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Desmitificando a los enemigos de

San Martín

Enrique Díaz Araujo1

San Martín fue un político, militar, del siglo XIX, 1778-1850; nacido en Yapeyú,
Corrientes ahora, antes Misiones Occidentales, fue de niño a España; en España fue
militar hasta llegar a ser un jefe en el ejército español, y luchar contra Napoleón,
donde ganó sus mayores condecoraciones, llegando a ostentar el grado de teniente
coronel.
Pero, ¿por qué lo festejamos nosotros? Porque vino a su tierra natal para
realizar la campaña libertadora de América, ¿a liberarnos de quién? De la Corona
de Castilla, que estaba a cargo de José Bonaparte, puesto por Napoleón.
Gobernaba en su lugar el Consejo de Regencia. Pero, ¿quién lo había hecho
nombrar? Nadie. La Junta Central (ubicada en Sevilla) lo hizo, pero no tenía
poderes para eso2. Entonces ¿qué hizo América? Empezó a formar juntas de
gobierno autónomas en Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá, para hacer
enterar que gobierna la Península en nombre del rey un Consejo de Regencia al
que no acatan; incluso Lima y México que no tenían motivos, lo desconocen. Éste, a
su vez, ha convocado una asamblea en Cádiz, las cortes de Cádiz que han
sancionado la constitución de 1812.
Entonces tenemos este primer cuadro: en 1812 está gobernando en Cádiz (ya
en el resto de España están entrando las tropas napoleónicas) el Consejo de
Regencia y las Cortes, que han sancionado una constitución liberal, llamada
doceañista. Este es el cuadro. Pero, ¿qué tiene que ver San Martín con esto? Y
simplemente, que es un militar que está en el ejército español, defendiendo el
último espacio que queda en la península que es el istmo de Cádiz; no está de
turista; es un teniente coronel del regimiento de infantería. Y ¿por qué deja eso y
viene a procurar la libertad con la campaña libertadora de América?

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Conferencia dada en la Ciudad de San Rafael (Mza.), Enero de 2013. Se ha mantenido el estilo oral de la
misma.
2
Acá había una peculiaridad americana en relación a cualquiera otra parte del imperio español, acá no se
podía nombrar otro rey que no fuese a quien le correspondiera la corona de Castilla, de manera que la
Junta Central y el Consejo de Regencia no tenían ningún derecho a gobernar América; por eso se declara
en 1810 la autonomía, en Buenos Aires, en Caracas, en todos lados, porque la causa era la misma.

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Un tema central en la vida de San Martín es este: “¿Por qué se va de Cádiz?”.
Hoy hay varios libros que dicen que se retira porque fue un desertor. Estaba
defendiendo el último espacio, y éste “se las toma”, los abandona. Ustedes saben
que San Martín ha tenido un gran historiador. Todavía hoy, todas las explicaciones
e interpretaciones se basan en la obra de Bartolomé Mitre.
Mitre afirma que salió subrepticiamente de Cádiz, es decir, escondido, entre
gallos y media noche. No es cierto. Presentó ante el Consejo de Regencia su retiro
del ejército español, y se lo concedieron, incluso con uso del grado y del uniforme,
de manera que salió perfectamente a mediodía desde Cádiz. No fue un desertor, no
fue un perjuro como dicen hoy varios libros. San Martín pudo llevar la guerra
contra el gobierno español, porque antes había renunciado a ser funcionario de ese
gobierno y ese gobierno había aceptado su renuncia. Pero esto ¿fue una situación
individual de San Martín? Si ustedes miran hoy los libros (y hay muchos), se
pueden encontrar con que siempre hablan de San Martín en forma aislada, como si
todo esto fuera cosa de él: no, partió con nada menos que treinta y siete oficiales
americanos como él, que habían nacido en América y habían decidido salir del
mismo modo que él. Todos, o más bien, casi todos pidiendo permiso. Otros no, pero
todos salieron.
Porque en 1811 (septiembre), cuando salieron todos ellos, el Consejo de
Regencia movió a guerra a diversas partes de América que no lo reconocían. Así
que ellos están en una situación especial: son americanos, son parte del ejército
español, pero el ejército español estaba haciendo la guerra a los americanos,
motivo más que obvio y suficiente para que ellos no siguieran en el ejército
español.
Sin embargo, a partir de lo de Mitre se construyó, en estos últimos años (30
años) que San Martín habría salido de Cádiz, porque se ha hecho miembro de un
club, de una logia secreta que se llamaría Logia Lautaro. Eso dicen ahora: que se
hizo miembro de la Logia Lautaro, y agregan inmediatamente que era masónica.
Ahora bien, ¿Qué es la masonería? Una sociedad secreta, iniciática, es decir, que
tiene un rito de iniciación, donde se tiende a establecer un tipo de juramento que
obliga a adherir a la doctrina (la masónica), que es permanente, y cuyos fines son
de tipo más bien cultural y políticos; es decir, básicamente iban contra la
monarquía en su tiempo, y aún hoy contra la Iglesia Católica. Por eso la Iglesia
Católica la tenía condenada, perfectamente condenada por diversas bulas y
encíclicas.
Pero resulta que la Lautaro no era masónica, no era iniciática; sí exigía un
juramento: guardar secreto, pero nada más; por eso dije muy bien, sociedad
secreta, lo que no significa por modo alguno que fuera masónica. Sin embargo van
a ver ustedes un debate inmenso: unos que dicen que es masónica y otros que
dicen que no. Yo les podría recomendar, si están en tema de investigación, tres

2
artículos, dos ingleses y uno norteamericano, hechos por masones en revistas
masónicas que afirman que ni la logia, ni San Martín eran masones.
Pero lo más importante es que uno de los integrantes de la logia, un dominico
llamado fray Servando Teresa de Mier, que andaba por Europa, llega a Cádiz y ve
que la situación no está muy linda para los americanos (él era mexicano), entonces
se encuentra con otro religioso, el padre Ramón Eduardo de Anchoris, y le dice:
– Mirá estoy en esta situación apurada, ¿qué es lo que hago?
– Y bueno, veníte con nosotros que tenemos una organización de autodefensa
que es la que se llama Logia de los caballeros racionales, o Logia Lautaro.
– Sí, bueno, pero sabés que el Papa tiene prohibido estar en este tipo de
organizaciones masónicas.
– ¡No, pero si no es masónica!– le dice Anchoris –porque si así fuera yo
tampoco estaría.
–Bueno, voy a entrar y vamos a ver si es cierto lo que decís.
Se asocia y cuando le toca hablar durante una de las reuniones semanales, el
dominico Mier habla contra la masonería, y el único que protesta por lo bajo es
Carlos María de Alvear. Éste era americano, también correntino como San Martín,
un hombre rico que prestaba su casa para la reunión. Todos los demás están de
acuerdo con lo que dice Mier, y esto él pone en sus memorias dos veces. Es el único
testimonio desde adentro, por la cual sabemos que la Logia Lautaro no es
masónica, porque Mier lo dijo allí, y los otros no dijeron nada, estuvieron de
acuerdo tácitamente. Y él lo dijo porque en México (cuando él escribe años
después) decían ya que la logia Lautaro era masónica.
-¡NO, no, si yo nunca estuve en una logia masónica!, porque era medio liberal el
cura este, pero no tanto para violar las resoluciones del papa. ¡Cómo me voy a
hacer de una logia masónica siendo sacerdote!
Entonces tenemos que la Logia esa, que dicen que es la que los impulsa, no es
masónica, no es la masonería por la que lo mandaron a América. La Logia le servía
para defenderse, porque eran atacados por ser americanos estos oficiales (casi
todos, aunque había algunos que no lo eran).
Entonces, para defenderse en un primer momento se asociaron. Pero no era la
única Logia que había en Cádiz: había 17 organizaciones secretas, masónicas,
antimasónicas, no masónicas, había de todos los gustos, y estaba ésta, la de los
americanos o sociedad secreta llamada Lautaro.
Bien, pero siguiendo a Mitre, San Martín salió porque un oficial inglés Lord
Macduff (conde de Fife) le arregló la salida con otro funcionario que se llamaba
Sir Charles Stuart. Son los ingleses los que lo hacen salir de Cádiz; entonces los que
siguen a Mitre inmediatamente dicen que era un hombre al servicio de los ingleses.
¿Qué se puede responder a esto? El ejército del Sur de España era anglo-español,

