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Implicaciones sociales de la Terapia Gestalt

Robine, Jean-Marie

Lo que me importaría dibujar, introducir y, sobretodo, discutir aquí, no concierne tanto a los diversos compromisos que
los unos y los otros pueden tomar en la ciudad, a las funciones sociales que podemos ejercer a través de nuestros roles,
como al conjunto de las consecuencias sociales que van ligadas a la forma de terapia que proponemos. Prolongo así una
reflexión que ya inicié en el seno de la Sociedad Francesa de Gestalt hace algunos años bajo el título de “El cambio social
comienza con dos” [1].

Considero, en efecto, que la sucesión de contactos establecidos entre el terapeuta y su cliente, su organización en una
relación, cualquiera que sea la aproximación utilizada, contribuye a modelar las relaciones sociales y la inscripción de los
clientes en el tejido social. El pragmatismo americano ha mostrado que los medios definen y colorean los fines, así que
los resultados obtenidos serán modelizados por las modalidades aplicadas. Hipotetizo que una experiencia terapéutica
vivida mediante la Terapia Gestalt no tendrá los mismos efectos que una experiencia psicoterapéutica vivida con un
psicoanálisis lacaniano, con un psicoanálisis jungiano o con un análisis bioenergético. Soy también consciente de que
aun siendo de una misma aproximación, podremos constatar las grandes variaciones ligadas a la persona del terapeuta,
a su sistema de valores, a su concepción del hombre, a su propia historia.

Querría limitar mi reflexión a lo que me parece implícita o explícitamente ligado a la teoría y al método, y me apoyo
sobre la sabiduría antigua de los estoicos, y más particularmente de Epícteto [2], quien nos invitó a saber distinguir “lo
que depende de nosotros de lo que no depende”.

Vamos un paso más allá. El título - y el contenido- de un libro de James Hillman, un psicoanalista jungiano muy conocido,
me impresionó con su publicación en 1992: « We've had a hundred years of psychotherapy, and the world's getting
worse. » [N.de la T.: Hemos tenido cien años de terapia, y el mundo ha empeorado] [3] ¡Esto sugiere que la terapia de la
Gestalt no ha sido la única en tener un impacto limitado! ¡El título de este libro podría incluso sugerir que tiene un
impacto negativo, si queremos establecer una relación de causa-efecto! Yo no sé si el mundo es peor debido a la
psicoterapia, pero creo que la terapia puede contribuir a introducir algunos efectos perversos, en particular el egotismo,
la separación, la desresponsabilización.

El egotismo

El egotismo es definido en Terapia Gestalt de forma paradójica, ya que designa un exceso de referencia a sí mismo,
demasiado funcionamiento en modo yo, lo que se traduce, entre otras cosas, en una ralentización de la interacción en la
frontera por un exceso de control, una insuficiencia de espontaneidad, de dejarse ir, que puede llegar hasta un corte del
contacto. Definición paradójica, pues este exceso de funcionamiento en modo yo es presentado por nuestros autores en
el capítulo que consagran a las “Pérdidas de la función yo”. Lo que viene a decir que este exceso de control del contacto
ejercido por la función yo no es el resultado de una elección del yo...
Isadore From puso en evidencia a lo largo de su enseñanza cómo la psicoterapia, y la Terapia Gestalt en particular,
creaban una suerte de neurosis artificial al acentuar la interpelación y el desarrollo de la función yo (o ego). “¿Qué ves?
¿Qué sientes? ¿De qué eres consciente? ¿Qué es lo que tú eliges?”. Estas preguntas repetidas centran al paciente sobre
sí mismo. Esta neurosis egotista, de acuerdo con From, sería el trasunto gestaltista de la neurosis de transferencia,
neurosis creada por la situación analítica como instrumento de trabajo para elucidar la neurosis infantil. La disolución de
la neurosis egotista, así como la disolución de la neurosis de transferencia, son consideradas indicadores del final de la
cura. From reconoció que veía aquí un límite en estos dos enfoques, que no siempre sabían dirigir el proceso a su
término: saber disolver los instrumentos que habían creado para poder operar.

