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Dice el escritor y periodista Ricardo Raphael que en México estamos viviendo la época del

“Mirreynato”. Una en que la herencia, y no el mérito propio, determinan el acceso de las personas a las
oportunidades. Una en que, si se tiene dinero -sin importar de dónde provenga- se pueden comprar hasta
los favores de la justicia.

En ésta época, el poder adquisitivo es lo que determina con qué gente te relacionas, a qué círculo social
perteneces y por lo tanto, qué tan cercano o lejano estás de la élite en el poder. De ahí la importancia de
la selección de la escuela donde estudiarán los hijos de nuestros políticos y familias más adineradas, en
las que adquirirán, no conocimientos, pero sí conocidos, que es lo único que se requiere para salir
adelante en la vida.

En su libro “Mirreynato, la otra desigualdad”, Ricardo Raphael describe puntualmente las


características del Mirrey y, poco a poco, con una prosa ágil, entretenida y con sentido del humor, va
llevando al lector al oscuro mundo de la discriminación en nuestro país y sus consecuencias en todas las
áreas, una muy evidente y que nos afecta a todos: la política. Hace que uno se avergüence del pequeño
Mirrey que lleva dentro y que se manifiesta cada vez que uno discrimina al de abajo para mantener sus
privilegios.

Millones de personas pobres en México no tienen acceso a prácticamente ninguna oportunidad de


superación económica. A menos que arriesguen la vida migrando a los Estados Unidos o que, siguiendo
el ejemplo de los grandes corruptos que ostentan su riqueza ilícita en las revistas de sociales, se olviden
de los escrúpulos y tomen el dinero de donde venga. Tampoco reciben una educación o servicios de
salud de calidad. ¿Por qué? Porque no pertenecen a ninguna de las familias “importantes” y porque los
rasgos indígenas son una especie de anti-pasaporte social. Si eres “güerito”, en cambio, tienes conocidos
y sabes hacer negocios con el dinero público, aunque no leas ni sepas de la historia de tu país, ni te
importe, ¡puedes llegar a ser hasta Presidente!

Cito aquí un fragmento del libro mencionado para que se les antoje leerlo.

“Como sucedía en la época de la Colonia mexicana, cuando los virreyes gobernaban, los miembros de
cierta élite nacional gozan hoy en México de fueros amplios que los protegen frente a las consecuencias
de sus actos y también los blindan con respecto al castigo que merecerían por un comportamiento
muchas veces ilegal. México sigue haciendo eco de una larga historia latinoamericana que se fundó
retorciendo la ley para favorecer a los poderosos en contra de muchos otros sujetos en circunstancia de
vulnerabilidad; los privilegios de los que algunos mirreyes gozan en el presente son en buena medida
parte de una herencia que viene de muy atrás. No debe olvidarse que la corona nunca entregó a los
colonizadores de las Américas puestos en el gobierno de la Nueva España por mérito propio, sino a
cambio de dinero. En efecto, los cargos del juez o del notario, del gobernador o del adelantado se
asignaban mediante una venta; luego, una vez comprada la responsabilidad pública, era muy difícil que
la persona beneficiada no actuara como dueña de la institución a su cargo. Desde esta tradición
patrimonialista el puesto público es concebido como un espacio privado: es un atributo del patrimonio
económico de quien pagó por su asiento y por tanto se espera que éste rinda una ganancia. La actitud
frente a tal activo es la misma que podría sostener quien obtuvo la concesión para explotar una mina o
un canal de televisión.”

En el libro también hay datos duros. Durísimos. Duele leerlos. Somos un país profundamente
discriminador.

Gracias al Conapred, sus investigaciones, reportes, libros y campañas, la discriminación se ha vuelto, por
lo menos, visible pero nos falta mucho, muchísimo, para ser una sociedad justa. Si lo fuéramos no
pasarían las cosas terribles que les pasan a los más pobres ni habría el resentimiento social que hay
contra los más ricos, que terminan por no poder disfrutar su riqueza por temor a la ira de los pobres.
En ambos bandos hay personas buenas y malas pero todos sufrimos por igual las consecuencias de que
tanta gente viva privada de sus derechos. Échenle un ojo al libro. Seguro les sirve, como a mí, para
entender de qué pie cojea nuestro país y así, tal vez podamos ayudarlo a caminar.

