•

Editorial
Presentamos aquí el segundo volumen de la serie dedicada a la figura de Ale­
jandro 111 de Macedonia, o Alejandro Magno, que en este caso analiza el pe­
riodo comprendido entre finales del año 333 a. C. y mediados del 331 a. C. o,
en términos históricos, aquel que discurre entre el día posterior a la batalla
de Issos y la conclusión de la campaña en Egipto.
Tras la contundente victoria en Issos, Alejandro pudo haber perseguido
al rey persa hacia el este, en dirección a Babilonia, pero, en su lugar, tomó
rumbo hacia el sur e invadió la totalidad del Levante cuyas ciudades fue, una
tras otra, conquistando y arrebatando al Imperio persa. A continuación avanzó
sobre Egipto, donde fue recibido como un libertador del yugo persa. En el curso de
estos acontecimientos se dieron espectaculares asedios, caso particular de la ciudad insular de Tiro
(enero­julio 332 a. C.) y de Gaza (octubre 332 a. C.) así como episodios, unos anecdóticos, otros de
gran relevancia histórica. Entre los primeros podemos citar la extravagante aventura del mercenario
griego Arnintas quien, al frente de un ejército privado y adelantándose a Alejandro, trató de hacerse
con un reino propio en Egipto. Entre los segundos, la efectiva conquista de Egipto por Alejandro y
la relevante visita que este hizo al oráculo de Siwa, en el desierto, donde fue reconocido como "hijo
de Zeus" lo que abriría la vía para la atribución de carácter divino a su persona y el desarrollo de
un culto personal. Al término de esta fase de la guerra, Alejandro domeñaba el Mediterráneo orien­
tal, y había alimentado su doxá, su ansia de gloria, no solo con espectaculares éxitos militares sino
con la atribución de un carácter divino que, de forma progresiva, cobrará protagonismo y contri­
buirá a definir su comportamiento en el futuro.

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ll\tlil!,\1:§1 despertaferro_ediciones y en www.despertaferro­ediciones.com
,
Indice ..
4 En portada :. 40 El nacimiento de una nueva Grecia
(334 ­ 323 a. C.) par lan Warthingtan
.
G Un calosa can pies de barra par ..
..
Nichalas Sekunda
. 48 Alejandra en Egipto par Alan llayd

14 Amintas y la estrategia persa en el

oeste par Nichalas Sekunda
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22 El hipaspista par Waldemar Heckel
.. 54 Alejandra Magna
y la religión por
.
28 Sísifa en Tira par Alberto Pérez Rubia .
..
..
Adolfo Oamínguez
Monedero
.
. 60 Reseñas de libras
.
. 62 Y. además .
introduciendo el n.º 34 .
.
.. Hernán Pérez del Pulgar par Carlos J .
Rodríguez Casillas
E
stando Alejandro frente a las murallas de la ciudad dé Gaza, y Dado que Curcio es­
a punto de dar comienzo al asedio de Ja urbe, decidió celebrar cribe en latín, be­
un sacrificio a los dioses, conforme a la costumbre. Pero enton­ biendo de una fuente
ces ocurrió el portento: "una cierta ave carnívora sobrevoló el altar griega (Clitarco,floruit
[donde se celebraba el sacrificio! y soltó una piedra que tenía en sus ca. 310 a, C.), es proba­
garras, la cual cayó sobre la cabeza del monarca" (Arriano; Anábasis ble que su texto intro­
U.26). En lo tocante a Los prodigios, Alejandro no era menos supers­
ticioso que cualquier otro griego, y solicitó al adivino Aristandro que
interpretara el significado del presagio. Este le respondió:
duzca mayores
inexactitudes que las
que podamos leer en
:i ug
Arriano. Por otro lado, .1?
¡Oh, rey! Tú realmente lograrás capturar la ciudad, pero debes un proyectil con la su­ ~ ]
cuidar de tu persona en este día, fíciente fuerza como para ~
atravesar escudo y coraza no o
Alejandro escuchó el consejo y durante un tiempo permaneció parece corresponder a una simple flecha sino, más probablemente, a un
apartado del combate. En un momento dado, no obstante, los habi­ proyectil de balista. Es por ello que quizá sea más probable entender que
tantes de la ciudad hicieron una salida contra los atacantes y lograron la herida que Alejandro sufre ante las murallas de Gaza fuera producida
prender fuego a las torres de artillería macedonias. Al ver esto, Ale­ por uo proyectil disparado por algún género de balista. En tal caso posi­
jandro se olvidó de la profecía, tornó a los hípaspistas consigo y se blemente se trataría de un gastrafetes ( yacrrpacptrr)c;), arma individual
lanzó al rescate de sus tropas. Pero, en ese momento, un proyectil le semejante a una ballesta o incluso, quizá, un oxybeles (~~ÓAoc;) como
golpeó en el hombro atravesando su escudo y coraza, produciéndole el que vemos en miniatura sobre estas líneas, que en esencia no es sino
una herida que, sin ser letal, requeriría de un largo tiempo para que un gastrafetes de tamaño descomunal, armas ambas desarrolladas a prin­
sanara. Fue este, por tanto, uno de los muchos momentos en los que cipios del s. IV a. C. y por tanto en uso en el periodo alejandrino.
el monarca macedonio estuvo cerca de la muerte. En la imagen vemos a Alejandro vestido con una coraza de lino pren­
A partir de aquí los autores difieren en cuanto a la definición del pro­ sado y encolado (linothorax) decorada con la estrella de Vergina, em­
yectil que causó la herida, Según Curdo (J V.6.J 7) seda una flecha (sa­ blema de la casa real argéada macedonia, El escudo que blande pertenece
gitta) que atravesaría la armadura y el hombro, mientras que para al modelo aspi«, característico del combate hoplítico, dotado de un alma
Arriano (II.27.2) se trataría de un proyectil de catapulta (~aA.A.eta1 de madera y una fina cubrición de lámina de bronce. La flgura que vernos
ICCllanÉ-\Tfl, ballestaikatapeltes) que impacta contra el escudo (acmí8oc;, en segundo lugar corresponde a un hipaspista, tropa de élite que, entre
de aspis), la coraza (0ilipaKoc;, de thorakes) y el hombro (wµov, o~non). otras labores, hacía las veces de guardia personal del monarca.
6 1 OESPERT A FERRO

-
.........
..
por Nicholas Sekunda - Uniwersytet Gdanski

}ENOFONTE (CIROPEDJA l.2.15) SENALA QUE LOS PERSAS NO ERAN MÁS QUE 120 000, AUNQUE
PROBABLEMENTE ESTA CIFRA REFLEJE SOLO LA DE VARONES EN EDAD DE COMBATIR. EN TODO CASO, LO
ESCASO DE SU NÚMERO DIFICULTABA LA LABOR DE GOBIERNO EN UN TERRITORIO TAN INMENSO Y
OBLIGO A LOS PERSAS A RECURRIR A MÉTODOS INSÓLITOS.

,_...,. iro conservó las administraciones Locales de los terri­
torios sometidos y lo usual era hallar persas única­
.___ mente en los puestos más altos del aparato burocrático.
El gobierno de cada provincia del Imperio era confiado a un sá-
trapa, probable derivación del persa antiguo xiasapavan ("pro­
tecror del reino"). Cuando Heródoto (IIl.89.1) menciona que
Darío creó 20 distritos llamados satrapías, lo presenta como si
se tratara de una novedad, pero en realidad todo apunta a que
se trataba de un sistema de mucha mayor antigüedad.
LAS SATRAP1AS
Según Jenofonte (Cyr. VIII.6.3) los primeros sátrapas fueron ins­
tituidos por Círo el Grande, a quienes se ordenó "que adminis­
tren a los habitantes de estos Estados, perciban el tributo,
entreguen el sueldo a los soldados de las guarniciones y cumplan
el resto de sus eventuales deberes". Estos sátrapas estaban sujetos
.¡.
a inspecciones anuales por parte del propio rey o sus agentes,
entre los que destacaban los denominados "Ojos del rey".
Por su parte, Heródoto refiere que cada hyparchos (palabra
que emplea como sinónimo de sátrapa o gobernador) contaba
con un grammateus o "secretario". Asimismo, sabemos de la
existencia de jueces reales, probablemente de origen persa y
nombrados por el rey.
Estas satrapías estarían divididas internamente y dirigidas
por otro escalafón inferior de gobernadores que las fuentes
griegas denominan igualmente hyparchos (al igual que el sá­
trapa), lo que no deja de ser confuso. En los archivos, escritos
en arameo, de la guarnición persa de Elefantina (Egipto), lee­
mos que estos "sub­gobernadores" de subdivisiones de satrapía
reciben el nombre de frataraka.
Cada satrapía contaba con una guarnición militar, que era
pagada con los impuestos reclutados en su propio territorio. Los
T OOBLf DÁRK:O DE ORO aruñado por el sátrapa •Maceo tra1 la captura de Babilonia por Alejandro, por tanto en tomo a los años 330­300 a C.
En el reverso aparece una figura que podría corresponder a un héroe o, más probablemente, al rey armado al estilo persa, y que sigue los modelos OESPERTA FERRO 7
iconográficos de la numismática aqueménida Su pano~ia comprende el arco y la lanza. La palabra dárico no procede, como ocasionalmente se
ha dicho, del rey Oarío 1 (reg. 522­485 a C.) su introductor, sino de la palabra pena *dari· ("dorado'}.

comandantes de guarnición estaban sub­
ordinados al sátrapa, pero eran designa­
dos directamente por el rey. Además,
había algunos enclaves particularmente
estratégicos o importantes que eran ocu­
pados por "Hombres del rey': lo que pro­
bablemente haya de entenderse como
"tropas pagadas y comandadas directa­
mente por el rey" y no por el sátrapa local.
Estas tropas recibían sus raciones de la
administración central.
Con frecuencia, el título de sátrapa pa­
saba de padres a hijos. El mejor ejemplo de
ello es aquel de la Frigia Helespóntica
donde, en el año 479 a. C., [erjes nombró
a Artábazo, hijo de Farnaces, y el título se
heredó a lo largo de generaciones sucesi­
vas, que por cierto también repitieron esos
dos mismos nombres, alternados con el de
Farnábazo, hasta los tiempos de la Re­
vuelta de los sátrapas, en la década de
350 a. C. Según una de nuestras fuen­
tes (la Scholia de Demóstenes !Vl4)
el rey Artajerjes III ordenó a los sá­
trapas que licenciaran a sus merce­
narios: "el rey de los persas envió una
orden a los sátrapas de la costa para
que licenciaran a sus mercenarios, ya
que consumían una enorme cantidad de
recursos; en consecuencia, los sátrapas
cumplieron la orden". Artábazo huyó,
junto con toda su familia y hallaron refu­
gio en la corte de Filipo II de Macedonia.
Los primeros listados conocidos de
satrapías datan de tiempos de la muerte
de Alejandro Magno, y por tanto no han
de ser necesariamente reflejo de la reali­
dad de los siglos precedentes. Sea como
fuere, queda claro que el número de sa­
trapías se multiplicó con el tiempo. A
principios del reinado de Darío III había
regiones que anteriormente habían estado
gobernadas por dinastías locales, y que
ahora quedaban bajo la autoridad de sá­
trapas. Caria, Licia y Cilicia son ejemplos
de ello. Además, algunas satrapías corno
Capadocia o Armenia, se habían subdivi­
dido en dos.
En paralelo, siempre hubo regiones
en el Imperio que gozaron de estatus de
casi independencia. Los cadusios, que ha­
bitaban la región de los montes Zagros,
cerca del corazón del Imperio (Persis), te­
nían tal privilegio que, en lugar de pagar
impuestos, recibían de forma periódica
regalos del rey, si bien, eso sí, debían con­
tribuir al ejército real con tropas.
EL EJÉRCITO IMPERIAL
Del mismo modo, la población persa era
claramente insuficiente para defender el Im­
perio, y era preciso el empleo de tropas au­
xiliares. Desde el origen del Imperio, los
persas se vieron obligados a recurrir a los
mercenarios, tanto iranios como otros. Los
iranios de Asia Central (bactrianos, cadusios
y saka) suponían una fuente muy impor­
tante de reclutas. Estos mercenarios podían
ser contratados por un periodo definido,
pero por lo general se tendía a mantenerlos
en régimen semipermanente. De este modo,
los ejércitos persas se componían, en su in­
mensa mayoría, de mercenarios, y lo mismo
sucedia con las guarniciones acantonadas a
lo largo del Imperio (véase "El ejército aque­
rnénida" en Desperta Ferro Antigua y Medie-
val n» 27).
Contamos con algunos testimonios do­
cumentales que sugieren que cada satrapía
tenía la obligación de proveer de cierto nú­
mero de tropas en caso de que se declarase
una movilización general. Que la población
sometida tenía también la obligación de acu­
dir a la leva queda confirmado por Heródoto
(III.67), cuando señala que a su llegada al
trono el rey Esmerdis (obiit 521 a. C.) liberó
a todos los hombres libres del pago de im­
puestos y de la obligación de servicio militar
durante tres años. Igualmente se procuró
crear (o mantener las ya existentes) una re­
serva militar. La evidencia de la existencia de
tal reserva nos viene de las tablillas de escri­
tura cuneiforme halladas en Babilonia. La
nobleza irania (así como sus cortes) estaba
diseminada a lo largo de todo el Imperio,
para así reforzar el control sobre esas
áreas y crear una reserva local de jine­
tes. En el caso de las satrapías formadas
por la disolución del Reino de Licia
estos nobles recibieron, probablemente,
terrenos que antes habían pertenecido
al rey. Esta nobleza se organizaba con­
forme a un modelo jerárquico, piramidal,
de fidelidad personal (casi podríamos decir
feudal) entre sus miembros. Es probable que
sea a estas tropas a quienes se refiere Heró­
doto cuando alude a "todos los persas al oeste
del río Halls" (Hdt. V 102), que acudieron a
la defensa de Sardis durante la Revuelta jó­
nica (499 a. C.). Estos "feudos" se extendían
hacia oriente al menos hasta la frontera su­
roccidental de Frigia. En Lidia, y quizá en
otros lugares también, los asentamientos de
aristócratas persas s~ vieron acompañados ­
y reforzados­ por colonias formadas por ve­
teranos del ejército. El núcleo de este era, a
pesar de todo, el ejército real.
La cifra de 120 000 hombres, antes
mencionada, la leemos también en otros
autores (Ienofonre, Anábasis Ill.5.16)
donde se indica que era el tamaño ordina­

._ Detalle de friso de uno de los paramentos del Palaáo de Persepolis, Ir.in. Muestra el característico FARAVAHM, símbolo pol~émico empleado por numerosas culturas mesopotámicas a
lo lillgo de la Historia, con dsnnto significado en cada caso. La interpretaáón del emblema en el periodo aqueménida es motivo de controVersia, pero la opinión más fundamentada
es probablemente aquella que ve en él una alusión a la "GLORIA DIVINA" o KJANEP.AJI,concepto propio de la reli~ón zoroástrica semejante a la "Graóa" en el caso cristiano. si bien
aplicado, en este caso, exdusivamente al ámbito real. Se trata, por tanto, de la bendióón otorgada por la divinidad al monarca para la conseruáón exitosa de su labor. La tenencia o
ausencia de ~oria divina será, por tanto, lo que determine el éxito o fracaso de cada monarca durante su reinado.
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mar Mediterráneo
4

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Sais Sa~ •
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Menfis
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IMILONIA

ARIA Satrap(~persas
M a r d a i Pueblos identificados por I~ fuentes griegas

El IMPERIO PERSA
o

Tebas
o
­ DE DARÍO 111
o

el medio físico y principales vías de comunicación

fantin~
.<Q
Srene
rio del "Ejército real'; sugiriendo que tales eran los efectivos de ori­
gen étnicamente persas que podían ser reclutados en un momento
dado. Curcio (lll.2.4) señala que el número de soldados persas que
habría en Babilonia en vísperas de la batalla de lssos sería de
100 000, así como 30 000 jinetes.
Las fuentes principales para nuestro conocimiento del entre­
namiento y condiciones de servicio son la Ciropedia de Jenofonte
(I.2) y la Geograffa de Estrabón (XV.3), así corno otras obras me­
nores. Entre la edad de 5 y 20 años, los varones persas recibían en­
trenamiento en materia de equitación, arquería ¡y honestidad!
Aprendían a montar a la edad de siete años (Hdt. 1.136). Según Je­
nofonte, hacia los 16 o 17 años accedían a la condición de adultos,
con lo que se intensificaba su entrenamiento militar; Estrabón re­
lata que los más inteligentes de entre ellos eran nombrados educa­
dores: despertarían a sus compañeros antes del amanecer por
medio de instrumentos de bronce y se reunirían en un punto,
o
como si se preparasen para la guerra o para salir de cacería. Esta­
rían organizados en compañías de 50 hombres, y uno de los hijos
del rey o del sátrapa haría las veces de líder del grupo. Encabezados
por este, correrían 30 o 40 estadios {siendo un estadio de unos 174
m, por tanto en total unos 6­8 km). Estrabón ofrece más datos
acerca de su entrenamiento y dieta: se les instruía en la caza con
lanza y desde un caballo, así como mediante el uso del arco y flecha
y la honda. Siempre que el rey salía de cacería ­corno solía varias
veces cada mes­ Llevaba consigo a estos jóvenes. Las armas emple­
adas eran el arco y la flecha, el hacha de guerra, el escudo de mim­
bre y dos lanzas, una arrojadiza y la otra para el combate cuerpo a
cuerpo.
Los varones persas entraban en edad militar a los 21 o 22 años
de edad. tal y como confirma Heródoto (1.209) al relatar que,
cuando Ciro cruzó el río Araxes, Darío, por entonces de unos 20
años, permaneció en retaguardia "dado que aún no estaba en edad
 •
OESPERTA FERRO 1 9

militar" A partir del mencionado límite de edad podían servir du­
rante los siguientes veinte o treinta años y, tras ellos, ya rebasada la
cincuentena, tomarían su lugar entre los ancianos, que estaban
exentos de servicio en el exterior de su propio país.
LAS CALZADAS REALES
En muchos territorios del Imperio, los persas heredaron una red
de calzadas preexistente. Los caminos más importantes de Me­
del Imperio a la opuesta en el menor tiempo posible. Esto aceleró
enormemente los ritmos de las operaciones militares en un mo­
mento clave, cuando el Imperio se expandía simultáneamente
en muchos frentes. Además, permitía ampliar el ámbito de ac­
tuación y expansión territorial, aunque siempre con un límite.
Y es que, tal y como algún autor ha sugerido, una operación mi-
litar desarrollada a más de 90 días de distancia del centro del.Im­
perio resultaba muy comprometida. Y es que 'Ja ausencia

Maracanda
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desierto de Kara Kum

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Sindomana <:)

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sopotamia ya estaban pavimentados con piedra o ladrillo, o in­
cluso con asfalto, y formaban una compleja red que los persas
extendieron y desarrollaron más aún. La primera mención a la
calzada real que recorría el espacio entre Sardis y Susa la halla­
mos en la Historia de Heródoto, y en el contexto del reinado de
Darío III. En aquel tiempo el sistema de caminos tenía una gran
importancia estratégica, en tanto permitía que los ejércitos ­así
como sus trenes de impedimenta­ se trasladasen de una esquina
"' r:~­­.­
~~ ,
prolongada del rey de su cor:e, por un periodo tan largo, sutonía
un peligro político evide~ascampañas anuales lanzaaas por
los asirios, por ejemplo:" (ramente superaban los sof­'1000 km
de distancia. Pero, cuando Ierjes invadió Grecia superó amplia­
mente estos Límites.
Heródoto habla como si solo existiera una calzada real, pero de
hecho había toda una red de calzadas que conectaban las distintas
provincias del Imperio. Susa permanecía en el meollo de esta red, y
 Y Estela de la apadana de Penépolis. erigida en tiempos de Oario 1 (concretamente, en 515 a. C.). u imagen muestra a un siNiente de palacio aarreando un vaso con tapadera con el
que C!lebfar el ban<pletf de la c.elebraóón del año ooevo. Su aruendo dela&1 que se tra&l de un KEOO. pueblo indoiranio Sffilejanre pero dGtinguible del persa, que quedó integrado en
el Imperio an¡ueménida desde époa 1emprana (desde el rmado de Gro 11 el Grande, reg. 559­530 a. C.). Tm una serie de guerras y revueltas iniciales, el cemmno quedó bajo una
firme dorninacióll pe~ (d. Hdt 1.127­128). El régimen y c.oosideraoón de los medos en es!P Imperio fut, en terminas generales, prnilegiado. Se les representaba en ~ ~rátqura
respecro a los persas, w aristooacia OOJpaba cargos de relevancia en la administraáón y el ejército, el ret Oario 1 establOOó una de sus restdenoíll y palacio en Ed>arana. en territorio
medo, y los persas adopraron buena parte del ceremonial real medo. Para los griegos peníll y medos eran una msma cosa, y en el libro de Esther leemos la expreslÓn "leyes de medos
y pel'l3S··. Todo apun&l a que los medos mannNieron una posición de privilegio en el Imperio aqueménida, OOJpando un segundo lugar solo decrás de los propios persas.

la documentación hallada en Persépolís demuestra que, además, culaba en 150furlongos, o tres parasangas. Más adelante esta úl­
había una calzada de 600 km que conectaba ambas ciudades. Esta tima se estandarizó en 30 estadios o, lo que es lo mismo, unos 6
misma documentación, en forma de tablillas de arcilla, menciona km (Hdt. II.6).
también la existencia de 22 escalas a lo largo del camino. La inves­ Además de proporcionar hospedaje nocturno para los viajeros,
tigación moderna cree haber identificado la ruta exacta de esta cal­ estas postas proveían de caballos de repuesto para los correos reales
zada, así como la ubicación de las escalas. Uno de los ramales (los llamados pirradazish o "mensajeros rápidos"). Asimismo, se
comunicaba Susa con la frontera norte del Imperlo pasando por proveía de forraje a los caballos de estos ptrradazish, así corno a cual­
Capadocia en lugar de las Puertas Cilicias. Otro ramal discurría por quier otro que lo pagara. Según Heródoto:
el sur, a través de Damasco, hacia Egipto. A lo largo del tramo que
va desde Gaza hasta Egipto, y que discurre entre el mar y el desierto, ) por cierto que no hay mortal alguno que llegue a su
se dispusieron jarrones que servían, llenos de agua, para calmar la destino antes que esos mensajeros [ ... ] Hay dispuestos,
sed de los viajeros y sus bestias. a intervalos regulares, igual número de caballos y de
•
Cualquier medida era buena para garantizar que un ejército pu­ hombres, a razón de un caballo y un hombre por cada
diera marchar y acceder a Egipto en caso necesario. Según Heródoto jornada de camino. Y ni la nieve, ni la lluvia, 111 el calor
(111.6­ 7), este sistema de agua fue establecido por Cambises, tras su ni la noche les impide cubrir a toda velocidad el trayecto
conquista de Egipto en 525 a. C. que a cada uno le corresponde [ ... J A este sistema de
Otro ramal de este sistema discurría postas los persas lo denominan 1111gn.réio11
por el norte hacia Ecbatana y (Hdt. VII l.98; trad. Carlos Schradcr),
Media, y contaba con una sección
a la altura de Pasagarda que de Por lo mismo, el sistema de calzadas reales
hecho estaba cortada a través de la persa permitió. en paralelo, el desarrollo de un
roca, hoy bien identificada. Desde sistema postal de gran eficacia. que estaba bajo
Ecbatana partía en dirección a las la dirección de un oficial que los griegos de­
Puertas Caspias, y de ahí hacia Bac­ nominaban as/andes. Asimismo, parece que
triana y Asia Central. Curcio (V.8.5) Jos persas desarrollaron un sistema de seña­
define esta calzada corno específica­ les de fuego con el que se pretendía asegurar
mente "militar" Otra más se extendía la rapidez de la transmisión de los mensa­
entre Aracosia y la India. jes, particularmente entre las fronteras pe­
La distancia se media en parasan­ rimetrales y el corazón del Imperio (Hdt.
gas, cada una de las cuales era de 30 esta­ IX.3), aunque apenas sabernos nada de él.
dios (unos 6 km). Parece que el paso de
una a otra parasanga se marcaba con una OBSTÁCULOS NATURALES
columna, el equivalente persa a un miliario. En aquellos periodos en los que el In1­
De hecho, en Pasagarda se ha hallado un perio se mantenía a la defensiva (y no
marcador de este tipo. sí bien )'a de época se expandía territorialmente) la estra­
helenística. Según Heródoto estas calzadas tegia giraba en torno al empleo de las
contaban con postas (statlnnoi) dispuestas a defensas naturales. Así, toda vez que
intervalos de una jornada de marcha, aproxi­ una calzada pasaba a través de un obs­
madamente, y el camino en sí era muy seguro, táculo natural ­tal corno ocurría con
ya que nunca abandonaba territorio habitado el desfiladero del río Halls, o las Puer­
(Hdt 11.6; V.53; Vl.42). tas Cílicias­ se aprovechaba la ocasión
Estas escalas o postas estaban dispues­ para emplazar una fortificación que de­
tas a unas 7 u 8 parasangas las unas de las fendiera el paso. Estas fortificaciones
otras. [enofonte (An. 1.2.5­6) describe un tramo de la contaban con guarniciones pagadas directa­
calzada de 22 parasangas que contaba con tres escalas, por tanto mente por el rey (y no por el sátrapa), ante quien respondían di­
separadas unas S parasangas entre si. Un día de marcha se cal­ rectamente y a quien mantenían informado. Con ocasión de la
T DOBLE SIO.O DE PIATA acuñado en tomo a 101 años 365 y 352 a. C. en la áudad
feniáa de Sidón por · Abd' aítart (o Estratón) 1, rey de esa urbe. En el anver5o vemos OESPERTA FERRO j 11
una viita de costado de una GAL.EP.A DE GUERP.A FENICIA de la que se apreáan tanto
los remos como 101 remeros, en sus bancadas, la popa curva con sus iendos timones
de codaste y la proa dotada de ariete y decorada con un mascarón de proa, de carácter
má~co profiláctico. Se traía sin ningún genero de dudas de una expresión del poderío con su ejército e, inesperadamente, giró no en dirección a Ba­
na·(al de la mencionada áudad. En el reve110 se aprecia al propio REY PE~ SOBRE bilonia sino en dirección noreste "pues por él resultaría más
UN CARRO, conduádo por un auriga. La figura que vemos tras el carro encama, por su fácil obtener provisiones para su ejército, forraje para la caba­
parte, al rey de Sidón, Estratón 1, representado a una escala muy inferior a la del
llería, y porque además se trataba de una zona menos calu­
soberano persa, en señal de inferioridad y sometimiento. Ueva, además, en sus manos,
objetoi de poder como el cetro y un vaso votivo. Esta imagen no deja de ser paradójica. rosa" (Arr. Anab. 111.7.3). Es evidente que, a lo largo de la
en tanto sabemos que efectivamente Estratón estaba sometido al rey pena, como súbdito, invasión, los macedonios emplearon esta red de calzadas tanto
pero llegado el caso participó en la "Revuelta de los sátrapas" contra su rey (372­362 corno su enemigo.
a. C.). El fracaso final de esta empresa no le dejó otra salida que el suicidio. Ariobarzanes, el sátrapa de Ja región de Persia
(actual Pars), hizo lo imposible por forti­
ficar y defender las Puertas Persas,
que eran el último obstáculo na­
tural que separaba a los mace­
donios del corazón de Persia,
aunque sin éxito (A rr. A11ab.
111.18). En la frontera orien­
tal del Imperio, en Asia cen­
tral, no había obstáculos
naturales evidentes, lo que
permitía que los guerreros de
las estepas, montados y equipa­
dos con arcos y flechas, asolaran las
provincias orientales con impunidad. De
hecho, el propio Ciro el Grande se vio en di­
invasión macedónica, las Puertas Cilicias cayeron sin dificultad, ficultades al tratar de establecer una frontera estable en estas
pues su guarnición entró en pánico y abandonó sus puestos (Arr. regiones. Para elJo se vio obligado a erigir una línea de ciuda­
Anab. II.4.4). des, entre las que se encontraba Cirópolis (o Kurushkatha) ..
El siguiente obstáculo natural que frenaba el avance del
ejército macedónico era el río Éufrates. Tras la batalla de lssos, EXPERIENCIAS DE COMBATE
Darío "se dirigió a toda prisa a la ciudad de Tápsaco, en busca A medida que el Imperio persa crecía, el miedo que ello ge­
del río Éufrates, para que cuanto antes quedara el río sepa­ neraba contribuía a potenciar su capacidad militar. Heródoto
rando su ejército del de Alejandro" (Arr. Anab. Il.13.1 ). Lama­ (VI.113; VIl.210­11) destaca la bravura de la infantería persa,
yoría de los especialistas considera que la calzada real cruzaba incluso a pesar de que su equipamiento no estaba ni mucho
el Éufrates a la altura de Karkemish, pero las fuentes confirman menos a la altura del hoplita griego. Según este mismo autor
que el cruce más idóneo para pasar con un ejército era el que (VII.103), Jerjes creía que cada uno de sus lanceros persas era
estaba a la altura de Tápsaco. Casi setenta años antes el ejército equiparable a tres hoplitas griegos. Hasta aquí la evidencia
rebelde liderado por Ciro el Joven, que incluía a los célebres con que contamos acerca de la superioridad sicología persa.
Diez Mil (mercenarios griegos al servicio del mencionadc can­ Según narra Heródoto (VI.112), el momento en el que los ate­
didato al trono persa), cruzaron este río a la altura de Tápsaco nienses afrontaron por vez primera, en la batalla de Maratón,
(Ienofonte, An. 1.4. l l ) y, tras ello, avanzaron en dirección sur, a los medos y persas y sus estrafalarias vestimentas debió de
siguiendo el cauce del río Éufrates en dirección a Babilonia. Es suponer un gran choque psicológico "ya que, hasta aquel mo­
probable que Darlo creyera que Alejandro haría lo mismo, y mento, solo oír el nombre de los medos causaba pavor a los
eso explica por qué permaneció a la espera en Babilonia y se .
griegos. "
limitó a enviar al sátrapa Maceo al frente de un contingente de Igualmente, en Platea el comandante espartano Pausanias
•
únicamente 3000 hombres para espiar ­pero no oponerse­ al "sentía verdadero pavor de los persas" (lX.46). Crearnos o no a
cruce del río por Alejandro. pies juntillas el testimonio de Heródoto, lo cierto es que no sería
Adelantándose a su propio ejército, el general macedonio de extrañar que los griegos continentales temieran enfrentarse
Hefestión comenzó a levantar dos puentes sobre el Éufrates a un enemigo al que no habían visto nunca, y de quien sabían
que, salvo por su tramo final, estaban casi concluidos a la lle­ que había conquistado buena parte del inundo conocido en ape­
gada del ejército. Alejandro terminó sendos puentes, cruzó nas medio siglo.
12 1 OESPERTA FERRO
Este "miedo residual" a los persas dominó el subconsciente
colectivo de los griegos durante mucho tiempo, Jenofonte des­
cribe un combate terminado en tablas entre los espartanos
(junto con sus aliados) y los persas acontecido en el valle del río
Meandro en 397 a. C.; mientras que los lacedemonios y sus alia­
dos se preparaban, en silencio, para el combate, de los hoplitas
griegos procedentes de las islas y de las ciudades· de Asia Menor,
algunos "abandonaron sus armas en los trigales y huyeron ­efec­
tivarnente era ya alto el trigo en la llanura del Meandro­ y cuan­
tos quedaron daban pruebas claras de que no resistirían" (Jen.
Hell. IIl.2.17; trad. de Orlando Gutiñas Tuñón).
Con el ­cada vez más evidente­ debilitamiento del Imperio
durante el reinado de Artajerjes (reg. 405/4­359/8 a. C.), los per­
sas perdieron su reputación de grandes guerreros. En el capítulo
final de la Ciropedia (VIII.8) ­cscrito tras 367 a. C. pero antes
de la muerte de Artajerjes 11 Mnernón, en 358 a. C.­ Jenofonte
destaca el contraste entre el Imperio persa de su tiempo y aquel
que fundara en un principio Ciro el Grande.
CONCLUSIÓN
Artajerjes 11 trató de reconquistar Egipto hasta en dos ocasio­
nes, pero sin éxito. Este propósito solo se pudo lograr bajo el
reinado de Artajerjes 111 (359/8­338/7 a. C.), quien además
logró someter la denominada "Revuelta de los sátrapas", una
serie de alzamientos no coordinados que se produjeron en las
satrapías occidentales del Imperio a consecuencia de la orden
dictada por el rey de que todos los ejércitos de las satrapías de­
bían disolverse. Tanto para acometer uno corno otro objetivo,
el rey persa contó con la ayuda de su eunuco Bagoas, quien sin
embargo acabaría matándole tanto a él como a sus hijos, a ex­
cepción de uno, Artajerjes IV (rcg. 338/7­336 a. C.), quien
reinó por muy breve tiempo antes de ser asimismo ejecutado
por orden .de Bagoas, junto con sus propios hijos. Solo restaba
un heredero legítimo de Darlo II, llamado Codomano. Bagoas
le ofreció el trono a este último, con el nombre de Darío III
Codomano (reg. 336­330 a. C.) y, en agradecimiento, Codo­
mano indujo a Bagoas a que se bebiera la dosis de veneno que
acabó con su vida. Finalmente, la derrota de Codomano ante
Alejandro Magno marcó el definitivo final del Imperio persa
aqucménida.
Contra el tópico generalizado que leernos en las fuentes
griegas, Darío 111 era una persona de gran valentía. Pudo im­
ponerse corno candidato al trono "en atención a sus méritos pa­
sados'; cuando aceptó el reto y se batió en duelo singular con
MdlolalSdllllulo es d«lel en H'l#OrloÑlf\9llO y~
torun y Gdanll (Polonia), Miltt4 <.0n más de 70publiau;lon.adlntiffeas y~
sus froba}os "4 lpoc4gr.lt¡a y romana para Osprr:y Publiihlng, ha partieipado ,,. fl proyetto de i~
prra en /4 antigua Pénia del BrlUJh lnatitute of Pe(Sian Studles.
un cadusio de enorme tamaño, hecho acontecido en tiempos
del rey Artajerjes (véase "Alejandro y Darío, semblanzas con­
trastadas" en Desperta Ferro Antigua y Medieval 11. 0 27).
Por su parte, el ejército macedónico que invadió Asia llevaba
combatiendo, casi sin interrupción, desde los inicios del reinado
de Filipo 11 (véase Desperta Ferro Antigua y Medieval 11.º 21: Fi-
lipo JI de Macedonias. Y en la batalla, Alejandro confiaba y se
apoyaba en la gran experiencia de sus comandantes, a quienes
consultaba cuál debía ser el momento decisivo del ataque, en
cada caso. Darío, en cambio, carecía de un cuerpo de oficiales
de eficacia, y esta fue, con toda probabilidad, la causa principal
de su fracaso.
A Darlo se le puede acusar de subestimar la amenaza del
macedonio, al enviar contra él en un principio solo las fuerzas
del sátrapa (en Gránico), pero lo cierto es que apenas acababa
de acceder al trono, y quizá juzgó que su presencia en el centro
del Imperio era más importante que en la periferia. Y, aunque
la pérdida temprana de las Puertas Cilicias fue un terrible golpe,
ello no fue óbice para que fuera capaz, corno efectivamente lo
fue, de cortar la línea de suministro del ejército macedónico en
Issos, obligando así a Alejandro a plantar batalla. En este en­
frentamicnto, sin embargo, Dnrío perdió a sus mejores tropas,
lo que no hizo sino multiplicar exponencialmente sus proble­
mas. La batalla de Gaugamcla no fue, ni muchísimo menos, el
inevitable resultado de todo esto, pero sí es cierto que uno de
los elementos claves en la estrategia de Darío (véase el artículo
de este mismo autor en páginas siguientes de este mismo nú­
mero) consistía precisamente en hostigar la retaguardia de Ale­
jandro lo máximo posible.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Graf. D.F. (1994): ''The Persian Royal Road System" en H. Sancisi·Weerdenburg. A.
Kuhrt y M. Cool Root (eds.). AchaemenidHistory. VIII: Continuity and Cltange.
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Arc/1/Jologische Mitteilungen aus lran 20. pp. ID7­24S.
..,.Bibliografía completa en www.desperteferrn­edicinnes.cnm
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ntes de m batathí de lsses, Daríe babia ~id() la es­

