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Para hablar de Dios se requiere el lenguaje de la analogía

Josep M. ROVIRA BELLOSO*

¿Cuáles pueden ser las “doctrinas diversas y ex- de un modo muy real actúan como referentes de to-
trañas” de las que habla Hebreos 13,9? Quizá se da la literatura cristiana de los siglos II y III. En el
trata de los primeros brotes de una nueva manera gozne del siglo II al III, el libro Contra las herejías,
de pensar que afectara a parte de los cristianos de de san Ireneo, que en el año 177 estaba al frente de
los siglos II y III. Estamos seguramente ante el gran la Iglesia de Lyon (Francia), es la gran obra sobre y
fenómeno del gnosticismo. Las tendencias gnósticas contra el gnosticismo que nos informa del alcance
brotan en el área judeocristiana entre el deseo de del movimiento gnóstico y, a la vez, contiene el pri-
saber y el deseo de seguir una espiritualidad culta, mer gran despliegue de la teología cristiana.
por cierto impregnada de platonismo o de helenis-
mo. Tenemos también un documento aún más signi-
ficativo: la Primera Carta de san Juan. Hoy, queda
Eugenio Trías, en Diccionario del Espíritu, usa un bien documentado que los “hermanos” que desga-
libro hallado en Nag-Hammadi (Alto Egipto), El rran la comunidad juánica (véase 1Jn 2,18-27) cre-
Evangelio de la Verdad, para explicar el punto de ando uno de los primeros “cismas” en el tejido co-
partida del gnosticismo: el paso de la ignorancia al munitario, eran gnósticos que no podían asimilar la
conocimiento es la gnosis. La gnosis es el conoci- afirmación de que Jesús tuviese un cuerpo de car-
miento salvador que revela el carácter de pesadilla – ne. Véase cómo ésta será una “haeresis” de las más
una pesadilla sumergida en la ignorancia– que tiene primitivas: Cristo –afirman– no tuvo más que un
la existencia humana en el mundo1. cuerpo aparente. Por eso el Evangelio y la Primera
Carta de Juan son ya un antídoto al afirmar con
La “gnosis” es, por tanto, un movimiento intelec- fuerza que Jesús es verdaderamente hombre, y el
tual derivado del cristianismo que, como indica su mismo Cuarto Evangelio desarrolla una importante
nombre, quiere “saber”. Un saber seguramente sin teología del cuerpo de Cristo: cuerpo terrenal, cuer-
conversión interior del espíritu y casi sin acción ex- po glorioso, cuerpo eucarístico, cuerpo místico. Por
terior en el mundo: sin cambio profundo del co- ello, la fe en Cristo, que viene desde el principio, pa-
razón y sin la acción consecuente. sa –según 1Jn– por estas tres afirmaciones: Jesús
ha venido en la carne (es verdaderamente hombre);
Esa sustitución de la conversión por una inci- es el Mesías, lleno del Espíritu Santo que derrama
piente “ideología” cristiana y helenizante hace que justicia y amor sobre hombres y mujeres, y es el
los escritos gnósticos tiendan a una elevación abs- Hijo de Dios (1Jn 4,2; 5,1; 4,15).
tracta y elitista, diferente de la diamantina elevación
del Evangelio de Juan. Cerinto, Valentin, Marción, Para Juan, que está cerca del mundo gnóstico
Basílides son gnósticos que, a finales del siglo I y pero que reacciona fuertemente contra el gnosticis-
durante el siglo II, cambian la simplicidad del Evan- mo, el cristianismo tiene un aspecto veritativo (“est-
gelio por narraciones sobre la divinidad en su histo- áis en la Verdad”), pero, como compensación que
ria intradivina y en su encuentro con los humanos. equilibra el alcance de la fe, tiene un aspecto total-
Es sabido que Antonio Orbe ha trabajado con preci- mente práxico: “Sabiendo esto, seréis dichosos si lo
sion y honestidad los primeros escritos gnósticos2. ponéis en práctica” (Jn 13,17).

