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Cincuenta años después de la independencia política con respecto a España, las élites del país aún
debatían acerca de cómo debería ser la educación superior en la nueva república. Durante toda la
colonia había sido suficiente con la educación impartida por los colegios mayores - como el Colegio
de San Bartolomé, o el Colegio del Rosario, en Bogotá, donde se graduaban médicos y abogados - y
por las universidades religiosas, donde los futuros sacerdotes estudiaban filosofía y teología. Sin
embargo, al irse terminando el período de la colonia, estas instituciones ya no fueron suficientes.
Incluso los últimos gobernantes españoles ya habían pensado en la creación de una universidad
moderna. Al proclamarse la Independencia hubo ya unos primeros intentos de organizar una
escuela de ingeniería que giraron alrededor de Francisco José de Caldas.
En 1811 Antonio Nariño creó en Bogotá el Cuerpo Militar de Ingenieros Topógrafos al mando de
Francisco José de Caldas. Sin embargo, Caldas cambió de bando, de los centralistas al de los
federalistas, oponiéndose a Nariño, por lo que debió irse para Medellín. Estando allí, el gobernador
de Antioquia, Juan del Corral, le propuso abrir el Colegio Militar del Cuerpo de Ingenieros, que
inició en Abril de 1814. En ese mismo año Nariño cayó preso en Pasto, quedando al frente de
Cundinamarca un primo de Caldas, Camilo Torres, quien le encargó en 1815 crear, en Bogotá, la
Escuela Militar de la Nueva Granada. Sin embargo, en 1816 Caldas es ejecutado, por lo que
ninguna de las iniciativas de escuela de ingeniería, basadas en su respaldo, llegó a feliz término.
Cuando se empezó a organizar definitivamente la República, luego de las batallas finales por la
independencia, Francisco de Paula Santander creó, en 1826, una Universidad Central con sedes
principales en Bogotá, Quito y Caracas – también se abrieron sedes en Tunja y Popayán - que
empezó a funcionar en 1830, un poco antes de disolverse la Gran Colombia. Curiosamente esta
universidad no tenía facultad de ingeniería. Cada una de las 3 sedes tenía 5 facultades: Filosofía,
Jurisprudencia, Medicina, Teología y Ciencias Naturales. Los conocimientos en arquitectura civil,
geodesia, topografía, química y física - aplicadas a las artes – eran impartidos en el Museo
establecido en la capital por decreto de 28 de julio de 1823. La Universidad Central de Bogotá
siguió funcionando hasta 1850, año en que se dictó una ley que suprimía todas las universidades
en Colombia. Solamente hasta la década de los sesenta se volvió a plantear, en medio de las
guerras civiles que caracterizaron ese siglo, la creación de una nueva universidad. Esas propuestas
por fin se concretarían en 1867 cuando se creó la Universidad Nacional de Colombia.
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El presente escrito está basado, en primer lugar, en los trabajos realizados, en el segundo semestre de
2013, para la asignatura “Desarrollo de la Ingeniería en Colombia” por una serie de estudiantes que serán
nombrados a lo largo del escrito. Los trabajos de ellos se basaron, a su vez, en el libro conmemorativo de los
150 años de la facultad titulado “Innovación, Excelencia y Tradición”, (Universidad Nacional, 2011), escrito
por el sociólogo e historiador Alberto Mayor Mora, con el apoyo de un grupo de profesores de la facultad.
Adicionalmente, hay en este escrito fragmentos de texto presentado, por parte de los ingenieros Antonio
Mejía Umaña y Marcelo Riveros Rojas, en abril de 2017, para hacer parte del libro conmemorativo de los
150 años de la Universidad, en el capítulo dedicado a la Facultad de Ingeniería. El capítulo se llama
“Ingeniería y desarrollo material del país”, pp. 138-170, y está incluido en el Tomo 3 de la parte de la
“Colección del Sesquicentenario”, denominada “Economía, lenguaje, trabajo y sociedad”. Universidad
Nacional, Bogotá, 2017.
