la cual ej cura es enemigo del pueblo? ¥ cuando vuestros hijos y vuestras hijas llegan 4 la adolescencia, ,cudl es respecto de ellos la mision del cura? ~No emplea todavia su influencia en el confesonario, para mantener en ellos una vida in- tachable, conservar la pureza de sus costumbres, y una conducta, y por consiguiente una reputacion honrada? Cuando los jovenes se convierten en vi- ciosos, holgazanes y ligeros de cascos, sino al apar- tarse de la Religion y dejar de escuchar a) cura? Vuestra hija ha sido buena y cristiana mientras fué hien dirigida; geudndo ha comenzado 4 afligir 4 su madre y a deshonrar 4 su familia? Cuando dejo de confesarse y de escuchar al cura. Si habeis tenido la dicha de ver 4 vuestro hijo 64 vuestra hija bien dirigidos a los diez y ocho, veinte, veinte y cinco afios, despucs de Dios, de- beis agradecerlo al cura. ¥ el cura yseria vuestro enemigo? Esto, que es verdad en la juventud, lo es tam- — 13 — bien respecto a las demas edades. ;Quiénes son los obreros mas honrados, sobrios, laboriosos y cons- tantemente dignos de aprecio? Diez y nueve con- tra veinte, por no decir veinte contra veinte, lo son los obreros cristianos que todavia escuthan al cura y n0 han olvidado aun el camino de la ighe- sia. El cura, entendedlo bien, es quien mantiene la paz y la moralidad de costumbres en la mayor parte de las familias obreras, de las cuales es el angel bicnhechor. éLe reprochais porque conoce en la confesion los asuntlos de vuestra familia? Se entera de ellos, es verdad, pero gen qué sentido? gNo es tiniea- mente para recomendar 4 vuestra mujer, & vues- tros hijos, y si vos acudis 4 él, 4 vos mismo, 4 ser bueno, paciente, firme en el deber; a amar a Dios y 4 amaros reciprocamente los unos 4 los otros? La dicha labita en el hogar del obrero que cseu- cha al cura.—jEs este, os pregunto, el enemigo de} pucblo? ¥ cuando estais enfermo, 4 quién viene 4 con~ solaros, 4 ayudaros cn el suf imiento? ¢E] médico? Si, sin duda, pero el médico viene solo para el cuerpo, y despues, cualquiera que sea su amistad, os hace pagar los honorarios de la visita. gYuestros amigos, vuestros padres? Verdad que si, pero todo se limita 4 esto. Y si no teneis ni padres ni ami- gos, gquién se os acercara? gQuién subird hasta vuestra pobre morada? ,Quién os traeré una dulce palabra, una cordial sonrisa? Nadie mas que el cu- ra, solo el cura, que lo desalia todo, Ja fatiga, el 3 CLENO ¥ NODLEZA, —h— frio, el calor, el contagio, del cual es muchas ve- ces victima, y la ingratitud , mil veces mas sensi- ble que todo lo demas. En la vida como cn Ja muerte, cl cura es cl pa~. dre, el amigo, el paiio de lagrimas, el sosten del. desgraciado, jy aun vienen 4 decirnos que es «el enemigo del pueblo!» Indudablemente, los que tal cosa dicen no Jo creen. ¥ vosotros ,comicteriais la necedad de creerles? ¥ nego, {cdmo seria posible que Jos curas fue- sen los enemigos del pueblo? La mayor parte de nuesiros curas, nueve entre diez, no son acaso humildes hijos del pueblo? Sus padres son obre- ros 6 labradores; sus hermanos, sus hermanas y sus amigos ganian el pan con el sudor de gu frente. Todos sus recuerdos y su corazon estan alli. En defecto de otro motivo, cl instinto mismo haria que el cura amase al pucblo, porque al fin nadie es enc- migo de si propio. . Entre los hijos de! pueblo, los obreros, los po- bres y las gentes sencillas el cura esté en su ver- dadero centro. Entre los que sufren y trabajan su ministerio es muy facil, Con una buena palabra, un apreton de mano 6 una caricia 4 un nifio, gana 4 menudo una familia para Dios. Yociférase contra Jos curas porque freenentan «los palacios,» y extienden sus miradas 4 los ricos. Pera es muy natural que se rocen con las personas de elevada alcurnia y desecn alternar con todo ¢} mundo. Los ricos, lo mismo que los demas, no son por ventura sus feligreses? Si son huenos ¥ — 1b — caritativos, como sucede con frecuencia, el cura halla en etlos los recursos que le faltan para sos- tener sus buenas obras y sobre todo para socorrer 4 los pobres. Si aquellos no son precisamente como deberian ser, entonces el cura no frecuenta su ca— sa; y si alguna vez lo hace es solo para procurar Nevarles al huen camino, mostrandose’afable con ellos. {Qué mal puede haber en todo esto? Los que lo critican son espiritus perversos y envidiosos, 6 bien imhéciles que se hacen eco de los impios. Por mas que se diga, pues, en las buhardillas y lalleres, el cura no es el enemigo del pueblo; al contrario, cs su amigo, su verdadero amigo; toda su vida se resume en una frase: «amor hacia el pueblo.» ¥ tos que dicen lo contrario mienten. IV. Los republicanos y los francmasones son los verdaderos cmigos del pueblo. Si, aman al puchlo; le aman mucho, solo que le aman demasiado; le aman como los lobos al corde- ro. jPobre cordero! j¥ ui te dejas arrebatar! En sus periédicos y en sus clubs los demécratas repiten todos los dias que aman al pueblo. «Nos- otros, y unicamente nosotros, grilan, amamos ver- daderamente al puebio, nos ocupamos de sus inle- reses, y queremos arrancarle de Ja esclavitud det capital. Nosotros queremos fundar una sociedad nucva en donde el obrero libre no sera explotado por cl patrono, y todos seran dichosos y completa- mente libres.» Hé ahi lo que dicen, y para llevar 4 cabosu pro- grama excitan las pasiones populares, preparan asonadas, y revoluciones cuando tes es posible ; disciplinan 4 los obreros, 4 las mujeres y 4 los ni- fios; los conducen @ Jas barricadas, les arman de petréleo y de rewolvers, y prenden fuego al pais por sus cuatro lados, Entlonces sucede, 6 que e] movimiento ticne éxi- to, 6 es sofocado: si lo primero, los promovedores, apoyandose cn las espaldas del pueblo, lNegan a ia dictadura que empuian con ambas manos, cobijan- se dehajo del estandarte rojo, y en medio de las aclamaciones Ilcnan sus bolsiflos y los de sus ami- gos vaciando la caja publica, Si el motin es sofoca- do (como sucede ordinariamente}, los principales motores se escabullen listamente, dejando 4 los in- felices scducidos en las harricadas y en las terribles manos de la justicia ‘militar. En uno y otro caso el pucblo solo recihe los gol- pes; cl dinero, los buenos destinos, la gloria y la impunidad pertenece a los jefes del motin. Para estos hombres, la clase obrera, que tanto afectan enaltecer y amar, es solo el populacho: astutos y sagaces, halagan al pueblo porque po~- seen el arte de explotarle. Uno de Jos que mas se han distinguido entre los comuneros de Paris decia lltimamente: «Es preciso desplumar la gallina sin que lance ningun grito.» gLo cntendcis, candidos —1I— lectores del Siecle 6 el National, que creeis lo que se dice en los periddicos democraticos y votais 4 los rojos? g€uando sera, buenos obreros, que comprendais e] fin-que aquellos se proponen? Estos republica~ nog de profesion, estos demécratas austeros que solo hablan de libertades, no son mas que misera- bles egoistas que asi se servirian de la libertad co- mo del Gran Turco; y qtie se complacen, cuando alcanzan el poder, en pisotear todas las libertades publicas; la libertad religiosa, la libertad de la propiedad, la libertad de Ja prensa, la libertad de la palabra, todas las libertades. En su boca tas grandes palabras de tgualdad y fraternidad signifi~ can persecucion arbitraria contra los hombres de bien, violencia, y con frecucncia despojo y pillaje. Aqui esté Ja realidad ; ved ali vuestros