trategia sugerida (Xlr M:emnón de Rodas, comandante
en jeft: de la flota de guerra y de las guarnicíone!s cos­
teras persas. Segutl Arriano (ll.Ll), Memnón tenía "la idea de
desviar la gu.érra a Macedonéa }' Grecla', pero más adelante cayó
enfermo )' murró durante el asedio de Mitílene, en Lesbos,
Arriano (11. 1 . .3) describe su maerte como "circuastaneia que en
estos momentos pe:r:judicó como ninguna atta la pnlítica del
rey''. Per~ el ;Jsedil? fue mantenido -y con gran éx.ito­ por Aiuo­
fradares r Farnábazo (hijo de Artáb~o. s.itnlp:l persa de la Frigia
HclespónH,a) a quienes Metnnón había cenñado el mando poco
antes de morir, decisión que debía ser confirtnada por Dario.
Mientras tanto, la situecióa militar empeoraba. AJejandro ya
había sobsepasado Ancyra {actual A.nbra), y Darte, al recibir la
noticia de la muerte de Mernnón, "dejando de lado cualquier
otro tipo de esperanza, se decidió a presentar batalla personal,
metite" (Curcio 111.2.1). La estrategia persa había cambiado.
Tras la rendicíón de ~1itiJene, Farnébaeo abandonó Lesbes
en diroecciún a Licia, a la cá.beza de los rnercenanes eootranje:ros.
Cíe lo (tt1e Jfar~"Cededucirse que l<t costa an¡tolia se hallaba aún
en mánoi; persas. Darío envió al S0hrinn de Memnén, por nem­
bre Tiraodes, hijo de Mentor. a quien el hi$toriador Curcio
(Jll.3.1) describe corno "joven lleno de vitalidad", para que to­
mara el mande de los mercenarios "en los cualé.s tel'fia deposi­
tada su mayor esperanza" }' los condujera tterra adentro.
'f.in1odes nav1:góha~'la Trípoli, en Penrda, y allí sé unió al ejí}rcito
que Dario. preparaba para enfeenearse con Alejaiidr.o en Gili€ia.
Ségiln Curcio {Tfl.J.9), en vísperas de la tam,pañ"'1 de lssos el
rey Dart() pudo concerararen Babilonia un eouungente d,e hasta
30 ()()() m~rceoa_rios griegos. Por otro lado, A rríane ( 11.8".6­) men­
oiena es;t misma cifra de mercenarios griegos ctt~do des:c1'i'be
les contingentes persas en la llatallade lssos, E.Uo nos lleva a pen­
sar que la lista de mercenaríos persas en Babilonia sea falsa, y
cerresponda solo al reflejo de los que participaró.o después en
la batalla. Lo nrás probable es que, efectivemenre, 3() ()O() mer­
cenarios gríegos fueran trasladadosper mar hasta Trípoli, donde
se unieron al resto dél tjéteito de Dílrro, justo aut~~ de la batalla
de Issos, Da:ri() transfirió la jefatura milit:,rr ­anreriormente en
manos de Memnén­ a Farn4bazo, quien partió inmedíatamente
HUIDA DE LA BATALLA
Ségún í\r:ríano (ll.13. l ), Dsrfo abandonó el campo de batalla
de I~ acompañado únicamente de un puñado de hombres.
Al día sigttiente ~ reunió con los supervivientes de su ejército.
entre los que se contaban unos 400(') mercenarios grreg()s.
Cruzó el l:ufrates y mnZÁ hacia el interit>r de Asia . Estos mer­
cenarios griegos son indudablemente loa mismos que acaudilló
Patrón de Fócida,g_meral que se mantuvo leal a Da.río ha$l>a su
muerte eñ Asia Central.
Arriano (11.13.2) añáde que Amintas (hijo de Antíoco), l'i­
rnodes (hijo de Mentor), ,'\ristóme{!es de Peras (en Tesalia) y
Biaaor el Acarniense, tod(')­s elles generales af servicio del rey
persa dur.1nt.e la batalla de Isses, huyeren a través de l;a,s mon­
tañas.al frente de un rontingente d~ 8000 hombres y alcant..atoa
Trípoli. en Fenicia. A ~'U llegada a esta ciudad fletar~ln tantas
naves como tuvieron necesidad (de entre aqueMas que trajeron
en un primer rnementol, y quemaren el resto pata evitar que
AlejaAdro les persiguiese con ellas. A continuación partieron
hacia Chipre {Arriano ll.13.3). En la batalla de l:.iSos. Curcio,
nos indica (Ul.9.2·3) que Timodes comandaba a los 30 000
mercenarios griegos dispuestas en el ala derecha, mientras que J
Aristomedes de Peras a los 20 000 peones "bárbaros" (i.e., per­
sas} del ala, opuesta. Pól:lemós suponer que Amintas )' Bianar
C<­lmandarra.n subunídades dentro de este contingente geneeal
1
1

para reunirse de nueve con A1.1t0íradates y la flota, de 30 000 men ..­:enarios griég.o.s. 1
­4 Efigie de personaje anónimo EGIPCIO ATA~ A LA MODA PERSA. Data del segundo ­y último­ periodo de dominación persa de Egipto (dinastía
XXXI, entre los años 342­332 a. C.). la prenda alargada con la que se envuelve la figura y que se pliega, a la altura del pecho, bajo una de sus vueltas, OESPERTA FERRO j 15
es típica del mundo persa. Cuenta, igualmente, cm un collar metálico de una sola pieza (torques) decorado, en este caso, con figuras de ibex. símbolo
de dinamismo y capacidad sexual en el mundo persa. Por otro lado, se cubre con una peluca característicamente egipcia. como egipcio es también el
estilo artístico empleado. Con toda probabilidad nos hallemos ante la efigie de un miembro de la corte o de la aristocracia egipcia que ha decidio re·
presentarse a si mismo a la manera persa, a modo de símbolo de lealtad a sus nuevos soberanos. Brooklyn Huseum.

Ahora bien, Curcio y Diodoro nos ofrecen testimonios li­
geramente diferentes. En el caso de Curcio (JII.11.18) los mer­
cenarios griegos que lucharon en esta batalla, habiéndose
separado del resto del ejército, pudieron escapar, dirigidos por
Amintas (hijo de Antíoco), aunque "de ninguna manera pare­
cían fugitivos': Diodoro (XVll.48.2­3), por su parte, refiere que
Amintas escapó del can1po de batalla junto con 4000 merce­
narios y que alcanzaron Trípoli antes que Alejan­
dro. Una vez allí, tomó cuantas naves necesitaba
para transportar a sus hombres y quemó el resto.
De ahí partió hacia Chipre, donde se reforzó con
nuevos contingentes de tropas y naves, y se trasladó
a Pelusio, en Egipto. La cifra de 4000 mercenarios
es también confirmada por el testimonio de Cur­
cio (IV.1.27).
AMINTAS, HIJO DE ANTÍOCO
Arnintas (hijo de Antíoco) era de origen mace­
donio. Aparece mencionado por vez primera en
sendas inscripciones (IG VIl.4250 y 4251) ha·
liadas en el santuario de Amphiarion (en Oro­
pos, entre Atenas y Beocia). En estas
inscripciones se le menciona junto a Amintas E
(hijo de Pérdicas), también macedonio, y ~
ambos ostentan el título de proxenia, es decir,
con derecho a representar los intereses de
Oropos en a la corte macedonia. Tras la batalla
de Queronea (338 a. C.), Filipo 11 dio la inde­
pendencia a Oropos, terminando con ello su
dependencia tradicional de Tesalia (por lo
misrno, tampoco había sido miembro indepen­
diente de la Liga Beocia). Oropos cayó más tarde
(335 a. C.) bajo control de Atenas, por mandato
de Alejandro. De modo que sus ciudadanos solo
pudieron haber contado con proxenai en el pe·
riodo comprendido entre los años 338 y 335 a. C.
En cuanto al segundo Arnintas, era hijo de Pérdicas, quien
había sido rey de Macedonia. A su muerte en combate, en 368
a. C., Filipo 11 se hizo con el trono, en un primer momento solo
de forma transicional, a modo de regente en lugar del príncipe
Arnintas, demasiado joven para gobernar. Pero a la muerte de
Filipo II, en 336 a. C., fue Alejandro quien se hizo con el trono
y trató de eliminar, o efectivamente eliminó, a todos sus po­
tenciales opositores, entre ellos su propio medio hermano Ca­
ranos, que pereció por orden suya (Iustino Xl.2.2). Este fue el
tiempo en el que, a decir de Plutarco (Moralia 327e) "toda Ma­
cedonia hervía de descontento, y tornaba la atención hacia
Arnintas y los hijos de Aérope" Amintas, hijo de Pérdicas, fue
ejecutado por Alejandro en la primavera de 335 a. C.
Aérope de Linccstis tuvo tres hijos: Erómenes, Arrabeo y
Alejandro el Lincéstida. Los dos primeros fueron
ejecutados al poco de la muerte de Filipo, al sos­
pecharse su posible vinculación en ese regicidio.
Al mismo tiempo, el hijo de Arrabeo, Neoptólemo,
huyó a Persia, y moriría años más tarde, durante una
salida en el asedio de Halicarnaso (Arriano 1.2. l O).
Alejandro el Lincéstida estaba igualmente en la lista
de sospechosos, pero le salvó el hecho de ser uno
de los primeros en reconocer a Alejandro como
rey. En un primer momento, Alejandro le trató
con respeto y se le confiaron mandos militares,
pero siempre receló de él y, en las primeras fases
de la campaña de Asia, fue arrestado y ejecutado.
Tras la coronación de Alejandro, Amintas
.5. (hijo de Antíoco) huyó a la corte del rey persa.
~
¿
Consigo llevaba, al parecer, una carta de Alejan­
­:::
dro el Lincéstida dirigida a Darío. Según
"-
G
Arriano (I.17.9) huyó de Macedonia "no porque
hubiera sufrido nada a manos de éste, sino por­
que ambos parecían no entenderse, lo que le
hacía temer algo desagradable de su parte".
Volvernos a oír de él más tarde, en Éfeso,
donde aparece evacuando la ciudad así como a su
guarnición de mercenarios ante la noticia de la de­
rrota persa en la batalladel Gránico. Tomó dos tri­
rremes efesios y, con ellos, probablemente zarpara
hacia el Oriente, junto con Timodcs, aunque esto
último no lo indican las fuentes.
LA DISPUTA DE CHIPRE
De modo que, en resumen, leemos en las fuentes que los 111en­
clonados personajes recalaron en Chipre. Arnintas (hijo de An­
tíoco) estaba al frente de un contingente de 4000 mercenarios
griegos, y los generales restantes de otros 4000 (por tanto 8000
en total). Pero, ¿qué aconteció entonces? No es descabellado
pensar que se produjera una deliberación entre los soldados, al

• Vaso ático de alabastro fabricado poco después de 480 a. C. en el que se aprecia la representación de un GUERRERO ETIOPE Al SERVIOO PERSA. Viste coraza de lino (linothorax)
y pantalones (anaxyrides), estos últimos característicos del mundo persa. Con la diestra blande un hacha doble (aquí no visible). Tras la conquista de Egipto por Iambises 11, el
territorio de la actual Etiopía (Kufa en antiguo persa) quedó bajo la influencia persa aunque, merced a la fracasada tentativa de conquista del país por este monarca, no llegó
nunca a ser una satrapía persa, conservando su autonomía a cambio de la entrega periódica de regalos (Hdt 111.97.2). Un contingente de etíopes (en persa, kuJiyá) participó de
la invasión de Grecia por jerjes, en 480 a C. (Hdt Vll.69). Su exótico aspecto, tanto por el color de su piel como por su atuendo, llamó enormemente la atención de los griegos,
de lo que es reflejo este vaso ático. De hecho, la palabra griega para referir a los etíopes era aithíopes, que se traduce como "con caras quemadas".
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V
Pese a los intentos persas de ganar

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aliados en Grecia. tan solo Esparta se
muestra dispuesta a emprender la guerra
contra Macedonia.

Paié de los mllrtllnarios gria!P)S que esta)IB

de lssos y 1'11!11'8Sª a GM!cia. dondé va a SBI'
reclutada por el rey de Esparta. Agis 111. en
m a r t\ii e d terráneo su lucha cnntra AírtJpatro.

.
Egtpto
d e
Cirene

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igual que había ocurrido tras la batalla de Cunaxa, en 40 l a. C., Así fue que todos clamaron que les guiara adonde le pare­
cuando los llamados Diez Mil se vieron faltos de un líder. Cur­ ciera conveniente. De modo que, según Curcio, pensó que este
cio nos ofrece una narración de lo acontecido entonces: era el momento oportuno para aprovechar que la tropa todavía
estaba animada por la esperanza, y les condujo hasta la desern­
[Amintas] pensando que en las presentes circunstancias bocadura del Nilo en Pelusio, haciéndose pasar por el legitimo
aquello a lo que cada uno se adelantara a echar mano lo gobernador de esa zona, conforme a las directrices de Darío.
podría tener corno poseído en perfecto derecho, hostil a
ambos reyes y en continuo titubeo de acuerdo con las Alv1INTAS EN EGIPTO
circunstancias cambiantes del momento, determinó di­ Curcio (IV.l.30­33) y Diodoro (XVIl.48.3­4) dan testimonio
rigirse a Egipto. Exhortó a sus soldados a esperar el éxito de lo que ocurrió a continuación. Incapaz de tornar la ciudad
de tan gran e1npresa y les hizo saber que Sábaces, sátrapa de Pelusio, Arnintas proclamó que había sido enviado por el
de Egipto, había caído en el can1po de batalla, que la rey Darío con autoridad sobre todo Egipto, en sustitución del
guarnición persa estaba sin caudillo y sin fuerza y que sátrapa anterior que había perecido en la reciente batalla de
los egipcios, que siempre se habían mostrado hostiles a Issos. Arriano (11.11.8) confirma que, efectivamente, el sá­
los sátrapas, les considerarían como aliados más bien que trapa de Egipto, Sabakes, había perecido en la mencionadn
corno encrnígos. La necesidad le obligaba a jugarse el batalla.
todo por el todo: en efecto, cuando la Fortuna ha echado A continuación Amintas embarcó a sus tropas y zarpó,
por tierra las prímeras esperanzas, el futuro se presenta aguas arriba, hasta Menfis. Ante esto, los egipcios acudieron
corno más halagüeño que el presente. (Curcio, l\'.I.27­ desde sus ciudades y aldeas y reunieron un poderoso ejército,
29; trad. de F. Pejenaute Rubio). con la esperanza de eliminar las guarniciones persas. Curcio

T1qris
Nisl~s
S l RIA Tápsaco
INTERIOR
<
- ••
••
Macedonia antes del ataque a Persia
tlp de Corinto
Conquistas hasta la batalla de lssos
Conquístas basta la caída de Egipto
ARPJ'\P... Satrapfasformadas por Alejandro
D Territorio persa 331 a. C.
4 7 Movimientos persas contra la
retaguardta de Alejandro
1
A t • Mercenarios griegos
Sátra~as y generales persas
conocidos con fuerzas bajo
su mando
(IV.7.1) confirma que los egipcios habían recibido con los bra­
zos abiertos a Amintas, "a pesar de tratarse de un desertor y de
que no venía más que con una autoridad efímera"
En Egipto, la máxima autoridad persa era Mázaces, de
quien no sabemos si fue una incorporación reciente (quizá por
orden de Darío), o bien era el lugarteniente de Sabakes. De
modo que, aunque efectivamente aterrorizados, los persas no
habían abandonado toda esperanza de mantenerse en Egipto.
Pero Amintas los derrotó en batalla, les forzó a tomar refugio
tras las murallas de la ciudad y, después de montar un campa­
mento, ordenó a sus propias tropas que devastaran el territorio
circundante y lo expoliaran. La propiedad del derrotado que­
daba a merced de cualquiera.
En este punto, las fuentes se contradicen. Según Curcio fue
Mázaces quien ­a pesar de ser consciente de que sus tropas es­
taban abatidas y desmoralizadas por la reciente derrota­ señaló
que el enemigo estaba disperso y en exceso confiado por su
victoria, y apremió a sus tropas para que hicieran salidas y re­
cuperaran sus posesiones perdidas. Según Díodoro, fueron los
propios egipcios quienes salieron de la ciudad y atacaron a los
mar Caspio
•••
o 100 zoo 300
Kiiómetros
lOS •ERIOS FRENTE A FRENTE
a. C.
ESTRATEGIAS CONFRONTADAS, 332·331
movimientos persas tras la batalla de lssos
(Para detalle del frente occidental véase mapa en pp. 42­43)
.,
1
.~
·'
hombres de Arnintas, que a la sazón se hallaban dispersos sa­
queando las aldeas y granjas del lugar.
Ambos autores coinciden, no obstante, en que tanto Amintas
como la totalidad de sus hombres perecieron entonces. Curcio
(lV.1.33) concluye que "de este modo Amíntas sufrió el castigo,
dando satisfacción a los dos reyes, tanto a aquel a cuya bandera
se había acogido como aquel a quien había abandonado". En
efecto, Amintas había tratado de coronarse a sí mismo rey inde­
pendiente, por lo que no podemos decir que su aventura forme
parte de la estrategia persa tras Issos. Ahora bien, es evidente
que contribuyó a que la defensa de Egipto fuera imposible, per­
mitiendo que Alejandro se hiciera con él sin apenas esfuerzo.
Alejandro dividió el gobierno de Egipto entre varias per­
sonas "por aconsejárselo así la propia naturaleza del lugar y su
fortificada posición, además de porque no le parecía seguro
poner en manos de una sola persona el dominio de todo
Egipto" (Arriano 111.5. 7). Este mismo historiador añade que, a
su juicio, Alejandro pudo haber quedado muy impresionado
por lo sucedido a Arnintas, una lección que Tolorneo igual­
mente supo aprender.
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18 l DrSPlRfA FERRO • •
, • 'l 11>' P.tlitve parietal cahdo en piedra de fa apadana (sala dl! ~) del ~ DE
1
i'WtPOUS. Ir.in. Muestra Uil loro combatiendo ron un lfón (~ perc~ sa.lro
por la za.rpa sobi't el lomo del toro). Se trata del símbolo de inttrprtra®n debatida:
• pa~e. el león representa al sol, qut en el mundQ perta time cará(ttr nmrufino
y a su vtJ. se asooa a la realeza (como sucedía con el sol '<¡lle decoraba la ti~nda
del rey Oario 111). Por su pa.rte, el toro representa la tierra (así como. ocasion;,,lmente,
• tambien la luna). Sín embargo. alternativamente se ha propuesto qut la dualidad
roro­ltón sea una fonna mttafiirica de aludir a la ludia entre el bien y el mal y
rt6'jo, por tanto, del duaf!lmo roroánrico. tal y como sostiene E. H. Küh.iel ~
último, h")' quien propone qut el motiw haya dt !tmt tfl dM astrol'IÓmÍa, en-
imflefld­0 '}lle el toro áluda a la coosl&ción de Tauro, y el leóll a L!O. Desde ftfa
~ es inttmante iiltftitir qut la comtelaóón ~ lto domina 1o$ rifio,;
ruando Tauro ~ bajo el horizonre, y ~ coin(iiflf!ldo con los tlflilloOO>
de verano (leo) e i~mo (fauro}. Esta ''.bata#a" entre el león y el taro dividlt a!i
el calendario agrkota. y no es im~ supontr que el motivo haga alu>ian a estt
combate perpetuo.
•••
1

...
LA FLOT1\ PERSA. EN EL EGEO
Según parece, únicamente una pequeña parte de los rnerccná­ La batalla de lsso~ tuvo lugar entre septíen1bre y octubre,
1
ríos se unieron a Amintas en su aventura egipcia. Las fuet)ti:~ de n1odo que c~t<lS hechos debieron de ocurrir en el año 333
1·
no nos dicen nada sobre el destino <le las trepas restantes que a. C., probablérnente 11n torn(} a octubre. En la secuencia de
quedaron en Chipre, bajo mando de Timodes (hijo de .\Jentor}, acorttecirníentos referida por Curcio hay, por tanto, un error,
Aristómcdas de Peras y Bianor el Acarniense, aunque es pro· pues efectivarnentc una parte de la flota persa alcanzó el He­
bable que zarparan de nuevo para reunirse con flota persa lesponto y Curcio (!V.1.36) nos dice qtte uno de los Aristóme­
•
[;1

que operaba en el Egeo, bajo el mando de Faruábazc. nes había sido nviado por Darío para recuperar la costa del
F.I mejor y más detallado testimonio de las acciones de la Helesponto. Pero una ílota de guerra macedonia, venida de
flota persa en el Egeo es el ofrecido por ;\ rriano (11 .13.4­6) y Grecia, derrotó a Arist6menes y hundió o capturó sus naves.
Curcio (IV.1.36­40). Parnábazo y Autofradares obtuvieron di­ Curcio nos dícc, no obstante, que estos hechos acontecieron
nero de los milesios e impusieron una guarnición en la ciu­ Kde forn1a sin1ultánea'' a la derrota de Ja contraofcn:;iva persa
dad de Quíos. Enviaron, entonces, parte de la Ilota en en ,\natolia, que eo rigor ocurrió casi un año má~ tarde. Sea
1
1 dirección a la isla de Cos y la cercana. Halicarnaso y zarparon c.01no fuere, su leslirnonio es de gran Yalor, pues ofrece el nom­ ~I
~·I• con cien naves hacia Andros y, de ahí, a Sifnos: bre del supren1<> Cl)1nandante de la flota persa: 1\ristórnenes. ...
S..: presentó ante ellos ..:1 rey espartano Agi~, .:011 una LA GUERRA EN CRE1'A
.­
sola trírrcmc, c11 solicitud de dinero para L1 gucrr.1, y .... La inscripción IC V ( l) 948, descubierta en la isla dt! Anticitera
pidiendo que le acompaúuran u su rcgrc.:so al Pclopo (antigua Aigilia) ­co11servada én la actualidad en el Mu~eo Ar­
ncso el mayor número posible lle tropas Jc a pie y queológico Nacion~ll de Atenas­ muestra una dedicatoria a
fuerza naval. Fue entonces cuando k·~ llegó la not ici.: ,\polo Aigilios:
de Ja d.:rrol.l llCUrl"ÍUJ ..:l) bSOS. r\tC1nori1,1/1ti, por C!i\,1'
' ­ •
not i..:i.1<, Fam.ibuzo par: iú hacia Quio­, ..:11n ík >ce tri rrc­ .\rhl(HnCih·~ hijn d..: 1\ri~1ó1n..:dc,, t • •

'• mes y 11111 quinicntus mercenarios extranjeros. n(.' Juera •• tc,;tlit> de Fa.is, (y) t
que lo, lk· Quin» >.:! sublevaran al tener notic:i.1' de la Nicún hijo de (:..:t'isqdoro, ati:n it:ll~•:.
...•
derrota persa. :\¿;i,, obtuvo treinta talcntox de pi.ita d<Y <lcdk.1ron (c~to) a ,\polo Aigilios.
Autofr.id.ucs, a 111.Ís de diez trirrcmcs. )' envió a l lipia~ •
a que los cntr..:gara a su hermano Agcsilao en Tcnaro. La isla de 1\nlicitcra se halla entre Citcni y Creta, de carnino
I' • L..: ordenó igual111cntc que anuncian! a Ag.:silao <pie al cabo T:&naro. No hay duda de que el Aristómenes n1cncio­
'
dcspué» de P•·rar su 'ut:ldo completo ,\ la rnarincr ia 11,1­ nado en la inscripción debe ser identificado co1no el •1ln1iraJ1te
Y..:~~.1r.l ,\ tt1dJ pris,\ hacia Creta r.1r,\ .l~l'gur;\r :llli J,¡ ,¡_ de ese non1bré 111encionado por Curcio, asi1nisn10 hijo del
tu.icién. l'l·n11:nit·.:i,'1. i~is alg­ún ti..:inpo allí cn l.rv i~I.:-,, Aristón1edes que capitaneó l.a infantería en el ala iiquierda de
1,• ' r al~1l<.Jll.Í~ t.ird..: se rCLIJll(\ con Auto(r,i.d,llc,.i. en l lali­ la batalla de lssos (\·énsc "La batalla de Issos" en Dc:spt·r1,1 f.;rro
(~trn.l,(l ( Arriano, t\11<1/i. ll. l } .. i­6; tr,1d ele A. (;uz111:1n Antigua y /\1edie1·al n. • 27). 1'odo apunta a que, con lá consoli­
Gucrr.i. 11\udific.id.1). dación del poder de Filipo 11 de ~1acedonia en Tc,.;al ia, a finales
T ESJtlA DE SEMMAWYJEFNAJQff,oficial egipcio cuya existencia conocemos merced a este testimonio e~grálico. Sematawytefnakht desarrolló una carrera de gran
éxito, en no poca medida favorecida por su falta de esoúpulos en la mudanza de sus fidelidades políticas. Asl comenzó sirviendo en el palacio del faraón, quizá en OESPERTA FERRO l 19
tiempos de Nectarebo 11 (mg. 360­342 a C.) o Ja~abash. (mg. 338 a 335 a C.) pero, ante la conqu~ta de su país por Artajerjes 111, (en 342 a C.) pasó a servir a
este, lo que hizo de él una suerte de colaboracionista al servicio del dominador extranjero. Como leemos en la mencionada estela, "pusiste [el dios Herisheij amor
a mi pei;ona en el corazón del rey de Asia ~rtajerjes llg, sus cortesanos me respetaban". Ahora bien, en tanto agente de los pe11as hubo de enfrenta11e a la
invasión de Alejandro Magno, a quien combatió, bien en lssos o en Gaugamela, pero en rualquier caso huyó vergonzosamente de la batalla, regresó a E~pto y tomó
los hábitos como sacerdote de la diosa Sejme~ paradójicamente diosa de la guerra Su vída es, por tanto, reflejo de las rápidas mudanzas políticas experimentadas
por su país en este corto periodo. Su estela, escrita en caracteres jeroglíficos, fue hallada en el templo de Is~ de Pompeya. aunque todo apunta a que en origen se
irguió en Heradeópolis Magna Probab!emente se tallara para ser el respaldo de una esama Musco Archeo!ogico Nazionale di Napo!i.

del verano de 344 a. C., esta familia fue desalojada de Feras,
sin duda como parte de su progra1na de "expulsión de los tira­
nos de las ciudades" (Diod. XVl.69.8).
En su discurso Sobre Halonesos, pronunciado
cipios de 342 a. C., Demóstenes (VIl.32) señala que Filipo
había arrebatado la independencia a Feras y había instalado
una guarnición en la ciudad. En otros puntos del mismo dis­
curso (VIll.59 y IX.12) sugiere que Filipo asaltó
las murallas de esta misma ciudad. Podemos, por
tanto, suponer, que la familia de Aristómedes ejer­
cía el poder en Feras con anterioridad a su con­
quista por Filipo en 344 a. C.
A la evidencia epigráfica se suma la arqueoló­
gica. La datación de los fragmentos de cerámica
del relleno de la torre circular de Palasarna, en el
extremo occidental de Creta, demuestra que esta
torre, así como las fortificaciones de Falasarna en
su conjunto, se erigieron entre 335 y 330 a. C. No
es descabellado pensar que la obra se financiara
con dinero persa pagado, bien directamente
ciudad o, más probablemente, a través del rey es­
partano Agis. En esta época, Anticitera pertenecía
a Falasarna y las fortificaciones de esta última
probablemente daten de este mismo periodo.
se posicionaron alternativamente con unos u otros, y así aco­
gieron guarniciones tanto espartanas como macedonias en la
isla según el momento.
quizá a prin­ La resistencia de los lacedemonios a la hegemonía mace­
donia llegaría a su fin con la batalla de Megalópolís, cuando el
regente de Alejandro en los Balcanes, Antípatro, aplastó por
completo a los espartanos; pero esta batalla no se pro­
ducirá hasta finales de 331 a. C. o
principios del 330 a. C.
LA CONTRAOFENSIVA
PERSA EN ANATOLIA
Curcio (IV.1.34) indica que "Los ge­
nerales de Darlo que habían sobrevi­
vido a la batalla de Issos, con todas
las tropas que les habían seguido en
su huida, después de alistar incluso a
la juventud de Capadocia y Paflago­
nía, intentaban recuperar la Lidia".
a la Esto ha llevado a los especialistas
a proponer que esta contraofensiva
fuera dirigida por Nabarzanes, que
fue asimismo uno de los generales en
el ala derecha de Issos. Después de la
~
V

Las recientes excavaciones arqueológicas prac­ ~ batalla se dirigió hacia el norte, en

ticadas un poco más al este, y aún pendientes de ]
publicación, confirman que la ciudad de Aptera fue
asediada en torno a este periodo, aunque la cviden­
cia no permite datar con precisión el momento.
Arriano no nos dice nada más acerca de las
operaciones del contingente persa­lacedemo­
nio pero, según Diodoro:
Pues bien, en Europa, mientras tanto, Agís, el rey de los
lacedemonios, alistó corno mercenarios a unos ocho mil
que habían escapado sanos y salvos de Ja batalla de Issos,
y se dedicó a promover revueltas en favor de Darío. I­Ia­
biendo recibido de éste.además naves y abundante di­
nero, se hizo a la mar en dirección a Creta, donde
sometió a la mayor parte de las ciudades, forzándolas a
adherirse al bando persa (Diod. XVIl.48.1­2;
Guzmán Guerra, con modificaciones).
El éxito de la campaña de los espartanos contra Creta lo
confirma Curcio (IV.1.40), quien nos indica que los cretenses
- dirección a Capadocia, junto con su
l:
ci!
~
caballería, y movilizó a la población
~ local. Esto es a lo que Diodoro
~ (XVll.48.6) se refiere cuando expresa
que "otros se atraían a su bando a .
otras gentes, reuniendo en torno a sí
tropas con las que subvenían a las ne­
cesidades de acuerdo con las circuns­
tancias" (es decir, tras la batalla de Issos).
Pierre Briant ha propuesto, por su parte, que los objetivos de
esta contraofensiva persa no eran tanto el conducir a la guerra a
Grecia sino ganar tiempo para que Darío levantara un nuevo
ejército. El rey persa habría estado en contacto constante con sus
generales destinados en Anatolia, merced a la calzada real que
comunicaba Capadocia y Susa, tal y corno sugiere Briant.
trad. A. Alejandro había encomendado el mando militar en todas las
satrapías de Anatolia a Antígeno Monóftalmos ("el Tuerto") y, a
juzgar por la escasa información ofrecida por las fuentes, debió
de hacer frente a todo tipo de problemas en la defensa de estos
territorios. Así, por ejemplo, según Curcio (IV.1.35), Antígono y
20 1 OESPERTA FERRO
sus generales subordinados se enfrentaron en "tres combates, en­
tablados en lugares distintos" antes de poder considerar la ame­
naza debelada. Este mismo autor (IV.5.13) indica que, en el
momento del avance de Alejandro sobre Gaza (en torno a agosto­
septiembre de 332 a. C.), sus principales generales lanzaron ofen­
sivas en varias direcciones. Así, el general Calas en Paflagonia,
Antígono en Licaonia y Balacro quien consiguió derrotar a Hi­
darnes (el general persa que previamente había logrado recon­
quistar Mileto). Probablemente sean estas las "tres combates,
entablados en lugares distintos" mencionadas por Curcio.
Calas había servido como general de la caballería tesalia en
la batalla del Gránico, pero después de eso fue nombrado sá­
trapa de la Frigia Helespóntica, que limita con Paflagonia
(Arriano, Anab. I.l 3.3). Dado que los persas habían sido capa­
ces de reclutar a los jóvenes paflagonios, es posible que preci­
sarnente fuera para someterlos para lo que Calas invadió esta
región. No está del todo claro si el Balacro que reconquistó Mi­
leto es el mismo que fue nombrado sátrapa de Cilicia al día si­
guiente de la batalla de lssos (Arr. Anab. 11.12.2).
Fue probablemente durante esta contraofensiva cuando
Nearco el Cretense tomó la ciudad de Tehneso (en Licia). Ale­
jandro había confiado la satrapía de Licia a Nearco, así como
el territorio adyacente hasta las faldas de los montes Tauros
(Arr. Anab. 111.6.6). El suceso que aconteció entonces es na­
rrado por Polieno:
El cretense Nearco ocupó Telmeso, en poder de Antipá­
trides. Nearco navegó hacia el puerto. Y cuando Antipá­
trides, antiguo amigo suyo, bajó de la ciudadela a su
encuentro y conversaban sobre lo que deseaban, el cre­
tense le dijo que deseaba dejar junto a él mujeres y es­
clavos encadenados. Antipátrides se lo permitió, y los
esclavos encadenados transportaban los enseres de las
mujeres que eran cantantes. Y en los estuches de las flau­
tas había puñales desenvainados y en las cestas escudos.
Y cuando estuvieron dentro de la ciudadela, los que con­
ducían a las mujeres y esclavos, sacando los puñales, ocu­
paron la ciudadela, y Nearco se apoderó de Telmeso.
(Polieno V.35; J. Vela Tejada y F. Martín García).
Este incidente se data entre los años 333­330 a. C., con­
forme al hecho de que Antipátrides es un "antiguo amigo" de
Nearco, lo que sugiere una fecha de nacimiento de en torno a
NkhohuStlantdoadodorenHistoriaAntiguay.Atqulologla.P1qfmordllas~d1Qr/onl.Milnthlstel;
Totun y Gdansk (PolimiaJ. CflSnla con m •70 publlcadono
u tmbajos de lpoca grlcga y ftJmalJll""*~
guma en lo.antigua Persia dtl British líiilO'uflo/Persllm Studtes.
360 a. C. De modo que Antipátrides es un macedonio "rene­
gado': lo que parece confirmado por dos pasajes de la Moralia
de Plutarco (180fy 760c), según los cuales Antipátrides llevó
a un banquete a una tañedora de lira de extraordinaria belleza
de la que Alejandro se prendó de inmediato. Este preguntó a
Antipátrides si la amaba, a lo que respondió que sí, provocando
que Alejandro se enfureciera y le expulsara con insultos. En el
segundo de estos pasajes Antipátrides es definido como com­
pañero (hetairoi).
Aunque la contraofensiva de Anatolia no tuvo el efecto de­
seado, para la posterior batalla de Gaugamela Darío fue capaz
de emplear contingentes de Frigia y Cataonia (Curt. IV.12.11).
De modo que, según parece, Darío trató de resucitar, al menos
en parte, la estrategia de Memnón de Rodas, consistente en lle­
var la guerra a Grecia y Macedonia, o al menos ganar tiempo
para reclutar y entrenar un nuevo ejército. A decir verdad, no
tenía ninguna otra alternativa, al haber perdido a la práctica
totalidad de sus mercenarios, en quienes depositaba la mayor
confianza, que habían huido de vuelta a occidente. Todos estos
esfuerzos condujeron a la batalla de Megalópolis, que no logró
salvar ni a Persia ni a Esparta.
* La investigación que ha dado lugar a este artículo ha sido
financiada con una beca del Estado de Polonia, concedida
por el Centro Nacional de Investigación, titulada "Ancient
Greek Fortifications at Phalasarna on Crete" (UM0­
20 l l /O l //B/HS3/0593 l ).
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Briant. P. (1973): Afltigofle le Borgfle: les débuts de sa csrtiére et les
problémes de l'Assemblée macédoF1ieF1ne. Paris: Belles Lettres.
Burn. A. R. {1952): "Notes an Alexander's Campaigns 332­330 BC l. The
Persian Counter­Offensive 333­2". Jourflal of Helleflic Studies 72. pp.
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Hadjidaki. E. (2000): "Hellenistic Ceramics from Phalasarna Found from
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Sekunda. N. (2004­2009): "lhe Date and Circumstances uf the
Construction of the Fartificatians at Phalasarna". HllPllX 17­21. pp.
595­600.
.,.Bibliografia completa en www.despertaferro­ediciones.com
d..,.,,~ativa.t Bspddal.mllllkpo¡$1llrpor
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 • •
22 1 OESPEP.IA FERRO

1 1
as

por Waldemar Heckel - Centre for Military and Strategic Studies

CUALQUIER INTERESADO EN LAS CANIPAÑAS DE ALEJANDRO

CONOCE DE SOBRA LA EXISTENCIA DE LA CABALLERÍA DE ÉLI1'E
MACEDONIA, LOS "coMPAÑEH.os" ­HET'AIROI­ QUE
CAH.Gi\BAN CONTRA LAS FILAS DE LA INFAN1'ERÍA
PERSA, ASÍ COMO LAS FALANGES O
"corv1PAÑEROS DE t\ PIE" ­PEZHETAIROI­
QUE EIUZABAN LAS PICAS DE SUS PIZIMERAS
CINCO FILAS FRENTE AL ENEMIGO. EN'l'RE
UNOS Y OTROS, EN'T'IZE LA ARIS'l'OCIZÁ1'ICA
CABALLEIUA Y LA INFANTERÍA DE LEVA
TERRITORIAL, UNA FUERZA DE ÉLl1'E DE
3000 HIPASPIS'fAS HACÍA LAS VECES DE
BISAGRA Y SERVÍA, AL TIEMPO, DE EJEMPLO
DE CORAJE Y EFIC1­\CIA EN EL C0Iv1BA'T'E.

