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EL LLANTO DE RAQUEL

JEREMÍAS 31,15

Dr. David E. Ramos

Cita Bíblica: Jeremías 31,15

Así dice el Señor: «Se oye un grito en Ramá, lamentos y amargo


llanto. Es Raquel, que llora por sus hijos y no quiere ser
consolada; ¡sus hijos ya no existen!» 16Así dice el Señor:
«Reprime tu llanto, las lágrimas de tus ojos, pues tus obras
tendrán su recompensa: tus hijos volverán del país enemigo —
afirma el Señor —. 17Se vislumbra esperanza en tu futuro: tus
hijos volverán a su patria —afirma el Señor —. 18»Por cierto, h
escuchado el lamento de Efraín: “Me has escarmentado como a
un ternero sin domar, y he aceptado tu corrección. Hazme volver,
y seré restaurado; porque tú, mi Dios, eres el Señor. Yo me
aparté, pero me arrepentí; al comprenderlo me di golpes de
pecho. Me siento avergonzado y humillado porque cargo con el
oprobio de mi juventud.” 20»¿Acaso no es Efraín mi hijo amado?
¿Acaso no es mi niño preferido? Cada vez que lo reprendo, vuelvo
a acordarme de él. Por él mi corazón se conmueve; por él siento
mucha compasión —afirma el Señor —. Ponte señales en el
camino, coloca marcas por donde pasaste, fíjate bien en el
sendero. ¡Vuelve, virginal Israel; vuelve a tus ciudades!
22¿Hasta cuándo andarás errante,
hija infiel?
El Señor creará algo nuevo en la tierra,
la mujer regresará a su esposo.»
Hay una tónica en todo este pasaje que hemos leído. Se nos habla
de ciertas realidades que vive el pueblo de Israel y allí Dios nos marca
una senda de restitución y esperanza. Inicialmente se nos plantea
una realidad no muy agradable:
«Se oye un grito en Ramá, lamentos y amargo llanto. Es
Raquel, que llora por sus hijos y no quiere ser consolada; ¡sus
hijos ya no existen!»
Es el desconsuelo por la perdida de las personas queridas como los
hijos. Perder los hijos es perder una parte nuestra. Cuando se habla
de Raquel se habla de la amada de Jacob, y se usa para hablar de
Israel como esposa que llora amargamente. Hay una pérdida
irrecuperable: sus hijos ya no existen. Las pérdidas irrecuperables
causan mucha amargura y dolor. Cuando las cosas que hemos
construido se destruyen causa mucho dolor. A todo esto se le une lo
que dice el versículo 25:
Daré de beber a los sedientos y saciaré a los que estén agotados.»
Hay momentos en que ya nos sentimos tan agotados de llorar en que
dejamos de lamentarnos no porque se haya acabado el dolor sino
porque no hay fuerzas para seguir haciéndolo. Muchas personas, en
estos momentos, toman el camino equivocado. Andan buscando
saciar su dolor con los amigos o con beber o las drogas pero allí
nunca encontrarán la salida. En los momentos en que sentimos que
todo se nos acaba, la Palabra nos señala un camino, y nos dice que
siempre hay esperanza, que si es posible la restitución. Es que
nuestro Dios es un Dios que cuyo poder puede salvarnos. En los
caminos del mundo nunca encontraremos nuestra salvación. Que ni
se nos ocurra pensar que nuestra salida esta en dejar los brazos de
Dios y correr a los brazos del mundo. Podemos estar sintiendo el
dolor de Raquel y no encontrar la salida más que llorar. Pero ¿qué
hacer en este momento? La palabra nos aparece como lámpara a
nuestros pies para no ir tras caminos que solo nos hundirán cada vez
más:
Reprime tu llanto, las lágrimas de tus ojos, pues tus obras
tendrán su recompensa
Es necesario reflexionar cuales son nuestras obras, porque estas
serán recompensadas. Si son buenas obras no serán en vano. Las
obras que hacemos para el Señor no son en vano. Hay esperanza
entonces, pero debemos considerar lo que estemos haciendo. No
podemos quedarnos quietos sin actuar. No serán las lágrimas las
que definirán nuestro futuro sino nuestras obras. La gente que
dice que ya no puede más debe saber que no serán las cantidades
de llantos las que les traerán un futuro diferente sino las obras
que hoy hagan en medio de su dolor. Las lágrimas. en cualquier
caso, podrán sacarnos nuestra angustia y dolor pero no cambiarán
nuestra condición. ¿Qué estamos haciendo entonces?
Cuando sentimos que ya no existe futuro y que no encontramos
los caminos, el Señor nos dice que sigamos haciendo obras en el
camino del Evangelio. Los jóvenes que dicen que no le encuentran
camino a la vida y que los retos que se les presentan no saben
ni como enfrentarlos, pero deben saber que sus obras, su servicio
para Dios no es en vano. Quizá el futuro se ve incierto, mas si
sus padres no les pueden ayudar, pero no deben ponerse a llorar
sino a trabajar en el Señor ya que no será en vano. Las mujeres,
aunque estén solas, no deben desconsolarse sino ponerse a servir
al Señor porque llegará el día en que Dios desatará toda la
bendición. Y los hombres que sienten que sus esfuerzos no son