El Mirrey es un personaje ostentoso en un país de desiguales, por ello es necesario derrocar al


mirreynato y salvar al país de pasar de una nación de pobres a otra de pobres y viejos en el futuro,
sostiene Ricardo Raphael, académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

En su libro Mirreynato. La otra desigualdad, el analista describe caso por caso un nuevo fenómeno
social: el de los hijos de los políticos o empresarios cuyas tres mil familias tienen ingresos de 84 mil
pesos diarios, contra los 21 pesos que perciben diariamente más de tres millones y medio de familias
más pobres.

Resumen:Comunidad y convergencia podrían ser la solución (de las consecuencias del


Mirreynato: violencia y desigualdad extrema), pero el régimen moral y político impuesto no ayuda
a obtener ninguna de las dos cosas.Lo impiden el hambre sin límite por ostentar, la impunidad, la
corrupción, la discriminación, la desigualdad, el ascensor descompuesto y la mala educación. Se
engaña quien crea que estos defectos son únicamente de los residentes del pent-house: la gran
mayoría los compartimos y por eso todos tenemos algo de mirreyes (227).

Mirreynato - La otra desigualdad 1

El título de la obra que a continuación se reseña puede mal interpretarse como


sensacionalista o escandaloso; no obstante, si se da la oportunidad nos
adentramos en el libro, se descubre un análisis oportuno de la sociedad mexicana.
Ricardo Raphael nos presenta una obra innovadora y divertida, que atrapa a todo
tipo de público y nos hace reflexionar sobre el régimen imperante en nuestro
país, el cual está empañado por la desigualdad, la discriminación y la violencia.
El autor es un académico, periodista y escritor reconocido en México y América
Latina; profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE);
conductor del programa televisivo Espiral en el canal Once y columnista del
diario El Universal; por lo que el libro Mirreynato contiene argumentos dignos de
ser leídos por académicos, estudiantes y público en general.

La obra se compone de ocho capítulos: 1) Entre mirreyes te veas; 2)


Ostentación; 3) Impunidad; 4) Corrupción; 5) Discriminación; 6) Desigualdad; 7)
Elevador descompuesto; y 8) Mala educación. Cada capítulo está redactado de
manera clara y coherente, enlazándose uno con el otro, para llegar a una
conclusión objetiva y reflexiva de la división social del país, misma que se
mantiene estática, sin dar la oportunidad a los ciudadanos de cambiar el nivel
socioeconómico en el que se encuentran.

En la introducción del libro se plasma como objetivo la colocación de “una


cámara para observar lo que ocurre dentro el pent-house: los modos que ordenan
y reproducen el poder que nos gobierna” (15). Aunado a ello, se plantea el
propósito de “dibujar el testimonio de una época, hacer un humilde relación de
imágenes y hechos, y no la obra tal del politólogo o sociólogo que lo comprenden
todo”. Justifica este trabajo argumentando que existen pocos, si no es que nulos,
análisis de la esfera social superior de nuestra nación, es decir, la élite política,
los grandes empresarios, los millonarios de herencia, entre otros.

Los hijos de estos personajes son a los que comúnmente se les denomina como
“mirreyes”, individuos que nacieron en una clase privilegiada, que pregonan
intolerancia, ostentación y egocentrismo. La tesis principal de la obra es que “el
mirrey es el sujeto que mayor privilegio obtuvo del cambio de época y por ello el
régimen actual puede ser bautizado como Mirreynato” (18). No obstante, las
implicaciones de este régimen son graves para la sociedad mexicana, ya que,
como afirma el autor en su hipótesis: “el mirrey debe ser observado no como un
síntoma aislado, sino como la principal manifestación de una enfermedad social
que hoy recorre a México” (37).

Esa hipótesis, planteada en el primer capítulo, es claramente observable en


México. Si se adentra alguien en las principales redes sociales (Facebook,
Twitter, Instagram) es fácilmente captada la discriminación, la arrogancia y la
ostentación de la mayoría de los usuarios, independientemente de la clase social
en la que se encuentre. Bajo este argumento, el libro logra captar la atención de
su lector, dado que se convierte en una obra que analiza a cada uno de los
mexicanos sin satanizar a los grandes millonarios.