~ n Ja polvorienta llanura del norte de Mesopotarnia co­

menzó, un 1 de octubre de 331 a. C., la decisiva batalla
­ de Gaugamela. La caballería persa atacó el flanco griego
para tratar de envolver al ejército enemigo, mucho menor en
tamaño. Simultáneamente, los persas lanzaron un contingente
de 100 carros falcados con los que se pretendía entorpecer el
contraataque macedonio. Pero el ardid fracasó, corno también
·-­¡:~ lo había hecho años antes, frente a los mercenarios griegos,
en Cunaxa (401 a. C.). Los arqueros y jabalineros de Alejandro
abrieron pasillos para el paso de los carros, abatieron a sus au­
rigas y entregaron lo que quedaba de ellos a los hipaspistas,
que actuaban aquí corno hamippoi (infantería mezclada con
la caballería). En su flanco izquierdo formaba una unidad or­
<linaria de hipaspistas, una fucrz..a de 3000 hombres armada a la
manera de hoplitas tradicionales que actuaba corno bisagra entre
la caballería y la falange macedónica armada con sarisas (sarissai). La
unión de ambas fuerzas generaba una suerte de martillo que presio­
naba a las tropas persas contra el yunque de los pezhetairoi(véase "La
caballería macedonia" en Despena Ferro Antigua y Medievai 11. 0 21 y
"El martillo de los Diadocos" y "Reconstruyendo al pezhetairos" en
Despena Ferro Antigua y Medicvat n.0 8).
 DESPERTA FERRO 23

De modo que, además de Jos 9000 peznetairoi, Alejandro con­
taba con 3000 tropas de infantería de élite conocidos como hypas-
pistai o "portadores de escudo" (en castellano: hipaspístas). A
diferencia de las levas territoriales, los hipaspístas eran elegidos
conforme a sus cualidades físicas y su coraje. Durante los prime­
ros años del reinado de Filipo 11, se les conocía como pezhetairoi
(o "compañeros de a pie"). Así, por ejemplo, leernos en la Filípica,
del historiador coetáneo Teopompo (ca. 380­323 a. C.), definirlos
como sigue: "Jos hombres más altos y vigorosos, escogidos entre
todos los macedonios, actuaban a la manera de guardias [literal­
mente 'portadores de lanza'] del rey, y se les llamaba peznetairoi".
En tiempos de Alejandro, sin embargo, la unidad se había
ampliado en miembros al tiempo que permutó su nombre por el
de hipaspistas o, más concretamente, "los hipaspistas de los com­
pañeros': a la vez que la palabra pezñetairoi vino a designar a los
soldados ordinarios de las falanges macedonias.
Estos hipaspistas quedaron bajo la dirección de Nicanor, el
hijo del célebre general Parrnenión, hasta su muerte en 330 a. C.
Con el tiempo parece que evolucionaron en Jos denominados ar­
gíráspidas (o "escudos de plata"), probablemente durante la cam­
paña de la India, en torno a 326 a. C.
FUNCIÓN Y ARMAMENTO
Los hipaspistas cumplían una variada ga1na de funciones a modo
de tropas de actuación rápida o de emergencia. Se armaban con
el escudo hoplita redondo (aspis), de en torno a un metro de diá­
metro (o dos codos) y una lanza de tamaño medio, que contras­
taba con la larguísima lanza de los falangitas o sarissa que, en
tiempos de Alejandro medía hasta 12 codos (unos 6 m). La arma­
dura defensiva incluía el casco de tipo frigio (que podernos ver en
los relieves del llamado Sarcófago de Alejandro, hallado en Sidón),
el ligero pero eficaz linothorax y, ocasionalmente, grebas. En ba­
talla campal, caso del Gránico, Issos o Gaugamela, los hipaspístas
servían, como ya se ha dicho, de bisagra entre la infantería y la ca­
ballería. Formaban, además, en las líneas delanteras durante los
asedios a ciudades y fortificaciones y se los empleaba también para
acometer misiones especiales que requerían rapidez y flexibilidad.
Por ejemplo, durante los asedios de Halicarnaso (334 a. C.) y Tiro
(332 a. C.) fueron protagonistas, y en el segundo caso fueron las
primeras tropas que entraron en la ciudad.
Naturalmente, los riesgos eran proporcionales a su valor en
combate, y vemos que en cada uno solía caer uno de sus coman­
dantes: de este modo, en el asedio de Tiro tenernos a Admeto, co­
mandante célebre por su fuerza quien, tras combatir con bravura
junto a Alejandro, sucumbió a un golpe de hacha.
En acciones emprendidas en la montaña es probable que pres­
cindieran de las grebas y, en el caso de perseguir al enemigo, pro­
bablemente también del casco. Quizá en estos casos lucharan con
la cabeza descubierta o cubierta únicamente por el característico
gorro macedónico (kausia). En una ocasión Alejandro saltó de su
caballo y rozó la cabeza de Lisírnaco ­que a la sazón actuaba como
hípaspísta­ con la punta de su lanza, provocando que este san­
grara profusamente. Para tapar la herida Alejandro le ciñe la dia­
dema a modo de venda, lo que se interpretó corno signo profético
de la corona que Lisímaco realmente ceñiría años más tarde,
cuando fuera él mismo rey. Aunque es probable que el episodio
sea del todo falso, Jos detalles de la vestimenta y la ausencia de
casco son probablemente correctos. A pesar de la falta de testi­
monios explícitos, es también probable que, particularmente en
el caso de los territorios más cálidos, los hipaspistas vistieran la
coraza de lino que protegía exclusivamente la parte frontal del
cuerpo: el hemithorakion. El escritor Polieno señala que este gé­
nero de coraza disuadía a los hombres de la huida, al no querer
ofrecer la espalda desprotegida al enemigo. Este no era desde luego
el caso de los hípaspistas, cuya bravura era legendaria, pero sí es
verdad que el hemithorakion les habría dado una mayor movilidad
y minimizado el agotamiento.
CORPORIS CUSTODES
En batalla, los hípaspistas ­o, al menos una parte de ellos (una
age1na)- servían como guardia personal del rey y cumplían fun­
ciones policiales. En octubre de 330 a. C., en la ciudad de Phrada
(actual Farah, en el oeste de Afganistán), el líder hipaspísta Atarrias
encaminó a 300 hombres (sin duda todos ellos hipaspistas corno
él mismo) para arrestar al comandante de la caballería, Pilotas, de
quien se sospechaba su implicación en un complot para asesinar
al rey. Igualmente, en 324 a. C. en Opis (en el cauce del Tigris), los
hipaspistas recibieron la orden de aprehender a un grupo de amo­
tinados, unos trece hombres que habían osado expresar en público
su rechazo a la incorporación de tropas de origen persa en el ejér­
cito. El historiador romano Quinto Curcio Rufo define a las tropas
que realizaron las detenciones de los amotinados precisamente con
los términos corporis custodes, que se traduce como "guardaespal­
das" Se trata, con toda seguridad, de hipaspistas. Atarrias y otro

.... HIPASPISTA MACEDONIO DE TIEHP<li DE Alfy.HDRO HAGNO. Viste una coraza de lino prensado (linothorai) dotada de una prolongación en fonna de tiras dispuestas en paralelo que
protegen la cadera (pteroge~.En 0G1Siones se empleaban corazas que solo cubrían la mitad delantera del cuerpo. llamadas hemithorakes. Del hombro derecho y, a modo de bandolera,
suspende una vaina de espada recta y corta (xipho~ característica del periodo. Del hombro contrario pende, por medio de una soga, un hatillo en el que se aprecia una clámide
enrollada y el característico sombrero macedonio (kausia) empleado en la actualidad en Afganistán, por herencia alejandrina. De la misma pende también el escudo que vemos a su
espalda, redondo y de unos 90­11 O cm de diámeno, característico del combate hoplitico. Nótese el anti/abe o correa que recorre el interior del escudo y pennite asirlo. Este tipo de
escudo corresponde a la palabra griega aspis y no ­<orno ocasionalmente se lee en algunos textos poco rigurosos­ de hoplon, palabra genérica para "arma", de donde panhoplon
o panoplia ("todas las armas", es decir, un equipo completo). Su arma principal, en este caso, es una lanza griega ordinaria (do?) de unos dos metros o algo más de longitud, dotada
de moharra de hierro (inspirada en ejemplares hallados en Vergina) y regatón de bronce en fonna piramidal. Este regatón recibía el nombre de sauroter. que se traduce como "matador
de lagartos". Completa su panoplia con un casco de bronce de tipo fri~o. dotado de carrilleras decoradas a modo de una barba y plumas.
 -<>-••··-···------

.. Oeralle de uno de los relievts laterales del ctlebre SAPlÓfAGO DE Al.EJAHDN> KAG*>, así lamado no por haber contenido los restos del ~ macedonio ~no por aparecer su figura
rtpresentada en el mismo. Aunque se trata de un tema debatido, es pos~ que el sarcófago perteneciera en origen a Abdalónimo, ~ de 5idón ruyo trono debía prtcisamente al
propio Alejandro, en unto prnona de confianza suya. En el detalle que aquí vemos se aprecia una escena de combate entre un soldado macedó.nico y un pena, y no es desabellado
pensar que en el c;no del primero se trate, adtmis, de un soldado de tipo hipaspista, y por Qllto de élite. Se kmdamenta esta hipótesis en el hecho de que la figura no • la
caracttristica pica (.lllÍ!sa) propia de los fa1angitas ~:zhetairoi~ ni tampOCO el pequeño escudo propio de ese ~rpo de tropa. En su lugar blande e:s¡iada y se defiende con un gran
escudo de tipo !io¡*tico, el caracttristico aspis. mayor a aquel empleado por los falangitas. Nótese ~ las grebas que luce.

comandante de hipaspistas, por nombre Amintas, fueron emplea­
dos por Alejandro para incitar a la asamblea del ejército en contra
de Filotas y de un segundo aristócrata, Alejandro el Lincéstída,
ambos acusados de alta traición. Curcio Rufo señala que con toda
probabilidad actuaban siguiendo las órdenes de Alejandro, Como
guardia personal del rey, se asemejaban a lo que luego será la Guar­
dia Pretoriana en el Imperio romano, salvo en lo tocante a su fide­
lidad al rey, que en este caso era intachable. 1\ finales del verano de
328 a. C. impidieron el suicidio de Alejandro tras el triste episodio
del banquete de Maracanda (actual Samarcanda, en Uzbekistán)
cuando, ebrio y colérico, atravesó a su amigo Clito el Negro con
una lanza; arma que, por cierto, había arrebatado precisamente de
las ruanos de un hipaspista.
ORG1\.NIZACIÓN
Los hipaspistas se dividían en tres unidades de rnil hombres (más
exactamente 1028) conocidas como quiliarquías (clúliarchiai), que
a su vez se dividían en pentakosiarchiai (grupos de 512 hombres),
quizá divididos a su vez en dos Iochoi. Sus comandantes, al igual
que la propia tropa, eran seleccionados conforme a sus méritos, y
Curcio nos ofrece los nombres de nueve de ellos que fueron selec­
cionados en una competición de valor celebrada en Sitacene, en
las proximidades de Babilonia, en 331 a. C. De estos, tres fueron
elegidos quiliarcos, mientras que el resto ­seguramente todos ellos
hipaspistas ya desde antes de Ja prueba­ probablemente recibirían
el cargo de pentacosiarcas, Efectivamente, una unidad de 3000
hombres requeriría de tres quiliarcos y seis pentacosíarcas, Sobre
todos ellos tenía autoridad el jefe supren10 de los hipaspistas, o ar­
chihypospistcs, que debía ser de origen nobiliario y elegido perso­
nalmente por Alejandro. Entre 334 y 330 a. C. el título fue
ostentado por Nicanor, hijo de Parmenión: tras este, por Neoptó­
lemo, pariente de Alejandro por vía materna. Durante los primeros
años de la campaña, los hípaspistas estaban siempre bajo el control
directo del rey, y raro era el caso en que Alejandro actuaba sin el
apoyo militar de estos hipaspistas. Cuando se produjo la campaña
en la región de Swat (en el oriente de Afganistán), el rey confió
temporalmente una porción de la unidad a Leonato y Tolomeo.
1\RGIRÁSPIDAS
La transformación de los hipaspistas ("portadores de escudo") en
argiráspídas ("escudos de plata") parece haber acaecido en la India
y en torno a 326 a. C., poco después de la batalla contra el rey
Poros en el río Hidaspes (actual Ihelum). Los nuevos equlpamien­
tos militares, que habrían incluido los característicos escudos que
dieron nombre a la unidad, llegaron cuando Alejandro regresó al
Hípaspes, es decir, después de que su ejército se negara a avanzar
más allá del río Hífasis (hoy río Beas, en Pakistán).
Fueron fundamentalmente dos los problemas que saltaron a
la palestra en aquella coyuntura, a orillas del río Hífasis. Alejandro
tenía la intención de continuar el avance hacia el Gangcs, contra
el reino que poco después gobernaría el célebre Chandragupta [N.
del E.: fundador del Imperio maurya, primer unificador de la
India], conocido por los griegos como Sandrokotos o Sandrácoto.
El primero de aquellos problemas era el agotamiento: los mace­
donios estaban ya en el noveno afio de la guerra, habiendo mar­
chado desde el mar Egeo hasta los cinco ríos que dan nombre al
Punjab [N. del E.: Punjab proviene del persa panch áb, "cinco
aguas'; en alusión a los cinco ríos que lo surcan]. El segundo pro­
blcrna era que su equipamiento y armaduras se estaban pu­
driendo, literalmente, en el ambiente húmedo y monzónico de Ja
zona. Esto último solo pudo remediarse cuando el tesorero de Ale­
jandro, Hárpalo ­por lo demás irremediable disoluto­ envió nue­
vos equipos desde el corazón del Imperio hasta la India. Era la
ocasión perfecta para insuflar ánimos renovados a la tropa y para
recompensar a los veteranos.
Las fuentes no se ponen de acuerdo en cuanto a lo que ocurrió
a continuación: lustino, epitomista de una obra anterior escrita por
un galo romanizado llamado Pompeyo Trogo, nos dice que el ejér­
cito al completo recibió nuevas armas adornadas con plata, reci­
biendo así los nombres de argyraspides. Pero, sabemos por otras
fuentes que bajo este nombre formaban únicamente 3000 hombres,
además, el apelativo habría sido innecesario de haberse equipado
todo el ejército de forma similar. De modo que todo ello nos lleva
a pensar que lo más probable es que aquellos que ahora se llamaban
argiráspidas no sean sino Jos antiguos hipaspistas, bajo distinto
nombre. De hecho, sabemos que algunos de estos argiráspidas al­
canzaban los sesenta o incluso setenta años de edad y estaban or­
gullosos de haber servido previamente bajo el rey Filipo. ta
transformación de los hipaspistas en argiráspidas se puede enten­
der corno una forma de reconocimiento de su servicio, quid! por­
que se entendía que pronto fueran licenciados. Efectivamente,
cuando Crátero abandonó la India, en 325 a. C., y regresó a Car­
manía siguiendo el paso de Bolán (entre Pakistán y Afganistán),
tornó consigo a Antígenes [N. del E.: uno de los comandantes de
los argiráspidas] y, con toda probabilidad, también ;1 (os hombres
de este. Sabernos que Antígcnes fue uno de los vencedores de la
competición de valor de Sitacene, al quedar en segundo lugar solo
detrás de Atarrias, Por cierto, que no sabernos por qué la unidad
no quedó bajo ruando de Atarrias a pesar de quedar el primero en
la mencionada competición. Podernos especular con que Antíge­
nes quizá diera mejores muestras de valor en los años que siguieron
a 331 a. C. v• fuera, en consecuencia, nombrado comandante de los
argiráspidas por el propio Alejandro. O bien, quizá concurrieran
razonamientos de otra índole, más personal, en el arrinconamiento

----·-·--··---
6
Q·
de .Atan>ias. Sabernos que este último había perdido la confianza
de Alejandro, quizá a causa de sus problemas financieros (pues
tenía numerosas deudas) o por su relación con una mujer de mala
reputación llamada Telesípa.
Tras la transformación de los primeros en argiráspidas, Ale­
jandro creó una nueva unidad de hipaspístas, que le acompañó
en la marcha a través del desierto de Gedrosia. Cuando Pérdicas
heredó el ejército real, en 323 a. C., tenía consigo a estos hipaspis­
tas. Los argiráspidas, por el contrario, acudieron a Cilicia dirigidos
por Crátero. Los nuevos hipaspístas, formados en la India, reem­
plazaban a los veteranos.
HYPASPISTAI BASILIKOI
Antes de adentrarnos en los años finales de la historia de esta
unidad, conviene que nos detengamos a analizar brevemente el
fenómeno de los hipaspistas reales o hypaspistai basilikoi, cuya
función y equipamiento es idéntico al resto de hipaspístas, pero
que provenían de una clase social diferente. Además de las tropas
ordinarias empleadas por el rey, documentamos unos grupos de
élite designados bajo el apelativo de "reales" (basilikos), y que
hallamos tanto entre la caballería corno la infantería. Su come­
tido era luchar en cercanía física con el rey, y su origen es exclu­
sivamente nobiliario, procedentes de la aristocracia macedonia.
En el caso de la infantería, su distinción era muy evidente.
Los hypaspistai basilikoi eran jóvenes aristócratas cuya unidad
militar recibía a menudo el nombre de somatophylakes ("guar·
daespaldas") o somatophylakes basilikoi ("guardias reales"), ha­
ciendo hincapié en su función como protectores de la persona
real. Los miembros de esta unidad rondarían los 19 años de edad
o algo más. Entre las edades de 11y18 años habrían participado
seguramente a modo de paides basilikoi o, en latín, pueri regii
C'níños reales" o "pajes"), tiempo durante el cual habrían servido
montados, lo que les permitiría desarrollar las cualidades de
equitación necesarias para convertirse en buenos oficiales, tanto
sí fueran de infantería como de caballería. Estos retoños de la
aristocracia macedonia crecían en el propio palacio real, en Pella,
donde eran educados con los hijos del propio rey, a quien servían
de un modo que, a decir del historiador Curcio, "no era muy di­
ferente al de un esclavo" Al igual que ocurría con los hijos de los
nobles persas educados en la corte aqueménida, aprendían, en
palabras de Ienofonte, "a gobernar y a ser gobernados"
Tras esta educación, a modo de pajes, se convertían en so1na-
tophylnkes basilikoi ("guardias reales"), también conocidos corno
hypaspistai basilikoi ("hipaspistas reales" o "portadores de escudo
reales"). Así es que combatían siempre bajo Ja mirada del propio
rey, y junto a este, tanto a modo de peones corno de jinetes (ha­
rnippoi) cuando el rey así lo hacía. Su coraje y eficacia en combate
eran recompensados con la promoción a distintos puestos de res­
ponsabilidad dentro del ejército, si bien tampoco faltaron los
casos de quienes murieron sirviendo a su rey. Un joven dotado
26 1 OESPEP.TA FERRO

de gran coraje llamado Pausanias sufrió innumerables heridas
mientras defendía a Filipo 11, demostrando su valía no solo a ojos
del rey sino a los de otro hipaspista real que previamente le había
calumniado, Era su origen social lo que distinguía a los soma-
tophylakes basilikoi del resto de hipaspistas, reclutados de entre
la masa de ciudadanos. No obstante, tanto unos como otros com­
partían la capacidad para ascender en el escalafón conforme a
sus méritos, si bien en espacios diferentes del ejército. Así, los hi­
paspístas ordinarios podían avanzar en el escalafón pero perma­
necían en la misma unidad. Algunos de los mejores comandantes
de Alejandro, como Atalo el hijo de Andrórnenes, Pérdicas y Le­
onato, sirvieron con10 hipaspistas reales en los últiinos años del
reinado de Filipo JI, y con toda probabilidad lo mismo sería el
caso entre el resto de comandantes de esta unidad.
ÚLTIMOS AÑOS
El origen de los argiráspidas supuso, tradicionalmente, un enco­
nado debate entre los especialistas, pero hoy en día hay consenso
en que se trata de los mismos hipaspistas de los años precedentes,
que en 326 a. C. fueron rebautizados y recibieron esta nueva de­
nominación. Su licenciruniento se llevó a cabo de forma progresiva,
en fases. En 325 a. C. comenzaron su regreso desde la India, a través
del paso de Bolán, dirigidos por Crátero. Sus sustitutos, una nueva
generación de jóvenes reclutas, acompañaron a Alejandro en la
dura prueba que supuso la marcha a través del desierto de Gedro­
sía. En 324 a. C. los argiráspídas se encaminaron, desde Susa o Opis
donde estaban, hacia Macedonia, aún bajo Crátero. Pero este úl­
timo permaneció un tiempo en Cilicia y, cuando por fin reanudó
la marcha hacia Macedonia ­con objeto de reprimir la sublevación
que condujo a la Guerra Lamíaca­ dejó a los argiráspidas en Cilicia,
probablemente a modo de guardianes del tesoro de la satrapía.
Estos hombres maduros y ajados, máxime para esa época, habían
logrado regresar casi hasta las puertas de su tierra natal, pero el
destino cruel les reservaba una sucesión casi peor de guerras, ahora
dirigidos por los sucesores de Alejandro, los Diádocos, en compe­
tición constante y violenta entre sí (véase Desperta Ferro Antigua y
Medieval n. ª 8: los Diadocos, guerra fratricida por el Imperio de Ale-
jandro). Entre los años 321­320 a. C. Pérdicas, guardián de Jos reyes
incompetentes Filipo 111 Arrideo y Alejandro rv; condujo a los ar­
giráspidas contra Tolomeo, en Egipto. La expedición estaba con­
denada de partida por una dirección deficiente y un cruce
desastroso del río Nilo. Más tarde combatieron bajo Eurnenes,
quien desafiaba la autoridad de Antígono y los condujo hasta la
meseta iraní, que esperaban no volver a ver en la vida. Una vez más
combatieron con fiereza, algunos ya rondando los sesenta o setenta
años de edad, lo que no sabemos si pudo afectar a sus pensamien­
tos, pero desde luego podemos afirmar que no a su eficacia y or­
gullo como unidad de élite. No fue hasta la captura de su
impedimenta, durante la batalla de Gabiene (316 a. C.), cuando se
vieron obligados a rendirse, pues no podían asumir la pérdida de
tan gran botín de guerra como habían acumulado en este larguí­
simo lapso de tiempo, así como tampoco la pérdida de sus mujeres
e hijos, que habían compartido con ellos este género de vida peri­
patética. Su comandante Antígenes fue brutalmente ejecutado por
el líder enemigo, al sentenciar que fuera quemado vivo. Algunos
de los veteranos se pusieron al servicio de Antígono Monfótalmos,
pero la unidad dejó de existir. Los más conflictivos de entre ellos
fueron asignados a Sibircio, el sátrapa de Aracosia, a quien se le
pidió que los debilitara con penosas y duras campañas. A Justino
corresponde la última mención de estos veteranos de Filipo 11, Ale­
jandro Magno y Eumenes de Cardia:
En aquella batalla [ Gabiene] perdieron con sus esposas
e hijos no solo la gloria de tantas guerras, sino también
las reco1npensas conseguidas en su larga milicia (Iustíno,
XIV3.3; trad. de J. Castro Sánchez).
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Bosworth. A.8. (1988): Conquest and Empire. The Reign of Alexander the
Brea/. Cambridge: Cambridge University Press.
English, S. (2009): The Army of Alexander the Breat. Barnsley: Pen and
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Heckel. W. (20!0): las Conquistas de Alejandro Magno. Madrid: Gredas.
Heckel. W.: Janes. R. (2006): Macedonian Warrior. Alexander's elite
infantryman. Osprey Warrior Series. lllustrated by Christa Hook.
Oxford: Osprey Publishing.
Roisman. J. (20!2): Alexander's Veterans and the Early Wars of the
Successors. Austin. Texas: University of Texas Press.
1JJ.Bihliografía completa en www.despertaferro­edicianes.com

Waldemar Hedcel nació en [(jjnigshofm Alemania y se educó en Canadá. Obtuvo el dQctorado en la British Columbia
University (1978). Se retiró en 2013 tras 36 aiios de docencia en la Calgary UttWetsity. En la actualidad es investigador
del Centre for Military and Stratcgic Studíes)& en los metes de septiembre y oc.tubrt de 2{)15 ejme como Onassís Visíting
Senior Scholar en la Waterloo University, Ontario. Sus numerosas publicaciónes tnduyen The Marshals of Alexander's
Empire ( I 992). que en 2016 será reeditado en una versión -revtsada y ampliada, bajQ e( titulo de Alexanders Marshals.
A Study of the Makedonian Aristocracy and the Polltics of Military Leadershíp, Asimismo es autor de Who's Who in the Age of
Alexander: Presopography of Alexanders Empíre (2006) y Las Conquistas de Alejandro Magno (Gredos; 2010).
28 1 OESPERTA FERRO
por Alberto Pérez Rubio
Universidad Autonoma de Madrid
TIRO SE CONSTRUYÓ UNA FORTALEZA,
AMONTONÓ PLATA COlvIO POLVO Y OH.O COMO
BARRO DE LA CALLE; PERO EL SEÑOR LA
DESPOSEERÁ, Al{ROJARÁ AL MAR SUS l~IQUEZAS
Y ELLA SERÁ PASTO DEL FUEGO.
ZACA1\ÍAS IX, 3­4.
a victoria de Alejandro en Issos distaba mucho de ser deci­
siva. Aunque se ha especulado con que el joven monarca
­• debió haber emprendido entonces la persecución de Darío
III, para darle caza a fin de evitar que reconstituyese un ejército gra­
cias a los ingentes recursos de las satrapías orientales, el cálculo es­
tratégico de Alejandro fue en esta ocasión más cauto. Con el Egeo
controlado por la flota de Autofradates y Famábazo, las lineas de
comunicación en Anatolia frágiles ­contíngentes persas habían cru­
zado el Tauro tras Issos­ y la lealtad de algunas poleis griegas lejos
de ser firme, corno evidenciaban los embajadores de Atenas y Tebas,
amén del de la hostil Esparta, capturados por Parmenión en Da­
masco, Alejandro decidió asegurar Ja retaguardia en lugar de seguir
adentrándose en Asia. Además, la conquista de las ciudades de Fe­
nicia supondría previsiblemente la descomposición de la flota persa,
integrada fundamentalmente por navíos fenicios y chipriotas.
Así, pocos días después del choque el ejército macedonio se
ponía en marcha, descendiendo por el valle del Orontes. En avan­
zada, Alejandro envío a Parrnenión, el viejo y experimentado ge­
neral, con una pequeña fuerza de caballería tesalia, con la misión
de tornar Damasco)' hacerse con los bagajes y la caja del ejército
persa, allí custodiados. No hizo falta combatir, sino que el sátrapa
de Siria traicionó a Darío y entregó a Parmeníón el riquísimo
botín en bandeja al organizar un simulacro de evacuación en
medio de una tormenta de nieve. Alejandro y el grueso del ejército
siguieron hacia la costa fenicia, hacia Marathos y Arados, sita en
una isla frente a la primera. Geróstrato, el rey de esta ciudad, es­
taba con sus naves junto a Autofradates, pero su hijo Estratón de­
cidió que la resistencia era fútil y salió al encuentro de Alejandro
para ofrecerle sumisión. Fue precisamente allí, en Marathos,
donde Alejandro recibió a dos enviados de Darío ofreciendo la
paz y un suculento rescate por su madre, mujer e hijos, capturados
tras Issos. La respuesta del monarca macedonio no deja lugar a
dudas de que sus metas sobrepasaban ya con mucho la mera cru­
zada de vindicación helénica que había predicado:
De ahora en adelante, cuando te dirijas a mí, hazlo con10
al rey de toda el Asia, y no lo hagas en plan de igualdad,
sino corno a Señor que soy de todas tus posesiones, y en
ese tono pídeme lo que necesitas. De lo contrario, pen­
saré que me ofendes; y si me contestas aludiendo a tu so­
beranía, quédate y lucha por ella y no huyas, porque
tengo el firme propósito de perseguirte donde quiera que
te encuentres (Arriano, Anábasis 11.14.9; trad. A. Guz­
mán Guerra, ed. Gredos).
El ejército macedonio continuó su marcha, y desde Marathos al­
canzó Biblos, que también se le sometió, y Sidón, donde Alejandro
depuso a su rey para coronar a Abdalónimo ­cuyo sarcófago es pro­
bablemente el conocido popularmente como "sarcófago de Alejan­
dro': custodiado en el Museo Arqueológico de Estambul­. Sidón
había sido duramente represaliada veinte años antes por Artajerjes,
al reprimir su rebelión a sangre y fuego. De las principales ciudades
fenicias solo Tiro restaba por someterse, y una embajada tiria, entre
cuyos miembros estaba el hijo del rey Acemilco, se adelantó a ofrecer
sumisión. El gesto, sin embargo, escondía otros propósitos: ante una
guerra cuyo desenlace todavía era incierto, Tiro deseaba mantenerse
al 1nargen, en aparente neutralidad, sí es que en realidad esto no es­
condía su alineamiento con el Gran Rey. Alejandro no podía per­
mitirse dejar sin control el mejor puerto de la costa levantina, atraque
inmejorable para una contraofensiva persa, y no admitió medias tin­
tas. Exigió poder realizar un sacrificio a Heracles, el Mel.kart tirio, en
el templo de la ciudad, )' al que solo su rey podía sacrificar. Proba­
blemente un subterfugio para introducir una guarnición, a lo que
los tirios se negaron, confiados en su insularidad, sus potentes mu­
rallas y su control del mar, ya que contaban con 80 trirremes ­que
habrían abandonado la escuadra persa­ y además podían esperar
socorro tanto de Autofradates como de Cartago, vieja fundación tiria
­algunos legados cartagineses se encontraban de hecho en la cíu­
dad­. Enfrente, la voluntad de un hombre y su capacidad para con­
tagiar su determinación y su tenacidad a todo un ejército.
La ciudad Tiro se encontraba sita en una isla, separada de
tierra firme por unos cuatro estadios, esto es, alrededor de
700 m. Este canal era poco profundo y fangoso cerca de la costa,
~ Fotogralia aérea tomada con anterioridad al aiio 1.934, que mutStra el aspe<to que por entonces n:IOllJ'aba IA ClBD DE 100, vista desde el sur­suroestt. Se tratl de una 'itogralia
de gran vaiir, pues es testinmio del aspe<to de la peninsub con anterioridad a la intMSa labor de urbliz.ación que ha experimentado la zona. En tono 01Wro se éljlftcia con claridad
el área C!lltral de la Wbd, que coincide CllO li isla originaria. Alinismo.. en el extreroo opiesto, 'ttf'OOS la CXISta lib3nesa. Entre ambas se éljlftcia la !alga • de arena o tónid>
que. a modo de istmo, COIOOnica hoy con el rontínente lo que a11tlño fue una isla indtperdente. Es,~.~ ese istmo artnOSO OOnde se han de hallar los dos diques erigidos
por las tropas de Alejandro Hagno oorante las ~ de asedio de la ciudad. Todo apunta a que este tóniJolo se estaba proOOciendo ya de bma natural, y que CllO el tiempo acJbaria
uniendo la isla con el continente por efecto de la sedimentación narural de arena en el írtoral, uo fmóme1o camado por la pénlida de fuefZ3 de las corrientes marinas al acceder al
estrecho espacio entre la isla y el continente.Ahora b4en, este proceso fue catalizado, acelerado, por efecto de la oonstrucción de los diques de asedio alejandrinos. De la imagen nos Dama
también la atenóón la ubicación de las ensenadas y putrtos modernos que, en el caso del septentrional, coinóde con la ubicación de uno de los dos puertos de la ciudad antigua (véase
ilustración en las páginas que ~guen).