suficientes para sacar adelante a la familia deben seguir sirviendo
a Dios porque sus obras no quedarán olvidadas.
Se vislumbra esperanza en tu futuro: tus hijos volverán a su
patria —afirma el SEÑOR—.
Todas esas cosas que parecían imposibles de levantar llegará. Lo
que hoy sentimos inalcanzable llegará. Ya la Palabra dice: las
obras serán recompensadas. Muchos quizá no empezaron bien este
año, con muchas cosas sin esperanza, pero la Palabra nos dice
que no lo terminaremos igual, porque se vislumbra esperanza en
el futuro. Así vemos en la resurrección:
pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras
lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos
ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo
de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
Muchas veces el Señor está allí y nuestra actitud murmuradora
no nos permite verlo. Y no es que no haya futuro o esperanza
ni que Dios se haya olvidado de nosotros sino que estamos tan
enfocados en lo que los hombres hacen que no notamos que él
está hablando con nosotros. Es importante, por eso, ponerle
atención a la Palabra porque allí podemos recibir la apertura de
nuestros ojos para descubrir que el Señor está trayendo esperanza
donde parece que no hay nada.
Cuando todo se desmorona nos quedamos en la repetición cíclica
de la perdida y no nos damos cuenta que el Señor está haciendo
cosas nuevas. María no lo sabía, y por eso Jesús le dice: ¿A
quién buscas? ¿Por qué lloras? Pero ella pensaba que era el que
cuidaba el huerto quien le hablaba. La ceguera de la angustia o
hasta de la cólera la está quitando la oportunidad de ver el
futuro que él está haciendo. Yo no se cual será tu ceguera, puede
ser la amargura contra alguien o algo que sucedió; la desesperación
de lo que no se tiene o muchas cosas más pero si queremos ver
nuevos caminos y pasar del llanto a la recompensa debemos
renunciar a toda ceguera. No podemos seguir llorando en el
sepulcro cuando él ya anda caminando en nuestra historia abriendo
nuestro mismo futuro.
Jesús le dijo: —¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? Ella,
pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo: —
Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y
yo iré por él.
Ella quiere ir por él cuando ni se ha dado cuenta que él ya viene por
ella. Es que a veces estamos tan enfrascados en conseguir nuestro
futuro que no nos damos cuenta que él trae nuestro futuro. No
podemos caer en la arrogancia de creer que nosotros somos los que
podemos, porque es él quien viene a salvarnos.
¿Hasta cuándo andarás errante, hija infiel? El SEÑOR creará algo
nuevo en la tierra, la mujer regresará a su esposo.» Jeremías
31,22
Israel cuando probó la inexistencia tomó caminos que no eran
correctos. Si llegamos a sentir que la ausencia a nuestro alrededor
nos cubre no andemos probando más caminos, solo vayamos a un
lugar: Volvernos a él. Mantenernos en el Señor es el único camino.
Los estudiosos de la Biblia no entienden porque la frase: “regresará
a su esposo” significa bendición. Pero independientemente de lo que
significa para Dios es importante, él creará algo nuevo. Lo grandioso
de las pérdidas es que Dios crea algo nuevo. Lo riesgoso es que nos
estanquemos llorando por lo que fue y no descubramos lo que será.
Se puede llorar por un pasado pero no podemos quedarnos llorando
para siempre, debemos hacer obras porque serán recompensadas
con cosas nuevas. Mas que lamentarnos y quejarnos debemos
refugiarnos en él.
Así dice el SEÑOR Todopoderoso, el Dios de Israel: «Cuando yo
cambie su suerte, en la tierra de Judá y en sus ciudades volverá
a decirse: »“Monte santo, morada de justicia: ¡que el SEÑOR te
bendiga!” Allí habitarán juntos Judá y todas sus ciudades, los
agricultores y los pastores de rebaños. Daré de beber a los
sedientos y saciaré a los que estén agotados.» Y así como he
estado vigilándolos para arrancar y derribar, para destruir y
demoler, y para traer calamidad, así también habré de vigilarlos
para construir y plantar —afirma el SEÑOR—.
Debemos considerar estas convicciones que nos permitan estar
felices de que viene nuestro futuro:
Primero debemos rechazar toda ceguera que nos impida ver el futuro
que Dios está construyendo para nosotros. Pidamos al Espíritu que
nos quite aquellas cosas que nos están dañando, porque muchas
veces tenemos a la par lo que nos está dañando y no la vemos o a
la par podemos tener nuestra bendición, e igual, no verla. Debemos
salir con nueva visión de lo que Dios está haciendo en
nosotros. Segundo, debemos ir con el compromiso de hacer obras
porque ellas serán recompensadas. Y tercero, saber que nuestro
Dios está haciendo cosas nuevas.

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