En el capítulo dos se analiza la ostentación ejercida por los mirreyes, a través


de sus casas, sus automóviles, la moda, sus mujeres y el ocio. El autor asegura
que los principales actores de esta ostentación son los políticos, los empresarios e
incluso los dedicados al crimen organizado; sin embargo, cada uno de ellos
continúa despilfarrando sus fortunas con el indirecto apoyo de la sociedad
mexicana, debido a que se les toma como modelo a seguir por la juventud de
nuestro país. Por otro lado, Ricardo Raphael concluye que resultan aún más
ostentosos los descendientes de la élite nacional, los cuales sufren una crisis de
identidad, producto de la pérdida de la cultura del esfuerzo; esta crisis tiene como
consecuencia un despilfarro mayor con diversos crímenes y actos de corrupción.

Son estos actos de corrupción y de crimen los analizados en el capítulo tres,


bajo el nombre de impunidad. En este apartado el autor recopila diversos casos
que han quedado impunes y que han hecho ruido en la sociedad mexicana,
involucrando a ciertos personajes políticos y empresarios de importancia en el
país. El capítulo no se presenta como una lista de ejemplos de impunidad en
México, sino que se analizan las tres restricciones a las que nos deberíamos
atener como ciudadanos: las que nuestra conciencia impone; las que la sociedad
nos instruye; y las que son obligadas por el Estado. No obstante, estas
restricciones no se encuentran presentes en nuestro país, ya que se cometen actos
delictivos que, de alguna u otra manera, son tolerados por la ciudadanía; por ello,
predomina este régimen de Mirreynato, ya que los dirigentes (mirreyes) de este
sistema se benefician de la corrupción para no salir perjudicados de sus actos y
atropellos en contra del Estado mexicano y de sus ciudadanos.

Esa corrupción de la que se benefician los mirreyes es el objeto de estudio del


cuarto capítulo. Ricardo Raphael trae a la memoria de los lectores la figura de
Carlos Hank González, un personaje popular entre la élite política del país y de la
clase empresarial; un individuo con capacidad de beneficiarse económicamente
con los cargos públicos que ostentó. Si bien este político mexicano es tema del
pasado, aún existen indicios de personalidades que tratan de imitar sus acciones;
día con día los ciudadanos se enteran de las “tajadas” económicas que
legisladores y ejecutivos de la federación obtienen con las obras públicas,
impuestos, negocios o en contubernio con el crimen organizado. Aunque los
políticos afirman que éste es un problema cultural, el autor es optimista al afirmar
que esta enfermedad no está en la sangre de los mexicanos, sino en el sistema que
lo permite: el Mirreynato.

Un problema aún mayor es la discriminación, no sólo ejercida por los mirreyes,


sino por todo aquel que se considera “superior” a un grupo étnico, clase social o
género determinado. El capítulo cinco explora los casos de discriminación más
pronunciados en nuestro país: hacia los indígenas, los individuos sin estudios, las
mujeres y los pobres. Este acto de discriminar, antiguo en la sociedad mexicana,
es producto de un ambiente desigual en la nación; sin embargo, la desigualdad tal
como se le conoce no debe limitarse a las condiciones tradicionales (etnia, género
o estudios), sino a las diferencias en el ingreso monetario y en los recursos
económicos de los mexicanos; a eso se le ha denominado la otra desigualdad.

Esa otra desigualdad se nos explica en el capítulo seis como un edificio de diez
pisos, donde el piso más alto es habitado por los personajes más ricos y
poderosos del país, y la primera planta sirve de vivienda para las clases con
menos oportunidades académicas, laborales y de seguridad. En el régimen del
Mirreynato, la mayoría aspira a obtener los beneficios del piso diez, nueve y
ocho, pero la ascendencia familiar, los ingresos monetarios o la región geográfica
definen la planta en el que uno va a vivir. De esta manera, los habitantes de las
plantas bajas jamás podrán subir de nivel, mientras que los de pisos altos
ignorarán una realidad imperante en el resto del edificio: inseguridad social, falta
de educación, pobreza, delincuencia.
La imposibilidad de ascenso en este edificio es producto de un “elevador
descompuesto”, el cual es explicado en el capítulo siete del libro. El principal
argumento del autor es que el elevador que permite la movilidad social está
descompuesto debido a la enorme desigualdad de ingresos en las familias, dichos
ingresos pueden irse modificando conforme al nivel de estudios que un individuo
adquiera; sin embargo, mientras más abajo del edificio se viva, menor es la
oportunidad de obtener estudios que eleven los ingresos familiares y, por
consiguiente, ascienda a un piso de mayor rango.