pero su profundidad aumentaba a medida que se alejaba hacia
la isla, llegando a alcanzar las tres brazas en algunos puntos. Era
además batido frecuentemente por el ábrego, un viento del su­
roeste que dificultaba la navegación y que en la zona producía
violento oleaje. Un obstáculo infranqueable para cualquier ejér­
cito que no contase con una flota, o con un Alejandro al frente:
el monarca macedonio decidió construir un dique que uniese
tierra firme con la isla, para poder acercar sus máquinas de ase­
dio y dar asalto, una tarea hercúlea para la que hubo además de
vencer las reticencias de sus subordinados y de sus tropas.
[Alejandro] Había tenido un sueño aquella noche en el
que creía aproximarse a los muros de la ciudad, donde
Heracles le chocaba la mano derecha y le introducía en
la ciudad; Aristandro interpretó este sueño afirmando
que Tiro sería tornada a costa de un laborioso esfuerzo,
cual ocurriera con los trabajos de Heracles (Arriano,
Anábasis Il.18.1­2; trad. A. Guzmán Guerra, ed. Gredos).
Antes de comenzar la obra, Alejandro intentó por última vez
recurrir a la diplomacia, pero los emisarios que envió para conmi­
nar a los tirios a la rendición fueron asesinados y lanzados al mar.
Aristandro estaba en lo cierto. La lid no sería fácil. Ni incruenta.
UNA OBRA HERCÚLEA
La construcción de una escollera para asaltar una ciudad isleña tenía
un precedente en el ataque contra Mozia que en 398/7 a. C. había
llevado a cabo Dionisio 1 de Siracusa, verdadero revolucionario de
la poliorcética del que bebieron Filipo y Alejandro, alu1que las aguas
que separaban Mozia de Sicilia eran bastante menos profundas que
las que hubieron de rellenar los soldados de Alejandro y los miles de
nativos que se movilizaron a tal efecto (véase "Filipo II asedia Bizan-
cio. Los orígenes de la poliorcética helenística" en Despena Ferro An­
tigua y Medieval n. 0 3). Dentro del ejército que Alejandro heredó de
su padre destacaba el cuerpo de ingenieros -mechanikoi- más com­
petente de toda la oikumene, formados por Pólido de Tesalia, primer
jefe de ingenieros de Filipo (véase Despena Ferro 1\ntig11a y Medieval
11. 0 21: Filipo JI de Macedonia). Entre estos hombres sabernos que en
Tiro estaban Diades y Carias, pero seguramente también otros como
Aristóbulo de Casandrea, que escribió un relato acerca de las cam­
pañas de Alejandro, Crates de Calcis o Gorgo, experto en minas.
Diades era experto en maquinaria de asedio y el anónimo tratado
Lascrculi Alexandrini dice de él que "fue el hombre que tornó Tiro
con Alejandro" Según Vitrubio (X), Diades habría escrito sobre sus
inventos. entre los que estarían el trypanon; un ariete basculante pro­
regido por una cubierta acolchada e ignífuga, las torres de asedio
móviles y desmontables y el cpibathra, el puente levadizo que desde
aquellas se tendería sobre las murallas. A los ojos avezados de estos
mechanikoi no debió pasárseles por alto algo que las fuentes silencian
pero que ha sido evidenciado por recientes estudios de geoarqueo­
logía. Marriner (2007) ha establecido que entre la isla y el continente
existía ya un proto­tómbolo de arena, de sedimentos que habían ido
alojándose en el canal, y que quizás se habían visto incrementados
por el intento de construir un dique ya durante el bloqueo de Nabu­
codonosor entre 586 y 573 a. C. Este proto­tómbolo submarino fa­
cilitó el trabajo a los ingenieros de Alejandro, que comenzaron a
construir la escollera con el material obtenido de la destrucción de
los barrios de Tiro sitos en tierra firme, la Paleotiro. Se cimentó con
piedra y se fue erigiendo una estructura de madera ­se enviaron par­
tidas para traer cedros del Antilíbano­ entre la que se iban acumu­
lando los escombros de los edificios derribados, que se tramaban
con el mismo légamo de los bajíos.
La escollera avanzaba lentamente, entre la burlas de los tirios, que
se acercaban con chalupas al dique para increpar y burlarse de los rna­
cedoníos, pero cuando observaron como la obra progresaba, acer­
cándose a las murallas de su ciudad, trocaron el verbo por proyectiles.
Dado su control del mar; podían acercarse rápidamente con sus em­
barcaciones, cargadas de arqueros, honderos y catapultas, a ambos
lados de la obra y hostigar a los operarios inmisericorde e impune­
mente, con lo que el trabajo se paró. Alejandro dio Ja réplica, levan­
tando parapetos y toldos de cueros y pieles para proteger a los
trabajadores de los proyectiles y disponiendo dos grandes torres en la
cabecera de la escollera, igualmente cubiertas de cueros para evitar ser
incendiadas. Sin duda se trataba de torres móviles, a fin de avanzarlas
a medida que la escollera progresase. Estas hdepotis, ya empleadas por
Filipo en asedios co1110 los de Bizancio u Olinto, eran de varios pisos,
en los que se situaba artillería de torsión, y contarían con epibathrai en
el piso superior para asaltar las murallas una vez alcanzadas. Desde
ellas los macedonios podían bombardear las naves lirias que osasen
acercarse al dique, permitiendo así que las obras continuasen.
Frustrados, los tirios realizaron un desembarco en la costa para
atacar a los que transportaban materiales para el dique, pero era
n1agra distracción ante el avance de las obras, lento dada que la
profundidad de las aguas era creciente, pero constante y ominoso.
Su ingenio, patente en todas las contramedidas que fueron adop­
tando, les hizo pensar en un gigantesco brulote con el que incen­
diar aquellas torres aparentemente ignífugas. Para este menester
emplearon según Arriano (;\nnb. 11.19.l) un barco de carga de ca­
ballos -irrrrayltJ)'Ó<;, hippagogos-, probablemente un trirrerne en el
que solo se conservaba el banco superior de remeros, con el espacio

---··--
 30 1 OESPERTA FERRO
ganado en el casco reservado para el transporte de unos treinta ca­
ballos. La carga en esta ocasión era bien distinta, ya que se llenó
hasta los topes con sarmientos, leña seca, pez y azufre. Entre los
dos mástiles colocaron una doble viga de la que colgaban calderos
con materiales ínflamables, y lastraron la popa con arena y piedras
de tal manera que la proa quedase levantada y entrase sobre Ja es­
collera al ser lanzado el barco contra esta. Aprovechando una oca­
sión en que el viento era favorable, y remolcándolo mediante
trirremes, los tirios lanzaron el brulote contra el escollo, con sus
escasos tripulantes prendiendo el fuego y saltando al agua instantes
antes de que se produjese el brutal choque contra las torres. El in­
vento cumplió su cometido, ya que la proa elevada penetró en el ·
dique y el impacto provocó que los mástiles se quebrasen y el in­
flamable contenido de los calderos se añadiese a la conflagración.
Las torres y obra adyacente se vieron rápidamente sumidas en lla­
mas, y los intentos por apagarlas se vieron frustrados por los dardos
que desde sus barcos arrojaban los tirios contra cualquiera que in­
tentase acercarse. Además, estos realizaron con sus pequeñas naves
ligeras -KE:Aqtq<;, kéletes, muy empleadas por los piratas por su ve­
locidad­ un osado desembarco en la parte del dique no afectada
por el incendio para destruir más máquinas de asedio. Para colmo
de males, el viento que había empujado el brulote, probablemente
el antes mentado ábrego, fue aquel día huracanado, creando un
violento oleaje que acabó quebrando la escollera, debilitada ya por
el incendio que habría afectado a sus estructuras de madera. El ata­
que había sido un éxito, y el balance era desolador para los mace­
donios. 'lodo el esfuerzo invertido se había desvanecido, y hombres
y máquinas dormirían calcinados en el piélago.
LA FLOTA DE ALEJANDRO
Quizás un hombre más templado o más sensato habría abando­
nado el asedio, pero Alejandro no. De inmediato ordenó que co­
menzase la construcción de un nuevo dique, al norte de los restos
del anterior y con orientación norte­sudoeste, de tal manera que
estuviese protegido de viento y oleaje. Esta escollera sería más
ancha, de tal modo que las torres pudieran disponerse en medio y
lejos de los proyectiles enemigos, una obra incluso más colosal que
la anterior. Árboles enteros -y los cedros pueden estar entre los 25
y los 50 m de altura­ se sumergían, para cubrirlos de piedras y más
árboles, creando un formidable entramado. Pero osados buceado­
res tirios se acercaban hasta el dique provistos de hoces, y removían
ramas y troncos para provocar derrumbes. Como el de Sísifo, aquel
trabajo parecía no tener fin. ¿Podía tomarse una isla sin barcos+
La respuesta probablemente era no, y Alejandro así debió en­
tenderlo. Dejó a Crátero y Pérdicas a cargo del sitio y partió hacia
' .
..
Libia
Sidón para reunir la flota de esta ciudad, que albergaba viejas cuen­
tas con Tiro desde que esta prometiese ayuda en la rebelión contra
Artajerjes para luego permanecer a un lado. A Sidón llegaron ade­
más los barcos de Geróstrato de Arados y Enilio de Bíblos, que ha­
bían hecho defección de la flota de Autofradates al saber que sus
ciudades se habían entregado a Alejandro. Pocos días más tarde, los
que arribaron fueron 10 trirremes de Rodas, pasada al bando ma­
cedonio, otra decena de Licia, 3 de Solos e incluso un pentecóntero
macedonio que había burlado el bloqueo naval. El monarca mace­
donio contaba ya con 103 navíos, pero es que, además, al poco fue­
ron los reyes de Chipre al mando de 120 naves los que se le unieron.
No solo Alejandro disponía ya de una flota poderosísima, superior
a la de Tiro, sino que la armada persa se estaba deshaciendo. Pode­
mos sospechar, y la coordinada llegada de todas la naves parece con­
firmarlo, que Alejandro estaría en tratos con los almirantes fenicios
y chipriotas desde Issos, y en cuanto la primavera lo permitió aque­
llos desertaron del bando aqueménida,
Mientras en Sidón se aparejaban las naves y se construían má­
quinas de asedio, a cargo en esta ocasión de ingenieros fenicios y
chipriotas, Alejandro, con algo de caballería, los hipaspístas y los
agríanes, emprendió una expedición punitiva al interior, a los mon­
tes del Antilíbano, ya que las tribus árabes hostigaban a los mace­
donios allí enviados a por cedros. De esta expedición deriva un
episodio, probablemente legendario, que cuenta que el monarca
macedonio, separado del grueso de sus fuerzas y apenas rodeado
de unos cuantos soldados, hubo de aca1npar sin medios para pren­
der fuego en una noche helada. Al divisar fogatas enemigas, Ale­
jandro, en solitario, se deslizó hasta allí, y tras degollar a dos árabes
consiguió una rama encendida. Se non e vero, e ben trovato, ya que
refleja perfectamente su carácter impetuoso y, a menudo, irrespon­
sable; como dice Peter Green, una escaramuza en las nieves del Lí­
bano podría haber cambiado la historia de Grecia ­y del mundo,
añadiríamos nosotros­,
De regreso a Sidón, las buenas nuevas continuaron, ya que Cle­
andro había regresado del Peloponeso con 4000 mercenarias. Con la
flota aparejada, Alejandro puso rumbó a Tiro. Err alta mar. antss de
acercarse a la isla, la armada se puso en formación de combate, con
el ala derecha mandada por él propio AI¡jandro sobre el penteq)ntero
macedonio y la izquierda al mando de Crátero y::del rey deChlpre
Pnitágoras. Había embarcado a ses hípaspistas, en previsión de que
pudiera no solo desafiar a la'Afffiad.i,ti:ria sino asJlfa,r la ciud~d, per,o.
aunque parece que los tirios estaban dtlcididos a¡ combatir. en el mar,
 ,
Tarso C 1 11 l 0­I A 1 ~
las flotas chipriotas o , ~ sso« .'
A mediados del siglo IV a. C. la isla está-dividida
entre nueve ciudades-estado, probablemente
todas ellas al servici~ del rey persa. Sus p~dero- . .f
o­.­­
/Seles
Magarso . ·
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sss escuadras configuran, con las fen1c1as, el Cone0 9"' Mi.Randia , //
grueso de la flota persa que combate en el Egeo. ~ N, • b J S'IJ'J ,, T l b " · O ' • ' _ .. · ­es
Durante el asedio de Tiro. y en vista del curso que oviem re ue uu s. "'· 'ras a~alla de s siñº~ , ... · - ....ª r:!! ! IL _p~
tomaban las acontecimientos. optan simultánea-/ lsso« la~ fuei:zas persas se retiran e~ púerto ~,' ' -( -~ hacitJ el Éufrate; · ­~
mente par cambiar de bando. pasando a apoyar a v~r1as d1rec~1ones. Osrf~ 111 logra huir ~ .....-~-2
los macedonias. Para las persas significa el final sin contratiempos gracias al uso ~e -~ \. , S I R I A Ailepo
de su aventura en el Egeo, y para Alejandro el caballas de repuesto. lo q~e le perm~te ~i l l T E R l O ¡f>
triunf0 de la estrategia que se habfa propuesto, la moverse con gran. celeridad y de1ar 1 l ,;.()
de derrotar a la todopoderosa flota enemiga en atrás 8 sus perseguidores. I ). ~ 't­;
tierra. ) ~· \.,.
~­
Carpasía ---· Alejandro avanza ah~ra sobre Siria.
""· ';J' des~acando a Parmenufn en el camino . 1g0n
5. ~ ~ '.'%.
~ •,­:;1
¡
• ~~ CePine.a ,,r hacia Damasco. f o 'S? ,
g 1" 0---.:-- .~./ . . 'º \
~ ~ $. ~Jj, Salaminzi.) Miles de mercenarios griegos escapan de : @ 2 ', rrl
:8 . o · 0 lssos y avanzan campo a través hasta ,~ 4~ ', r
iB · · Tamasos alcanzar Trfpolí. donde previamente habfan '.~. . () . \
e:¡¡ ~ o dejado sus embarcaciones. Entre estos se
encuentra Amintas. quien al frente de 4DDO
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eItl@ hombres osa emprender la conquista de (5) 1 Marianme ·' ,~. __ .. V')
Egipto. Arados ~ ·
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f6'i Durante su estancia eñ ..... · - !t)<Z>¿ · ' ' '

~. Marathos. Alejandro recibe la ~· .-, ¡-"' ',,, 11

Irrupción en Fenicia ', primera misiva de Osrfo 111.

Una generación antes de la llegada de Alejandra. este reclama su retirada y • ~~
"
;' >
parte de Fenicia se había levantado contra 'los que y su vuelta a Macedonia, Biblos ' ~ '
persas. Sidón, por aquel entonces la principal de su~· todo a cambio de una sustan- C, IA."'" ~~~,'
ciudades-estado. encabeza una rebelión que le lleva ',. ciosa recompensa. v ~~ ~~,'
a sufrir una severa derrota. Habla sido. y continuaría ', Beitut •._. e, · ~ 'l> ~~/

-~<>~ ;~:z~:
siendo, sede de la satrapfa persa que controla todo · '" ,\ '
7
~;eí!~¡e.:efu~ ª~;~;é~~d;:.m'Cu~~:;:AJ:t:::;:; ~'· . 'f-~'' ~!f::dFa~ '~;fCu~n <JJ'
alcanza Sidón. en diciembre de 332 a. C el pueblo le ­r \' ·, 8._ . ,, JI.. , que merodean por el Anti-
acoge favorablemente. pero no as{ el rey que. aban- ~ '. ~7' J!J.amas2o • !fbano Y que hostigan sus
donado por todos. debe huir junto a Oarf0 ///. A la \ líneas de abastecimiento.
postre. tudas las ciudades fenicias abrazan al mace- •

donia salvo Tiro. un golpe letal para las escuadras \ la retaguardia de Darío 111
•
persas que operan en el Egeo. que ven cómo. de
forma progresiva. los contingentes fenicios aban-
donan esas aguas y regresan a sus respectivas
• •
1
' Alejandro. que había sido infarmado de que Oarfo 111
había depositado sus caudales en Damasco, envfa a
Parmenilfn en su busca con una reducida fuerza. El
ciudades. sátrapa persa encargado de su custodia. en 1
Oiciembre de 333 a. C.
Alejandra inicia el asedio •
connivencia con los macedonios. pone la caravana '
de Tiro. que se prolonga que transporta el tesoro de vuelta a Mesopotamia en 1
· hasta julio de 332 a. C. •• manos de Parmenilfn. El botfn es inmenso. además 1
la situación en Palestina I'' de capturar a una serie de rehenes. colaboradores y
Si creemos a Flsvio Josefa. el único que escribe al N i: ~
Samaria
o familiares de sátrapas y generales al servicio de
Oarfo 111. Oe las dimensiones de lo obtenida dan fe
respecto. mientras Alejandro se encuentra sitiando J • e:
Tiro reclama del sumo sacerdote de Jerusalén su t<.lA ·'·
sumisión. que este rechaza. Para su rival polftico y n F< 1 11 : ~ S I R IA
¡ .; s
a m a r i a las cifras aportadas por el historiador lluinto
Curcia Rufo. quien habla de 30 000 prisioneros.
religioso. el samaritano Ssnabsletes. es la opor- "­v . , 7000 mulos con toda su carga. 500 talentos de plata
tunidad de lograr sus objetivos. Marcha a Tiro. se ' ,' P A L E S T l N !\. labrada y 2600 en moneda acuñada. El sátrapa persa
somete ante el conquistador Alejandra y, como ·' · ' / que habla traicionado a Darlo 111 no tarda en ser
esperaba. recibe del macedonio las prerrogativas A I J ''1 Jerus~lén ajusticiado y su cabeza entregada al Gran Hey.
que le solicita. Según Josefa. Alejandrli amenaza ¡ca 'ln
con castigar al sumo sacerdote de Jerusalén, pero , ·' ,'
esto no va a ocurrir hasta después de la campana de . ' ~Pªo@
Judea '
·'
.
..
Agosto de 332 a. E. Alejandro inicia el asedio de Gaza. que no ·
Egipto. -- . -- . -- . -- . -- ...... ,:~.,
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,_.I será tomada hasta tres meses después, en noviembre.
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:­:.;·­re l:lS• G •

SIRIA·FENICIA.
. , '!. .. '" "· '~ !}OCO]ura
Alejandra ordena que la flota
:"· ·>' ' ' navegue en paralelo al ejército.
· ·1
E>iif.ne
o·..
'
o so 100
Diciembre de 332 a. E. Alejandro
entra en Egipto. . AÑO 333/332 a. C.1 l•
kilómetros '
11>- la nave, prendido el fuego, comenzó a extender el incendio profusamente y las torres, así como otras construcciones emplazadas en la cabecera del muelle, FUERON PRESA DE
!AS UAHAS antes de que se pudiera poner remedio. los que habían saltado a las chalupas arrojaron contra las obras antorchas y todo cuanto fuera apropiado para alimentar
el fuego. Y ya había comenzado a arder no sólo el basamento de las torres sino también la cima de la cubierta, cuando los que estaban en las torres unos fueron pasto de
las llamas y otros, abandonando las armas, se tiraron al agua. Pero los tiños, al preferir apresarlos vivos más bien que darles muerte, golpeaban con palos y con piedras las
manos de los que intentaban salvarle a nado, hasta que podían sin ningún peligro recogerlos. agotados, en las embarcaciones. (Quinto (urcio Rufo, Historia de AlejandroHagno
IV.3.2; trad. F. Pejenaute Rubio, ed. Gredos).
cuando fueron conscientes de la enorme superioridad enerníga se
contentaron con proteger la angosta entrada a su puerto norte, el lla­
mado de Sídón, disponiendo allí sus trirremes borda con borda, proa
al frente. Solo tres trírremes tirios anclados en la parte más externa
fueron alcanzados y hundidos, pero sus tripulaciones nadaron sin di­
ficultad hasta la isla. La flota de Alejandro echó amarras tras la esco­
llera, a sotavento, y al día siguiente ordenó que los navíos chipriotas
bloquearan el puerto de Sidón mientras los barcos fenicios hacían lo
propio con el puerto meridional de Tiro, el conocido como de Egipto.
Ya sin obstáculo naval alguno, Ja escollera alcanzó la distancia
necesaria para que las máquinas bombardearan los muros de Tiro:
mientras los petroboloí y Iithoboloi, lanzapiedras, golpeaban la mu­
ralla para abrir brecha, los oxybeles, arqueros y honderos barrían
las almenas de defensores. La tarea no era sencilla, en esa parte el
muro alcanzaban una altura de cerca de 45 rn, y los tirios, además,
habían construido sobre el mismo torres de madera para ganar in­
cluso más elevación y poder responder con sus proyectiles, espe­
cialmente con flechas incendiarias, al asalto macedonio. Junto a
este embate, todo el perímetro de la isla se vio hostigado, gracias a
que los ingenieros de Alejandro habían ideado una suerte de pla­
taformas de asalto móviles al unir por parejas y por las proas a las
embarcaciones de carga y los trirremes menos marineros, sobre las
que se dispusieron plataformas con arietes y catapultas. De esta
manera los tirios debían ahora dispersar los esfuerzos que antes
concentraban en el tramo de la muralla enfrentado al dique. Sin
embargo, pese a la ausencia de navíos enemigos no resultaba sen­
cillo acercarse a la isla: los tirios habían arrojado gran cantidad de
piedras al mar, probablemente provenientes de edificios demolidos,
de tal manera que constituyesen escollos artificiales que los barcos
de Alejandro no podían sortear. Desde las naves se intentaba retirar
estos obstáculos con grúas, tarea harto difícil, y más complicada si
cabe porque los tirios realizaban audaces salidas para cortar las
maromas de las anclas, primero con botes "acorazados" y luego,
cuando Alejandro dispuso triacónteros ­naves de treinta remos­
también acorazados para protegerlas, mediante buceadores. Solo
cuando las maromas se sustituyeron por cadenas pudo acabar de
despejarse el acceso a las murallas desde las naves. Según Quinto
Curcio (Historia de Alejandro Magno, IV.3.16), hubo un momento
en que el ataque fue casi decisivo, agotando a la defensa tiria, de
tal modo que Alejandro dispuso que a medianoche se reanudase
en lo que debía ser el asalto final. Sin embargo, la Ilota ya en mo­
vimiento, una oportuna tormenta desbarató sus planes, echando a
pique bastantes de las plataformas navales. Tiro aún no caería.
EL INGENIO EN LA DESESPERACIÓN
El ataque se redobló, y los tirios respondieron con el ingenio de la
desesperación, reparando las brechas y elaborando multitud de rná­
quinas con las que contrarrestar la poliorcética macedonia. Para mi­
norar los daños de la artillería, suspendían de las murallas sacos re­
llenos de algas, que actuaban como acolchado, amortiguando los
impactos, Más inverosímiles resultan las ruedas de aspas reforzadas
con mármol con las que según Diodoro (rlistorias, XVII.43. l) des­
viaban la trayectoria de los proyectiles. También emplazaron har-
pagones, garfios de hierro, y guadañas al extremo de pértigas, para
dejarlos caer sobre los barcos que se acercaban a las murallas y sajar
hombres y velamen. Los aparejos de pesca se trocaron en armas: se
lanzaban redes para atrapar a los macedonios y tridentes para arran­
car sus escudos y dejarlos sin protección contra los proyectiles.
Arena y barro calentados al rojo en grandes calderos eran arrojados
sobre los asaltantes, produciendo horribles quemaduras.
Los días se consumían, regalando tiempo al Gran Rey para re­
componerse, y era tal la dureza del combate y tan escasos los avan­
ces que, de creer a Curcio (IV.4.1), Alejandro llegó a sopesar
abandonar el asedio y marchar hacia Egipto. Pero ni su orgullo ni
la moral lo permitieron, y el asaltó continuó. Además, en el campo
contrario la esperanza se iba agotando. A Tiro llegó una embajada
procedente de Qart Hadait, de la "ciudad nueva'; fundada hacía
medio milenio por la princesa tiria Oído, para decir que no ven­
dría ayuda desde Occidente. ¿Podrían imaginar los legados car­
tagineses, viendo las cuitas de su vieja metrópoli, casi condenada,
que siglos después su patria sufriría parejo destino?¿Susurrarían,
como Escipión ante las llamas de Byrsa, "día vendrá en el que pe­
rezca la sagrada Ilión, Príamo y el pueblo de Príamo, el de la buena
lanza de fresno" (!liada, Vl.448­449)? (véase Desperta Ferro Anti-
gua y Medieval 11. 0 31: ¡Cartago debe ser destruidañ.
Solo quedaba ya jugar las últimas bazas, y morir matando. Pese
a la aplastante superioridad naval enemiga, los tirios decidieron in­
tentar una salida contras las naves chipriotas que bloqueaban el
puerto de Sidón. Habían observado que a mediodía, para evitar el
bochorno de la canícula, los marineros volvían a tierra firme para
almorzar y hacer aguada, y que el propio Alejandro se retiraba a des­
cansar, momento que aprovecharon un día para su intentona. Que­
damente, sin el ritmo del cómitre marcando la batida, salió del puerto
norte una pequeña escuadra formada por tres quinquerrernes, otros
tantos cuatrirremes y siete trírremes, todos con tripulaciones esco­
gidas, que se lanzó contra los navíos chipriotas fondeados al norte
de la escollera. Cogieron totalmente de improviso al enemigo, con
mucha marinería en tierra, y hundieron cuatro quinquerremes chi­
priotas en el primer embate, entre ellas Ja del rey Pnitágoras, además
de sacar otras naves a la playa y allí destrozarlas. Sin embargo, la flota
de Alejandro sita en Ja parte meridional de la escollera, al percibir el
ataque, se dispuso de inmediato y acudió en ayuda de los chipriotas,
copando a gran parte de los navíos tirios cuando regresaban a toda
prisa a su ciudad. Un quínquerrerne macedonio consiguió apresar a
1
J
'
 EL ASEDIO DE TIRO (enero-julio332a. c.) .....

El litoral del actual Líbano se fornJó en el periodo Cuaternario y se caracteriza por fnurj~ dé roo arenisca dispuestas en sentido norte­sur. En torno al año 8000 a. C.
­y por efecto del aumento de las ten1peratt1ras a nivel planetario­ se prodltjO una subida del nivel del ruar que sumergió una de estas franjas, quedando otra de ellas
aislada del resto del continente a modo de arrecife. Así surgió la is.la de Tiro. de unos 4­6 km de longirud y .que, a partir del 111 milenio 'a, C, sería habitada por
población feniGia bajo el nombre de Sur (en a.lf.ibeto fenicio, ~,), que en esee idioma se traduce como "roca". La datación can ten1prnna de esta primera ocupación
de la isla es posrulada per Heródoto (11.44) ­quien propone el s. XXVII[ a. C~ y ha sido confirmada por las labores arqueológicas modernas (por ejemplo, los sondeos
de Patrieia Bikai}, qLte incluso van algo más arrás en el tiempo. Durante buena parre de su historia consisrió en una doble urbe, al ocupar ranro la ·isla como parre de
la cosca conrinenral (Estrabón. Gcilj!rajíaXVl.2). Esta última parce o barriada recibió el nombre de Ushu (Paleonro paro los griegos. ya que creían que era la parte más
antigua de la ciudad. aunque no hay l)ingún dato que permita suponerlo). En canto ciudad volcada al comercio, sus puertos asumían una importancia capital. Disponía
de dos, uno llarnad;o de Sidón O o seprenrrioñnl, porqué se orientaba en dirección norte, hacia la ciudad de Sidón. Hoy en día coincide con el puerro moderno de
la ciudad. En segundo lugar, el puerto egipcio f) o meridional, cuya orientación sur, en dirección a Egipto (mercado principal del que dependía la economía de esta
ciudad) justificó tal nombre, Otros cdí6ci~)S de entidad eran.el Age11orí11111 o Templo de Agenor e. el fundador mírico de la ciudad, que probablemente se ubicara
en el extremo norte de la ciudad. cerca del puerco de Sidón. De igual o mayor importancia parece haber sido el Templo de Melkarr 8 (o Heracles, para los griegos)
que. según Heródoto (11.~4}, "vi, ricamente adornado de copiosos donativos, y entre ellos dos vistosas columnas, una de oro acendrado en copela, otra de esmeralda,
que de noche en gran manera resplandecía". No sabemos qué aspecto adoptaría este templo, pero probablemente fi1era similar al Templo de Salomón. en Jenisalén,
que como sabemos fue diseñado por arquitectos cananiras (esto es. Íén1cios), dotado de tres naves paralelas y que contaba igualmente con dos grandes columnas
llamadas, en aquel caso. Jaquln y Boaz (l Reyes Vll.15­22). Según 7\rriano (A11a/J. 11.ló) habrta un remplo a Heracles en Paleotiro e. es decir, en el continente, qµe
sin duda ha de ser otro dísrinro a aquel que menciona Heródoto (y que sería insular). Asimismo, habría un palacio real ·9, si bien carecemos de indicación alguna
acerca de su ubicación dénero de la isla que, por tanto, en el caso de esta Ilustración l1n de entenderse ·Con10 renrariva.
•

En la imagen~ aprecia k1 situación de la ciudad en b; momentos ltna'Jes del asedio Qulio de 332 a. C).
El primer dique 8 C('>ll~ttuido por las tropas de Alejandro trata de salvar los 30 eseadios {700 m) que
~aran la isla del c~r.itit•nte (Estr.ibón CVl.2.23). l\,m, como hemos visro en páginas anteriores, fu.e
ingeniosamente destruido por medio de un brukxe lanzado por los cirios que. acompañado por un
exitoso araque de tropas que prendió las torres qlle lo defendían, abatió a sus guardias)' desmanreló la
obra, Ante el fuC\SO Je esre primer intento. Alejandro ordené la erección de un segundo dique 9, de
niayor anchura y capacidad que el primero (Arriano. An11b. IL 19.6; Curcio, IV.3.ll). Coo la obra del
dique ya muy avanzada y próxima a las murallas, Alejandro ordenó colocar piezas ele artillería en su
extremo e. junto con las torres. para abatir las murallas de !;1 ciudad. En este 1l1is1110 punto, los cirios
han elevado la altura de sus murallas con obras de madera G). para así compensar la creciente amenaza,
En efecro. aquí la resistencia de la muralla es tal que la artillería macedonia no parece afectarla. EJ1 tomo
al perinietro de la isla. numerosas naves macedonias dotadas de artillería hostigan las defe11..«1S 9. Un
úlrimo conmtaraque de la llora tiria es desbaratado en las aguas del puerro de Sidón )\ a partir de este
momento, Alejmdro ;­a puede volcar toda su atención en el araque a los muros. Fracas..1un intento de
asalro a la muralla en el sector de Sidón 0. Algo 1nás al sur la situación transcurre de funna diferente.
La artillería macedonia, en este caso montada sobre navíos dobles, unidos entre sí para servir de
plaraformas artilleras, logra dañar y derrumbar parcialmente un lienzo de muralla fD. L1 infantería
trata de tomar la brecha. pero es rechazada, Tres días más carde, aprovechando una mar en calma,
Alejandro ordena batir de nuevo la muralla en este punto. al tiempo que manda realizar un ataque
f;'fller.tl a lo llrgo de rodo el perímetro de la ciudad a fin de saturar la capacidad deferwiv.1 del enemigo
y. seto seguido. lanza SU"5 m:­.pru; de élite, los hipaspisras y ky; ascereros, contra la brecha. Estos no cardan
en hacerse con un tramo de la muralla y. rras a.~>g1­1raria. la recorren hasea dar con el rrarno que da al
palacio. por donde puOOt.'11 bajar a la ciudad. De formn simultánea la flota fenicia G), aliada del
macedonio, logro atravesar las cadenas y navíos que defienden la entrada al puerro egipcio y acceder a
su interior, l\.)r su parte, la flota chipriota 49. capitaneada por Andrómaco, se enfrenma la tiria ITenre
al puerto de Sidón y logra, ígualmenee, derrocarla y acceder al mismo {algunos barcos tirios consiguen
~apar y pooerse a sah.­t) en mar abierto). Enrrando por ambos puerros las tropas ele Alejandro inundan
el interior de la ciudad y V! produce una masacre espantosa. canto de defensores como de civiles. Los
!'Oldados tirios :1.band<J1Un entonces las murallas de la ciudad y seguidamenteel combare se traslada a las
calles y casas mienr™ buena parte de los soldados retrocede sobre el remplo de Agenor 8, donde
se preparan para oponer resistencia. El propio Alejandro dirige el acaque contra ellos. que pronro
serán derrotados. Fin<tlmente, aquellos que han buscado refugio en el templo de Heracles
(Melkarr) 8 serán perdonados. mientras que el resto de la población ~ufurá la
~'l'll!flll.Z.'ldel macedonio, aunque muchos miles de ciudadanos lograran escapar
a la masacre gracias a la ayuda prestada por los soldados sicionios que
luchaban junto a los maeedonios, Est05, apiad.ln<k.,.;e de sus conglinen.>s,
propiciarán la huida de cerca de 15 000 personas, conduciéndolas
a sus barcos con los que navegarán. ya a salvo. rombo a Sidón,
36 1 OESPERTA FERRO
un trirreme tirio pese a recibir un golpe de espolón; iba a ser embes­
tido por otra nave tiria cuando esta, a su vez, recibió el brutal choque
de un trírrerne enemigo, "con tal violencia que el timonel tirio fue
lanzado al mar desde la popa" (Curcio IV.4.8). La nave tiria consi­
guió, ciando, soltarse del espolón enemigo e intentar g¡u1ar puerto.
Se produjo una huida frenética, y solo unos pocos barcos tirios con­
siguieron ponerse a salvo, con un quínquerrerne y un trirrerne cap­
turados en la misma entrada del puerto, aunque las tripulaciones
ganaron la isla a nado. Si bien nunca estuvo en cuestión que la ar­
mada tiria pudiese enfrentarse de igual a igual a la que había reunido
Alejandro, el golpe moral debió ser fuerte.
EL ASALTO FINAL
Desde el dique, ya vecino al muro, y desde barcos y plataformas na­
vales, se arremetió de nuevo en lo que se prometía el asalto definitivo.
La sección de la muralla que daba al primero se demostró demasiado
sólida, y la ofensiva tampoco avanzaba desde los navíos que atacaban
el puerto de Sidón. En cambio, en el tramo del puerto de Egipto el
batir de las máquinas consiguió abrir finalmente una brecha, rápi­
darnente aprovechada por Alejandro pura tender pasarelas e intentar
entrar en la ciudad. El ataque fue rechazado, pero dejó en evidencia
la parte más débil de las defensas tirias. Tres día de mala mar dilata­
ron el que sería el asalto final, tal y como sabrían en su fuero interno
Jos defensores. Cabe imaginar su desesperación, conscientes de los
horrores que esperaban a sus mujeres y niños ­aunque una parte de
estos habría sido evacuada a Cartago, probablemente aquellos de las
familias más pudientes­ a manos de un enemigo estragado por ocho
meses de esfuerzo en una contienda sin cuartel. Era finales de julio
o principios de agosto de 332 a. C.
La flota de Alejandro atacó por todo el perímetro. Mientras al­
gunas naves forzaban la entrada a los dos puertos, otras recorrían las
murallas, barriéndolas e intentando desembarcar, y seguramente
también se atacó desde la escollera. Pero el esfuerzo principal tenía
un objetivo muy claro, el lienzo de muralla derribado tres días antes
y que los tirios habrían intentando recomponer apresuradamente.
Contra él se concentraron barcos cargados de artillería, que batieron
el muro con sus arietes hasta abrir una brecha que Alejandro consi­
deró lo suficientemente amplia corno para dar asalto. En ese mo­
mento las naves artilladas ciaron, y su lugar fue ocupado por dos
navíos cargados de infantería de élite. En uno, los hipaspistas al
mando de Admeto, junto a los que combatía el propio rey, y en otro
los asthétairoi de Coeno, un cuerpo de falangitas reclutados en la
Alta Macedonia, más ligeramente armados que el resto de integran­
tes de la falange y empleados frecuentemente por Alejandro en ope­
raciones especiales como persecuciones o refriegas en terreno
accidentado. Ellos serían los encargados de explotar la brecha, a tra­
vés de puentes colgantes -epibathrai- que se abatieron desde torres
de madera emplazadas en las proas. Los hipaspistas se lanzaron al
ataque, y fue Admeto el primero en poner pie en la muralla, solo
para ser derribado, su cráneo abierto por un hacha, mientras exhor­
taba a sus hombres a seguirle. Una veintena de estos lo hicieron al
Hades, pero su puesto fue ocupado por el propio Alejandro, que
"yendo el primero, mataba a los que llegaban a sus manos, a u nos
con la lanza, a otros golpeándolos con la machaira, y a algunos de­
rribándolos con el borde de su escudo, de tal modo que acabó con
la audacia del enemigo" (Diod. XVII.46). La cortina de muralla y las
torres adyacentes fueron aseguradas por hipaspistas y asthétairoi, a
fin de dar paso al resto del ejército. Tiro había caído.
1\I mismo tiempo, las flotas fenicia y chipriota habían conse­
guido ro1nper las defensas en los dos puertos, y los defensores se re­
tiraron del perímetro amurallado, intentando contener la marea
macedonia con barricadas en las estrechas callejuelas, míentrns desde
los tejados las piedras granizaban sobre los asaltantes. Algunos to­
davía intentaron un último atisbo de resistencia organizada en el
Agenorium, el templo dedicado al mítico fundador de Tiro, Agénor,
padre de Europa, pero fueron barridos por Alejandro y sus hipas­
pistas. Agénor, sin embargo, protegió a algunos sus hijos de otra
forma, ya que los sidonios, olvidando su vieja enemistad y ante la
desgracia de los tirios, recordaron que el héroe había fundado tam­
bién Sidón, y consiguieron hacer salir a muchos hasta sus barcos para
alejarlos de las represalias de Alejandro. Fueron afortunados, ya que
lo que aconteció fue una carnicería, tal y corno solía invariablemente
suceder durante la torna de una ciudad que había resistido un asedio.
Alejandro, exceptuados los que habían buscado refugio en
los templos, dio orden de matar a todos y de pegar fuego a
sus casas. A pesar de que esta orden fue dada a conocer a
través de pregoneros, sin embargo ningún hombre armado
se resignó a pedir protección a los dioses; los templos se
llenaron de niños y de muchachas, mientras que los hom­
bres permanecían de píe cada w10 en el portal de su propia
casa, muchedumbre dispuesta a ser víctima de crueldad
[ ... ] Para hacerse una idea de cuánta sangre se derramó
basta con pensar que dentro de las murallas de la ciudad
fueron pasados por las armas 6000 combatientes. t\ conti­
nuación la ira del rey ofreció a los vencedores un fúnebre
espectáculo: 2000 soldados que habían salvado la vida al
agotarse el furor de la matanza, fueron crucificados y per­
manecieron colgados a lo largo de un dilatado trecho del
litoral (Quinto Curcio, Historia de Alejandro Magno,
IV.4.13­15; trad. E Pejcnaute Rubio, ed. Grcdos).
Solo se salvaron aquellos que se habían refugiado en el templo
de Heracles, precisamente la aristocracia tira, entre ellos su rey Ace­
milco, y los embajadores cartagineses. El triste balance quedó re­
dondeado con la venta como esclavos de la población no
combatiente ­30 000 según Arriano (II.24.6), aunque la cifra de 13
000 que da Díodoro (XVll.46.4) parece más realista­. Fue allí donde
 DESPERTA FERRO 1 37