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La formación en ingeniería en Colombia no nació acompañando la implantación en el país de la
revolución industrial de la máquina de vapor, ni con el establecimiento en nuestro suelo de las
primeras fábricas, como sí sucedió en Europa y Estados Unidos. Nació para transformar la
mentalidad de las gentes con respecto a los nuevos desarrollos. El establecimiento de la Facultad,
unas pocas décadas después de la Independencia, fue uno de los primeros proyectos exitosos para
cambiar el estado de cosas heredado de la Colonia. La iniciativa para desarrollar los estudios de
ingeniería en el país, volvería a ser retomada - tres décadas después de la muerte de Caldas - por
el General Tomás Cipriano de Mosquera en 1848. En su primera presidencia, entre 1845 y 1849,
Mosquera impulsó varios proyectos modernizadores del país: promovió la navegación a vapor por
el río Magdalena autorizando la exportación por el puerto de Barranquilla; realizó una importante
apertura de la economía al comercio exterior; instauró el Sistema Métrico Decimal y fundó, en
1848, el Colegio Militar en el cual fueron profesores Lino de Pombo, Agustín Codazzi y Aimé
Bergeron.
Aunque el Colegio Militar sólo estuvo abierto hasta 1854 alcanzó a graduar un número importante
de ingenieros de muy buen nivel que luego serían, entre otras cosas, los primeros profesores de la
facultad de ingeniería de la Universidad Nacional, como Manuel Ponce de León e Indalecio Liévano
Reyes y otros ingenieros muy conocidos como Manuel H. Peña, Juan Nepomuceno González y
Rafael Pombo. La experiencia fue muy importante para la nueva élite gobernante del país como
explica profusamente Frank Safford en su libro “El ideal de lo práctico. El desafío de formar una
élite empresarial en Colombia”. El Ancora editores, Bogotá, 1989, el cual es la traducción del
original en inglés “The ideal of the practical”, publicado por la Universidad de Texas, USA, en 1976.
El libro fue un subproducto de la tesis doctoral que realizó Safford sobre la economía colombiana
del siglo XIX.
“Durante sus breves períodos de existencia (1848-1854, 1866-1867, 1883-1885) el Colegio Militar
entrenó a una gran proporción de los ingenieros que trabajaron en la construcción de caminos y
vías férreas y que enseñaron matemáticas e ingeniería durante la segunda mitad del siglo
diecinueve” (Safford, página 166). El proyecto más importante que realizó la ingeniería colombiana
entre 1848 y 1861 fue la Comisión Corográfica, que tuvo lugar entre 1850 y 1859, en la cual
profesores y egresados del Colegio Militar tuvieron un papel fundamental. Con respecto a este
último proyecto Gabriel Poveda Ramos en su libro “Ingeniería e historia de las técnicas. Tomo IV”.
(Bogotá: Colciencias, 1993), comenta (página 87): “El trabajo de Agustín Codazzi en la Comisión
Corográfica marca un elevado hito en la historia del desarrollo del país, tanto en el campo
geográfico, como en el administrativo, el económico, el cultural y el técnico. El conocimiento
amplio y detallado que dio sobre el territorio de la Colombia actual, constituyó el fundamento de
gran parte de las labores que se hicieron en el país en las épocas posteriores, y representa uno de
los programas de investigación más ambiciosos que se haya realizado en nuestra patria”.
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La historia de la primera etapa de la existencia de la FIUNB es muy accidentada, ya que fue un
tiempo supremamente inestable para nuestra institución. La propia subsistencia de la facultad
estaba en entredicho debido a varios factores. El primer factor era, evidentemente, la complicada
situación política, ya que el siglo XIX fue el siglo de las guerras civiles, desde las guerras de
independencia hasta las innumerables confrontaciones internas que le siguieron, donde se trató de
definir el modelo de gobierno centralista o federalista que el país debía adoptar y si el país debía
conservar la ideología sobre la que se había construido la sociedad durante la colonia o debía
adoptar los modelos nuevos que se proponían desde Francia e Inglaterra. Esta situación hacía que
se estuvieran creando y cambiando permanentemente las instituciones básicas del país.
El segundo factor de inestabilidad tenía que ver con la situación económica de la nación. El estado
era sumamente pobre y las iniciativas individuales para hacer empresa y diversos proyectos de
desarrollo aún no cogían fuerza. En tercer lugar, no era muy claro el papel que deberían jugar las
posibles tecnologías que se podían adoptar en la construcción de la nueva sociedad. Para los
pobladores de nuestra nación aún no era muy clara la importancia que podía tener el tipo de
estudios que la facultad podía ofrecer, en relación con esas tecnologías, y tampoco era fácil
encontrar el personal idóneo para realizar las labores de docencia en un área totalmente nueva.