También hay que decir que en los siglos II y III Es obvio que nó sólo es Juan quien propone
aparece una serie de escritos (algunos con el nom- primitivas fórmulas creyentes sobre Jesús. Los tres
bre de Evangelio, como el citado Evangelio de la evangelios sinópticos dan la confesión de Pedro co-
Verdad o el Evangelio de Felipe), que tienen un pro- mo una confesión de fe, como uno de los núcleos
fundo sabor gnóstico. Hoy, los estudios sobre di- del “Credo” más primitivo: “Tú eres el Mesías, el
chos evangelios se han multiplicado y han surgido Hijo del Dios vivo” (Mt 16,16); “Tú eres el Mesías”
con fuerza en Europa y en el área de la cultura an- (Mc 8,29); “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pe-
glosajona3. dro respondió: El Mesías de Dios” (Lc 9,20). Estas
fórmulas vienen completadas por la fe del Centu-
Las Cartas de san Pablo (años 50-56 d.C.) y los rión: “Verdaderamente este hombre era Hijo de
Evangelios (en su forma actual, años 70-90, aunque Dios” (Mc 15,39). Esta misma afirmación aparece
hay núcleos de los cuatro evangelios mucho más completada por la respuesta del mismo Jesús al
antiguos) son anteriores a esos escritos gnósticos, y Sanedrín. El Sanedrín se pregunta si Jesús es el
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Mesías. Aún más: “Luego, ¿eres tú el Hijo de Dios?” Por ello, Jesús usaba parábolas para hablar del
(Lc 22,70). Jesús responde: “Vosotros lo decís; yo Reino de Dios, el Padre. Me parece un signo muy
soy” (ibíd; Mt 26,54). La respuesta es todavía más positivo en favor de la veracidad de su enseñanza el
rotunda en Mc 14,61-62: “Eres tú el Mesías, el Hijo que utilizase parábolas para hablar de Dios. En
del Bendito? Jesús contestó: Yo soy”. efecto, Jesús, que habla como Hijo de Dios, como
Palabra viva surgida de su seno, habría podido dar-
El aspecto veritativo del cristianismo, con su nos el convencimiento equivocado de que su len-
pretensión de alcanzar la verdad sobre Jesús que guaje nos transmitía la divinidad sin mediación
nos hará libres, es por tanto algo que surge ya en la humana alguna. Podríamos, por tanto, estar con-
primera hora del cristianismo. Dicho aspecto verita- vencidos de tener una idea de Dios como si lo vié-
tivo requiere un lenguaje, necesario pero siempre en semos cara a cara. Pero san Juan y san Pablo dicen
camino de perfección. Porque no tenemos un con- muy claro que, en esta vida, “a Dios nadie lo vio
cepto pleno, adecuado y perfecto de quién es Jesús, jamás” “ni lo puede ver” (Jn 1,18; 1Tim 6,16).
aún cuando la comunidad que le sigue –la Iglesia–
ha querido y ha debido descartar los lenguajes in- Es que, con nuestros conceptos humanos no
adecuados. La cuestión veritativa y la cuestión del podemos poseer todo lo que Dios es. Dios desborda
lenguaje se imponen desde el primer momento de la nuestros conceptos humanos: no cabe en los mis-
fe cristiana. mos. Por tanto, necesitamos un lenguaje que más
bien señale a Dios antes que lo intente alcanzar del
¿Cómo podemos alcanzar a Dios, amor infinito? todo, porque Dios no puede ser posesión de nuestra
La “verdad” es la realidad de Dios-Amor, tal como es mente y de nuestros conceptos. Si crees poseerlo ya
en Sí mismo. Dios-Amor es la Verdad que nos atrae no es Dios, dirá san Agustín.
y a la que tendemos sin que podamos llegar a cono-
cerla perfectamente. Nosotros, los cristianos, a la El lenguaje que, a partir de la comparación con
luz del Antiguo y del Nuevo Testamento, podemos las cosas de la tierra, llega a señalar a Dios, es el
atrevemos a decir: es el origen, el amor fiel, el silen- lenguaje analógico y simbólico, es el lenguaje de las
cio profundo, que nos atrae porque es el horizonte parábolas. Es un lenguaje de gran valor porque sin
del último sentido. No poseemos la Verdad, pero él no podríamos referirnos a Dios. Pero no es el co-
tendemos hacia la misma. Lo hacemos en el segui- nocimiento intuitivo, facial, cara a cara, tal como es
miento múltiple –de muchas maneras– de Jesucris- Dios y esperamos verlo en la vida feliz.
to.
No es un lenguaje relativista porque la parábola
El amor divino es pura transparencia. Es, por señala con precisión el valor infinito de la divinidad
así decir, la catarata del silencio que amando crea el que se nos da (por ejemplo, la parábola del tesoro
mundo, el sol, las estrellas, los vivientes, el hombre escondido); señala la misericordia infinita de Dios
y la mujer. Pero ¿cómo es ese amor? El lenguaje (parábola del hijo pródigo). Señala, pero no llega a
humano desfallece. No es que no pueda indicar abrazarlo del todo.