Me parece innegable que la Terapia Gestalt no tiene el monopolio del efecto egotizante de la terapia. Muchos autores
han puesto de relieve la cultura del individualismo y la cultura del narcisismo que se han desarrollado particularmente a
lo largo de los últimos decenios. Cito, por ejemplo, algunas lineas de Christopher Lasch, extraídas de su célebre estudio
“La cultura del narcisismo” [4].

“Los principales aliados [del hombre psicológico del siglo XX], en su lucha por lograr un equilibrio personal, no son ni los
sacerdotes, ni los defensores de la autonomía, ni los modelos de éxito de tipo capitanías de industria: son los
terapeutas”.

Un poco más tarde, continúa:

“La terapia se ha establecido como la sucesora del individualismo arisco y de la religión: esto no significa que “el triunfo
de la psicoterapia” haya devenido en una nueva religión en sí. De hecho, la psicoterapia constituye una anti-religión, no
porque se centre en las explicaciones racionales y en métodos científicos de curación, como sus practicantes querrían
hacernos creer, sino más bien porque la sociedad moderna “no tiene porvenir”, y, por tanto, no presta ninguna atención
a lo que no tenga que ver con sus necesidades inmediatas.”

Y de nuevo:

“Aunque los terapeutas hablan de la necesidad de “amor” y de “significación” o de “sentido”, definen estas nociones en
términos de satisfacción de necesidades afectivas del paciente. Apenas se les ocurre (…) animar al paciente a subordinar
sus necesidades y sus intereses a las del prójimo, a alguien, a cualquier causa o tradición exterior a su querido “yo”. “El
amor”, en tanto que sacrificio de sí o humildad, y la “significación” o el “sentido” en tanto que sumisión a una lealtad
más alta, son sublimaciones que aparecen en la sensibilidad terapéutica como una opresión intolerable, una ofensa al
sentido común y un peligro para la salud y para el bienestar del individuo. Liberar a la humanidad de nociones tan
atrasadas como el amor y el deber es la misión de las terapias postfreudianas, y en particular de sus discípulos y
divulgadores, para quienes la salud mental significa la supresión de las inhibiciones y la gratificación inmediata de las
pulsiones”.

El humanismo, del que algunos gestaltistas dicen formar parte, es uno de los últimos avatares del individualismo. Se ha
reprochado mucho a Perls su “oración de la gestalt”, a menudo considerada como una manifestación egotista: “Yo soy
yo - tú eres tú. Yo no estoy en el mundo para cumplir tus expectativas y tú no estás en el mundo para cumplir mis
expectativas. Si nos encontramos, estará bien, si no nos encontramos, no podemos hacer nada”. Hoy en día, esta frase
puede ser en efecto tomada irónicamente como una invitación al egotismo insensato si la consideramos en nuestro
contexto social y cultural contemporáneo. Pero, como han puesto en evidencia algunos autores: “En el contexto en el
que Perls formula su “oración” (la sociedad americana de los años sesenta), en el que las personas no eran capaces de
separarse de adhesiones que funcionaban mal, esta afirmación tomaba un valor curativo”. [5] En nuestra sociedad de
hoy en día, donde se es invitado a seguir el propio camino, a cuidar de uno mismo “porque yo lo valgo”, estos son
valores y modalidades bien instaladas y bien explotadas por los comerciantes del desarrollo personal.

Está lejos de mí la idea o el proyecto de negar la importancia de la individuación, de la diferenciación, y por tanto, para
ella misma, de un egotismo necesario y sostenible. Todo ser humano tiene que construir un delicado equilibrio entre su
necesidad de diferenciación identitaria y su necesidad de vínculo. Las patologías de la experiencia narcisista son una de
las formas de fracaso de la construcción de una dialéctica entre estas dos necesidades antagonistas: privilegian el lado
de la identidad en detrimento de la pertenencia.