Alejandro celebró la "feliz" conclusión del asedio, realizando sacri­ porque, si Darío se presentaba, iba a ser su destrucción
ficios en honor al héroe, aquellos que los lirios le habían negado, y (Quinto Curcio Rufo, Historia de Alejandro Magno
depositando como ofrenda la máquina que había derribado el I\'.5.4­6; trad. F. Pejenaute Rubio, ed. Gredos). ·
muro. Organizó también una procesión de su ejército, condeco­
rando a los que se habían distinguido y ofreciendo exequias a los Alejandro dio a conocer la misiva en el Consejo de los Com­
caídos, y un certamen gimnástico, con una carrera de antorchas al­ pañeros, órgano consultivo ­forn1al o informal, no hay consenso
rededor del santuario. La campaña podía continuar hacia Egipto. al respecto­ del monarca macedonio, Parmenión comentó que "si
él fuera Alejandro se habría alegrado de poder poner fin a la guerra
.SI YO FUERA PARMENIÓN en estas condiciones y no correr nuevos riesgos" (Arriano, Anab.
Fue entonces cuando Alejandro recibió una segunda misiva de Il.25.2), a lo que el joven rey respondió que él también habría ac­
· Darlo 111 ­aunque Arriano (II.25. l) la sitúa antes de la caída de la tuado as\de ser Parrneníón, pero él era Alejandro. Se trata de otra
ciudad­, sin duda ante la constatación de que Tiro ya no manten­ de las anécdotas que construyeron la mística de un conquistador
dría anclado al ejército macedonio y del fracaso de las iniciativas que lo quería todo, pero que también demuestra cómo Alejandro
persas en occidente. En efecto, en el Helesponto la flota de Aristó­ sabía tomar el pulso al enemigo. Y el pulso de este era ahora vaci­
menes había sido derrotada por los contingentes navales greco­ lante y débil, por más que estuviese reconstruyendo un ejército y
macedonios comandados por Anfótero y Hegéloco, y la escuadra contase todavía con todas sus satrapías orientales. Detrás de la re­
de Farnábazo se había deshecho con la deserción de los barcos fe­ tórica amenazante, la propuesta de Darío escondía míedo. /
nicios y chipriotas. Los almirantes macedonios, con 160 naves, fue­ El siguiente objetivo era Egipto, una de las más ricas satrapías /
j
!
ron tomando las islas egeas controladas por guarniciones y tiranos del Imperio y que previsiblemente caería como fruta madura dado
propersas. Primero se ocupó Ténedos, y en Quíos la población se
,Í
rebeló contra los tiranos impuestos por el Gran Rey en cuanto se (
avistó la flota macedonia, capturándose a Farnábazo. Anfótero Destruido lo mejor de fa flota tiria. Alejandro puede \
estrechar el cerco. Se intenta forzar las murallas en su 1
ocupó Cos y Hcgéloco hizo lo propio con Lesbos, donde el viejo fachada norte. en la que da a Sidón. sin éxito. .
\
mercenario ateniense Cares entregó Mitilene a cambio de vida y los sitiados despliegan el velamen de los
libertad. En cuanto a Anatolia, Antígeno Monóftalmos desbarató barcos que cierran fa entrada al P.Uerto
para ocultar a los navíos que les 5/oquean
Ja ofensiva de Nabarzanes y atacó Licaonia. Otro comandante ma­ lo que traman. PreP.aran numerosas
/1 embarcaciones para la batalla. un último
cedonio, Calas, entró en Paflagonía, y Balacro retomó Milete, La
! intento de sorprender. mediante un con-
retaguardia de Alejandro quedaba así firmemente asegurada. ! / traataque. a la flota enemiga.
!
//;
El Gran Rey ofrecía ahora a Alejandro a su hija Estatíra en rna­ ,,l
trimonio, que aportaría corno dote todo el territorio al oeste del / los tirios atacan a la flota que. fondeada
río Halis ­o al oeste del Eufrates según Arriano (II.25.l) ­ . Le ¡
! frente al puerto de Sidón. bloquea la salida a
alta mar. Mediante el uso de buceadores
conminaba a aceptar su proposición en consideración a lo ..~- ...... -- - cortan las cuerdas de las anclas y dejan iP
,;­ 1­í­._,_~;.r:.­­ A..-""'fl('
;'
___ ----· los navfos al pairo. los macedonios terminan
mudable de la fortuna, "que no permanece estable por '·.\ ,,,.. ·· por utilizar cadenas en vez de cuerdas para
mucho tiempo sobre sus huellas" (Curcio IV.5.2), y le in­ : .1( .. 'f ...,..,
.evitar la estratagema de sus enemigos.
timidaba con la vastedad de su Imperio y de sus recursos:
'·:\\\·.(v. -« '°"· ~'---..- \ ' /
~. . .--\ di
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' ­, j1

Alejandro tendría que atravesar el Éufrates y el Tígris ~ór;;1~~ ~

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y el Araxes y el Hídaspes, sólidos baluartes de su l\.\.­~::..~­¡
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reino; tendría que salir a campo abierto en donde le
saldrían los colores a la cara ante la exigüidad de sus
;J ' ':- ~~ ;..-?
r: 1
los tirios ponen en el agua 13 barcos de guerra
'~·­il, 1\ tripulados por sus mejores marinos. remeros y
propias tropas y tendría que llegar a la Media, a la ~I ' .J.. 1 soldados. la sorpresa para los sitiadoras es
Hírcanía, a la Bactriana; en cuanto a los indios, que completa. Solo la rápida resP.uesta del propio
habitan las costas del océano, ¿cuándo tendría acceso
~~/ •
~ 1
1 Alejandro. que encabeza el contraataque.
• 1 permite a los macedonios recobrar el control
a ellos?; para no hablar de los sogdianos y aracosíos, los tirios han colocado multitud de de la situación y acabar. de una vez. con la
rucas en las aguas adyacentes a la ámenaza de la flota tiria.
que se extienden hasta el Cáucaso y el Tanaís. Se haría muralla para entorpecer el acerca-
'

viejo con que tuviera que recorrer tantas tierras in­ miento de los navíos atacantes.
cluso sin tener que guerrear. Que dejara de provocarlo

ESTRE(HAMIENTODEI ASEDIO
N

rd~
o 500 '\(_~ 1000 1500 2000 El FINAL DE LA FLOTA TIRIA
1 1 1 1 los macedonios inician el asalto de las murallas
metros '·--··-··--·-·---··----------···· . ­ -·· ­­­­­­­­.­­­­
38 1 DESPERTA FERRO
que su sátrapa, Mázaces, solo contaba con tropas nativas de du­
dosa fiabilidad y ninguna posibilidad de recibir refuerzos. El ejér­
cito macedonio descendió por la costa palestina sin oposición
alguna, mientras en paralelo la flota, comandada por 1­lefestión,
transportaba las máquinas de guerra y aprovisionaba a las tropas.
Solo en Gaza, la puerta de entrada a Egipto, encontró resistencia,
ya que su gobernador, el eunuco Batís, se mantuvo fiel al Gran
Rey. Batis había hecho gran provisión de trigo y reclutado merce­
narios árabes, con los que esperaba sostener el asedio de una ciu­
dad que se erigía en un montículo rodeado de dunas y marismas,
alejada del mar unos 3 k.I11, con lo que Alejandro no podría recu­
rrir a su flota para expugnarla.
Examinado el emplazamiento, se dictaminó que la parte sur
del perímetro era la nuis débil, por lo que se comenzó de inrne­
diato a elevar un terraplén que permitiese acercar las máquinas a
la muralla. Fue cuando la obra estuvo terminada y comenzaban a
aproximarse los ingenios cuando aconteció el prodigio que narra­
mos en la sección "En Portada" y que Aristandro interpretó co­
rrectamente corno un vaticinio de que el rey resultaría herido. Así
fue, ya que al realizar los árabes una feroz salida para incendiar
las máquinas e intentar Alejandro contener la retirada de los
suyos, recibió el impacto de un dardo que perforó escudo y coraza.
Se hizo vendar e intentó permanecer al frente de los suyos, solo
para caer desmayado por la pérdida de sangre y ser retirado al
campamento. No era una herida mortal, pero sí una más a sumar
a las que a Jo largo ele su corta vida recibiría y que probablemente
tuvieron que ver con su muerte cuando las fiebres atenazaron un
cuerpo castigado menos de una década después.
Convaleciente, Alejandro replicó la estrategia que había des­
arrollado en Tiro una vez dispuso de barcos, la de presionar por
multitud de puntos. Para los defensores era más sencillo proteger
solo una parte de sus murallas, aquella donde se concentraba la
ofensiva, que el circuito completo, por lo que para poder ame­
nazar simultáneamente todo el perímetro de Gaza decidió le­
vantar un enorme terraplén alrededor de la ciudad, de cerca de
360 m de ancho por 77 rn de altura. Desde el terraplén las má­
quinas batieron las murallas, pero también el interior de la po­
blación, ya que sobre él se levantaron torres, más elevadas
incluso que las que, como los tirios, los defensores de Gaza ele­
varon sobre el primer muro. Además, se excavaron minas para
provocar el hundimiento de las defensas, medida lógica si recor­
darnos que entre los ingenieros del ejército macedonio había ex­
pertos en túneles como Gorgo. Fue precisamente el derrumbe
Albtrto PbaRübioa /ictnéiado en Hl$IOrla yen Cíendás ~por
de la Antigiialad por la lfAM/UCM, miembro d4lgrupo de inwstigod6n Occidens (www.ocddens.es) y coeditor
dt Desperta Ferro. Aau4lmmk se nu:uentm elílbarando su ksis doaond con uno b«ade la UniwtsidadAutónómO
dtMadrid.
de un lienzo de muralla, provocado por una mina, el que per­
mitió expugnar Gaza tras dos meses de asedio. Hasta tres asaltos
rechazaron los mercenarios árabes pero, finalmente, acosados
por esta brecha y por otras abiertas por los arietes, con las escalas
arrojando macedonios sobre los muros, la defensa se vino abajo.
Alejandro recibió otra herida, una pedrada en una pierna, sin
que hubiese cicatrizado la primera. Gajes de combatir en pri­
mera línea, y que sin duda influyeron en su negro estado de
ánimo cuando se tornó preso a Batís, cubierto de sangre y que
se había batido como un león. Esta vez Alejandro no hizo gala
de la grandeza de ánimo que en otras ocasiones le llevaba a la
misericordia, sino que tornó acerba venganza contra el causante
de los dos meses de retraso que había supuesto el asedio. Aún
con vida, se atravesaron los talones el eunuco para arrastrarlo
con un carro alrededor de la ciudad, en un macabro remedo del
ultraje que Aquiles, antepasado mítico de Alejandro, infligió al
cadáver de Héctor, Junto a él, 10 000 defensores y habitantes de
Gaza perecieron o fueron hechos esclavos, y la ciudad, como
Tiro, fue repoblada con gente de los pueblos vecinos.
Nada se interponía ya entre Alejandro y el país de las Dos
Tierras.
Proyecto de investigación "Entre la paz y la guerra:
alianzas, confederaciones y diplomacia en el Occidente
mediterráneo (siglos 111­I a.C.)" (Ref. HAR201 l­
27782), Plan Nacional I+D+I, Ministerio de Economía
y Competitividad, Gobierno de España. Grupo de In­
vestigación Occidens UIB­UAtvl ( www.occidens.es),
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.,.Bibliografía completa en www.despertaferro­ediciones.com
la UAM,máster en HlsWriay CitncitU
40
por Jan Worthington - University of lvf issouri
n el verano de 334 a. C., Alejandro Magno cruzó el I­Ie­
lesponto de Europa a Asia con el propósito de conquistar
i..-• el Imperio persa y dar fin al reinado de la dinastía aque­
ménida. Menos de una década más tarde, ya había cumplido sus
objetivos y mucho más, extendiendo el Imperio macedónico,
fundado por su padre Filipo JI, hasta la India (modernos Pakistán
y Cachemira), Alejandro murió en Babilonia en junio de 323 a.
C. Por entonces la Bactriana, la Sogdiana y la India se habían re­
belado y, tras su muerte, el Imperio fue dividido entre los miern­
bros de su corte, que 1nuy pronto entraron en guerra entre sí. Las
guerras de los sucesores (o ele los díádocos), que se extendieron
entre los años 323 y 281 a. C., fueron la primera herencia de Ale­
jandro, al no haber sido capaz de ofrecer un sucesor indiscutible
y permitir, en consecuencia, que las querellas internas entre sus
generales se desarrollaran Iibremente. Al fin y al cabo, Alejandro
no era tan brillante (véase Despena Ferro Antigua y Medieval nº.8:
los Diadocos, guerra fratricida por el Imperio de Alejandro).
Las conquistas de Alejandro en Asia son bien conocidas y lo
mismo ocurre respecto a las luchas entre los diadocos, mientras que
por el contrario se sabe bastante poco acerca de la situación de Grecia
el mismo periodo. ¿Qué fue de Grecia en. el ínterin? La respuesta no
es rmry espectacular, por cuanto sabernos, lo que contrasta fuertemente
con los periodos Arcaico y Clásico, La razón de que apenas ocurriera
nada relevante en este periodo es porque los macedonios ejercían un
estrecho control sobre los asuntos de Grecia, a consecuencia de los es­
fuerzos de Filipo 11 de Macedonia, quien en 338 a. C. logró derrotar a
una coalición de ciudades griegas en la batalla de Queronea e imponer,
seguidamente, la hegemonía macedónica sobre toda Grecia (véase
'i\tenas contra Pilipo, La batalla de Queronea" en Despena Ferro An­
tigua y Medieval n. 0 21).
Y, aunque es verdad que los griegos aprovecharon la muerte
de Filipo en 336 a. C. para rebelarse, su hijo y heredero Alejandro
logró n1U}' pronto restablecer su autoridad y la de Macedonia
sobre todos ellos.
Sin embargo, aunque conocemos muy pocos datos acerca de la
situación de Grecia en ausencia de Alejandro, lo cierto es que fueron
años de gran importancia para la historia de Grecia. fue precisa­
mente en este periodo cuando los griegos hubieron de acomodarse
a una nueva situación, a una nueva Grecia: ya no podían apelar a sus
tan tunados conceptos de libertad y autonomía y debían aprender a
vivir bajo la dominación de un gobernante extranjero, un estado de
cosas que, por cierto, no cambiaría hasta 1832, con la fundación del
moderno Estado griego, tras la guerra de independencia de Grecia
(1821­1829).
~ ESJEIA FUNEPMIA de época he~n~tica hallada en la ~la de Sifnos. En la escena central vemos a un hombre y a una mujer, esta última sentada, que e~cutan ta caracterísrira convención
artística de la DEJJOSIJ o apretar de manos entre dos individuos (en griego &t;íw01(. derivado de 6e:~1óc;, dexíos,"derecha'). El significado exacto de este gesto no ha quedado
claramente acreditado, pero podemos descartar que se trate de un gesto de carácter matrimonial, pues a menudo lo hallamos protagonizado por dos hombres, dos mujeres o adultos y niños.
En términos gtnerales, podemos afinnar que se trata de un símbolo de parentesco y de unidad familiar y, en esa misma linea, quizá tenga Glbida la hipótesis de Gariand, para quien además
se trata de una promesa de que la familia se reunir.i de nuevo en el Hades.Asimijmo, et hombre y la mu~r se miran mutuamente, lo que redunda en la idea anterior. Además, no debemos
olvidar que estas estelas estarían ori~nalmente policromadas y las pupilas pintadas, lo que penmitiría subrarr la dirección de la mirada de los personajes. Por otro lado, la cabeza de la
mu~r aparece levemente índinada hacia delante, algo común a esta iconografia y que sirve para denotar la sumisión asumida por su sexo en la sociedad griega. Aunque el texto que
aoompañaría a esta estela se ha perdido (sin duda policromo, y se ha disuelto), con toda probabilidad es ella la fallecida y a quien se dedica el monumento. Las dos figuritas pequeñas que
vemos en los laterales de la escena son de árlicil interpretación, ptl"..S es un tema de controYenia entre los especiaJijtas que se debaten entre ver en ellos niños (hiíos de los penonajes
principales) o esdavos. En este caso parece más probab~ que nos hallemos ante ESCIAW)S, representados a una escala menor que la de sus amos, como gesto de subordinación social. El
cinrurón que ciñe la binica de la figura de la izquierda es también propio de esdavos, de mtarse de un hijo de la familia la túnica iria sin ceñir. En et caso de fa figura femenina vemos
que acarrea un pequeño baúl o cajita con tapa abierta, lo que redunda en su carácter servi~ a modo de ayudante de cámara de la fallecida la presencia de los esdavos en esta imagen
sirve para señalar el estarus social del fallecido, pero también es reflejo de la consideración dada al esclavo como miembro del núdeo familiar, de la c:na en sentido lato (oikru).

PAZ, PROSPERIDAD Y TEMOR
En ausencia de Alejandro ­que se hallaba combatiendo en
Oriente­ Grecia pudo disfrutar de un periodo de paz y prosperidad
como no lo había hecho desde hacia décadas. Alejandro había con­
fiado a uno de los generales de su padre, Antípatro, la responsabi­
lidad de guardián (epi tropos) de Grecia y Macedonia en su ausencia
(Arriano Anab. 1.11.3), y Antípatro no era precisamente el tipo de
persona que toleraría una sublevación.
La ciudad de Atenas fue la que más prosperóen este periodo, fun-
damentahnente merced al sensato control de sus finanzas por parte
del célebre orador y político Licurgo, al frente de las mismas en el pe­
riodo entre finales de la década de 330 y la de 320 a. C. Sus esfuerzos
permitieron que la ciudad se recuperara de la crisis financiera en la
que había caído desde mediados del s. IV a. C. (Diodoro de Sicilia
XVI.88. l; Plutarco, lvforalia 84la­844a). Como resultado, Atenas cre­
ció inusitadamente e incluso inició W1 programa de obras públicas de
una magnitud tal como no se había visto desde los tiempos de Pericles,
en el s. V a. C. De este modo, se erigió un nuevo estadio panatenaíco,
así como un arsenal naval y el teatro de Dioniso. Es probable que Li­
curgo fuera el responsable de la introducción del sistema de efebos,
un modo de recluta de jóvenes entre las edades de 18 y 20 años. Al tér­
mino de este periodo, los soldados eran enviados a las fronteras del
Ática para que obtuvieran cierta experiencia en el arte de la guerra.
La intención de Licurgo era que estas medidas tuvieran un efecto
moral en la población, dañada como estaba tras décadas de guerras
y Ja pérdida de su autonomía ante los macedonios. Simultáneamente,
sus innovaciones en el campo de Jo militar pretendían demostrar
que Atenas no era una potencia de segunda, a pesar del control ejer­
cido por los macedonios. Licurgo murió en 324 a. C., aunque poco
antes había sido acusado de corrupción; de hecho, el día del juicio
hubo de ser llevado hasta la audiencia subido en su propio lecho,
ocasión que aprovechó para exonerarse (Plut.1W.or. 842e).
Si otras ciudades de Grecia prosperaron igualmente o no, no lo
podemos saber, pero es una hipótesis razonable pensar que sí, aun­
que solo sea porque la hegemonía macedonia les liberaba de la ne­
cesidad de gastar un porcentaje de su riqueza en gasto militar.
Efectivamente, hay indicios de que el sur de Grecia experimentó un
renacimiento económico, y lo más probable es que se tratara de un
fenómeno generalizado a toda Grecia.
Pero, a pesar de este crecimiento, ¿cómo explicar la resignación
y mansedumbre con la que los griegos aceptaron su nueva situación
de sometidos! Sobre todo, si Jo comparamos con la larga historia de
orgullo y resistencia a cualquier conquistador. Una posible respuesta
sea la destrucción de Tebas en 335 a. C. Los tebanos se levantaron
en armas contra el dominio macedonio e hicieron un llamamiento
a las armas al resto de las ciudades griegas (Arr. Anab .. 7.2­4; Plut.
Vida de Alejandro, Xl.6). Alejandro puso la ciudad bajo asedio y,
cuando finalmente esta se rindió, fue completamente inmisericorde.
La ciudad fue completamente arrasada, masacrada buena parte de
sus habitantes y vendidos el resto como esclavos (Diod. XVII.8.3­14;
Arr, Anab. I.7­9; Plut. Alex. Xl.6­13 y Demástenes XXIII.l­3; Justino
Xl.3.6­4.8). Este proceder lanzó un claro mensaje a todos los griegos
del destino que les esperaba en caso de rebelarse, logrando su efectiva
sumisión incluso en ausencia del propio rey.
LA REVUELTA DE AGIS
No obstante, en la primavera de 331 a. C. se presentó la oportunidad
perfecta para la revuelta cuando el rey de Esparta, Agis III, trató de
restablecer la hegemonía espartana sobre el Peloponeso, Para la con­
secución de este objetivo, Agis había recibido ayuda financiera de
dos sátrapas persas: Farnábazo y Autofradates. El espartano atacó
en primer lugar la importante ciudad de Megalópolís, en el Pelopo­
neso, luego llamó a los griegos a la unidad en contra de Macedonia,
un llamamiento al que respondieron positivamente la mayoría de
las ciudades del Peloponeso, y algunas de Grecia septentrional
(Diod. XVI.62.7). Antípatro se encontraba entonces sometiendo
otra rebelión distinta en Tracia, y hubo de dividir sus tropas para
acometer ambos problemas (Diod. XVII.62.4­6). Alejandro se vio
obligado a enviarle, sin dilación, una ayuda de 3000 talentos de plata
con los que Antípatro habría de reclutar mercenarios (Arr. III3.l6.9­
10; Diod. XVII.64.5; Quinto Curcio Rufo V.l.43).
En un primer momento, Jos atenienses se sintieron tenta­
dos de abrazar Ja causa de Agis (Plut. Mo1: 818e­f). Un orador
anónimo recitó un texto ­erróneamente atribuido a Demóste­
nes­ que terminaba con las siguientes palabras:
Si me lo pedís, pueblo de Atenas, propondré, tal y como
requiere el acuerdo, que hagamos la guerra a los trans­
gresores (Pseudo­Demóstenes XVII.30).
Entonces, Demóstenes ­quien en un primer momento parece
haber abrazado la causa de Agis­ cambió de parecer, temeroso ante
 ~l­
lapiri6n. gobernador macedonio de los territorios tracios. emprende en el afio
3~1 a. C. una campaila contra los escitas. El fracasoes absoluto. lopiri6nmuere
en batalla y su ejército es prácticamente aniquilado. le sucede llemn6n;
gobernador que se levantará en armas y contra el que Antlpetro tendrá qué
. o s
combatir duramente. i. s \
Antipatro al frente ele Macedonia
A mediados del ano 331 a. C.. mientras Antlpetro se encuentra en Tracia sofocando una
revuelta. le llega Is noticia de una nueva sublevación de los griegos dirigidos ahora por
Esparta. El macedonio se retira de Tracia y trata de organizar un ejército contra los
peloponesios. aunque quizá tarda demasiado en reunir los 40 non hombres can los que St.peos Memnón
invade el Peloponeso. Pero. por fortuna para él. el rey espartano ha visto dificultado el bdera Tracia
asedio a Megalópolis. fo que le ha hecho perder fa iniciativa. 0
N A a
eapolís O Mar0nea
· Tases Cardía
o
SamQtracia ~
:Se. Eámp~acu
Imbros <Yto~ O
O .i ..• .. ,0@A:bidas
Maol­"
Lemnos

Derroto decisiva de los persas

El griego Arist6menes ha recibido de Daría 111 el
mando de una Ilota destinada a expugnar el He/es-
panto. Sabemos que es derrotado por las macedo-
nios pero no hay más datos. lo cierto es que a @ @ ~e\:U"Oinél'!
partir de este momel1fo las operaciones persas se
concentran et1'el centro y sur del Egeo. y probable- Antisa* ~ .
mente se da ya par imposible conseguir el control
del estratégico estrecho. ~
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Eres© Lesbos .&
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lea res

Míbilene
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Pr6tses. macedonio que se encontraba en Eubea y el ~.~ ~
Peloponeso reclutando navíos para la guerra. *.r­ ·1;
Focec,1
avisado de la presencia de Ostsmes en Sifnos. parte 'a
C'Dili& con 15 trirremes desde Calcis y ataca por sorpresa i
©réO­ en plena noche. los barcas fenicios no ofrecen :i
demasiada resistencia y se rinden uno detrás de
otro. Solo Ostames. con Z navíos. puede escapar a
mar abierto y reunirse después can Fsrn~bazo.
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Abril-mayo de 330 a. C. ·~ r e 1 a d a s
Batalla de Megalópolis. •
derrota y muerte de Agis 111. ~........ Par~ 0
fin de la rebelión contra los Serifoo ~ Nrur0s
macedonias.
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Esparta en guerra con Macedonia :. o

Agis 111 entra en guerra contra Macedonia. Tras Melos Alianza de espartanos y persas
derrotar al primer ejército macedonio movilizado I' Encuentro can el rey espartano Agis 11/
•
contra él (al mando de C6rrsgo) avanza sabre Mega- (atona de 333 a. C.). Se le promete ayuda
lópolis. a la que pone sitio. En octubre de 331 a. C. contra los macedonios: sin embargo. las
gracias a su victoria. Agis 111 termina por reunir una noticias de la derrota de Darlo 111 en lssos
coalición de estados griegos contra Macedonia. 9 provocan un cambio de planes y Fsrnábazo
se retira de regreso a Ouros para asegurar la
ciudad. Autofrádates. que se mantiene en el
las fuerzas espartanas esperan en el cabo Ténaro. la plata fugar. entrega a Agis 111 más de 10 trirremes
y los barcos cedidos por los persas permiten a Agis 111 y 30 talentos de plata. después. el persa
iniciar la guerra en Creta. · navega en dirección a Halicarnaso. donde
1\1 ..,..• r acudirá más tarde el rey espartano.
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GRECIA Y LA llJCDA POR El E6EO
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Cidonia I e t 3
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LA RETAGUARDIA DE ALEJANDRO @
MANIOBRAS PERSAS Y ESPARTANAS EN CONTRA DE MACEDONIA
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Bizancio Calcedón 1)
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La defensa del Helesponto o . !
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EI He/espanto es un eslabón clave en las comunica- '
Calas acomete el sometimiento de Paf/agonía. otra
ciones macedonias. Los persas aspiran a retomar región que habla caldo en manos de los persas
todas las ciudades del lado asiática. pera Alejandro durante su intento de reconquista de la Anatolia.
tiene muy clara que na va a tolerarlo. En la zona
existe una escuadra macedonia (a griega aliada)
destinada a la defensa del estrecho: Alejandrase la Los persas amenazan las recientes conquistas macedonias
confía a Hegáloca. junto con 500 talentos (la infen- Tras la derrota de lssos. las fuerzas persas se dividieron. Muchas retrocedieron
terfa a Anfótero). con la orden de contraatacar a los hacia el lufrates. otras. organizadaspar los generales de Darlo 111 se mueven en
persas. dirección al norte. la inmensidad del Asia Menor. unida a la tradicional hegemonfa
o persa sobre estos territorios. les permite moverse con comodidad. Estas fuerzas
9as:cilio persas se lanzan a reconquistar el territorio perdido a manos de Alejandro. Oe
esta manera. mientras el rey macedonio marchaba en dirección al sur. tras él en
el norte. continuaba la guerra, desde Capadocia a Paf/agonía y. desde allf. hasta el
Supremacía persa en el Egeo 11 corazón de la península: lidia y su capital Sardes.
farnábazo prosigue la guerra en el Egea y concluye con éxito el asedio de
Mitilene. después opera ante las castas de Licia y las islas cercanas (bajo Auto-
frSdates). seguidamente manda una escuadra a las Cicladas (Oatsmes) y
ataca y somete la isla de Ténedos (verano de 333 a. C.).
El lfder mercenario ateniense Cares se rinde a los macedonios y entrega Mili/ene sin
combatir. Este. ya anciano. es un antiguo enemigo de los macedonios. pero gracias al acuerda
salva su vida y puede abandonar libremente de la isla. e11 el veranodel ano 322 a. C.
Tras la derrota de Aristámenes. Farnábaza Reveses persas en Anatolia
continúa merodeando por las costas de Jonia. frente Antfgono. con una fuerza improvisada. ya que buena parte
a la cual retoma Oufos. hasta que se dirige. con 100 de sus hombres hablan sido enviados a Alejandro. es el
navíos. a las C!cladas. Andros y Sifnos san entonces encargada de detener y derrotar a los persas que se han
ocupadas y guarnecidas. infiltrada a través de Capadocia. En tres batallas. las
fuerzas invasoras son destruidas o dispersadas y el terri-
~sm<i·iiii" torio perdida.reconquistado,
@
Menandro
JO N 1 lt la mayor amenaza para ALeiarrdr.o
. lafón ~
- Memnón es il líder de la resistencia contra Alcis.n'l/.r.o. 'Brillante
<Y" Éfes0 . . ..,.,, general representa la más sepia amenaza para fas planes del mace-
@ donio. Tras el asedia de Halicaroa.so. y mientras Alejandro continúa
.,.. .... -, con su camina. Memnón se muev:e con libufftad gvacias a su dominio
del mar (300 nsvfos). lo-s soldlldusque tiene y los que sigue reclu"
tanda. y los fondos propo11cion-atlospor ief 11e.y persa. Ataca /Julos kl
lesbos si tiempo que planea, conspi11a:y compra vdluntades entre las
~-' griegos por medio del or.o IJJ!tSíf.Muer.e dfJ enfermedad durante el
asedio de Mitilene (lesbosJ. Osttlo lll s¡¡be que pierde a su mejor •
general y Alf1iandro s su peor enemigo. M11mntln. moribundo. entrega
el manda a f.arnSb@Zf! sobrino del Peyp,gpsa. c_n marzo-junio del ano CLAVES
333 a. C. ¿ Enclaves con guarnición~
durante algún momento del pe
¿
•
Con guarnición macedonia
ldarnes Líder persa o mercenario grtegó
Caune al servicio de los persas