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El resumen sobre este período se tomó del trabajo realizado por los estudiantes Edwin Fernando López
Camacho, Leonardo Santana Pachón y Jenner Julián Varón Bernal.
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Con respecto a la fecha de fundación de la escuela de Ingeniería hay quienes dicen que fue en
realidad hasta 1867 (año en que se creó la Universidad Nacional con seis escuelas diferentes) ya
que no se podían considerar profesionales de ingeniería a los estudiantes del Colegio Militar, ya
que carecían de un nivel académico adecuado. Pero, por otra parte, hay también quienes asumen
que la escuela de ingeniería viene desde la primera fundación del Colegio Militar (1848-1854) del
general Mosquera, ya que éste tuvo la visión de futuro según la cual los egresados de este colegio
serían los encargados de impartir la enseñanza a los estudiantes de ingeniería del país. Y eso fue lo
que efectivamente sucedió, ya que fueron precisamente los egresados de la primera fundación del
Colegio Militar los profesores de los estudiantes del segundo Colegio Militar (el de 1861) y
posteriormente de la Escuela de Ingeniería de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de
Colombia, en 1867. La discusión sobre la fecha de fundación de la facultad tuvo varios vaivenes
hasta el año de 1961, en el cual, con el apoyo de la aún débil Academia de Historia de Colombia,
se concluyó que, definitivamente, se debía considerar el año de 1861 como el de la fundación y se
decidió celebrar, en ese año, el centenario de ese acontecimiento. Desde ese momento, el gremio
de la ingeniería acogió esa decisión.
En mayo de 1867 el general Mosquera fue depuesto por un golpe de estado, estimulado por los
liberales radicales, algunos de ellos antiguos secretarios o ministros suyos. El Colegio Militar entró
así en un limbo político, ya que se le identificaba como una de las principales obras del general.
Después de unos meses de funcionar a medias, el Colegio Militar se incorporó a la Universidad
Nacional de los Estados Unidos de Colombia creada el 22 de septiembre de 1867, como una de seis
escuelas que la componían. En un principio, el estudio de la ingeniería estuvo reservado
exclusivamente para los antiguos estudiantes del Colegio Militar y la Escuela Politécnica, pero en
1868 se realizó un proceso de selección de estudiantes, donde se combinaron consideraciones
políticas (por ejemplo, que hubiera representación de todas las regiones del país) y criterios
académicos, a través de los cuales se pudo elevar el nivel de los estudiantes seleccionados, ya que
los alumnos debían al menos tener el título de bachiller.
De otra parte, en esta época, la escuela civil y militar careció de laboratorios, aulas, e
instrumentos. Además existían divergencias entre diversas concepciones sobre el papel que
debería jugar, por ejemplo algunos políticos liberales radicales trataron de influir para que la
Escuela sirviera para impartir educación técnica a personas del ejército, para poder contar con un
grupo de oficiales leales y muy bien preparados, para la creciente amenaza por parte de los
conservadores; mientras tanto, otros políticos liberales querían darle más énfasis a la preparación
de ingenieros civiles.
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El resumen sobre este período se tomó del trabajo realizado por los estudiantes Jonathan Iván Bernal
Manjarres, Jesús Nicolás García Gómez y Deisy Julieth Roa Riveros.
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Desde 1871 empezaron a entrar como profesores algunos egresados de la misma Escuela como
Abelardo Ramos, primer presidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros (SCI) y Ruperto
Ferreira, que sería profesor de la facultad por muchos años. La situación general de los egresados
no era fácil, ya que las pocas áreas que se abrían en el país para el ejercicio de la ingeniería eran
ocupadas por ingenieros extranjeros. Los primeros ingenieros egresados de la Escuela de
Ingeniería acababan de recibir sus diplomas, cuando llegó la Corporación Norteamericana de
Ingeniería, liderada por Francisco Cisneros (cubano educado en Estados Unidos), ganando casi
todos los contratos gubernamentales relacionados con ferrocarriles, transporte fluvial y otros
campos, entre 1874 y 1894.
La situación política no era la más propicia, ya que en esos 30 años hubo tres guerras civiles (1885,
1895 y 1899-1902). Hacia el año 1887 la facultad se ubicó en el local del Instituto de Artesanos,
pero un corto tiempo después los estudiantes se vieron obligados a trasladarse al convento de
Santa Clara. En 1891 se traslada nuevamente la facultad al Edificio de la Escuela de Derecho.