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porque los ingleses habían ido en auxilio de los españoles del Sur que resistían a
Napoleón, estaban luchando, y lucharon hasta el final en España. Los dirigía el
duque de Wellesley, futuro Lord Wellington que era el jefe superior de San Martín.
Macduff era otro oficial como San Martin, otro teniente coronel (inglés). Ambos
eran compañeros, colegas en el ejército; nada de extraño tenía, por tanto, que San
Martín le pidiera a Macduff que le registrara la salida. ¿Por qué le tenía que
registrar la salida un inglés? Porque Cádiz es un istmo; las tropas francesas estaban
a las puertas (sitio del Mariscal Victor); por los costados estaba la escuadra inglesa
del almirante J. F. Cunningham, y no había forma de salir pacíficamente; no había
ningún buque ni botes, ni modo de salir que no fuera con los franceses o con los
ingleses. Él estaba en el sector aliado a los ingleses, es decir, que tenía que salir en
un buque de guerra inglés, y eso es lo que le pidió a Macduff.
Y en un bergantín de guerra partió a Lisboa. En Lisboa, que también estaba
bajo el mando luso-inglés, Charles Stuart le sella el pasaporte, no hace otra cosa, y
ahí sí, ya toma un buque americano desde Lisboa a Londres. Nada de esto tiene de
extraño, porque es lo que hicieron todos los que salieron, todos los americanos; no
tenían otro modo, así que es estúpido decir que salió porque los ingleses lo
llevaron. No se podía venir directamente; la única vía, por supuesto que era vía
acuática, era salir desde Londres, pero él estaba en Cádiz, por tanto, tenía que
llegar a Londres primero. Es el camino lógico y natural de quien quisiera venir a
América, estando en Cádiz, entonces.
Todo lo que hizo no tiene nada de extraño o de oculto, ni de masónico o de
servicio a los ingleses. Pero también dicen que cuando llegó a Londres, a Grafton
Street 37, a la casa de Miranda, tuvo lugar la Gran Reunión Americana, siendo allí
donde se asocia a la masonería inglesa y recibe instrucciones de los ingleses3. Es
decir, viene directamente como un agente militar inglés.
Pues bien, Grafton Street 37 no era la casa de Francisco de Miranda (un
venezolano que había vivido allí y hacía un año que se había ido), era la casa de los
diputados de Venezuela, que estaban tramitando que Inglaterra reconociera estas
juntas autónomas de América, cosa que nunca hizo Inglaterra, y enseguida
veremos por qué.
Nunca hubo una Gran Reunión Americana. Este es un punto central, es una
mentira galopante que digan que la Lautaro era una logia masónica, que pertenecía
a otra logia masónica más grande que se llamaba la Gran Reunión Americana,
fundada por Miranda. Ni siquiera está demostrado que Miranda fuera masón: era
un gran sinvergüenza que estaba al servicio de Inglaterra (cobraba de la corona
inglesa por pasar informes, noticias, planes y demás) sí, pero nada más. Lo que sí
es seguro, es que no existió esta Gran Reunión, de modo que San Martín nunca se
pudo encontrar con una entidad que no existía.

3
Eso se puede ver en alguno de los libros, como "La tercera invasión inglesa: “Beresford, Whitelocke y
San Martin” o “San Martín, agente Inglés”.

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¿Se va viendo cómo es la avanzada ahora, en la historia argentina? Hay que ir
debatiendo punto por punto, si uno quiere saber la verdad de lo que ha pasado en
este país. Y, en definitiva, si uno quiere saber si San Martín es un prócer, un héroe,
un arquetipo al que debemos seguir, o si es un simple traidor al que debemos
detestar. Esto es lo que hay que averiguar, eso y nada menos.
Hoy nos dicen que hay que humanizarlo a San Martín, hay que sacarle el
bronce a la estatua, porque está ya tan frío; hacerlo más humano, con todos los
vicios nuestros; hoy entonces metámosle todos nuestros vicios así lo entendemos
mejor, y de paso, decir que era un cobarde como solemos ser nosotros. Esto tiene
un origen cierto: tiene que ver con 14 de junio de 1982 cuando nos rendimos en
Malvinas. La Argentina es un país derrotado. A raíz de nuestra derrota nos la están
cobrando como se cobran los vencedores las derrotas, y entonces no sólo nos
convencieron ahí, sino que los demás nos están convenciendo que somos unos
idiotas, que no tenemos identidad nacional, que esto es una diversidad de culturas,
que acá no hubo nunca un sentido espiritual, religioso, ni nada, que no tenemos
ego. Entonces, ¿por qué todos estos ataques a San Martín? Porque San Martín es el
héroe nacional por excelencia; pues entonces hay que demostrar que no es héroe,
que era un traidor, que era un masón, que trabajaba para los ingleses, que era
opiómano, que era borrachín, que andaba con mujeres de un lado para otro, y así
mil doscientas cosas para que esta estatua, en lugar de ser una estatua de bronce
que está en la plaza, termine siendo una estatua de lodo. Ese es el sentido de todo
esto, de la derrota de 1982. Todos estos que han escrito trabajan por esa derrota, y
hacen que nosotros creamos esas mentiras, esas injurias, porque eso es lo que son:
todas calumnias. Y entonces, para llegar a San Martín, tenemos que hacer este
camino: destruir las mentiras. Si es así, no hablemos acá de ningún arquetipo,
¿Cómo vamos a rendirle tributo a ese sujeto?
Entonces ya llevamos sabiendo:
-Que no desertó, porque está el expediente del retiro del ejército español como
el de sus otros compañeros.
-Que la logia Lautaro no era una organización masónica, sino una organización
secreta de los americanos que vivían en Cádiz.
-Que no salió por servicio de los ingleses, sino porque era la única manera de
salir de Cádiz.
-Que en Londres no se hizo miembro de una masonería mayor al servicio de
los ingleses.
Todo esto lo tenemos aclarado contra los sujetos que están escribiendo contra
San Martín todos los días en folletos, artículos, enlodándolo; pues bien, contra
ellos, ya sabemos todas estas verdades.
Hagamos un alto en la historia, y volvamos al tema: es decir, el arquetipo. Los
paradigmas que necesitan las naciones son dos: los héroes y los santos. Dice bien

