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La creatividad a través del tiempo


José Ángel Blandón Jolly

noviembre 20, 2015

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Hoy en día nos parece natural hablar de creatividad artística


y pensar que los conceptos de artista y creador son
inseparables, pero no siempre fue así…
Los griegos no tenían términos que correspondieran a los de
«crear» y «creador», lo que ellos tenían era la expresión
«fabricar», poiein y no la hicieron extensiva al arte o a los artistas
como pintores y escultores, pues según Platón, no hacen cosas
nuevas, simplemente imitan lo que ya existe en la naturaleza.

En la antigüedad, artista y creador se diferenciaban de otro modo. El


concepto de creador y creatividad implica la libertad de acción, mientras
que el concepto griego de artista y de las artes presuponía una sujeción
a una serie de leyes y normas. Para los antiguos griegos la creatividad
en el arte no es sólo imposible, sino indeseable, ya que el arte es una
destreza y como tal presupone un conocimiento de las normas y la
capacidad para aplicarlas.

El artista es un descubridor, no un inventor.

La premisa es clara: la naturaleza es perfecta y el hombre debería


parecerse a ella a través de sus actividades, pero como está sujeta a
leyes, lo que él debe hacer es descubrirlas y someterse a ellas.
La única gran excepción fue la poesía. Su nombre griego poíesis se
deriva de poiein. El poeta —poietés— era el que fabricaba.
Los griegos no asociaron al poeta con los artistas, ni tampoco a la poesía
con el arte, pues el poeta, en primer lugar, hace cosas nuevas, trae un
nuevo mundo a la vida; mientras que el artista simplemente imita. Y,
además, no está sometido a leyes, como lo están los artistas: es libre en
lo que hace.

Estas ideas, de modelos que sean eternos, de cánones y leyes a las que
se tenía que apegar el artista, no diferían gran cosa del pensamiento de
teóricos posteriores.

Longino, tratadista de la Antigüedad Tardía, creía que lo sublime se


podía aprender. Incluso en poesía todo puede hacerse por medio del
método.

En Roma, estos conceptos griegos se alteraron en parte. Horacio


escribió que no sólo los poetas, sino también los pintores, tenían derecho
al privilegio de atreverse a lo que quisieran. Filóstrato escribió que «uno
puede descubrir una semejanza entre la poesía y el arte y encontrar que
ambas tienen en común la imaginación».
Y Calístrato dijo: «No sólo está inspirado el arte de los poetas y prosistas,
sino que las manos de los escultores están igualmente dotadas de la
bendición de la inspiración divina». Esto era algo nuevo. Los griegos del
periodo clásico no habían aplicado los conceptos de imaginación e
inspiración a las artes visuales, sino que las habían restringido a la
poesía.

Sólo Dios crea…

Es en el periodo cristiano donde se produce un cambio fundamental: la


expresión creatio llegó a designar al acto que Dios realiza creando a
partir de la nada, creatio ex nihilo —creación a partir de la nada. Junto
con esta nueva interpretación religiosa persiste la antigua idea de que el
arte no forma parte de la creatividad, sólo Dios crea, el hombre fabrica.

Todo esto cambió en los tiempos modernos con los hombres del
Renacimiento, quienes fueron conscientes de su independencia, libertad
y creatividad. El filósofo Marsilio Ficino dijo que el artista «inventa» sus
obras; Rafael, que conforma el cuadro a su idea; Leonardo, que emplea
formas que no existen en la naturaleza; Miguel Ángel, que el artista
plasma su visión en lugar de imitar a la naturaleza; Vasari, que a la
naturaleza se le conquista por el arte; Paolo Veronés, que los pintores se
benefician de las mismas libertades de los poetas y los locos; Zuccaro,
que el artista configura un mundo nuevo, nuevos paraísos. Pero aun así,
ni siquiera ellos se aventuraron a emplear la palabra «creador».

No fue sino hasta el siglo XVII que el poeta y teórico de la poesía polaco
Maciej Kazimierz Sarbiewski escribió que el poeta no sólo «inventa», sino
que «crea algo nuevo». Incluso añadió que el poeta crea «tal y como lo
hace Dios». Sin embargo, aun él consideraba que la creatividad era un
privilegio exclusivo de la poesía; la creatividad no está al alcance de los
artistas.

Fue en la Francia de la Ilustración donde la idea de creatividad del


hombre encontró resistencia.

Primero, tal resistencia tenía un origen lingüístico, pues la expresión


«creación» estaba reservada, en el uso contemporáneo, a la creación ex
nihilo, que era inaccesible al hombre. La segunda causa era filosófica: la
creación era un acto misterioso, y la psicología de la Ilustración no
admitía misterios.

Y finalmente, la tercera era que tenía un origen artístico: los artistas de la


época estaban sujetos a reglas y la creatividad parecía irreconciliable con
éstas. Esta última objeción fue la más débil, pues se percataban de que
las reglas eran, a fin de cuentas, una invención humana.

Es hasta el siglo XIX cuando el arte es considerado como creatividad y


no sólo se le reconoció la creatividad, sino que sólo se le adjudicaba a
éste. «Creador» llegó a ser sinónimo de artista y poeta. Aparecen el
adjetivo «creativo» y el sustantivo «creatividad».

Y en el arte y la poesía aparecen dos valores básicos cuyo objetivo es,


por un lado, la búsqueda de la verdad, la estructuración de la naturaleza,
el descubrimiento de las reglas y de las leyes que gobiernan la conducta
humana y, por otro, la creatividad en sí misma, la creación de nuevas
cosas que no han existido anteriormente, de cosas que inventa el
hombre.
El arte y la poesía tienen lemas: ley y creatividad o reglas y libertad; o
también, destreza e imaginación.

Podemos ver que en la historia del concepto de creatividad fue la ley la


que predominó durante largo tiempo. Hoy en día podemos encontrar
ambas tendencias: mientras que algunos artistas y poetas persiguen la
libertad individual y la creatividad, otros buscan y desean encontrar las
leyes universales que gobiernan el arte y la poesía, deseando someterse
a ellas.

En el siglo XX la expresión creador empezó a aplicarse en todas las


manifestaciones de la cultura humana; se comenzó a hablar de la
creatividad en las ciencias, de políticos creativos, de creadores de una
nueva tecnología, etcétera. Se amplió el ámbito de la creatividad, se le
reconoció por la novedad de sus producciones. Estamos ya en el
siglo XXI, vivimos una compulsión por la novedad, como expresaba
Octavio Paz: «La sed de novedades es una forma degradada de la sed
de eternidad...».

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Las escaleras
Graham Greene se refiere a una escalera donde un peldaño cruje. Pero nada más. Algunos autores
de novelas policiales las aluden con tenue sombra de misterio; las rechazan luego.

A pesar de todo, las escaleras suelen ser personajes importantes. Una novela, según se sabe,
hubiera enriquecido la substancia si el autor hubiera tenido mayor cuidado con las escaleras.

Casi todas las escaleras tristes son de madera: gimen bajo el peso de los seres. Casi todas las
bellas, en cambio, son de piedra y alcanzan un préstamo romántico.

Esto está más difícil, pero si encuentran algo sería genial:

 el pasaje de Greene en el que cruje el peldaño;


 alguna novela policial en la que mencione alguna escalera;
 algún pasaje literario en el que aparezca una escalera dentro de un ambiente triste;
 algún pasaje literario en el que se mencione una escalera bella;
 ¿a qué novela se refiere en el segundo párrafo?: «Una novela hubiera enriquecido la
substancia si el autor hubiera tenido mayor cuidado con las escaleras».

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