Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Guerra
El congreso de Viena anduvo con ojo. Ya se sabía que una simple revolución podía
saltar las fronteras, que la revolución social era posible, que las naciones existían al
margen de los estados y los pueblos independientemente de sus dirigentes. La
Revolución Francesa abrió los ojos al mundo para hacerles ver sus posibilidades. Una
fuerza universal había cambiado el rumbo de la historia.
IV. Prácticamente ningún país sufrió una gran variación de sus cifras de población más
allá de la merma que el ritmo de una guerra poco cruenta y las pocas epidemias y
hambrunas que hubo podía ocasionar. No más del 7% de la población francesa fue
llamada a filas (en la I G.M. fue el 21%). Los costes de la guerra no impidieron el
crecimiento de Francia, pues los cubría con el dinero saqueado de los territorios
dominados; pero perdió el comercio de ultramar. Inglaterra, por su parte, al no expandirse,
sufrió más los efectos de las campañas porque, además, debía subvencionar a sus
aliados en el continente. Pero Inglaterra salió como vencedora y estuvo a la cabeza de
todos los estados, aún más de lo que lo estuvo en 1789.
6. Las Revoluciones
I. El objetivo principal de las potencias tras 1815 era evitar una segunda Revolución
francesa, o la catástrofe todavía peor de una revolución europea general según el modelo
de la francesa.
La segunda oleada fue más amplia aún. Todas las tierras al oeste de Rusia sufrieron
alzamientos. Bélgica se independizó de Holanda en 1830, Polonia fue reprimida, pero en
Italia y Alemania hubo graves convulsiones, el liberalismo triunfó en Suiza, España y
Portugal padecieron guerras civiles e Inglaterra tuvo que aceptar la secesión religiosa de
Irlanda: el catolicismo había sido legalizado. Esto derivó en la definitiva derrota de la
aristocracia para dar paso a una clase dirigente de “gran burguesía” con instituciones
liberales bajo una monarquía constitucional al estilo de 1791, pero con privilegios más
restringidos. El EE.UU. de Jackson fue más allá: extendió el voto a los pequeños
granjeros y los pobres de las ciudades. Pero hubo consecuencias aún más graves: los
movimientos nacionalistas y de la clase trabajadora.
La tercera “gran ola” fue la “primavera de los pueblos” de 1848, cuando la revolución
mundial soñada por los rebeldes estuvo más cerca que nunca. Estalló y triunfo en casi
toda Europa.
Pero todas tenían algo en común: la lucha contra la monarquía absoluta, la Iglesia y la
aristocracia… o dicho de otro modo, aborrecían los regímenes de 1815 y lucharon contra
ellos por distintas vías, como hemos visto.
III. Entre 1815 y 1830 aún no existía una clase trabajadora como tal. Solo las personas
reunidas en torno a las ideas owenistas o “Los seis puntos de la Carta del pueblo”
(Sufragio universal, voto por papeleta, igualdad de distritos electorales, pago a los
miembros del Parlamento, Parlamentos anuales, abolición de la condición de propietarios
para los candidatos) empezaban a mostrarse algo más radicales. Los discursos de Paine
aún insuflaban aliento y también los escritos de Bentham.
La falta de perspectiva de una revolución europea hacía necesario, como pensó Marx,
en una Inglaterra intervencionista o una nueva Francia jacobina y eso era imposible.
Románticos o no, los radicales rechazaban la confianza de los moderados en los
príncipes y los potentados, por razones prácticas e ideológicas. Los pueblos debían
prepararse para ganar su libertad por sí mismos, por la “acción directa”, algo aún muy
carbonario. Tomar la iniciativa planteaba la duda de si estaban o no preparados para
hacerlo al precio de una revolución social.
La división de simpatías entre la extrema izquierda y los radicales de la clase media los
llenaba de dudas y vacilaciones acerca de la conveniencia de un gran cambio político.
Llegado el momento se mostrarían jacobinos, republicanos y demócratas.
V. Donde el núcleo del radicalismo lo conformaban las clases bajas y los intelectuales, el
problema era mucho más grave. El levantamiento de los campesinos en Galitzia en 1846
fue el mayor de los movimientos campesinos desde 1789. Pero donde aún había reyes
legítimos o emperadores, estos tenían la ventaja táctica de que los campesinos
tradicionalistas confiaban en ellos más que en los señores. Por eso los monarcas aún
estaban dispuestos a usas a los campesinos contra la clase media.
VI. La revolución de 1830 y 1848 tenían cosas en común: estaban organizadas por
intelectuales y gente de clase media a los que, una vez el estallido, se unían los
campesinos y demás gente. Además, siguieron patrones tácticos de la revolución de
1789. Pero mientras hubo un conato de política democrática las actividades
fundamentales de una política de masas (campañas públicas, peticiones, oratoria
ambulante- apenas eran posibles.
La liga alemana de los Proscritos (que más adelante se convertiría en la Liga de los
Justos y en la Liga Comunista de Marx y Engels), cuya médula la formaban jornaleros
alemanes expatriados, era una de esas sociedades ilegales. El credo general que se
extendía era el que rezaba que los aristócratas y reyes eran usurpadores de las libertades
y que el gobierno debía ser elegido por el pueblo y responsable ante él. Veían la
instalación de la república demoburguesa como un preliminar indispensable para el
ulterior avance del socialismo.
Unión de los feudalistas y los burgueses para detener la revolución social, ya que
consideraban esto más peligroso (la revolución la hicieron los trabajadores
pobres)
En Hungría la revolución perduró por mucho tiempo debido a que luchaban por la
independencia nacional. Louis Kossuth, líder revolucionario. Fueron derrotados
por el ejército ruso, ya que era muy superior y no por falta de capacidad u
organización propia.