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nuestro gran poeta, Leopoldo Marechal, que: “las naciones se construyen como una
cruz, con la horizontal de los héroes abajo, y la vertical de los santos levitando hacia
el cielo”. Si un país tiene esas dos barras que se cruzan, es un país, si no, no. Si no
tiene héroes y no tiene santos, es nada más que una muchedumbre, una masa
anómala, sin lugar en la historia, sin relevancia ninguna.
Por eso a nosotros que nos están cobrando la derrota nos dicen que no hay ni
héroes, ni santos. ¿Por qué? En función de nuestra derrota, no podemos tener
héroes, los demás sí. Pero nosotros sabemos que sí. Hay hoy en Argentina, en esta
Argentina vencida, que es un lodazal de inmoralidad pública y gubernamental, un
país misionero, que tiene cuatro órdenes religiosas (que yo sepa), más o menos,
que están misionando en el mundo, es decir, está haciendo una vida de santidad.
Los héroes son aquellos que “dan su vida por su patria”.
Son dos cosas distintas y no debemos confundirlas: una pertenece al plano
humano temporal, la otra al plano sobrenatural, que se conjugan para ser la cruz
del país, pero nunca debemos confundirlas, porque si no caemos en la estupidez de
Ricardo Rojas que tiene un libro que se llama “El santo de la espada”, el santo
héroe. ¿Puede haber un santo héroe? Sí, por ej. San Luis Rey de Francia o San
Fernando de Castilla, pero es rarísimo, y no tienen por qué estar luchando para
fundar un país, y al mismo tiempo ser modelo de virtudes sobrenaturales; son dos
actividades humanas, excepcionales, que se deben conjugar en un país, pero que
son muy distintas.
San Martín es un héroe, no es un santo. Pero ¿qué pasa con eso del “santo de la
espada4”? Se cae en que era un santo masónico, un santo laico, un santo que no
creía en Dios y en nada, y entonces tenemos un santo muy especial, un santón. Ante
esto, hubo gente muy pía, muy devota que decía: “No, no, pero fíjese que iba a misa
temprano, que cuando se casó comulgó”. ¡Qué nos interesa eso! El juez no somos
nosotros, es Dios. Como dice bien mi maestro Carlos Steffens Soler: “El ángel de la
guarda de San Martín es quien se ocupa de eso”, si iba a misa temprano o no.
Nosotros podemos averiguar la política religiosa de él, si fue una política favorable
al cristianismo o no; ahora, si él personalmente tenía una práctica de piedad o no,
nos es indiferente porque no nos incumbe a nosotros juzgarlo, no somos Dios
creador para hacerlo. Hay gente que se toma en serio lo de “San” Martín: en el Perú
un cura enemigo de San Martín, realista, decía: “¿Por qué eso de SAN?”, bueno, le
respondía al Padre Zapata, que así se llamaba: “Yo le saco el San, y usted sáquese el
ZA-, yo quedo Martín y usted Pata”. Eran sus apellidos, no tenían nada que ver con
un tipo de santidad. Yo no estoy pretendiendo en modo ninguno canonizar a San
Martín: estoy tratando de reedificar la estatua que nos han tirado abajo.
El héroe sí, tiene que tener, determinadas virtudes, es arquetipo: tiene que
tener fortaleza, tiene que tener arrojo, y tiene que tener astucia también; y eso no
se pide de un santo, que sea astuto, y sin embargo un héroe, para fundar una

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No usaba espada, usaba sable.

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nación tiene que tener astucia, porque se va a ver enfrentado a los otros poderes
de la tierra que van a tratar de que no pueda cumplir su labor. Y entonces tiene que
hacerlo en parte por ataque y en parte por engaño a sus enemigos. Y vamos a ver
que en San Martín se cumplen las dos cosas, porque él era capaz de encabezar una
carga de caballería con el sable al frente de sus tropas, como en San Lorenzo, pero
también era capaz de engañar, con la guerra de zapa, acá en Mendoza, a los
realistas en Chile, y en toda la campaña del Perú en una guerra de movimientos
falsos, de engaños para superar un enemigo que era muy superior en términos
numéricos. En el Perú peleó con cuatro mil soldados, contra veintiocho mil
realistas, ¿cómo iba ir de frente a puro ataque de caballería? Tenía que hacer
maniobras para ir viéndolos, haciendo juegos de diversificación y engaño, eso es lo
que él llamó “guerra de zapa”, astucia. Él no solamente fue un gran oficial de
caballería, sino un gran oficial de inteligencia.
Entonces, para antes retornar a San Martín, tenemos que ver si hay héroes o
seres humanos que hacen el esfuerzo extraordinario por su país, y no se trata de
ninguna santidad, de religión natural como ésta que intenta Rojas. Nosotros
tenemos que ver por ejemplo, que esto del héroe se inspira en Grecia: si reunía las
condiciones del valor de Aquiles y de la habilidad o astucia de Ulises.
Terminamos este paréntesis y retornamos a San Martín.
“Maitland”, es un documento que presentó el doctor Terragno hace unos años,
en el que descubrió en la Cámara de los Comunes que había allí un escrito de un
militar escocés Thomas Maitland, que anunciaba un plan inglés para marchar
sobre el Perú, y decía que el mejor camino era desembarcar en Buenos Aires,
cruzar La Pampa, llegar a Mendoza, organizarse bien allí, cruzar la cordillera,
atacar Chile, y una vez vencido en Chile el español, entonces por vía marítima
desde Chile se atacaba Perú y Quito. Claro, obviamente había un parecido con lo
que hizo San Martín, entonces eso es lo que dijo Terragno: “Mire qué parecido es
esto con lo otro”; claro de ahí a decir que él cumplió órdenes siguiendo el plan, hay
una buena distancia. ¿Por qué? Porque cuando Maitland escribió eso en 1800,
Inglaterra estaba en guerra con España; pero cuando San Martín actuó, Inglaterra
estaba aliada a España; así que de ninguna manera Inglaterra pensaba
desembarcar en Buenos Aires, llegar a Mendoza, cruzar a Chile e ir al Perú; todo lo
contrario, Inglaterra estaba peleando con España allá en Cádiz.
Pero el plan Maitland les ha caído de maravillas a todos los enemigos de San
Martín. Entonces ahí está la prueba. ¿Prueba de qué? De nada: porque además
Maitland lo escribió muchos años antes, y nunca nadie había dicho que hubiera
admiración del uno por el otro, ni cosa por el estilo. Pero es una cosa ver que no se
ajustó al plan Maitland: según todos éstos, San Martín vino a Buenos Aires, y de
Buenos Aires a Mendoza. No, señores: nunca vino de Buenos Aires a Mendoza;
desembarcó en Buenos Aires, allí creó el regimiento de Granaderos a Caballo,
combatió contra las tropas del Concejo de Regencia en San Lorenzo, y después fue

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mandado al Norte, a Tucumán para comandar el ejército del Norte. Así que nada de
pasar por vía de Chile. El ejército del Norte estaba enfrentado con tropas del Perú,
en este caso del Alto Perú (hoy Bolivia). Y estuvo allí unos meses dirigiendo este
ejército y lo hizo bien, pero después cayó enfermo, y de ahí que para reponerse
fuera a Mendoza.
En esto hay tres puntos que tenemos que aclarar: había una carta, supuesta
carta que todos citan de abril de 1814 de San Martín a Nicolás Rodríguez Peña,
donde le dice: “Yo estoy convencido de que la patria no hará camino por el Norte,
hay que abandonar eso. Le digo mi secreto, hay que crear un pequeño ejército fuerte
en Mendoza, y de ahí pasar a Chile, y de Chile al Perú”. En esto los liberales
encuentran la prueba de que seguía el plan inglés ya en 1814; y si no sigue en
Tucumán es porque se hace el enfermo para ser llevado a Córdoba y luego a
Mendoza.
Pero en Tucumán hizo todo lo que venía hacer para luchar por el Norte, y si
tuvo que dejar el mando del ejército del Norte fue por enfermedad real. Todos los
testigos lo afirman, además de una junta de seis médicos para asistirlo porque se
podía morir (vomitaba sangre constantemente). No era ningún invento, no era
ningún pretexto, lo mandaban a las Sierras de Córdoba a ver si se salvaba o no,
porque era un clima benigno, menos húmedo y caluroso que el de Tucumán.
Solamente un testigo de esta época dice lo contrario. Éste fue el general Paz que en
sus Memorias afirma la mentira de la enfermedad de San Martín (es lo que toma
Mitre, porque las primeras piedras contra San Martín las tira a este gran liberal).
Mitre se toma de los dichos de Paz y evita todos los otros dichos, de todos los otros
oficiales que dicen que estaba realmente enfermo, se toma del único que brindaba
un pretexto.
Pero Paz era una persona resentida con San Martín, porque cuando se organiza
el ejército de los Andes en Mendoza, él quiere entrar y San Martín se lo niega, y
después vuelve a pedir en Lima y San Martín vuelve a negárselo otra vez, vaya a
saber por qué. Entonces él quedó para siempre resentido y por eso miente. En la
correspondencia entre el Director Supremo Posadas y San Marín y las autoridades
del ejército de Tucumán, aparece la evidencia de que está absolutamente enfermo,
y gravemente enfermo; y hoy hay veinte estudios sobre este tema, todos
coincidentes en que sí, que San Martín padecía de una úlcera sangrante que le
hacía vomitar sangre; otros dicen que era lícito creer que tenía una lesión
pulmonar de la guerra en España. Lo cierto era que estaba ahí, al borde de la
muerte porque se quedaba anémico después de tantas hemorragias. Y como él
vivía de ese sueldo, no tenía otro ingreso, y después de estar descansando ahí unos
meses en Saldán, Córdoba, se le dio nuevo destino y el Director Supremo lo
nombra en Cuyo.
Mendoza pasa a ser el lugar central, según los liberales. No, Mendoza era una
ranchería, era el último lugar, era el lugar más tranquilo que le podían dar, porque

