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4.

Guerra

I. Entre 1792 y 1815 los enfrentamientos en el mundo, ya entre Estados, ya entre


sistemas sociales, fueron continuos. Casi todos los intelectuales del momento –poetas,
músicos, filósofos- apoyaron el movimiento, al menos antes y después del terror y antes
del Imperio napoleónico. El jacobinismo solo contó con apoyo en Inglaterra –a través de
los escritos de Tomas Paine, como Los derechos del hombre-; pero en el resto de lugares
solo unos cuantos jóvenes ardorosos o iluministas utópicos apoyaron esta rebelión. En los
lugares donde la nobleza era fuerte el ideal jacobino impregnó a las clases medias, pero
no se pudo llevar a cabo acciones contra la fuerte nobleza, al contrario que en Irlanda,
donde el malestar del país, más las ideas masónicas de los United Irishmen empujaron a
la gente. No porque les gustaran los franceses, sino para buscar aliados contra los
ingleses.

En realidad, PP.BB. Alemania, Suiza y algunos estados italianos creyeron en el triunfo


del proyecto jacobino (por particularidades de política exterior y economía).La tendencia
del era convertir las zonas con fuerza jacobina local, en repúblicas satélites que, más
tarde, cuando conviniera, se anexionarían a Francia (como el caso de Bélgica en 1795).
Fue tal el crecimiento que experimentaron los ramales de la revolución que, en 1798,
Inglaterra era el único beligerante… no podemos especular sobre una bien organizada
actuación francoirlandesa; pero acaso hubieran forzado un tratado de paz-subordinación
para los ingleses.

En otro orden, paradójicamente, la importancia militar de la guerra de guerrillas fue


mayor para los antifranceses que la estrategia militar del jacobinismo extranjero para los
franceses. Socialmente hablando, no es descabellado afirmar que estas guerras fueron
sostenidas por Francia y sus territorios fronterizos contra el resto de Europa (Austria,
Rusia, España…). Gran Bretaña, por su parte, solo quería preponderancia económica y
que en el continente unas fuerzas quedaran sometidas por las otras mientras ellos se
expandían. Su objetivo no era de expansión territorial por Europa. Este conflicto se ganó
la comparación con el romano-cartaginés: destrucción total el enemigo, que nunca pudo
ser porque ninguno de los dos podía invadir con garantías las tierras del otro.

Quienes se enfrentaron a Francia lo hicieron de modo intermitente, pues no tenían


reales motivos políticos para chocar con ella. Los aliados franceses eran los sometidos
por los antirrevolucionarios: la enemistad de A implica la simpatía de anti-A. En este caso
los príncipes alemanes contra el emperador –Austria en este caso-, que crearon la
Confederación Alemana y Sajonia –por el contra a Prusia-. Francia no tenía militares bien
formados en marina, pero donde primaba la improvisación, la movilidad y la flexibilidad,
enfrentamiento en tierra, no tenían rival: los altos mandos rusos rondaban los sesenta
años de media… los franceses no más de treinta tres años. Esto es fruto de la revolución.
II. En 1802 se consolidó la supremacía de las zonas conquistadas en 1794-1798. Los
ataque que recibió Francia entre 1805-1807 le granjearon muchas victorias que llevaron
sus dominios aliados hasta las fronteras con Rusia. Sin embargo, Trafalgar fue el punto y
final en la carrera hacia una posible invasión a través del estrecho o el establecimiento de
contactos ultramarinos.

Tras la derrota de Leipzig, las fuerzas invadieron el imperio y sometieron a Napoleón


desde todos los puntos geodésicos. El agónico intento de Waterloo terminó con todas las
esperanzas de Napoleón.

III. Debemos centrarnos en los cambios fronterizos que sobrevivieron a Napoleón: en


esencia se terminó la Edad Media y Alemania e Italia quedaban pre-configuradas. Los
principados episcopales de Colonia, Maguncia, Tréveris desaparecieron, así como las
ciudades libres. Solo los Estados Pontificios persistieron. Antes de estos cambios había
Estados dentro de Estados o regiones bajo soberanía dual, aduanas entre territorios de
un mismo gobierno… “fronteras”.