El desentendimiento y la desresponsabilización

Sin disgustar a Christopher Lasch, necesitamos entender lo que nos sucede; no hay nada más angustiante que
permanecer sin sentido -de hecho, esto es la definición misma del terror- y no hay nada más tranquilizante que tener
una respuesta. La respuesta causalista es la más accesible y ofrece una segurización asequible. Las diferentes terapias
nos incitan mediante su método a buscar las causas en la historia personal, en la sexualidad infantil, en el genograma y
en las transmisiones transgeneracionales, en los secretos de familia, en las estructuras interaccionales, en el lenguaje
que estructura nuestras interacciones, en los genes y la herencia biológica, en los traumas personales o sociales, etc. Al
psiquiatra fenomenológico Arthur Tatossian (6) le gustaba articular la autonomía y su opuesto, la heteronomía:

"Toda terapia (...) presupone el condicionamiento heteronómico de lo vivido o del comportamiento que ella abarca, e
importa poco que esta heteronomía sea ejercida por algún desequilibrio de las sinapsis neuronales, por una
organización particular del inconsciente o incluso por el "infortunio" mismo del Dasein".

La relación que establecemos con lo que instituimos como causas es una relación de heteronomía, como si las causas
fueran un cuerpo extraño en la experiencia y se propusieran sistemáticamente como "circunstancias atenuantes".

Es, sin duda, una respuesta a este exceso de desresponsabilización, generado, entre otros, por la banalización del
enfoque psicologizante y por un psicoanálisis mal digerido, lo que llevó a Perls, con todo lo artificial que le conocemos, a
insistir en la respons-abilidad: "Toma la responsabilidad de lo que sientes, toma la responsabilidad de tu emoción, sé
consciente de que fuiste tú quien fabricó este sueño, esta situación, este conflicto, este síntoma, etc.".

Cuando estaba trabajando en el concepto de "situación", me encontré con la obra de un filósofo español de la primera
mitad del siglo XX, José Ortega y Gasset. Una de sus formulas llamó mi atención, "Yo soy yo y mis circunstancias" (7), en
tanto que integraba la problemática de la situación y las circunstancias dentro de los contornos de la identidad. Con
motivo de una intervención en España, pude preguntar a colegas a propósito de este filósofo del que desconocía su
existencia hasta ese momento, y de su fórmula. Luego me enteré de que esta fórmula había sido descontextualizada e
integrada en el lenguaje popular, un poco como había ocurrido con el famoso "El infierno, son los otros" (8) de Sartre.
Así, cuando un empleado llega tarde al trabajo debido a los atascos y se le piden explicaciones, utilizará fácilmente la
excusa: "Yo soy yo y mis circunstancias". ¡Así, estamos muy lejos de la filosofia abierta por Ortega y Gasset!
En nuestro equipo de formadores hemos presentido y después observado rápidamente posibles efectos perversos,
desde que hemos comenzado a radicalizar la referencia a la perspectiva de campo en la formación de terapeutas
Gestalt. Si ésta es tomada como alternativa a la perspectiva intrapsíquica, puede generar una atenuación de la
responsabilidad personal en provecho de la de la situación, del contexto, como en las modalidades que hemos evocado
antes al hablar de Ortega y Gasset.

Por tanto, en el trabajo inscrito en una epistemología de campo, sabemos que todo lo que está presente impacta en el
contacto, incluídos los elementos dispersos que no son tenidos en cuenta. El reconocimiento explícito por el terapeuta
de su parte consciente de influencia, de sus defensas así como de sus eventuales proyecciones, de su contra-
transferencia, de sus implicaciones o contra-implicaciones introduce una dinámica de la responsabilidad ligada a la
situación, de instante en instante.

La reducción de lo social a lo psicológico

La divulgación del pensamiento psicologizante a veces ha contribuido a reducir lo social a lo psicológico: las luchas de
clase o las reivindicaciones sindicales son rebajadas a problemas no resueltos con la autoridad o con el padre, la
complejidad de los vínculos superpuestos en las pequeñas comunidades (como la nuestra) son teorizados en términos
de incestuosidad, la violencia en los barrios como un déficit del Superyo o de integración de la Ley, la guerra es vista en
términos de identificación proyectiva y el compromiso político como una necesidad de reparación, etc. Considero esta
reducción de lo social a lo psicológico una señal de arrogancia, como si tuvieramos la certeza de tener las claves de la
compresión del mundo.