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no había ningún problema en Mendoza. ¿Y esto por qué? Porque en Chile estaba el
gobierno de los autonomistas chilenos, en el Norte estaba Rondeau en su
reemplazo, allá con el ejército del Norte. Entonces le dan casi a elegir entre La Rioja
y Mendoza, un poquito menos caluroso; pero eso es todo, ahí no había ningún
destino militar ni va a formar nada. ¿Saben cuánta tropa tenía San Martín cuando
llegó en el año 1814 a Mendoza? Treinta soldados en el fuerte de San Carlos; que
no eran soldados, eran milicianos llamados blandengues que estaban en el fuerte
de San Carlos para defenderse contra los indios. Esa era la tropa con la que iba a
cruzar Chile y de ahí dirigirse al Perú. ¡No! Fue por razones estrictas de salud, para
terminar de curarse, y así se lo dice el Director Supremo en el nombramiento que
le hace.
Pero después sucede que el ejército del Norte es vencido en Sipe-Sipe, y el
ejército de los chilenos es vencido en San Carlos. Entonces sí, a fines del ´14
comienzos del ´15 las cosas cambian totalmente, porque un lugar tranquilo como
era Mendoza se convierte ahora en un lugar clave, ya que los chilenos que habían
combatido se asilan en Mendoza; y es posible que los realistas que están instalados
en Chile crucen la cordillera, e invadan el antiguo territorio de las Provincias
Unidas. Entonces sí, ya empieza a haber una correspondencia de San Martín con
Álvarez Thomas, el Director Supremo, donde va enviando tropas a Mendoza para
armar una defensa, una pequeña guarnición, y empieza a ver los boquetes de la
cordillera por dónde mejor pasar. San Martín tiene una actitud defensiva, no está
pensando en invadir Chile, sino en que desde Chile no nos invadan a nosotros, y
durante todo el año 1815 la cosa es así. Pero él empieza a armar, y ahí se ve otra
virtud del héroe, casi de cero una defensa de la nación. Una nación no necesita ser
tan poderosa para defenderse si tiene a su frente hombres de bien, hombres
valientes, héroes. Por ejemplo:
España, en tiempo de la reina Isabel I, la Católica, se encontraba en una
situación difícil y apremiante. Ella heredó el trono de Castilla, y Castilla era una
región donde habían estado los reinos de taifas. Cada uno de estos nobles
ordenados por su cuenta, no obedecían al rey; las ciudades estaban llenas de
bandidos y no se podía ir de una ciudad a otra porque los bandidos estaban en los
bosques; la gente estaba alzada contra los judíos; los moros estaban cerca; el clero
estaba corrompido, infiltrado de herejías; el ejército corrupto y los nobles también.
Ése es el gobierno que recibe Isabel, y en quince años ella (realmente Dios la tenga
en la gloria), hace el Imperio Español, da vuelta a todos: limpia el clero, limpia el
ejército, limpia los bosques, termina con los moros, ataca a los musulmanes en el
África, facilita la empresa de Colón y mil cosas más. Es decir: un país se puede dar
vuelta perfectamente, si hay un héroe a su frente. La reina era una heroína. San
Martín también en Cuyo demuestra que se podían hacer de cero las cosas, si había
esa voluntad de bien.
En Mendoza no se fabricaban ni clavos, pero él consigue un fraile franciscano,
fray Luis Beltrán, y lo pone al frente de su yunque, a hacer desde clavos a cañones,

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fusiles, bayonetas. En La Rioja se buscó el salitre. En Colonia Caroya otros nitratos
para armar los explosivos; se consiguieron de Catamarca, San Juan y San Luis las
telas con las cuales se elaboraron los uniformes, se los tiñeron; las botas, las mulas,
los caballos, y sobre todo los cuatro mil hombres como mínimo que tenían que
tener para poder hacer la empresa que va a ser el ejército de los Andes. Eso recién
en 1816. En esos dos años San Martín, como dicen, “ha trabajado a lo macho”. A
pesar de ser un hombre enfermo (porque la enfermedad ya no lo va a dejar nunca)
va a organizar esto desde cero, con jóvenes oficiales que había traído de Buenos
Aires, del Regimiento de Granaderos (jóvenes aristócratas, criollos, estancieros).
Consiguió de esos, unos quince, los trajo y esos fueron sus jóvenes oficiales. De
ellos, el más notable, fue Mariano Necochea. San Martín, estaba casado con
Remedios de Escalada, y tuvo una niña, Mercedes, a pesar de que él hubiera
querido tener un varón; no pudo y Mariano Necochea fue como su hijo varón.
Lo que no consiguió fueron jefes de importancia que lo secundaran, y eso fue
un déficit para el ejército de los Andes siempre. Lo suplió como pudo con estos
oficiales. Y la tropa ¿de dónde? La tropa la puso Cuyo. De los cuatro mil soldados,
tres mil setecientos fueron cuyanos: de San Luis, de San Juan y de Mendoza.
Esa es la primera tanda, la que parte en el año ´16 y ´17. Pero luego cuando,
después de Chacabuco y de Maipú, él tiene que reorganizar su ejército si quiere
seguir, porque ha tenido muchísimas bajas, y manda a los principales regimientos a
rearmarse en Cuyo. Hay otros tres mil cuyanos que pasan a integrarse al ejército.
Es decir, que en total, se podría decir que Cuyo puso siete mil soldados. Y esta es
una causa que los cuyanos tenemos que hacer valer. Yo la hice valer hasta donde
pude, hasta que un gobernador de la provincia me trajo a uno de estos grandes
sinvergüenzas, Ignacio García Hamilton a hablar contra San Martín en la casa de
San Martín, en la biblioteca de San Martín. Entonces le dije al gobernador:
-¡Mire, que hable lo que quiera, pero no en la casa de San Martín; es muy feo
venir a la casa de alguien a hablar en contra del dueño de casa! ¡Además, nosotros
pusimos, 7000 mil soldados! ¿Saben cuántos regresaron? Siete, que formaron en la
plaza de Mayo en 1826 al mando del Coronel Bogado. Por esos muertos, este
sinvergüenza y pro-montonero José Ignacio García Hamilton, no debe hablar.
Habló naturalmente, además estos chicos que no sabían nada de historia fueron a
tirarle huevos podridos -una venganza adecuada.
Bueno, en 1816 se reúne en Tucumán el Congreso para la declaración de la
independencia el 9 de Julio. Ese congreso se reúne a instancias de los dos
generales: el del ejército del Norte, Manuel Belgrano, y el del ejército que se está
formando en Mendoza, el de los Andes, José de San Martín. Y naturalmente los dos
jefes son los que van a ir dando las indicaciones.
Se declara la independencia del rey de España, de Fernando VII, sucesores y
metrópolis, y de toda otra dominación extranjera. Y se declara la independencia -y
esto es muy importante- de las Provincias Unidas de América del Sur. Ahí sí,