republi- canos y francmasones tales cuales son en el dia, y seran en todos tiempos. Se concibe que esos picaros se atrevan & Hamar- se amigos del pueblo, pues este es cl tinico medio que tienen de medrar; pero lo que parece inerei- ble cs que al cabo de cien aiios sea el pueblo tan imbécil que se deje embaucar por las palabras de aquellos charlatanes. La tepublica, sobre todo la reptiblica democrati- ca ¥ social, es una madre de familias que ticne dos clases de Isijos; sabios y tontos: los primeros, siem- pre cn pequeiio nimero, son los capataces; los ton- tos, en nimero crecidisimo , son todos estos po~ — 18 — bres diablos quienes con el fusil al hombro envian al degiiello ct dia del motin. Herido el comercio, se paraliza de pronto, y ya no hay trabajo, ni crédito; ciérranse Jos almace- nes, y el pobre obrero encuentra que tras sus mas bellas esperanzas y sus brillantes equipos viene la Mmiseria. aQuién tiene la culpa? Sus patronos? {los ri- cos? gel Gobierno? ylos curas? No, mil veces no; Ja culpa pertenece por entero 4 los agitadores, 4 los «amigos del pueblo.» iPobres corderos! No creais cn manera alguna 4 Jos lobos. Etlos gritan y ladran contra el pastor y sus canes porque les privan de dafiaros. 1] pastor en cl érden religioso es cl Papa, el obispo, el cura catolico, y en el drden temporal es el Rey, el Rey legitimo, 4 quienes detestan, porque les tienen mucho miedo. Permaneced junto al pastor; no os niovais del redil, y el lobo no podra daiaros. v. Algunas curtosas historietas de estos ilustres «amigos del pueblo.» Aqui solo hay um obstaculo, y es e] de Ja clec- cion. - Desde luego, tal vez no se hallart uno que no : —~19 — tenga una vida completamente inuoble; lo que bueno sera dejar scntado, siquiera sea de - paso. Ademis, son picaros en su inmensa mayoria, y es- {an refidos desde mucho tiempo con todo lo que conserva seulimientos de honor y probidad. En la Ultima Commune de Paris habia un gran nimero de encausados salidos recicntemente de la carcel y . aun de las mazmorras. Uno de cllos, viendo que el excelente abate Croz, cura de Ja Roquette, iba a ser fusilado, corrid hacia su amigo y compadre, el feroz Raoul Rigault, que se apellidaba prefecto de policia. Borra este nombre de tu lista, le dijo. élgnoras acaso que él nos ha‘prestado muchos ser- vicios durante nucstra permanencia en la Roquet- te?—jImposible! respondié Rigault. Es uo cura; yesto hasta.—jAh! ges imposible? borrale al mo- mento, 6 te levanto ih tapa de los sesos.—j Oh en- tonces! si tanto te empeiias... y borré el nombre del abate Croz. Pero lo mas curioso es que gran nimero de jefes de la demacracia coniemporanea son vicachos que nadan en la opulencia. {abréis oido hablar de Eugenio Sue, el gran de- mécrata, cl amigo del pueblo, vel autor de los Afis- terios de Paris, del Fudio ervante y de otras novelas demasiado eélebres que han venido «ser, por de- cirlo asi, cl evangelio de los obreros ? jPues bien! este fiero reivindicador de los dere~ chos del pueblo contra los curas, los nobles y los ricos, gsabeis como vivia? Tenia mas de. ochenta mil libras de reata, de las cuales nada aleanzaba — 0 — el pobre pueblo. Llevaba una vida de sibarita; era golose como una carpa, elegante hasta llegar al ri- diculo: por las maiianas en el campo se Ie veia con guantes color manteca fresca, con pantalon ajustado siempre & la ultima moda, con sas puitos de fino encaje, vestido, en fin, como un verdadero prin- cipe. En la ciudad todavia gastaba mayor lujo: su dormitorio estaba tapizado de salen blanco, con un lecho de marfil magnificamente esculpido. Todos los refinamientos de la voluptuosidad existian, aten- ded hien, en aquel modesto asilo de la democracia, Para cuidar de sus blancas manos, Eugenio Sue nunca escribia sobre «el lujo y cl orgullo de los ri- «cos,» la «hipocresia del clero,» y «los sufrimieatos del pueblo,» etc., etc., sino con sus guantes, y cuan- do no era muy tersa su blancura, el scitor llama- ba democraticamente; uno de sus tres criados pre- sentabase empolvado de librea, llevando 4 su due- fio un nuevo par de guantes en una fucnte de oro cincelada. Hay quien vid gastar de este modo en un dia 4 Eugenio Sue dicz 6 doce pares de guan- tes. Hé aqui un camige del pueblo.» El ilustre Mr. Havin, el profeta del Siecle, ha dejado al morir algunos pequefios ahorros, que se clevan 4 caforce miscrables milloncejos! j Pobre hombre! Al leer su periédico no era posible dudar que lo fuese. Los periddicos democraticos hacen, segun parece, buenos negocios. Y 4 expensas de qui¢n? Victor Hugo, el grande, el austero Victor Mugo, el magnifico poeta de la democracia y de la repi~ —~ Yur blica universal, cs igualmente un pobre hombre afligido con mas de trescientas mil ibras de renta; algunos dicen que son quinientas mil, Su infame libro Los miserables le prodnjo de una sola vez quinientos mil francos. Se han olvidado siempre de citar Jas larguezas que su gran corazon humanita- rio le obliga 4 ejercer para con sus queridos clien- tes de las clases trabajadoras. Lo que dicen, si, que es tan avaro y egoisia como vanidoso. gMablarémos aqui de su amigo intimo el fanfar- ron Garibaldi, que bajo el pretesto de llevar reeur- sos a la bella repiblica de Gambetta, Cremicux y compafia ha venido @ vivir 4 expensas nuestras cou quince mil handidos sacrilegos, verdadera hez de la sociedad? Con grandes infulas de austeridad y de desinlerés, este héroc del contrahando, que encuentra todos Jos dias medio de hacer Ja guerra sin hatirse, y lo encuentra asimismo de vivir an- cha y voluptuosamente 4 expensas de tos otros, en Caprera tienc, como los demas, e] trato y costum~ bres de un bajé. Dios sabe los millones que nos ha devorado en tres meses, sin contar los que los hermanos y atnigos de Francia le han permitido llevarse 4 su mansion de Caprera! A pesar de eso hace proclamas patéticas sobre «la miseria del puc-, blo y la opresion de los curas y de los reyes.» aY el famoso Rochefort, el scfior conde de Ro- chefort-Lucay? {Saheis cuanto gané en Bélgica ese pobre desgraciado con su Lanterne? una decena de miles de francos por mes, es decir; cerca de ciento teinte mil francos al afio! Y tenia una habitacion de 4 . CLERO Y NOBLEZA, — 92 — principe, con numerosos salones, con lacayos mag- nificamente vestidos, ugieres en gran nimero, secrelarios, etc. Duro como un judio para con sus subordinados, Ies ponia & media racion, lo cual ha liecho que uno de ellos, medio desesperado un dia, revelase todos los secretos de este idol del pueblo. Ultimamente, cuando fué cogido cn Mcaux y envia- do & Versailles, se Je encontraron, segun los perid- dicos, en los pliegues de su vestido mas de seis- ventos mul francos cn hilletes de Banco, Segura- mente que los destinaria & su pobre puchlo de Paris. : Ledru-Rollin es un gran ricacho; Cremieux es rico como Creso; Glais-Bizoin cs ignalmeute un gran propictario y uno de los mas ricos industria- les de Ja Bretatia; Gambetta tomd & pechos durante su dictadura el hacer circular fos millones de la Francia con tanta facilidad como las proclamas, Los jefes de la Commune sin excepcion iban de orgia en orgia, bebiendo y robando como los pru- sianos. . El. 31 de octubre de 1870, el primer paso de Félix Pyat, consagradd por completo 4 la cansa del pueblo, fué enviar nn emisario al Ministerio de Tacienda-para apoderarse de quince miffones, Pero el tiempo le falté, y & esto se dche el que fuese preso. Otro de