...
Redas
Enclaves persas
los persas mantienen. tras el paso de Alejandro.
varias bases en la zona. la más importante es la for-
taleza del puerto de Halicarnaso. Farnábazo se
cuida de mantener estas enclaves bien abastecidos y
defendidos. aunque eso na evita que Orontóbates.
en Halicarnaso. sea derrotado en campo abierto en
el transcurso de alguna incursión en la región adya-
cente Ounio de 333 a. C.J.
Creta va a ser una de las campas de batalla entre
macedonios. espartanos y persas. Na habrá
combates de relevancia en la isla. aunque sf muchas
de baja intensidad y asedios a ciudades ocupadas
por el contrario. Será el último campo de batalla en
las islas cuando. tras acabar con las restantes
fuerzas persas. capturar a Farnábaza y limpiar los
mares de piratas. el macedonio Anfótero dirija sus
fuerzas contra la isla.
Menondro Sátrapa macedonio
~ General macedonio
Pelene Ciudades de Acaya y Arcadia que
no se unen a los espartanos
Final de las fuerzas persas en el Egeo
Ver punto 12 (en llulos)­ la fuerza persa en el Egeo se deshace cuando Alejandro comienza
el sitio de Tiro. Buena parte de los reyes fenicios y chipriotas se encuentra combatiendojunta
a f srnábazo. que es el sostén de Is fuerza naval. Paco a poca. los diferentes contingentes van
abandonando las operaciones. los tirias. para regresar a su patria: y otros. como los
chipriotas. para acabar cambiando de bando. fsrnSbszo se encuentra ahora a la defensiva
acosado por fuerzas muy superiores. la flota de Hegáloco y Anfótero suma 180 nsvfos con
las que recorren las islas. liberándolas una a una del dominio persa. Farnábazo se encuentra CHIPRE
en Ouros. donde dispone de 12 trirremes completas, 30 sin equipar y un número indeterminado
de embarcaciones de piratas. además de tropas persas y 3000 mercenarias griegas. Toda ella
caerá en manos macedonias cuando el persa sea traicionadopor la población de la ciudad. que
dará muerte a la guarnición y le cap_turará y entregará encadenado a las macedonios. en algún
momento entre enero y julio de 332 a. C. El derrumbamiento del poder persa es generalizado.
Ténedos se subleva y entrega a los macedonios. como Cos. que también les llama para que
acudan a liberar una ciudad que está a punta de sublevarse.
o 50 100 150 200
.,. En el año 338 a L los atenisues, junto con sus aliados. fueron estrq¡itosanJEnte .derrotados por el fí!f Fi!ipo 11 de Macedonia en la bata!!a de Qm;ronea. Un año más tarde se aprobó
en Atenas una ley que pretendía blindar al Estado frente a la tiranía, lo que no es sino un daro reftejo de la preocupación que sentían por el futuro de su democracia, amenazada
por la hegemonia macedonia. En concreto, prohibía la colaboración con cualquiera que preparara un golpe de Estado antidemocrático, así como garantizaba el indulto a futuros
tiranicidas. La mencionada ley se grabó sobre la superficie de una estela de mármol cuya parte superior vemos en esta imagen, consagrada en la tradición académica como LA ESTELA
DE LA DEHOCMIJA. Dos copias fueron inscritas y expuestas, una frente al Bou~uteríón, otra frente a la Asamblea. El relieve muestra una alegoría del cuerpo cívico con dered10 a
voto (dema~ de Atenas, en forma de hombre barbado, sentado y vestido con himaóón (iµánov). prenda seme~nte al paf:ium romano. A su derecha, vemos una alegoría de la
democracia, en forma de mujer, que sostiene una corona (símbolo del triunfo) sobre la cabeza del demo: Este documento resulta sintomático del contexto en que nos hallamos y, al
tiempo, paradójico, en tanto sabemos que la democracia en Atenas ya tenía por entonces los días contados. Museo del Ágora. Atenas.

el peligro que suponía para Atenas un enfrentamiento con Mace­
donia, y persuadió a los atenienses para que se mantuvieran neu­
trales (Esquines III.165­166; Dinón, Pérsicas, 1.34­35; Plut. Dem.
XXIV: l). Y menos mal que así fue, pues aunque Agis obtuvo algu­
nas victorias iniciales, fue finahnente derrotado y muerto por An­
típatro en la batalla de Megalópolis, librada en el año 330 a. C.
(Diod. XVJl.63.1­3, Curt. VI. l ). Antípatro impuso una multa rnuy
gravosa sobre los aliados de Agís y, en cuanto a la ciudad de Es­
parta, la puso a disposición de Alejandro, Para sorpresa de todo el
mundo, este decidió que los espartanos no fueran castigados, y que
simplemente se les obligara a pagar 120 talentos a Ja ciudad de Me­
galópolis en compensación por el asedio al que la sometieron (Es­
quines IIl.133; Diod. XVJI.63.3 y 73.5­6; Curt. VI.1.19­21).
ATENAS
Que los atenienses abandonaran a Agís a su suerte es sintomático de
que eran conscientes de la futilidad de cualquier revuelta contra Ma­
cedonia, especialmente a la luz de los dramáticos hechos acontecidos
previamente a la ciudad de Tebas, en 335 a. C. Por otro lado, esto no
significó que dejaran de ser hostiles a Macedonia, De hecho, poco
después del final de la Guerra de Agis, varios simpatizantes de Mace­
donia fueron imputados en Atenas, y en el mismo año 330 a. C. tu­
vieron lugar los célebres juicios de Leócrates y Demóstenes. El
estadista Licurgo acusó a Leócrates de traición (Plut. Mor. 843d; Dio­
nisio de Halicarnaso, Primera carta a A111eo 1.2). Leócrates, quien
había huido de Atenas poco después de la batalla de Queronea (338
a. C.), viajó a Rodas y después a Megara (Licurgo 1.21), contravi­
niendo con ello la ley que prohibía la salida de Atenas (salvo embaja­
das diplomáticas) y que entró en vigor, como medida excepcional,
justo tras la mencionada batalla (Licurgo l.l 6.36­37, 41; Demóstenes
XVIIl.248; Pseudo­Demóstenes XX\TI.11; Plutarco, 1\101:
851 a). Tiempo después, Leócrates regresó a Atenas, quizá en el mismo
año de su proceso. Por fortuna, el discurso de acusación de Licurgo,
muy extenso, se ha conservado (curiosamente es el único de sus dis­
cursos públicos conservado). Licurgo demandaba que se le impusiera
la pena de muerte al reo, por desobediencia, pero al fin este fue libe­
rado de los cargos, por un único voto de diferencia (Esquilo 111.252).
Poco después del juicio de Leócrates, Esquines reabrió la acusación
que había iniciado en 336 a. C. contra Ctesifontc, un seguidor de De­
mostenes, por haber propuesto que este último recibiera una corona
de oro en agradecimiento por sus servicios a la ciudad (Esquines 111.49­
50, 237; Dcm. XVIII.57, 118; Plut. Mor. 840c). Esquines abandonó la
acusación en 336 a. C. a causa del reciente asesinato de Filipo 11, pero
en 330 a C. debió de considerar que era un momento propicio para
ello y reanudó su ataque contra su adversario político. Este juicio tenía
corno objetivo último a Demóstenes, y de hecho en el juicio a Ctesí­
fonte fue el propio Demóstenes quien acudió a defenderle. Se trata del
célebre discurso Sobre la corona (Dcm, XVIII). Tanto este discurso
como el de Esquines (Contra Ctesifonte) se han conservado y dan
cuenta de la maestría oratoria de ambos, especialrnente de Demóste­
nes. Aunque es verdad que Esquines tenía la ley a su favor, el discurso
de Demóstenes fue tan conmovedor que los miembros del jurado exo­
neraron al acusado de todos sus cargos. Esquines no logró siquiera
una quinta parte de los votos y, en consecuencia, fue rnultado con una
cuantía de mil dracmas y se le prohibió que volviera a presentar ale­
gaciones similares en el futuro (Plut. De111. XXIV2). Incapaz de aceptar
su derrota, Esquines abandonó Atenas y abrió una escuela de retórica
en Rodas (Plut. De111. XXIV.2; Mor. 840d­e).
Los juicios de Leócrates y de Ctesifonte/Demóstenes son de
gran valor histórico, en tanto nos permiten reconocer la realidad
política de la Atenas del momento, y la actitud de su población ante
la hegemonía macedonia. Es probable que Licurgo perdiera su jui­
cio no por argumentos legales ­no cabía duda alguna de que Leó­
crates había huido y por tanto desobedecido la ley­ sino porque
Licurgo recordó al jurado la derrota sufrida por Atenas en la batalla
de Queronea, cuando Filipo JI se impuso al resto de ciudades de
Grecia. Aquel fue verdaderamente un a11n11s horribilís, pues marcó
el final de la independencia de Grecia. Ocho años más tarde, Li­
curgo echaba sal sobre la herida y le costó la pérdida del juicio. Por
su parte, Demóstenes declaró que su política de resistencia a ul­
tranza ante Filipo era el modo correcto de proceder, y que Esquines
y los atenienses habían fallado al no percatarse de ello a tiempo,
Aunque los griegos habían sido derrotados, lo hicieron luchando
por su libertad, y esto, según Demóstenes, era la más noble de las
causas, por lo que podían llevar las cabezas altas. Además, recordó
al jurado que ellos eran tan nobles corno Jo habían sido sus ante­
848f­849, pasados, aquellos que lucharon contra los persas en las Guerras
Médicas, La elección de este discurso y la exposición de estos ra­
zonamientos, tan hábilmente elegidos, condenaron por cornpleto
a Esquines.
LA HUIDA DEL TESORERO
En los seis años que siguieron apenas ocurrió nada de trascenden­
cia, que sepamos. Pero este estado de cosas cambió por completo
en el ario 324 a. C. cuando Hárpalo, el tesorero real de Alejandro,
huyó de sus cuarteles en Babilonia llevando consigo a 6000 mer­
cenarios, 5000 talentos robados y 30 naves de guerra (Diod,
XVII.108.6; Curt. X.2.1; Plut. De111. XXV.!). Había estado malver­
sando fondos del tesoro aprovechándose de la ausencia de Alejan­
dro, mientras este combatía en la Bactriana y en la India, y ahora
creyó que la única forma de escapar de la ira de Alejandro era in­
citar a los griegos a la rebelión contra la hegemonía macedonia.
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Los atenienses no sabían cómo actuar. Le habían concedido a
Hárpalo la ciudadanía ateniense en agradecimíento por la concesión
de grano durante una hambruna reciente (Ateneo XIII.586d y 586a­
b ), pero ofrecerle asilo suponía desafiar a Alejandro. Demóstenes
convenció al pueblo para que le desatendieran (Din. III. l; Plut. Dem:
XXV.3; Plut. Mor. 846a), pero en ese preciso momento Hárpalo, as­
tutamente, acantonó a la mayoría de sus tropas en la base merce­
naria del cabo Ténaro (al sur del Peloponeso) y regresó a Atenas
suplicante. Al presentarse con una fuerza tan escasa, se entendió
que no era una amenaza y se le permitió la entrada en la ciudad en
junio de 324 a. C. En medio de unas tensiones crecientes entre los
atenienses y Antípatro, que exigía la entrega inmediata del tesorero
(Hípérídes 5.8; Diod. 17.108.7), Demóstenes se las arregló para con­
vencer a los atenienses de que arrestaran a Hárpalo, confiscaran su
dinero y enviaran una embajada a Alejandro para ponerse a su dis­
posición (Din. l.70 y 89; Hyp, V.9; Plut. Mor. 846b).
Que Hárpalo considerara la posibilidad de incitar a los griegos
a sublevarse, y que esta revuelta fuera encabezada por Atenas, dado
el control estrecho que ejercía Antípatro, resulta, como poco, sor­
prendente. Pero en el preciso momento en que Hárpalo llegó a Ate­
nas, encontró a Jos griegos furiosos con Alejandro a causa del
reciente decreto que ordenaba el retorno de los exiliados a sus ciu­
dades de origen, con muy pocas excepciones. Este mandato, cono­
cido como "el decreto de los exílados" daba además a Antípatro
poderes para emplear la fuerza contra cualquier ciudad que se re­
sistiera a ello (Hyp. V.18; Diod. XVII.109.l; )<..'VIIl.8.2­7; Curt.
X.2.4­7; Plut. Mor: 221 •; Justino Xlll.5.2­6). La oleada migratoria
­de decenas de miles de exilados­ que provocaría la aplicación de
esta normativa supondría graves problernas de índole social, eco­
nómica e incluso política, por lo que no ha de sorprendernos que
la mayoría de las ciudades enviaran embajadas a Alejandro ­por
entonces en Babilonia­ para protestar por el decreto.
Es más, este mandato, tomado de forma unilateral y sin con­
sultar a nadie, atentaba contra cualquier noción de autonomía de
las ciudades griegas, y que estas creían poseer. La situación era, por
tanto, de máxima tensión, una coyuntura extremadamente propi­
cia para Hárpalo. En el mes de agosto, Demóstenes viajó hasta
Olímpia para discutir con el mensajero del rey, Nicanor, acerca de
los términos del decreto de los exilados (Din. I.81; Hyp. V.18; Plut.
Dem. IX.l; Plut. Mor. 845c). Poco más tarde regresó a Atenas,
donde descubrió que Hárpalo había escapado (Diod. XVII.108.7)
y huido a Creta, donde fue finalmente asesinado.
Para empeorar las cosas, cuando Hárpalo fue inquirido para
que declarase cuánto dinero traía consigo, respondió que 700 ta­
lentos (Hyp. V.9­ I O; Plut. Mor. 846b ); pero ahora en la acrópolis
solo se podía encontrar la mitad de esa suma (Plut. Mor. 846b). De
modo que la opinión generalizada era que Hárpalo había pagado
sobornos a más de un servidor público para poder, así, garantizar
su huida. Estas sospechas condujeron a la acusación de varias per­
sonas, entre ellos el propio Demóstenes, y el Consejo del Areópago
inició una investigación. Seis meses más tarde el consejo los declaró
a todos culpables, a pesar de la ausencia de prueba alguna.
Demóstenes fue imputado y llevado a juicio en torno a marzo
de 323 a. C., declarado culpable y fuertemente multado (Plut. Mor.
846b, 846d). Incapaz de pagar la cuantía, se vio obligado a huir al
extranjero, desde donde continuó protestando y declarando su ino­
cencia. Desde luego no hay modo de que nosotros podamos saber
si efectivamente era o no culpable del delito que se le imputaba, De
hecho, tampoco podernos descartar la posibilidad de que Hárpalo
mintiese cuando, en un primer momento, declarase la cuantía de
46 OESPéRTA FERRO
ese monto (el único testimonio que tenernos de esa cifra proviene
precisamente de Hárpalo). Demóstenes declaró que efectivamente
sí que recibió dinero, pero a modo de préstamo (Hyp. V.13), lo cual
no ha de ser necesariamente tan sospechoso como parece a pri­
mera vista, dada Ja naturaleza de las finanzas atenienses. Efectiva­
mente es posible que organizara y auxiliara en la huida de Hárpalo,
pues así liberaría a Atenas de la responsabilidad que suponía acoger
a un fugitivo de Alejandro, y quizá también con objeto de apoyar
a la embajada que presionaba para la derogación del decreto de los
cxilados, Podernos también conjeturar con que Demóstenes fuera
víctima de un contragolpe, pues la fecha de su juicio coincidió con
el regreso de las embajadas que habían fracasado en su intento de
derogación del mencionado decreto, y al parecer declaró en su de­
fensa que estaba siendo sacrificado para aplacar la ira de Alejandro
(Hyp. V 14 ). Que algunos de los otros acusados fueran exonerados
parece dar credibilidad a esta hipótesis, y que Demóstenes sirviera
de cabeza de turco; al fin y al cabo, en ausencia de pruebas, todos
los acusados deberían haber sido acusados o exonerados en bloque,
corno de hecho pedían los fiscales (Din. l.113; 11.21; 1­lyp. V.5­7).
LA GUERRA LAMÍACA
Entonces, en junio de 323 a. C .. llegó la tremenda noticia de la
muerte de Alejandro, algo tan inesperado que muchos griegos se
negaron a creerlo en un principio: sí tal fuera el caso ­bromcaba el
orador ateniense Démades­ todo el planeta olería su cadáver (Plut.
Phocion XXJI.3). Pero era cierto. Una vez se confirmó la noticia,
los griegos rechazaron el regreso de los cxilados y muchas ciudades
se sublevaron en lo que se conoce corno Guerra Lamiaca, que es­
talló en septiembre de 323 a. C. La revuelta puso verdaderamente
a prueba la capacidad de Antipatro. De hecho, durante el invierno
de 323­322 a. C. un contingente griego liderado por Atenas logró
aislar a Antípatro en la ciudad de Lamia (de ahí el nombre de la
guerra), en Tesalia. No obstante, Antipatro logró burlar el bloqueo
y, con la ayuda de refuerzos traídos de Asia por el general Crátero,
derrotar a los aliados en Cranón (Tesalia), en agosto de 322 a. C.
(Diod. XVIII.17.1­S; Plut. Ca111il/11s XLX.8). Tras su Victoria, res­
tauró la autoridad macedonia e impuso castigos rigurosos sobre
los sublevados. En cuanto a los atenienses, hubieron de sufrir nada
menos que la abolición de la democracia y la imposición de un re­
quisito de riqueza para poder ser ciudadano, lo que supuso su pér­
dida para decenas de miles de personas (Diod. XVIII.18.3­6; Plut.
Dem. 28; Phocion 29 y 33; Plut. Mor. 846e­847b, 847d y 849a­d).
lan Worlhingto.n es profesor de Historia y de Historia Ckúica en la Univmity of A-lissouri, donde imparte asignaturas
de Hhtoria de Gre1,.iá, des.de ti ~odo Aralico hasta el HeleniStico. Obtuvo una licenciatura en Hull, máster en Dumem,
d«wrado en Monash Uni1'1!nity (Mtlbourne) y~ e$pecializ.a en HistoTia Antigua de Grecia y oratoria, tema sobre el
que ha ncrito vari01 /Wro$. tntrt les cualt.s By the Spear. The Ríse and Fall of the Mactdonian Empire (f>x/ord lJnivmi.ty
Press 2014) y Demosthenes of Athens and the Fall of Classícal Greece (Oxford UnivmityPress 2013). En la actualidad
está redactando una biografía de 1olomeo l de Egipto.
Demóstenes recorrió Grecia, por iniciativa propia, exhortando a
la gente para que se sumara a la revuelta de Atenas (Plut. Dem.
XXVII.6­7; Plut. Mor. 846d­847b). Tras la derrota de esta en Cra­
nón trató de huir de nuevo pero fue perseguido y, llegado a la isla
de Calauria (actual Poros), ante la inminencia de su captura, se sui­
cidó (Plut. Dem. 28­30; Plut. Mor. 846f).
CONCLUSIÓN
La Guerra Lamíaca fue la última tentativa de los griegos de recuperar
su independencia. Su causa inmediata fue la muerte sin herederos
de Alejandro y las disputas entre sus sucesores (Diod. 18.8, Strabo
14.645, Polyaen. 6.49). Pero duró apenas un instante y no supuso
sino un pequeño bache en el largo proceso de asimilación de Grecia
por los macedonios, iniciado en la batalla de Queronea (338 a. C.) y
concluido con la anexión romana de Grecia, en 146 a. C.
Lo que nos resulta sorprendente es que algo tan evidentemente
perjudicial como el decreto de los exilados debería haber tenido el
efecto de levantar en armas a todos los griegos ­sobre todo al coin­
cidir con el episodio de Hárpalo, que podría haber ofrecido tropas y
dinero­, pero no lo hizo. Esto nos lleva a pensar que los griegos no
estaban esperando impacientes a la primera oportunidad para rebe­
larse, como pudiéramos pensar, sino que preferían acudir a la diplo­
macia en lugar de la guerra. Parece que los griegos habían asumido
que la nueva realidad era la única opción posible. El momento en el
que se produjeron los mayores ajustes a esta nueva realidad fue pre­
cisamente durante la ausencia de Alejandro, mientras combatía en
Oriente, en los años 334­323 a. C., por lo que podernos decir que
constituye uno de los momentos más relevantes de la historia de Gre­
cia, a pesar de la aparente escasez de acontecimientos.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Bosworlh, A. B. (1988): Conques/ and En1pire. tbe Reign of Alexander the
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Worthington. l. (20111): By the Spear. Philip 11. Alexander the Bree: and the
Rise and Fa// of the Macedonian Empire. Oxlord: Oxlord Universily
Press.
.,,.Bibliografía completa en www.despertelerrc­edicienes.cnm
 •

48 1 DESPERTA FERRO

dro
por Alan Lloyd - Swansea University

LA CONQUISTA DE EGIPTO ERA, PARA ALEJANDRO, PAH.TE ESENCIAL

DENTI~O DEL COMPLEJO PllOYECTO DE DO!v1INACIÓN DEL ltvIPERIO
AQUEMÉNIDA, EN EL QUE CONCUilRfAN DOS OBJE'rIVOS: LA
INCAPACI'li\Cló.N DE LOS PERSAS PARJ\ INTERVENIR EN LOS ASUNTOS DEL
EGEO, Y LA CONDUCCIÓN DE LA l'v1'UY DEBA'fIDA "CRUZADA P1\NHELÉNICA,, QUE DEBÍA VENGAR LAS
AGRESIO.NES PERPETRADAS P.OR LOS PERSAS EN EL S. V A. C.

­ n este contexto, Egipto ­ana de las mayores y ptinittipait'S
prevíneías del lmperío persa­ era un objetivo obVio y n.e­
cesarre, AJ tratme de la altima dt las.provineias ooiden.­
tales en Jet: eqnquis.ta'da. su ­0eupac4én cumplía la función ..de
enonm•¡lOf;dfnt¿giCO­de garan~ que Alejandro .nopudie.ra
ser ata~do en su r~t~ mientras avanzamh.aeia el c­0~n
det ltnpet'io. Ademil.s. se ttat­aha de.Ja pro.vincia mas rica y poblada
de t'Qdas las oonquist:adas haSta el momento, :y Sj.:l;6, incontables re­
cursos servirían de inestimable ayudi, tanto desde el punto de vtst.l
Taueh ·
o:;-~- · · sémeros
.» ,
AJ cabo de una rápida marcha de seis días desde Gaza, Alcjaridro
llegó a la ciudad de Pelusío, la vía tradicional de entrada a Egipto
ubieada en el extremo nordesde del delta del Nilo. Allí se reencontró
con la flota de guerra, que había seguido sus movimíentos a lo largo
de ta Qlff.a. La conquista dcl país file por entero incruenta. El gober-
nadjr ptrsa (sátrapa) de la provincia, de nombre MázaEes; era in-
d.Uda:blení<.mte un buen comandante. Había l~do. no sin
diticu.ftad. rt'$laumr la moral de sus tropas tras su derrota frente al
renc:gado Ámintas ~hijo de Antioco), general macedonio traidor a
Alejandro y,$tentuabne,nte,también traidor a Darlo, pues tras la ba­
talla de 7$50$ había tratade de cenquíster EgiptO' paras~,.en1plean:do
para éllo una ·fuFza de 4000 mercenarios griegos. ·r~as un,agran vic­
toria sobre Mázac­es. -la suerte cambié de lado y Amintas fue fl.11al­
mente dmotado y muerto. sume que asinmmo corrió la n1ayoria

_ .> ,- .:' '• de' Stl$ mercenarios.

..., _-.- Barqa · · - <-- - - ­o '
''
Peto. a ~ de todo. Mázac~ no sqponía u.na amenaza para
'
, '
Peliuro t .M8}aíldro, pyes sus ttopas estaban del todo désmoralízadas tras la
espetides

.militar ~mo comercial. En todo caso, aunque podemos estar se­

guros de que los 'motivos de Alejandro fueran principalmente de '
''
índole militar, tampoco podemos descartar completamente la ''

atracción y mística que ejercía Egipto, muy poderosa entre los grie­ Catabatmo Mayor!Plyn'as LJ1i~m;e~n~~--::- -;.~.
~~~
'
gos del momento, particularmente desde que Herades y Perseo,
... . __ ._... . ... -· L ·­1··­­­1>­­
~· .. __ D
•
•
'' antepasados legendarios de la fumilia real macedonis, Visitaran su·
•
•'
puestarnente este país.
CLAVES
LA INVASIÓN Guarniciones macedOnias instltladas
en Egipto por Alejandro
La victoria de Alejandro sobre los persas en la batalla de lssos (333
•
a. C.) no le dio, de forma inmediata, el control sobre todo el Le­ gusmiclt1n'f1AY11~~ Cargos políticos y militares
vante. De hecho, tal y corno sucedió, los asedios de las ciudades mayor
. ARA.B IA División administrativa
meridionales de Tiro y Gaza iban a consumir ingentes cantidades
de recursos en hombres y materiales y retrasarían la llegada de Ale­
jandro a Egipto, que finalmente se produjo a finales de 332 a. C. El
mejor y más completo testimonio de este episodio es sin duda el
del historiador Arriano (ca. 86­160 a. C.), si bien también conta­
111os con otros autores para la definición de los detalles.

oasis de 'Siwa
.o
A momo
 ~ AMUlEID EGIPCIO en fonna de ojo del dios Horus. uno de tantos producidos en la Antigüedad. Lo peculiar de esta pieza es su lugar de
hallazgo: la colina de la apadana (sala de audiencias) de la ciudad persa de Susa, en el actual Irán. Se trata, por tanto, de un interesante DESPEllT A FERRO 1 49
testimonio del contacto cultural entre el corazón del Imperio aqueménida y sus provincias más lejanas. Musée du · Louvre, París.

derrota de su rey en Issos y Ja vergonzosa huida del mismo del ca1npo en Pelusio y prosiguió su marcha a lo largo de la orilla oriental
de batalla, así como por la noticia de que Alejandro ya había tornado de la rama pelusina del río Nilo hasta alcanzar Heliópolis. Por
el control de Siria, Fenicia y parte de Arabía, lo que bloqueaba ­de el camino, ciudad tras ciudad le abría las puertas. Mientras tanto,
facto­ toda posibilidad de ayuda o suministro que pudieran recibir envió a la flota de guerra aguas arriba en dirección a Menfis. Esta
desde el corazón del Imperio. Para mayor abundamiento, Mázaces ruta le suponía evitar el cruce de varios obstáculos de agua, tanto
car~ía de contingentes de origen persa, y sus tropas, que eran egip­ naturales corno artificiales, y además le permitía garantizar la
cias, sentían un desprecio generalizado hacia sus amos persas, a quie­ seguridad de su flanco derecho a medida que avanzaba hacia el
nes veían corno arrogantes y depredadores. Lo cierto es que, sur. Una vez en Menfis, Alejandro ofreció un sacrificio a los dio­
efectivamente, desde los primeros momentos de la ocupación persa ses Y celebró concursos atléticos y musicales a los que se espe­
de Egipto estos habían adoptado una política extremadamente agre­ raba acudieran contendientes griegos, todo lo cual tenía como
siva y opresora, de la que son testimonio las palabras del historiador finalidad la afirmación, con contundencia, de su identidad
Diodoro de Sicilia: griega (y es que no debemos olvidar que algunos griegos tenían
dudas de que la casa real macedonia fuera efectivamente griega).
Artajerjes, después de apoderarse de Egipto en su totali­ Tras esto navegó aguas abajo, al frente de un pequeño contin­
dad y demoler las murallas de las ciudades más impor­ gente de tropas de élite, en dirección a Canopo, donde señaló el
tantes, saqueó los templos, juntó una gran cantidad de lugar en el que habría de erigirse la ciudad de Alejandría. Una
plata y oro y se llevó los registros de los templos antiguos, vez allí, o poco después, recibió embajadores de la ciudad griega
.
que más tarde devolvió Bagoas a los sacerdotes egipcios de Círerre, en Libia, que estaban impacientes por establecer re­
mediante un rescate de mucho dinero. Premió a los grie­ lacienes diplomáticas pacíficas con Alejandro, como efectiva­
ges que habían hecho la campaña con él con regalos con­ mente así fue.
siderables, a cada uno según sus méritos, y los licenció a
sus patrias; tras nombrar a Ferendates como sátrapa de ORÁCULO DE Sl!WA
Egipto, regresó con su ejército a Babilonia, transportando Llegadas a este punte, Alejandro sufrió otro de sus periódicos ata­
mucho dinero y botín y habiendo ganado gran renombre ques de pothos ("anhelo': "ansia"), que le nevaron a desear impe­
por sus éxites (Díodoro, Historias XVI.51.2­3; trad. J. J. riosamente emprender un viaje a través del desierto hasta el
'Forres Esbarranch y F. M. Guzmán Herrnida). célebre y muy venerado oráculo de Zeus Amón, en el oasis de
Siwa. Se kata de un episodio muy tratado y detalladamente na­
No ha de sorprendemos, por tanto, que lejos de set conside­ rrado por las fuentes, que hacen hincapié en las penalidades del
rad0 un invasor, Alejandro fuera bienvenido como un libertador. viaje para embellecer la narración, en la que tampoco faltan ele­
En consecuencia, el resto de Ja conquista de Egipto fue poco mentos fantasiosos o diseñados para ennoblecer la figura de Aíe­
menos que una procesión triunfal. Para garantizar el control de jandro. El testimonio de Arriano lo describe de la siguiente
la entrada ol1ienta1 al país, Alejandro acantonó un contingente manera:

...
tonio/.Amonia
fundación de
­­­ Alejandría
~~~........ 331 a. C.
mr 00""';¡~~¡Q
\ ...il •

guarl&iónde PelusiL

liOB/EflNll [Jf Eli/PTll (no se nombra sátrapa)

.. ­ ... ~
,­ ­ ­ ..... , · manda administrativo M·wth
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:
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{Ji) © Desperta Ferro Ediciones
www.despertaferro-ediciones.com
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EGIPTO \
ANO 3~2/3.31 a. C.
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~ La VISITA DE ALEJAHDM HAQfO AL ORÁCUlO DE iEWÓH, EN SrNA, es uno de los epsodios más c{~ebres de la vida del macedonio, cuya mayor o menar relevancia en la
mentalidad de Alejandro es aún hoy en día motivo de comroversia entre los especialistas. El historiador romano Quinto (urcio Rufo, quien a su vez bebe del griego (litareo (Ooruit
a 310 a. C.), describe la escena con todo dec.1!!e:

lo que se adora como dios no tiene el aspecto que normalmente los artistas han adjudicado a los dioses. Su forma es muy semejante a un disco constituido mediante el
engarce de una esmeralda y piedras preóom. Cuando se le hace al dios una consulta, les sacerdotes llevan este disco en una embarcación dorada de ruyos costados cuelgan
gran cantidad de páteras de plata; van detrás damas y doncellas cantando, a la manera del país, un poema desaliñado con el que creen ganarse a júpiter para que pronuncie
un oríaJ!o certero. Cuando Alejandro se acercó, el sacerdote de más edad lo llamó "hijo", asegurando que tal nombre se lo otorgaba su padre júpiter. Aque~ olvidando su
condición humana, contestó diciendo que él, por su parte, no solo recibía sino que también reconocía tal título. A continuación preguntó si su padre les tenía reservado a
sus hados el mando sobre todo el orbe; el advino, dispuesto a la adulación, le hizo saber que se convertiría en el dueño y señor de la tierra [ ... ) y añadió que él, Alejandro,
no conocería la derrota hasta que ascendiera al lado de kls dio;es (Curcio Rufo, HiJfaria de Alejandro Hagno IV.7.25­27; md de F. ~jenaute Rubio).