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aparece el americanismo de San Martín: no es en las Provincias Unidas del Río de
la Plata, como se llamaba el antiguo Virreinato del Río de la Plata, la futura
Argentina (aunque también ya era llamada Argentina), sino la América del Sur. San
Martín va a comandar la independencia de la América Meridional, y eso nos
muestra que ya hay un plan allí, pero no es el plan Maitland, para nada. Es un plan
que se va a ir esbozando con la experiencia: San Martín en el Sur, Bolívar en el
centro, e Iturbide en el Norte: estos son los tres libertadores de América que van a
coincidir en casi todo, estos tres héroes americanos. Y San Martín lo va a decir
veinte veces: “Mi patria es América”.
Vino a Buenos Aires porque era su terruño, su patria pequeña, su patria chica,
pero él podría haber ido a cualquier otra parte de América porque era americano, y
lo que quería fundar, lo va a decir Bolívar que era el mejor de ellos como escritor,
era la más grande nación del mundo: América; la América de Américo Vespucio.
Que no es, como dicen ahora, la América de los norteamericanos; esos son
“usanos”, no tienen nada que ver con nosotros, ni con Américo Vespucio, ni con
nada; lo que pasa es que nosotros somos tributarios de cuanta estupidez anda
dando vueltas por el mundo5. Nosotros somos los americanos, no ellos, y San
Martín era un americano en el sentido cabal, de los hijos de Américo Vespucio.
También hace declarar algo que lo han ocultado con veinte toneladas de tierra,
y es que santa Rosa de Lima sea la patrona de esta América. Eso lo va a reafirmar
en Lima después, y va a hacerla proclamar ante santa Rosa; acá de santa Rosa, lo
único que sabemos es que hay una tormenta, pero otra cosa no. San Martín sí sabía
quién era santa Rosa, y con eso ya les estoy adelantando de que sí tuvo una política
religiosa. No sé si iba a misa temprano, sí sé que el reglamento militar estableció el
rezo del Rosario. No sé si él (ni me corresponde saberlo) lo hacía por razones de
cálculo o porque realmente era un creyente. Sí sé que, por ejemplo, al reglamento
del ejército de los Andes en el Plumerillo, le pone una cláusula donde dice que el
que blasfeme del nombre de Dios o de su amada Madre, la primera vez se le
aplicarán treinta azotes en público, y la segunda vez, se le atravesará la lengua con
un fierro caliente, y la tercera, será ejecutado directamente. Esas eran las sanciones
que preveía el reglamento militar para el Plumerillo. Y yo atribuyo a esto de
atravesar la lengua con un fierro caliente (que no nos vendría nada de mal hoy),
que los argentinos, que entre tantas miserias que tenemos, no seamos blasfemos,
como los gallegos que son muy blasfemos, y los italianos que también son
blasfemos: nosotros que somos herederos técnicamente de españoles e italianos
no somos blasfemos, tal vez porque San Martín nos dijo: “Ojo que les atravieso la
lengua con un fierro caliente”.

5
Los norteamericanos desembarcaron en el Sur de Italia, allá por el año ‘43, y los italianos les decían
“americans”, americanos. De ahí vino en Europa que Americanos fueran los norteamericanos, y de ahí
nosotros, estúpidamente decimos “los americanos”; y yo, cuando me lo dicen les digo: “¿y vos de dónde
sos? ¿De Oceanía?”.

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Cuando le pregunta Godoy Cruz qué sistema de gobierno había que adoptar en
Tucumán le dice “Cualquiera”; no importaba mucho, pero “Cualquiera que no
atente contra nuestra Santa Religión”, que eso es lo que importa. Porque nos van a
ir diciendo “Bueno, ya se acuerdan que era masón allá en Londres, acá también la
logia Lautaro que la fundó allá en Buenos Aires, la refundó en Cuyo, la volvió a
fundar en Chile”. Organismo masónico que defiende el santo nombre de la Virgen;
Virgen a la que proclama generala del ejército de los Andes, le entrega el bastón de
mando, a toda esta ceremonia famosa que hay que, por supuesto, recordarla.
Y entonces sí viene la campaña de Chile. Este plan tiene una proeza, que es la
de cruzar la Cordillera con un ejército que se enfrentará a otro superior que estaba
esperándolo allá. Entonces la astucia, no solamente el arrojo, el valor, al engañar al
enemigo. Saben ustedes, los mendocinos, que hay varios pasos por la Cordillera,
unos más altos, otros más bajos; frente a San Rafael, está uno que es muy bajo que
se llama El Planchón, que como es tan bajo nunca lo usamos, en eso es lo único en
que somos sanmartinianos los mendocinos, seguimos pasando por el lugar más
alto, ¿por qué? Porque él tenía que engañar. Entonces viene y hace un parlamento
con los indios (ahora se han escrito libros enteros sobre San Martín indigenófilo
por este parlamento que tuvo con los indios en San Carlos), donde él les dice que es
como ellos y les pide que guarden un secreto: les pide permiso para pasar por estas
tierras, para pasar por El Planchón. Dice el general Espejo, que entonces era un
cadete, que San Martín le dijo esto: “Pérfidos, estos malditos van a salir
inmediatamente a decirle a Marcó del Pont que yo voy a pasar por el Sur, por El
Planchón”. Por El Planchón iba a mandar no más que un grupito, unos treinta. Él
pasó por el lugar más alto de la cordillera de los Andes, por el paso de Los Patos,
donde no ha vuelto a pasar nadie, porque los que andan haciendo estos homenajes
más o menos (no sé cómo llamarlos), no pasan por Los Patos, porque es una
locura, es de una altura de 5.500 m., donde uno se apuna, donde no hay leña, no
hay agua, de un frío terrible, Diez mil mulas llevaban, llegaron cuatro mil, las otras
al precipicio. Eso es una proeza extraordinaria, de valor, porque él comandó el
grueso del ejército por el paso de Los Patos. La artillería fue por el Aconcagua,
(Uspallata), pero mandó por diversos pasos que desembocaban en Coquimbo, en
Copiapó, por Tunuyán, todo para desorientar al enemigo. De modo que cuando él
bajó no estaban las tropas realistas esperándolo, y él pudo reorganizarse, avanzar
junto con Las Heras, que también salió con la artillería y atacar en Chacabuco, pero
necesitaba eso de poder bajar la cordillera tranquilo, y lo consiguió gracias a su
astucia.
Venció en Chacabuco, y le costó mucho vencer en el Sur las resistencias
realistas. Allí murió un pariente mío, un chico de trece años (entonces no habían
chicos en la guerra), porque de cualquier edad que fueran les decía: “Usted entra a
los trece al ejército”, “Todo bicho que camina va al cuartel”, y en Mendoza a todos
les pareció bien. Porque cuando hay un héroe mandando, los gobernados siguen y
de buena voluntad.