ellos, Flourens, si no me equivoco, llevé 4 cabo en el mismo dia una tentativa seme- jaute. Mas tarde, despucs del reinado de la Com- mune, cuando os jfranceses se apoderaron de Pa- ris, 4 muchos jefes de Ja democracia arrestados en — 3% su fuga, se les encontraron sumas que, por supucs- to, habian robado. Y¥ jved Jos otiserables que se atreven 4 gritar contra los ricos; 4 acusar 4 los curas de ser los encmigos del pueblo! Mientras que los curas dan todo lo que tienen, ellos rohan , prenden, fusilan, incendian. Y cuando pucden escapar 3 la venganza de la justicia, se burlan sin pudor, se abandonan al despilfarro, digno compaiiero de la impiedad y de la rebelion. éEstos son los amigos del pueblo? Al buen sen- lido Je toca responder. VL Los curas son unos peresosos que engordan con el sudor del pueblo. Yosotros erecis que los curas son unos perezosos porque no sc dedican 4 trabajos manuales como los obreros. Si esto admitimos, nucstros magistrados, nuestros notarios, nucstros legistas, nuestros jueces, nuestros profesores, nuestros stbios, nuestros mé~ dicos, nuestros administradores , nuestros oficia- les, ete., no serdn mas que unos holgazanes. ¢Quién hard ercer scmejante patraia? El trabajo de un cura es cl mas importante y el mas ttil de todos, pues tiene por objeto la moraliza- cion ptblica, cl servicio de Dios, la ensejanza de Jo que mas importa saber a Jos hombres, la verda- — &— dera educacion de la juventud, la asistencia de Jos desgraciados , de los cnfermos y de les mori- bandos. gAcaso creeis que vuestro cura no hace nada cuando rucga por su puchlo, y por consiguicnte por yos? cuando ensciia el catecismo 4 vuestro hijo? cuando pasa largas horas confesando, consolando y dirigiendo 4 Jas almas? cuando prepara Iaboriosa~ mente la instruccion que debe dar a sus feligreses? Veis que algunas veces va de pasco, 64 visitar 4 un amigo 64 un cofrade; pero gno haceis Jo mis~ mo vosotros, que gritais contra los curas? Y sois por esto un vago? Como vosotros, ¥ aun menos que vos- otros, vuestro cura recibe de licmpo en tiempo y conyida 4 comer; zqué mal hay en cllo? yNo tiene acaso el derecho de solazarse honestamente con sus compafieros? ;Querriais que se encajonase en el preshilerio como en una prision celular? Lo que todo el mundo se guarda bien de decir es que en cambio de estos pequeios extra, nuestros pobres curas viven mas pobremente que las tres cuartas partes de los obreros. Ya sé que, asi como entre los obreros los hay mas @ menos laboriosos, tambien hay curas que son mas 6 menos aficionados 4 los trabajos de su mi- nisterio. Pero ges csto suficiente para decir que los curas son unos perezosos? Sobre todo en. las grandes ciudades y en Jos paises de fe, hay gran nitmero de aquellos que se matan trabajando, De la mafiana 4 la noehe (cuando no de Ja noche a Ja maiiana) su trabajo es incesanle, y un trabajo lal, —e— que he conocido muchos que les ha causado la muerte, siendo admirados y Horados por todos. Si vuestro pais es tan miserable, tan indiferente que vuestro cura descorazonado se ve en la impo- tencia de hacer nada, ges suya Ja falta, decidme, 6 os vuestra? En donde no hay tierra vegetal, ,c6- mo quereis que uno se dedique su labor? Vosotros creais obstaculos al cura, impedis que vuestra mu- jer 6 hijos recurran 4 su ministerio, les imposibili- tan de hacer algo, ; y despues decis que no hacen nada! jAh! oidlo bien; e] cura es el gran obrero de Dios. Su vida es Ja mas util de todas: sin él, habriamos retrocedido en menos de medio siglo a] estado de barbarie. «El engorda con el sudor del pueblo,» afaden en(aticamente nuestros ilustres demécratas. jPobres curas que pasan el tiempo socorriendo & los des- graciados, cargaudo muchas veces sobre si todos los gastos! «Pero {por qué ellos nos toman nuestro dinero?» Si por ciertas funciones de su ministerio reci- ben algo (que asi Jo dice el vulgo), es porque ellos, como los demas, no pueden vivir del aire. ,No es, pues, tres veces justo que los que renuncian 4 todo para consagrars¢e al servicio de Dios y 4 la salud de sus hermanos, no se vean reducidos 4 morir de hambre? 2Se les acusa por esto de engordar con el sudor del pueblo? Compadezeo a los que son capaces de hablar de este modo del cura, pues no tienen fe, ni corazon, — 6% — ni buen sentido, y las mas de las veces son tahu- res de profesion, holgazanes de primera calidad. Gritan contra los curas porque tienen un resto de fe y temen los juicios-de Dios. Ilé aqui todo. Estos son los que engordan con el sudor del pue- bo; porque no viven mas que de vicios y pa- siones. Vil. Nuestros, curas nos hablan siempre del Papa, nos piden dinero para el Papa. gPor qué el Papa no cuida por si solo de sus negucios?,. . - ’ Nuestros curas gnos hablan continuamente del Papa? Los revolucionarios hablan de é] todavia mas; ellos son Jos que han comenzado. Hace dicz 6 doce aiios que atacan y conliniian atacando al Papa; y vosolros gquerriais que nucs— tros curas no saliesen 4 defenderle? Ellos conspi- ran para arrebatar al Papa, no solo su honor, sino tambien su libertad; y vosotros gquerriais que per- manecitsemos con los brazos cruzados? Si de propésilo insultasen 4 vuestro padre, per- maneceriais tranquilos? Si quisicran arrojarle de Su casa; sise pretendiesc robarle la casa paterna, que cs propiedad vuestra tanto como de él, gro acudiriais cn su auxilio? ¥ si os dijegen que dejeis que él solo cuide de sus negocios , ¢ qué respon- deriais? —~ 7 EI Papa, Vicario de Jesucristo en la tierra y Jefe espiritual de Jos cristianos, es el padre de nuestras almas, y por esto nosotros Je amamos y le defen- demos. Nuestros curas solo cumplen con su deber exhortandonos sin cesar 4 que amemos a] Papa, 4 defender la causa del Papa, 4 permanecer fieles al Papa. Si nos piden dinero para el Papa, es porque Jo necesita para defenderse contra la revolucion. Si nos Jo piden en gran cantidad, es porque gran cantidad de él necesita el Papa en esta lucha ter- rible. : : {Por qué, pues, Ja emprendeis contra el cura? A los revolucionarios, 4 los enemigos de Ja Iglesia, 4 ellos solos es contra quien debeis dirigires. Antes que ellos se atrevieran 4 despojar 4 la Santa Sede, gquién pensaba en pedir para el Papa? No hace mas que diez 6 doce afios que nuestros curas nos piden dinero para el Papa, esto es, des- pues de la guerra de Italia. Napoleon y Viclor Ma- nuel, dos intrigantes de primer érden, se convir- ticron en agentes de la revolucion contra el Papa ; & fuerza de meutiras , de hipocresia y de impu- dencia , se propusieron despojarle poco 4 poco de este modesto poder teniporal que no daia 4 na- die, y que es necesario para proteger la libertad espiritual del Jefe de la Iglesia. El Papa necesita de socorros, y nuestros curas, ‘dignos capitanes del ejéreite catélico , nos Ilaman 4 defender @ nuestro Jefe, 4 nuestro Padre, ya orando, ya por ~ medio de dadivas. zMay nada mas sencillo? — 28 — Ademas, atended bien, Ja causa del Papa cs yuestra causa, ¢Qué es Jo que se pone aqui en tela de juicio? ¢No es el derecho de propiedad? Las posesiones que se disputan al Papa {no Je pertene- cen de fa misma manera que 4 yosotros vuesira casa, vuestro campo y vuestros muebles? Si de- jais tranquilamente violar e] derecho del Papa, la revolucion socialista no tardara en violar ¢] yuestro, Por tanto, aun haciendo caso omiso de la fe vos- otros estais, todos estamos direclamente intere- sados en la causa de] Papa, en el