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RAYOS X

La judicialización de la política
* Henry A. Pinto Dávalos

El matutino EL PAIS de España, en un artículo titulado la “Monocracia de Evo Morales”


(07.04.10), apunta que en Bolivia, a tiempo de practicarse una especie de culto sagrado a la
personalidad del Presidente Morales, se estaría ingresando en un periodo fuerte de
judicialización de la política, apuntando - entre sus datos – que existirían 36 personajes
políticos de destacado relieve que se encuentran enjuiciados o perseguidos judicialmente,
sumado ello, a la promulgación de la Ley Corta y la Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz, que
conceden amplias facultades no sólo para proceder con la designación irrestricta de
autoridades jurisdiccionales, sino también de “jugar” con diversos tipos penales agravados.

Al respecto, apuntar que si bien es evidente la intencionalidad política que se esconde en el


trasfondo del citado artículo, empero, no podemos tampoco desconocer que en Bolivia,
evidentemente, se vive hace buen tiempo atrás (el caso de José María Leyes no es la
excepción, aun cuando el hecho irregular denuciado sea reamente grosero) un periodo
intenso de judicialización de la política, entendida ella, según Carlos Malamud, como “la
irrupción de los jueces en el conflicto de poderes y también entre los más diversos actores
que se mueven en la arena política de sus sociedades”, es decir, el uso instrumental de los
aparatos jurisdiccionales, para el logro de fines enteramente políticos.

En efecto, al margen de los datos aportados por el comentario referido, seguro es que si a
esa lista inicial, sumamos alcaldes, concejales u otras de rango similar, seguramente
podemos pasar la centena de procesados, por diversos hechos, que van desde sindicaciones
diversas de “terrorismo” hasta acusaciones directas de “corrupción”, tal como le sucede
Felix Patzi (defenestrado por consumir alcohol) o el caso del Juan del Granado, a quien se
lo está acusó de cometer una serie de hechos irregulares, dejando en el olvidos los repetidos
elogios que su mismo compadre, el Presidente Morales, arengaba constantemente,
mostrando con ello que las leyes de lucha contra la corrupción, se la aplican de acuerdo al
color político del sindicado, aperturando su horizonte o disminuyéndolo arbitrariamente.

Sobre el particular, corresponde apuntar que si bien es cierto que resulta positivo que en un
Estado, se sancionen los hechos irregulares cometidos por sus funcionarios, empero, llevar
esto al extremo, pretendiendo judicializar cualquier desliz en la gestión pública, resulta
realmente un despropósito, que mina no sólo la credibilidad e independencia del Órgano
Judicial, sino de la misma democracia, por que sienta en el imaginario popular, la falaz idea
de que la justicia sirve sólo a los fines de los más poderosos, ahondando más aún los
resentimientos y los sentimientos de venganza.

El profesor Raúl Zaffaroni, en su libro “El Derecho Penal del Enemigo”, apunta que
muchos gobiernos tienen la tendencia a buscar soluciones en el Derecho Penal,
criminalizando en extremo sus diferencias, sin percatarse de que los resultados “deben
buscarse en otro lugar”, donde corresponde, en las causas sociales, políticas o económicas,
por lo que la tendencia a criminalizar absolutamente todo, genera efectos
contraproducentes, tal como sucedió en Perú o el Colombia, solo por citar un par de
ejemplos, donde los Gobiernos respectivos, a fin de combatir el “terrorismo” interno,
crearon sendas legislaciones, propias de regímenes no democráticos, reduciendo al minino
las garantías procesales y creando figuras abiertamente lesivas a toda racionalidad
constitucional, como los jueces sin rostro, la presunción de culpabilidad, la participación
militar en la investigación de delitos comunes, la imposición de cadena perpetua para
ciertos delitos, con resultados ciertamente cuestionables, no sólo desde la óptica jurídica,
sino principalmente social.

*Abogado y Politólogo

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