hacia dónde se sitúa la verdad. El dedo indica la
luna y erraríamos si sólo viésemos el dedo. Se nos Por otra parte, dicho lenguaje es interactivo res-
abre toda la luz del lenguaje analógico. pecto de Dios mismo. Nosotros usamos el lenguaje
de las parábolas, pero he aquí que Dios –que es
también y principalmente activo– llena ese lenguaje,
EL LENGUAJE ANALÓGICO, EL SÍMBOLO intelectivo, afectivo y significativo, con su presencia
Y LAS PARÁBOLAS gratuita que nos llena de gracia. La parábola dispa-
ra nuestro afecto y va acompañada de la invocación
El lenguaje analógico consiste en que, con al que es el Padre del hijo pródigo. Pero, correlati-
términos de este mundo, hablamos de Dios que “no vamente, la respuesta de Dios es siempre: “Heme
es de este mundo”. Gracias al misterio de la Encar- aquí” (cf. Is 58,9).
nación, podemos hablar a Dios y podemos hablar de
Dios. El lenguaje humano es una mediación que a El compromiso activo de Dios y de Cristo con la
veces distorsiona la verdad, pero que, en la norma palabra viva del Evangelio hace que la parábola sea
del Evangelio y de la fe profesada en común por la más que una metáfora o comparación que nosotros,
Iglesia, nos orienta también hacia la verdad; pero, los humanos, forjamos en nuestra mente. En la rea-
incluso cuando es máximamente adecuado y trans- lidad, el joven amado del Cantar de los Cantares no
parente, nos transmite una concepción pálida e im- tiene unas piernas como columnas de alabastro. Es
perfecta de Dios. Éste es el sentir estricto del mismo nuestra mente la que ha forjado esta comparación.
santo Tomás de Aquino, que desarrollé a fondo en el Las parábolas, en cambio, tienen una dimensión
Tratado de Dios Uno y Trino4. real, fruto de la revelación o manifestación divina:
es Jesucristo quien se compara al sembrador de la
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palabra y muestra cómo esta palabra es recibida cendente y divino, se puede decir que amputamos
por la fe. una dimensión de nuestro entorno y de nuestro in-
terior.
¿Por qué tiene importancia lo que acabo de decir
sobre el carácter interactivo, entre Dios y nosotros, “Todo lo que es transitorio es ahora una parábo-
propio de las parábolas? Porque la parábola, como la, una figura, un símbolo” (Alles Vergängliche ist
todos los mensajes, formas de vida o categorías de nur ein Gleichnis). El mundo y, sobre todo, los
la existencia cristiana, procede de Cristo, y –por humanos somos una parábola, un símbolo real de
tanto– de Dios. No hemos sido nosotros los que Dios, misterio del mundo y del hombre. Pero cuan-
hemos tomado la iniciativa de comparar el Reino do el hombre actúa con amor fraterno se convierte
con el sembrador, o con el Padre de los dos hijos: el en la parábola más verdadera del actuar de Dios;
hijo pródigo y el hijo perfeccionista. Es el mismo entonces es imagen y semejanza muy perfecta del
Cristo quien ha tomado la iniciativa de darnos este Dios misericordioso. La verdadera parábola no sólo
medio de conocimiento de Dios. se hace con palabras sino en obras y en verdad.
Jesús, realmente, ha ido a buscar al hijo pródigo y
Siempre, como en todas las cosas de la vida cris- a la oveja perdida.
tiana, la iniciativa viene de Dios y de Cristo, y es el
Espíritu el que nos hace aceptar y entender ese im- En mi Tratado de Dios Uno y Trino dediqué un
pulso de la gracia de Dios que nos dispone a la no- largo apartado académico a hablar del lenguaje de
vedad de vida y, por tanto, nos transforma. Quiere la analogía: el lenguaje que “despega”, porque, con
decir que también estamos invitados a entrar y términos humanos, se atreve a hablar de Dios, has-
permanecer en el “templo” de las parábolas de una ta el cual llega, pero sin captarlo en posesión ávida,
forma contemplativa y activa, dispuestos a actuar sino en adoración amante y actuante. Este es y será
en el sentido que las parábolas indican. Como di- el lenguaje humilde propio para hablar de nuestro
remos a continuación, quien sabe contemplar nues- Dios.