triunfo del dere- cho. Si para ello falta dinero, demos dinero. La cosa bien vale Ja pena. Como 4 catélicos, estais todavia mas interesados. No es para ¢l, sino para vosotros, para nosotros to- dos los catélicos, que el Papa disfruta del poder temporal, por cuyo medio puede gobernar Ja Igle- sia. Como todo gohicrno, el gobierno de Ia Iglesia no puede funcionar sin cinero. Mientras que los italianos no restituyan 4 la Santa Sede las pose- siones gue le han’arrebatado, no podria adminis- trarse como antes, si nuestros curas no nos inci- tasen continuamente 4 dar a} Papa para el gobier- no de la Iglesia. Esta es una dura necesidad, si quereis; pero de Ja que son tinicamente respon- sables los revolucionarios. Ademas que nadie os obliga 4 dar. Los que dan para el Papa dan porque tienen fe, corazon y buen sentido. No son los que dan los que gritan, y los que gritan no son Jos que dan. Libres sois de gri- tar; pero nosotros preferimos dar. — 99 — YUL Los curas envian secretamente et dinero de vuestras limosnas & Enrique ¥. jEvidentemente! Sobre todo aquellos que no son legitimistas. Hé aqui una de esas grandes tonterias, una de esas calumnias estupidas, imposibles, que las so- ciedades secretas propalan entre el pueblo. Existe, no lo dudeis, una inmeusa conspiracion organizada contra el clero por Ja. francmasoneria, ‘desde hace mas de cincuenta aiios ; mentiras , ca- lumnias, caricaturas, canciones y romances, perid- dicos, insinuacioncs pérfidas, amenazas y violencias, clubs, discursos que se dicen politicos, de todo se ha echado mano para destruir, para deshonrar la Iglesia. «No hasta, decia uno de los jefes de la sec- ta, no hasta extermimar 4 la Igicsia; es preciso hundirla en el todo.» No son pocas las calumnias que estas gentes han inventado durante la guerra; decian que los curas estaban vendidos 4 Ia Prusia, que enviaban secre- tamente 4 los prusianos sumas enormes, que se habian descubierto en Paris tres mil Jesuitas des- tinados 4 los prusianos; que los curas éran causa de ja gucrra; que ellos deseaban promover en Francia wna guerra religiosa al objeto de alcanzar de un solo golpe el triunfo de Pio 1X y de Enri- — 30 — que Y; que ultimamente Pio IX y Enrique V habian atravesado clandestinamente la Francia... en un tonel, si, en un tonel, en un tonel tapizado de seda blauca (alyunas Jo habian visto); ellos excita- han a los pueblos 4 Ja gacrra civil, daban oro a los zuavos pontificios , y se oyé & Pio IX decir por el. agujero del tonel: « Amiguilos mios, tomad; hé aqui ora, portaos bien.» En cierto pueblo, que podria citar, los habitantes estaban tan indignados de esta negra conspiracion del Papa y del Rey con- tra la paz, que sin pérdida de tiempo ¢omenzaron a levantar barricadas!!! Las sociedades secretas difundian toda suer- te de rumores increibles é imposibles contra los curas. Ellos son la causa del granizo, las inun~ daciones, el célera, la viruela, la sequia, !a ca- restia, el oidium, etc. Ellos son los que atracn s0- bre el pueblo toda clase de castigos; los que intri- , gan para qne se doblen y tripliquen los impues- tos; Jos enemigos de la Francia, y de la libertad ; los que tratan de promover una matanza general ” de republicanos, y olros absurdos de igual cali- bre, Los agentes revolucionarios extienden ‘estas infames calumnias por todas partes; es un sisicma de demoficion contra la Religion y la sociedad ; es la consigna satanica de la Jnlernacicnal. Cuanto mas grosera, imposible y absurda cs Ja calumnia, tanto mas circula. En e} calor de Jas eleccioncs, nuestros pohres campesinos sobre todo, las beben como el agua. Que los hombres vendidos 4 las sectas secrelas — 31 — digan todo esto, es natural; pues representan su papel, el papel de mientirosos y malvados. Todo to hacen por el dinero, es una explotacion en alta escala de la credulidad popular. La Internacional Gene una policia muy extensa , y como todas las policias, la suya es secreta y asalariada, Ella tiene sus agentes secretas en todos los oficios y manu- facturas. Estos agentes, que reciben veinte, treinta y hasta cineuenta francos por semana, se intro- ducen en los taileres yestudian el personal de los ‘obreros ; toman datos acerca de las condiciones de su caracter y de su familia, sobre las necesidades, los defectos y las cualidades de cada uno en particular, a fin de que la Internacional pueda cogerles por el flanco débil. Dos veces por semana estos agentes re- ciben {a consigna, que es una calumnia que deben hacer circular. Por este sistema, cuando una ca- lumnia ya ne produce efecto, aparece: inmediata- mente otra. La Internacional jno deberia apellidar- se a si misma la Infernal? Ylo que hace eu Paris, lo verifica al mismo tiempo en Lyon, en Marsella, en Tolosa, en Bur- deos, en Rennes, en Lille, en todos los depar- tamentos: lo hace-cn Roma, en Napoles, en Milan, en toda la Italia, en Espaiia, en Beélgica, en Ingla- terra, en Alemania, en Rusia, en Austria, en Am¢- rica. De esta manera s¢ explica como al comenzar la guerra en 1870 Jas ahsurdas calumnias inventa- das contra el ¢lero y el Papa cireulaban lo mismo en Alemania que en Francia; el clero aleman cra acusado de entenderse con cl Papa para hacer ani- — 32 — quilar 4 Prusia por medio de !a Francia; y el clero franeés era acusado de estar en connivencia con el Papa y con el Concilio para levantar la Alema~ nia contra la Francia, La misma consigna circalaba por todas partes, como una chispa eléctrica salida del infierno. Y¥ gveis con cudnta perfidia han explotado y le- vantado al pueblo trabajador? Quitandole la fe, Je han hecho perder ef buen sentido; cuando no es muy fiel, es crédulo, todo lo cree; esto es lamen- table. La necia acusacion de entregar a Enrique Vv las limosnas de los fieles es una de estas mentiras revolucionarias que, de tan estiipidas, seria ridicu- lo el rebatirlas. Un dia diran que los curas de- hen coger el sol para Hevario 4 Enrique V y para dejar el mundo en las tinichlas (sin duda de la edad media), y lo creerdn. Si, los lectores del Siecle'y del National lo habran de creer por fuerza. TX. Los curas y tos nobles. estén convenidos para oprimir ad pueblo. Otro grito de alarma sale de las sociedades se- cretas, absurdo, imaginario, sin sombra de una sola prueba. {En donde habeis visto, pregunto, el menor ves- ligio de esta grande conspiracion que se supone — 33 — existir entre cl clero y la nobleza contra los hom- bres del pueblo? Aun cuando quisiese tramarse, se- ria imposible, ahsolutamente imposible. ,Como, decidme, podrian entenderse los sesenta mil curas que existen en Francia, no solo entre si, sino ade- mas con cincuenta mil grandes propieturios disemi- nados por todos los departamentos ? Como se en- tenderian con unos hombres entre los cuales un gran nimero no son muy cristianos y pasan su vi- da contrarestando ta saludable influencia del cura? — Desde cl momento que se examinan estas obje- ciones anticlericales se desvanecen por si mismas. Antes el clero y la nobleza formaban en ef Estado dos drdenes distintos del fercer estado, que represen- ta al puchlo propiamente dicho; y estos dos érdencs gozaban de ciertos privilegios, y teaian un poder que podia hacer sombra al tereer estado y 4 los obreros. Mas hoy dia estas distinciones no existen, y nadie, creedlo bien , puede hacerlas revivir. El clero es pobre, la nobleza despojada de todos sus privilegios; lan despojada, que, de hecho, no existe sino por la