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Carlosav10arias@gmail.com
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Lo primero en esta discusión, es dejar claro que parto de una concepción holista del ser
humano, según la cual este es una unidad esencial (no se debe confundir este concepto con
el de mónada) que manifiesta su existencia en una triple dimensionalidad: biológica,
psicológica y sociológica; el ser humano es, pues, un ser biopsicosocial.
A partir de esta concepción del hombre, se entiende que cualquier elemento o
fenómeno humano ha de entenderse a partir de un ejercicio mental de análisis y síntesis
realizado desde una racionalidad sistémica y holista.
Ahora bien, en este escrito nos interesa realizar un análisis de la dimensión biológica. Uno
de los postulados que se defienden desde el enfoque de género es que “el sexo femenino es
el sexo por defecto”. ¿Qué tan cierto es esto? Aunque bien podría saltármela, voy a
procurar hacer una explicación de los aspectos biológicos que dan cuenta de lo erróneo de
dicha afirmación.
Como sabemos, y de acuerdo con las ciencias biológicas, los seres vivos, a fin de
que las especies subsistan, deben reproducirse, y las formas de reproducción se clasifican
en torno a dos grandes modalidades: la reproducción asexual y la reproducción sexual. Esta
última se refiere a que, para la reproducción y perpetuación de la especie, se requiere la
unión de las células sexuales (gametos), generalmente aportadas por dos progenitores; la
autofertilización es un fenómeno de baja ocurrencia, pues incluso entre los organismos
hermafroditas se recurre habitualmente a la unión de dos individuos como un mecanismo
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¿LOS HOMBRES SON HOMBRES Y LAS MUJERES SON MUJERES?
natural para asegurar la variabilidad genética. Cada gameto aporta la mitad del contenido
genético que configurará al nuevo ser. Uno de los progenitores aporta el gameto femenino,
de mayor tamaño y que, aparte de la mitad del material genético, aporta el medio para el
desarrollo del nuevo ser; y el otro progenitor aporta el gameto masculino, de menor tamaño,
el cual, en el caso del ser humano, dentro de su material genético aporta el cromosoma que
determina el sexo del individuo. ¿Y cómo se da esta determinación?
En el ser humano, los cromosomas que determinan el sexo son el cromosoma X
(cromosoma feminizante) y el cromosoma Y (cromosoma masculinizante). El gameto
femenino siempre aporta un cromosoma X, mientras que los gametos masculinos presentan
unos el cromosoma X y otros el cromosoma Y; es por ello que es el gameto masculino el
que determina el sexo del nuevo ser: si el gameto masculino aporta otro cromosoma X, el
nuevo individuo tendrá cromosomas sexuales XX y será una hembra (una mujer), pero si
aporta un cromosoma Y, el individuo resultante tendrá cromosomas sexuales XY y será un
macho (un hombre).
No obstante, después de la fertilización, el individuo permanece sexualmente
indiferenciado… fenotípicamente hablando. No hay nada visible, en su morfología y en su
fisiología, que permita saber si es “niño” o niña”.
Durante las primeras semanas de gestación, el feto desarrolla unas gónadas
primordiales, compuestas por una médula y una corteza; así mismo, durante este período
desarrolla dos pares completos de conductos reproductores: el sistema de Wolf y el sistema
de Müller; también consta de unos precursores de los órganos reproductores externos, los
cuales no son ni masculinos ni femeninos, pero pueden convertirse en cualquiera de los dos,
por eso se dice que son bipotenciales. Pero todavía no hay nada visible que permita saber
si es un individuo masculino o femenino.
Es hacia la sexta semana (1 ½ meses) que se dará inicio al proceso de diferenciación
sexual: si el individuo presenta un cromosoma Y, y no ha ocurrido –ni ocurre en ese
momento– alguna anomalía del desarrollo, el cromosoma Y desencadena la producción del
antígeno H-Y, el cual provoca que las médulas de las gónadas primordiales se desarrollen y
se trasformen en testículos; en cambio, si el individuo no tiene un cromosoma Y, y por
tanto no se produce el antígeno H-Y, las cortezas de las gónadas primordiales se desarrollan
y se convierten en ovarios.
En el trascurso del segundo mes de gestación, si se trata de un individuo masculino
cuyo desarrollo se ha dado adecuadamente, los precursores de los órganos sexuales
externos se convertirán en órganos sexuales externos masculinos bajo los efectos de la
testosterona producida por los testículos; en cambio, si se trata de un individuo femenino,
en ausencia de testículos que produzcan un excedente de testosterona, los precursores se
convierten en órganos sexuales externos femeninos.
Hacia el tercer mes, en un individuo masculino que ha tenido hasta el momento un
desarrollo normal, bajo los efectos de la testosterona producida por los testículos se
estimula el desarrollo del sistema de Wolf, que se convierte en los conductos reproductores
masculinos (V.gr: vesícula seminal, conductos deferentes); en este mes, además, el
organismo masculino empieza a producir la hormona antimulleriana, la cual provoca que el
sistema de Müller se degenere hasta desaparecer y que los testículos desciendan hacia el
escroto. Por su parte, en un individuo femenino que ha tenido hasta el momento un
desarrollo normal, en ausencia de la testosterona y de la hormona antimulleriana, el sistema
de Müller se transforma en los conductos reproductores internos femeninos (V.gr.: útero,
este término también es inapropiado, pues no se trata de individuos a medio camino entre
un sexo y el otro sino de individuos de un sexo determinado que, como consecuencia de
anomalías genéticas o del desarrollo, presentan también características sexuales (primarias
y secundarias) del otro sexo. Por eso, hay quienes vienen abogando porque se refiera a
estos individuos como andróginos.
Finalmente, podemos aterrizar en la cuestión que se quiere refutar: ¿el sexo femenino es el
sexo por defecto? Sí y no. Sí en el sentido de que, si por algún defecto en la gametogénesis
el gameto masculino no tiene un cromosoma sexual que aportar, el individuo resultante solo
contará con el cromosoma sexual aportado por el gameto femenino, que, como ya vimos,
siempre es un cromosoma X, de modo que este individuo es de sexo femenino. En
cualquier otro sentido, la respuesta es no. Veamos un ejemplo: Supongamos que en un
individuo con cromosomas sexuales XY, por algún problema genético o por afectación de
alguna sustancia introducida al cuerpo o por alguna irradiación, se inhibió la producción del
antígeno H-Y y, por ello, no se dio la conversión de las médulas de las gónadas
primordiales en testículos, por lo cual, a su vez, tampoco se llegó a producir el excedente de
testosterona necesario para estimular el desarrollo del sistema de Wolf en conductos
sexuales internos masculinos así como el desarrollo de los precursores bipotenciales en
órganos sexuales externos masculinos, ¿significaría eso que el resultante sería un individuo
femenino? En modo alguno; se trataría de un individuo masculino (presenta un cromosoma
Y) que, muy probablemente, carecería de órganos sexuales masculinos y contaría con
órganos sexuales femeninos inmaduros; esto, porque como ya se dijo, el ser hombre
(macho humano) o mujer (hembra humana), es una cuestión fundamentalmente genética.
Las implicaciones sociales y/o psicológicas del desarrollo normal o anormal de las
características fenotípicas diferenciadoras es otro asunto que trataré en un escrito ulterior.