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- En una entrevista señalás que se pueden reconocer dos tendencias dentro de la literatura
argentina. Una literatura de mercado, que se piensa autónoma, y un conjunto de escrituras
experimentales, "postautónomas" (como las llama Josefina Ludmer), que formulan
preguntas radicales al presente, a la relación de uno mismo (del sí mismo) con el presente
(o con la muerte, o con el cuerpo, en fin: esas grandes obsesiones de todos los tiempos).
¿Podés explicar esta división?
- En el sistema de la literatura actual existen estas dos grandes líneas. Coincido con Ludmer
en que la crisis y reformulación de lo político afecta las relaciones con la literatura. En ese
sentido, el concepto de post-autonomía remite al arte como experiencia, en oposición al arte
como mercancía. De un modo o de otro, la literatura no puede pensarse separadamente de
las grandes tensiones de su tiempo, ya porque subordine su lógica a la lógica del mercado
(el sistema de grandes premios, el bestsellerismo, etc), ya porque se proponga como una
ética completa (una transformación radical de sí).
- No creo que exista una crisis de la literatura. El arte siempre se movió con felicidad
alrededor de las ideas más apocalípticas de la imaginación de la crisis. Internet equivale a la
escritura (y por lo tanto a la cultura letrada). Supone el mismo salto cualitativo. No quiero
decir, sin embargo, que se trate de "más de lo mismo", sino que las ciberculturas tienen una
relación mucho más armónica con la cultura letrada que con la cultura industrial.
- ¿Y en el caso de la literatura?
- Un ejemplo provocativo es congreso de literatura mexicana organizado por Mario Bellatin
en París, donde, en lugar de los escritores, participaron sus dobles. El doble aparece como
una máscara mortuoria del escritor denunciando la artificiosidad y la crisis de
representación. Un modo de contestar a la famosa pregunta "qué es un autor".
- El arte es una necesidad que tiene que ver con la experiencia, con el riesgo. Es cosa del
pueblo, entendido más como voz que como público. Me parece que el arte propone
experiencias radicales que deben entenderse como propuestas de formas de vida en un
contexto de mundialización de la cultura.
- Porque las imágenes nos salvan de la angustia y la desesperanza, de la pura lógica del
cálculo mercantil. Y eso por su misma especificidad, su carácter delirante. Las imágenes
llaman a la profanación (en el sentido propuesto por Giorgio Agamben). Cuando hablamos
de imaginación no nos estamos refiriendo sólo a cuestiones estéticas sino éticas y
cognitivas.
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