gloria de sus nombres y de sus tradicio- nes. Hoy dia el rico y el pobre, el marqués y el obrero, el principe y cl sihdito, el cura y el lico, todos los franceses, en una palabra, son absoluta- mente iguales en derechos civiles y politicos. No no hay ya seijores, ni privilegios de nmgun géne- ro; y los demécrftas que acnsan 4 los curas y 4 los nobles de conspirar contra cl pueblo, saben bien que solo cvocaa afiejas fantagmas mucho tiempo ha desaparecidas. — 8h — Y {por qué las evocan? No nos cansarémos de repetirlo: para explotar en su provecho las mas ha- jas pasiones de las gentcs sencillas; el orgullo y la envidia. Tratan de remover el lodo con el objeto de pescar en el agua turbia; ; cs tan ficil medrar en tiempo de revolucion! . Estos son los que conspiran, y conspiran sin ce- sar contra Dios y contra Jos hombres. Para ocular sus manejos y explotar Jas fuerzas populares, acu~ san «& los curas y 4 los nobles» de complots qui- méricos. Estos son del numero de los ladrones que gritan: «Al ladron!» para asi escapar de los gen- darmes. jOh gentes honradas! xX, Si Enrique V volvtera, restableceria los diesmos y derechos feudales. Cuando la cosecha est. en .sazon los labradores colocan cn medio dc los campos espantajos forma~ dos con dos 6 tres caiias que sostienen pedazos de yopa roja, blanca, amarilla, que flotan al viento. De esta manera espantan 4 los gorriones, 6 impiden conan el trigo. Cuando se aproximan las clecciones, y en gene- ral cn los momentos de conmocion, las sociedades seerelas que cultivar los labradores y 4 los obre- ros usan estratagemas de este género. Ellos tic- _ 33 — nen wn 1 miedo terrible a Pio IX y 4 Enrique V, y 4 todo aquello que huela 4 derecho; y para im- pedir que Jas gentes del campo voten como dehen, jes envian por todos lados cmisarios encargados de intimidarles , esparciendo contra la monarquia y los legitimistas, contra «los curas y los nobles,» to- do género de absurdos, 4 cual mas necio y ridiculo. «Si votais por los clericales 6 por los partidarios de Enrique Y, Jes dicen, caeréis de nuevo en Ja esclavitud ; lo primero que haran sera restablecer ¢} diczmo y los derechos feudales: os obligaran a ir todos los dias 4 misa; para obtener el menor em- pleo tendréis que presentar Jos hilletes de con- lesion. Esto seri la vuelta de la teocracia, y el go- bierno de Jos curas.» Las masas son crédulas, sobre todo en el campo, y las mas de las veecs bastan estas ridiculas afir~ maciones de Jos agentes de ta revolucion para im- pedir un volo favorable dla causa de] orden. Todas Jas objeciones 4 Jas que contestamos en estas piginas no son otra cosa que maniobras clec- torales , y Jos atavios del famoso maniqui destina- do 4 espantar 4 los gorriones. ; Pobres gorriones! Si tuvieran valor, si supieran que ese grande es- paslajo que parece agitar los brazos de una ma-~ nera terrible no es mas que una fantasma, jedmo se burlarian de aquellas calias y de aquellos trapos, Y comerian hasta saciarse del buen igo que la Pro- videncia no Tes rehusa! Lo mismo sucederia si entre cien electores hu~ biese noventa y cinco que supiesen la verdad sobre — 36 — los hombres y las cosas. Enviarian 4 paseo 4 todos los fautores de la anarquia, cuya, idea, desde medio siglo 4 esta parte, no es otra que la de perder y burlarse de la Francia. Se burlarian de sus dichos, no menos que de sus periddicos y de sus cucntos, y nuestro pobre pais, librandose por fin de la men- tira, encontraria 4 su vez en el respeto de la Igle- sia y de la monarquia legitima esta paz, csta prosperidad profunda y verdadera que se ha per- dido desde que se escucha 4 los charlatanes de la revolucion. . En cuanto 4 Jo que particularmente concierne a los diezmos y derechos feudales, seria en verdad injuriar al lector responder sériamente. Los diez- mos cn los paiscs de fe uo eran antes otra cosa que ciertos impuestos en éspecie que los poseedo- res de dominios ectesiasticos satisfacian lodos los alos 4 la Jglesia en reconocimiento de su derecho de propiedad. Los derechos feudales consistian casi siempre en impuestos del mismo género, muy poco onerosos en si mismos, y cuyo principal objeto cra reconocer los derechos de los senores del lugar. En uno y otro caso eran un acto de sumision y depen- dencia por parte del paisano. El orgullo democra- tico, que rechaza toda idea de dependencia, se in- digna por esta razon contra estos usos de otros tiempos, y que los revolucionarios pintan con Jos mas negros colores. Para prodacir mas efecto, inventan y calumnian. Entre otros presentan en primer término el famo- so derecho scRorial, abuso infame, si es que jamas —37— haya existido. Mace diez y ocho afios que un escri- lor, tratando a fondo esta cuestion histérica, ha de- mostrado que este pretendido derecho jamis ha existido en Francia ni en ninguna parte. Examina una 4 una todos los argumentos que se han citado en apoyo de tal calumnia, puesta en bo- ga por Voltaire y los impios del wltimo siglo, redu- ciendo al silencio 4 todos los calumniadores. Todos Jos argumentos, sin exceptuar uno solo, son reco- nocidos por falsos, apdcrifos y de ningun valor. Ultimamente nuestros periddicos rojos han sali- do de nuevo con esta mentira, acusando asi 4 la Francia cristiana de haber admitido en su derecho publico una jnmoralidad tan repugnante como odio~ sa. Biersabon que mienten ; pero no cejan, sabiendo que el obrero y sobre todo el campesino son erédu- los, y que esta calumnia es muy 4 propésito para exasperar al pueblo contra los palacios. : Habia, si, en los tiempos de fe, «un derecho del Se- for,» muy extendido, cuasi universal entre los cris- lianos, pero enleramente opuesto al que suponen los malos periédicos, y cra la consagracion tribu- {ada libremente al Sejior de los seiiores, es decir, 4 Dios , de los tres primeros dias de matrimonio, darante los cuales, por un sentimiento de piedad, los nuevos esposos permanecian cn oracion y guar- daban continencia, La Francia cristiana no conocid otro «derecho sciiorial» que este. ; Pobre pueblo! como te enganan! &Quiere esto decir que durante los siglos pasa~ acs, en los tiempos de la monarquia legitima no — 38 — hubo ningun abuso, y que por esto 6 por aquello algnnos sefiores no abusaron de su posicion? Nadie Jo pretende, pero querer de crimenes aislados, con- denados por todas las leyes divinas y humanas, constituir un derecho publico, un derechd recono- cido por cl Estado, sancionado por la Iglesia, es una extravagancia que solo explica el odio y Ja ra- hia de la impicdad. Admiticndo esto, por el hecho de haber existido un Tropmann, un Lemaire, un Duniolard, todos los jovenes obreros, todos Jos me- soneros serian de derecho asesinos, y ]a manera de obrac de estos constituiria el derecho pablico de Ja Francia en cl siglo XIX. Hoy dia como entonces las pasiones abusan de todo para quedar satisfechas. Antes e) ascendiente era de los grandes propietarios y de la nebleza, hoy el ascendiente es del dincro, de le posicion y del temor. ; Cudntos matrimonios turbados en todas las clases sociales! ;Cuantas polres mujercs scducidas y deshonradas, no por los sejiores, sino por un ma- yordomo, 6 un patron, 6 un director de fabrica, de teatro 6 de almacen! Y sobre todo, jcudnlos virfno- sos periodistas y corifeos de la demagogia que, no creyendo cn Dios ni,en el diablo, pisotean todas las leyes morales y pasan sin escrépulo por todos los adulterios y por encima de todas Jas