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Universidad de San Carlos de Guatemala

Facultad de Odontología
Área de Odontología Socio-Preventiva
Curso: Odontología Preventiva y Social III
Docente: Dra. Mirna Calderón M.
Quinto Año 2018

Mitos y ritos: Una senda de la inteligencia hacia la seguridad emocional.


Adaptado de:
Rodríguez, P. Dios nació mujer.
Punto de Lectura. Suma de Letras. 2002.

Una de las estrategias más notables que genera el pensamiento humano es…
la de ordenar la realidad en una diversidad de categorías útiles que permiten hacerla
comprensible y manejable. Por eso, desde hace al menos unos 100,000 años, todos
los seres humanos – de cualquier lugar, tiempo y cultura – han desarrollado algún
tipo de pensamiento simbólico para construir una imagen coherente del universo y
para encontrar maneras de ejercer algún tipo de control sobre los fenómenos
naturales (y otros como la salud-enfermedad) de los que dependía su supervivencia.

Los símbolos – elaborados mediante analogías nacidas de la observación de


los sucesos propios de la Naturaleza – llevaron a nuestros antepasados a desarrollar
un sistema de pensamiento capaz de clasificar los fenómenos naturales y establecer
determinadas jerarquías que, acto seguido, acabaron postulándose como
explicaciones de la realidad universal, incluyendo en ésta, los dos polos opuestos del
“misterio de la vida”: el origen y el final del ser humano, y desde luego, lo relativo a
la salud y la enfermedad. Sobre estas explicaciones se construyeron los mitos
(creencias).

Los mitos, sin embargo, aunque surgieron como explicaciones metafóricas


para hacer aflorar los mecanismos universales ocultos, de inmediato se convirtieron
en la demostración misma de tales mecanismos, gracias a su tremenda fuerza
evocadora y su capacidad para impactar emocionalmente, dos características que le
permiten al proceso de estructuración mítica capacidad auto aprobatoria.

El mito acaba por justificar la clasificación de los fenómenos universales,


aunque, en realidad el relato mítico no podría comprenderse y sería un total absurdo
si no existiese previamente alguna clasificación de los hechos naturales. Ambos,
mito y clasificación de los fenómenos interactúan para generar y validar el rito
(prácticas tradicionales, por ejemplo), que por su parte, se convierte en la prueba que
refuerza la certeza del mito.

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El mito adquiere valor de certeza porque da una explicación de la realidad
percibida a través de los sentidos y, dado que (en un tiempo y cultura determinados)
no se conoce ninguna otra forma de explicarla, la elaboración mítica es válida.

En medio de esta dinámica surge el rito como vía para poder llegar a conectar
con el mito – e influir sobre los fenómenos naturales – y, como es la vía para ello,
dado que sería absurdo que existiese una vía hacia algo que no es real, el rito acaba
dando fe de que todo el sistema de creencias míticas es una explicación razonable,
coherente y cierta de todos los mecanismos de causa-efecto universales (entre otros
la salud y la enfermedad).

Esta dinámica se convierte en una notable estrategia instrumental que ayuda a


la humanidad a sobrevivir psicológicamente en medio de un mundo duro, complejo,
inexplicable y generador de altas cotas de incertidumbre y, por tanto, de angustia.
La conformación de un universo mítico y ritual formalmente coherente aportó la
tabla de náufrago que salvó a la humanidad del marasmo y le dio alas para
emprender un desarrollo cultural insospechado y vertiginoso.

Dado que la estructura cerebral de todos los humanos es similar y sus


problemas de supervivencia son básicamente coincidentes, no cabe extrañarse ante
tal evidencia de que no hubo y no hay ningún colectivo de Homo Sapiens que no
haya desarrollado alguna estructura de pensamiento mágico en sus dos expresiones
ritualizadas… religión y magia.

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