Max Pagès había inventado en su tiempo el concepto de "teorías muñón" para designar, dentro de una disciplina, la
presencia de representaciones simplificadas de disciplinas vecinas "incorporadas al sistema teórico dominante y
necesarias para su funcionamiento" (9). Esta modalidad de funcionamiento caracteriza los sistemas de pensamiento de
pretensión hegemónica, y el psicoanálisis no tiene el monopolio. Manifiesta la necesidad que tiene una disciplina de
representar las disciplinas vecinas, ya que es imposible de construir, por ejemplo una psicología o metapsicología, sin
una mínima representación de lo social por un lado y de lo biológico por otro. En nuestro terreno, se ve también brotar
una "neurogestalt", así como se ha podido ver florecer del lado de Cleveland y de sus adeptos una "sistémica Gestalt" o
una Gestalt de las organizaciones. El reconocimiento de la importancia de las aproximaciones vecinas me parece
ciertamente primordial pero es posible que existan otros modos de reconocimiento diferentes del engullimiento, total o
parcial. Nótese por tanto que el repliegue sobre la propia disciplina es igual de esterilizante y sectario...: la disciplina
adoptará rápidamente un modo de funcionamiento de tipo religioso, de una religiosidad incluso integrista y
comunitarista.

La articulación entre lo pulsional y lo sociopolítico ha sido siempre dicífil de cuestionar. En otras palabras, ¿cómo
resolver el dilema entre la espontaneidad del individuo y la estructuración social abierto por Freud en "El malestar en la
cultura"(10)?

Para elaborar su respuesta personal a las cuestiones del malestar humano, Freud atribuía al "malestar en la
cultura/civilización" la incompatibilidad entre las necesidades individuales y las obligaciones sociales, y como única
solución: la adaptación funcional de las necesidades del individuo a las exigencias de lo social. Así pues, la introyección
se convirtió en la modalidad dominante que permitía interiorizar las reglas sociales para hacer que se conviertan en
"superyó".

Pero esto no impidió a Freud escribir, en una carta a su amigo Pfister (11): "Debemos convertirnos en el mal, trascender
las reglas, sacrificarnos, traicionar, conducirnos como el artista que compra sus pinturas con el dinero que su mujer
guarda para el hogar o quema los muebles para calentar la habitación donde va a colocar a su modelo. Sin una cierta
criminalidad no hay verdadera realización." ¿Habría una discrepancia entre su posición pública y sus elecciones privadas,
o se trataría de una paradoja, si no de un oxímoron?

Conocemos la primera respuesta de Perls: él propone su concepción de la agresividad de desestructuración como


necesaria para la supervivencia y para el crecimiento psíquico y existencial.

Un segundo aspecto de su respuesta: al definirse como inseparables organismo y entorno, toda situación se vuelve
función de esta relación contextualizada, y no una alternativa.

Tercera respuesta: Es precisamente en esta frontera donde se puede desplegar el ajuste creador, alternativa al dilema
planteado por Freud en términos de elección entre represión/regresión o sublimación.

¿Cuál es el ajuste creador propuesto por la Terapia Gestalt?

Perls y Goodman se solidarizan con los reproches que se lanzaban en aquella época en contra del psicoanálisis, que era
juzgado como demasiado adaptativo a la sociedad. Ellos no niegan la necesidad de adaptación por la que el individuo es
transformado para concordar con las exigencias sociales, pero añaden de manera indisociable la creación, la adaptación
creadora (y no solamente creativa), es decir, transformadora del medio en un mismo acto, en modo medio.

Lo que depende de nosotros

A mis ojos, la potencia excepcional de la Terapia Gestalt, al menos de la que se practica enmarcada en el paradigma de
campo, reside en su capacidad para poner en práctica la combinación de tres modalidades de acción, tres ejes de
trabajo con nuestros pacientes.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

Un primer eje de trabajo concierne a la construcción de la identidad y la individuación. La Terapia Gestalt no es la única
psicoterapia que tiene un impacto en la deconstrucción y reconstrucción de la identidad. Pero su referencia a la unidad
de la experiencia, su uso del trabajo a través de la consciencia inmediata, sus herramientas que le permiten articular la
función personalidad en la experiencia vivida aquí-y-ahora, dándole un lugar al ello de la situación, etc., contribuyen a
dar una fuerza particular a nuestro método.
La atención a los momentos de presencia abre el acceso a lo que es "realmente" vivido, más allá de las
representaciones, fijaciones, ideas y otras introyecciones.