De modo que A!ejandro reconoció ser hijo d'! jlipitufleus/Amón y no de Filipo 11 de Macedonia. Más interesante es la teoría propuesta por Plutarco (AA} XXVll.9) según la cual
el sacerdote, al querer saludar a Alejandro con un término afectuoso, empleó la expresión paidión ("hijo'). lo que no era sino una lórrnula perteneciente a la titulatura tradicional
del faraón ("hijo de Amón"), pero se equivocó y pronuncíó pai Dios "hijo de júpiter". Tras la figura de Alejandro se aprecia al general Tolomeo, quien años más tarde asumirá el
titulo de faraón, bajo el nombre de lclomeo 1 Soter.
Sintió entonces Alejandro un vivo deseo de acercarse hasta
el santuario de Amón, en Libia, por dos razones: primera,
por consultar al dios cuyo oráculo se decía que era infali­
ble, y porque a él había acudido el propio Perseo y Hera­
eles, aquél cuando fue enviado por Polidcuctc en busca de
las Gorgonas, éste cuando se dirigió a Libia en busca de
Anteo, y a Egipto en busca de Busiris: la segunda razón
era que Alejandro deseaba emular a Perseo y Heracles, por
considerarse descendiente de arribos, llegando a atribuir
su nacimiento a Amón, al igual que Jos mitos atribuían el
de Heracles y Perseo a Zeus. Pues bien, el caso es que Ale­
jandro se decidió a visitar el templo de Amón, con el pro­
pósito de conocer con exactitud sus vicisitudes futuras, o
cuando menos, poder decir que las conocía. [ ... J Alejan­
dro se quedó maravillado de este lugar y consultó el orá­
culo de Amón, Según dijo, oyó de la divinidad cuanto
deseaba y, acto seguido, volvióse de regreso a Egipto.
(;\ rriano, Anábasis lll.3­4; trad. A. Guzmán Guerra).
Este texto es interesante por varias razones: en primer lugar
porque ofrece una imagen de los pensamientos del rey macedo­
nio y de la impresión que tenía de sí mismo, asociado a los héroes
de la leyenda griega a quienes consideraba tanto sus modelos
como sus rivales en la fama. De forma similar, el escritor romano
Quinto Curcio Rufo señala que el terrible tratamiento dispensado
por Alejandro a Betis, comandante persa de la ciudad de Gaza se
justificaba porque Alejandro creía descender de Aquiles, y este
últirno había tratado de forma similar el cadáver de su enemigo
Héctor, Esta forma de pensar es coherente con el aprecio que sa­
bemos que Alejandro sentía por la Ilíada, y que conservó a lo
largo de toda su vida.
Otro dato de gran interés que podernos deducir del texto de
Arriano es la respuesta dada por el oráculo. Se trata, sin duda, de una
versión muy resumida de los hechos y, por lo mismo, probablemente
sea más realista que otras. Otros autores ofrecen narraciones mucho
más detalladas y elaboradas, de mucha menor credibilidad.
Sea corno fuere, el escritor Calístcnes, que acompañó a Alejan­
dro en sus campañas, añade el dato de que el profeta de Zeus Amón
declaró que Alejandro era el "hijo de Zeus (==Anión)'' (Estrabón,
XVll.1.43). Si bien es cierto que Calístenes no es, desde luego. la
más fiable de nuestras fuentes, este detalle sí parece ser correcto,
puesto que, a ojos de los egipcios, Alejandro habría sido conside­
rado un faraón y, con10 tal, habría sido por completo natural que
el sacerdote se dirigiera a él como "hijo de Amón" Lo que no po­
demos asegurar es hasta qué punto alimentó este episodio la atri­
bución de carácter divino que, como sabernos, Alejandro se arrogó
con posterioridad, pero en todo caso es más que probable que efec­
tivamenre sí lo hiciera.
Tras esto, y según Arriano, Alejandro regresó a Menfis, si bien
otras fuentes refieren que en su lugar acudió por segunda vez a
Alejandría para dirigir la fundación de la nueva ciudad. Aunque
esto último no es imposible, el testimonio de Arriano se nos an­
toja más convincente.
Sea con10 fuere, una vez hubo regresado a Menfis, Alejandro
recibió unos muy esperados refuerzos, ofreció un sacrificio a Zeus
(lo que quizá se deba relacionar con su reciente visita al oráculo de
Siwa), presidió un desfile del ejército al completo, completamente
armado (probablemente con el fin de reforzar su afinidad con la
tropa) y celebró nuevas competiciones atléticas y musicales cuya
función habría sido la misma que las anteriores, ya mencionadas,
ORGANIZACIÓN DE LA CONQUISTA
A su regreso de Siwa a Menfis, Alejandro se puso manos a la obra
en la reorganización de su nueva provincia. Una de las cuestiones
prioritarias de su programa era evitar ofender a los egipcios, una
política en la que difería claramente de sus predecesores persas.
Ya había comenzado a aplicarla cuando, al punto de conquistar la
ciudad de Menfis, ofreció un sacrificio al dios Apis, uno de los
más importantes del panteón egipcio en el periodo; lo que se con­
virtió en una prueba de fuego a modo de aceptación, o no, de la
autoridad de un rey extranjero.
En un primer momento, Alejandro propuso que la adminis­
tración civil del país fuera dirigida por dos egipcios: Doloaspis y
Petisis, probablemente uno del Alto y otro del Bajo Egipto. Pero
Petisis declinó la oferta y. en consecuencia, la administración de
todo el país recayó sobre los hombros de Doloaspis. Alejandro in­
sistió en que los nomarcas (gobernadores provinciales) debían con­
servar las mismas atribuciones de que habían gozado hasta la fecha.
No obstante, hubo dos ámbitos de los que los egipcios fueron co111­
plctarnente excluidos: el militar y el de la supervisión de la recau­
 'Y EFIGE DE AlfJAll)PDHAGNO COHO FMAÓH. Tallada en granito rosado en tomo a 300 a. C. Pecer C. Bol propone que la pieza represente a Alejandro 111 (Magno),
52 OESPERTA FERRO a su hijo Alejandro IV o induso a Filipo Anideo (medio hermano de Alejandro Hagno), aunque tanto este espeóafata como C. Reinsberg consideran que lo mas
probable es que efectivamente represente al primero, ya que muestra su caracterisrico peinado (anartole) de rizos de cabello sobresaliendo por la frente. La
inftuencia artística griega se aprecia en la postura de fas piernas, el leve ~ro de la cabeza y el mencionado peinado. Liebieghaus Museum, Franklurt
dación fiscal a nivel estatal. El ejército acantonado en Egipto quedó
bajo la autoridad de Pcuccstas y Balacro, mientras que la flota fue
puesta en ruanos de Polcmón. Bajo la autoridad de estos se dispuso
a un amplio grupo de comandantes, pero todos ellos de origen ma­
ccdonío o griego. El territorio de Libia, adyacente a Egipto, así
como Arabia (la parte occidental, desértica, próxima a Heroópolis)
fueron puestos bajo mando de Apolonio y Cleómenes respectiva­
mente, De este modo, el poder del reino descansaba, en último tér­
mino, en un ejército y una Ilota que estaban dirigidos por
comandantes no egipcios a quienes Alejandro conocía per­
sonalmente y en quienes tenía plena confianza.
La ingente riqueza de Egipto exigía, asimismo, pre­
caución en la dirección de sus finanzas. La fiscalidad
local se mantuvo en manos de los nomarcas pero
estos, a su vez, debían responder y pagar su cuota
correspondiente a Cleómenes de Naucratis, que ~
.;;
ejercía como una suerte de ministro de finanzas. ~ Egipto"). Desconocernos los motivos exactos que lle­
"'"
El extraordinario talento para la corrupción que 3·­
~
demostró este personaje significó que su nom- ~
.>.
bramiento no fuera desde luego el más afortu­ Q
nado.
Sí bien las fuentes dan mucha información
acerca .de la organización de Egipto, no debernos
tampoco olvidar que en este momento Alejandro
continuaba siendo líder (hegemon) de la Liga de
Corinto y debía ocqparse de los asuntos de toda
otra serie de territorios, Como tal, rt.icibió en Egipto
una serie de embajadas que le invitaban a actuar. Míen­
tras se hallaba atareado preparando la fundación de Ale­
jandría, recibió la visita del general macedonio Hegeloco
que trajo la noticia de la liberación de las islas del Egeo,
hasta la fecha ocupadas por los persas. Trajo consigo pri­
sioneros, algunos de los cuales fueron liberados y envia­
dos a sus territorios de origen, otros concentrados en la
isla nílótica de Elefantina y puestos bajo custodia. Nuevas
embajadas llegaron desde Grecia y, según declaran nues­
tras fuentes, todas sus peticiones fueron satisfechas.
Esto último parece sugerir que Alejandro tenía gran
interés por liberarse, lo antes posible, de todos los
asuntos administrativos y poder así dedicarse, en ple­
nitud, a la conquista de Persia,
Su estancia en Egipto no superó los siete meses, por lo que ape­
nas pudo llevar a cabo ningún proyecto constructivo o de ingenie­
ría. No obstante, sí que tuvo tiempo para levantar un puente sobre
el Nilo a la altura de Menfis, así como otros puentes a través de ca­
nales, mejorando así las comunícacíones de esta ciudad. Parece evi­
dente que Alejandro comprendía la necesidad de facilitar un
transporte ágil y veloz, sobre todo por cuanto ello afectaba a la efi­
cacia de sus ejércitos. Y es que los puentes eran casi inexistentes en
el Egipto faraónico, una situación que se mantuvo, en gran medida,
hasta el s. XX.
De particular importancia fue, desde luego, la fundación de
la ciudad de Alejandría, en 332­331 a. C., poco antes de su visita
a Siwa, Según Arriano, Alejandro marcó la disposición exacta de
cada uno de los espacios y edificios principales de la naciente
urbe, lo que incluía el mercado, los ternplos y las divinidades que
habrían de venerarse en cada uno de ellos (entre ellos, uno dedi­
cado a la diosa egipcia Isis), así como la muralla defensiva. La de­
terminación del resto de detalles quedó en manos de un equipo
de expertos liderado por el afamado arquitecto Dinócrates
de Rodas. Esta urbe, que el destino convertiría en una de las
más importantes del Mundo Antiguo, no se consideró una
ciudad propiamente egipcia sino algo más cercano al nom­
bre que a menudo recibía tanto en griego como en
latín: Alexandria ad Aegyptum ('l\.lejandría junto a
varon a Alejandro a fundar esta ciudad, pero podernos
proponer conjeturas con un alto grado de seguridad.
Por un lado, se trataba de un emplazamiento ideal
para recibir la llegada de las rutas comerciales proce­
dentes del Levante, particularmente tras la destrucción
del gran puerto comercial que era Tiro. El nombre de
la ciudad en egipcio es también revelador. Se traduce
como "la fortalesa del rey del Alto y el Bajo Egipto
hterikaamon­setcpuenre, hijo de Ra, Alejandro" que
eiertamente demuestra la percepción egipcia de que la
f'u:nd\l.ción tenía un fuerte carácter militar, Probablemente
fue incluso más importante el hecho de que estuviera orien­
tada hacia el norte y noroeste, en dirección hacia el mundo
de habla griega, lo que facilitaba enormemente la implica­
ción de la corona en los asuntos de este reino. Por lo mismo,
constituía una herramienta sin igual para la gradual hele­
nízación de Egipto y la destrucción, progresiva, de la cultura
faraónica.
ASIMILACIÓN DE ALEJANDRO EN EGIPTO
Que Alejandro fuera o no coronado rey de Egipto es aún
hoy un tema debatido. Ninguna de las cinco fuentes prin­
cipales de su reinado lo indica, pero el Romance de Alexan-
dre (l.34) sí describe una ceremonia de coronación. No hay
duda de que esta última es una novela y por tanto su valor como
documento histórico muy escaso, pero nada impide que en este
caso narre un hecho verídico. De lo que no se puede dudar es de
que Alejandro fue tratado como tal, en el más pleno sentido de
la palabra faraón, y honrado con una titula tura real completa (de
cinco palabras) que documentamos en numerosas ocasiones, y
con algunas variaciones. A$í por ejemplo, en un pedestal de su
ternplo en Qasr el­Megysba (oasis de Bahariya) leernos:
­,
.,. CARTIJCHO EGIPOO CON EL NOMBRE DE AlfJAND!tO HAGIO, tallado sobre uno de los paramentos del templo de Luxor
(antigua Tebas). Se trata del modo protocolario de ·representación del nombre del faraón conforme a la costumbre egipcia.
conocido cómo shenu en lengua egipcia (el término "cartucho" es moderno, acuñado por los soldados franceses de las guerras
napoleónicas, ante la semejanza del mismo con un cartucho de bala de mosquete).

La [encarnación de] Horus, rey de reyes de Ja Tierra corn­ (aunque según el mencionado
plcta, [protegido por las] dos damas, el león, de gran poder, romance acabaron en Macedo­
que ha tomado posesión de las montañas, llanuras y des­ nia). Se trata, obviamente, de
iertos, el Horus de oro, el toro poderoso, que protege Egipto, una fantasía completa diseñada
señor de Jos mares y de todo lo que el sol circunda, rey del
Alto y del bajo Egipto, Setepuenre ("elegido de Ra"), Mery
con fines propagandísticos para
presentar a Alejandro no como
-··-
Amón ("a1nado de Amón"), hijo de Amón, Alexandros. un conquistador extranjero sino
. . ,
como un eg1pc10 mas, que re­
< >
••
Aunque en esta titulatura podemos ver muchos elementos pro­ gresa del exilio
. para liberar a su
cedentes de la tradición, los sacerdotes responsables de su factura pueblo del invasor persa, que
eligieron hacer hincapié en la naturaleza omnímoda del poder de había vuelto a dominarlo de
Alejandro, en su capacidad y éxitos militares, y en su papel corno nuevo.
guardián de Egipto. Ahora bien, vemos un elemento que es inusual, Pero no acaba ahí la historia de Alejandro en Egipto. En su lecho
aunque no totalmente original, como es la sustitución del epíteto de muerte, en Babilonia (323 a. C.), se tornó la decisión de trasladar
"hijo de Ra" por el de "hijo de Amón" Se trata, con toda seguridad, su cadáver hasta Macedonia, donde recibiría sepultura en la necró­
de un reflejo de su visita al templo de Amón en Siwa, que sin duda polis real de Egas. Pero jamás llegó a su destino. A medio camino
tuvo una gran relevancia en la definición de Alejandro. Esta titu­ fue interceptado por el general Tolomeo, hijo de Lago y gobernador
latura la hallamos repetida, con variaciones, en numerosos monu­ de Egipto, para quien la posesión del cuerpo tenía un inmenso valor
mentos, bien a modo de adiciones a edificios preexistentes o ­más a modo de talismán y, sobre todo, fuente de prestigio. En consecuen­
raramente­ en edificios creados en este momento, tales como la cia, el cuerpo fue trasladado primeramente a Menfis y, después, hasta
capilla de Bark, en el gran templo de Luxor, y el templo de Qasr el­ la necrópolis real tolemaica en el centro de Alejandría, donde per­
Megysba. Se suele admitir que estos textos son la prueba de la par­ maneció durante siglos, y donde quizá todavía permanezca aunque,
ticipación activa de Alejandro en el gobierno de Egipto, y así si tal es el caso, nadie sabe dónde.
podemos leer afirmaciones como que "Alejandro erigió tal o cual
monumento" pero eso quizá sea ir demasiado lejos. La presencia
BIBllDGRAFfA BÁSICA
del nombre de Alejandro en tales contestes no r.efleja nada más
Lloyd. A. {199'1): "Egypt 4(M.332 B.C.", en D.M. lewis. J. Boardman. S. Homblower.
allá del mero hecho de que él era el rey en aquel momento, y es in­
lmd M. Ostwald (eds.). The Cambridge Ancíent Hist(Jry. vol'VI. Tite foutfh
cluso probable que ni siquiera fuera consciente de que su aembre
Century 8.C. ~p. 337­360. Cambridge: Cambridge University Press.
estaba siendo grabado .. Es, en todo caso, significativo el hecho de
tfayd. A. {2002): "Iha ~gyptian elite in the early Ptalemaic periad. Sorne
que los sacerdotes llevaran a cabo esta política a gran escala, y ello
hieroglyphic evidence". en O. Ogden (ed.). The Hel/EfnistícWorld pp.117­36.
a su vez demuestra que sentían afecto per AlejandJ'e,
londan: The Dlassiaal P'ress af Wales and Ouckworth.
Contamos, además, con más pruebas de que el entusiasmo egip­
Lloyd. A. (20!4): "lhe Egyptian Attitude ta the Persians". en A. M. Oodson. J. J.
cio por Alejandro iba mucho más allá de las formalidades protoco­
Johnstan y W. Mankhause {eds.). A fiootlScribeantian ExceedínglyfilseMan.
larias y las obsequiosas expresiones de gratitud. Según una narración
Studies in Honour uf W. J Tait. GH? Egyptalagy 21. Landan. pp.185­88. Galden
desarrollada en época tolemaica, y recogida con detalle en el Ro-
Hause Publicatians.
manee de Alcxandre; este no era hijo de Filipo II de Macedonia sino
Lloyd. A. (2014): Ancient [gypt:State andSociety. Oxford: Oxford University Press.
hijo natural de Nectanebo II, el último faraón de la XXX dinastía,
precisamente aquella que había derrotado a los invasores persas en
el año 342 a. C. y que, tras esto, huyó en dirección sur hacia Nubia .,.Bibliografía completa en www.despertalerra­ediciones.com

A. B. Uoyd se licenció en Historia OtúlaJ en 1963 y m egipcio y copto antigsros en 1965. En 1972 obtuvo su máster y
doctomdo en la Oxford Univmity. con un trrlbajo aM"CO del testimonio u Hmúloto respecto a Egipto. Desde 1967 ha
~ercido la docencia de Historia Antigua en el Univn$ityColkgeo/Swrmsea (ahoraSwansea Univmity). donde tambUn
ha sido decano (1991­1993), dim:tor de deparlanrOflo (1992-2D<H) y Pro­Více­Chanceller académico (1993--1997).
Actualmente es profesor emérito del Departamento de Hlitl>rló e l&toria Clásica, miembro de la Sociely o/ Antilpllutes.
presidente de la Egypt Exploration Society y editor del Joumal of'4JJpdan Archaeology (1979­1985). Asimismo, ha publicado
numerosos trabajos en los ámbitos de la egiptolog{a e His:toria Odslttl. mm los cuales podemos citar A Companíon to A.ncie.nt
Egypt (Wíley­Blackwell, 2010) y Ancient Egypt State and Sodety (Oxford Univmity Press, 2014). Ha participado en numerosos
programas de televisión y rruüo y ha sido asesor hist6rlco del.film Exodus: dioses y reyes (2014).
­­­­­~·­­­­ ­ ­..., 1('. . ¡ . ;"",
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Alejanllro Magno y la religión

por Adolfo J. Dominguez Monedero - Universidad Autónoma de Madrid

AUNQUE ELLOS SE SINTIESEN GRIEGOS, Y MUCHOS GRIEGOS LES VIESEN C0~10 TALES, ES CIER'fO QUE LA
API{0XIÑ1ACIÓN A LA RELIGIÓN DE LOS MONARCAS MACEDONIOS PRESENTABA ALGUNAS PECULIJ\RJDADES
CON RESPEC1'0 A LOS USOS Flli:CUENTES EN OTRr\S }>ARTES DE GRECIA. Es l'AMBIÉN CIERT'O, NO
OBSTANTE, QUE YA EN LA ÉPOCA DE ALEJANDRO MUCHOS l~SGOS PROPIOS DE LA RELIGIÓN GRIEGA,
TALES COMO SUS MITOS Y SU USO CON FINES POLÍTICOS Y PROPAGANDÍS'fICOS, HABÍAN EMPEZADO A
INTl{ODUCIIlSE ENTllE LA FAMILli\ J{E;\L Y ENTRE LOS CÍRCULOS DIRIGENTES MACEDONIOS.

a llamada Tumba I de la necrópolis real de Egas, en la
actual Vergina, que en los últimos tiempos se tiende a
...... atribuir a Filipo 11, asesinado allí mismo en el año 336
a. C., muestra corno decoración pictórica un espléndido fresco
que representa el rapto de Perséfone por el dios Hades, mon­
tado en un carro de cuatro caballos. El rapto es observado por
un sorprendido Hernies y por una de las acompañantes de Per­
séfone: además, se muestra a Demétcr, que se lamenta por el
destino de su hija y otras dos figuras, que pueden ser dos de
las Parcas. Fuese quien fuese el destinatario de esta tumba, no
cabe duda de que se trataba de un miembro de la familia real
macedonia: la elección del terna decorativo de su interior po­
siblernente sugería que, al igual que Perséfonc, arrebatada de
forma violenta e inesperada por el dios del infrarnundo, tam­
bién aquel para quien fue construida y decorada esta tumba
había sufrido un destino semejante.
Por lo tanto, en el seno de los Argeadas, la familia real ma­
cedonia, los ternas iconográficos habituales en el inundo griego
iban siendo recibidos y utilizados ya desde antes del reinado de
Alejandro Magno, Sin embargo, el propio rey Filipo 11, en la ce­
rernonia que precedió a su asesinato, había hecho desfilar ante
representantes de todo el inundo griego reunidos en Egas para
asistir al matrimonio de su hija Cleopatra, imágenes de los doce
dioses del Olimpo a las que había añadido una representación
suya, casi corno para dar a entender que el rey macedonio, en la
cima de su poder, estaba a punto de equipararse a las divinidades
ancestrales griegas. Ciertamente, los reyes macedonios, y Ale­
jandro corno uno de ellos, contaban entre sus antepasados con
figuras divinas. Por línea paterna, Alejandro se consideraba des­
cendiente de Temeno, que a su vez lo era de Hcracles. Por línea
materna, procedía de A.qui les y de su madre, la nereida Tetis. No
cabía duda, pues, para sus contemporáneos, de que Alejandro
unía en su persona dos ilustres líneas de héroes y dioses griegos
y sabernos que sus educadores insistían con frecuencia en estos
orígenes ilustres corno medio de inspirar en el entonces príncipe
unos comportamientos dignos de la posición que desde pronto
tuvo dentro de Ja corte de su padre como su futuro sucesor. Más
que un simple elemento de legitimación, de lo que también había
algo, los reyes macedonios y sus súbditos aceptaban con natu­
ralidad esta herencia y esperaban estar a la altura de la misma.
El rey macedonio, corno personificación única del Estado,
tenía una responsabilidad especial puesto que era el mediador
natural entre su pueblo y los dioses y era habitual que él mismo,
al iniciarse el día, sacrificase en persona a las divinidades. Zeus
~ Fresco de Tumba 1 de la necrópolis real de Egas (Vergina. Macedonia), pintado en tomo a 340 a. C. En él se representa la escena mitoló~a en la que el dios HADES SECUESrP.A A
lA DIOSA PERSlFONE. En tanto diosa de la vegetación. con el mito de su rapto se justificaba el ciclo estaáonal. con el tránsito entre los peñodos de estancia de Penéfone en el
inframundo, el Hades (otoño e invierno) y sobre la Tierra (primavera y verano) (Hesíodo. Teogonía 912­914). Se puede suponer que la elección de esre mito para la decoración de
una wmba real macedonia ­que en este aso quizá corresponda con la del propio Filipo 11­ quizá peniga parangonar la dinastía Argeada con el universo simbólico griego, como
forma de reivindicar la ..helenicida<f' de Macedonia, o bien pretenda asimilar la dinastía al univeno divino u heroizante.
representaba un papel importante puesto que la sede ancestral
de su culto, el monte Olimpo, se encontraba dentro del propio
territorio macedonio. ¡\ los pies de esta montaña sagrada, en
Dio, uno de los antepasados de Alejandro, el rey Arquelao, había
stablccido un festival en honor a ese dios, que pretendía equi­
ararse al que los griegos celebraban cada cuatro años en Olim­
pia. En Dío, en vísperas de iniciar su campaña contra el Jmpcrio
aqucménida, Alejandro celebró también ese gran festival que fue
ocasión para reforzar los lazos con el dios Zcus y al tiempo que
le mostraba agradecimiento por sus recientes éxitos, buscaba su
protección para la inminente campaña que iba a iniciar.
También los reyes macedonios supieron hacer uso de los
santuarios tradicionales del inundo griego para hacer visible
su piedad hacia los dioses y para exhibir sus logros militares y
políticos. r'\sí, Filipo construirá en el lugar 111ás sagrado del san­
tuario de Zeus en Olimpia, en el Altis, un edificio circular ro­
deado de columnas que contenía las estatuas de oro y marfil
de él mismo y de su hijo Alejandro junto con las de su padre,
el rey Arnintas lll, así como las de Eurídice, la madre de Filipo
y la de Olimpíadc, su esposa y madre de Alejandro. El autor de
las esculturas era Lcocares. El edificio, que aún hoy día se
conserva, se hallaba junto al templo de Hera, uno de
los edificios más antiguos y venerables de todo el
santuario y el motivo de la dedicatoria era la vic­
toria de Filipo sobre los griegos en Queronca, lo
que muestra a las claras cómo Fihpo, y luego Ale­
jaudro ­que fue quien concluyó el edificio y quizá
introdujera algunos cambios­ querían dejar
constancia ante los numerosos visitantes
a Olirnpia de cuál era la nueva situación.
11> Efig~ de AlfjANDP.O l1AGNO OJBIEKTO CON lA ÉGIM.
Esta pim fue hallada en Akjandria y posiblemente repro-
duzca, a menor escila, la estatua que señalaba el lugar de
su sepel:o. l.a ~da (en griego aiyí<;. aigí~. no era otra
cosa que una coraza de piel de cabra empleada tanto por
Zeus como por Atenea. El concepto y símbolo de la ~da
experimenta una evolución tan fasónante como sorpren­
dente. En orig<n probablemente aludiera a los truenos y
ruido de tormenta producidos, ~n la creencia, por Zeus.
Después, y por homofonía (sonido idéntico). se asociaron
los conceptos "tormenta" y "piel de cabra" (ambos aiyí<;),
de suerte que llegó a creerse que se trataba de una ~I
de cabra empleada. a modo de coraza. por Zeus y, ocasio.
nalmente, por Atenea y Apolo. leyendas posteriores, como
la de la cabra Amaltea (que amamantó a Zeus en su in­
fancia y cuya piel formaría la égida). no son sino un vano
intento de justificación de esta extraña asociación (Higino,
ktro(l()fTIÍa poética 11.13). El empleo de la egida en esta
estatua pretende asociar la figura del macedonio al ámbito
dr.ino y. concretamente, al dios Zeus, de quien se creía
h:jo (Curcio IV.7.25). Museo dEI Loo.re.
Ya, pues, antes del inicio de la expedición contra los persas,
Alejandro había empelado a comprender cómo podría servirse
de la religión para exhibir los resultados más espectaculares de
sus acciones e, incluso, para hacerlos más tolerables a sus con­
temporáneos. No obstante, no penscrnos que hay aquí tan solo
un cálculo político frío, fruto de una determinación solo prag­
mática que considera la religión casi corno una herramienta.
Nada más lejos eso de la realidad. Alejandro Magno, como la in­
mensa mayoría de sus contemporáneos, era profundamente re­
ligioso y reconocía y era consciente del papel que los dioses
desempeñaban en los acontecimientos humanos y de que a los
dioses se les debía respeto y agradecimiento. No diferían en esto
Filipo y Alejandro del resto de los griegos. Los santuarios griegos
estaban repletos de construcciones, esculturas, ofrendas varias
que conmemoraban éxitos y victorias y de toneladas de objetos
que, arrebatados a múltiples enemigos corno botín de guerra,
eran exhibidos con orgullo en las casas de los dioses. Todo ello
no era sino parte de lo que se les debía a las divinidades y, aun­
que pudiera haber algo (o mucho) de ostentación o de jactancia,
detrás de ello había también UJ1a auténtica piedad.
PROTEGIDO DE LOS DIOSES
Estos sentimientos y, en el caso de Alejandro, la convic­
ción de que sus orígenes y sus éxitos ­íncluso antes de
emprender su gran expedición a Asia­ le convertían en
un protegido de los dioses, explicarán también, al
menos en parte, su comportamiento a lo largo de sus
campañas. Ya el inicio de la misma se ve marcado por
actuaciones cargadas de gran simbolismo. Así,
en Eleunte, en la costa europea del Heles­
ponto, hace un sacrificio en honor a
Protesilao, el primer aqueo que desem­
barcó en Asia durante la guerra de
Troya; cuando está cruzando hacia
Asia, en medio del estrecho, sacri­
fica un toro a Poseidón y hace
una libación en una copa de
plata a las Nereidas y, tras
desembarcar, el primero, en
Asia, se dirige hacia Troya y
allí hace otro sacrificio en
:g­., honor a Atenea Ilias, dedica su
0
";;e coraza a la diosa y torna una de
~ ­ las que allí se hallaban consagradas
~ desde antiguo.
~ En todos estos rituales hay que ver
;¡))1
córno Alejandro plantea su campaña
li:.­
:; como una nueva guerra de Troya, en
56 1 OESPfRTA FERRO

la que él, el nuevo Aquiles, está dispuesto a proseguir esa vieja
lucha que había enfrentado a dos continentes, Europa y Asia. Al
hacer la ofrenda a las Nereidas en medio del Hclesponto está así-
mismo buscando Ja protección y el apoyo de su antepasada, la ne­
reida Tetis, la madre de Aquiles. Siendo ­como fueron­ todos los
presagios favorables, se auguraba el éxito de la empresa lo que, y
es también algo para tener en cuenta, daría confianza a su ejército,
que veía cómo su rey buscaba)' obtenía el apoyo divino.
No podríarnos ni tan siquiera enumerar en estas páginas
todas las ocasiones en las que vernos a Alejandro realizar
sacrificios u ofrendas a los dioses y, por ello, nos
limitaremos a señalar algunos de los episo­
dios más relevantes y que tuvieron más re­
percusión en el desarrollo de la relación
de Alejandro con las divinidades.
e
En sus primeros años de guerra sigue ~
?:.
una pauta habitual entre los griegos:
~
i riodo de dominio persa, que el
ofrendas de botín a determinados santua­ ~
"'':<
ríos, reconstrucción de santuarios dañados <i~ó
~)
pudo explotar en su propio beneficio mientras que quienes em­
pezaron a cuestionar su figura y sus actos acabaron reprochán­
dole que olvidase sus orígenes auténticos, que fueron los que
justificaron su ascenso al trono, corno hijo legítimo del rey an­
terior, en beneficio de una filiación divina directa, difícil de com­
prender para los rudos macedonios.
Ellos, efectivamente, no acababan de entender có1110 su rey,
el hijo del venerado Filipo, ponía en segundo término este
hecho para considerarse hijo de Zeus o, al menos, para no des­
mentir a quienes así lo proclamaban. Sin em­
bargo, de cara a los nuevos súbditos
recién conquistados, y para los que
fueran sometidos en el futuro, esto
podía ser un factor de legulmídad.
Para los egipcios, sobre todo, que
acababan de salir del último pe­
nuevo rey recibiera la aprobación
del dios Amón que se veneraba en
'

o construcción de nuevos templos, etc. 4,-,~ Síwa y resaltara su filiación divina

''iA
'te~¡
era una manera de recobrar la vieja
ZEUSAMÓN tradición de un faraón que era un
No cabe duda de que un momento decisivo en la dios viviente. De hecho, en los mo­
relación de Alejandro con los dioses tuvo lugar numcntos oficiales egipcios Alejan­
tras su llegada triunfal a Egipto y tras su deseo dro aparece designado por los
de acudir al santuario de Zeus Amón, situado títulos oficiales que los faraones
en el oasis de Siwa, Además de para consultar egipcios habían asumido a lo largo
su oráculo, que se consideraba infalible, Alejan­ de la historia milenaria del país del
dro no podía dejar de acudir al mismo puesto que Nilo, lo que indica que su visita al dios
hasta él habían llegado tanto Heracles corno Perseo, que A111ón en Siwa dio sus frutos de cara a los
figuraban entre sus antepasados y él, descendiente de ambos, no habitantes de Egipto. Antes de esa visita había rea­
podía dejar de seguir sus pasos. lizado también sacrificios y celebraciones en Menfis en honor
Lo que ocurrió en el santuario forma parte de uno de los ma­ a los dioses egipcios.
yores misterios que rodean a Alejandro. Los autores clásicos 111ás
prudentes aseguran tan solo que el rey escuchó allí lo que dese­ BEL­MARDUK
aba oír; otros, sin embargo, propagaron que el dios Zeus le había El 1nis1110 respeto mostró al dios Bel­Marduk en Babilonia tras
reconocido corno hijo suyo. No es fácil saber si Alejandro fue llegar a ella después de la decisiva batalla de Gaugamela, si­
quien dio pábulo a esa idea o si. aun sabiéndolo, la dejó correr o guiendo los rituales que los sacerdotes babilonios le indicaron y
no hizo nada para evitar que la misma se propagara. Por ello perrnitiendo que reconstruyeran los templos destruidos por los
mismo, tampoco es sencillo dilucidar si Alejandro terminó cre­ persas. Su entrada a Susa frie también celebrada con sacrificios,
yéndose eso, lo que, por otro lado, significaba renunciar a lapa­ una carrera de antorchas y juegos gimnásticos, lo que sugiere
ternidad del rey Filipo. Lo que sí podemos decir es que en los que aquí siguió sobre todo la tradición griega, algo que repitió
años siguientes se produjo un juego de ambigüedades que el rey en Pcrsépolis antes de ordenar su destrucción e incendio, que
• Copia romana de original griego de finales del s. V a C. que represenra la CABEZA DE ZEUS Al1ÓN. Esta divinidad surge por efecto de un interesanásimo proceso de sincretismo
entre el dios griego Zeus y el egipcio Amón, al calor de la presencia de colonias griegas en el delta del Nilo y en la costa de Cirenaica (moderna libia). Oe hecho, su culto se
extendió incluso a la Grecia continental, y conocemos que ya mediados del s. V a. C. había templos erigidos en honor a este dios en Iebas y el Esparta (Pausanias 111.18.2 y
IX.16. I ). Tan híbrido era su culto como la propia imagen del dios, que muestra la barba y rasgos faciales del Zeus griego· junto con los ruemos de carnero propios del Amón
egipcio. Por su parte, el origen de estos cuernos es igualmente llamativo y producto de otro proreso de sincretismo anterior. En este caso debemos retroceder hasta el momento
de conquista y dominación de Kush (actual Sudán y parte de Etiopía) por los egipcios, cuando se identificó la divinidad principal del panteón kushita (en forma de carnero)
con el dios Amón. A partir de ese momento este dios adoptaría los cuernos de carnero, un atributo que, stglos más tarde, se aplicarían a Zeus Amón. Por fin, es precisamente
esta divinidad greco,<gipcia la que sirvió de puente cultural que facilitó el desarrollo del culto a la persona di! Alejandro entre los egipcios, en tanto hijo de Zeus Amón. Staatlich~
Antikensammlungen, Múnich.
Y Esrultura del dios HERflill.lELKART. patrón de la ciudad de Tiro, talla del s. V a. C. hallada en Chipre. la figura original, el dios cananita Melkart (o Helek-qart,"rey de la éudad'], se
identificó más tarde ­según la la interpretJJ.tío graeci (visión del mundo confonne a la mentalidad griega}­ con el griego Herades. E, induso también, según Nono de Panópolis (OiomiíaGlS
XL366­S80) con Zeus, así como con Amón y otros. En el caso que nos orupa podemos d~tinguir la mezda de elementos propios del llerades griego (la piel del león de Nemea sobre
Jos hombros y anudada al pecho, el pequeño león sujetado con Ja mano) y del Melkart tirio (la composición orientalizante, propia de un smitting god, el atuendo ... ). Se trata, por tanto,
de un daro e~mp!o de contaminación iconográÍ!ca mutua entre ambos rultos. Para Jos macedonios, Hérrules era el ancestro de la casa real, la familia Argeada, por tanto el propio
Alejandro se podía considerar, en puridad, descendiente de este semidiós (Oiodoro Sírulo XVIJ.1.5; XVll.4.1; Plut, Alex. 11.1­2). sin duda un mito ruyo objetivo político era el integrar tanto
a Macedonia como a su familia real dentro de Ja órbita rultural griega, una pertenenóa de la que siempre hubo sospecha. Además, según una leyenda, el caballo de Alejandro, Bucéfalo.
descendía de una de las yeguas de Diomedes, que Herades amansó como parte de uno de sus doce trabajos. De modo que, merced a sincretismos como el de Herades­Helkart, la
asoóación de Alejandro a esta figura cobró mayor protagonismo en el Levante y redundó en Ja imagen semi­divina del macedonio ante estos pueblos. Museo Barracco, Roma