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¿De dónde sacó el dinero? Pues expropió todo, confiscó todo, desde las joyas
de las damas hasta las mulas, los caballos; todo, todo lo sacó de la gente de acá que
no era rica, y todos contentos con eso, porque él les mostraba un fin bueno que era
construir una Patria, o construir una nación sobre la Patria dada.
Venció en Chile, sobre todo en la batalla de Maipú, que es la más grande batalla
que se libró en América, y que éstos malditos de hoy dicen que la libró borracho. Se
han olvidado que había por lo menos tres testigos ahí, dos ingleses y un
norteamericano que estaban al lado de él y dijeron que estaba, por supuesto,
perfectamente lúcido dirigiendo la batalla. ¿Cómo se va a ganar una gran batalla
como esa, ganarla, no librarla si uno está borracho? Todo eso, porque cuando
estaba enfermo en Cauquenes le mandó a pedir a su amigo Guido que le mandara
un cajón de vino mendocino, entonces así “era un borrachín”. Tomaba alguna
copita de vez en cuando, pero en general con su úlcera no podía, tenía que tomar
agua de San Carlos de Apoquindo. Pero, ¿para qué? Dicen esa ignominia de que era
borracho, como dicen que era opiómano, porque en Mendoza su médico, Zapata le
había recetado una poción que tenía láudano6 para los dolores terribles que le
daban sus úlceras tan grandes, y poder así seguir. Sus amigos más íntimos,
Pueyrredón y Guido, le decían que no tomara tanto de eso, pero era imposible
andar a caballo vomitando sangre.
Independiza Chile y entonces viene el plan de ir al Perú, y aparecen ahí de
nuevo nuestros amigos anglófilos que se admiran nuevamente de cómo se cumple
el plan inglés. Y aún más, afirman que quería ir a Lima para abrir el comercio de
Lima a las empresas inglesas, porque todo de lo que se trata era de la mercadería
inglesa, pues los sinvergüenzas que hoy nos gobiernan sólo ven esas cosas
materiales y no creen en la independencia del país. Lamentablemente para ellos
San Martín hace lo contrario en Lima: cierra las puertas del comercio al inglés, y les
hace perder, dicen hoy los historiadores económicos, un millón de libras esterlinas
a los ingleses con este cierre; perfectamente anti-británico el general.
Y antes de eso ha hecho una maniobra increíble, propia de su astucia, de su
elevadísima inteligencia. Tiene que armar una escuadra para ir de Chile al Perú,
¿cómo lo va a hacer si no hay un buque, si no hay un peso? Le escribe a Pueyrredón
que le organice un préstamo de quinientos mil pesos fuertes (plata), pero
Pueyrredón le contesta que no tiene de donde sacarlo, a lo que San Martín retruca:
“Sáqueselo al comercio inglés”. Le contesta Pueyrredón que sólo han puesto tres mil
setecientos pesos de los quinientos mil. San Martín tenía espías, entre los
comerciantes ingleses, un tal Twain, que le informaba que éstos tenían para poner
más. Entonces San Martín le tira la renuncia a Pueyrredón, “¡Renuncio!, debe
conseguir el dinero o yo renuncio”. Entonces al final le saca no los quinientos mil,

6
Láudano: del latín ladănum, con alteración de la primera sílaba y este del griego λάδανον, "goma de la
jara", es una preparación alcohólica, compuesta de vino blanco, opio, azafrán y otras sustancias, se
emplea como calmante y da lugar a derivados que todos conocemos como la morfina, la heroína y la
codeína...

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sino a lo menos doscientos cincuenta mil pesos fuertes al comercio inglés de
Buenos Aires, que era muy grande. Con eso paga él la compra que hace de buques
en Inglaterra y los Estados Unidos; manda un comisionado para que compre dos
buques en cada lado. Y con esos buques y los marinos que vienen y compran,
apresan a los buques españoles de Lima, y pueden tranquilamente después salir
desde Valparaíso, en el año ´20, a Lima, o a Perú al menos, a intentar dar presa al
libertador. ¡Qué maniobra de una gran astucia! Les ha hecho pagar a los
comerciantes ingleses los buques para cerrar el comercio inglés en Lima. Los
ingleses, realmente, por algo no le han hecho nunca una estatua en Inglaterra, a
pesar de lo que digan los calumniadores de aquí. Los ingleses sabes muy bien que
no trabajó para ellos.
Llega a Lima sobre todo por el apoyo de las órdenes regulares, porque en
España, todos estos desde Mitre en adelante, dicen que se apoyaba en el
constitucionalismo liberal de España, en los liberales españoles. Lo primero que
hace es derogar la constitución de 1812 en Perú; pero además, aprovecha que ha
habido triduo neoliberal de 1821 a 1823, donde gobiernan los liberales en España,
que están persiguiendo a la Iglesia para que los religiosos que están en América -y
muchos de ellos son de origen español- se vuelvan contra el régimen central y
monárquico de España. Entonces son ellos los principales que abren las puertas de
Lima, lo que hoy está demostrado: los mercedarios, los dominicos, o los
franciscanos, es decir los que estaban en Lima, son los que sublevaron la población
y permitieron la entrada. Es decir, todo lo contrario a lo que se ha dicho, nada
liberal. Es más, le escribe el arzobispo de Lima, monseñor Las Heras, y le dice que
sus principios son contrarios a la revolución francesa. ¡Lindo masón!
Pero además este masonazo que presentan hoy, dicta al entrar en Lima un
reglamento provisorio con el que se va a gobernar el Perú independiente. Con el
artículo primero dice que la religión Católica Apostólica Romana es la religión
única y exclusiva del Perú. Él ya había hecho dictar algo similar en Chile. Pero
ahora le agrega una cosita, al final del artículo primero y fin, que es bastante
interesante: que para ser funcionario en el Perú hay que profesar la religión
católica. Nunca, ni en América ni en Europa se ha hecho un artículo constitucional
semejante: el que no es católico no puede ser empleado público, ¿qué tipo de
masón era éste? Y no les preguntó a los peruanos si lo querían o no, se los impuso y
listo. También dice que aquel que trafique con los extranjeros y con los ingleses
pierde la ciudadanía. Establece que la ciudadanía del Perú es una ciudadanía
americana: en Perú son peruanos todos los americanos. Este artículo del estatuto
provisorio es una maravilla, deberíamos copiarlo y establecerlo en la Argentina
ahora, pero claro, “sería un poco preconciliar”.
Pero estaba peleando con cuatro mil soldados que en el campamento de
guarda, donde él estaba, se le enfermaron de fiebres tercianas, es decir la fiebre
amarilla: la mitad quedó de baja entre muertos y desvalidos, ¿qué es lo que podía
hacer? Liberó a los esclavos, ya lo había hecho en Mendoza, a quienes pasó todos al