infamias! Nuestros comunistas acaban de darnos de su mo- ralidad algunas muestras que la Francia no olvi- dara jamais. Es preciso sor Gambetta y gambetis- ta para atreverse 4 hablar de las «virtedes repu~ blicanas. » —39— Exageraciones ridicules 6 indignas calumnias, hé aqui a qué se reducen los famosos derechos feu- dales que Ja Revolucion echa sin cesar cn cara de nuestra noble Francia, de la antigua Francia cris- tiana y mondrquica. Si nuestros campesinos no tuviesen que “tomer otros daiios que el restablecimiento del diezmo y de los derechos feudales, podrian dormir tranqui- Jamente. Enrique V Jo mismo que la Iglesia, los curas y los nobles, no sucia en el restablecimien- lo de estas antigiiedades, abolidas para siempre, y que supondrian un pais organizado de distinto mo- do que lo esta al presente. No Lrata de volver 4 los usos de laedad media, cualesquiera que sean: los ‘puchlos y los stados no pueden volver a Ja edad media, asi como cl hombre no puede volver 4 los transcurridos afios de su vida. Nuestros francmasones Jo saben bien; pero sa~ hen tambien que escribié lace cien aiios su «her- mano y amigo,» el francmason Voltaire: «Minta- mos, mintamos de firme ; siempre de ello quedara alguna cosa ({}.» ¥ asi micnten, mienten de firme porque cfeclivamente desean que quede «alguna 088.9 ay En Espaiia dice e] refran: «Calumnia ,- que algo queda, » — 4 — XI. En tiempo de la nonarquia el pueblo era eselavo; con la repiblica es el ducio ; 4 cada uno su turno. Bajo la monarquia, por espacio de mas de mil afios , el pueblo permanccié’ sumiso y tranquilo. Bajo la reptiblica el pucblo es rebelde 4 toda au- toridad, asi a la civil como 4 la religiosa: se imagi- na ser el duefio, porque los hombres culpables que le guian le dicen y hacen relucir 4 sus ojos cier- tos derechos politicos mas aparentes que reales, Estos derechos, asi como las pomposas palabras de soberania del pueblo, pueblo soberano, libertad, igual- dad de los ciudadanos , sufragio universal, etc., con que los atavian, no son en el fondo mas que es- pejos para coger alondras: las pobres alondras, que no son listas, atraidas por el espejo, no advierlen que pueden cogerlas hasta que lo estan. jBella realeza, en verdad, la de esta soherania republicana del obrero! En la practica se reduce al enojoso y ridiculo derecho de votar 4 toda costa sobre las cuestiones politicas 6 sociales, acerca de las cuales nada entiende; sobre e! nombramiento de diputados y consejcros generales que no cono- ce, ysobre Jos prépdsitos de los elegidos, acerca de los cuales le hacen creer todo lo que quieren. Estoy seguro que de cada mil electores no hay cincuenla que volen con eonocimiento de causa. —ien En la clase obrera y entre Jos campesinos, 4 sabeis lo que es un elector? Es casi siempre un buen hombre, que se imagina votar por el érden, el de- recho y la justicia, y que vota, sin sospecharlo si~ quicra, por el desérden, por la anarquia y Ja ruina publica. Es una alondra 4 quien coge Ja revolu- cion: es una victima de las sociedades secretas, ¥ un incauto seducido por los malos periddicos. ZY en qué, pues, joh Dios! el obrero 6 ef cam- pesino es mas duefio que en otros tiempos? Si, en ciertos momentos de crisis es por un inslante due- fio de levantar barricadas, de robar y de hacerse prender 6 matar; si, hajo la reptiblica es mas libre para amenazar é insultar 4 los curas, 4 los ricos, 4 los propietarios; pero, fuera de estos excesos de fuerza brnta, no veo en qué es soberano el pueblo, ni de qué es duciio. La repiblica en Francia es siempre mas 6 me~ nos anarquica, y la anarquia es el verdadero azote de Jos puchlos, Por ella cesa el trabajo, se pa- raliza el comercio y Ja industria: y en la practica £qué es el trabajo” para el hijo del pueblo sino el pan de cada dia, el pan de su mujer y de sus hijos? «Repiblica, ruina publica,» decia en 1848 un hom- bre de talento. Si et vivir sobre Ja ruina publica es lo que os encanta, amigos mios, teneis un gusto singular ; permitidnos que no participemos de él. ~~ Q— XII. Todo aquel que es hombre de progreso esta por la re~ publica: solo quieren la monarquia los reacciona- rios ¥ viejos achacosos. No nos paguemos de palabras. Aquellos 4 quienes la mala prensa apellida «reaccionarios, imbéciles, viejos manidticos,» son los hombres honrados, los espiritus esclarecidos y religiosos que no se dejan engafiar por las bellas frases de la democracia. ¥ eslos 4 quienes la democracia lama «hombres del progreso y de la luz» son la turba de los miopes, ciegos y mentecatos que ha sabido seducir. , Hay dos especies. de progreso : cl uno que avan- za, o} otro que retrocede. Nosotros los cristianos y mondarquicos queremos cl progreso que avanza, el progreso en el bien, en Ja verdad y en Jo que pue- de procurar al pais un bicnestar sdlido. Si yolve- mos la vista hacia atris, hacia el pasado, no es pa- ra volver a 61, sino tinicamenle para conservar gran numero de muy buenas cosas que nos han hecho perder los traslornos de los revolucionarios. Somos Jos primeros en reconocer que hay cosas excelentes en nuestras leyes é instituciones mo~ dernas, y lo admitimos como todo lo bueno. No queremos mas que cl bien, y no buscamos sino Ja dicha de la Francia. . Si en esto consiste ser reaccionario, lo somos de todas veras, ~ 3 — Hay tambien un progreso de retroceso: el pro- greso hacia la barbarie, la esclavitud, la inmorali- dad y el vicio. La revolucion no admite otro; tes- tigo de ello las ruinas de todo género que han acumulado los hombres del 89 y sus herederos le- gitimos Jos ménstruos del 93. In pocos afos con~ virtieron & nuestra bella y gloriosa Francia en un monton de sangrientas ruimas. Y no trateis de refugiaros en Ja distincion qui- mérica de la republica en revolucionaria y mode- rada, en roja y tricolor ; aun cuando puedan exis- tir en teoria republicas bucnas y legitimas, en la practica, para nuestra Francia al menos, que Dios ha hecho monarquica, no hay mas que una espe- cie de reptblica; la mala, La olra que parece moderada sirye para empezar: es un término me- dio escogido por los revolucionarios entre la mo- Narquia cristiana, que es ¢l estado normal de la Francia, y una Commune, que es como la hermana de la anarquia y de la muerte. Jamas la Francia ha pasado por ta republica honrada sin toreer 4 la iz- quierda, al lado malo, sin la sangre y ta ruina. Los republicanos tricolores podran ser de gencroso corazon , pero son indudablemente hombres mio- pes, ignorantes de las verdaderas aspiraciones de un pais, al que pierden creyendo salvarle. Lo tri- color couduce @ lo-rojo, y el rojo es la sangre de Ja revolucion. : Los revolucionarios y los republicanos {en la practica es una misma cosa) son enemigos de la Religion, y por consiguiente de los hombres y de —~ ee las institticiones mas venerables con las cuales se honra ja civilizacion. Son enemigos de nuestras glorias nacionales mas puras y brillantes, y ene- migos de las ciencias, de las letras y de las artes; la mayor parte de ellos son notoriamente imbéci- les 4 pesar de Ja audacia de su lengnaje; casi to- dos son ignorantes y groseros, y en su inmensa mayoria, por no decir todos, son dados a los vi- cios y de una vida privada Ja mas vergonzosa. Ellos mismos se han encargado de demostrarlo re- cientemente en Paris hasta la evidencia. gQué era, en efecto, qué es a horrible Commune sino la re- publica social, la verdadera reptblica revoluciona~ tia diciendo lo que piensa y obrando jo que quiere? j Hé aqui el bello progreso que los republicanos se atreven 4 proclamar! Impiedad, embrutecimiento, ferocidad , pillaje, incendio, audacia imereible , y sobre todo incapacidad 6 increible ineptitud. gCual vale mas, nuestro progreso 6 cl suyo? el progreso blanco 6 el progreso rojo? el progreso ha- cia el cielo 6 el progveso hacia el infierno? Medi- tadlo en ello cuando vayais 4 votar, NIL Los nobles y los vicos no sirver para nada: puede quildrseles justamente lo que tienen y reper tirlo en- tre los obreros. | Hé aqui cual es el rumor que corre: Ef amor del hien... de tos demas, La revolucion es hondadosa. -o— Los nobles y los ricos { decis que no sirven para nada? ¥ vosotros que decis eso, {para qué servis? El poco hien que haceis, ellos !o practican como vos- otros y tal vez mejor que vosotros. 