Empero, en las plantas bajas pueden darse casos de familias que sacrifican sus
pocos ingresos para que los descendientes se eduquen en universidades públicas
de país, logrando así obtener grados de licenciatura que permiten a los jóvenes
desenvolverse en un campo laboral mejor remunerado. No obstante, en el
régimen del Mirreynato la capacidad intelectual y la productividad de los
ciudadanos queda relegada por los “compadrazgos” así como a los contactos
obtenidos en las universidades privadas. De esta manera, sólo el mirrey logra
acceder a puestos bien remunerados, pues su legado familiar y riqueza monetaria
le permiten pagarse las universidades más caras del país, en las cuales conocerá
nuevos mirreyes y mantendrán el “régimen moral que privilegia la herencia y las
relaciones sociales por encima del esfuerzo”.

Es esa mala educación, explicada en el capítulo ocho, la que hace posible que
los mexicanos de pisos altos se mantengan indolentes ante la realidad y
necesidades del país. Sin embargo, culpar a los mirreyes de dicha indolencia
resultaría poco objetivo en un análisis académico; estoy de acuerdo con lo dicho
por el autor en el epílogo de su obra:

Comunidad y convergencia podrían ser la solución (de las consecuencias del


Mirreynato: violencia y desigualdad extrema), pero el régimen moral y político
impuesto no ayuda a obtener ninguna de las dos cosas.Lo impiden el hambre sin
límite por ostentar, la impunidad, la corrupción, la discriminación, la
desigualdad, el ascensor descompuesto y la mala educación. Se engaña quien
crea que estos defectos son únicamente de los residentes del pent-house: la gran
mayoría los compartimos y por eso todos tenemos algo de mirreyes (227).

Aunque muchos ciudadanos podrán no estar de acuerdo con esta afirmación de


Ricardo Raphael, los invito a reflexionar sobre ello. A diario se observa
discriminación en las redes sociales; más de alguna vez se le ha dado “mordida”
a un oficial de tránsito o seguridad; tratamos de ostentar lo material; se desprecia
a las personas pos su condición social; y/o consideramos de mayor importancia
los contactos sociales que la educación. Muy pocos serán los que no se
identifiquen con alguna acción antes mencionadas; pero eso no significa que
seamos mirreyes o personas sin moral, sino que vivimos en el régimen del
Mirreynato, en el que ser sujeto ostentador, discriminador, impune y egocéntrico,
no es causa de vergüenza, sino de admiración.

La solución a este régimen que tanto daño ha hecho a la sociedad mexicana


está inmersa en nosotros. Se debe transformar el imaginario colectivo que
predomina en México, ser rico o millonario gracias a la corrupción y la
ascendencia no debe de significar un alabo social, sino cuestionamientos y
responsabilidades. Recomiendo este libro a los jóvenes y ciudadanos en general,
pues nos llena de enseñanza, nos permite reflexionar sobre la realidad del país y
permite auto cuestionarnos sobre las actitudes que como mexicanos tenemos
hacia un régimen dirigido por mirreyes.

El libro del Mirreynato aparece en un contexto de desigualdad y corrupción;


tiene la posibilidad de abrir nuevas líneas de investigación, enfocadas al análisis
de las clases sociales privilegiadas, y su metodología es un análisis
hemerográfico sustentado en diferentes trabajos académicos y prensa escrita.
Considero importante la lectura de esta obra debido a su clara redacción, el
impacto que puede tener en la conciencia juvenil y porque aporta nuevos
cuestionamientos a las ciencias sociales; el Mirreynato no sólo nos permite
observar la realidad de nuestro país, sino preguntarnos las actitudes que nos
caracterizan como “pequeños mirreyes”.

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