14
regimiento 11 de infantería. Decía que los criollos eran muy buenos a caballo, pero
malos como infantes, pero no los negros. A ellos los puso a todos de infantes,
quienes murieron en Chacabuco, en su mayoría. En Mendoza no hay negros debido
a que San Martín los enroló, y en el Perú lo mismo, liberó a todos los negros de las
estancias de los fundos peruanos, los pasó al ejército, pero éstos no eran buenos
soldados, cuatro mil de los cuales apenas dos mil serían combatientes, y enfrente el
virrey Pezuela primero y después el virrey La Serna, tenían veintiocho mil
veteranos.
Y aquí es donde vienen todos los sinvergüenzas y dicen ¿por qué no atacó, por
qué no libró una batalla grande? Que estas pequeñas batallas, que los juegos que
hizo Arenales por la sierra, desembarco aquí, desembarco allá, juego de ajedrez,
pero ¿por qué no libró una gran batalla como Maipú, con sus dos mil vehementes
soldados, contra los veintiocho mil de los españoles? Hay que ser idiota, como son
estos criticastros para proponer semejante cosa. Su explicación es que estaba
dedicado al opio.
Hay un libro de un muchacho de la F.U.A. (Federación Universitaria
Argentina) que ha escrito “Los amores secretos de San Martín”. Los secretos
¡nada!, porque se basa en una mentira de Ricardo Palma, de que él tuvo amoríos
con Rosita Campusano, son cuatro líneas en el libro de los recuerdos de Palma,
Tradiciones peruanas. Después Palma dijo que eran todas mentiras, pero de eso ya
nadie quiere acordarse, y entonces éste con esas cuatro líneas hace un libro entero,
diciendo que San Martín estaría ahí en Lima, nada más que dedicado a vivir con la
Rosita, y a fumar, dice él, cigarros de opio. Quizás el muchachón éste le dé a los
porros de marihuana, y entonces cree que San Martín podía hacerlo con el opio,
pero con el opio no se puede, porque quema los labios; se fuma en una pipa larga,
lejos de los labios. No estaba dedicado al opio, ni a Rosita Campusano: estaba
simplemente maniobrando frente a un enemigo inmensamente superior, y
maniobrando bien, pero los enemigos esos sí contaban con fuerzas secretas muy
superiores a las de él, no solamente en número de tropas.
Se crearon tres logias masónicas contra él, y ahí viene el argumento final
contra la masonería: no sólo había que ser católico para ser empleado, sino que la
masonería en el Perú luchó contra él a través de tres grandes logias:
La Logia provincial de Buenos Aires, que dirigía Bernardino Rivadavia, “el peor
hombre de América”, va a decir San Martín; Mitre va a decir “el más grande
hombre civil de la tierra de los argentinos”, por eso que el menos indicado para
hacer la historia de San Martín era Mitre, porque admiraba al hombre más enemigo
de San Martín que fue Rivadavia. Esta logia que estaba en Buenos Aires infiltró al
ejército de San Martín, y consiguió que, por ejemplo, uno de sus jefes, el general
Las Heras, se adhiriera a ellos.
En frente estaba la Logia Republicana, de los republicanos peruanos, democráticos,
liberales y demás. Como sabían que San Martín no era nada de eso, fueron sus

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enemigos. Estaban dirigidos por Sánchez Carrión; ellos hicieron asesinar a
Monteagudo que era el ministro de gobierno de San Martín.
Y sobre todo estaba la Logia central de la Paz Americana que organizaba a los
masones del ejército realista, mandado por el general Gerónimo Valdés. De esto
tenemos un testimonio extraordinario que es el del coronel Tomás Iriarte, que
perteneció a esta logia, que había venido de España con ellos, y esa sí se había
formado en Cádiz por militares españoles, no americanos, sino nacidos en la
península, que se pusieron al servicio de Inglaterra. En España se los llamó,
después, los Ayacuchos, porque ellos son los que perdieron la batalla de Ayacucho,
y por la cual se terminó la guerra de América. Pero eran liberales y pro ingleses;
ellos querían que hubiera una guerra permanente en América. Se llamaba “de la
paz” pero en sentido opuesto, porque ellos lo que querían era la guerra.
San Martín no quería la guerra con España, y ahí voy derecho contra la tesis de
Mitre: no es un anti hispánico como nos lo presentó Mitre, y siguen diciendo todos
los liberales y todos los enemigos, sino que buscó la paz con España, pero quería la
independencia de América y entonces en Miraflores, primero, con el virrey
Pezuela, y en Punchauca después con el virrey La Serna trata de establecer la paz
mediante el reconocimiento de la independencia de América, y que venga un
príncipe de la monarquía española como rey. El se declara monárquico. Entonces
Mitre dice: “ahí quedó sin salida, porque rompió con el democratismo de él”, es
decir el de Mitre.
En realidad, el estúpido de Fernando VII, por segunda vez (la primera es
cuando habían acordaron en el año ´16 rendirle pleito, homenaje, reconocerlo
como rey, y éste se negó a recibir al legado) se negó a aceptar estas paces en el
Perú, como se negó a aceptar las paces en el tratado de Córdoba, de Iturbide con
O'Donoj, que ponían fin a la guerra a cambio de la independencia, y con un
monarca que podía ser su hermano menor, Francisco de Paula, o algún otro de la
casa real española.
Ese es precisamente el punto de debate que tuvo San Martín con Bolívar en
Guayaquil. Uno de los dos puntos: el primero era que San Martín se negaba a
comandar sus tropas (sólo tenía 4.000 hombres, 8.000 colombianos a lo sumo) por
estar en evidente minoría y proponía que Bolívar las comandase junto con las
suyas. Bolívar no quería eso, o no pudo entregar todo su ejército, o comandarlo
todo hasta pasados dos años, y entonces San Martín se retiró. Pero también consta
además, porque no es tan secreto lo de Guayaquil, que él pidió que el sistema de
gobierno de América fuera el monárquico, y Bolívar quería gobernar él; quería
gobernar bajo su sistema autocrático, sistema dictatorial.
Se va de Perú por eso, y pasa por Chile, llega a Mendoza y acá está un tiempo.
Ahí vienen de nuevo los infundios, las injurias, la calumnia. Dice Mitre, que se
queda acá muy tranquilamente en Los Barriales, en el departamento que hoy se
denomina San Martín, mientras que su mujer está muriéndose en Buenos Aires, y

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no va a verla, porque era un desamorado, porque le había sido infiel con la Rosita,
porque ella también le había sido infiel con dos oficiales del ejército; era un muy
mal matrimonio… ¡Todo mentira! Lo de Rosita el propio Palma admitió que era
mentira; lo de ella, también. La señorita Grosso ha demostrado que esos oficiales
cuando llegaron a Mendoza hacía ya unos meses que Remedios había retornado a
Buenos Aires. Pero todas esas infamias se siguen lanzando, a ver si así se
embadurna la estatua. Pero ¿por qué no fue a verla, por cierto, no fue a tiempo allá
a Buenos Aires? Porque no podía, no porque no quería, porque no podía, porque le
avisa Estanislao López, caudillo de Santa Fe, que si va a Buenos Aires lo van a
juzgar y lo van a sentenciar a muerte. Y él le va a decir a Guido: “Acuérdese que en
ese año, si yo iba a Buenos Aires, me iban a prender como a un facineroso, por eso no
pude ir a darle el último adiós a mi esposa”. No pudo, no es que no quiso.
Y ¿por qué esa inquina de los unitarios con él? Los unitarios (así se llamaban
los del partido de Rivadavia) creían que lo que estaba armando aquí San Martín era
nuevamente una fuerza militar para pelear contra ellos. San Martín los tenía sin
cuidado a éstos: él había mandado a pedir un apoyo para crear un nuevo ejército
del Norte, que fuera como una pinza allá en Perú. Mientras él mandaba a Alvarado,
desde Bolivia se iba a tratar de acercar al ejército realista. Para eso mandó a un
coronel peruano, Gutiérrez de la Fuente, a quién Rivadavia despachó. Entonces
cuando él vuelve a Mendoza, con el gobernador militar de San Juan, Urdinenea,
arman una pequeña unidad con quinientos hombres que vayan al Norte a hacer,
por lo menos, acto de presencia para disuadir al ejército realista. Como está
armando eso (no está tampoco plantando melones o zapallos acá en la chacra) le
dice en cartas a Guido y a Rosas: “Me interferían la correspondencia, me abrían las
cartas”. Entonces creen que está armando un ejército contra ellos, por eso querían
prenderlo como un facineroso. Al final, ¿qué es lo que hace? Planea él también una
táctica para poder ir a Buenos Aires. Redactó una carta, que sabía que también se
la iban a abrir, donde decía que el gobierno de Rivadavia era lo mejor que había
tenido la Argentina, y entonces pararon el ataque, lo recibieron en Buenos Aires y
le dieron el pasaporte porque no lo querían en su tierra: lo querían echar. Hablan
de ostracismo, palabra que inventó Mitre, pero no hay ostracismo: es exilio, es
destierro, lo mandan afuera, y él aprovecha para colaborar con Bolívar. En Londres
se encuentra con Iturbide, ambos echados de sus países, los dos libertadores.
Y ¿qué es lo que hacen? Contratan dos buques para Bolívar. Ahí se ve que hay
un plan americano real, que no hay esas peleas que han inventado de San Martín
con Bolívar (el hijo de Iturbide pasó a ser edecán de Bolívar). Hay un acuerdo entre
ellos. Iturbide regresa a México, aunque San Martín le había dicho que no lo hiciera,
porque estaba en riesgo su vida. Efectivamente: lo fusilan. Aún en México todavía
no se lo reconoce como su libertador, a Iturbide, porque han gobernado y siguen
gobernando en México los socialistas, en el nido de todos los cristianos. Iturbide
era el más cristiano de los tres; los tres buscaron declarar a la Virgen como patrona
de América, pero Iturbide más, porque iba con la Virgen de Guadalupe, la tri-