2 Yosotros traba- jais? Tambien tienen ellos su trabajo: si no es co- mo el yuestro un trabajo manual, no es por ello menos trabajo, un trabajo util en el cua! vienen siempre interesados un gran numero de obreros, de artesanos y de trabajadores. 4No son acaso los ricos los que dan impulso al comercio, trabajo al obrero, sea en la ciudad, sea en el campo? Aun cuando no fueran buenos para otra cosa, esto seria ya mucho. «Pero, {por qué ellos son ricos, mientras yo me veo obligado 4 Urabajar para gauarme la vida?» jAh! esto es bien sencillo: porque los primeros trabaja- ron con inteligencia y perseverancia, 6 bien por- que sus padres 6 sus abuelos trabajaron y gamaron mucho. gNo es justo que el que trabaja gane ; que el que gane posea, y que el que posea disfrute de sus hienes y los legue a sus hijos? y ,cémo se apellidan los que quieren violar estas Jeyes elementales de toda sociedad? Ladrones. Con todo y sus bellas teorias igualitarias y'su pretendido amor é la justicia , los socialistas y co- munistas, Ilamados tambien rojos, no son en el fon- do sino una secta de Jadroues. Sera tal vez des- agradable oirlo, pero ello es asi. Predican el robo y cl pillaje, y como la sociedad no cs todavia tan estipida para dejarse robar, se ven obligados aquellos a malar y 4 incendiar. Testigos los altos — hechos de los comunistas de Paris, sin contar Ios de Lyon, Marsella, etc. En sus discursos no hablan mas que de nobles y de ricos ; pero su pensamicnto va mas Iéjos , pues se refieren 4 a toda propiedad sin distincion alguna. éPor qué concretarse 4 los palacios? ¢ Por qué res- petar la casa del menestral ? yPor qué no repartir, no saquear el almacen del comerciante , la tienda del vendedor? En fin, g por qué no apoderarse del menaje del campesino 6 dal haber del obrero que posea alguna cosa? ¢Por qué detenerse en este camino? Si el principio de las particiones es verda~ aero, si es injusto que aquel posea, mientras este no posee nada, { por qué, pues, contentarse con el palacio del noble y la casa del rico? La Inlernacional {que es una rama de la franc- masoneria} dice, que «haré desaparecer,» es decir, matar «4 todo duefio que emplee mas de quince obreros.» 2Por qué quince? gPor qué no diez? zPor- qué no cinco? Si hacer trabajar 4 muchos obreros es para explotarlos, ;por qué la virtuosa Jnfer—- nacional tolera este crimen cuando solo se aplica & quince trabajadores? Para ser ldgica, debe suprimir no solo al gran fabricante, sino tambien 4 los pe- queiios , y deelarar que desde ahora no habra mas que obreros y solo obreros. Pero entonces , ¢ quién da ocupacion 4 los trabajadores ? Veis, pucs, que no son tnicamente « Jos nobles y los ricos» & quienes sc refieren, sino 4 todos aquellos que poseen alguna cosa, sea cn la cindad, sea ca chcampo, Estacs una guerra de salvajes, —~a— una guerra social declarada por los que nada tie- nen, por los que no tienen ni una cosa, la mas pequeiia cosa. 1 Es esto tolerable? Y como siempre habra gentes. que no posean nada, esta guerra se eternizard en el mundo. La revolucion, fa Commune es simplemente Ia vuelta al estado salvaje. yEs esto lo que quereis todos, to- dos vosotros, seais obreros, campesinos, arlesanos, tenderos, comerciantes, criados, empleados, solda- dos, etc., que votais por los republicanos? Yotar por los republicanos es yotar por los rojes, volar por los rojos es votar por todo aquello. Pero no es esto todo. Aun cuando suponiendo un imposible, manana legasemos 4 una particion igual de todas las propiedades, acrecis que permancceria mucho tiempo aquella igualdad? A los ocho dias los perezosos y despilfarradores habrian malgasta- do Ja mitad de sus haberes, y al cabo de un mes no les restarta ni un sueldo. Por el contrario, los hombres trabajadores , arreglados , razonables, en menos de un mes habrian doblado su capital. ;Se- ria preciso repetir la operacion todos los mescs, todas las semanas? Ved cuan necias son las teo- rias revolucionarias. Sahedio, pues, de una vez para siempre: Jos re- partidores de la repiblica, los comunistas , los re- yolucionarios son todos unos miserables que nada van 4 perder en las conmociones sociales, y si 4 ga- nar. Su Unico objeto cs arrchaar todo el dincro posible. ¥ aqué hacen de este dinero robado? Co- men, beben, se harlan en los festines como seres — i — inmundos ; y con la ira en el corazon, la blasfemia en los labios, el fusil 6 la pica en Jas manos, los piés en el lodo y los demonios en el alma, grilan: «(Viva la libertad! ;Viva la republica! » Ved ahi vuestros doctores; confesad que son muy dignos! XIV. Dejad hacer, vercis como todo tra bien cuando los re- publicanos sean los duehos y cuando no hubra ni rey, ni nobles, ni curas, ni religion, - Cuando sean « verdaderamente » los amos {sa- beis Jo que ira 4 las mil maravillas? Lo que no comenzé mal en el 93 bajo el cayado pasto- ra] del dulce ciudadano Robespicrre y debajo la direccion del amable ciudadano Marat. La Francia estaba cubierta de guillotinas ; Jas guillotinas cu- hicrtas de sangre ; los tesoros de la Francia roba- dos; proclamada la bancarota ; los hombres hon~ rados en la carcel, y los handidos en el poder. Lo que, ayer todavia, marchaba igualmente bien en Paris, en donde 4 la sombra del estandarte rojo se hacian requisiciones y pesquisas, es decir, se ro-- baban y saqueaban todas las casas; en donde se devastaron las iglesias, se ascsinaron los rehenes de Mazas y de la Roqueltte; en donde Tovia petréleo inflamado sobre nuestros pobres soldados, y Jos hombres honrados eran maltratados, y sc incen- — 9 — diaron las Tullerias , la Casa de 1a ciudad, los mu- seos y los monumentos puiblicos con ja esperanza de volar 4 Paris. ; Ah, cudn hien iha todo? Y gquién cometio tales horrores? 