EL ACCESO AL MUNDO VIVIDO DE LOS DEMÁS

Debido a su modo particular de implicación, incluso a su propio desvelamiento, el terapeuta gestalt está en una
modalidad en la que aparece ante su cliente de una manera que lleva a éste a constituirlo como un otro y, por ende, a
preocuparse de la alteridad. La reclusión egotista o la indiferencia hacia la vivencia del otro, tan características de
nuestra sociedad contemporánea, son así confrontadas. El contactar y el ser contactado son ocasiones de medir el
impacto sobre el otro y el impacto del otro sobre mí que, más allá de la reflexividad, contribuyen a la construcción de la
identidad, constituyendo progresivamente al otro en tanto que otro, es decir, permitiendo el aprendizaje del idem y del
ipse, de la igualdad y de la diferenciación, de la alteridad radical del otro.

RELACIÓN INTERSUBJETIVA, VÍNCULO, PERTENENCIA...

La conciencia misma de la existencia del otro mediante el trabajo de contacto permite la recomposición de la distancia
intersubjetiva. La perspectiva de campo en la que se inscriben la ética y la epistemología del terapeuta gestalt introduce
los procesos de flujo y reflujo relacionales, es decir, unos movimientos que permiten la transición de lo indiferenciado a
lo diferenciado y de lo diferenciado a lo indiferenciado. Esto es también lo que a veces se llama la dialéctica
"fusión/separación", con su séquito de consecuencias como dependencia/autonomía, influencia y manipulación. La
experiencia de los fenómenos inherentes a la relación terapéutica - no sólo reducida a los fenómenos de transferencia -
constituyen un terreno de experimentación del vínculo y de la pertenencia que son extensamente deficitarios en
nuestro contexto social.

Bajo mi punto de vista, el proyecto social de la Terapia Gestalt se encarna a través de estas tres direcciones de trabajo y
requiere la implicación de las tres, que no pueden ser disociadas. Es evidente que, según las fases de la terapia y el
proceso específico de cada díada terapéutica, será una u otra de estas modalidades la que será puesta en figura y
temporalmente privilegiada. La especificidad del enfoque gestáltico, sin embargo, requiere la integración de estos tres
ingredientes, sin que se pueda pretender por ello que la acción terapéutica se limite a estas direcciones. La elección de
estas lineas de trabajo constituye en sí misma una elección de sociedad y una elección política.

Un acto social esencial: el reconocimiento

Numerosas generaciones de psicoterapeutas y psicoanalistas, con Winnicott a la cabeza, han remarcado la importancia
de la demanda de reconocimiento que reside en el corazón de la demanda terapéutica. El sufrimiento, los síntomas y las
modalidades psicopatológicas de la existencia ganarían más al ser consideradas a la luz de esta problemática y no
solamente en términos de caprichos de la líbido o de defensas contra la angustia. Axel Honneth (12), filósofo alemán
sucesor de Jürgen Habermas y en la estela de Hegel, mostró como la evolución social es construida por una sucesión de
luchas reales o simbólicas en las que el individuo no busca tanto la supresión o la eliminación de su adversario sino ser
reconocido por él en su individualidad. Honneth retoma así los mecanismos de formación de la personalidad, tal y como
han podido ser ilustrados por G.H. Mead, representante del pragmatismo americano, y por Donald W. Winnicott, del
psicoanálisis, para proponer su análisis socio-histórico y psicosocial. Los marcos que él propone me parecen más que
pertinentes considerados en el contexto psicoterapéutico. El vínculo de reconocimiento se construye con el amor, el
derecho y la solidaridad. La confianza en sí se construye mediante el reconocimiento obtenido a través del amor. El
respeto por sí mismo es contruido mediante el reconocimiento a través del derecho, el reconocimiento jurídico. La
autoestima, a su vez, se construye mediante el reconocimiento que da la solidaridad social.

