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Lo
dramático hace referencia al concepto de drama, que proviene del griego drao y el sufijo –ma, y se refiere a
acción, a algo que se realiza. Las obras dramáticas son escritas con la finalidad de ser representadas ante un
público; son una representación teatral de una historia. Los actores son los artífices para que una obra
dramática se convierta en un espectáculo teatral.
5) Género lírico
La lírica es uno de los géneros literarios. La palabra "lírica" define todo aquello relativo o perteneciente a la
lira, o a la poesía propia para el canto. Actualmente, se utiliza dicho concepto para definir uno de los tres
principales géneros poéticos, que comprende las composiciones de carácter subjetivo y, en general, todas las
obras en verso que no son épicas o dramáticas.
Etimología: Sus orígenes son griegos: se trataba de aquella poesía que no estaba destinada a ser leída, sino
a ser recitada ante un público por un individuo o por un coro, acompañado de algún instrumento de música,
principalmente de la lira. Según la mitología griega, Apolo, dios de las artes, de la belleza y de la adivinación,
tocaba hermosas canciones en este instrumento, expresando un mundo subjetivo pleno de emociones.
La lírica puede estar escrita en verso, es decir, en frase sujeta a ritmo o melodía, o en prosa poética. Un
aspecto importante de la lírica es la expresión de sentimientos a través de figuras literarias o retóricas. La
función poética del lenguaje –predominio de la forma del mensaje– queda así en evidencia cuando
predominan en un texto estas figuras.
- Populares
- Cultos
1.1- Populares
Suelen ser de autor anónimo y se transmiten oralmente de generación en generación. La poesía popular está
representada fundamentalmente por el Romancero y los villancicos.
1.2- Culto
Tienen un público reducido, son poemas muy trabajados y de perfecta elaboración
la lechera
7) Santilín.
Santilin es un osito muy inteligente, bueno y respetuoso. Todos lo quieren mucho, y sus amiguitos disfrutan jugando con
él porque es muy divertido.
Le gusta dar largos paseos con su compañero, el elefantito.
Después de la merienda se reúnen y emprenden una larga
caminata charlando y saludando a las mariposas que revolotean
coquetas, desplegando sus coloridas alitas.
Siempre está atento a los juegos de los otros animalitos. Con
mucha paciencia trata de enseñarles que pueden entretenerse sin
dañar las plantas, sin pisotear el césped, sin destruir lo hermoso
que la naturaleza nos regala.
Un domingo llegaron vecinos nuevos. Santilin se apresuró a
darles la bienvenida y enseguida invitó a jugar al puercoespín más pequeño.
Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando, advierte:
- Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.
El puercoespín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron afligidos, menos Santilin, que estaba
seguro de encontrar una solución.
Pensó y pensó, hasta que, risueño, dijo:
- Esperen, ya vuelvo.
Santilin regresó con la gorra de su papá y llamó al puercoespín.
Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas para que no los pinchara y así pudieran
compartir los juegos.
Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda y cantaronfelices.
FIN
Cuento de María Álvarez (Argentina)
Dijo el hombre:
-¡Qué silencio en esta casa, mientras en las otras todo es ruido y alegría!
– Sí -respondió la mujer, suspirando-.Aunque fuese uno solo, y aunque fuese pequeño como el pulgar, me daría
por satisfecha. Lo querríamos más que nuestra vida.
Sucedió que al cabo de siete meses trajo al mundo un niño que, si bien perfectamente conformado en todos sus
miembros, no era más largo que un dedo pulgar.
– Es tal como lo habíamos deseado, y lo querremos con toda el alma. En consideración a su tamaño, le pusieron
por nombre Pulgarcito. Lo alimentaban tan bien como podían, pero el niño no crecía, sino que seguía tan
pequeño como al principio. De todos modos, su mirada era avispada y vivaracha, y pronto mostró ser listo como
el que más, y muy capaz de salirse con la suya en cualquier cosa que emprendiera.
Un día en que el leñador se disponía a ir al bosque a buscar leña, dijo para sí, hablando a media voz: «¡Si
tuviese a alguien para llevarme el carro!».
– ¡Padre! -exclamó Pulgarcito-, yo te llevaré el carro. Puedes estar tranquilo, a la hora debida estará en el
bosque.
– ¿Cómo te las arreglarás? ¿No ves que eres demasiado pequeño para manejar las riendas?
– No importa, padre. Sólo con que madre enganche, yo me instalaré en la oreja del caballo y lo conduciré
adonde tú quieras.
Cuando sonó la hora convenida, la madre enganchó el caballo y puso a Pulgarcito en su oreja; y así iba el
pequeño dando órdenes al animal: «¡Arre! ¡Soo! ¡Tras!». Todo marchó a pedir de boca, como si el pequeño
hubiese sido un carretero consumado, y el carro tomó el camino del bosque. Pero he aquí que cuando, al doblar
la esquina, el rapazuelo gritó: «¡Arre, arre!», acertaban a pasar dos forasteros………………..