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garantía, ya que una de las tres bases de México era la religión católica; por eso lo
fusilaron y por eso lo niegan hasta el día de hoy.
Ahí viene este exilio donde él pasa años. Primero quiere volver porque ha
caído Rivadavia por la guerra con Brasil, y Dorrego lo invita a venir. Cuando
vuelve, viaja de incógnito. En el año ´28 se entera en Río de Janeiro que había una
revolución decembrista encabezada por Juan Lavalle. Cuando el buque toca puerto
en Montevideo se entera que lo han fusilado a Dorrego; entonces el buque después
va al Pontón de Recalada en Buenos Aires y él no desembarca. ¿Por qué él no
desembarca? Porque él no había venido para apoyar a los gobiernos militares, sino
que llamado por Dorrego iba a encabezar la guerra contra Brasil. Es el último
servicio que él le presta a América; cuando se vuelve le dice ¡Adiós! a América.
Queda la Argentina, a la que seguirá prestando este servicio, pero el proyecto
americano desapareció. Al mismo tiempo Bolívar le dice al presidente del Perú,
“Gobierne como peruano, porque América ya no existe más”. Y efectivamente San
Martín va a defender a la Argentina, a la Confederación Argentina, cuando los
ataques, francés de 1838 y anglo-francés de 1845, apoyando al encargado de las
relaciones exteriores de la Confederación, Juan Manuel de Rosas –otro punto
inaceptable para los enemigos-. No lo pueden admitir, porque Rosas es el conjunto
de las cosas que ellos más odian: es el gobernante fuerte, vigoroso, católico, es el
restaurador de las tradiciones argentinas. A éste San Martín, por la cláusula cuarta
de su testamento, le dona el sable, es decir, lo proclama su heredero universal, y
ese es el odio que muestran ellos (Sarmiento, Alberdi, Varela). Todos los que lo
entrevistan y discuten con San Martín esto, dicen que estaba viejo, senil. ¡Estaba
nada menos que en el centro de la contienda, en París! Tan viejo como Sarmiento
cuando asumió la presidencia, es decir, estaba perfectamente en su lucidez y la
mantuvo hasta el final de sus días.
Y ahí como se había definido monárquico en el Perú, antes de volverse desde
Montevideo, le manda a decir a Lavalle que mientras no haya aquí una dinastía
que gobierne, esto no va a tener solución. En 1846 le escribe a un militar chileno, el
general Pinto: “Ustedes han establecido un gobierno republicano en el que yo no creí;
no creí que se pudiera ser republicano hablando con la lengua española. Pero su
gobierno, el régimen de Portales, ha demostrado que puede establecer una república
vigorosa”. Es el único caso en América, y efectivamente Chile, de 1830 a 1890, no
tuvo revoluciones gracias a este sistema que San Martín elogió, como elogió el de
Rosas. Todo eso no lo pueden tragar los liberales, porque es lo contrario de lo que
ellos piensan de cómo debe gobernarse.
Para mejor, en 1848, se produce la revolución socialista en París. San Martín
se va con su familia a Boulogne-sur-Mer, para poder llegar al ocaso de su vida. Y allí
transcurren sus últimos años, hasta que finalmente muere en 1850. Pero antes le
escribe al mariscal Ramón Castilla del Perú, describiendo lo que ha pasado en
Francia, diciendo que son estos malvados de los socialistas, anarquistas y

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comunistas, los culpables de todo lo que está pasando en Europa. Esas cartas al
mariscal Castilla están prohibidas hoy en la Argentina, porque los que no quieren
difundirlas son, con sus más o sus menos, todos pro comunistas, y ahí San Martín
condena todos esas formas de gobierno.
El 17 de agosto de 1850 muere, de sus antiguas afecciones, porque se le habían
complicado con un reuma; tenía muchas enfermedades, que había sobrellevado
con esa paciencia estoica que tenía. Y muere, y entonces hay dos actos que ya
escapan al plano natural que yo les he tratado hasta aquí. Un argentino que lo
visitaba a diario, Félix Frías, llega después, a poco de morir San Martín, y habla ahí
con su hija Mercedes y con su yerno Mariano Balcarce. Al pasar donde lo están
velando las monjas, mira el reloj de la pared que está en la habitación de San
Martín, y lo ve parado a las tres de la tarde, le saca el reloj al general (de bolsillo), y
también se ha detenido a las tres de la tarde, le pregunta a la hija: “¿A qué hora
murió?”. “A las tres de la tarde”. Esto, racionalmente no tiene explicación, y lo que
les voy a decir ahora menos. Le dijo a la hija antes de morir: “Esta es la tormenta
que nos lleva al puerto antes de morir”. Es decir, él se había visto como un buque
que iba hacia un puerto, y ese buque y el puerto, es lo que está en el estandarte de
Pizarro. Es un lábaro pequeño, cuadradito, que había hecho bordar Carlos V, por su
madre Juana la Loca, para entregarlo a Francisco Pizarro como símbolo de la
autoridad de Pizarro en América del Sur, y se había perdido. Cuando San Martín
sale de Cádiz, y se presenta al Concejo de Regencia le dice: “Voy a ir a Lima para
encontrar mis intereses perdidos o abandonados”. Hoy los historiadores dicen:
“¿no ve que era un mentiroso profesional? No fue a Lima, ni en Lima tenía nada
perdido ni abandonado”. Cuando él fue a Lima por vía de aproximación indirecta,
lo primero que hizo fue nombrar una comisión para que buscara el estandarte de
Pizarro que estaba perdido o abandonado. Lo encontraron, se lo hizo donar, y
cuando se retira del Perú, en su proclama de despedida a los peruanos les dice:
“Diez años de lucha están de sobra pagados con el estandarte de Pizarro.” ¿Está
loco este hombre?, ¿cómo todos sus esfuerzos, todo por ese pedacito de tela? Él lo
explica: cuando vuelve del Perú, en Valparaíso, va a la tertulia de Mary Graham,
que era la amante de lord Cochrane, y ella, enemiga suya, cuenta –como repetía las
mentiras de Cochrane, de que San Martín se había envilecido– que le dijo: “Usted se
trajo muchas cosas del Perú, ¿no?”, “Lo único que me traje del Perú –lo dice Mary
Graham- fue el estandarte de Pizarro”, sigue la dueña de casa, “ Y entonces se puso
de pie, cuan alto era para aclarar, que ese estandarte es el símbolo de la autoridad
moral en América, y se sentó”.
Antes de morir le dijo a Mariano Balcarce, su yerno, que él no quería ser
enterrado con la bandera argentina, ni la peruana, ni la chilena, ni la de Ecuador,
que quería ser enterrado con el estandarte de Pizarro al que había tenido toda la
vida en su pieza. Así es enterrado, y después ordenó a sus parientes que se lo
devolvieran al gobierno del Perú. Ellos lo hicieron, mandaron el estandarte al Perú,

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llegó y está otra vez perdido o abandonado. Nadie sabe más dónde está, porque
con San Martín se terminó la autoridad moral en América.
Este es el héroe del que les he hablado. Nada más.

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