El afán revolucionario de unificación y la codicia que asolaba a los pequeños


condados, señoríos y demás, favoreció el acercamiento y conformación de naciones con
más posibilidades de competencia. Pero más que las fronteras debemos destacar la
constancia, el eco que tuvieron los códigos napoleónicos en las posteriores leyes y
sistemas legislativos de Bélica, Renania e Italia. El feudalismo había sido vencido al oeste
de Rusia y el Imperio Otomano.

El congreso de Viena anduvo con ojo. Ya se sabía que una simple revolución podía
saltar las fronteras, que la revolución social era posible, que las naciones existían al
margen de los estados y los pueblos independientemente de sus dirigentes. La
Revolución Francesa abrió los ojos al mundo para hacerles ver sus posibilidades. Una
fuerza universal había cambiado el rumbo de la historia.

IV. Prácticamente ningún país sufrió una gran variación de sus cifras de población más
allá de la merma que el ritmo de una guerra poco cruenta y las pocas epidemias y
hambrunas que hubo podía ocasionar. No más del 7% de la población francesa fue
llamada a filas (en la I G.M. fue el 21%). Los costes de la guerra no impidieron el
crecimiento de Francia, pues los cubría con el dinero saqueado de los territorios
dominados; pero perdió el comercio de ultramar. Inglaterra, por su parte, al no expandirse,
sufrió más los efectos de las campañas porque, además, debía subvencionar a sus
aliados en el continente. Pero Inglaterra salió como vencedora y estuvo a la cabeza de
todos los estados, aún más de lo que lo estuvo en 1789.
6. Las Revoluciones

I. El objetivo principal de las potencias tras 1815 era evitar una segunda Revolución
francesa, o la catástrofe todavía peor de una revolución europea general según el modelo
de la francesa.

La primera oleada revolucionaria tuvo carácter mediterráneo: Grecia, España y


Nápoles, entre 1820 y 1821. La segunda reavivó los ánimos de independencia
sudamericana. Bolívar, San Martín y O’Higgins liberaron la Gran Colombia, Perú y
Argentina. Iturbe hizo lo propio con México y Brasil se separó sin más problemas de
Portugal. Las grandes potencias las reconocieron rápidamente, pero Inglaterra, además,
concertando tratados económicos.

La segunda oleada fue más amplia aún. Todas las tierras al oeste de Rusia sufrieron
alzamientos. Bélgica se independizó de Holanda en 1830, Polonia fue reprimida, pero en
Italia y Alemania hubo graves convulsiones, el liberalismo triunfó en Suiza, España y
Portugal padecieron guerras civiles e Inglaterra tuvo que aceptar la secesión religiosa de
Irlanda: el catolicismo había sido legalizado. Esto derivó en la definitiva derrota de la
aristocracia para dar paso a una clase dirigente de “gran burguesía” con instituciones
liberales bajo una monarquía constitucional al estilo de 1791, pero con privilegios más
restringidos. El EE.UU. de Jackson fue más allá: extendió el voto a los pequeños
granjeros y los pobres de las ciudades. Pero hubo consecuencias aún más graves: los
movimientos nacionalistas y de la clase trabajadora.

La tercera “gran ola” fue la “primavera de los pueblos” de 1848, cuando la revolución
mundial soñada por los rebeldes estuvo más cerca que nunca. Estalló y triunfo en casi
toda Europa.

II. Las revoluciones, dependiendo de su origen:

-Liberales (franco-española): con su modelo en la revolución y el sistema de 1791. La


monarquía sería parlamentaria y sus votantes restringidos por sus ganancias.

– Radicales (inglesa): cuya inspiración encuentra eco en la revolución de 1792-1793,


jacobina, cuyo ideal es una república democrática hacia el “estado de bienestar”.

-Socialista (anglo-francesa): toman las directrices de las revoluciones postermidorianas,


entre las que cabe destacar la protagonizada por Babeuf en 1796, con un carácter
comunista, en la línea de Sant-Just.

Pero todas tenían algo en común: la lucha contra la monarquía absoluta, la Iglesia y la
aristocracia… o dicho de otro modo, aborrecían los regímenes de 1815 y lucharon contra
ellos por distintas vías, como hemos visto.
III. Entre 1815 y 1830 aún no existía una clase trabajadora como tal. Solo las personas
reunidas en torno a las ideas owenistas o “Los seis puntos de la Carta del pueblo”
(Sufragio universal, voto por papeleta, igualdad de distritos electorales, pago a los
miembros del Parlamento, Parlamentos anuales, abolición de la condición de propietarios
para los candidatos) empezaban a mostrarse algo más radicales. Los discursos de Paine
aún insuflaban aliento y también los escritos de Bentham.