4 Fueron acaso los reyes, los nobles y los curas? No, sino los republicanos, los verdaderos, los buenos, los republicanos puros. Repitamoslo 4 la multitud de sordos voluntarios: en Prancia Ja re~ publica y la revolucion son una sola cosa; la tri~ color conduce fatalmente 4 la roja, todos los 89 se convierten en 93. Los hechos, recientes y palpi- tantes todavia, destruyen todas las bellas teorias que ciertos idedlogos se obstinan en encarecer con el nombre de «republica honrada y moderada.» Re- publicano es lo mismo que revolucionario, siem- pre mas 6 menos revolucionario, revolucionario mas 6 menos légico. Electores, no lo olvideis jamas. La republica I6- gica se Hama Commune, y la Commune es el ter- Tor, la muerte, el pillaje, el incendio. La Commune en Paris y cn Roma, esto es Jo que guicren. La Commune en Paris, porque la Francia es el brazo derecho de la sociedad cristiana. En Roma, porque el Papa es la cabeza y el corazon de esa sociedad que quieren destruir. «Acordaos, es- eribia Wtimamente Mazzini, acordaos de la consig~ na que os he dado: Roma y Paris.» Quieren incendiar primero 4 Roma y Paris, lue- go las principales ciudades de la Francia, y despues extender su accion salvaje por toda la Europa, las dos Américas y todo el mundo civilizado. En un — 0 — reciente programa dado en Francfort han dicho: «Queremos la republica universal y una revolu- cion social. No queremos mas religion ni propie- dad, y para eso nos proponemos matar 4 los curas éinccndiar Jas iglesias, matar los propietarios y quemar los palacios y ciudades.» i No es evidente, como decia un gran filésofo de este siglo, que «la Francia-repubfica seria el fin de Europa, y que la Europa-republica seria el fin del mundo?» La Providencia ha permitido que 4 nuestra vista Ja revolucion Iegase 4 tales excesos 4 fin de que abriésenios los ojos y retrocediésemos ante las doc- trinas que constituyen la revolucion, ante los dis- cursos que la predican, y aute los hombres ciegos entregados 4 la misma. Lo que Ja revolucion acaba de hacer por medio de Ja repiblica en Paris, lo hara cn todas partes donde domine, pues no sabe ui pucde hacer mas que destruir; ni puede cambiar de naturaleza, como el tigre y el oso no pueden trocar la suya. No se amansan los tigres ni se ablandan los osos. De la misma manera, hagase 6 digase lo que se quiera, no se impedira nunca que la Revolucion deje de ser lo que es en si; impia, estupida, feroz, destruc- tora de Ja paz y del bicnestar publico. Ella nos dice : «Dejadme hacer, y verdis.» j Ay! hastante lo hemos visto, y por esto precisamiente no Io querriamos ver mas. En el 93 y en el 71 no habia «ni rey, ni sacerdotes, ni religion,» y nosotros hemos visto 4 donde nos dirigiamos; 4 la —M-~ carcel, al destierro, y 4 la guillotina. Esta’ era la perfecta bienandanza de la reptblica. La republica, mejor dicho, la revolucion, no quiere Rey, y esto es la prueba evidente de que nos falta Rey. No quiere nobles ni curas, y esto es prueba evidente de «ue los nobles y los curas son necesarios 4.!a sociedad. No quiere la Religion, y esto es prueba evidente de que la Religion es nues- tra salyacion. El Rey, el Rey legitimo es la auto- ridad; los nobles son el sosten de la autoridad, y los sacerdotes y la Religion son la sancion diyina, la salvaguardia de la aulortdad. Los republicanos no quieren la autoridad ni 4 los que la sostienen, porque la autoridad les molesta y les impide robar y saquear. La autoridad, pues, cs lo que nos falta, la autoridad religiosa; «j Viva el Papa! jviva la Iglesia!» la autoridad civil;.«; Viva el Rey! ;Vivan sus partidarios!» j Oh amigos, amigos mios! no nos dejemos en- gaiar con las hermosas promesas de Ia revyolucion. E] gato que presenta su pata de terciopelo no deja de tener largas y terribles uias. ¥ si uno concibe la imprudencia de un raton que se deja coger una vez confiado en_el aire pacifico y fisonomia cam- pechana de su enemigo, verdadcramente no pue- de hacerse cargo como despues de haber sido araiiado, despellejado y aplastado dejasc el pobre animal cogerse por segunda vez. Desde hace cien aiios hemos sido el juguete y el escarmio de esta malvada bestia que se Hama.la re- yolucion; nos ha dejado medio muertos no una — 63-— sola, sino cinco 6 seis veces, y acaha de hacer de las suyas en nuestro pobre Paris. Acabemos, pues, con ella de una vez. Enviemos a paseo 4 esta re- publica, y 4 estos republicanos, y 4 estos francma~ sones, y 4 estos clubs y su dinero y todas sus char- latanerias. : Secamos de nucvo un pueblo cristiano, una na~ cion razonable y monarquica. Llamcmos al Rey, al solo Rey legitimo Enrique Y. Solo él puede librar- nos de Ja revolucion y restituirnos la prosperidad y lo que nos hemos dejado arrebatar; la autoridad legitima y Jas libertades legitimas, Un antiguo proverbio dice que «tanto va el cin- faro“d la fuente que 4 la postre se rompe.» Si aun queremos empezar de nuevo nuestros cnsayos de reptblica, nos perderémos, si bien entonces no en- contrarémos medio de levantarnos. CONCLUSION. Habra sin duda todavia otras apreciaciones po- pulares que refutar; pero lo que nosotros hemos di- cho, debe ser suticiente para disiparlas. Ordinaria- mente son aqucllas tanto mas creidas cuanto mas pomposas y sonoras; por ello es que circulan. Sé que en el fondo de todos estos juicios revolu- cionarios existe el espiritu de rebelion, esto es, cl odio orgulloso 4 la autoridad. En el lenguaje re~ yolucionario, la famosa frase esacerdoles y no~ — 3 — hles» no significa otra cosa que ; Abajo la autoridad religiosa ! jAbajo la autoridad civil! Yolvamios, por fin, volyamos animosamente 4 las vias de la obediencia. Obedezcamos 4 los repre- sentantes de Dios, obedezcamos 4 nuestros sacer- dotes, & nuestros obispos; ohedezcamos 4 la anto- ridad legitima’ y respetemos todo lo que se refiera 4 ella. Sin obediencia ningun gobierno: es posible, ¥ sin gobierno es imposible la sociedad. No obede- cemos 4 un hombre, sino 4 Dios, porque nos some- temos 4 una autoridad legitima. Sigamos, pues, 4 Dios; sigamos 4 Jesucristo; arrodillémonos y ore- mos para aprender 4 obedecer. . E] primer fruto de este retorno 4 la obediencia sera la union de todas las fuerzas vivas del pais contra él enemigo comun. En el interior el enemi- go comun es la revolucion; y en el exterior... gse~ ra preciso nombrarle? Pero para vencer al enemigo exterior ¢ es preciso aterrar primero al enemigo interior, y nosotros no podemos triunfar de ¢1 sino volviendo francamente a Dios, y reconstituyéndonos en nacion catdlica y monarquica. Basta de ilusiones, el remedio es este y solo este. Que cada uno ponga manos 4 la obra. | Viva la Francia! la Francia catdlica! la verdadera Francia! FIN, INDICE. 1. —Lo que predican los curas era bueno en olros tiempos, pero en la actualidad es ya otra cosa. No + debemos creerles ya... . . . . Pie. Tl. — Los curas no deben ocuporse de elecciones, esto es, de politica, . 2. ene I.—No escucheis 4 los curas, ; pues son enemigos del pueblo. 2... oe IV. — Los republicanos y ‘los francinasones son los ver- daderos amigos det pueblo... . V.—Algunas curiosas historictas ‘ao. estos ilustres «amigos del pueblo.» . 2. ee ee ee ¥I.—Los curas son unos perezosos ave engordan con el sudor del pueblo. VIL — Nuestros curas nos hablan siempre del ‘Papa, : nos piden dinero para el Papa. 4 Por qué el Papa no cuida por sf sulo de sus negocios? =... YViI.—Los curas envian secretamente el dinero ao * nuestras liniosnas 4 Enrique VV. . 1X. — Laos -curas y los nobles eslén convenidos para oprimir al pueblo... . XK. —Si Enrique V volviera, restableceria ‘jos diezmos y derechos feudales. . - : XL—En tiempo de la monarquia al pueblo era eseln- vo; con la republica esel duciio; 4 cada uno su lurno. . XII.—Todo aquel que cs 's hombre de "progreso est por Ja republica: solo quicren la monarquia ios reaccionarios y viejos achacosos.. . . . XIIL—Les nobles y los ricos no sirven para nada: puede quitirseles justamente to que tienen y re- partirlo entre los obreros. . XIV.—Dejad hacer, veréis como todo ira bien cuando los republicanos sean los duciios y cuandono habra ni rey, ni nobles, ni tenras, ni religion. ee ee Conclusion... Be ee a4 45 418 23 26 32 34 40 42 cr 48 52

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