Finalmente, en 1897 el ministerio aprueba la ejecución de obras pertinentes para la construcción
de un local para la facultad. Sin embargo, a finales de 1902, la guerra había terminado y la facultad
aún continuaba sin tener una localización definida.
La situación institucional de la facultad también fue muy inestable en este período. El Decreto 632
de 1880, separó a la Escuela de Ingeniería Civil y Militar de la Universidad Nacional. El Decreto 190
de 1881, mantuvo la situación de separación de la UN, pero, además, colocó a la facultad bajo la
tutela de la Secretaría de Guerra (equivalente a un ministerio de defensa). En 1884, a través de la
Ley 23, se estableció que la Escuela volvía a estar bajo la dirección de la Universidad Nacional,
acabando con su situación de aislamiento. Sin embargo, sólo hasta 1888, es posible aseverar que
se retornó a la enseñanza de la ingeniería civil dentro de la universidad mediante el Decreto 76,
donde se dividía la carrera en dos Escuelas específicas, la de Matemáticas y la de Ingeniería. Desde
ese momento, además, la corriente militar dentro de la carrera se vio eliminada.
En 1892 se expidió el decreto 349, el cual definió el pensum de la carrera en la que se conocería
desde ese momento como “Facultad de Matemáticas e Ingeniería”. En este período se generó una
orientación definitiva para el siguiente medio siglo en la facultad, formulando el núcleo teórico
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El resumen sobre este período se tomó del trabajo realizado por los estudiantes Yuber S. Sánchez R,
Edilberto Angarita V, Rodrigo A. Granobles, Sergio H. Hernández.
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básico y las asignaturas prácticas de la carrera de Ingeniería Civil. Para el año de 1896 la realización
de casi dos tercios de las materias del programa de 35 asignaturas recaía en cinco o seis profesores
de tiempo completo. Hubo un cese de actividades en 1897, y hasta su reapertura en 1902, Julio
Garavito tuvo que llevar a cabo sus clases en el Observatorio Astronómico. Durante la Guerra de
los Mil Días, se formuló un plan de emergencia, para la formación de ingenieros, compactado en
cuatro años, y con cursos de los que se encargaron principalmente Julio Garavito, su hermano
Justino y Ruperto Ferreira, permitiéndole a la carrera la transición al siglo XX, a pesar de la
catástrofe, y salvando el programa de Ingeniería Civil. Finalmente, ya habiendo tenido su
reapertura tras la guerra, el programa tuvo un difícil período de post-guerra, teniendo un bajo
número de estudiantes hasta 1910, cuando se dio un drástico repunte, llegando a tener una buena
cantidad de alumnos.
En el año 1910 se acabaron las obras de adecuación del edificio que sería la primera sede propia
de la facultad. Los planos fueron elaborados por el ingeniero Alberto Borda Tanco, quien en ese
momento estaba al frente de la facultad, asegurando que las instalaciones fueran totalmente
adecuadas para su objetivo. Terminaba así el largo peregrinar de 50 años de la FIUNB por
instalaciones de antiguos conventos, de escuelas de artesanos y de otras instituciones ajenas. En
este período se inició una producción intelectual divulgada en los Anales de Ingeniería- la revista
de la SCI- que fue fundamental para aumentar la fama de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería.
Los egresados de la escuela de ingeniería civil y militar y de la facultad de ingeniería, entre 1880 y
1910, contribuyeron a enriquecer ese pequeño capital cultural de la ingeniería colombiana, junto
con la publicación de las lecciones de los profesores. Los primeros egresados estuvieron al frente
de las primeras organizaciones dedicadas al estudio de la geografía colombiana. La Sociedad
Geográfica de Colombia fue creada en 1893 por iniciativa del Gobierno, pero para su fundación se
basó en las últimas promociones de la facultad.
El profesor Julio Garavito Armero fue, sin dudas, la figura dominante del período durante el tiempo
en que estuvo como profesor de la facultad (desde 1891 hasta su muerte en 1920) e incluso como
decano. Sus calificaciones en matemáticas, en su época de estudiante, fueron legendarias. Escribió
en temas científicos relacionados con las matemáticas, astronomía y física. Durante el período
1880-1910 escribió numerosos artículos, sobre diversos temas, en los Anales de Ingeniería.