serviría con10 el último acto de la venganza contra la agresión
persa que justificaba su campaña.
Para este momento, Alejandro debe de haber comprendido
la importancia que tenía hacer un uso adecuado de la religión y
de sus rituales corno medio de ganarse la adhesión de sus recién
conquistados súbditos; a ello le animaban, sin duda, muchos de
sus cortesanos, más los griegos que los macedonios, que
debían de saber cómo las personas estaban más dis­
puestas a obedecer a un ser divino o semidivino que
a un sirnple humano. En el caso de la religión persa
quizá era más difícil, por su elevado nivel de abs­
tracción, encontrar rnedios de aproximación seme­
jantes a los realizados en Egipto o en Babilonia. Pero,
en este caso, se recurrió a la
implantación del ritual
cortesano al uso en la
corte aquernénida que
había actuado como símbolo
palpable de la enorme distancia que
separaba al Gran Rey de sus súbditos.
PROSKYNESIS
Este ritual consistía básicamente en arrodillarse en
presencia del rey y se le conoció con el nombre de
proskynesis; muchos aseguraban que Alejandro lo
había introducido porque estaba convencido de
que era hijo de Zeus Amón y no de Filipo, aun­
que ello no es del todo seguro. Lo cierto es que
mientras que los súbditos orientales de Alejan­
dro estaban acostumbrados a arrodillarse y pos­
trarse ante su soberano corno muestra de 2
respeto, sumisión y reconocimiento de su auto­ ~
ridad, para los griegos esos gestos se reservaban ~
para los dioses. De ahí que no sea extraño que
los griegos y los macedonios interpretasen lo que
no era más que una costumbre oriental, que no
implicaba ningún tipo de adoración, desde una
perspectiva religiosa y por ello muchos aseguraran
que Alejandro pretendía ser un dios. Las ambigüe­
dades que rodeaban el episodio del oasis de Silva ha­
cían que muchos alimentaran aquellos bulos y
habladurías, que Alejandro no se molestaba en desmentir y que
aseguraban que allí Zeus le había reconocido como hijo. Moles­
taba sobrernanera a los macedonios verse obligados a postrarse
ante su rey como si fuese un dios, lo que para muchos sería in­
cluso poco menos que un sacrilegio. La exigencia de la proskyne-
sis, sin embargo, era una medida política; el error del rey fue que­
rer que tanto griegos y macedonios como orientales se dirigieran
a él de ese modo. Sin duda, Alejandro, en la cima de su poder, se
consideraba ya tan superior que no le iinportaba ir diluyendo las
diferencias entre quienes, en último término, no eran otra cosa
que súbditos suyos. El malestar fue en aumento y Alejandro pa­
rece haber sido ajeno al mismo, puesto que muchos de
los aduladores de su entorno se plegaban al ritual y
lo practicaban con vehernencia. Sin embargo, algu­
nas conspiraciones y, sobre todo, la discusión con su
amigo Clíto, que acabó con su muerte a manos del
rey, le acabó llevando a dispensar de la proskynesis a
griegos y macedonios, aunque no a sus súbditos
orientales. En este caso, pues, la adopción de un ritual
que para los persas no tenía connotaciones religiosas,
aunque sí para los griegos, provocó una impor­
tante fractura en las relaciones entre el rey y
parte de sus súbditos.
HERACLES Y DIONISO
No podemos dejar de observar que, con
el tiempo, Alejandro quizá adquiriese
ciertos rasgos de megalomanía, si son
ciertas algunas informaciones que
nos dan las fuentes. Entre ellas es­
taría la convicción de haber supe­
rado las hazañas de Heracles y de
Dioniso. Al primero sacrifica con fre­
0
cuencia y la torna de Tiro, consa­
"'
o
grada al dios Melqart, que los
~
griegos identificaban con Heracles,
:¡¡
fue considerada de buen augurio
! puesto que, con su conquista, el dios
aprobaba el dominio de Alejandro sobre su ciu­
dad. Además, cuando conquistó la Roca de Aor­
nos, en los confines de la India, circuló la especie
de que el propio Heracles, que había intentado en
tiernpos hacerse con ella, no lo había conseguido
mientras que Alejandro sí lo logró; y se contaba que
el fracaso del héroe fue lo que impulsó al rey a in·
tentarlo y, al final, alcanzarlo. Cuanto más al oriente avanza
mayor es la presencia de Heracles puesto que este héroe pasaba
por haber alcanzado los confines del mundo y Alejandro, cons­
ciente de estar repitiendo esa hazaña, parece ir enfrentándose
58 1 OESPERTA FERRO
a los mismos retos que su mítico antepasado, llegando incluso
a superarlos. En alguno de los discursos que se le atribuyen ha­
bría hecho ver estos paralelismos entre su e1npresa y las de He­
racles y Dioniso, del que también se contaba que había llegado
hasta la India. Y cuando en el río Hífasis su ejército se negó a
seguirle más allá, Alejandro hizo levantar doce altares gigan­
tescos en honor a los doce dioses, un acto con el que pretendía
emular, cerca de lo que se creía que era el extremo oriental del
inundo, las columnas que Heracles había erigido en sus limites
occidentales.
Con respecto a Dioniso, dios incluso de rango superior a I­Ie­
racles, también Alejandro trató de emularle, en especial cuanto
111ás se acercaba a la India, ya visitada por el dios según creían
los griegos; allí habría fundado la ciudad de Nisa antes de regre­
sar a Grecia y, cuando Alejandro estuvo ante ella, sus habitantes
le narraron esa historia lo que acabó convenciéndole no ya de
que había logrado lo que solo un dios antes que él había conse­
guido sino, además, que acabaría superándole porque su propó­
sito era avanzar hacia el este mucho más de lo que había hecho
Dioniso. Es interesante, a este propósito, cómo lo que en otra
persona se consideraría hybris ("des1nesura"), porque nadie
puede compararse con un dios, en Alejandro no es sino un re­
conocimiento del carácter extraordinario de su empresa.
No cabe duda de que hay grandes dosis de propaganda y
una sagaz instrurnentalización de la religión con una clara in­
tención de legitimación ideológica de la acción política del ma­
cedonio. Lo mismo parece haber ocurrido tras la terrible
marcha a través del territorio de los oritas y los ictiófagos, que
diezmó a buena parte de su ejército. Según una parte de los au­
tores antiguos que escribieron sobre Alejandro, y frente al es­
cepticismo de otros, al llegar a Carrnania y, con ello, al fin de
las privaciones, el rey se habría hecho llevar en una alta tarima
mientras que sus compañeros eran transportados en carros be­
biendo continuamente seguidos por el ejército que, sin armas,
y adornado de guirnaldas y al son de la música, bebía sin límite
e imitaba el triunfo de Dioniso tras su regreso de la India. La
marcha, casi en forma de procesión, duró siete días. Es seguro
que hay mucho de exageración en este último relato; quizá al­
gunos sacrificios acompañados de festejos en honor a Dioniso
se convirtieron, en boca de los más proclives a ensalzar a Ale­
jandro, en una gran bacanal en la que el rey, como un nuevo
Dioniso, festejaba su triunfo. Está claro que muchos estuvieron
dispuestos a creer esto sin que, como es frecuente, Alejandro
Adolfo]. DOlllárguaMoMJero es catedrótkq de Historia Antigua en la ~d
wuios lctn4S'lW han ""'J10do m at«rdón en los últimos tUio$ está el tshUlio th la Giuia arcaic4 en tsp«ial dadt la
fJlllspeaiwlde /Q$ colaniz.adones. as/ tomo las int~
autor"' Mirlos libros y u mannososarticulos"'
ílMStígaéión y. alta áivulgacíón, cukmás ha participado en múltiples
congm.os nncionala e intmtacionalts.
hiciese nada para evitarlo puesto que, al final, todo ello le be­
neficiaba.
CONCLUSIÓN
Hemos visto, pues, a lo largo de estas páginas, una clara evolución
de Alejandro. Aunque desde el inicio de su reinado fue consciente
de Jo importante que era para él proyectar su piedad hacia los dio·
ses, según va sumergiéndose en las culturas con las que entra en
contacto (egipcia, babilonia, persa, india) va adaptándose a sus
diferentes ideologías religiosas. No creernos que podamos consi­
derar esto desde una perspectiva oportunista; sus propias con­
quistas no podían dejar de convencerle de que gozaba de la
protección de los dioses, incluyendo sobre todo los que se vene­
raban en los territorios conquistados y, por ello, fue asumiendo
rasgos propios de esas religiones que él y sus colaboradores rein­
terpretaron para lograr una síntesis con las propias creencias de
Alejandro. Quizá el re}' no llegase a percibir, cuando perseguía
emular a Heracles o a Dioniso, o cuando sus súbditos egipcios le
aclamaban como el dios viviente, lo lejos que acabó hallándose de
aquel Alejandro que, al inicio de su reinado, se conformaba con
celebrar, en el modesto santuario de Dio, los festivales en honor a
Zeus que su antepasado Arquelao había instaurado.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
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mtrt los gliegos y t1tras poblaciones del Meditemimo. Es
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IJ ¡ ... »Jcr nu\c1t J~ El poder naval de Grecia en el s. V a. C.
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!.H'CCid 1)11 Cf ~­ v <l.(i.. ~
En el siglo V a. C. se produjo el "gran salto adelante" de las "armadas" griegas, de rnodo que se configuró
un poder naval helénico que en el primer tercio de siglo se mostró sólido frente a las invasiones persas
(las Guerras Médicas y sus consecuencias) y en el resto de la centuria, especialmente el tercio final, mos­
tró la capacidad militar de las póleis griegas durante la Guerra del Peloponeso, El libro de Arturo Sánchez
Sanz se centra, pues, en un ámbito de la sociedad griega que a menudo se da por sobreentendído pero
que es esencial para comprender la propia idiosincrasia helénica. La salida al mar fue un fenómeno for­
zado por la propia orografía del territorio griego (agreste y con poco espacio para el cultivo agrícola) y
por la diseminación de islas por el mar Egeo, y el desarrollo naval surge prácticamente con la civilización
"griega" en la Edad del Bronce. Con10 indica el título, el libro se centra en el siglo V a. C., pero el autor
traza la evolución progresiva y el perfeccíonanuento tecnológico naval desde siglos atrás, especialmente
con el trirreme, el tipo de nave que acabaría siendo el predominante en las flotas griegas: asimismo,
ISBN: 978­84­943395­1­6
Sánchez Sanz desmonta la imagen de los remeros corno exclusiva mano de obra esclava, frente a una
Páginas: 144
tripulación libre, asalariada y que también tuvo un papel especial en el combate, Frente a esta primera
Autor: Arturo Sánchez Sanz
parte centrada en las innovaciones tecnológicas, en una segunda se desarrollan los principales momen­
Editor: J­IR1'v1 Ediciones
tos de la historia naval griega en este periodo: batallas en las Guerras Médicas como Artemisio (un vir­
Web editor:
tual empate) y Salarnina (triunfo helénico, sobre todo ateniense, sobre una flota persa muy superior
wwwhrmedicíones.com
pero menos dinámica), un período de expansión durante la llamada Pentecontecia (478­431 a. C.) y el
Reseñador: Osear González
período de la guerra (civil) del Peloponeso, en el que, a excepción de grandes batallas en la etapa final
Camaño
(Arginusas y Egopóstamos), el enfrentamiento combinó acciones terrestres y marítimas sin un vencedor
absoluto y expediciones como la ateniense a Sicilia. Estamos, pues, ante un libro conciso, claro y que
sirve de acicate para profundizar en w1 terna en el que falta más bibliografía en nuestro idioma.

Un reino en armas.La guerra de los Dos Pedros en

Un reino en armas
U gu<t'lil ,ft' IM Dos P~dn,)
cu 1\r:igVn(JJS6-l.l66)
ISBN: 978­84­9911­273­2
Páginas: 357
Autor: Marío Lafuente Gómez
Editor: Instltución Fernando el
Católico, Excma.
Diputación de Zaragoza
\­Vcb editor: http://ifc.dpz.es
Reseñador: Osear González
Camaño
Aragón (1356-1366)
La guerra que enfrentara a los reinos de Castilla y Aragón a mediados del siglo XIV tuvo una enorme
irnportancia para el devenir de ambos territorios: una guerra civil y un cambio de dinastía para el pri­
mero, un fortalecimiento del pactísmo en el segundo. Este libro adapta una parte de la muy completa
tesis doctoral de Mario Lafuente Gómez (búsquese en el repositorio de la Universidad de Zaragoza).
Quizá pueda resultar algo árido para un lector más interesado en el desarrollo político de la guerra,
pero aporta una visión de los mecanismos para poner en marcha la maquinaria institucional y social
del territorio en un conflicto que, en clave local, tuvo un cariz defensivo. Tres son los ámbitos anali­
zados: la composición, reclutamiento y dirección de un ejército; la financiación, con un especial énfasis
en la fiscalidad real, y el mantenimiento de los castillos y fortificaciones del reino. Reunir soldados en
una guerra que duró una década pero que desarrolló de manera discontinua, suponía para la monar­
quía contar con el apoyo de la nobleza del reino (o negociarlo), y con la colaboración de las ciudades
(universidades), y pactar el mantenimiento de las tropas a caballo (espeoalmente, que alcanzaron un
máximo de 4105 jinetes en 1357). Del mismo modo, la obtención de recursos para sufragar la caja de
guerra implicó que el rey exprimiera al 1náxi1110 la capacidad recaudatoria de los servicios pactados
en Cortes, reunidas en cuatro ocasiones durante la contienda, y que se establecieran mecanismos de
control nobiliario y de las ciudades (creación de la Diputación del General, paralela a las desarrolladas
en Cataluña y Valencia); al mismo tiempo, la monarquía buscó recursos enajenando parrimonio real
que, en muchos casos, fue señorializado por la nobleza y obtuvo préstamos de particulares y concejos
urbanos (iniciando una deriva hacia el endeudamiento real). Había también que buscar recursos para
mantener, reparar y consolidar una serie de plazas fortificadas (entre veinte y treinta puntos), que en

se desprende que esta guerra significó un importante cambio social e institucional, que se intensificaría
en el reino de Aragón (de hecho, en toda la Corona) con posterioridad.
Guerray religión en el Mundo Antiguo
. Este libro, publicado por la editorial Pórtico, recoge los trabajos presentados en las V lornades dhistoria
---1-ANll&A<FDS.>
ISBN: 978­84­7956­145­1
Páginas: 168
Autor: J. Vid al, B. Antela ( eds.)
Editor: Libros Pórtico
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\V\V\V. porticolibrerias.es
Reseñador: José Manuel Valle
Vega
ocasiones eran utilizadas como elemento de negociación con la nobleza. En conclusión, de este estudio
de la guerra a /antiguitat, celebradas en octubre de 2014 en la Universitat Autónoma de Barcelona, bajo el
título "Guerra i religió al món antic" La obra reúne seis trabajos,las cuatro ponencias en forma de artículos
que se programaron para las lomadas y dos escritos que complementan la cuestión abordada en ellas. Se
analiza, desde distintos puntos de vista, la interacción entre guerra y religión en la Anngüedad, Este con­
junto de estudios se abre con el artículo de Jordi Vidal, que lleva por título "Dioses en los campos de batalla
del Próximo Oriente en época paleobabílónica" breve ensayo acerca de la importancia que tuvieron en el
período paleobabilóníco los estandartes militares que portaban imágenes de las divinidades; un estudio
de su tipología y las funciones desempeñadas en Jos ejércitos mesopótamicos de la época. Ante la ausencia
de restos arqueológicosy representaciones iconográficas de este período, se acude a los textos que nos han
llegado del segundo milenio a. C., así como a algunas representaciones iconográficas posteriores, para
saber cuál sería su apariencia y qué funciones desempeñarían los dioses en las confrontaciones bélicas.
Dentro también del ámbito mesopotámico, Lluís Feliu presenta una ponencia titulada "Deesses guerreres
a l'antiga Mesopotámia; el cas d'Inana/Istar" en la que plantea el papel de la diosa sumeria Inana ­o su
versión semítica Istar­ en el contexto de las deidades guerreras mesopotárnícas, Estas son sobre todo mas­
culínas, 111as este exclusivo monopolio de la masculinidad y la guerra es cuestionado por la naturaleza de
esta relevante diosa del panteón sumerobabilóníco, Tal naturaleza se manifiesta en el triple perfil que ca­
racteriza a esta diosa: el astral, corno trasunto del planeta Venus; el sexual, como patrona de la libido; y el
bélico, como señora de la guerra. El autor define este último perfil guerrero a través de los textos que nos
ha legado la tradición literaria sumeria. Un amplio estudio sobre la decapitación, contextualizado en un
marco histórico global, nos ofrece Francisco Gracia Alonso. Bajo el título "Cabezas cortadas y rituales
guerreros en la Protohistoria del Nordeste Peninsular': el autor lleva a cabo un profundo análisis sobre su
significado en el mundo ibérico. Tomando en consideración los restos humanos hallados en los yacimien­
tos arqueológicos y la información aportada por los textos clásicos, se asevera la idea de la cabezacortada
como trofeo de guerra, parte esencial del botín, que es prueba y emblema de la victoria. Borja Antela­Ber­
nárdez en el articulo "Divino Alejandro: parámetros religiosos de la campaña asiática" (parte de una in­
vestigación sobre el impacto de la campaña asiática de Alejandro Magno) subraya la gran importancia
que tuvo la religión en la guerra contra los persas, no solo para legitimar su gesta, sino también para rea­
firmar su poder. También en la órbita del mundo helenístico, Claudia Zaragoza, en su ponencia sobre "La
presencia delernents dionisíacs a la batalla d'Evia (317 a. C.)'; nos ilustra acerca de Ja utilización de medíos
.
mítico­religiososen el campo de batalla. Para ello se centra en la batalla de Evia, enmarcada en el contexto
de luchas por el trono macedonio que tuvieron lugar tras la muerte de Alejandro, Esta batalla fue a su vez
la disputa entre dos mujeres; por una parte, Olimpia, madre del gran conquistador, y por otra Adea Eurí­
dice, esposa del hermano de este. Para imponerse, Olimpia, relacionada con los cultos rnístéricos y dioni­
siacos, recurriría a la peculiar indumentaria de las bacantes, para manifestarseen Ja liza corno sierva de
Dioniso y de esta forma incidir sobre el ánimo de sus enemigos. La obra se cierra. con un artículo de José
María Blázquez sobre "Las guerras religiosas judías contra Roma; en el que realiza un minucioso relato
de los conflictos que enfrentaron a los judíos con los ejércitos romanos durante la segunda mitad del siglo
1 y principios del II. Las causas de la guerra se encuentran en las ofensas de los sentimientos religiosos del
pueblo judío por parte del procurador romano Floro. Estos hechos tuvieron en consecuencia dos grandes
conflagraciones, la primera bajo el dominio de los emperadores flavíos, Vespasiano y Tito, durante los
años 66 y 74; y la segunda entre el 115 y el 117, ya en época de Adriano,
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po:r Carlos J. Rodrigue« Casillas - Universidad de Extremadura

HERNÁN l>t&EZ DEL Put.GAR, QU'.F. NO HAY QUE CONFUNDIR CON EL HOMÓNIMO CRONIS'fA DE LOS
Rsrss CATÓLJCOS, FUE UN D~l'ACAL)O GUllRRERO QUE CO.BRÓ V~ GAAN FAMA EN1'ElE SUS
CONtt~tPQRÁNEOS GRACIAS A LAS Slh"GULARES GESTAS QUE lLEVó A CABO CON1'RA LOS E~RCITOS
~1USULMAN'ES DE GRANADA.
hora bien, estudiar su vida y sus h;~he.s de armas no potencia europea. Corno campaña de anexión territori<1l, su
solo supon:c conocer las ha~añas de un intrépido despliegue fue relativamente lente; prolongérrdose en el tiempo
combatiente, sino también toda kl realidad 1ni1Jt.at:, duraste unos diex añes (desde 1482a1492). Y es que los Reyes
socíe­económica e ideológica que rodeab<l a la frontera de Gra­ Católicos tuvieron que imponer su voíunrad sobre un vasto te­
nada en aquel momeuto histórico y dula que él se con.virttó en rrttor.io, lo que si,gnificaba someter y controlar de man1!"l'a sis­
un notable CNpanentc. temátfca las prtneipsles ciudades y plazas fortlficadas que
arriculaban el remo nazar]. Es por eJJo que los asedies, combi­
EN LA GUERRA DE GRANADA nados con la~ continuas acciones de tksgastc qse buscaban la
La conquista del reino de Graesda fue u.­na de ltis n1ayores em­ desestabilizaeién del contrario, tuvieron una gran importancia
presas ntill.tat~ llevadas a cabo a finales del Medievo por una en el de!mrrGi1ü de esta guerra .

•
--~--" ~~---··············
"' Detalle de uno de los frisos del arco triunfal de (¡istclnuovo, Napoles, de francisco de l.aurana (ca. 1430­1501).1.a imagen, a pesar de mostrar caballeros de1mont1do1 de la década de
1450, es una repres~ntación fiel d« la indumer.CJria m:!it1r im¡J¬ rante enee la élite de las trc•pas castdlanas durante la Gu~rra de Granada (1481­1491). L1 figura central protege su
cabeza con un SAl..lETE y la garganta con un BASEN>, lo GUe le permne rnamener una ~1s:b:::dad excc'1ente a la vez que farilita su respiración, ciromstancia muy apreciada durante d
periodo de campaña estival en el sur de la Peninsula. El ARNÉS DE ESTILO ITAUAHO o "de punta en blanco" ­normalmente pulido hasta parecer un espejo­ combinaba sus parces para
que el guerrero pudiera luchar tanto a pie como a caballo sin ningún impedimento. Hay que subrayar el uso de la COTA DE l1AUA por debajo de las parces móviles de la WWlllA
para asegurar la pmtecién de zonas más desprotegidas ante un acz~ue: ing~~. axilas, etc. Se apoya en un ESQJOO en forma de aJm~ndra de in~uer.~a ita1iana. El P''~onaje a su izqui<rda
cubre su calJ.2za con una BAPJIUTA con visor mO'lib!e, lo que timb:én resultaba ventajoso a la hora de combatir en tcmperaruras ralurosas. Como curiosidad, maneja una dava o basto,
arma nada habitual en aquel momento, por lo que es posib!e que d escultor quisiera representar a enos guerreros como si de héroes míticos se tratase. Por detrás de las figuras pueden
observane diferentes ripos de armas de asta, manejadas ampliamente por lo¡ caballeros una vez desmontados; citas tropas eran dífid.es de frenar durante los asaltos a las dive~as
fom.!ezas nazari¡;s debido a la máxima protección que dsponan y a su determiaacón

En consecuencia, cuando analizamos algunas de las más des­
tacadas hazañas que llevó a cabo Hcrnán Pérez del Pulgar durante
esta larga confrontación, necesariamente hemos de apreciar que
estas tuvieron lugar en el marco de este tipo de acciones militares.
Precisamente, una de sus primeras gestas tuvo lugar durante
la defensa de la posición de Alharna, conquistada por el Marqués
de Cádiz en 1482. La plaza se encontraba en el interior del espacio
musulmán, por lo que constituía una perfecta plataforma desde
donde articular el ataque cristiano contra el reino nazarí. No obs­
tante, resultaba rnuy difícil de mantener. En este sentido, nuestro
protagonista, que servía en la defensa de este lugar, siendo cons­
ciente de la gran estrechez de alimentos por la que estaban atra­
vesando, decidió encabezar en torno a 1483 una expedición de
rcabastecimicnto que terminó resultando un éxito. Gracias a esta
acción, la guarnición de Alharna pudo continuar defendiendo la
posición de los ataques de los ejércitos musulmanes,
Ya en 1486, Pulgar protagonizó una acción de conquista
dentro del contexto del asedio de Loja por parte de las huestes
cristianas. Por propia iniciativa, abandonó esta acción lide­
rando una pequeña hueste de no más de cien hombres y se di­
rigió contra la cercana fortaleza del Salar, posición que
terminaría conquistando tras una confusa maniobra de asalto.
Desde entonces, fue el encargado de defender y custodiar esa
fortificación tras ser nombrado alcaide ele la misma.
Con10 consecuencia de sus triunfos, su fama no hacía sino
crecer entre Jos capitanes de los ejércitos cristianos, lo que hizo
que se le encomendaran delicadas acciones de espionaje e infor­
rnación, Por ejemplo, en 1487 el rey Fernando solicitó sus servi­
cios corno interlocutor para que fuese al interior ele la cercada
población de Málaga e hiciese saber a las autoridades musulma­
nas de la ciudad sus intenciones, con idea de alcanzar un princi­
pio de acuerdo para rendir la ciudad. La empresa, aunque no
necesitaba del uso de las armas, requerían sin embargo un gran
valor, puesto que había que adentrarse en una ciudad cuya po­
blación se encontraría desesperada por el asedio que estaban su­
friendo, lo que elevaba el peligro de no salir con vida de ella.
Tiempo después, en 1490, le vernos participar de nuevo en
una acción militar vinculada con la guerra de conquista, corno
fue el rescate de Salobreña. La posición cristiana estaba a punto
de claudicar por el bloqueo al que fue sometida, cuando Pulgar
pudo penetrar en el interior de la plaza y facilitar a sus defenso­
res el agua que tanto necesitaban. Su acción tuvo una importan­
cia notable, ya que gracias a ella la guarnición pudo resistir el
tiempo suficiente hasta la venida de un ejército ele socorro.
Por otra parte, en lo que respecta a la guerra de desgaste,
hemos de decir que desde la fortaleza del Salar, nuestro prota­
gonista actuó de forma enérgica defendiendo el territorio de
las razias musulmanas.
De igual manera, convendría recordar que una de sus hazañas
más memorables, como es la de Cenete, ocurrió precisamente
durante el desarrollo de una acción de devastación contra el te­
rritorio musulmán. Nos encontramos dentro del contexto del
cerco de Baza. Una expedición de guerreros castellanos fue a aso­
lar el úrea de Guadix, cuando fueron sorprendidos a su regreso.
El pánico se desató en la hueste: el alférez, temeroso, no quiso en­
arbolar el pendón ni encabezar el ataque. Ante tan delicada si­
tuación, Pulgar reaccionó atando una toca que llevaba a su lanza
y, si mulando llevar el pendón de Castilla, se lanzó contra los mu­
sulmanes, sirviendo de estimulo al resto de compañeros:
E porque había entre ellos diversas voluntades, el alferez
dubdaba de entrar en los Moros con la bandera, según que
lo mandaban los capitanes. Vista esta división por un es­
cudero que era de las guardas del rey e de la reina, alcaide
de la fortaleza del Salar, que venía en aquella compañia,
que se llamaba Hernán Pércz del Pulgar, hombre de buen
esfuerzo, tornó una toca de 1 ienzo e ató la en su lanza por
vía de enseña [ ... j volvió su caballo con aquella seña con­
tra los Moros. E todos los caballeros corno vcyeron aque­
llo, dellos movidos de su voluntad, dellos vencidos de
vergüenza, siguieron aquella loca mirándola por bandera,
y entraron en los Moros e pelearon con ellos (Pércz del
Pulgar, Cronica de los Reyes Católicos, Cap, 111).
1\I final, los musulmanes fueron derrotados y la expedición
pudo regresar victoriosa al campamento cristiano.
En definitiva, las grandes gestas de Hcrnán Pércz del Pulgar
estuvieron estrechamente vinculadas a maniobras de conquista
y devastación del territorio. Acciones que constituían, de forma
tradicional, los habituales cauces por los que se desarrollaba la
guerra en la Edad Media, y que todavía continuaron llevándose
a cabo durante la campaña de conquista del reino nazarí.
LA GUERRA COMO FORN1A DE ASCENSO SOCIAL
La Guerra de Granada, además de distinguir a nuestro prota­
gonista co1110 uno ele los 111ús intrépidos guerreros del mo­
mento, también le brindó la oportunidad de consolidar su
linaje y ele ascender social y políticamente.
 T Fachada de la CASA llATAI.. DE HENWt PÉREZ DEl P!.11..G.Q, en la Calle de los Reyes, Ciudad Real. El edificio acoge, en la actualidad. el Actual Museo
64 1 OESPERTA FERRO Municipal J. V­dlaseñor. Erigida a ínicios del si~o XV. su ~anta interna de la casa corresponde a los modelos prepios de la Mancha en el periodo, con
un cuerpo de entrada de mayor altura. a modo de torreón, que da acceso a través de un zaguán para carruajes al patio central columnado.

Nacido en Ciudad Real en l 1151, Pulgar vino al mundo en el
seno de una familia de Ja baja nobleza castellana. El linaje pa­
terno, de ascendencia asturiana, se había caracterizado por bus­
car fortuna mediante el oficio de las armas, aunque todo parece
indicar que no tuvieron demasiado éxito. Por vía materna, se en­
contraba vinculado al apellido Osorio, ya que su madre era nieta
del marqués de Astorga, lo que le otorgaba cierta distinción,
Fue en su juventud cuando comenzó su carrera militar.
Huérfano y al frente de un mediano patrímorno, intentó ganar
fortuna mediante el oficio de las armas, al igual que lo hicieron
sus antepasados, si bien en esta ocasión la experiencia fue rnás
que satisfactoria. El primer servicio de armas lo realizó en ca­
lidad de escudero en favor del bando isabelino durante la Gue­
rra de Sucesión castellana de 1475. Una actuación que le valió
para alcanzar el rango de "continuo" dentro de las fuerzas que
'
­
~
e,
social, ya anteriorrnente había logrado hacerse con la tenencia
del Salar, lo que le permitió obtener ciertas prebendas econó­
micas y sentar las bases de un señorío que, con el paso del
tiempo, termínaría por convertirse en marquesado.
Pero cabe mencionar que lo ocurrido con Pulgar no es un
hecho excepcional, ya que la dinámica de ascenso y promoción
social auspiciada por el esfuerzo bélico )' el ejercicio de las
armas estuvo presente durante gran parte del Medievo y así,
desde luego, ocurrió también durante la Guerra de Granada.
La nobleza, que fundamentaba la razón de su preeminencia so­
cial en el ejercicio del oficio de las armas, encontró en la fron­
tera de Granada el medio de promoción perfecto, puesto que
su actividad bélica resultó muy necesaria para el desarrollo de
todo tipo de acciones, tanto ofensivas corno defensivas. Por
tanto, no debe resultar extraño la gran vinculación que existe

­e
tenían por entonces los Reyes Católicos. entre el origen de muchas de las grandes casas nobiliares an­
"2 Sin embargo, será su participaclón en la Guerra de Granada daluzas y la guerra. en la frontera meridional de Castilla. Los
·.:;
"',,­ la que le dotaría de fama y le permitirla ampliar su patrimonio, casos de los Fernández de Córdoba, los Guzmán o los Ponce
"
¡¡:
g""' En primer lugar, fue investido caballero por el propio rey Fer­ de León resultan excelentes ejemplos al respecto.
t...:·
~
.:..:¡.
J<
nando tras la acción de Cenete, Pero además de esta distinción Y si esta realidad resulta perfectamente constarable en el
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.... contexto de guerra fronteriza y defensa del territorio ya con­
~
·" quistado frente a las incursiones musulmanas a lo largo de los
siglos XIV y XV, qué duda cabe de que este proceso continuó
desarrollándose durante las últimas operaciones de conquista
del reino nazarí: la asunción de responsabilidades bélicas por
parte de este grupo social durante Ja contienda, unida a los be­
neficios patrimoniales que obtuvieron una vez finalizado el
conflicto, como compensación de los servicios militares pres­
tados a la. Corona, están en la base de la consolidación y as­
censo de no pocas casas nobiliarias.
El fenómeno es perceptible no solo entre los grandes lina­
jes, sino también entre nobles de menor rango, funcionarios,
fieles y servidores de los Reyes Catól.icos que obtuvieron su
parte en el posterior reparto de tierras y cargos, con la consi­
guiente promoción social y económica. El caso del propio Pul­
gar con el señorío del Salar o los del salmantino Juan de
Almaraz (al que se le concedió el señorío de Gor), el de Ro­
drigo Pernández de Ulloa (con el señorío de Vélez de Benau­
dalla) o el de Hernando de Zafra (señor de Castril), son
evidentes ejemplos al respecto.

EXPONENTE DE CABALLERO MEDIEVAL

La dureza de la guerra fronteriza y la lucha contra el infiel
constituyeron un caldo de cultivo muy propicio para el des­
arrollo de la caballería y de ideología caballeresca, de la que
Pérez del Pulgar se convertiría en un conspicuo representante.
Gracias a sus hazañas contra los musulmanes durante la
Gaerra de Granada, nuestro protagonista llegó a ser considerado
por sus contemporáneos corno uno de los máximos exponentes

de caballero medieval, llegando incluso a ser catalogado como
"héroe': al encarnar este los valores de esfuerzo, valor, sacrificio
y disciplina que el ideario caballeresco predicaba.
Ahora bien, convendría señalar que alcanzar la categoría de
héroe o la de paladín, tradicionalmente estaba restringida a un
grupo social concreto, corno era la aristocracia del momento,
Después de todo, para el noble la guerra era el marco apropiado
en el que alcanzar la fama, el honor o la propia distinción social.
Por el contrario, habitualmente se presuponía que el común del
pueblo, e incluso la hidalguía o la baja nobleza, solo perseguía
el propio beneficio económico a través del botín.
Es por ello que tratar el caso de Pulgar es bastante paradig­
mático, ya que, al n1argen de su estado social, nuestro prota­
gonista pudo ganar honor y gloria a través de su personalidad,
por su temperamento y por sus hazañas. No en vano, fue gra­
cias a su esfuerzo bélico por lo que logró ser armado caballero
de espuelas doradas.
En este sentido, una de las acciones que mejor evidencian
esta vertiente heroica de Pulgar es su intento de quemar la ciu­
dad de Granada en 1490. Nos referimos a la acción en la que
nuestro protagonista, encabezando una pequeña expedición
compuesta por sus más fieles amigos y compañeros de armas,
penetró en el interior de la propia urbe musulmana, reclamó
la conquista de la mezquita clavando en una de sus puertas un
manifiesto y, finalmente, intentó fallidamente quemar el inte­
rior de la población. Una increíble e intrépida gesta con la que
alcanzó entonces una gran fama por su arrojo y su atrcvi­
miento: los propios monarcas castellanos le reservarían poste­
riormcntc, en la nueva catedral construida tras la conquista, el
espacio donde estuvo ubicada aquella puerta de la mezquita,
para que su cuerpo descansase allí tras su muerte. Corno consta
en la siguiente merced de Carlos V, recogida en el folio 214 de
la Historia Eclesiástica de Granada, escrita por Francisco Ber­
rnúdez:
í ... ] que siendo esta ciudad [de Granada] de Moros, en
Ja plaza de Alhama, hizo voto de entrar en ella a pegar
fuego y tornar posesión de la Mezquita mayor ( ... )y po­
niéndolo por obra, vino con quinze de acavallo, y de­
xando los nueve a la puerta, entró con los seis a la
Mezquita, que es ahora la Iglesia mayor, y allí a la puerta
puso una hacha de cera encendida. Con otros actos que
hizo en señal de la dicha posesión. Lo qua] visto por los
Carlos J. Rodrigue Oull1as es Ucendado en
investlpd6n de la Puntlación Valhondo Ca"'if 1 cJn la •. ,,.,,,., mlatta 111 tesis doctoral sobrt la conducci6n de la.
guam dttrarQ ltu luchas polltlau ocurrida• lo l!Daf' .... ~
Gorda Fitz. Autor de Wlrios tM1lnllos y libros. "" b«lro
inNdigaci6n.
OESPERTA FERRO 1 65
Moros, al Rey e a ellos puso en escándalo, y turbación
( ... )Por ende yo os ruego y encargo, que aviendo respeto
a todo lo susodicho, ayais por bien de darle, y señalarle
honrada scpoltura en vuestra Iglesia.
EL FIN DE UN TIPO DE COMBATIENTE
La frontera nazarí se convirtió en un tiempo y un espacio para
lo épico. No obstante, la Guerra de Granada, a pesar de que to­
davía tuvo una fuerte impronta medieval y de que albergó no­
tables hazañas caballerescas, corno las protagonizadas por
Pulgar o algunos nobles andaluces, fue también la expresión
de un tiempo nuevo.
De forma tradicional la dureza de los enfrentamientos que
se vivieron siempre en la frontera de Granada convirtió a la
lucha fronteriza en un escenario donde primó un tipo de gue­
rra de destrucción, donde el protagonismo militar de la no­
bleza fue un hecho contrastado. Sin embargo, la conquista de
todo un reino requirió de unos esfuerzos económicos, logísti­
cos y de movilización que solo la monarquía podía asumir, Nos
encontramos, por tanto, ante un nuevo horizonte donde las ini­
ciativas de tipo particular iban a ser sustituidas ahora por la
acción y la determinación militar de los Estados.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
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Granada.
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Ruíz Pevedana J. M. (197S): "Consideraciones sobre la implantación de los
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Medieval: actas del I Congreso de Historia de Andalucía (Vol2). Caja
de Aharros de Córdoba.
Villa Real y Valdivia. F. (IB92): Hernán Pérez del Pulgar y las Guerras de
Granada. Madrid: Manuel Ginés Hernández.
ll>Bibliografia completa en www.despertaferra­ediciones.cam
,._,,.por 111 Univmtdad de Extmnodura. Ha sido becarlo de
•1ttf'Olbb,.,,.
bajo la tllr«d6n del doctor Frandsco
perra metlinal"" prindpdles llws.