Honneth retoma la cuestión que preocupó a Winnicott a lo largo de su vida: "¿En qué proceso de interacción la madre y
el niño logran salir de la unidad indiferenciada, para aprender a aceptarse y a amarse como personas independientes?"
(13). Este reconocimiento significará entonces "el doble proceso por el que nos liberamos y, simultáneamente, nos
vinculamos emocionalmente a la otra persona (...) [Esto no es tener] en cuenta al otro en un nivel cognitivo, sino en el
sentido en el que el afecto por el otro conlleva la aceptación de su autonomía" (14). Es, pues, mediante el amor del otro
como construimos la confianza en nosotros mismos.

En apariencia, el reconocimiento que Honneth llama "jurídico" concierne al psicoterapeuta de una manera más
periférica. Sin embargo, el autor sigue el ejemplo de G.H. Mead "al considerar que el reconocimiento social de los
derechos legales encuentra su colorario psíquico en el desarrollo de la capacidad de relacionarse con uno mismo como
una persona moralmente responsable" (15), y es mediante este reconocimiento como se puede adquirir la capacidad de
comprender los propios actos como una manifestación, respetada por todos, de la propia autonomía. El reconocimiento
jurídico es también el derecho a existir.

Por último, es a través de la solidaridad como se construye la autoestima. «En la medida en que yo vele activamente
para que consigan desarrollarse las cualidades propias del prójimo, aquellas que no son las mías, nuestros fines comunes
se realizarán.» (16). La comunidad de valores, la ética compartida está en el primer plano. Su ausencia genera
vergüenza, humillación y daños.

Estas tres formas de reconocimiento están en marcha en la relación terapéutica. Los déficits de una u otra de estas
formas de reconocimiento son constitutivas de perturbaciones que conducen a algunas personas a llamar a la puerta de
nuestras consultas. Nosotros sabemos que estas condiciones intersubjetivas constituyen las condiciones necesarias para
la realización individual de uno mismo, y la filosofía de la Terapia Gestalt contemporánea, así como su metodología, han
sabido evolucionar paralelamente a las evoluciones sociales y psicológicas del mundo contemporáneo.

La Terapia Gestalt no tiene raíz: tiene un rizoma, es decir, una suerte de arborescencia subterránea que no jerarquiza las
influencias sino que abre a la complejidad. No es psicoanalítica, no es fenomenológica, no es reichiana, no es una rama
del pragmatismo o de la Psicología de la Gestalt, ni siquiera es una síntesis armoniosa de todas estas semillas: es
dialéctica, con todas sus fuerzas en tensión, puesto que la Terapia Gestalt original se quería explícitamente bio-psico-
social. Aunque nuestra práctica se desarrolla esencialmente en el diálogo singular entre un terapeuta gestalt y su cliente,
el proyecto político, social y psicosocial de la Terapia Gestalt se puede encarnar en cada minuto de un trabajo en el que
el contacto es el hilo conductor.

Al igual que en la Terapia Gestalt la dependencia es tan importante como la autonomía, la espontaneidad llamada
infantil tiene tanta importancia como el carácter deliberado, el conflicto y la agresividad son tan importantes como el
amor y la ternura, la sexualidad pregenital es tan importante como la genital, de la misma manera la falsa dicotomía
individuo/sociedad no puede ser conservada. Desde luego, la complejidad de la situación terapéutica nos lleva a elegir
ciertas modalidades de trabajo cuando los profesionales de la intervención social eligen otras, pero toda nuestra
filosofía, nuestra ética y nuestra metodología deben apuntar al contacto entre el ser humano y el mundo, con el fin de
que se prolongue en lo cotidiano el sostén, la pertenencia y la solidaridad que han presidido la constitución de la
relación terapéutica. Pero no soñemos...