También fue profesor de la Universidad Republicana en Astronomía y Geodesia, en 1892. Garavito
no fue un líder carismático reducido a las aulas. Proyectó su carisma personal en cargos
gubernamentales en la recién creada Oficina de Longitudes desde 1903. Esta Oficina de
Longitudes, antecesora del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, fue la encargada del
mejoramiento de la carta geográfica general de país que había estado trabajando la Comisión
Corográfica, dirigida por Codazzi, en la década de los 50s del siglo XIX.
Una de las mayores proyecciones de la facultad tuvo que ver con la fundación de la Sociedad
Colombiana de Ingenieros en 1887, la más fuerte agrupación de los ingenieros colombianos. Varios
ingenieros egresados en períodos anteriores y al menos dos egresados de este subperíodo,
Diódoro Sánchez (1880) y Miguel Triana (1880), estuvieron entre los fundadores de la SCI. Además
de participar en el Ministerio de Obras Públicas, en los Ferrocarriles Nacionales y en la Oficina de
Longitudes, algunos egresados tuvieron emprendimientos privados, como la empresa importadora
de Diódoro Sánchez y algunas empresas privadas de ingeniería.
Dentro de ese estado de cosas, la aparición de un cultivo de exportación como el café introdujo
muchos cambios importantes. La posibilidad de exportar el grano, unida a la creciente
construcción de vías férreas para sacar la producción al río Magdalena - y por consiguiente a los
puertos internacionales - marcó el inicio de una importante acumulación de capital que pronto
llegó hasta la principal ciudad del país. Los inversionistas cafeteros empezaron a pensar en
inversiones en las cuales sus capitales tuvieran cada vez mayor rentabilidad. Aunque el cultivo del
café había comenzado en Santander y luego pasó a Boyacá y Cundinamarca fue en las zonas de la
reciente colonización antioqueña donde encontró el terreno más fértil para prosperar ya que se
trataba de asentamientos nuevos que aún estaban buscando su vocación y que encontraron en el
café su más grande esperanza.
Las vías en mejor estado incentivaron el comercio nacional e internacional, por lo que se fortaleció
la clase comerciante. Los capitales, ya más líquidos, empezaron a ser invertidos en
establecimientos industriales y entre finales del siglo XIX y comienzos del XX se creó un buen
número de fábricas en el país, especialmente en Antioquia y el Viejo Caldas y en la Sabana de
Bogotá.
La situación económica de los ingenieros al final de la década de los 1880s no era buena, como se
puede deducir del discurso de Abelardo Ramos en el instalación de la SCI en 1887, en el que se
queja de que el 80% de los 200 ingenieros y agrimensores que tenía el país vivían en una situación
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precaria, porque otros profesionales les tenían invadido el campo de acción que naturalmente le
debería corresponder a los ingenieros: “fijaos, si lo dudáis, en que el teatro que la naturaleza y la
patria designaron al cuerpo colombiano de Ingenieros, lo invaden de ordinario militares,
abogados, médicos, periodistas, políticos, literatos, comerciantes, comisionistas y otros más; en
tanto que de unos 200 ingenieros y agrimensores que tiene el país, el 80 por 100 viven más que
desalentados, olvidados”. Una muestra de la debilidad del gremio de los ingenieros, a finales del
siglo XIX y comienzos del siglo XX, fue lo poco que pudieron hacer para que sus opiniones acerca
de un proyecto tan gigantesco como la apertura del canal de Panamá fueran tenidas en cuenta.
La posición de los ingenieros de la FIUNB con respecto a la industria era, en cambio, bastante
esquiva. Mientras tanto, los ingenieros de la FIUNB tenían relaciones muy esporádicas con las
ferrerías, con las fundiciones, con las fábricas - como Cementos Samper o Chocolatería Chaves - e
incluso con empresas como la Empresa de Energía de Bogotá, que desde 1900 estaba
suministrando energía eléctrica a la ciudad, basada en la adopción de tecnología europea liderada
por un ingeniero italiano que formó el personal técnico y tecnológico que necesitaba, a través del
trabajo en la empresa.
En conclusión podría decirse que la posición de la ingeniería colombiana, en esta primera etapa de
su desarrollo, fue todavía muy inestable, ya que tanto sus funciones, como su imagen pública y el
status que tendría dentro de la sociedad colombiana, estaban aún en proceso de definición. La
facultad de ingeniería de la Universidad Nacional en Bogotá y la Sociedad Colombiana de
Ingenieros, conformada principalmente por sus egresados, jugaron un papel crucial en dicho
proceso de definición, de tal forma que en la siguiente etapa verían recompensados sus esfuerzos.