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Los 10 “no” del noviazgo para

un buen matrimonio
Desde la Fe | Mar 09, 2017

Evalúa ahora tu relación

Un buen matrimonio depende en gran parte de un buen noviazgo, de que


él y ella aprovechen bien ese tiempo para conocerse. Además de amor,
¿qué se necesita para tener un buen noviazgo? He aquí diez
recomendaciones que conviene considerar:

1. NO dejar fuera a Dios

Antes que nada, pregúntale a Dios si tu vocación es el matrimonio.


Consulta un director espiritual. Cuando creas haber conocido a la persona
indicada, oren juntos, vayan juntos a Misa, encomiéndense a Dios y a
María. Antes de casarse, acudan a un retiro para novios. Y después no se
atengan a sus solas míseras fuerzas para amarse: no se vayan a vivir
juntos ni se unan sólo por lo civil, sino mediante el sacramento del
matrimonio, para recibir de Dios la gracia sobrenatural de ser fieles y
amarse mutuamente como Dios los ama.

2. NO engañar

Esto abarca dos aspectos. Primero: no finjas lo que no eres. No digas que
te gusta lo que no te gusta, que haces lo que nunca haces, etc. sólo para ser
como crees que tu novia o novio espera que seas. Descubrirá tu engaño al
casarse, y puede ser motivo para separarse. Sé tú mismo, tú misma. Si no
es compatible contigo, ni modo, no fuerces las cosas, ya encontrarás a
quien lo sea. Recuerda que “siempre hay un roto para un descosido”. Y,
segundo: no seas infiel. La infidelidad en el noviazgo es motivo para
terminar la relación, porque los novios infieles, suelen ser cónyuges
infieles.

3. NO querer cambiar al otro

Hay quien piensa: “mi pareja tiene esta forma de ser, o este hábito, o este
vicio que no me agrada, pero yo la voy a cambiar”. Es una falsa
expectativa. La gente no suele cambiar. El introvertido nunca se volverá
extrovertido; la parlanchina no sabrá quedarse callada; el novio que
nunca se acomide a ayudar será un marido haragán; la novia desaliñada
será una esposa de bata y pantuflas. Y las características que te molestan
en el noviazgo, en el matrimonio pueden aumentar y resultarte
intolerables. O le aceptas como es, o no te cases.

4. NO justificar lo injustificable

Si en el noviazgo, cuando se supone que están enamorados y desea


complacerte, tiene desatenciones, te deja esperándole y no se disculpa; se
la pasa viendo el celular, llega tarde, no te pregunta cómo estás, te calla, te
critica, en el matrimonio será peor. No busques pretextos para justificar
sus malas actitudes, busca mejor otra pareja.

5. NO violencia
Si en el noviazgo ya hay gritos, malos modos, insultos y hasta golpes, ¡hay
que salir huyendo! Un novio que te levanta la voz, será un esposo que te
levantará la mano; una novia que te humilla ante tus amigos, será una
esposa que te humillará ante tus hijos. ¿A qué arriesgarse a casarse con
alguien que puede poner en riesgo tu integridad y la de tu familia?

6. NO relaciones sexuales

El sexo es fabuloso. Decir esto parecería razón para practicarlo en el


noviazgo, pero es justo lo contrario: puede hacer que una pareja crea que
son compatibles, cuando en realidad sólo lo son en la cama. Un amante
habilidoso no necesariamente es un buen esposo. Y hay muchos
momentos en el matrimonio en que no será posible tener relaciones
sexuales, así que si el sexo es lo único que los une, su relación irá a pique.

Una amiga me contó que su hija fue a confesarse de haber tenido


relaciones sexuales con su novio, y el padre le dijo: “si se aman, no es
pecado”. Sorprende semejante respuesta, porque Jesús menciona, en la
lista de maldades que manchan al hombre, la fornicación, es decir, la
relación sexual fuera del matrimonio (ver Mc 7, 14-23). La relación sexual
está pensada para ser una donación total entre esposos que prometen, con
la gracia de Dios, amarse toda la vida. No hay que banalizarla
adelantándola, ni arriesgarse a un embarazo no deseado. Y, sobre todo, no
hay que olvidar que para unos novios católicos tener relaciones sexuales
pre-matrimoniales no es algo que alguien pueda autorizar por encima de
la Palabra de Dios y de la Iglesia, que enseñan que es pecado (ver
Catecismo de la Iglesia Católica #1755; 1852; 2353).

7. NO desoír opiniones y consejos

Por tener una visión desde fuera, puede suceder que tus familiares y
amigos capten actitudes de tu pareja que tú no has percibido. “ay, mijita,
tu novio toma demasiado”, “ay, hijo, ella trata muy feo a su mamá”, “oye,
amiga, como que tu novio es ojo alegre, lo he visto coqueteando…”; “híjole
carnal, me late que esa chava sólo te busca por tu dinero, se la pasa
haciéndote gastar…”; “uy, le vi fumando mariguana”. Presta atención, no
cierres los oídos. En los procesos de declaración de nulidad matrimonial,
suelen preguntar cuál era la opinión de quienes rodeaban a los novios. Y
es casi seguro que hubo muchas críticas que fueron desoídas…

8. NO suponer, mejor preguntar

El noviazgo es un tiempo para conocerse, para hablar, hablar y hablar de


todos los temas habidos y por haber, para preguntar. Muchos
matrimonios se rompen porque no descubrieron a tiempo que pensaban
muy distinto: “¡creí que sí querías tener hijos!”; “¡no pensé que te
molestara que trabaje!”; “¡no sabía que tu mamá vendría a vivir con
nosotros!”. Más vale dialogar que lamentar.

9. NO dejar de considerar a la familia

No sólo hay que fijarse en la pareja, sino en su familia. ¿Cómo es?, ¿cómo
se llevan sus miembros entre sí?, ¿cuáles son sus valores? Recuerda que
muy probablemente tendrás que convivir con ellos en Navidad, año
nuevo, cumpleaños, aniversarios, algunos fines de semana, etc. Sus papás
serán abuelos de tus hijos, y tus cuñados, sus tíos; querrán pasar tiempo
con ellos, ¿qué clase de ejemplo les darán? ¿Es ésta la familia a la que
quieres pertenecer?, ¿o vas a discutir y a pelearte cada vez que tu cónyuge
la quiera ver?

10. NO sólo buscar “que te haga feliz”

Muchos se casan pensando: “ésta me hará feliz” (porque es bonita y puede


lucirla en las fiestas de la oficina, o porque cocina rico, o es hacendosa), o
éste me hará feliz, (porque es tan guapo que sus amigas la envidiarán; o
porque gana tanto que podrá darle una vida de lujos). Buscan la pareja
que los haga felices. Pero si la bonita se pone fea o se enferma, al guapo le
sale panza, o pierde la chamba, ya no “hace feliz”, es hora de descartarlo.
La motivación para casarse no debe ser “que me haga feliz”, sino “quiero
hacerle feliz”. Y qué mayor felicidad que santificarse mutuamente para
llegar al cielo. Si tanto él como ella dicen: “le amo tanto que quiero
dedicarme a que sea feliz aquí y por toda la eternidad”, eso sí que con la
ayuda de Dios, se puede lograr pase lo que pase, en la salud y en la
enfermedad, en lo próspero y en lo adverso, hasta que la muerte los
separe en este mundo y puedan reencontrarse en la vida eterna para
siempre.

Por Alejandra María Sosa


Artículo publicado originalmente por Desde la fe

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