Sei sulla pagina 1di 1

Pueblos vs.

ciudades,
por Richard Webb
Director del Instituto del Perú de la USMP
18.12.2016 / 09:00 pm

¿Quién da dos centavos por el futuro de los pueblitos y caseríos del Perú? Nos guste o
no, el avance de la humanidad es darwiniano y los grandes se comen a los chicos. En
costa, sierra y selva, miles de pequeños centros poblados estarían condenados al sopor y
a la pobreza, sin opción para salir adelante más allá de volverse una pintoresca tarjeta
postal. Uriel García escribió: “Cada pueblo es una cueva donde el hombre vive preso, en
conformismo con su destino”. Para el campesino, escaparse no era trasladarse a una de
esas cuevas sino a una verdadera ciudad, de preferencia Lima, como lo demostraron
millones de campesinos durante el siglo pasado.

Pero este milenio ha traído una noticia sorpresiva: la ley de Darwin se habría anulado.
Por lo menos eso sería una forma de explicar las nuevas estadísticas demográficas:
desde hace una década en el Perú, la población que vive en pueblos aumenta en 3,1% al
año, dos veces más rápido que la población de las ciudades. Sigue el éxodo del campo
pero, más y más, los campesinos que migran se trasladan no a Lima u otra de las
ciudades mayores del país sino a un pequeño centro poblado vecino.

Una explicación de esa sorpresa sería la mejora en el atractivo de la vida pueblerina.


Veinte años atrás, el campesino que vivía alejado en algún cerro tenía la opción de
trasladarse a la aldea más cercana, pero pocos lo hacían porque el costo de alejarse de su
predio no era compensado por ventajas de la modernidad. El pueblo no le ofrecía luz
eléctrica, posta médica, colegio secundario, teléfono, Internet, TV, ni camino que lo
conectaría con alguna ciudad. Hoy, casi todos esos servicios han llegado a esos centros
poblados. Además, se han construido trochas y han llegado vehículos que le permiten
viajar rápidamente entre su lugar de residencia y sus tierras. Más y más el campesino se
vuelve un “commuter”.

Una segunda explicación del dinamismo es aún más inesperada. El desarrollo que se
observa en los pueblos no se limita a la demografía; se refleja también en la
productividad laboral, y por lo tanto, en los ingresos. Para una población que depende
de una variedad de negocios mayormente propios, y en los que participan varios
miembros de la familia, la productividad se mide por el ingreso total que produce ese
trabajo colectivo, sin incluir las posibles transferencias que recibe del Estado o de
particulares. Ese ingreso por trabajo de la familia pueblerina viene aumentando durante
los últimos once años a 4,3% anual, tasa extraordinaria que supera el aumento de 3,5%
anual en Lima y de 4,0% en otras ciudades grandes. Como es de esperar, se trata de la
productividad de pequeños negocios que además, en su mayor parte, son informales.

Irónicamente, el factor que quizás más ha impulsado el dinamismo de los pequeños


centros poblados, la fuerte mejora en la conectividad, es precisamente el factor que
viene frenando el anterior dinamismo de las ciudades, la descompostura de la
conectividad interna de Lima y otras ciudades. En todo caso, de afianzarse el nuevo
patrón de desarrollo, nuestro crecimiento será más equitativo y traerá beneficios de
calidad de vida y de mayor aprovechamiento de la extraordinaria diversidad nacional.

Potrebbero piacerti anche