Jean- Marie ROBINE

Formador en Terapia Gestalt,

Psicólogo clínico

Institut Français de Gestalt-thérapie

Burdeos-Paris

Notas a pie de página y referencias bibliográficas

[1] Robine J.-M., «Le changement social commence à deux», Revue Gestalt, n°29, dec. 2005

[2] Epictète, Entretiens, in Les Stoiciens, La Pleïade, pp.808 sq

[3] Hillman J. & Ventura M. We’ve had a hundred years of psychotherapy, and the world’s getting worse, Harper
SanFrancisco, 1992, traducido al francés en 1998 con el título Malgré un siècle de pssychothérapie, le monde va de plus
en plus mal. Ulmus Company, Londres

[4] Lasch C., (1979) La culture du narcissisme, Paris, Champs-Flammarion, 2006, p. 41

[5] Salonia G., «Changements sociaux et malaises psychiques», en Francesetti G., Attaques de panique et postmodernité,
Bordeaux, L’exprimerie, 2010, p. 52. Ver también Crocker S.F. Truth and Foolishness in the ‘Gestalt Prayer’, The Gestalt
Journal, vol. VI, n°1, spring 1983- trad. francesa. «Vérités et sottises à propos de la prière gestaltiste» Mini-bibliothèque
de GT n°112, IFGT 2010.

[6] Pratique psychiatrique et phénoménologie (version abrégée et provisoire), tapuscrit pour un séminaire du groupe de
recherches de phénoménologie psychiatrique de Bordeaux. No datado (años 70), sin publicar.

[7] Fórmula que mantuvo el British Gestalt Journal para dar título a una entrevista que publicaron en su revista.
Entrevista traducida y publicada como el capítulo 7 de J.-M. Robine, S’apparaître à l’occasion d’un autre, Bordeaux,
l’Exprimerie 2004. [N. del T.: libro traducido al castellano como Manifestarse gracias al otro en Los Libros del CTP,
España]
[8] Sartre, en una entrevista en 1964, escribía: «"El infierno son los otros" siempre se ha entendido mal. Se ha creido que
yo quería decir con eso que nuestras relaciones con los demás estaban siempre envenedadas, que siempre eran
relaciones infernales. Sin embargo lo que yo quiero decir es algo totalmente distinto. Yo quiero decir que si las
relaciones con el prójimo son retorcidas, están viciadas, entonces el otro no puede ser sino un infierno. ¿Por qué?
Porque los otros son, en el fondo, lo más importante que hay en nosotros mismos, para nuestro propio conocimiento de
nosotros mismos. Cuando pensamos en nosotros, cuando intentamos conocernos, en el fondo usamos los
conocimientos que los otros ya tienen sobre nosotros, nos juzgamos con los medios que tienen los otros, y que nos han
dado, para juzgarnos. Diga lo que diga sobre mí mismo, siempre entra dentro el juicio del otro. Sienta lo que sienta de
mí, entra dentro el juicio del otro. Lo cual quiere decir que, si mis relaciones son malas, me meto en una dependencia
total del otro y por tanto, en efecto, estoy en un infierno. Y existe una cierta cantidad de gente en el mundo que están
en un infierno porque dependen demasiado del juicio del prójimo. Pero esto no quiere decir en absoluto que no
podamos tener otras relaciones con los demás, esto señala simplemente la importancia capital de todos los demás para
cada uno de nosotros.»

[9] Pagès, M. L’analyse dialectique : propositions. Conferencia introductoria al Colloque de Spetzès. Documento interno
del Laboratoire de Changement Social, Université Paris VII, 1990

[10] Le malaise dans la culture, 1929, Œuvres complètes, tome XVIII, Paris, PUF 1994

[11] Freud, carta a Oscar Pfister, citada en Rieff, P. The triumph of the therapeutic: uses of truth after Freud, Chatto and
Lindus, London, 1966, p. 107

[12] Honneth A.(1992) La lutte pour la reconnaissance, trad. franc. Paris, Ed. du Cerf, 2000

[13] Ibid. p. 121

[14] Ibid. pp. 131-132

[15] Ibid. p. 144

[16] Ibid. p. 157

Traducido en el Laboratorio de traducción de Gestaltnet.net:

Traducción: Eva Maurí Cresencio

Revisión: David Picó Vila

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