tro mundo –la montaña, la llanura y los olmos que
mece el viento, la persona del pobre, los intentos El lenguaje de la analogía, el lenguaje simbólico
por “hacer comunidad”, etc.– verá que las cosas nos y el lenguaje de la parábola confluyen en la manera
remiten más allá de ellas mismas, funcionan como de hablar de Jesús cuando dice la palabra decisiva
parábolas. –“Padre”– como invocación y como comparación
(parábola) de lo que Dios es para nosotros. Es cierto
Y es que la parábola es muy parecida al símbolo. que, para Tomás de Aquino, el mayor conocimiento
En el símbolo, una realidad sensible, de este mun- que podemos tener de Dios es el que está por enci-
do, señala –más allá de sí misma– un horizonte es- ma de todas nuestras representaciones de Él: “Lo
piritual. Además, desde el presente mira hacia el fu- que nuestro intelecto concibe de Dios es deficiente
turo y lo presagia. Por ejemplo, el beso de la madre respecto de su representación; por tanto, lo que
muestra su amor humano y espiritual, preludia la Dios es (“quid est”) nos permanece oculto, y éste es
historia del amor materno que va del presente hacia el supremo conocimiento que de Él podemos tener
el futuro. De tal modo que el símbolo no es una en el estado de peregrinos (“in statu viae”): sabemos
simple señal sino que, de algún modo, contiene el de Dios que está por encima de todo lo que pode-
amor: es un símbolo real, no una simple señaliza- mos pensar de Él”5. Sin embargo, con los ojos de la
ción extrínseca y convencional. El que la parábola fe y con gran afecto, le decimos: “Padre”, porque,
esté dicha en complicidad entre Dios y el hombre realmente, lo es.
hace que también la parábola sea una especie de
símbolo real: cuando leemos la parábola del sem- Aquí viene, finalmente, una advertencia muy
brador, el Cristo vivo siembra su palabra en la tie- importante: He descrito el lenguaje de la analogía
rra buena de nuestra conciencia para que de la que, desde las cosas de este mundo, se eleva a Dios.
misma brote la fe. Se trata de la llamada analogía del ente (analogia
entis). Es importante y no hay más que decir, de
En nuestro mundo de tierra y de humanidad, el momento. Pero caemos en la cuenta de que la reve-
modo que tenemos de hablar de Dios es con pará- lación de Dios nos ha ofrecido gratuitamente con-
bolas que despeguen hacia Dios. Siempre me ha pa- ceptos que, si bien arrancan de este mundo, se re-
recido que el final del Faust de Goethe contenía una fieren a Dios, por ejemplo, “Padre”. Entonces ocurre
verdad filosófica y religiosa muy importante, cuando que la misma revelación llena de contenido la pala-
dice que todo lo que es tansitorio (Veigängliche), bra “Padre”, por ejemplo, cuando Jesús dice en el
efimero, contingente, es un símbolo, una parábola, Sermón de la Montaña: “Sed misericordiosos como
un ejemplo (Gleichnis). Si leemos el mundo sin lle- vuestro Padre es misericordioso”. Sabemos que “Pa-
gar a comprender que se autotrasciende y que seña- dre”, desde el punto de vista de la revelación, va
la, más allá de sí mismo, hacia un horizonte tras- unido a “amor fiel”, a “misericordia”, etc. Entonces
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puede darse una fecunda analogía que ya no va de se haga semejante a esa plenitud divina. Cuando
abajo a arriba, sino que arranca de Dios para ilu- nos postramos ante el misterio trinitario, emplea-
minar al hombre. Es la analogía descendente, lla- mos con fruto la analogía de la fe (descendente) pa-
mada “analogía de la fe” (analogia fidei), en virtud ra iluminar el misterio del hombre, según el dicho
de la cual la riqueza de Dios se derrama en forma famoso del Vaticano II: “En realidad, el misterio del
de dones para el hombre y la bondad infinita que se hombre solamente se aclara verdaderamente en el
da al Otro –como el Padre se da al Hijo– es referen- misterio del Verbo encarnado”6.
cia y llamada a la acción para que el hombre imite y

*
J. M. ROVIRA BELLOSO, «Para hablar de Dios se requie-
re el lenguaje de la analogía», en Id., Dios: Padre, Hijo y
Espíritu Santo (Ágape, 44), Salamanca, Secretariado Trini-
tario, 2008, p. 155-161.
1
E. Trías, Diccionatio del Espíritu, Barcelona, 1996 pp.
64-65.
2
Me he beneficiado de la manera minuciosa, exacta,
de trabajar de este autor, sobre todo en su obra Teología
de San Ireneo, I, Madrid-Toledo 1985.
3
En primer lugar: R. Trevijano, Estudios sobre el
Evangelio de Tomás, Madrid, CN 1997; asequibles en sen-
das traducciones: E. Pagels, Los Evangelios gnósticos, Bar-
celona, Crítica 2004; Bart D. Ehrmann, Cristianismos per-
didos. Las credos proscritos del Nuevo Testamento, Barce-
lona, Ares y Mares 2004.
4
J. M. Rovira Belloso, Tratado de Dios Uno y Trino, Sa-
lamanca 1998, pp. 307-331.
5
Tomás de Aquino, De veritate, q. 2, a. 1, ad 9.
6
Concilio Vaticano II, Gaudium el Spes, n. 22.

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