El deseo de luchar conjuntamente contra el zar y las naciones organizadas bajo su


amparo contra las posibles insurrecciones, favoreció la creación de grupos organizados
de reacción liberal. Todas tendían a adoptar el mismo tipo de organización revolucionaria
o incluso la misma organización: la hermandad insurreccional secreta. La más conocida
es la de los carbonarios, que actuaron sobre todo entre 1820-1821 y la de los
decembristas. Desde 1806, de un modo latente, se reforzaron hasta que se presentó el
momento apropiado: 1820. Muchas fueron destruidas en 1823, pero una triunfó: Grecia
1821, la cual sirvió de inspiración en los años siguientes.

Las revoluciones de 1830 mostraron abiertamente el desasosiego económico y social.


Los revolucionarios se ciñeron a los modelos de 1789 y no tanto a las sociedades
secretas. Además, el capitalismo empobrecía a los trabajadores que se comenzaron a
sentir miembros integrantes de una clase: la clase trabajadora. Un movimiento
revolucionario proletario-socialista empezó su existencia. En estas fechas los liberales
habían pasado de ser oposición al Antiguo Régimen a ocupar un escalafón en la política
de sus países o, al menos, a presionar a los moderados. Esta fue la lucha que se siguió
en adelante.

Como en Inglaterra y Francia los liberales se fueron moderando e incluso reprimieron a


algunos trabajadores, estos vieron en el Republicanismo social y demócrata una salida
más afín a sus peticiones… y así sería como el movimiento obrero se radicalizó. Unos
soñaban en las barricadas, otros en los príncipes convertidos al liberalismo, pero esta
última apuesta era muy complicada. En 1834 se crea la Unión aduanera alemana, con
Prusia al frente.

La falta de perspectiva de una revolución europea hacía necesario, como pensó Marx,
en una Inglaterra intervencionista o una nueva Francia jacobina y eso era imposible.
Románticos o no, los radicales rechazaban la confianza de los moderados en los
príncipes y los potentados, por razones prácticas e ideológicas. Los pueblos debían
prepararse para ganar su libertad por sí mismos, por la “acción directa”, algo aún muy
carbonario. Tomar la iniciativa planteaba la duda de si estaban o no preparados para
hacerlo al precio de una revolución social.

IV. En Europa y América latina este espíritu revolucionario no se consumó. En Europa


el descontento de los pobres y el proletario era creciente. El descontento urbano era
universal en Occidente. Que la política estratégica y directiva, así como las sistemáticas
ofensivas de los patronos y el gobierno, no triunfara redujo a los socialistas a grupos
propagandísticos y educativos un poco al margen de la principal corriente de agitación.

En Francia los grupos revolucionarios no eran tan proletarios como “patronos


desengañados”. Saint-Simon, Fourier, Cabet y Blanqui protagonizaron las agitaciones
políticas de las clases trabajadores al alborear la revolución de 1848. La debilidad del
blanquismo era la debilidad de la clase trabajadora francesa. Su objetivo era instaurar “la
dictadura del proletariado”.

La división de simpatías entre la extrema izquierda y los radicales de la clase media los
llenaba de dudas y vacilaciones acerca de la conveniencia de un gran cambio político.
Llegado el momento se mostrarían jacobinos, republicanos y demócratas.

V. Donde el núcleo del radicalismo lo conformaban las clases bajas y los intelectuales, el
problema era mucho más grave. El levantamiento de los campesinos en Galitzia en 1846
fue el mayor de los movimientos campesinos desde 1789. Pero donde aún había reyes
legítimos o emperadores, estos tenían la ventaja táctica de que los campesinos
tradicionalistas confiaban en ellos más que en los señores. Por eso los monarcas aún
estaban dispuestos a usas a los campesinos contra la clase media.

