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Novela realista con rasgos costumbristas de Fernán Caballero,

seudónimo de Cecilia Böhl de Faber y Larrea (Berna, Suiza, 1796-Sevilla,


1877), publicada entre mayo y junio de 1849, como folletín, en El
heraldo de Madrid. La novela había sido redactada en francés, y luego
traducida por José Joaquín de la Mora. No fue publicada en libro hasta
1856.

En la primera parte atendemos el ascenso de una bella y encantadora


joven, Gaviota, egoísta y caprichosa, en el pueblo gaditano de Villamar.
En la segunda parte la acción se traslada a Sevilla y Madrid, donde será
víctima de su hechizo y de su ciega entrega al mundo.
El cirujano alemán Fritz Stein es hijo de un profesor de una pequeña
ciudad de Sajonia. En el año 1836, en su viaje a España para agregarse al
ejército de Navarra en calidad de cirujano, coincide en el barco con el
poderoso duque de Almansa. La guerra española enfrenta a carlistas e
isabelinos. Nada sabemos de su estancia en el ejército, que solo parece
vivir de pretexto. Lo encontramos dos años después, herido y sin dinero,
en Villamar, donde es recogido por los guardianes de un antiguo
convento. El fiel padre Gabriel, que sigue de jardinero, la tía María, su
hijo Manuel y don Modesto, un viejo comandante que espera la
reconstrucción de su fuerte derribado, se ocupan de él y son sus amigos.
Luego, con sus cuidados de médico, salva Stein de la muerte a la hija de
un pescador, Marisalada, llamada La Gaviota por su vivacidad, su
maravillosa voz y su carácter instintivo e inquieto, aunque su educación
es huraña y brusca. Stein se propone enseñarle a leer y a escribir, y a
desarrollar su extraordinaria voz. Es unos quince años mayor que la
joven y se enamora de ella. Se casan. Después de algunos años de
felicidad pasados en la tranquila vida aldeana, la Gaviota se revela como
una niña egoísta y fría que solo mira su propio interés y no entiende el
amor apasionado. Cuando Fritz presta un día sus cuidados de médico a
un noble herido de una caída de caballo durante una partida de caza,
reconoce en él al duque de Almansa, que había conocido en el barco. El
duque les aconseja que se trasladen a Sevilla para realzar las cualidades
profesionales de su amigo y la belleza de su admirable esposa. En la
ciudad son acogidos en la sociedad del duque, entre nobles y poderosos,
vinculados a las glorias de la antigua España, pura en sus costumbres y
fiel a la religión y a la monarquía. Marisalada desvela allí su raro carácter,
su deseo de entregarse a las pasiones que aconseja el instinto. Empieza
por ser admirada su voz en representaciones teatrales, luego es cortejada
por el propio duque, y finalmente cede a la nueva vida de fáciles triunfos.
Después de una accidentada corrida, se encapricha de un famoso torero,
Pepe Vera, y se convierte en su amante. Viaja después a Madrid, donde
triunfa y llega a ser la cantante de moda. Fritz, traicionado en su honor,
ve derrumbarse el mundo en que había creído hallar paz, se marcha a
América y muere. Poco después Pepe Vera perece trágicamente. La
Gaviota, solitaria, intenta en vano iniciar una nueva vida y no tiene más
remedio que volver a su aldea. Le hacen el vacío. Un antiguo
pretendiente, Ramón Pérez, vulgar barbero pobre y memo, al que
siempre ha despreciado, se casa con ella. Tendrán dos hijos, pero ese
mezquino matrimonio no le proporcionará sino la posibilidad de
terminar sus días en un amargo desengaño, en una vida miserable
alimentada por un corazón duro y calculador.
Marisalada sufre una calamidad tras otra por no haberse resignado al
modo de vida sencillo e ingenuo al que parecía estar destinada por la
naturaleza, pero representó también en su momento la encarnación de
una mujer rebelde y desafiante que defiende su libertad. Nublada esta
primera intención se interesa la escritora por recoger con colorismo y
naturalidad y gracia el ambiente andaluz: vida rural, vestimenta, bailes,
canciones, refranes, dichos, acertijos…En aquel pueblo reina la virtud,
mientras que el proceso de degradación se acentúa cuando aparece la
ciudad: Sevilla es peligrosa, pero mayores son las tentaciones y
perversidades de Madrid, donde la acción deja de ser costumbrista.
Defiende la autora, y exalta, esa vida campesina, donde ve representados
los valores humanos que corren el peligro de desaparecer desplazados
por el progreso. Hay, sin embargo, un escaso desarrollo o caracterización
en los personajes y la exploración social resulta parcial, centrada en los
tipos de origen pueblerino y en la aristocracia sevillana. Concede la
autora un destacado lugar a la galería de pretendientes y enamorados de
Marisalada y por allí desfilan el platonismo de unos, la honradez de otros
y también la vulgaridad. La novela ha recibido grandes elogios por ser
pionera en el gran movimiento narrativo de la segunda mitad del siglo
XIX, el realismo, aunque no faltan en ella elementos románticos
(descripción de la tempestad marina en el primer capítulo o glosa del
convento en ruinas del cuarto) y costumbristas, propios de los
movimientos literarios anteriores, aunque también algunos elementos
folletinescos como la división de personajes en buenos y virtuosos y
malos y viciosos. Aunque la obra ha superado con garbo el paso del
tiempo, el lector actual puede sentirse envuelto en un remilgado
sentimentalismo.

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