Los radicales se dividieron en demócratas (que buscaban cierta armonía entre el


campesinado y la nobleza/monarquía) y la extrema izquierda (que concebía la lucha
revolucionaria como una lucha de las masas simultáneamente contra los gobiernos
extranjeros y los explotadores domésticos. Anticipándose a los revolucionarios nacional-
socialistas de nuestro siglo, dudaban de la capacidad de la nobleza y la clase media,
cuyos intereses estaban fuertemente ligados al gobierno.

En la Europa subdesarrollada la revolución de 1848 no triunfó bien por inmadurez


política de los campesinos o por medidas demasiado férreas de los señores y monarcas,
quienes odiaban hacer concesiones adecuadas u oportunas.

VI. La revolución de 1830 y 1848 tenían cosas en común: estaban organizadas por
intelectuales y gente de clase media a los que, una vez el estallido, se unían los
campesinos y demás gente. Además, siguieron patrones tácticos de la revolución de
1789. Pero mientras hubo un conato de política democrática las actividades
fundamentales de una política de masas (campañas públicas, peticiones, oratoria
ambulante- apenas eran posibles.

La liga alemana de los Proscritos (que más adelante se convertiría en la Liga de los
Justos y en la Liga Comunista de Marx y Engels), cuya médula la formaban jornaleros
alemanes expatriados, era una de esas sociedades ilegales. El credo general que se
extendía era el que rezaba que los aristócratas y reyes eran usurpadores de las libertades
y que el gobierno debía ser elegido por el pueblo y responsable ante él. Veían la
instalación de la república demoburguesa como un preliminar indispensable para el
ulterior avance del socialismo.

En el proyecto de la “Joven Europa” de Mazzini ya reflejaba el deseo de crear una


sociedad internacional masónico-carbonaria. Respecto al exilio de los militantes de
izquierdas, Francia y Suiza acogieron a gran parte de ellos. No es extraño que la I
Internacional tuviera su génesis en la ciudad de “la gran revolución”

CAPÍTULO 1: LA PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS.

En 1848 cae la monarquía francesa y triunfa la república. Ésta se extiende a todo


Europa en menos de dos meses e incluso llega a América (Brasil y Colombia).
Afectó a las partes “desarrolladas” como atrasadas de Europa. La Revolución más
extendida y de menor éxito (a los 6 meses todos los gobiernos, excepto el de
Francia, habían vuelto al poder).

Aislamiento y derrota de los obreros revolucionarios en París.


Zona revolucionaria: Francia, Confederación Alemana, imperio austriaco (hasta
sudeste de Europa) e Italia. Bastante heterogéneo.

La zona revolucionaria dividida en dos partes:


1.al occidente europeo los campesinos eran legalmente libres y los grandes
estados insignificantes. Mayor clase media (banqueros nativos, comerciantes,
empresarios, funcionarios)
2.Al oriente europeo los campesinos eran siervos y los nobles terratenientes
tenían muy concentrada la posesión de las haciendas. Reducida clase media
(extranjeros alemanes y judíos, sector educador y negociantes)

Excepto Francia, los países se disputaban su existencia. Creación de una Gran


Alemania e Italia incluyendo a los checos, por ejemplo.

Unión de los feudalistas y los burgueses para detener la revolución social, ya que
consideraban esto más peligroso (la revolución la hicieron los trabajadores
pobres)

El único cambio importante fue la abolición de la servidumbre en Austria.

El objetivo de la Revolución era lograr una república democrática y social. En


febrero del 48 murieron 300, en junio 5000.

En Hungría la revolución perduró por mucho tiempo debido a que luchaban por la
independencia nacional. Louis Kossuth, líder revolucionario. Fueron derrotados
por el ejército ruso, ya que era muy superior y no por falta de capacidad u
organización propia.

Falta de organización, ideología y conducción en los obreros.


Proceso: feudalismo, capitalismo (1º república democrática – 2º burguesía
incompleta – 3º revolución popular proletaria – 4º dictadura proletaria) (Marx)

“Deberían haber sido revoluciones burguesas, pero no lo fueron.”

A pesar de fracasar la Revolución se logró mostrar el fin de la política tradicional,


de la creencia y obediencia en el patriarcado. “hasta los oscuros e ignorantes
campesinos del sur de Italia dejaron de apoyar al absolutismo.”

Las clases medias, el liberalismo, la democracia política, el nacionalismo y las


clases trabajadoras: papel fundamental de la política.

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